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POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS: EN EL 150° ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DE LA COMPAÑÍA

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Las campanas de la Compañía de Jesús tal como se observaban en la Parroquia de Todos los Santos de Oystermouth, Gales, poco antes de su envío definitivo a Chile en 2010.
Coordenadas: 33°26'17.07"S 70°39'10.09"W
Estamos ad portas ya del 150° aniversario del infausto Incendio de la Iglesia de San Miguel Arcángel de la Compañía de Jesús, ocurrido el 8 de diciembre de 1863 y que se inscribe entre las peores tragedias de la historia Chile y también de la humanidad, ocurrida allí en donde ahora están los jardines del ex Congreso Nacional y parte de la calle Bandera que, justo en estos momentos, ha arrojado a la luz restos del antiguo templo siniestrado, gracias a los trabajos de obras públicas que se realizan allí.
Con una cantidad aproximada de 2.000 a 2.500 muertos, el Incendio de la Compañía de Jesús supera en víctimas incluso al fatídico terremoto de Valdivia de 1960 y a internacionalmente famosos casos como el hundimiento del "Lusitania", el "Titanic" o el "Empress of Ireland". De hecho, nuestra tragedia se halla bastante cerca de la cifra oficial de víctimas del Atentado a las Torres Gemelas. Las vidas perdidas en el Infierno de Londres, el Gran Incendio de New York o el catastrófico Incendio de Chicago llegan sólo a una fracción modesta de las muertes ocasionadas por este horrible suceso de nuestra historia.
Como se sabe, todo comenzó con la inflamación de un sector cercano al altar, a causa de la gran cantidad de lámparas ígneas que se había colocado al interior del templo con motivo de la celebración del día de la Inmaculada Concepción y último del Mes de María, llenando el recinto de feligreses, especialmente mujeres y muchachas muy jovencitas. En la desesperación, el público bloqueó las puertas del templo intentando salir y así perecieron miles de personas, sofocadas, quemadas o aplastadas por las vigas ardientes, en una escena siniestra que dejó pesando un tremendo trauma sobre la sociedad santiaguina, a pesar de la tendencia casi vernácula a olvidar.
Ni bien dejaron de humear las ruinas calcinadas de la iglesia, un grupo de voluntarios reaccionó fundando el Cuerpo de Bomberos de Santiago por iniciativa de don José Luis Claro y Cruz, dando nacimiento a la noble institución en la capital gracias a aristócratas, intelectuales, artesanos e inmigrantes que corrieron al llamado convocando voluntarios. Paralelamente, se inició un plan para recolección de fondos que permitieran erigir un monumento en recuerdo de las víctimas, iniciativa que pudo consumarse recién en 1873 en los jardines del entonces Congreso Nacional de Santiago en construcción, justo encima del punto donde estuvo el altar mayor del templo desaparecido. Este monumento fue trasladado al poco tiempo hasta el Cementerio General, ubicándoselo finalmente sobre el lugar donde estaría la fosa donde fueron sepultados los cuerpos de las víctimas, en la Plaza de La Paz, siendo reemplazado en su sitio original por una escultura de la virgen con ángeles.
Sin embargo, recién el año 2010, como parte de clausura de la agenda de festejos del Bicentenario de la Independencia, se consumó un hecho simbólico que cerró muchas de las deudas conmemorativas que estaban pendientes con respecto al recuerdo de la tragedia de 1863, con la devolución de las campanas originales de la Iglesia de la Compañía de Jesús al lugar mismo donde fueron testigos del horroroso incendio.
Ilustración con la antigua vista de la calle Bandera hacia el Norte. Al fondo se puede observar la silueta de la Iglesia de la Compañía de Jesús, destruida por el fatídico incendio de 1863. Como se ve, el edificio religioso invadía la mitad de la calzada de la calle, justo donde ahora ha reaparecido parte de sus estructuras basales gracias a las obras que allí se ejecutan.
Imagen fotográfica tomada de la iglesia ya en ruinas, con una de las campanas del templo en el suelo. Fotografía de la colección del Museo del Carmen del Templo Votivo de Maipú.
LAS CAMPANAS DEL TEMPLO INCENDIADO
El templo jesuita tenía campanas de distintos tamaños, que fueron fundidas y colocadas especialmente después de su reconstrucción casi total, tras el terremoto del 8 de julio de 1730. Varias habrían sido fabricadas en España hacia 1753, desde donde se enviaron a la colonia chilena, y algunas de ellas ya había  pasado por un anterior incendio del 31 de mayo de 1841 en una de las torres de la misma iglesia.
