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ESPLENDORES PASADOS DEL EX-CENTRO DE ENTRETENIMIENTOS POPULARES DE LA FUNDACIÓN ARRIETA

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Acceso al teatro-circo hacia los años 20, con sus puertas de madera y leones.
Coordenadas:  33°27'32.37"S 70°34'18.45"W
Aunque la Comuna de Peñalolén fue fundada recién en los ochenta, su historia es más bastante larga y activa en este sector de la ciudad de Santiago de Chile, especialmente tras la Independencia. Su nombre proviene de la Hacienda Peñalolén que, con los fundos Lo Hermida de los Von Schroeders y Macul de los Cousiño, se constituían las tres grandes propiedades en las que estaba dividido el terreno de la futura comuna en el siglo XIX.
El fundo Peñalolén había sido propiedad de los sacerdotes jesuitas y a continuación de doña Ana Josefa Vicuña. Sin embargo, tras adquirirlo a ella, don Juan Egaña y luego su hijo Mariano habían convertido la hacienda en un verdadero parque, con especies traídas especialmente desde Europa. Margarita Egaña, hija de don Mariano, puso en venta la propiedad (salvo algunos terrenos sometidos a régimen de mayorazgo), siendo adquirida en 1869 por el aristocrático uruguayo José Arrieta y Perera, que por entonces se desempeñaba como cónsul de su país en Chile sólo por vocación, sin recibir remuneraciones por este servicio. Don José residía desde 1844 en nuestro país, habiendo llegado con su familia cerca de los 10 años y contrayendo matrimonio con doña María Mercedes Cañas y Calvo en 1858.
Al momento de ser comprado por el acaudalado Arrieta, este fundo era arrendado y trabajado por D. Juan de Dios Morandé Portales, quien permaneció un tiempo más allí antes de irse. Don José llegó a establecerse y a convertirlo en un maravilloso parque privado, además de introducir grandes avances en la explotación agrícola del terreno, arrendándolo por temporadas a Vicente Alcérreca y Teófilo Cornejo. En alguna futura entrada quizás hablemos del fastuoso palacio con laguna propia que allí habitaba y que aún se mantiene en pie en lo que queda del parque, siendo sede de la Universidad SEK.
La familia Arrieta mantuvo su importancia e influencia en este lado de la ciudad, tanto durante el oscuro período de la Guerra Civil de 1891, durante la cual don José diera albergue allí a algunos perseguidos (además de procurar su primera sepultura a su amigo el Presidente José Manuel Balmaceda, por encargo de él mismo). Un tiempo después de la fundación de la Comuna de Ñuñoa en 1894, más o menos los años del Primer Centenario y en el período el que fallece don José Arrieta en 1911, los terrenos comenzaron a ser loteados y la población aumentó con residentes estables, además de otros ricos propietarios y los trabajadores de los fundos.
Don José Arrieta Perera, y su hijo Luis Arrieta Cañas.
LA FUNDACIÓN ARRIETA
De gran espíritu filantrópico y de responsabilidad social, don José Arrieta creó la fundación con su nombre por escritura pública de 1910, con el objeto de poner a disposición de la comunidad de un gran centro de recreación en terrenos de su propio fundo, para mejorar la calidad de vida de los residentes locales. Trazó así un gran proyecto para proveerlos del edificio con teatro y salones en el sector Los Guindos, además de contar con áreas deportivas y bibliotecas. Para financiar tan oneroso plan, Arrieta dejó establecido un censo sobre la Hacienda que proporcionaba a la fundación una renta de $6.400 anuales.
En tanto, el hijo de don José, el músico y filántropo Luis Arrieta Cañas, llegó a ser el sexto alcalde de la aún nueva comuna de Ñuñoa entre 1900 y 1912, llevando adelante varias iniciativas de servicio social y sanitario para los más necesitados. Como su padre había destinado parte de su herencia a labores sociales, le correspondió hacerse cargo de la beneficencia a través de la Fundación Arrieta. Se sabe que don Luis había comprado a su padre gran parte de los terrenos de la hacienda hacia 1894, además.
Cercano a grupos intelectuales y de pensamiento liberal desconfiado de las corrientes socialistas, don Luis continuó su obra como Patrono de la Fundación y poniendo a disposición de la ciudadanía el gran complejo recreativo, destinado a fomentar la entretención sana entre las clases modestas. Además de la Fundación Arrieta, René León Echaíz menciona la existencia de una posterior Fundación Arrieta Cañas en estas mismas actividades, en su libro "Ñuñohue". Fue la heredera del trabajo benefactor de la anterior.
De acuerdo al documento titulado "Centro de Entretenimientos Populares 'José Arrieta'" de 1921, publicado por la fundación en talleres de la Escuela Tipográfica La Gratitud Nacional, la labor que llevaban adelante debía mantenerse ajena a todas las cuestiones políticas y religiosas en su "acción social", aclarando que "decimos 'su Acción Social' porque creemos que el problema social no es un problema político y que ese problema debe ser resuelto por la sociedad misma", no inclinándose así al "paternalismo político" en que degeneran las políticas públicas cuando caen en "un tutelaje absorbente y exagerado", a juicio del liberalismo de los Arrieta.
Desde que fuera concebido por don José, entonces, la misión del complejo recreativo iba a ser:"combatir los vicios de las clases populares, especialmente la embriaguez y fomentar los sentimientos de amor a la familia, a la propiedad, al ahorro, a la libertad y a la Patria". Esta preocupación de los Arrieta con el flagelo del alcoholismo es evidente y reiterativa en el trabajo y las publicaciones de la fundación. De hecho, el fundador dejó establecido también un premio anual en dinero "al padre de familia pobre que sea el trabajador más sobrio, honrado y que mejor llene sus obligaciones y que esté domiciliado en la Comuna de Ñuñoa", la que correspondía administrativamente a la sede de la fundación.
Esta imagen está referenciada como "Almuerzo en el Teatro de Peñalolén después del Paperchase" y corresponde a una donación de la familia de don Ernesto Barros Jarpa". Fechada el 23 de julio de 1923. No estoy muy convencido, pero la dejo para la discusión. Fuente imagen: Archivo General Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Visita del Presidente Arturo Alessandri Palma al Teatro Circo Peñalolén, en los años treinta. Fuente imagen: Brugmannrestauradores.blogspot.com.
EL EDIFICIO Y SUS DEPENDENCIAS
El complejo de la fundación contaba con el edificio principal aún existente, que comenzó a ser levantado en 1910. Está situado en la esquina Nor-oriente de lo que ahora es la vía lateral Egaña de Américo Vespucio con la ex calle Peñalolén, actual calle José Arrieta, continuación de Diagonal Oriente.
De frontispicio neoclásico y frontón con gran entrada con escalones escoltados por dos leones echados, fue construido albañilería exterior con armazones y techos de madera en su interior. Cuando don José Arrieta falleció, se habían construido ya 900 metros cuadrados de superficie y sus murallas de concreto con cerca de 5 metros de altura, quedando pendientes otras dependencias de la fundación como el jardín infantil y la cancha que fueron completadas por don Luis.
Originalmente, este edificio se había concebido sólo para ser un circo-teatro y para que pudiesen caber en él 2.500 espectadores. Sin embargo, la cifra era demasiado grande para la cantidad de público que había en la zona y para las capacidades de los circos que llegaban a Ñuñoa, a veces temerosos muchos de ellos de presentarse ante una audiencia tan numerosa. Por este motivo, la fundación decidió modificar el proyecto del fallecido benefactor y adaptar el edificio con dependencias complementarias y distribuidas optimizando el espacio, labor iniciada en 1915, refaccionándolo casi totalmente en su interior. Aunque la mayor parte de los trabajos quedaron concluidos ese mismo año, algunas modificaciones se extendieron todavía hasta la década del veinte.
Aviso de 1920 anunciando funciones en el Teatro Peñalolén. Fuente imagen: blog de Brugmann Restauradores.
Ya subdividido en secciones, el inmueble era el corazón del Centro de Entretenimientos Populares de la Fundación Arrieta, que con cierta autonomía respecto de la fundación, siendo dirigido y administrado por el Centro de Recreo e Instrucción "José Arrieta". Tras la remodelación, en él se encontraban las siguientes dependencias o secciones del servicio social de la fundación:
  • El Teatro Circo Peñalolén, con presentaciones familiares de  bailes, teatro y proyecciones de cine (algunas de las cuales don Luis hizo traer desde los Estados Unidos. Según la declaración de la Fundación Arrieta, en este espacio "deben darse funciones que entretengan a los pobres en los días feriados y también espectáculos cultos y morales encaminados a crear en el corazón del pueblo el amor a la práctica de las virtudes cívicas y domésticas y a combatir el hábito de la embriaguez". El teatro era también un centro importante de reuniones sociales y celebraciones recreativas, algunas de ellas bastante copetudas considerando la orientación social y popular que tuvo como centro de recreación. Hecho de albañilería con envigado de madera y una estructura de techo en forma de cañón corrido de madera en su volumen central, estilo hangar, tiene una nave de unos 250 metros cuadrados, anteriormente con dos niveles aunque sin platea alta. Dijimos que antes de ser remodelado y subdividido el edificio éste sólo servía como espacio para los circos. A pesar de su gran capacidad de público, sólo llegó a tener dos o tres reuniones sociales importantes durante este período inicial, por lo que se redujo el espacio del mismo para destinar el resto a otros departamentos. Su capacidad quedó así para unas 400 a 500 personas frente a un escenario amplio, después de las remodelaciones de 1915. Con este nuevo aspecto debutó como biógrafo el 16 de septiembre de 1916, con funciones de proyección organizadas por los jóvenes Carlos y Enrique Contreras e Ignacio, Alfredo y Enrique Ríos. Fue difícil superar las limitaciones de la falta de electricidad y de buena iluminación, pero de todos modos se exhibieron 22 funciones hasta el 21 de diciembre de ese año, con películas como "Borrascas de vida", "Las lágrimas del perdón", "La danza heroica" y "Los miserables". A partir de enero de  1917 se facilitó el teatro a una compañía de variedades circenses que dio diez funciones. Como la sala no tenía por entonces butacas fijas sino bancas, sus pisos originalmente de tableados y parqués también servían para que el espacio fuese utilizado como gimnasio y salón de bailes. El circo-teatro fue lugar de ceremonias especiales, como premiaciones a alumnos de las escuelas, conciertos de beneficencia y el acto inaugural del centro Unión Nacional. Desde que el Centro de Recreo e Instrucción "José Arrieta" tomara su administración en 1919, quedó incorporado al circuito artístico y educativo con entradas gratuitas o a precios muy bajos, con presentaciones musicales de Tanner y del barítono Zanelli, además de la comedia en vivo de Barra. Hacia 1920, además, se le incorporó luz eléctrica, decoraciones de los muros y butacas, entre otros mejoramientos.
  • La Sala de Conferencias "Blas Cañas", inaugurada hacia 1923 aproximadamente, hacia el final de las transformaciones del espacio interior del edificio. Es una sala lateral, también con techo de envigado.
  • El departamento de la Escuela Popular Gratuita "María Mercedes Cañas de Arrieta". La fundación tenía allí una escuela nocturna para adultos, que surgió de una idea de fundar esta clase de institución por varios vecinos de Los Guindos, en abril de 1919, dirigida principalmente a obreros y que comenzó a funcionar inicialmente con seis alumnos frente a Plaza Egaña, en un modesto local arrendado. El primer directorio de esta escuela era presidido por Eduardo Castillo U., con Máximo Kahni en la vicepresidencia, Hugo Ercilla en secretaría y Fernando Llona Cuevas en tesorería; sus directores eran Manuel Muñoz T., Aurelio Valladares, Hugo Fuenzalida y Joaquín Muga. Antes de un año, el exitoso proyecto ya tenía 80 alumnos, por lo que la fundación decidió acoger a la escuela y trasladarla a sus dependencias en el Centro de Entretenimientos Populares, ocupando un espacio adyacente al circo-teatro y contando siempre con la colaboración de los vecinos de Los Guindos. Muchos hombres del mundo de la educación y del pensamiento pasaron por el directorio de esta escuela: Pedro Ríos, Ignacio Rencoret, Rosalindo Gómez, Demetrio Danus, Arturo Mewes, Antonio Trabucco, Miguel Abatte, Clodomiro Rosenthal, Demetrio Carrasco, Alejo Catenacci, Luis Morchio, Antonio Aguiló y Luis Correa, entre otros.
  • Un sector de tres salones, que incluiría a una Sala de Temperantes desde cerca de 1925, departamento "formado por vecinos, artesanos y obreros de la localidad y en donde encontrarán durante las horas desocupadas de los días de descanso, entretenimientos honestos, lecturas patrióticas, morales y útiles". Estas dependencias fueron importantes también en el trabajo de fomento a la música y la intelectualidad que llevó adelante don Luis Arrieta durante toda su vida.
  • La casa-habitación que funcionaba como consulta del médico de la comuna, cedida con la condición de que éste atendiera a diario el dispensario público, contando con un sueldo pagado por la fundación y un reconocimiento de sus funciones por parte de la Municipalidad de Ñuñoa.
También había una casa-habitación dentro del Centro, correspondiente a la persona encargada de regentar a la Escuela Popular una vez que ésta se puso en funciones, pero esta dependencia no dependía directamente del Centro de Recreo e Instrucción "José Arrieta".
Poco se puede ver del complejo hoy, rodeado de paneles publicitarios.
El edificio del gran centro recreativo y del teatro, en nuestros días.
El acceso con puertas de madera a la sala del ex teatro-circo.
OTRAS DEPENDENCIAS
Fuera del área construida del Centro de Entretenimientos Populares "José Arrieta", hacia el sector de los terrenos posteriores pero que formaron parte de la misma propiedad en sus orígenes, funcionaban también los siguientes espacios comprometidos en la recreación sana y el esparcimiento familiar de los ciudadanos menesterosos:
  • La Cancha de Ejercicios Atléticos entregada a la Liga "José Arrieta" de Football, antigua sede del Club Arrieta-Guindos fundado en 1915, uno de los más antiguos de Chile. Este espacio deportivo es el actual Estadio Arrieta-Guindos. La Liga "José Arrieta" que funcionaba en él, nació originalmente como Asociación por una iniciativa presentada el 11 de agosto de 1913 en el Club Presidente Balmaceda, durante reunión de 10 deportistas ñuñoínos realizada en Huérfanos 824 y en la que se decidió poner en marcha una institución que agrupara a los futboleros de la comuna e integrarse a la Asociación de Football de Chile. El primer directorio quedó bajo presidencia de Ramón Luis Hernández, siendo su vicepresidente Víctor F. Bravo, secretario Fernando Morales, pro-secretario Aureliano Oyarzo y tesorero Sebastián Segundo Ilabaca. Siete clubes se integraron iniciando la temporada y pasando a ser fundadores, como el Primavera Football Club y el Cross Football Club, este último con el mérito de conquistar la primera Copa José Arrieta de la liga y lograr 11 medallas de plata en 1913. Don Luis Arrieta, al enterarse que existía esta liga de fútbol con el nombre de su padre, le ofreció a los clubes miembros la cancha que había dentro del terreno y que estaba destinada a los juegos de destreza para la comunidad, por lo que la agrupación crearía una comisión liderada por don Luis Zégers H. para conseguir la personalidad jurídica, reconocida por decreto del Ministerio de Justicia del 3 de julio de 1914, recibiendo así de la Fundación Arrieta la cesión de uso del terreno por escritura del 15 de octubre. Ese mismo año, con sólo 5 clubes miembros, la copa de la liga fue ganada por el Primavera Football Club. Tres clubes más se unieron en 1915, con equipos en primera y segunda división. Hoy, esta cancha está separada del resto de la propiedad donde se encuentra el edificio, con acceso por el lado de Egaña-Vespucio.
  • El Jardín Infantil, "destinado a servir de campo a los niños de las escuelas públicas" según los estatutos, y que fue puesto en servicio hacia 1923, aproximadamente.
Por algún tiempo, funcionó también en este Centro el llamado Servicio de Carros Mortuorios y Ambulancia "Peñalolén" creado por don Luis Arrieta en 1913, también dirigido a los pobres de la comuna y por una instrucción dejada por don José antes de fallecer. Desde ese año hasta 1920, el servicio gratuito había transportado 225 cadáveres del sector Los Guindos, 136 de la Población San José, 200 de Ñuñoa y 212 de fundos de la zona, además de contabilizar 451 casos del servicio de ambulancias, lo que sumaba 1224 conducciones a razón de $10 cada una cubiertos por la fundación.
Y así se ven hoy sus ayer gallardos leones.
Una de las ventanas, con su protección de forja original.
Vigas, techado y muros por el ala del edificio (calle Arrieta).
EL EDIFICIO EN LA ACTUALIDAD
Gran parte del complejo de fundación fue vendido hacia mediados de la década del cincuenta, cuando el Parque Arrieta ya había sido bastante loteado para proyectos residenciales nuevos. Antecedentes publicados por los infatigables investigadores de Brügmann Restauradores, verifican que la mansión del parque fue vendida en diciembre de 1954, según consignaba el diario "El Mercurio". Con el advenimiento de la Reforma Agraria, además, muchas propiedades de la actual comuna fueron subdivididas en predios de 10 hectáreas o incluso menos, transformación que, por singular paradoja, a la larga facilitó la asimilación urbana de los terrenos precordilleranos y el alejamiento de su antiguo rasgo agrícola, seguida de apariciones de tomas y levantamientos de poblaciones populares en el sector.
Sin embargo, el viejo teatro siguió funcionando hasta el año 1960, como se lee en el artículo del periodista Iñigo Díaz en el mismo diario "El Merurio" ("Al rescate de un histórico teatro popular", 5 de abril de 2015). Para  evitar que fuese ocupado ilegalmente y deteriorado, la fundación lo arrendó a una barraca de fierros, áridos y materiales de construcción ("Los Tigres"), que aún se encuentra allí. Otros negocios se encuentran por el lado de calle Arrieta ocupando las dependencias laterales.
Ubicado casi en el límite de las comunas de Peñalolén, Ñuñoa y La Reina y perteneciendo a esta última por la actual distribución administrativa, el edificio del teatro aún conserva la fachada con frontón, aunque muy modificada a fuerza de terremotos y reparaciones. Cuesta divisarlo desde la avenida, pues parece casi escondido tras los enormes paneles publicitarios que tapan gran parte de su estructura, problema que afecta la mirada desde todos los ángulos exteriores que son posibles. Debe ser el edificio más antiguo que se haya hasta hoy en este grupo de cuadras, sin duda.
El vetusto lugar aún conserva -casi como milagro del tiempo- el nombre de la fundación en su fachada y los restos de sus dos leones de concreto que vigilaban el acceso, aunque muy deteriorados, casi irreconocibles, doblegados por olvido.
Un plan de restauración y rescate se encuentra en ejecución gracias a los descendientes Santiago Marín Arrieta y Juan Pablo Arrieta, nietos de Arrieta Cañas y encargados de la actual fundación, por lo que está la expectativa de recuperación de tan histórico sitio y hasta la reapertura del teatro para funciones artísticas, además de disponerlo otra vez como gran centro cultural y bibliotecario.
Otra vista de la fachada, hoy ocupada por una bodega.
Sector lateral del complejo, a calle Arrieta.
Acceso por calle Arrieta.
Vista hacia el interior del recinto, también por calle Arrieta.

