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CALVO, DESOREJADO Y MISTERIOSO: EL VERDADERO PRIMER EUROPEO VENIDO A CHILE DURANTE LA CONQUISTA

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Una licencia de fantasía de mi parte, para ponerle rostro al Desorejado...
Coordenadas:  32°52'48.31"S 71°14'51.07"W (Quillota)
La historia suele colocar a don Diego de Almagro como el descubridor oficial de Chile, sólo entrando en posible conflicto con las apreciaciones que consideran también al paso de Hernando de Magallanes en 1520 por el territorio del mar austral, en el Estrecho que lleva su nombre. Sin embargo, antes de Almagro llegó por este terruño otro español documentado en varias crónicas coloniales: Pedro (o Gonzalo) Calvo de Barrientos, ex militar de posible origen sevillano, apodado El Desorejado por una curiosa mutilación que lo hacía inconfundible. Quizás sea uno de los personajes más enigmáticos de todo el período de la Conquista de Chile, de hecho, además del aparente iniciador del mestizaje por estas tierras.
Calvo de Barrientos ha aparecido varias veces en representaciones del mundo del arte y la literatura, por cierto. El año 2007, por ejemplo, se inició uno de los más recientes: un proyecto cinematográfico llamado "El Desorejado", bajo dirección de Sebastián Alarcón y con el actor y comediante Claudio Reyes como protagonista, encarnando a Calvo de Barrientos. Sin embargo, el resultado estrenado en 2008 y después exhibido en formato serial por TVN, fue un tanto discutible a pesar del gran despliegue visual de historicidad y de la tremenda e interesante narración que lo inspiraba.
Como las versiones sobre la vida y la importancia del personaje se han ido ampliando pero también deformando con el correr del tiempo, adicionándole detalles que quizás no pertenezcan a las primeras descripciones conocidas del mismo, he preferido hacer un ejercicio más purista y, esta vez, concentrarme principalmente en las reseñas de las crónicas coloniales, para construir su semblanza y señalar el valor que parece haber tenido esta misteriosa figura de la historia chilena.
EL CASTIGO Y EL VIAJE
La leyenda y la iconografía describen al Desorejado como un hombre totalmente calvo, pero me pregunto sin acaso tendrá que ver en esto alguna interpretación errónea de su apellido, si es que realmente se llamaba Calvo de Barrientos; o si éste no era, a la inversa, un motete ganado por ausencia natural de pelo o porque él se rapara intencionalmente, cosa que es poco esperable de alguien que necesita esconder las cicatrices de la brutal amputación de sus orejas.
En muchas fuentes, a este viajero se lo menciona también como Gonzalo Calvo de Barrientos; y don José Toribio Medina señala en su "Diccionario biográfico colonial de Chile", de 1906, que en algunas aparece llamado Alonso de Barrientos, como sucede con la crónica de Jufré del Águila. Otros autores como Carlos Pereyra en "Cuadros de la Conquista y la Colonia", recuerdan que ha sido llamado Casco y Gasco. Este último nombre es el que le otorgan Bibar y Góngora y Marmolejo. En su "Historia general del reino de Chile: Flandes Indiano y Nueva Extremadura" escrito hacia 1674, Diego de Rosales se refiere a él como"un Barrientos, natural de Sevilla" dándole un capítulo completo a su calidad de primer español en territorio chileno, y más adelante completando su identidad como Pedro Calvo Barrientos.
Ladronzuelo, jugador y enamoradizo según se ha dicho, en Perú (o más bien, la Nueva Castilla de entonces) el conquistador Francisco Pizarro le había hecho azotar y cortar las orejas, como castigo por un delito que probablemente haya tenido que ver con un robo cometido en Jauja, de acuerdo a lo que anota Diego Barros Arana en su "Historia de Chile";"Jauja o El Cuzco", agrega Ricardo Herren en "Indios carapálidas". Según Carlos Keller en "Los orígenes de Quillota", sin embargo, este hurto involucró "una parte de los tesoros de oro y plata que se reunieron para pagar el rescate de Atahualpa".
Una de las eventuales deformaciones de la historia -surgida de las sucesivas transcripciones y repeticiones- propone que el personaje escapó a Chile como fugitivo, sólo para salvar su vida y sabiéndose perseguido. Pero la verdad más completa sería que, con esas heridas del castigo acusándolo, además de la fealdad de su aspecto, El Desorejado prefirió apartarse de la sociedad civilizada y esconderse lejos de quienes habían sido su gente y ahora le daban la espalda. Humillado y avergonzado por esta marca perpetua, entonces, el ex soldado se marchó del recientemente conquistado Perú, asistido por incas leales a Atahualpa, emperador que a la sazón ya estaba apresado por Pizarro y aguardando la llegada del oro y las joyas que había prometido a los españoles a cambio de su liberación, acuerdo que estos no respetarían. Rosales describe la situación con las siguientes palabras:
"El Rey, como noble y piadoso, que es propio de los nobles el serlo, le consoló y le prometió su favor, y le dijo que le enviaría muy recomendado a los gobernadores de la más retirada y escondida parte de su Reino, que era Chile. Diole el Rey su borla real por pasaporte y como provisión real, y mandole llevar en andas con una india que sacó consigo, de quien se había aficionado, y ordenó apretadamente que por todo el camino, hasta ponerle en Chile, por casi quinientas leguas, le agasajasen y sirviesen, hasta ponerle donde estaban los mayores caciques, Tangolonco y Michemalongo, y sus gobernadores".
Calvo de Barrientos salió, entonces, buscando refugio en tierras más al Sur, en algún lugar remoto del reino incásico donde pudiese permanecer lejos de la vista de sus pares y ocultando su vergüenza, hacia mediados del año 1533. Así cuenta esta aventura el "Compendio historial del Descubrimiento y Conquista del Reino de Chile" de Melchor Jufré del Águila, en 1630:
En el campo que entró de los cristianos
conquistando el Pirú un soldado hubo
que se llamaba Alonso de Barrientos,
sobre gran jugador ladrón tan diestro
que nada había seguro de sus manos,
y como los soldados se hallaban
de plata y oro tan enriquecidos,
y sin muchos baúles ni escritorios,
robábales gran suma cada día,
que con facilidad en él se hallaba,
sin que bastase esta evidencia cierta,
y amenazarle por diversos modos,
y perdonarle el hurto muchas veces,
con que la enmienda justa prometiese;
ingratitud enorme, pues sin duda.
Ingrato es quien reitera,
aún con muy grande ocasión,
el pecar sobre el perdón.
sacábanle a vergüenza cada día
pero no aprovechando este remedio
afrentáronle el fin públicamente,
con que su medra fue como su maña,
que, como dijo el Sabio, a veces pasa:
unos partiendo sus bienes
vemos que mucho enriquecen,
otros hurtando empobrecen.
Sintiolo tanto que del campo luego
se ausentó, y no sabiendo donde iba,
fue preso de la gente de la tierra
y ante el Inga traído, al cual él dijo
cuanto quiso saber de los cristianos,
que ya la lengua general hablaba,
(cosa que les pudiera dañar mucho
si el Inga ejecutara sus consejos).
Éste pues deseando no ser visto
eternamente más de los de España,
este año mismo, cuando se volvieron
a Chile los que el oro habían traído,
pidió licencia al Inga y fue con ellos,
y en las aguadas puso aquellas cruces.
Cuando del campo huyó, le reputaron
por ahogado o muerto de otra suerte;
y aunque al principio de su fuga hicieron
diligencias algunas, ya olvidado
no había quien preguntase si era vivo,
ni apenas se acordase de su nombre,
(que tal pasa del mundo en las más cosas)
y así, aunque aquel Birinto algo asonaba
a Barrientos, no dio en el chiste nadie,
y con la admiración hacían discursos
tan fuera de lo cierto como errados.
Al fin a Copiapó llegó don Diego,
habiendo un sólo día antes sabido
los naturales cosa tan extraña
y no pensada; y hecho su consejo,
no sabiendo qué gente aquella fuese,
porque los ingas que iban con Barrientos
no quisieron decirles cosa alguna
de lo que ya en el Cuzco había pasado;
y hallándose tan mal apercibidos
para bien resistir, y sus comidas
en los campos en berza, se acordaron
en recibirlos muy de paz y fiesta,
hasta entender mejor sus pretensiones;
o si eran de los ingas enemigos
(cosa de que gustaran ellos mucho
como de nuevo de los conquistados)
que como dijo el cuerdo Jenofonte:
contra nadie más se irritan
los hombres que contra aquellos
que pretenden mando en ellos.
Es preciso detenerse en este punto: si El Desorejado fue el primer blanco español (y europeo, por extensión) que viene al actual territorio chileno en esos años, entonces fue el primero también en poner pie en muchos hitos donde hoy hay poblados y ciudades completas, considerando que la ruta que debió llevarlo hasta el Aconcagua, donde se estableció, era la misma del ancestral Camino del Inca. Lautaro Núñez, por ejemplo, dice en "Cultura y conflicto en los oasis de San Pedro de Atacama":
"Ante los rumores del avance de un gran ejército de Wiracochas o dioses blancos, difundidos entre Tambo y Tambo por los chasquis inkas, los atacameños vieron con estupor el arribo de sólo uno: el desorejado Pedro Calvo Barrientos".
De la misma manera, vemos que la historia reconoce a Diego de Almagro pasando por Tarapacá, en la quebrada del mismo nombre, mientras iba viajando hacia Arequipa ya en el regreso de su frustrante aventura en Chile; y que habría sido un enviado suyo, el Capitán Ruy Díaz, el primer español que visitó pueblo tarapaqueño poco antes, mientras realizaba los reconocimientos de terrenos que le habían encargado en 1536, mientras que Almagro llegó a pernoctar allá ese mismo año. Pues bien: si consideramos que Barrientos acaso pudo pasar por allí en su escape tres años antes (pues el poblado de Tarapacá se encuentra también en el Camino del Inca que las huestes imperiales debían tomar para estas tierras del Sur), entonces el primer español en dicho territorio debió haber sido él y no Díaz ni Almagro.
Michimalonco o Michimalongo, cacique del Aconcagua que acogió al Desorejado.
ARRIBO EN QUILLOTA
Según Keller en su citado libro sobre Quillota, el Camino del Inca llevó a Calvo Barrientos y a su comitiva desde el Cuzco y por el Altiplano hasta cerca de Ollahue, entrando en territorio chileno a la altura de El Tatio y San Pedro de Atacama, para continuar por el Río Frío y seguir a Juncal y Chañaral Alto, alcanzando desde allí Copiapó, Paitanas (Vallenar), Incahuasi, Portezuelo de Hualcuna y La Marquesa hasta Combarbalá. Desde allí siguió a Illapel y Puchuncaví, al Portezuelo de la Cuesta Vieja de Chilicauquén y desde este lugar a Quillota.
Otra versión más simplificada del viaje dice que Barrientos habría llegado hasta el Estero Conchalí al Norte de Los Vilos, para seguir desde allí su travesía por el borde costero alcanzando la localidad que corresponderá después a Concón, desde donde siguió hacia el interior por el río Aconcagua, llegando así a Quillota y a la colonia de mitimaes bajo dominio de los caciques Tangalonco y Michimalonco, leales al incanato.
Como sea que arribó siguiendo aquellas rutas ancestrales con la pequeña caravana, Calvo de Barrientos es el primer viajero del Viejo Mundo identificado hasta ahora que pone sus suelas en tierras chilenas, al pisar el valle aconcagüino. Así continúa contando esta historia el sacerdote y cronista Rosales, confirmando la observación sobre el estatus del que realmente disfrutó Calvo de Barrientos en las sociedades nativas del territorio chileno de entonces:
"Llegado que fue a Chile le hicieron estos grandes agasajos, como a persona recomendada de su Rey y que traía su borla real; diéronle casas donde vivir, tierras para sembrar y mujeres que le sirviesen, y además de la recomendación que llevaba, la admiración de ver un hombre blanco, con barbas y tan diferente de ellos les causó grande estima y veneración. Barrientos, viéndose ya apartado de los españoles, en tan lejas tierras, donde jamás pensó verlos ni que le viesen, tan estimado de los indios, tan servido de todos y tan señor de sus voluntades, para hacerse más semejante a ellos y ganarles más la voluntad, renunció el hábito de español y le consagró al templo y adoratorio de los ingas, con parte de sus armas, quedándose con sólo la espada; vistiose en traje de indio, pelose las barbas, como ellos usan, quedó descalzo de pie y pierna, y en todo se dio a la vida bestial de los indios, quedándole sólo el nombre de cristiano. De éste se informaron los gobernadores del estado de las cosas del Perú, de la prisión de su Rey, de la venida de los españoles y de qué gente eran y a qué venían de tan lejas tierras. Concurrió toda la tierra a la novedad del caso y venían de muy lejos por ver a un hombre tan extraño y nunca visto, e hicieron para esto y para su solemne recibimiento un parlamento general y una fiesta muy solemne, con mucha chicha y comida, a que concurrieron el cacique Narongo, señor de Maipo, y Michemalongo, y en esta ocasión se reconciliaron de algunos odios que entre los dos había y les habían ocasionado algunas guerras".
La influencia de Barrientos en aquella comunidad fue algo instantáneo. Llegó a ser tal que, según la misma crónica, sugirió a Michimalongo dar muerte a su recién mencionado adversario, además de presumir de supuestas capacidades sobrenaturales que impresionaron a las sociedades indígenas que lo recibieron:
"Pero el Barrientos, deseoso de ganar nombre y prometiéndose hacerse señor de todos los indios, persuadió a Michemalongo que no obstante las amistades que había hecho Narongo, le matase y se hiciese señor absoluto del valle, y que si hallaba en esto dificultad alguna, él la hallaría y le mataría, diciéndole que los españoles eran inmortales e invencibles y que a él nadie le podía hacer mal, ni de esta muerte les podía resultar mal ninguno; que cuando sus parientes le quisiesen vengar, que para eso lo podía hacer capitán de todos sus indios y él se los gobernaría y sacaría a salvo victoriosos de todas las batallas, y que ni tenía que temer a los reyes ingas, que además de estar tan lejos estaban ya tan embarazados con los españoles que ya no se acordarían más de Chile. Pareciole bien al cacique la ocasión para satisfacer sus venganzas y quedar señor del campo, y prometiole su ayuda y habló a sus indios para que todos se sujetasen a Barrientos en las cosas pertenecientes a la guerra y acudiesen a su llamado. Con esto aguardó el Barrientos una ocasión en que se juntaron todos a beber y observó cuando Narongo estaba embriagado, y acometiendo a él con su espada, le mató a estocadas; al ruido acudió la gente del muerto, y convocando la suya Barrientos trabaron una sangrienta batalla, y poniéndose a su lado Michemalongo, después de haber herido y muerto a muchos, le dio lado para que se escapase, con que quedó victorioso su campo y él con grande reputación de valiente y animoso, jactándose de que los españoles eran inmortales. Y como hasta entonces no los habían visto y a él le experimentaron tan osado y arrogante en medio de los enemigos, lo creyeron fácilmente. Con que se hizo más estimado y capitán de los caciques de guerra de todo el valle fértil de Aconcagua, donde esto sucedió. Allí se dio a vicios, placeres y fiestas, y como los halagüeños, se entregó todo a ellos, olvidado que era cristiano, viviendo entre aquellos bárbaros como si fuera uno de ellos, aunque no dejó de darles alguna noticia de la fe y en muchas partes puso cruces que después hallaron con admiración los españoles".
"No resulta grato, pero el primer europeo que se aposentó en Chile resultó amigo de lo ajeno", concluye al respecto y con algo de sorna el investigador René Peri Fagerstrom, en sus "Apuntes y transcripciones para una historia de la función policial en Chile".
Pese a todo, sin embargo, los locales respetaron la investidura que le concedió Atahualpa y lo acogieron como visita de lujo. El extranjero incluso habría venido acompañado en esta aventura por la ñusta (princesa inca) Cuxirimay, con autorización del soberano y a petición del mismo Desorejado, pues habría sido su amor secreto.
Dibujo de Luis F. Rojas para el artículo "El primer desorejado" sobre el español Gonzalo Calvo de Barrientos y su encuentro con la expedición de Almagro en Quillota ("Episodios Nacionales", editado bajo dirección de A. Silva Campos, Editorial O’Higgins, Biblioteca de los Anales de Chile, 1941).
EL ENCUENTRO CON ALMAGRO
Fue en esta situación de autoexilio que Calvo de Barrientos tuvo noticias de la expedición de don Diego de Almagro, que había salido desde el Cuzco hacia el Sur buscando el oro y las riquezas que escasamente pudo hallar en este camino, a pesar de que los indígenas sí conocían escondrijos de tesoros auríferos como los del Marga-Marga. Probablemente, El Desorejado ya estaba perfectamente advertido de la inminente llegada de sus compatriotas al Valle del Aconcagua, cuando esto sucedió. Además, este lugar y este arribo de los hispanos tendría mucho que ver con el origen del nombre de Chile, aunque sea un tema para otro estudio que dejaré pendiente en el calendario de textos pendientes.
Así describe Pedro Mariño de Lobera este encuentro, en su "Crónica del Reino de Chile" escrita hacia 1544:
"Por esta causa se partió luego y fue marchando por los valles de Chuapa y de la Ligua sin hacer alto en ellos, hasta venir a dar al valle de Chile, donde traía su designio, en el cual como en términos de su jornada hizo asiento de propósito. Viendo los españoles la hermosura, fertilidad y grandeza de este valle y del caudaloso río que va guiando por todo él y juntamente la gran suma de indios naturales de la tierra, juzgaron todos ser el mejor puesto que hasta allí se había descubierto desde el día en que entraron en las Indias. En este lugar hallaron a un español llamado Gonzalo Calvo de Barrientos, el cual había llegado allí tres años antes respecto de haber tenido pesadumbre en la ciudad de los Reyes del Perú, que le obligó a salir del reino con instancia, de suerte que se puso en camino para Chile por lugares despoblados y sin saber casi adónde iba, sin tener más guía que dos indios deudos de una india principal que iba con ellos..."
Informado entonces de la inminencia de la aparición de Almagro y sus hombres, El Desorejado salió a recibirlos en su arribo a Quillota con una gran bienvenida que improvisó entre los indios, ante el asombro de sus paisanos por la presencia de un peninsular tan al Sur. Gerardo Larraín Valdés declara ya más cerca de nuestros días, en "Dios, sol y oro: Diego de Almagro y el descubrimiento de Chile":
"Todo este aparato diplomático había sido preparado por el nombre Gonzalo Calvo Barrientos (o Pedro), que, sin guardar resentimiento contra sus compatriotas, ponía todos los indios a su servicio".
Alonso de Góngora Marmolejo da detalles del encuentro en su "Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año de 1575", escrito hacia ese mismo año del título. Por su proximidad con los hechos, este registro de la historia resulta bastante válido para refutar algunas versiones que niegan que Calvo Barrientos haya salido atentamente al paso de Almagro en Aconcagua y se haya presentado ante él después:
"Estando en esta prosperidad que tengo dicho, llegó don Diego de Almagro a este valle: Pedro Calvo lo salió a recibir, que como fue conocido quedó él y todos admirados de caso tan extraño. Habiéndose honrado y hecho mucha merced, lo llevó consigo; de él se informó de todo lo adelante y de la gente que había en el reino, y qué metales y riquezas tenía la tierra en sí".
Y Jufré del Águila, por su parte, describe la situación en los siguientes versos de su ya citada obra:
Pasó Almagro adelante; y en llegando
donde estaba Barrientos, que se hallaba
yerno de un gran cacique que una hija
le había dado a su modo y oro mucho,
sobre que habían pasado cuentos largos,
cerca del sitio en que se halla ahora
fundada una ciudad que es de aquel reino
cabeza, y aún el todo, pues es sola,
que otras que tiene son lo en sólo nombre;
salió a juntarse con los españoles,
que como dijo Lipsio es cierta cosa:
es la conciencia centella
que puso en el corazón
aquella recta razón.
Y era cristiano al fin y ahora encendiole,
y causó en todos el verle regocijo,
y don Diego de Almagro mil caricias
le hizo, restituyéndole la honra
(si posible era esto) como pudo,
paseándole a caballo con trompetas
por el campo, a su lado, por honrarle.
Éste les dio noticia del estado
en que estaba la tierra, y de sus cosas,
más que en muy largo tiempo ellos pudieran
ganarla con trabajo muy costoso.
Almagro, a  todo esto, venía acompañado de Pablo Inga, indio hermano de Topa Inga y leal a los españoles, facilitándoles bastante el entendimiento con los naturales de aquellas regiones. Continuando este episodio en palabras de Rosales:
"Llegó la nuera de la entrada del Mariscal Almagro y sus españoles al valle de Aconcagua junta con la muerte de los culpados, y los caciques Michemalonco y Tangolonco, su sobrino, llamaron a Pedro Calvo Barrientos, que vivía, como dijimos, en aquel valle, y diéronle cuenta de la nueva que les acababa de llegar y pidiéronle consejo para acertar en lo que habían de hacer. Pidioles Barrientos dos días de termino para responderles, y al cabo de ellos les dijo que por el amor que les había cobrado y por el bien que le habían hecho, les quería decir lo que sentía y lo que más les importaba, y era que no se alterasen ni tratasen de tomar armas contra los españoles, que era en vano resistirles, porque los enviaba Dios, que es todopoderoso, a cuya potencia ninguna fuerza humana puede hacer resistencia, y el Rey y Emperador de España, cuyo brazo alcanza hasta las más remotas partes del mundo, y así mismo el Rey Inga, a quien aquellas provincias estaban sujetas; y así, que los saliesen a recibir con buen corazón, besando el pie a Almagro y la mano a Pablo Inga, y que lo que por fuerza habían de venir a hacer mejor era hacerlo de grado y ganar por amigo a un señor tan ilustre y generoso como Almagro, que se lo sabría bien galardonar. Y así, tomando este buen consejo, le salieron a recibir al camino, haciendo arcos triunfales, ramadas en los alojamientos y varias demostraciones  de regocijo y aplausos, principalmente a Pablo Inga, en quien miraban su Rey. Llegados a Aconcagua, salió Barrientos de paz entre otros indios, vestido como ellos y con muchas plumas, y aunque por verle tan galán y arrogante pusieron todos los ojos en él, ninguno le conoció, hasta que habló en español y se dio a conocer, con que todos los españoles ocurrieron alegres a verle y a cercarle, holgándose de ver uno de su nación en aquella tierra y deseando saber de él lo que en ella había. Lleváronlo al Mariscal, que le recibió humanamente y de él se informó de las cosas de aquel valle y los de adelante; y paró hasta que su gente descansase y los caballos se reparasen, hallando en aquel valle mucha comodidad y abundancia por ser tan fértil".
Sirviendo de intérprete entre españoles e indios y también de guía para los soldados, El Desorejado dio importantes noticias a Almagro sobre los yacimientos de oro que los indios locales conocían en Quillota y otros puntos de la zona del Aconcagua, aconsejándolos casi de inmediato sobre la calidad del territorio y las rutas por el mismo. Siguiendo sus instrucciones, por ejemplo, Almagro habría enviado la pequeña expedición de Gómez de Alvarado más hacia el Sur.
Mas, sucedió que mientras seguían los hispanos en el Aconcagua, el famoso y conflictivo yanacona apodado Felipillo, indio protegido de Pizarro por colaborar en la caída de Atahualpa y que acompaña a los españoles para servirles de traductor, comenzó a sembrar intrigas entre los mismos naturales para hacerlos desconfiar de las intenciones de los hispanos y provocar una revuelta, revelándoles también las ambiciones por el oro y las riquezas de los locales que motivaron su aventura, lo que encendió balizas entre los anfitriones sobre aquellas extrañas visitas que muy poco del apetecido tesoro habían hallado hasta entonces.
Traidor y conspirador por vocación, este políglota pero incorregible indígena tallán fue descubierto en sus intenciones y Almagro, sin darle más oportunidades ya, ordenó su ejecución allí mismo, destrozándolo a tiro de caballos según se cuenta, aunque otras versiones dicen que Felipillo fue liquidado en Copiapó, en Cuzco o en Quito.
Don Diego de Almagro, quien se marchó de Aconcagua con El Desorejado.
¿QUÉ SUCEDE CON EL DESOREJADO?
Después del incidente, El Desorejado marchó con la expedición española en la ruta de regreso hacia Perú en 1537, guiándolos personalmente por el camino de Atacama que conocía bien y que era menos difícil que la senda del interior que habían tomado los españoles de ida hacia el Sur, tras salir del Cuzco. Confirmando la impresión de que Calvo Barrientos pudo haber sido el primer español en pasar también por históricos sitios de esta ruta como la mencionada localidad de Tarapacá, habría sido por un consejo suyo que los hispanos retornaron a través de la Pampa del Tamarugal y no por el tortuoso Paso San Francisco al interior del Valle del Copiapó. El acto de alejarse llevando a los ambiciosos hispanos, además, inspira a imaginar alguna posibilidad de que él pueda ser el germen de la leyenda del machi blanco que en la toponimia da nombre a Limache y al mito de tesoros del Cerro La Campana, como veremos más abajo.
La huella de Calvo de Barrientos se va haciendo difusa en este punto de su historia. Hay versiones contrapuestas: de que el singular personaje se quedó detenido en medio del camino para luego volver al Aconcagua, o bien que acompañó a la expedición de regreso a Perú, donde murió combatiendo el 6 de abril de 1538 en la Batalla de las Salinas, entre los hermanos Pizarro y Almagro que resultó derrotado. Si esta última información fuera el hecho verdadero, entonces El Desorejado también estuvo en el grupo español que pasó de regreso por el territorio de Tarapacá en el período en que se cree que este lugar fue visitado por primera vez por un español, como dijimos.
No obstante, la versión más extendida sugiere que se quedó en territorio chileno. Rosales, por ejemplo, dice que huyó en el camino y nunca más lo vieron aquellos hombres de la primera expedición peninsular a Chile:
"Había llevado consigo Almagro a Pedro Calvo Barrientos, y desde el camino se huyó, y como estaba hecho a la vida de los indios se volvió a ellos y en Copiapó hizo su asiento, o ya sea por llevar adelante su intento de no aparecer en el Perú y entre los españoles donde había sido afrentado".
Calvo de Barrientos, además, en algunos relatos reaparece en Atacama ya en los tiempos de las expediciones de don Pedro de Valdivia, hacia fines de 1541 cuando sus enviados bajo mando de Alonso de Monroy y Pedro de Miranda se encontraron con el Cacique Aldequín de Copiapó. En la "Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile", escrita hacia 1558 por Jerónimo de Bibar, dice este temprano cronista:
"Visto por el capitán Alonso de Monroy lo que los indios decían, les preguntó que dónde estaba aquel cristiano, y le dijeron que allí junto estaba. Y mandó el capitán que cabalgasen aquellos capitanes indios a las ancas de dos de ellos y que fuesen a ver si era verdad lo que decían. Y ellos cabalgaron luego con apercibimiento que les dio a los que los llevaban, que si en algo los hallasen mentirosos, les diesen de puñaladas, cada uno al que llevaba, y luego que diesen en los demás indios.
Caminaron obra de media legua donde hallaron el español que les habían dicho. Y llegados que llegaron, salió el español a ellos llorando de placer de ver españoles, que había nueve meses que estaba allí en poder de indios. Y abrazáronle todos y se holgaron con él, y le preguntaron por los caciques. Y les dijo que estaban seis leguas de allí huidos, pensando que venían más españoles, porque ya tenía noticia de como venían. En lo cual les dijo este español que le enviasen un caballo y mensajero al cacique, que no deseaba sino ver un capitán para salirle de paz, el cual le envió al capitán Alonso de Monroy, y quedaron allí por aquella noche.
Otro día siguiente en la tarde vieron venir toda la gente del valle a punto de guerra, y el cacique Aldequín encima del caballo que le habían enviado. Visto por el capitán Alonso de Monroy como venían los indios, dijo al español que hallaron allí: 'Mucha gente es ésta para venir a servir y de paz, y vienen a punto de guerra'.
Respondió Gasco, que así se llamaba aquel español: 'Es usanza que tienen entre ellos, que aunque vayan a la chácara, cuando van hacer las sementeras, van con sus armas en las manos. Sálgale vuestra merced a decebir'.
Tanto le importunó que salió el capitán y otro compañero, avisando a los demás que estuviesen a punto. Llegando a donde venía el cacique en medio de su gente, se quitó el arco de las manos como vio Alonso de Monroy y diolo a un paje, y saludole conforme a su usanza. Y de esta manera se fueron todos a una ramada y casa grande que era de aquel señor, y allí se asentaron. Y luego mandó traer de comer para los españoles, y empezó a disculparse con el capitán Alonso de Monroy, que si hasta allí había hecho guerra y muerto cristianos, que no tenía él culpa, sino otro señor que arriba en el mismo valle estaba".
Góngora Marmolejo también informa de lo que había sucedido:
"Los indios, viendo a sus señores a la muerte, procurándoles algún remedio, pudo Monroy irse a su salvo, y porque no quedase cosa que les dañase atrás, mandaron a Barrientos, que estaba allí con ellos, subiese a caballo. El cual Barrientos (por otro nombre se llamaba Gasco) estaba entre los indios preso muchos días había, no pudiendo hacer otra cosa, aunque se quisieran quedar allí, porque lo mataran, y con lo que repentinamente pudieron haber porque les convenía así, antes que los indios se juntase, se  metieron por el despoblado: cosa de grandísimo temor pensar de caminar ochenta leguas de arenales sin llevar qué comer para ellos ni para los caballos".
Y así describe Rosales esta misma situación comprometiendo a  Calvo de Barrientos:
"Estaba en esta ocasión en aquel valle y con el cacique Aldequín, Pedro Calvo Barrientos, de quien arriba dijimos que huyendo del Perú fue el primero que entró en esta tierra y vivió entre los indios, y cuando se retiró Almagro al Perú, que le llevaba consigo, se le volvió del camino y estuvo muchos años entre los bárbaros como uno de ellos; y no falta quien diga que había dado la traza para que cogiesen a los seis españoles que iban al Perú y no los dejasen pasar, pero eso no es tan averiguado; éste, viendo el hecho tan hazañoso que habían hecho los dos cautivos españoles, la muerte del cacique y destrozo de los demás, temió y con razón de que a él le habían de echar la culpa y hacer cargo de aquellas muertes y fuga de los españoles, y que como de una sangre los habría aconsejado o ayudado; y porque no le quitasen la vida y vengasen en él sus agravios: cogió otro caballo y se fue huyendo en compañía de estos dos valerosos capitanes, llevando todos sus caballos estribos y guarniciones de oro".
Aunque haya quienes insisten en configurar en don Diego de Almagro la imagen del primer europeo pisando tierras chilenas, esto queda demostrado como impreciso con el caso de El Desorejado. De hecho, antes estuvo también otro español viajero llamado Antón Cerrada, con el que se encontró Almagro en su viaje en el mencionado estero Conchalí, ayudándole a entenderse con los indígenas coquimbanos. Sin embargo, hallamos fuera de toda duda que el verdadero primer hombre blanco que se ha identificado en territorio chileno durante el período de la Conquista, cronológicamente debe ser Calvo de Barrientos
Cerro La Campana hacia 1930, en fotografía de Einar Altschwager.
UN POSIBLE LUGAR EN EL LEGENDARIO ACONCAGÜINO
Como queda a la vista, la figura de Calvo de Barrientos en la historia del Tawantinsuyu y de la Conquista de Chile, ha sido un tanto subestimada por los libros especialmente concentrados en pasajes casi caricaturescos, como su mutilación, o su vida entre los indios con un harem de mujeres, o su pasado de ladrón. La memoria justa quizás se ha visto perjudicada, también, por el escándalo que generan al cristianismo doctrinal de cronistas como Rosales, las apelaciones presuntamente mágicas que forman parte de la biografía delDesorejado; e incluso por su propia condición de primer europeo en Chile que aquí destacamos como mérito pero que, para muchas menciones, pareciera ser lo único importante y que lo hace digno de recuerdo.
Empero, el asunto claramente manifiesto que se reconoce por los textos históricos, es que fue atendido por el Rey Inca y sus vasallos como verdadero aristócrata de casta, siendo aceptado no como uno más de sus más de sus miembros en el reino, sino como uno de los más distinguidos: una suerte de representante del propio emperador, rol que se identifica con el símbolo del alkamari que le fuera proporcionado por Atahualpa, al igual que una legendaria malla metálica que le daba fama de inmortal y que, según recalcaba Joaquín Edwards Bello, no se la quitaba "ni para dormir".
Por otro lado, si nos guiamos por las palabras de cronistas como Rosales y otros revisados, y ponemos en su justa dimensión los hechos confiados a sus relatos, se observa que Calvo de Barrientos, lejos de ser un pobre y penoso refugiado que sólo goza de la mera protección misericordiosa del soberano inca ya prisionero, más bien tiene un estatus que es totalmente fuera de lo corriente y que se le ha reconocido también por voluntad del soberano que aún esperaba iluso en salir libre y llegar a alguna clase de acuerdo con los invasores. Posiblemente, tras su llegada al Aconcagua hasta haya tenido participación en procesos relevantes del poblamiento del valle y de la fundación de localidades, ya en los albores de la llegada de los conquistadores, o mejor dicho en las postrimerías del viejo Imperio.
Sobre este mismo tema, hay un hecho curioso mencionado por Keller sobre el origen del nombre de la localidad de Limache: éste no derivaría de lima-che traducible como gente de Lima (en alusión a la colonia mitimae), teoría compartida por historiadores como Francisco Antonio Encina, sino que proviene de lic-machi, es decir, machi blanco (mago blanco) en mapudungún. Investigadores nuevos como Alexis López , quien desarrolla estudios sobre la geografía sacra de la Zona Central, son de la opinión de que este machi blanco pudo ser el propio Calvo de Barrientos, ni más ni menos. La leyenda en particular sobre el Cerro de La Campana, al oriente de Limache, es tomada por Keller desde la obra de Benjamín Vicuña Mackenna titulada "De Valparaíso a Santiago" de 1877, y dice que la cumbre del cerro antes relucía de oro y de piedras preciosas que atrajeron una vez a extranjeros, oprimiendo a los pacíficos indígenas locales, los que pidieron ayuda a un machi blanco que escaló el lugar y cubrió con su magia toda la cima de tesoros con roca y granito, dejándolos ocultos y enterrados, con lo que frustró a los invasores obligándolos a marcharse. Citando textualmente a Vicuña Mackenna:
"Explícase así también una antigua tradición indígena, según la cual, en remotos siglos, el cono de la Campana era un promontorio o peñasco (lli) reluciente de oro y pedrerías, codiciado por una nación extranjera y valerosa, que vino a conquistarlo. Pero los machis o brujos del lugar, resolvieron burlar la codicia de los forasteros, disponiendo que en una noche cayera sobre el encantado cerro una espesa capa de granito que ocultó sus codiciados tesoros. De aquí el nombre de Lli-machi (el peñasco del brujo) que los españoles pronunciaron luego, endulzando las sílabas, conforme a su índole, con una simple l, y de aquí también la fama tradicional de las riquezas de la Campana.
Pero si esas riquezas no existen a la vista de los mortales, entre las rocas del misterioso cono, las había en abundancia inagotable a sus pies, y cuando los conquistadores abandonaron por exhaustas sus labores de Marga-Marga, plantearon sus trapiches de oro en todas direcciones al pie de la montaña, en Olmué, en Limache, y en el famoso Pocochay hacia la parte de Quillota. Los vestigios de esas obras están todavía visibles en todas partes, como acabamos de recordarlo en sus faenas".
Esta historia también ha sido presentada con versiones parecidas por autores como Carlos Guzmán Orgán y Oreste Plath. A mayor abundamiento, Plath agrega que los indígenas de Olmué llamaban al Cerro La Campana como el Peñasco del Brujo (o lli-machi según Vicuña Mackenna) y que en una de las variantes de la leyenda toda la cima era un cono de oro y riquezas (como las que buscaban los españoles en estas tierras durante la Conquista, precisamente), pero que desaparecieron esfumadas por conjuros y acciones mágicas, quedando el cerro con la forma trunca y cortada que aún tiene, tras lo cual se fueron los extraños.
Si hay acaso alguna conexión entre el mito descrito por Vicuña Mackenna y el del machi blanco de Keller, entonces resulta difícil no tentarse a especular comparando la leyenda indígena del Cerro La Campana con la circunstancia en que se encontró Calvo de Barrientos con los españoles en la misma región, llevándolos después de regreso y tras las alertas encendidas sobre sus ambiciones por la riqueza de los locales, como vimos...
Un aliño más a todos los misterios y enigmas que rodearon la extraña y andariega vida del Desorejado en el proto-territorio de Chile del siglo XVI.

LA FUENTE DE LOS DIOSES DEL MAR EN LA PLAZA DE ARMAS DE TACNA

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Antigua postal fotográfica con la Pila Ornamental.
Coordenadas:  18° 0'50.37"S 70°15'4.28"W
La Pila Ornamental de Tacna, llamada también la Gran Fuente Ornamental o Fuente de Aguas de Tacna, es uno de sus principales símbolos turísticos, testimonio de la mayor parte de la historia republicana de la ciudad, incluyendo la Guerra del 79 y la larga administración chilena. Se ubica en el Paseo Cívico de la Plaza de Armas entre las calles Blondell y San Martín, frente al Museo de la Casa Basadre y justo en medio del sendero central desde el Arco de los Héroes hasta la Catedral, lugar de frecuentes actos públicos, retretas y desfiles ciudadanos.
Como suele suceder con esta clase de ornamentaciones suntuosas y queridas en las ciudades de esta región continental, la elegante fontana tiene sus propias leyendas, mitos urbanos y goteras de información que no siempre coinciden entre una fuente y otra. Fortunato Zora Carvajal aporta interesantes datos sobre su origen en "Tacna: historia y folklore" de 1954, y lo transcribo tal cual porque todas las reseñas posteriores en guías y manuales de turismo son casi textuales a la suya:
"La Pila Ornamental fue traída desde la ciudad de Bruselas, Bélgica, por la célebre firma constructora Eiffel. Fue adquirida y obsequiada a la ciudad de Tacna por el gobierno patriota y progresista de don José Balta, en el año 1869. Los trabajos de colocación de la mencionada Pila estuvieron a cargo de un experto técnico francés: Matías Richet; y un arquitecto peruano apellidado Salazar corrió a cargo de la construcción del basamento de piedra.
Una tradición lugareña afirma que antes de la inauguración de la Pila, varios respetables vecinos de la localidad colocaron en el interior de las estatuas de las cuatro estacionas algunas botellas de vino tinto de Locumba y del puro y famoso aguardiente 'Italia  Ward', de Cinto, de cuyos licores sólo existe el recuerdo en la actualidad".
De diseño intensamente neoclásico en apelación grecorromana, con toques de romanticismo francés y algo de barroco en su nivel de detallismo organicista, la pila mide 6 metros de altura con base de piscina inferior y lanzaderas de agua, plinto artístico de cuatro bloques-pies con una figura divina sentada sobre cada uno, y dos platos: uno al centro de 6 metros de diámetro y uno segundo más alto y pequeño. 
La pila tras los días de la Guerra del Pacífico, con la verja y árboles que la rodeaban.
Postal fotográfica con la plaza ya remodelada pero aún con enrejado alrededor.
La fuente en fotografía publicada por Carlos Varas en 1922.
Su fábrica base parece ser de hierro y bronce, dato confirmado por Ricardo Mariátegui Oliva en "Tacna: heroica ciudad imperio de la flor" de 1960, aunque el historiador Jorge Basadre asegura en "La vida y la historia: ensayos sobre personas, lugares y problemas" de 1981, que es enteramente de bronce. Este autor agrega algo sobre una referencia francesa que ofendió su orgullo tacneño:
"No obstante mi admiración por la pila, he leído con amargura no hace mucho tiempo en la famosa Guide Bleu de la librería Hachette de París correspondiente a 1979 sobre el Perú y La Paz, menos de una página dedicada a Tacna (la obra tiene 315);  y en ella el curioso del mundo entero halla apenas lo siguiente: 'Esta ciudad no tiene gran cosa que ofrecer al turista de paso, quien se deberá contentar con la Plaza de Armas con una fuente de bronce fabricada en Bélgica e instalada en 1869'.  Es éste un manual con enorme circulación y su texto despectivo acusa a los dirigentes del turismo en Perú cuyo ramo fue elevado por el gobierno militar al más alto nivel: el de un Ministerio".
Si bien se ha creído varias veces que las imágenes que forman parte de la pila podrían ser representaciones de las cuatro estaciones, idea que vimos defendida por Zora Carvajal y compartida por otros investigadores como Carlos Garayar de Lillo e incluso en Europa con el caso del escritor e historiador Edmond Barde (que hizo tal afirmación sobre una fuente similar en Suiza, en 1928), no cabe duda de que los retratados allí son deidades. Paradójicamente, pues, la Pila Ornamental de Tacna rinde homenaje a las dioses de los mares del mundo clásico, tratándose de una ciudad separa de la costa por unos 35 ó 40 kilómetros. Las identidades de estas imágenes son:
  • Neptuno o Poseidón, el dios de los mares, motivo muy común en la metalurgia artística de este tipo de grandes pilas monumentales.
  • Anfítrite o Salacia, su hermosa nereida y amada esposa, también frecuente en grandes pilas.
  • Acis, dios del río homónimo en Sicilia, cercano al Etna. En otras versiones con menos localismo europeo, se lo interpreta como Tritón, el hijo Poseidón y Anfítrite.
  • Galatea, nereida amante de Acis y creadora de su río. Alternativamente, se la interpreta como Roda, hija de la pareja de reyes marinos, aunque de manera muy ocasional.
La presentación de estas figuras principales correspondería a la obra del escultor Mathurin Moreau de 1854, aunque encuentro discrepancias que ya señalaré. En el caso de las imágenes de Neptuno y Anfítrite, también coinciden con las que se pueden observar en la fuente de aguas de Santa Lucía llegando a Merced de nuestra ciudad de Santiago, atrás del cerro, además otras montadas en la Viña Cousiño-Macul y el Parque de Lota. En catálogos antiguos de la Val d'Osné se puede observar, además, que las mismas figuras se usaban en otro conjunto ornamental ofrecido por la compañía, correspondiente a una especie de fontana con cascada.
El gran plato octogonal que se levanta sobre las cabezas de estas figuras lleva representaciones alusivas al reloj solar horologion y los ocho dioses cardinales de la Rosa de los Vientos: Bóreas, Austros, Euro, Céfiro, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis, los mismos que aparecen representados en la Torre de los Vientos del Ágora Romana de Atenas (siglo I a. C.), cuyo diseño de cono-remate superior tiene un contorno muy parecido al del plato de la fontana, además de su base de geometría octogonal.
Están separados ambos platos entre sí por un nivel con decoración romántica: niños con aspecto de querubines, de espaldas entre sí y tomándose las manos, figuras también recurrenten en la ornamentación francesa y fuentes fabricadas por casas de metalurgia artística. Después del plato menor, remata en la parte superior una forma de ánfora dotada de cuatro cabezas de grutescos surtidoras de agua.
La fuente, iluminada en la noche.
Las imágenes de los dioses clásicos en el nivel inferior de la fontana. De izquierda a derecha, empezando por arriba: Neptuno, Anfítrite, Acis (o Tritón, en otras interpretaciones) y Galatea.
Detalle del nivel de los niños, entre ambos platos.
Ahora bien, sobre la procedencia, todo indicaría que el diseño de la Pila Ornamental de Tacna corresponde al conjunto de este mismo tipo que era fabricado en Francia por compañías como la alguna vez famosísima casa de metalurgia artística Val d'Osné, en París, que producía en sus activos talleres esta clase de obras divididas en módulos y vendidas por catálogos que andaban dando vueltas en todo el mundo. Los jarrones o pilones estilo regencia ornamentales que están alrededor de la fuente podrían pertenecer a la misma casa metalúrgica, siendo similares a modelos que también existieron en Chile, como los del Cerro Santa Lucía al momento de ser convertido en paseo entre 1872-1874. Así, y salvo que se trate de una copia o de una obra comprada con uso, el dato de que habría sido adquirido en Bélgica provoca algo de ruido, aunque no puedo añadir más al respecto por la escasa documentación disponible. No obstante, más abajo veremos que puede proceder de alguna fundición británica que también producía esta clase de obras.
Más extraño es aún el que, supuestamente, se la haya encargado a la compañía de Alexandre Gustave Eiffel. Ya vimos hace poco que cierta obra atribuida a Eiffel en Perú, el Puente Metálico de Arequipa, no pertenecería al famoso autor, por lo que quizás sea otra leyenda del mismo estilo. Y, para confundir más la historia de la fuente, algunas creencias dan por hecho que ésta fue llevada a Tacna durante la construcción de los canales del río Uchusuma como parte de los contratos de abastecimiento de agua potable en la ciudad.
Una apropiada revisión a las historias que se cuentan sobre su origen, aparece en el trabajo independiente titulado "La Pila Ornamental de Tacna", un estudio publicado el año 2001 por el Licenciado en Turismo don David Rendón Cohaíla en la propia ciudad. Dice allí el autor que, después del terremoto y maremoto que asolaron el Sur del Perú el 13 de agosto de 1868, el recién asumido Presidente José Balta y Montero instauró una Comisión de Socorro para reconstruir las ciudades de Tacna y Moquegua, que a la sazón pertenecían a la misma prefectura, apareciendo entonces la Pila Ornamental:
"Fue entonces que el presidente Balta ordena se le entregue a Tacna, construida en bronce el siglo antepasado por la fundición inglesa Simpson, la hermosa Pila que fue comprada para la época de las grandes obras en el país, Pila con la cual nunca contaron las grandes ciudades como Lima y Arequipa considerada la segunda ciudad más importante en aquel entonces, se le encargaron también la remodelación de las calles, los baños públicos, los mercados y la construcción del pasaje Vigil, paralelamente, diseñada por el escultor de origen francés O'Lenhard. Tacna venía anhelando sin llegar nunca a concretar la construcción del río Uchusuma que llevaría las aguas a la ciudad de Tacna para la instalación del agua potable, el contrato con el Señor Hugues, donde quedaba obligado a colocar 20 piletas y las cañerías de la ciudad de Tacna como parte de las obras de construcción del Río Uchusuma, a lo cual adjuntamos algunos transcritos de los documentos de la obra los cuales se encuentran en el archivo departamental de la ciudad".
De acuerdo a las aludidas notas municipales, el contratista debía instalar 20 piletas con las respectivas tuberías, primeros trabajos de abastecimiento de agua potable allí desde 1829 según anota Luis Cavagnaro Orellana en "Tacna: desarrollo urbano y arquitectónico (1536-1880)". El compromiso se presenta en 1867 y se formaliza al año siguiente. Sin embargo, como el Supremo Gobierno le había obsequiado ya a la Municipalidad el conjunto de cuatro pilas y las respectivas tuberías, dice Rendón Cohaíla que Fernando Hugues propuso comprarle a la misma Municipalidad este material que, a la sazón, se encontraba en los depósitos y bodegas de lo que ahora es la Biblioteca Pública de la ciudad, para así evitar traerlo desde Europa, ganar tiempo y ahorrar recursos. El empresario se responsabilizaría para instalar en la Plaza de Armas el conjunto de la gran pila ya encargada y que, según deduce, debió llegar justo después del terremoto,. La referencia al francés O'Lenhard como autor de las esculturas que sirven de base aparecida en otras fuentes también, puede ser en realidad a Paul Lienhard.
Si la interpretación que el autor hace de los documentos municipales es la correcta, entonces la gran fontana debió haber quedado instalada en 1869 como señala la mayoría de las fuentes, pero ya se encontraba en bodegas de la ciudad hacia fines del año anterior. Su primera ubicación era a pocos metros más arriba que donde está ahora, y las leyendas tacneñas dicen cuando se colocó allí, dentro de la estructura o bien debajo de las figuras divinas se guardaron objetos como botellas de vino, pisco, cápsulas del tiempo y hasta supuestos tesoros. Una creencia adicional aseguraba que bajo una de las palmeras de los jardines se ocultó una llave especial para armar y desarmar las partes de la fuente.
A pesar de esto, uno o dos años después hubo un pleito judicial con el contratista, por incumplimientos que acabaron frustrando el proyecto general de instalación de pilas surtidoras de agua, aunque quedando disponible la grande y onerosa Pila Ornamental de la Plaza de Armas de Tacna a consecuencia de esto, a pesar de que no era parte del plan original.
Sin embargo, volviendo nuestro principal informante, Zora Carvajal, éste se equivoca rotundamente al anotar que sólo existen dos fuentes de este tipo en todo el continente, cuando asegura aferrado a otra de las leyendas urbanas que han rondado a la pila:
"Según informaciones que tenemos, en la plaza 'Palermo', de la ciudad de Buenos Aires, se levanta la única Pila gemela de la nuestra, no existiendo ninguna otra en otros lugares de América".
La verdad es que, para desanimo del ilustre escritor, sí existen otras versiones similares en América pues se trató de uno de los diseños más famosos y conocidos de la metalurgia artística del siglo XIX, existiendo varios casos con sólo diferencias secundarias, como la Fuente de Terreiro de Jesús en Salvador de Bahía, Brasil, y la Fuente de la Plaza Victoria en Valparaíso, Chile, pudiendo ser la semejanza de esta última con la de Tacna lo que dio origen a la extendida falsa creencia de que corresponde a un "trofeo de guerra" traído desde Perú durante la Guerra del Pacífico. Carlos Varas Olea notó esta semejanza y la comentó en su libro "Tacna y Arica bajo la soberanía chilena" de 1922, al describir el centro cívico tacneño:
"En su centro funciona una gran pila de bronce exactamente igual a la que existe en la Plaza Victoria de Valparaíso, con la ventaja de que las aguas de ésta funcionan con más regularidad que las de nuestro primer puerto.
Rodean la pila árboles preciosos que constituyen un lindo jardín embalsamado por el aroma de las vilcas y los floripondios que se cubren de flores en todas las estaciones del año".
En tanto, en Buenos Aires, Argentina, está la ex fuente de la Plaza de Mayo trasladada hasta la Avenida Córdoba y 9 de Julio. También hay ejemplares similares en Norteamérica, como la Tourny Fountain de la Place de l'Assemblee Nationale en Quebec, Canadá, y la Brewer Fountain de Boston Common en Boston, Massachusetts, Estados Unidos. Y ya que estamos en esto, vale recordar que otras famosas fontanas de este mismo diseño y origen se pueden ver en los casos de la Fuente de Troya en Champagne, Francia; la Fontana de la Place de la Bourse en Bordeaux, también en Francia; la Steble Fountain de William Brown Street en Liverpool, Inglaterra; la Gran Pileta del Jardin Anglais de Genève, Suiza; y la Fontana de Prince's Square en Launceston, Tasmania, sólo por mencionar algunas de las más turísticas y conocidas internacionalmente.
La gran fontana tacneña fue desplazada de su primera ubicación en la plaza por decisión de la Dirección de Obras Públicas, encargando los trabajos a don Adolfo Krug en 1885. La obra de mampostería y basamento habría quedado en manos del aludido arquitecto Salazar pero que, fallecido antes de su conclusión, debió ser relevado por Zenón Ramírez. A la sazón, el paseo era llamado Plaza Colón por una estatua del descubridor obsequiada por la colonia italiana, obra que estuvo instalada allí hasta su traslado a la Avenida Bolognesi. El monumento estaba muy cerca de donde ahora está ubicada la fuente.
En 1969, al celebrarse el centenario de la Pila Ornamental de Tacna, la alcaldía de Rómulo Baluarte Ponce de León le hizo instalar las primeras luminarias de colores para embellecer su aspecto nocturno, aunque por extraña coincidencia comenzó a caer desde entonces en un largo período de olvido y deterioro, durante el cual se dañó material de las rocas que forman parte de la obra y también se cubrió con gruesas capas de pintura la superficie metálica de la fuente.
Afortunadamente, este mal tránsito fue interrumpido a fines de los años noventa, con programas de remodelación y hermoseamiento que recuperaron el esplendor y la pulcritud de esta pila, mejorándose también los jardines del entorno y agregándose después los nuevos juegos de iluminación, dignificando así uno de los símbolos más turísticos e históricos de la ciudad al extremo Sur de Perú.

ROMANCE DE LOS TRANVÍAS POR EL BARRIO MATTA DE SANTIAGO

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Famosa fotografía de un poste de teléfono caído sobre un tranvía de la Línea 15 "Matadero", en San Diego llegando a Matta, en los años veinte. Atrás se ve el Teatro Esmeralda. Imagen del Archivo Chilectra.
Coordenadas: 33°27'34.56"S 70°38'56.97"W (Avenida Matta)
Es poco conocido el que muchos de los más recordados nombres que identificaban a los desaparecidos recorridos de locomoción colectiva, alguna vez tan populares en la Avenida Manuel Antonio Matta y sus alrededores (como “Matadero Palma”, “Recoleta-Lira” y “Avenida Matta”), en realidad fueron heredados al sistema de los microbuses por el anterior reinado de los tranvías y trolebuses en nuestras calles, esos clásicos carros que llenan de nostalgias los retratos fotográficos más antiguos de la ciudad de Santiago.
Por su propia naturaleza como ruta de conexión por las márgenes de la capital de entonces y nacida como Camino de Cintura Sur (fusionándose además con la llamada Alameda de los Monos), Avenida Matta y sus barrios adyacentes quedaron incorporados casi desde su origen al sistema de tranvías, al mismo tiempo en que crecían los vecindarios conforme aumentaba la urbanización y con ello la demanda de los pasajeros para el transporte. El florecimiento de barrios bohemios como San Diego, la construcción de cines y teatros, el apogeo del pecaminoso sector de Los Callejones y el crecimiento general de la ciudad hacia estos territorios, proveyó al viejo tranvía de una cantidad considerable de usuarios y de relucientes líneas tiradas sobre los adoquines oscuros de sus avenidas, convirtiendo a Matta en un importante paso del tráfico conectado a Estación Central, Alameda, Plaza de Armas y Barrio Mapocho. De hecho, la propia empresa del Ferrocarril Urbano tuvo galpones o talleres por el sector.
Una de las líneas más antiguas del sistema, la N° 7 “Recoleta-Lira”, partía desde Matta para enfilar por Lira hacia la Alameda, y desde allí atravesar Santiago Centro rumbo a Recoleta y los Cementerios. Era, por lo tanto, la línea preferida por los vecinos para visitar las sepulturas de sus deudos, además de uno que otro pícaro tentado con las atracciones más sombrías y secretas del clásico barrio de La Chimba.
La Línea Nº 28, en cambio, tenía el nombre de “Maestranza-Avenida Matta” y, si bien partía desde esta avenida cerca de Vicuña Mackenna al igual que la N° 7, su recorrido iba a parar a la famosa garita de tranvías frente a la Estación Mapocho, de modo que era el carro necesario para quienes viajaban fuera de Santiago por este ferrocarril o a los famosos centros bohemios alrededor de la terminal de trenes, como el “Zeppelin”, "La Piojera", el “American Bar” o “El Jote”.“La 28”, como se le llamaba, fue especialmente conocida en el Barrio Matta cuando amplió su recorrido y pasó a llamarse “Yungay-Avenida Portugal”. Era corriente que los vecinos se reunieran esperando el carro frente al suntuoso Portal Eliseo del Campo o bien en el cruce con 10 de Julio Huamachuco, zona alguna vez dominada por lupanares y moteles de agónico aspecto. La N° 28 tuvo el mérito de ser, además, una de las líneas que más tiempo existió en circulación, aunque acabó sus últimos días con otro nombre y ubicación en la ciudad.
Hay varios ejemplos más del romántico paso del tranvía por el barrio: otra línea muy popular en su tiempo, la N° 5 “Yungay-Mercado”, en algún momento de su historia habría asumido similar ruta y nombre de la famosa N° 28, fusionándose con ella según parece. Por su parte, la célebre micro“Avenida Matta”, que marcó a fuego los recuerdos de juventud de tantos vecinos y ex estudiantes del barrio, proviene del recorrido del mismo nombre que hacía la Línea N° 33, que si bien iniciaba su ruta en la Plaza Argentina frente a la Estación Central, cubría un trayecto que unía Blanco Encalada y Matta hasta Vicuña Mackenna, terminando en la Plaza Baquedano.
Imagen del Archivo Chilectra con el personal de los talleres de tranvías en la Subestación Victoria, celebrando el Día de la Compañía, el 1° de agosto de 1932.
Antigua imagen del tranvía de la Línea 33 "Las Rosas Avenida Matta".
Otros recorridos también fueron extendiendo sus rutas sobre los barrios de nuestro interés. La Línea N° 4, por ejemplo, si bien nació operando sólo en el cuadrante céntrico al Norte de la Alameda de las Delicias, posteriormente incluyó parte de su trazo por el sector Sur y así fue rebautizada “Matta-San Pablo”, realizando un circuito cerrado que comenzaba también en la Plaza Argentina y seguía por Blanco Encalada y Matta; desde allí iba a Vicuña Mackenna, Alameda hacia el centro, Barrio Mapocho y Matucana, terminando de regreso frente a la Estación Central.
También hubo recorridos que se retiraron del barrio o cambiaron su trazo con el tiempo, como la Línea N° 13 “Lira-Carmen”, que iba desde Mapocho hasta estos barrios, pero que después cambió su ruta otro sector y se rebautizó “Alameda-Plaza Ñuñoa”. Éste fue el recorrido a bordo del cual murió asesinado, en manos de un desquiciado, el poeta peruano José Santos Chocano, “El Cantor de América”, quien -por singular paradoja- le tenía un pánico supersticioso al número 13, el mismo de su fatal tranvía hacia la muerte y, para peor, abordado un día viernes 13 de julio de 1934.
No menos importante fue la Línea Nº 37, que también legó un nombre inolvidable en el sistema de microbuses: “Mapocho-Lo Vial”. Este recorrido -usado desde estudiantes hasta bohemios incorregibles del sector, según la hora del día-, se iniciaba frente a la Estación Mapocho y tomaba la recta Bandera-San Diego hacia Gran Avenida José Miguel Carrera, uniendo en su ruta los barrios Mapocho, Matta y Matadero. Lo mismo hacía la Línea N° 15 “Matadero” y N° 24 “Matadero-Placer”. Viejas fotografías de los archivos de Chilectra muestran ya en los años treinta a sus carros totalmente llenos y con pasajeros colgando… Escenario que, en pleno siglo XXI y con nuestros modernos sistemas transportes, todavía suena infelizmente conocido al santiaguino.
Innumerables aventureros ilustres llegaban hasta estos rincones, valiéndose del romántico ferrocarril urbano y haciendo suyos los boliches, clubes y antritos de diversión, especialmente en el sector de San Diego con Matta, de gran atracción para las aves bohemias en esos años. Armando Méndez Carrasco escribió algo ya sobre el aspecto más sombrío y forajido de aquellos rincones. Se sabe también que, en uno de los kioscos de Matta donde se vendían sopaipillas y café con leche con un toque clandestino de aguardiente, el multifacético Pedro Sienna, residente de calle Carmen, había sellado con Enrique Báguena y Arturo Bührle el contrato que dio origen a la primera compañía nacional de teatro netamente chileno, en 1917.
Los socialistas, por su parte, bajaban de los carros de dos pisos frente al teatro del Salón Imperial para reunirse en el “Volga”, café donde se desató la tragedia que cobró la vida del joven poeta Héctor Barreto en una pelea callejera por cuestiones políticas con un grupo de muchachos nacionalsocialistas, cayendo a pocas cuadras de allí en los años treinta. El infortunado se reunía también con sus amigos en “Café Miss Chile” de San Diego, centro de reuniones de la prodigiosa Generación Literaria del ’38, compartiendo copas y divagaciones con colegas literatos como Miguel Serrano, Santiago del Campo, Anuar Atías y el prematuramente partido Jaime Rayo, entre otros de la prodigiosa generación de “las glorias de la noche”. Había quienes preferían las charlas en el “Cola de Mono”, cerca del templo del Santísimo Sacramento y donde se cree nacido el ponche nacional del mismo nombre; o en el “Buenos Aires”, próximo al Liceo Manuel Barros Borgoño apodado “La Universidad del Matadero”.
Años románticos, casi fantasmales, perdidos como toda la época del tranvía y cada vez más diluidos en los éteres solventes del tiempo y del olvido.
Esquema general con los recorridos ferroviarios y de los tranvías de Santiago. Clic encima para ampliar imagen (fuente: tanviasdechile.cl).
El mismo sistema de tranvías que permitió toda esta actividad en el barrio, también llenaba de visitantes a teatros como el SATCH (hoy Teatro Cariola) o su pequeño hermano el Talía (ahora Sala Alejandro Flores), el Matta, el Romea, el Pepe Vila,  el Atenas o el Grand Guignol. El público partía con entusiasmo a las jornadas inolvidables de “cachacascán” y de boxeo en el Caupolicán, pero tambien a las “casitas de huifa” de la Lechuguina, la Guillermina o la Nena del Banjo; y los carros llevaban a los enfiestados al famoso restaurante “Peñafiel” del Barrio Matadero, trayéndolos de regreso encañados y buscando reponerse con los mariscales del Mercado Central o sus reputadas empanaditas pequenes picantes de cada amanecida. Eran los años en que inauguraba también la quinta “Club Comercio Atlético”, por la conjunción San Diego-Matta, acaso uno de los últimos bastiones que sobreviven desde aquella época hasta hoy.
Un capítulo entero se necesitaría para mencionar a los recorridos que transitaban por calles que cortan o empalman por Matta, desde Vicuña Mackenna hasta los deslindes hacia Blanco Encalada: la Línea N° 36 “Matadero-Independencia”, por ejemplo, conectaba La Chimba con el Barrio Matadero a través de la noctámbula y luminosa calle San Diego. Muy probablemente, era ésta la línea que tomaba Pablo Neruda con su corte de amigos cuando iban a las funciones del Teatro Esmeralda después de sus juergas en el llamado Barrio Chino de la calle Bandera. Por esas mismas cuadras estaba otro concurrido centro de atracción de los noctámbulos usuarios del tranvía: el cabaret “Gato Negro”, aunque no tan famoso como su símil “El Submarino” de la Plaza Almagro, territorio dominado por el legendario guapo del hampa el Cabro Eulalio.
Hoy día, cuando los tranvías son apenas un recuerdo difuso de estas calles, quedan sólo vestigios vagos y sufrientes de su presencia, casi como fósiles de su propio pasado. Es posible identificar, por ejemplo, algunos trazados paralelos de carriles resistiéndose al asfaltado en tramos de calles como Lira, conservándose milagrosamente aún parte de esos rieles alguna vez utilizados por los carros la mencionada Línea N° 7.
Y en Victoria 612 se encontraba hasta hace pocos años el gran galpón con talleres y guarderías de la Subestación Victoria, entre San Isidro y Víctor Manuel, llegando hasta la calle de fondo Miguel León Prado y sirviendo para funciones similares a los de otros galpones que tuvo el ferrocarril urbano en Avenida Mapocho (muy mencionados en la literatura de Nicomedes Guzmán) y en calle Artesanos (hoy ocupados por el Mercado de la Vega Chica). Éste de Victoria se remontaba a principios del siglo pasado siendo ampliado su depósito hacia los cincuenta, y en sus últimos años en pie era usado como corral de vehículos pesados, acabando totalmente demolido para iniciar un proyecto inmobiliario en lo que fue su terreno, hacia 2006. Sin embargo, aún se puede apreciar frente al nuevo edificio la calle con adoquines y trazos del antiguo carril que entraba y salía por varias puertas al enorme galpón, como un vestigio sobreviviente de aquella época.
Matta fue, así, un importante centro de actividad del clásico transporte interior de Santiago y de toda esa vitalidad que creció alrededor del desaparecido tranvía del Ferrocarril Urbano, la misma que hoy miramos con algo de envidia o idealización romántica, mientras intentamos resignarnos al tormentoso y agobiante sistema de transporte colectivo en la capital de nuestros días.
A pesar de la destrucción del Galpón Victoria 612, aún están en la calle los adoquines con los varios trazados de vías de entrada y salida al desaparecido recinto.
Detalle de las inscripciones en los restos de vías que aún sobreviven en la calle Victoria, frente al edificio que reemplazó al antiguo galpón de los tranvías.
La calle adoquinada y los antiguos trazados de las vías.
Otro ángulo de la calle Victoria y las líneas de carriles.