La última vez que fueron dobladas en la iglesia, fue aquella misma jornada del 8 de diciembre de 1863, para convocar a las actividades del Día de la Purísima, aunque el último sonido que hicieron allí mismo fue al derrumbarse entre las llamas la gran torre del campanario, símbolo final de la horrenda destrucción del templo, hacia las 20 horas.
Tras el siniestro, pudo ser rescatado de entre las ruinas una valiosa pieza: el reloj del templo, que fue sacado, restaurado y llevado hasta la Iglesia de Santa Ana, donde actualmente se encuentra. La campana principal también fue recuperada y trasladada después a la Ermita del Cerro Santa Lucía levantada por arquitecto Staimbuck, durante los trabajos realizados por el Intendente Benjamín Vicuña Mackenna para convertirlo en paseo, hacia 1872, año en que se la expuso en el Castillo Hidalgo para la inauguración de los trabajos, antes de trasladarla a la ermita inaugurada hacia fines de 1874. Como está rota y parcialmente deformada a consecuencia del ablandamiento por el fuego y de la caída, su tañido suena de manera extraña y lúgubre, a juicio de los pocos que pudieron escucharla, ya que ha permanecido muda desde hace mucho.
Enrique Conrado Eberhardt comenta en su "Álbum-guía del cerro Santa Lucía" de 1910, que otra campana parecida de La Compañía de Jesús habría estado en el Museo Histórico Nacional que, según lo que entiendo, también funcionaba por entonces en el cerro, aunque otras fuentes como la revista "Pacífico Magazine" eran claras en decir, en 1914, que ésta campana de la ermita era la "única reliquia de la Iglesia de la Compañía, que anunció a Santiago el espantable incendio". Otra campana menor que salió de entre las cenizas y que habría pasado a manos particulares, sería la que ahora se encuentra en el Museo San José del Carmen del Huique, cerca de San Fernando, y habría llegado allí gracias al Presidente Errázuriz Echaurren, quien a su vez la habría recibido como regalo de don Pedro Subercaseaux.
Sin embargo, tres de estas campanas de bronce y de cobre fueron adquiridas y llevadas como chatarra hasta el Reino Unido por el comerciante británico Graham Vivian, quien las embarcó hacia la ciudad de Swansea, en Gales del Sur, donde llegaron en 1865. Eran de buen tamaño, con inscripciones en su propio diseño y bella decoración de iconografía religiosa, además de la fecha de 1753 en una de ellas y 1812 en otra con rótulo de origen en Huesca, por lo que no todas corresponderían a un mismo juego.
La intención de Vivian era fundirlas y reutilizar el metal, aparentemente compuesto por minerales del Norte Chico de Chile. A la sazón, su familia tenía negocios relacionados con la industria cuprífera de América Latina. Una vez allá en Gales, sin embargo, su hermano mayor Henry Hussey Vivian, quien trabajaba también como anticuario, advirtió el valor histórico que tenían y convenció a Graham de donar las tres campanas a la cercana comunidad anglicana de Oystermouth, donde ambos tenían parientes. Así fue cómo las piezas se instalaron en el campanario local de la Iglesia de Todos los Santos sustituyendo las anteriores más pequeñas y modestas, junto a una cuarta campana que no pertenece al grupo de piezas chilenas y cuyo origen se ignora.
Tras casi un siglo en la torre de la iglesia anglicana galesa, fueron bajadas en 1964 a causa de ciertos peligros de derrumbe del campanario debido al peso de las piezas, siendo colocadas suspendidas en pedestales propios bajos, junto a un murallón adyacente al pórtico del templo, con un cartel que contaba algo de su historia y origen.
Aunque había rumores de que algunas campanas de la Iglesia de la Compañía habían sido vendidas y sacadas del país, sería en un reportaje de la BBC de Londres que se conoció la presencia de las tres piezas en la pequeña parroquia del pueblo galés, hacia el año 2009. El Reverendo Keith Evans reconoció en febrero del año siguiente que el Gobierno de Chile había solicitado su devolución por la vía de la representación diplomática, y admitió que había feligreses de su Parroquia de Todos los Santos dispuestos a regresarlas, a pesar del cariño que le tenían a las mismas.
Vieja fotografía de la iglesia con retoques artísticos, mostrando la tragedia.
Vista de los restos del templo que acaban de ser encontrados en calle Bandera.
Imagen de parte de los sillares y del murallón basal encontrado en Bandera.