EL INCREÍBLE EXPEDIENTE SOBRENATURAL DE FRAY PEDRO DE BARDECI, UN CASO DE CANONIZACIÓN TRUNCA EN CHILE

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Coordenadas: 33°26'36.55"S 70°38'51.89"W (Ubicación de la tumba)
En medio de un período de vaivenes impetuosos del río Mapocho y de la lucha de las fuerzas de orden de los tajamares contra las entropías destructivas de sus aguas, en el siglo XVII, el barrio de La Chimba recibe una extraña pero formidable visita: Pedro de Bardeci y Aguinaco, un hombre alto, blanco y de corpulencia vasca, que viene agitado atravesando el lecho para ir hasta la Recoleta de San Francisco.
El recientemente llegado acaba de cumplir la estricta regla de pobreza de San Francisco de Asís, regalando a los pobres todas sus posesiones. Según la "Historia y devociones de la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile (1643-1985)" de Fray Juan Rovegno S., la formalización de su renuncia a todas sus posesiones materiales la hizo ante notario el día 23 de abril de 1675. Y aunque quizás no lo sabe, la nómina milagrosa de recoletos iniciada por el Negro Andrés de Guinea, sumaría con él otro tremendo referente, al convertirse Fray Bardeci (también escrito Bardesi) en el Primer Venerable en Chile, teniendo en algún momento las más serias posibilidades y razones para aspirar a la canonización aunque su proceso hoy esté detenido. Como sucede también con el Negro Andrés, además, es otro caso que antecedió a la santidad de Fray Andresito en la comunidad de recoletos franciscanos de Santiago de Chile.
Al lograr audiencia con el Guardián de la Casa, Fray José de Valenzuela, el visitante no reserva respiro en manifestarle entusiastamente su ánimo. Es natural de Orduña; venía desde Potosí para cumplir con la voluntad de ponerse a santa disposición de la Casa de Nuestra Señora de la Cabeza, en la  Recoleta de San Francisco. Seguramente, el muchacho de unos 25 años ocultaría por prudencia, mientras tanto, el que la decisión de ingresar a los recoletos no era exactamente suya, sino voluntad de la mismísima Virgen María según confesó después.
Pedro de Bardeci había nacido en Vizcaya, España, el día 6 de abril de 1641. Por voluntad de su padre viajó a México con sus dos hermanos para dedicarse al comercio. Allá hizo sociedad con un rico vecino, pero no tardó en revelarse al sucio negocio especulativo de lucrar con productos de vital importancia para la gente más pobre y menesterosa, abandonándolo y dedicándose, a continuación, a la venta de tabaco.
Cuenta Fray Francisco Cazanova  en "Reseña Histórica de la Recolección Franciscana de Santiago" de 1875, que fue entonces cuando Bardeci tuvo la primera revelación de varias que lo llevarían a entregar su vida a los votos sacerdotales: una noche en que se hallaba rodeado de muchos clientes, pasó a su tienda un mendigo y le pidió una limosna por amor de Dios. Aunque sensible al dolor como todo mal comerciante, Bardeci le pidió al mendigo que esperara para que atendiera a sus compradores y podría dedicarle un momento a él. Pero el extraño personaje le respondió diciendo que su urgencia era mayor y que, a los ojos de Dios, no sería bien visto postergarla por seguir con las ventas, tras lo cual desapareció retirándose entre la multitud, dejando a Bardeci confundido y meditabundo. Después de un tiempo reflexionando la curiosa situación, decidió abandonar definitivamente el rubro del comercio.
Cuadro de Bardeci junto a los pobres, en el Templo de San Francisco (Alameda).
Detalle del cuadro con biografía (con un curioso error, al señalar muerte en 1701)
Su siguiente ocupación fue como escribano de un prestigioso navío. Pero la conciencia social volvió a traicionarlo cuando las autoridades le encargaron inspeccionar los artículos que llevaba de contrabando en el barco un mercader, el que hizo lo posible por convencerle de no certificar dicha carga pues, si era denunciado, su familia y especialmente sus hijos caerían en la miseria. Incapaz de ignorar las súplicas del pobre desgraciado, Bardeci decidió no denunciarlo pero, colocado en tal predicamento producto de su falta profesional, también huyó del navío comunicándoselo después a su confesor el Padre Juan de Toro. Escapó hasta el Perú y desde allí a Potosí, donde se dedicó a la minería en calidad de científico, llegando a publicar un trabajo al respecto.
Allá en el Alto Perú, Bardeci desarrolló actividades a las que fue invitado por don Francisco de Esquivel, su amigo, a quien le ayudó en la educación y mantención de sus hijos. Mientras no estaba en las faenas de las minas, visitaba las iglesias del territorio como pasatiempo.
Un día, en estos paseos y quizás ya cansado de las aventuras, entró a una pobre capilla en la que había una efigie de la Virgen María, a la que suplicó revelarle la voluntad de Dios con respecto a él. Inesperadamente, escuchó que esta imagen le susurraba pidiéndole una lámpara y unos candeleros de la plata de su mina, “y que después de esto ella le manifestará la voluntad de su Divino Hijo”, según recordaba el Padre Nicolás Freites, quien escuchó esta historia contada por el propio Bardeci.
Sorprendido, partió a su mina donde encontró los trozos de plata necesarios para los objetos que le habría solicitado la Santa Madre y el pago de sus forjas. Según su testimonio, volviendo al santuario y colocándolo sobre el altar, escuchó otra vez la voz celestial:
- Ve a Santiago de Chile y toma el hábito de religioso en el convento de descalzos, llamado de Nuestra Señora de la Cabeza y allí me servirás, por ser ésta la voluntad de mi Santísimo Hijo.
Zarpó entonces a Valparaíso, obediente. Llegó a Santiago para hospedarse a la casa de su hermano Francisco, el mismo que según tenemos entendido, hizo donaciones de terrenos para asentar el monasterio del Carmen Alto en la Alameda, frente al Cerro Santa Lucía. Él, pues, ya llevaba un tiempo establecido en Chile.
Vista de la sala donde está la cripta y el cuadro.
Otra vista de la misma sala. Más allá de que se crea o no la historia milagrosa del fraile, sin duda se esconde bajo esta tumba uno de los misterios más increíbles y cautivantes de la historia de la religiosidad en Chile.
Fue desde allí donde, desprendiéndose de todos sus bienes, partiría hasta la Santa Recolección a complacer la petición. Fray Cazanova nos da una imagen de cómo lucía el barrio en esos años y de cómo fue el arribo de Bardeci al ultra Mapocho, pronto acompañado de un insólito y sorprendente nuevo suceso sobrenatural:
"Existía por aquel entonces en la antigua Recoleta un compás que cerraba la avenida de la iglesia y en el ángulo que daba a la calle existía una Cruz llamada de Vera, colocada sobre un pilar de cinco varas de alto y delante de la cual ardía constantemente una lámpara desde que oscurecía; sucedió que pasaba por allí una noche el Siervo de Dios, llevando sobre sus hombros, hecho un rollo el sayal que para el hábito le habían tejido. Lleno de su corazón de santa alegría, al considerar su próxima entrada en la religión y encendiendo su fervor a la vista de la cruz, se levantó súbitamente en el aire como una vara sobre la cabeza de ella; y después aseguró que desde esta altura veía la lámpara bajo sus pies con gran asombro y arrobamiento de su alma".
No sería la última experiencia de levitación por parte del extraordinario personaje, según su leyenda.
Al llegar a la recolección, había sido recibido por el Guardián Valenzuela, quien se llevó una buena impresión del postulante y le permitió el ingreso inmediato, entregándole después los hábitos, ocasión en donde adoptaría el nombre de Fray Pedro de la Natividad. Sin embargo, Cazanova dice que Bardeci tomó el hábito el 8 de diciembre de 1664, mientras que Benjamín Vicuña Mackenna, en su "Historia crítica y social de la ciudad de Santiago desde su fundación hasta nuestros días. 1541-1868", apuesta a que el año en que se graduó fue 1667. El año de 1664 aparece en otras referencias que hemos consultado, como aquel de su formal investidura franciscana (quizás el error se deba a la lectura de los registros manuscritos del archivo franciscano, pues a veces es fácil confundir un 7 con un 4), aunque es curioso que mientras Vicuña Mackenna declara que Bardeci tenía 25 años en este momento, Cazanova dice que eran 26 años y 5 meses. Sin embargo, éste último agrega el revelador detalle de que "concluido su año de noviciado, profesó solemnemente el 8 de diciembre de 1668". También resulta un poco confuso que aparezca en la citada obra de Rovegno renunciando a sus posesiones recién en 1675, y que en el cuadro de su cripta en la Iglesia de San Francisco diga textualmente: "Fue portero de esta Santa Recolección, donde tomó el hábito de lego el día 8 de diciembre de 1675".
Tras dicho año de noviciado, en que no estuvo lejos de la tentación de abandonar la empresa (mediando nuevamente la Virgen María para evitar su deserción, según dijera él), al fin comenzó a profesar el 8 de diciembre del año siguiente. Un presagio curioso sucedió aquel día, en el momento de la profesión: todo el recinto de la Recoleta comenzó a temblar, extraño fenómeno que fue reportado por testigos como el propio Guardián Valenzuela, quien se lo explicó como iras furiosas del Diablo, molesto con este triunfo de la fe.
Acercamiento a la gran piedra de la cripta, con su nombre.
Detalle de las placas de agradecimientos "por favores concedidos".
Rápidamente, y oficiando como portero del convento, Fray Pedro se convirtió en uno de los monjes más queridos y conocidos de la orden, atrayendo con su carisma y su generosidad a muchos fieles, precisamente en momentos que la Recoleta iba cobrando fuerza y popularidad en la sociedad santiaguina. Le llamaban el Padrecito de los Pobres, pues diariamente daba ayuda a los desvalidos en aquellos difíciles años de crisis económicas en Chile. Y así fue pavimentándose el camino a su condición de Siervo de Dios y Venerable.
En momentos de exiguos aportes a la Santa Recolección, que afligían al Guardián Valenzuela, el sacerdote fue capaz de pronosticar también que venían días mejores para el alimento del pueblo y las limosnas para los pobres, tal cual se cumplió después. También se impuso con predicciones e intervenciones mediadoras sobre disputas internas en la orden.
Sus virtudes como interventor de paz quedaron demostradas en innumerables ocasiones, y su caridad ilimitada para con los pobres y los desposeídos alcanzaba incluso para animales del convento y otros de los alrededores, a los que alimentaba con su propia mano en las puertas de la orden. Se recuerda de él que dormía apenas dos horas al día y teniendo un tronco por almohada. También usaba su cabeza descubierta todo el tiempo, con la capucha abajo y su calva expuesta a lluvias y a soles, extraña costumbre que mantuvo toda la vida y que llamó siempre la atención de quienes le conocían. Aunque no era común que paseara por las calles, un día de aquellos en que lo hizo, un vecino del barrio intentó persuadirlo de capear el intenso Sol veraniego que caía sobre la cabeza del sacerdote:
- Padre, ¿por qué no se cubre?–le dijo.
- Porque delante del Rey no se cubren los vasallos–respondió él.
Lo que más sorprende en la vida de Fray Pedro Bardeci quizás sean testimonios como los de sus señalados actos de supuesta levitación, que era capaz de realizar mientras se sumía en el profundo trance de la oración. Caía en una especie de estado catatónico, quedando estático y en su misma posición de rezo se levantaba del suelo ante el asombro de todos los presentes. Una confirmación testimonial la da Fray Juan de Toro, quien era a la sazón maestro de los teólogos del Convento de San Francisco en la Alameda, pasando al de la Recoleta en 1693. Dice su testimonio reproducido por Cazanova:
"…en más de tres o cuatro ocasiones vio que el dicho Siervo de Dios tuvo raptos extraordinarios y éxtasis, levantándose su cuerpo de la tierra como dos varas. Solían durarle un cuarto de hora. Y que fuera del coro, en los huertos donde se ocupaba en cultivar algunas flores para adorno de Nª Señora, también lo vio elevado de la tierra".
Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta. Muestra lo que parece ser el episodio de una visita a una familia cuando anticipó que el bebé de la casa se iría "al cielo".
A esta supuesta habilidad se sumaban otras no menos impresionantes, descritas por Vicuña Mackenna con un entusiasmo que -se sabe de sobra- no es frecuente en su pluma tan anticlerical cuando la dirige hacia asuntos de la Iglesia:
"…se cuenta el haber adivinado que un caballero llevaba en su caja cierto rapé envenenado para matar a un enemigo; y de aquella que presintiendo el peligro en que se hallaba una pobre mujer llamada Candelaria Isboran de caer en pecado por una deuda de cuatro pesos, se los llevó tan en tiempo, que estorbó su consumación".
Este último caso es detallado y ampliado por Cazanova de la siguiente manera: sucedió que una niña muy decente pero pobre llamada María Candelaria Isbán (difiere del apellido anotado por Vicuña Mackenna), estaba con la urgencia de conseguir cuatro pesos para pagar el alquiler de la casa bajo la presión del propietario. Desesperada y sin la protección de su marido que andaba de viaje, la afectada optó por el camino menos honesto y más vergonzoso, recurriendo a un caballero francés que la había pretendido cuando era joven con regalitos y presentes varios. Inesperadamente, durante la noche pasó a su casa Fray Pedro acompañado del donado José y, entregándole los cuatro pesos envueltos en un papel blanco, le dijo:
- Supla, hija, su necesidad, ahí le envían esa limosnita, recíbala del donado y por tan poco interés no se resuelva a ofender a Dios.
Sorprendida, ella preguntó al generoso sacerdote quién le había enviado el necesario dinero. Pero él sólo respondió repitiendo el mismo dulce mensaje que acababa de declamarle. Fue tan fuerte la experiencia que la propia María Candelaria se encargó de darla a conocer, venciendo los pudores y confirmándola real.
Prodigios adicionales son reportados en torno a su recuerdo en la Recoleta. Además de su amor a los animales, parece haber existido una auténtica comunicación con ellos, tal como la que habría tenido San Francisco de Asís, pues en una ocasión Bardeci casi fue atacado por un toro bravo suelto que, al llegar a su lado en la calle, cayó súbitamente de rodillas y lamió la manga de su hábito como si lo besara, ante el asombro de todos. También habría tenido el don de la bilocación, ya que cuando estaba en Santiago de Chile fue a visitar al mismo tiempo a su anciana madre y la estuvo atendiendo durante los últimos días de vida. Adicionalmente, poseía dotes de resurrección, según otro episodio descrito por el mismo Fray Toro y transcrito por Cazanova:
"Que en otra ocasión encontrase el Siervo de Dios tan gravemente enfermo que a él mismo le parecía que ya iba a espirar; y aun le fue dado parte como superior de la casa que ya había muerto el Siervo de Dios, por lo cual, yendo a su celda y poniéndose al lado de su lecho, lo tocó con sus manos y vio que estaba como un tronco sin movimiento alguno sin señal de vida: que después de mucho tiempo volvió en sí sin medicamento alguno y dijo: Gracias a Dios ya esto ha pasado y dando a entender que había tenido alguna sobrenatural ilustración de su mejoría y de facto se experimentó que quedó sano y libre de aquella enfermedad y causada sólo por el amor de Dios".
Como el mítico sabio Honi ha-Meaggel de la tradición hebrea, la leyenda del sacerdote recoleto dice que podía hacer llover con rogativas al cielo. Así lo hizo para asombro de todos hacia sus últimos años de vida: estando cautivo y sin agua junto a otros franciscanos por nuevas disputas internas de la Iglesia, logró provocar chubascos sólo en el lugar de la ciudad donde se encontraba retenido.
En otra de sus ocasionales salidas por las calles, se puso frente a un oficial militar que estaba sentado delante de su casa muy temprano, con aspecto atormentado y confundido. En el mismo momento en que el oficial lo saludó besando la manga del sacerdote, éste le dijo con severidad:
- Mira, hijo, si fuera cierto lo que te imaginas, el demonio te cegaría a fin de que continuase la ofensa de Dios; más aquella mala bestia te ha metido en la cabeza esa tal cosa para inquietud y alteración de tu alma; deja esos pensamientos y vive en paz con tu mujer.
Asombrado, el tipo se arrojó a los pies del milagroso cura, pidiéndole perdón al Cielo: entre sus ropas traía un puñal con el que planeaba darle muerte a su propia esposa, acosado por los mismos celos necios de Otelo. Desde allí, habría ido a pedirle disculpas directamente a ella.
Un caso muy parecido (en caso de no ser el mismo, en otra versión) es el de cierto sujeto que también planificaba apuñalar a su mujer hasta que su casa fue visitada por el sacerdote, quien le enrostró saber sus intenciones, exigiéndole entregar el arma. En otra ocasión, cuando un señor llamado Juan de Sartiga, tras ir al pedregal del río decidió devolverse a dar muerte a su mujer Rosa García por una grave discusión doméstica, Fray Pedro de Bardeci se le apareció exactamente en el mismo momento a ambos cónyuges pero en lados distintos: al primero en la misma vega del río, pidiéndole recapacitar, y a la segunda en su casa, sugiriéndole pedir perdón a su marido por las razones de la pelea.
En cierta ocasión también jugó con lo que hoy algunos llamarían telepatía o clarividencia, al advertir a una mujer de las verdaderas y oscuras intenciones de un señor que solía visitarla pidiendo limosnas; y frustró el intento de fuga de un novicio del convento, el futuro sacerdote Fray Nicolás de Vera, al comentarle que conocía de alguna misteriosa manera de sus planes secretos. Y como si fuera poco, en alguna otra oportunidad el sacerdote confrontó a otro novicio, el más tarde investido Fray José de Santander, por fingirse loco para no ir a las reuniones adivinando con esa inexplicable virtud que sus actos de perturbación mental eran actuados. También, en otro de los varios casos parecidos, reveló al mismo novicio saber que pretendía dejar el convento y lo persuadió de lo contrario.
Y parece ser que Bardeci se reservaba un milagro por cada asomada a la calle, porque refiere Cazanova que en otra ocasión, un joven que tenía amoríos impropios con una muchacha de La Chimba, tarde en la noche se encontró con él en el camino hacia esta querida. Usando su poder (o lo que fuera), el franciscano le advirtió que se retirase y abandonara esa relación por el bien de su cuerpo y de su alma. El muchacho se devolvió confundido pero, tras atravesar el río, regresó sobre sus pasos convencido de que la aparición del cura había sido su imaginación o casualidad. Tuvo la precaución, sin embargo, de tomar ahora otra calle. Cuál sería su sorpresa al descubrir también en ella a Fray Pedro, otra vez. Probó con distintas rutas y siempre fue lo mismo. Perturbado y sorprendido, finalmente, se rindió y se retiró, al fin. Al día siguiente, la propia niña de sus aventuras le contó que acababa de salvarse de la muerte por no haber ido a visitarla, pues los hermanos de la misma chica ya se habían enterado de esta relación pasional y le prepararon una mortal emboscada en la casa como castigo y venganza a las vergüenzas.
Ocasión en la que Bardeci logró detener un toro bravo y suelto por las calles cuando éste trató de atacarlo, según la historia que se cuenta de aquel incidente. Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta.
En otra experiencia sorprendente, el síndico del convento don José López Villamil, tuvo un altercado con don Juan Zerán, en el que ambos llegaron a sacar espadas para irse a duelo. El Guardián Toro intervino tomando a López y escondiéndolo en la celda de Bardeci, quien al verlo le advirtió que esa misma “naturaleza” que acababa de poner de manifiesto le iba a quitar la vida. Poco después, el síndico falleció de… ¡cólera!
Está también el caso de doña Josefa Alfaro quien, tras negársele una confesión porque el sacerdote jesuita Domingo Marini le exigía necesario comulgar, se retiró de la Iglesia de la Compañía de Jesús siendo alcanzada en la calle por Fray Pedro: él sabía misteriosa y perfectamente lo sucedido, aconsejándole obedecer al cura.
Hubo también una vez en que, para atravesar el río más caudaloso que de costumbre, Bardeci y su compañero el donado José pidieron ayuda a un caballero joven llamado Juan Contreras, que iba hasta la otra orilla en lomo de mula. Sin embargo, él se excusó advirtiendo que el animal era un poco intranquilo y que fácilmente podría derribarlo sobre el agua en una sacudida. Fray Pedro insistió y, lleno de temor, Juan accedió a llevarlos. Estaban en esto cuando el cura le dijo dulcemente al muchacho que abandonara la relación ilícita que tenía con una joven a cuya casa se dirigía, y que usara los doce pesos que llevaba en el bolsillo con la intención de complacer su lujuria, en necesidades de su numerosa familia. Tras quedar pasmado por el comentario, Juan se dispuso a volver para traer a la otra orilla al donado José. La mula, en ningún momento se puso violenta; pero sí el corazón del muchacho al verificar que llevaba, efectivamente, doce pesos en sus bolsillos, esos que pensaba gastar en sus secretillos.
Otras maravillas de su vida como sacerdote milagroso (o de paragnosta, quién sabe) siguen siendo reportadas por Fray Cazanova. En una de ellas, Bardeci salvó la vida a don Juan de Hermua, natural de Lima que había llegado a la Recoleta a pasar sus últimos días gravemente enfermo y ya agónico. Su último consuelo era ver frente a su lecho de muerte a la imagen de Nuestra Señora de la Cabeza. Cuando se la llevaron, Fray Pedro se arrodilló y le rogó por la vida del moribundo. Permaneció largo tiempo así, mientras todos los demás presentes se durmieron al avanzar la noche. Pero en un instante, el enfermo despertó animoso y consciente: Bardeci le había conseguido una valiosa prórroga de vida de seis meses más, a cuyo fin de plazo volvió hasta la Recoleta pidiendo estar presente en lo que fueron sus últimos momentos de feliz vida.
Hay otros fenómenos que algunos se apresurarían a definir como precogniciones y más clarividencias en la vida del Fray Pedro Bardeci. A la angustiada Doña Catalina de Arteaga, por ejemplo, le reveló que su marido Juan Diez Gutiérrez estaba sano y vivo en momentos en que ella lo creía atrapado por corsarios tras salir de Valparaíso al Callao y no recibir nuevas noticias de él. Le informó de detalles del viaje que no podría haber conocido. Y en otra ocasión, a esta misma señora le advirtió que su hijo sano y alegre de dos años iría “¡Al cielo, al cielo!”, levantándolo el brazos y haciendo esta exclamación. Sin que nada lo hubiese hecho prever, el niño murió pocos días después; se fue al cielo.
"Entró una vez el Siervo de Dios –cuenta Cazanova- en casa de un caballero apellidado Inza, vizcaíno de nación y paisano suyo, en circunstancias de que estaba muy afligida la señora, su esposa, de los dolores del parto, a que se hallaba próxima. Pidióle la paciente rogase a Dios por ella, para que saliese con felicidad de tal aprieto, y el Siervo de Dios la consoló diciéndole que luego que él se fuese daría a luz un niño sin novedad alguna. Despidióse a poco rato, e iba saliendo todavía por el zaguán de la casa, cuando le detuvieron para que viese al recién nacido, y le diese su bendición. Vuelve gustoso el Siervo de Dios, y tomando en sus brazos al infante, le besó los pies diciendo que ese paisano sería un gran religioso sacerdote; que se lo cuidasen mucho. El suceso verificó esta predicción. El niño fue un ejemplar religioso llamado Fr. Manuel Inza en el mismo convento que vivió el S. de Dios”.
A pesar de sus increíbles capacidades que lo hicieron candidato a santo, estaba escrito en alguna parte del libro del destino que allí, en la misma Recoleta, Bardeci encontraría la muerte sólo siete meses después de completado el traslado de los franciscanos hasta el convento.
Pintura reproduciendo una de las supuestas experiencias de levitación de Bardeci, durante sus trances de éxtasis. Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta.
Las historias sobrenaturales no concluirían con la partida de Fray Pedro Bardeci, pues hubo una enormidad de otros milagros que se le atribuyeron en este período. Por espacio y para no terminar en una semblanza completa suya (que de milagros parece construida, precisamente), sólo mencionaremos en términos generales sus últimos prodigios en vida; y algunos incluso después de ella.
Uno de estos fenomenales acontecimientos ligados a la leyenda de Bardeci fue el dado a doña Cecilia Henríquez, que estaba afectada por un grave y persistente dolor de cabeza. Fray Pedro pronosticó que cuando él muriera, esta terrible jaqueca pasaría. Y a Francisca Calderón, niña ciega de nacimiento, también le predijo que vería después de morir él. Y así fue en ambos casos: tanto el dolor de la señora Cecilia como la ceguera de Francisca se fueron con la vida de Bardeci, extinta el 12 de septiembre de 1700, a las cuatro de la mañana.
Tenía 59 años al expirar liberando su último aliento. Ese mismo domingo se había celebrado la fiesta del Dulce Nombre de María. Su última voluntad en la agonía de fiebre y dolores, expresada al mencionado sacerdote Domingo Flores, fue que cuando éste fuera prelado, exhumaran su cuerpo para sepultarlo a los pies de Nuestra Señora de la Cabeza en la Recoleta.
Sin embargo, es aquí donde quedará demostrado que su registro de milagros no cesaría con la muerte. Reaparecen, de hecho, al momento mismo de fallecer, pues se habría presentado ante su amigo el leal hermano José, vestido de blanco y resplandeciente para despedirse de él. Por ello, cuando fueron sus compañeros a avisarle de la muerte del estimado Pedro, él ya estaba perfectamente enterado de lo sucedido, según lo testimonió el padre Freites. En esta aparición, Bardeci le pronosticó a José que volvería a buscarlo en un año más, falleciendo éste, efectivamente, en septiembre del año siguiente. Esto lo habría alcanzado a informar el propio hermano Pedro, en vida.
Incluso en sus exequias seguían ocurriendo cosas increíbles, como curaciones de enfermedades y visiones que son detalladas por Fray Cazanova, todas ellas documentadas por innumerables testigos y reportes.
Durante los tres días que siguieron a su deceso, además, el cuerpo del sacerdote se mantuvo flexible y sin la rigidez cadavérica, con aspecto de persona viva y con una extraordinaria blancura, permitiendo que se postergaran en un día sus funerales, para que los miles de fieles pudieran visitarlo y ser testigos de los sensacionales acontecimientos que seguían produciéndose:
"Quedó el cadáver del Siervo de Dios muy blanco, su semblante sereno, con aspecto de persona viva y con toda su flexibilidad natural; así lo aseguran cuantos le vieron. Todos los habitantes de esta ciudad, a la noticia de su fallecimiento, recurrían en tropel para tener el consuelo de ver por última vez al varón admirable, al bienhechor generoso de los pobres y de cuantos a él habían recurrido. Llenóse de pueblo el interior de los claustros, la iglesia y la plazuela; ya no quedaba lugar para la gente que de hora en hora se aumentaba, viniendo hasta de los campos al ruido de tan extraordinaria novedad. Unos, postrados ante el féretro, buscaban los pies y las manos del venerable difunto, reconocidos por sus beneficios, otros cortaban pedazos del hábito para llevarlo por reliquia; cual lloraba su irreparable pérdida, cual se encomendaba al Siervo de Dios como a un verdadero santo; y todos le invocaban a grandes voces, diciendo no se les impidiese ver su cadáver por la última vez, que era el único consuelo que podían esperar".
Sólo el día 15 pudo ser despedido de este mundo en la iglesia del Convento Grande y llevado al Presbiterio de San Francisco. Cabe añadir que, por la presión popular, el cuerpo de Fray Pedro Bardeci fue sepultado en un cajón en esta cripta de la Iglesia de San Francisco en la Alameda, y no desnudo en la tierra como era la voluntad franciscana, por lo que debió autorizarse por dispenso este descanso en un ataúd especial.
Aparición de Bardeci apenas murió en el Convento de Nuestra Señora del Socorro o de San Francisco. Imagen tomada de la secuencia biográfica en torno a su cripta.
Sin embargo, durante la ceremonia tendría lugar otro asombroso hecho: cuando Fray Antonio Navarro intentó recitar la clásica oración de los difuntos “Absolve quesumus, Domine, animan famili Petri”, sólo conseguía vocalizar el rezo “Confesoris tui solemmitate letificas”, que es el de los santos confesores. Por más que lo intentó, no pudo corregir y repitió la oración con estas mismas palabras. Al terminar la ceremonia, cayó de rodillas ante el cuerpo y llorando emocionado, pues había comprendido como una intervención divina lo que había provocado tan simbólico suceso.
Todavía hay reportes de una serie de casos de curaciones milagrosas y sanaciones de agónicos que fueron llevados hasta el lugar de su sepultura cuando aún estaba fresca, y que se suman al interminable historial de milagros atribuidos a este hombre santo.
Cuando se intentó una posterior exhumación de su cuerpo para sepultarlo según su petición, se enfrentaron con otra sorpresa en esta cripta, que estaba junto a la tarima del Altar Mayor de San Francisco Solano que existía al momento de ser sepultado. Los sacerdotes Domingo Flores, Pascual Garay, Nicolás Freites y otros religiosos abrieron este sepulcro con ayuda de unos trabajadores, pero sólo encontraron dentro del cajón un agua perfumada que llegaba hasta el borde y que, también milagrosamente -según su interpretación- no se filtraba por entre las tablas. Tras buscar en torno a la cripta, pensaron que se trataba de alguna veta de agua o filtración que se habría escurrido al sepulcro, pero nada encontraron confirmando esta idea. Dentro de esa misteriosa sopa había sólo un hueso, muy blanco y pulido, que fue retirado por Garay para ser observado. Flores, que a la sazón era padre provincial, ordenó colocar la pieza ósea otra vez dentro de la cripta, pero con las osamentas de otros tres cadáveres vecinos, para evitar que los restos se convirtieran en lugar de un culto popular que no estaba autorizado aún por la Iglesia, decisión que le ha sido reprochada duramente en épocas posteriores. El prelado también ordenó cerrar el sepulcro y suspendió el traslado a la Recoleta.
Años después, el 23 de diciembre de 1733 y cuando estaba iniciado ya el proceso para su reconocimiento, la cripta volvió a ser abierta, inspeccionada y cerrada otra vez, permaneciendo en el mismo lugar de la Iglesia de San Francisco.
En tanto, en la pared de este claustro franciscano de la Alameda se instaló un retrato suyo con la siguiente inscripción:
"El venerable padre fray Pedro Bardesi, hijo de esta provincia y natural de Orduña, hijo de don Francisco Bardesi y doña Catalina de Aguinacio y Vidaurre, oriundos de Vizcaya".
El Convento de San Francisco también atesora parte de la cruz que usaba Bardeci para pasear por el Vía Crucis en la Recoleta, pieza de madera cuya otra mitad fue enviada a la iglesia franciscana de Orduña, en España, donde es conservada con devoción.
Con respecto al hasta ahora fallido intento de canonización, el camino comenzó el 14 de febrero de 1724, cuando los religiosos de San Francisco presentaron al Obispo Alejo Fernando de Rojas y Acevedo una carta solicitando iniciar un proceso con un informe “Non Cultu”. La intención era que la devoción hacia su alma, hasta ese momento irregular, fuera aceptada y aprobada para avanzar hacia la beatificación. Se creó una comisión para atender el caso y así fueron reuniéndose testimonios que acreditaban la condición especial del fallecido.
Sólo en 1730 pudo despacharse este proceso a la Santa Sede, pero la inexperiencia en los procedimientos comenzó a pasarle la cuenta a los chilenos. La Sagrada Congregación de Ritos encontró que faltaban antecedentes y mandó una guía informativa para que pudiera cumplirse correctamente con el procedimiento, retomándoselo en 1732 con el estudio de otra colección de casos documentados de milagros suyos, entre los que estaban los testimonios de importantes ciudadanos y religiosos de Santiago como los que revisamos anteriormente. El informe de los jueces quedó listo para ser presentado al Vaticano en septiembre de 1734.
También se inició el segundo proceso, titulado “De la Fama de Santidad, Virtudes, Dones Sobrenaturales y Milagros del V. S. de Dios”, concluido recién en 1751 y enviado a Roma al año siguiente. El proceso encendido con el “Non Cultu” fue aprobado por la Santa Sede en 1755; pero el “De Santidad, Virtudes, Dones” quedó pendiente mientras se verificaba la constancia de la fama del Siervo de Dios. También se inició un nuevo proceso de “Non Cultu” a principios de ese año y remitido al siguiente. Se empezaron otros dos titulados “De Virtutibus et Miraculis in Specie”, terminado en 1775, al que siguió “De Virtutibus in Genere”, que se prolongó por varios años más y sufrió una suspensión en 1793.
Acercamiento a los agradecimientos de los fieles.
Plazoleta Pedro de Bardeci, afuera del templo.
Hubo varios intentos e insistencias posteriores para reponer el proceso, pero la mencionada falta de experiencia en estos trámites y las intrigas rondaron durante todo el noble trabajo. En 1853 se emitió un decreto a tales efectos, pero todavía en los tiempos de Vicuña Mackenna este proceso seguía en suspenso. Según este autor, en 1863 se había realizado una nueva apertura de su lugar de reposo, en donde se verificó que el cuerpo del sacerdote no estaba en el sarcófago, para el asombro de los trabajadores e inspectores , pero para confirmación también de las historias registradas en las anteriores inspecciones de la cripta.
Aunque el título de venerable Siervo de Dios acompaña su nombre casi como parte del mismo mientras está pendiente el avance hacia el reconocimiento de sus condiciones atribuidas, su beatificación y posterior canonización nunca avanzaron pese a la rauda celeridad que el Vaticano (a veces ensombrecido por las cuestiones políticas y otras todavía menos decorosas) ha expresado en otros casos mucho menos interesantes o menos documentados que el de Fray Pedro Bardeci, el posible Santo que vivió en las orillas del Mapocho.
Pero no menos ingratos han sido los propios santiaguinos, que jamás cumplieron con su deseo final de ser sepultado en tierra, ni la voluntad popular de que sus restos (o lo que haya dentro de su ataúd) se trasladaran a tiempo desde la Iglesia de San Francisco a la de Recoleta, ante su Santa Madre.
Un pequeño santuario con imágenes de su vida se ha hecho en torno a su cripta al inicio de la nave derecha del templo, con placas de agradecimientos por milagros que sigue haciendo todavía desde el Más Allá, según sus fieles. Una placa colocada por representantes de la Ciudad de Orduña, recuerda al personaje allí en la sala de su sepultura con parte del mensaje que la Virgen le habría dado enviándolo a nuestro país:
Vble. Fr. Pedro de Bardeci
Vete a Santiago de Chile y toma el hábito de religioso en el convento de Descalzos de Nra. Sra. de la Cabeza.
Murió en Santiago el doce de Septiembre de 1700
Homenaje de la Excma. Diputación de Vizcaya y de la M. N. y M. I. Ciudad de Orduña.
Otra placa de mármol, del Instituto de Conmemoración Histórica, aporta con el siguiente mensaje:
EN ESTE TEMPLO REPOSAN LOS RESTOS DEL CIERVO DE DIOS
FR. PEDRO DE BARDECI O.F.M.
APÓSTOL FRANCISCANO DE LA PAZ EN LAS FAMILIAS Y SERVIDOR DE LOS POBRES Y LOS ENFERMOS.
EN EL TRICENTENARIO DE SU FALLECIMIENTO
1700 - 12 DE SEPTIEMBRE - 2000
INSTITUTO DE CONMEMORACIÓN HISTÓRICA DE CHILE
La plaza dura con la fuente de aguas que hasta cuarenta había pertenecido a la desaparecida Pérgola de las Flores, frente al acceso a la misma iglesia y su convento en Alameda Bernardo O'Higgins junto a la abertura de calle Londres, siendo la misma que en su momento se viera colmada de fieles despidiendo al venerado sacerdote, hoy lleva su nombre: Plazoleta Fray Pedro de Bardeci O.F.M.

