Puente de los Obeliscos, en Mapocho, cuando ya estaba siendo desmantelado hacia 1968. Se observan los dos obeliscos de fines del siglo XIX que le daban el nombre al puente y que hoy se hallan un poco más al Este de la posición que se observa en la imagen. (Fuente fotografía: colecciones del Museo Histórico Nacional)
Coordenadas: 33°25'57.00"S 70°39'5.65"W y 33°25'55.32"S 70°39'5.34"W (antigua posición) / 33°25'57.30"S 70°39'3.53"W y 33°25'55.86"S 70°39'3.07"W (ubicación actual)
Han existido varios obeliscos o "pirámides" conmemorativas en las orillas del río Mapocho a lo largo de toda su relación con nuestra ciudad, desde la Colonia hasta nuestros días. Cada uno de ellos ha marcado la realización de importantes obras urbanísticas y, por su propia naturaleza conmemorativa, han señalado también períodos importantes de la vida en la ciudad y de su desarrollo material.
De entre estos obeliscos mapochinos se recuerda, por ejemplo, que el Gobernador Ortiz de Rosas hizo levantar uno como registro de sus tajamares allí construidos en 1749, con el nombre de Fernando VI grabado en el mismo, además del nombre del constructor Campino. Don José Zapiola comenta que había una “pirámide” pequeña frente al Puente Purísima todavía en sus días hacia la intendencia de Vicuña Mackenna, aunque podría corresponder al de Ortiz de Rozas. Ya en pleno siglo XX fueron demolidos los dos levantados por Don Ambrosio O'Higgins en la última década del siglo XVIII: uno en Providencia cerca de donde actualmente está la réplica del mismo, conmemorando la inauguración de los últimos tajamares coloniales, y otro un poco más retirado de la orilla del río, en San Pablo cerca de la actual avenida Brasil, celebrando su camino hacia Valparaíso. En tiempos más cercanos a los nuestros se instaló también el obelisco del ex Parque Gran Bretaña, actual Parque Balmaceda.
Hace pocos años, fueron repuestos allí entre los dos mercados populares de Mapocho un par de grandes obeliscos que también forman parte de esta secuencia histórica de "pirámides" conmemorativas. Muchos los habían dado por perdidos ya en la ciudad; otros los habían olvidado de tal manera que los confunden con elementos nuevos introducidos al paisaje del río, cuando la verdad es que habían estado allí desde el siglo XIX.
ORÍGENES DE LOS OBELISCOS
Lugar de reposo de palomas y hasta algunas de esas gaviotas mapochinas a las que les canta un conocido tema musical del grupo "Illapu", estas dos torres de roca canteada hoy soportan el peso de nuestros conflictos e iras sociales más que con la historia que les dio nacimiento, mientras señalan recuerdos de puentes que ya no existen: puentes imaginarios, ilusorios, como un espejismo sobre el río.
La historia de estos dos hitos tiene varios vaivenes, pero siempre aludiendo a puentes desaparecidos del río Mapocho, por extraña paradoja. Comienza en la época de la destrucción del Puente de Cal y Canto, el orgullo del Corregidor Zañartu y de toda una ciudad por cerca de cien años. En pleno gobierno de José Manuel Balmaceda, se ejecuta el plan de canalización del río Mapocho en la garganta de piedra que actualmente contiene esas violencias con las que tantas veces antes trató de ahogar a la ciudad.
Desgraciadamente, los expertos a cargo del proyecto no tuvieron mejor idea que la de destruir el Puente de Cal y Canto, incapaces de adaptarlo al nuevo escenario, y así el ingeniero director Valentín Martínez hace dinamitar parte de sus bases justo en la víspera de una tremenda crecida del río, que acabó echándolo abajo el 10 de agosto de 1888, ante la indignación popular y la desazón de toda la ciudad, escandalizada con la irracional destrucción que llegó a tener repercusiones políticas, en el Congreso. A pesar de la explosión de rabia, descrita muy detalladamente por Justo Abel Rosales en su libro sobre el Puente de Cal y Canto, los trabajos continuaron y el despreciado ingeniero Martínez continuó un tiempo más en su cargo.