LA RECOVA: MÁS DE DOS SIGLOS DEL COLORIDO MERCADO MUNICIPAL DE LA SERENA

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Coordenadas: 29°54'5.80"S 71°14'46.43"W
El alguna vez llamado Centro Comercial Plaza de Abasto de La Recova, más conocido simplemente como La Recova de La Serena, es uno de los mercados más visitados del país en esta época veraniega, especialmente desde los años ochenta, cuando la ciudad de los campanarios y de las incursiones piratas potenció sus atractivos turísticos y pudo disponer de sus actuales instalaciones.
La Recova ocupa un interesante edificio de aspecto neocolonial y planta en forma parecida a un trapecio, con entrada principal por calle Cienfuegos, antecedida por la explanada que hoy usa la feria artesanal y donde se realizan ciertas presentaciones de orfeones, cuequeros, bandas lakitas y bailes folklóricos. La parte trasera del edificio con los estacionamientos, se halla por Rengifo frente a Vicente Zorrilla, calle famosa por sus antiguos clubes nocturnos y desaparecidos lupanares como el "Savoy" y "Las Motores". Al Norte, está el Pasaje Peatonal La Recova; y al Sur, la calle Cantournet con el hermoso Templo de San Agustín.
A La Recova se le intentó llamar alguna vez como el Mercado Municipal de La Serena, pero el nombre histórico estaba demasiado instituido y posicionado en la sociedad coquimbana y acaso en todo Chile, pues aunque han existido varios mercados a lo largo del país con tal denominación de recova, la primera que brilla en la cabeza es la de esta ciudad colonial, cuando escuchamos el término.
Creo que es un buen momento para publicar algo de La Recova de La Serena, mi lugar de llegada y de partida en tantos viajes por la región, pues ha estado con algunos aniversarios encima en este período: el año pasado cumplieron 170 años desde la construcción de su primer edificio y de la promulgación de su primer reglamento, y en este año 2015 se celebrarán los 220 años de la fundación de la comunidad que inició las actividades del mercado ya en los últimos años de la Colonia, además de los 50 años desde el incendio que destruyó sus antiguas instalaciones y 40 del terremoto que terminó de condenar al edificio en ruinas, posteriormente reemplazado por el actual establecimiento.
Entrada principal y explanada, con la fuente habilitada hace unos años.
Pasaje de La Recova visto hacia el poniente. Se remonta a los orígenes del mercado.
EL ORIGEN DEL MERCADO
Antes de nacer el mercado de La Recova propiamente dicho, existió una feria de abastos que el Cabildo de La Serena ordenó implementar en 1698 en la Plaza del Rey, posterior Plaza de Armas de la ciudad, concentrando a los comerciantes en un intento por darle orden a la venta de productos básicos de la canasta popular. Sin embargo, desde el inicio muchos mercaderes estuvieron poco dispuestos a acatar el bando, haciendo toda clase de malabares para eludir la ley.
A pesar de esta porfía de los vendedores coloniales, el Cabildo emitió una nueva disposición legal en 1758, exigiendo esta vez que todos los comerciantes de alimentos como carne, pescado, pan y otros parecidos, se reunieran en un mismo sitio a ofrecer sus productos. La exigencia se cumplió pero también con dificultades para obligar su acatamiento.
La necesidad de concentrar en un espacio especialmente dispuesto a todos estos comerciantes, entonces, sería lo que motivó la idea de habilitar un sector de la ciudad para esta clase de comercio, destinándose imperativamente para tales efectos un terreno situado en la conjunción de las actuales calles Rengifo y Cartournet, correspondiente a una plaza dura donde se hacían ceremonias y festividades religiosas por los sacerdotes serenenses. Así iba a nacer la feria de La Recova y su posterior edificio sede.
Sobre el nombre dado al mercado, hay algunos errores popularizados. Una información muy difundida en internet y en guías turísticas -casi hasta el hastío- asegura que el edificio actual se llama La Recova "por estar rodeado de arquerías, siguiendo los cánones coloniales de la época de su primera construcción", frase que se repite textualmente en casi todos los casos. Sin embargo, confirmaremos que ya antes de nacer se hablaba del mercado en proyecto como la plaza de abastos o recova, incluso al momento de darse por fundada la comunidad de comerciantes del mismo nombre y que se concentrarían en este centro de La Serena, en 1795, por disposición del Cabildo.
En estricto rigor, sucede que una recova era cierto tipo de mercado rústico donde se vendían gallinas y huevos, pero que por extensión quedó convertido en sinónimo de los que también se llamaban mercados o ferias de abastos para la adquisición de productos agrícolas, vituallas y artículos básicos, especialmente entre las clases populares de la sociedad criolla. Equivalen así al llamado triánguez, tianguis o tiangues de las ciudades de la temprana Colonia, heredados desde el comercio prehispánico, y que después se convertirán en los mercados centrales de cada urbe.
A pesar de las buenas entradas de dinero que esta agrupación de mercaderes dejaba al erario municipal, veremos también que tardó muchos años en poder cambiar su feria de sencillos tendales y ramadas por un edificio sólido y espacioso.
La Recova señalada en el plano de La Serena de Nicanor Boloña, 1896.
PROYECTO DEL PRIMER EDIFICIO
Manuel Concha es quien más datos aporta sobre el origen de La Recova a partir de la señalada necesidad de habilitar un espacio a la feria, en su "Crónica de La Serena desde su fundación hasta nuestros días, 1549-1870", de 1871. Observa allí que El Cabildo de La Serena había manifestado en sesión del 6 de febrero de 1795, la intención de construir establecimientos para un mercado. Decía el acta respectiva a esa fecha:
"Que respecto a estar puesto en planta en la capital del reino y en otras ciudades la recova o plaza de abastos en donde diariamente se veden los víveres de carne, pescado, etc., y que cada vendedor paga un tanto a beneficio de la ciudad, y sólo aquí no se ha hecho esto mismo establece a causa de no haberse erigido la carnicería, que desde luego se ponga en planta este ramo, formándose para ello unas piezas provisionales, así mismo que respecto a que anualmente está en corriente la festividad de nuestro patrono San Bartolomé, en cuyo día hace algunas diversiones públicas, que desde luego se remate la plaza a imitación de la Capital".
Nacía ese año, así, el mercado municipal de La Serena y, dos días después, por acuerdo del 8 de febrero, el Maestre de Campo don Francisco Antonio de la Loza, alcalde de segundo voto, era designado para la edificación de las instalaciones del conjunto, estableciéndose en el acta correspondiente:
"Y para que pueda dar principio a la construcción de la carnicería provisional, y conclusión de la real cárcel, como de primera atención, se le entreguen de costado los ciento cuarenta pesos dos y medio reales que ha dado por existentes, de sus cuentas, el procurador que acaba de ser, don José Pérez de la Mata".
Con este mismo interés, el 21 de abril de 1795, el Gobernador Ambrosio O'Higgins escribiría el siguiente mensaje al Subdelegado de la Serena:
"El útil establecimiento de recova se establecerá cuanto antes fabricándose de firme y espaciosa y cómoda, con consideración a lo que puede crecer el expendio de los abastos, formándose previamente, para lo que hayan de contribuir los vendedores de cada especie, un arancel equitativo, pero proporcionado para que rinda suficiente importancia; en cuyos términos si no hubiese fondos de propios bastantes para costear esta obra, se podrá poner en remate cediendo a cualesquiera que se obligue a fabricarla sus aprovechamientos por el tiempo que se estipulare, procurándose en todo el mayor beneficio del público, de cuyas resultas dará Ud. cuenta a esta Superioridad para la aprobación..."
Concha completa esta información aseverando que está "fuera de duda que la carnicería pública se llevó a efecto", concluyendo esto porque el Marqués de Avilés, el día 23 de noviembre de 1796, notifica al subdelegado lo siguiente:
"Está bien que halla verificado Ud. el establecimiento y arancel de la recova de esta ciudad, con cuyo producto ha dotado un alguacil'.
Vista del antiguo edificio del Mercado de La Recova desde calle Zorrilla hacia Rengifo, con uno de los accesos visibles, atrás de la cuadra. En el empalme de las calles mencionadas se observa el abrevadero de caballos. Imagen publicada hacia los años 40.
LOS PROLONGADOS RETRASOS
Sin embargo, iban a pasar algunos años más antes de que la necesidad de levantar el edificio del mercado viera el inicio de estos trabajos.
Recuerda Concha que ya había costado mucho trabajo al Cabildo hacer que los pescadores, carniceros "y otros especuladores de mantenimiento" se allanaran a comerciar sus productos y artículos en la plaza de La Serena, y que como siempre burlaron estas obligaciones, según quedó registrado en el acta del 19 de mayo de 1810, las autoridades decidieron concentrarlos en el definitivo recinto que estaba pendiente construir y cuya ausencia perturbaba el normal abastecimiento, según señala el autor:
"Así pues, continuando la misma costumbre y el mismo abuso, la municipalidad determinó la construcción de una Plaza de Abastos, asignando a la persona que quisiera encargarse de su construcción la cantidad de 2.500 a 3.000 pesos, bajo las siguientes condiciones: que el contratista gozara de su producto durante diez años, pagando a la municipalidad 100 pesos anuales; quedando, después de este tiempo, el edificio a beneficio de la ciudad, obligándose además el cabildo a ayudar, al especulador, en lo que buenamente pudiera".
Los encargados de construir el edificio del mercado por tanto tiempo pendiente ya, fueron don Gregorio Cordovez y don Pablo Garriga, aceptando las condiciones descritas. El lugar asignado era el mismo ya descrito y que Concha reseña de la siguiente manera:
"Hasta el año 1819 el lugar que hoy ocupa este mercado hacía parte de una plaza, por la que los jesuitas y después los padres agustinos, hicieron circular, con gran contentamiento y edificación del pueblo, sus frecuentes y repetidas procesiones, pues las tenían hasta por la noche como la de ánimas, y quemaban fuegos artificiales, que en ese tiempo era el único entretenimiento público".
Sin embargo, los problemas continuaron, en una combinación de hechos relacionados con el período de la lucha por la Independencia y después por la aparente mala fe de los encargados de la ejecución de las obras.
El edificio antiguo de La Recova, atrás, y el abrevadero de los caballos. Al fondo, por encima del techo del mercado, se alcanza a ver el chapitel de la Iglesia de San Agustín.
ENTREGA DEL EDIFICIO
Tras revisar las actas de los cabildantes fechadas el 3 de diciembre de 1821, el 12 de septiembre de 1839 y el 10 de enero de 1843, Concha verifica el sorprendente y casi delirante retraso que tuvieron las obras en todo este largo, larguísimo período de espera por la construcción del mercado, hasta que por fin fue terminado:
"Pero no debieron tomar sobrado empeño en dar cumplimiento a lo que voluntariamente se habían comprometido, porque a fines de 1821, la municipalidad amonestó enérgicamente a los ya nombrados constructores, y además a don Pedro Juan Osorio, que sin duda se había asociado a la especulación, para que continuaran el trabajo, porque'las maderas a la intemperie sufren menoscabo'.
Parece que toda la obra pública estaba condenada a sufrir larga demora hasta llegar al ansiado término de su conclusión, por causas que no es difícil comprender y que nosotros no queremos manifestar por no pertenecer al objeto que nos hemos propuesto de meros cronistas; porque en 1839, es decir, veinte años después, la municipalidad en atención a que no está acabado el edificio, en la parte que comprende el sitio rematado por don Tadeo Cortés, mandó que le notificase dándole de término 'hasta el mes de mayo venidero' (1840).
El 10 de enero de 1843, aún no estaba concluida la parte del edificio que mira al Sur.
Un año después, es decir el 27 de mayo de 1844, se hizo publicar por bando el reglamento de la recova, lo que prueba que por fin se había concluido.
Habíase empleado hasta su conclusión, veinte y cinco años".
En "Ensayos biográficos" de Miguel Luis Amunátegui, y después en "José Joaquín Vallejo, 1811-1858" de Raúl Silva Castro, se reproducen los siguientes comentarios del gran escritor y periodista Vallejo, más conocido por su pseudónimo Jotabeche, cuando observa el estado del edificio del mercado municipal serenense en 1843, al regresar a la ciudad de su infancia:
"Sigo adelante; una iglesia hay al frente: ¡San Agustín! y a su lado la Recova; la he reconocido sin titubear; se halla a medio concluir como la dejé hace catorce años, ni un adobe más ni un miasma menos. ¡Qué cosa tan estable!"
Los comentarios de Jotabeche inducen a entender que la etapa final de las tan retrasadas obras, fueron concluidas después de su descrita mirada; es decir, recién en el último año de 1843 a 1844 antes de ser entregado el edificio, probablemente por un ultimátum o una intervención de emergencia, casi 50 años después de que el Cabildo comenzara a manifestar su intención de contar con este recinto en la ciudad.
Fotografía del diario "El Día" mostrando el incendio de 1965.
Así quedaron los locales destruidos por el fuego, en foto de "El Día".
LA ANTIGUA RECOVA
Aparentemente -y como si la espera hubiese sido poca-, hubo una remodelación importante del mercado hacia 1870 o antes, como puede deducirse de esta nota a pie de página donde Concha dice -ya en su época- sobre la referida conclusión de las obras:
"Es decir hasta llegar el edificio al estado en que se encontró cuando se demolió para construir el que se ha principiado, y que Dios mediante, como van las cosas, no veremos concluido".
El aspecto del mercado que llega al siglo siguiente habría sido el de este período, entonces, lo que explicaría los detalles más neoclásicos del edificio decimonónico que albergó por tantos años a La Recova, ya que este estilo es más propio en Chile a partir de la segunda mitad de su centuria. De un piso amurallado con adobe y con patio interior de pabellón de madera, su exterior tenía cuatro entradas principales con arco y frontón, escoltadas por un par de pilastras a cada lado, más portones menores alineados y también con un gablete superior sobre la ubicación de cada dintel. En las fotografías se observa que todo el contorno superior rodeaba la cornisa con una banda o carcasa de madera, frecuente en los edificios bajos del siglo.
Por su costado Norte del predio, el Pasaje de la Recova ya era llamado así desde el siglo XIX cuando correspondía a un mero callejón que continuaba por la actual calle Zorrilla hacia el oriente. Esta vieja Calle de la Recova donde está el pasaje, fue prolongada hacia 1875 al unírsela con la Calle de Salas, para lo cual debieron realizarse expropiaciones en los terrenos de los vecinos.
Una segunda remodelación del edificio debió ejecutarse entre los años 1926 y 1930, a causa del deterioro causado por el peso de los años y la huella de grandes temblores.
Un folklórico calor popular reinaba dentro de este lugar en sus buenos años. En la recopilación de Ricardo Antonio Latcham titulada "Antología: crónica de varia lección" de 1965, dice el autor recordando el aspecto de general del ambiente clásico que había existido en este edificio:
"La Recova de La Serena ostenta el sello de los mercados peruanos y de los árabes, con su penumbra deliciosa, su abigarrada exhibición de productos y la vivísima explosión frutal. Los caballeros antiguos, de los Dieciochos, trillaban el piso y bailaban con las famosas mujeres de doña Pancha Catorce y de la Teresa Norambuena, a quien punzó el ingenio satírico del cronista don Manuel Concha. Brotaban los sones del cuando, del San Martín, de la sajuliana y de la zambacueca, mientras las niñas cantoras entonaban esta copla:
Tienes una cinturita
que anoche te la medí,
con una vara de cinta,
catorce vueltas te di.
Viva esencia coquimbana, hoy desvanecida como el fulgor de los hornillos del Brillador, como el eco melodioso de las consejas y como el zumo primerizo de los vinos de Samo Alto".
Para dar agua a los muchos caballos y mulas que llegaban con las carretas y los arrieros, se habilitó una pila por el lado de Rengifo, la que estuvo hasta avanzado el siglo XX situada allí frente a la actual calle Zorrilla. En fotografías de los años 50, se observa en este abrevadero un mensaje pintado celebrando los 400 años de la fundación de la ciudad (1542-1944). Y parecería también que este lado trasero era de mayor actividad, a diferencia de lo que sucede ahora, siendo conocidos en su época los locales comerciales del propio edificio y otros del entorno inmediato, como la tienda de abarrotes de los Olivares y el almacén Papic en la esquina de Zorrilla.
El actual edificio, inaugurado a principios de los años 80. Entrada principal.
Vista del edificio actual por el lado de Rengifo con Cantournet.
DESTRUCCIÓN Y RUINA
El sector de La Recova era, estética y culturalmente hablando, de un típico barrio de mercados, no exactamente atractivo al concepto turístico de entonces pero sí funcional y urbanísticamente muy interesante para la identidad de la metrópoli, con un gran comercio que no se restringía sólo al edificio principal, sino también a los del vecindario, como suele suceder con las viejas plazas de abastos.
Sin embargo, todo este encanto comenzó a morir con un incendio declarado la noche del sábado 4 de septiembre de 1965, pasadas las 23 horas, ocasión en la que se quemaron varios locales del edificio histórico. Así informaba el diario local "El Día", a las pocas horas después, el domingo 5:
"El fuego destruyó totalmente un almacén de abarrotes, el Restaurante Escolar, una frutería y tres negocios menores. Las llamas amenazaban extenderse a todo el inmueble cuando entraron en acción los bomberos. Propietarios de los establecimientos en peligro de ser alcanzados por el incendio procedieron a sacar algunas de las mercaderías. El fuego apareció en el almacén ubicado en Cantournet con Rengifo. Numeroso público curioso llegó hasta el lugar del suceso".
A la vista saltó de inmediato la necesidad de reconstruir el edificio, pues el daño fue enorme, con estimación inicial de unos 200 millones de pesos en pérdidas. El más afectado en el siniestro resultó ser el comerciante Diógenes Cayo, quien prácticamente nada salvó de su mercadería ni de las instalaciones de su negocio. Autoridades como el alcalde José Morales Adriazola y los regidores, además del Director Regional de Educación Tomás Larraguibel, se presentaron rápidamente en el lugar, constatando la dantesca escena de destrucción.
Desde entonces, el edificio siguió funcionando parcialmente, pues se postergó la posibilidad de construir uno nuevo permaneciendo arruinado por varios años más y volviéndose así un sitio peligroso, además de refugio de mendigos. En su obra "La Serena que yo veo y siento: evocaciones y recuerdos", Hugo Thenoux Moure cuenta, en 1987, algo sobre un curioso personaje que vivía en la indigencia entre las ruinas de La Recova, durante este oscuro período del edificio:
"Cipriano se había constituido en un personaje popular de la ciudad. Su hábitat eran los murallones semi-destruidos del edificio de la Recova en La Serena. Su figura encorvada, su raída vestimenta, los zapatos rotos que debieron ser sandalias en un tiempo, eran característicos, además de ese hedor peculiar a ropa puesta día y noche largamente. Tal vez para amortiguar el frío y como utensilio de trabajo cargaba un saco al hombro, como recolector de desperdicies y de almohada en las frías noches.
Su compañero era un fiel perro que él denominaba 'Negro' debido al color de su pelaje. Un animal enjuto, con la cola perdida en sus extremidades posteriores y de costillas desmembradas. Perfecto complemento entre hombre y animal".
Sin embargo, en la espera para que el arruinado edificio fuese demolido y reemplazado por un mercado más moderno, la región fue azotada por el violento terremoto de Coquimbo del 13 de mayo de 1975, que terminó de inutilizar al antiguo inmueble comercial. Si bien el exterior que aún permanecía en pie pudo resistir, al interior la destrucción y los daños estructurales fueron graves, poniendo fin a la primera y larga etapa de la historia de La Recova de La Serena.
Pasillos del segundo piso, lado del pasaje peatonal, en sector de restaurantes.
EL ACTUAL EDIFICIO
Con los comerciantes del destruido edificio incómodamente concentrados en un galpón del sector de las calles Cienfuegos con Gregorio Cordovez (frente al Museo Arqueológico, en donde ahora se encuentra un centro comercial con supermercado), La Serena clamaba por la urgente de reconstrucción de las instalaciones del antiguo sector de La Recova.
Luego de sesudos estudios y evaluaciones realizados especialmente durante la alcaldía de Eugenio Munizaga Rodríguez y con participación de la Corporación Industrial para el Desarrollo Regional, que tuvieron gran importancia en el inicio del proyecto, se decidió levantar el nuevo mercado en el mismo sitio del anterior, quedando encargado a la Constructora CAM.
El edificio proyectado tenía cierta alusión al estilo del desaparecido bajo sus cimientos, con portalones de entrada y arcadas en los pasillos-balcones del contorno, aunque ajustándose a la evocación colonial de la ciudad asegurada por el Plan Serena. Con dos pisos (unidos por la que se estima como la primera escala mecánica que tuvo la ciudad), se dividiría en dos espaciosos patios dentro de una planta de forma más o menos rectangular, más estrecha hacia el lado de Cienfuegos aunque con una mejorada explanada allí, mientras que se vuelve más amplia por el lado de Rengifo, con plaza dura y estacionamientos, conservándose el paso peatonal que lo delinea lateralmente y que ahora la separa del Centro Comercial La Recova y del supermercado, espacios que configuran la cuadra completa del barrio comercial hasta el lado de calle Brasil, por el Norte.
El edificio nuevo, con cerca de 140 locales y cuya inversión alcanzó los 104 millones de pesos, fue inaugurado el 26 de agosto de 1981, con presencia del propio General Augusto Pinochet al mando del país, más las autoridades regionales y una invitada especial: la señora Rosa Markmannde, viuda del ex Presidente Gabriel González Videla, por largos años representante parlamentario de la región y gestor del mencionado Plan Serena.
El cambio suscitado en todos estos acontecimientos, sin embargo, tuvo un efecto que no todos los serenenses evalúan positivo: el viejo rasgo del mercado como plaza de abastos y feria popular de productos, se perdió para cederle prioridad a las características de un centro comercial más turístico, abundante en productos emblemas de la región como sus famosos confites de papayas, quesos de cabras, figuras de madera de Guayacán, cerámicas y joyería de imitación diaguita, alfombras y tejidos de lanas (ovina y camélida), además de instrumentos musicales, libros antiguos y muchos recuerdos artísticos para viajeros, especialmente los de piedras de la zona como la combarbalita, el lapislázuli o las rocas calizas de Juan Soldado.
En La Recova de hoy, con su feria artesanal y las presentaciones artísticas de la explanada donde están las fuentes ornamentales de aguas, se hace casi un atractivo imprescindible la visita del lugar para quien se proponga conocer la ciudad. Hasta se cuenta de un supuesto fantasma que moraría dentro del edificio, aunque la grabación del mismo por una cámara de seguridad hace pocos años, no reveló más que una indefinida marcha blanca haciendo acrobacias frente a unas rejas. Son especialmente celebrados por los turistas sus restaurantes y cocinerías del contorno en ambos pisos, con platillos marinos como mariscales, caldillos, pescados fritos, ceviches en versión serenense, etc., y comidas rápidas al paso por el lado del pasaje, principalmente; además, está la allí presente la repostería regional con papayas confitadas, pasteles locales, helados frutales de la zona, frutos secos en almíbar y manjar blanco; y por supuesto, sus traguitos característicos de la zona como adaptaciones del pisco sour, el "Serena libre"y otros a base de jugo de papaya o frutas elquinas.
Vista del patio interior, lado oriente.
El segundo patio del recinto, lado poniente.

PROPUESTA DE PASEO ROMÁNTICO PARA PAREJAS SANTIAGUINAS: RUTA URBANA DEL AMOR POR LOS PARQUES FORESTAL Y BALMACEDA EN EL DÍA DE SAN VALENTÍN (PARTE I)

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“La carta de amor”, cuadro de Pedro Lira, 1889.
Bueno, ya se sabe bien: se viene veloz por el calendario el famoso Día del Amor y la Amistad o más bien Día de San Valentín que, gusto o no (y al igual que me sucede con el Halloween) ya no cabe duda de que quedó definitivamente introducido en la sociedad chilena, dándole a los enamorados al menos un día para compartir como quisiéramos poder hacerlo todo el año, si la billetera, la oferta comercial y el propio modus vivendi exigido por las ciudades así lo permitiera.
Supongo que, como en el caso del germánico Oktobersfest, las fiestas irlandesas del Día de San Patricio y hasta la versión de la españolísima Tomatina en Quillón, no hay más opciones que mejor verle el lado positivo a las posibilidades de diversión adulta de este día de corazones.
Es más: según lo que reflejan los medios, en nuestra capital el Día del Amor o de los Enamorados ya se ha impuesto por la publicidad a la importancia del aniversario de la Fundación de Santiago (dos días antes) y a la fecha de la Reincorporación de Antofagasta (el mismo 14) que, por muchos años, fue la verdadera fiesta nacional de los calendarios en ese día... Sin embargo, creo poder dar con una fórmula para abarcar cuestiones de cultura e historia santiaguinas aprovechando la coyuntura en la agenda, y así dejar esta propuesta a los lectores una ruta para enamorados que tracé hace poco más de un año para una idea de turismo "a pie" y que, por diferentes razones, nunca se pudo concretar a tiempo; ni entonces ni ahora.
Creo así que lo mejor es sacrificarla como el chanchito robusto que el dueño ya no puede mantener en el chiquero pero que, con su inmolación, podría ser aprovechado por muchos invitados, en este caso parejas con corazones y cupidos colgándoles bellamente alrededor como las guirnaldas del pino navideño. Corresponde a una jornada de caminata bastante recta y con la exposición por lugares, sitios y monumentos asociados de alguna manera al registro del amor y el romanticismo en nuestra ciudad. Además, es un trayecto a pie relativamente breve (2 kilómetros, aproximadamente) y muy céntrico, que pasa por lo siguientes puntos:
  1. Plaza y Posada del Corregidor Zañartu
  2. Esquina de Mac Iver con Esmeralda
  3. Miraflores con Ismael Valdés Vergara
  4. Parque Forestal, borde de Miraflores
  5. Costado del Museo de Bellas Artes
  6. Esquina de José María Caro con José Miguel de la Barra
  7. Parque Forestal, sector de la hondonada
  8. Parque Forestal, Merced frente a Paulino Alfonso
  9. Parque Forestal, Merced frente a Estados Unidos
  10. Parque Forestal, Merced frente a Irene Morales
  11. Punta de diamante de Merced con Alameda
  12. Esquina de Vicuña Mackenna con Andrés Bello
  13. Monumento al Presidente Balmaceda
  14. Parque Balmaceda frente a Obispo Pérez Espinoza
  15. Obelisco de Providencia
  16. Puente Racamalac o Condell
Siguiendo una sugerencia, esta ruta a pie la había concebido principalmente para parejas de enamorados y/o solteros de ambos sexos que busquen compañía o que tengan pretensiones de conocer posibles parejas en esta clase de actividades; y aunque fue creada en el contexto de la efeméride de marras, es decir el mentado Día de los Enamorados, por supuesto que funciona en cualquier otro momento del año siempre y cuando el calor de las flechas del amor siga punzando (y quisiera creer que existen parejas interesadas en estos temas)... Por experiencia persona ya sé, además, que ese flechazo puede suceder en cualquier momento de la vida, pues está lejos de necesitar un día.
Veamos si les gusta, entonces, como va a continuación y dividido en dos partes para comodidad de su lectura en este blog. He dado más altura y seriedad a esta propuesta que en su versión original, además de agregarle varios informativos más que, en una mera instancia de recorrido patrimonial, había omitido.
Ruta, en base a imagen de Google Earth (Clic encima para ampliar).
INTRODUCCIÓN SOBRE EL DÍA DE SAN VALENTÍN
  • La leyenda de San Valentín: Según el mito, San Valentín era un clérigo del cristianismo primitivo que, en el siglo III, casaba en secreto parejas comprometidas bajo el signo de Cristo en Roma. Sin embargo, el Emperador Claudio II, que había prohibido los casamientos y muy especialmente los de rito cristiano, lo hizo presentarse ante él y explicarle su desobediencia. Al ver que Valentín no estaba dispuesto a ceder a las presiones para detener su labor, le mandó a la cárcel ordenando que fuera torturado y ejecutado el 14 de febrero del año 270, que por la misma razón pasó a ser su día onomástico en el calendario. La leyenda dice que, durante el cautiverio, el carcelero llamado Asterius desafió a Valentín en tono burlón a devolverle la vista sólo con amor a una hija que tenía este guardia y que era ciega de nacimiento, llamada Julia o Juliana. El sacerdote lo hizo allí mismo impresionando de tal manera al celador, que éste se convirtió de inmediato a la fe de Cristo. En agradecimiento, posteriormente Julia habría plantado después un almendro en la tumba de Valentín, árbol, flor y frutos que han sido tradicionalmente tomados como símbolos del amor perpetuo. La industria chocolatera ha explotado especialmente esta asociación, por cierto.
  • Sobre el Día del Amor y la Amistad o de los Enamorados: El día del martirio y ejecución de San Valentín, 14 de febrero, fue escogido por los primeros cristianos como el Día del Amor y la Amistad, en recuerdo del personaje. Si bien la Iglesia Católica intentó suprimir el carácter onomástico de esta fiesta a fines de los años sesenta, ante la posibilidad de que el santo sea de origen pagano precristiano o incluso legendario más que histórico, la celebración no sólo se mantuvo en Europa, sino que siguió dispersándose rápidamente por el mundo, muy en especial desde países de habla anglo, llegando así a países latinoamericanos. El cine, la televisión, la literatura y las artes escénicas parecen haber influido bastante en esta expansión de la fiesta.
  • Introducción de las celebraciones en Chile: Si bien el Día del Amor se celebraba en Chile de manera íntima y más discreta desde antaño, fue a partir de una iniciativa del Círculo de Publicistas que, a partir de 1983, comienza a ser adoptado de manera más oficial y pública como “Día de los Enamorados” en nuestro país, especialmente en Santiago, como consecuencia de una de las varias campañas que cundieron por entonces para mejorar las ventas del comercio en los alicaídos días afectados por la Recesión Mundial de 1982. La popularidad del Día de San Valentín en nuestro país es, pues, de origen comercial, motivando pautas de consumo, así que con este pequeño esfuerzo veremos si se lo puede dignificar un poco.
Postal italiana de San Valentín, el Santo del Amor.
1.- PLAZA Y POSADA DEL CORREGIDOR ZAÑARTU
Coordenadas:  33°26'4.43"S 70°38'53.22"W (Esmeralda con Las Ramadas, punto de inicio)
  • La Posada del Corregidor en tiempos de Portales: El edificio colonial tipo casa-pilar que domina y da nombre a la plaza se remonta al siglo XVIII y fue declarado Monumento Histórico Nacional desde 1970. Tuvo un intenso pasado chinganero y también como sitio de amores furtivos y lascivos, partiendo por los tiempos en que funcionó en él la llamada “Filarmónica” de don Diego Portales y sus amigos estanqueros, que funcionaba como una suerte de club recreativo y cabaret privado con mucha música, cuecas y “niñas felices” del ambiente festivo de 1830. Importantes figuras y fonderas del ambiente criollo brillaron allí, como la Ña Cata, regenta de la chingana “El Parral”. Su ubicación no es casual, pues la calle Esmeralda era llamada Calle de las Ramadas desde hacía tiempo por la cantidad de locales de diversión popular que funcionaban en ella, y que después fueron reemplazados por boîtes y lupanares al avanzar los años.
  • Regreso de fiesta a la Posada del Corregidor en el siglo XX: Tras esta época, la casona fue local de actividades comerciales menores hasta que, en 1926, la compra un señor llamado Darío Zañartu Cavero y la reconvierte en la “Posada del Corregidor Zañartu”, creándose la leyenda de que allí había vivido el Corregidor Luis Manuel de Zañartu en el siglo XVIII. En el renovado sitio se instaló el otrora célebre “Restaurante La Posada del Corregidor” de don Pedro Fernández y Fernández, apodado “El Caballero de la Noche”, siendo un lugar visitado por escritores y poetas. Fue también otro refugio de amores pecaminosos  y clandestinos, donde hubo anécdotas insólitas con las infidelidades que allí encontraban alero. Era tan conocida su fama como centro de reuniones de amantes que las salas solían ser muy oscuras y los mozos atendían con una pequeña linternita a los clientes. A pesar de la precaución, en una oportunidad hubo una gran gresca descrita por el periodista de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, más conocido como Rakatán, cuando vio cómo un matrimonio se encontró accidentalmente allí dentro, ambos con sus respectivos amantes y sentados en mesas muy cercanas, desatándose el caos.
  • Plaza de las Ramadas: Andes de ser la Plaza del Corregidor, ésta era la Plaza de las Ramadas, en el descrito barrio de antiguas aventuras furtivas de las que quedan sólo  recuerdos de la época dorada de prostíbulos y moteles en calle Esmeralda, sobreviviendo algunos allí aún. La Plaza de las Ramadas fue, además, el sitio donde se instaló el primer teatro republicano de Chile, fundado en 1818 por don Domingo Arteaga y que más tarde se trasladó al sector donde está hoy el Palacio de los Tribunales de Justicia. La gente iba en familia y con sus propios asientos para ver las obras del teatro en la plaza.
  • El Puente de Palo: Durante los siglos XVIII y XIX desembocaba justo sobre esta plaza un largo y estrecho puente de madera que conectaba con la entrada de avenida Recoleta, siendo llamado Puente de Palo o Puente Viejo, construido hacia 1762 y desaparecido en 1888 durante la canalización del Mapocho. Este paso peatonal y de caballos desmontados sobre el río era sitio de encuentro para parejas apasionadas en los primeros años de la república, especialmente después de la construcción del más expuesto y abierto Puente de Cal y Canto, al poniente. El Puente de Palo, en cambio, era más solitario y tenía un techado que facilitaba la “intimidad” interior, al punto de tener que instalársele una caseta de guardias para vigilar las “buenas conductas” de quienes pasaban por él, historia que es confirmada por autores como Carlos Peña Otaegui en su “Santiago de siglo en siglo”.
Puente de Palo, que unía Recoleta con la Plaza de las Ramadas (del Corregidor)
Plaza y Posada del Corregidor en nuestros días.
2.- ENTRADA A EX QUINTA FERNÁNDEZ CONCHA
Coordenadas:  33°26'5.11"S 70°38'51.30"2  (esquina de  Mac Iver con Esmeralda)
  • El antiguo predio de los Fernández Concha: Detrás del portón de Mac Iver 702, estaba la propiedad que perteneció a la acaudalada y aristocrática familia Fernández Concha, vinculada a propiedades como la Casona de Las Condes y el Portal Fernández Concha. También fueron dueños de la Posada del Corregidor antes de su reconversión y mecenas de innumerables obras, como la ermita del Cerro Santa Lucía. Además, fueron dueños de los terrenos de la cuadra donde ahora están el ex convento ocupado por la Universidad Mayor y la vecina Iglesia de San Pedro.
  • Madre María de San Agustín Josefa Fernández Concha: En este mismo lugar nació la Sierva de Dios María Josefa Fernández Concha en 1835, en el seno de tan rica familia. Sin embargo, ella destacó por su generosidad y su labor benefactora, especialmente de amor y atención a los más necesitados. Siendo muy niña, María y su madre iban a dar ayuda a barrios muy pobres de la ciudad, experiencia que la marcó profundamente y que motivó su ingreso a las monjas del Buen Pastor hacia 1862, asumiendo como María de San Agustín y dedicándose por entero a la caridad por los desvalidos, especialmente por las mujeres, fundando más de 35 casas de acogida, órdenes y comunidades de asistencia por Chile, Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay, hasta su muerte en 1928, a los 93 años. Símbolo femenino del amor al prójimo, desde Argentina se inició su proceso de beatificación y canonización que sigue en manos de la Santa Sede.
Acceso a la ex propiedad Fernández Concha, a la derecha.
Desaparecida placa que conmemoraba el nacimiento de la Sierva de Dios en el lugar.
3.- EDIFICIO ESQUINA "DRESDEN"
Coordenadas:  33°26'6.17"S 70°38'45.29"W  (esquina de Esmeralda con Miraflores)
  • Ex Hotel Dresden: Elegante edificio neoclásico-germánico con toques claramente románticos en su decoración, de inteligente solución de espacio en esta curiosa esquina formada por el encuentro de las calles Miraflores, Ismael Valdés Vergara y Esmeralda. Fue proyectado en 1917 por la oficina de los arquitectos Alberto Schade y Rodulfo Oyarzún Philippi. Su estética romántica se debe a que albergó por muchos años a un hermoso hotel llamado “Dresden”, uno de los más elegantes de Santiago Centro, con un restaurante-bar propio que fue lugar de visitas para parejas y encuentros durante la época de la bohemia clásica de Santiago y hasta más o menos los años noventa, cuando comienza a cerrar sus actividades.
  • La antigua prostitución del Mapocho: En contraste con la elegancia del hotel, la fama del sector del Mapocho y el Parque Forestal como lugar de amores furtivos y pecadores, fue lo que mantuvo a estos barrios con identidad de lugares interesantes para la “remolienda” por muchos años más. A las prostitutas que iban por el río y sus puentes las llamaban “patines de segunda” en la jerga popular, ya que andaban “a pata” (a patín, de ahí viene el“patinar”) y no tenían el prestigio de las “de primera”, que trabajan por el sector más céntrico de Santiago, cerca del barrio comercial. En el área más cercana a las calles José María Caro, Mapocho y sobre todo Balmaceda, las trabajadoras sexuales recibían el burlón apodo de las Balmacedas del Río, parodiando un aristocrático apellido compuesto pero en realidad aludiendo a la Avenida Balmaceda abierta hacia el año 1927 y a la cercanía con el río Mapocho que era su lugar de operaciones.
Edificio del ex hotel Dresden.
Ángeles querubines decorando el ex hotel.
4.- SECTOR PARQUE FORESTAL
Coordenadas:  33°26'4.92"S 70°38'44.02"W (cuadra al final de Miraflores)
  • Origen del Parque Forestal: Tras la canalización y estrechamiento del río Mapocho entre 1888 y 1891, este parque con paseo fue construido cerca del Primer Centenario de la República sobre los terrenos ganados en los trabajos encajonando al río, volviéndose de inmediato uno de los parajes más románticos y preferidos de los enamorados en la ciudad de Santiago, además de distinguido por sus varias estatuas y monumentos conmemorativos. La primera etapa de este paseo se inauguró hacia esta cuadra donde están los museos, a modo de jardines y patios del gran edificio, por el año 1905, prolongándose después más hacia el poniente y con las intervenciones de los paisajistas Guillermo Renner y Jorge Dubois en el resultado de su aspecto definitivo.
  • Relación del parque con el antiguo Paseo de los Tajamares: En parte, se hizo esta arboleda del Parque Forestal con senderos interiores y plazas, para recordar el antiguo Paseo de los Tajamares que por allí se extendía antes en tiempos coloniales, convirtiéndose de inmediato en un paraje encantador para la ciudad de Santiago, rasgo que ha mantenido y perpetuado hasta nuestros días.
Parque Forestal en 1920. Postal fotográfica de Adolfo Conrado.
5.- PALACIO DE BELLAS ARTES DE SANTIAGO
Coordenadas:  33°26'7.08"S 70°38'36.86"W  (José Miguel de la Barra llegando a Cardenal Caro)
  • Museo Nacional de Bellas Artes: este extraordinario edificio es el símbolo de la ostentación neoclásica de influencia francesa que se imitaba en la arquitectura chilena hasta los tiempos del Primer Centenario, a cuya época el palacio pertenece de forma rotunda. Con una estética también romántica y naturalista con toques de art nouveu, el edificio fue encargado en 1905 a los planos del arquitecto chileno-francés Émile Jéquier para albergar al antigua Museo Nacional de Pinturas creado en 1880, siendo inaugurado en 1910 en plenas celebraciones del Centenario Nacional para servir de sede al Museo y a la Escuela de Bellas Artes, con una gran exposición que tuvo innumerables artistas extranjeros y delegaciones como invitados. Su fachada está basada en la del Museo Petit-Palais, uno de los edificios más hermosos y fotografiados de la ciudad de París.
  • El Amor entre las colecciones del Museo: Nuestro museo alberga también importantes piezas y obras vinculadas al sentimiento y a las alegorías del amor en todas sus manifestaciones, entre las que destacan las siguientes:
    • La famosa pintura de “El huaso y la lavandera”, del alemán Mauricio Rugendas, 1835, considerada una verdadera “instantánea” criollista de su época, donde se observa a un galante huaso a caballo coqueteando y quizás cortejando a una muchacha que lava ropa en una orilla riberana.
    • Óleo “El Columpio” del francés Raymond Monvoisin, hecho hacia el año 1840, que muestra una curiosa escena de connotación pasional entre dos mujeres casi adolescentes y vestidas muy ligeras, probablemente con un contenido tácitamente lésbico en la intención íntima del autor de la obra, pero poco explícito o no tan manifiesto a causa de la estricta moral de la época.
    • La escultura en mármol “Dafne y Cloé”, de Virginio Arias, 1885. Representa a los amantes de la novela griega de Longo (siglo II) que, según dicho texto, habían sido dos niños encontrados por pastores, criados juntos y entre los cuales nace un amor incontenible.
    • Óleo “La Carta” de Pedro Lira, de 1889, también llamada “La Carta de Amor”, representando una escena esencialmente de pintura romántica, donde se muestra a una muchacha en traje aristocrático y casi de espaldas, que oculta una carta desplegada tras de sí y mirando atenta hacia una puerta, como si temiera ser descubierta con su secreto.
    • Escultura en yeso y engobe “Maternidad” de Laura Rodig, hecha hacia 1925 según se cree (no existe fecha precisada), que representa la imagen arquetípica del amor de la madre por su hijo acurrucado en sus brazos y lactando. La maternidad en general fue una de las grandes inspiraciones para las obras de la escultora y pintora chilena.
    • Óleo “La Viajera” de Camilo Mori, de 1928, que según algunas interpretaciones sobre el rostro del personaje y la forma en que toma el libro en sus piernas, podría mostrar a una mujer en un tren que va en actitud introspectiva, saliendo de una vida para enfrentar otra, luego de una decepción sentimental o de caer en una situación de soledad. Se sabe, por declaraciones de la esposa del pintor, que el tren representado era el vagón de tercera clase del ferrocarril Santiago-Valparaíso, donde Mori vio a una mujer en un viaje pidiéndole permiso para hacer un boceto y luego convertirlo en este óleo.
  • El arquetipo del Amor trágico y eterno en el Arte: Nos detenemos en un trabajo en particular de la colección del Museo de Bellas Artes, correspondiente al óleo sobre papel “Dido y Eneas” del alemán Ernest Kirchbach, hecho hacia 1895 aproximadamente, en base a la ópera barroca de Henry Purcell y Nahum Tate del siglo XVII. Los personajes protagonistas son Dido la Reina de Cartago y Eneas héroe de Troya, dos enamorados cuya relación provoca la envidia de los dioses y es castigada con crueldades del destino que los obligan a separarse, hasta que ella muere. El argumento de esta obra echa mano al Arquetipo del Amor Trágico: del amor que se vuelve eterno al ser alcanzado y sublimado por la muerte, imagen que se representa en innumerables mitos y obras literarias como las tragedias de Isis y Osiris en la mitología egipcia, Tristán e Isolda o Lancelot y Ginebra en la tradición arturiana, Romeo y Julieta en la literatura de Shakespeare, Fausto y Margarita en Goethe, etc. Se repite incluso en temáticas más modernas del cine, como “Love Story” o “Titanic”, o en inspiración de canciones como la célebre "Don't fear the reaper" de la clásica banda rock neoyorkina Blue Oyster Cult.
  • El caso de Dante: Pueden ser ideales de ficción los que asocian el Amor y la Tragedia, principalmente, pero que muchas veces se han tenido ejemplos en el mundo real y hasta inspirado las obras que las representan, como en el caso de Dante Alighieri y Beatriz Portinari, que el autor italiano del siglo XIII trasladó después al mundo ficticio y mágico de “La Divina Comedia”. Dante conoció a Beatriz cuando niño y la reencontró terminando la adolescencia, enamorándose perdidamente de ella, con quien nunca pudo establecer una relación por las cosas del destino. Beatriz murió cuando sólo tenía 23 años, destrozando el corazón del poeta florentino.  Aunque hay versiones negando alguna proximidad real entre Dante y Beatriz mientras ambos vivieron, no hay duda de que él la idealizó en sus obras con poemas como éste de “La Vida Nueva”, escrito poco después de la tragedia:
Lleva en sus ojos al amor sin duda
la que embellece todo lo que mira;
y tal respeto su presencia inspira,
que el corazón le tiembla al que saluda.
Dobla él la faz que de color se muda
y sus defectos al sentir suspira;
huyen ante ella la soberbia e ira;
¡oh bellas, dadme en su loor ayuda!
Toda dulzura, toda venturanza
nace el alma del que hablar la siente;
mas, si en sus labios la sonrisa brilla,
se muestran tal, que ni la lengua alcanza
nunca a decir, ni a comprender la mente
tan nueva e increíble maravilla.
  • Las sociedad secreta del Amor Eterno: Hoy se sabe que Dante, tras esta triste pérdida, se hizo miembro de una antigua sociedad secreta llamada orden de los “Fedeli d'Amore” (los “Fieles del Amor”), a veces denominados también los Fede Santa y con un vínculo que algunos relacionan incluso con los eslóganes de los Caballeros Templarios y la tradición cátara, dependiendo de las pocas fuentes que se refieren a ellos. También habrían sido miembros de esta curiosa orden el pintor Pedro de Pisa, el escritor humanista Boccaccio, el filósofo Brunetto Latini y el cardenal Francesco da Barberino. Estudiados por autores como René Guénon y Julius Evola, los “Fedeli d'Amore” visualizaban una cosmología poética y mística del amor como puerta iniciática y también como prueba espiritual en el caso de pérdida; es decir, de la consumación del Amor Trágico-Eterno, pues tenían consciencia de la presencia de este arquetipo manifestándose en el mundo profano. Los iniciados de la orden italiana incluso tenían un rito llamado “industria”, que consistía en atesorar solemnemente ciertos objetos específicos de una amada muerta, incluyendo un mechón de sus cabellos con algún un pañuelo o prendedor de ella, en una bolsa de seda, terciopelo o brocato, guardado por el resto de la vida del amante que ha quedado solo y llevándolo colgado en su pecho en ocasiones especiales, hasta la tumba. Hay quienes ven en la Biblia, además, alguna indicación que habría inspirado parte de la filosofía mística de esta agrupación y de otras parecidas que pudieron existir en Europa, particularmente en los “Cantares”, donde dice:
Ponme por sello sobre tu corazón,
ponme por marca sobre tu brazo, porque
el amor es poderoso como la muerte
implacables como el infierno los celos;
sus brasas, ardientes,
y un volcán de llamas.
  • ¿Un “Fideli” en Chile?: Para curiosidad de muchos, en Chile también hubo un personaje del mundo intelectual que parece haber formado accidentalmente parte de la tradición de la sociedad secreta de los “Fideli d’Amore”. Se trata del escritor y poeta Miguel Serrano Fernández, tras la trágica muerte por cruel enfermedad de su amada, llamada Irene, a quien llamaba Allouine. Más conocido por sus filiaciones nacionalsocialistas y esotéricas que le costaran el reconocimiento abierto de la comunidad literaria, este autor fundador de la Generación del 38 vivió justo en este mismo Barrio Bellas Artes, junto al Cerro Santa Lucía, hasta su muerte en 2009. La trágica relación con Allouine inspiró tres de los libros más hermosos que se han escrito en las letras hispanoamericanas dedicadas al Arquetipo del Amor Eterno y llenos de claves místicas para los buscadores de símbolos esotéricos: “Elella, el libro del Amor Mágico”, “Nos. El libro de la resurrección” y “Las visitas de la Reina de Saba”, obra esta última que le fue prologada por el famoso psicólogo suizo Carl Gustav Jung. Amigo personal de Serrano, Jung concibió –entre muchas otras cosas- la teoría del “ánimus” y el “ánima” como los complementos proyectuales del principio masculino-femenino de la espiritualidad y del inconsciente humanos, basado precisamente en la imagen ideal del Amor Eterno. Serrano declaró en sus “Memorias” que fue una poética casualidad el que hubiese realizado el mismo protocolo de la “industria” con recuerdos de Allouine sin haber sabido antes de este rito; empero, el paradigma de la tragedia fue que lo condujo a la situación, y era el mismo del que tenían conciencia los “Fideli d’Amore” en su tiempo, agregando como corolario al recordar la dolorosa pérdida de su amada:
“Es éste un Arquetipo, en el más profundo sentido platónico, que nos poseyó (a un hombre y a una mujer) y que por eso nos daba la impresión tan viva de su repetición. Porque el Arquetipo es uno y busca cumplimiento, igual, idéntico a sí mismo y para siempre, por la Eternidad. Somos juguetes, hojas barridas por el viento cósmico. Y no podemos hacer nada más que lo que es, vuelve y retorna eternamente. El Amor Eterno está indisolublemente unido a la Muerte”.
Palacio de Bellas Artes en 1920.
“El huaso y la lavandera”, de Mauricio Rugendas, 1835.
“El Columpio” de Raymond Monvoisin, de 1840 aprox.
Escultura “Dafne y Cloé”, de Virginio Arias, 1885.
“Dido y Eneas” de Ernest Kirchbach, 1895.
Dante y Beatriz de "La Divina Comedia", por mano de Doré.
6.- SECTOR CASTILLO DEL PARQUE FORESTAL
Coordenadas:   33°26'6.75"S 70°38'33.64"W (esquina con Cardenal Caro)
  • Monumento Francés a la Libertad: Ubicado exactamente enfrente del Palacio de Bellas Artes, fue donado por la Colonia de Francia a Chile en testimonio de amistad y de gratitud, para conmemorar el Centenario Nacional. Encargada a los artistas H. Gressi y Simón González, su instalación alegorizando a la Libertad hizo que este sector del parque fuera llamado Plaza Francia. Recordar que el Día de San Valentín incluye también al sentimiento de la amistad, y esta es una de las más notables demostraciones de tal en la ornamentación pública de la capital chilena.
  • Castillo del Parque Forestal: Hoy cafetería y restaurante, este sitio apodado “El Castillito” fue considerado todo un símbolo arquitectónico del barrio, erigido también hacia el Primer Centenario. Levantado con planos del paisajista alsaciano Guillermo Renner, quien lo tenía por su oficina y residencia, ha sido utilizado por restaurantes, dependencias municipales y una rotación de otros usos a partir de los años 40. También era uno de los sitios infaltables para los paseos de enamorados por el Parque Forestal, y cuentan antiguos vecinos que hubo una época en que las parejas visitantes podían subir al torreón por el exterior, para tomarse fotografías y observar desde lo alto el paseo. Hacia el año 2012 se realizó una licitación de este inmueble para recuperarlo, siendo convertido en el café y restaurante que es ahora, ideal para una pasional caminata por el parque.
  • Los puentes del Mapocho: el puente que se ve al final de José Miguel de la Barra y continuando hacia Loreto por el otro lado del río, corresponde al llamado poéticamente como “Silencioso y Tranquilo”, pues originalmente era un puente doble; instalado allí en una de las partes más gratas y calmas del paseo por el borde del río, aunque pocos saben hoy que tienen oficialmente esos nombres. Los primeros puentes "modernos" del Mapocho fueron colocados al final de la canalización del río, aunque por los cambios urbanísticos muchos de ellos fueron mudados de lugares o retirados, más o menos hasta inicios del 70.
  • Los suicidios del Mapocho: Muchos puentes como éstos han sido escenarios de intentos de suicidios o suicidios consumados, de personas que han saltado a las aguas del río, la mayoría de las veces por razones sentimentales… Es decir, las inefables penas de amor. Varias veces, los cuerpos son recuperados en la bocatoma cercana a la Autopista, más al poniente, pero otros son arrastrados por kilómetros antes de poder ser localizados. En algunos períodos ha habido tantos saltos desde puentes que antaño revivió la leyenda popular de “La Lola del Mapocho”, una supuesta mujer terrorífica que, como sirena, habitaría en las aguas del río seduciendo a quienes pasaban por allí y haciéndoles caer fatalmente en su caudal.
  • La obra de amor de Polidoro Yáñez: Pero el amor de estos barrios no era sólo romántico o de parejas, sino también de acciones concretas de personajes que fueron grandes benefactores y filántropos, como el ex funcionario de Estado señor Polidoro Yáñez Andrade, quien a principios de los años 40 comenzó una formidable cruzada para ayudar a los niños vagos o “pelusas” que vivían en el Río Mapocho bajo puentes como los vistos, desde el sector de Independencia hasta Pío Nono, tratando de recuperarlos y reclutarlos en colonias de trabajo mancomunado que tituló “La República de los Pelusas” y la “Colonia Mapocho”. A pesar de su increíble esfuerzo y de sus súplicas por asistencia a las clases políticas, Yáñez prácticamente no recibió apoyo y su enorme trabajo se vio fracasado con el tiempo, aunque no fue en vano, pues todo indica que inspiró la labor posterior de San Alberto Hurtado y la fundación del Hogar de Cristo. Yáñez murió a avanzada edad en los años 90, sin haber recibido jamás un reconocimiento oficial por el enorme y amable esfuerzo que desplegó por los “cabros de río”.
Vista antigua del Castillo del Parque Forestal (Fuente imagen: Santiago.restorando.cl).
Niños mendigos del Mapocho. La obra de amor de Polidoro Yáñez intento sacar a los niños abandonados en el río Mapocho antes de que San Alberto Hurtado comenzara a hacer su propia cruzada filantrópica.
Para continuar con el recorrido, IR A LA PARTE II DE ESTA ENTRADA.

