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DEVELANDO UN MISTERIO ANCESTRAL (PARTE I): LAS HUELLAS DEL SANTIAGO ANTES DE SER SANTIAGO

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Ilustración de la Ciudad de Santiago de Chile, por el cronista indígena peruano Felipe Guamán Poma de Ayala, hacia 1615, en su "Nueva Crónica y Buen Gobierno". Aunque es un plano esquemático e imaginario, se advierte que por entonces la capital chilena era comprendida sólo como un campamento militar-religioso fortificado alrededor de la Plaza Mayor (de Armas), con el río Mapocho flanqueándola al costado.
Coordenadas: 33°26'16.47"S 70°39'1.95"W (Plaza de Armas)
Una secuencia de investigaciones recientemente publicadas, han sacado del horno un tema tan interesante como apetitoso a la historia urbana: los orígenes precolombinos de Santiago de Chile, en épocas anteriores a la fundación oficial de la ciudad por parte de los conquistadores españoles. Se habla de un centro de desarrollo inca con una sede en la propia Plaza de Armas de Santiago y sus inmediatos, propuesta que incluso ha dado pie a especulaciones sobre la posibilidad de la existencia de un asentamiento humano completo y entendible como "urbe" previo a la llegada de don Pedro de Valdivia y sus huestes.
Tres trabajos consecutivos, publicados por divina coincidencia en un breve plazo de tiempo, han completado una visión bastante más profunda y argumentada sobre este origen más remoto de la ciudad de Santiago: Patricio Bustamante y Ricardo Moyano en 2012, Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor también en 2012, y Alexis López en 2013. Iremos abordando estas investigaciones a lo largo de esta secuencia de entradas, con las que aprovecharé de llenar un largo vacío que arrastraba en este blog con relación al tema de atención.
Parto, entonces, con este abundante y vigoroso tema de estudio pretendiendo hacer no más que un pequeño aporte a su difusión, fuera de los círculos estrictamente científicos o académicos que no nos corresponden.
UNA DISCUSIÓN HISTÓRICA
La presencia de huellas correspondientes a la antigua administración incásica en Santiago, ha sido abordada ya por otros autores como Ricardo E. Latcham, Carlos Peña Otaegui, René León Echaíz, Justo Abel Rosales, Armando de Ramón y Carlos Keller, entre muchos otros. Si bien las pruebas van desde el sacrificio ritual con enterramiento de la momia del Cerro El Plomo hasta el fuerte pukará del Cerro Chena, las dudas orbitaron siempre en torno a la intensidad que tuvo esta influencia y presencia del elemento incásico sobre el valle.
Personal y humildemente, creo que un caso de especial interés sobre estas presencias, lo señala la existencia de una piedra ceremonial que habría sido descubierta en el Cerro Santa Lucía y que actualmente se encuentra encastrada en un muro de la antigua residencia de don Benjamín Vicuña Mackenna, en el museo histórico que lleva su nombre. Ya me he referido en un artículo de otro blog a las observaciones del arqueólogo Luis Cornejo sobre dicha pieza, quien señala que la piedra fue tallada con alguna representación de cultivos y cursos hídricos, pudiendo corresponder a una huaka para rituales kapacocha de sacrificios humanos. Para complementar esta serie de artículos, preparo la redacción de un artículo especial sobre dicha piedra ceremonial en este blog.
Volviendo a la discusión del grado de influencia sobre el Valle del Mapocho por parte del Tawantinsuyu o administración imperial incaria (con sede en el Cuzco y que llegaba hasta el río Maule, como se sabe), éste es un tema que adquiere cuerpo especialmente hacia la segunda mitad de los años setenta, en especial por los estudios de Rubén Stehberg y Osvaldo Silva: creía que la dominación incásica fue fuerte, el primero, y tenue, el segundo, por lo que sus enfoques se confrontaron. Parte importante de este mismo debate giró en torno a las referencias sobre un centro administrativo en los primeros años de la colonia del Mapocho, particularmente en Actas del Cabildo fechadas el 10 de junio de 1541, que mencionan un "tambo grande que está junto a la plaza de esta ciudad", y del que no se sabía a ciencia cierta si había sido levantado por manos incásicas o españolas.
De acuerdo a la exposición que hizo Stehberg, un centro de desarrollo incásico estaba aquí en Santiago desde antes de la llegada española y bajo gobernación del jefe indígena Quilicante, representante de la autoridad imperial en el Valle del Mapocho, quien se encontraba en ejercicio a la llegada de Almagro por estas tierras en 1536. Empero, de acuerdo a lo concluido en los años setenta por Silva, la sede administrativa de Quilicante debía estar entre Lampa y Colina, no en la ciudad de Santiago propiamente dicha.