Sin embargo, al terminarse las obras de canalización, éstas estaban siendo dirigidas por otro personaje: José Luis Coo, destacado y joven ingeniero, dedicado también a la industria vitivinícola y vinculado a la fundación de la comuna de Puente Alto. Ni bien concluyó esta larga etapa de trabajos en plena oscuridad de la Guerra Civil de 1891, los ingenieros habrían solicitado levantar los dos obeliscos conmemorativos de la consumación de tan inmenso proyecto, justo en el lugar donde antes se había ubicado el Puente de Cal y Canto.
Puente de Cal y Canto derrumbado, en 1888. Los obeliscos señalaban originalmente el lugar preciso donde se encontraba antes el paso aquel desaparecido primer puente sólido de albañilería en el río Mapocho.
CARACTERÍSTICAS DE AMBAS ESTRUCTURAS
Terminados ya los trabajos asumidos por Coo y de camino a abrirse las bocas de las calles en las nuevas cuadras ganadas al río con la misma canalización, se levantaron ambos obeliscos de roca canteada en el señalado lugar, uno a cada lado del río. Ambos alcanzan más de 14 metros de altura y están montados como piezas armadas alrededor de un eje o poste central. El diseño de ambas "pirámides" es más bien neoclásico, con plinto rectangular por base y reducción gradual de su grosor hacia la punta "pirámide".
Cabe recordar que la mayoría de las rocas empleadas para la construcción del canal interior del Mapocho, fueron seleccionadas de la gran cantera del cerro San Cristóbal luego de un estudio realizado por el científico Ignacio Domeyko, el escultor Nicanor Plaza y los constructores Alejandro Thompson y Andrés Staimbuck, contratándose muchos canteros españoles para las cuadrillas de trabajo en el río. Recalco este punto porque es posible que el material de construcción de los obeliscos haya tenido la misma procedencia.
La cara frontal del plinto en el obelisco del lado Norte, fue inscrito con lo siguiente:
ENERO DE 1888 – SEPTIEMBRE DE 1891
CONSTRUIDO BAJO LA DIRECCION
DEL INGENIERO
DON JOSE LUIS COO
SEGUN EL PROYECTO
DEL INGENIERO
DON VALENTIN MARTINEZ
CONSTRUIDO BAJO LA DIRECCION
DEL INGENIERO
DON JOSE LUIS COO
SEGUN EL PROYECTO
DEL INGENIERO
DON VALENTIN MARTINEZ
En todo el texto, y quizás a consecuencia de las posibilidades oportunistas que generaba el anatema que pesa hasta ahora sobre la memoria del ingeniero Martínez como verdugo del Puente de Cal y Canto, el nombre que se destaca notoriamente en la inscripción como principal es el de don José Luis Coo. Exactamente lo mismo sucede en el otro obelisco, del lado Sur, en cuyo plinto se lee:
INGENIERO DIRECTOR
DON JOSE LUIS COO
INGENIEROS AYUDANTES
DON VICTOR SANTELICES S.
DON JUAN MEYJES
DON FEDERICO VON COLLAS
INSPECTORES
DON FAUSTINO LAGOS
DON ELISEO BENAVIDES
DON LAUREANO NAVARRETE
DON HERIBERTO VENEGAS
DON JOSE LUIS COO
INGENIEROS AYUDANTES
DON VICTOR SANTELICES S.
DON JUAN MEYJES
DON FEDERICO VON COLLAS
INSPECTORES
DON FAUSTINO LAGOS
DON ELISEO BENAVIDES
DON LAUREANO NAVARRETE
DON HERIBERTO VENEGAS
La descrita relación de los obeliscos con la ubicación que tenía antes el Puente de Cal y Canto allí mismo en el río, como continuidad entre las actuales calles Puente y La Paz, dio origen a una leyenda que todavía se oye en nuestro siglo: de que ambas "pirámides" habrían pertenecido al desaparecido puente, hablándose de ellas como el último vestigio del mismo, cuando la verdad es que son posteriores a la destrucción del Cal y Canto. Si bien se ha dicho alguna vez que el material de roca habría sido extraído del puente en ruinas para hacer los obeliscos, la verdad es que ambas estructuras aparecen sólo después de la canalización.