PROPUESTA DE PASEO ROMÁNTICO PARA PAREJAS SANTIAGUINAS: RUTA URBANA DEL AMOR POR LOS PARQUES FORESTAL Y BALMACEDA EN EL DÍA DE SAN VALENTÍN (PARTE II)

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Romeo y Julieta, arquetipos literarios del amor eterno.
Continúo acá con la propuesta de recorrido de la entrada anterior, para darle un perfil de tour cultural a una caminata del Día de los Enamorados o de San Valentín por el Parque Forestal y el Parque Balmaceda.
Esta segunda etapa va por los siguientes puntos de la lista que publiqué completa ya en la primera parte: Parque Forestal en el sector de la hondonada, Parque Forestal frente a Paulino Alfonso, Parque Forestal frente a Estados Unidos, Parque Forestal frente a Irene Morales, Punta de diamante de Merced con Alameda, Esquina de Vicuña Mackenna con Andrés Bello, Monumento al Presidente Balmaceda, Parque Balmaceda frente a Obispo Pérez Espinoza, Obelisco de Providencia en el mismo parque y, finalmente, el Puente Racamalac o Condell, por estos días apodado Puente de los Candados.
Vuelvo a adjuntar, como en la parte primera, el plano general de la ruta para facilitar la guía por el sendero propuesto entre los Parque Forestal y Balmaceda:
Ruta, en base a imagen de Google Earth (Clic encima para ampliar).
7.- EX LAGUNA DEL PARQUE FORESTAL
Coordenadas:  33°26'8.76"S 70°38'29.29"W (sector de la depresión del parque)
  • La ex Laguna del Parque Forestal: Al cruzar a la zona del Castillo del Parque y del Monumento Francés al Centenario se entra en una depresión del terreno que baja considerablemente su altura, en donde hoy están las palmas chilenas (la especie de palma más austral del mundo, dicho sea de paso). Este sitio era la hondonada en donde estaba la Laguna del Parque Forestal, sentimental y apasionado lugar de paseos en botes que existió por largo tiempo a causa del mencionado hundimiento de terreno que aún se percibe allí y que no pudo ser nivelado durante la canalización del Mapocho. La explicación a este vacío se debe a una falla en el suelo del borde del Mapocho, por lo que era el sector por el cual la ciudad de Santiago fue inundada en varias crecidas del río que superaron los murallones de los tajamares y sus malecones durante la época colonial, anegando todo lo que ahora es el centro. Hacia 1902, cuando se realizaban los trabajos de construcción del paseo, Dubois pensó que era mejor mantener la hondonada como laguna y la hizo inundar, convirtiéndose en otro de los refugios de amor más conocidos de la capital en su tiempo. Los botes salían desde un pequeño muelle en el borde del ya visto Castillito. Sin embargo, y a pesar de llegar a ser quizás tan visitada como la Laguna del Parque Cousiño (O'Higgins) y de la Quinta Normal, por razones de salubridad y estabilización de los terrenos adyacentes, la laguna fue secada en 1944, existiendo ahora sólo en fotografías antiguas.
  • Casuchas de perros: Durante el último invierno o poco antes, grupos animalistas consiguieron que las autoridades municipales autorizaran la instalación de las casuchas verdes para perros abandonados que hoy están en este mismo sector del paseo por el Parque Forestal. Ésta es, pues, una pequeña manifestación de amor hacia los animales, en este caso los perritos sin casa que tradicionalmente han buscado un lugar donde vivir en este parque y cuya presencia en las riberas del Mapocho está documentada desde los orígenes de la ciudad de Santiago.
Postal de la romántica ex laguna del Parque Forestal hacia sus últimos años, en los 40.
8.- SECTOR MONUMENTO A RUBÉN DARÍO
Coordenadas:  33°26'12.45"S 70°38'24.08"W (borde de Merced frente a Paulino Alfonso)
  • El amor secreto de Rubén Darío: Cerca del famoso “Emporio La Rosa” y sus helados de sabores no tradicionales (con otro conocido refugio de enamorados en sus salas y mesas, dicho sea de paso), está el monumento del escritor y poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916), apodado el “Príncipe de las Letras Castellanas”, quien vino a vivir a Chile por algunos años a partir de 1886, período en el que trabajó en algunos periódicos como “El Heraldo” y “La Época”, escribiendo también obras como “Abrojos” y “Azul”. El monumento del Parque Forestal es obra de Raúl Vargas y fue construido entre 1945 y 1946, este último su año de inauguración oficial. Darío tuvo una estrecha amistad con Pedro Balmaceda Toro, hijo del Presidente Balmaceda. Sin embargo, como bohemio y vividor incorregible, se cuenta que iba frecuentemente hasta los prostíbulos y cantinas del lado chimbero del río Mapocho, hasta donde tenían que ir a buscarlo sus amigos cada vez que se perdía hasta por varios días. Allí, en esas correrías, quedó profundamente enamorado de una “mariposa nocturna” y por largo tiempo, a la que se cree que dedicó algunos de sus mejores versos de amor escritos en Santiago. En el poema titulado “Primaveral”, declara, por ejemplo:
Mes de rosas. Van mis rimas
En ronda, a la vasta selva,
A recoger miel y aromas
En las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
Es nuestro templo, allí ondea
Y flota un santo perfume
De amor. El pájaro vuela
De un árbol a otro y saluda
Tu frente rosada y bella
Como a un alba; y las encinas
Robustas, altas, soberbias,
Cuando tú pasas agitan
Sus hojas verdes y trémulas,
Y enarcan sus ramas como
Para que pase una reina.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.
  • Don Paulino Alfonso: Frente a este punto, un poco más al oriente, se encuentra el Pasaje Paulino Alfonso, con una placa conmemorativa. Paulino Alfonso del Barrio (1862-1923) fue el primero en sugerir la creación de un paseo en este lugar que ahora es el Parque Forestal, como allí se conmemora. El vecino santiaguino, abogado y hombre público comenzó a insistir en esta idea a partir de 1892, con un informe titulado "Lo que debe hacerse con los terrenos del Mapocho" que acababan de ser ganados a la canalización. Su estudio había sido concebido originalmente para ser presentado al Presidente José Manuel Balmaceda, pero su ruptura con él y su incorporación al bando congresista durante la Guerra Civil retrasó la propuesta formal de creación del parque.
Monumento al poeta Rubén Darío.
Placa conmemorando la obra de don Paulino Alfonso en la entrada del pasaje que lleva su nombre, junto a Merced, destacando su autoría en la idea de crear el Parque Forestal.
9.- SECTOR PALACIO BRUNA
Coordenadas:  33°26'14.09"S 70°38'21.24"W (Merced frente a Estados Unidos, final de Purísima)
  • Palacio Bruna y su estilo romántico: El Palacio Bruna es un hermoso edificio de estilo neorrenacentista italiano. Fue construido para el empresario Augusto Bruna, quien encargó el proyecto primero a Julio Bertrand y, tras la muerte de éste, quedo en manos de Pedro Prado, siendo concluido en 1921. Sin embargo, justo comenzó la crisis del salitre seguida de la Caída de la Bolsa de 1929, por lo que la elegante residencia no pudo ser habitada por el señor Bruna. Fue adquirida en 1939 para ser la residencia del Embajador de los Estados Unidos. Por eso la calle lateral lleva el nombre de ese país, y por eso también hay una estatua de Abraham Lincoln frente al edificio, en el parque. Aunque Bertrand estaba imbuido en la estética afrancesada de la L'Ecole Special de Architecture donde había estudiado en Francia, tanto el diseño como la decoración del palacio están bajo la influencia estética italiano-renacentista, que entre inicios del siglo XIX y principios del XX fue parte del movimiento romántico de la arquitectura, que intentaba un enfoque “historicista” o de recuperación de estilos antiguos bajo una mirada nostálgica, artística y poética. Así pues, el romanticismo también encuentra espacios de vida en disciplinas tan formales como la arquitectura.
  • ¿Restos de murallones del tajamar?: Pasado Purísima, el costado Sur del Parque Forestal por calle Merced es contorneado por un resto del murallón que se cree fue parte del antiguo tajamar,  que va por ese borde del parque y la calle. De ser así, correspondería a lo último que queda aún funcional del desaparecido Paseo de los Tajamares, que con sus arboledas era la Alameda favorita de los santiaguinos y principal lugar de encuentros entre enamorados, paseo de las damas solteras en sus calesas mientras los muchachos iban engalanados a tratar de cortejarlas. Por lo mismo, durante la Colonia había muchos vendedores de flores en este paseo que bordeaba al río Mapocho desde el sector de Condell hasta la Plaza de San Pablo.
  • Fragmento de muro y sillar en el parque (atrás): Son restos del tajamar que aparecieron durante los trabajos de creación del Parque Forestal y que habían quedado sepultados bajo el relleno del canalizado del cajón del río Mapocho. Durante la construcción de la Costanera Norte volvieron a aparecer muchísimos de estos restos, hacia el sector del Parque de los Reyes. Como dijimos, la Alameda del Tajamar fue el paseo más importante de familias y parejas coloniales hasta la construcción de la Alameda de las Delicias después de la Independencia, que se llevó todas las atenciones y el comercio popular, mientras el antiguo Paseo de los Tajamares caía en la ruina y el olvido.
Palacio Bruna ya ocupado por la embajada, en vieja postal de la Casa Frey.
Resto del tajamar colonial que corre por el borde de la calle Merced.
10.- CALLE IRENE MORALES
Coordenadas:  33°26'12.89"S 70°38'12.51"W (Parque Forestal frente a la Fuente de la Colonia Alemana)
  • Monumento Colonia Alemana: Siguiendo con los ejemplos de amistad que también dan un sentido esencial al Día de San Valentín (fuera del rasgo meramente comercial, por supuesto), tenemos el caso de otro monumento que fue regalado a Chile en su Primer Centenario, en 1910. La llamada Fuente Alemana fue obsequiada por la colonia germana residente en el país, aunque pudo ser instalada acá por el año 1912. Realizada la obra por Agustín Eberline, se cuenta que todo su diseño es alusivo a dioses y símbolos de la mitología clásica: en la proa va la Alegoría de la Victoria, y en la rueda de mando una estilización de Mercurio, custodiado desde atrás por una gran ave (cóndor) representando la fuerza y el empuje; el barco atraca a su vez en un roquerío con formas de montes, aludiendo al arribo en la Cordillera de los Andes. Es el tradicional punto de referencia para encuentros en el Parque Forestal y, durante el verano, lugar de entretención para los niños que la utilizan como piscina. Ha sido remodelada en 1997 y en 2011.
  • La cantinera Irene Morales: Calle Irene Morales es una de las más cortas de Santiago, y su nombre es el mismo de una célebre cantinera chilena de la Guerra del Pacífico. Irene Morales Infante (1865-1890), había nacido en La Chimba y después se cambió a Valparaíso; fue una humilde costurera que enviudó joven y, por razones de sustento, viajó hasta Antofagasta. Allá volvió a casarse en 1877 con Santiago Pizarro, quien fuera el hombre de su vida, pero justo en malos tiempos para el amor: aquellos días en que se aproximaba el conflicto bélico en esos territorios. En una reyerta causada por las continuas tropelías de los policías bolivianos contra los trabajadores chilenos, Pizarro dio muerte a uno de los agresores y fue detenido. A la sazón, Bolivia ejercía la administración del territorio de Antofagasta en virtud del tratado de 1874 y haciendo presencia casi sólo con personal militar, de modo que las tensiones con sus habitantes chilenos eran constantes y varias veces violentas. En castigo, los policías bolivianos lo ejecutaron. A raíz de esto, Irene se reclutó voluntariamente en el Ejército haciéndose pasar de hombre, en 1879, sólo por el deseo de vengar la muerte de su amado marido. Aunque fue descubierta, se le permitió participar como cantinera en el 3° de Línea, siendo premiada después con el grado de Sargento, ganándose el respeto de los demás hombres por su arrojo y valentía. Falleció pobre y sola, tras volver a Santiago.
  • Las mujeres de la Guerra de 79: Irene Morales fue solo uno de los casos de las valientes féminas que se reclutaron por amor y de forma voluntaria en los ejércitos de los países que se enfrentaron en la Guerra del Pacífico. Muchas aguerridas mujeres participaron sólo por lealtad como las cantineras chilenas y las rabonas peruanas, que iban a al combate muchas veces para acompañar a sus amados esposos o parejas haciendo labores de enfermería y asistencia, burlando las exigencias de que sólo se aceptaran mujeres solteras en estas actividades. Autorizadas formalmente por los mandos de gobierno y los jefes militares para acompañarles, cantineras y rabonas cumplían también funciones más domésticas, como la cocina y el aseo en los campamentos. La presencia de las cantineras chilenas puede rastrearse a los tiempos de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana de 1836-1839 cuanto menos (como la célebre Sargento Candelaria Pérez), mientras que las rabonas peruanas aparecen más o menos a fines de la Colonia, como parte de los ejércitos realistas del ex virreinato.
Cantinera Irene Morales, en retrato de época.
11.- PUNTA DE DIAMANTE DE PLAZA ITALIA 
Coordenadas: 33°26'13.30"S 70°38'7.49"W (Merced con Alameda, junto a Plaza Baquedano)
  • Monumento al General Baquedano: Siguiendo en sintonía con la Guerra del Pacífico, se puede señalar desde aquí al Monumento del General Manuel Baquedano en su querido caballo “Diamante”, obra de Virginio Arias. Se emplazó allí en el óvalo central de la plaza en 1928. Se cuenta que el general le tenía un enorme cariño a los “rotos”, al punto de irse diariamente a los mercados de Mapocho para reunirse con ellos desde muy temprano. El monumento ecuestre de la plaza fue tan influyente en la sociedad chilena que, desde su instalación, comenzó la costumbre de que la gente se junte en masa siempre allí cuando celebran algo que tenga carácter de orgullo nacional o de festejo masivo. Sin embargo, el dato más curioso para nuestro tema, es la paradoja histórica de que la Guerra del Pacífico comenzó justo un día 14 de febrero, con la ocupación de Antofagasta. Es por esta razón que la comunidad de Antofagasta celebra este día como el de su ciudad, y no porque sea el día de su fundación, como algunos incautos creen al ser sorprendidos allá con los enormes festejos, en algún viaje de verano. Quizás por esta razón y por tan rotunda efeméride, además, tardó tanto  en introducirse formalmente la misma fecha en el calendario como el Día de los Enamorados que, como vimos, es aún reciente.
  • Monumento de la Colonia Italiana: Llamado Ángel de la Libertad, esta obra fue un regalo de la colonia italiana como prueba de amistad a Chile en el Centenario de su Independencia. Originalmente, sin embargo, el Monumento de la Colonia Italiana había sido instalado al medio del óvalo donde ahora está el Monumento al General Baquedano, siendo llamada entonces Plaza Italia. Sólo cuando se instaló el monumento ecuestre, el Ángel fue cambiado primero a un costado y luego más abajo, siendo rebautizado el lugar como Plaza Baquedano. Por eso la confusión nominal de Plaza Italia-Plaza Baquedano que persiste hasta hoy. San Valentín, nacido en tierras italianas, también cubre con su patronato las muestras de amistad y lealtad expresadas en esta clase de monumentos.
  • Placa con poema de amor en el piso: En el suelo de la misma punta de Alameda y Merced, puede observarse una tapa de ductos que se encuentra justo allí con unas inscripciones. Es una más de las curiosas obras de un tal JRC, “El Poeta de las Tapas”, que están repartidas por todo Santiago Centro a pesar de que no todos advierten su curiosa presencia. Dice, en este caso:
    • "No me puedo explicar cómo tanto te puedo amar".
    Este creativo empleado por muchos años estuvo escribiendo con una soldadora pequeñas estrofas románticos y confesiones de amor en tapas de varios ductos que le encargó la Municipalidad de Santiago, como el que se encuentra justo allí. Su tarea era darles una textura para que no fueran resbalosas en días de lluvias, pero él prefirió proporcionársela escribiendo encima versos y declaraciones de amor. Otros mensajes suyos han sido:
    • "Cada mañana al despertar, mi corazón y mi alma se alegran al saber que no eres un sueño, que tú eres mi realidad" (calle Diagonal Paraguay);
    • "Ni contigo, ni sin ti, tienen mis penas fin. Contigo porque me matas y sin ti porque me muero" (calle San Martín).
    • “Es la realidad de la vida, todos de algún modo sabemos amar” (paseo Huérfanos llegando a Bandera).
    • “No me costó tanto dejar de amarte, si no lo que me costó fue poder olvidarte" (Alameda con Concha y Toro).
    • "El castigo del que bien ama, es amar toda la vida" (Parque Forestal cerca del Museo, ya desaparecida).
    • “La alegría de estar a tu lado, es saber que tú estás junto a mí” (calle Chacabuco cerca de Alameda).
Monumento del General Baquedano.
El poema del "poeta de las tapas" en la punta de diamante.
12.- FRENTE AL PUENTE PÍO NONO
Coordenadas:  33°26'11.57"S 70°38'6.95"W (Vicuña Mackenna con Cardenal Caro)
  • El nombre del Puente Pío Nono: Por el final del Parque Forestal está el Puente Pío Nono, tradicional puerta hacia el Barrio Bellavista con toda su bohemia y recreación nocturna. Antes era metálico, pero fue reemplazado y su estructura original desplazada más al poniente, ocupándola ahora el Teatro del Puente. Su hombre es un homenaje al Papa Pío IX (1792-1878), quien alguna vez estuvo de visita en Chile cuando se llamaba Giovanni Maria Mastai Ferretti, antes de ser elegido pontífice. Este hombre también destacó por su prédica de amor al prójimo, al desposeído y al necesitado, y aunque tenía ideas conservadoras inició la llamada Doctrina del Catolicismo Social en defensa de los trabajadores y sentando las bases a partir de las cuales se comenzaría a establecer después la Doctrina Social de la Iglesia, con su sucesor León XIII. Además, Pio IX fue trasladado desde su sepultura en la Gruta de San Pedro hasta una cripta en la Basílica de San Lorenzo de Extramuros en Roma, santo patrono de los pobres y los despreciados, que murió asado en una parrilla por los romanos en el siglo III cuando llevó los mendigos, parias y abandonados de la capital imperial frente al emperador, luego que éste le exigiera entregarle todos los “tesoros de la Iglesia”.
  • Los jarrones del Santa Lucía: Los jarrones ornamentales franceses del siglo XIX que se ven en las columnas del enrejado del Puente Pío Nono (primero 10, después 4, 10 otra vez y ahora 9, pues uno quizás ha sido robado), pertenecían a las colecciones otro de los lugares más románticos que tuvo Santiago antes de volverse especialmente turístico: el Cerro Santa Lucía. Formaban parte de las valiosas colecciones originales que el Intendente Benjamín Vicuña Mackenna hizo colocar en el cerro para convertirlo en paseo, entre 1872 y 1874. De los cerca de 400 jarrones, ánforas y copas ornamentales que había en el cerro, hoy quedan cerca de 70, pues todas las demás han sido sacados para ornamentar otros sitios de la ciudad e incluso robados, a pesar de que el lugar es Monumento Histórico Nacional desde mediados de los años ochenta. Las del puente parecen haber sido sacadas del cerro hacia los años 70, y se cree que pertenecieron alguna vez al sector del paseo llamado la Subida de las Niñas y el Acueducto Romano, por el costado Sur poniente del Santa Lucía.
  • Candados de enamorados en el puente: En el Puente Pío Nono se puede comenzar a observar también que ya se están instalando candados de enamorados en los pretiles, a la usanza de lo que sucede en algunos ríos urbanos de Europa. Son candados donde una pareja escribe sus nombres y lo cierra como símbolo de juramento de amor, por una razón que ya veremos al final de este recorrido.
Los jarrones del Cerro Santa Lucía, hoy en el Puente Pío Nono.
13.- OBELISCO Y MONUMENTO A BALMACEDA
Coordenadas:  33°26'11.22"S 70°37'58.92"W (Inicio de Providencia y Parque Balmaceda)
  • Ex Estación Pirque o Providencia: Frente a este sector de la detención está el Parque Bustamante con el gallado Monumento a Manuel Rodríguez, donde antaño estuvo la hermosa y artística Estación Pirque o Estación Providencia, con su suntuoso edificio de estilo neoclásico francés. Desde allí salían los trenes que iban hacia el Sur de la ciudad y el sector semi-rural de Puente Alto y Llanos del Maipo, en esos años, por la línea que ahora ocupa el parque. La terminal fue inaugurada hacia 1911 tras haberla levantado con planos de Emile Jéquier, también bajo influencia del movimiento romántico de la arquitectura de principios de siglo. Lamentablemente, la estación fue cerrada y destruida en 1943, crimen urbanístico que ha sido considerado uno de los más penosos de la ciudad de Santiago y su historia arquitectónica.
  • El ex Parque Japonés: Lo que hoy es el Parque Balmaceda, en principio había sido el llamado el Parque Japonés, hermoso paseo construido hacia 1930 con diseño del paisajista austriaco Óscar Praguer, luego que la Municipalidad de Santiago se propusiera hacer una continuación del Paseo del Parque Forestal hacia el oriente, tal como era el Paseo de los Tajamares al final de la Colonia. El nombre se debía a que fueron plantados en él 3.000 cerezos, flor nacional de Japón, regalados por el Emperador Hirohito a la colonia nipona en Chile tras asumir el trono. El hermoso paseo floral llegó a ser uno de los lugares más frecuentados y queridos por las parejas chilenas hacia la primera mitad del siglo XX, quizás de los escenarios más románticos que ha tenido Santiago en nuestra época, especialmente en las temporadas en que los árboles estaban cubiertos de pétalos rosas. Sin embargo, el parque fue víctima de las intrigas políticas del mundo: acabó olvidado, con muchos de sus árboles talados y se le dejó morir al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Gobierno de Juan Antonio Ríos, queriendo atraerse simpatías de Inglaterra y la naciente ONU, rompió con las fuerzas del Eje, expulsó a ciudadanos japoneses de Chile declarándole la guerra a ese país cuando el final de la conflagración ya estaba prácticamente decidido. La única “acción de guerra” de Chile en esta absurda bravata fue el cambio de nombre del Parque Japonés por el zalamero de Parque Gran Bretaña. Sólo en el año 2010 se repusieron cerca de 200 cerezos donados por Japón cerca de las Torres de Tajamar, para lavar un poco el pasado y recuperar el homenaje que alguna vez se hizo en este parque al país nipón.
  • Monumento al Presidente Balmaceda: Después del bochornoso episodio de la “declaración de guerra” a Japón y la destrucción del parque, hacia 1949 se inició un plan para recuperar el lugar y devolverle su belleza perdida, naciendo así el proyecto que daría origen al Parque Balmaceda. La estatua obra del escultor Samuel Román Rojas realizada ese mismo año, rinde allí un homenaje al infortunado ex Presidente de la República don José Manuel Balmaceda, al pie del obelisco que ya existía desde antes. A pesar de su trágico final en la Guerra de 1891 y de los odios políticos vertidos contra su persona en aquel momento, Balmaceda sigue siendo recordado como uno de los más queridos mandatarios, inspirador de sentimientos positivos, amante de su patria, además de figura de mucha unidad dentro del espectro político chileno, cosa rara entre los personajes de la historia nacional. Balmaceda es, de alguna manera, un triunfo sobre el odio y la división a través de un sacrificio.
La antigua Plaza Baquedano en 1927, con la Estación Pirque al costado derecho.
El desaparecido Parque Japonés, hacia 1940.
14.- IGLESIA DE LOS ÁNGELES CUSTODIOS Y "CASA DE CRISTAL"
Coordenadas  33°26'9.34"S 70°37'51.95"W (Parque Balmaceda frente a Obispo Pérez Espinoza)
  • Iglesia de los Ángeles Custodios: En Obispo Pérez de Espinoza con Providencia, atrás de la calle de acceso, se observa la fachada de la Iglesia de los Ángeles Custodios, hermoso y elegante templo construido en distintas etapas entre 1884 y 1899 por el arquitecto italiano Ignacio Cremonesi, intencionalmente dispuesto de frente a lo que fue antes el Paseo de los Tajamares (que además cuenta con un museo propio cerca de allí en Parque Balmaceda, hoy en remodelación). El templo fue levantado sobre lo que antes había sido la capilla del Seminario de Santiago, cuya presencia dejó huella toponímica en la calle Seminario, de la cuadra anterior. Antes de ser del arzobispado a mediados del siglo XIX, el terreno había pertenecido a la llamada Chacra de Quinta Alegre, famoso lugar de esparcimiento y reuniones sociales perteneciente a don Juan Alcalde Gutiérrez, el Conde de Quinta Alegre. El terreno religioso posteriormente fue vendido y urbanizado a fines de la década del 40, justo hacia los mismos días en que se remodelaba el Parque Balmaceda.
  • Casa de Cristal (ex Palacio Droguett): en la esquina vecina a la iglesia, se encuentra este bello y cómodo centro de eventos que fuera de gran prestigio e importancia, habilitado sobre lo que antes había sido el palacio de la familia Droguett Valdés, construido en 1931. Como la Iglesia era especialmente solicitada en el pasado por las parejas que contraían matrimonio, muchas veces en la Casa de Cristal se organizaron ceremonias y fiestas celebrando aquellas bodas. De hecho, hasta los años 90 era considerado un lujo realizar en este sitio las fiestas matrimoniales, eventos sociales y desfiles de modelaje, y en sus bajos funcionaba un reputado restaurante llamado “El Relicario”. El año 2011, tras un largo período de decadencia y olvido por el traslado de aquellas fiestas matrimoniales hasta lugares como Casa Piedra, el Casillo Hidalgo o el Espacio Riesco, la Casa de Cristal fue comprada por Movistar y recuperada pero como centro de innovación y de reuniones, además de habilitarse un café en su primer piso. Considerando las cientos o quizás miles de parejas que pasaron por allí en la época dorada en que tenía fiestas de 20 a 25 días al mes, la Casa de Cristal debe ser uno de los lugares de Chile donde más recién casados bailaron la Marcha Nupcial de Mendelsohn.
Iglesia de los Ángeles custodios y Palacio Droguett a la derecha.
15.- OBELISCO DE LADRILLOS DE PROVIDENCIA
Coordenadas:  33°26'5.96"S 70°37'44.60"W (Parque Balmaceda frente a Condell)
  • Obelisco del Paseo de los Tajamares: Corresponde al hito conmemorativo de la culminación de las obras de construcción de los últimos tajamares coloniales y su paseo con alamedas durante el Gobierno de don Ambrosio O’Higgins, en 1792. El principal encargado de los trabajadores fue el italiano Joaquín Toesca, el mismo arquitecto del Palacio de la Moneda. Como vimos, la Alameda de los Tajamares era el paseo favorito de los románticos del siglo XIX y su obelisco señalando el punto inicial de los mismo al oriente, aparece retratado en pinturas como una acuarela de Carlos Wood Taylor (el mismo diseñador del actual escudo patrio chileno) de aproximadamente 1830, donde se ve una pareja criolla paseando por los malecones del río; y al parecer también en un óleo de Giovatto Mollinelli de 1855, donde aparece una muchacha con los pies en el río.
  • ¿Es auténtico o una copia?: Sin embargo, contrariamente a lo que algunos creen, este obelisco que incluso aparece en el símbolo heráldico de la comuna de Providencia, no es el original. El verdadero fue destruido hacia 1927 tras la construcción del parque. Luego, un obelisco o “pirámide” fue reconstruido hacia 1950, correspondiendo al que ahora existe y que muchos juzgan equivocadamente como el verdadero. La placa que conmemora su reconstrucción se encuentra atrás de la estructura y por eso muchos no la ven, creyendo que es el original.
Obelisco y tajamares en el siglo XIX, obra de Carlos Wood.
Vista del actual obelisco reconstruido.
16.- PUENTE RACAMALAC O "DE LOS CANDADOS"
Coordenadas:  33°26'3.02"S 70°37'45.93"W (fin del recorrido, cruzando hacia Santa María)
  • Origen del Puente: Conocido también como Puente Condell, es una pasarela exclusivamente peatonal que surge de la necesidad de unir Providencia con el sector de la Clínica Santa María por esta parte del río, presentándose un primer proyecto municipal hacia 1951. Las obras comenzaron cerca del año 1958, aproximadamente, siendo inaugurado y concluido a inicios de la década siguiente. No se sabe del todo la razón de su denominación, pero ya aparece en el proyecto como Raka-Malac, al parecer aludiendo al nombre de la empresa que participó de su construcción o que le hizo refuerzos en los sesenta. Hasta hace no muchos años, el puente era un poco peligroso por lo empinado de sus bajadas, por lo que se le agregaron escalinatas en los inicios para evitar caídas de personas que lo pasan. El puente alcanzó fama internacional cuando fue incorporado a las escenas del video con el himno de la campaña del “NO” para el histórico Plebiscito de 1988. Hace pocos años, además, se le incorporó un iluminación nocturna para su arco.
  • Los candados del Racamalac: El puente era reconocido como un lugar de enamorados desde los tiempos en que funcionaba el café “Colorín Colorado” en su costado Sur, entre los años ochenta y principios de los noventa, en donde ahora está la sede del Café Literario de Providencia. Su vista de la ciudad, de los atardeceres y de la cordillera desde la altura era cotizada por quienes querían ofrecer juramentos de amor, solicitudes de compromiso, tiernos abrazos de universitarios o incluso primeros besos. Sin embargo, desde hace poco el puente muestra un fenómeno nuevo asociado al tema romántico: innumerables candados con pactos de amor colocados en las rejas del pretil, que lo ha llevado a ser apodado el Puente de los Enamorados y Puente de los Candados. Incluso ha comenzado a haber malestar entre las autoridades por la sobrecarga, peso y daños que eventualmente pudiesen causar estas piezas. Esta curiosa pero tierna costumbre saltó al mundo real desde la literatura: por un personaje de la novela romántica “Tengo ganas de ti” del italiano Federico Moccia (2006), que colocaba un candado con juramentos de amor a su amada en el puente Milvio de Roma. El mismo puente romano, después, comenzó a llenarse de imitadores que conocían el libro y le ponían candados en la vida real, al igual que comenzó a suceder después en el Pont des Arts de París. La moda se extendió por varios otros puentes en el resto del mundo, estallando muy especialmente tras la versión cinematográfica del libro, en 2012, y desde hace algunos años ya la tenemos en Chile con el caso del Racamalac.
El Puente Racamalac (Fuente imagen: PlataformaUrbana.cl).
Candados que actualmente cuelgan del puente (Fuente imagen: Almagro.cl).
FIN DEL RECORRIDO! (los bombones y besos quedan a cuenta del lector).

LA EX ADUANA, HOY MUSEO REGIONAL DE ANTOFAGASTA: UN EDIFICIO QUE SE CAMBIÓ DE CIUDAD Y DE EMPLEO

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Vista del Edificio de la Aduana de Antofagasta en 1888, recién retirado de Mejillones e instalado allí. Se observa la caseta de resguardo y el ingreso al muelles fiscal o de pasajeros. Imagen de las exposiciones del Museo Regional de Antofagasta.
Coordenadas:  23°38'39.85"S 70°23'52.09"W
Hoy, 14 de febrero, para algunos Día del Amor más que cualquier otra cosa, Antofagasta celebra su aniversario con un gran festival. No es el de la fundación de la ciudad, como muchos despistados creen: la ciudad fue formalmente creada el 22 de octubre de 1868 sobre un pequeño caserío conocido entonces como La Chimba, para iniciar la época del salitre en la zona. El aniversario que identifica a Antofagasta es en realidad el de la ocupación chilena del 14 de febrero de 1879, en el inicio de la Guerra del Pacífico.
Se puede encontrar información sobre este conflicto en las exposiciones permanentes del Museo Regional de Antofagasta, ubicado en Avenida Balmaceda 2786 esquina Simón Bolívar, frente a ex Gobernación Marítima y con su acceso principal por esta última arteria. Sin embargo, el edificio está mucho más ligado a la Guerra del 79 que sólo por lo que pueda hallarse en sus vitrinas: como ex Aduana de Mejillones y luego de Antofagasta, la construcción pertenece al tiempo mismo en que se gestó la larga controversia territorial y comercial que condujo a la beligerancia.
Este edificio de estilo británico con influencia georgiana y victoriana, tiene una planta en "U" y se conforma de dos bloques paralelos y simétricos con conexión posterior, con techos llanos de cornisa-alero y sus dos pisos divididos por un elegante sistema de balcones voladizos. Interiormente, cuenta con salones y pasillos amplios, que a pesar de su conversión en importante centro museológico todavía mantienen detalles de su aspecto original, como los pisos de madera sólida y las estructuras de sostén.
Qué mejor momento, entonces, para repasar la historia de este extraordinario edificio que ahora, en plenas fiestas de la ciudad de Antofagasta y de un importante aniversario en la historia de Chile.
Imagen histórica de la ex Aduana (Fuente imagen: Educarchile.cl).
La ex aduana, hacia los 90 vista desde el frente (Fuente imagen: Educarchile.cl).
ORIGEN DEL INMUEBLE
El origen de este edificio está en la misma gestación de la Guerra del Pacífico, y es por eso que quise recordarlo precisamente en este aniversario, además.
Sucedía que después de varios años de agrias discusiones entre Chile y Bolivia por la cuestión de los derechos territoriales sobre el Desierto de Atacama, episodios de repercusión internacional como la invasión de los imperios europeos a México en 1862 y la ocupación española de las islas peruanas Chinchas en 1865, hicieron cundir por casi todo el continente un sentimiento febril de americanismo violento y una verdadera paranoia contra la posibilidad de incursiones de reconquista.
En medio de este arrebato de aparente unidad latinoamericana y de impulsivas proclamas de hermandad, Chile y Bolivia pretendieron alejar sus asperezas diplomáticas participando de la alianza regional en favor de Perú y solucionado sus rencillas territoriales con el Tratado de 1866, concebido de manera tan poco juiciosa y mesurada que sólo acabaría empeorando la situación. Por este acuerdo, como es sabido, ambos países se comprometían a fijar una frontera intermedia a sus aspiraciones, en el paralelo 24°, y destinar a condominio económico todo el territorio comprendido entre los paralelos 23° y 25°, repartiendo entre sí todas las riquezas recaudadas entre ambos.
Con este iluso acuerdo, se hizo necesaria la instalación de una aduana chilena especialmente destinada al resguardo de su parte de los derechos recaudados por importaciones y exportaciones en el territorio de condominio, escogiéndose llevarla hasta Mejillones, donde también tendría encargadas algunas labores de intendencia. Si bien dicho puerto había pasado a ser territorio boliviano por el Tratado de 1866 al igual que el de la naciente ciudad de Antofagasta, ambos se encontraban en el área de medianía con condominio económico.
Según la placa informativa instalada en el actual Museo Regional de Antofagasta desde 2003 por el Consejo de Monumentos Nacionales, el diseño y confección del edificio aduanero quedó a cargo de la firma Westmare & Cía. (en otras fuentes: Wetmare & Cía), que construyó sus partes y piezas en Valparaíso en 1867. Sin embargo, Juan Floreal Recabarren Rojas tiene otra información publicada en sus "Episodios de la vida regional":
"El 8 de abril de 1869 ancló en esa bahía el vapor 'Arauco' y desembarcó los módulos destinados a la construcción del edificio de la Aduana interventora. El diseño y la construcción de todos los elementos fueron encargados por el Gobierno a la empresa Vetman y Cia., de Valparaíso. Sólo los cimientos para levantar la construcción, fueron  hechos en Mejillones. El edificio quedó cara al mar en la manzana denominada 'Nueva Población Chile'. En el primer piso estaban las oficinas controladoras y en el segundo, las habitaciones de los funcionarios chilenos".
Empero, el concepto del condominio económico resultaría en un tremendo fracaso, generando sólo más conflictos a partir de las riquezas de la industria salitrera que ya relevaba a las del guano de las covaderas dentro del mismo mercado internacional de fertilizantes, y también por el hallazgo del rico mineral de plata de Caracoles en 1870, justo dentro del área común de repartición por sus pocos kilómetros al Sur del paralelo 23°.
El edificio visto desde el frente, con las vías del ferrocarril adelante.
Observación de cómo hace esquina en Balmaceda con Bolívar.
Vértice opuesto, por el patio interior.
ESTALLIDO DE LA GUERRA
Dadas las crecientes discrepancias por la aplicación del acuerdo de 1866, sucedió que la repartición contemplada en el tratado se postergó en la práctica por cuatro años cuanto menos, generando nuevas tensiones y nudos en las relaciones de ambos firmantes.
Así, a insistencias del Gobierno de Chile, Bolivia se comprometió a medidos de 1871 en depositar en el Banco Edwards y luego en el Banco Inglés sólo $5.000 de los correspondientes a la parte chilena del dinero recaudado en Mejillones. Chile accedió a la exigua ganancia sólo por la urgencia de iniciar la repartición pendiente y así salvar del desahucio el mentado Tratado de 1866 que en realidad había nacido muerto, pues la recaudación por este concepto se calculaba en unos $100.000. Además, recién en 1873 se abrió el primer libro de cuentas y registros formal en la Aduana de Antofagasta, sospechosamente postergado por tantos años. Para peor, Bolivia y Perú ya venían conversando de un acercamiento que concluiría en la Alianza, mientras que las tensiones entre Chile y Argentina por la posesión de Magallanes y la Patagonia Oriental sólo empeoraban.
La pobre Aduana de Mejillones, entonces, prácticamente no vio los movimientos de riqueza para los cuales se había construido, siendo testigo más bien de cómo las cuestiones diplomáticas de la región se hacían más y más complicadas por los choques de intereses comerciales sobre dichos territorios.
Comprendiendo fracasado ya el Tratado de 1866, Chile y Bolivia se allanaron a un nuevo acuerdo sólo un poco menos experimental que el anterior: el Tratado de 1874, por el cual se eliminaba el área de medianía y la fábula de las reparticiones, fijando el límite definitivo en el paralelo 24° a condición resolutoria, en este caso imponiendo a Bolivia la necesidad de no adicionar ni aumentar los impuestos a las personas, industrias y capitales mineros chilenos, por un plazo de 25 años.
Ahí iba a estar, precisamente, la semilla del estallido de la Guerra del Pacífico, con la ruptura del Tratado de 1874 cuando, durante el gobierno del controvertido General Hilarión Daza, la Asamblea de Bolivia aprobó exigir el famoso impuesto de los 10 centavos por quintal salitrero exportado por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, exigiéndole después pagar el derecho municipal para alumbrado público y el de embarque de navíos en el puerto, con lo que se desató el vendaval diplomático. Al negarse la compañía a responder a tales exigencias, Daza notificó que el 11 de febrero de 1879 confiscaría sus propiedades expulsando a todo el personal (incluidos más de 2.000 trabajadores chilenos), y que llamaría a remate el día 14, declarando nulo después el Tratado de 1874.
Así pues, el día 14 de febrero de 1879 en que iban a ser rematadas las instalaciones de la Compañía de Antofagasta, la Escuadra de Chile llegó a ocupar el territorio, notificándose al Prefecto Zapata y a sus 40 de sus hombres que, desde ese momento, Antofagasta volvía a la administración chilena. Lo propio hizo el blindado "Cochrane" en Tocopilla y la corbeta "O'Higgins" en Mejillones, donde se hallaba el edificio de la Aduana casi como un símbolo palpable del fracaso diplomático que condujo a este punto inevitable de quiebre.
Al menos el aletargado inmueble comenzaría a tener agitación en esos días: había comenzado, pues, la Guerra del Pacífico.
Patio de la Plaza de la Cultura Osvaldo Ventura López.
Doble escala exterior, aparentemente adicionada al edificio original.
Segundo piso, balcones. Al fondo de la avenida, el Edificio de la Casa Gibbs.
TRASLADO A ANTOFAGASTA
Concluida la guerra con la Batalla de Huamachuco, Perú, vino el fin de las hostilidades a través del Tratado de Ancón de 1883. Al año siguiente, era pactada la tregua entre Chile y Bolivia, mismo año en que las fuerzas chilenas se retiran de Lima.
Por entonces, Mejillones se hallaba privado de los ferrocarriles y de la prosperidad salitrera de Antofagasta. En el edificio de la Aduana probablemente penaban las ánimas por algunos períodos de aquellos días. Sin embargo, iba a  suceder algo que decidiría su destino, cuando la Aduana de Antofagasta ubicada en Colón (hoy Balmaceda) esquina Bolívar, apodada la Aduana Boliviana por haber sido hecha durante dicha administración, quedó reducida a cenizas a causa de un incendio ocurrido en 1885.
Tras el siniestro y ante la necesidad de tener en funciones este servicio, las oficinas de la Aduana fueron trasladas hasta instalaciones municipales mucho más pequeñas e incómodas. Los restos calcinados del edificio de un piso terminaron de ser retirados, al parecer cumpliendo con una trágica maldición, porque Isaac Arce dice en sus "Narraciones históricas de Antofagasta" que ya antes había sido arrancado de su lugar y arrastrado hasta el medio de la calle Bolívar, con el maremoto que siguió al terremoto del 9 de mayo de 1877.
No bien asumió el Gobierno el Presidente José Manuel Balmaceda en 1886, se hizo saber el clamor de los antofagastinos por recuperar la Aduana y reponerla con un buen edificio en el mismo lugar donde había estado el ya desaparecido. Así las cosas, el gobierno estableció un contrato con la compañía de Eduardo Orchard & Hnos., de gran presencia en obras de la misma ciudad, para trasladar y rearmar el subutilizado edificio de la Aduana de Mejillones en Antofagasta. Para tales efectos, dice Recabarren Rojas que el Ministerio de Obras Públicas había recibido dineros por un presupuesto de $21.000.
El edificio aduanero quedó repuesto en aquella esquina del barrio histórico en menos de un año, en 1888, apareciendo completo ya en fotografías que parecen corresponden al año 1890, aproximadamente. Tenía ciertas diferencias con el actual, sin embargo: al centro del mismo se observaba un mirador con campanario y cúpula sobre el techo, llamada la Torre Vigía, que debió ser retirada a inicios del los 40 por su mal estado. También se observa que su entrada principal debía estar por detrás de la actual escala doble exterior, en el frente.
A pesar de lo lejos que había quedado ya la guerra, la Aduana de Antofagasta fue objeto de algunas preocupaciones del gobierno, además de controversias y rencillas que incluso llegaron al parlamento hacia el año 1902, ante las suspicacias que generaba la baja de actividades y entradas en este servicio, a causa aparente del mejoramiento y crecimiento del puerto de Arica. Todavía en los años del Primer Centenario Nacional se hacían propuestas para mejorar y hacer crecer el servicio.
Pasillo por las salas de arqueología y etnología, primer piso.
Reconstrucción de un enterramiento ancestral de la zona costera.
Vitrinas con vestigios de los habitantes originarios del litoral antofagastino.
Botellón cerámico negro pulido, complejo cultural El Vertedero.
Mazo de piedra con mango de madera, punta de lanza de fierro y hoja de hacha fragmentada encontrados en Cobija, que datan del siglo XIX. Expuestos en el segundo piso del museo. Cobija había sido la caleta donde se estableció Bolivia en tiempos remontados a los antecedentes del conflicto por la posesión del litoral atacameño en esta región.
EL EDIFICIO HACIA LA ACTUALIDAD
La Aduana de Antofagasta permaneció en operaciones hasta 1966, justo cuando el edificio se acercaba al cumplimiento de su centenario de existencia. Las oficinas aduaneras fueron trasladadas un poco más al Sur, hasta las modernas instalaciones donde comenzaron a funcionar, desde entonces.
Situado justo frente a la cuadra histórica de la costanera de Antofagasta, junto al complejo de los ferrocarriles y frente a los inmuebles de la ex Gobernación Marítima y de Resguardo Naval, la ex Aduana se volvería un punto imperdible en la ruta turística de las guías para viajeros por la ciudad Perla del Norte. El estupendo y espacioso también edificio fue utilizado durante algunos años como centro de exposiciones y de recreaciones históricas, siendo elevado a Monumento Histórico Nacional por Decreto Supremo N° 2.017 del 24 de octubre de 1972, declaratoria modificada por un nuevo Decreto Supremo N° 1.211 del 3 de diciembre de 1976, mismo año en que se hicieron algunas intervenciones en favor del aspecto original del inmueble.
El edificio es hoy la sede del Museo Regional de Antofagasta, institución que había nacido en 1964 como un área de conservación de la ex Universidad del Norte, pero que traspasó sus bienes patrimoniales por convenio de comodato a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile, constituyéndose así como museo el 17 de abril de 1984. Su primer piso es ocupado con exhibiciones relativas a la flora y fauna litoral de la zona, geología, etnografía cultural y antropología-arqueología desde la prehistoria hasta la actualidad, mientras que el segundo nivel se abordan aspectos históricos más relativos a la semblanza de la ciudad, la Guerra del 79, aspectos económicos, urbanos, culturales, reliquias del siglo XIX y personajes antofagastinos contemporáneos.
El museo cuenta, además, con espaciosos patios municipales donde suelen realizarse ferias, exposiciones transitorias y algunos eventos, encontrándose allí también la sede local del Registro Civil. Según la información con la que cuento, este espacio era un sector de acopio y almacenaje de la Aduana y hoy corresponde a la Plaza de la Cultura Osvaldo Ventura López, artista plástico antofagastino nacido en 1916 y fallecido en 1998, quien recibiera el grado de Caballero del Ancla en 1985, siendo homenajeado y recordado con un monolito dentro del mismo recinto. También le pertenecen al museo los dos edificios históricos de enfrente: el ex Resguardo y la ex Gobernación Marítima en avenida Balmaceda, donde se alojan las oficinas administrativas, la biblioteca, los laboratorios y los depósitos de las colecciones culturales.
La ex Aduana ha sido restaurada a principios de los noventa, con la incorporación de vigas de resistencia entre ambos pisos, y también durante la década pasada cuando se mejoró su aspecto y se dio el color rojizo que actualmente conserva. Se cree que es el edificio más antiguo que existe actualmente en la ciudad de Antofagasta, aunque su vida no haya comenzado exactamente en ella.
Vaya entonces este saludo a la histórica ciudad de Antofagasta en su principal día de celebraciones, representado en este pequeño artículo dedicado al edificio de su ex Aduana y actual Museo Regional.
Artículos propios de una botica antofagastina, segundo piso.
Pequeño buzón de correos del antiguo servicio postal.
Herramientas de la época calichera del Salar del Carmen.
Chaqueta de uniforme militar, Guerra del Pacífico.

LA "CUESTIÓN SOCIAL" DE LOS PERROS EN LA HISTORIA DE CHILE (PARTE I): DESDE LA CONQUISTA HASTA FINES DE LA COLONIA

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Siluetas mostrando la escena de un típico exterminio de perros de los siglos XVIII y XIX, según dibujo publicado en el libro “Memorias de un perro escritas por su propia pata”, de Juan Rafael Allende, en 1893.
“Un perro ató su aullido / a la Cruz del Sur”
(Giordano Leporati, versista porteño, 1942)
Hace algunos años, en 2009, publiqué acá un largo artículo dedicado a la relación de Santiago de Chile con los perros a lo largo de su historia, divido en tres capítulos: uno dedicado a la relación simbólico-heráldica de los perros con nombre de Santiago del Nuevo Extremo, otro más extenso concentrado en la historia de los perros en Chile con énfasis en la capital, y finalmente, uno relacionado con el redescubrimiento y revaloración del quiltro expresada en el reconocimiento formal del fox terrier chileno como auténtica raza canina.
Ha pasado bastante desde entonces con relación al tema, y muchas de las cuestiones que allí mencioné como parte del mismo asunto, se han mantenido o han empeorado, especialmente en lo relativo a la situación de los perros abandonados y la cada vez mayor irresponsabilidad social para con los deberes de la tenencia de mascotas.
No es de extrañar en este deplorable escenario, entonces, en este mismo período hayamos conocido de disposiciones edilicias prohibiendo alimentar perros callejeros con amenazas de fuertes multas, como sucedió en Santiago Centro y Valparaíso; o que masivas matanzas de canes hayan terminado incluso en tribunales, como fue el caso de la ejecutada por funcionarios municipales de la comuna de San Joaquín, con uno de los primeros videos-denuncia que se volvieron virales sobre este tema. El escándalo más reciente dice relación con las autorizaciones a la caza de perros asilvestrados, medida del  Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) que actualmente se encuentra suspendida y en revisión por la fuerte protesta pública que generó.
No es mi interés, por ahora, hacer sesudos juicios éticos o filosóficos sobre la situación descrita, pero sí quisiera abordar con esta primera parte de un ciclo nuevo de artículos, una visión cultural e histórica sobre los perros aunque mucho más amplia que aquella que asumí hace seis años, ahora dedicada a Chile en general y partiendo con una exposición sucinta de los antecedentes de la "cuestión social" de los perros en nuestro país desde sus orígenes, ya que hasta aquellos años puede rastrearse el problema.
Este texto, por cierto, lo publico a partir de un pequeño estudio presentado por mí para un proyecto editorial sobre el tema de los perros chilenos, hace unos años, pero que por diferentes razones no pudo consumarse. Veamos cómo resulta y si llega a ser un aporte al tema de debate.
SITUACIÓN DE LOS PERROS EN LA CONQUISTA
Dice don Pedro Mariño de Lobera en su “Crónica del Reino de Chile” que, antes de concluir la Conquista, los propios habitantes de la sufrida colonia española de don Pedro de Valdivia se vieron, en algún momento, en tal grado de carestías que debieron vestir con cueros de perros sin curtir, casi como salvajes. De esta necesidad de los antiguos pobladores por contrarrestar la falta de material para prendas, pudo haber sobrevivido una costumbre rural comentada por Nicolás Palacios en su "Raza chilena" y que estaba presente todavía en su época a principios del siglo XX, correspondiente al uso de grandes polainas de piel de perro por parte de algunos huasos, y “que recuerdan el traje del mismo material usado por sus abuelos”, según sentencia.
Por insólito que pueda sonar, los perros callejeros (si es que se podía llamar calles a los senderos polvorientos que tenían entonces las ciudades) ya se perfilaban como un problema en estos primeros años de vida de la Capitanía General de Chile. Por ejemplo, según lo que anotó el escribano Luis de Cartagena para las actas del Cabildo de Santiago en 1544, tras la pérdida y quema de todos los papeles y documentos con el anterior ataque de Michimalongo a la flamante ciudad española, sus habitantes comenzaron a usar cueros para reunir actas y anotaciones pero también enfrentando un problema nuevo, cuando los perros hambrientos devoraron estos soportes al no tener lugares seguros para guardarlos. De esta situación intuyen Palacios y otros autores, provendría el concepto popular de “pasar pellejerías”, pues en tiempos de escasez y miseria las pieles de animales se usaban para todo: como prendas, monturas, camas, manteles y hasta libros de actas, según se ve. Anotó el escribano al respecto, allí en el Libro Becerro:
"Y saben así mismo, cómo hasta que el capitán Alonso de Monroy, teniente general de vuestra señoría, vino con el socorro de las provincias del Perú, los cabildos y los acuerdos que se hicieron, y cosas tocantes al gobierno de esta dicha ciudad, que habían de estar asentados en otro libro tal cual el que a mí se me quemó, por falta de él y de papel para lo hacer, tenía asentados los dichos cabildos en papeles y cartas viejas mensajeras, y en cueros de ovejas que se mataban, que los unos papeles de viejos se despedazaban, y los cueros me comieron muchos de ellos perros por no tener donde los guardar".
En las actas del Cabildo de Santiago del 25 de octubre de 1553 vuelve a aparecer el problema de los perros mal cuidados por sus amos, en este caso estableciendo "que si algún perro matare cabra o hiciere daño, que lo pagará el dueño del perro". Es de suponer que, ya entonces, las mascotas comenzaban a aparecer en régimen sólo parcialmente doméstico a causa de la poca responsabilidad de sus propietarios... El problema ha sido históricamente, pues, el mismo: el comportamiento del dueño y no del animal.
Empero, se sabe que muchos perros de razas corpulentas y agresivas acompañantes de los españoles en campaña durante la Conquista e instauración del coloniaje en Chile, eran parte del batallón mismo. Don Pedro de Villagra, por ejemplo, aumentaba sus filas de sólo cien hombres con canes grandes y bravos que servían para hacerle frente a las huestes indígenas y que eran “poderosos auxiliares en los combates”, según anota  Diego Barros Arana en su "Historia general de Chile”.
Existe un consenso más o menos general de las fuentes de estudio, respecto de que fue la introducción de los perros en este mismo período dentro del territorio chileno, lo que marca el origen de los problemas con los perros asilvestrados, los de vida semi-urbana y los mal llamados "vagos", como veremos a lo largo de este artículo. Mucha de esta calamidad ha sido poco visible, sin embargo, en especial el caso de los perros salvajes que se volcaron al paisaje abierto, volviéndose depredadores confirmados de fauna local, como ha sido con el pobre pudú, por ejemplo. Sin embargo, es claro que la esencia del problema se ha hallado siempre en la conducta irresponsable humana, más que en los instintos de supervivencia del perro.
Un perro acompaña a los conquistadores españoles durante la primera misa celebrada en Chile, en detalle del cuadro de Pedro Subercaseaux en exhibición en el Museo Histórico Nacional. Aunque existían canes nativos en Chile, los perros sin dueños se volvieron un tema complicado casi tan pronto arribaron los españoles al territorio.
PRIMERAS MATANZAS DEL SIGLO XVI
Aunque los hispanos también miraron casi como ganado "alternativo" a las jaurías en momentos de emergencia, el cronista Pedro de Córdova y Figueroa escribió en su célebre "Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile" que los perros estuvieron alguna vez en el apetito de los indígenas, describiendo un singular episodio ocurrido al General Lorenzo Bernal del Mercado en la ciudad de Los Confines de Angol, bajo el mencionado gobierno de Villagra:
"En la ciudad congregó Bernal a los caciques  que permanecían sujetos al dominio español, y habiéndolos exhortado a la común defensa. Mincheleb, de muy avanzada edad, persuadió a los suyos y respondió por todos ofreciendo cuatrocientos buenos soldados y pidió por compensación media braza de chaquiras a cada uno, chicha y a cada veinte un perro para comer. Dícelo así Pedro Cortés, que presente se halló: y este nuevo reglamento de paga se extrañará en el tiempo presente en Chile, pues tienen tanta abundancia de ganado mayor y menor, que es imponderable su crecido número, y no creerán los indios que hoy subsisten, que sus progenitores apetecían los perros como manjar delicioso, y que abundando tanto esta especie, sólo crían para su diversión y placer; mas el tiempo se burla del mismo tiempo, haciendo que en unos sea apetecible lo que en otros fue despreciable".
El cronista Alonso de Góngora y Marmolejo, por su parte, cuenta en su "Historia de todas las cosas que han acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado" de 1575, algo sobre una de las primeras matanzas masivas de perros ocurridas en el país, específicamente en Concepción y cerca de una década antes del año en que informa de ella, también involucrando al gobernador Pedro de Villagra:
"...había en la Concepción gran cantidad de perros que tenían los cristianos e indios de su servicio, y cuando se tocaba arma, que era casi de ordinario, aullaban y ladraban en tanta manera que no se podían entender; y para evitar esto, mandó Pedro de Villagra que cualquier soldado o indio que trajese perro muerto le diesen cierta ración de vino o de comida: con esta orden los mataron todos. Fuera mejor dar la tal ración a quien trajera cabeza de algún indio, o presea de él, como hacían los numantinos en aquella guerra tan porfiada que tuvieron con los romanos".
A pesar de los horribles banquetes y sangrientas masacres, hacia 1583 la situación de los canes ya se salía de todo control. En Santiago, por acuerdo del 12 de abril de ese año, el Procurador don Martín Hernández de los Ríos pedía angustiado que “se repare el camino de las carretas y que se maten los perros cimarrones” que vagaban por el sector y que, habiéndose propagado en forma extraordinaria, pugnaban con los cerdos y las cabras que también pulularon libremente por la capital, bebiendo agua de las acequias de la plaza central y derrotando a las autoridades en su afán de mantener un mínimo aseo público, como advierte Barros Arana.
Además, como hubo períodos de la Colonia en que prácticamente no pasaban semanas sin alguna ejecución en Santiago como mínimo, los perros comenzaron a añadir otro problema gravísimo para los escrúpulos de la capital, cuando los cadáveres de estos ajusticiados eran apilados en la entrada de la cárcel y varias veces sucedió que sus cuerpos fueron atacados por canes hambrientos, algo facilitado por el descuido de los guardianes. Esto llevó tiempo más tarde, a establecer por razones de salubridad y prudencia la prohibición de exponer de tal forma los muertos, ya en el siglo XVIII según comenta Benjamín Vicuña Mackenna en “Los médicos de antaño en el Reino de Chile”.
EXTERMINIO DE PERROS EN 1606
Hay evidencia de otra temprana gran matanza de perros en 1606, cuando el 6 de mayo de ese año el Cabildo de Santiago abordó un decreto emitido durante la gobernación de don Alonso García de Ramón, según se constata en las actas:
"...y porque en los términos de la dicha ciudad hay muchos perros cimarrones y otros que crían los indios, que son los que destruyen y menoscaban el ganado, mando que los matéis todos, y los que tuvieren los indios los mandéis matar, no dejándoles más de uno que les guarden su casa, y los de los españoles que vieres que hacen daño; y mando al Cabildo, Justicia y Regimiento de la dicha ciudad de Santiago que, juntos en su cabildo, según lo han de uso y costumbre, reciban de vos el dicho capitán Juan Ortiz de Araya el juramento que en tal caso se requiere, y, hecho, él y todos los de más vecinos y moradores de la dicha ciudad y sus términos y jurisdicción, os hayan y tengan por tal capitán á guerra y juez de las dichas causas, y os hagan guardar y guarden todas las honras, gracias, preeminencias, prerrogativas, que por razón del dicho oficio debéis haber, tener y gozar".
El 30 de mayo siguiente, se autoriza al Capitán Córdoba la ejecución de la matanza de perros pagando por cada cabeza de animal y mostrando los alcances de calamidad que habría alcanzado para entonces el asunto:
"En este cabildo se presentó el capitán Juan de Córdoba con un título de el señor Teniente general para deshacer borracheras y para otras cosas, y entre ellas, para que pueda hacer matar los perros en todos los pueblos de indios y estancias de esta jurisdicción; y por que con más cuidado y diligencia se haga, se le señala al dicho capitán Juan de Córdoba medio tomín de cada cabeza de perro que así hiciere matar, y atento el provecho que de ello resultará a la ciudad, vecinos y moradores; y este salario pueda llevar y lleve en cada pueblo ó estancia, pagándoselo el administrador ó estanciero y persona que lo tuviere á cargo, en cabras á medio peso cada una, ó en ovejas á tomín y medio: lo cual se le dé y pague conque se halle personalmente con sus ministros y no de otra manera, por obviar los daños que los tales ministros suelen hacer; y esto se proveyó unánimes y conformes, y que use de su título, que le darán todo fuero y ayuda".
Dicho de otra manera, se pagaría una medida monetaria de tomín en cabras u ovejas por cada cabeza de perro. La cabra se calculaba en medio peso, equivalente a siete reales y medio vellón, mientras que la oveja se estimó en tomín y medio, lo que equivale a 45 céntimos de peseta.
Comenzaba a suceder lo que ya parecía inminente, entonces: el orden ciudadano se volcaba progresivamente contra los perros abandonados o mal cuidados, cual si ellos fueran la causa basal del problema que provocaban y no el comportamiento irresponsable de los habitantes de la misma ciudad donde bullían libres, por habérseles permitido (o forzado) siempre a la vida vagabunda y callejera, tal cual sucede en nuestra época.
Escena de un perro intentando dar caza a un ñandú, en uno de los grabados publicados por Alonso de Ovalle en su obra “Histórica relación del Reyno de Chile”, editado en Roma en 1646.
ÚLTIMAS PERSECUCIONES EN LA COLONIA TARDÍA
Los perros nunca estuvieron libres de la traición de sus propios amos o de pagar por las culpas humanas, como se ve... Y a pesar del cariño popular y la casi identificación del hombre modesto con estas criaturas, ni siquiera lo están ahora.
En algún momento, también se dispuso que esos mismos perros que eran una molestia para las carreras y exhibiciones de caballos, no fueran llevados por sus dueños hasta tales canchas “por los experimentos e inconvenientes que resultan, haciendo al juez o subastador retirar del sitio inmediatamente a los que los llevasen”, dato que puede encontrarse en el libro de Eugenio Pereira Salas “Juegos y alegrías coloniales en Chile”. A la sazón, además, las iglesias criollas debían contar con un personaje cuyo oficio era conocido como perrero, encargado de echar a los perros que entraban a los templos y con el tiempo también asumiendo la obligación de mantener limpio el recinto.
Muchas veces (o mejor dicho innumerables veces), los canes volvieron a ser usados como los vistos abastecedores de pieles o como un directo recurso alimenticio en momentos de apremios y desesperación. Esto sucedió especialmente por los indios de tránsito por la hambruna, pero también por los españoles e incluso por refinados viajeros que asomaban por acá cuando se vieron en tales angustias, como confesaba en 1768 el Comodoro John Byron (abuelo del famoso poeta Lord George G. Byron), recordando sus duras vicisitudes por tierras australes de un cuarto de siglo antes, en su "Relato del honorable John Byron -Comodoro de la última expedición alrededor del mundo- que contiene una exposición de las grandes penurias sufridas por él y sus compañeros en la costa de la Patagonia”:
“Un día me hallaba dentro de mi choza con mi perro indígena, cuando se me presentó un grupo a la puerta diciéndome que sus necesidades eran tales que o se comían el animal o perecían de hambre. Aunque su argumento era apremiante, no dejé de oponerles algunas razones para tratar de disuadirlos de que mataran a un animal que, por sus fieles servicios y su cariño, merecía continuar a mi lado; pero, sin pesar mis argumentos, lo tomaron por fuerza y lo mataron. En vista de esto, opiné que tenía por lo menos tanto derecho a una parte como el que más, me senté con ellos y participé de su comida. Tres semanas después, tuve el gusto de hacerme un guiso con sus patas y el cuero, que encontré podridos a un lado del sitio en que lo mataron” .
Sucedería poco después que, durante la larga gobernación de plaza de don Antonio Martínez y la Espada en Valparaíso, los perros volvieron a ser perseguidos y masacrados sin piedad por razones sanitarias y de seguridad pública. Primero, se ordenó que ningún residente del puerto tuviese más de un solo perro bravo, permanentemente amarrado con cadena, por decreto del 24 de julio de 1775. Quedará en la imaginación qué sucedió con el resto de los perros de cada dueño que tenía más de uno y que no ganaron la rifa por la vida. Luego, la autoridad arremetió contra los canes que subsistían como vagabundos en las playas, cruelmente perseguidos ordenándose cacerías y matanzas. Y aunque -en honor a la verdad- los perros del puerto sí eran una virtual plaga desbocada y más de alguna vez un peligro, dice Benjamín Vicuña Mackenna en "Historia de Valparaíso" que para facilitarse la sucia tarea, La Espada echó manos a un extraño y brutal recurso:
“Mediante un bando que promulgó un negro llamado Come-queso, y cuya morada habitual era la cárcel, el 22 de octubre de 1776, cada uno de los pulperos del puerto debían presentar al cabo del caracol (como se llamaba el de la guardia del castillo, por el caracol o escala en rampa que a él daba acceso desde la plaza) hasta cuatro perros muertos, a fin de que los arrojase al mar, y como de una nómina de la época consta que había treinta y cinco pulperos, se viene en cuenta que la contribución de perros muertos ascendió a ciento cuarenta. Con más que inhumana descortesía, La Espada recomendaba en el bando la preferencia del lazo y del garrote a los perros brutos, ‘y particularmente a las perras’… La aversión del gobernador del Valparaíso al sexo femenino no podía ser más evidente” .
En El Almendral, la misma tarea quedó encargada al teniente Gaspar Covarrubias, donde la cantidad de perros muertos llevados al pie del caracol debió llegar fácilmente a doscientos. Semejante aniquilación, que le valiera a su mentor el apodo de Herodes de Valparaíso por parte de Vicuña Mackenna, debió ser brutal y siniestra incluso para la moral de la época respecto del trato a los animales.
Pero los relatos descarnados involucrando maltratos de perros en Chile no son privativos sólo de indígenas, hispanos, exterminadores coloniales o exploradores náufragos, ya que las grandes ciudades también se vieron escenas tanto o más repugnantes de horrores culinarios, exterminios y matanzas masivas en los siglos que siguieron, en casi todos los casos asociándose a los problemas generados por la sobrepoblación de canes abandonados o descuidados. En el capítulo segundo que seguirá a esta entrada, observaremos la historia de la "cuestión social" de los perros en Chile a partir del período de la Independencia hasta nuestros días, para confirmarlo.

FOLKLORE E HISTORIAS POPULARES SOBRE LA VIRGEN DE LAS VIZCACHAS

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Coordenadas:  33°35'50.02"S 70°31'45.85"W
Por la continuación de la avenida La Florida hacia el Sur, la avenida Camilo Enríquez, se llega a Las Vizcachas pasando la curva donde empalma la avenida Eyzaguirre, torciendo hacia las puertas del Cajón del Maipo y pasando a ser el Camino a San José de Maipo desde este punto hacia el interior. Justo atrás de esta vuelta al oriente, está el llamado Cerrillo de las Vizcachas, destacando por su forma redondeada y por la pequeña estación de telecomunicaciones que se encuentra en su baja cumbre, además de una copa de agua.
Ahí, al costado de la ruta y a mitad de la altura del cerrito, se observa la llamada Gruta de la Virgen del Carmen de las Vizcachas, más conocida como la Virgen de las Vizcachas, importante centro de la fe popular y las leyendas en los deslindes urbanos santiaguinos.
La historia de esta gruta y su imagen mariana es poco conocida para el resto de los habitantes de la Región Metropolitana, pues muchos practicantes del turismo cultural por el Cajón del Maipo la pasan de largo, creyendo quizás que su valor sólo se reduce a un asunto de religiosidad.
Vista del cerro desde la orilla del retén de carabineros.
Vista de la gruta desde el paso peatonal sobre nivel de la carretera.
CARACTERÍSTICAS DEL LUGAR
Para llegar a la gruta, es necesario entrar por el senderillo frente al retén de carabineros y al lado de un paso peatonal superior, camino estrecho que bordea al Canal San Carlos desde la avenida hasta unos metros más hacia el interior, para torcer después a la derecha y terminar en el gran portón del suntuoso Parque Las Vizcachas (no confundir con el club homónimo, que está al otro lado de la avenida), a cuyo costado está el acceso de escalinatas hacia la gruta. Esta entrada está abierta sólo en el día, porque se cierra durante las noches.
Se sube por el empinado camino escalonado, formando un corto zig-zag y pasando por un sendero de tierra entre la vegetación del cerrillo antes de llegar a los gastados escalones de roca canteada, probablemente de la misma que forma en grandes bloques toda la estructura de la gruta, provocando cierta inquietud lo resbaloso de este piso a causa de la esperma y el aceite acumulados por miles de velas, además de lo endeble de la rústica reja con pasamos para quienes suben por la escalinata.
Cientos de placas de agradecimientos llenan piedras y paredes en torno a la gruta, pues aquí el culto a la Virgen del Carmen con el Niño Jesús representado en la imagen de buen tamaño, se da de la misma manera que sucede con los altares populares: siguiendo el patrón de culto propio de las animitas, con peticiones, mandas-rogativas y demostraciones de gratitud expresadas en dichas piezas con inscripciones. Las placas más antiguas que logro distinguir son del 40 y 50, llamado a la imagen con apodos como Carmencita o bien "Madre de los Afligidos", además de algunos dibujos hechos sobre la roca misma y que resultan ilegibles ya por su antigüedad y desgaste. Los favores relacionados con salud parecen estar entre los más solicitados, según se lee.
La imagen de la Virgen con el Niño está dentro de una concavidad esculpida en forma de arco, pero cerrada por una sólida reja metálica, pues dicen que ha sido vandalizada ya en el pasado. Innumerables flores y banderas chilenas decoran el lugar, hasta donde llegan residentes de la zona además de algunos viajeros que pasan por allí. Por todo este lugar se pueden hallar también crucifijos, estampas, rosarios, estatuillas religiosas y cuadros con oraciones.
Vista del conjunto en las rocas del cerro. La escala de piedra que se ve conduce hacia los senderos que llevan a la cima del cerro, donde está la estación de telecomunicaciones, y a un acceso secundario del Parque Las Vizcachas.
Vista desde la gruta. Abajo, atrás de la calzada, el retén.
EL ORIGEN DE LA GRUTA
El cómo y por qué se instaló acá esta imagen, se debería a un hecho pintoresco contado por sus devotos, y que habría ocurrido hacia el año 1940, aproximadamente.
Tenía acá su Fundo Las Vizcachas don Juan Enrique Tocornal Doursther, hijo de don Manuel Tocornal Grez, al igual que él diputado, empresario ligado a la familia de la célebre viña y recordado como un gran benefactor. Allí en el cerrillo de su propiedad, entre el conjunto de rocas donde ahora está la gruta, había antes una de forma erguida y de remate más esbelto que los lugareños y trabajadores de la zona llamaban La Virgen y veneraban como tal. Cabe recordar, pues, que los criollos no pocas veces acusan avistamiento de figuras marianas en formaciones rocosas naturales, como la que da nombre a la Playa La Virgen cerca de Copiapó, o la Virgen de la Piedra de Combarbalá (con fiesta religiosa y todo) y hasta un tramo montañoso de los Andes patagónicos apodado Cordillera de las Vírgenes al interior de Palena.
Resulta que una tarde tirando para noche, un huaso o peón borracho del sector pasó por el cercano camino que hoy es la carretera, y dentro de su ebriedad no tuvo mejor idea ir a hacerle puntería a la roca con un revólver, resultando destruida la forma que encantaba a los lugareños y que inspiraba su fe para ir a encenderle velas o rezarle, desapareciendo así la primera y original Virgen de las Vizcachas.
Acongojados, los miembros de la comunidad se organizaron, juntaron fondos y compraron una imagen de la Virgen del Carmen para sustituir la destruida roca, construyéndole la gruta (al parecer, en la misma que había tenido aquella forma sugerente hasta el día del ataque) para seguir llevando sus devociones y peticiones de intervención hasta nuestros días.
Esta historia de fuentes orales no la encuentro comentada en ninguna parte, salvo en una fuente que me resultó inesperada: la "Revista Musical Chilena" N° 74 de la Facultad de Ciencias y Arte de la Universidad de Chile, publicada en noviembre-diciembre de 1960 bajo dirección de Alfonso Letelier. Dice allí, en el artículo titulado "El guitarrón en el Departamento de Puente Alto", de Raquel Barros y Manuel Dannemann:
"Tampoco faltan en Puente Alto las creencias tradicionales: la Virgen de las Vizcachas es una de ellas. Al respecto se cuenta que a la entrada de las tierras de don J. E. Tocornal, había hace veinticinco años un relieve natural en piedra con forma humana, en el que se creía ver a la Virgen. Un borracho lo destruyó a balazos, y los vecinos lo reemplazaron por una imagen, objeto de la devoción popular".
Acercamiento a la vista de la gruta desde el paso peatonal sobre la calzada. Al parecer, la misma roca donde está la gruta, con su forma puntiaguda, es la que -según la leyenda- correspondía a la piedra con forma de Virgen y que fuera destruida a tiros.
OTRAS LEYENDAS
Existe otra creencia menos popular sobre supuesto el origen de la Virgen de las Vizcachas, más espectacular que la revisada aunque más sencilla y ambigua, según la cual la Madre de Dios solía aparecerse en este grupo de rocas a los habitantes de Las Vizcachas, casi al estilo Virgen de Lourdes. Le hicieron la gruta y el altar en homenaje o recordando sus visitas.
Una versión de la misma historia, que he escuchado menos veces aún, asegura que las apariciones y la construcción de la gruta se remontaban a tiempos coloniales, creencia cronológicamente imprecisa. Se cuenta de un milagro allí realizado por la Virgen, o también de la construcción del altar para "santificar" el cerrito, porque habría tenido alguna clase de fama oscura.
Por otro lado, si acaso tuviera algo de real la revisada historia de la roca destruida, quizás esta misma dio origen a otra leyenda de la tradición oral descrita por la profesora de historia y geografía Cecilia Sandana González para la revista "Dedal de Oro" del Cajón del Maipo, según la cual un huaso del sector El Manzano, inquilino con esposa y ocho hijos que se pasaba la vida criando ganado y empinando botellas de vino, detuvo su caballo frente a la imagen de la Virgen de las Vizcachas en un viaje a las cantinas de Puente Alto y, en lugar de saludarla como solía hacerlo, en un arranque inexplicable de su borrachera sacó un arma de fuego del cinto y le descargó tiros encima, para luego seguir su camino. Castigado desde el Cielo por su sacrilegio, el huaso despertó al otro día totalmente ciego, entrando en desesperación y confesando a su familia la locura que había cometido el día anterior.
Pero esta historia termina en un compasivo milagro, como es de esperar: el sujeto ciego rogó a su familia que lo condujeran hasta la gruta, llevándolo del brazo por las escalinatas hasta donde la Santa Madre, y allí rogó llorando que lo perdonase y le devolviera la vista, prometiéndole peregrinar por siempre hasta ella. Esa misma tarde comenzó a volver la visión a sus ojos, y desde entonces nunca dejó de visitarla y llevarle velas, como lo siguen haciendo muchos otros fieles.
Velas y ofrendas varias en el altar popular.
Placas de agradecimientos por favores concedidos.
LA "MANDA DEL 12 DE OCTUBRE"
Aunque ya vimos que a la Carmencita del Cerrillo de Las Vizcachas se le atribuyen especialmente milagros de salud, hay uno en particular que ha generado toda una tradición propia y la existencia de una cofradía de huasos devotos alrededor de su imagen, con una gran peregrinación anual. Se trata de la llamada "Manda del 12 de Octubre", fundada por Roberto Maturana y Santos Rubio.
Sucedió que, en 1968, comenzó la llamada Gran Sequía de Chile, que se extendió hasta el año siguiente, provocando un desastre en la agricultura y la ganadería nacional desde Atacama hasta Biobío. Entre otras cosas, un recuerdo vigente de aquella catástrofe es el cambio de hora de verano decretado entonces, con la intención de ahorrar el consumo de energía eléctrica.
Desesperados por los estragos que la sequía causaba en los campos de San Juan de Pirque, como el secado total del Estero El Coipo y la reducción del Canal de la Sirena a un mísero hilito de agua, un grupo de agricultores liderados por Maturana y Rubio comenzaron a organizar una gran petición cristiana o "manda" solicitando que la voluntad divina les echara una mano. Así, la mañana del sábado 12 de octubre de 1968 salieron en montura desde la Escuela de San Juan, en un gran grupo elegantemente vestidos de sombrero, manta y espuelas. Pasaron por la Parroquia del Santísimo Sacramento de Pirque para recibir las bendiciones y continuaron hasta el portal de la Viña Concha y Toro, pasando al cercano Altar del Cristo Negro a rendirle honores, y desde allí seguir por el Puente San Ramón al Camino de Casa Viejas, hasta llegar a Las Vizcachas y subir a pie a la gruta de la Virgen, donde estuvieron por horas tocando guitarras con el canto a lo divino, cuecas campesinas y tributos para que intercediera en el clima. Todos se retiraron con esperanzados en los resultados de su rogativa.
Pasó un tiempo y, efectivamente según recuerdan, llovió durante ese mismo año. La precipitación fue poca pero suficiente para que el Estero El Coipo volviera a correr y salvar a los animales y parte de las plantaciones de la sequía que continuaría hasta mediados del año siguiente. En agradecimiento, como lo señala un interesante artículo de Mauricio Pineda Gardella publicado el año 2014 en el Portal Pirque, se repite todos los años e ininterrumpidamente la procesión de jinetes. Acuden a ella huasos de San Juan, Principal, Santa Rita Pirque interior y Puente Alto, montado caballos y con banderas chilenas al frente, que parten en caravana desde la plaza del Altar del Cristo Negro en la bajada del puente con dirección a la Virgen de las Vizcachas, donde vuelven a agradecer el milagro de la "Manda del 12 de Octubre".
La Virgen de las Vizcachas es, como queda demostrado, un referente cultural innegable de la zona, dada su categórica importancia en el folklore y las tradiciones locales.