Sin embargo, más de 35 años tuvieron que transcurrir para que los estudios arrojaran datos más cerca de lo definitivo al respecto, tiempo en el que otros hallazgos e investigaciones fueron reforzando también la idea de que la mano del Tawantinsuyu no fue tan tibia ni tímida por estas tierras, como se había creído.
Fundación de Santiago en el Santa Lucía, según óleo de Pedro Lira (1889). Siempre se ha considerado imaginaria esta escena, porque la fundación de la ciudad tuvo lugar en la Plaza Mayor o Plaza de Armas. Sin embargo, el Cerro Santa Lucía sí habría tenido una función esencial en los criterios que llevaron a la elección de este lugar del Valle del Mapocho para la fundación de la colonia de Santiago del Nuevo Extremo.
EL MAPOCHO INCAICO
Faltaba una confirmación de peso histórico y argumental para verificar esta importancia del valle del Mapocho en la administración ancestral incásica, esfuerzo que fue complacido recientemente con la publicación de nuevas investigaciones conjuntas del Jefe de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural, el arqueólogo Rubén Stehberg, y del historiador Gonzalo Sotomayor, retomando así la eventual solución al nudo que había quedado ciego en los años setenta, aportando pruebas realmente sorprendentes sobre el tema de marras.
El trabajo de ambos autores fue publicado -con gran expectación del mundo científico e investigativo- en el "Boletín del Museo Nacional de Historia Natural" N° 61 de 2012, bajo el título "Mapocho incaico".
Vamos repasando un poco los hechos en torno a la fundación de Santiago, para comprender este asunto y la visión aportada ahora por Stehberg y Sotomayor sobre estos mismos acontecimientos.
Como se indica en los libros de historia, cuando el soldado Pedro de Gamboa eligió el punto central de la naciente ciudad de Santiago del Nuevo Extremo para su fundación, estacó allí una cruz con objeto de señalar el sitio desde el cual se trazaron las demás cuadras de la colonia mapochina, usando la rígida distribución de damero. La ubicación casi arbitraria y la creencia de que el mencionado tambo junto a la plaza se construyó en este período, fueron ideas dominantes entre arqueólogos e historiadores, según parece.
Sin embargo, la investigación de los dos autores ha formado una impresión muy distinta en ellos, como comentan en su artículo:
"Para la búsqueda de información etnohistórica se utilizó, en primer lugar, la bibliografía disponible resultando de gran importancia las fuentes publicadas en las mensuras de Ginés de Lillo publicadas en 1941 y 1942, que unidas a la sistematización de parte de ellas por Tomás Thayer Ojeda (1905) en su Santiago en el Siglo XVI y por Carlos Larraín (1952) en su estudio sobre Las Condes, permitieron coordinar la información que aportan, con la de nuestras investigaciones en el Archivo Histórico Nacional, Ministerio del Interior (Chile) resultando de gran importancia algunos volúmenes del Archivo de la Real Audiencia (1638), en particular el juicio entre el capitán Pedro Gómez Pardo y el convento de Santo Domingo sobre tierras de la Chimba, que aportó un antiguo mapa fechado en la primera mitad del siglo XVII. Estos últimos documentos llevaron a revisar el Archivo del Convento de Nuestra Señora del Rosario de los padres Dominicos de Santiago, que resultó ser de una riqueza inesperada, puesto que en él se encontraron numerosos documentos del siglo XVI y principios del siglo XVII que comprobaron nuestra hipótesis que el emplazamiento de la ciudad de Santiago fue elegido por corresponder a un punto estratégico para el control no sólo del espacio del actual valle del Mapocho, sino que también de la cuenca del río Maipo en general y de los territorios de más al sur".
Agregan que los siglos de transformación del suelo por la agricultura y la urbanización, fueron haciendo desaparecer casi todos los ancestrales rastros de la proto-ciudad de Santiago previa al arribo hispánico: edificios, viviendas, depósitos, chacras, canales de hasta 30 kilómetros y complejas acequias de regadío, salvándose sólo algunos centros funerarios por su situación en el subsuelo.
Croquis de la capital chilena publicado en "Santiago durante el siglo XVI: constitución de la propiedad urbana y noticias biográficas de sus primeros pobladores" por Tomás Thayer Ojeda (Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1905 - Disponible en la Biblioteca Nacional). Clic encima para ampliar.
Dibujo del sector central de Santiago en el siglo XVII, publicado por Alonso de Ovalle (1646).