LAS RUIDOSAS Y COLORIDAS LORERAS DE TRICAHUES DE LA REGIÓN DE COQUIMBO

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"¡Son tricahues!", repetía mi amigo y camarada de viajes con la cabeza en alto, aquel día feriado de Semana Santa, mientras veíamos la numerosa y colorida lorera estacionada en los árboles de la Feria Rural Campesina del Parque Los Pimientos, a espaldas de la planta pisquera de Vicuña en el Valle de Elqui. El ruido de una agitada masa de plumas verdes, amarillas y rojas parecía apoderarse del encuentro, haciéndonos creer que estábamos cerca de una especie de criadero hasta que los vimos alegres y felices conquistando las ramas de las altas copas.
Eran tricahues, pues: llamados también tricagües y loros barranqueros, por su tendencia a vivir en barrancos y anidar en agujeros de laderas, aunque ahora parecen haberse aproximado como nunca antes a zonas urbanas de Vicuña, Ovalle y Monte Patria. Sorprende ver una concentración tan grande de una especie que se halló alguna vez casi al borde de la extinción, principalmente a causa de la intervención humana. Volvemos a encontrar decenas de ellos saliendo ya de Vicuña, por los postes y árboles en la entrada del estrecho puente viejo sobre el río Elqui. Quizás no sea un fenómeno tan transitorio o excepcional como podría parecer.
Una de las primeras descripciones del loro en la literatura fue la del Abate Juan Ignacio Molina, quien lo cataloga como Psittacus cyanolyseos. En el siglo XIX, el británico Philip Sclater lo definió como el Cyanoliseus patagonus byroni, nombre científico con el que permaneció hasta hace no mucho tiempo, cuando a fines del siglo pasado se le definió como la subespecie Cyanoliseus patagonus bloxami por el estadounidense Storrs L. Olson, dado que el nombre propuesto por Sclater era confuso y se había asociado antes a otra especie de loro chileno, el choroy (Enicognathus leptorhynchus).
Es un animalito de vida marcadamente gregaria, formando esas colonias que nunca parecen estar calladas: meten bullicio estacionados en ramas o volando, por lo que nunca, nunca pasan inadvertidos. Suelen estar acicalándose entre las parejas, pues tienen una marcada tendencia a la monogamia; o bien se entretienen peleando por una rama, cuando están detenidos en las copas. Con una expectativa de vida cercana a los 50 años como máximo, estas aves anidan de preferencia en pequeños túneles de laderas y quebradas, por lo general durante la segunda mitad de cada año hasta inicios del siguiente, colocando de 2 a 5 huevos de color blanco que eclosionan en menos de un mes. Ambos padres se dedican al cuidado de las crías, como devotas parejas.
Los tricahues adultos miden entre 43 y 46 centímetros, con un peso promedio entre los 300 y 400 gramos. Las plumas de su cabeza, lomo y cola son de color verde oscuro oliváceo, con algunos tintes turquesas hacia las puntas de las alas. Tiene el pico de tamaño medio comparado con otros loros silvestres, de color blanquecino al igual que el contorno de sus ojos siempre atentos y curiosos al entorno. Su pecho es de color gris marrón con un tenue collar blanco de plumas, mientras que su abdomen es de un hermoso color amarillo con centro rojo, colores cálidos contrastantes con el resto de las tonalidades del ave. Sus patas son rosadas y de cuatro dedos dispuestos en pares opuestos.
Distribución del loro tricahue en el Cono Sur. Fuente imagen: diario "El Día".
Pareja de tricahues. Se observa una tendencia monogámica en el ave.
Se alimenta de semillas y frutos silvestres como peumo, espino, algarrobo, copao, chañar, maitén o boldo, pero a veces también de cultivos agrícolas de maíz o trigo, además de higos, paltos, duraznos, damascos, granados y nogales, por lo que algunos productores no le tienen mucha estima. El ave traga pequeñas piedrecillas, arenas o maicillos de las zonas que habita para poder facilitar su digestión, como puede verificarse observando sus heces, que no son pocas a los pies de cada lugar donde se posan en masa. Se sabe que pueden desplazarse unos 100 kilómetros diarios busca de estos alimentos.
El tricahue es un loro muy inteligente y diestro, de excelente organización comunitaria y vida social. Aunque su incesante griterío no parecería ofrecer muchos matices al observador inexperto, la verdad es que tiene una interesante estructura de comunicación vocal-auditiva dentro de cada grupo, la que se mantiene prácticamente todo el día. Hay loros llamados vigías que, cumpliendo labores de seguridad general, dan gritos de alerta a todo el grupo en caso de advertir alguna clase de peligro o amenaza, acción ante la cual la bandada despega y huye ya sea al unísono (reacción conjunta) o bien de forma individual (escape de cada ejemplar según el grado de amenaza que percibe). Un vigía puede hacer también funciones de centinela de avanzada, al adelantarse 1.5 horas a la parvada antes del resto de la bandada; el vigía de la lorera, por su parte, se aproxima 1.8 kilómetros a cualquier visitante o extraño antes que éste llegue a la colonia.
Entre los depredadores del tricahue (además del hombre, por la caza y la captura par mascotería ilegal), están otras aves como el halcón, el águila chilena, el aguilucho y el peuco. Para evitarlos, el loro suele volar muy apegado a bordes de cerros, quebradas y a la propia vegetación cuando se trata de campos de cultivos. Si llega a enfrentar espacios abiertos, suele hacerlo a gran altura y muy vigilante. Su vuelo alcanza la velocidad de 60 kilómetros por hora.
Es casi un milagro que este hermoso lorito siga tan presente al interior de la Región de Coquimbo, siendo una de las 11 especies endémicas de la misma. El  Comité Operativo Regional de Biodiversidad lo designó como una de las cuatro especies emblemáticas de la región, de hecho. Originalmente, se los hallaba desde el Valle de Copiapó en Atacama hasta el sector de Valdivia, pero la caza, la destrucción de su medio y la captura de polluelos para tráfico ilegal fue reduciendo las colonias hacia mediados del siglo XX, haciéndola desaparecer paulatinamente de algunas áreas geográficas.
Si bien la especie ha logrado recuperarse en parte y superar algo del riesgo de extinción en que se halla, sus comunidades hoy están distribuidas en hábitats dispersos entre Chile y también Argentina. Aunque existe incluso una Laguna Tricahue en San Felipe, el loro ha ido despareciendo especialmente en la Zona Central, para desgracia nacional. Hacia el año 1985, por ejemplo, se extinguió la última colonia de hábitat costero que quedaba en el sector Llolleo-Rocas de Santo Domingo, en la desembocadura del río Maipo. Aún hay algunas observaciones reportadas en las regiones de la Araucanía y los Ríos, pero claramente su población ha descendido peligrosamente en el Sur del país, por lo que colonias como la de Coquimbo son parte de las valiosas reservas del tricahue, más que un recuerdo o residuo.
El artículo "Censo y algunos antecedentes del loro tricahue Cyanoliseus patagonus en la precordillera de la Sexta Región", de P. Manríquez ("Boletín Técnico" Nº 11 de 1984 de la Corporación Nacional Forestal, CONAF), informaba que la mayor cantidad de la población de tricahues en Chile estaba en las Regiones del Maule y del Libertador General Bernardo O'Higgins, donde existe incluso una localidad llamada Los Tricahues, en Colchagua. Sumaban 1.700 ejemplares la primera y 850 la segunda, equivalentes al 85% del total, distribuido a la sazón en escasas 12 loreras por todo el país medidas por la propia CONAF como parte de su Proyecto de Conservación del Loro Tricahue, puesto en marcha en 1982. Cada lorera tenía un promedio de 1.555 ejemplares, pero también se pudo establecer que 9 de las 12 colonias contabilizadas estaban en inactividad.
La Región de Coquimbo tenía por entonces muy pocas comunidades de tricahues en su paisaje, además de la Región de Atacama que sólo mantenía población hacia el sector de Vallenar. Sin embargo, las cosas han cambiado con el correr de los años.
En 2002, se puso en marcha el Plan de Conservación del Tricahue en la Reserva Nacional Río Clarillo de la localidad de Pirque. Participaban en este proyecto el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la Universidad de Chile, la Unión de Ornitólogos de Chile (UNORCH) y el Comité Pro Defensa de la Fauna y Flora (CODEFF), que puso a disposición de los animales rescatados su Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre. El esfuerzo se ha dirigido a intentar impedir que la especie siga disminuyendo a causa de la captura de crías para domesticación y también por el envenenamiento de los loros por parte de agricultores, que los consideran nocivos para sus cultivos. También hay caza y captura de animales adultos para venta y contrabando, a pesar de que está protegida por normas de 1972 y 1996 que prohíben incluso su tenencia. Normas estrictas, pero a veces de difícil ejecución, se entiende. En marzo de 2007, además, el Decreto Supremo N° 151 del Ministerio Secretaría General de Gobierno declaró al tricahue "en peligro" para las regiones de Atacama y Coquimbo, y "vulnerable" para el resto de su distribución dentro del país.
Poco tiempo después, en 2008, la estadística de población de toda la Región de Coquimbo habían experimentado un giro: señalaban que ésta equivalía al 50% del total de tricahues silvestres del país, hallándoselos distribuidos en zonas específicas del sector de La Higuera, La Serena, Río Hurtado, Monte Patria, Vicuña y, desde poco después del año 2010, también en Ovalle, de acuerdo al informe titulado "Estudio de la integración entre las poblaciones de loro tricahue y la actividad agrícola en las comunas de Vicuña y Monte Patria" del SAG de Coquimbo.
La Higuera era considerada históricamente como la zona principal donde estaban los tricahues en Coquimbo, quizás la única en algún período. Ubicada a 1.675 metros sobre el nivel del mar, hoy se sabe que existen colonias en la misma localidad por el sector de Los Morros y la Quebrada de Choros o de la Higuera, específicamente en Los Pajaritos y Bramadero.
Contrastando con la altura, la lorera de la Quebrada de Santa Gracia en La Serena está a sólo 386 metros sobre el nivel del mar, con un centenar de ejemplares que motivaron un trabajo de educación y difusión de la Municipalidad para realizar visitas al lugar con escolares, a modo de clases en terreno. Lamentablemente, discrepancias con los propietarios de aquellas propiedades ha impedido que se pueda declarar área protegida o reserva, pero de todos modos se han encontrado otras loreras en La Serena como la del sector San Antonio, cerca de Almirante Latorre.
La lorera que observamos y fotografiamos en Vicuña corresponde a la comunidad de tricahues habitantes de la zona y que estaba dividida en dos grupos: una colonia reproductiva principal que habita al interior de la Quebrada San Carlos, en las faldas del célebre Cerro Tololo, y otra lorera satélite habitante de la Quebrada de Tambo Real. Desconozco si habrá tenido en el pasado alguna influencia la presencia de estos animales en el nombre de la cercana Quebrada de los Loros, pero sí puedo dar fe de nunca haberla visto antes en varias visitas hechas incluso por muchos años seguidos y períodos largos a Vicuña, durante los años noventa y la primera década del presente siglo.
Me significó cierto esfuerzo poder dar con información relativa estas loreras de Vicuña, pero encontré valiosos datos en publicaciones de internet hechas por don Manuel E. Rojas Martínez, de la Red de Observación y Conservación de las Aves Silvestres. Siguiendo al dedo la información compartida en la red por él, se entiende también que las loreras de Río Hurtado están en El Chacay y Serón.
Los loros del Elqui suelen aparecen con estos volúmenes a partir de noviembre o diciembre de cada año hasta febrero, olfateando las frutas de la estación veraniega. Hacia el año 2010 y causando gran asombro en la comunidad elquina, sin embargo, los tricahues de Cerro Tololo y Río Hurtado comenzaron a emigrar casi encima de la propia ciudad de Vicuña; y para el año 2014 ya estaban en sectores interiores del valle, como Pisco Elqui, el sector Las Tinajas, la Medialuna y el Parque Municipal Los Pimientos, donde los encontramos y fotografiamos en nuestro último viaje por allá.
Hacia fines de ese año la Oficina de Turismo Municipal de la misma ciudad organizó también visitas guiadas de observación de las aves, hasta que éstas se marcharon al final de la temporada en 2015. Sin embargo, sucedió que los residentes del valle comenzaron a verlos con mayor y prematura presencia hacia el mes de junio o julio, agrupándose otra vez con su característico ruido en bosques, cerros y huertos de Vicuña. Habrían contribuido a su temprano regreso las lluvias inusuales ocurridas en marzo de ese año y tras un período de sequía, que permitieron el crecimiento vegetal antes de las fechas esperables, además de la aparición adelantada de insectos y otras aves durante los mismos meses.
Las loreras de Monte Patria en la Provincia del Limarí, por su parte, constituyen un caso especial. Siendo la más austral de las comunas de la Región de Coquimbo donde habitan tricahues, la población visible ha aumentado asombrosamente: de acuerdo a censos realizados en diciembre de 2006, cada noche la población llegaba a más de 1.200 ejemplares, siendo el único lugar de Chile donde los tricahues habían decidido utilizar el ambiente urbano como su dormitorio y morada gran parte del día. De acuerdo a lo publicado por Rojas Martínez, corresponden a las loreras de Chirrinchi, 3 kilómetros al Sur-oriente del centro de Monte Patria, y la de Campanario a 15 kilómetros al interior de la Quebrada de Río Ponio.
Mediciones de 2008 confirmaban que ya había 1.227 ejemplares en Monte Patria, lo que la convertía en la zona de más grande concentración de estos loros en Chile. Fuera del peso que depositan al posarse sobre los tendidos eléctricos, se volvieron un atractivo para los turistas y pesadilla para quienes verían su mañana de sueño cortada con estrepitoso bullicio. Bastante sobre estos pros y contras se puede leer en el cuerpo de reportajes dominicales del diario "El Ovallino" de la ciudad de Ovalle, del 7 de febrero de 2010, titulado "Loros tricahues: ¿plaga o atractivo turístico?". Los habitantes de Monte Patria estaban divididos por la masiva presencia de las aves en su ciudad, generándose incluso algunas discusiones en la radioemisora local "Valentina". Y es que por mucha molestia que provocaran, especialmente con el ruido y sus defecamientos, es un hecho que comenzaron a llegar personas al lugar atraídos por la noticia de la presencia de estos animales y tentados con fotografiar su colorida concentración numérica, surgiendo un atractivo nuevo para esta localidad conocida por sus artesanías en piedra lapislázuli. Más aún, el propio logotipo turístico de la Comuna de Monte Patria incluye un loro en vuelo, que se presume un tricahue.
Estudios del SAG hacen sospechar que los tricahues de Coquimbo pueden estar en esperanzadora recuperación, aunque también es posible que el fenómeno sea más de desplazamiento que de aumento sustancial en las colonias. Como sea, la cara negativa es que parte de este regreso de la especie a la región se está dando con un cambio sustancial en el comportamiento del ave, al comenzar a habitar ahora más cerca de las área urbanas o directamente en ellas. La pérdida de arbustos y la reducción del ecosistema habrían influido en esto. También se han observado comportamientos más agresivos de parte de los loros, por lo que claramente se está frente a un cambio de conducta en las colonias de la región.
Lo anterior no representa el mejor escenario para el tricahue, sin duda, pues deja a las aves más expuestas a ataques humanos y vulnerables a accidentes. Pero, al menos, con ellas a la vista tendremos la tranquilidad de seguir vigilando la ruidosa y alegre postal de plumas verdes, amarillas y rojas dando vida y atractivo a estas zonas de la Región de Coquimbo.

VENTANAS AL MUNDO ANTIGUO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL: LOS CUADROS DE PROSPERO PIATTI EN EL SALÓN CAMILO HENRÍQUEZ

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Antigua ubicación de los cuadros en la Biblioteca Nacional (Salón Fundadores). Fuente imagen: Sitio web del Centro Nacional de Conservación y Restauración de la DIBAM.
Coordenadas: 33°26'32.60"S 70°38'44.28"W
La Sala Camilo Henríquez en el subsuelo de la Biblioteca Nacional de Santiago, conocida también como el Salón de Periódicos, es uno de los espacios de lectura más conocidos y visitados por investigadores de todo tipo que llegan a este lugar. En ella se encuentran disponibles las colecciones de periódicos de Chile de los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, además del Archivo de Microfilmes que acumula periódicos, revistas y algunos libros.
Tres valiosos cuadros históricos de pintura al óleo sobre lienzo se encuentran en esta sala, hermoseándola desde hace años, todos del autor italiano Próspero Piatti: "Los funerales de César", de 1898, "Catón en las fiestas florales de Roma", de 1900, y más recientemente uno de menor tamaño llamado "Interior egipcio", de 1893. Están en esplendoroso lucimiento, además, luego de una intervención restauradora realizada por el Laboratorio de Pintura del Centro Nacional de Conservación y Restauración.
Nacido hacia 1842 en Ferrara y fallecido en 1902 en Roma, Próspero Piatti fue un representante del neo-pompeyanismo pictórico y del llamado período del Risorgimiento, plasmando en sus obras escenas de corte sacro, histórico y nostálgicas del clasicismo, con mucho elemento romántico y realismo idealizado en la imaginería general de sus trabajos. Alumno de Alessandro Mantovani y habiendo hecho gran parte de su aprendizaje práctico trabajando en su natal Ferrara y luego para el Vaticano, la obra de Piatti se encuentra visible en algunas importantes iglesias italianas y otros edificios: en la Exposición de París, frescos en la Catedral de Ferrara, en la Basílica de San Pablo de Extramuros, en la Embajada de Inglaterra en Roma y, curiosamente, también habría un cuadro suyo en otro lugar de Chile, como es el Museo de la Fundación Cardoen en Colchagua.
"Los funerales de César" y "Catón en las fiestas florales de Roma", ambos lienzos horizontales de enorme tamaño (194 x 305 centímetros), llamaron la atención del filántropo chileno y parlamentario liberal Augusto Matte Pérez, quien los adquirió cuando se hallaba residiendo en Europa y cultivando la formación artística de su hija, la destacada escultora Rebeca Matte. Cuando la artista se encontraba de regreso en Chile, en 1902 solicitó traer al país todas las colecciones de arte que habían pertenecido a su padre, entre las que estaban estas dos obras.
"Los funerales del César" muestran una monumental y detallada escena de las pompas fúnebres y honores póstumos de Julio César en el Campo de Marte, tras ser asesinado el 15 de marzo del 44 antes de Cristo. Un estudio hecho por el historiador Roberto Velásquez como parte de la pasantía desarrollada en el Laboratorio de Pintura durante su última restauración, verificó que mucho de la escena que muestra el cuadro se ajusta a la descripción hecha por el cronista Cayo Suetonio sobre estas exequias, distribuidos en los diferentes planos de la composición del cuadro.
"Catón en las fiestas florales de Roma", por su parte, muestra el momento en que el Censor Marco Porcio Catón (96 al 46 antes de Cristo) abandona las Fiestas Florales de Roma o Ludi Florales, celebración en honores de la diosa Flora que se ejecutaban del 28 de abril al 3 de mayo, desde el año 271 antes de Cristo. Se observan parte de las actividades de las fiestas y algunos ritos paganos, incluyendo la desnudez y ciertos comportamientos lascivos que el Censor permitía tácitamente al retirarse de allí dejando de vigilar las conductas públicas, como impelía su cargo. Esta escena parece coincidir con descripciones hechas por el cronista Valerio Máximo, además.
En 1918, la escultora prestó la obra "Los funerales de César" al Museo Nacional de Bellas Artes, para que la exhibiera durante la Exposición de Arte Extranjero. Al parecer, habría sido la primera salida y exhibición pública en Chile de uno de ambos cuadros.
"Los funerales de César".
"Catón en las fiestas florales de Roma".
"Interior Egipcio".
Firmas y fechados del autor.
Tras vivir alternadamente entre Chile y Europa, Rebeca Matte falleció en mayo de 1929, quedando todas las colecciones a cargo de su esposo el ex diputado y diplomático Pedro Felipe Iñiguez. Cuando muere éste, deja estipulado en su testamento que las pinturas queden a cargo del Museo Nacional de Bellas Artes, que las recibió y exhibió desde 1936, según se observa en una revista "Zig Zag" de mayo de ese año anunciando la incorporación.
Los cuadros permanecieron en el Palacio de Bellas Artes hasta 1978, cuando se trasladaron al edificio de la Biblioteca Nacional de Santiago, en calidad de préstamo permanente. Su primera ubicación allí fue en el Salón Fundadores, donde hoy está la Sala Bicentenario. Sin embargo, fueron reubicados en el Salón Camilo Henríquez de archivos de prensa y colocados en los vértices del sector Sur de la gran sala. Esto sucedió después de 1982 según calculan en la institución sin un año exacto, pero recordamos haberlos visto allí todavía en los noventa, algo que confirmamos en una edición de la revista "Patrimonio" N° 4 de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) de octubre a diciembre de 1995, donde se señalaba que seguían a la fecha en el Salón Fundadores.
El 2007, ambos cuadros salieron un rato hasta la exposición "Dipinti italiani del Museo de Bellas Artes de Santiago del Chile", que mostraba piezas italianas del siglo XIX que formaban parte de las colecciones del museo. Posteriormente, entre agosto y septiembre de 2012, se realizó la exposición "Transferencias Artísticas Italia en Chile S. XIX", en el Museo de Artes Decorativas del Centro Patrimonial de la Recoleta Dominicana, abordando la influencia italiana en el arte de Chile durante el siglo XIX, incluyendo las obras de Piatti.
En este período, se realizan también las intervenciones para restaurarlos. Se agrega a las dos imágenes una tercera de Piatti a cargo del Museo Nacional de Bellas Artes, también transferida a préstamo: el "Interior egipcio", con la misma mano y firma maestra pero algunas diferencias notorias pues, además de corresponder a una escena del antiguo Egipto, la posición del cuadro es vertical y tiene un marco clásico, siendo de menor tamaño que los otros dos. Se encuentra a un costado del acceso a las bodegas de microfilmados, al fondo del Salón Camilo Henríquez.
Este año, la Biblioteca Nacional lleva adelante un plan para puesta en valor para las varias obras pictóricas y de arte en general que están dentro del edificio, incluyendo en un lugar destacado las de Piatti.