Una historia menos conocida, aparece derivativamente de otra: como se señala que para el viejo Puente de Cal y Canto se usaron cientos de miles de claras de huevos en la mezcla de la argamasa de su construcción, un mito quizás surgido de una confusión de las leyendas, señalaba que los obeliscos habían sido hechos también con miles y miles de cáscaras de huevo prensadas, cuando en realidad son de roca sólida.
LOS OBELISCOS, EL PUENTE Y LA AVENIDA LA PAZ
Si bien se recordará que el Cal y Canto no quedaba alineado exactamente con la avenida de La Independencia, la ex Cañadilla de la Chimba, sino con la muy posterior avenida La Paz donde se colocaron originalmente los obeliscos, él era la conexión por excelencia con la otra ribera del río, paso obligado de caravanas, comerciantes, viajeros, visitantes y héroes de la lucha por la emancipación que huían al exilio o que regresaban de Chacabuco con las banderas del triunfo, por lo que los obeliscos señalaban allí mucho más que sólo la ubicación de un demolido puente colonial.
Pasada la época del Cal y Canto, los obeliscos del Mapocho se asociarán ahora a otro famoso puente que también ya ha desaparecido: el Puente de la Paz, o mejor dicho De los Obeliscos, se convirtió en el paso necesario de las caravanas de adiós para los difuntos, dándole a la ruta de estas torres ese inesperado carácter funerario muy parecido al que encarnó también el mismísimo Puente de Cal y Canto en los años en que fuera el principal paso hacia la necrópolis.
Aunque no sería hasta la década del treinta que los puentes del Mapocho comenzaron a quedar instalados en lugares más o menos definitivos, por la ubicación de este puente entre ambas "pirámides", sería llamado Puente del Obelisco o Puente de los Obeliscos, a pesar de que en algunas referencias oficiales aparecía señalado como Puente de La Paz o Puente de Avenida La Paz.
A todo esto, la avenida La Paz justo frente a los obeliscos y a la ex ubicación del Puente de Cal y Canto, se ejecutó como parte de un proyecto iniciado hacia 1907, correspondiente a un plan vial que se hallaba pendiente desde el siglo anterior y que, entre otras cosas, pretendía conectar directamente esta calle con la avenida del Panteón del Cementerio General y que será la Plaza de la Columnatas de avenida La Paz. No pocas veces en que se despedía a un ilustre finado, los obeliscos fueron decorados junto con el nuevo puente metálico allí colocado, saludando al cortejo alineado hacia el panteón del cementerio.
El diseño del mencionado puente era del estilo llevado hasta el Mapocho por la firma francesa Schneider & Co. Creuseot: mecano en arquitectura en fierro con viga de celosía curva y vanos con crucetas, a diferencia de las líneas rectas de los puentes que colocó también en sobre el río la compañía de capitales británicos Lever, Murphy & Cía, como el actual Puente Los Carros. Las pirámides quedaban justo en el vértice oriente del empalme del puente con cada orilla.
Fotografía del Puente de los Obeliscos en una crecida del río del 22 de junio de 1914. Publicada por Jorge Walton en el “Álbum de Santiago y vistas de Chile”, al año siguiente.
SÍMBOLOS EN EL VIEJO BARRIO MAPOCHO
Cabe comentar que la pasada del puente y los obeliscos hacia el lado de La Chimba era toda una inmersión en la cultura popular de la ciudad, allí en la misma salida del paso vehicular y peatonal: el Mercado de La Vega Central, los días del Hipódromo Circo y luego el Luna Park, famosos centros recreativos del pueblo, además de la Plaza de los Artesanos donde se instaló una célebre feria de cachureos y antigüedades, simiente de los llamados mercados persas, donde ahora está el complejo del Mercado Tirso de Molina... Todo a un paso en la bajada del puente.
Cuando hacia 1948 fueron construidas las pérgolas de las flores para albergar a los comerciantes que habían sido retirados de la Alameda frente al templo de San Francisco, los obeliscos y el puente homónimo anticipaban las despedidas que tradicionalmente realizan las floristas a las caravanas fúnebres que marchan hacia los cementerios chimberos.