LA "REPATRIACIÓN" DE LAS PIEZAS
Como se recordará, por entonces se estaba en los preparativos finales para el Aniversario 200 de la Declaración de Independencia de Chile. Era un hecho simbólico y profundamente significativo el que estas campanas pudiesen volver justo en este período.
Empero, un hecho inesperado vino a intervenir por voluntad del inexorable destino, quizás acelerando el desenlace: a los pocos días de conocida la noticia y en medio de las citadas gestiones solicitando su regreso, sucedió el Chile el terrible terremoto del 27 de febrero de 2010, evento que, según palabras del propio Reverendo Evans, apresuró la decisión de la parroquia y de sus devotos por regresarlas.
Una leyenda ha rondado los hechos desde ese momento: se cuenta que los religiosos galeses accedieron a desprenderse de ellas porque la misma noche del terremoto, y ante asombro de testigos, las campanas comenzaron a agitarse y a sonar como si sintieran encima el eco de la catástrofe que sucedía en su patria. A la sobrenatural historia se suman otros supuestos sucesos curiosos con relación a las mismas campanas, acontecidos como si rogaran por su regreso  a Chile. 
De esta manera, tras conseguirse la aprobación del Obispado de Gales para el envío de las piezas y en gran medida gracias a la gestión del embajador Rafael Moreno, se anunció la buena nueva en agosto por un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores, emitido por el Secretario de Estado Británico para América Latina, Jeremy Browne. Casi de inmediato, las reliquias zarparon hacia nuestro país con el siguiente mensaje de la Comunidad Anglicana de Oystermouth:
"Les enviamos nuestros saludos en Cristo al pueblo de Chile, en nombre de la parroquia de Oystermouth, de la Diócesis de Swansea y Brecon, y de la Iglesia de Gales, con la ocasión del regreso de estas históricas campanas a Santiago.
Fuimos los custodios de estas campanas desde los trágicos eventos de 1863 ocurridos en la Iglesia de la Compañía de Jesús en Santiago. Estas reliquias han desempeñado un papel importante en la historia de nuestra iglesia en Oystermouth, en Swansea, y estamos muy felices de que ya se encuentran en casa.
Estas campanas que regalamos al pueblo de Chile las entregamos motivados por el amor cristiano, con la esperanza de que serán parte de un memorial para recordar a aquellos que perdieron la vida hace 147 años. También esperamos que las campanas ayuden a reforzar los lazos históricos de nuestros países y a demostrar que las personas, aunque estén a gran distancia unas de otras, comparten un sentido de humanidad común.
Esperamos visitarlos en 2013 para participar en la conmemoración de los 150 años del incendio. Aunque las campanas han regresado a casa, continuarán formando parte de la historia de la Iglesia de Todos los Santos de Oystermouth.
De parte de la comunidad de Oystermouth, el Reverendo Keith Evans y el Obispo de Swansea y Brecon, Reverendo John D. E. Davies."
Las campanas llegaron de vuelta a Chile hacia mediados de septiembre, a bordo del buque de la Real Armada Británica HMS "Portland". Una gran expectación se produjo en esos días, a causa del ánimo reinante por las fiestas del Bicentenario de la Independencia, aunque la intención principal de las autoridades al "repatriarlas" era prepararse para el aniversario 150° de la tragedia, justo el que se nos viene encima ahora, en sólo unos días más. Al arribar en Santiago, se realizó una recepción con un concierto de campanarios del centro de la ciudad y un acto del Coro de Cámara de la Universidad Alberto Hurtado, además del tronar de las sirenas del cuerpo de bomberos.
El primer campanazo de retorno de una las piezas, tuvo lugar el 29 de septiembre de 2010, con el acto oficial de entrega de las piezas a la República de Chile y con el Presidente Sebastián Piñera encabezando la ceremonia solemne que sirvió para cerrar formalmente los festejos de ese mes relativos al Bicentenario. La histórica campanada del regreso la dio la niña Martina Maturana, la misma pequeña heroína que hizo sonar el gong de alerta de la Isla Robinson Crusoe, salvando a varias personas del inminente maremoto que atacó al archipiélago y que nuestras autoridades de entonces no fueron capaces de advertir.
RECOLOCACIÓN EN SU SITIO ORIGINAL
Las campanas permanecieron desde entonces en la Plaza de la Constitución, siendo exhibidas al público y montadas sobre una estructura provisoria que se hizo especialmente para estos efectos. Con el Palacio de la Moneda de fondo, fueron visitadas por miles de personas durante esos días, con una breve descripción de ellas proporcionada a los curiosos por los propios funcionarios de Carabineros de Chile que le dieron custodia.