COLISEO DE ROMA: LOS DOS MIL AÑOS DEL ANFITEATRO DE LA HUMANIDAD

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Coliseo en fotografía de 1870, aproximadamente, de la casa Fratelli Alinari. El doble refuerzo diagonal que se observa en el muro de arcadas exteriores, corresponde al contrafuerte hecho por Valadier en 1823.
Coordenadas: 41°53'24.65"N 12°29'32.33"E
Esta semana concluyó un largo trabajo de restauración del Coliseo de Roma, que se extendió desde el año 2013 hasta el pasado viernes 1° de julio de 2016, cuando se anunció el final de las obras. Cerca de 13.000 metros cuadrados de la piedra de su fachada y pasajes fueron limpiados puntillosamente, retirándosele el oscurecimiento y también unas antiguas manos de estuco que perjudicaban la visibilidad del material, además de taparse grietas con masilla de caliza y repararse parte de los arcos.
Fue justo en la etapa final de estos trabajos que estuvimos en el célebre edificio romano, en octubre y noviembre de 2015, cuando aún quedaban andamios en parte de su exterior y con algunas dependencias interiores cerradas al público por los mismos trabajos, especialmente en los niveles más altos. Las obras fueron bien distribuidas durante todo este período, de manera tal que no perturbaron las visitas permanentes a este centro planetario de atracción turística, que atrae a unos seis millones y medio de personas al año, siendo el segundo destino favorito del mundo después de la Gran Muralla China.
Sin embargo, estos trabajos concluidos no son el final de las obras proyectadas en el Coliseo: ahora vienen nuevas intervenciones en parte de sus kilómetros de pasillos con bóvedas, pasadizos y óvalo central, para convertirlo en un centro de actividades culturales y espectáculos masivos, razón por la que se extendió una plataforma al oriente sobre el hipogeo, actualmente al descubierto.
Dejo acá un resumen con los dos mil años de historia de este monumento a lo bueno y lo malo de la humanidad.
FOTOGRAFÍAS DEL COLISEO:
ORIGEN DEL ANFITEATRO
El Coliseo fue llamado originalmente Anfiteatro Flavio de Roma, en latín Amphitheatrum Flavium Romae, por haber correspondido a la dinastía Flavia su construcción en el siglo I después de Cristo.
Fue levantado justo al centro de la ciudad de Roma en un sector entre los montes Celio, Esquilino y Palatino, bien abastecido de agua canalizada. El lugar escogido era la Vía Sacra y en el borde oriental de los Foros Imperiales vecino al Gran Pórtico, a diferencia de los otros edificios como éste que quedaban en las afueras de las urbes, como el Amphiteatrum Castrense del  siglo III. Comparado con otros recintos romanos similares de su época, como el Amphiteatrum Tauern y el Amphiteatrum Caligulae, el Amphitheatrum Flavium era un gigante sin parangón, por sus proporciones y aforo.
La idea del Emperador Vespasiano era crear este formidable centro de reunión y recreación para el pueblo integrado al Foro Romano, para que reemplazara un más modesto anfiteatro del Campo de Marte (Campo Marzio) que el Cónsul Estatilio Tauro había hecho construir en el año 29 antes de Cristo, pero que desapareció por las llamas del infausto Gran Incendio de Roma del año 64, que duro 5 fatídicos días.
Las obras del edificio comenzaron en el año 72, en terrenos que el Emperador Nerón había tomado para sí (cerca de 80 hectáreas) en una parte de la ciudad arrasada por el incendio para construir su fastuoso palacio Domus Áurea, allí donde estarán después las Termas de Trajano a partir del año 104. De ahí el infame mito creado por sus enemigos, atribuyéndole a Nerón la autoría del siniestro. Y como éste se había apropiado de tales espacios en forma un tanto truculenta, existe también la teoría de que Vespasiano los escogió para su anfiteatro con el propósito específico de devolverlos simbólicamente al pueblo romano y aportar, de paso, al anatema sobre la memoria del "tirano" y último representante de la dinastía de Augusto. Gran parte del palacio neroniano y sus parques fueron destruidos para abrirle espacio a las obras, entonces.
Por paradoja, sin embargo, a Nerón se debe también que el Anfiteatro Flavio fuese llamado Coliseo a partir de la Edad Media, nombre que provendría del italiano Colosseo (como se le conoce allá) y del latín Colosseum, pues se cree que fue relacionado nominalmente con la presencia del Coloso de Nerón: una enorme y desaparecida estatua de bronce de más de 30 metros que se ubicaba en el camino de entrada al Domus Áurea, erigida para el ego de su dueño. Posteriormente, en el año 126, fue trasladada para despejar el terreno del Templo de Venus y Roma por orden del Emperador Adriano, quedando aproximadamente donde hoy está el acceso a la estación de ferrocarril subterráneo Colosseo, junto al anfiteatro. La estatua duró varios años allí a pesar de los cambios que se le hicieron al aspecto y la cabeza para reconvertirlo en el Sol Invictus, pero quedando asociado de esta manera al anfiteatro, especialmente a partir del siglo XI. Sin embargo, otras versiones suponen que sólo fue llamado Coliseo por su tamaño colosal, explicación comentada -entre otros- por V. Joaquín Bastús i Carrera en su "Diccionario histórico enciclopédico" de 1829.
Por inscripciones que se han encontrado allí, es altamente probable que Vespasiano haya ordenado utilizar parte de los botines de guerra que logró al aplastar la Gran Rebelión Judía (años 66 a 73 después de Cristo) y someter a Jerusalén gracias a las fuerzas de Tito, su hijo y sucesor en el trono. Su arco triunfal recuerda esta conquista en el Foro Romano. En 1813, de hecho, se encontró un bloque de mármol que originalmente estaba sobre una entrada pero que, en tiempos posteriores, fue reutilizado en otra ubicación. Este trozo de roca tenía aún los huecos donde iban las letras de bronce, y se alcanzaba a leer lo siguiente:
"Imp Caes Vespasianus Aug
amphitheatrum novum
ex manubis fieri iussit"
Este mensaje puede traducirse e interpretarse de la siguiente mantera:
"Emperador César Vespasiano Augusto
(erigió) nuevo anfiteatro
producto de los botines"
Lo anterior permite suponer que el Coliseo también tenía, en sus orígenes, algo de conmemoración triunfal y de monumento bélico, pues además de ser financiada su construcción con impuestos provinciales, debió haberse usado en él una buena parte de aquel botín.
Al morir Vespasiano, en el año 79, el Coliseo ya iba terminado por el segundo nivel de sus arcadas y gradas, iniciándose ya el tercero. Los trabajos se completaron hacia el año 80 después de Cristo, bajo la mano gobernante del Emperador Tito. Era el más grande de los edificios romanos de este tipo y se cuenta que su inauguración duró 100 días.
Imagen con esquema de distribución los espacios, estructuras, pasadizos y cobertura de velas del Coliseo. Fuente imagen: National Geographic.
Maqueta con reconstrucción del Coliseo (Lucangeli-Dalbono, fines del siglo XVIII a principios del siglo XIX), en el Palacio Altemps. Imagen fotográfica de las exposiciones interiores del propio lugar.
ARQUITECTURA Y ESTILOS
El diseño visible en la arquitectura del Anfiteatro Flavio fue novedoso y audaz en algunos aspectos, como por ejemplo al combinar varios órdenes estilísticos en una misma unidad, mientras que sus procedimientos de construcción e ingeniería tendieron a ser conservadores, según algunas opiniones expertas. Sin embargo, por la enorme magnitud de la obra, ambas áreas experimentaron un gran desarrollo con esta experiencia, que sirvió para construcciones posteriores romanas.
El Coliseo está montado en sólidos sillares y basales de hormigón romano (opus caementicium) con alternaciones de argamasa de cal y de piedra. Sólo se lo empleó en cimientos y muros, y si bien no era del todo novedoso, fue un gran avance en las técnicas de construcción con dicho material. Cabe recordar que, a diferencia del hormigón moderno que se bate y vierte, el romano era una mezcla de mortero (con caliza y arena volcánica) y conglomerado (caementa) distribuido en capas.
Estos cimientos llegan a casi 13 metros, y para fijarlos se rellenó el terreno donde Nerón había hecho construir una laguna artificial con grandes jardines (el Stagnum Neronis) que fuera mencionada por el poeta Marcial y que era alimentado con aguas provenientes de las fuentes del Templo de Divo Claudio Celio. Estaba en el lugar que iba a ocupar el óvalo del nuevo edificio, por lo que más de 14 metros de sedimentos y fango de la antigua laguna debieron ser excavados y removidos en estos trabajos, rellenándose después la hondonada. La plataforma se hizo de travertino, al igual que los bloques de los pilares, y los basamentos de toba.
El óvalo general del anfiteatro mide 187,5 metros en su parte mas larga y 156,5 en la más estrecha. Su elíptica es de unos 530 metros de perímetro. Los muros alcanzaban la altura de 52 metros (hoy llegan a 48,5 metros) y las estructuras estaban armadas con diseños de arcos y pilastras de piezas ensambladas sin recurrir a argamasa, en algunos casos valiéndose de grapas y abrazaderas de bronce. Se utilizó toba para las estructuras inferiores y los bloques de refuerzos de los dos deambulatorios; y travertino para las áreas superiores. En las bóvedas de concreto en las galerías entre pasillos, se empleó un armazón cimbrado de madera que aligeró el peso de las estructuras. Estas bóvedas y cañones están ubicados cronológicamente entre los más antiguos de la Roma Imperial con del Aula Regis del Palacio de los Flavio, aunque superadas magníficamente por la del Panteón, el Templo de Venus y Roma, las Termas de Caracalla, las Termas de Diocleciano y la Basílica de Majencio (Massenzio).
Exteriormente, la fachada muestra arcadas y muros de cuatro órdenes-niveles: los tres primeros toscano, jónico y corintio, con 80 arcos, mientras que el último sin arcos se considera de orden compuesto. El nivel más alto tiene huecos de lo que fueron 250 mástiles allí colocados para sostener un toldo o cubierta de tela de velamen y más tarde de lino, conocido como el velarium, que proporcionaba sombra y que se accionaba con un sistema de roldanas y cuerdas, manipulado por miembros de la marina de guerra de Roma. No hay total consenso sobre cómo eran estos mecanismos y la posición exacta en que quedaban las cubiertas de tela y los mástiles, según parce. También se ha propuesto que los mástiles estaban anclados con cuerdas a un anillo de cipos que rodeaba al Coliseo a 18 metros de distancia.
Interiormente, no se aplicaron los ordenes de arcos. Los cuatro niveles están interconectados por escaleras y pasillos de pendientes. Los muros con aplicaciones de hormigón en el interior, además, llevaban revestimientos de teselas de piedra o mosaicos en un inicio, y más tarde ladrillos.
El óvalo central, en tanto, correspondiente a la arena de juegos, mide 86 por 54 metros y contaba con una plataforma de madera cubierta de arena, la que ya no existe. Tenía 3.357 metros cuadrados y estaban al descubierto bajo el cielo romano. Debajo de ese antiguo piso tablado, estaban las galerías y mazmorras del hipogeo hoy a la vista e intemperie. A estos pasadizos y celdas subterráneas, el Emperador Domiciano -tercero y último de la era flaviana, después de su hermano Tito- las hizo comunicar con la superficie a través de algunos montacargas por los que subían o bajaban algunos de los animales y participantes humanos de cada presentación, como ascensores con mecanismos de elevación. Domiciano también realizó trabajos de clipeus ornamentales (escudos en bronce, se cree) por el edificio y añadió el más alto de los niveles de graderías para acoger en él a la plebe.
Además del hipogeo, había muchos otros pasillos, celdas y pasajes subterráneos en los que estaban gladiadores, condenados a muerte y jaulas de las bestias, aunque todavía se discute sobre el destino de algunas de estas oscuras galerías pues algunas de ellas parecen salir del perímetro del Coliseo. También existía un ingenioso sistema de acceso y salida de agua en la arena misma a través de cuatro cloacas conectadas a canalizaciones, capaces de inundar el óvalo central y luego vaciarlo con rapidez. Se cree que estos sistemas se hicieron para drenar el agua de lluvia, pero también para concentrar la proveniente de los canales para cierta clase de espectáculos del Coliseo que ya veremos. Como sea, en los días de Domiciano fueron pavimentadas estas cloacas y desagües.
El eficiente modelo de arquitectura e ingeniería para distribuir las ubicaciones del público en la cávea alrededor de la arena, básicamente es el mismo que repetirá a lo largo de la historia en los estadios deportivos y demás anfiteatros. Fuera de espacios especiales reservados para sacerdotes, tribunos o altos militares, su gradería de ocho filas concéntricas estaban distribuidas en los siguientes gradus sociales desde abajo hacia arriba: el podium (lugar de senadores, magistrados y el palco imperial con vigilancia propia de arqueros), el maenianum primum (para aristócratas y personajes influyentes pero sin cargos políticos) el maenianum secundum (subdividido en el sector imum para acomodados y el summum para pobres) y -en lo más alto de la gradería y hecho sólo de madera sin bancas- el maenianum summum in ligneis (para los estratos más bajos y las mujeres pobres, añadido aparentemente por Domiciano).
Estudios contemporáneos demuestran lo fácil que resultaba vaciar la capacidad de 50.000 y hasta 75.000 personas del Coliseo (87.000, según Justo Lipsio) en cerca de cinco minutos, a través de los pasajes vomitorios entre las gradas del público y los pasillos interiores.
El recinto tenía también estatuas en cada uno de los arcos externos del segundo y tercer nivel, y otras en dependencias interiores. Documentos transcritos por Joaquín Bastús se refieren a la presencia de estatuas del Coliseo representando a todas las provincias romanas, con una al centro simbolizando a la ciudad de Roma y mostrando una manzana de oro en su mano. Una fábula decía que si la estatua de Roma se volteaba dando la espalda hacia a alguna otra gracias a un mágico poder, era porque la provincia que dicha figura representaba estaba en preparativos de un levantamiento y debían enviarse soldados hasta ella.
El anfiteatro tenía también dependencias especiales alrededor e interconectadas entre sí, incluso por las comentadas galerías del subsuelo. Hacia el lado del ex Domus Áurea, por ejemplo, se levantaron algunas. Estaban las escuelas de gladiadores del Ludus Magnus y salas de entrenamiento accesorias conocidas como Ludus Gallicus, Ludus Matutinus y Ludus Dacicus. Adjunto, estaba el edificio del cuartel de miembros del Classis Misenensis, destacamento de la flota romana de Miseno que estaba encargada de operar el velarium. También existían dependencias llamadas Summum Choragium y Armamentaria, donde se depositaban las armas y se guardaban los equipos; el Sanatorium para la atención de los heridos, y el Spoliarium donde iban a parar los cadáveres de los gladiadores.
No hay calidad sobre quién o quiénes fueron los arquitectos del Coliseo, sin embargo. Se han propuesto nombres como los de Rabirio, Severo y Gaudencio, mientras que cierta teoría que supone la obra diseñada por Apolodoro de Damasco parece más improbable, por corresponder sus trabajos en Roma a un período muy posterior, a inicios del siglo II. Sí se sabe que algunos trabajos y modificaciones se ejecutan en los tiempos del Emperador Domiciano y que es muy probable que estos arquitectos hayan sido los mismos que los del Anfiteatro Flavio de Pozzuoli, por las semejanzas de sus líneas y estructuras subterráneas.
Reconstrucción artística del Coliseo o Anfiteatro Flavio. A la izquierda, arriba, se observa la estatua del Coloso de Nerón, y abajo el cono de la Fuente de Flavio y el Arco de Constantino. Fuente imagen: sitio ok-roma.com.
Moneda acuñada por Giordano III (años 238-244) con imagen del Coliseo. A la derecha, se observan el Coloso y la Fuente de Flavio; a la izquierda, el Pórtico Oriental de los foros.
LOS ESPECTÁCULOS DE SU ARENA
Los principales espectáculos del anfiteatro romano eran de presentaciones públicas, combates armados, teatro de temáticas mitológicas y actos conmemorativos especiales. Llamados munera especialmente para hablar de los combates, esta clase de encuentros eran sumamente populares entre los sectores más bajos de la sociedad romana, pero solían contar con un patrocinador en cada ocasión, correspondiente a algún acaudalado vecino de la ciudad. Antes de la existencia del Anfiteatro Flavio, además, tales juegos se practicaban en Roma en canchas abiertas de los foros, estadios menores o bien en estructuras temporales.
En la clásica y conocida lucha de gladiadores, los combatientes correspondían principalmente a las categorías de samnitas (los más antiguos, armados con espada corta, escudo oblongo, casco de visera y de cimera emplumada, ócrea en la pierna izquierda y protector de hombro derecho), los tracios (armados con espada corta de hoja curvada, armadura en ambas piernas, túnica corta, escudo pequeño, protectorde hombro y brazo de la espada, cinturón y casco con pluma lateral, visera y cresta alta), los reciarios (armados de tridente y puñal, red de inmovilización, cinturón, manga de cobertura del brazo izquierdo y sin cascos) y los murmillos (armados con espada corta y recta, cascos de bordes amplios y cresta alta, túnica corta, cubierta metálica en pierna izquierda y brazo derecho y el clásico escudo rectangular curvado del legionario), entre otros.
Con el tiempo, fueron apareciendo más tipos de gladiadores que también se han hecho populares gracias a la iconografía histórica y el cine, como los combatientes a caballo o los que, conocidos como "provocadores" abrían con sus presentaciones los juegos de cada jornada, a modo de teloneros. Sus lides a muerte se mantuvieron hasta los días en que el Emperador Honorio (393 a 423) prohibió el juego de gladiadores; según la leyenda, después que un sabio cristiano llamado Almaquino se arrojó a la arena del Coliseo para separar a los gladiadores y evitar que alguno de ellos muriera, siendo castigado allí mismo con la muerte por el Pretor Alipio, pasando a ser santo mártir de la fe.
Sin embargo, otro aspecto controversial del Coliseo es que habría seguido siendo ocupado por los cristianos para los descritos espectáculos sangrientos todavía después de la caída del Imperio Romano Occidental (476 después de Cristo) y hasta el siglo el siglo VI inclusive, aunque las primeras prohibiciones de sacrificios de vidas humanas y animales comienzan antes. Si bien algunas fuentes indican que la última de las peleas de gladiadores de Roma ocurrió en el 404, otras señalan que el último combate de este tipo del Coliseo ocurrió en el año 435, bajo el mando bizantino del Emperador Teodosio II, aunque la lucha de gladiadores había sido relevada ya por otros espectáculos.
No menos brutales eran las presentaciones con fieras, siendo recordadas en el imaginario popular, muy especialmente, las ejecuciones de prisioneros echándolos a leones. Los actos de sacrificios de condenados con animales carniceros eran llamados noxii, mientras que los combates a muerte y cacerías de animales se denominaban venationes, algunas con bestias muy exóticas traídas desde las campañas de conquista romanas en tierras lejanas, principalmente desde África (leones, jirafas, elefantes, cocodrilos, avestruces, etc.). Restos de esta fauna han reaparecido en excavaciones de las alcantarillas. Y en los actos más espectaculares de cacerías, se ambientaba el lugar con escenografía y árboles reales. La prohibición de Honorio a las luchas de gladiadores iba también en el propósito de sustituir estos juegos con espectáculos de venationes.
El cronista y senador romano Dión Casio, aseguraba que más de 2.000 gladiadores y 9.000 animales salvajes murieron en justas y simulacros de caza como parte del extenso calendario de actividades inaugurales del Anfiteatro Flavio, que duraron un centenar días como dijimos. Sin embargo, éstas habrían sido superadas por las fiestas que organizó el Emperador Trajano en el año 107, tras su victoria en las Guerras Dacias representadas en la famosa crónica escultórica de la Columna Trajana: 123 días de celebraciones y juegos, con 11.000 animales y 10.000 gladiadores entregados a los sangrientos juegos.
Aunque no existen estudios concluyentes, se cree que desde los inicios de las funciones del Coliseo, las presentaciones más violentas y mortales no eran las luchas entre gladiadores o con animales, sino las recreaciones de batallas y especialmente las naumaquias (naumachiae), que correspondían a imitaciones de combates navales con buques, armas reales y hasta agua inundando la arena. Esto último se habría consegudi gracias a ingeniosos y veloces sistemas de cloacas de drenaje, mismas que Domiciano hiciera pavimentar terminando con ello, según parece, con esta clase de onerosos y sanguinarios espectáculos. Empero, existen algunas confusiones y debates sobre el grado de presencia que tuvieron las naumaquias en el Coliseo, discutiéndose si acaso se realizaban en lo que sería después el hipogeo o incluso si hay una confusión entre este escenario y otro de Roma para la realización de tales batallas. Ha sido un punto controversial, también, el asunto del tamaño de los buques y las maniobras que podían hacer en el escaso espacio del óvalo interior.
Está en discusión también qué tan sangrientos fueron todos estos espectáculos, cuya memoria está en parte contaminada con la visión de la industria fílmica de Hollywood. Empero, no cabe duda que hubo en ellos alguna dosis de brutalidad, de morbo y de muerte tanto de hombres como de bestias.
Frescos cristianos sobre uno de los arcos de los pasillos interiores principales de acceso a las graderías, con una reproducción de la ciudad de Jerusalén, hecha hacia el siglo XVII o inicios del XVIII. Algunos detalles muestran el Templo y la escena de la crucifixión.  Imágenes fotográficas de las exposiciones interiores del propio Coliseo.
Acuarela del artista británico Francis Towne hecha en 1781, con imagen del Coliseo visto desde el monte Palatino. Se observa también el Arco de Constantino. Fuente imagen: sitio pompeiinetworks.wordpress.com.
PRIMERAS RESTAURACIONES Y REPARACIONES
Hijo de Vespasiano y hermano menor de Tito, el entonces recientemente nombrado Emperador Domiciano hizo concluir el hipogeo con los subterráneos para desplazamientos y encierros, además de agregar un tercer y cuarto nivel de asientos y la parte más alta del óvalo interior, sobre las arcadas. Retoques y mejoramientos se realizaron con los emperadores Nerva (96 a 98) y Trajano (98 a 117).
Sin embargo, los primeros trabajos de restauración del Anfiteatro Flavio de los que se tienen registros, se ejecutaron durante el mando de Antonino Pío (138 a 161).
En el año 217, y aparentemente tras la caída de un rayo, parte del Coliseo acabó consumida por un enorme incendio, especialmente en la parte superior. Como muchos de sus interiores de madera terminaron convertidos en cenizas, la situación obligó a hacer una pausa en su cartelera durante 5 años, desde el 217 al 222, trasladando las presentaciones hasta el Circo Massimo. Estas obras fueron iniciadas por Heliogábalo en su último año en el trono. Quedaron confiadas a Alejandro Severo, quien hizo reconstruir la columnata en el sector conocido como la summa cavea en las graderías del anfiteatro. Ese mismo año, volvió a entrar en actividades y recibiendo público, como se confirma en acuñaciones de monedas conmemorando el evento.
A pesar de estar repuesto en servicios, los trabajos de reparaciones se extendieron hasta el 240, en el período del Emperador Giordano III. Sin embargo, hay razones para pensar que otras obras adicionales continuaron incluso hasta el año 252, aproximadamente, luego de que un nuevo incendio, aparentemente provocado otra vez por un rayo caído en el anfiteatro, consumió parte del mismo aunque con menos violencia que en el siniestro anterior, obligando al Emperador Decio a ordenar trabajos de reparaciones y reconstrucción en el año 250.
Nuevas obras de esta naturaleza se ejecutaron hacia el año 320, poco después de inaugurado el Arco de Constantino a sólo metros del edificio, en la conjunción de la Vía Sacra con la actual Vía di San Gregorio. Se sabe también que después del saqueo de Roma por las fuerzas visigodas de Alarico, en el año 410, había una inscripción de gratitud al Emperador Honorio por lo que habría sido alguna otra intervención restauradora del anfiteatro durante su mando. Esta inscripción estaba a la altura del podio, rodeando la arena, pero fue destruida para hacerle espacio a una inscripción posterior celebrando más trabajos de reconstrucción, luego del terremoto del año 442 que, entre otros daños provocados al azotar Roma, afectó al Pórtico de Octavia y la Basílica de Santos Giovanni y Paolo. Esta vez, las obras estuvieron dirigidas por los prefectos romanos Flavio Sinesio Gennadio Paul y Rufio Cecina feliz Lampadio.
La destrucción provocada en el Coliseo por aquel terremoto, sin embargo, obligó a retomar varios trabajos más de reconstrucción por parte del Emperador Teodosio II (408 a 450), según se observa en otras inscripciones. Para peor, un nuevo terremoto tuvo lugar en el año 470, causando más daños aunque con menos agresividad que el anterior, siendo asumidos los trabajos por el Cónsul Mesio Febo Severo.
Las obras de restauraciones y reconstrucciones se extenderían por etapas hasta inicios del siglo VI, pues una nueva agitación telúrica afectó la ciudad en el 484 o el 508 (no está claro). Dos rocas bases de estatuas, con inscripciones y que aún se conservan en el Coliseo, recuerdan desde terminadas estas obras la reconstrucción que realizó allí Decio Marius Venancio Basilio, financiándolas de su propio peculio según se interpreta:
"Decivs Marivs Ventantivs Basilivs v c et inl Praef vrb Patricivs Consvl Ordinarivs arenam et podivm qvae abominandi tarraemotvs rvina svmtv propio restitvit".
Esto se puede traducir y completar de la siguiente forma:
"Decio Marius Venancio Basilio, senador de rango más clarísimo e ilustre, prefecto de la urbe, patricio, cónsul ordinario, la arena y el podio arruinados por terrible terremoto por su propia cuenta restituyó".
Ilustración del Coliseo, hecha por el artista Giovanni Battista Piranesi y publicada en el "Vedute di Roma" de 1776. Se puede observar perfectamente el aspecto del anfiteatro a la sazón, con el hipogeo bajo tierra y una gran cruz al centro de la arena, antes de las grandes restauraciones iniciadas en el siglo siguiente.
Ilustración en base al grabado de Chapuy (c. 1825-1830), mostrando el aspecto del anfiteatro y de su arena antes de las excavaciones que dejaron al descubierto el hipogeo.
DECADENCIA EN LA ROMA MEDIEVAL
Los espectáculos que cerraron la historia del anfiteatro para sus funciones originales, fueron cazas de animales durante el reinado de Teodorico el Grande. Las últimas de las que se tiene registro se realizaron en 519, organizadas por su hijo el Cónsul Eutarico; y en 523, por el Cónsul Anicio Massimo, poniendo fin a medio milenio de funciones y juegos celebrados en él.
A continuación, se le construyó un pequeño templo o capilla al interior, y su arena comenzó a ser ocupada por criptas, usada como cementerio. Empero, parcialmente abandonado y en ruinas, con gran parte de sus estructuras derrumbadas por la vejez y los terremotos, el Coliseo comenzó a ser desmantelado y su material canteado para ser reutilizado en otras obras. Esto confirma que no había, por entonces, una visión sacra identificando al lugar, a diferencia de otros sitios reconocidos como puntos martiriales del cristianismo y que, por la misma razón, eran muy venerados y respetados figurando en las rutas de peregrinación por Roma.
La Iglesia Católica se interesó en el Coliseo al comenzar a identificarlo como un lugar de martirio de los grupos paleocristianos, que habrían sido ejecutados durante las persecuciones imperiales. Poco a poco, comenzó a cultivarse la visión de un santuario de la fe para el mismo, apareciendo con ello los primeros atisbos de interés por preservar el edificio y detener su destrucción. Así, como durante la Edad Media muchos edificios históricos y monumentos de la Roma Imperial fueron transferidos a la propiedad de la Iglesia en medio de los vaivenes políticos, especialmente durante el papado de Gregorio Magno (590-604), el Coliseo quedó en manos de la institución.
Una frase en versos que parece provenir de los primeros peregrinos romanos, pero que el historiador británico Edward Gibbon adjudica al sacerdote y poeta benedictino del siglo VIII San Beda el Venerable, decía:
"Mientras exista el Coliseo, existirá Roma;
cuando caiga el Coliseo, también caerá Roma;
cuando caiga Roma, también caerá el mundo"
.
A pesar de la profecía con alcances de juramento, las dificultades y la falta de presupuesto frustraron toda posibilidad de dar mantención y recuperar el edificio. Así las cosas, las cámaras y espacios entre arcadas comenzaron a ser utilizados por pequeños talleres y comerciantes a régimen de arriendo, usos que se extenderían todavía hasta el siglo XII. Muchos otros edificios históricos y monumentos imperiales romanos estaban en situaciones parecidas de deterioro y decadencia, además... Pero Roma es la Ciudad Eterna, y así, a pesar de todo, también sería eterno el Coliseo.
El 30 de abril del año 801, un gran terremoto en Spoleto alcanza con sus sacudidas a Roma, echando por tierra los techos y campanarios de varias iglesias y produciendo daños en las paredes del Coliseo. Para peor, en junio del año 847 otro terremoto tiene lugar en Benevento, hiriendo nuevamente a Roma. Así, una parte del Coliseo se vendrá abajo a los pocos meses de la elección del Papa León IV.
Tras la deposición y expulsión del Papa Gregorio VII desde el  Castillo Sant'Angelo, en el año 1084, muchos de los edificios y monumentos en manos de la Iglesia, comenzaron a ser transferidos ahora a propietarios notables y miembros de la aristocracia romana. Valiéndose de este recurso, el poderoso clan Frangipani logró apoderarse del Coliseo y lo convirtió en su fortaleza familiar, hacia el año 1200, construyéndole refuerzos y modificaciones a modo de castillo. Permaneció en su propiedad hasta el año 1312, siendo enajenado a los nobles durante el papado de Clemente V y por injerencia del Emperador Enrique VII del Sacro Imperio Romano Germánico, quien lo devolvió al Senado y lo reabrió al público.
Mas, otro enorme terremoto tendrá lugar en 1349, derrumbando muros y arcadas completas del Coliseo que cayeron por el lado del Celio. La mayor parte del aspecto mutilado que hoy se le observa, sin la banda de su nivel más alto y de su círculo de arcadas exteriores por el Sur, se debió a este cataclismo. Mucho de este material derrumbado fue canteado o reutilizado en otros edificios, especialmente iglesias y palacios, algunos incluso en El Vaticano.
La destrucción en este período fue enorme; un verdadero acto de demolición lenta. Se rompieron los revestimientos de mármol y se removieron poco a poco las losas de roca. Parte del material fue calcinado para la obtención de cal y otros fueron a parar para cantería de palacios y residencias particulares. Prácticamente todo el bronce de las abrazaderas, juntas de mampostería y rebordes que había entre los distintos niveles del edificio, desaparecieron dejando vacíos y junturas abiertas en la estructura de piedra que todavía están visibles. Desapareció todo el revestimiento de mármol que forraba el interior, conservándose sólo una pieza de relativo buen tamaño al interior del Panteón.
Otra ilustración de Chapuy (c. 1825-1830), con el aspecto del anfiteatro y de su arena antes de las excavaciones que dejaron al descubierto el hipogeo. Además de las reuniones religiosas en torno a la cruz, el grabado sugiere que era un lugar de paseo y recreación.
El Coliseo de Roma y la Fuente de Flavio (o Meta Sudans) antes de ser demolida. Imagen fotográfica de las exposiciones interiores del propio Coliseo.
ÚLTIMOS SAQUEOS Y SACRALIZACIÓN DEL LUGAR
El desmantelamiento del edificio fue muy parecido al que experimentó en su momento la Gran Pirámide de Giza, un siglo antes, al ser retirada toda su cubierta blanca de caliza para construir varios edificios en El Cairo. En el caso del Coliseo,  revestimientos de travertino de Tivoli fueron retirado paulatinamente entre los siglos XV, XVI y XVII, para reutilizarlos en la reconstrucción del Puerto de Ripetta, algunos puentes del Tévere y varios otros proyectos, pero muy especialmente en el Palacio Barberini (siglo XVIII), mismo sitio donde el soberano español Carlos IV viviera exiliado sus últimos años de 1814 a 1819.
Fue tanto el travertino y el mármol arrancado al Coliseo por los dueños del palacio, que existió por largo tiempo en Roma un dicho popular diciendo: "Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini" ("Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini").
En el siglo XIV y definitivamente agobiado por la decadencia, el Coliseo era señalado como un lugar oscuro y siniestro. Según el cronista boloñés Armannino Giudice se había vuelto un refugio de paganismo, donde se reunían adoradores de Satanás y practicantes de magia negra. Aseguraba también que había una suerte de código de presentación entre estos extraños personajes: al recién llegado le preguntaban "Colis Eum?" ("¿Lo adoras?") refiriéndose al Diablo, debiendo responderse "Ego Colo" ("Lo adoro"). Esto ha dado origen a algunas teorías especulativas sobre el origen del nombre del Coliseo, a partir de "Colis Eum".
Vimos que áreas del Coliseo habían sido ocupadas como cementerio y capilla, aunque esto no alcanzó para darle una categoría religiosa a todo el edificio. Sin embargo, hacia ese mismo siglo, parte de sus ruinas fueron dispuestas como morada y habitaciones de órdenes religiosas, más específicamente el sector Norte que mejor se conservaba aún. Parece ser el mismo siglo en que se tomó al Coliseo como uno de los principales lugares históricos de sacrificio y ejecución de primeros cristianos, no habiendo plena seguridad de esto.
Al ver cómo el daño se había extendido y el material para cantería del Coliseo seguía siendo retirado con total desparpajo, la Iglesia buscó la forma de reforzar el respeto por el lugar recordando a sus propios mártires allí sacrificados en las persecuciones. El Papa Pío V (1566 a 1572), por ejemplo, llamó a los feligreses a incorporar este anfiteatro romano a las rutas de las peregrinaciones y la devoción por los mártires cristianos. No obstante, Sixto V (1585 a 1590) trató de destinarlo para talleres de hilatura y fabricación de paños de lana, en un iluso intento por rehabilitar a las prostitutas de Roma sacándolas de la miseria y ocupándolas como operarias de esta singular fábrica, idea que no tardó en fracasar y que provocó la hilaridad de los romanos, motivando un dicho de esos días: "Volvieron los espectáculos la Coliseo".
La mirada sacra del lugar fue prendiendo entre los cristianos, haciendo escalar posiciones en la veneración popular romana y así, en 1653, Fioravante Martinelli coloca al Coliseo como el principal de estos santuarios de la fe, en su obra "Roma ex ethnica sacra Sanctorum Petri et Pauli apostolica praedicatione profuso sanguine exposita". No hay claridad, sin embargo, si el realce que Martinelli hace del Coliseo es consecuencia de la importancia que tenía ya en el imaginario martirial cristiano o bien si su libro fue otro impulso para que se consolidara con tal fama en las peregrinaciones.
Este mito histórico que supone al Coliseo como un lugar casi de permanente arrojar de cristianos a los leones, también sería fomentado por el cine y la literatura ficción, más cerca de nuestra época. Siendo muy posible que la mayoría de esta clase de ejecuciones se realizaran en realidad en el Circo Massimo y el  Circo Flaminio, quizás hubo en el Coliseo esta clase de espectáculos con sangre derramada de paleocristianos, pero las referencias y fuentes medievales no eran claras en especificar a qué arena o anfiteatro de Roma se referían al hablar, por ejemplo, de las muertes de San Ignacio de Antioquía y de San Telémaco, ambos dados frecuentemente como ejecutados en el ex Anfiteatro Flavio.
Como sea, terminó siendo tan valorado como lugar de martirio y de devoción, que hubo un gran escándalo en el siglo XVII, cuando el Cardenal Paluzzo P. Altieri acogió una propuesta para que el anfiteatro regresara a funciones, ahora como plaza para corridas de toros. La comunidad cristiana no tardó en protestar liderada por Carlo Tomassi, hasta conseguir que el propio Papa Clemente X (1670-1676) se pusiera del lado de los opositores y ordenara reconocerlo formalmente como santuario cristiano, haciendo cerrar los arcos de acceso al recinto y permitiendo celebrar en él los actos del Año Sacro del Jubileo de 1675. Tomassi mencionó también una intervención por el Príncipe Giovani Battista Pamphili en el anfiteatro, asesorado por el artista y arquitecto Gian Lorenzo Bernini.
Por todo lo anterior, 1749 el Papa Benedicto XIV hizo exorcizar el Coliseo y le dio categoría de lugar santo en memoria de los mártires del cristianismo, poniéndose fin con ello al saqueo y desmantelamiento que llevaba practicándose desde hacía unos cuatro siglos ya en el magnífico e histórico anfiteatro. Es por esta razón, además, que el Coliseo cuenta con la categoría de iglesia consagrada, por lo que técnicamente es un templo además de anfiteatro. El mismo pontífice, siguiendo un consejo de San Leonardo de Porto Maurizio, ordenó terminar con el uso de sus ruinas en la cantería e instituyó la tradición de realizar en él un Vía Crucis en recuerdo de los mártires, erigiendo una ruta de cruces-capillas que permaneció hasta en año 1874.
El penoso estado del edificio, sin embargo, se puede interpretar del grabado realizado en el XVIII por el artista Giovanni Battista Piranesi. Una gran cruz cristiana había sido levantada justo al centro de la antes sangrienta arena del anfiteatro, sin embargo, como expiando las culpas y lavando las penas del lugar. Es el mismo sentido martirial con que se realiza allí el tradicional Vía Crucis a cargo del papa, manteniéndose aún esta ceremonia cada Viernes Santo por la actual ruta de paradas y cruces. Y, como lo hacían aún los otros monjes residentes en el Coliseo, el franciscano San Benito José Labre pasó sus últimos años en él según la creencia, viviendo de la caridad de los fieles hasta morir en 1783. Todavía a inicios del siglo XIX, moraban allí algunos de estos sacerdotes.
Imagen del Coliseo visto desde el Foro Romano. Se lo distingue al fondo de la línea de la Vía Sacra, a la derecha y arriba del encuadre. Hacia el centro, al costado de la vía, los tres enormes nichos de la Basílica de Majencio o Massenzio.
Vista del sector poniente de las Arcadas del Coliseo, desde el Foro Romano. Se logran observar los refuerzos y contrafuertes de Valadier, y los andamios de la última restauración del edificio.
EL COLISEO EN NUESTRA ÉPOCA
La primera restauración del Coliseo en el siglo XIX, se ejecuta después del terremoto del 26 de agosto de 1806, durante el papado de Pío VII. Requiriendo una intervención de urgencia en los anillos de arcada exteriores, que habían quedado muy debilitados por la violencia sísmica, se encargaron trabajos al ingeniero local Raffaele Stern, quien apuntaló segmentos de hormigón para usarlos como monturas y construyó el curioso estribo curvo con escuadra de ladrillos que, siguiendo la forma de la elipse exterior y dejando arcos ciegos en el extremo oriente, sirvió de contrafuerte para soportar la estructura todavía en nuestra época. Su obra fue fundamentalmente estructural y de urgencia, por lo que carece un poco de la sutileza patrimonialista y conservadora de trabajos posteriores.
Nuevos trabajos fueron encargados a Giuseppe Valadier, en 1823, esta vez considerando la reconstrucción y la estética, para recuperar los anillos exteriores del edificio y sus vanos. Su contrafuerte se realizó del lado poniente, ajustándose más al estilo de los órdenes y sin cerrar arcos como sí lo había hecho Stern. Empero, algunas limitaciones de materiales y de presupuesto impidieron que parte de la reconstrucción fuera imitando totalmente las líneas originales del edificio, al concluir las obras en 1826 tras fijar el epígrafe.
Hubo intervenciones posteriores, por supuesto. Las principales fueron durante el papado de Pío IX, dirigidas por Gaspare Salvi, en las que se reconstruyeron con ladrillo parte de los arcos del sector Sur, sobre los arranques de travertino. Luego de la muerte de Salvi, continuó los trabajos Luigi Canina, completando también el cerco interior de arcadas del lado poniente, entre 1846 y 1852.
Como resultado de todos estos trabajos, entonces, se agregaron los estribos o contrafuertes y se reconstruyeron también las arquerías del sector Sur, que se ven claramente más modernas. Se sospecha que tales refuerzos ya adiciones fueron fundamentales para que el Coliseo resistiera posteriores movimientos sísmicos y el propio peso de las estructuras antiguas que quedan en pie.
El rescate patrimonial y arqueológico del Coliseo parece comenzar con las excavaciones realizadas por Carlo Fea, Comisario de Antigüedades, entre 1811 y 1812. También representaron grandes avances para el conocimiento las realizadas por Peter Rose entre 1874 y 1875, período en que el hipogeo comienza a quedar al aire libre tras siglos enterrada. Era el inicio de un largo camino, sin embargo, pues mientras más se avanzaba, más nuevas etapas iban quedando pendientes, como exigiendo un compromiso permanente con el Coliseo, el símbolo perenne de la ciudad de Roma. Por esta razón, cuando lo describió Severo Catalina del Amo en su obra póstuma sobre Roma, publicada por esos mismos años, declaró con elocuencia:
"...la luna, que es el sol de las ruinas, ama con especial amor al Coliseo, y el Coliseo le corresponde, pues no parece sino que guarda sus más dulces encantos para las horas calladas de la noche, en que la luna le envía aquella media luz suave y poética, que es la decadencia y como la ruina de otra luz.
Soñar con el Coliseo en una noche clara y serena es soñar dos veces: en aquellas graderías destrozadas y en aquellos arcos rotos, y entre aquellas piedras, que guardan tantos secretos de la vida y de la muerte, ni la triste envidia ni la torpe ambición turban las complacencias del espíritu; antes, por el contrario, parece que allí se ven más anchos y apacibles los caminos de lo porvenir, por donde el pensamiento hace sus viajes fantásticos, que se llaman esperanzas; allí es más viva la impresión de los recuerdos, ósculos silenciosos, que las almas se envían a través del tiempo y del espacio".
En 1924, se inició la construcción de la Vía dei Fori Imperiali, siendo inaugurada en abril de 1932. Sin embargo, el Régimen Fascista de Benito Mussolini continuó despejándola y mejorándola entre 1933 y 1936, período en que acabaron demolidos los restos ruinosos del pedestal de toba de la desaparecida estatua Coloso y la Fuente de Flavio o Meta Sudans, ubicada a un costado del Coliseo. En el lugar donde estuvo el pedestal del Coloso hoy existe una pequeña plazoleta con jardines, frente a la salida de la estación del ferrocarril subterráneo, mientras que excavaciones más cercanas a nuestra época dieron con los cimientos de la desaparecida Meta Sudans. Hasta los albores de la Segunda Guerra Mundial, además, se hizo excavar estructuras subterráneas del Coliseo que habían quedado tapadas por el tiempo y las intervenciones.
La incorporación de luces nocturnas estratégicamente colocadas en el edificio validó las vistas nocturnas como parte de la plenitud de sus presentaciones ante la cámara fotográfica o la mera observación. Su aspecto de noche, así, se vuelve casi tan hermoso e importante como la misma vista de día. Cierta campaña incorporada más recientemente, hacia el último cambio de siglo y con algún grado de presión eclesiástica, mantiene al Coliseo iluminado de esta forma pero por 48 horas seguidas con luces doradas mientras alguien está condenado a muerte en alguna parte del mundo, y en blanco si se conmuta o posterga una ejecución. Puede resultar bastante discutible asociar penas capitales de asesinos o criminales con el supuesto pasado martirial de este sitio, por supuesto, pero Italia tiene abolida la pena de muerte desde 1948.
Excavaciones realizadas en el Coliseo entre los años 1995-1996 y luego en 2008, arrojaron una gran cantidad de nuevos hallazgos arqueológicos y conocimiento sobre el edificio. Algunos de los descubrimientos están en exhibición en el mismo lugar, en sus niveles interiores más altos. También se construyó una pasarela sobre todo el largo del hipogeo en aquellos años, para el tránsito de visitantes sobre la misma, pero fue retirada conservándose sólo la plataforma del extremo oriental del óvalo interior.
La necesaria sobreexposición del Coliseo, sin embargo, le ha traído problemas ante ciertos escenarios internacionales de conflictos. Fue así como, en agosto de 2011, un llamada anónima advirtió de una supuesta bomba que obligó a desalojar el lugar; bomba que resultó ser la imitación falsa de una real, afortunadamente. Y en abril del presente año 2016, comunicados del grupo de terrorismo fundamentalista Daesh autodenominado Estado Islámico (ISIS), amenazaron con destruir el Coliseo, entre otros grandes símbolos europeos (la Torre Eiffel, el Parlamento del Reino Unido) como parte de su guerra declarada contra Occidente.
Hay algunos datos preocupantes surgidos de estudios estructurales, además. De acuerdo a publicaciones del año 2011, se sabe que el Coliseo tenía cerca de 3.000 fisuras en rocas, que podrían complicarse. También hay una inclinación de 40 centímetros en su estructura, que podría deberse al descenso del terreno y la losa de los cimientos.
Pese a todo, el Coliseo es uno de los monumentos mejor conservados de la antigüedad, a pesar de los derrumbes y los maltratos. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980 con todo el Centro Histórico de Roma por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y una de las "Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno" en un concurso internacional de votaciones de 2007, organizado por la empresa New Open World Corporation y con algunos reparos sobre su legitimidad y su aporte real al patrimonio mundial. Los trabajos de restauración ejecutados entre 2013 y 2016 que mencionamos la principio, han sido un enorme y loable esfuerzo, con buenos resultados a la vista.
Además de su valor como símbolo cultural, el Coliseo es un escenario de inmensa recurrencia en la industria cinematográfica, tanto la de carácter histórico como la de ficción. Cuenta con un pequeño museo dedicado al Dios Eros en sus niveles más altos, además de vitrinas con objetos arqueológicos que se han encontrado en el lugar o que formaron parte del propio anfiteatro. Debe ser, sin duda, uno de los edificios del mundo más cubiertos por documentalistas, para obras que hablen directa o indirectamente de él, con una presencia recurrida en incontables novelas, cuentos, poemas y producción literaria en general. Ni habla de la iconografía, las postales turísticas o los recuerdos de la ciudad donde está presente.
Con sus millones de visitantes anuales y el reconocimiento de su imagen como lugar histórico en cualquier lugar del mundo, no cabe duda de que es y continuará siendo, entonces, el gran anfiteatro de toda la humanidad: mientras exista el Coliseo, existirá el mundo.