VESTIGIOS DE "OTRO PASADO" EN SANTIAGO CENTRO
De acuerdo a lo observado por Stehberg y Sotomayor, los vestigios arqueológicos señalan la existencia del antiguo asentamiento incásico en Santiago, con influencias de las culturas diaguitas y Aconcagua. Se habría tratado, acaso, de una ciudadela o pequeño establecimiento de carácter agrícola muy ajeno al de las culturas locales hortícolas y cazadoras-recolectoras que había antes, las que mantenían un modus vivendi más bien disperso y falto de cohesión administrativa. De hecho, el del Valle del Mapocho pudo haber sido el único establecimiento de este tipo en unos 500 km. a la redonda.
Pero también hay algo más profundo y trascendente en esta investigación, como ellos comentan:
"La información histórica, arqueológica y geográfica disponible coincide en señalar que entre el cerro Huelén por el oriente, los dos cauces del río Mapocho por el norte y sur, respectivamente y en algún punto intermedio entre las actuales calles Bandera y Brasil, por el poniente, se emplazó un importante centro urbano Tawantinsuyu. El conjunto arquitectónico se organizaba en torno a una gran plaza que, según la información arqueológica y etnohistórica disponible, se emplazó exactamente en el lugar donde Pedro de Valdivia fundó la suya".
Me permito apuntar aquí algo: no creo que esto sea lo mismo que decir que la ciudad y la capital chilena ya estaban fundadas al momento de la llegada de los españoles, como han querido interpretar algunas opiniones; pero las pruebas sí parecen hablar de un asentamiento vinculado directamente a la administración política del Tawantinsuyu en él, vigente a la llegada hispánica, lo que por sí mismo es una noticia de enorme interés y trascendencia en la comprensión de los orígenes de nuestra ciudad.
En el trabajo de Stehberg y Sotomayor se recuerda, además, la existencia de piezas cerámicas de clara influencia incásica y otros hallazgos que se han realizado en la planta central de Santiago. Uno de ellos -de los más importantes- consistía en dos aribaloides, un plato y una pequeña plancha de oro que fueron encontradas bajo la actual calle Catedral cerca da Plaza de Armas, y que son comentadas por Latcham en 1928. La dupla de investigadores se refiere así a ellos:
"...el primer hallazgo que se desea destacar aquí corresponde al encontrado en esta avenida, de la ciudad de Santiago. Fue hallado durante la instalación de la matriz de alcantarillado, a una profundidad de 4,4 m. Las piezas estaban en poder de Otto Aichel quien las dio a conocer en una conferencia a fines de 1908, aparentemente publicada y a la cual no hemos tenido acceso (Aichel 1909). De tratarse de las primeras instalaciones de alcantarillado, suponemos que se concentraron en la plaza y sus alrededores motivo por el cual el lugar del descubrimiento no debió estar muy alejado de la Plaza de Armas".
El tipo de hallazgo sugiere cierto establecimiento con algunos rasgos aristocráticos, según observó Latcham, pudiendo tratarse de una instancia administrativa vinculada directamente gobierno inca.
"La presencia de estos restos arqueológicos -agregan los autores del "Mapocho incásico"- es una prueba relevante que en el lugar se desarrollaron actividades político-administrativas de cierta importancia, durante el período Tawantinsuyu".
Esquema de los enterramientos encontrados en el sector de Marcoleta-Portugal en 1970, según croquis publicado por la revista "En Viaje".
MÁS EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA
Cronológicamente, si en efecto existió un centro administrativo incásico en valle mapochino con las características que se le adjudican, se daría la curiosidad de que fue uno de los últimos núcleos de poder del Tawantinsuyu que quedaron durante la Conquista y la Colonia, pues siguió funcionando después de la partida de Almagro y hasta la llegada de Pedro de Valdivia, período en el cual ya había caído la mayoría de los demás centros de administración imperial incaica.
Insistiendo en lo mismo, Stehberg y Sotomayor recuerdan el hallazgo de más de 10.500 trozos de cerámica bajo una cripta ubicada en la esquina Noroeste de la Catedral de Santiago, varios de ellos datados en períodos prehispánicos, confirmando que el templo fue levantado sobre un asentamiento incásico anterior, muy posiblemente el mencionado tambo, con carácter ceremonial:
"De cuatro fragmentos fechados, dos correspondieron al tipo Monócromo Rojo Pulido que dieron fechas prehispánicas (570+/-55 y 615+/-60 años AP), lo que les permitió afirmar que la primera edificación de la Catedral “se instaló en la mitad oriente del solar poniente frente a la Plaza de Armas, sobre un asentamiento indígena del período Incaico”. Lamentablemente no incluyeron más información sobre esta ocupación prehispánica ni informaron sobre la presencia de alfarería decorada del período Tawantinsuyu".