Se planificó que estarían allí hasta el miércoles 8 de diciembre, cuando serían trasladadas en una última ceremonia solemne hasta los jardines del ex Congreso Nacional y donde siguen actualmente, preciso lugar donde estuvo la siniestrada Iglesia de San Miguel Arcángel de la Compañía de Jesús, como hemos dicho, muy cerca del monumento dedicado a las víctimas.
De acuerdo al programa, a las 20 horas de ese día (misma hora del incendio) se iniciaría la inauguración de la referida instalación de madera con dos de las campanas y un concierto general de 47 campanarios de la ciudad, mientras que la tercera de ellas sería llevada a las 20:30 hasta el Cuartel General del Cuerpo de Bomberos de Santiago, escoltada por más de mil bomberos con antorchas iluminando el recorrido hacia la base, para ser instalada en un memorial interior de la institución. En aquella ocasión, además, la torre del cuartel bomberil (apodada "La Paila" entre los voluntarios y con la campana más grande Chile en su interior), también participaría de la sinfonía de campanarios de la ciudad, conmemorando el 147° aniversario de la tragedia pero también de la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago.
Adicionalmente, para dar al conjunto de los jardines un carácter más memorial, se preparó para instalar a los pies de la mencionada estructura de madera que mantiene suspendida las campanas (desde que comenzaron a ser exhibidas frente a La Moneda y todavía lo hace en su actual ubicación en los jardines del ex Congreso), una placa metálica con la siguiente inscripción:
"Las campanas que penden de esta estructura transitoria, pertenecieron a la Iglesia de la Compañía de Jesús que existió en estos terrenos hasta el 8 de Diciembre de 1863, fecha en que fue destruida por un incendio que provocó la muerte de 2.000 personas, la gran mayoría mujeres y niños.
Estas campanas vuelven a su lugar de origen, por voluntad de la Comunidad Anglicana de la Iglesia de Todos los Santos, ubicada en Oystermouth, Gales, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, como homenaje a las víctimas del incendio y de las provocadas por el terremoto sufrido por nuestro país el 27 de febrero de 2010.
La misma placa detalla el nombre de los escultores y arquitectos que participaron del montaje y la construcción de esta estructura que se supone provisoria, hecha de pilares y vigas de pino Oregón laminado, ensambles y espigas evocando a la carpintería de los tiempos de la iglesia y varios clavos de cobre de diseño antiguo simbolizando a las víctimas. También se agradece en ella el apoyo de la Fundición CAP, Megavisión, Observatorio Lastarria, Cazú Zegers y el Grupo AIRA.
RECURRENCIAS Y COINCIDENCIAS
En la agenda, esta doble inauguración de las campanas iba a ser la noticia más importante del día 8, pero el destino se encargó de aguar los planes muy temprano esa misma mañana.
Todo estaba listo y preparado para la gran ceremonia cuando, en la madrugada del mismo día, comenzó el incendio de la Cárcel de San Miguel que provocó la muerte de 81 prisioneros, producto de un fuego provocado en una gran riña interna e intento de motín en la Torre 5 del complejo.
Además de opacar la realización de la ceremonia con el aniversario 147° del Incendio de la Compañía de Jesús, fue lamentable el uso político que se intentó dar de inmediato a la tragedia carcelaria. Por un lado, la oposición intentó enrostrar con cinismo lo ocurrido al adversario n el mando, presentándola como responsabilidad directa del gobierno, como si acaso las cárceles chilenas y los índices de delincuencia no se hubieran saturado precisamente durante mandatos de los gobiernos concertacionistas; y por otro lado, el mismo gobierno reaccionó por autoprotección intentado recurrir al discurso victimista y distante de las culpas, haciendo hasta un "monumento" a los caídos del incendio en el que no tuvo escrúpulos para incluir a asesinos y violadores rematados que figuraban en la nómina, individualizados en el memorial colocado en la misma cárcel como si acaso fueran sujetos dignos de conmemoración general sólo por las terribles circunstancias de su muerte. En contraste, fue especialmente dramático el caso de algunos presos que se hallaban allí por delitos casi inocuos, como un vendedor de CDs piratas, a muy probable consecuencia de las presiones que habían ejercido hasta hacía poco en las autoridades algunos gremios artísticos y culturales ligados al derecho de autor, además de que éste era un centro de reclusión provisoria y preventiva donde pasaban muchos procesados esperando sentencia.