HUELLAS Y VERSIONES DE LA LEYENDA DE LA CALCHONA EN EL FOLKLORE CHILENO

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La Calchona está, quizás, en el rango de sublimación de las leyendas terroríficas chilenas que involucran prácticas de brujas y maldiciones. Su nombre provendría la palabra mapudungun kalcha, que se traduce como mecha o cabellera muy crecida, sucia y enmarañada, justamente como la que ella lucía en su condena y como la que crece a algunos animales de ganadería. Aún se usa la palabra calcha para señalar los pelos del cuerpo pero, especialmente, el de las patas de los animales. Calchona podría interpretarse como chascona o melenuda, entonces, siendo un adjetivo usado por algunos ganaderos y arrieros antiguos.
Según la historia que se cuenta, la Calchona era una madre de familia que, a espaldas de los suyos, practicaba brujería con pócimas e infusiones mágicas varias, ocultando todo un laboratorio rústico de estas sustancias e ingredientes en su casa. El más grande secreto de la mujer era un frasco con un misterioso ungüento que, aplicándoselo cada noche sobre el cuerpo con cierto rito de hechicería, convertía a los brujos en el animal que quisieran ser. En su caso era una oveja, generalmente descrita como lanuda y negra, otras veces blanca, que salía a recorrer los campos, montes y bosques en horas de la madrugada hasta que regresaba en la mañana a casa y, valiéndose de la misma poción, recuperaba su forma humana. Para esconder tales prácticas de su marido y sus dos hijos, la mujer realizaba un hechizo que los hacía dormir profundamente, impidiéndoles descubrir o sospechar siquiera tales andanzas nocturnas convertida en animal.
Sin embargo, sucedió que una noche, por la ansiedad o el apuro de salir pronto, la bruja olvidó realizar su diario hechizo sedante para mantener a raya a su familia. La versión más divulgada dice que, entonces, los niños se despertaron justo cuando se estaba transformando en oveja mientras se untaba aquella pócima. Fingiendo que seguían dormidos, esperaron que ella se fuera de casa y partieron a hurgar los varios frascos buscando aquella extraña crema mágica, y se la pusieron encima. Ambos se convirtieron en zorros de pequeño tamaño, echándose a llorar de susto al ver que no tenían cómo regresar a sus formas humanas.
Los gemidos despertaron al muy cristiano padre quien, al ver a los zorros y la escena de frascos revueltos, adivinó lo que sucedía, pues tenía conocimiento de que algunas brujas usaban pócimas para convertirse en animales durante las noches. Desesperado por revertir la situación, comenzó a buscar entre los frascos alguno que permitiera recuperar la forma a sus hijos, hasta que dio con aquel que los retornó a sus formas de niños al untarles encima su contenido. Los niños, aún choqueados, le confesaron que habían visto a su madre convertirse en oveja y trataron de imitar su transformación con aquel ungüento mágico. Por esta razón, el aterrado padre decidió arrojar a las aguas de un río aquella sustancia y escapó con los niños lejos, para nunca volver a la cabaña ni al campo donde habían vivido.
Cuando la mujer regresó a su casa todavía en su forma de oveja, vio con estupor que no estaba su familia y que sus frascos estaba volcados, habiendo desaparecido el ungüento. Desesperada, buscó por toda la casa su mágica crema para volver a la forma humana, pero sólo descubrió un poco en el fondo de uno de sus envases ya utilizados. Se frotó que escasamente quedaba en él, alcanzándole sólo para la cara, parte de la cabeza y pelo, las manos y los brazos, quedándole todo el resto del cuerpo con su forma animal.
La mujer, conocida desde entonces como la Calchona por su aspecto lanudo, abandonó su casa sin más remedio que vivir escondida, soportando su aterrador aspecto de oveja con brazos y rostro humanos y vagando a perpetuidad por los paisajes campesinos. Su antigua morada desapareció, su familia jamás regresó y ella sólo pudo continuar lamentándose, sufriendo su calvario. Por su aspecto repulsivo, provoca pavor y rechazo, y su incapacidad de comunicarse al sólo poder balar como oveja, dificulta todavía más su pobre existencia.
Otras versiones más simples, sin embargo, señalan que la bruja no encontró nada del ungüento para revertir su situación aquella trágica noche, y así que quedó convertida para siempre en oveja, de pies a cabeza, sin rasgos humanos.
Existen tradiciones parecidas a la Calchona en otras partes del continente americano, y que algunos autores han comparado con la nuestra. Un caso interesante es la del Cadejos de Costa Rica: un animal peludo parecido a un perro negro, que sale a espantar a la gente en horas nocturnas. Lo mismo hacía en México y California el Malora, aunque esta bestia peluda tenía forma de vellón peludo o bien antropomorfa. En Paraguay y las riberas del Río de la Plata existía también la leyenda del Luizón, bestia humanoide que se mezcló con las creencias licantrópicas importadas, derivando en el Lobisón; y en Colombia está Turumama, una mujer de abundante cabellera y deforme, que aterra con sus apariciones.
En un sentido más amplio, esta clase de mitos llega a ser internacional, con los casos del Bisclavret (Hombre Lobo) de Bretonia, el Sasquash (Pie Grande) en Estados Unidos, el Yeti (Hombre de las Nieves) de los Himalayas, el Yiren (Hombre-Oso) de China o el  Orang Pendek (Pequeño Hombre) de Sumatra. Así, en su "Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas" de 1910, Rodolfo Lenz describe a la Calchona asociándola también a las leyendas europeas del hombre-lobo:
"Ser fabuloso de la mitología popular, parecido a cabra u oveja 'linuda', es decir de lana o pelo largo; se dice que espanta y daña de noche a los que andan solos. Parece que tiene cierta semejanza con el Werwolf del alemán, loup-garou del francés".
Aunque Julio Vicuña Cifuentes considera la historia revisada como la más precisa, la primera de las definiciones de varias que da para la Calchona en "Mitos y supersticiones recogidos de la tradición oral chilena" de 1915, es la siguiente que recogió en Coihueco, en la Provincia del Ñuble:
"La Calchona es una oveja que ronda por la noche las habitaciones de los campesinos, los cuales, como saben que es gente, le dejan en un lebrillo las sobras de la comida. Es inofensiva, y el cura les ha recomendado que no le hagan daño".
También se cuenta que la infortunada mujer prefiere la vida solitaria y apartada, saliendo más frecuentemente en las noches para que nadie vea su monstruosidad. Sin embargo, algunas versiones alternativas del mito creen que de vez en cuando intenta asimilarse en algún rebaño, sabiendo que ya es más oveja que humana, pero siempre acaba siendo descubierta, causando pánico.
Cabeza de oveja, del artista español Francisco Bayeu y Subías (s. XVIII).
En la Región Metropolitana (donde más presencia parece tener su leyenda), en Peñaflor, en la zona cordillerana media, la cuenca del Maipo y Pirque, se considera que la Calchona provoca el aullido y escape de los perros, pudiendo ser adivinada su presencia por estas razones. Oreste Plath, en "Geografía del mito y la leyenda chilenos", agrega también que puede atacar a los hijos desobedientes y a las mujeres infieles, además de los que se aventuran a andar solos en la noche y que parecen ser sus presas favoritas. Otras veces, se aparece a los errantes pidiéndoles comida, y si no la complacen los ataca y derriba, dejándolos heridos y pisoteados.
Otra historia santiaguina habla de la Calchona como una oveja gigante que trepa árboles, sin conservar los rasgos de mujer originales. Así explica Plath esta versión:
"Enorme oveja lanuda, calchona, que trepa sobre los árboles en las noches, espera el paso de los caminantes y se deja caer sobre ellos produciéndole espanto y daño.
Algunas veces se deja caer sobre la grupa de los animales y luego atrapa al jinete".
En el Cajón del Río Maipo es bien conocida la Calchona. De hecho, allí existe la llamada Quebrada de la Calchona, en el sector El Melocotón. Una de las versiones de esta zona recopiladas por Julio Arancibia en un artículo de la revista "Dedal de Oro", cuenta una historia distinta a la que ya revisamos: la de una pastorcita de cabras de El Melocotón, abusada, asesinada y descuartizada por unos jinetes que iban a un rodeo en San José de Maipo, quienes escondieron su cuerpo sepultándolo bajo un sauce del estero hoy conocido como La Calchona. El espíritu de la pastorcita, decida a vengar su muerte, se aparecía allí por las noches saltando sobre todos los jinetes que pasaran o asustando sus caballos con los gritos, acompañada de brisas frías y llantos espeluznantes, botándolos y causándoles la muerte en varias ocasiones. Los sobrevivientes la describían como una forma blanca y con olor putrefacto, que en ocasiones incluso bebía la sangre de sus víctimas.
Hubo un largo tiempo en que se reportaron supuestas apariciones, ataques y lamentos de la Calchona en el sector del puente sobre la quebrada junto al río Maipo, organizándose cacerías y vigilias a la espera de la extraña criatura. Hasta se colocó una cruz en el lugar donde se creía que estaba sepultada, para exorcizarlo, pero sólo consiguieron que el fantasma se volviera más violento y aumentara sus ataques. Cuenta Arancibia, sin embargo, que un tiempo después unos arqueólogos dieron con unas osamentas en el lugar y éstas fueron trasladas hasta el mismo cerro donde la pastorcita cuidaba sus cabras cuando estaba viva. Sólo entonces cesaron los ataques.
Pero no terminó allí la maldición de la fallecida, según recuerda Arancibia en la mencionada revista cultural:
"Hay una historia que cuenta de una dama que se comenzó a vestir con pieles de cabra y a maquillarse con pinturas blancas. Se les aparecía a los hombres que vivían en San Alfonso y sus alrededores cuando volvían a sus casas, borrachos en sus caballos, de noche. Esta falsa Calchona, seguramente guiada por un sentido solidario con aquella su igual que un día había sido ultrajada por algunos machos brutos, asustaba a los jinetes, se las arreglaba para derribarlos del caballo y les robaba lo que llevasen encima. Pero una noche, un hombre que no conocía el miedo salió a encontrarla simulando que estaba borracho. Cuando la mujer se le acercó, este sacó su pistola y le disparó a quemarropa. La mujer quedó sólo herida y fue encarcelada. Después de esto nunca se volvió a saber de algún incidente de falsas calchonas en el sector de Melocotón Alto".
Vicuña Cifuentes también repasó una historia de la Calchona diferente a la que parece ser matriz, en el entonces llamado Departamento del Maipo, pero de la que no tenemos noticias ya en nuestra época:
"En la hacienda del Escorial, en el departamento de Maipo, hay una quebrada que llaman de la Gallina, porque todas las noches sale de ella a retozar por el campo vecino, una gallina negra de grandes calchas (cernejas), rodeada de doce polluelos blancos. Esta gallina es conocida con el nombre de calchona".
Y en San Javier, en la Provincia de Linares, el mismo autor encuentra la siguiente versión que combina el mito de la Calchona con el de otra temida mujer de vagar nocturno, como es la Viuda, personaje que parece ser de origen español:
"La Calchona es una mujer toda cubierta con un manto negro que le arrastra. A los jinetes, en las noches obscuras, se les trepa sorpresivamente a la grupa y los mata abrazándolos por la espalda. Se le conoce también con el nombre de 'La Viuda'".
A veces, la audacia de la Calchona la lleva a invadir algunas residencias y solares, por lo que algunos huasos y estancieros compadecidos de su tragedia, le dejaban afuera de las casas o en los caminos posillos con restos de comida. Esta costumbre también se habría practicado en provincias de Cauquenes y El Maule, aunque allá es considerada totalmente inofensiva e incapaz de hacer daño.
Sin embargo, un testimonio más recogido por Vicuña Cifuentes en Machalí, Rancagua, es categórico en señalar a la Calchona como una criatura violenta y potencialmente asesina. Así la describe en otra de las definiciones que da del personaje:
"La Calchona se parece a una oveja de grandes lanas. Les sale al paso a los que viajan solos por el campo y les pide de comer: si no le dan, los embiste hasta derribarlos y los revuelve y pisotea. El informante cree que es una bruja".
Existe otra historia parecida a la de la impostora del Cajón del Maipo pero colocada en las afueras de Talca, y en la que la mujer que se hacía pasar por la Calchona fue atrapada por un diestro huaso con su lazo. En el sector La Pampa de la misma localidad, además, una tradición describe otra historia de la Calchona"real", y era tanto el temor que algunos parroquianos le tenían a esta presencia que atravesaban este paso al Norte de la ciudad rezando el rosario. Esta localización de la leyenda tendría algunos elementos de influencia toponímica en la zona talquina, además.
La Calchona. Fuente imagen: blogarama.com.
En Malleco, en cambio, la leyenda recopilada por Plath es básicamente la misma que se toma por principal de la mujer-oveja, pero dice que la bruja tenía tres hijos, y que cuando estos se metieron en sus pócimas se convirtieron en varios animales antes de llegar a los zorritos, justo cuando volvió el padre a casa después de un viaje, descubriéndolos trasformados. Él les devolvió la apariencia humana pero arrojó por la ventana los ungüentos al terminar de usarlos, sin saber u olvidando que su esposa los necesitaría al regresar. Así, la mujer quedó convertida para siempre en oveja, viviendo de la comida que la gente le deja, pues es inofensiva.
Jaime Quezada cuenta en "Leyendas chilenas" que en Quilleco, en la provincia del Biobío, existía la leyenda de una Chascuda correspondiente a una temida y peligrosa mujer vieja y vestida siempre de negro, se le aparece a los jinetes adoptando la forma de un oscuro perro terrorífico. Puede ser la misma Calchona, pues no siempre asume sólo la forma ovejuna: en ciertos parajes rurales se interpretaba su aspecto como el de un enorme perro como de raza Terranova y de lanas muy crecidas, que arrastra por el suelo en su vagar aunque sin causar daño. Así es como la describe Zorobabel Rodríguez en su "Diccionario de Chilenismos" de 1875, agregando:
"Blanca de color, elige de preferencia las noches oscuras para aparecerse a los caminantes, a arrebatarles la merienda de la fuente, murmurarles de paso alguna lúgubre amenaza, espantar las caballerías, herir de muerte a algún criminal y operar otra multitud de diferentes daños".
Vicuña Cifuentes, en otra de las versiones que dio en su libro sobre el tema, toma también una descripción que obtuvo en Culiprán, Melipilla:
"La Calchona es una bruja, un alma en pena, algo extraordinario, en fin, que el informante no concibe bien. Se asemeja a un gran perro de lanas muy crecidas que le arrastran por el suelo. Corre por el campo ladrando incesantemente, y cuando los perros la oyen, se amedrentan y prorrumpen en aullidos muy tristes. La Calchona, sin embargo, no hace daño a nadie, como lo puede asegurar el mismo informante, que se encontró con ella varias veces en caminos solitarios".
Cabe recordar que la figura del perro aparece con insistencia en el folklore y el legendario criollo chileno, asumiendo con frecuencia características demoníacas o terroríficas especialmente cuando se trata de uno grande y con pelaje negro, por lo que no sorprende que la Calchona haya adquirido también características caninas en la tradición oral de algunas localidades, tal como sucede con las leyendas de la Pincoya y el "Caleuche", que terminaron mezclándose en ciertos relatos chilotes. Además, antaño se llamaba también calchonas a las practicantes de la hechicería en la Zona Centra y que, entre otros talentos que les adjudicaba el folklore, podían convertirse en animales como perros, gatos o aves. Plath, en "Folklore chileno", habla de la leyenda de cierto perro gigante de esta misma área geográfica, que salía al paso de los viajeros de montura y los acompañaba en su cabalgar volviéndose cada vez más grande durante el viaje, hasta alcanzar el tamaño del caballo mismo.
Otra versión estudiada por Vicuña Cifuentes y recogida en Rengo, en la Provincia del Cachapoal:
"La Calchona es una mujer vestida de negro, que, montada en un burro, recorre por la noche los caminos, asustando a los que tienen la desgracia de topar con ella".
Las reseñas que localizan al mito de la Calchona lo señalan muy insistentemente sólo en la Zona Central y Centro-Sur cuanto mucho, pero hemos escuchado historias o descripciones sospechosamente parecidas a la suya desde el Valle de Azapa hasta entre algunos ovejeros de Magallanes, generalmente relacionadas con brujas o mujeres malditas que quedan convertidas en ovejas o cabras. Incluso hay ciertas versiones tratando de sentar el origen de la leyenda en la tradición mapuche dada su presencia en la Provincia de Malleco y su nombre derivado del mapudungún, teoría bastante dudosa que incluso fue negada por Zorobabel Rodríguez en su momento:
"Aunque el nombre es de derivación india, el mito de la Calchona no tiene nada de araucano, pues no lo menciona ninguno de los autores que en diversas épocas han explorado la tradici6n de nuestros aborígenes. Tampoco es un mito exclusivamente chileno, porque, con diverso nombre, se le conoce en otros países de la América Central".
Desconocemos si muchos de estos casos dentro del territorio chileno serán exportaciones antiguas o más bien recientes pero, al parecer, trabajadores movedizos como arrieros, jornaleros, peones y pilcheros han sido buenos difusores de esta clase de mitos por el país, como sucede conlas leyendas de la Lola y la Viuda. De hecho, la fama de la Calchona atravesó la cordillera y llegó a Argentina, como se verifica en "Leyendas nativas argentinas de la Patagonia" de Alejandro Horacio Soldano:
"También la mitología aborigen en la Patagonia es fecunda en criaturas zoomorfas como el ñirivilú, la serpiente zorro de los grandes ríos y lagos cordilleranos que se enrollan las patas de los caballos y los arrastra a las profundidades. O la Calchona, la bruja desgreñada que aparece de noche a los viajeros a veces como oveja de largas calchas o mechones... y otras como una perra negra lanuda. De ella dicen que fue una mujer que habiendo sido descubierta en su transformación, ya no pudo volver más a su estado natural, y desde entonces vagabundea por los campos sin consuelo".
La leyenda aparece mencionada también en Neuquén por Gregorio Álvarez en "El tronco de oro: folklore del Neuquén" y por Adolfo Colombres en "Seres mitológicos argentinos", aunque es sabido que esta localidad tuvo, en el pasado, mucha influencia de chilenos emigrados a esas regiones a fines del siglo XIX y parte del XX, pudiendo haber llevado con ellos la leyenda.
También se sabe que las brujas recibían antes el apodo de calchonas, tal vez porque hacían ostentación de sus capacidades de convertirse en animales con sus hechizos. Rodríguez agrega que, en su época, se llamaba vulgarmente calchona al servicio de la diligencia o el ómnibus. Lenz, por su parte, comentó que se usaba en Chile el verbo calchonear para señalar el acto de "trabajar como cochero con un coche ajeno sin permiso del dueño", mientras que calchoneo era el sustantivo de esta misma falta. También se llamó en Chiloé como calchona a un tipo de chaqueta ancha y holgada usada por mujeres.
Aunque no sea ya la más conocida de las leyendas chilenas, también hay señales confirmando cuánto penetró la historia de la Calchona en la cultura y el folklore, no sólo la campesina. En Calama hay, desde hace no mucho tiempo, un pasaje con su nombre en una villa con títulos alusivos a mitos y leyendas chilenos. En Talca existe también el Puente de la Calchona sobre el Canal Baeza, relacionado con la versión local de la leyenda que ya describimos. Curiosamente, este puente fue escenario del brutal asesinato de la muchacha María Soledad Opazo en la Noche de San Juan de 1989, que inició un escandaloso proceso judicial en que tres sujetos fueron hallados culpables y condenados, siendo liberados al revisarse el caso cuatro años después y declarados inocentes. Más grato lugar es, sin duda, un centro turístico y un restaurante llamados "La Calchona", en la mencionada localidad de El Melocotón, recordando la historia que aquí hemos contado sobre la infortunada mujer.