Los obeliscos, como se aprecia, indicaban en el imaginario urbano lo que había sido un importante sitio de tránsito por la ciudad de Santiago, su antiguo acceso a través del Puente de Cal y Canto y ahora el Puente de La Paz, a la vez que una despedida para los fallecidos. Reforzando su valor histórico, además, se instaló en uno de ellos el 26 de agosto de 1963, en la "pirámide" de la ribera Sur, una placa conmemorativa del paso de Ejército de los Andes por este lugar en los días de la lucha de Independencia, proceso que le dio el nombre a la ex Cañadilla. Dicha pieza, decía lo siguiente:
"Por aquí entraron chilenos y argentinos victoriosos de Chacabuco en el Ejército Libertador de los Andes, el 13 de febrero de 1817. Éste fue el Camino de Chile que comunicaba con el Imperio de los Incas – Siglo XVI. En la siguiente centuria, llamose Camino Real de la Cañadilla y en el Gobierno del Exmo. Sr. D. Bernardo O’Higgins, Calle Buenos Aires".
Sin embargo, esta placa fue retirada tiempo después del obelisco y colocada en un segmento del muro de la Parroquia Carmelita del Santo Niño Jesús de Praga, templo de líneas neogóticas en General Borgoño con Independencia. Está aún en su muro hacia el lado de la avenida principal; y como los obeliscos actualmente se encuentran en una posición distinta a la que ocupaba antes el Puente de Cal y Canto y su alineación indirecta con la avenida Independencia, es probable que nunca vuelva al plinto de la "pirámide".
Vista del Puente de los Obeliscos hacia el Sur. (Fuente fotografía: colecciones del Museo Histórico Nacional)
LOS OBELISCOS, OTRA VEZ SIN PUENTE
Muchas postales, fotografías y filmaciones de las antiguas pérgolas o del paso de los funerales por entre las tradicionales cascadas de pétalos, alcanzan a mostrar a uno o los dos de estos obeliscos en la entrada de la arteria que lleva directamente al cementerio. Como vimos, las dos estructuras fueron parte del camino de despedida de innumerables figuras, héroes y mártires, por lo mismo.
En aquellas últimas décadas del Puente de los Obeliscos, en la bajada Norte del mismo y junto al obelisco de ese lado del río, era frecuente ver varios puestos de fritangas de pescado y sopaipillas, como se observa en fotografías de José Muga fechadas en 1960 y actualmente pertenecientes a las colecciones del Museo Histórico Nacional. Era parte del descrito ambiente popular imperante en el territorio chimbero.
Empero, durante la presidencia de Eduardo Frei Montalva, el alcalde de Santiago don Manuel Fernández propuso retirar el antiguo Puente de los Obeliscos, aunque originalmente con el propósito de construir uno nuevo. Los trabajos de desarme y deshuesado comenzaron hacia 1965 aproximadamente, primero cerrándolo por el lado Sur con tablados de madera y dejándolo mientras tanto sólo como paso peatonal, pero después retirando su carpeta y cerrándolo por ambos lados.
Aunque no es mi intención hacer una historia completa de aquel puente en este texto, cabe señalar que fotografías de Josep Alsina muestran trabajos de retiro de la estructura parcialmente ejecutados todavía cerca del año 1970, casi anticipando que permanecería pendiente por largo tiempo más la construcción del nuevo paso a pesar de las protestas y de la molestia general de los comerciantes chimberos, las floristas y los veguinos por este retraso. La inutilizada estructura del ex puente se convirtió en refugio de mendigos y niños pelusas del río durante aquel período, además de un símbolo oscuro de la inoperancia casi vernácula de nuestras autoridades.
Después de perder al Puente de Cal y Canto, ahora la ciudad había perdido al Puente de Los Obeliscos... Y las "pirámides" de rica, otra vez, se habían convertido en señales fantasmales, indicando la posición de un puente irreal, tragado por los remolinos del tiempo en la ciudad de Santiago.
Reinstalación de los obeliscos, en agosto de 2010.