LA "CUESTIÓN SOCIAL" DE LOS PERROS EN LA HISTORIA DE CHILE (PARTE II): DESDE LOS INICIOS DE LA REPÚBLICA HASTA NUESTROS DÍAS

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Dantesca escena de los crematorios de cuerpos de la Perrera Municipal de Santiago, en imagen de la colección de Editorial Zig Zag de 1965, actualmente en el Museo Histórico Nacional.
Ésta es la continuación de mi artículo anterior sobre la historia de la "cuestión social" de los perros en Chile, que partía en los orígenes de la Capitanía General y llegaba al término de la época colonial.
Con relación al mismo tema, me he referido antes a una suerte de “pacto” cultural entre Chile y los perros. Muchas veces, sin embargo, esta inclinación se vio amenazada por criterios de origen foráneo que han ido penetrando en nuestra formación histórica y que -por alguna razón- se resisten a abandonarla, manifiestos durante el período de tiempo de nuestra atención en costumbres que van desde las peleas clandestinas de perros bravos (motivadas más bien por las apuestas en dinero, como sucede también con las de gallos) hasta la crueldad intransigente e incomprensible de algunas autoridades para ordenar exterminios masivos de perros callejeros con bárbaros métodos, pretendiendo atacar problemas sanitarios que siguen encontrando su origen esencial en el comportamiento ciudadano y no en la responsabilidad de los animales.
Concentrándonos en el actual problema sanitario y social de los perros, también hay cosas discutibles. Muchas veces, por ejemplo, los discursos humanistas arrojan toda clase de mantos de piedad sobre problemas sociales como la delincuencia, el narcotráfico, el vandalismo, la drogadicción y el alcoholismo, alejando las culpas tanto como sea posible de las responsabilidades individuales y empujándolas a la abstracción de las de instancia social de los deberes pendientes; es decir, sobre las que se presumen como bases generadoras de dichos males. Sin embargo, frente al caso de los perros "vagos" y también los perros salvajes contemplados en la reciente modificación de la Ley de Caza, se asume una actitud distinta, muy indirecta aunque radicalizada: atacar la consecuencia y no el origen del problema, que requeriría de una fuerte campaña de educación social y -aunque moleste- del castigo severo a quienes sigan llevando adelante prácticas de irresponsabilidad en la tenencia de mascotas o el abandono deliberado de las mismas.
En este tránsito nos encontramos ahora: con la ley que permitía la caza de perros indómitos en suspenso y el anuncio de ruedas de conversación al respecto, que aún no se inician, mientras el problema no recibe solución en ninguno de sus aspectos: ni en la expectativa de "recuperar" los perros que han quedado en esta condición de depredadores introducidos en el medio ambiente chileno, como piden los animalistas, ni en el control del daño que estos mismos animales producen a la fauna autóctona o a los ganaderos de zonas rurales, como exigen con urgencia los partidarios de la ley.
En la angustiante espera, entonces, quise publicar estos artículos sobre la historia de la "cuestión social" en Chile a lo largo de su historia, que tenía guardados en mis archivos de proyectos frustrados de textos y que, en esta segunda parte, abarcan el período que va desde la Independencia hasta nuestros días.
DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA. UNA OPINIÓN DE CLAUDIO GAY
Con el advenimiento de la Independencia y los primeros años de ordenamiento republicano, no cambió mucho en Chile el panorama con respecto a la presencia del perro callejero (o mejor dicho abandonado), mayoritariamente de los que llamaríamos quiltros, ya que era más probable que los de pedigrí estuviesen buen cuidados y guardados (al igual que sus amos). De hecho, era tan corriente la presencia de perros callejeros en la sociedad chilena que, hacia aquellos tiempos y estando arraigada la costumbre de la siesta cerca de las cinco de la tarde, proliferó por Santiago el dicho popular: “En la hora de la siesta sólo los perros y los ingleses andan por las calles”, según recuerda Vicuña Mackenna en su “Historia crítica y social de la ciudad de Santiago desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868)”.
También tuvo lugar por primeros esos años de vida independiente, un gran desalojo de los animales que vivían sus miserias en el llamado Basural del Mapocho o de Santo Domingo, allí donde se instaló el Mercado de Abastos por orden de Bernardo O’Higgins, precisamente donde ahora está el Mercado Central. Haber espantado de allí a los perros pudo haber esparcido por la ciudad más canes “vagos”, además de las ratas citadinas que les servían de desesperada comida.
Tras llegar a Chile y ser contratado por el gobierno en 1830, el naturalista francés Claudio Gay confirmaría también que los perros existen en nuestro país “desde los tiempos más remotos de la conquista”, pero que había sido por el último siglo, al momento de escribir sus valiosos tratados, que el descontrol reproductivo los había llevado a retroceder a estados salvajes y jaurías cimarronas, especialmente en territorios aislados como el Archipiélago de Juan Fernández, desde la introducción de los canes por orden del Virrey del Perú para que sirvieran en el control de las plagas de cabras también llegadas artificialmente hasta allá, consiguiendo cambiar así un problema por otro, o más bien agregarle uno nuevo al aporreado ecosistema isleño.
Las principales razas que Gay identifica en el Chile de su época son los perros pastores, los ovejeros, los leoneros, los zorreros y los de casta que hoy llamaríamos finos. Qué diría hoy el científico, sin embargo, si supiera que en estos días de progreso y conocimiento, todavía persiste no sólo el problema de los perros sin dueño, sino también el mismo de los canes salvajes y las jaurías salvajes cuya calamidad se ha pretendido resolver autorizando la controvertida facultad de caza.
El “pacto” de protección y mutua lealtad de la sociedad criolla y modesta con sus perros, en oposición al histórico ánimo demostrado por las autoridades, también es observado y comentado por el naturalista, constatando su origen en la esencia campesina de la vieja población chilena:
“Todos estos perros, como hemos dicho ya en nuestra Fauna chilena, viven bastante miserablemente, faltas las más de las veces de alimento, y sin embargo los campesinos por una preocupación muy general no se permitirían matar uno solo de ellos aún cuando su número se multiplicase mucho. Sólo en las ciudades es donde a causa de la higiene se verifican estas matanzas de perros, antiguamente a palos por los hombres a quienes pagaba la policía y principalmente por los aguateros de Santiago, etc., o los hombres que costeaban los carniceros en Copiapó, etc., a los que por burla se llamaba los mata-perros, y en el día por medio de la estricnina que produce resultados inmediatos y de una manera menos bárbara y menos repugnante” .
Veremos, luego, que los infames mataperros siguieron siendo una institución activa en las ciudades chilenas, por varios años más.
Un cachorro sin dueño siendo atrapado por funcionarios de la Perrera, para proceder a darle muerte en las instalaciones si no es reclamado por sus dueños dentro del plazo perentorio. Imagen de la colección Editorial Zig Zag, 1970.
MATANZAS DE PERROS EN LA REPÚBLICA. TESTIMONIO DE DARWIN
Hacia este mismo período histórico de la presencia de Gay a Chile, pero narrando sucesos vistos en el Norte del país, escribe Charles Darwin en sus memorias plasmadas en “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” en un capítulo dedicado a la hidrofobia y sobre lo que testimonió en las cercanías de Copiapó durante su famoso viaje en 1835:
“Se acaba de ordenar que todos los perros vagabundos fuesen muertos, y vi un gran número de cadáveres de ellos en el camino. Muchos perros habían sido atacados por la hidrofobia y no pocas personas habían sido mordidas y sucumbieron a tan horrible enfermedad. No es la primera vez que la hidrofobia se declara en este valle, y es muy sorprendente que una enfermedad tan extraña y tan terrible aparezca a intervalos en un mismo lugar tan aislado. Se ha observado que ciertas aldeas de Inglaterra se hallan, análogamente, más sujetas que otras a esta plata. El Dr. Unanué hace constar que la hidrofobia apareció por vez primera en la América meridional en 1803; ni Azara ni Ulloa oyeron hablar de ella en la época de su viaje, lo cual confirma aquella aserción. El Dr. Unanué agrega que la hidrofobia se declaró en la América central y extendió lentamente sus estragos hacia el Sur. Esa enfermedad llegó a Arequipa en 1807; dícese que, en esta ciudad, algunos hombres que no habían sido mordidos sintieron los efectos de la enfermedad; unos negros que se habían comido un buey muerto de hidrofobia también fueron atacados por ella. En Ica, cuarenta y dos personas perecieron desgraciadamente. La enfermedad se declaraba de doce a noventa días después del mordisco y la muerte llegaba inevitablemente dentro de los cinco días que seguían a los primeros ataques”.
El asunto problemático con los perros en semi-domesticación se observaba ya en todo Chile. Poco después, en 1837 y tras asesinar vilmente al Ministro Diego Portales en Valparaíso, el Coronel José Antonio Vidaurre y sus hombres amotinados fueron ejecutados sin consideración ni piedad. Su cabeza fue exhibida en picota en la Plaza de Quillota, pero de un momento a otro, desapareció: todo indica que los restos acabaron siendo robados por los muchos perros vagos del pueblo y devorados en una zanja.
La historia del cráneo de Vidaurre no termina allí: su cabeza fue rescatada después en una acequia y, al parecer, llevada a Santiago por su amigo Ramón Boza, uno de los conspiradores que participaron del asesinado y quien, arrepentido por el crimen de Portales, abandonó a su familia y se integró como lego a la Recoleta Franciscana para expiar sus culpas y calmar su alma, manteniendo allá el cráneo en un pequeño altar y acompañando en sus procesiones al célebre fray Andresito Filomeno García quien, curiosamente según su leyenda, era sumamente compasivo con los perros "vagos" de vecindario mapochino, a los que alimentaba en la puerta del convento.
Empero, hechos siniestros ocurrirían también en Santiago hacia esos años, particularmente con la apodada Calle de los Perros por la cantidad de canes que allí había, y que corresponde a la actual Miraflores. Posteriormente, la extravagante denominación se extendió a toda la calle, aunque el uso popular prefería el nombre de la Calle de las Recogidas por la institución así llamada y que antes había acogido a mujeres de mala vida allí por cerca de la Alameda, junto al cerro Santa Lucía. Dice don Benjamín Vicuña Mackenna en “Una peregrinación a través de las calles de la ciudad de Santiago” que los perros de esta Calle de los Perros, abierta hacia 1830 con el nombre de Nueva de la Merced, también fueron víctimas de crueles matanzas y exterminios por parte de funcionarios contratados para tales funciones y que eran apodados mataperros, como vimos en palabras de Gay.
LOS ÚLTIMOS MATAPERROS Y LAS INICIATIVAS HUMANITARIAS
En la mencionada Recoleta Franciscana de la capital, la comunidad religiosa no estaba ajena a la cuestión de los canes: compartiendo la vocación animalista del propio San Francisco de Asís, sus miembros solían repartir comida a los perros abandonados de estos barrios, con ejemplos de hombres santos que tenían esta costumbre como Fray Pedro de Bardeci en el siglo XVII  y el comentado caso de Fray Andresito ya en el XIX, entre otros históricos miembros de la recolección.
En contraste, quedaban algunos mataperros en ejercicio todavía en los tiempos de la infancia de Vicuña Mackenna, dando muerte a canes callejeros de un modo incluso más rústico y atroz que los métodos usados por las autoridades en nuestros días, pues se valían del lazo, sable o garrote en tan innoble propósito.
Pese a todo, los perros estuvieron presentes en los más inesperados ámbitos de la vida nacional del siglo XIX, en especial los queridos quiltros: campo, ciudad, mineros, pescadores, pastores, militares. Con ellos se conquistó el territorio de Magallanes y con ellos se fundaron los pueblos salitreros del desierto. Acompañaron a los soldados en la Guerra contra la Confederación, la Guerra del Pacífico y también en la Guerra Civil, apareciendo desde entonces en la literatura con nombres propios y con frecuencia como protagonistas. Los buques de la Escuadra de la Armada de Chile solían tener al menos una mascota adoptada y mantenida con cariño en cubierta, costumbre que aún se mantiene en algunos casos.
Por  esa misma época, en la segunda mitad del siglo XIX, nacía en la capital la Sociedad Protectora de Animales, entidad privada sin fines de lucro creada gracias a una iniciativa del ex Intendente Vicuña Mackenna, quien siempre deploró el maltrato de las criaturas en sus escritos y artículos, como se advierte cuando reseñó algo sobre las peleas de gallos y perros o la tauromaquia. Al terminar su labor edilicia, entones, hizo un llamado a distintas organizaciones vecinales y de beneficencia social, dando por fundada con ellos la Sociedad en 1876, entidad inspirada en la misma clase de organizaciones que había en Europa para dar asistencia, alimentación y acogida a los animales abandonados.
Sin embargo, nada de esto libraría a los perros de nuevas olas de exterminio por razones sanitarias, especialmente en el combate de la rabia o hidrofobia, pues aunque el antiguo mataperros había desaparecido como oficio de la administración pública, todavía a fines de aquella centuria seguían practicándose cruentas matanzas de canes callejeros a garrote o a filo de sable, encargados a funcionarios municipales y guardias.
Aunque ya vimos que Darwin confirma la presencia de la rabia o enfermedad de los perros locos en Copiapó durante su visita, casi cuando recién comenzaba la Guerra de 1879 aparece un caso notable de estudios de la hidrofobia, por parte del joven cirujano de la Armada de Chile don Pedro Videla Órdenes, extendido en abril de ese mismo año en su tesis para optar al título de Licenciado en Medicina. Esto sucedía sólo un mes antes de ofrendar heroicamente su vida en la doble epopeya de Iquique y Punta Gruesa, al caer por un proyectil del monitor "Huáscar" que alcanzó a la goleta "Covadonga" del Capitán Carlos Condell, donde se hallaba en servicio como Cirujano Primero, mutilándolo mortalmente. En este interesante escrito, Videla informa los casos de tres pacientes con rabia atendidos por él, además de revisar algunas teorías acerca de la naturaleza de la enfermedad, comparando la forma en que se da en los perros con la de los seres humanos. También comenta las propiedades de la planta conocida como chamico (Datura stramonium) para calmar parte de los terribles síntomas de los infectados.
Empero, la cruzada médica contra la rabia comenzaría en Chile a fines de aquel siglo, fundamentalmente cuando el profesor Mamerto Cádiz logró dar inicio al Servicio de Vacunación Antirrábica en 1896. Si bien se sabía de la presencia de la enfermedad ya entonces en murciélagos, zorros, ratas y conejos, inevitablemente era el perro el principal agente o vector señalado como culpable de la expansión del terrible mal, por su estrecha vida con la sociedad humana.
Médico veterinario chileno Eduardo Fuenzalida, creador de la vacuna antirrábica obtenida del cerebro de ratones lactantes, en 1954, que actualmente lleva su apellido.
LA SITUACIÓN AL COMENZAR EL NUEVO SIGLO
Influencia en los  señalados avances preventivos de la hidrofobia iniciados a fines del siglo XIX, tuvo por entonces el doctor  Teodoro Muhm, con gran experiencia al respecto en Buenos Aires, donde había sido creado un innovador laboratorio antirrábico una década antes de la creación del Servicio de Vacunación Antirrábica chileno. La nueva centuria comenzó, así, cuando tenía lugar en Chile esta cruzada sanitaria y preventiva para detener el avance de la mortal enfermedad históricamente asociada al mordisco de perros enfermos. Hacia 1929, unas 7.060 personas ya habían sido vacunadas.
Pero hacia 1910, además, se habría de implementar un servicio sanitario muy distinto, aunque -esencialmente- con el mismo propósito preventivo: el de la Perrera, entidad que capturaba y eliminaba de manera permanente y en actividad constante a los perros sin dueños conocidos o cuya agresividad fuera objeto de denuncias. El servicio nació en reacción a la sobrepoblación canina y sus consecuentes molestias, como recordaba Alfonso Calderón en su “Memorial del viejo Santiago”. Una larga época de persecución y, en algunos casos, de nuevas crueldades abominables, comenzaría desde entonces en la relación de hombres y perros acá en Chile.
Al avanzar el siglo y llegar el siguiente, sin embargo, la Sociedad Protectora de Animales que había fundado Vicuña Mackenna, se hallaba bastante decaída y requería de inyecciones de recursos o de benefactores para una eventual refundación. La tarea fue sumida en 1914 por el ilustre Alcalde de Santiago don Ismael Valdés Vergara, quien realizó una gran reunión con vecinos y personas connotadas de la ciudad para recuperar el trabajo y el espíritu de la Sociedad, consiguiendo aportes de algunas empresas relacionadas con venta de  materiales de construcción y también algunas ayudas monetarias de firmas como la Compañía de Cervecerías Unidas, la Casa Gath & Chaves y Grabe y Cía., entre otras. La Sociedad resurge de las cenizas, así, el 24 de agosto de 1915, constituida legalmente por Decreto N° 1.846 del Ministerio de Justicia, y con el nombre de su primer fundador: Sociedad Protectora de Animales "Benjamín Vicuña Mackenna".
La iniciativa de reponer el servicio de protección animal dio excelentes frutos y aplaudidos gestos de acogida a perros y gatos abandonados. La gente que encontraba esta clase de mascotas en situación de calle las llevaba para su resguardo y con la ilusión de que alguien los adoptara, mientras los veterinarios daban atención. Sus recursos eran los pagos de cuotas de los socios y los aportes que llegaban de parte de benefactores y organismos generosos, llegando a contar con un centro veterinario que daba atención mascotas, a animales heridos y, en los peores casos, tener que eutanasiarlos para acabar con sufrimientos y agonías, especialmente los mortalmente heridos, atropellados o con enfermedades terminales.
Lamentablemente, veremos que su servicio de protección degeneró perversamente en sus últimos años, dejando al descubierto uno de los más polémicos casos de maltrato y aprovechamiento económico de la tragedia de los animales abandonados.
AVANCES CONTRA LA HIDROFOBIA
A mediados del siglo XX, el médico veterinario Eduardo Fuenzalida y el cirujano Raúl Palacios, elaboraron una novedosa nueva vacuna antirrábica obtenida del cerebro de ratones lactantes, notable logro chileno conocido hoy como la "Vacuna Fuenzalida-Palacios". Los resultados de sus trabajos y pruebas fueron dados a conocer en la III Jornada de la Sociedad Chilena de Salubridad de 1954, celebrada en Santiago, con el título "Un método mejorado en la preparación de la vacuna antirrábica". Aplicada primero en perros y después autorizada en seres humanos a partir de 1958, esto fue una importantísimo avance para el apoyar el Programa Nacional de Control de la Rabia, implementado en la década siguiente.
En un interesante artículo de Enrique Laval y Paulina Lepe publicado en la "Revista chilena de infectología" de abril 2008, con el título "Una visión histórica de la rabia en Chile", recuerdan allí los autores que, promoviéndose la gran campaña antirrábica en prensa y radio, el 1° de junio de 1955 el entonces Presidente de la Sociedad Protectora de Animales, Diputado Jorge Meléndez Escobar, dio por cadena nacional un discurso titulado "El problema de la hidrofobia" en el que, según el diario "El Mercurio" del 9 de junio siguiente, declaró:
"...en la segunda quincena del mes en curso será iniciada por el Servicio Nacional de Salud, la campaña de vacunación anti-rábica de perros en Santiago, programa que se proyectó realizar en tres a cuatro semanas, con la cooperación del Ejército, efectuándose vacunación domiciliaria en forma gratuita para proceder a la inmunización de los perros que existían en cada casa, esperándose vacunar más del 80% de la población canina. Por otra parte, las autoridades sanitarias procederán a recoger todos los perros que sean encontrados en la vía pública, tengan o no patente. Los que carezcan de ella serán sacrificados de inmediato y los otros podrán ser rescatados durante un plazo de 24 horas, al término del cual, también serán sacrificados".
Sin embargo, en una declaración del Servicio Nacional de Salud publicada a los pocos días en el mismo diario, el 14 de junio, evidenciando un debate y choque de filosofías que aún persiste sobre el tema, se establecía lo siguiente para enfatizar el aspecto de educación ciudadana que requería esta enorme campaña:
"...no es efectivo que en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia e Italia, deambulen libremente los perros en la vía pública con el único requisito de la vacunación. Ni en éstos ni en otros países del orbe, se expone la comunidad a la mordedura de perros, como acontece aún, por desgracia en Santiago.
...los camiones-perrera no son una invención nacional, sino que circulan en todas las ciudades civilizadas, aún cuando el problema de los perros callejeros está en ellas muy lejos de la importancia que reviste en Chile. Tampoco es efectivo que se está haciendo uso de métodos crueles para el exterminio del perro vago. La inyección de cianuro saturado provoca una muerte instantánea y ha sido recomendada al Servicio por dirigentes de la Sociedad Protectora de Animales, que también la emplea".
En la misma fuente se informa que los datos epidemiológicos de entonces (con varios casos entre hombres y animales) reflejaban una evolución endémica de 1950 a 1959, con 52 casos confirmados en humanos, la mayoría de ellos en 1950 y en 1955, con 11 pacientes en cada uno.
Vista del edificio de la Perrera y sus chimeneas. Fuente: sitio de Perrera Arte.
Crematorios de la Perrera de Santiago. Fuente imagen: sitio de Perrera Arte.
UNA OPINIÓN DE ORESTE PLATH
Pero ni siquiera esta nueva ola de persecuciones conseguía ser eficaz frente a la proporción del problema: para el año 1955, la alarmante cantidad de perros mal llamados “vagos” llegaba a cerca de 70 mil sólo en Santiago, según comenta Oreste Plath en su artículo “Amor e indiferencia hacia los perros”, publicado en mayo de ese mismo año en la revista “En Viaje”. Allí agrega con extraordinario buen juicio ya entonces, que “a este sentimiento, a esta perrofilia, le faltan normas”, aludiendo a lo que hoy reconocemos como la tenencia irresponsable que es, de principio a fin, el germen de la existencia de canes callejeros y su sobrepoblación.
El mismo investigador juzgó con esa misma y sorprendente lucidez el valor cultural del perro en la sociedad chilena, enfrentando estos contenidos populares con las campañas de salubridad pública que nunca han visto con buenos ojos a los canes. Así lo describe en su artículo “El perro y el pueblo chileno”, publicado en la revista “En Viaje” N° 262 de agosto de 1955:
“Así como el estudio de las condiciones ambientales es valiosa para la salud física y mental, no lo es menos el conocimiento del mundo individual, natural, sobrenatural o extranatural.
Si la medicina preventiva y la salud pública observan al hombre enfermo, o sano, en su ambiente, debe estudiarse, considerarse, todo lo que se refiere al mundo de las creencias y supersticiones de este hombre.
En cualquier programa de salubridad es importante conocer las creencias, supersticiones, prejuicios que rodean al medio en que se van a desarrollar las campañas.
Estos efectos y defectos influyen sensiblemente en implicaciones sociales que entregan medidas para conservar la salud y prevenir la enfermedad. El éxito o fracaso de cualquier plan puede estribar en el conocimiento o desconocimiento de las manifestaciones tradicionales”.
No cabía duda, pues, de la simpatía "cultural" de Plath por los perros, a los que dedicó muchas páginas relacionando sobre la influencia del animal en nuestra cultura, toponimia, legendario, tradiciones y folklore. Sin embargo, está en muy correctas sentencias cuando concluye que esta relación"perrofílica" de la cultura nacional carece de normas y de límites, aún cuando los pocos ensayos legislativos que se han tratado de proponer para regular esta misma cuestión, suelen convertirse en rings de fuertes pugilatos entre ambas partes, los partidarios y los opositores de tales medidas, como iremos viendo.
Gran problema ha sido, así, todo este asunto para los canes y gran ocupación para los funcionarios de salud, porque nunca faltaron perros a los cuales darles caza en todos los barrios, plazas y demás espacios urbanos. “En toda calle chilena hay un perro durmiendo”, glosaba con sorna y por lo mismo don Joaquín Edwards Bello en su póstuma obra "Mitópolis".
Diríamos que la falta de inteligencia y de sensatez de las autoridades que observó Plath con respecto al tema de los perros callejeros, vino a tener una absurda y casi grotesca confirmación hace pocos años, cuando a inicios del 2010 el gobierno llamó a un concurso de fotografías de canes "vagos" titulado "El Quiltro del Bicentenario", sin contemplar ninguna clase de ayuda o apoyo a la solución del mismo problema de esos pobres quiltros plasmados en las imágenes competidoras, y más bien convirtiendo en algo gracioso el drama de la situación de los canes abandonados. De hecho, cuando había asumido aquel gobierno que organizó en sus últimos días tan extraño certamen, la Plaza de la Constitución y los alrededores del Palacio de la Moneda fueron escenario de una masiva captura y masacre de esos mismos quiltros, para que no perturbaran la ceremonia del cambio de mando en 2006, ocasión en que miembros de la Guardia de Carabineros lograron esconder y salvar a un perro conocido como "Rucio", regalón de los funcionarios uniformados, que después se volvería toda una celebridad nacional.
LA SINIESTRA PERRERA DE MAPOCHO
Desatado el conjuro, aparece unos años después de las campañas antirrábicas el nada querido ni afortunado castellón de exterminio dispuesto para la Perrera Municipal de Santiago en las riberas del Mapocho, allí en el ex Parque Centenario junto al Puente Bulnes, oprobioso centro de culto a la muerte y a la solución fácil de cuasi “limpieza étnica” sobre las comunidades perrunas urbanas, que despertaba con frecuencia la violencia de la gente modesta cuando sus bastiones de humildad eran penetrados por los camiones y equipos de cazadores de quiltros, siendo recibidos a golpes y piedras.
La Perrera de Santiago fue, así, sede de uno de los servicios más infames que se recuerdan: los canes de las calles eran llevados allá tras barridas de capturas y sacrificados con escasa humanidad, según lo que se comentó siempre sobre cómo funcionaban las cosas ahí adentro, no siempre ajustadas a los procedimientos o protocolos de trabajo. Ocupaba el edificio que aún lleva su nombre en el sector de Avenida Balmaceda antes del Puente Bulnes, en actual Parque de los Reyes poco antes de llegar a Cueto, donde hacia los años 30 se habían construido estas instalaciones para la cremación de basuras, materias de manipulación peligrosa y residuos de electrónica. A la sazón, eran dependencias muy modernas, siendo las primeras del país en contar con potentes incineradores eléctricos.
Hacia los años 50, el edificio pasó a ser ocupado por este sombrío servicio sanitario de captura y eliminación de perros sin dueños. Lamentablemente, no había pocas razones para justificar sus funciones en la ciudad, todas de orden de salud. Muchos alegarán -desde entonces- que el mismo servicio se aplica en países desarrollados, todavía hoy; pero tal argumento sólo refuerza nuestra impresión de que se trató de una importación totalmente ajena y reñida con la idiosincrasia nacional y nuestra cultura, sobre la relación ideal entre hombres y animales; es decir, ofensiva a “las costumbres chilenas su antigua y nativa pureza”, usando palabras de Portales. La ineficacia que acumuló a la larga el servicio respecto de sus objetivos puntuales, nos profundiza esta percepción.
Para efectos de cumplir con las funciones de la Perrera, los canes de las calles eran secuestrados por los funcionarios municipales, llevados a la fortaleza de muerte y, si no eran reclamados en un breve plazo, se los “sacrificaba” y quemaba. Nunca quedó tan bien usado el verbo “sacrificar”, por cierto, pues se trataba de la satisfacción casi ritual por ofrecer víctimas al fuego de algún secreto dios sangriento, al estilo de Moloch o de Kali, pues sus dos chimeneas que llenaban de hedores de la crema cadavérica todo el sector cerca del puente Bulnes.
Finalmente, tras años de actividades, de reclamos, de denuncias y de desprecio, la Perrera de Santiago fue cerrada a principios de los setenta, al parecer por el Gobierno del Presidente Salvador Allende y cumpliendo con el largo y hasta entonces insatisfecho clamor popular contra el mismo servicio.
El edificio apodado irónicamente como el Castillo permaneció silencioso y siniestro en la ribera del río por varios años, como jactándose de su aterrador pasado o bien avergonzándose de sus historial de muerte. Sin embargo, a partir de 1995 y luego de un gran esfuerzo de los gestores del proyecto, el inmueble que fuera un triste lugar de muerte fue reconvertido en un importante núcleo cultural y artístico: el Centro Experimental Perrera Arte, que hasta hoy lo ocupa y -por qué no decirlo- también lo exorcisa.
Visita de las autoridades a las instalaciones de la Sociedad Protectora de Animales "Benjamín Vicuña Mackenna", en imagen de Editorial Zig Zag de 1957. La noble institución terminó sus días sumida en uno de los peores escándalos que se han conocido en la historia de Chile sobre maltrato y abuso de animales.
EL ESCANDALOSO FINAL DE LA SOCIEDAD PROTECTORA DE ANIMALES
Vimos que, habiendo sido fundada en dos etapas de su existencia por Vicuña Mackenna y luego por Valdés Vergara, la Sociedad Protectora de Animales experimento un loable crecimiento de sus actividades de trato ético a las mascotas caídas en desgracia y abandono al avanzar el siglo XX. Esto sucedió especialmente después de contar con sus grandes instalaciones, clínica y caniles en calle Libertad 1550 llegando a Balmaceda, junto al barrio Yungay a partir de 1943.
Sin embargo, ni los macabros recuerdos de la Perrera Municipal pueden competir con la atrocidad que llevaría al cierre de las instalaciones de la Sociedad Protectora de Animales allí tan cerca de la ex edificio de exterminios de canes, con la gravedad de que, en este caso, se trataba de un organismo que se suponía nacido precisamente para dar cuidado y trato digno a los animales abandonados pero que, tras caer en manos de un aspirante a político (que incluso había compartió lista del PRI con Ricardo Israel, en las elecciones municipales de Santiago) y también por un equipo igualmente oscuro de pretendidos profesionales de la veterinaria, se volvería un lugar de pesadilla para perros y gatos.
Sucedería que, en 1989, se promulgó la Ley N° 18.859, con el Artículo° 291 bis del Código Penal, en donde la triplificación de la falta simple sobre maltrato animal pasaba a categoría de delito categórico, exigiendo denunciar todo trato condenable a un animal a Carabineros de Chile, para que estos lo derivarán a tribunales. En muchos de estos casos participó el Departamento de Relaciones Públicas de la Sociedad Protectora de Animales, con sus cerca de 6.000 criaturas albergadas. Acompañado esto con un aumento de recursos y miembros dispuestos a colaborar, se abría un estupendo futuro para la Sociedad, que elaboraba campañas en terreno de acatamiento de la ley y de adopción de mascotas, además de operativos veterinarios y difusión de la misma consciencia de responsabilidad que cobraba cuerpo en esos días.
Mas, todo este magnífico prospecto comenzó a caer cuando llegaron los primeros años de democracia recuperada, y la Sociedad comenzó a ser intervenida por nuevos grupos de personajes que poca relación tenían con la tradición de trabajo y filosofía ligada al organismo, en uno de los escándalos más repugnantes de la historia que da sentido general a este artículo.
Las primeras graves denuncias contra la Sociedad Protectora de Animales comienzan a sonar a principios de los 90, no bien asume la presidencia de la misma el entonces aprendiz de cuestiones políticas Luis Navarro Duarte. Eran relativas a que muchas personas que iban a dejar mascotas abandonadas (con el ineludible pago de una nada económica suma de dinero, que superaba los $8.000 cuanto menos y que llegaba a $15.000 o más sólo para el caso de los gatos pequeños), constataban después el pésimo estado en que se hallaban al volver a verlas, producto de una deplorable atención por parte de los encargados. Otra gravísima denuncia provino del testimonio de un ex director médico de la institución, quien denunciaría en 1993  al presidente de la Sociedad, asegurando que los perros sanos eran muertos en el lugar sólo para deshacerse de ellos y no gastar recursos en mantenerlos.
Increíblemente, las denuncias se extendieron por más de una década, en algunos casos con testigos que habían dejado animales sanos en el servicio y que morían al poco tiempo o los descubrían en muy mal estado, presumiendo que el sitio en que se mantenían no cumplía con ningún estándar. La Sociedad intentó defenderse alegando que los reclamos provenían sólo de vecinos y de un edificio-condominio construido justo enfrente, cuyos residentes alegaban por los olores y ladridos. Sin embargo sabemos hoy que, a esas alturas, los abusadores de la Sociedad actuaban con total desparpajo y sin grandes preocupaciones, creyéndose falsamente "zafados" de castigo o cuestionamiento siquiera tras tanto tiempo de impunidad. Esto provocó la ruptura entre grupos defensores de la Protectora y otros ex colaboradores y disidentes, que se agruparon en nuevas entidades (como fue el caso de una llamada OCCA).
Finalmente, una investigación policial en la que participaron también medios de prensa de un conocido programa veterinario de entonces, confirmó en 2008 que toda la actividad dentro de la Sociedad era un fraude: perros y gatos eran mantenidos en una postal de infierno dentro de los corrales, llenos de parásitos, infecciones, mal alimentados, pésimamente hidratados, con las jaulas colmadas de excrementos y con innumerables cuerpos de adultos y cachorros muertos en el recinto y otros acumulados en bolsas de basura, particular forma de deshacerse de ellos.
A pesar del escaso o nulo efecto penal que tuvo la investigación tras ser llevado a juicio el horrendo escándalo de la Sociedad Protectora de Animales, es clarísimo que toda esta conspiración que parece destinada a violar el carácter de "sin fines de lucro" de la Sociedad y de desentenderse del trabajo de dar mantención digna a los animales, tuvo la complicidad de profesionales de la veterinaria, miembros de directorio, empleados, algunos estudiantes universitarios y probablemente alguna clase de influencias políticas coludidas, pues era imposible que personas vinculadas tan directamente al servicio no hayan estado al tanto de lo que sucedía en esos patios.
Acosados por la indignación pública y la molestia de las autoridades, la Sociedad Protectora de Animales debió cerrar sus puertas y poner un vergonzoso fin a lo que había sido antes el noble y desinteresado ejercicio de sus funciones en favor de las mascotas en desgracia.
ACTUAL PROYECTO DE CAZA DE PERROS ASILVESTRADOS
El nuevo gran problema a enfrentar por los amantes de las narices frías, iba a hallarse ahora no en la ciudad misma, sino en el entorno urbano y en el paisaje rural, con las jaurías de perros salvajes frente a la más controversial de las decisiones relativas a la responsabilidad social para con los perros en los últimos años: la reciente autorización vía Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) del Ministerio de Agricultura, a la cacería de perros salvajes y asilvestrados en zonas rurales, incluyéndolos como animales dañinos en la Reglamentación de Caza por la modificación señalada en el impopular Decreto 65.
El proyecto generó una gran cantidad de dudas y críticas en marzo de 2014, cuando la medida acabó suspendida por el Ministerio de Agricultura. Esta postergación causó escozor en sus partidarios provocando, por ejemplo, una dura declaración de la Red de Investigación en Zoonosis Emergentes y Re-emergentes publicada en abril siguiente, donde informaba, entre otras cosas que sintetizan el pensamiento de los que están a favor de estas medidas:
  1. Los perros asilvestrados en Chile se han constituido en un problema ecológico grave que afecta a diversas especies animales silvestres, tanto del ambiente terrestre como acuático, desde la Región de Arica y Parinacota hasta la Región de Magallanes y la Antártica Chilena.
  2. Los ataques provocados por jaurías de perros asilvestrados no distinguen condición de vulnerabilidad de los animales ni áreas protegidas del territorio nacional, afectando por lo tanto a especies animales en peligro de extinción dentro y fuera de áreas protegidas por las leyes del Estado.
  3. Las jaurías de perros asilvestrados desarrollan una estructura jerárquica y organizada de sus integrantes, que les permite establecer territorios de desempeño y estrategias de ataque de gran eficiencia, consiguiendo matar o herir a sus víctimas.
  4. Esta estructura jerárquica de las jaurías, determina que los animales más experimentados le enseñen esta conducta agresiva a los perros más jóvenes del grupo, quienes perpetúan la existencia de las jaurías.
  5. Debido a la condición de asilvestrados, es muy poco probable que campañas de adopción permitan la inserción efectiva de estos animales a los hogares, sin que exista riesgo para las personas o para otros animales domésticos.
  6. Además, los perros asilvestrados representan un riesgo sanitario por su continua exposición a agentes biológicos patógenos, sean virus, bacterias, hongos o parásitos, que circulan habitualmente en la fauna silvestre. En la práctica, esto significa que si estos perros entran en contacto con perros domésticos o ingresan al entorno donde existan seres humanos, especialmente niños, mujeres embarazadas, adultos mayores, personas enfermas, pueden significar un importante peligro para la salud pública. Debido a las condiciones y áreas donde se forman estas jaurías, la gente ligada al mundo rural estará expuesta a un mayor riesgo. Justamente esta población es la que presenta mayores dificultades para conseguir asistencia médica.
Pasó el tiempo con la ley aún suspendida y, a inicios del año 2015 en curso, se anunció que el SAG finalmente pondría en vigencia la medida con el decreto de marras: los perros asilvestrados podrían ser cazados. De esta manera, el "Diario Oficial" del 31 de enero de 2015, informaba sobre los considerandos para la modificación del decreto:
"Que se ha estimado necesario introducir modificaciones al Reglamento de la Ley de Caza, aprobado por decreto supremo N º 5, de 9 de enero de 1998, en razón de una necesaria actualización de su normativa.
Que la modificación referida precedentemente incluye entre los animales dañinos a las jaurías de perros salvajes o bravíos, autorizando su caza o captura en las condiciones que se establecen.
Que de conformidad con los artículos 70 y 71 letra f) de la Ley N º 19.300, sobre Bases Generales del Medio Ambiente, la propuesta de modificación reglamentaria fue puesta en conocimiento del Consejo de Ministros para la Sustentabilidad, el que por acuerdos N° 20 y 23, ambos de 2012, se pronunció favorablemente respecto de la propuesta".
La misma modificación señala a las Jaurías de perros salvajes o bravíos dentro de la lista de especies establecidas como animales dañinos, en los siguientes términos:
"Perros salvajes o bravíos, que se encuentren en jaurías, fuera de las zonas o áreas urbanas y de extensión urbana, a una distancia superior a los 400 metros de cualquier poblado o vivienda rural aislada, los que deberán capturarse o cazarse en los términos establecidos en la Ley y el presente reglamento".
Esto provocó una nueva ebullición de resistencia de grupos pro-animales durante este verano, obligando a la abrupta nueva suspensión de la práctica de la medida sólo 11 días después de su entrada en vigor, seguida del anuncio del SAG de que constituiría para el mes de marzo, una mesa de trabajo pública-privada que discutiera el asunto y se sostuviese un "diálogo constructivo" antes de poner en aplicación la norma tal cual está redactada.
La mesa de conversaciones se abrirá el próximo mes, según lo anunciado... Mientras tanto, los problemas que generaron la dura medida contra las jaurías indómitas de perros, seguirán su nefasto y peligroso curso "natural" con unos meses más de ventaja ante la poca urgencia con que se ha abordado este complejo tema.
Imagen de la matanza de perros cruelmente envenenados en la localidad de Nueva Imperial, duran el año 2014. Nunca quedaron totalmente claras las responsabilidades de estos hechos. Fuente imagen: Radiovillafrancia.cl.
Vista actual de las instalaciones de la Perrera de Santiago, ahora Centro Cultural.
LA LARGA “CUESTIÓN SOCIAL” DE LOS PERROS EN CHILE
Quizás ha sido el fomento de criterios de valoración de los perros finos o especializados lo que terminó de condenar a los quiltros y canes callejeros chilenos al masivo vagar permanente, mal que, si bien nos ha acompañado desde nuestros orígenes como hemos visto, se presenta como un fenómeno cuantitativa y especialmente disparado hacia la pasada y actual centuria, mezcla del crecimiento de las ciudades con un extraño vicio que ha ido aparejado al desarrollo social, incapaz de inculcar de manera eficaz el concepto de tenencia responsable de animales en nuestra ciudadanía.
Se podría comentar también un lamentable incidente sucedido justo mientras preparábamos este mismo texto, hace unos años, y que tuvo lugar entre una perra abandonada en pleno Centro de Santiago y un caballo de Carabineros de Chile, ataque que dejó a su jinete herido en el suelo y al caballo también con sangrantes lesiones, lo que nos da una pista para identificar las mismas razones que motivaron a las autoridades a adoptar tales aprensiones destinadas a separar el territorio de los ladridos del de los relinchos. Y capítulo aparte constituirían en esta sucia historia las redes de fraudes con cachorros quiltros puestos en venta callejera y pasados por “finos” para los incautos, como en el chiste de Pepo en las páginas de "Condorito", pero con uso de tinturas para pelo y otras truculencias; y ni hablar de exterminios con bárbaros métodos por parte de respetables instituciones de educación y del propio gobierno. Por razones de tiempo, no las abordaremos en este texto o terminaríamos en una entrada completa nueva.
Sí conviene recordar que, un estudio realizado por el Ministerio de Salud hace pocos años, demostró que de los cerca de 220 mil perros “vagos” contabilizados en Santiago, sólo un 27% de ellos no tenía dueño (diario “La Tercera”, 28 de julio de 2008, artículo “Denuncian la existencia de cerca de 220 mil perros vagos en la capital”). Esto abona también a la comprensión de demostrada estadística, de que la inmensa mayoría de los ataques injustamente adjudicados -casi en forma refleja- al perro callejero o huacho, corresponden en realidad a perros con dueño que viven parte de su día en régimen de puertas afuera. Así, pues, la base del problema es cultural, muy humano, relacionado con la tenencia irresponsable de estas mascotas.
Y a pesar de que se reportan cerca de 50 mil ataques anuales de perros (diríamos que bastante pocos, sin embargo, si consideramos que existe al menos un perro por cada 5 personas en Chile), nuestro país carece completamente de una legislación que regule la situación de los perros abandonados o vagabundos en las ciudades. Varias veces el Ministerio de Salud ha anunciado medidas, y las campañas de educación pública sobre la tenencia responsable y la esterilización canina contempladas en la Ley de Protección Animal de 2009 y que iban a estar a cargo de esta misma cartera, pero hasta ahora han brillado más bien por su ausencia. Probablemente, en zonas rurales la situación sea aún más desoladora y poco auspiciosa, a causa del desdén y el centralismo, haciendo que la exótica leyenda neofolklórica del "chupacabras" ya suene como una excusa de mal gusto para explicar con sensacionalismo mediático los continuos ataques a la ganadería por parte de las jaurías salvajes.
La aparente solución de la cacería de perros es, ciertamente, una medida acorde a la urgencia del momento, tanto para el resguardo de la fauna nativa como también de la ganadería rural. Pudúes, chingues, zorros chillas, culebras chilenas, chucaos y gatos colo-colo simplemente no pueden seguir esperando a que los chilenos en la cima evolutiva se pongan de acuerdo en un tema donde, probablemente, lo que menos hay es puntos de entendimiento.
Sin embargo, la opción desesperada de dar caza a perros salvajes también está lejos de ser la solución más que de sólo una parte del problema, muy lejana al origen mismo. Es más: puede que para los dueños irresponsables de animales, se convierta en una posibilidad práctica para deshacerse de las mascotas sin pasar por el trabajo sucio de darle muerte con sus manos y delegándole esta posibilidad a terceros, convirtiendo en una "alternativa" el ir a tirar animales a zonas rurales sin salpicarse del cargo moral por su muerte. Algunos animalistas o caritativas personas que alimentan perros abandonados en zonas de la periferia urbana de Santiago, como Pirque, Cajón del Maipo o Padre Hurtado, han comentado de períodos en que, cada vez que aparecía en medios de prensa algo relativo a estos lugares (incluso denunciando a quienes botan animales) y los canes que los habitan, esto acaba siendo una "publicidad" para el lugar como alternativa para deshacerse de perros, y así aparecerán rápidamente algunos nuevos, abandonados por sus irresponsables dueños.
Quizás estemos, así, abriendo las puertas de una posibilidad parecida de descalabro con esta ley de caza, que no ha sido equilibrada proporcionalmente con una propuesta rotunda para cubrir la necesidad de educar civil y éticamente a la población chilena, en cuanto a la tenencia responsable de mascotas, para comenzar a resolver así un problema de fondo que surge, fundamentalmente, de eso mismo: el permanente y sempiterno comportamiento irresponsable de los humanos, más que el de las bestias.

MEMORIAS Y OLVIDOS DEL EDIFICIO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS QUÍMICAS Y FARMACÉUTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