UNA FOTOGRAFÍA CON EL VERDADERO ASPECTO DEL ESCENARIO DEL COMBATE DE LA CONCEPCIÓN

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La imagen de Concepción de Junín.
Coordenadas: 11°55'6.65"S 75°18'46.65"W (Concepción - Perú) / 33°26'45.11"S 70°39'22.92"W (Círculo de Oficiales en Retiro, Santiago - Chile)
Esta gran imagen de base fotográfica se encuentra en Círculo de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Armadas, a un costado del salón central del segundo piso o Gran Salón "La Concepción". Hablamos del edificio ubicado en Alameda Bernardo O'Higgins 1452, entre Lord Cochrane y San Ignacio, Santiago de Chile. Le acompañan en esa elegante sala otros dos cuadros con vistas del célebre combate que allí tuvo lugar, uno pictórico y otro fotográfico pero basado también en una obra artística histórica.
Me asombra lo poco conocida y escasamente difundida que es esta fotografía, a pesar de mostrar uno de los teatros de Perú más descritos en la literatura y la pintura histórica sobre la Guerra del Pacífico y que justo estará de aniversario en estos días. El propio Combate de Concepción de Junín, acá es recordado con algunas parcialidades a pesar de la importancia que ha tenido para nuestro imaginario nacional y el elogio heroico, pues el sacrificio de los chilenos allí caídos en la desigual lid suele ser numerado un poco mezquinamente en los 77 hombres, omitiendo con ello a las cantineras y a los infantes que estuvieron también entre los inmolados aquella sangrienta jornada.
Tengo entendido que la imagen fue una donación especial para el Círculo. Y más conocido como La Concepción en los relatos de la guerra chilenos, su retrato acá reproducido fue tomado desde la ladera del Cerro León o de la Virgen de Concepción, según puede deducirse, con la cámara apuntando hacia el Sur, pues la iglesia principal aparece a la izquierda. Varias ilustraciones y pinturas históricas parecen estar ajustándose a lo mismo que muestra esta fotografía, aunque otras presentan leves diferencias.
Lo más interesante, sin embargo, es que la imagen fue tomada sólo 6 años después de la heroica epopeya del 9-10 de julio de 1882,como lo indica una placa metálica prendida a su marco artístico; la misma batalla de los chilenos liderados por los oficiales Ignacio Carrera Pinto, Arturo Pérez Canto, Julio Montt Salamanca y Luis Cruz Martínez, donde la lucha fue a muerte frente a las numerosas huestes peruanas del Coronel Juan Gastó, y en la que insistiríamos en la necesidad de contar también a las mujeres y niños muertos del lado chileno, como dignos merecedores de tales laureles de gloria y memoria.
Mirando con detención esta hermosa panorámica fotográfica, de la entonces modesta aldea de origen colonial con su plaza centrada en el encuadre, se observan las semejanzas y diferencias del lugar con respecto a cómo aparece en ciertas representaciones que se han hecho del Combate de La Concepción hasta nuestros días, confirmándose también cuál era la distribución de los edificios y sus proporciones dentro de la urbanística del caserío serrano. También pueden observarse los muchos cambios el entorno de la plaza comparando la vista con los edificios actuales y su distribución, aunque los templos y parte de los inmuebles adyacentes a ellas se conservan.
Hay muchas reproducciones pictográficas e ilustraciones históricas de la célebre batalla, pero tiene un gustillo especialmente grato contemplar una postal de aquel escenario casi tal cual debió verse al momento en que tuvo lugar el heroico combate de 1882.