Descubrimientos de cerámica muy parecidos han tenido lugar en la construcción de la Escuela Dental de la Quinta Normal y en el subsuelo del Palacio del Real Tribunal del Consulado de calle Bandera, donde ahora está el Museo de Arte Precolombino, a los que se agregan restos funerarios encontrados en la remodelación del edificio del First National City Bank de la misma calle (osamentas vinculadas a la cultura El Molle y otras posteriores a la cultura incásica) y otros en Marcoleta entre Portugal y Lira, en el sector de la Clínica de la Universidad Católica y la Remodelación San Borja, a sólo una cuadra de la Alameda (un cementerio indígena con bóvedas y pasillos, que todavía se usaba en tiempos tempranos de la Colonia). Ya entonces, en abril de 1970, escribía Beco Baytelman en la revista "En Viaje" sobre este último hallazgo:
"Según el arqueólogo Julio Montané, Jefe de la sección de arqueología del Museo Histórico Natural, las tumbas habrían sido hechas entre los 40 años anteriores hasta los 40 años después a la llegada de los españoles. La respuesta es cautelosa, ya que sabemos que la dominación de los incas sobre el valle central corresponde a unos 45 a 50 años antes de la conquista española y las piezas demuestran que se trata de un cementerio inca local".
Súmese a esto la aparición de otra necrópolis precolombina de influencia incásica y diaguita-Aconcagua encontrada durante la construcción de la Estación Metro Quinta Normal, el año 2001. Arrojó tal cantidad de nuevas piezas y huesos que debió habilitarse un depósito especial en el vecino Museo Nacional de Historia Natural para poder albergarlas.
Más hallazgos por la misma línea han tenido lugar en sectores periféricos o vecinos al casco antiguo santiaguino, como en el Puente Carrascal (sitio funerario), en calle Alférez Real junto al Cerro Santa Lucía (cerámica), en Los Guindos de Ñuñoa (cerámica) y en el Jardín del Este de Vitacura (restos de un extenso poblado prehispánico). También está el caso es el de los paredones o tambillos del inca, a la altura de la actual Estación Mapocho y hacia el poniente, aunque le dedicaré próximamente un capítulo especial ya que este asunto mantiene cierto grado de discusión. Por el lado chimbero y hacia el Norte de la región, en tanto, están los descubrimientos reportados en la ex Chacra Bezanilla en Independencia (cerámica de influencia cuzqueña), el Camino al Bosque Santiago de Conchalí (complejo funerario, con bóvedas), calle Guanaco Bajo del ex Fundo Conchalí (utensilios, herramientas y figuras decorativas) y Población Arquitecto O'Herens de Conchalí (cementerio del período del Tawantinsuyu).
Los enfoques nuevos, acompañados de estas evidencias arqueológicas, entonces, permiten suponer que el mencionado cacique Quilicante en realidad habría residido con una población leal al inca en el Valle del Mapocho y que sólo se habría trasladado al Aconcagua cuando recibió a los españoles ofreciéndole su ayuda y cooperación. Lo hizo no porque viviera en aquella zona, sino por razones estratégicas: protegiendo precisamente el centro mapochino de la amenaza de los invasores. Crónicas de autores como Jerónimo de Vivar,  de las que hablaremos en el próximo artículo de esta serie, confirman que Quilicante regresó al Valle de Santiago después de la partida de Almagro y sus huestes de vuelta al Perú.
Arriba: Aribaloides y plato encontrados a 4,4 m de profundidad en calle Catedral junto a una planchita de oro (Latcham 1928, reproducidos por Stehberg y Sotomayor en 2012). Abajo: piezas cerámicas encontradas en el cementerio incaico de Marcoleta, hoy en el Museo Nacional de Historia Natural (Stehberg y Sotomayor en 2012).
EN LAS AFUERAS DE SANTIAGO
Hay más rastros en el entorno de la capital chilena. Del lado Sur de la ciudad, por ejemplo, se propone que la actual comuna de Macul podría haber sido una colonia de mitimaes provenientes de lo que hoy es Ecuador, pues Macul es el nombre de también a una aldea del Departamento de la Libertad en Guayaquil. Y del otro lado, hacia Talagante, don Benjamín Vicuña Mackenna había definido esta localidad en los siguientes términos:
"...villorrio donde los apellidos indígenas prevalecen todavía como en los tiempos de Pedro de Valdivia, en que Talagante era una colonia de mitimaes del Inca".