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El edificio de la Facultad, hacia los años 40.
Coordenadas: 33°26'17.97"S 70°38'3.82"W
Puede que al palacio universitario de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de Vicuña Mackenna 20, a pasos de la Plaza Baquedano, no le quede mucho tiempo más en pie por decisión de la propia casa de estudios superiores a la que pertenece. La impresionante edificación de unos 120 años ahora está abandonada, cual casa embrujada esperando la ejecución de su sentencia de muerte. En sus jardines, el antiguo cántaro o tinaja que alguna vez soñé con tener en mi patio ahora está roto, partido en dos piezas, mientras que el pedestal del busto de uno de los fundadores de la facultad y está vacío, sosteniendo sólo los recuerdos. Tanto la placa de este monumento como la exterior que junto a las grandes rejas del acceso presentaba a la facultad, han sido retiradas.
Destaca este lugar por su estilo neoclásico palaciego muy afrancesado, con fachada de gran simetría, pasillo exterior de columnas, uso de desaparecidas balaustras en la cornisa del segundo piso y pilastras murales. Su acceso está alineado con el frontón central de alto y artístico tímpano sobre ambos pisos e incluso superando al tercer nivel formado por la falsa mansarda con ventanas-óculos, más una terraza-balcón superior de borde enrejado. Interiormente, la parte original del edificio cuenta con salones altos y pasillos estrechos, además de elegantes escaleras de gruesa madera y pisos tablados. A pesar de las intensas remodelaciones se conserva mucho del aspecto original de sus vanos y pasajes, mientras que las áreas modificadas y extendidas hacia atrás conectan bajo techados lo que habían sido antes patios y otras dependencias del bello inmueble.
Tengo buenos recuerdos de este lugar, habiendo trabajado allí en un período de 2006 a 2009 aproximadamente, como relator para cursos de programas gráficos y digitales que se extendían en el segundo piso, en el Centro de Informática y Química que funcionaba allí con las secretarias Vero y Marcia siempre ocupadísimas en sus escritorios. A veces, mis jornadas se extendían hasta tarde, pasadas las 22 horas, cuando cerraba el acceso principal y debíamos salir por una lateral que me permitió conocer mejor aún este edificio. Tenía de todo, pues: tradición, historia, arquitectura, valor patrimonial y hasta intrigantes relatos de fantasmas que contaban los empleados encargados de las salas de informática.
Como ya lo he hecho antes en este blog con muchas otras perlas arquitectónicas desaparecidas de nuestro país, casos que fueron el de la Mansión Forteza de calle Compañía y el de la Casona Montt Montt de calle Artesanos, escribo estas líneas justo en medio de la cuenta regresiva para la destrucción del objeto de nuestras atenciones, pero con la esperanza de que las campañas que comienzan a sonar en favor de conservar el inmueble puedan llegar a tener algún resultado.
Hacia principios de los noventa, en fotografía de la Universidad de Chile.
En publicación de la propia Universidad del año 2002.
SU ORIGEN COMO DESTILERÍA
A muchos les puede resultar simbólicamente jocoso que una destilería y fábrica de licores haya pasado a ser una casa de estudios universitarios, pero todo indica que así fue... Tal vez algo más para el orgullo entre los miembros de la Casa de Bello, después de todo (y sin ofender).
Efectivamente, el primer uso del edificio de acuerdo a lo que se observa comparando su dirección y descripciones de época, era el de bodegas y talleres de destilación de la que fuera en su tiempo la más conocida y moderna fábrica de licores, llamada Ventura Hermanos y, un tiempo después, la casa Juan Ventura G., sucesor de la firma, ofreciendo "precios corrientes de licores destilados con base etílicas". En el Catálogo de la Sociedad de Fomento Fabril, en tanto, figuraba por esos años con la siguiente dirección y reseña:
"Ventura Hnos. — Gran Destilería y Bodega de Vinos. Establecimiento fundado en 1884. Santiago, Avenida Vicuña Mackenna, 8. Teléfono inglés 1598; nacional  392. Dirección por correo: Casilla 1576".
En el Boletín de la misma Sociedad de Fomento Fabril de 1894, en tanto, se señala que fue en ese año cuando la fábrica terminó de establecerse en la indicada dirección de Vicuña Mackenna 8, en el entonces flamante edificio apodado "Gran Bodega de la Parra". Las instalaciones anteriores con que contaba la compañía estuvieron ubicadas en la dirección de Santa Rosa 91, aunque la fecha de 1884 como aquella de su fundación no coincide en todas las fuentes, apareciendo señalada en 1887 en otras.
Mariano Martínez comenta con grandes detalles las instalaciones de la compañía licorera. La cita por entonces como Ventura Hnos. & Gramunt, en el libro "Industrias Santiaguinas" de 1896, dando una descripción física del lugar con su numeración antigua (antes de la corrección numérica del año siguiente), que no deja de ser interesante:
"Tras una alta verja de fierro, en cuya portada se lee el numero 8 de la Avenida Vicuña Mackenna, levántase un vasto edificio, que tendría aspecto de chalet si no tuviese la visible exterioridad de una gran fábrica. Este edificio, con todas sus dependencias, ocupa media manzana de terreno, y pertenece a la razón social Ventura Hermanos y Gramunt, que hace poco mas de dos años lo ha construido ex profeso para instalar sus grandes bodegas de vino y su extensa sección de destilería de licores finos.
(...) El primer patio del edificio mide 18 por 45 metros de adoquín. Inmediatamente entra por orden de distribución el local donde se hallan las oficinas y las piezas de resguardo. Este local, que constituye el frente de la casa, es rematado en su techumbre por una torre que sirve de mirador y tiene un subterráneo que mide 14 por 38 metros".
La compañía aparece mencionada por J. Tadeo Laso como Destilería y Bodega de Vinos Ventura Hnos. en "La exhibición chilena en la Exposición Pan-Americana de Buffalo, E. U. 1901", publicado al año siguiente y en donde se informa que su muestra de 12 licores obtuvo medalla de plata, aunque éste es sólo uno de los varios premios recibidos durante toda su existencia. En el mismo informe, Laso también aporta datos interesantes sobre la época original de edificio y de su antigua numeración en la Avenida Vicuña Mackenna:
"Más o menos hasta el año 1893, VENTURA HNOS. se limitaban a la compra y venta de chichas, vinos y aguardientes, que repartían a domicilio, especialmente a los comerciantes en pequeña escala.
En la fecha indicada, habían ya alcanzado numerosa clientela y un desarrollo considerable en sus operaciones, de modo que ya no era suficiente la modesta instalación que hasta entonces habían tenido. Trasladóse la Casa al gran edificio que actualmente ocupa, situado en la Avenida Vicuña Mackenna núm. 8, cuyo costo subió a la suma de $250.000. Cubre una extensión de 6.000 metros cuadrados y todo es de piedra y ladrillo. Los pisos son de concreto y cemento romano.
En el frente del edificio están las oficinas. Después vienen las vastísimas bodegas: una de tres naves en la planta superior, y otra subterránea. La nave central de la bodega superior, especialmente dedicada a vinos y licores surtidos, tiene dos líneas Decauville para el servicio general; en la nave izquierda está la sección de alcoholes y aguardiente; y en la nave derecha, la sección de vinos Burdeos y tintos. En la bodega subterránea, hay una sección para vinos blancos y tintos, y otra para vinos añejos y generosos.
(...) A continuación se halla un departamento que comprende las habitaciones y salas para empleados y los trabajadores de la casa, todos los cuales viven en su recinto, conforme al uso europeo.
Luego siguen bodegas accesorias para la carga y descarga de pipas llenas y vacías, las caballerizas y un gran almacén de pasto".
Ventura Hermanos y la dirección de Vicuña Mackenna (número 20, tras la corrección) aparecen también en la "Guía sud americana y general de Chile" de la Imprenta Barcelona, 1910. Dada la importancia que tuvo por esos años, en ella trabajó por un tiempo don Juan Mitjans y Lorenzo Ribas, los fundadores en 1914 de la célebre compañía de licores Mitjans, Ribas & Cía. El dato aparece en "Historia del vino chileno", de José del Pozo.
El pesado portón de rejas metálicas.
Aún se lee el nombre de la primera escuela, en lo alto.
¿DE DESTILERÍA A MANSIÓN?
Hacia el Primer Centenario, la propiedad figura como correspondiente a la Sociedad Vinos de Chile, pero me parece que en parte también a un señor de la familia Saridakis cuyo patriarca, un ciudadano de origen griego, habría sido el encargado de la implementación de las destilerías de la compañía de licores allí en Vicuña Mackenna, según información con la que cuento, además del detalle de que algunos productos licoreros de la firma llevaban su apellido. Esto aparece corroborado también por Martínez, al referirse al equipo de destilería de Ventura Hnos.:
"Esta importantísima sección se halla cargo de un competente fabricante de licores, el señor D. Saridakis, el cual concluyó de instalarla en el mes de mayo de 1894".
Tengo una confusión aquí que la premura no me da tiempo de investigar con más profundidad, por ahora: sucede pues, que el edificio, señalado en algunas fuentes como una casa particular convertida después en el taller de destilería, debe tener en realidad una historia a la inversa de esta información, que considero errada. Es decir: que de bodega y destilería original pasó a ser casa particular o sede corporativa de algo. Esto, porque así se explicaría la presencia de detalles propios de una residencia palaciega ajenos a lo esperable en una edificación industrial, tal cual la observa Martínez al comentar su "visible exterioridad de una gran fábrica" en aquel entonces. Se sabe, además, que el aspecto exterior del inmueble no recibió transformaciones radicales después de ser adquirido y remodelado por la Universidad de Chile, así que hay una transición un poco difusa a lo que será su aspecto final. Su conversión debe haber tenido lugar hacia 1910 (fecha que figura en documentos del Consejo de Monumentos Nacionales como la de su inauguración) a manos de la Sociedad Vinos de Chile, como veremos, e incluso ronda cierta información de que habría sido encargada al célebre arquitecto Eugene Joannon Crozier, pero no he podido confirmar fechas exactas ni nombres aún.
Si estoy en lo correcto con esta observación, diría entonces que el ex edificio de Ventura Hermanos pudo haber sido convertido en inmueble residencial durante un breve período de años después de sus servicios a dicha compañía licorera y sus sucesoras antes de llegar a manos estatales.
Sobre lo anterior, es interesante que en esta misma cuadra adyacente a la Plaza Italia -luego llamada Plaza Baquedano-, figure en los registros la propiedad vecina del diplomático Juan Saridakis, que aparece en algunas guías residiendo en el número 6 de la misma avenida Vicuña Mackenna en 1906, en el 16 en 1910 y en el 24 en 1918 (vecino al edificio y quinta que nos interesa).
Con relación a esto, hago notar que el escritor Fernando Santiván, en sus "Confesiones" de 1958, recuerda algo sobre la remodelación de otro suntuoso edificio con grandes patios y jardines, que presumo podría haber sido en parte del terreno anterior del mismo inmueble o -cuanto menos- inmediatamente vecino a la antigua propiedad de la compañía licorera (en quizás lo que fuera parte de su terreno en el pasado). La conversión residencial se hizo luego que el señor Saridakis contrajera matrimonio con la artista escultórica francesa Laura Mounier, residente en Chile, ex esposa del acaudalado empresario español Matías Granja:
"Laura Mounier se vino a Santiago, a fin de liquidar los negocios del marido difunto y, solamente para hacer espera, se compró una casa rodeada de árboles y jardines, en Alameda esquina de la Avenida Vicuña Mackenna. Tapiceros, fabricantes de muebles, escultores, pintores, se encargaron de transformarla, bajo la experta vigilancia de la dueña, en mansión de confort y de arte.
El comedor constituía una obra primorosa. Cada una de sus paredes formaba un solo cuadro monumental, que representaban, respectivamente, campos floridos de crisantemos, rosas, durazneros, con toda la rica gama de una sabia orquestación, vagamente bañada en atmósfera de ensueño y de frescura matinales. Todo el talento de Benito Rebolledo quedó preso en aquellas telas primaverales y jugosas. Durante meses trabajó el artista incansablemente, para dejar satisfecha la fantasía de aquella  señora de gustos refinados.
En los altos, un vasto taller de amplias galerías, con vista al río, a los cordones del cerro San Cristóbal y a las nevadas cordilleras. Allí saciaría su dueña el ansia de belleza, entregándose al cultivo de su arte favorito: la escultura. En el jardín, al fondo: cancha de tenis, bajo los grandes árboles. En el hall, billares, juego de pimpón, una caja de música maravillosa que ejecutaba las composiciones de los maestros clásicos. No se conocían aún las modernas radios".
Por esta lujosa casa de doña Laura -que refleja de algún modo la estética residencial que debió tener el barrio que nos interesa- pasaron grandes maestros, artistas y literatos como Pedro Lira, de modo que debe haber sido un gran centro de reunión cultural y actividades aristocráticas, por el breve tiempo que ella vivió allí. Se verifica también su ubicación en un decreto de agosto de 1913 reproducido en el Boletín de Instrucción Pública y en los Anales de la Universidad de Chile, donde se traspasa un terreno fiscal del Ministerio de Instrucción Pública al Ministerio de Exterior, en el lugar donde calculo que ahora están los Edificios Turri de Plaza Baquedano, y con un deslinde que por el Sur incluía los terrenos de la mencionada Sociedad Vinos de Chile y de doña Laura:
"Los deslindes del lote mencionado son los siguientes: al Norte, Avenida de la Providencia; al Oriente, la calle pública que lo separa de la Estación Providencia (nota: hoy Ramón Carnicer); al Sur, la propiedad de la Sociedad de Vinos de Chile y de la señora Laura Mounier de Saridakis; y al Poniente, la misma propiedad de la señora Mounier de Saridakis y la Avenida Vicuña Mackenna".
Poco después, este mismo terreno figura en el plan de ampliación de una plaza para la Estación Pirque y se señalan ofrecimientos de permuta hechos al Estado por el señor Saridakis, para darle una forma más regular, propuesta cuyo resultado desconozco aún. Sólo puedo comentar, mientras tanto, que doña Laura dejó la mansión, seguramente tras enviudar, abandonando Chile hacia 1918 y regresó a Europa. Y en cuanto a la vecina mansión correspondiente a la actual Facultad, en tanto, éste debe hallarse en el terreno de la Sociedad Vinos de Chile, misma que unos años después figurará en propiedad del Estado.
No cuento, pues, con el tiempo suficiente ni las fuentes a mano como para confirmar ahora alguna relación entre la quinta de la antigua destilería y sus terrenos, con el posterior palacio de Laura Mounier en Vicuña Mackenna en el período antes de que llegara a ser el inmueble del número 20 una sede universitaria, pero dejo a la vista estos antecedentes por si algún investigador con más accesos, profesión y herramientas pudiera echar una vistazo a esta posibilidad.
Vista exterior del edificio, desde la esquina de Vicuña Mackenna con Buhrle.
Vista a través de los jardines, desde Vicuña Mackenna.
LA ESCUELA UNIVERSITARIA
Entre los años 20 y 30, el inmueble que había nacido como destilería de Ventura Hermanos y luego pasado a la mencionada Sociedad Vinos de Chile, es adquirido por el Estado en un período de crisis del gremio y después reacondicionado por la Universidad de Chile para alojar allí la Escuela de Farmacia y Química. Ésta había sido creada en 1833 como departamento de formación del Instituto Nacional, posteriormente asimilado por la Casa de Bello en 1842. Gran importancia tuvo en su primera etapa el profesor y empresario farmacéutico José Vicente Bustillos. Al año siguiente, sin embargo, el curso dependía de dos Facultades: la de Medicina y la de Matemáticas, quedando en la primera de ellas a partir de 1885. Con la separación formal de los estudios de Medicina de los de Farmacia hacia 1911, se crea la Escuela de Química y Farmacia de la Facultad de Medicina, pero comenzando a operar ya de manera independiente dentro de la institución.
Mas, había sucedido que, después de un incendio de 1919 de la Facultad de Medicina, la Escuela de Química y Farmacia quedó huérfana de dependencias propias para dictar los cursos y, durante varios incómodos años de esfuerzos de sus alumnos y sus académicos, las clases estuvieron siendo impartidas en diferentes sitios, como lo indica la Doctora Irma Pennacchiotti Monti en un artículo de los Anales de la Universidad de Chile N° 12 del año 2000:
"Durante el período de 1919 hasta 1923 los estudiantes tuvieron que 'peregrinar' para sus clases y prácticas entre el Instituto de Higiene donde el Prof. Ghigliotto era químico forense, para las clases de Química Analítica y Toxicología; el Instituto Pedagógico (en Alameda esquina Cumming), para la Química Orgánica e Inorgánica del Prof. Servat, donde él también era profesor. Por otra parte, la Escuela de Medicina prestó sus excelentes auditorios y anexos para la enseñanza de Farmacia, Botánica y Física".
La gestión de adquisición de un edificio propio para resolver esta situación, es comentada por Eduardo Guzmán Rivero en su "Historia de la Farmacia en Chile", informando que fue iniciativa del entonces Director de la Escuela de Química y Farmacia, el Doctor Armando Soto Parada, la de adquirir el edificio de Vicuña Mackenna 20 en 1925. Sin embargo, hay un dato interesante que aparece en la publicación titulada "Materia y Memoria: tesoros patrimoniales de la Universidad de Chile", donde se señala que el edificio "era lugar de encuentros universitarios" desde un poco antes de que fuera comprado por la casa de estudios, específicamente desde 1923, deslizando la idea de que tal atractivo para los alumnos pudo deberse a su pasado como bodega de alcoholes y luego sede de la Sociedad. También necesito dejar comentado que hay fuentes declarando que el traspado a la Facultad tuvo lugar en 1930 y 1935, dato que también me resulta confuso.
Como sea, tras la adquisición del inmueble, se redistribuyeron muchas de sus salas interiores, se habilitaron laboratorios y se subdividieron espacios para aulas, pero se mantuvo bastante el estilo original con escasas intervenciones externas, según se sabe. Esto también abona a la idea de que el aspecto palaciego posterior al uso del edificio como destilería, debe aparecer en algún momento previo a su incorporación a la Universidad de Chile.
Al parecer, tiene lugar hacia este período también una modificación de los terrenos de la quinta y predio, siendo reducida a su actual perímetro y naciendo las calles cortas de Arturo Burhle, lateral a la propiedad (del costado donde estuvieron por largo tiempo la biblioteca y las oficinas administrativas), y más al Sur la de Almirante Simpson, ambas uniendo las arterias de Ramón Carnicer con Vicuña Mackenna. La primera recuerda con su nombre al actor Arturo Bürhle, fallecido en Valdivia en 1927, cerca de la fecha de apertura de la calle, presumo, mientras que la segunda recuerda al ilustre marino de la Armada de Chile. Por el otro lado, los Edificios Turri que dan telón de fondo a la Plaza Baquedano, al costado Norte de la mansión, son levantados en 1929.
Cabe añadir que el Director Soto Parada mantenía también su residencia particular en los altos del mismo inmueble de la facultad, la que debió abandonar con su propio cargo académico, tras diez brillantes años al mando, a raíz de la crisis política de 1931 que significó la caída del Gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo y la verdadera cacería de brujas que siguió a su dimisión. Fue relevado por otro notable decano, don Francisco Servat Marquet, quien permaneció en el cargo hasta el año 1936.
Todavía se observa en lo alto del frontón central la inscripción "ESCUELA DE QUÍMICA Y FARMACIA" en caracteres románicos, recordando el rol con el que debutó el edificio sirviendo a la educación superior chilena y a manos de la Universidad de Chile.
Costado Norte, desde conjunto residencial de Edificio Turri.
La misma ubicación, desde un poco más de altura.
Y POR FIN, LA FACULTAD
Pasaron los años, los académicos y las primeras generaciones salidas de esta sede en Vicuña Mackenna. A la dirección de la Escuela bajo la mano de Servat, siguió la del profesor Juan Ibáñez Gómez, que se extendería hasta 1955, incluyendo un período que resultó fundamental para la historia de la misma.
Sucedió que, en junio de 1945, el entonces Rector de la Universidad de Chile, don Juvenal Hernández Jaque (quien estuvo en el timón de la Casa de Bello desde 1933 hasta 1953), llamó a una asamblea entre los académicos de la Escuela de Química y Farmacia en el Salón del Consejo Universitario, con la intención de consumar la creación de una Facultad de Química y Farmacia que actuara dentro de la Universidad sin estar subordinada ya a las Facultades de Biología o de Ciencias Médicas. El propósito del Rector era actualizar la impartición de estas disciplinas en consideración no sólo de los avances y demandas que podían visualizarse en la química y la farmacología (muy atrás había quedado ya la época de las boticas y droguerías que viera nacer a la Escuela), sino también del crecimiento de la propia área de formación profesional de la casa de estudios en estas disciplinas científicas.
Así, el decreto fundacional de la Facultad de Química y Farmacia fue emitido el 1° de junio de 1945, siendo considerada esta fecha como la del aniversario de su creación que, por singular paradoja, este año celebrará su versión 70 pero con el riesgo de demolición de la histórica mansión de avenida Vicuña Mackenna.
El profesor Ibáñez Gómez pasó a ser el director de la flamante Facultad, tras nueve años a cargo de la Escuela en calidad ad honorem, por lo que conservó el título a pesar del cambio formal de rol. En la Secretaría de Dirección, en tanto, fue elegido el ilustre académico Hermann Schmidt-Hebbel, uno de los personajes más influyentes que pasaron por la sede, además de pieza fundamental en la organización y ajuste de la transición de la Escuela a la Facultad. Su mérito le llevó a asumir la dirección de la misma entre 1962 y 1969, como sucesor de la gestión del no menos connotado profesor Luis Cerutti Gardeazábal. Correspondió a su gestión, además, enfrentar los cambios introducidos por la Reforma Universitaria de 1968-1969, período en el que pasó a ser llamada Facultad de Ciencias Químicas.
A la par de testimoniar estas importantes transformaciones, el edificio de Vicuña Mackenna 20 albergó por largo tiempo las instalaciones del Museo de Farmacia "Profesor César Leyton Caravagno", antes de que fuera trasladado al Colegio de Químicos Farmacéuticos y después a calle Merced. Fue fundado en 1951 por el profesor que le da su nombre y que fuera Decano entre 1955 y 1961, a partir de innumerables objetos, recipientes e instrumentos que recolectó en viajes y búsquedas por farmacias antiguas, motivado por su afán coleccionista. Fue fundado en una sala del segundo piso del edificio con el profesor Raúl Cabrera como su primer curador y administrador, y allí permaneció hasta los años ochenta.
Tras asumir el decanato en 1976 el profesor Carlos Mercado Schüler, la dirección pasó a llamarse Facultad de Ciencias Químicas y Farmacológicas. Mercado también trasladó el Museo al primer nivel del edificio. Sin embargo, la fusión con la Facultad de Ciencias como parte de la reducción forzada de ese período, convirtiéndose en la Facultad de Ciencias Básicas y Farmacéuticas, trajo grandes problemas y perjuicios con los que debió lidiar su sucesor don Juan Morales Malva, tras asumir en 1981.
Costado del edificio, calle Arturo Buhrle.
Pasillos interiores de la Facultad.
DE FACULTAD A... ¿ESCOMBROS?
Las primeras amenazas de destrucción del inmueble de Vicuña Mackenna 20 se ciernen sobre él en este mismo período sombrío y deslucido de los años ochenta, cuando en la mañana del 28 de septiembre de 1983, fue declarado un incendio en las dependencias del edificio, afectando principalmente las oficinas administrativas del primer piso.
Según lo señalado por la Doctora Pennacchiotti en su artículo antes mencionado, a consecuencia del incendio y si bien fue controlado con velocidad por bomberos sin que se produjeran víctimas, resultó parcialmente destruida la oficina del decano Morales Malva, en el segundo piso, y se perdieron las valiosas pinturas al óleo hechas por Camilo Mori con los retratos de los decanos decanos Leyton y Cerutti, y de los profesores Bustillos y Vásquez. También resultaron con daños los retratos de los decanos Caiozzi y Mercado.
Coincidentemente, además, el Decano Morales Malva renunció al poco tiempo poniendo fin a su breve y dificultoso período de dirección de la Facultad. Su sucesor, Camilo Quezada Bouey, asumió el cargo hasta 1986, período en el cual pasó a ser la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas, el 1° de abril de 1985, titulo que ha mantenido hasta ahora y que parece ser el definitivo después de tantos cambios y revisiones. Poco antes, el terremoto de marzo de ese año había causado algunos daños en el edificio y ciertas observaciones sobre las capacidades de resistencia del mismo, aunque soportó bien al castigo. Aún no he podido confirmar si las balaustras del gran balcón doble sobre la cornisa que divide el primer y segundo piso, fueron removidas después de este período a consecuencia de alguna clase de daño durante el mismo terremoto.
En julio de 1987, en el primer decanato de Hugo Zunino Venegas, el Museo del edificio es trasladado en calidad de comodato al Colegio Profesional de Químicos Farmacéuticos, administrado por la Academia de Ciencias Farmacéuticas. Allí permaneció por 10 años hasta que, en 1997 y por intervención del veterano profesor Schmidt-Hebbel, fue llevado al cercano establecimiento de Merced 50, por el lado del Parque Forestal. Y pocos años después, tras otro incendio ocurrido esta vez en el Edificio Luis Cerutti de calle Olivos 1007, Independencia, el 2 de julio de 1992, la Facultad sólo contó con su cuartel de Vicuña Mackenna para seguir en actividades por largo tiempo más, antes de la reconstrucción de la siniestrada sede donde se formaría a los químicos y bioquímicos.
Contra los cálculos de algunos agoreros, el inmueble pudo resistir el tremendo embate del terremoto de 2010. Sin embargo, la amenaza real era ahora el progreso: ese mismo año, se realizó el Concurso de Ideas para el Edificio del INAP (Instituto de Asuntos Públicos) de la Universidad de Chile, con patrocinio del Colegio de Arquitectos, mismo que se va a construir en el lugar de la mansión. Si bien hubo propuestas que pretendían mantener el edificio, parece que las posibilidades de conservarlo o de destruirlo no eran algo que complicara particularmente a la casa universitaria: no se hallaba esta condición en las bases y, si bien ganó el primer lugar uno de los proyectos que preservaban la edifición del predio, la propia Universidad solicitó después cambios radicales al proyecto que ya no consideraban mantener el histórico sitio y reemplazarlo.
Al año siguiente, el Decano Luis Núñez Vergara consiguió que se inaugurara la nueva sede de la facultad y el inicio de la construcción de una nueva etapa para completar la unificación, con lo que iba a quedar jubilado el viejo edificio de Vicuña Mackenna tras 90 años de leal servicio a la Universidad de Chile.
Ese mismo 2011 y en el descrito contexto, fue presentada en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, la tesis de postgrado titulada "Estudio y propuesta de conservación del edificio Vicuña Mackenna 20", bajo la guía de los profesores Lorenzo Berg y Gunther Suhrcke. En ella, las alumnas Paola Seguel, Natalia Le-Bert y Carolina Aldunate formulan el estudio más sólido del edificio quizás hecho hasta entonces y la que parece ser también la primera propuesta de conservación concreta para el mismo. Pero de alguna manera prevalecía ya la insólita predisposición sectaria y el desdén de la casa de estudios en su mirada al inmueble; como suele suceder, escudándose en evaluaciones patrimoniales absurdamente técnicas, hasta lo inverosímil en algunas declaraciones.
Desocupado por etapas entre 2012 y 2013 con el traslado de la Facultad, con el reciente desmantelamiento interior el destino del inmueble parece echado en estos minutos, de acuerdo a lo que ha anunciado la Universidad de Chile: su intención de demolerlo y levantar allí el nuevo edificio de 31.000 metros cuadrados, de 8 pisos y 5 subterráneos, que albergará al Instituto de Estudios Internacionales, al Instituto de Asuntos Públicos y al Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC), incluyendo a la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional.
Aprobado el proyecto por el Consejo Universitario en junio de 2014, el nuevo edificio que debería quedar terminado en 2018, significará un desembolso cercano a las UF 1.000.000, que serán cubiertos entre las unidades que integran esta iniciativa y el presupuesto general de la Universidad de Chile. Septiembre del año en curso es el mes que se ha indicado como aquel de inicio de los trabajos del llamado Proyecto VM20, para levantar las nuevas y espaciosas dependencias.
Acceso a las cámaras subterráneas del edificio.
Las elegantes escalas de madera al segundo piso.
CRÍTICAS AL PROYECTO
Los primeros en reaccionar al anuncio del proyecto fueron un grupo de ex alumnos, académicos, funcionarios y profesores de la propia Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, organizados en lo que más tarde se ha llamado Laboratorio Patrimonio Activo. Publican rápidamente una carta tras conocerse la aprobación del Consejo Universitario e inician una campaña intentando convencer al Rector Ennio Vivaldi, a quien dirigen su misiva, de abandonar semejante intención:
"Con todo el respeto que merece esta noble iniciativa en pos de fomentar la cultura y el arte, creemos que la selección del lugar para instalar el proyecto, en reemplazo del antiguo edificio de la Facultad, busca construir nuevo patrimonio destruyendo un patrimonio existente, lo que implica un perjuicio que quizás nunca se pueda reparar. En el artículo se publica una foto del nuevo proyecto y sólo se habla de los costos monetarios, sin decir nada del actual y centenario ocupante del sitio escogido. Sin embargo, para nosotros el valor de estas instalaciones es inestimable, pues esta casona no sólo es parte del patrimonio arquitectónico, cultural, histórico y científico de la Universidad y de la sociedad chilena, sino que es parte de nuestra propia historia de vida y de formación. La historia de nuestras aspiraciones, del esfuerzo y superación de decenas de generaciones de científicos que allí desarrollaron sus proyectos, sus ilusiones y su vida. Desde de los inicios de su funcionamiento como Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas, pasaron por esas instalaciones muchas generaciones de estudiantes, académicos e investigadores destacados como el Dr. Hermann Schmidt-Hebbel, Osvaldo Cori, Luis Cerutti, César Leyton, los hermanos Mario y Jaime Sapag, entre muchos otros; incluyendo a los siguientes galardonados con el Premio Nacional de Ciencias: Ramón Latorre (Ciencias Naturales, 2002), Dr. Pablo Valenzuela (Ciencias Aplicadas y Tecnológicas, 2002), María Cecilia Hidalgo Tapia (Ciencias Naturales, 2006) y Jorge Allende (Ciencias Naturales, 1992), quienes se formaron en esta facultad y trabajaron por el desarrollo científico, farmacéutico, bromatológico, químico y bioquímico de Chile".
Empero, la señalada indiferencia -o incluso desprecio- que persiste en la propia Universidad de Chile hacia este bello edificio, ha sido recientemente explicada y defendida por Pilar Barba, Directora de Servicios e Infraestructura la casa de estudios, al diario "El Mercurio" (17 de enero de 2015), donde espeta:
"Desde un punto de vista formal, esta fachada no tiene significativos méritos en su materialidad arquitectónica exterior y menos en su interior, como así mismo respecto de su emplazamiento. Es una construcción adosada a la cara trasera de los 'edificios Turri', que sí representan un valor patrimonial.
...Esta nueva conformación volumétrica del edificio MV20, en conjunto con estos edificios, aporta un significativo mejoramiento al espacio del perfil vial de Vicuña Mackenna en su encuentro con la Plaza Baquedano, jerarquizando con una adecuada escala urbana en altura y en su frente".
Al no existir ningún instrumento de resguardo aplicado a la casona y vigente para garantizar su conservación (como categorías de Inmueble de Conservación Histórica, Monumento Histórico Nacional o parte de una Zona Típica), además de la obsolescencia de la legislación chilena general sobre materias de patrimonio arquitectónico, no hay realmente trabas para que el inmueble acabe destruido por la propia institución que es su propietaria, bajo las interpretaciones que se han esgrimido minimizando su valor, en algunos casos con una entonación argumental que juzgo un tanto rebuscada.
No obstante, de todos modos el proyecto ha sido duramente criticado por varios patrimonialistas y urbanistas con el correr de las semanas, partiendo por el Colegio de Arquitectos a través de la Presidente del Comité de Patrimonio, doña Ana Cárdenas, la que ha declarado de manera enfática a "La Segunda" del 21 de enero pasado:
"El reconocer valores patrimoniales no es igual a que esté protegido, tiene que ver con considerar ciertos elementos de la ciudad que son particulares, como la historia, el contexto urbano o la identidad. El que esta casona no esté con protección es porque el dueño del edificio, es decir la Universidad de Chile, no quiso que fuera así y esto ha pasado con distintas dependencias de esa casa de estudios".
Se han oído ya otras críticas de periodistas, escritores (como Hernán Castellano Girón ex alumno de la escuela) y de los mencionados integrantes del Laboratorio Patrimonio Activo de la Facultad, publicando afiches que alertan del asunto y solicitando incluso la urgente declaración del edificio como Monumento Histórico Nacional, para salvarlo de la destrucción.
Como esta lamentable situación de peligro del edificio se encuentra en desarrollo y aún haciendo noticia, probablemente me tome el trabajo de tener que actualizar a futuro algo sobre final que haya tenido el inmueble de Vicuña Mackenna 20, con alguna entrada hecha cuando esté resuelto su amenazado destino, por ahora aún bajo el asedio del falso concepto del progreso reducido a la mera satisfacción del hambre utilitaria e inmediatista.

LA "REINA DEL TAMARUGAL": A 30 AÑOS DEL TRIUNFO DE UNA OBRA MAESTRA DEL CANCIONERO FOLKLÓRICO DE CHILE

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Calichal en la Quinta Vergara. De izquierda a derecha: Fernando López Molina, Manuel Veas Rodríguez, Berta Veas Rodríguez, Mario "Marincho" Tapia Álvarez y Luis "Toño" Miranda Rojas. Imagen publicada por el diario "La Tercera".
A mi generación y las anteriores quizás le provoque un poco de nostalgia o casi compasión el estado actual del Festival Internacional de la Canción de Viña de Mar, con rasgos que ponen en claro relieve la fase de decadencia o caída en que se encuentra comparado con sus mejores años, o al menos aquellos que eran mejores que ahora. Desde hace mucho se señala esta pérdida de valor a pesar de seguir siendo el festival más importante de América Latina, aunque quizás sea sólo el más idealizado: por irrisorio y majadero que parezca, el Presidente de Bolivia Evo Morales acaba de anunciar que Cochabamba tendrá un festival "más grande que el de Viña", dándolo por principal referente (!?).
Probablemente, aún le quede mucho de vida al encuentro anual, porque en el reducido medio chileno sigue siendo un festival redituable y bien auspiciado. Sin embargo, la calidad de su espectáculo suele sostenerse de unos pocos principales y el resto suele ser sólo satisfacción de fracciones del público asistente cuanto mucho, según la programación del día. Este vicio ha convertido el show en una verdadera tiranía de la masa presente en la Quinta Vergara, relegando a un muy inmerecido último lugar a la inmensa audiencia televisiva (la que en realidad sostiene la fiesta, gracias a la publicidad), a pesar de que uno de los músicos nacionales de este año ha intentado sostener que se trata de un escenario muy "democrático", obviamente que después de asegurar su contrato allí exponiendo su autodefinido canto popular (nacido para peñas y quintas) al millonario meganegocio anual que es este show.
Quizás el elemento más sensible de esta corrupción sea el de las competencias, cuya calidad de participantes ha disminuido al mismo ritmo. Nadie recuerda la canción del año anterior; de hecho, a nadie le interesa recordarla. El espacio de los concursantes internacionales parece más bien una pausa, un recreo aburrido entre una presentación de artistas y otra donde apenas unos pocos aplauden por decencia. La competencia de música popular iniciada con este festival en 1960 y la competencia folklórica que se adicionó al año siguiente, se han convertido en otro relleno, entonces, o más bien una obligación que justifica al festival pero no surte efectos, no instala canciones, no florece, menos desde que esta última competencia dejó de ser chilena en el cambio de siglo y se la amplió a folklore de toda América Latina, con la esperanza por hacer más atractivo internacionalmente el certamen, aunque para algunos esto sólo ha generado más controversia por el favoritismo que sigue habiendo del jurado hacia Chile o bien por premiaciones de canciones de cuestionable calidad pero con grandes simpatías políticas, como sucedió en 2011.
Cuando estábamos lejos aún de la esterilidad del certamen en nuestros días, una de las mejores piezas que alcanzaron a salir de la competencia folklórica del Festival de Viña del Mar cuando todavía estaba en mejores años que ahora y que tantas otras canciones regaló a la tradición (como "La consentida", "Qué bonita va", "La torcacita", "Ay, Fernanda" o "La tejedora"), está por cumplir sus 30 años desde que ganara el concurso y se volviera un hito de la canciones religiosas nacionales: "Reina del Tamarugal", de Calichal, la rotunda triunfadora de 1985 que marcó un hito en la historia de la canción folklórica, aunque también desató consecuencias que no se hubiesen querido esperar sobre la misma y sobre el reconocimiento que merecían sus creadores.
"La Reina del Tamarugal", presentación del grupo Calichal en la Competencia Folklórica del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar de 1985.
"La Reina del Tamarugal" en vivo en el Festival de Viña 1985, por el grupo Calichal.
"La Reina del Tamarugal", versión original de estudio, grupo Calichal.
EL FESTIVAL DE 1985
Hay quienes deducen que la espectacularidad de los festivales de Viña del Mar en los años 80, se debió a la urgencia del régimen de facto por promover una imagen positiva internacionalmente. Hay mucho de verdad en ello, sin duda, pero también es cierto que ya entonces se criticaba al encuentro por lo que algunos visualizaban como un progresivo decaimiento en su calidad que, según los agoreros, iba a conducir el espectáculo y a la competencia a un estado muy parecido al que podría describirse como el de hoy.
En ese verano de 1985, nos hallábamos en tiempos complejos, por las protestas y movilizaciones que se extendían desde el año anterior, panorama que estaban por volverse aún más complicado con el infausto terremoto del 3 de marzo de ese año en la Zona Central del país. De hecho, durante el encuentro musical del balneario sucederían varios pequeños temblores, que eran parte del enjambre sísmico que antecedió a aquel cataclismo.
El XXVI Festival de Viña del Mar, programado del 13 al 18 de febrero y animado por la de dupla Antonio Vodanovic y Paulina Nin de Cardona, pretendía erigirse como uno de los mejores de su historia y dejar discretamente bajo la alfombra el ambiente incendiario que había en el país, procurándose una enorme parrilla de artistas internacionales para todos los gustos, que llenaron de reporteros el aeropuerto y los hoteles: la estrella del popcountry John Denver, un joven y delgado Luis Miguel, las rockera Rita Lee, los suizos de Krokus y sus colegas escoceses Nazareth. El mito dice que se intentó traer a Michael Jackson, pero las cifras exigidas por los productores resultaron exorbitantes. Otros invitados fueron Amanda Miguel, María Conchita Alonso, Miguel Gallardo, los españoles Bravo, María Marta Serra Lima, José Feliciano y Dyango. El humor quedó a cargo de comediantes como Mandolino (Armando Navarrete) y los Pujillay, estos últimos con mejor resultado que el primero, además de Maitén Montenegro y Gloria Benavides con su personaje La Cuatro Dientes.
La competencia internacional tuvo críticas por adelantado ese año, pero participaron en ella personajes de la talla del cantante Carl Anderson, quien personificara a Judas en el filme musical "Jesuchrist Superstar". El chileno Alberto Plaza consigue el tercer lugar a pesar de parecer el favorito del público, con su "Que cante la vida"; la intérprete mexicana Crystal alcanzó el segundo con "Parece" y Lorenzo Toppano, curiosamente, ganó el certamen con una canción en castellano pero representando a Australia: "Yo ya no puedo más".
Una de las fallas más grandes que tuvo el festival de ese verano, fue presentar un espacio con una colosal y tiesa marioneta gigante de cuerdas que simulaba dialogar infantilmente con Vodanovic y que se levantaba todas las noches al inicio del festival por el lado del fondo a un costado de la Quinta Vergara y las graderías: Don Cirildo, muñeco representando una especie de jardinero del complejo viñamarino que causó burlas, pifias, risas y no tardó en ser devorado con toda su corpulencia, primero por "el monstruo" y luego por la crítica de espectáculos, reprochando la falta de creatividad de quienes concibieron semejante títere como novedad para decorar el show.
Antes de terminado el encuentro, sin embargo, la Comisión Organizadora recibió una buena noticia: la Federación Internacional de Organizadores de Festivales (FIDOF), iba a extender un reconocimiento al Festival de Viña del Mar, por la calidad y buena ejecución del torneo. Pero algo tenía que fallar: se supone que el reconocimiento iba a ser entregado en la forma de un diploma en el escenario de la Quinta Vergara, por el presidente del organismo Harry de Groot; sin embargo, la recepción del premio debió postergarse cuando las maletas del representante fueron a parar a la India en vez de Chile, por un error de la línea aérea.
Imagen de los integrantes de Calichal en una de sus actividades.
Miembros de Calichal en el Hotel Playa Brava, antes de partir ("La Estrellad e Iquique").
CALICHAL Y LA "REINA DEL TAMARUGAL"
Uno de los intérpretes cuyo tema había pasado la selección al concurso, era un conjunto folklórico de Iquique llamado Calichal, fundado el 2 de agosto de 1980 al alero de la Secretaría Regional Ministerial de Educación de Tarapacá. Era conocido por la calidad de sus voces e instrumentistas, además de un repertorio de piezas tradicionales y música del folklore de variadas regiones del país, incluyendo la zona huasa y las raíces indígenas, pero enfatizando -por supuesto- a su querida región tarapaqueña.
Los miembros de Calichal también se dedicaban a labores de difusión e investigación folklórica. Por su calidad y talentos habían sido reconocidos por la Universidad Arturo Prat, incorporándolos de manera permanente a sus actividades de extensión artística, algunos trabajando como profesores y otros como monitores de guitarra. Habían tenido ya cerca de 200 presentaciones sólo en la Región de Tarapacá, más otras en el Festival del Huaso de Olmué (donde obtuvieron el premio a mejor intérprete), el Festival Nacional de la Vendimia de Molina (donde ganaron un reconocimiento como grupo más popular), el Festival Nacional de Música de Raíz Folclórica Chilena, el Festival Nacional de Cuecas Inéditas de Santa Cruz, el Festival Nacional "Brotes de Chile" de Angol, el Festival Nacional de la Uva el Durazno en Rinconada de Los Andes, más algunas actuaciones en Televisión Nacional. También tenían en su currículo importantes experiencias en Argentina, en festivales de Salta y Jujuy. Solían realizar presentaciones todos los viernes en una peña propia de Iquique, para financiar sus actividades artísticas.
Cuando se supo en enero que el grupo había sido elegido para participar de la competencia, hubo una primera fiesta en Iquique celebrando la buena noticia. La canción postulada que llevaría el conjunto en ritmo de trote tarapaqueño -con tintes de lo que más informalmente se llama saya-diablada altiplánica- y algunos detalles de arreglos que evocan a las bandas de bronces, se titulaba "Reina del Tamarugal": una hermosísima oda a la Fiesta de la Virgen del Carmen de La Tirana que se celebra todos los años el 16 de julio, en el poblado del mismo nombre. El autor de la poética letra era Manuel Veas Rodríguez, y la música había quedado a cargo del eximio Luis "Toño" Miranda Rojas, director del grupo. Ambos amigos ya habían participado de la creación de otras importantes piezas musicales de la región, muy conocidas en las escuelas y talleres musicales, como "Pastorcito de Camiña", "El Guatón Toño" y "Pampa del Tamarugal".
Decía esta obra, que estaba predestinada a convertirse en una joya del cancionero nacional y que iba a debutar en el principal escenario de Chile:
Pampa desierta nortina
a florecido un rosal
llegan de todos lugares
su manda deben pagar.
Llegan de todos lugares
su manda deben pagar

Es día 16 de julio
sale la reina a pasear
saludando al peregrino
que la viene a venerar.
Saludando al peregrino
que la viene a venerar

Viva ya, viva ya
Reina del Tamarugal
Tirana que haces llorar
y a todo un pueblo bailar

Viva ya, viva ya
Reina del Tamarugal
Tirana que haces llorar
y a todo un pueblo bailar
Triste se queda mi china
debemos de regresar
y entre los tamarugales
se a marchitado el rosal.
Y entre los tamarugales
se a marchitado el rosal

Viva ya, viva ya
Reina del Tamarugal
Tirana que haces llorar
y a todo un pueblo bailar

Viva ya, viva ya
Reina del Tamarugal
Tirana que haces llorar
y a todo un pueblo bailar.
La canción de Veas y Miranda se había inspirado en las mandas y agradecimientos de los feligreses de la "Chinita"o Virgen del Carmen de La Tirana, y que ambos consideraron necesario homenajear con una propuesta emotiva, a la vez que impregnada del mismo estilo que identifica al folklore religioso local. Manuel Veas y su hermana Berta, además, eran promesantes de la Fiesta de La Tirana, por lo que estaban sumamente imbuidos en esas tradiciones. El autor escribió la letra, de hecho, al culminar una manda de bailar durante tres días a la Virgen por cinco años seguidos en las fiestas, y Miranda le colocó la música dos años antes de llevarla a Viña del Mar pues, originalmente, tenían la intención de convertirla en parte de un musical religioso o cantata.
Como las presentaciones de los rockeros metaleros de Krokus y Nazareth había causado ciertas aprehensiones en la sociedad conservadora y además muy ignorante de la música internacional en esos años acá en Chile, el diario "La Tercera" titulaba con algo de sorna de la siguiente manera la nota del 6 de febrero, sobre lo que iba a ser la presencia de Calichal en Viña del Mar: "Una diablada, pero no satánica, subirá a la Quinta".
Calichal levantado la preciada Gaviota de Plata de su triunfo. En la imagen, publicada por "La Estrella de Iquique", se observa a Danny Rodríguez, el sexto miembro presente durante aquella hazaña pero que no pudo estar sobre el escenario por el reglamento de la competencia.
Así anunciaba la prensa de Iquique el triunfo.
UN TRIUNFO ROTUNDO
Conformado por 12 miembros permanentes, Calichal se presentaría esta vez sólo con la mitad de sus integrantes, por razones de requerimientos y restricciones del certamen (hasta 5 personas sobre el escenario): Fernando López Molina y Manuel Veas Rodríguez en voz, acompañados de matracas y trajes a la usanza de los bailarines morenos de saltos de las fiestas regionales; en la voz femenina, el extraordinario registro de su hermana Berta Veas Rodríguez, vestida al estilo de fantasía de danzantes chunchos; en quena Mario "Marincho" Tapia Álvarez y en guitarra Luis "Toño" Miranda Rojas, ambos en trajes alusivos a las bandas tipo lakitas de la región y participando de los coros. Desde la orquesta, fuera de la vista de las cámaras, los acompañaría el joven Danny Rodríguez con el charango, cuyos gastos de viaje y permanencia habían quedado fuera de la cobertura ofrecida por las reglas del certamen para los concursantes.
Los músicos se despidieron de Iquique con un gran ensayo público y una actividad dirigida por la entonces alcaldesa, doña Marta Marcich. Los seis integrantes de Calichal salieron por vuelo hasta Santiago, y desde allí hacia Viña del Mar con la esperanza ardiente de ganar la competencia. "Dejaremos en lo alto el nombre de Iquique", prometieron al partir de su ciudad, tras una conferencia de prensa dada el 7 de febrero en el desaparecido Hotel Playa Brava, donde ahora se encuentra el Majestic, acompañados en la ocasión por el empresario y productor Hernán Gómez.
"Viña para nosotros y para cualquier conjunto folklórico en Chile -dijeron a "La Estrella de Iquique"-, es la máxima aspiración internacional, ya que su proyección al extranjero nos muestra como difusores del folclore. Es una verdadera vitrina".
Por fin, allá en Viña del Mar, su presentación dejó inmediatamente claro en el día inaugural del festival que la canción era una de las más bellas que se hayan escuchado en la competencia folklórica, desde sus orígenes. Fue elogiada rápidamente por el cantante Pedro Messone y, en años posteriores, se ha sabido que también era la favorita del comediante y productor Jorge Pedreros y del propio director de orquesta del festival, Horacio Saavedra, como se lo habrían hecho saber a Veas.
Sin embargo, el triunfo no le iba a tocar del todo fácil ese año: hubo en aquella competencia diez temas de raíz folklórica, algunos muy singulares y distintos entre sí. Ciertas preferencias se marcaban por "Hacia altamar" de María Alejandra Vidal y Patricia García, cuya interpretación quedó a cargo de la prodigiosa voz de Lu Rivera y Los Chonos, no obstante que hubo un rumor sobre alguna clase de conflicto de esta pieza con las bases del concurso que exigían piezas inéditas, desmentido después por la propia organización del evento. También logró simpatía del público el tema "A pique se fue el Caleuche" de Cecil González, interpretado por el Grupo Aucas; y "Huinca niño" de María Gloria Garay, interpretado por María José Pozo.
Finalmente, sucedió lo que debía suceder y así, ya en horas del naciente 18 de febrero de 1985, era anunciado el ganador de la entonces valiosa y apreciada Gaviota de Plata: Calichal, con "Reina del Tamarugal". Además del trofeo, recibieron US$ 7.000 y el Premio de la Embajada Argentina y Cancillería Chilena, correspondiente a un viaje a la Isla de Pascua. La decisión del jurado no podía ser más justa y fue aplaudida de forma unánime, pero especialmente por los tarapaqueños. En una actitud que lo enaltece, además, Miguel Esper, intérprete de la canción "Con algo de menos, con algo de más" de Óscar Cáceres y Valentín Trujillo, y que era otra de las competidoras más fuertes, reconoció públicamente la superioridad de "Reina del Tamarugal" y felicitó a  los vencedores. A las pocas horas, el diario "La Estrella de Iquique" titulaba soberbio en primera página: "'Calichal' N° 1 en Viña del Mar!" y "Gaviota para la Tierra de Campeones". El mismo tabloide decía en sus páginas interiores:
"Con el triunfo de Calichal ganó en Viña el folklore tradicional. Y no sólo eso: ganó el folclore auténtico, cultivado por nortinos que viven a diario junto a las tradiciones".
La gente salió a celebrar a las calles iquiqueñas cuando se supo la noticia; los bares se llenaron y la fiesta duró hasta cerca de la mañana. Esa misma noche, los premiados colocaban su Gaviota de Plata en un altar de su habitación del hotel, donde habían dispuesto imágenes de la Virgen de La Tirana.
Un inmenso carnaval comenzó a prepararse en la ciudad para recibir a los triunfadores. "¡BIENVENIDO CALICHAL!", era el título del diario "La Estrella de Iquique" del jueves 21 de febrero, siendo recibidos ese día con un acto público en la Plaza Condell, a las 11:30 horas, donde los esperaba un escenario con la misma frase y un acto organizado por la Municipalidad y la Universidad Arturo Prat. El arribo culminó con una conferencia de prensa en el Casino Español frente a la Plaza Prat. Otra recepción honorífica le fue preparada al grupo en el pueblito de La Tirana, por los vecinos dirigidos por el querido Cacique Andrés Farías, anfitrión y organizador de las fiestas de la Virgen del Carmen en el lugar, con presencia de Monseñor Javier Prado Aránguiz, ocasión en que los miembros de Calichal consagraron y dedicaron su premio a la imagen mariana.
La comunidad iquiqueña da la bienvenida al triunfante conjunto.
Ceremonia de recepción y homenaje en la ciudad ("La Estrella de Iquique").
FLOR DEL FOLKLORE TARAPAQUEÑO
Desde su triunfo en 1985, "Reina del Tamarugal" conocerá innumerables versiones de grupos como Banda Wiracochas, Manifiesto, Cantamérica, Huentelauquén, Los Jaivas, el grupo pop Sexual Democracia, el Coro Armonía de Peñaflor dirigido por Waldo Aránguiz, el cantante de cumbia Amériko y hasta el dúo electrónico Bacondo. Sin embargo, la mayor acogida que tendrán sus notas y versos es en las bandas religiosas de las fiestas patronales de Tarapacá, convirtiéndola en un verdadero símbolo de la Fiesta de La Tirana y en un perpetuo himno de esta celebración, repetido todos los años.
Calichal vivió una época parecida a la de leche y miel a partir de esos momentos, pero fue breve, limitada por las grandes dificultades que tenían las agrupaciones folklóricas en aquella época en la realidad nacional, donde escaseaban los escenarios, los incentivos y los eventos de gran convocatoria. A pesar de haber estado en casi todos los grandes festivales del país antes aún de su hazaña en Viña del Mar, la cohesión de sus miembros comenzó a flaquear, quedando reducido aunque haciendo aún presentaciones ocasionales. Siempre había sido difícil mantener el grupo, como alguna vez lo reconocieron sus principales integrantes, en especial por el financiamiento de las actividades. Además, y muy lamentablemente, Fernando López Molina y Luis "Toño" Miranda fallecieron en los años posteriores, así como otro querido miembro del conjunto, Guillermo Lara, quien no pudo participar en la histórica presentación en la Quinta Vergara.
Como muchas versiones de "Reina del Tamarugal" han aparecido al límite del respeto a los derechos de autor, se cuenta que el grupo realmente no pudo disfrutar de los beneficios de estos derechos en el éxito de su canción. Veas acusaba no haber recibido jamás algo por este concepto, entrevistado por "La Estrella de Iquique" del 31 de agosto de 2004, hallándose injustamente olvidado y cesante:
"Muchos han grabado nuevamente el tema, pero a mí nunca nadie me ha preguntado nada. He visto que el tema ha aparecido en distintos trabajos musicales y nadie ha pedido autorización para esto, incluso existe un CD de La Tirana que tiene el tema incluido. Nunca he hecho nada para que se solucione este problema y creo que es tiempo de que las cosas se hagan formalmente".
El año 2000, por desgracia y en una decisión que no dejó de ser polémica, la "Reina del Tamarugal" no figuró entre las canciones del recuento escogido para el Festival de Viña del Mar en su versión cincuenta. Sin embargo, el 16 de febrero de 2006, para celebrar los 35 años del Municipio de Pozo Almonte durante la gestión del alcalde Augusto Smith, se organizó un enorme espectáculo en la Explanada del Santuario de La Tirana con la presencia de bandas nacionales como el grupo Illapu y los bolivianos Los Kjarkas; y como la fecha estaba en el período del cumplimiento de los 21 años de la epopeya de Calichal en Viña del Mar, fueron homenajeados allí en el escenario los miembros sobrevivientes del grupo, con Manuel Veas a la cabeza y ante 25 mil almas presentes. Posteriormente, en 2010, con la anuencia y apoyo de Veas, se postuló a "Reina del Tamarugal" como Canción del Bicentenario. Hubo algunas fiestas y celebraciones ese año, al cumplirse el aniversario 25 de la Gaviota de Plata, por cierto. Y en el año 2013, por decreto alcaldicio del mes de noviembre, se concedió de manera póstula la calidad de Hijo Ilustre de Iquique al fallecido Toño Miranda.
Por la situación mediática en que saltó a la popularidad y quedó introducida esta pieza en el cancionero patronal católico de Tarapacá, algunos podrán decir que se trata de neo-folklore o pautas de fantasía del folklore religioso, es verdad, pero la penetración cultural que ha tenido esta canción en el repertorio identitario de Tarapacá hace pensar, más bien, que sólo hemos tenido la suerte de ver -en vivo y en presente- cómo surgió una pieza de auténtico folklore y tradición musical de la zona.
La "Reina del Tamarugal" nunca más salió del patrimonio de la Fiesta de la Virgen de La Tirana, volviéndose la más tocada hasta nuestros días durante la temporada y sonando desde los preparativos de las celebraciones, las cortinas, los intermedios de las mudanzas, los campamentos de peregrinos, la música ambiental de amplificadores y hasta la marcha de vuelta a casa de las cofradías de bailes religiosos... Algo esperable y comprensible de una de las más hermosas e imperecederas canciones que se han adicionado en nuestra época al folklore nacional.
"La Reina del Tamarugal" en versión del grupo Cantamérica.
"La Reina del Tamarugal" en versión bronces de la Banda Wiracochas.

ALLENDE, BOLIVIA Y EL MAR: CÓMO GESTAR UN MITO DE INFUSIÓN PATRIOTA DESDE LA NADA

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La insistidísima fotografía que muestra el momento de la visita a Chile de Néstor Taboada Terán, estrechándole la mano a Salvador Allende Gossens en el día en que asumía la Presidencia de la República de Chile, en 1970.
Prefiero partir sin rodeos ni adornos en estos temas: todo indica que la leyenda de que el Presidente Salvador Allende Gossens manifestó alguna vez su deseo de entregar un puerto a Bolivia, es un invento del controvertido escritor y cronista paceño Néstor Taboada Terán, quien publicó un libro al respecto recién en nuestro actual siglo, donde asegura haber escuchado en persona tal afirmación de boca del ex mandatario en una reunión de noviembre de 1970, específicamente en una entrevista que acordó el día del cambio de mando y a la que antes se había referido varias veces, pero sin tocar el asunto de demanda marítima en su contenido.
Más aún, mientras los agitadores y publicistas altiplánicos no muestren la grabación certificada o notas originales debidamente acreditadas como tales, como pauta base de la entrevista que ha sido explotada hasta lo inverosímil en estos últimos años y muy particularmente en estos días, costará mucho confiar en el juramento de autenticidad de un anciano octogenario que ha sido sacado casi a la fuerza del retiro para servir de cuño a las últimas arremetidas internacionales de La Paz buscando satisfacción a sus pretensiones marítimas. Mientras eso no ocurra, esta supuesta declaración y sus majaderas repeticiones no pueden ser tomadas más que un intento del Gobierno del Presidente Evo Morales por reclutar y expandir solidaridades a su reclamo en Chile e investirlo con las prendas de una causa de la izquierda política en general, eligiendo la figura de Allende como carnada.
Como se sabe, esta supuesta declaración del ex presidente chileno aparece descrita con un contexto literario propio al tema en "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!" del mismo autor, publicado por primera vez en 2004 bajo imprentas de Plural Editores de La Paz, y el Gobierno de Bolivia nos lo ha querido recordar recientemente, pagando un carísimo inserto con deficiente composición photoshop en un diario de circulación nacional ("El Mercurio", domingo 22 de febrero de 2015).
Empero, hay muchas observaciones surgiendo por sí solas en todo este nuevo affaire diplomático, en especial cuando se convoca un talento de poder hacer hablar a los muertos sin contar ya con la posibilidad de que ellos corroboren o desmientan lo que se les adjudica como declaraciones. Tres puntos son los los principales:
  1. No hay ninguna confirmación material de la declaración que Néstor Taboada Terán le atribuye a Allende y que reveló tantos años después de la entrevista que tuvo con él, donde supuestamente se la dijo. De hecho, ni siquiera existe otro testimonio corroborando que Allende manifestara en esa o en otra oportunidad tal voluntad.
  2. Hay más de una versión de la famosa declaración atribuida a Allende y todas ellas informadas por el propio Taboada Terán, antes y después de la publicación del libro "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!" donde trata como tema central este asunto, el año 2004, lo que pone en duda su validez si se la considera sustentada en una fuente y cita precisa, y por lo tanto también real.
  3. No hay nada en la actuación de Allende en materias relativas a las relaciones exteriores durante el Gobierno de la Unidad Popular, que permita suponer que tuvo alguna intención decidida y categórica de llamar a Bolivia a una propuesta de salida al mar soberana y sin condiciones, como la que le adjudica Taboada Terán.
A continuación, más detalles de todas estas observaciones, sólo para quienes tengan interés en evaluar argumentalmente este asunto, porque el lector que viene ya convertido al tema como un asunto de fe, no encontrará mucho que pueda servirle.
LA PRETENDIDA DECLARACIÓN DE ALLENDE
Nacido en La Paz en 1929, Néstor Taboada Terán ha sido por largo tiempo un intelectual de izquierda con discursos cargados de americanismo, en su momento gran promotor de la figura de Salvador Allende en Bolivia, al punto de que algunos lo criticaron como chilenófilo o como una especie de lazarillo publicitario de la Unidad Popular en el Altiplano. Sus interpretaciones controversiales sobre hechos históricos y su discurso político lo pusieron de punta con la tiranía de Hugo Bánzer en los setenta, exiliándose en Argentina. Al regresar a su patria continuó publicando, pero es sólo hacia las últimas décadas de su actividad que comienza a difundir con obstinación lo que aseguró haber oído de boca del ex mandatario chileno en favor de Bolivia.
Su libro "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!", que ya cumplirá 11 años salido de rotativas, es un tedioso pasquín de más de 100 páginas en que el autor repasa una primera entrevista que hizo a Salvador Allende en el Congreso Nacional, donde se hace un recuento de su visión latinoamericanista y del socialismo continental, con una reedición inserta del ensayo "Chile con el corazón a la izquierda", del que hablaremos más abajo. Entre todo este armado a fragmentos de un libro a partir de otras publicaciones y hasta algunos poemas que le dan cuerpo, llega por fin al tema de marras y que justifica la obra: la supuesta disposición manifestada por Allende de entregarle mar a Bolivia lo antes posible, durante flamante su gobierno.
De acuerdo a lo allí informado, el autor fue invitado por la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) al cambio de mando que colocó la banda presidencial a Allende, en noviembre de 1970. El escritor asistió acompañado de un par de amigos y concertó una entrevista con la autoridad. Y allí, en los encuentros, le dice Allende a su entrevistador, según él mismo:
“Los escritores y todos los hombres y mujeres de buena voluntad deben venir a Chile y explicar sus anhelos, discutir, crear las condiciones objetivas y subjetivas en el pueblo chileno para poder llegar al feliz entendimiento. Ahora no somos gobierno de la oligarquía minoritaria, somos el pueblo. No nos guían intereses de clase dominante. No le pedimos nada al sufrido pueblo trabajador boliviano, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido victimado. Un pueblo que esclaviza otro pueblo no es libre. Busco el entendimiento de los pueblos hermanos en el mutuo respeto y en la paz".
No sólo eso, pues Allende también habría declarado profundizando en la inspiración de su propósito:
"En este plan de reparación de injusticias, también he resuelto que el hermano país de Bolivia retorne al mar. Se acabe el encierro que sufre desde 1879 por culpa de la intromisión del imperialismo inglés. No se puede condenar a un pueblo a cadena perpetua”.
Pero falta algo aún... Como si su buena memoria no se demostrara ya suficientemente prodigiosa, dice que cuando solicitó a Allende un mensaje para el pueblo boliviano, éste habría dicho lo siguiente:
"Caminaremos juntos en la gran tarea histórica de América Latina. Ha llegado la hora de la gran reparación de una injusticia cometida contra Bolivia. Chile tiene una centenaria deuda con Bolivia y estamos dispuestos a emprender una solución histórica. Bolivia retornará soberana a las costas del Pacífico".
Algo extraño salta a la vista de inmediato al lector informado, sin embargo. Aunque Taboada Terán declara muy vehemente, a continuación, que: "Salí del Palacio de la Moneda de Santiago de Chile asombrado en extremo. No esperaba esto ni por asomo. Estoy caminando en las nubes", este entusiasmo no aparecerá por ninguna parte en sus escritos hasta mucho, mucho tiempo después.
Ya en 1970-1971, en su trabajo "Chile con el corazón a la izquierda", el autor había informado de una declaración de Allende vertida a su grabadora en las mismas entrevistas como mensaje a su patria, específicamente en la primera que había tenido con él en 1970, antes de la anterior donde se refiere a cuestiones marítimas, según él... Sin embargo, a la sazón la promesa y oferta expresadas en las palabras de Allende para el pueblo boliviano, habían sido bastante diferentes:
"Nuestra solidaridad. Nuestro ferviente deseo de robustecer la fraternidad. Nuestra decisión de procurar el establecimiento de amistosas relaciones. Nuestra esperanza de que caminaremos juntos en la gran tarea histórica de América Latina y sus pueblos".
Sospechosamente, hasta todavía en los noventa no aparecía en los recuerdos periodísticos del escritor toda la continuación de las declaraciones de Allende que publicará tantos años después, y en donde alude a su disposición de entregarle costas a Bolivia, versión que termina de confesar completa en 2004 con "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!", como vimos.
Comprendiendo quizás este absurdo y enorme vacío en el tiempo, algunos medios de comunicación bolivianos ya han comenzado a esparcir recientemente la información de que el libro "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!" fue publicado una primera vez en 1984 con su mentado contenido de la declaración solidaria de Allende, como se puede observar en un artículo del periódico "La Opinión" del 20 de febrero pasado, pero esto es por completo irreal: la primera edición del libro aparece recién en 2004, como hemos dicho ya, cosa muy fácil de demostrar en nuestros días con los datos editoriales disponibles.
Don Néstor Taboada Terán mostrando su libro en una imagen muy difundida por los medios de internet bolivianos. Al fondo, puse un documento colonial que nunca ha sido muy del agrado del reivindicacionismo boliviano: el Mapa de Chile de don Andrés Baleato, confeccionado en 1793 como cartografía oficial de Indias. A buen entendedor...
LA VOLUNTAD DE ALLENDE EN LOS HECHOS
En otro aspecto, hay algo crucial en este asunto aunque duela mucho a algunos publicistas bolivianos y a sus simpatizantes entre entreguistas chilenos: no se sabe de ninguna iniciativa o llamado del Gobierno del Presidente Salvador Allende para ofrecer a Bolivia alguna clase de propuesta alrededor de su histórica demanda marítima. Nada, por ninguna parte: ni en sus declaraciones conocidas, ni en las memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores, ni en las notas de la actividad consultar. Sí hubo interés en proponer la restauración de las relaciones, mas no discusión de temas territoriales. También es imprecisa, entonces, la afirmación que aparece en otro libro de Taboada Terán titulado "La Decapitación de los Héroes" en 1995 y publicado por la Editorial UMSS, donde al parecer se asoma por primera vez la supuesta revelación que nos interesa y en el que se afirma con gran arrogo de propiedad:
"Tengo entendido que después las tratativas se realizaron a niveles diplomáticos. El representante del gobierno de La Paz Franz Ruck Uriburu, a la sazón Cónsul General en Santiago de Chile, cuántas revelaciones habría hecho pero lamentablemente le sorprendió la muerte prematura".
La razón de este vacío de hechos acreditando lo que intenta sostenerse en los libros, es sencilla de comprender y más aún de explicar: Allende era de la vieja escuela estadista, la de respeto irrestricto a los tratados internacionales vigentes en cuestiones de fronteras y límites como motor de entendimiento con países vecinos. Así lo demostró con un acontecimiento que resulta crucial para comprender el tipo de mentalidad en que se deslizaba el mandatario en estos temas: la firma del Compromiso Arbitral de 1971, que obligaba a la República Argentina a acatar el fallo arbitral que se había solicitado a Su Majestad Británica a propósito de la odiosa cuestión del Canal de Beagle (y que fue desconocido por la Junta Militar de Buenos Aires cuando se comunicó la sentencia en 1977, dicho sea de paso). Acuerdo firmado, además, al mismo tiempo que el mandatario tenía por prioridad regional el acercamiento con esa república vecina por entendibles cuestiones estratégicas, precisamente.
Que el camino de acatamiento de los tratados internacionales y de la integración diplomática que Allende visualizaba como la fórmula apropiada de acercamiento y unidad con su prioridad la Argentina, iba a ser el mismo que estaba dispuesto a aplicar con Bolivia y con análogo propósito, se verifica en su Primer Mensaje al Congreso Nacional dado ese mismo año de 1971, en donde sugiere también que el principal problema (y el real) entre La Paz y Santiago era la ausencia de relaciones diplomáticas directas, que propone desde ya "normalizar":
"Es propósito fundamental nuestro afianzar todos los vínculos que acrecienten nuestra constante amistad con la República Argentina, eliminando los obstáculos que se interpongan en el cumplimiento de ese objetivo. La situación anómala de nuestras relaciones con la República de Bolivia contradice la vocación de ambos pueblos, por lo que haremos cuanto esté de nuestra parte para normalizarla".
Así pues, la hipotética promesa que Allende le habría hecho a una persona que a medias conocía como Taboada Terán, de entregarle mar a su país y como prioridad  diplomática, no pasaría de ser una simple conjetura que no se refleja ni asoma siquiera en los hechos posteriores. En materias de relaciones exteriores, pues, el único punto importante de acercamiento que parece haber podido ensayar el gobierno chileno con el de Bolivia -en la situación de conductos suspendidos y con las demás complejidades del escenario latinoamericano de entonces-, además de la señalada tentativa de reponer cuerdas diplomáticas, fue la de felicitar el hecho de que ese país se mantuviese en el Pacto Andino y procurar su permanencia. Nada que ver con cuestiones territoriales, otra vez, pues a principios de los setenta la demanda marítima pasaba por un período en que no era un tema caliente, como sí volvió a serlo a los pocos años. La atención se la llevaba más bien la cuestión americanista y las disputas entre regímenes de izquierda y de derecha con aleros militares o también de facto, afectados por el contexto internacional de la Guerra Fría.
¿Algo que avale lo expuesto recién, en la opinión de los propagandistas de la propia Bolivia en aquellos años? Pues, sí: tenemos a mano notas de uno de los primeros grandes intentos que se hicieron en el vecino país por acoplar a las causas socialistas continentales el asunto de su demanda marítima, en 1971, específicamente del etnonacionalista e indigenista potosino Fausto Reinaga. Corresponde a un exaltado y fanático trabajo suyo titulado "Tesis india" (Ediciones PIB), donde se hace el siguiente y agresivo emplazamiento al Presidente de la Unidad Popular, precisamente por no advertir su autor señales de una predisposición en él para responder a las pretensiones marítimas en la invitación que ya vimos sobre reestablecer relaciones (los destacados son originales):
"¿Por qué quiere restaurar relaciones diplomáticas con Bolivia sin devolver el Lauca y su salida al mar? Socialismo es JUSTICIA. ¿Por qué Allende no hace JUSTICIA con Bolivia? Si Allende es socialista, debe comenzar por casa su socialismo; debe, sin condición y de inmediato devolver a Bolivia su salida al mar. Si es socialista no debe Allende seguir de carcelero de Bolivia; ni debe pedir relaciones diplomáticas a un pueblo encadenado precisamente por la rapacidad de Chile".
Lo más increíble es que en el visceral escrito de Reinaga se expresan estas palabras refutando nada más y nada menos que a la simpatía manifiesta de Taboada Terán por la figura del mandatario chileno, tildándolo en sus páginas de "chilenófilo propagandista de Allende" y de "Felipillo netate". El autor destilaba vapores y vahos de antichilenismo, como se podrá sospechar.
Por otro lado, hay un asunto contextual de la región y la época que no deja de ser importante: con la caída del tiranillo altiplánico Juan José Torres al ser derrocado por su muy distinto sucesor Hugo Bánzer, poco obraba en favor de alguna clase intento de abrazo entre los gobiernos de Chile y Bolivia por sus radicales diferencias ideológicas. De hecho, la misma invitación que las fuerzas políticas de La Moneda le formularan a La Paz para permanecer en el Pacto Andino, hacia 1971, fue interpretada como un error y algo reprochable por los movimientos izquierdistas del continente, pues parecía estar felicitando y casi legitimando la recién instalada dictadura de Bánzer a expensas del Acuerdo de Cartagena. ¿Dudas sobre este punto?: revisar los diarios "El Día" de México del 7 de enero de 1977, "El Sol" de México del 24 de junio de 1977 y el panfletario libro "La Batalla Argentina" de José Steinsleger de 1983.
Portada del libro de Néstor Taboada Terán.
APARICIÓN Y VARIACIONES DE LA SUPUESTA DECLARACIÓN
Recién cumplidos unos 25 largos años desde la entrevista de marras en Chile, Taboada Terán comienza publicitar como nunca antes la versión de las declaraciones de Allende donde aparece dándole alcances relativos a la aspiración marítima de su patria a sus palabras. Este salto en el tiempo es una situación realmente incomprensible, menos tratándose de un tema que ha sido tan sensible y candente para el ánimo de la sociedad boliviana. Así aparecerá tibiamente, en el libro "La decapitación de los héroes" de 1995:
"Bolivia retornaría soberana a las costas del mar Pacífico... Los escritores y todos los hombres de buena voluntad deben venir a Chile y explicar sus anhelos, discutir, crear las condiciones subjetivas en el pueblo para llegar al feliz entendimiento. Ahora no somos gobierno de la oligarquía minoritaria, somos el pueblo. No nos guían intereses de clase dominante. No les pedimos nada, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima el pueblo boliviano".
Unos años después, la repite el autor en su libro "Bolivia: una nación privilegiada: geografía, historia, cultura, vida, tradición" de 2001, con sello de Editora Opinión, pero esta vez agregando una especie de arenga:
"¡Bolivia retornará soberana a las costas del mar Pacífico! Como chileno no pido nada, quiero solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima el pueblo boliviano".
Sin embargo, ni bien estaba "revelada" por obras como las que vimos, la declaración ya comenzaba con alteraciones y nuevas redacciones... Reaparece al año siguiente en un artículo de los "Anales de la Academia Boliviana de la Lengua", pero distinta en sus formas a pesar de hallarse basada en testimonio del mismo Taboada Terán:
"No le pedimos nada (a Bolivia), queremos solamente reparar el despojo cruel de que ha sido víctima el pueblo boliviano... Caminaremos juntos en la gran tarea histórica de America Latina. Bolivia retornará, soberana, a las costas del Pacífico".
Se podrá suponer, quizás, que con la muy promocionada publicación de "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!", el autor por fin estableció una cita única y definitiva en 2004 para representar lo que asegura haber escuchado de Allende en 1970. Pero no: el mismo escritor se encarga de agregar, al poco tiempo, una presentación más al leitmotiv de estas declaraciones que adjudica a Allende, esta vez en "La revolución cultural: un método para armar", de Grupo Editorial Kipus, en 2008, expresando una construcción de palabras que parece más bien la síntesis de principios o corolario de las que ya había propuesto:
"He resuelto que el hermano país de Bolivia retorne al mar. Se acabe el encierro que sufre desde 1879 por culpa de la intromisión del imperialismo inglés. No se puede condenar a un pueblo a cadena perpetua. Un pueblo que esclaviza a otro pueblo no es libre. ¡Bolivia retornará soberana a las costas del Mar Pacífico!... No nos guían intereses de clase dominante. No le pedimos nada al sufrido pueblo trabajador boliviano, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima. Busco el entendimiento de los pueblos hermanos en el mutuo respeto y en la paz".
Y aunque ya pueda sonar a un devengado rebuscado de apuntes para sembrar dudas, existe otra versión sobre esta pretendida declaración y también adjudicando directamente como fuente a Taboada Terán, acogida -entre otros divulgadores- por el Capítulo Boliviano de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, en publicaciones del año 2011:
"Ha llegado la hora de la gran reparación de una injusticia, Chile tiene una centenaria deuda y estamos dispuestos a emprender una solución histórica. Bolivia retornará soberana a las costas del Pacífico. No le pedimos nada al sufrido pueblo trabajador boliviano, queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima. Los escritores y todos los hombres y mujeres de buena voluntad deben venir a Chile y explicar sus anhelos, discutir, crear las condiciones objetivas y subjetivas en el pueblo chileno para poder llegar al feliz entendimiento".
Desconozco cuántas otras citas fragmentadas y con cambios de orden o estructura existirán de la confesión atribuida a Allende en la literatura boliviana y la del propio Taboada Terán, porque me baso en éstas muestras que son las que conozco y no pretendo extenderme como cazador de versiones, desvirtuando con ello el sentido de este artículo. Sin embargo, creo que el punto queda demostrado con sólo estos ejemplos.
Por supuesto, no faltarán los poetas y predicadores de dogmas tratando de pregonar que no importa cuál haya sido el mensaje original, sino su sentido... Es decir: no tendría relevancia cómo lo dijo Allende, sino qué dijo. Sin embargo, la cuestión precisa aquí es si Allende dijo o no lo que se dice que dijo, y cuando se adjudica un juicio, opinión importante o sentido esencial a una declaración formulada por algún personaje de relevancia, especialmente en este caso donde se trata además de algo con características de revelación, lo mínimo esperable es una cita exacta y unificada. Y todavía más, de hecho: una transcripción original y una grabación certificada dados los alcances de este caso, en caso de haberlas. Nada de eso se ha visto hasta ahora.
El inserto que recientemente nos regaló Bolivia en "El Mercurio".
OBSERVACIONES FINALES
Mientras tanto no suceda o no pueda suceder algo como una demostración convincente del origen de esta declaración atribuida a Allende, que hasta ahora sólo Taboada Terán ha escuchado alguna vez (y sin haber sido exactamente un confidente o un privilegiado en los círculos del ex mandatario), sólo puede confiarse en la dudosa palabra suya y apostarlo todo a su testimonio, que a falta de sustento resultará convincente sólo para quienes traen una fuerte carga ideológica y de pasión predispuesta a creerlo, en algunos ejemplos ciegamente, incluso.
Como se sabe, hay declaraciones apócrifas que, por separarse de las fuentes y citas o simplemente no tener este respaldo, suelen ser ornamentadas y amplificadas en su dramatismo con las transmisiones sucesivas, adaptadas a los discursos de las circunstancias y moldeadas más bien por las intenciones de quien la evoca y lo que quiere oír quien la escucha, vicio facilitado a causa de la falta de documentos que acrediten y confirmen forma y fondo de las mismas... Precisamente, es lo que podría percibirse de la secuencia de versiones de la declaración atribuida a Allende y de cómo se hace un esfuerzo mediático para tratar de convertirla en hecho consumado e irrefutable, por parte de sus defensores y difusores.
No menos curioso es que Taboada Terán había escrito ya en 1970 su ensayo "Chile con el corazón a la izquierda", que publica otra vez como parte integrada de su trabajado del 2004 concentrado en las palabras de Allende, pero habiendo un gran detalle en esta mixtura de textos: "Chile con el corazón a la izquierda" nace editorialmente en esos mismos días de la supuesta confesión de Allende. El autor, sin embargo, allí hace encendidas proclamas en favor de su proyecto, pregonando como un ejemplo el proceso que iba a iniciarse en Chile con la UP y elogiando la figura del nuevo mandatario, pero sin adicionar por ninguna parte la supuesta declaración que éste alcanzara a hacerle sobre complacer las pretensiones litorales de Bolivia, durante este mismo período; ni en acápite, separata o nota a pie de página, ni nada de lo que podría esperarse para la fase final de un libro que sea soporte de tan trascendente tema.
Y aún si no fuera suficiente toda la razonable batería de dudas que surgen al respecto, hay una pregunta más que cabe hacerse sobre lo expuesto y su correlación con los hechos conocidos: ¿El Gobierno de Bolivia no estaba al tanto de la supuesta intención de Allende de darles una salida al mar propia y con soberanía, si acaso fuera cierta la declaración de Taboada Terán? Esto, porque en todo el período tampoco hubo alguna iniciativa -por tímida que sea- de parte de La Paz por reponer la comunicación de ambos países vía embajadas o alternativas, vías que permanecieron suspendidas y que lo siguieron estando hasta la breve apertura relacionada con el intento de negociación de salida al mar iniciado con los Pactos de Charaña de 1975, con Chile ya en dictadura y, ¡oh, ironía!, con el General Augusto Pinochet como promotor de la propuesta a su colega Bánzer, tras derrocar al Presidente Allende. ¿Acaso no era esperable al menos un mínimo de entusiasmo, de señales de iniciativa y de disposición diplomática de Bolivia para abrirse presurosamente a estas negociaciones por la vía de representantes o enviados, en caso de que haber sido real que Allende había hecho saber este inédito deseo de complacer sus insistentes aspiraciones portuarias?
Como el caso del pobre tipo que llega tarde al sorteo y con el número ganador de la rifa echado al agua, de ser verdad el escenario que se nos intenta describir hoy, Bolivia se habría perdido imperdonablemente la oportunidad de toda su historia para satisfacer sus aspiraciones marítimas, todo a consecuencia del silencio sepulcral que mantuvo Taboada Terán durante todos esos años, sin confesar oportunamente la disposición generosa de Allende para darle mar a su patria y que ahora declara haber conocido... Así pues, el escritor tendría algunas cosas que explicarle a sus paisanos antes de tropezar con sus propias historias, tan cercanas a la ficción patriota más que a la realidad palpable.
Y si ya es un serio problema de credibilidad el que sólo Taboada Terán haya sido testigo de una declaración de semejante peso y con tanta importancia -como para permanecer oculta o inadvertida en el período en que era más necesario conocerla públicamente, relegándola como un detalle secundario en una entrevista para comentario posterior-, más sospechoso aún es el problema técnico no pocas veces visto cosas de la historia y de la investigación, y que siempre ha sido generador de suspicacias, especialmente cuando involucra cuestiones de pasiones nacionales o ideológicas: que el escritor se "acordara" de revelar información rotunda y divulgarla tantos años después, como vimos, ya entrando en la vejez y virtualmente retirado, justo en medio de nuevas campañas internacionales que había iniciado por entonces Bolivia para sus pretensiones marítimas. Campañas que llegaron a su peak con el Presidente Carlos Mesa para presionar a Chile a negociar la mentada cuestión de la salida al mar, exacta y coincidentemente en el mismo año 2004 en que Taboada Terán publicó su "Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!".
Finalmente, hay un comentario de escrúpulos que se hace inevitable: situaciones como estas, tan ajenas a la investigación histórica seria, tienen el mal gusto de estar impregnadas también del vicio de pretender hacer hablar a los muertos en favor de intereses propios, como en las agrias peleas por las herencias entre familiares después del velorio, y en este caso a través de lo que parece ser un médium con mucha imaginación, más encima.
Moraleja de todo esto, entonces: la ceguera de los credos suele impedir cotejar y evaluar la validez de los argumentos... Y nunca se debe exponer el trasero a los violadores de ignorantes o mal documentados.