UNA DÉCADA DESAPARECIDOS
Tras esta injusta espera, agravada por las convulsiones políticas de la época, recién el año de 1974, en pleno Régimen de la Junta Militar que acababa de tomar el poder, se propuso en términos generales un proyecto de nuevo puente entre los dos obeliscos, devolviendo la alegría de los comerciantes del sector chimbero. Más bien una idea abstracta, que incluso hacia los últimos años de aquel régimen, adquirió la forma de un plan quimérico y de corta duración para reconstruir allí el Puente de Cal y Canto, como parte de los preparativos para las celebraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.
Sin embargo, la alegría no tardó en convertirse en una oquedad, frustrada por el retraso en la ejecución del plan no obstante que la transformación del Puente Los Carros en paso exclusivamente peatonal, había devuelto parte de la facilitación del flujo de personas entre ambas riberas. Así, pasó y pasó el tiempo, sin puente... De alguna manera, la sociedad chilena hasta se acostumbró y adaptó a la ausencia de un paso en este sitio, entre ambos obeliscos.
Ya a fines del pasado milenio y con los proyectos de construcción de la Autopista Costanera Norte encima, se presentó un nuevo proyecto de un puente en el lugar de avenida La Paz, allí donde los solitarios obeliscos lloraban ahora al desaparecido puente mecano. La empresa encargada de las monumentales obras del Mapocho desmontó las dos altas "pirámides" el año 2001, en un trabajo mancomunado con la Municipalidad de Santiago. Acto seguido, guardó las estructuras desarmadas en bloques numerados en unas bodegas especiales.
Este tramo del río quedó con un aspecto amputado: sin Cal y Canto, sin Puente de La Paz y ahora sin obeliscos, después del siglo que había transcurrido con ambos monolitos alzándose en sus contornos. Fue casi una década más la que pasaría, en que algunos olvidaron y otros echaron a correr los infaltables rumores de quien necesita información y no la halla: que habían sido destruidos, que se habían extraviado, que se los había quedado la concesionaria de la autopista en construcción, etc.
Trabajos de reinstalación ya casi concluidos.
EL REGRESO
Como sucedió también con el anterior puente, los santiaguinos se acostumbraron a la ausencia de los obeliscos y los olvidaron. Un talento tan propio y recurrente en nuestra sociedad, por supuesto. En el vertiginoso ritmo del progreso material, además, la existencia de esta clase de monumentos allí en el Mapocho era sólo un recuerdo que no todas las generaciones compartían ya.
Sin embargo, en agosto de 2010 y con los festejos centrales del Bicentenario de la Independencia Nacional casi encima, los dos obeliscos reaparecieron en las riberas del Mapocho: regresaron gracias a una operación de reposición que costó cerca de 20 millones de pesos. Afortunadamente, tuve ocasión de hablar por entonces con los trabajadores encargados de las operaciones de rearmado de ambos obeliscos, realizada a inicios del señalado mes, y enterarme así de algunos de los pormenores de su retorno al Mapocho.
Esta vez, sin embargo, las torres de piedra se ubicaron en un lugar distinto al original: un poco más al oriente del nuevo Puente La Paz, a medio camino entre éste y el Puente Los Carros. No siendo una ubicación del todo apropiada para su lucimiento, por desgracia no es lo peor que les hemos hecho ahora que volvieron: si en aquellos días en que ni siquiera estaba terminado su ensamble ya comenzaban a ser atacados por los paleo-ideogramas de pseudo grafiteros y escatologistas del arte, podrá imaginarse cómo lucen ahora estas reliquias históricas del río Mapocho, resistiendo toda clase de ataques, rastros de manifestaciones políticas, orines y al propio instinto destructivo de la sociedad chilena que no ha dejado de rayarlo y pintarrajearlo hasta el absurdo.
Ahora, los obeliscos señalan un puente invisible, por lo tanto; acaso imaginario, pues ya no corresponde ni al Puente de Cal y Canto ni al Puente de los Obeliscos... Quizás sólo sean los extremos de un puente de tiempo, a estas alturas: un paso hacia épocas y capítulos de la ciudad que a pocos importan ya.
Nota: para conocer algo más sobre el los obeliscos del Mapocho, puede echarse un vistazo a lo que escribí de él en el tomo II de mi libro digital "La Vida en las Riberas: Crónica de las especies extintas de Barrio Mapocho", haciendo clic aquí.
Los obeliscos, hoy.