¡El "serrucho de tres cortes" ya existe!
Existe todo un folklore laboral entre los obreros de áreas productivas como la construcción, la carpintería, la minería, la maestranza, la mecánica y áreas parecidas trabajo. Un folklore que, digamos con seguridad, involucra muchas áreas en las nadan con más habilidad los que acumulan mayor experiencia, como podrá suponerse.
Dicha cultura obrera incluye desde terminologías propias (como hablar del diome para referirse al medio de algo, cachos para las medidas proporcionales, llamar viejos a todos los colegas sin importar la edad, zorreros a los que eluden el trabajo, achillados a los más hábiles y experimentados, egipcios a los encargados de faenas de construcción, etc.) hasta patrones de juicio y evaluación profesional para con el resto (como pensar que alguien "no sirve para la pega" si se cruza de brazos en pleno trabajo, o tomar por algo casi ofensivo al que se sienta a descansar indiferente mientras los compañeros siguen trabajando en una tarea demandante, o despreciar a otros trabajadores que presumen de destrezas que no demuestran, etc.).
Dentro de este mismo consenso cultural del obrero chileno, existe la tradición de jugarle bromas pesadas pero creativas a los novatos y aprendices que llegan a un lugar de trabajo, algo no muy diferente de las tradiciones de "bautizo" que tienen lugar en casas de estudios superiores o en el mundo de la formación militar. El que estos trabajadores nuevos suelen ser solicitados en las faenas para proporcionar herramientas o materiales a los más viejos, facilita bastante las cosas para que caigan en las trampas.
En este caso, sin embargo, la principal manifestación de tal costumbre es engañar al pollo (nuevo, inexperto) solicitándole traer desde los talleres herramientas o artículos imposibles, inexistentes y totalmente imaginarios, pero que -en su candidez-, la víctima de la broma creerá peticiones serias, de objetos reales. Por su desconocimiento o sumisión a los mejores conocedores del oficio, el timado suele obedecer sin chistar ni cuestionarse nada, a veces sin descubrir jamás que está siendo objeto de una mofa laboral.
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