EL RINOCERONTE DE ALBERTO DURERO: UNA REALIDAD QUE SE CONVIRTIÓ EN ERROR Y UN ERROR QUE SE CONVIRTIÓ EN REALIDAD

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Existe un singular error en la historia de la zoología, constituido por el caso del célebre rinoceronte del artista alemán Alberto Durero (Albrecht Dürer, 1471-1528), precursor del Renacimiento y máximo exponente de este movimiento en la cultura germánica. La imprecisión llegó a extenderse de tal manera que, todavía en el siglo XIX, podían verse ejemplos aislados de las consecuencias de aquel grabado que viera la luz hace redondos 500 años, los que cumplirá en este 2015. El hecho histórico del que surge el asunto, además, inspiró libros contemporáneos como "El rinoceronte del Papa" del autor inglés Lawrence Norfolk.
La historia es más o menos así: en el puerto de Lisboa, el 20 de mayo de 1515, fue desembarcado del navío "Nossa Senhora da Ajuda" al mando del Capitán Francisco Pereira Coutinho, un enorme rinoceronte de la India (Rhinoceros unicornis) que había pertenecido brevemente al Almirante Alfonso de Albuquerque, gobernador en representación de Portugal en esa colonia, quien iba a morir a fines de ese mismo año. El perisodáctilo, que en algunas fuentes aparece llamado Ganda, le había sido obsequiado por Muzafar II, rico Sultán de Ahmedabad y gobernador Khambhat, en el protocolo diplomático de intercambio de regalos, sacándolo de su propio zoológico particular. Sin contar con un lugar apropiado y cómodo para tener la extraña mascota, Albuquerque lo envió a Portugal a principios de ese año, para la ostentación del soberano Manuel I.
Tras el largo viaje de cuatro meses por aguas del Índico y África, el mamífero causó asombro entre los ciudadanos europeos, pues se trataba de un animal sumamente desconocido para el mundo occidental, a pesar de que los romanos imperiales habían tenido contacto con algunos especímenes en su tiempo.
Hay información muy interesante sobre este suceso histórico en libros como "El Rinoceronte de Alberto Durero" de Dieter Salzgeber y "Los Rinocerontes: desde Dürer hasta Stubbs. 1515–1799" de T. H. Clarke. Cuenta allí este autor que el monstruo de la India pudo haber influido incluso en que se colocaran en la hermosa Torre de Belém, que por entonces recién se construía en Lisboa, algunas gárgolas con cabeza de rinoceronte, como homenaje al visitante.
Por su parte, Herbert Wendt señala en "El descubrimiento de los animales" que el rinoceronte vino a funcionar como una especie de confirmación cultural aunque resignada a la leyenda del unicornio, de la misma manera que focas y lobos marinos lo fueron de las sirenas. La gente asistía en masa al zoológico particular de fieras del Palacio de Ribera de Manuel I para ver al monstruo indio y confirmar que eran verdaderas aquellas historias sobre extraños animales de Oriente, cual si pudiesen observar en vivo un dragón, un grifo o una quimera.
Autorretrato de Alberto Durero.
Dibujo a tinta del rinoceronte, producido por Durero en 1515.
EL RINOCERONTE DE DURERO
Mientras esto sucedía en Portugal, muchos ciudadanos esparcían por el resto de Europa la noticia de la presencia del rinoceronte en la península. Un comerciante de Moravia llamado Valentín Ferdinand, maravillado con la bestia, había enviado a Nuremberg a uno de sus amigos bávarios una carta fechada en junio de 1515, describiendo con asombro la criatura que podía verse en Lisboa, documento del que sólo sobrevive una traducción al italiano que está actualmente a resguardo de la Biblioteca Nacional Central de Florencia. Casi al mismo tiempo, otro habitante del puerto portugués cuyo nombre no está claro, hace llegar también a Nuremberg una carta sobre el mismo asunto, pero acompañada de un dibujo sencillo retratando el aspecto de la criatura.
Esta última ilustración cayó en manos del artista Alberto Durero, quien se sintió inmediatamente interesado por el modelo original que hubiese tenido el anónimo dibujante y quiso elaborar su propia representación gráfica del mismo. Algunas fuentes indican que quien entrega la carta y el dibujo a Durero es Konrad Peutinger, y que dicho documento sería la misma correspondencia enviada por Ferdinand.
Durero realizó tres dibujos del sorprendente rinoceronte, basándose en las descripciones de la carta y en el deficiente esbozo que venía inserto en la misma, dos de ellos ejecutados a tinta y uno por método de grabado xilográfico, agregándole una reseña que parece estar basada en la descripción hecha por el cronista y sabio romano del siglo I Plinio el Viejo, en su "Naturalis Historia", aunque con una errata en el año que señala el artista como aquel del arribo del animal a Portugal:
"En el primero de mayo del año 1513, el poderoso Rey de Portugal, Manuel de Lisboa, trajo semejante animal vivo desde la India, llamado rinoceronte. Ésta es una representación fiel. Tiene el color de una tortuga moteada y está casi completamente cubierto de gruesas escamas. Es del tamaño de un elefante, pero tiene las patas más cortas y es casi invulnerable. Tiene un poderoso y puntiagudo cuerno en la punta de su nariz, que afila en las rocas. Es el enemigo mortal del elefante. El elefante se asusta del rinoceronte, pues, cuando se encuentran, el rinoceronte carga con la cabeza entre sus patas delanteras y desgarra el estómago del elefante, contra lo que el elefante es incapaz de defenderse. El rinoceronte está tan bien acorazado que el elefante no puede herirle. Se dice que el rinoceronte es rápido, impetuoso y astuto".
Pero a pesar del ajuste a las proporciones y la distribución de placas o pliegues dérmicos que puso de forma relativamente correcta en un animal que no había visto nunca, el dibujo de Durero estaba lejos de ser una "representación fiel" y, por el contrario, generó un extraño error que perduró por larguísimo tiempo más en Europa.
Rinoceronte de Durero, en otro de sus famosos grabados.
Extraña y deforme versión publicada por Ambroise Paré.
LAS IMPRECISIONES DEL GRABADO
El rinoceronte de Durero aparece revestido de formidables caparazones, con escamas reptilianas y hasta un pequeño cuerno adicional sobre el lomo, al final del cuello, además de perfiles aserrados y extrañas excrecencias que semejan un poco la textura real de estos mamíferos, pero exageradas hasta la fantasía, pareciendo más bien un enchapado o tachonado con remaches sobre su piel. También muestra una pequeña barba y una especie de collar natural membranoso.
Al instante, entonces, el tropiezo del artista comenzó a expandirse y se cree que fueron producidas unas 5.000 copias de esta obra del autor, sólo antes de su muerte.
Aunque Durero no haya visto jamás a la criatura y gran parte de su exagerada representación del mismo pueda ser sólo una combinación de la imaginación del artista con la mala descripción del testigo, se ha conjeturado que el rinoceronte de Durero pudo ser una combinación equivocada de la anatomía del animal con armaduras o decoraciones que debieron habérsele adicionado al animal real para exhibiciones de combates, pero esto no pasa de ser una interpretación informal y muy especulativa, aunque bastante sugerente. También se ha dicho que Durero quiso darle un aspecto más primitivo, casi prehistórico, pero no es seguro que gráficamente existiera ese concepto por entonces, ya que la fauna paleontológica era muy desconocida en la época.
Una teoría muy interesante y pobremente difundida aparece en el libro de Wendt, sugiriendo que el aspecto del animal pudo haber sido en realidad una patología cuyas consecuencias se creyeron eran características propias de la especie:
"Por desgracia, debido a su largo cautiverio en el cobertizo del barco, le salieron numerosas excrecencias córneas en la piel -fenómeno que, por otra parte, aparece muy a menudo en los antiguos rinocerontes acorazados también en los parques zoológicos-. Pero el dibujante portugués que contempló asombrado en Lisboa a este animal extranjero creyó que estas tumefacciones, callosidades y excrecencias las tenían todos los rinocerontes auténticos y así realizó su esbozo. Y Durero, que no pudo ver nunca el animal que en poco tiempo se hizo mundialmente famoso y sólo consiguió hacerse con el dibujo portugués, tuvo que llegar lógicamente a la misma conclusión".
Rinoceronte de Penni, de 1515, muy impreciso e indefinido.
Rinoceronte de Burgkmair, también de 1515 pero mucho más exacto.
EL ERROR SE EXPANDE Y EL ANIMAL MUERE
Ese mismo año en que Durero presentaba su grabado, su compatriota y adversario profesional Hans Burgkmair realizó en Augsburg otro conocido dibujo a tinta del rinoceronte de Lisboa, pieza que hoy está en las colecciones Museo de La Albertina de Viena. Aunque pudo estar basado en el mismo trabajo de Durero, se sabe que Burgkmair mantenía contacto con mercaderes de Lisboa y de Nuremberg que pudieron darle una descripción más fiel del animal, la que se refleja en su trabajo. Por esto le habría agregado también detalles muy apropiados, como las amarras inmovilizándolo por los pies. Su aspecto era mucho más cercano a lo exacto, sin las escamas, cuernillos adicionales ni texturas fabulosas; pero por alguna razón, su dibujo no llegó a ser tan popular como el de Durero, frustrando toda posibilidad de corregir la versión equivocada que ya se expandía.
Con el error rápidamente difundido, Giovanni Giacomo Penni publicó también en 1515 su trabajo "Forma & natura & costumi de lo Rinocerothe", que actualmente está en la Biblioteca Colombina de Sevilla. Su imagen -que puede estar basada en la de Durero o en el erróneo boceto que circulaba por Europa y que también inspiró a éste- es una abstracción total del animal, reflejo del imaginario colectivo que se estaba creando del mismo, con una criatura que, si bien muestra también sus patas encadenadas, ofrece un aspecto como de criatura mitológica y mezquino talento del dibujante.
En tanto, el emperador portugués -quizás ya cansado de la verdadera criatura- intentó organizar una pelea pública entre la bestia y uno de los elefantes blancos de sus jardines de criaturas exóticas, el Domingo de Trinidad del 3 de junio de ese año, pues se creía que ambas especies eran enemigas, por las afirmaciones de Plinio el Viejo. Sin embargo, el experimento resultó en un fiasco: los animales se asustaron amedrentados por los gritos de la muchedumbre y el estrés de la situación. Así, perdiendo el interés y sin saber qué hacer con el rinoceronte, Manuel I decidió regalarlo al Papa León X, como una zalamería para mantener monopolios comerciales de las flotas portuguesas en aguas de Oriente, tras el descubrimiento de la ruta de Vasco de Gama en 1548. El pontífice, que ya había recibido hacía poco tiempo y del mismo soberano a un elefante llamado Hanno, aceptó el nuevo regalo y así el rinoceronte fue embarcado desde Lisboa en diciembre, junto con varios otros regalos y valiosos obsequios.
Tras pasar provisoriamente por Francia hacia la última semana de enero de 1516 y ser observado allí por el propio Rey Francisco I, el animal encadenado y enjaulado salió embarcado otra vez. Pero la desgraciada existencia de sus últimos años de vida acabó dramáticamente en el camino hacia Roma, cuando la nave que lo transportaba naufragó en la costa ligurina de Portovenere, al Norte de La Spezia, a causa de un inesperado temporal. Su pesado cadáver fue arrastrado hasta las costas de Villefranche-sur-Mer, donde se lo recuperó y envió de regreso a Portugal, para que taxidermistas lo disecaran y rellenaran con paja y aserrín.
Así fue embarcado otra vez a Roma, donde finalmente llegó pero ya convertido en esto, antes de terminado el año, sin causar gran asombro ni las explosiones de interés popular que había visto en vida. Artistas renacentistas como Rafael Sanzio y su alumno Giovanni da Udine pudieron contemplarlo en la exposición, antes que desapareciera misteriosamente hacia la década siguiente, quizás durante el pillaje y los incendios del Saco de Roma de 1527.
Pelea de rinoceronte y elefante, según las publicaciones de Paré.
Versión del rinoceronte publicada por Aldrovandi.
CASI TRES SIGLOS EQUIVOCADOS
Muerto ya el rinoceronte pero visible su cuerpo disecado en Roma, el error desatado por las ilustraciones de Durero seguía expandiéndose. Las reproducciones de su grabado continuaron por el resto del siglo XVI, con casos como la "Cosmographie" de Sebastián Munster en 1540 y los grabados de Ambroise Paré, donde también se insiste en la fábula de los rinocerontes y los elefantes como "enemigos mortales"; incluso salta como símbolo heráldico al blasón militar que Alessandro de Medici adoptada hacia esos mismos años. Vuelve a verse la imagen en la "Historiae Animalium" de Conrad Gessner, en 1551 y en un grabado a color publicado por el naturalista italiano Ulisse Aldrovandi, de 1599, quien aportó también información sobre la historia del rinoceronte real que se suponía representado en estas ilustraciones.
Las copias y versiones derivadas del trabajo original de Durero se perpetuaron todavía en la centuria siguiente, llegando a extravagancias tales como la extraña criatura que publica Jacobus Typotius en sus últimos años de vida, que ya parece una especie de cerdo gigante con un cuerno en la nariz y otros en el lomo. Reaparece el rinoceronte acorzado en la "Histoire of Foure-footed Beastes" de 1607, de Edward Topsell y varios otros ejemplos de aquella centuria.
Recién con la publicación de dibujos más precisos en trabajos como los del naturalista Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon, en el siglo XVIII y la llegada de unos cuatro rinocerontes más a Europa en distintos años después de Ganda, comienza a quedar atrás el error iniciado por Durero, aunque en el imaginario popular y en la caricatura la imagen del animal con corazas y placas defensivas persistió por larguísimo tiempo más, siendo todavía posible de ver en algunos dibujos animados infantiles de mediados del siglo pasado, particularmente con un repetido chiste de un rinoceronte acorazado que, al estornudar, perdía toda su engañosa armazón protectora y quedaba reducido a un famélico y enfermo animal que se escondía dentro de su escudo natural.
Pero no fue la única vez que el rinoceronte generó errores en sus representaciones en la historia del mundo. En China, por ejemplo, se conocieron algunas versiones de animales parecidos a caballos peludos con tres cuernos en la nariz y una concha de tortuga en la espalda, claramente inspirados en el mismo mamífero, y en África hubo también efigies de rinocerontes más bien con aspecto de alguna clase de estilizado animal corredor con un cuerno nasal enorme haciéndolo reconocible.
El rinoceronte de Durero ha reaparecido muchas veces en el arte, la literatura y la cultura popular, pero ya no como una confusión, sino como una excentricidad de la zoología primitiva y de la iconografía histórica.
Grabado más real de rinoceronte, publicado por Georges Louis Leclerc, siglo XVIII.
Auténtico rinoceronte indio, en imagen del sitio web de "Seres Fantásticos".

LA "GRAN AVENIDA" DE 1783: EL DÍA QUE EL RÍO MAPOCHO CASI DESTRUYE SANTIAGO

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Detalle de los tajamares y los barrios a ambos lados del tramo del río Mapocho cercano al Puente de Cal y Canto, ubicado al centro, en ilustración de fines del siglo XVIII perteneciente al artista italiano Fernando Brambilla, de la famosa Expedición Malaspina. Todo el sector que se observa en las riberas del río fue azotado por el turbión de 1783.
Coordenadas:  33°25'57.94"S 70°39'0.42"W (paso del río Mapocho por la ciudad)
La convivencia de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo con el Río Mapocho ha sido siempre difícil y con momentos de dramática dificultad, al punto de que alguna vez hasta se pensó en mudar la ciudad completa lejos de su ribera. Una de esas ocasiones fue particularmente compleja para el futuro de la urbe, cuando el Mapocho arrojó un azote descomunal contra ella, golpe cuya violencia y consecuencias quizás no se veían desde la destrucción de la naciente ciudad por las huestes de Michimalongo en 1541, salvo por los casos de los grandes terremotos.
Este formidable embate del Mapocho tuvo lugar el 16 de junio de 1783, y presenta algunas analogías con el ataque que el mismo río le hizo a su ciudad entre junio y julio de 1982, casi dos siglos exactos después, con violentas salidas de madres del cauce de agua en medio de grandes temporales que afectaban a la Zona Central.
Con el Puente de Cal y Canto recién puesto en pleno servicio -habiendo resistido su estructura ya otras riadas menores- y con las previsión de los tajamares del río Mapocho dando una sensación de seguridad que habría de resultar inútil en aquella jornada, la ciudad de Santiago estaba por recibir uno de los más violentos castigos históricos en la transición del otoño al invierno de 1783. Fue, además, la prueba más feroz que le correspondió sortear al recién construido puente del Corregidor Zañartu, cumpliendo su primer año con los últimos detalles concluidos.
A pesar de todas las precauciones, nada logró impedir que fuera en enorme desventaja como llegó Santiago a enfrentar uno de sus máximos exámenes de rigor, en su conflictiva relación con la Madre Natura después de los terremotos de 1647 y 1730, hasta con los presagios y anticipos de su desgracia a la vista.
"Plan de la Ville de Santiago" del viajero francés Amadé Frezier, en 1712.
ANTES DE LA CALAMIDAD
A la época de la catástrofe, Ambrosio de Benavides ya había tomado el cargo del gobierno colonial en Chile. Benjamín Vicuña Mackenna señala en su "Historia crítica y social de la ciudad de Santiago desde su fundación hasta nuestros días. 1541-1868" que, al llegar a la ciudad y ver el dantesco espectáculo de miseria humana, acequias fétidas, los basurales, animales sueltos en la calle y la ruina general imperante, misma que impresionaba desde hacía dos siglos a todos los gobernadores que venían desde afuera a tomar los destinos de la capital chilena, Benavides anotó entre sus tristes primeras impresiones en carta-informe al propio Cabildo, en 1780, una acotación que resultó dramáticamente profética:
"Los tajamares de cal y piedra que defienden este pueblo contra las invasiones y avenidas de este río, consta a US. están rotos y quebrantados en varias partes por los daños ocasionados de las soberbias crecientes sobrevenidas de pocos años a esta parte, y que la mayor que ocupa la cama o lecho del río está superior en altura a toda la extensión del tajamar que defiende y cubre esta población en tal grado que excede de dos varas de altura la que se reconoce en los lomos y bancos que forma el río en lo más de la anchura de su caja, por lo cual hallándose descubiertos los tajamares de esta costa, es manifiesto el peligro de que en una creciente grande se inunde la mitad del pueblo".
Una avenida del río había tenido lugar ese año, el 10 de abril, cuando el Puente de Cal y Canto se encontraba en uso parcial pero no del todo terminado, demostrando ya entonces su capacidad de resistir esta clase de embates, sin embargo. Las aguas provocaron alguna inquietud sobre la seguridad de las rampas y también irrumpieron en parte de la ciudad según lo que indica Justo Abel Rosales en "Historia y tradiciones del Puente de Cal y Canto", pero ésta todavía no recibía lo peor que podría esperar de su río.
Fue así como le tocó otra vez castigo a la capital chilena el año de 1783, cual amenaza autocumplida sobre sus debilidades y vulnerabilidades evidentes, después de engañosos períodos de prolongadas sequías. ¡Hasta un fuerte temblor vino a anunciar la catástrofe que se aproximaba, el 13 de marzo anterior! Las precipitaciones comienzan a llegar copiosamente en el mes de mayo, desatando la furia del Mapocho a partir de una lluvia torrencial que se apoderó del sistema de chubascos el 3 de junio siguiente. Los temores de Benavides estaban volviéndose terriblemente reales.
Como si ya fuera poco con los presagios, en la víspera del terremoto líquido que encharcó a toda la ciudad, las fuerzas del más allá intervinieron proporcionándonos su propia y última advertencia aterradora, en vista de que las señales naturales no conseguían alertar a los santiaguinos. Cuenta así la leyenda que, aquella noche antes del desastre, los ciudadanos vieron con horror cómo pasaba por las calles de Santiago la calesa del fallecido Corregidor Zañartu, con sus caballos y la respectiva guardia de soldados. Fue una imagen espeluznante bajo la lluvia, pues todos los testigos reconocieron el lujoso coche que no había vuelto a ser usado por ninguna otra autoridad desde la muerte del Corregidor. Una vecina que se asomó por la puerta al oír el alboroto del galope, cayó desmayada al distinguir al fantasma de Zañartu en la calesa de caballos infernales, que avanzó hacia el puente y pasó encima de él como si escapara en dirección a su ex quinta en La Cañadilla, actual Avenida Independencia. Ante la vista horrorizada de otro testigo vecino al monasterio, el carro entró a sus patios para salir tras una rápida visita, causando pavor y el griterío de las monjas al interior del mismo.
No obstante, veremos que les esperaba a las religiosas un susto aún más terrible, pocas horas después.
Plano de la planta de la ciudad de Santiago de Chile que figura en el mapa del territorio chileno confeccionado por Emmanuel Bowen en 1747.
COMIENZA LA INUNDACIÓN
El ataque del río iba a tener lugar tal cual lo previó don Ambrosio, revelando las falencias del tajamar y de toda la ciudad, siendo conocido este turbión como la Avenida Grande o la Gran Avenida del Mapocho, recordada hasta hoy como la más desalmada de todas las riadas que arrojó los bríos incontrolables del río sobre la ciudad que intentaba crecer a sus costados.
El tormentoso y oscuro día 16 de junio, se completaban 226 horas de precipitaciones ininterrumpidas sobre la capital chilena, mientras el Mapocho ofrecía un aspecto oscuro y siniestro en medio de la tempestad y desde horas de la madrugada, corriendo con un caudal que llenaba todo su lecho y las orillas. Era claro que algo no marchaba bien con el cauce de las aguas.
Comenzó el río, de esta manera, a socavar su propia grieta y a arrasar ranchos completos en lo alto de su trazo, arrastrando animales, escombros, troncos y los primeros cadáveres humanos que se vieron, hasta hacer estrechos los ojos del Puente Cal y Canto para pasar por él su incontenible furia, llegando hasta el arco de los estribos en lo que debió ser una imagen temible, por la altura que habían adquirido las torrentosas aguas y lo cerca que se encontraban éstas de la aparente seguridad de los curiosos arriba del puente. Desde el mismo lugar, los ciudadanos más valientes y temerarios se atrevieron a colocarse junto a los pretiles y así rescataron algunas vidas que venían ahogándose arrastradas en el caudal.
Desbordado y ya derramándose sobre Santiago, el Mapocho arremetió contra los tajamares que habían sido construidos hacia 1750 y hasta poco después, volcándolos, partiéndolos o socavándolos en distintas direcciones. El río los devoró como bizcochos con su descontrolada hambre fluvial:
"Catorce cuadras de malecones–se lamentaba Vicuña Mackenna-, que habían costado más de cien mil pesos hacia sólo 25 años, fueron arrasados de esa suerte aquel aciago día".
El puente de Cal y Canto estaba recién abierto cuando ocurrió el azote del río.
DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD
El agua golpeó por la parte más oriental de los tajamares coloniales, por el sector entre la Chacra de Balmaseda y la espléndida Quinta Alegre, hasta la altura del Cerro Santa Lucía, desde donde llegó al centro mismo de la urbe.
Metiéndose por la proximidad del mismo cerro, el Mapocho encontró una buena entrada a la metrópoli por el sector que corresponde actualmente al Parque Forestal y el final de calle José Miguel de la Barra, en una hondonada que era tradicionalmente su puerta de ataques a la ciudad cada vez que había crecidas con salida de madre. Esta depresión del terreno era tan grande y marcada por siglos de golpes del río, que cuando se canalizó el Mapocho entre 1888-1891, no fue posible rellenarla por completo y se decidió construir allí una laguna llenando el desnivel, estanque que existió hasta los años cuarenta, aunque todavía se ve el cambio de alturas del terreno en este sector, atrás del famoso Castillo del Parque Forestal.
Del mismo modo, el Mapocho partió a reclamar otra vez y con especial energía sus primitivos terrenos, alcanzando La Cañada de La Chimba y que fue, en los orígenes primitivos del río, un brazo del río sobre el cual se desembocó después el llamado Camino de Chile, prolongación y continuación del famoso Camino del Inca. De esta forma, Santiago quedó sitiado por ambos costados. La riada destruyó también las primeras cajitas de agua que habían surgido de las innovaciones ejecutadas por el Presidente Henríquez para abastecer a la ciudad, desviándola hacia la Plaza de Armas. A la sazón, las antiguas cajitas se habían convertido en otro lugar de esparcimiento y recreo que formaba parte del paseo de los tajamares, pero que desapareció bajo la brutalidad de la arremetida del río.
La parte del Llano de Santo Domingo y el enorme basural colonial situado donde ahora está el Mercado Central, fueron arrasados también sin misericordia. El frenesí destructivo penetró por la actual calle Bandera y convirtió en canales torrentosos sus transversales de San Pablo, Rosas y Santo Domingo, para avanzar con toda maledicencia hacia el Llano de Portales donde hoy está Barrio Yungay, y desde allí hasta el periférico sector de suburbano de Chuchunco. En consecuencia, el antiguo barrio de la margen meridional del río casi pereció ahogado en el encierro de su propio establo, como un potro viejo olvidado en la carga de un naufragio.
El saldo fue catastrófico desde ahí: además de destruir una innumerable cantidad de calles y edificios convirtiendo en un lago a toda la ciudad, al arrasar el sistema de abastecimiento de aguas y canalizaciones la población ésta quedó sin acceso al vital elemento. Constituyó, desde muchos puntos de vista, la venganza de todas las venganzas que fue capaz de cumplir el río contra sus cándidos domadores.
Cañadilla de la Independencia y templo del Carmen de San Rafael, hacia 1890.
TERROR EN EL CONVENTO DE LA CHIMBA
El paisaje urbano de la vega mapochina resultó casi totalmente destruido por la energía del torrente, una vez que éste se metió insolente por su prehistórico brazo de La Cañadilla y hasta el sector de la Recoleta, arrasándolas de forma tan profunda que alteró gran parte del aspecto antiguo de estos vecindarios. Casi no quedó a la vista vestigio de estos antiguos rasgos de La Cañadilla, e incluso la bella ex quinta del Corregidor Luis Manuel de Zañartu allí ubicada, acabó convertida en un erial de barro. Una leyenda con características de error histórico supone que el temido personaje falleció ahogado en aquella ocasión (mito comentado, por ejemplo, en la "Historia General de Chile" de Carlos Fortín Gajardo, en 1967), pero la verdad es que había fallecido poco antes. La naturaleza no tuvo piedad por sus conventos, ni sus chacras, ni sus humildes moradas de sacrificados rotos y comerciantes pobres.
Las religiosas del Convento de las Carmelitas de San Rafael en La Cañadilla, recinto fundado por el mismo Corregidor Zañartu y en donde entraron sus propias dos jóvenes hijas después de haber enviudado, quedaron casi sin posibilidad de auxilio que no fuera el de orden divino, rodeadas por un angustiante y aterrador mar lodoso que arrastraba escombros, rocas y muerte. Una de las monjas del convento escribió una dramática relación redactada en versos sobre este desastre, usando las siguientes rimas:
La mañana así pasamos,
sin saber el detrimento
que ya causaban las aguas
en la muralla y cimiento,
porque nada nos decían,
atendiendo el sentimiento,
que era regular tener
en riesgo tan manifiesto.
A la una y media del día,
con más que casual intento,
subieron dos a la torre,
y al correr la vista, es cierto,
que cubrió sus corazones
mortal desfallecimiento,
viendo que el río arrancaba,
los Tajamares de asiento,
y con ímpetu batía
sin defensa en el Convento.
La autora de estos versos publicados en anónimo en la "Relación de la inundación que hizo el Río Mapocho de la ciudad de Santiago de Chile en el Monasterio de las Carmelitas, Titular de San Rafael, el día 16 de julio de 1783" era Sor Tadea de San Joaquín García de la Huerta, según lo reveló en 1850 don José Ignacio Víctor Eyzaguirre en el Tomo II de su libro "Historia eclesiástica, política y literaria de Chile". Para más información al respecto, se puede ver el completo trabajo de Juan Uribe Echevarría titulado "El romance de Sor Tadea de San Joaquín sobre la inundación que hizo el río Mapocho en 1783", publicado en el apartado del boletín "Mapocho" N° 3 (Biblioteca Nacional, Imp. Universitaria, Santiago de Chile, de octubre de 1963).
Tras correr a refugiarse en la iglesia y descubrirla también inundada, las espantadas monjas buscaron protección en el coro, mientras sus sirvientas lograban salvarse momentáneamente de morir ahogadas, en tanto seguía subiendo el agua. Como no podían abandonar el claustro sin orden superior, el Obispo Manuel de Alday se apresuró a enviarles una autorización a través de tres valerosos hombres que se atrevieron a cruzar el puente en estas monstruosas circunstancias. Ayudados del vecino Pedro García Rosales y valiéndose de barretas y chuzos, estos rescatistas lograron abrir forados en las paredes del convento para que tuviera un escape la enorme cantidad de agua acumulada dentro de los muros del recinto y así pudieron entrar jinetes a la iglesia, los que salvaron a las 28 horrorizadas mujeres incluyendo las hijas del fallecido Corregidor Zañartu. Las monjas fueron hospedadas por tres meses entre las celdas de los recoletos dominicos.
Aunque el Capellán Manuel de la Puente había logrado rescatar la eucaristía y la custodia del Convento de las Carmelitas, los daños y pérdidas en el templo fueron de gran consideración. Él es aquel recoleto mencionado en la continuación de los mismos versos de Sor Tadea:
Fue un hijo de San Francisco.
Religioso Recoleto:
que con agua a la cintura
y por las rejas rompiendo
sacó Custodia y Viril
y las llevó a su convento.
Plano de S. Giacopo (Santiago) de 1776, confeccionado por el famoso cronista y naturalista, el Abate Juan Ignacio Molina, detallando lugares relevantes de la ciudad en el siglo XVIII poco antes de la Gran Avenida del Mapocho.
DECISIONES TRAS LA CATÁSTROFE
Hacia las 10 de la mañana del día siguiente, 17 de junio, y tras una de las noches más abominables que haya conocido Santiago de Chile, la tormenta cesó al fin y el Sol comenzó a asomar entre las nubes ya saciadas de su fiebre de sudoración destructora. El astro iluminó a una ciudad sumergida en aguas y horrores, cual Atlántida de Platón pero para cuyo trágico destino bastó no un océano, sino apenas un río. Muchos habían salvado sus vida corriendo a las rocas altas en el peñón del Santa Lucía, desde el cual miraban resignados la destrucción del poblado.
Terminaba, así, esta arremetida del Mapocho contra la ciudad que no tuvo parangón en la historia dificultosa de la relación entre el hombre y los caprichos del río, que es mucho más que un mero accidente hídrico en la geografía. Según la crónica "Descripción histórico geografía del Reino de Chile" de don Vicente Carvallo Goyeneche, un millón de pesos en daños fue el desolador estimado de pérdidas, cifra por completo exorbitante y casi inimaginable para la época. Salvo por el Cal y Canto, el que mucho tiempo después sería el actual Barrio Mapocho quedó reducido a escombros y lodo.
Por largo tiempo, más de un siglo, el nombre de esta Gran Avenida que hoy se nos asocia a una de las arterias más importantes de nuestra capital, fue para los santiaguinos la memoria de un hecho terrorífico y causa de temblor en las piernas.
Aún sin estar secas las calles, los santiaguinos se vieron enfrentados a la misma necesidad de proporcionar una solución urgente al problema de las periódicas inundaciones, que le estaban costando enormidad de recursos a la ciudad. En la noche del 18 de junio de 1783, con el agua del desastre del río aún apozada entre las ruinas, el Cabildo se reunió para tratar de decidir una salida definitiva, pero la conclusión fue tan dramática como la riada misma: no quedaba dinero efectivo alguno y, por consiguiente, nada había que hacer en lo inmediato por la pobre ciudad. Desesperados, aceptaron pedir uno o dos mil pesos al Presidente y, si no fuese posible, a algún prestamista, destinándose para tal tarea a don Juan Ignacio Goycolea. Apenas pudo, el encargado dispuso de todos los reos de Santiago como peones para las faenas aunque sumaran apenas 24 pares de manos, además de ordenar la tala de los árboles de las alamedas y de huertos particulares para instalar estancos provisorios mientras se reconstruyera el tajamar, fijándose una derrama de seis mil pesos sobre el vecindario.
Coincidió que se encontraba en Chile el ilustre arquitecto Joaquín Toesca, encargado de la construcción del Palacio de la Moneda por el gobierno español, por lo que no tardó en quedar a cargo del desafío en el Mapocho. El italiano se asoció para estas nuevas funciones con el alarife Argüelles. Sin embargo, a poco de comenzar se encontró con los primeros problemas y presentó una protesta el 10 de julio, denunciando que los vecinos se resistían a las talas de sus árboles y boicoteaban la disponibilidad de peones para los trabajos en el río. La autoridad reaccionó y emitió la orden de que se sacaran de todas las chacras del valle la cantidad prorrateada de cinco mil estacones de cinco varas de largo, para taponar con palizadas las aberturas y los peligrosos boquerones que la riada había dejado abiertos. Pero el Cabildo no estuvo del todo de acuerdo con el Capitán General y sus miembros presentaron un reclamo el día 19, alegando que "ni siquiera quinientas estacas podían sacarse". En consecuencia, el Cabildo terminaría solicitando que los recursos se pidieran a la hacienda del Rey.
Buscando salir de la nefasta situación, Benavides solicitó en septiembre al Ingeniero Militar don Leandro Badarán la confección de planos con un nuevo y último sistema de tajamares. El encargado inició estudios del proyecto produciendo un plano donde demostró comprender perfectamente el problema del río que provocaba las salidas. También colaboró en este plan el Ingeniero Juan Garland, quien elaboró después un bosquejo adicional donde se observa el trazado de sucesivos malecones discontinuos e inclinados.
Comenzaba con estos planes, la última parte de la vida colonial de los tajamares del Mapocho, que serían construidos ya durante la administración de don Ambrosio O'Higgins, hacia fines del período de dominación española y en los albores de una nueva etapa en la historia de Chile.

HUELLAS DE PERROS POR EL CEMENTO FRESCO DE CHILE (PARTE I): LOS CANES NATIVOS Y DOMESTICADOS ENTRE LAS COMUNIDADES INDÍGENAS DEL TERRITORIO

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Familia pehuenche con su propio perro o "tregua", en ilustración de Claudio Gay.
Hace poco subí un par de textos relativos a la "cuestión social" de los perros en Chile en el período de la Colonia y el de la República, publicando con ello parte de un trabajo que me correspondió hacer algunos años, para un proyecto editorial que no llegó a puerto. Como mi deseo es que estos contenidos no se pierdan, los dejo disponibles acá.
Para comprender la relación ancestral de hombres y perros en Chile a la que ya he hecho referencia en este blog, se puede retroceder a los orígenes mismos del país y a sus primeros habitantes, en la búsqueda de explicación a la postal tan enraizada y tan incomprensible para el ciudadano de otras latitudes o de otras realidades, sobre el vínculo cultural con el perro que es tan proverbial acá, especialmente con el perro quiltro, el mestizo o "de mala raza". La sorpresa es verificar, con este ejercicio, que dicho vínculo puede ser casi primigenio: más antiguo de todo lo imaginable. Nace con el propio país, de hecho, pues el perro llegó a estos territorios acompañando al propio hombre primitivo que pobló el continente y, al igual que él, probablemente descendía de razas del Asia Central, expandiéndose con rapidez por las comunidades humanas americanas.
Ya había sentenciado algo Ricardo E. Latcham sobre la presencia del perro en el Nuevo Mundo antes del arribo oficial de los conquistadores en su obra "Los animales domésticos de la América Precolombina":
"Cuando llegaron los europeos al continente que más tarde se llamó América, el animal doméstico más repartido entre los indígenas de aquel nuevo mundo, era el perro. Este animal se halló desde Groenlandia y Alaska por el norte, hasta Tierra del Fuego por el extremo sur, tanto en las costas como en el interior del continente".
Así de disperso, entonces, el perro recibió distintos nombres en las sociedades y territorios donde fue siendo adoptado, sabiéndose que eran llamados pastu en quechua, anocara en aimará, lock-ma en atacameño, shámenue en tsoneca o tehuelche, visne en ona, yaschala en yagán, chalki en alacalufe, etc.
Quiero publicar ahora, entonces, un poco más sobre esta parte de la historia relativa a los perros que pertenecían a los indígenas y los pueblos originarios del actual territorio chileno y que, aunque pueda sorprender, tuvieron su fracción de fuerte influencia en la cultura canina nacional, aunque a ratos sea escasa o -cuanto mucho- muy poco clara la información disponible para dar plenas luces a este tema.
Indígenas onas, con sus propios perros adoptivos a fines del siglo XIX.
EL TREGUA
Los principales perros que aparecen en la sociedad mapuche en Chile son los llamados treguas y quiltros, como lo señalan el Abate Juan Ignacio Molina en su obra "Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile" y Felipe Gómez de Vidaurre en "Historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile", ambos hacia la misma época. Lo tarde que aparecen estas y otras referencias sobre perros domésticos entre los pueblos originarios en las crónicas coloniales, sin embargo, ha sido una gran dificultad para identificar esta presencia y las características de los animales, problema al que se suma la desaparición de las posibles razas identificables por los cruzamientos sucesivos.
El equivalente al perro común de Chile en esos años, era el primero de los mencionados: el llamado por los mapuches tregua, thegua o treguá, nombre que según la tradición, significaría también pobre, desgraciado, aunque no necesariamente en forma denostadora, sino por el trato cariñoso o protector que el indígena se proponía tener generalmente con el animal. Eran bravos y muy buenos cuidadores, correspondiendo a un perro de cabeza larga, puntiaguda, con las orejas cortas y paradas. Se le describe también con buena y robusta dentadura, de patas largas, pelaje corto aunque la cola tendía a ser más peluda.
Cabe hacer notar sin embargo, que para autores como el propio Latcham padre, no existirían pruebas categóricas de que este tipo de perros treguas ya estuvieran entre los indígenas de Arauco durante el primer siglo de ocupación española, por lo que podría haberse tratado de una adopción posterior. Sin embargo, el mismo escritor lo considera "a todas luces indígena" y especula en la posibilidad de que el tregua, al que reconoce como Canis chilensis a pesar de no haber sido clasificado, podría ser una cruza entre los también imprecisamente llamados por entonces Canis ingae y Canis magellanicus, de los que hablaremos más abajo.
Del nombre del tregua provienen varios ejemplos en la toponimia, además, como la existencia la aldea de Tregua en La Unión, un estero y un fundo homónimo en Valdivia, la de Trehuaco ("Agua de Perro"), la caleta de Tregualemu ("Bosque de Perros") en Cauquenes, el estero Tregualco en La Imperial, o Treguacura ("Piedra de Perro"), entre varios otros posibles casos. Esto confirmaría la larga presencia del perro en el actual territorio chileno, poniendo en duda el  que hayan sido adoptados en tiempos posteriores a la llegada de los hispanos.
También existían en la tradición y folklore mapuches identidades perrunas como el Munutregua, que es un perro con pelos rizados o crespos ("Perro tapado", literalmente), y el mitológico Vilotregua, correspondiente a una culebra-perro que da su nombre a un estero del Biobío; y existe la leyenda del Treguaco, un perro de pelaje oscuro y brillante que sale del fondo de una laguna para poseer a las mujeres que lo conjuran con ritos mágicos, como recuerda Renato Cárdenas Álvarez en "El libro de la mitología. Historias, leyendas y creencias mágicas obtenidas de la tradición oral". En Purén, también hubo un jefe indígena llamado Loncotegua, traducible como Cabeza de Perro, que es mencionado por Diego de Rosales en su "Historia general del Reino de Chile, Flandes Indiano".
A pesar del cariño manifiesto a la mascota y que hemos descrito, Tomás Guevara de todos modos anota ciertas frases de peyorativas de los indígenas de la Araucanía aludiendo al animal, en su estudio "Folklore araucano. Refranes, cuentos, cantos, procedimientos industriales, costumbres prehispanas" de 1911, como las expresiones:
  • "Sólo el perro no agradece" ("Trewá müten mañunkelai"), para referirse a los ingratos o malagradecidos.
  • "El perro es perro"("Trewá ta trewá"), para señalar que un hombre pasado a rico sigue conservando sus modales de pobre, algo equivalente a eso de "la mona vestida de seda" de nuestra época.
  • "La mujer celosa, muerde como el perro muerde al hueso" ("Domo ta mürritufengei walokei chumngechi tañi waloken trewa forro meu"), que no requiere mucha explicación.
  • "Gente que ladra como los perros" ("Trewa femngei ta tufeichi che tañi wanküfengen"), señalando con desprecio a las personas ruidosas o gritonas.
Tal como sucede hoy en nuestra sociedad, pues, la relación del indígena con el perro o tregua parecía tener algunos altos y bajos.
Perros entre los araucanos jugando a la chueca o palín, en una conocida ilustración publicada por el naturalista Claudio Gay.
EL QUILTRO
El quiltro era el otro perro mapuche pero que ha heredado su nombre al motejo que hoy reciben en general todos los canes mestizos de Chile, carentes de razas definidas y no castizos. Pero, no obstante esta ampliación del uso para el concepto del quiltro, originalmente se trataba de un perro pequeño y bullicioso, cuyo nombre kiltru, kiltho o kiltro se traduciría como "perro chico", aunque los mismos indígenas araucanos adoptaron en algún momento también la expresión choco de origen quechua, que significaba bajo, grueso y enano, denominación que después pasó a ser sinónimo de perro crespo y de perro mocho; es decir, del perro con la cola cortada o muy corta.
Zorobabel Rodríguez, en su "Diccionario de chilenismos" de 1875, coincide en que el quiltro es una analogía al gozque o gozquejo del que se habla en España, describiéndolo también como "un perro pequeño, bullicioso y de mala raza". Y al igual que los treguas, estos perros estaban muy presentes en su cultura, por lo mismo: eran criados de a varios para vigilar las rucas y aparecen en la cerámica, en las leyendas y algunos cantos con vocalizaciones sospechosamente parecidas al aullido, probablemente onomatopéyicas. También han dejado huellas en la toponimia, como una Quebrada de los Quiltros cerca de Combarbalá y el Fundo de Quiltros en la localidad de Choapa.
Cabe advertir, sin embargo, que la asociación del quiltro con el perro chileno ordinario y mestizo, parece ser algo cuajado recién entre fines del siglo XIX y principios de la centuria siguiente, porque hasta entonces se insistía en llamar así sólo a un grupo de perros muy específicos que tenían características más bien de can de pequeño tamaño y con mucho pelo, según lo hace notar José Toribio Medina al definirlos como "perros de casta muy pequeña, especie de gozque, originariamente muy lanudo". Latcham dice en su tiempo (1922) que la raza fue desviando su aspecto original por estar muy cruzado y transformado con relación a los que describían Molina y Gómez de Vidaurre en sus respectivos trabajos, aunque todavía podía ser reconocida:
"El quiltro que ellos describen como perro chico y lanudo, todavía es muy común en el país sí es cierto que hoy ha sufrido muchos cruzamientos, sin embargo son bastante frecuentes los ejemplares típicos de la raza en cuestión. Son, como dicen los cronistas, vedijudos, con el pelo largo y crespo, generalmente de color blanco, rara vez grises o color canelo, de piernas cortas, nariz aguda, cola enroscada y generalmente andan con los ojos lagañosos.
(...) hay fuertes presunciones que abogan en favor de su antigüedad, y creemos probable que el nombre quiltro o quilthro, aplicado ahora a cualquier perro chico y labrado, fue, en tiempos pasados, empleado para denominar el perrito lanudo, muy abundante en el país y que indudablemente representa al tipo lanudo tan común en todos los países centrales de América, en la época de descubrimiento".
Julio Vicuña Cifuentes agrega un detalle interesante en su diccionario "Coa: jerga de los delincuentes chilenos. Estudio y vocabulario" de 1910: cuenta que en el ambiente del hampa se llamaba quiltros también a los revólveres, suponemos por nuestra parte que debido a su pequeño tamaño, bravura y utilidad. Este perro seguía apoderándose con sus características, así, de nuestro propio lenguaje y sus etimologías en pleno siglo XX, con estos casos.
Sin embargo, la connotación sociológica peyorativa ya estaba documentada en la idea del quiltro también en aquel entonces, agregando Medina como acepción del término: "Individuo despreciable, de ninguna importancia". Casi parecería que hablara de la misma maledicencia con que algunos emplean todavía hoy el concepto del roto, como algo ofensivo y despreciativo. Incluso los chilenos apodamos de forma burlona y difamante como quilterrier a los perros que acabaron siendo, por rara paradoja, nuestra primera raza canina formalmente reconocible: el fox terrier chileno.
Famosa ilustración de familia mapuche (araucanos) publicada por el naturalista francés Claudio Gay, con su respectivo perro "de mala raza" acompañándolos.
¿UN PERRO QUE NO ERA PERRO?
Más al Sur del país, por ese camino austral y simbólico representado en el Chile de la conquista, la historia se encontró de bruces con rarezas nativas como el llamado perro fueguino, perro yagán o guara, la mascota de los indígenas del paisaje más frío y hostil, que por largo tiempo fue un enigma para los naturalistas y generó grandes debates en los libros, además de ser definido en algún comento como el Canis magellanicus. Existe información muy mala y confusa sobre este animal e incluso un par de razas más que habrían recibido el mismo nombre, aunque todo esto ha venido a ordenarse en tiempos más bien recientes, gracias a las miradas científicas.
Pedro Sarmiento de Gamboa ve también perros locales de la zona austral patagónica y los describe en 1580 durante su viaje al Estrecho de Magallanes, al igual que el General Flores de Valdés en la Relación que presenta sobre el intento de poblar y fortificar el mismo Estrecho, dos años más tarde. Latcham dice que ya habían sido visto entre indios chonos en 1558 por la expedición de Juan Ladrillero y según consta en la relación de Cortés Hogea dictada al escribano Goicueta, aunque aparece después entre alacalufes y onas.
Entre esos primeros exploradores que identifican y describen al falso perro de los indígenas fueguinos están John Narborough en 1670, Jean Baptiste de Gennes en 1696, Jacques de Beauchesne-Gouin en 1699, John Bulkeley y John Cummings en 1743, Alexandre Duclos-Guyot en 1764 y Louis Antoine de Bougainville en 1768. Viajeros posteriores como Furlong y Cunninham agregaban que los perros de los fueguinos eran en realidad de dos razas: una parecida a los lobos y otra más pequeña parecida a los zorros. En tanto, Spegazzini, Hahn y Dabbene aseguraron que estos perros magallánicos eran distintos a los que tenían domesticados los yaganes, para mayor confusión. El controvertido Julius Popper agregaba, en 1887, que la única utilidad de estos perros parecía ser la de calefactores vivientes para los toldos y las chozas, pues dormían entre sus moradores. Y en "Los indios del Archipiélago Fueguino" de 1914, el padre Antonio Coiazzi escribe:
"Hay uno solo, que por decirlo así, forma parte de la familia: el perro, llamado por ellos visne. Los onas tienen muchos perros y les guardan un afecto grandísimo".
El afecto señalado era tal que, cuando moría la madre de un cachorro, las propias mujeres en período de lactancia les daban de mamar para que no pereciera de hambre la cría.
Los caninos de las estepas australes siguieron siendo utilizados por largo tiempo entre la sociedad magallánica, antes de ser desplazados por razas de perros pastores de origen europeo. Pese a todo, su presencia es persistente y la hace notar, en 1896, la "Memoria de la Gobernación de Magallanes" de don Manuel Señoret:
"…abunda hasta ahora y es un auxiliar de los indígenas el perro fueguino, cuyo origen, al parecer, mezcla de perro y zorro, es un problema científico interesante y aún no resuelto".
Extinto hacia principios del siguiente siglo, sin embargo, hoy creen algunos que el perro fueguino procedía de una domesticación del zorro, señalándose como uno de los principales sospechosos el culpeo o Pseudalopex culpaeus, que habría sido domado por parte de comunidades canoeras formando parte de la propia familia, no siendo entonces de la especie Canis lupus familiaris o perro propiamente tal. Sin embargo, estudios publicados por la Universidad de California en el año 2009, sugieren la posibilidad de un vínculo con el lobo silvestre del Chaco argentino-paraguayo conocido como el aguará gauzú o Chrysocyon brachyurus, presumiéndose alguna relación con el zorro nativo de las Islas Falkland o Malvinas. Es lo más cercano a una respuesta que solucione este largo y secular misterio zoológico o, al menos, que aporte mayor claridad al largo enigma.
Indígenas canoeros de la Tierra del Fuego con su respectivo “perro” yagán (una posible domesticación del zorro culpeo) formando parte de la familia, en grabado publicado por Recaredo Santos Tornero en su “Chile Ilustrado”, de 1872.
ACARICIADOS Y A VECES GOLPEADOS
El Abate Molina hablaría, hacia la misma época de grandes persecuciones coloniales contra los canes (pero desde una filosofía muy distinta a la de las autoridades patrocinadoras de estas muertes en masa), sobre la relevancia del perro mestizo que es corriente en Chile y su raudal de Norte a Sur, en lo que podríamos definir como el país-camino que somos. Así, el ilustre sacerdote dice:
"En cuanto a los perros, no es mi ánimo hablar que todas las razas conocidas actualmente en el Reino de Chile se encontrasen allí antes de que entrasen los españoles, pues únicamente sospecho que antes de aquella época existiese allí el Borbón pequeño llamado kiltrho, y el trehua o perro común, los cuales han sido encontrados en todas las tierras que han descubierto hasta el Cabo de Hornos. Es verdad que estos perros ladran como los originarios de Europa; mas no por esto deben ser reputados como extranjeros, mediante a que la opinión de ser mudos los perros americanos, únicamente proviene del abuso que cometieron los primeros conquistadores aplicando, según su antojo y sin verdadero discernimiento, los nombres de las cosas del mundo antiguo a los nuevos objetos que les presentaban una leve apariencia de semejanza o conformidad con los que habían dejado en Europa".
A pesar de la demostrada relación emocional entre perros e indígenas, vimos ya que Guevara identifica otros casos de cierto uso de la significación de perro como algo peyorativo entre los mapuches, paradójica dualidad conceptual que se mantiene en nuestra propia comprensión actual, como hemos dicho. A mayor abundamiento, dice el autor:
"El perro figura en sus refranes como un superlativo de desprecio. En sus disputas, cuando se ha agotado hasta el fondo el vocabulario de injurias, se lanza un dicho menospreciativo en que aparece este animal comparado a las personas".
Guevara cuenta también en su "Psicología del pueblo araucano" que en las guerras de conquista, los prisioneros ejecutados eran despedazados y los troncos de los cadáveres iban a parar a los perros. Pese a todo, podemos deducir con tranquila seguridad que la pacífica relación entre perros y personas ya estaba establecida entre las comunidades indígenas de la Araucanía, según se desprende de los comentarios de Latcham, a quien tanto hemos citado en este texto por ser uno de los mejores informantes del asunto:
"En todas las rancherías de los araucanos se encuentran numerosos perros, la mayor parte de los cuales demuestran señales de la diversidad de su origen; pero los más apreciados por los indios, son los que todavía conservan los caracteres de sus antepasados indígenas y estos son bastante comunes".
Ya vimos en otra entrada, sin embargo, que en los relatos del cronista Pedro de Córdova y Figueroa contenidos en su "Historia natural, militar, civil y sagrada del Reino de Chile", se confirma que algunas comunidades de la zona de Angol no tenían problemas en comer carne de estos animales y hasta pedirlos casi como ganado de trueque en algunos acuerdos a los que arribaron con los hombres del Gobernador Pedro de Villagra. Habría sido una práctica no pocas veces vista en aquellos años. Lo mismo verifica entre ciertos indios fueguinos, la mencionada relación de Cortes Hogea en 1558; y entre los indios peruanos wankas por el cronista indígena Guamán Poma de Ayala en su célebre "Nueva crónica y buen gobierno" de principios del siglo XVII:
"...ellos comían perros y así sacrificaban con ellos y con coca y comidas y sangre de perro y mullu (caracol). Así dicen que decía: 'señor guaca Carvancho Uallallo, no te espantes cuando dijere uac, que sabes que son nuestros antepasados'. Y así hoy día le llaman guanca alco micoc (wanka come-perros)."
Antigua postal fotográfica de la Araucanía, mostrando una familia mapuche en su ruca, con el infaltable perro quiltro viviendo entre sus miembros.
OTROS CANES, AL NORTE DE CHILE
Por el Norte del país, en las áreas de influencia cultural más directa del Tawatinsuyo, quizás haya sido conocido el perro inca que fuera denominado Canis ingae por algunos observadores de la época y famoso por carecer de pelo. Aunque estéticamente sea un poco extraño, esta raza ha destacado siempre por sus capacidades de caza y su excelente rol como perro de compañía. Hacia inicios del siglo XX, además, se confirmó el hallazgo de algunos esqueletos en un cementerio del sector de Bahía Salada, en Atacama. También se habla de otras razas parecidas al perro inca por América Central y América del Sur, en un estudio titulado "Ethnozoology of the Tewa Indians", de Junius Henderson y John Peabody Harrington, publicado en Washington en 1914.
En las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega en su "Historia general del Perú", se comenta de otra clase de perros peruanos, más pequeños y parecidos a los gozques europeos, que los locales llamaban alcos o allcos, aunque parece que este nombre solía ser usado en general para señalar a todos los canes. Oreste Plath se pregunta en su artículo "El perro y el pueblo chileno" de la revista "En Viaje" N° 262 de agosto de 1955, si esto tendrá algo que ver con el nombre de una localidad conocida como Alcohus, cerca de Combarbalá, que podría traducirse como "Perro aparecido". Por nuestra parte, recordamos que un poco más al Norte y también en territorio diaguita, por allá por la cuenca del Elqui, está la aldea y río de Alcohuaz. En el Norte Grande, además, está el cerro y salar de Alconcha, en los orígenes del Loa.
Latcham recuerda que, según los estudios del padre Ludovico Bertonio sobre cultura aymará, a inicios del siglo XVII, estos conocieron también dos o tres clases de perros, animal al que llamaban ano o anocara: uno grande llamado pastu (palabra quechua) relacionado con el perro inca y"con traza de mastín", y también a un perrito lanudo que supone posiblemente emparentado con el quiltro de los mapuches y los perros parecidos de Centroamérica, llamado Cchusi anocara y, en forma más cariñosa, como ñuñu y umoto. Adicionalmente, llamaban a todos los demás perros mezclados e indefinidos (los mismos que ahora nosotros identificamos con quiltros) como chulo anocara. Coincidentemente, existen ciertas localidades y cerros llamados Anocarire, Anocariri y Anocaraire cerca del Salar del Surire y en territorio de Bolivia.
En la "Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile" de Jerónimo de Vivar, se dice también que cuando Pedro de Valdivia pasaba por Coquimbo, estando hacia la altura del Limarí envió una avanzada a cargo de Francisco de Aguirre, encontrándose éste con que la mayoría de los indígenas habían corrido a refugiarse a las sierras por temor a los extraños. Desesperados por comida y abastecimiento, los españoles llegaron a un pequeño caserío y allí habrían encontrado unos pequeños canes que el cronista llama "chollos" (vieja expresión española para definir ciertos perros, según parece) que lamentablemente corrieron la suerte ya comentada de los perros en períodos de hambruna:
"Allegaron a estas chozas muy alegres, entendiendo que había gran copia de bastimento, y fue lo que hallaron cinco chollos, que son unos perros de la grandeza de gozques, algunos mayores, los cuales fueron tornados y luego muertos y asados y cocidos con zapallos, que son de la manera que tengo dicho. Esto se comió y no se tuvo por mala comida".
Volvieron a hallar otro perro similar cuando llegó Valdivia y se lo comieron hervido en agua, con dos zapallos. No es fácil precisar a qué clase de perros nativos del Norte Chico pudo referirse el autor, si es que en realidad eran perros propiamente dichos y no otro caso de los abusos de las comparaciones de animales que solían hacer los españoles al bautizar a la fauna americana, como alegaba Molina. Sin embargo, por los pocos datos que da Vivar, puede ser quizás un caso de quiltros de más al Sur llevados a territorios de la región coquimbana.
Dos perros fueguinos, con cazadores onas en postal fotográfica histórica.
Y OTROS CASOS POR EL SUR
Hacia el Sur del país, también había presuntas variedades perrunas. De todas las referencias e informes dados por los cronistas, viajeros y exploradores, Latcham concluye que en la Patagonia austral existieron al menos tres razas bien definidas de canes, incluyendo al que ya vimos con más detalle y que no era perro propiamente tal:
"1° el perro grande patagónico, de los patagones y onas, parecido a lobo, derivado del chacal Canis magellanicus; 2° un perro más pequeño, pero del mismo aspecto general, que con toda probabilidad debía su origen a una de las variedades salvajes del Canis azarae, quizás el gurú chileno; y 3° un perro chico, con pelo largo y crespo, el perro chono".
Esto perturba un poco la comprensión de los hechos. El que llama perro patagónico o Canis familiaris magellanicus se encontraba en toda la Patagonia, el Estrecho de Magallanes y la Tierra del Fuego a la llegada de los primeros exploradores, y era el más grande de los perros indígenas de Sudamérica, según anota el mismo autor. El perro chono o fueguino, en cambio, era más pequeño y peludo, pero no debe ser confundido con uno al que el cronista Pedro Cieza de León da el mismo nombre en los Yungas en su "Crónica del Perú", cuando dice que "por las casas de los indios se ven muchos perros diferentes de la casta de España, del tamaño de gozques a quien llaman chonos". Puede, a fin de cuentas, que haya existido más de un animal domesticado identificado como perro en la Patagonia Austral y Magallanes.
Con las imprecisiones y dificultades en el conocimiento zoológico de la época, otras especies que el señalado autor identifica como emparentadas con el perro sin ser tales, son un Canis aguara o perro salvaje de la Provincia de Buenos Aires, y cuya distribución llegaba hasta Bahía Blanca y las islas adyacentes, o también el ya mencionado Canis azarae, que en realidad corresponde al zorro silvestre con distribución en Brasil, Paraguay, Uruguay, Suroeste de Perú, Argentina y Chile. Por supuesto, podemos afirmar con seguridad esto en base a los conocimientos que existen hoy.
La vertiente peninsular de caninos también logró fusionarse con las de carácter originario. Otros que se presumían autóctonos en América, como el pequeño perro mudo caribeño, llegaron también a Perú y Chile pero fueron mascotas ya de tiempos republicanos. Después de la Conquista y del contacto con los hombres blancos, las tribus patagónicas y fueguinas fueron adoptando perros europeos para tenerlos de mascota o bien para valerse de su ayuda en la caza de ñandúes y guanacos, como sucedía con los galgos de los tehuelches. Sus familias tenían también pequeño perros falderos equivalentes quizás a los quiltros de Arauco y que apodaban cariñosamente "pelados", apodo que después degeneró a "pilas"´.
Quedaba atrás y de esta manera, la época de esos misteriosos canes nativos del actual territorio chileno y de los inmediatos en países vecinos.