Por encima de las intrigas, sin embargo, el incendio del 2010 hizo palidecer la atención sobre el regreso de las campanas, obligando a modificar parte de la magnitud y de la cobertura que iba a tener el acto de marras.  Mas, sorprendentemente, el nuevo siniestro estaba en un curioso grupo de coincidencias que incluyen también al Incendio de la Compañía de Jesús de 1863 y al incendio del Teatro Municipal de 1870.
Como dijimos, menos de dos semanas después del incendio de la iglesia se fundó el Cuerpo de Bomberos de Santiago, institución cuyo primer mártir, Germán Tenderini, moriría en el incendio del teatro ocurrido sólo siete años después y exactamente en el mismo día aniversario del siniestro anterior: el 8 de diciembre de 1870. Coincidentemente, además, sería durante la Intendencia de don Benjamín Vicuña Mackenna que, en 1873, el teatro sería reinaugurado y también el Monumento a las Víctimas del Incendio de la Compañía, en el ex Congreso Nacional. Cronista del incendio de 1863, don Benjamín juró como voluntario del Cuerpo de de Bomberos de Santiago el 8 de diciembre de 1879, para la Tercera Compañía. Su cripta se encuentra en la Ermita del Cerro Santa Lucía, abajo de la mencionada campana semi-derretida de La Compañía de Jesús que cuelga silenciosa allí.
Saltando por la cronología, es también el mismo día 8 de diciembre aquel del incendio de la Cárcel de San Miguel en 2010, en la comuna del mismo nombre. Y se recordará que el Arcángel San Miguel, que lucha contra las llamas del infierno y que es representado derrotando un dragón, es el mismo que le daba nombre original a la Iglesia de San Miguel de la Compañía de Jesús siniestrada en 1863 y de donde procedían originalmente las campanas recuperadas y llevadas de vuelta al lugar de la tragedia. También sorprende que el mismo penal ya había tenido otro incendio con 7 muertos casi 10 años exactos antes, un 11 de diciembre de 2000.
Existen otras semejanzas o paralelismos un poco más rebuscados, pero al menos los que aquí menciono, no han pasado inadvertidos a los amantes de las cuestiones misteriosas, de numerólogos y de cabalistas.
150 AÑOS DESPUÉS DEL INCENDIO
Desde que volvieron a su sitio original, las campanas han vuelto a sonar varias veces, no sólo en los aniversarios de la tragedia: también han tañido durante el 2011 al mediodía, como sustitución provisoria al famoso cañonazo de las 12 del Cerro Santa Lucía.
Ahora, en este 150° aniversario del Incendio de la Compañía y con parte del propio templo revelado a la luz otra vez por calle Bandera, desconozco con qué ánimo la autoridad pueda llegar a doblar las campanas de la tragedia allí en el jardín del ex Congreso Nacional, haciéndolas sonar como aquella dramática noche del 8 de diciembre de 1863. Quizás las distracciones electorales y la lucha política quitaron anticipadamente interés por esta conmemoración. Mientras escribo esto aún está pendiente, además, el anuncio de la construcción del memorial definitivo para las piezas y que se suponía iba a estar consumado en este aniversario.
Y aún si las campanas sonaran vivas y dulces en este aniversario de un siglo y medio, para todas las víctimas del incendio, ¿lo harán también, y sin proponérselo, por todos los otros caídos en el camino de la historia: mártires de bomberos, víctimas de incendios, de tragedias, de cataclismos o de nuestros propios estallidos de rivalidad histórica? Una ciudad y un país que parecen convivir con la desgracia y el destino a veces infausto, ya ni siquiera pueden tener claro a quién rinden honores en listas interminables de víctimas, inocentes y caídos: un día por la acción de la naturaleza telúrica de nuestra tierra, y otro día por alguna cruel masacre política para las que no hay ni campanas que hacer sonar.
Quizás sea mejor racionalizar de manera más íntima el clamor de esas dolorosas campanas de La Compañía de Jesús cada vez que tañen, bajo esa elocuente sentencia del poeta inglés John Donne, en su "Devotions upon emergent occasions and Dead's duel" (siglo XVII) y que muchos atribuyeron por error al escritor Enerst Hemingway, por inspirar el título de una de sus más famosas novelas:
"Nadie es como una isla solitaria, completa por sí misma, pues cada hombre es parte de un continente, la parte de una tierra. Si el mar tragara una porción de la tierra, es toda Europa la que ha sido reducida, bien si fuera una loma o la casa de alguno de nuestros amigos, o acaso nuestra propia casa. La muerte de cualquier otro hombre irá reduciéndome, pues me encuentro encadenado a toda la humanidad. Así pues, nunca te preguntes por quién doblan las campanas: sólo doblan por ti".

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