LEYENDAS DE BARCOS FANTASMAS, TERRORÍFICOS O MALDITOS EN LOS MARES DE CHILE

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Barco fantasma en exposición de la Biblioteca Nacional (1995).
Hemos dicho en otras entradas, que Chile quizás sea uno de los países "jóvenes" con más leyendas de barcos fantasmas, algo que se explicaría por la vastedad de nuestras costas y la impronta de la necesaria comunicación naviera entre puertos e islas del territorio, como las de Juan Fernández o la Isla de Pascua. La gran cantidad de hombres perdidos en los mares y los comportamientos traicioneros del a veces mal llamado Océano Pacífico, también han estimulado la imaginación y la credulidad sobre tantas historias sombrías sobre estas aguas.
La presencia de barcos en leyendas y folklore oral desmiente un poco la creencia de que el pueblo chileno vive más bien a espaldas del mar y de la cultura naviera, vicio que quizás sea más propio de las élites que de las relaciones populares con la geografía de cara al océano. No obstante, también ha influido en la gestación de tales mitos la gran cantidad de naves extranjeras que han circulado históricamente por costas chilenas, unas para bien y otras para mal, varias de ellas protagonistas de las historias que dieron sustento a alguna de las leyendas que repasaremos acá.
Fuera de los casos que veremos, hay otras historias de barcos fantasmas sin nombre en localidades como Pisagua, Valparaíso, Matanzas, Talcahuano, etc., pero que al ser navíos anónimos y de los que no se ha vuelto a saber mucho, no los incluiremos. A su vez, ha habido otros navíos que han formado parte de historias aterradoras y llenas de misterios para la inspiración literaria, pero por corresponder a casos reales o históricos sin acogida en el legendario-folklore y carentes del elemento de terror sobrenatural o de halo fantasmal que acá buscamos, no quedarán en nuestra lista.
Terminada así mi larga recopilación (resultado de varios años y varios viajes, además), dejo aquí algunas de esas principales historias de barcos fantasmas en el legendario chileno, ordenadas alfabéticamente por sus nombres:
"El Caleuche" en óleo de O. Ferrari.
El "Caleuche": Es una especie de galeón pirata tripulado sólo por espectros de brujos y espíritus cadavéricos de condenados de Chiloé, el más famoso barco fantasma en Chile y portador de maldiciones para quien lo contempla. Presenta muchas similitudes con la célebre leyenda europea del "Holandés Errante", pues también corresponde a un barco fantasmal y oscuro que parece andar a la deriva y que aterra por su aspecto vetusto y maltratado, suponiendo algunos que tal puede ser la inspiración de esta leyenda chilota. Navega especialmente de noche y ha sido llamado también "Buque de Arte", "Barcoiche", "Barco de los Brujos" y ocasionalmente "El Gualteca". No debe ser observado fijo o de manera prolongada, porque castiga a los curiosos volteándoles la cabeza hacia atrás y, si no, produciéndoles deformantes torsiones en rostro y boca. El nombre del "Caleuche" coincide con el de un misterioso y pequeño pueblo indígena identificado por investigadores como Carlos Oliver Schneider: los caleuches, ya desaparecido de la zona. Para Oreste Plath, puede provenir del mapudungún calen y calenches, que se traduciría como "otra gente", aludiendo a habitantes del Golfo de Penas traídos por los misioneros hasta Chiloé. Para Marco Antonio Román, en cambio, el nombre del barco derivaba de caulul, que significa "cuerpo humano", y que unida a che equivale a hablar de personas. Rodolfo Lenz, por su parte, consideraba que provenía de caleutún, que significa transformarse o mudar de condición. Caleutun, unido a che, se traduciría como "gente transformada" u "hombres transmutados". Este barco de hombres transformados, entonces, a veces se pasea frente a las caletas y puertos haciéndose visible y causando espanto. Si alguien llega a tocar su casco, puede convertirse en madera y quedar flotando a la deriva en las playas. Sólo unos pocos elegidos han logrado subirlo sin morir, siendo llevados a lugares insólitos o hasta tesoros submarinos, con la obligación de guardar silencio absoluto de tal experiencia o lo pagarán con su vida. En algunas ocasiones se aparece también como un galeón blanco y casi de cristal, muy reluciente; y en otras, sus velas ruinosas aparecen de color rojo. Una extraña y espeluznante música suena en su cubierta, aunque también puede aparecerse silencioso y mudo, totalente vacío, sin interactuar con los hombres. Es un mito de gran valor cultural entre los hombres de mar de Chile, colocándose su nombre a los centros de ex integrantes de la Armada de Chile y a innumerables navíos menores de pesca o navegación mercante. Para saber más del "Caleuche", clic aquí.
El "Columbia", un vapor cargado de peste y muerte.
El "Columbia": Vapor norteamericano que fue conocido en Antofagasta y Calama como el "Buque Maldito", por haber sido portador de una extraña avalancha de epidemias y enfermedades que castigaron a la región por dos o tres décadas. El SS "Columbia" de la Union Pacific Railroad, zarpó desde San Francisco hacia Sudamérica, llegando a costas en 1903. Sin embargo, tras pasar por el Callao, entre sus pasajeros subió también la temible peste bubónica. Llegó expandiendo la odiosa enfermedad a las costas de Iquique, Antofagasta y Valparaíso, pero las más graves consecuencias tendrían lugar entre las comunidades de trabajadores del salitre en la región antofagastina, donde causaron muchos contagios y muertes. En agosto de 1907, se hizo un catastro de casos en las localidades de Pisagua, Iquique, Antofagasta, Calama y Taltal, arrojando 695 confirmaciones con 302 resultados de muerte. Para 1910, muertes habían subido a 988 y los contagios a 3.053 casos. Los habitantes de la zona, especialmente los de Calama y al interior del río Loa, creyeron entonces que el buque cargaba con alguna clase de conjuro o maleficio, y lo sucedido a continuación pareció darles la razón: a partir de la plaga de peste bubónica del "Columbia", persistió en la región varios años más, una seguidilla de plagas como la viruela, la tuberculosis, la fiebre amarilla, el sarampión, el cólera y el tifus exantemático. Aunque las plagas motivaron rogativas y procesiones de la comunidad para tratar de contrarrestar la incomprensible sucesión de epidemias, algunas fiestas religiosas debieron suspendidas en este extenso período para evitar más transmisiones, fomentando más todavía la creencia en que una mano diabólica estaba detrás. La larga crisis sanitaria dejó miles de fallecidos y, siendo probable que las pestes posteriores a la causada por el "Columbia" hayan sido traídas en otros barcos (se sabe de la fiebre amarilla pudo entrar desde el Callao con dos casos reportados en otro barco en 1910, por ejemplo), para el recuerdo de la región quedaron indivisiblemente asociadas al paso por las costas del Desierto de Atacama del "Barco Maldito" que, curiosamente, se había hundido en 1907 tras chocar en California con la goleta vapor "San Pedro", llevándose 88 vidas.
El gran "Copenhague", poco antes de su desaparición.
El "Copenhague": Llamado más exactamente el "København", fue protagonista de uno de los casos más intrigantes de desapariciones del siglo XX. Construido en 1921 por Ramage & Ferguson para la firma danesa East Asiatic Company, con sus cinco mástiles era el mayor barco velero  del mundo y servía como escuela de grumetes. Capitaneado por Hans F. Andersen, zarpó desde Buenos Aires hacia Australia por vía atlántica, el 14 de diciembre de 1928, con 26 tripulantes, 45 cadetes y 4 pasajeros. Su última comunicación fue el día 22 con el vapor noruego "William Blumer" cerca de Tristán de Acuña, reportando que todo marchaba bien, aunque cuando intentaron comunicarse otra vez con los daneses durante la noche, no respondieron. El "Copenhague" desapareció después de ese día, entonces. Cuando la compañía se puso en alerta e inició la búsqueda, los habitantes de la isla aseguraron haber visto un barco de cinco mástiles con el palo mayor roto, el 21 de enero de 1929, pero que no recaló en Tristán de Acuña. Ya declarado perdido, sin embargo, un barco fantasma con su aspecto comenzó a aparecer en las costas australes chilenas, siendo reportados avistamientos por asombrados pescadores durante 1930. El 30 de julio siguiente, los marinos del barco argentino "María", capitaneado por Francisco Morales, se encontraron con el barco fantasma de cinco mástiles y a la deriva durante una tormenta, informando del sorprendente encuentro. En las semanas siguientes, hubo noticias de su supuesto paso hasta por Isla de Pascua y las costas de Perú. Se informó también que había sido encontrado en Australia un trozo de popa con su nombre inscrito. En 1934, diarios internacionales hablaron de una carta en una botella en isla Bouvet, de un supuesto grumete del navío y que contaba cómo chocaron con un iceberg y se disponían a abandonarlo en botes. En 1935 se hallaron osamentas humanas y de salvavidas en la costa suroeste de África, dados por restos del "Copenhague". Empero, sólo en 2012 estudios submarinos lograron localizar un navío en las aguas al Suroeste de Tristán de Acuña, que podrían ser el "Copenhague". Sus reportadas apariciones en las costas de Chile siguen siendo un misterio sin explicación.
El SMS "Dresden" anclado en Juan Fernández.
El "Dresden": Crucero de guerra alemán de la Primera Guerra Mundial, que siguió penando en canales y fiordos del sector de Chiloé continental, Aysén y Magallanes, donde se había refugiado antes de ser hundido. El SMS "Dresden" había combatido exitosamente con naves inglesas, anclando luego en Valparaíso y Juan Fernández. Tras regresar atravesando el Cabo de Hornos divisó una gran flota inglesa anclada en el Atlántico, por lo que volteó hacia el Pacífico mientras era perseguido por el enemigo. Capitaneado por Fritz Lüdecke, logró refugiarse en territorio chileno y se ocultó en Punta Arenas, permaneciendo escondido desde allí entre los canales y rutas australes, donde fue guiado por alemanes residentes en la zona. Su inesperada presencia fue asociada con el "Caleuche" entre la gente más modesta de aquellas regiones, hasta que marchó hacia Talcahuano y luego la isla Robinson Crusoe del Archipiélago de Juan Fernández, donde fue interceptado y hundido por su tripulación en combate con los británicos de marzo de 1915. Muchas historias legendarias circularon entonces y por varios años más entre los colonos de la Patagonia sobre apariciones del "Dresden" y su confusión con el "Caleuche". Otra leyenda con bases que parecen ser reales, relacionan también al crucero con un supuesto tesoro escondido en la zona de Quintupeu, y que correspondía al rescate de bienes de ciudadanos alemanes en México, que el Comandante Lüdecke resguardaba en el barco. Para más información sobre el caso del "Dresden", clic aquí.
"Essex" atacado por la ballena, dibujo del sobreviviente Thomas Nickerson.
El "Essex": Pocos barcos han tenido un destino tan trágico y maldito en costas del mundo como el ballenero "Essex", de Nantucket, Massachusetts. El navío inició su temporada de caza en agosto de 1819 al mando del Capitán George Pollard, viajando desde el Caribe al Cabo de Hornos para capturar ballenas frente a las costas de Chile. Tras subir hasta islas Galápagos vuelve hacia el Sur, pero en la proximidad de Isla Mocha, el 20 de enero del año siguiente, divisaron un cachalote de excepcional tamaño y agresividad, que se arrojó violentamente contra el navío destruyéndolo y obligando a sus hombres a escapar en tres botes. Un grupo en el que iba Pollard, pasó meses de horribles penurias abandonados en el mar, bajando brevemente sólo a tierra en la inhóspita Islas Pitcairn. Estos hombres llegaron a cometer canibalismo, necrofagia, beber su propia orina, sangre y hacer sorteos para saber quien sería ejecutado y devorado, resistiendo toda clase de enfermedades y heridas horribles, hasta llegar cerca del archipiélago de Juan Fernández, donde pudieron ser rescatados recién el 15 de febrero de 1821, siendo llevados a Valparaíso. Otro de los botes había sido encontrado cerca del Golfo de Arauco; pero el tercero nunca apareció. Parte de la terrible e infernal historia fue rescatada por el primer oficial Owen Chase y por los testimonios del entonces joven grumete Thomas Nicherson, sobrevivientes del "Essex". Están también las publicaciones de Jeremiah N. Reynolds quien dio un nombre al cachalote asesino, hasta entonces llamado Pocho por los habitantes de la zona de la tragedia: "Mocha Dick, o la Ballena Blanca del Pacífico". Al menos tres obras maestras decimonónicas de la literatura universal se inspiraron en la aventura maldita del "Essex": "Moby Dick" de Herman Melville, "Las Aventuras de Arthur Gordon Pym" de Edgar Allan Poe, y la suerte de continuación de este último libro llamada "La esfinge de los hielos" de Julio Verne. Para saber más de la tragedia del "Essex" y la ballena inspiración de Moby Dick, clic aquí.
Muchos barcos encallaron olvidados en Magallanes, como la "Goleta Negra".
La "Goleta Negra": Tomado por una barcaza maldita, en cuatro de sus viajes durante unos 40 años por el Beagle, protagonizó sucesos y calamidades atroces. En el primero, apareció a la deriva y tripulada sólo por cadáveres, todos asesinados a puñaladas por algún traidor de la tripulación o en un asalto. En el segundo, el capitán viajó con su esposa, pero él fue asesinado y ella desapareció tras encontrarse el barco encallado en una playa abandonada. Ya en nuevas manos, tuvo lugar un motín de la tripulación justo en medio de una tempestad, obligando al capitán a repeler a los alzados y vigilarlos armados por cuatro días sin dormir, hasta llegar a puerto, donde la fatiga y la angustia lo enloquecieron, debiendo ser internado en un psiquiátrico. Finalmente, estando a cargo del inglés Harry Colyn Harts que embarcó también a su familia, desapareció misteriosamente en el viaje su hija de sólo ocho años, sin saberse más de ella. Conocida la mala fama de la goleta, cuando ésta encalló en el margen Norte del Canal Beagle nadie quiso reflotarla ni sacarla de su cautiverio, volviéndose hogar de lobos marinos y de gaviotas, y lugar de juegos para los niños mientras envejecía. Pero le quedaba una tragedia más que desatar: un día en que los niños jugaban a tomar "posesión" de su arruinada cubierta, se inició una tormenta con fuertes vientos y el navío cayó hacia un costado de las rocas de su varamiento, rompiendo sus palos con estrépito y arrojando al mar bravo a los chiquillos, muriendo varios de ellos. En los hechos históricos, se sabe que la "Goleta Negra" era el apodo del "Florence M. Munsié" de Fortunato Beban, hacia 1910, que tras años de operaciones viajando por la zona e incluso a Brasil, varó en Punta Golondrina del Beagle, con sus ruinas visibles desde el sector poblado hasta julio de 1940, cuando manos anónimas le prendieron fuego.
Muy poco se sabe de un misterioso barco chilote llamado "Gualtecas".
El "Gualtecas": Llamado también "Guaitecas", este extraño barco o barcaza de la que no se sabe ni se recuerda mucho, aparecía en ciertos relatos sobre Chiloé como una enigmática presencia que pudo estar relacionada con brujos y con el propio "Caleuche". Dice el poeta y escritor Miguel Serrano en "Ni por mar ni por tierra" que "Gualtecas" sería otro de los nombres que recibe el "Caleuche", versión que alguna vez escuchamos también en relatos populares de la Isla Grande. Sin embargo, para otros era un barco que quedó embrujado por enfrentar al "Caleuche", condenado a errar sin destino. En su"Memorias y otras confidencias", Mariano Latorre, asegura haber escuchado en su época otra historia de un "Gualtecas", según la cual, una vez a fines de enero un lobo marino se apareció dando un giro en torno a una embarcación de ese nombre cuando estaba anclada en Quemchi y preparándose para zarpar. Al completar la vuelta, el lobo subió a la escalera y un cargador llamado Faustino lo espantó con un remo, pero el animal volvió a rodear la nave y saltar arriba. Entonces, el viejo contraalmirante corrió a detener al empleado, gritándole que era el "Caleuche" convertido en lobo marino. La consecuencia de molestarlo fue que el barco debió esperar meses sin zarpar, pues si lo hacía una maldición lo arrastraría a naufragio seguro. Esta historia es interesante, pero otras hablaban también del "Gualtecas" como un navío maldito y con identidad propia, que vagaba en el sector de Melinka y las Islas Guaitecas. Puede estar relacionado al recuerdo de las malvadas correrías del pirata Pedro Ñancúpel, oriundo de Chonchi, en la zona de la explotación del ciprés nativo de Guaitecas y en Chonos, hasta que fue capturado y ejecutado en 1888 en Castro. Sin embargo, la escasa mención del "Gualtecas" en la literatura y el aparente olvido en las tradiciones orales chilotas, impiden poder saber más de la miseriosa nave.
El "Jenny" habría sido una goleta atrapada entre los hielos.
El "Jenny": Aunque discutido, éste es uno de los casos más sorprendentes de la historia náutica de la Antártica, conocido como el de la goleta atrapada en los hielos. El 22 de septiembre de 1840 (1860, según otras fuentes), la nave ballenera "Hope" iba al Sur del Cabo de Hornos por el Paso Drake persiguiendo un cetáceo hasta cazarlo, finalmente, cerca de las paredes de hielo de la Península Antártica. Entonces, el Capitán Brighton y sus hombres divisaron una enorme pared de hielos que estaba desmoronándose en esos momentos con gran estruendo, a sólo 100 metros de ellos. Inesperadamente, la tripulación comenzó a alborotarse al observar dentro de la gélida pared lo que parecía ser un navío destruido y atrapado en los hielos, de los que se desprendió en el derrumbe saliendo penosamente a flote a pesar del daño, ante el asombro de todos. Los hombres se aterraron suponiendo que era el "Holandés Errante", pero Brighton llamó a la calma y partió en un bote hasta la espeluznante goleta. Al abordarla e inspeccionarla, encontraron un cadáver congelado y sentado en el camarote del capitán, aún con una pluma aún en la mano y sobre el cuaderno de bitácora. Revisando el libro, advirtieron que el navío se llamaba "Jenny", que había zarpado de Isla Wight en 1822 y que su última escala había sido en el Callao. El capitán había alcanzando a anotar que llevaban 71 días sin comida y que era, a la sazón, el único sobreviviente, con fecha 4 de mayo de 1823. Los tripulantes del "Hope" hicieron un funeral simbólico para el fallecido y su nave, y Brighton elevó un informe sobre la impresionante experiencia, entregando a la autoridad naval británica el cuaderno de bitácora del "Jenny". El caso se hizo conocido después que la revista geográfica alemana "Globus" publicara un artículo en 1862 sobre el avistamiento del "Jenny", pero a falta de más pruebas concluyentes muchos lo consideran hoy como un testimonio no verificado y, por lo tanto, un caso dudoso, además de presentar cierto parecido "sospechoso" a la leyenda del barco fantasma "Octavius" de Groenlandia. A pesar de ello, en homenaje y recuerdo del incidente, el UK Antarctic Place-Names Committee puso el nombre de Jenny Buttress a una pared de Isla Rey Jorge, en 1960.
Las calderas del "John Elder" aún se ven en Cabo Carranza.
El "John Elder": En enero de 1892, tras una tormenta que lo arrastró hacia los bajos de la costa de Cabo Carranza de la Región del Maule, naufragó el barco vapor "John Elder", tal como lo había hecho trágicamente antes el "Cazador" en 1856, muy cerca de allí. El nuevo desastre provocó una gran especulación sobre cuál era su carga, la que salpicó incluso al Presidente Jorge Montt al decretar la suspensión de cualquier traspaso de lo que llevara como carga el siniestrado navío, pues se creía que estaba sumergido con valiosísimas barras de oro y posiblemente de plata. Sin embargo, una maldición hecha por sus dueños protegería este cargamento que era llevado desde Valparaíso a Liverpool, para que no caiga en manos ajenas. El barco encallado fue siendo destruido por acción natural y por pescadores que retiraban partes de su material para usarlo en sus herramientas; hacia el cambio de siglo se instaló el Faro de Carranza para terminar con estos accidentes. Empero, su supuesto no podía ser recuperado por los locales. Muchos buzos, pescadores y aventureros trataron de llegar a él, fracasando en todos los intentos por las más insólitas e inexplicables razones. La más frecuente es que, cada vez que se sumergía algún valiente hasta su lugar submarino, el mar cambiaba de súbito volviéndose agitado y hasta empeorando el clima, como su alguna misteriosa y malvada fuerza lo resguardara. Los pocos que se han atrevido a desafiar la marejada volvieron a la superficie casi asfixiados y contando historias aún más tétricas: vieron monstruos impensables custodiando los restos del "John Elder", como una criatura gigantesca parecida a un pulpo, de enormes tentáculos, ojos refulgentes y mandíbulas de pesadilla. Recién en los años setenta, un intrigante grupo de buzos extranjeros realizó una operación de varios días, en la que los pescadores de la zona aseguran que se llevaron el famoso tesoro. Al desaparecer el oro y la plata, desaparecieron también los monstruos de otros planos y otros mundos. Cuando la marea está baja, pueden verse las crestas de las calderas del "John Elder" entre la marejada, dos kilómetros al Norte de Caleta Loanco. Nadie más fue arrastrado al fondo marino por las bestias lovecraftianas que cuidan su secreto. Versiones modernas sobre estos restos, sin embargo, han intentado relacionarlos con supuestos submarinos de la Alemania Nazi llegados a costas chilenas, teoría bastante dudosa.
Antigua goleta europea, con el aspecto que pudo tener el "Kalache".
El "Kalache": Goleta maldita que pasó por Chiloé en el siglo XVII, uno de los posibles orígenes del mito del "Caleuche", pues se recuerda que su tripulación era de corsarios practicantes de la hechicería. Fue llamado también "Calonche" y "Kalanche". Capitaneado por el holandés Vincent van Eucht, pasó por el Archipiélago de Chiloé provocando temor entre sus habitantes cuando estacionó en Castro para abastecerse, siendo advertidos de que venía tripulado por peligrosos corsarios. Algunas tradiciones hablan de maldiciones sobre el navío, o bien de tropelías y saqueos cometidos por el mismo en algunas partes de la isla grande, y se comenta en la tradición de supuestas prácticas de hechicería que involucraban a Van Eucht y a su entorno, desatando fuerzas desconocidas sobre la nave y los lugares donde tocaba puerto. La ira de Dios se desató luego que la comunidad de Castro, dirigida por un  sacerdote (Fray Juan Evangelista Olmedo, según algunas fuentes) realizara un Te Deum sobre la cubierta de tan diabólico e indigno navío. Así, después de zarpar con las mercaderías y abastecimientos, el "Kalache" naufragó misteriosamente en junio de 1614, despareciendo para siempre, pero dejando la huella de miedo entre los chilotes que varias veces más creyeron verlo de regreso y que nunca olvidaron las supuestas prácticas demoníacas que traían sus malvados tripulantes. Para más información sobre el "Kalache", clic aquí.
El navío "Leonora" es barco y fantasma.
La "Leonora": Fue un hermosa y decorada lancha velero de cuatro palos que operó en Magallanes, según relata Francisco Coloane al rescatar y contextualizar literariamente esta historia ("El último grumete de la Baquedano"), pero en el que, tras ser rescatado de un naufragio en unas rocas y rebajado a servir sólo como un pontón o bodega flotante por una compañía naviera, se aparecía una mujer fantasmagórica similar a la sirena que había en su mascarón de proa. Según habitantes e investigadores de la región austral, al igual que sucede con el témpano errante de Kanasaka, el autor recogió una leyenda local y le dio forma en su obra, por lo que no sería tan ficticio. La hermosa mujer vestida de blanco, conocida como la Leonora e interpretada como el alma vengativa del propio navío o su mascarón, asesinaba a los marineros que se atrevían a trabajar en él, seduciéndolos por las noches, llevándolos con ella embelezados y arrojándolos por la borda. La dotación del "Leonora" era de sólo un patrón y cuatro marineros, pero su mala fama era tal que sólo los valientes y los desesperados por empleo aceptaban trabajar en allí. En su novela, Coloane da otra relación al mito del "Leonora", por testimonio de uno de sus personajes que habría estado trabajando en la lancha y que estuvo al borde de morir seducido en sueños por la cautivante mujer. Lo relaciona con el descubrimiento del cadáver de una tal Leonora Bruce, muerta en 1863 luego de que el navío cayera en manos de un sujeto truhán y asesino, y cuyos restos fueron hallados ocultos dentro del propio velero, detrás de un compartimento condenado.
El gigantesco "Lucerna" navega por océanos sin tiempo.
El "Lucerna": Barco gigante y misterioso de Chiloé, rara vez visto sólo por algunos afortunados. Es tan grande que tomaría toda una existencia humana recorrer su cubierta de popa a proa o viceversa: desde la infancia en el gateo, hasta la vejez con el bastón. Es decir, el "Lucerna" representa en su magnitud la vida, desde el nacimiento a la muerte. Es tan enorme que sus velas pueden estar bajo el Sol y bajo la Luna al mismo tiempo, pues tiene el tamaño del propio mundo, según anotan autores como Oreste Plath. Es un barco que navega silencioso y desierto sobre los océanos del tiempo, por la eternidad, también como representando al mismo mundo y sus ciclos. Otras versiones más modernas relacionan al "Lucerna" con un transporte para brujos o muertos vivientes, además de llevar a su paso el cambio de las fases lunares creciente (vida) y menguante (muerte).
Imagen del "Marlborough" en Port Chalmers, Nueva Zelanda.
El "Marlborough": Barco velero mercante lleno de esqueletos humanos visto en Magallanes, historia basada en caso real reportado hacia 1891 ó 1913 según las versiones, y que fue estudiado y difundido internacionalmente por el periodista e investigador Robert L. Ripley. El "Marlborough" zarpó desde Lyttlelton con destino a Londres, pero se perdió todo rastro de él, desapareciendo y dándoselo por hundido en algún accidente. Sin embargo, el navío reapareció efímeramente después frente a Punta Arenas, a la deriva por el Estrecho de Magallanes, ocasión en la que los tripulantes del velero inglés "Johnston" abordaron la misteriosa nave encontrando sólo esqueletos en la rueda de mando, en el pañol, en el puente y en los dormitorios. Nada vivo quedaba en él. Sin más remedio que abandonar la terrorífica nave, ésta continuó a la deriva hasta perderse por el Estrecho desapareciendo para siempre, al parecer durante una tormenta que siguió al encuentro, haciendo más oscuro su misterio. Desde entonces, el macabro navío errante sería recordado como "El Barco de los Esqueletos". Para saber más sobre el caso del "Marlborough", clic aquí.
"Mytilus II" en recreación del programa "OVNI" (1999).
El "Mytilus II": Corresponde a un yate o lanchón usado por un extraño grupo de hombres altos, muy blancos y de pelo rubio liso, a veces vestidos de forma poco convencional, que navegan al Sur de Chiloé y el sector de las Islas Guaitecas capitaneados por un tal Alberto, llamando la atención de los pocos que logran verlo. Sus dueños son poseedores de tecnologías fantásticas que incluso han salvado la vida de algunos enfermos desahuciados (el mediático caso del ex comunicador Ernesto de la Fuente) o que han hecho demostraciones asombrosas de comunicación con otros mundos. La misma nave estaría equipada también con estos avances insólitos para facilitar su navegación. Por esto, la leyenda de neofolklore legendario sobre el "Mytilys II" ha sido asociada a la presencia de supuestas bases extraterrestres en la Patagonia, a centros secretos de investigación científica avanzada, a pretendidas colonias ocultas de refugiados del III Reich en la zona y, muy especialmente, al famoso mito moderno de Isla Friendship, cuyos habitantes serían los operadores y dueños del extraño yate. Aunque no se ha podido rastrear una nave formalmente llamada así en las inscripciones de la autoridad marítima local, existirían testimonios de personas confiables que aseguran haberla visto, incluyendo oficiales de puerto de la Armada de Chile. El programa "OVNI" de TVN, conducido por Patricio Bañados, logró dar en 1999 con el testigo Alfonso Schulbach, funcionario del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) quien aseguraba haber visto un yate con ese nombre en Chiloé y que habría pertenecido a su institución, agregando que fue rematado en 1975 y comprado por unos italianos. Curiosamente, Mariano Latorre comentaba que, en su época, había escuchado historias curiosas en Chiloé sobre la presencia de personas rubias y de aspecto de Europa septentrional, suponiendo que podrían ser descendientes de marinos holandeses.
El "Oriflama" varado en 1770 en el Maule.
El "Oriflama": Fue un velero francés capturado por los ingleses y luego adquirido por la naviera Ustáriz de España, encontrado alguna vez lleno de agónicos o de muertos; terrorífico y condenado, está asociado también a las historias de un tesoro perdido. Apodado "Barco de los Agonizantes", "Barco de los Muertos" y "Cementerio flotante", se cuenta que, tras salir de Cádiz con 300 tripulantes y pasajeros en 1770, capitaneado por José Antonio Alzaga y el piloto Manuel de Buenechea, una extraña y mortal epidemia atacó a su gente al entrar al Pacífico. La tarde del 23 de junio fue avistado por el velero "Gallardo" de camino a Valparaíso, y su Capitán Juan Esteban Ezpeleta saludó de un cañonazo a su amigo Alzaga sin recibir respuesta del "Oriflama". Intrigado, ordenó seguir al silencioso navío que, aunque iba con sólo una vela izada, se perdió en la noche. Pudo encontrarlo solo al día siguiente, ya en las costas de Constitución, abordándolo con sus hombres en un bote. Lo que presenciaron en cubierta fue dantesco: sólo quedaban 106 personas, unas muertas y otras enfermas, y apenas 30 de ellas podían estar de pie, débiles, delirantes y casi incapaces de explicar lo sucedido. Uno de los marineros había trepado intentado encender una faro del mástil el día anterior, pero cayó al agua agotado antes de lograrlo, según se enteraron. Una versión dice que Alzaga estaba entre ellos, pidiendo auxilio. Ezpeleta regresó al "Gallardo" y ordenó bajar cuatro botes con 40 hombres para rescatar a los agónicos. Sin embargo, cuando estaban en esto empeoró el clima y debieron postergar la maniobra. Cayó la noche y cuando se preparaban para reiniciar el rescate, ante el estupor de todos, súbitamente en la distancia el "Oriflama" subió todas sus velas, encendió todas sus luces de navegación incluidas las más altas, y comenzó a alejarse veloz de los aterrados tripulantes del "Gallardo", como poseso de una fuerza desconocida en su cubierta donde no se veía un alma en pie. El "Gallardo" trató de darle alcance al día siguiente, pero fue imposible, perdiéndolo de vista el 26 frente a río Huenchullami. Desde entonces, muchos han asegurado ver al fantasmagórico "Oriflama" navegando con todas sus luces, a veces emitiendo lamentos y gritos de sufrimiento de su invisible tripulación, en zonas de Navidad a Constitución e incluso tratando de entrar a puerto Valparaíso, sin anclar. La historia confirma que el "Oriflama" naufragó en la desembocadura del río Maule, desatándose un gran esfuerzo de las autoridades coloniales por recuperar su valioso cargamento entre 1771 y 1772, sin resultados. Esto dio origen a nuevas búsquedas de su perdido tesoro en nuestro tiempo, no exentas de controversia por hallazgos de 2011, y a la constitución de la Oriflama S.A. para realizar proyectos culturales y de investigación sobre el navío.
El "Sakarah" oculta con celo su tesoro, escondido en el fondo marino.
El "Sakarah": La leyenda del vapor alemán "Sakarah" es una de las más intrigantes sobre barcos con tesoros perdidos, pues tiene una propiedad extraña que lo hace capaz de aparecer, desaparecer y ocultarse de los investigadores que se aventuran en su tumba submarina, guardando celosamente su secreto y su fortuna. Muchos han asegurado verlo pero sin lograr arrebatarle su premio; otros lo buscaron toda la vida y jamás dieron con él. La historia ha sido abordada por investigadores como César Sánchez: en el invierno de 1902, tras zarpar de Antofagasta hacia Europa, el "Sakarah" de la compañía germana de vapores Kosmos naufragó durante un temporal en Punta Norte de la isla Guamblin, en Aysén. En sus bodegas iban 12.000 toneladas de cobre, 2.000 de plata y un millón de libras esterlinas en barras de oro. Inspecciones en el lugar confirmaron que el barco estaba a sólo 10 metros de profundidad, pero al borde de una pendiente hacia una profunda fosa oceánica. En 1905, un expedicionario de apellido Pesce logró rescatar cerca de 15 mil libras de la valiosa carga, pero a un caro costo: dos integrantes del equipo de buzos murieron en las operaciones. Comenzó a cundir la creencia de que el "Sakarah" no soltaría con facilidad su tesoro, y se encargó de demostrarlo en una segunda expedición de 1907, en la que, intentando abrir su casco con dinamita, la explosión hizo caer al barco varios metros más hacia el fondo, perdiéndose otra vez. En 1917, ya localizado, una sociedad formada por Max Jensen, Luis Ahnfelt y Carl Sundt organizó su propia expedición de casi 30 miembros, alquilando la barca "Melipulli" y el vapor "Chacao", logrando rescatar varias barras de oro que Jensen llevó hasta Puerto Montt, donde las vendió. Sin embargo, la negativa del "Sakarah" volvió a hacerse clara, cuando dinamitaron el casco y las explosiones empujaron al navío hasta lo profundo del abismo, perdiéndose otra vez en la oscuridad submarina. Nunca más se vio hasta el año 2012, cuando el chatarrero chilote Carlos Trujillo aseguró haber obtenido de unos buzos los restos de claraboyas, fierros y proyectiles pertenecientes al "Sakarah", llamando la atención de los medios e incluso de la National Geographic. Sin embargo, jamás pudo emostrar que pertenecían al perdido navío, ni la ubicación precisa en que habían sido encontrados.
Nave pirata, como pudo ser el "Trinidad". Fuente: Ligasmayores.bligoo.com.
El "Trinidad": Originalmente se llamaba "Santísima Trinidad", hasta que fue capturado en el Istmo de Panamá por el pirata inglés Bartholomew Sharp, saqueador despiadado de la ciudad de La Serena que, curiosamente, fuera fundada como San Bartolomé de La Serena, con el mismo patronato del nombre del bucanero, como lo hizo notar alguna vez don Domingo Amunátegui. Tras rebautizar "Trinity" al gran barco velero y convertirlo en su nave insignia, con él atacó la ciudad. Sharp llegó con sus 150 hombres a invadir el puerto de Coquimbo el 13 de diciembre de 1680, y al día siguiente La Serena. Pudo tomarla casi sin problemas, pues la defensa colonial de la misma no se encontraba presente al momento de su arribo, desplazada hacia el Sur en un error estratégico por concentrar las defensas en Valparaíso y Concepción. Los piratas robaron todos los pertrechos y alimentos que encontraron, tomaron rehenes, asesinaron a ciudadanos inocentes y exigieron un exagerado pago de 95.000 reales por liberar a los prisioneros, que al ser imposible de cubrir por los serenenses sirvió de excusa para encender fuego a varios edificios, casas e iglesias, mientras los habitantes huían a los campos interiores. Tras complacer su rapacidad criminal, Sharp y su botín partieron hacia el archipiélago Juan Fernández, para seguir con sus tropelías. Dejó tal trauma en La Serena y Coquimbo que, según se recordaba en la región, algunos creían ver el espejismo de su infame y pavorosa nave regresando a las costas después de su ataque, causando pánico por bastantes años más después de su incursión. El "Trinidad" pasó a ser sinónimo de espanto y de horror en aquellas costas, y de su malvada aventura en ellas también quedó instalado el dicho popular "¡Llegó Sharp a Coquimbo!", corrompido en "¡Llegó charqui a Coquimbo!", para referirse a la llegada de un indeseable a algún lugar o una visita tan desagradable como inesperada.
El "Wateree" varado. Archivo del U.S. Naval Historical Center Photograph.
El "Wateree": Fue un vapor de rueda naufragado en el terremoto de Arica de 1868, en cuyas calderas abandonadas alguna vez se  oían quejidos fantasmales y ruidos extraños como de máquinas o de sirenas navieras. El USS "Wateree" pertenecía a la Armada de los Estados Unidos y tenía pocos años de funciones cuando varó a Norte de la ciudad de Arica, entonces peruana, arrojado el maremoto que siguió al gran sismo. Un nuevo terremoto con tsunami lo arrastró en 1877 hasta Playa Las Machas, destruyéndolo casi por completo. Con el tiempo, los robos de material y la corrosión, sólo quedaron los restos de su caldera que aún pueden observarse, alguna vez trasladados hasta la ex Isla Alacrán y después regresados al sector de Playa Chinchorro, también declarándoselo Monumento Histórico Nacional. Hubo, antaño, supuestas historias de sonidos extraños que provenían de la caldera abandonada del "Wateree" en esa vieja época, como si los mecanismos y motores espectrales a los que perteneció funcionaran otra vez, o como si almas en pena aún rondaran alrededor de él, aunque esta leyenda prácticamente ya se ha perdido en nuestra época. Para más información sobre el "Wateree" y sus calderas, clic aquí.

LEYENDAS DE BARCOS FANTASMAS, TERRORÍFICOS O MALDITOS EN LOS MARES DE CHILE (PARTE II)