EL EX EDIFICIO DE LA COMPAÑÍA DE CERVECERÍAS UNIDAS DE ANTOFAGASTA Y UN DOLOR EN LA HISTORIA DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL CHILENO

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El edificio de la CCU, en su época de esplendor.
Coordenadas:  23°38'16.35"S 70°23'46.52"W
En Avenida Séptimo de Línea con calle José Ignacio Zenteno, frente a la plaza de la Municipalidad, puede verse un engaño visual y arquitectónico que ya parece símbolo del instinto de desidia y de destrucción del patrimonio industrial chileno, curioso resultado de un conjuro malévolo que combinó -como siempre- acciones y omisiones humanas con la intervención implacable de una naturaleza telúrica como la de nuestro país.
Ésta no fue la primera cervecería de la ciudad; tampoco la única. Hubo, por ejemplo, una compañía fundada por los italianos Miguel Agazzi y Ambrosio Chiazzone hacia fines de la guerra, además de otra del polaco José Reminsky en calle Latorre y una más de su paisano el empresario Teófilo Reska fundada hacia 1873. No obstante en sus "Narraciones históricas de Antofagasta" dice Isaac Arce que, tras el cierre de la fábrica de Reska, no hubo en la ciudad ninguna otra productora cervecera hasta 1922, cuando se inauguró la planta de la Fábrica de Cervezas "Antofagasta", misma de la que sólo sobrevive esta máscara cadavérica.
En sus buenos días, la gran cervecería de Antofagasta no tardó en conquistar el mercado y entrar al liderato, requiriendo para esta tarea de las instalaciones que levantó en la ciudad y de las que ahora sólo queda tan miserable trozo de cascarón vacío en pie, que algunos consideran casi una burla... Sí, porque mientras en casos como el del ex edificio del diario "El Mercurio" en Santiago se mantuvo para el actual Espacio M también una fachada engañosa por ser lo único que quedaba en pie, en el caso de la ex cervecería de Antofagasta los residentes insisten en que pudo intentar conservarse mucho más que sólo el triste murallón con arcos y vanos, de haber existido esa esquiva voluntad por mantener un rasgo histórico más que un mero truco visual.
Vista aérea de la planta. Imagen en sitio de la CCU.
Esta imagen la tomó mi amigo Pablo Bertranine en nuestro viaje a la ciudad de Antofagasta en 1997, cuando la planta ya se encontraba abandonada y esperando la demolición, con un aspecto sombrío y algo tenebroso.
Lo poco que actualmente queda en pie.
Los refuerzos que mantienen erguido el cascarón.
ÉPOCA COMO LA FÁBRICA DE CERVEZA "ANTOFAGASTA"
El edificio nació originalmente para albergar a la planta productiva de la Cervecería Mitrovich, fundada por la sociedad de hermanos de origen croata Iván, Pavao y Lujo Mitrovich Puljezevic, quienes vinieron por separado a Chile desde el poblado de Slano, Dubrovnik, estableciéndose en un período que va entre los albores de la Guerra del Pacífico y el Gobierno de Balmaceda. El primer negocio de los hermanos fue una pulpería de la Casa Mitrovich Hnos. en Iquique, involucrándose después en maestranzas de ferrocarriles y la administración de salitreras como Dalmacia, Slavonia y Vis, según lo expuesto por Vjera Zlatar Montan en "Los croatas, el salitre y Tarapacá", con los que amasaron fortuna. Dueños de varias otras empresas como la compañía de electricidad, aseguradoras, financieras y hasta una lechería, comenzaron a participar también de la actividad de la cervecería, uno de los productos más cotizados en el Norte Grande de Chile hasta nuestros días.
Lujo Mitrovich, que castellanizó después su nombre Luis, era el más joven y último de los hermanos en llegar a Chile, en 1888. Como Iván regresó a Croacia hacia fines de ese siglo, y luego Pavao abandonó la presidencia del Slavensko Pripomoeno Drutvo para realizar labores diplomáticas en Europa, donde fallecería después de la Primera Guerra Mundial, Luis se quedaría a cargo de la Compañía Cervecera de la sociedad, conocida como la Fábrica de Cerveza "Antofagasta" de Mitrovich Hnos.
En 1918, para cumplir con las necesidades del proyecto, hizo levantar el moderno y amplio edificio de Antofagasta junto a la costanera en los terrenos que antes habían pertenecido a la firma Hornos de Fundición de Bellavista. Las faenas comienzan hacia fines de ese año. El espléndido complejo llamaba la atención por su altura y grandes instalaciones incluso antes de concluidas. Terminado hacia 1922, el imponente edificio de fachada neoclásica y apelando a la arquitectura industrial británica de principios de siglo, contaba con un módulo central de dos pisos, más un bloque lateral de tres niveles y azotea, todo con balconcillos de balaustras en sus vanos, que formaban secuencias de arcos en el zócalo. Otros módulos del complejo alcanzaban los cuatro pisos más su propia azotea, contando además con patios, chimenea de altura y bodegas. Una plaza verde se extendía frente al mismo, precisamente donde está actualmente el triángulo de jardines a un costado de la Ilustre Municipalidad.
Interiormente, el complejo disponía de amplios espacios de salones de máquinas, guarderías techadas, frigoríficos, oficinas administrativas y hasta salas de reuniones que servían también de conferencia o celebraciones. Más tarde se agregó una planta adicional para extracción y embotellado de ácido carbónico, además de una productora de hielo que podía alcanzar 24 toneladas diarias. De hecho, en toda su vida, el recinto recibió varias ampliaciones y mejoramientos internos. Unos 200 operarios trabajaban en todo el gran cuartel industrial en esos años.
La enorme Fábrica de Cerveza "Antofagasta" (así se leía la gran inscripción sobre su fachada) llegó a ser la principal planta proveedora del cotizado producto en el Norte de Chile. Sus variedades etiquetadas más populares eran la malta blanca, malta negra, Erlanger y Pilsener, con la imagen del propio edificio de fondo en cada gráfica del rotulado, ya que era prácticamente su cuadro corporativo.
Patio interior de la fábrica Mitrovich en 1927, cuando iba a pasar a la CCU.
Brindis de jefes de la planta, 1927. Imagen actualmente en colecciones del MHN.
Etiqueta de los tiempos de la fábrica de cerveza Mitrovich, reconstruida a partir de imagen publicada por el sitio beerchela.blogspot.com (de Álvaro Morales Sillard). En el círculo a la derecha del diseño, se observa el logotipo de Mitrovich Hermanos (MH).
ÉPOCA COMO LA PLANTA DE LA CCU
Luis Mitrovich contraería matrimonio con una adinerada dama de apellido Balbontín, siendo muy conocido y reputado en el ambiente linajudo. Sin embargo, durante la crisis del salitre, el matrimonio se trasladó definitivamente a Valparaíso. Así, el amplio inmueble con aspecto de fortaleza siguió en manos de la Mitrovich Hnos. sólo hasta 1927, cuando fue vendido a la Compañía de Cervecerías Unidas (CCU) de Chile que había sido fundada en 1902.
La CCU toma oficialmente el control de la planta el 1° de junio de 1927, quedando la administración de la fábrica en manos del gerente Benjamín Aguirre A., la supervisión técnica a cargo del cervecero C. Buck y las operaciones en responsabilidad del ingeniero de máquinas Carlos Pfeiffer. Casi de inmediato, la compañía comenzó a ampliar las instalaciones preparándolas para el nuevo gran período de utilidades y prosperidad que la fábrica iba a comenzar a vivir en la Perla del Norte. La inscripción con el nombre de la Fábrica de Cerveza "Antofagasta" al frente del edificio, entonces, pasó a ser reemplazada por el de la nueva firma propietaria. Ha sido legible allí por más de 70 años, e incluso sigue tímidamente visible en lo que queda de este frontis hoy día.
Con una capacidad para producir cerca de 5 millones anuales de litros, la productividad de la flamante planta CCU en Antofagasta bastaba con creces para cubrir toda la demanda del Norte de Chile y todavía más mercados. Hacia 1930, además, abrieron allá mismo una nueva planta de embotellado con tecnología de punta, adquiriendo para ello una máquina de fabricación estadounidense marca Barry-Wehmiller con capacidad para lavar, llenar y pasteurizar hasta 36.000 botellas diarias. Y, por esa misma época se agregó una nueva bodega de embarrilado.
La fábrica de la CCU en Antofagasta estuvo entre las más importantes de la compañía, junto a las que tenía en Santiago, Valparaíso, Temuco y otras ciudades. Empero, a pesar del cambio de propiedad, todavía en los años sesenta la planta figuraba con el nombre de Cervecería Antofagasta recordando su origen. Y si bien era conocida por sus buenas políticas laborales y una relación positiva entre altos ejecutivos y trabajadores (o al menos eso se creía), hacia 1971 comenzó a tener ardorosos conflictos laborales y huelgas producto del clima político reinante, motivándose intentos de intervención del gobierno que causaron controversia, especialmente cuando el mismo aire enrarecido se extendió por otras plantas de la CCU en Chile.
La Cervecería fue, de esta manera y por largo tiempo, uno de los edificios en actividades vigentes más característicos de las industrias antofagastinas y un tremendo testimonio del mismo rubro cervecero durante el resto de casi todo el siglo XX, comparable sólo a contados casos en que el mismo sector de producción ha aportado semejante majestuosidad en sus instalaciones acá en Chile y con ellas sobreviviendo hasta tan avanzado tiempo, como por ejemplo en el caso de la ex Cervecería Ebner en Santiago. La de Antofagasta tenía el mérito, sin embargo, de permanecer activa y en operaciones por muchísimo tiempo más. Sus artísticas etiquetas de cervezas aún son cotizadas y buscadas por los coleccionistas.
La fábrica, en publicación de 1930.
Etiqueta de los tiempos en que la fábrica ya pertenecía a la Compañía de Cervecerías Unidas, reconstruida a partir de imagen publicada por el sitio beerchela.blogspot.com (de Álvaro Morales Sillard).
Vista general de la planta cervecera hacia los años ochenta aproximadamente, en fotografía publicada en los álbumes de imágenes históricas de Santiago Nostálgico (servicio Flickr).
LA DESTRUCCIÓN DEL EDIFICIO
El tiempo fue deteriorando las instalaciones y, según se comentaba ya a principios de los noventa entre los residentes de la ciudad, su estado interior comenzaba a verse bastante afectado por el paso de los años, como anticipando que la vida del inmueble iba en inexorable e inconmovible cuenta regresiva.
Y así ocurrió que, en horas de la madrugada del naciente día domingo 30 de julio de 1995, la suerte del edificio de la CCU en Antofagasta quedó irreversiblemente echada con el terremoto que golpeó a la ciudad y a la Península de Mejillones, llegando a sentirse en las zonas de Arica, Copiapó y Coquimbo. La fortaleza industrial recibió un gran castigo que provocó daños estructurales, obligando a cerrar el recinto y a evaluar las posibilidades técnicas de que éste siguiera o no en pie.
Ante la incertidumbre de los antofagastinos por el anuncio de inminente demolición y de ejecución de un millonario proyecto para levantar un espacioso centro comercial en el lugar donde estaba la planta, se dio aviso de que el plan de obras consideraría un reciclaje de las ex instalaciones industriales, conservándose el aspecto exterior de la misma. Así, con esta engañosa propuesta, la cervecería fue demolida a fines del pasado siglo y rápidamente sustituida por el más amplio y moderno complejo de los supermercados que había tenido la ciudad, dando inicio al proyecto del conjunto Antofagasta Shopping que actualmente se halla en este lugar.
Lamentablemente, los peores y más pesimistas pronósticos se cumplieron y lo que se "conservó" en el nuevo proyecto fue sólo la fachada principal del centro del antiguo edificio por el costado de Zenteno, hacia el año 2000, como una carcasa vacía de albañilería, con una trama de refuerzos posteriores y totalmente desconectada del resto del complejo, mantenida en pie por brutales y muy poco estéticas vigas metálicas, aunque según algunos profesionales que hemos consultado era quizás la única alternativa para preservar algo del inmueble original. Idea con la que -debe admitirse- no todos parecen estar de acuerdo en Antofagasta, considerando muchos hasta ahora una atrocidad lo que se hizo con la vieja planta cervecera.
La ubicación y su postal dominando el paisaje urbano al borde costero habría sido perfecto para completar un circuito histórico por la costanera de la ciudad, pasando por edificios más centrales como la Casa Gibbs, la ex Aduana y la Estación de Ferrocarriles, y llegando a este punto liderado por la ex Cervecería, más aún considerando que entre los mejoramientos del sector y los proyectos para la celebración del Bicentenario Nacional se incluyó la construcción de la playa artificial El Carboncillo muy cerca del complejo, y el Edificio Consistorial que pasó a ser la sede de la Municipalidad al otro lado de la Plaza O'Higgins. Por otro lado, dentro de una imaginaria guía temática de turismo cultural por la ciudad que incluyera Monumentos Históricos Nacionales como las Ruinas de Huanchaca, la Fundición Orchard o el Muelle Melbourne Clark, se habría tenido un recorrido extraordinario de la historia industrial de la región donde haber incorporado el desaparecido edificio, abarcando así desde sus orígenes hasta avanzado el siglo XX.
Sin embargo, como una fachada falsa de los antiguos filmes sobre el Far West, lo poco y nada que queda de la alguna vez imponente y majestuosa fortaleza industrial de la Fábrica de Cerveza de Antofagasta, ahora no logra más que ofrecer un tenue y triste recuerdo de lo que alguna vez fuera el edificio, al mismo tiempo que sopla sobre los ojos arenas de una cruel advertencia sobre la incapacidad nacional de fomentar el progreso material adaptándolo a un buen arreglo con los valores de la historia urbana y la cultura patrimonial.
Todo lo que queda del edificio.
Aún se lee el nombre de la CCU en la fachada.
Vigas y armazones sosteniendo la fachada, inconexa al resto del edificio.
Detrás de estos ventanales del supermercado, está la parte original del edificio.
Vista hacia la plaza por un vano con balaustras. Atrás, el edificio consistorial.

ORIGEN DEL CUERPO DE BOMBEROS DE VALPARAÍSO Y SUS PRIMEROS AÑOS, DESCRITOS POR ISMAEL VALDÉS VERGARA

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Presentación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, siglo XIX.
Coordenadas: 33° 2'19.67"S 71°37'42.45"W (Cuartel General)
Éste es el primer capítulo del libro "El Cuerpo de Bomberos de Santiago. 1863-1900", escrito por don Ismael Valdés Vergara (1853-1916) y publicado en Valparaíso por Babra y Ca. Impresores, en 1900. Además de fundador del Club del Progreso y más tarde diputado y alcalde por Santiago, don Ismael fue cofundador de la 5ª Compañía de Bomberos de Santiago junto a sus hermanos Francisco y Alberto Valdés Vergara, asumiendo también como Secretario General, Vice-Superintendente y Superintendente del Cuerpo de Bomberos. Junto con resultar muy ilustrativo e informativo, este texto tiene algo de homenaje romántico bellamente dirigido a los bomberos voluntarios de Valparaíso, pioneros de esta casta institucional de héroes y mártires en Chile. El cuerpo porteño, fundado oficialmente el 30 de junio de 1851, volvió a medir sus arrojos en varias ocasiones que quedaron cronológicamente fuera de la revisión de Valdés Vergara, poniendo a prueba su lema "Abnegación y Constancia" desde el trágico Terremoto de1906 hasta el catastrófico incendio del 2014 que, en este próximo 12 de abril, cumplirá su primer aniversario.
El Cuerpo de Bomberos de Valparaíso es la cepa de que proceden todas las asociaciones de Bomberos Voluntarios que existen en la República.
Valparaíso fue el hogar generoso en que prendió el fuego del noble entusiasmo que puso en las manos de sus viriles habitantes las herramientas del bombero; fue la santa escuela en que se formaron los Apóstoles de la nueva institución, cuyo ejemplo irradió cual antorcha luminosa en todos los confines del territorio chileno; fue el taller en que se templaron las voluntades y los entusiasmos que, después de cincuenta años de ruda prueba, permanecen tan poderosos y resueltos como en el primer día; fue la progresista, la culta y altiva ciudad de Valparaíso, la cuna de la manifestación más elocuente del poder de la iniciativa individual puesta incondicionalmente al servicio de necesidades apremiantes y de conveniencias indiscutibles.
La formación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso se nos representa hoy con todos los caracteres de un hecho prodigioso, de imposible realización en la época presente, cuyas tendencias se inclinan a separar más bien que a unir a los hombres, a causa de la carencia de ideales y de aspiraciones generosas que son el antídoto más eficaz contra. El egoísmo frío y calculador, que todo lo invade y esteriliza, hasta los más potentes y ardorosos ensueños de la juventud.
Corresponde, pues, con indiscutible derecho, al Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, la primera página de este trabajo destinado a recordar la fundación y los hechos mas culminantes del Cuerpo de Bomberos de Santiago.
Quien visite hoy a Valparaíso no puede formarse idea, ni aproximada siquiera, de lo que era en el año 1850, especialmente el barrio llamado el Puerto. En el Almendral, cuya principal avenida, la de la Victoria, no ha sufrido grandes modificaciones, subsiste la misma planta, más o menos, que en aquel año.
El viajero que entonces conoció esa parte de Valparaíso y que de nuevo la visitara hoy, no advertiría otras variaciones que las producidas por el reemplazo de los antiguos y vetustos edificios, de los cuales quedan no pocos ejemplares, por otros nuevos de materiales sólidos, de arquitectura moderna y de doble o triple elevación.
En cambio, el barrio del Puerto ha sido transformado radicalmente en la segunda mitad del siglo. En 1850, los edificios en su mayor parte eran de materiales y las calles sumamente estrechas e irregulares. El material casi exclusivo de las construcciones era la madera, de la que se empleaba en gran cantidad el alerce, que tan escaso es hoy, traído de los bosques del archipiélago de Chiloé. La superficie de la parte baja del barrio del Puerto, ocupada como en la actualidad por el comercio, era tan reducida que apenas contenía las habitaciones y las casas destinadas al comercio. La antigua calle del Cabo (hoy de Esmeralda) la única que entonces mereciera la denominación de calle, terminaba por el lado del Almendral en la histórica Cueva del Chivato, que había en la prolongación de uno de los cerros hacia el mar. Este cerro era el que separaba los dos grandes barrios de Valparaíso. Según la tradición, en ciertas ocasiones era menester esperar la baja marea para pasar en ese punto de una parte a otra de Valparaíso.
El adelanto y progreso de la ciudad en cuanto a su extensión y a sus construcciones, se debe a dos causas principales. La formación de terrenos en lo que era dominio del mar y los frecuentes y grandes incendios.
Durante la administración de los presidentes Pérez y Errázuriz, esto es, desde 1861 hasta 1875, el Gobierno se ocupó con gran empeño en aumentar la superficie plana de esa ciudad y se formaron en efecto grandes extensiones de terreno, arrebatándolo al mar, en que hoy están las calles de Blanco y de Errázuriz, la sección destinada a las líneas férreas del Estado y los valiosos edificios que se ostentan en aquellas avenidas.
Los grandes y sucesivos incendios que consumieron casi todas las construcciones antiguas, permitieron a la autoridad local el ensanche de las calles y plazas y el reemplazo de las coloniales construcciones de madera por los sólidos y hermoso edificios de las calles Esmeralda, Serrano y otras. Puede decirse con estricta verdad que en el riñón del Puerto no queda una sola tabla de las construcciones que había antes de 1850, y que todo, absolutamente todo, edificios, calles, plazas, está totalmente transformado.
La ciudad antigua estaba especialmente preparada para la combustión. Se había formado con menosprecio del fuego, sin considerar para nada absolutamente su acción devastadora y terrible. La previsión de entonces no era superior a la que gastan hoy las autoridades locales. Material combustible, calles estrechas, fuertes y sostenidos vientos. Todo era lo más adecuado para las grandes hogueras. Sólo faltaba la chispa y luego las hubo en abundancia. Y para complemento, carecía casi en absoluto la ciudad de los elementos indispensables para combatir el fuego. La autoridad no había tenido a bien preocuparse todavía de esa necesidad.
En 1850 sólo había en Valparaíso dos bombas adquiridas por los mismos vecinos comerciantes, las cuales eran servidas por una brigada de Zapadores Bomberos, formada por los aguadores. La ciudad no tenía entonces cañerías de agua, y se entregaba este elemento al vecindario, para la bebida y demás menesteres domésticos, por individuos que la conducían desde las vertientes inmediatas a la ciudad, en caballos o asnos cargados con dos pequeños barriles. Esos individuos eran los aguadores, que formaban la Brigada de Zapadores.
El día 15 de marzo de 1843 presenció la ciudad de Valparaíso uno de los más terribles incendios que la han azotado. El fuego consumió trece edificios del barrio del Puerto, cerca de tres mil bultos de mercaderías depositados en los almacenes de la Aduana, una cantidad considerable de mercaderías existentes en las casas de comercio, y gran número de menajes de los habitantes de los edificios incendiados. Los perjuicios de ese desastroso siniestro fueron calculados en $709.000 más o menos, cantidad enorme en aquella época tan remota, cuando el comercio apenas principiaba a tomar incremento.
El barrio del Puerto quedó convertido en un hacinamiento de ruinas y escombros. La parte más importante, algunos edificios recientemente construidos, grandes riquezas, fueron convertidas en cenizas en unas cuantas horas.
La tremenda lección no fue aprovechada. El tiempo devolvió la tranquilidad á las autoridades y a los habitantes y echaron al olvido las amenazas del fuego.
Siete años después, el domingo 15 de diciembre de 1850 estalló un incendio en una cigarrería establecida en el edificio perteneciente a don Josué Waddington, situado en la calle del Cabo (hoy Esmeralda).
El fuego tomó luego incremento; se apoderó primero de los edificios contiguos y, comunicándose en seguida a los del frente en la misma calle, por el lado del cerro, formó una hoguera inmensa que llenó de consternación a los habitantes. La Brigada de Zapadores Bomberos, que era esperada con ansiedad, llegó con su material media hora después al lugar del siniestro, pero no logró prestar el más insignificante servicio en la extinción del fuego, porque las bombas estaban en mal estado y las mangueras inútiles.
Las llamas consumieron impunemente todos los edificios que encontraron á su alcance, y se habrían apoderado también de los situados en el cerro, si los comandantes de las naves inglesas y francesas al ancla en el puerto, no hubieran prestado oportuno auxilio echando a tierra bombas y marinería. Merced a esos elementos se logró impedir la propagación del fuego por el lado del cerro. Por los otros costados no pudo ser contenido y sólo cesó en su obra destructora cuando no tuvo a sus alcances otros edificios de que apoderarse.
La severa lección de esa noche, hizo comprender la necesidad ya muy urgente de poseer suficientes elementos defensa contra el fuego y de arbitrar los medios de combatir a ese enemigo de las sociedades, cuya ferocidad excede con mucho al más avezado criminal, y cuyo poder es incomparablemente superior al de una legión de bandidos.
Y sin esperar lo que hiciera la autoridad, a quien correspondía satisfacer esa necesidad, alguien, uno cuyo nombre nadie podrá indicar, lanzó la idea feliz de organizar un Cuerpo de Bomberos Voluntarios.
La simiente cayó en buen terreno, como que estaba preparado por la amarga experiencia del reciente incendio y por la impotencia, más amarga aún, para combatirlo, con que hubo de presenciarlo la multitud. Cundió la idea, y nacionales y extranjeros acudieron presurosos a enrolarse en las filas de la primera asociación que en Chile se organizaba, exigiendo de sus miembros, además del dinero, el servicio personal más rudo y más ingrato.
El resultado de esa empresa acometida quizás sin la conciencia de su magnitud y de sus inconvenientes, no sólo correspondió, sino que superó con mucho las expectativas que el más optimista pudo entonces concebir.
¿Quién pudo creer en 1850 que el Cuerpo de Bomberos voluntarios había de arraigarse en el país y de propagarse desde un extremo hasta el otro de la República? ¿Quién pudo sospechar que esa institución había de tener el don de seducir a la juventud de todos los órdenes sociales, desde la más modesta hasta la más acaudalada? ¿Quién se habría atrevido entonces a asegurar que los jóvenes de la mejor sociedad y los más favorecidos por la fortuna, habían de rivalizar en el trabajo confundidos con el modesto obrero o artesano? ¿Quién pudo imaginarse que esa misma juventud había de ser capaz de llevar su abnegación hasta rendir la vida en el puesto del deber?
El éxito de aquella idea lanzada en 1850, ha sido inmensamente superior a la suposición más optimista. Ese éxito ha sido un prodigio. El amor patrio tiene la virtud de enloquecer y de convertir en héroes a los más pusilánimes. Las empresas arriesgadas, de las que se reporta gloria y renombre, seducen a los animosos y valientes. Los más atrevidos proyectos, que prometen grandes beneficios pecuniarios, atraen como el imán a los temperamentos ardientes o ambiciosos.
El trabajo del Bombero no da ni gloria ni renombre, ni riquezas, ni siquiera la satisfacción que produce la gratitud por un servicio personal. El trabajo del Bombero, más que modesto es humilde, y para prestarlo es menester abandonar ocupaciones, urgentes a veces, gratos placeres o pasatiempos en otras, y siempre algo más agradable que la tarea peligrosa de extinguir los incendios, trepando escalas, salvando tejados, soportando el frío o la lluvia en las heladas noches de invierno, o el calor sofocante de la misma hoguera, y estando siempre expuesto a toda clase de accidentes. Mas aún, exige el servicio del Bombero desembolsos considerables de dinero, que para los no pudientes, que son los más, representan un sacrificio no despreciable.
¿Cómo se explica entontes el asombroso éxito de la asociación de Bomberos voluntarios en Chile? ¿Por qué ha surgido esa institución, siendo notorio el caso de tantas y tantas otras asociaciones benéficas que imponen una contribución harto más liviana de sacrificios?
El secreto del éxito del Cuerpo de Bomberos no puede ser otro que su objeto mismo.
Es el trabajo rudo y penoso que acerca, iguala y confunde a los hombres de todas las condiciones; que a todos levanta y enaltece ante ellos mismos y ante los demás; que satisface una necesidad física que muy pocos dejarán sentir y la necesidad moral, más sentida que aquella, de tener relaciones y amistades tan sólidas como las que sólo se adquieren en los bancos de la escuela; es el trabajo, repetimos, que purificando al hombre del mal del egoísmo, lo hace capaz de servir sin preguntar a quién sirve, y de hacer el bien sin expectativa de recompensa.
La juventud llega a las filas del Cuerpo de Bomberos sin conciencia de esas nociones, atraída casi siempre por la amistad con otro bombero, a por un entusiasmo pasajero, pero en muy corto tiempo sabe comprender que ha hecho una buena obra y principia a mirar como cosa suya la Bomba, que es el símbolo de unión de los asociados. Así, como la planta una vez arraigada se convierte con el tiempo en árbol, así también los jóvenes bomberos, al calor de los afectos del compañerismo, conviértense con el transcurso del tiempo, en abnegados servidores de la humanidad.
La 1ª Compañía de Bomberos de Valparaíso en 1863, en el muelle que había en la Plaza del Orden, que más tarde pasaría a ser la Plaza Aníbal Pinto de la misma ciudad.
Imagen del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso en 1861.
El Cuerpo de Bomberos de Valparaíso quedó definitivamente organizado el día 30 de junio de 1851, fecha oficial de su fundación. Los seis primeros meses de ese año fueron ocupados en reunir recursos, en organizar el personal y en preparar cuarteles para instalar las bombas y el resto del material encargado al extranjero.
La primera reunión de los asociados se celebró en el Teatro de la Victoria el 30 de abril de 1851 y entre otras medidas se acordó el nombramiento de tres comisiones encargadas de formar los Estatutos, de constituir un Directorio y de proceder a organizar las primeras compañías.
Esas comisiones cumplieron con el mayor celo y actividad el encargo que se les hizo y presentaron muy pronto los Estatutos de la Asociación. En el mes de junio siguiente estaban ya organizadas con numeroso personal, las cuatro compañías conque se inauguró el Cuerpo, a saber:
  • Dos compañías de Bombas.
  • Una de Hachas y Escaleras.
  • Una de Guardia de Propiedad.
El primer material de la 1ª y 2ª Compañías, consistió en las dos Bombas de la antigua Brigada de Zapadores Bomberos que fueron convenientemente reparadas. Pero como eran insuficientes para las necesidades de la población, el Directorio encargó a Estados Unidos otras dos Bombas con todos sus accesorios y con dotación bastante de mangueras.
El material de escalas, hachas y demás útiles para las otras dos Compañías, fue preparado en la misma ciudad. El importe total de los gastos que demandó el material para las cuatro compañías, incluyendo, las dos Bombas encargadas a Estados Unidos de Norteamérica, ascendió á $6.000 mas o menos.
Esa suma fue erogada casi en su totalidad por el comercio de Valparaíso. La Municipalidad se suscribió con la miserable suma de tres onzas (cincuenta y un pesos y setenta y cinco centavos oro) y meses después votó una subvención de cincuenta pesos mensuales. Para estimar en toda su importancia la conducta de la Municipalidad, debe tenerse presente que el Superintendente del Cuerpo, señor José Tomás Ramos, era miembro de ella, y que trabajó, por tanto empeñosamente, como puede suponerse, para estimular la liberalidad de sus colegas del Cabildo.
Todo el trabajo realizado hasta esa fecha era una parte solamente de la atrevida empresa acometida con tanto entusiasmo. Quedaba todavía mucho por hacer. Era menester, en primer lugar, asegurar los medios de disponer del agua necesaria para combatir los incendios. El agua no faltaba seguramente, como que estaba el mar Pacífico a disposición de los Bomberos, pero ella sólo servía para las propiedades inmediatas a la playa y así sucedió que en varias ocasiones fueran enteramente inútiles las bombas.
Acordó pues el Directorio la construcción de pozos a medida que sus recursos lo permitieron y contrató desde luego la construcción del primero por el precio de $386,18.
En todo el año 1851, no se consiguió que el Cuerpo de Bomberos se presentara en público con su material por diversos inconvenientes, entre otros, por los relacionados con los acontecimientos políticos de ese año.
Aprovechándose en los primeros meses de 1852 la presencia en Valparaíso del Presidente don Manuel Montt, el Directorio fijó el día 2 de Marzo para la primera Revista y Ejercicio General.
El Presidente de la República presenció desde los salones de la Bolsa Comercial el ejercicio general, practicado en el muelle, y pocos días después, en un gran banquete que le ofreció el comercio de Valparaíso, ese magistrado y el Ministro del Interior, don Antonio Varas, se expresaron en los siguientes términos, sobre la nueva institución organizada en Valparaíso. El señor Montt, dijo:
"Valparaíso se apropia día por día algunas de las grandes conquistas de la ciencia y de la industria moderna; centro de comercio y vivificando con sus capitales los ángulos más apartados de la República, ejecuta en su suelo importantes obras de utilidad. Acaba de poner el agua a disposición de los vecinos y de adaptarla á la extinción de los incendios, una de las terribles plagas que ha sufrido este pueblo.
(...) Una manifestación más alta, si cabe, del espíritu de Valparaíso, son las diversas instituciones que ha creado, y entre ellas debo una mención especial a las Compañías de Bomberos, hermoso plantel que no puede mirarse sin complacencia y sin formar al mismo tiempo el voto de que este ejemplo, fecundo en grandes aplicaciones, sea imitado en toda la República".
El señor don Antonio Varas, Ministro del Interior, refiriéndose al Cuerpo de Bomberos, se expresó en los siguientes términos:
"A cada pueblo le llega en el curso de los tiempos la ocasión de mostrarse tal cual es, de dar a conocer su espíritu, de revelar los altos destinos que le están deparados por la Providencia: a Valparaíso le ha llegado su vez en 1851 los temblores, los incendios, las tempestades del océano, las tormentas de revoluciones políticas han venido a llamar a sus puertas amenazándole destrucción, y él ha respondido a los temblores reparando sus estragos y construyendo, animoso, nuevos y suntuosos edificios; a los incendios, armándose para combatirlos, improvisando esa falange de guerreros de paz, esos bomberos preparados a combates en que su propia sangre es la única que puede ser vertida...".
Esas hermosas y alentadoras palabras de los dos más altos funcionarios de la nación, tuvieron la resonancia que les correspondía. Con el tiempo cumpliose el voto que formuló el primer mandatario en esa tan solemne ocasión.
El Cuerpo de Bomberos creció rápidamente y extendiendo sus ramas á todos los ámbitos de la República, llegó a ser una institución nacional. Cada día que transcurría se hacía sentir con mayor fuerza la necesidad de disponer de las bombas encargadas a Estados Unidos de Norteamérica.
Un gran incendio que ocurrió el 28 de abril, en la calle de la Victoria, a media cuadra de la plaza del mismo nombre, dejó corroborada una vez más la ineficacia de las viejas bombas y que con ellas eran estériles todos los esfuerzos y sacrificios de los bomberos.
El 16 de junio de 1852 ancló en el puerto la barca Independencia, procedente de Boston, portadora de las nuevas bombas, y el 23 del mismo mes eran conducidas solemnemente, y con loco entusiasmo, al cuartel ubicado en el edificio de La Bolsa.
La Americana de la 1ª Compañía y la Chilena de la 2ª Compañía, importaron con sus accesorios la suma de $5.315. La bomba Salamandra, que con justo orgullo conserva como reliquia el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, es la misma que recibió el año 1852 la 2a. Compañía.
Estimulada la juventud de Valparaíso por el éxito tan feliz del Cuerpo de Bomberos, y por la necesidad de radicar alguna compañía en el barrio del Almendral, se procedió a organizar la 3ª Compañía con las dos antiguas bombas que habían quedado sobrantes desde la recepción de la Americana y la Chilena, lo que sólo vino a conseguirse después de vencer muchos y graves inconvenientes, algunos de los cuales llegaron a parecer insuperables.
La Compañía del Almendral se disolvió antes de que hubiera prestado servicio alguno, y sólo se consiguió reorganizarla en buenas condiciones a fines del ano 1853. Contribuyó poderosamente a la constitución de esa nueva Compañía un rasgo de generosidad del señor Matías Cousiño de que sería injusticia no hacer mención.
El 1° de septiembre de 1853 se daba la alarma de un nuevo incendio en la calle de la Victoria, que tomó muy grandes proporciones, á pesar del vigor con que fue atacado por los bomberos. El señor Cousiño, propietario de un edificio inmediato al lugar del siniestro, quiso manifestar el concepto que le merecía el Cuerpo de Bomberos, obsequiándole una bomba de primera clase que se apresuró a pedir a Estados Unidos de Norteamérica unos cuantos días después del incendio.
A ese rasgo de excepcional generosidad a favor de la institución se refieren las siguientes comunicaciones:
"Valparaíso, Septiembre 6 de 1853.
Señores Directores de la Sociedad de Bomberos de Valparaíso.
Muy Señores míos:
Me ha sido muy satisfactorio saber el noble empeño con que la Sociedad que ustedes representan, ha prestado sus importantes trabajos en la mañana del 1° del presente para mermar los desastres del desgraciado incendio de ese día. A esos esfuerzos he debido yo, tal vez, la conservación de mi casa cerca del lugar incendiado, y deseando acreditar a esa Sociedad mi admiración por sus trabajos en favor de la humanidad y mi agradecimiento por la parte en que he sido favorecido, he acordado obsequiar a la Sociedad una Bomba de primera clase, para cuyo efecto encargo con esta fecha al señor don Thomas Bland Garland, uno de los miembros de ese Directorio, para que de acuerdo con ustedes, proceda a encargarla de mi cuenta. Suplico a ustedes se sirvan admitir esta manifestación de gratitud, con que me suscribo de ustedes atento servidor,
M. COUSIÑO".
Esa tan generosa manifestación fue correspondida por el Directorio con la siguiente nota:
"Valparaíso, 9 de septiembre de 1853.
Señor Don Matías Cousiño.
Señor:
El Directorio en sesión de ayer, ha recibido por manos del Director señor Thomas Bland Garland la apreciada nota de usted, fecha 6 del corriente, ofreciendo el obsequio de una Bomba como premio de los esfuerzos de las Compañías en el último incendio. Esta generosa manifestación de parte de Ud. ha evocado el mayor entusiasmo e interés de nuestra asociación, y no sólo obliga a nuestros cuerpos y los estimula a mayores esfuerzos por la apreciación de sus trabajos así demostrada, sino que redunda en beneficio de la humanidad y del público, exigiendo el reconocimiento de toda la población por la eficaz cooperación suya al mejoramiento de nuestra institución, tan necesitada de socorros para llegar a la altura que quisiéramos darle.
El galardón no podía ser más apetecido, porque se ha sentido ya la falta de una Bomba de primera clase para el servicio del Almendral, capaz de contrarrestar un incendio en su principio, y a cuyo efecto las Bombas del Puerto se hallan a una distancia demasiado grande.
Cumplo pues con un encargo cuando a nombre del Directorio le dirijo a Ud. la palabra para demostrar a Ud. los sentimientos de gratitud que merece un servicio de tanta importancia, y ante cuya consideración se ha determinado darle a la Bomba el nombre de Cousiño.
Aprovecho esta oportunidad para ofrecerme de Ud. su seguro servidor:
JUAN A. VIVES
Superintendente
JORGE FEHRMAN
Director-Secretario"
Con el transcurso del tiempo y con los importantísimos servicios prestados a la ciudad, el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso llegó a ser la asociación predilecta de la población y merecer la más decidida protección del vecindario y especialmente del comercio.
El Cuerpo de Bomberos ha sido más que el defensor de la propiedad contra el fuego; ha estado siempre alerta y siempre listo para concurrir a todos los llamados que se le han hecho en las circunstancias más difíciles y angustiosas.
Brillante ha sido su comportamiento en los miles de incendios que ha combatido y en todas las jornadas que ha hecho desde su fundación. El año 1866 asistió al bombardeo de Valparaíso por la escuadra española, y salvó de las llamas inmensos valores. Durante la guerra con el Perú y Bolivia prestó señalados servicios, extraños al objeto de su existencia. En 1891 después de la batalla de la Placilla, y especialmente en la
noche siguiente a esa acción, el Cuerpo de Bomberos libró rudísima batalla contra el populacho y la soldadesca, tratando de impedir los saqueos y los incendios y combatiendo el fuego en todos los puntos en que la tea incendiaria hacía estragos. La actitud del Cuerpo de Bomberos en esa noche inolvidable, la valentía de sus miembros al frente de las masas ebrias y armadas, y en medio de un vivo fuego de fusilería, merece la gratitud de la ciudad.
Para comprobar cómo ha cumplido el Cuerpo de Bomberos la misión que le impusieron sus fundadores, basta recordar el nombre de los voluntarios que han rendido su vida en el cumplimiento del deber. Las víctimas de su abnegación se llamaron Farley, Blackwood, Lawrence, Rodríguez, Forno y Bilbao. Esos seis bomberos han perecido en actos del servicio, cumpliendo la obligación voluntariamente contraída de servir a sus semejantes.
Así entiende el Bombero el compromiso de honor a que está ligado. El guerrero tiene el deber de hacer el sacrificio de su vida si es necesario en defensa de la patria, y cumpliéndolo cae gloriosamente. El bombero, cuya misión es de paz, no economiza tampoco su sangre ni su vida, y la rinde modestamente entre las llamas o bajo los escombros, a sabiendas de que no tiene derecho a glorioso renombre, ni siquiera a un mendrugo de pan para sus hijos huérfanos.
Ello quiere decir que la juventud que acude a la filas del Cuerpo de Bomberos, no va en busca de glorias ni de conveniencias personales. Ella sólo ve en la institución un altar adonde se rinde culto al trabajo desinteresado, y se consagran los ideales más altos y las más nobles aspiraciones, haciendo el sacrificio de los egoísmos humanos, en vez de los holocaustos con que el paganismo rendía homenaje a la divinidad.
La juventud de Valparaíso que dio en el año 1851 el más alto ejemplo de civismo, creando una institución que ha sido y es y seguirá siendo hermosa manifestación de cultura y virilidad, y que ha sido, es y seguirá siendo el centinela avanzado de la ciudad y la mano providencial en todas las horas de peligros y calamidades, tiene derecho indisputable a los homenajes del reconocimiento y de la gratitud.
Rendimos aquí el tributo más preciado a que es dado aspirar, recordando que los Cuerpos de Bomberos de toda la República, son la resultante inmediata del ejemplo dado por los habitantes de Valparaíso, y que todos han nacido y han prosperado imitando las tradiciones consagradas en el transcurso de cincuenta años por el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso.
¡Honor a él y a sus fundadores!
Otra imagen histórica de los Bomberos de Valparaíso.
2ª Compañía Bomba "Germania" de Valparaíso, en 1888.

HUELLAS DE PERROS POR EL CEMENTO FRESCO DE CHILE (PARTE II): EL LADO MÁS PERRUNO DEL CRIOLLISMO, LA CULTURA POPULAR Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