Regresando a la evidencia arqueológica, con relación a los sectores más altos del murallón cordillerano hay reportes interesantes en el área de Lomo Pelado del Cerro de Ramón en La Reina (cementerio indígena de carácter aristocrático), el Fundo Santa Teresa de La Dehesa de Lo Barnechea (restos de población y taller lítico), el sector San Enrique de Las Condes (cerámica), el "Cementerio de Indios" de la Quebrada de Ramón (cerámicas y estructuras de un establecimiento indígena con influencia inca) y la llamada Piedra Numerada del Cajón del Río Cepo en Valle Nevado (estructuras de asentamientos y cerámicas).
Todavía más en las afueras de la actual ciudad, Stehberg y Sotomayor recuerdan los casos de calle Guardiamarina Riquelme de Quilicura (complejo funerario), avenida Américo Vespucio altura del 1.500 y Parcela 24 (cerámicas y lascas) y Villa Las Tinajas de Quilicura (complejo funerario del período Tawantinsuyu).
He sabido de tramos reconocibles de rutas identificadas con el Camino del Inca en el sector de Colina, aunque hay otro caso aún más interesante en Chacabuco, también mencionado por los autores:
"Un completo análisis de la pictografía de Chacabuco y el rol que desempeñó en la expansión meridional de los incas fue efectuado por Berenguer (2011). Allí en la caverna Iglesia de Piedra, al pie de Morro del Diablo, en la quebrada Infiernillo -nombres cristianos que aluden a la existencia en el lugar de manifestaciones indígenas consideradas paganas- se representaron una serie de motivos pintados en distintos colores (rojo, amarillo, blanco y negro) entre los que destacó una figura humana esquemática con túnica ajedrezada y una hilera de rombos en traslación y dos triángulos en sus extremos. La representación rupestre del patrón en escaques o casillas de tablero de ajedrez, se ha considerado un diseño emblemático del arte incaico. La pictografía de Chacabuco presentó grandes similitudes con las encontradas en Quisma Alto y Tamentica (Región de Tarapacá) así como otras áreas meridionales del Tawantinsuyu, desde Arequipa (Perú) al sur, incluyendo el noroeste de Argentina".
Caso especial es el del Cerro El Plomo, con estructuras, cerámicas y la mencionada momia infantil hallada cerca de la cumbre, que ahora se encuentra en el Museo Nacional de Historia Natural de la Quinta Normal. Stehberg y Sotomayor dicen, al respecto:
"...a 5.430 msnm, en los orígenes de los ríos El Cepo y Mapocho, a 45 km al nororiente de la ciudad de Santiago, a 30 m de su cumbre, existen tres estructuras rectangulares de piedra. En la de mayor tamaño se halló, en 1954, el cuerpo congelado de un niño de origen incaico, junto a un rico ajuar y ofrendas consistentes en una bolsa con coca, figurillas de plata, oro y concha (Spondylus) y otros adornos de cobre laminado. A los 5.200 msnm se localizó una plataforma ceremonial construida de piedra, con un orificio ritual en su interior".
En este mismo tema, ha sido importante el trabajo realizado por Ángel Cabeza, Vicepresidente Comité Internacional de Patrimonio Inmaterial de ICOMOS, a quien tuve ocasión de conocer y poner atención durante un ciclo de clases de la Escuela de Gestión Cultural realizadas en dependencias de la USACH. De acuerdo a sus estudios, El Plomo adquirió la significación simbólica de santuario por ser la montaña más alta de su sector y señalar en su falda el nacimiento de la cuenca del río Mapocho. Según observa Cabeza, además, el Cerro El Plomo y el Cerro Peladeros situado frente al Cajón del Maipo (donde también existen vestigios un santuario inca), señalaban los extremos de las salidas solares en equinoccios y solsticios si se observa la cordillera desde el valle de Santiago, habiendo en ambos vestigios de lo que parecen ser santuarios de influencia incásica.
En el próximo artículo de esta serie, veremos algunas evidencias y huellas registradas en crónicas y documentación colonial apoyando la propuesta de Stehberg y Sotomayor respecto de la existencia del centro administrativo incásico en el Valle del Mapocho, coincidente con la actual ciudad de Santiago.
Plano esquemático de la ciudad de Santiago al momento de su fundación, en 1541. El trazado "urbano" no es más que el de un campamento estrictamente circunscrito entre la Cañada (Alameda), el Cerro Santa Lucía, el río Mapocho y las chacras del sector del Cañaveral de A. Núñez o de Saravia (hoy barrio Brasil). Clic encima para ampliar la imagen.

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