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Un vendedor de bocadillos y huevos duros en su puesto, mientras un perro callejero lo mira atentamente esperando algún trozo de comistrajo o migaja, en fotografía de 1960 de la Editorial Zig Zag. Esta escena aún existe en todas las ciudades de Chile, porque ya es parte del paisaje cultural.
Asoma como un hecho irrefutable que el pueblo chileno ha vivido con un perro echado a sus pies: lo que acá hemos denominado como ese "pacto" cultural y ancestral. Es un contrato afectivo que es severo y exigente, por lo demás, pues el chileno que odie o maltrate a los perros es, sencillamente, un mal chileno. Y desgraciadamente, ya sabemos que hay muchos de ellos; más de lo que quisiéramos los rotos y los quiltros.
Aquí en nuestro país, pues, queda claro que el quiltro tiene su propia historia y legítima, sin necesidad de fusionarla a pastiches de situaciones inmersas en el romanticismo artificioso de "La dama y el vagabundo" de Disney. También hicieron su propio relato los muchos canes que han arruinado encopetadas presentaciones públicas y hasta distinguidas visitas presidenciales; o bien jugando alegremente con el agua del carro guanaco policial mientras la multitud escapa del chorro en los disturbios del centro de la capital, ladrando felices y abstraídos de los problemas mundanos, de nuestras irritaciones sociales. Son casi como un hechizo de venganza del pueblo contra sus propias clases gobernantes, en ciertos contextos.
Continúo aquí, entonces, con la serie de artículos que pertenecían originalmente a un proyecto editorial que no llegó a concretarse y, para no dejar de publicar el material, aquí lo he divido en la "cuestión social" de los perros durante la Colonia y durante la época republicana, y el capítulo anterior de ésta, relacionado con la presencia de perros nativos entre los antiguos indígenas del territorio chileno.
Un joven de Santiago junto a su perro, retratado en fotografía de la casa de Francisco L. Rayo hacia 1875. Imagen reproducida en la obra “Fotógrafos en Chile durante el siglo XIX” de Hernán Rodríguez Villegas (2001).
UN SÍMBOLO PEREGRINO. HUELLAS DE PERROS EN UN PAÍS-CAMINO
El perro acompaña al viajero y al peregrino como cómplice fiel de su dicha o camarada de su desgracia. Es, además, un símbolo arquetípico de intermediación, de dualidad y de escolta entre los difusos umbrales hacia los planos de la existencia extraterrenal: Anubis, el dios cabeza de perro y guía de los muertos, era representado en los jeroglíficos egipcios como un can echado en la tumba de su amo, custodiando su descanso; Cerberus, en cambio, porta y cautela las llaves de la entrada al inframundo, cual San Pedro de los avernos; y convertido en Cancerbero, el siniestro perro de tres cabezas y colas de serpientes, cuidará las puertas del infierno ad eternum. Lo propio hace el Garm nórdico en la entrada a los dominios de Hela.
El perro fue uno de los doce únicos seres vivientes que asistieron a la invitación extendida por Buda a todo el reino animal, para celebrar el Año Nuevo, siendo por eso que figura con un símbolo y cíclico año propio en el calendario de la astrología china. También aparece en la carta "El Loco" en el tarot, precisamente el arcano de la dualidad entre tiempo y espacio, en una actitud intrigante, casi como si intentara rectificar el andar a la deriva del personaje. Antiguamente, un can se veía a veces acompañando a Santiago Apóstol en las representaciones populares, pero de preferencia aparecerá siempre con San Roque. Ambos santos y peregrinos, por lo demás, pues el cristianismo también adoptó símbolos paganos como estos. Así, si los perros acompañaban antes a divinidades antiguas como Diana, la virgen cazadora, lo harán después con los santos: en la Recoleta Franciscana de Santiago aún puede ser admirada una hermosa efigie colonial de Santa Margarita de Cortona, la Patrona de los Penitentes, con el respectivo perro tirando sus vestidos y echado a los pies.
Es más: nuestra capital chilena, el Santiago del Nuevo Extremo, llámase así en alusión al centro de las peregrinaciones del Viejo Mundo, la de Santiago de Compostela, para muchos un reflejo terrenal de la Vía Láctea y de la ruta celeste hacia la Estrella del Perro (Sirio) en Canis Mayor y su duplicidad con Canis Menor; un camino misterioso tal como la Nueva Extremadura es, en este otro lado del mundo, el trazado de una ruta hacia el arcano polar; la marcha de la Cruz del Sur y de la estrella venusina, equivalente a nuestra propia procesión jacobea por el Austro; esa por la que se perdieron conquistadores, pioneros, cazadores de tesoros y buscadores de la mítica Ciudad de los Césares, todos acompañados de sus respectivos canes.
Chile es en lo fundamental, entonces, un gran camino desde las puertas de Arica y su esquina tripartita, hasta los confines magallánicos del continente, esos desde donde se da el salto hacia una continuidad antártica que en alguna primitiva época fue una misma tierra con el espolón austral sudamericano. Don Pedro de Valdivia adivinó esta característica de la Nueva Extremadura: en algún momento, todo su actuar parecía orientado a convertir su modesta Capitanía General sin oro ni riquezas, en una ruta hacia la terra non cognita del extremo planetario, las comarcas polares que los cartógrafos de la época como Ortelius y Mercator creían ilusamente a sólo un paso en el otro lado del Estrecho de Magallanes. Ahí esperaba consagrar el conquistador, quizás, su sueño de viva grandeza tronchado prematuramente en Cañete, hacia fines de 1553.
Es éste, acaso, el camino de las estrellas y de los perros, descrito por Alonso de Ercilla en "La Araucana":
Chile, fértil provincia y señalada
en la región antártica famosa.
Y es así que Chile acaba siendo el reflejo de este largo camino por la aventura histórica e iniciática: una gran carretera costanera, bordeada por el Pacífico y cercada por un inexpugnable pretil de cerros andinos, ése que nos dio "por baluarte el Señor" según la idea perpetuada por Eusebio Lillo en la canción nacional. He ahí el símbolo de nuestro "pacto" cultural con la figura del perro, del can del camino: porque en todo gran sendero de peregrinación hay perros, y siempre los habrá. Son casi necesarios entre sí, o tal vez simbióticos. Por eso, los pasos de sus patitas están marcados en toda esta vasta longitud, y no ha existido procesión o peregrinaje en Chile donde las caravanas no hayan estado acompañadas de quiltros salidos al paso, como no ha habido en Chile un acto público, campeonato deportivo o marcha política en las calles donde no haya aparecido al menos un perro arruinando las postales, pero viviendo en la alegría infantil de su especie dentro de nuestras amarguras sociales.
El "pacto" entre la chilenidad y el perro es, así, tan profundo como simbólico, por su propia naturaleza u origen, aunque rara vez se ponga atención a sus huellas en lo que alguna vez fue ese pavimento fresco de nuestra cultura. Aun así, lo mantenemos vigente en todos nuestros ámbitos domésticos, laborales, familiares y sociales, incluso sin advertirlo, como un paradigma de constante y permanente apelación.
Ovejeros cabalgando junto a sus perros, imagen de Miguel Rubio, 1960.
Siempre tendremos un perro metido en los actos públicos, como éste, durmiendo entre las autoridades civiles y militares del acto de Conmemoración de la epopeya del 21 de mayo, en el monumento de Mapocho a los héroes de la "Esmeralda", en 2013. Estamos tan acostumbrados a las travesuras de estos canes de calle que ya ni siquiera molestan. De hecho, el de la imagen se llevó varias caricias de los invitados durante el emotivo y solemne acto, sin que alguien se sintiera incomodado con su presencia.
CREENCIAS, MITOLOGÍA Y SUPERSTICIONES CANINAS
El perro también logra alcances misteriosos en el imaginario popular. Abundan en esos bosques de folklore los perros diabólicos, los hombres-perros y las supersticiones asociadas a aullidos o ladridos. Los perros negros, por ejemplo, pueden ser entes venidos de un mundo tenebroso y paralelo, especialmente si aparecen por las noches y rodeados de circunstancias extrañas. El Diablo llega a castigar o poseer a los humanos, convirtiendo al condenado en un perro, como recuerda Oreste Plath en su artículo "El perro y el pueblo chileno" de una revista "En Viaje" de 1955.
A su vez, cuando el soberano señor del Pandemónium se presentaba en los campos adoptando la forma de un rico y elegante huaso, los perros lo delatan aullando frenéticamente a su paso y en todo su derredor. Sólo se callan cuando el Príncipe de las Tinieblas por fin se marcha, según lo que informa Francisca Vargas en su trabajo titulado "El diablo en tiempos de la Colonia", publicado por una revista "Patrimonio Cultural" de 2007. Y es que los perros pueden anunciar variadas presencias malignas y peligrosas, dice Plath: cuando aúllan o lloran varios de ellos durante la noche porque el Diablo anda suelto nuevamente, deben colocarse con urgencia en forma de cruz los zapatos. Para otras tradiciones, dice Julio Vicuña Cifuentes en "Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral chilena", que este aullido general también puede ser anticipo o anuncio de algún temblor.
Si los mismos perros no dejan dormir bajo una noche de Luna anunciando un sismo, el asecho de la muerte o del propio Diablo otra vez, se debe rezar la siguiente oración transcrita por Plath en su "Folklore religioso chileno":
Santa Ana parió a María
Santa Isabel a San Juan
con estas cuantas palabras
los perros han de callar
Conjurar a San Roque, el abogado contra las pestes, epidemias o pestilencias y que también suele ser representado como un peregrino acompañado de un perro como hemos visto (en su caso, uno llamado Melimpo), ha sido otro recurso eficaz para callar a los canes que perturban el sueño y llaman al desvelo, como también reporta Plath:
San Roque, San Roque
que calle ese perro
antes que den las doce
Según una leyenda, además, el padre jesuita Nicolás Mascardi, infatigable buscador de la Ciudad de los Césares, en el siglo XVII aplicó la imagen de la reliquia de San Ignacio para romper el conjuro de un hechicero oscuro a una india adolescente de 14 años, haciendo el Diablo saliera de su oído izquierdo en forma de un enorme perro negro.
El paso de la Muerte también excita el aullido masivo de perros, rompiendo las tranquilidades del sueño en las noches cuando baja a buscar algún alma, pues al parecer los canes son buenos receptores del temido ángel negro. Entre comunidades aymaras del Norte de Chile, dice el padre jesuita hispano-boliviano Xavier Albó en "La experiencia religiosa aymará" que, todavía hacia la segunda mitad del siglo XX, se sacrificaba a los perros ahorcándolos cuando su dueño había fallecido, pues la creencia dice que debían establecerse claras diferencias limítrofes entre el mundo de los vivos y los muertos, incluyendo a los perros que eran de su propiedad. Y mucho más al Sur, en procesos judiciales ejecutados en julio de 1953 en Valdivia por un parricidio entre mujeres mapuches de la zona, se testifica que la aparición fugaz de un perro colorado es anticipo inmediato de la muerte de un infante y de una extraña dolencia en que el vientre de las mujeres se hinchaba como si ella estuviese embarazada, luego sintiendo vinagreras.
Cuenta otra leyenda de cierto perro gigante en algunas zonas de Chile central, que salía al paso de los viajeros de montura y los acompañaba en su cabalgar volviéndose cada vez más grande durante el viaje, hasta alcanzar el tamaño del caballo mismo, historia también recopilada por el infatigable Plath en su "Folklore chileno". Y Jaime Quezada cuenta en "Leyendas chilenas" que, en Quilleco, existía también la leyenda de la Chascuda, una temida y peligrosa mujer vieja y vestida de negro que se aparece a los jinetes adoptando la forma de un oscuro perro terrorífico. Parecido a lo que sucede con la misteriosa bruja llamada la Calchona, que asume la forma ovejuna pero que en algunos lugares se interpreta como la de un can parecido a un Terranova de lanas muy crecidas, que arrastra por el suelo en su vagar, aunque sin causar daño según informa Vicuña Cifuentes:
"Corre por el campo ladrando incesantemente, y cuando los perros la oyen, se amedrentan y prorrumpen en aullidos muy tristes. La Calchona, sin embargo, no hace daño a nadie, como lo puede asegurar el mismo informante, que se encontró con ella varias veces en caminos solitarios".
Y, como no podían faltar, los brujos chilenos asumen por su lado características de perro, facultad que se les reporta en todo nuestro territorio, pues porque en todo el mismo hay perros. Curanderos y meicas recomiendan como expectorante y purgante la llamada "hierba de los perros" o "pasto del perro", correspondiente al lanco (Bromus unioloides). Vicuña Cifuentes agregaba que una tradición más de nuestro pueblo, aseguraba que si se sale a la calle en la noche de Año Nuevo y lo primero que se ve es alguno de los perros que andan habitualmente por ellas, es augurio de un pronto matrimonio.
El perro protagonista de las “Memorias de un perro escritas por su propia pata”, de Juan Rafael Allende, en 1893, visitando el altar de San Roque, el santo de los canes.
EL PERRO EN LA TOPONIMIA CHILENA
Si bien la figura directa o connotada de los perros en la cultura popular de los medios de comunicación nacionales reaparece también con varios ejemplos que podríamos considerar más bien recientes, la presencia canina en Chile ha generado algunas curiosidades toponímicas de larguísima data, no siempre bien acatadas ni comprendidas por la sociedad de nuestros días, pues la memoria original que les dio nacimiento se ha ido perdiendo y tergiversando. Esto es algo ancestral, y ya hemos visto algo sobre sitios geográficos cuyos nombres aluden a los perros que los indígenas mapuches conocían como treguas y quiltros, en nuestro artículo sobre los posibles perros originarios del territorio chileno.
Habiendo, por ejemplo, varios casos de calles que han sido denominadas o apodadas "de los perros", destaca el caso de una arteria en la comuna de Maipú con el curioso nombre del Callejón de los Perros, que muchos vecinos consideran humillante o peyorativo y que -según cuentan ellos mismos- fue motivado por la gran cantidad de canes vagos que vivían allí, junto a las aguas del viejo curso de regadío que todavía existe en el sector, conocido como el Canal Ortuzano.
Otra referencia sobre la cantidad de perros que hormigueaban por la capital chilena del siglo XIX, la da el hecho de que el tramo que hoy conocemos en calle Miraflores llegando al río Mapocho, segmento final que se abrió recién hacia 1830 con el nombre de Nueva de la Merced (luego que los padres mercedarios dueños de esos terrenos lo permitieran), fue apodada largo tiempo por los santiaguinos como la Calle de los Perros, apelativo "harto merecido" según Benjamín Vicuña Mackenna en su "Historia crítica y social de la ciudad de Santiago desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868)", dada la gran cantidad de canes que vagaban por allí y que fueron víctimas también de los exterminadores o mataperros de la época.
También han existido accidentes geográficos o rocas de sierras y playas aludiendo a perros en sus nombres. Hasta hace un par de décadas, por ejemplo, existía hacia el interior de Pirque junto a los bosques del Estero el Coipo, un peñón coronado por una gran piedra de color claro que era conocida por lugareños y visitantes como la Cabeza del Perro. Esta formación, aparentemente natural, fue destruida al parecer por canteros que buscaban material.
Al interior de la Región de Antofagasta, en la Sierra del Buitre y el sector de Alto del Portezuelo, existe un cerro un un pequeño estero llamados Perrito Muerto. El mismo nombre recibía una quebrada en la Caleta Cascabeles de la misma región. Y en las cercanías de Chañarcillo, llevando agua desde la antigua Estación el Pabellón, había un hilo de agua que era conocido por los mineros como Agua de los Perros. El mismo nombre recibe un manantial que empalma en la Quebrada de Potrerillos, cerca de Paipote. Y en la Quebrada del Río Tascadero, en la Región de Coquimbo, estaba el Potrero de Los Perros. En la Quebrada de Los Pelambres de Cuncumén, está el llamado Manantial del Perro. En la desembocadura del Río Rapel se halla la Punta del Perro. Y en Pichilemu está la Laguna del Perro, bello paraje hasta donde llegan practicantes de deportes al aire libre, la pesca y el camping. También es un lugar misterioso, con sus propias historias, que hasta no hace tantas décadas resultaba bastante poco conocido para quienes no eran residentes de la zona. Manuel Rojas habló hermosamente de ella en uno de sus artículos reunidos después en la compilación "A pie por Chile".
Un caso más lírico y estético es el del puente del Salto del Perro, que puede conocerse en la zona precordillerana de Quilleco, sobre las aguas del río Duqueco en la Región del Biobío. Se trata de un lugar con un puente más bien rudimentario pero seguro, en un escenario bucólico en donde el perro adquiere una connotación poética para la leyenda que origina el nombre: aludiría a un salto de un misterioso can hasta las aguas del río mientras acompañaba en su fuga a un reo prófugo que llegó a la orilla acompañado del animal, creyendo que su carrera había finalizado allí en el borde, hasta que decidió imitar al valiente quiltro para escapar de sus captores, consiguiéndolo. Otros cuentan por allá que el nombre surgió porque uno de los constructores del puente tenía un pequeño perrito que se entretenía dando saltos a las frías aguas del mismo río.
Islas completas fueron llamadas con alguna alusión canina, como Mas Afuera o Isla de los Perros, hoy Alejandro Selkirk, en el Archipiélago de Juan Fernández, apodada así por la cantidad de canes salvajes que quedaron como catastrófica intervención humana a partir de 1675, cuando el almirante español Antonio de Veas desembarcó perros mastines en islas con la intención de que redujeran a las cabras que con frecuencia iban a cazar para comer los piratas que merodeaban por el Pacífico. Al final, fue cambiar un problema por otro.
En el Golfo de Ancud, en cambio, está el Islote de los Perros, también llamado Isla Olvidada o Isla de Las Perras, vecina la Isla Llancahué. Y en plena Patagonia Occidental, en el Lago General Carrera, está la gran Roca del Perro, que semeja a la cabeza de un can de orejas caídas, mirando hacia sus aguas.
En la Región de Magallanes, en el Archipiélago de la Reina Adelaida, está la Isla Pedro Montt con su Bahía del Perro. Y también en Magallanes, está la Isla Esfinge cerca de los canales Cutler y Molina, cuyo nombre se debe a que parece la representación de un perro echado sobre sus patas y con la cabeza levantada mirando hacia el Este. Esta isla está al centro del Golfo de Jaultegua y, como hemos dicho en la primera parte de estos artículos, en mapudungún se llamaba tegua o tregua a los perros, por lo que parece haber influido en la denominación local.
Niñas "de medio pelo" (según el autor) tomando mate y con lo que aparenta ser el respectivo quiltro a sus pies, en grabado publicado por Recaredo Santos Tornero en su “Chile Ilustrado” de 1872.
Un oficial de la Armada de Chile junto a su perro, en la Base "Arturo Prat" del Territorio Antártico, en fotografía de 1958 de Editorial Zig Zag. Los perros han sido una compañía no sólo necesaria, sino que además muy querida en la conquista de territorios extremos.
HERALDO POPULAR Y FOLKLÓRICO
Es por lo expuesto y por mucho más que nos queda, entonces, que el perro constituye un elemento tan presente en el colectivo nacional, consciente e inconscientemente, apareciendo con insistencia en el lenguaje, la toponimia y la etimología en nuestra vida diaria y doméstica: desde los "perritos" para colgar ropas hasta las cuñas para apretar hojas de impresión, como recalca Plath. Así se explica el mismo autor, además, que en la tradición oral chilena la figura del perro emerja con expresiones tan ingeniosas, como las siguientes que indica en su artículo "El perro en el folklore chileno" de revista en 1954:
  • "Noche de perros" (noche inclemente o dura)
  • "Atar los perros con longanizas" (dar grandes beneficios sin esfuerzos, trabajos ni sacrificios de ningún tipo)
  • "Ni en pelea de perros" (no conocerlo o rebajar el conocimiento de una persona)
  • "La vuelta del perro" (una vuelta larga y sin asunto)
  • "Lo tienen como perro de solterona" (el mimado)
  • "Perro de circo" (es el muy bien enseñado y obediente)
  • "Sólo para perros" (frase que se escribe en las paredes de ciertos rincones, en los que el transeúnte se aprovecha para orinar)
  • "Quiltras" o "aquiltradas" (para referirse a las prostitutas callejeras de poco refinamiento)
  • "Más agradecido que un quiltro" (contento del favor)
Ya había escrito antes Plath, en su "Grafismo animalista en el hablar del pueblo chileno" de 1941, algo que va ampliando y confirmando las muestras de la penetración conceptual de las alusiones al perro en el lenguaje que intima más profundamente con nuestro propio ser nacional:
"El andariego es ‘pata de perro’, el vagabundo es ‘mata perro’, el leal es ‘fiel como perro’. El que burla un pago hace ‘perro muerto’. ‘Cara de perro’ es un acuerdo entre jugadores que lo que se gana en comida se lo sirve solo, no le convida al perdedor. Cuando se vive mal, la ‘vida es perra’, tiene ‘mala pata’ o está ‘bien p’al gato’.
El roto tiene gran cariño por el perro, y en sus largos viajes ha emigrado con su ‘quiltro’. ‘Patipelados’ –pata pelada, pie descalzo- hay que comparten su poca ración con su fiel compañero.
Se señala el apuro ‘a espeta perros’; se acusa al cansancio con ‘cansado como perro’. Si es tenaz, es ‘perro de presa’, y si se le desea despreciar, es ‘hijo de perra’. Cuando un niño salta de contento, es como un ‘quiltro en carretela’. El desordenado, el que deja las cosas en el suelo, le dicen que las guarda en el ‘ropero del perro’. Si es valiente, es ‘macho’, y si es testarudo, es ‘porfiado como macho’."
El perro es, así, un engrane cultural importante en la consonancia chilena, tanto en su cotización como ser viviente y virtual mascota, como en su signo más penetrante y hondo. Los apedreos en las poblaciones pobres al camión de la temida perrera municipal que otrora secuestraba los quiltros callejeros para darles muerte y cremarlos, son producto de ese mismo impulso esencial e intestino de nuestro pueblo, manifiesto más actualmente en indignados estudiantes universitarios haciendo campañas contra los exterminios de canes por envenenamiento dentro de los terrenos de la ex Escuela de Artes y Oficios de Santiago, actual USACH, donde irónicamente se los homenajea con un espacio llamado Patio de los Perros, hasta con estatuas incluidas, copias de modelos decorativos franceses.
Hay algo que secretamente inclina al espíritu local no sólo a aborrecer el abuso contra el perro cual si fuera éste patrimonio propio y como si cada ciudadano fuese el amo putativo de todo quiltro y huacho, sino también a identificarse con el can y sus desdichas como una alegoría de la propia vida humana. El perro callejero o del camino se constituye como heredad de todos, con derecho a redención y a lustre. Como habitantes de esta larga carretera chilena que ya hemos descrito, desde el desierto hacia el polo, entonces, nosotros también somos los canes andariegos de nuestro propio hábitat: el perro es, acaso, nuestro emblema y animal heráldico no reconocido.
Tampoco habrá de sorprender, por lo tanto, la presencia que ocupa su estampa en el legendario y la creación folklórica nacional, que también resulta de un mestizaje base entre tradiciones hispánicas y las indígenas… Es decir, de nuestro propio quiltrismo. A su manera, una antigua cueca del folklore popular decía lo mismo sobre la identificación del roto con el perro, con el título "Después que fui roto niño":
Después que fui roto niño
y por hombre respeta'o
me queda el puro ladri'o
como al perro descula'o.
Y otra por el estilo, titulada "Yo nunca he ofendi'o a nadie", insistía en la misma comparación como algo enaltecedor:
Yo nunca he ofendi'o a nadie
soy más humilde que un perro
y el que se meta conmigo
tiene que pelear a fierro.
Abundan los perros picantes chilenos con nombres como Fido, Firulai, Pepa, Cholo, Bobi y Cachupín, popularizado este último en los chistes veloces del humorista Álvaro Salas. Los más finos también tienden a nombres con algo de respaldo implícito: Leslie, Aline, Urano, Hans, Bagual, Halcón, recordamos. Y como decía Plath, otros nombres (quizás la inmensa mayoría) lindan en la auténtica extravagancia nominativa, de los que hemos conocido algunos tales como Atari, Cabezota, Califa, Calígula, Canela, Chulo, Chucknorris, Copérnico, Gavilán, Halcón, Huesito, Juanito, Kilimanyaro, Lanudo, Lukas, Manchitas, Mascalauchas, Nerón, Pintas, Pucky, Pulguitas, Pipeño, Rambo, Rasqueli, Rocky, Rucia, Shakespeare, Trauco, etc. Los llamamos por nombres extraños pero vinculados de alguna manera con la identidad del propio animal así bautizado, de la misma forma en que nos tratamos coloquialmente con apodos entre nosotros mismos, reafirmando algún paralelismo connatural.
Plath también advirtió este descrito "pacto" entre chilenos y perros; rotos y quiltros. Pero notó su fragilidad y sus puntos débiles, al señalar la comentada falta de regulaciones y responsabilidades. Una convención espiritual única, pese a todo, que describe en términos magistrales al hacernos ver la penetración innegable del perro en la cultura chilena en su artículo "El perro y el pueblo chileno":
"El hombre del pueblo está animado por un amor entrañable a los perros.
Viajeros cultos y escritores se han sorprendido de la vida libre, callejera, que vive el perro en Chile y el innegable cariño que el pueblo le profesa. Y este afecto lo han querido hacer derivar del indio araucano, que tenía y tiene especial predilección por los quiltros; otros lo ven como una necesidad determinada por el medio físico, geográfico: la salvaje aspereza de las montañas, lo solitario del océano, la crueldad del desierto, harían que el hombre recurriera al perro como a un compañero; y no han faltado los que creen que el minero necesita, en su silencio y en su soledad, de la compañía del perro; que el baquiano lo tiene como guía; el ovejero y el vaquero, como ayudante. Y habría también el aspecto o esa condición que posee el pueblo para sentir a los que sufren en su mismo mundo, en su mismo universo, ya sean hombres o animales, especialmente perros.
Parecería que hubiera una consubstanciación entre el hombre y el perro que soporta los más estrafalarios nombres, con los cuales se puede formar una curiosa y divertida lista".
A falta de peluches, los perros fueron la compañía de los niños en los conventillos antiguos y en los villorrios. Niños y perros aún se confunden aún en el campo: participan de los mismos juegos, las mismas excursiones y las mismas caminatas interminables al colegio. En la zona de Parral, las abuelitas tejían collares con pelos de perro choco o crespo para colocarlo en el cuello de niños a los que le estén saliendo los dientes para que no se enfermen, de acuerdo a lo que reporta Vicuña Cifuentes. El mismo autor dice algo de un juego que todavía existía en tiempos relativamente recientes: una antigua tradición infantil según la cual se podía fastidiar a un perro evitando que defeque y poniéndolo estítico mientras trataba de evacuar, cruzando los dedos meñiques de la mano entre dos personas y tirándolos en el momento cada uno hacia su lado, mientras se pronuncia "¡Tate, tate!". Y alguna vez, también fue popular entre los chiquillos el refrán que recuerda Plath en "Folklore chileno!:
Calabaza, calabaza
Cada perro para su casa
Pero otras veces, como hemos visto, los perros también fueron víctimas más de las crueldades que de la mera diablura rapaz. Desde tiempos de la Colonia y como también ha sucedido en otras tierras, a estos chiquillos equivalentes a los pelusas de hoy les llamaban los mataperros, término que llegó a tener notoriedad acá y por largo tiempo más en los años de la República. Aunque vimos que así eran denominados también los vagabundos, el nombre se extendía a los cabros chicos criollos que se tiraban piedras en el río Mapocho en los primeros años del siglo XIX.
La familia de especies perrunas según el "Bestiario del Reyno de Chile" de Lukas, publicado en 1972. Aparecen el Perro, el Gallo Aperrado y el Gallo-Pateperro. Con estas caricaturas, Lukas nos advirtió de la existencia de una cultura "canina" en parte de nuestra propia chilenidad.
"Perro rojo", cerámica de Talagante en el Museo Histórico Nacional. Figura rotulada sólo como "cerámica moldeada y policromada" del siglo XX, de autor anónimo.
EL CHILENO ES LO QUE LADRA: IDENTIDAD Y ANALOGÍAS
Resulta interesante que el cronista Diego de Rosales también le reconocía tempranamente una característica especial a estos perros chilenos, casi elogiosa, a los que describe de la siguiente manera en su "Historia General de el Reyno de Chile Flandes Indiano" de principios del siglo XVII:
"Los perros de Chile participan del clima la valentía y braveza de los indios, y así los llevan al Perú por de mucha estima y salen muy valientes y feroces. Perdigueros hay muchos, y galgos muy diestros en la caza, particularmente de guanacos y avestruces, que con maña les saben hurtar la vuelta, y entre los puelches es una paga para comprar una mujer un perro de estos cazadores o perdigueros, porque las perdices de esta tierra no vuelan por lo alto, como las de Europa, sino que de la tierra se levantan y dan un vuelo y van a caer a la tierra, y luego al segundo vuelo vuelven a caer y no pueden volar más y las cogen los perros, que las van siguiendo como van volando, y en cayendo las cogen y sacan por el olor, aunque más se escondan entre las matas. En la Mancha las cazan del mismo modo en tiempo de calor, con lo ardiente del sol, pues sin eso burlan más".
Sin embargo, uno de los primeros cronistas y estudiosos que advirtieron esta estrecha relación entre los chilenos y sus perros, particularmente en la actividad del arreo de ganado (que no es menos dura que la minería o la pesca a las que nos hemos referido ya), parece haber sido Claudio Gay, quien escribió hacia 1860 en "Historia física y política de Chile. Agricultura", refiriéndose al sacrificado trabajo de los vaqueros criollos en la entonces joven República:
"Así pasan el día entero en caminatas, no volviendo a veces a su casa sino dos o tres días después y aun en más ocasiones, y no desmontándose sino para hacer sus comidas siempre muy modestas y compuestas las más de las veces de un panecillo y un pedazo de queso, en otras de harina tostada solamente y muy rara vez de un poco de charqui. La cantidad de estos víveres es por lo general harto reducida para obligarle a dejar en ayunas a los tres, cuatro y hasta diez perros compañeros inseparables de sus excursiones, y que a pesar de su vida de privación y miseria le tienen siempre un sincero apego. Es verdaderamente curioso y digno de toda compasión ver a estos fieles animales en una flacura extrema no alimentándose a veces sino con las inmundicias de los animales muertos que encuentran en el camino o con excrementos humanos, y con todo siempre atentos a las órdenes de su amo, buscando en sus gestos, en sus miradas una señal cualquiera para adelantarse a su mandato. Su utilidad, sin embargo, es digna de mejor suerte, señalándose sobre todo en los lugares cubiertos de espesos matorrales, que recorren en todos sentidos para detener a los bueyes y obligarles a salir. Su valor y arrojo no son menores cuando necesita velar por los rebaños, ahuyentar el zorro, y aun el león del país a los que llegan a vencer a pesar de las heridas, muy peligrosas a veces, que reciben en el combate. Para estos últimos servicios los chilenos han desarrollado entre ellos diversos instintos que conservan perfectamente en la raza y que forman los perros leoneros, zorreros, etc." .
A pesar de las observaciones del científico francés, al extranjero en general y al hombre de otras tierras o de otras costumbres, no siempre le ha agradado este vínculo entre chilenos y perros, hiriendo su más esencial sentido gestor de miramientos. Si para algunos de ellos resulta una escena pintoresca e insólita ver quiltros caminando como personas por las calles y comprobar la verdadera ganadería informal perruna que algunos campesinos o ancianos solitarios mantienen, para otros esto ha sido un espectáculo chocante y reñido con todo concepto de la civilización.
Edward Poeppig, por ejemplo, miraba con asco tanta cercanía de los chilenos con sus perros y le adjudica a tan inexplicable sociedad la presencia de las pulgas en las zonas habitadas de entonces: "Contribuyen a ella la mala costumbre de los chilenos de rodearse siempre con verdaderos rebaños de perros inútiles", escribía al respecto, arrugando la nariz en "Un testigo de la alborada de Chile (1826-1828)".
Somos, pues, los habitantes de un país perruno, con tradiciones, mitos y cultura exponiendo rastros caninos; crónicas del camino chileno y sus guardianes o escoltas. Unos perros serán más finos que otros y también lucirán sus abolengos, pero el quiltro sigue siendo, indiscutiblemente, nuestra representación más fiel del mestizaje en este sendero histórico, equivalente al roto en la realidad humana nacional, como hemos visto y seguiremos viendo. Y donde quiera que estén quiltros y rotos, ambos marcharon juntos, porque son parte de un mismo origen y convocados a un mismo destino: en el campo, en la carpa de circo, en la calle, en la taberna o en el teatro de la guerra. Durante la Guerra del Pacífico, pues, abundaron los quiltros acompañando regimientos del Ejército o a bordo de las naves de la Escuadra Chilena, escenas que se repetirán en la Guerra Civil. A veces, había un perro principal que recibía el nombre de la unidad militar que lo había adoptado.
Manuel Jofré, en su artículo "Un pueblo generoso" de revista "En Viaje" en 1962, también fue capaz de ver y difundir este contrato de íntima integración que suele tener el perro con las familias modestas del pueblo chileno donde es adoptado, describiéndolo de forma no menos poética que otros autores contemporáneos suyos:
"…no falla en el familiar el clásico perro, ‘el quiltro’, compañero inseparable de alegrías y sinsabores de nuestro pueblo, meneando siempre su rabo en medio del enjambre de chiquillos. El perro parece asimilarse a la sicología del hogar y cuando ve que hay poco, con cara melancólica nada pide, pero cuando hay felicidad no disimula su contentamiento moviéndose de un lado para otro".
La chilenidad del roto se refleja también en ese quiltro, entonces, aunque algunos se empeñen en querer demostrar que todas estas relaciones resultan sólo de construcciones artificiosas de identidad: ambos surgen de una cruza base más un montón de experimentos y nuevas mezclas en el camino. Varias adiciones, quizás, le suben el pelo en el trayecto, pero de todos modos continúan dando sus pisadas en una permanente y perpetua orfandad. Ninguno de los dos es un bonito resultado final, pero caen bien y se hacen su fama: ríen con la misma energía que ladran, pues pueden ser tan simpáticos como bravos; tan flojos como trabajadores según la motivación de la demanda, y sus historias se han escrito con la tinta sempiterna del dolor y del esfuerzo, de las privaciones y de los sacrificios.
El roto y el quiltro, además, son versátiles y sobrevivientes, funcionan igual de bien en la pacífica carreta de las procesiones de Cuasimodo como en el batallón militar marchando al combate; viven los placeres mundanos y buscan el cielo, dependiendo de cuándo sea necesario lo uno o lo otro. Los chilenos de trabajo duro y formados en el ambiente más rudo de la existencia, han sabido consagrarle su altar de vida al fiel can que los secunda en toda aventura. En las tradiciones de los mineros del carbón de Lota, todos rotos de pura cepa, los perros han sido considerados siempre los más leales compañeros de jornadas y tenían ganado un trato especial, como anota Plath en "El folklore del carbón":
"Algunos perros solían, también, acompañar diariamente a sus amos al interior. Se echaban cerca de sus ropas y ahuyentaban a ratones y a los extraños que pudieran acercarse".
Su función no era sólo de resguardo terrenal, sin embargo: agrega el autor que estas mascotas también espantaban a los malos espíritus y fantasmas de las minas, que eran muy temidos por los trabajadores. Como intermediarios, pues, los perros "ven" presencias que los humanos no pueden, incrementando con ello la fortuna de quienes asumen tan peligrosas faenas donde sólo la superstición puede dar calma y serenidad a los espíritus. Los pescadores también han dispuesto desde hace siglos de su leal compañía, arriba y abajo de los botes. Por eso los muelles chilenos suelen estar llenos de perros, a veces disputando con los grandes pelícanos las tripas y las cabezas de los pescados.
El chileno pobre, el hombre de pueblo idealizado en nuestra comprensión compuesta y representado en personajes de historietas como "Perejil"de Lugoze, "Condorito" de Pepo o "Juan Verdejo" de Coke, sirve para maestro chasquilla, peón o guardia, de la misma forma que el perro huacho adoptado en el campo, en la plaza o en la carretera a ninguna parte, sirve de cazador, pastor de ganado o vigilante. Y si se degradan al fondo de su existencia, cuando la decadencia los supera, tanto el roto como el quiltro pueden volverse juntos mendigos, pordioseros. No es de extrañar que muchos indigentes chilenos, presas de su respectivo cortocircuito mental con la sociedad imperante y con la civilidad, se refugien en la vida callejera acompañados con jaurías de sus fieles perros, que cuidan como verdaderos hijos compartiendo sus miserias, bocados y el calor del contacto durante las noches. Hace algunos años, todavía había famosos ancianos vagabundos y barbudos con esta práctica de vivir entre perros y cuidarlos al punto de tenerlos arropados en el frío, como uno del paradero 14 de Avenida Vicuña Mackenna y otro del sector Argomedo con Carmen en Santiago Centro. Peor aún ha sido cuando ambos, hombre y perro, pueden llegar a tocar fondo como bandidos y cuatreros, también actuando en sociedad, como una pandilla armada de corvos y colmillos.
Los dos son símbolos en extinción, por cierto, que empiezan a ser aplastados por la transculturización y el pauperismo social que cala en nuestra modernidad: mientras los espacios que antes pertenecían a los rotos comienzan a ser ocupados ahora por gandules y gañanes de frustración caribeña, los quiltros están cada vez más en las calles y menos en las casas, donde la compensación de inferioridades humanas tiende a preferir con exhibicionismo y ostentación razas de perros agresivas, intimidantes y catalogadas como peligrosas. Evidentemente, se trata de un espejo del tiempo que nos toca: los referentes del roto y del quiltro se diluyen y se esfuman con el propio sentimiento de chilenidad, quizás demasiado frágil y artificial como para enfrentar la marejada globalista.
Oficiales en la cubierta de la cañonera "Magallanes" tras haber llegado a Antofagasta luego del combate de Chipana, en 1879, con al menos dos quiltros acompañando fielmente a la tripulación y considerándoseles como parte de la misma. En la escena aparece el propio Capitán de fragata Juan José Latorre, el cuarto de los sentados en la base del cañón (de derecha a izquierda).
Niños muy pobres acompañados por su leal quiltro flaco, en imagen publicada para el trabajo “Niños de Chile” de Cecilia Urrutia, por la Editorial Quimantú en 1972.
POLICÍAS DE CUATRO PATAS
La tendencia del siglo XX pareciera que continuó con la incorporación de perros de pedigrí a la familia canina nacional, también entre organismos uniformados y de policía civil. Cosas nuevas comenzaron a ocurrir en esta etapa de la historia perruna chilena.
Los llamados perros policiales siempre han formado parte de las instituciones encargadas del orden y la seguridad en Chile, probablemente desde tiempos coloniales, pero la connotación "policial" en los canes, como sabuesos, es más bien algo de los últimos cien años. La Brigada de la Policía Civil, antecedente de la Policía de Investigaciones fundada en 1933, comenzó a utilizad un perro pastor llamado Fritz en 1915, can que pasó a ser el primer perro policía de Chile, en la dotación de la ciudad de Valdivia.
Aunque los perros comenzaron a ser empleados reglamentariamente por la institución hacia 1947, durante el año 1954 se fundó en la Escuela de Carabineros de Chile la Sección de Perros Policiales que, a principios del año 1956, pasó a ser el Curso de Adiestramiento Canino. El departamento permaneció por dos años más al mando del Capitán Mario Fuentes García y, para la formación educativa de los canes, se dispuso de la asesoría del experto alemán Carlos Fisher Voight, quien era además juez internacional de razas, por lo que su aporte a la cultura canil en Chile puede ser importantísima, sumado a los progresos en instrucción y veterinaria que esta sección policial tributó a nuestra tradición perruna .
El jurista Emilio Maldonado Ferrada escribía en 1963, en su estudio "Algunos aspectos de la función policial frente a la legítima defensa" de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, refiriéndose a los perros de la Sección de Adiestramiento:
"Estos animales, convenientemente adiestrados, son un valioso auxiliar del Carabinero en el ejercicio de su función policial. En su corta trayectoria han tenido hechos destacados en la represión de la delincuencia y varios ejemplares han caído ultimados por el hampa. Jurídicamente, el perro es una cosa corporal, mueble, semoviente. Pero, dado que este animal puede ser dirigido con relativa precisión contra un objetivo determinado, viene a resultar que para el Carabinero es un arma ofensiva o defensiva, según el signo que sé le represente. En tales casos resulta ser el propio policía el sujeto de ataque o de defensa".
En 1966, se creó el Grupo de Adiestramiento de Perros Policiales, que estaría especialmente encargado de ejecutar los cursos. Las presentaciones de sus perros al servicio de la institución policial eran de gran atracción para el público y especialmente para los niños, más acostumbrados a los poco elegantes quiltros domésticos, menos disciplinados, de menor envergadura y con el glamour de una mosca. El buen entrenamiento permitía que los chicuelos se acercaran a acariciarlos y que éstos respondieran mansamente, dándoles alguna ancha pata como saludo, educación y docilidad que no fue óbice para que reaccionaran con reconocida y programada ferocidad contra los delincuentes y los enemigos de la fuerza pública, como se comentaba en el artículo editorial "El perro, amigo de ayer, de hoy y de siempre" de la revista "En Viaje", en febrero de 1964. Todavía a principios de los años setenta se hacían estos pasacalles y grandes presentaciones públicas con los canes de la institución, en ocasiones por la Plaza de la Constitución frente al Palacio de la Moneda.
Sin embargo, en la vida rural la situación era bastante menos pintoresca y tierna. Tanto carabineros como otros grupos de acción policial que operaron hasta mediados del siglo y aun un poco más allá, los perros pastores alemanes fueron famosos por responder con violencia a la violencia, ayudando a destruir a pandillas de bandoleros, cuatreros y abigeos que plagaban los campos desde hacía larga data. También resultaron fundamentales para la vigilancia y la prevención de los delitos amparados por la vida en parajes lejos de la civilización y del imperio de las leyes. El crecimiento del flagelo de la droga y sus tráficos ilegales por el país dio mucho más empleo a estos canes y otros nuevos que comenzarían a incorporarse.
Desgraciadamente, esta experiencia y las capacidades intimidantes propias de los perros policiales han sido usados en más de una ocasión contra la sociedad civil y los inocentes, especialmente cuando se trata de huelgas o movilizaciones políticas. Ya conocieron de sus ferocidades los campamentos paralizados de los mineros del cobre durante los días de la Unidad Popular (además, la dotación había crecido en 1971 debido a donaciones), provocando protestas en el Congreso Nacional, y después probarían esas temibles fauces muchos más compatriotas durante los días de rigor militar que sobrevendrían al Golpe Militar de 1973, cuando la orden era disolver todas las manifestaciones. Como decía Maldonado Ferrada en sus líneas, pues, es el hombre el que convierte al perro en un arma y no al revés.
Con el tiempo, tras esas primeras generaciones de perros pastores alemanes que algunos suponen popularizados por los inmigrantes germanos que llegaron al Sur de Chile, la raza comenzó a quedar ocupada exclusivamente para las descritas funciones de seguridad y orden, en lo que se refiere a control de muchedumbres y disuasión de potenciales actos de violencia (calles, estadios, espectáculos, etc.), pues su temple y carácter era el apropiado a estas labores. Esto se hizo claro especialmente en los servicios de tales perros en el Grupo de Operaciones Especiales (GOPE) a partir de su creación den 1979, razón por la que muchos lo señalan todavía como otro resabio dictatorial, aunque es verdad que asumieron funciones que ya estaban en la competencia y práctica de la institución de Carabineros de Chile desde mucho antes, sólo formalizándose en un grupo especial a partir de entonces. En algunas imágenes antiguas, además, ya se ven lo que aparentan ser perros de raza doberman o parecida para estas funciones y salidos de la misma unidad de adiestramiento.
Conforme iban creciendo las funciones y los desafíos institucionales, nuevas razas irían siendo incorporadas al programa de adiestramiento para labores policiales, valiéndose de las características inherentes a ellas. Los perros de rastreo de personas, búsquedas de cuerpos y detección de explosivos o drogas en Chile han pasado a ser fundamentalmente los labradores, conocidos por su docilidad y mansedumbre. La raza golden retriever, en cambio, si bien destaca también por su olfato extraordinario para combatir el narcotráfico, ha sido utilizada con buenos resultados en labores sociales de asistencia a niños con discapacidades cognitivas o motrices. Finalmente, los pastores belga melinois fueron incorporados por su gran fuerza y estructura muscular, para destinarlos a labores de rescate, salvamento y búsqueda de personas.
En la Policía de Investigaciones de Chile, en tanto, si bien vimos que su antecedente de uso de canes se remonta a 1915, la principal función de los perros ha sido la de luchar contra el tráfico de sustancias ilícitas, especialmente desde 1991 cuando, dentro de la Unidad Antinarcóticos, se crea la Brigada de Adiestramiento Canino con la misión de formar guías caninos y perros detectores, estos últimos enseñados en la Sección Adiestramiento de Perros para especializarlos en búsqueda de droga como de cadáveres, y desde hace pocos años educados todos con ambas aptitudes a través del Sistema de Detección Combinado. Corresponden especialmente a labradores, aunque se han visto de otras razas muy distintas participando del servicio.
Los primeros perros adiestrados de Carabineros fueron atracción para los niños pequeños, especialmente en aquellos años en que era una curiosidad ver canes con semejante grado de obediencia y sumisión a las órdenes. Imagen publicada por la revista “En Viaje” N° 364 de febrero de 1964.
Astuto perro policial respondiendo al saludo de un funcionario de Carabineros de Chile, en fotografía publicada por la revista “En Viaje” N° 343 de mayo de 1962.
PERSONAJES PERRUNOS EN LA CULTURA POPULAR
La cultura popular en Chile está llena no sólo de influencias perrunas reales, sino también de perros ficticios que han aparecido en innumerables cuentos, novelas, canciones, animaciones e historietas. Entre ellos, tempranamente alcanzó la fama el casi impronunciable nombre del perro Dudelsackpfeifergesselle, la mascota de Von Pilsener de Ramón Subercaseaux, acaso el primer personaje del comic chileno, aunque a su perro le es presumible la raza salchicha. Hay varias otras historias caninas de gran celebridad en su época, como "Cuatro Remos" de Barros Grez, cuyo relato estaría basándose en hechos reales aunque claramente sazonado con imaginación narrativa. Héroe, bombero y empleado, este perro llegó a ser enormemente popular en la sociedad porteña durante la segunda mitad del siglo XIX y, gracias a su salto a los libros, buena parte de la siguiente centuria.
Se suman a esta generación de perros literarios el de la obra titulada "Memorias de un perro escritas por su propia pata", de Juan Rafael Allende, quien presentaba así a su personaje en 1893:
"Soy humilde, y como tal, no niego a mis progenitores. Soy hijo de una gran perra y de un perro no muy grande.
Soy perro de presa, pero no de presos.
Nací en casa noble, y los primeros días de mi infancia los pasé entre chiquillos que me hacían sufrir las penas de San Clemente.
Uno me cogía con las patas para arriba y la cabeza para abajo, exponiéndome a una congestión cerebral; otro, por ponerme corbata, casi me estrangulaba; éste me aportillaba las orejas con tijeras para ponerme dormilonas; aquel me ataba a un calabazo en la cola y me echaba a correr por patios y habitaciones".
También tenemos las aventuras de "El quiltro Chuflay" del cuento de Edwards Bello, ambientado en las salitreras. En el polo más dramático y trágico, Carlos Droguett inventa la historia de Bobi, un infortunado niño nacido con patas de perro. Y Renzo Pecchenino, alias Lukas, devuelve el perro al humor y lo mezcla con los rasgos humanos de sus caricaturas del "Bestiario del Reyno de Chile", donde se lo representa en las alegorías tan chilenas como el Gallo Aperrado y el Gallo-Pateperro. No es un dato menor ni tan ajeno, además, que se haya atribuido públicamente a un chileno, el dibujante Álvaro Arce, parte de la creación del famoso perro gran danés animado de la célebre productora Hanna-Barbera llamado Scooby Doo, que acompañaba a sus amos adolescentes resolviendo casos de terror y fantasmas en la conocida serie infantil con su nombre estrenada en 1969. En abril de 2011, Arce fue uno de los invitados de honor y homenajeado en la primera gran convención chilena de amantes del cómic en la Estación Mapocho, por su participación en "Scooby Doo" y otras series de la compañía como los famosos "Picapiedras" y sus émulos futuristas "Los Supersónicos".
Volviendo a suelo chileno, tenemos varios casos y mucho más directos de creación de personajes perrunos contemporáneos: un clásico nacional fue, por ejemplo, Tevito, el perro chinchinero y de anteojos que bailaba el tema "Charagua" de Víctor Jara, en interpretación musical del grupo Inti Illimani. El alguna vez emblemático dibujo animado de la televisión, había sido creado por Carlos González en 1969 (un año antes de saltar a la televisión), a partir de un quiltro real que adoptó y llevó hasta su Escuela de Bellas Artes. El perrito que marcó la memoria de aquella generación bailaba en las cortinas de continuidad de la estación de Televisión Nacional de Chile (TVN), hasta 1973, cuando terminó siendo una de las primeras víctimas del día 11 de septiembre. Se lo restituyó en los espacios de continuidad de TVN brevemente al retornar la democracia en 1990, y de hecho fue lo primero que puso en pantalla la nueva administración en el día del cambio de mando, cuando ocuparon las instalaciones de la estación televisiva. Empero, su época ya había pasado, y el quiltro chinchinero original volvió al baúl de los recuerdos de la televisión chilena, regresando sólo ocasionalmente con algunas secciones y programas, pero ya en una versión 2.0.
En plena vigencia y a pesar de todo, sigue en cambio Washington, el perro que el dibujante René Ríos Boettiguer, alias Pepo, le confió a su famoso personaje de caricaturas Condorito. Si bien comenzó su vida de historieta apareciendo a veces como un quiltro peludo, su aspecto físico se normalizó en lo que parece ser un ejemplar del llamado terrier chileno o más vulgarmente llamado quilterrier, del que hablaremos más abajo y que sólo ha sido reconocido como raza en tiempos recientes. El propio Pepo solía poner en viñetas con mascoterías de Pelotillehue de la revista, un cartel de antología: "Se venden quiltros finos", como anticipando que un quiltro iba a ser tomado, después, por raza fina. Washington corresponde, en nuestra cultura local, casi a lo que Pluto sería para la señalada tradición Disney.
En estos días nuestros, la propensión nacional sigue señalando a la estrella del perro en nuestra constelación cultural: tenemos al famoso perro Spike de los comerciales de la compañía abastecedora de gas, con una evidente intención de establecer analogías con la imagen del roto chileno (y que se volviera tan popular, que hasta fue a parar un retrato suyo dentro de la Cápsula Bicentenario sepultada en la Plaza de Armas); o el experimento fílmico de artes marciales chilenas titulado muy concisamente como "Kiltro", del año 2006, que vuelve a asociar a un personaje humano con un símbolo perruno; y además, el concurso fotográfico "Quiltro del Bicentenario", celebrado a inicios de 2010 con tantos aplausos de sus entusiastas como pertinentes críticas de parte de sus detractores, que enrostraban a las autoridades que el certamen no considerara ninguna facilitación o ayuda para resolver el problema de esos mismos pobres quiltros plasmados en las imágenes competidoras y que con frecuencia seguían siendo objeto de persecuciones y eliminaciones masivas por reyezuelos de la democracia.
En todos los casos, por singular coincidencia y por razones que han quedado en parte explicadas en este trabajo, los perros o sus alusiones pasan a ser representación de sus propios dueños: de nosotros los chilenos, a fin de cuentas.
Un viejo perro escribiendo de sus propias aventuras, según dibujo publicado en el libro “Memorias de un perro escritas por su propia pata”, de Juan Rafael Allende, en 1893.
En sus primeras apariciones, el perro Washington de “Condorito”, creado por Pepo, no siempre era en la versión del can parecido al terrier chileno, sino más bien a algún quiltro peludo y corriente de las calles y plazas chilenas, como se observa en estas viñetas pertenecientes a la primera revista propia de “Condorito”, lanzada en 1955 por la editorial Zig-Zag.
LOS ALCANCES DE LA POESÍA CANINA Y ALGUNAS CANCIONES
El elogio de los perros no ha sido sólo campo de literatos y caricaturistas, sino también de bates y versistas nacionales. Sucede que los poetas se llevan bien con los perros, por alguna insondable razón. Tal vez hay algo íntimo, instintivo y simbólico, cumpliendo con el capricho místico del perro como emblema espiritual. De este modo, no han sido pocos los perros saludados o despedidos con poemas, coplas y canciones, existiendo por esto bellas odas y versos con dedicatoria de grandes referentes del habla hispana, como el mexicano Manuel José Othón, el ecuatoriano Henry Kronfle, y los españoles Miguel de Unamuno, Rafael Alberti y Manuel Benítez Carrasco. La prolífica Argentina regaló al mundo el célebre tema de aroma tanguero "Callejero", de Alberto Cortez, la "Milonga para mi perro" de Horacio Guarany y "Con mi perro" de Aníbal Troilo y José María Contursi, entre otras piezas.
Uno de los más emotivos y dramáticos poemas escritos en Chile para las almas caninas, es el del trágico Carlos Pezoa Véliz titulado "El perro vagabundo", de principios del siglo XX pero publicado de manera póstuma:
Flaco, lanudo y sucio. Con febriles
ansias roe y escarba la basura;
a pesar de sus años juveniles,
despide cierto olor a sepultura.

Cruza siguiendo interminables viajes
los paseos, las plazas y las ferias;
cruza como una sombra los parajes,
recitando un poema de miserias.

Es una larga historia de perezas,
días sin pan y noches sin guarida.
Hay aglomeraciones de tristezas
en sus ojos vidriosos y sin vida.

Y otra visión al pobre no se ofrece
que la que suelen ver sus ojos zarcos;
la estrella compasiva que aparece
en la luz miserable de los charcos.

Cuando a roer mendrugos corrompidos
asoma su miseria, por las casas,
escapa con sus lúgubres aullidos
entre una doble fila de amenazas.

Allá va. Lleva encima algo de abyecto.
Le persigue de insectos un enjambre,
y va su pobre y repugnante aspecto
cantando triste la canción del hambre.

Es frase de dolor. Es una queja
lanzada ha tiempo, pero ya perdida;
es un día de otoño que se aleja
entre la primavera de la vida.

Lleva en su mal la pesadez del plomo.
Nunca la caridad le fue propicia;
no ha sentido jamás sobre su lomo
la suave sensación de una caricia.

Mustio y cansado, sin saber su anhelo,
suele cortar el impensado viaje
y huir despavorido cuando al suelo
caen las hojas secas del ramaje.

Cerca de los lugares donde hay fiestas
suele robar un hueso a otros lebreles,
y gruñir sordamente una protesta
cuando pasa un bull-dog con cascabeles.

En las calles que cruza a paso lento,
buscan sus ojos sin fulgor ni brillo
el rastro de un mendigo macilento
a quien piensa servir de lazarillo.
El escritor y periodista Ernesto Montenegro, por su parte, publicó en la "Revista de artes y letras" de mayo de 1918, esta elocuente pero sensible elegía, llamada simplemente "A mi perro" y que evoca a sensaciones dolorosas de desconsuelo y resignaciones casi de niño, por la pérdida de su regalón:
Que en nada sobrevives clama el Cura
(su alma sí es muerta). Pero yo que he visto
en mi niñez tu grave compostura
de siervo prosternado frente al Cristo;
Yo que aún el eco siento del llamado
tuyo, al romper las albas del estío,
jamás creeré que al Odio encadenado
vayas a sepultarte en lo sombrío.
Jamás creeré que en tu pupila bruna
muera el destello fraternal y amigo:
que hasta el antro plutónico la Luna
va cada noche a dialogar contigo.
Y te halla rastreando los senderos
por el amo de ayer.- Yo sólo pido
que al trasponer del mundo los linderos
este ruego me sea concedido:
Que en el país del gélido reposo,
ya indiferente a todo humano mal
retozando, tu espectro clamoroso
venga a lamer mi mano fantasmal.
Nuestro Premio Nobel, Pablo Neruda, también amante de los canes -especialmente durante su último período de vida en Isla Negra-, no podía excluirse y produjo uno de los más recordados y aplaudidos poemas chilenos de despedida para alguna mascota, titulado "Un perro ha muerto", que en emotividad supera por mucho a su "Oda al perro". Dicen sus admiradores que el perro muerto era el mestizo Calbuco, compañero de su también querida Cutaca:
Mi perro ha muerto.
Lo enterré en el jardín
junto a una vieja máquina oxidada.
Allí, no más abajo,
ni más arriba,
se juntará conmigo alguna vez.
Ahora él ya se fue con su pelaje,
su mala educación, su nariz iría.
Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo, sí, creo en un cielo
donde yo no entraré, pero él me espera
ondulando su cola de abanico
para que yo al llegar tenga amistades.
Ay no diré la tristeza en la tierra
de no tenerlo más por compañero,
que para mí jamás fue un servidor.
Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
que conservaba su soberanía,
la amistad de una estrella independiente
sin más intimidad que la precisa,
sin exageraciones:
no se trepaba sobre mi vestuario
llenándome de pelos o de sarna,
no se frotaba contra mi rodilla
como otros perros obsesos sexuales.
No, mi perro me miraba
dándome la atención que necesito,
la atención necesaria
para hacer comprender a un vanidoso
que siendo perro él,
con esos ojos, más puros que los míos,
perdía el tiempo, pero me miraba
con la mirada que me reservó
toda su dulce, su peluda vida,
su silenciosa vida,
cerca de mí, sin molestarme nunca,
y sin pedirme nada.
Ay, cuántas veces quise tener cola
andando junto a él por las orillas
del mar, en el invierno de Isla Negra,
en la gran soledad: arriba el aire
traspasado de pájaros glaciales,
y mi perro brincando, hirsuto, lleno
de voltaje marino en movimiento:
mi perro vagabundo y olfatorio
enarbolando su cola dorada
frente a frente al Océano y su espuma.
Alegre, alegre, alegre
como los perros saben ser felices,
sin nada más, con el absolutismo
de la naturaleza descarada.

No hay adiós a mi perro que se ha muerto.
Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.
Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.
Otro de los autores nacionales que han agradecido el vínculo íntimo entre el chileno y el perro en el alma nacional fue Miguel Serrano, quien aseguraba que el can es un grado entre los estadios del opus alchimicum: en inglés, su nombre es Dog, que es el inverso de God, es decir, un Dios... Curiosamente, hay in juego de palabras muy parecido y alusivo a este concepto en la letra del una de las canciones más profundas y curiosas del grupo metal progresivo canadiense Voivod, titulada "Tribal convictions". El poeta, escritor y ex diplomático también opinaba que el quiltro chileno es una especie de analogía animal del roto similar a la que hemos descrito más arriba, y explicaba por eso que nuestra cultura se lo lleva tan bien con el perro. Quiltro y roto son simpáticos y "multiusos", versátiles en todo lo que se proponen y "sirven para todo", por lo mismo: campesinos, arrieros, cargadores, payasos, cuidadores, soldados, marineros, carretoneros y mineros. Donde quiera que hubo rotos -recalcaba-, hubo quiltros, en mutua y leal compañía.
Una primera experiencia relativa a su entendimiento con los canes y contada por el autor en sus libros, aparece en "Quién llama en los hielos", sobre su viaje de 1947 a la Antártica. Dice allí que, un día de aquellos, el comandante de aviación que estaba en la base dio un tiro de escopeta al aire, a consecuencia de cuyo estruendo se armó un gran alboroto y uno de los perros del campamento que pertenecía a un capitán, salió corriendo aterrado, desapareciendo entre la espesura congelada y no regresando jamás, a pesar de las esperanzas de todos por recuperarlo. Serrano salió a buscar al animal en algún momento, sin éxito, en una experiencia antártica que acabaría teniendo ribetes místicos y hondamente reflexivos para el autor.
"Esta noche mi alma te recuerda y te envidia -le escribió-. Sé que no podré olvidarte, que te llevaré en la memoria. Cuando en la isla gris mi mano se extendió para acariciar tu cabeza ensortijada, era tan sabia como esos pájaros oscuros que adivinan el destino. Mi mano ascendió a tu cabeza como en homenaje a un rey que está más alto. Cumplíanse los últimos momentos de tu forma, de tu símbolo hermético. ¿De dónde viniste? ¿Tuviste infancia? ¿Por qué te eligieron esos dioses blancos? ¿Acaso porque no tenías 'inteligencia' ni 'razón'? ¿Por qué me rechazaron? ¿Acaso por tenerlas? Allá, en los extraños oasis, reposarás... Necesitaban un perro, y te llevaron. Serás emblema y símbolo, como cuando el león era tu hermano en el Paraíso".
Curiosamente, el único premio literario que recibió este escritor de la prodigiosa generación del ‘38 en toda su vida (negación de seguro provocada por sus controvertidas y polémicas ideas políticas), fue un Diploma de Honor extendido por la Sociedad Argentina Protectora de los Animales como reconocimiento al artículo-homenaje titulado "Dolma, historia de un dulce amor", que dedicó a su perrita recién fallecida, en el diario “La Prensa” de Buenos Aires. "Me llena de orgullo, por tener que ver sobre los animales", dijo de este reconocimiento en sus memorias. Su Dolma era una hermosa perra Himalaya que le fue regalada a Serrano en la India por el propio Dalai Lama, durante su paso en el exilio del Tibet. Era de color miel y con chasquilla sobre los ojos, raza que los lamas llamaban Aspro-Lhasa. A cambio, Serrano le había regalado al líder tibetano un pez de cerámica de Quinchamalí.
"Dolma no es totalmente perro -declaraba a revista "Ercilla" en 1970-, tiene algo de humano; a lo mejor es un lama reencarnado. En todo caso, ella es mi maestro, me enseña en silencio, porque nos comunicamos en el silencio".
Tras una bella historia de viajes y compañías por Oriente y Europa, la perrita fue afectada por un cáncer y debió ser sometida a una eutanasia para reducir su agonía. Su dueño se tomó una última fotografía con la hermosa criatura, antes de darle una muerte compasiva, escribiendo después su despedida. El pintor Julio Escámez, amigo de Serrano, había alcanzado a retratarla viva en una de sus obras. Como tantos otros poetas, siempre mantuvo un afecto enorme a estos animales, y en su casa de Valparaíso tenía a un hermoso grupo de perros pastores alemanes, destacando su querido Thor, a quien hizo también un sentido homenaje literario al momento de morir. En su barrio del sector Santa Lucía en Santiago también no era raro verlo en las tardes y las noches haciéndole fiesta a alguno de los varios quiltritos que habitan por calles Victoria Subercaseaux, Merced o Lastarria.
Por su parte, el bohemio y vividor folklorista Roberto Parra, haría lo propio pero desde el canto de la cueca chora, con esta pieza dedicada también a los perros callejeros que son parte de nuestra capital, por mucho que ello ofenda los recatos de algunos:
Una perra con un perro
echaron una carrera
Se amarraron de la cola
en Mapocho con Bandera
La perra va p'al Sur
el quiltro al Norte
Cruzan la Costanera
sin Pasaporte
Sin pasaporte sí
perro chijete
Te cortaron la cola
con un machete
Quién ganó la carrera
fue la perrera
Pocos saben, además, que el cierre de una famosa canción de los años ochenta popularizada por el artista cantautor nacional Fernando Ubiergo, conocida como "Algún lugar del mundo", tiene esas últimas líneas dedicadas por el intérprete al recuerdo de su perro Candado, que había fallecido un tiempo antes de integrar este tema a su repertorio:
Debe haber algún lugar del mundo
donde todo sea libertad.
Donde pueda abrazar a ese amigo
que se me quedó dormido una mañana...
...tiempo atrás.
El poeta Pablo Neruda y uno de sus perros de Isla Negra, en fotografía expuesta en el Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile. El Premio Nobel fue autor de un sentido poema titulado “Un perro ha muerto”.
Tevito fue, alguna vez, la mascota del canal TVN. Había sido creado por el entonces joven estudiante Carlos González inspirado en un perro quiltro real que recogió de la calle y que alimentó con sus compañeros de la Escuela de Bellas Arte. Su cortina bailando con un chinchín fue retirada en 1973, pero ha reaparecido en posteriores homenajes y recuerdos de la estación de televisión.
EL FOX TERRIER CHILENO: UN "REDESCUBRIMIENTO" DEL QUILTRO
Ya he hablado antes de el tema relativo al fox terrier chileno, en otro artículo de este blog, pero aquí lo quiero reasumir y proponer desde un punto de vista más relativo a su valor en la sociedad chilena y en la cultura popular, además de ser un resultado de la misma.
Los viejos habitantes de barrios modestos santiaguinos como La Chimba, Matadero, Estación Central y Mapocho conocían bien estos perros, antes que la opinión pública se cuadrada con la posibilidad del reconocimiento como raza. A su vez, este terrier se adaptó con comodidad a la vida urbana, volviéndose una mascota agradable y fácil de criar, además de muy característica por su pelo es corto, su tamaño mediano tendiente a pequeño y el patrón de manchas negras y/o cafés en la cabeza que, en ocasiones, alcanza otras partes del cuerpo blanco.
Estilizado, muscular y de ojeras dobladas, otra enorme ventaja de este perro es que no come demasiado, a pesar de ser canes de mucha energía, inteligentes, que gustan de jugar con los niños pero también ruidosos, pues cualquier agitación, molestia o presencia extraña motiva sus ladridos. Sin embargo, quienes los tienen de mascotas señalan que a veces, se ponen algo porfiados o pasados de listos, por ejemplo al tender a meterse a hurtadillas a las casas en donde se les obliga a estar en patios, pues se trata de un animal astuto que gusta de la compañía humana.
Según la información que se conoce del fox terrier chileno, este perro surgió de la mezcla del fox terrier inglés existente en Chile desde el siglo XVIII y ocupado para la caza de zorros, con los perros nativos del país como los que hemos visto en entradas anteriores, incluyendo probablemente los canes con línea de ascendencia conectada a los perros que tenían los mapuches en años de la Conquista. La nueva raza de estas combinaciones, aparece hacia la segunda mitad del siglo XIX y en teoría sería la misma que vemos ahora.
Aún confundido con un quiltro más como cualquier otro, el fox terrier chileno empieza a popularizarse en la sociedad chilena a fines de esa centuria y a principios del siglo XX. Aunque hay imágenes que parecen colocarlo ya en propiedad de familias aristocráticas en aquel entonces, estos canes se hicieron favoritos de los residentes de cités y conventillos, ya que demostraron ser extraordinariamente hábiles capturando lauchas y ratones, amenaza que siempre estaba presente en estos estrechos y cerrados espacios de vecindad donde también son cotizados los gatos, por la misma razón, aunque estos últimos animales siempre han tendido a ser un poco más invasivos. Por tal motivo, el terrier también fue llamado perro ratonero en el ambiente popular urbano y en el Sur del país. Aunque no llega a ser demasiado bravo, se lo reconocía también como astuto y útil para la vigilancia.
Como la identidad de la raza siguió en la penumbra y a veces hasta se le miraban con algo de desdén, su estampa canina fue quedando más asociada a las clases trabajadoras y a los perros carentes de todo pedigrí. Fue por esta razón que se le llamó popularmente y de manera burlesca como "quilterrier", palabra que surge combinando quiltro con terrier. De hecho, con el tiempo el mote "quilterrier" se había extendido entre los chilenos para referirse con sorna a cualquier quiltro o perro mestizo con pretensiones de raza fina.
Si bien los primeros perros de esta variedad nacional del terrier aparecieron hace unos 150 años, llegando a Santiago con la emigración de trabajadores desde el campo hasta los grandes centros urbanos, fue hace poco que la Asociación Gremial de Criadores y Expositores de Perros de Chile consiguió dar inicio al proceso para que el perro fuera reconocido como raza, con una primera etapa de validación como tal del fox terrier chileno y su inscripción via Kennel Club de Chile. Casi al mismo tiempo, en abril de 2005 se realizó la primera exposición dedicada especialmente a la raza. Si bien la Federación Cinológica Internacional no lo reconoció sólo por este acto ni por la campaña desplegada, sí dio la venia a la inscripción del Kennel Club, abriendo las puertas a su reconocimiento formal e internacional del terrier chileno como raza, con un proceso que ya resulta curiosamente parecido al de beatificación y canonización de santos.

Dijimos ya que el caricaturista Pepo creó el personajedel perro Washington de Condorito con características que hoy podríamos atribuirle a la raza del terrier chileno. La posibilidad es alta y tiene sustento: en los archivos de la Biblioteca Nacional, por ejemplo, existe una  fotografía donde se ve a René Ríos, futuro Pepo, siendo muy niño y sentado en el regazo de su padre, en 1912, acompañados ambos de un perro de la familia que es claramente un can de esta raza, resultando quizás en la inspiración para el personaje Washington que el dibujante adicionó a la tira cómica de Condorito. Varios criadores e impulsores del proyecto para reconocer la raza, coinciden en aceptar que este antecedente aportado por el trabajo de Pepo, habría facilitado la necesidad de identificar a este fox terrier como un perro chileno.
Aunque inicialmente, el hito del reconocimiento no causó gran alboroto entre los propios chilenos, con el correr de los últimos diez años el interés que se ha generado sobre la raza y la gran cantidad de ejemplares que han aparecido por las ciudades del país adoptados como mascotas, demuestra que sí ha comenzado una importante etapa llena de futuro en la historia delfox terrier chileno.
Posteriormente a sus apariciones como perro peludo, Pepo decidió definir a Washington sólo con el aspecto del típico quiltro de conventillos y barrios populares, conocido informalmente como el “quilterrier”, y que ahora constituye la primera propuesta local de raza de caninos domésticos: el terrier chileno. Viñetas del “Condorito” N° 63 de 1977.
"Casimiro", un perrito de raza fox terrier chileno.
UN OVEJERO SURGIDO CON LA CONQUISTA MAGALLÁNICA
Otra recuperación de terreno por parte de la fama de los perros especializados que habían estando confundiéndose con los quiltros tradicionales, se debe a ciertas actividades específicas de la economía y de las migraciones sucedidas en Chile. Una de ellas fue la ganadería magallánica, factor importante en la aparición de una singular variedad entre los perros chilenos, como lo informaba Julio Calderón Agrez, veterinario jefe del Servicio de Ganadería y Sanidad Animal del Territorio de Magallanes, en su informe titulado "Historia de la Industria Ganadera en el Territorio de Magallanes" del Ministerio de Agricultura, en 1936:
"Los pastores son ayudados eficazmente en su trabajo por los perros ovejeros, inteligentes, avezados y que son capaces de juntar y conducir piños enormes; estos perros pertenecen casi todos a razas escocesas, pero han sido cruzados con razas inglesas y australianas y los ejemplares son muy distintos entre sí; son perros de porte mediano, pelo largo, algunas veces crespos de color oscuro, pero todos poseyendo cualidades excepcionales para el trabajo".
Agrega el informe que estos perros son caros, llegando a costar de 10 a 15 libras, y que cada estancia ovejera mantenía su propia perrera o canil con razas importadas desde Inglaterra, Australia y Nueva Zelandia.
Sin embargo, había uno en especial, el más peludo y muy activo, que iba a destacar de entre todos los perros australes. Fue observado hacia 1970 por el ingeniero civil en práctica Eduardo Montoya, quien formaba parte de un equipo de profesionales de la Dirección de Aeropuertos del Ministerio de Obras Públicas que realizaban recorridos en terreno para el plan de construcción de los aeródromos de Puerto Natales, Porvenir y Puerto Williams. Montoya era fanático de los perros y años más tarde se haría juez del Kennel Club, por lo que inmediatamente se interesó en el animal.
"Yo soy perrero de toda la vida -declaraba a la revista "Paula", en 2013- así que ya tenía afinado el ojo. Recorriendo Magallanes me di cuenta de que en lugares muy distantes, además de los quiltros, encontraba el mismo tipo de perro ovejero. En Natales, Tierra del Fuego, Punta Arenas. Les pregunté a los gauchos y me dijeron que los llamaban barbuchos... Les tomé muchas fotos pero había que hacer un registro perro por perro para confirmar esa hipótesis. Pero en esos años los gauchos los consideraban quiltros y los mezclaban unos con otros (...) era todo muy desordenado. Nadie iba a inscribirlos ni a mantener una raza pura.".
Era ésta, pues, la simiente de la raza de los ovejeros magallánicos que podrían constituir nuestra segunda creación canina en las nóminas internacionales oficialmente reconocidas, también confundida con quiltros corrientes como en el caso del fox terrier chileno, como se ve.
Se cree que este extraordinario animal proviene de los perros pastores de ovejas que llevaron familias de colonos, estancieros y criadores de ovejas hacia fines del siglo XIX. Según ciertas opiniones, podría tener algún rastro genético de perros locales, como el desaparecido perro fueguino de los indígenas del extremo Sur. Sus virtudes quizás tengan que ver con la rudeza de los antiguos criadores magallánicos, que incluso sacrificaban las malas camadas y dejaban sobrevivir a los mejores ejemplares, creando un patrón de selección artificial que reforzó la identidad de la raza canina. Según Montoya, sin embargo, el ancestro de la raza pudo provenir específicamente de las Islas Falkland o Malvinas, con una línea de perros mestizos posiblemente emparentados con pastores de Los Pirineos y que arribaron a territorio chileno con las primeras ovejas de lana merino compradas en el archipiélago, hacia la década de 1870 y con la iniciativa de introducir este ganado en Magallanes, por la época de la gobernación de Diego Dublé Almeyda. Medio siglo de mezclas y reproducciones habría tomado al curso de la evolución semi-dirigida para crear esta raza magallánica a partir de aquellos perros y sus cruzas con otros ovejeros llevados a la zona.
En los más de 100 años que generaciones de estos perros ovejeros han estado aislados en territorio magallánico, definieron una raza de singular aspecto e inteligencia, además de bello y simpático aspecto pues es de relativo buen tamaño y tiende a ser de largo pelo, especialmente adaptado al clima de la zona y a la actividad pastoril. Sus colores suelen ser café, negro y claro, siendo un perro muy obediente y juguetón, de identidad tan local que incluso aparece en el famoso Monumento al Ovejero de Avenida Bulnes en Punta Arenas, obra confeccionada por el artista Germán Montero Carvallo y donada a la ciudad en 1944 por don Francisco Campo Torrealba. También hay fotografías de la misma época en el Museo Territorial Salesiano Maggiorino Borgatello, donde se verifica que el ovejero magallánico no ha sufrido ningún cambio hasta ahora.
No hubo grandes iniciativas por reconocer la raza hasta la fundación del Kennel Club de Punta Arenas, a fines de los años ochenta. Esto motivó un nuevo viaje de Montoya recorriendo la zona, pero verificando con estupor que, en los años transcurridos, los estancieros y ganaderos estaban prefiriendo perros internacionales como el border collie de Escocia y el kelpie de Oceanía, mientras que el pastor magallánico estaba desapareciendo, muchas veces siendo muertos por los propios habitantes de la región ya que los perros inútiles son considerados peligrosos de llegar a volverse silvestres y atacar los valiosos rebaños de ovejas.
Sin embargo, tal como sucedió con la oveja magallánica que ahora ostenta méritos de denominación de origen, el perro pastor de la región generó esta raza propia que algunos llaman perro barbucho y que, por iniciativa del veterinario de la Universidad de Chile, Rodrigo Iriarte, el Kennel Club de Chile se esfuerza por hacer reconocer internacionalmente. La revalorización ha rendido frutos y actualmente es un perro muy caro de obtener, dada su inmensa utilidad en la ganadería. Tres ejemplares del ovejero magallánico fueron inscritos en agosto de 2013 y se está a la espera de que haya un reconocimiento internacional a la raza. Se trabaja también en establecer una base genética estándar de perros para reproducirlos y sostener la definición de la raza ante el peligro de desaparecer por las mezclas. De prosperar la idea, de hecho, el ovejero magallánico podría ser la única raza 100% auténticamente chilena, ya que el fox terrier chileno presenta una línea extranjera en parte de su origen.
Este símbolo canino y registro viviente de la conquista chilena del territorio magallánico, en paisajes agresivos y de dificultades extremas, entonces, aguarda por su reconocimiento en calidad formal de raza, casi como un galardón de la historia para con su importancia y legado.
Baño de ovejas en Estancia Magallanes, anónimo, hacia 1920. Un perro usado como ovejero camina junto los trabajadores. Fotografía de la Exposición DIBAM "Paisajes y Gente de Chile", en 2012.
Ovejeros magallánicos en reportaje de la revista "Paula", septiembre 2013.

TESORO Y CLÁSICO DE LA TELEVISIÓN EDUCATIVA: "ÉRASE UNA VEZ... EL HOMBRE"

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Hoy, la evaluación que se hace de la televisión abierta parece ser una y sólo una, en extremo lapidaria: su pobreza deplorable de contenidos, su bajísimo nivel de autojustificación y su orientación totalmente banal y superflua, abandonando todo potencial de instrucción o de educación por priorizar la atención de la masa-audiencia en función de sus efectos en auspicios publicitarios. Un fenómeno internacional, probablemente, pero que en los pueblos de habla hispana ha tenido -por alguna penosa razón- especial acento y evidencia.
Hubo una época en que la instrucción, la ilustración y el conocimiento convivían -pese a todo- con las temáticas televisivas, especialmente hasta la primera mitad de los años ochentas. Desde los documentales de Jacques Cousteau sobre la vida submarina hasta la fascinante serie "Cosmos" de Carl Sagan, hubo casos notables donde se confirmaba la existencia de un público interesado en esta clase de contenidos, llegando incluso a producciones locales en el caso de nuestro país, como la serie "Mundo" de Hernán Olguín o las primeras versiones de "La Tierra en que Vivimos" de Sergio Nuño.
La serie francesa a la que nos referiremos acá, nació precisamente a esa última época de la televisión aún funcionando como eficiente herramienta instructiva y educativa, y debo confesar algo sobre la misma producción: gracias a ella nació mi interés por la historia, inclinación que me ha acompañado toda la vida. No creo ser el único.
Albert Barillé, francés nacido en Varsovia en 1920, no tenía estudios ni formación académica. Procedía de una familia muy modesta, y tuvo que trabajar desde temprano en la vida para surgir, comenzando a perfilarse profesionalmente en el mundo de la animación y la producción cinematográfica gracias a sus talentos naturales. A pesar de las limitaciones, el chico tenía una genialidad creativa que lo haría mundialmente conocido, y también tuvo participaciones en documentales y libretos de teatro.
Armado de los conocimientos que reunió hacia mediados del siglo en estudios fílmicos, hacia los 45 años Barillé fundó en Francia su propia productora llamada Procidis, donde encontraría un espacio libre y fructífero para soltar sus pasiones combinadas: el mundo audiovisual con la educación infantil.
Su primer experimento fue "Les aventures de Colargol", un encantador osito de peluche animado en stop motion que vio la luz en 1967 y tras muchas dificultades por el rechazo de los canales franceses al proyecto, que obligaron a Barillé a financiarlo desde su propio peculio. Creado en los años 50 por la escritora francesa Olga Pouchine, popularizado en discos infantiles en la década siguiente y, finalmente, animado para Barrilé por el eximio artista polaco Tadeusz Wilkosz, "Colargol" fue un exitazo de la televisión y todo un símbolo de la cultura populaar francesa de la época, completando más de 50 episodios de 12 minutos cada uno hasta 1974, con capítulos que llegaron a varias otras partes e idiomas del mundo.
Un capítulo de "Les aventures de Colargol". Fuente: https://youtu.be/xVc-MC9823U
Con el éxito y la consagración, Barillé comenzó a pensar en grande con una serie educativa que promoviera el conocimiento, la cultura y la historia universal. Trabajador afanoso e infatigable, inició el trazado de un proyecto nuevo que tendría resultados extraordinarios: "Érase una vez... El hombre" ("Il était une fois... l'Homme"). Su idea central era presentar una serie de dibujos animados de 26 capítulos con 25 minutos cada uno, que repasara toda la historia de la humanidad desde sus orígenes, usando para ello varios personajes que irían apareciendo adaptados a cada época, y que en habla hispana eran identificados como: el Maestro de largas barbas, Pedro, el corpulento Gordo, la bella Flor (Pierrette), los niños Pedrito, Florcita y el Gordo pequeño, además de Nabot y Tiñoso (en otras versiones, Canijo y Enclenque) que adoptaban características de villanos.
La idea prendió en la cadena televisiva France Régions que compró la serie, lanzándola por la pantalla chica en 1978. Nuevamente, Barillé dio un golpe formidable y "Érase una vez... El hombre" se convirtió en un suceso que no tardó en comenzar a exportarse, generando una industria paralela de merchandising y productos derivados que la convertirían en uno de los hitos de animación más exitosos del mundo, llegando a más de 100 países. Su público superaba por mucho el rango de edad infantil y adolescente al que iba dirigida la producción. Llegó a Chile en 1981 y fue transmitida por Televisión Nacional (TVN), en la versión para países latinos, doblada en México con un narrador distinto al de la televisión española y con una presentación musical que no era la misma de la serie original francesa que empezaba con "Tocatta y Fuga" de Johann Sebastian Bach, la que se sustituyó con "Septimino" de Ludwig van Beethoven más el coro de niños cantando una canción que llegó a ser tan famosa en el habla hispana como la propia serie:
Érase
una vez
un planeta triste y oscuro
y la luz al nacer
descubrió
un bonito mundo de color
Un león
un dragón
una flor y una mariposa
y el señor que pensó
desde hoy
todas esas cosas cuidaré
y un viejo reloj
canta su canción
dabadabada...
En Chile, "Érase una vez... El hombre" también fue un éxito, que vino acompañado de un álbum de figuritas coleccionables (algunas de ellas llegaban desde Perú, al parecer, pues traían publicidad en los sobres para una entonces desconocida bebida llamada Inka Cola) y luego con la serie de fascículos que llegaron a ser un orgullo para quien los adquiría en esa época. Algo parecido sucedió en Argentina, pero leo en artículos de internet que la dictadura platense aplicó censura al considerar que se ofendía a la Iglesia Católica en algunos capítulos, además de agregar un falso capítulo adicional en favor de la misma institución religiosa en la colección de fascículos basados en la serie de Barillé, para luego crear una serie impresa propia de 13 volúmenes titulada  "Érase una vez... la Argentina", dedicada especialmente a la historia del país.
Albert Barillé continuó con su cruzada de animación creativa y educativa, produciendo nuevas series: "Érase una vez... el espacio" (1981), "Érase una vez... el cuerpo humano" (1987), "Érase una vez... las Américas" (1991), "Érase una vez... los inventores" (1994), "Érase una vez... los exploradores" (1997) y "Érase una vez... la Tierra" (2008). El dibujante, productor, guionista y genio de la animación falleció en febrero de 2009 en Neuilly-sur-Seine, Francia, muy pocos días antes del que iba a ser su cumpleaños número 89. Una frase suya que se ha repetido mucho sobre su filosofía de trabajo para los niños, es la siguiente:
"Hay que conseguir que nuestros niños quieran conocer y estimular su curiosidad. Tratarlos como si fueran adultos hechos y derechos, capaces de comprender muchas más cosas de lo que los adultos creen. Por ello, los niños serán más fuertes, y lo agradecerán más".
Hacía tiempo quería incluir alguna entrada con todos los capítulos de "Érase una vez... El hombre", y ahora se me ha dado la oportunidad. TVN ha dedicado un pequeño espacio de recuerdo para la serie (ver aquí), pero recientemente encontré todos los capítulos en un mismo Canal Youtube del usuario Germán Flores, con la versión que se transmitía en América Latina (voces, música, etc.). La narración pertenece a la voz perfecta e inconfundible del fallecido actor y locutor mexicano Oscar Morelli.
Capítulo 01: "Nace la Tierra" ("Et la terre fût...")
Capítulo 02:"El hombre de Neanderthal" ("L'homme du Néandertal")
Capítulo 03:"El hombre de Cromagnon" ("Le Cro-Magnon")
Capítulo 04: "Los valles fértiles" ("Les vallées fertiles")
Capítulo 05: "Los primeros imperios" ("Les premiers empires")
Capítulo 06: "El siglo de Pericles" ("Le siècle de Périclès")
Capítulo 07:"Pax Romana" ("Pax Romana")
Capítulo 08: "Las conquistas del Islam" ("Les conquêtes de l'Islam")
Capítulo 09: "Los carolingios" ("Les Carolingiens")
Capítulo 10: "Los vikingos" ("L'âge des Vikings")
Capítulo 11:"Las grandes catedrales" ("Les bâtisseurs de cathédrales")
Capítulo 12: "Los viajes de Marco Polo" ("Les voyages de Marco Polo")
Capítulo 13: "La guerra de los cien años" ("La guerre de Cent Ans")
Capítulo 14: "El quattrocento" ("L'homme du quattrocento")
Capítulo 15: "El siglo de oro español" ("Le siècle d'or de l'Espagne")
Capítulo 16: "La Inglaterra isabelina" ("Élisabeth Ire")
Capítulo 17: "La edad de oro de los Países Bajos" ("L'âge d'or des provinces unies")
Capítulo 18: "El Rey Sol" ("Le grand siècle de Louis XIV")
Capítulo 19: "Pedro el Grande y su época" ("L'époque de Pierre le Grand")
Capítulo 20: "Los grandes cambios sociales" ("Le siècle des Lumières")
Capítulo 21:"El nacimiento de los Estados Unidos" ("L'Amérique")
Capítulo 22: "La Revolución Francesa" ("La révolution française")
Capítulo 23: "La primavera de los países" ("Le printemps des peuples")
Capítulo 24:"La belle-epoque" ("Ah, la belle époque")
Capítulo 25: "Los años locos" ("Les années folles")
Capítulo 26: "Érase una vez... la Tierra" ("Il était une fois... la Terre")
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