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Dibujo de "El Calueche" brillando en la oscuridad, por Jaime Romero. El buque fantasma de Chiloé ha sido por mucho tiempo el más famoso y conocido de la mitología chilena, pero la verdad es que se habla de varios barcos legendarios más en el territorio.
Publiqué en la entrada anterior una primera parte de las leyendas de barcos fantasmas, terroríficos y malditos en los mares de Chile, dedicada a 18 de los casos mejor cubiertos en la literatura o en los legendarios locales a los que pertenecen. Sin embargo, me quedaba pendiente indagar sobre otros casos que aquí presento y que significaron un poco más de esfuerzo para completar una reseña sobre cada uno.
Tengo la impresión de que la popularidad, espectacularidad y simpatía de la hermosa leyenda del "Caleuche" para la cultura de masas, ha eclipsado y opacado mucho a otras historias igualmente interesantes de barcos del legendario chileno, unos totalmente imaginarios y otros basados en casos reales sobre los cuales se construye un mito. Tanto es así, que parecería que el "Caleuche" incluso está absorbiendo en su tradición oral y desde hace tiempo ya, características de otros barcos fantasmas como el "Oriflama" o en "Lucerna", según se advierte comparando las descripciones de cada mito. Por esto, siento esta necesidad de hacer estas nóminas con la historia de cada caso brevemente descrito.
Debo admitirlo, por cierto: esta vez no me valí sólo de la literatura, que no arrojó tanto como en los casos de la parte anterior de esta entrada, sino que también eché manos -mucho más de lo que habitualmente hago- a Google, revisando publicaciones de diarios y sitios regionales.
Esta es mi lista de casos para incorporar al rico legendario de barcos míticos y enigmáticos de los mares chilenos:
  • El "Barco de Rozas": Se refiere a una ya poco conocida pero antigua leyenda de Pichidangui, en la comuna de Los Vilos, que aparece rescatada con cierta prisa en la obra "Pichidangui: historia íntima", de Paul Barroilhet Cannon. Según la versión que conocemos, se trataría de un navío maldito que naufragó en la costa, castigado desde el cielo por alguna oscura intención de sus tripulantes cuando se preparaban para desembarcar. Arribó en la costa hacia fines de la Colonia, poco antes de 1810, varando en el sector de una laguna formada en la desembocadura del estero Quilimarí donde, por largo tiempo, se pudieron observar allí los restos de la quilla, cuadernas y baos cuando había marea baja y el clima lo permitía. Se cree que los restos popularmente identificados con el "Barco de Rozas", correspondían en realidad a una nave mayor, de unas 400 toneladas y de muy buena madera, que hacia mayo de 1986 dejó muchos residuos a la intemperie, los que fueron tomados y estudiados por algunos investigadores. El nombre y la historia del barco tendrían relación con un acontecimiento ocurrido durante la gobernación de Francisco Antonio García Carrasco (1808-1810), cuando el secretario y consejero de gobierno, Juan Martínez de Rozas, hizo llevar un pequeño barco con complotadores, con la intención de realizar un intercambio de mercadería de contrabando con el capitán de la fragata inglesa "Scorpion", que andaba en Chile con el pretexto de cazar ballenas.
  • El "Barco del Amor": Es una curiosa leyenda de pescadores, vigías, guardafaros y colonos de la zona más austral del continente antes de tocar sus aguas con las de la Antártica, en el sector del Canal Beagle, Cabo de Hornos e islas Islas Diego Ramírez en el Paso Drake. Dice esta historia que, de vez en cuando, se aparece a los marineros un bello barco velero lleno de hermosas y seductoras mujeres todas vestidas ligeras, las que suben a los hombres de mar a cubierta y les hacen experimentar placeres indescriptibles del amor y la sensualidad, casi sobrenaturales. Algunos agregan que este "Barco del Amor" se aparece rescatando a los náufragos, por lo que además de su analogía con el mito de las sirenas, representa una especie de esperanza para el sujeto expuesto a la desgracia, viendo súbitamente cambiada su suerte desde la muerte segura a un viaje casi onírico por el paraíso de la hermosura femenina. El barco busca a los hombres, nunca al revés: quien salga a tratar de encontrarse con él, jamás lo hallará. Sin embargo, variaciones de esta leyenda aseguran que los hombres se exponen a morir en manos de sus placenteras secuestradoras, que como viudas negras lo liquidarán al final de la aventura, cuando ya no les sirva, o bien vengarán cualquier revelación que haga de su estadía en semejante velero mágico.
  • El "Fournier": Un caso controversial y trágico, sucedido en medio de una gran cuestión diplomática entre Chile y Argentina por la posesión del Canal Beagle. El ARA "Fournier", buque dragaminas y rastreador de la Armada Argentina, zarpó desde Río Gallegos hacia Ushuaia en un supuesto viaje de rutina de septiembre de 1949. Sin embargo, sin solicitar autorización ni informar a la Armada de Chile, cambió de rumbo hacia el Oeste y se internó entre los canales fueguinos chilenos, en misión desconocida. Un error del Capitán de Corbeta Carlos Negri sumado a las malas condiciones climáticas, arrastró al "Fournier" hasta un arrecife que destruyó su casco de la nave durante la noche del 22 al 23 de septiembre, volteándola de campana y hundiéndose velozmente en Punta Cono, cerca de isla Dawson. Unos 77 marinos argentinos tendrían una horrible y desesperante muerte, sin un solo sobreviviente, debiendo movilizarse ambos países -a pesar de la polémica circunstancia del accidente- para rescatar a los cadáveres y restos de la nave. Los pocos cuerpos congelados que aparecieron estaban oscurecidos, como quemados, a veces abrazados entre sí en un desesperado intento por darse calor. Los relojes de todos ellos quedaron detenidos en las 5:25 horas. Fue tan traumática la experiencia en la zona que, según supimos por viejos magallánicos que conocieron el lugar, surgieron historias sobre lamentos y apariciones de almas en pena en la zona, como si los espíritus descarnados de los fallecidos hubiesen seguido pidiendo ayuda a los pescadores y marineros que pasaban por esas aguas, durante algún tiempo.
  • El "Illimani": Fue un vapor que naufragó casi nuevo en las costas de Isla Mocha, durante una tormenta por estas peligrosas vías marítimas, cuando cumplía un viaje entre Liverpool y Caldera. El "Illimani" fue arrastrado a la marejada por la violencia de la marejada, el 18 de julio de 1879, y quedó encallado en la costa. No hubo muertes de pasajeros ni de tripulantes, y hasta alcanzó a rescatarse gran parte de su correspondencia, equipajes y cargas. Sin embargo, como quedó varado en una playa deteriorándose hasta quedar convertido sólo en un tenebroso esqueleto de barco, fue inevitable que surgieran en Isla Mocha algunas historias sobre supuestos sucesos y apariciones fantasmales entre sus ruinas. Las leyendas quizás se debían a su interpretación entre los marinos que desafiaban aquellas aguas: la visión del barco encallado y mostrando sus costillas durante el tiempo que perduró allí, era una advertencia sobre los peligros de Isla Mocha, que tantos naufragios cobraría, como en el famoso caso del "Essex" y el ataque de un cachalote que dio inspiración al personaje literario de Moby Dick.
  • La "Novia": Nombre que recibían los restos de un viejo barco fantasma en el sector de Caleta Infiernillo, en Talcahuano. El barco, cuyo nombre oficial nadie recuerda, había quedado abandonado allí destruyéndose por la corrosión y el envejecimiento. El apodo deriva de un hecho espeluznante: los pescadores y visitantes de la caleta varias veces aseguraron ver la figura de una mujer vestida como novia sobre el solitario barco anclado, llorando y gimiendo cual si fuese el alma del propio navío abandonado, lamentándose en el olvido. Incluso, la vieron descender a la playa en algunas ocasiones, donde continuaba con su extraño y doloroso rito de sufrimiento. Un día de aquellos, ya dañado su casco por la fatiga, la nave comenzó a hacer aguas y se hundió. Al desaparecer la "Novia", desapareció también su fantasma.
  • El "Orión": Parecida a la situación que habría vivido el "Gualtecas", también en Chiloé y que vimos en la primera parte, se supone que fue la de un barco ballenero maldito tras un encuentro con el "Caleuche", llamado "Orión". Una versión de esta historia fue rescatada por Antonio Acevedo Hernández en "Leyendas de Chile". El "Orión" era capitaneado por Adrián García, veterano ya cerca del retiro quien, tras atravesar el Estrecho de Magallanes, iba hacia Ancud a buscar a su hija Margarita, al cuidado de su criada mapuche. Sólo debía detenerse en Valdivia, donde Miguel Barra, el segundo del barco, iba a casarse con su bella novia. Una vez en Ancud todos pidieron bajar, pero García encargó a Barra impedir que subieran licores. También rogó al muchacho Pedro Flores, de su confianza, alejara del puerto a todos tanto como fuera posible, para meter discretamente a Margarita sin que lo advirtieran. Así logró embarcarla, pidiéndole a la chica que jamás saliera de su recámara:"Mis marineros son grotescos y malos", le advirtió. Una noche, se improvisó una gran fiesta con cantos de marineros en cubierta, todos pidiendo alcohol mientras Barra intentaba mantener los ánimos calmos. El viejo Guillermo, antiguo piloto, recordó a todos que frente a las rompientes donde navegaban se aparecía el "Caleuche", un "barco de fuego" cuyo capitán y piloto "eran demonios", advertencia que nadie tomó en serio. Entonces, uno de los enfiestados, Alberto Trincado, robó botellas de vino desde la bodega del Capitán y se armó una pelea, terminando atado y golpeado Barra mientras los demás bebían. Al aparecer después el capitán pidiendo explicaciones, también acabó atado junto a Barra y siguió la fiesta. Su hija escuchó la escaramuza y, sin resistir más, salió desde su recámara a tratar de ayudar a su padre. Al descubrir su presencia, los borrachos comenzaron a aproximársele decididos a violentarla... Estaban al borde de cometer su fechoría, cuando, ante el terror de todos, se les aparecería el luminoso "Caleuche" precisamente en las rompientes y desatando una tormenta, obligando a los rufianes a tratar de navegar en sentido inverso y soltar a los dos cautivos para reestablecer el orden. García aprovechó de buscar a tientas a su hija, entre la oscuridad, suponiendo que iban a naufragar atacados por la maldición del "Caleuche". Tras una espeluznante noche acosados por la pesadilla de los mares chilotes, lograron zafarse de su sino de desgracia y todos los hombres pidieron perdón al cielo por su comportamiento. Leyendas chilotas antiguas hablaron mucho tiempo más, desde entonces, de un "Orión" que quedó condenado al infortunio, a atraer al "Caleuche" por un arranque de maldad de su propia tripulación.
  • El "Rita": En su momento, el caso parece haber sido tomado como una extraña posesión de locura en la tripulación del navío, delirio colectivo que los llevó a la desgracia, aunque hoy es realmente un desafío poder encontrar información sobre el oscuro incidente. La nave de carga "Rita" tenía bandera guatemalteca e iba capitaneada por Antonio Dañino cuando salió del puerto de San Antonio a Iquique, llevando una carga de cebada. Sin embargo, a pocas horas de partir y por razones que se desconocen, a la altura de Punta de Tralca la tripulación cayó en una especie de frenesí de violencia criminal, amotinándose y dando brutal muerte al capitán el día 3 de marzo de 1874. Asesinaron también al piloto y a un marinero que trató de restaurar la cordura. La nave quedó a la deriva y comenzó a orillarse antes de acabar destruida en el borde costero, mientras los amotinados huían en botes hasta las playas luego de tan inexplicable comportamiento. Existe muy poca información sobre qué sucedió después con los sujetos que fueron presas de esta violenta fiebre de mar, aunque el extraño caso aparece comentado brevemente en el libro de Patricio Guzmán Martínez titulado "Algunos naufragios ocurridos en la costa chilena desde Algarrobo a Matanzas. 1757-1901".
  • El "Santa Fe": Este navío mercante de cargas metaleras quizás constituya la desaparición más extraña de la navegación civil chilena contemporánea, por no haber dejado ni un sólo vestigio de la tragedia que lo hundió en los sesenta, supuestamente en la proximidad de la Isla Guamblin, donde ya vimos en la primera parte que, a principios del siglo XX, se hundió el "Sakarah" con un supuesto gran tesoro oculto que sólo logró ser recuperado en una pequeña fracción. Al mando del experimentado Capitán Fernando Silva Cárcamo, el "Santa Fe" iba con 33 tripulantes y dos cadetes de la Escuela Naval en práctica. Llevaba un cargamento de hierro desde Coquimbo hacia la localidad argentina de San Nicolás. Sin embargo, el 13 de agosto de 1967, tras reportar por radio su paso por isla Guamblin en medio de un temporal, jamás llegó a la proximidad del Faro Evangelistas en la boca occidental del Estrecho. La investigación no pudo encontrar nada: ningún resto del barco, a pesar de la gran cantidad de material que suelen dejar los naufragios de los mercantes. La Compañía Chilena de Navegación Interoceánica (CCNI) también informó que el navío tenía un radio regular, un radio de emergencia, sistemas de radiotelefonía y botes salvavidas también equipados con radios automáticas de localización y señal SOS, con la certificación internacional Lloyd Register Of Shipping vigente. Todo falló simultáneamente, entonces, o algo aún más siniestro que hizo desaparecer al "Santa Fe" inutilizó de inmediato sus equipos sin dar tiempo de reacción a sus tripulantes. Jamás pudo establecerse qué sucedió con el navío ni recuperar algún fragmento que permitiese establecer el lugar preciso de su misterioso naufragio en la costa de los canales australes. El intrigante caso ha sido abordado y comentado por Carlos Muñoz Brito y Raúl Núñez Gálvez, del Instituto de Investigaciones y Estudios Exobiológicos de Chile-España (IIEE).
  • El "Santona": Suponemos que éste debe ser el barco anónimo al que se refieren algunas reseñas sobre la leyenda de la Roca de la Sirena Encantada de Matanzas, al Sur de San Antonio y de la salida del Río Rapel. Según la versión que conocemos, hacia fines del siglo XIX llegó a la caleta de Matanzas un navío europeo, cuyo capitán de ojos azules quedó muy enamorado de una hermosa residente local llamada Isabel, a quien todos los hombres pretendían y cortejaban, sin lograr su interés. Entregados a su amor, el capitán prometió desposarla y zarpar con ella, pero uno de los residentes del pueblo que había sentido el despecho de la muchacha, envidioso y vengativo recurrió a una temida bruja de la zona para pedirle destruir aquella relación. La hechicera convirtió a la mujer en roca, y tomó forma de sirena quedando petrificada en la playa, mirando hacia el infinito. Es la llamada Roca de la Sirena Encantada que allí existe, junto a la Playa del Padre, esperando el regreso de su amado. La escasa información disponible en internet y la mención rauda que se hace de la leyenda en trabajos como el de Ascencio Ronda ("Leyendas de la Provincia de San Antonio"), cuentan la historia sólo hasta este punto, pero una tradición oral que conocemos agregaba que el entristecido capitán, creyendo que Isabel lo había rechazado, zarpó en su barco y, absorto en su pena, no vio unas rocas de la orilla y naufragó, ahogándose con sus hombres. La leyenda de la sirena de las rocas agrega que Isabel se vuelve de carne y hueso por las noches, paseando por la playa o la marejada, y ayudando a los marinos en los naufragios que ocurren por la zona, esperanzada en que uno de ellos sea, algún día, su amado capitán. En los registros de naufragios sucedidos en Matanzas, hay uno que parece coincidir con ciertos detalles de la leyenda: el "Santona", barca inglesa de 855 toneladas, construida en Glasgow, que trabajaba para la firma Hambrock & Merlet bajo mando del Capitán Mc Lead. Anclada en Matanzas, esperaba una carga de trigo para Inglaterra, pero un temporal cortó sus amarras y se fue a pique el 25 de octubre de 1891 por el sector Palmilla, muriendo todos sus 16 tripulantes incluido el capitán, y salvándose sólo dos marineros.
  • El "Santiaguillo": Era una carabela pequeña, traída en los tiempos del Descubrimiento y Conquista, cuya legendaria desgracia en las costas del Choapa en el siglo XVI, lo convirtió en otro de los barcos fantasmas que aparecen y reaparecen por los testimonios de los hombres de mar. El "Santiaguillo" zarpó desde el puerto peruano del Callao con un fastuoso tesoro en oro, plata, gemas y joyas que había pertenecido a Atahualpa, recalando en el puerto chileno de Los Vilos, donde debía dejar parte del valioso botín. Sin embargo, por razones que la leyenda no aclara, uno de sus botes acabó naufragando trágicamente, muriendo todos los tripulantes que juraron custodiar este tesoro. Era, precisamente, el bote que llevaba la carga de riqueza del "Santiaguillo" hasta la orilla. Desde entonces, muchos habitantes, pescadores y mariscadores de la zona aseguraron ver una oscura embarcación cargada de los fantasmas de aquellos marineros, navegando frente a Los Vilos: es el "Santiaguillo" y su tripulación fallecida en aquel accidente, condenados a vigilar por siempre aquel tesoro que se perdió entre los bancos de arena en las orillas de las playas del lugar, hasta que alguien lo rescate. Como todas las leyendas, esta también tiene algo de realidad en sus raíces: la historia sí verifica un famoso navío "Santiaguillo" recalando en Los Vilos en mayo de 1536, asistiendo al adelantado Diego de Almagro en su expedición por el actual territorio chileno.
  • El "Schiller":Éste es un navío de transporte relacionado con la popular historia de una valiosa campana sumergida en Ancud. La historia ha sido abordada por Renato Cárdenas, entre otros. Hacia inicios del siglo XX, el Obispo Francisco de Paula Solar hizo traer desde Alemania una enorme y artística campana de bronce que iba a sonar en la torre de la nueva iglesia, que estaba próxima a ser reinaugurada en una versión más sólida y moderna que la anterior. El barco encargado de traer la campana fue el velero "Schiller", pero justo en el día en que debía tocar puerto en Ancud, una enorme tormenta lo comenzó a sacudir frente a la costa hasta hundirlo, minutos durante los cuales la campana sonó casi desesperada, como pidiendo auxilio, motivando los rezos del Obispo y de la comunidad agolpada en la línea de costa. Pero fue inútil: a la vista de todos, el "Schiller" se fue a pique ya en horas nocturnas. La pérdida de la campana fue tomada como una tragedia, que nunca sería olvidada por los habitantes de la localidad chilota. Sin embargo, en horas de la mañana comenzaron a oír otra vez campanazos, despertado y corriendo a la playa con la esperanza de que hubiese sido recuperada. No era real, y los sonidos provenían de algún misterioso sitio. Desde entonces, algo extraño comenzó a suceder frente a Ancud: cada vez que volvía a producirse una gran tormenta con vientos, truenos y marejadas, sonaba otra vez el misterioso tañer de la campana invisible del "Schiller", como recordando aquel fatídica tempestad que la hundió. Autores locales como Antonio Bórquez Solar, contemporáneo a la época, sugieren la idea de que su sonido sale desde desde las profundidades del océano, donde está con el "Schiller", como un perpetuo lamento de agonía.
  • El "Unicorn": Barco maldito, empapado de muerte y desgracia por desafiar la maldición pirata que parece rondar al mítico tesoro perdido de Juan Fernández, y que se atribuye al corsario Francis Drake, al marino  Juan Esteban Ubilla y Echeverría o al Almirante George Anson, según cada interpretación del mito. Cuenta la historia que, enviado por este último en el barco mercante "Unicorn", el contador del gobierno británico Cornelius Webb zarpó en 1760, llegando al año siguiente a las islas. Su misión era recuperar el célebre tesoro perdido que allí estaría enterrado, según creía Anson escondido por Ubilla y Echeverría, de acuerdo a lo que él mismo le habría alcanzado a informar antes de morir en un naufragio. Pero el tesoro estaba maldito, y no tardó en desatar su sino trágico sobre el "Unicorn": tras rescatarlo de isla Robinson Crusoe, una tormenta rompió el palo mayor del navío impidiendo su buena navegación. Webb se vio en necesidad de obligar a su hombres a sepultarlo otra vez, hasta que fuera reparado el navío en Valparaíso, orden que ejecutaron de mala gana. No tardaron en organizar un motín, al que Webb reaccionó incendiando el barco y escapando solo en un bote. Los infelices perecieron todos con su parte del secreto, horrorosamente quemados, y Webb llegó remando tras dos días hasta Horcón con sólo una parte de la fortuna en monedas de oro, decidido a informar a la brevedad al Almirante Anson de lo sucedido y retornar. Si embargo, la maldición pirata que pesó sobre el "Unicorn" no cesaba: sin saberlo, mientras insistía por meses con su correspondencia, Anson ya había fallecido en 1762... Y para no dejar dudas, la leyenda asegura que Webb había contraído malaria en su oscura aventura, falleciendo después en Valparaíso sin poder regresar a su patria. Una leyenda derivada contaba que Webb enterró parte de lo que trajo del tesoro en la playa de Horcón: pues resulta que, en 1948, don Luis Cousiño Sebire y su esposa Cristina Lyon, dueños de la caleta y de varios territorios alrededor, encontraron durante un paseo en la playa una caja de plomo con un rayado a punta de cuchillo que decía "Unicorn", supuestamente llena de monedas de oro. Cousiño formó sociedad con Peter Scottie, Benjamín Lyon y el Conde Jorge di Giorgio para intentar buscar el tesoro del barco, pero nunca pudieron dar con él.
  • El"Velero de las Sirenas": Es una leyenda ya en evidente retirada, que se contaba por el sector de lagos en torno al Llanquihue, la zona del estuario de Reloncaví y las costas continentales frente a Chiloé. Muy parecida al caso del "Barco del Amor", este mito que claramente es un sincretismo adoptando y adaptando mitología clásica europea, rara vez referido en la literatura, hablaba de una barcaza o velero que iba lleno de sirenas en las noches de Luna, atrayendo a los hombres con su canto y, con ello, muy probablemente también a su perdición. Como se aparece en ensenadas pero también en lagos del Sur del país, es quizás el único barco mitológico de Chile que realizaba correrías lacustres. Una de las pocas menciones que pueden encontrarse para esta leyenda en libros sobre folklore o costumbrismo, es la de Inés Dölz-Blackburn, en nota a pie de página de "Los romances tradicionales chilenos: temática y técnica".
  • El "Wager": La historia de la fragata inglesa HMS "Wager", del siglo XVIII, es otro caso de un barco que parece tocado por alguna maldición, y en donde la aventura termina muy mal. Su viaje comenzó como parte de la flota que George Anson dirigía para ir bombardear Valdivia, en 1740. Ya viejo en aquella época, el "Wager" transportaba 142 pasajeros entre tripulantes e infantes de marina, cargados de armas, pertrechos y el infaltable alcohol. Sin embargo, esta expedición estaba condenada desde que zarpó, iniciándose una plaga o quizás una ola de escorbuto que alcanzó también al capitán Anson, quien sería reemplazado por  David Cheap. La angustia y el pánico se apoderaron de los hombres aún sanos y el "Wager" debió separarse del grupo al romperse uno de sus palos y retrasarse en el Cabo de Hornos. Para peor, Cheap también enfermó y quedó postrado en su cuarto. Sólo 12 hombres quedaban aptos para seguir navegando según le informaron el segundo Robert Baynes y del oficial artillero John Bulkeley. Desgraciadamente, desoyendo sugerencias de estos dos hombres, Cheap decidió navegar cerca de costa para ir a  Isla Nuestra Señora del Socorro (hoy Guamblin) y una tormenta arrojó al barco varándolo en el archipiélago Guayaneco, en el Golfo de Penas, el 14 de marzo de 1741. Los sobrevivientes se refugiaron en una isla, pero la fiebre de mar ya se había apoderado de los marineros: dirigidos por el artillero Bulkeley, asaltaron las licoreras, se emborracharon, robaron las ropas de los oficiales y comenzaron su fiesta de violencia, en la que Cheap llegó a disparar a la cara de uno de los amotinados, de apellido Cozens, provocándole una horrible agonía de diez días. La disputa tenía dividido al campamento en dos, el más violento liderado por el contramaestre John King, quien llegó a disparar un cañonazo contra el grupo de Cheap. No tardaron en comenzar a morir de hambre recurriendo al canibalismo y la necrofagia, intentando sobrevivir a los fríos extremos de las noches. Tomaron la decisión de mejorar los barcos menores que tenían (una lancha, un cúter y dos pequeños botes) con los restos del "Wager" y salir en ellos desde este sitio de muerte. La tragedia siguió acompañándolos: la violencia del mar los separó, y los guardiamarinas John Byron (abuelo de Lord Byron) y Alexander Cambell con su grupo, pudieron encontrarse recién al día siguiente con la barca de Cheap, mientras que la de Bulkeley perdió a 9 de sus hombres cuando bajaron a tierra a buscar agua y el bote fue arrastrado por las corrientes, aunque fue acusado también de abandonarlos porque no alcanzaban los alimentos. Este grupo viajó al Estrecho y la costa Atlántica hasta Brasil. El otro, ayudado por indígenas de la zona, logró salir de este infierno luego que Creap, ya sin el marinero Bosman (fallecido de hambre) ni el cirujano Elliot (enfermo hasta morir), quedara sólo con los dos guardiamarinas y su oficial Hamilton, con los que logró llegar a Chiloé en 1742, donde fueron detenidos por españoles, y más tarde enviados a Inglaterra. Cambell escribió sus memorias sobre esta tragedia del "Wager" en 1747, mientras que Byron hizo lo propio en 1768. A su vez, este libro inspiró la novela "The Unknown Shore", de Patrick O'Brian, publicada en 1959. La costa insular donde encalló el barco, es llamada actualmente isla Wager, en recuerdo de este sombrío episodio.

EL "NUEVO CONGRESO": SESIONES ORDINARIAS, EXTRAORDINARIAS Y ESPECIALES DE UNA VIEJA CANTINA SANTIAGUINA

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Coordenadas: 33°26'15.45"S 70°39'15.70"W
En el nombre de Dios y de la Patria, se abre la sesión...
El tiempo ha transcurrido y no he podido volver a este mágico bolichito de Santiago Centro, ubicado en Catedral 1221-A, por ahí en los bajos del Hotel España y vecino al conocido restaurante "El Lagar de don Quijote", que ocupa justo la esquina Nor-poniente con calle Morandé. Es uno de los costos que lamento de haberme ido apartando geográficamente del centro histórico de Santiago y que, supongo, se ha reflejado también en las secuencias de contenidos de este blog.
En otra época, el "Nuevo Congreso" equivalía al Congreso Nacional de Santiago, de alguna forma, a lo que es "La Unión Chica" para con el Club de la Unión o "El Quitapenas" respecto del Cementerio General. Fundado hacia 1970, el devenir de la política y de la historia le permitió gozar de esta asociación el Poder Legislativo sólo hasta su abrupto cierre, sin embargo, un famoso día de septiembre, auque esto no le ha cancelado ese contrato romántico y nominal con el Edificio del Congreso Nacional que aún se encuentra casi enfrente, tan sólo cruzando la calle y caminando hasta la esquina siguiente.
En un inicio, el "Nuevo Congreso" ofrecía comida tipo carta alemana además de la chilena típica, y se cuenta que alguna vez alcanzó a ser visitado por insignes políticos del Congreso Nacional. Sin embargo, con el mencionado largo paréntesis que tuvieron las actividades de ambas cámaras a partir de 1973, el "Nuevo Congreso" debió correr con el desafío de asumir la aventura de una vida propia y separándose de la identidad casi protectora que le daba por reflejo el palaciego edificio.
Tras fallecer el dueño fundador hará unos 30 años, aproximadamente, el local pasó a la sucesión. Actualmente, es propietado por doña María Teresa Flores, quien sigue cuidando este refugio de parlamentarios sin distritos ni votantes, sentados en mesas cojas donde tambalean las botellas de cerveza cuando son asediadas por cada discusión de la hora de incidentes. La patrona y presidenta de sala, además, ha puesto notas con algunas advertencias interesantes en la caja registradora sobre el mesón: "Si le hablan mal de mí, pregúnteme cuánto me deben"; y otro dice: "Si me tienen envidia, trabajen como yo". Un cartel con el dibujo de un ebrio está en los anaqueles de botellas, con otra sabia sugerencia técnica: "Si toma para olvidar, cancele antes de empezar".
La tradición republicana rendida en este bar nacido a la asombra del Poder Legislativo sigue haciendo honores a la institución parlamentaria de ayer: el primer piso, más popular y lugar de encuentros, es conocido como la Cámara baja, mientras que el mayor, donde suelen ir a reunirse los clientes más conocidos y veteranos, es la Cámara alta, como no podía ser de otra forma. El ambiente de esta corporación recuerda un poco al de esos viejos clubes democráticos devenidos en cantinas y ya casi extintos, y del que queda como buen ejemplo el célebre bar "El Democrático" de Iquique.
Son fascinantes estas cantinas clásicas, con decoración de baúl de abuelita, repisas de vinos polvorosos y el infaltable barquito velero de maqueta decorando algún rincón menos recargado. En este caso, tres o más. Cuadros antiguos, reliquias y un antiguo mostrador cerca del acceso completan el aspecto típico e infalible de la cantina chilena con aires de picada de ciudad y rasgos pintorescos rotundos, mismos que el buen viajero chileno sabe encontrar en todo el país, desde Arica a Magallanes y de mar a cordillera.
Su carta de vinos blancos y tintos, chicha, cervezas y combinados para mojar el güergüero, incorporó hace no muchos años al "terremoto" y, si entiendo bien, la dueña es propietaria de otro boliche por allí en el sector Teatinos, donde también lo ofertarían. Esperamos que se mantenga, porque podemos preverle un buen futuro a esta propuesta que, de hecho, extraña no haya estado antes en las cartas del querido y tradicional lugar, considerando también que los pipeños de buena medalla ya estaban hacía tiempo entre los atractivos del mismo. Hace unos pocos años hasta lo recomendamos acá, en una de nuestras guías para buenos borrachos buscadores de "terremotos".
Para llenar la lonchera, en cambio, el "Nuevo Congreso" ofrece abre sesiones con clásicos de comida casera chilena como el pollo arvejado con agregado, la cazuela de ave, pollito al coñac o al champiñón, porotos, pescado frito, costillar, parrilladas, chuletas, arrollado o pernil con agregado, bife y lomo a lo pobre y la apetecida chorrillana de los bajones. También hay mociones de cosillas ligeras para el apetito que tiene más prisa, como sánguches varios y papas fritas. Precios convenientes, de gratos números al final de cada cuenta... Así pues, cada vez que los honorables del verdadero Congreso quieran enfrentar su hambre con su billetera en alguno de sus próximos dislates en proyecciones de financiamientos de reformas o en despilfarros de recursos recaudados con aspiradora desde su propio bolsillo, puede ir a aliviar la carga y burlarse de los hematófagos en el Congreso chico de calle Catedral, banqueteándose con estricto cumplimiento de la trinidad de lo bueno-bonito-barato en la mesa de mantel popular.
Como a la hora de almuerzo, además, comienza a llegar a la sala la bancada de "la vieja guardia" de los clientes: un quórum calificado de comensales veteranos que conocen el "Nuevo Congreso" desde sus orígenes, asistiendo desde aquellos años lealmente al boliche, según me informan. Conocen todo de él: sus anécdotas, secretos, visitas ilustres, visitas vergonzantes y toda la gente que ha pasado por allí dejando algún timbre en el recuerdo.
Algunos grupos de estos comensales son medios cargados a la derecha política, por lo que cuando llegan otros con ideas más "progres" se arman buenas discusiones e intercambios, probablemente más enérgicos y bien argumentos que cualquiera de nuestro auténtico Congreso allá en Valparaíso. Nunca me tocó una jornada con los televisores colgantes prendidos en partidos de fútbol, sin embargo, así que desconozco si el clima pacífico y altruista será tan observadoramente respetado durante todo el período legislativo de descorchadores y destapadores.
Me hablan también de supuestos pasillos subterráneos hacia el Congreso Nacional y hacia otros puntos por la calle Doctor Sótero del Río, todos ellos ya tapiados. Me pregunto si esta creencia guardará alguna relación con los pasadizos secretos que se adjudicaba a la presencia del convento de los jesuitas precisamente en esta zona ocupada por el edificio del Congreso Nacional de Santiago, y que conectaban no sólo con las cuadras adyacentes donde también había dependencias de la congregación, sino también con el mítico Subterráneo de los Jesuitas que, según se sabe, es un mito que podría tener alguna raíz de realidad.
Algo de dignidad congresal queda, entonces, con toda seguridad y aun en tiempos difíciles para la credibilidad política y la reputación de tantos de sus protagonistas... Algo queda, aunque no tanto en sus cámaras, ni sesiones, ni comisiones, ni comités, sino más bien en este refugio de identidad popular chilena y de cultura de cantinas como es el "Nuevo Congreso"... Se levanta la sesión.

DÉCADAS MUSICALES DEL CLUB "DÉCADAS" EN PEÑALOLÉN

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Coordenadas:   33°27'39.39"S 70°34'22.09"W
¿Cómo definir el "Décadas"? Tiene algo de bar, de fuente de soda, de restaurante, de discoteca y de club ochentero. Pantallas de videos, bolas de espejos, luces rotatorias reflejándose en los muros y música con clásicos de los años 80 como Eurythmics, Alphaville o Yazoo, saltando a los 70 de los Bee Gees o KC & the Sunshine Band, y a los 90 de U-2 e INXS, en su amplísima propuesta; todo con "animación interactiva" de tres décadas cubiertas. De ahí el nombre del boliche, por cierto.
Abierto desde cerca de las 21 horas hasta las 4:30 de la mañana durante los fines de semana, el "Décadas" es conocido uno de los lugares más acogedores y entretenidos de su estilo este lado de la ciudad, en avenida Egaña 843 de Peñalolén, muy cerca de la Estación Metro Los Orientales y de las ruinas de la Fundación Arrieta. Ocupa toda la punta de cuadra junto a la plaza que allí existe frente a Vasco de Gama, por lo que su casona de dos pisos y luminosa fachada tiene accesos por ambos costados, aunque la más visible y resplandeciente es la que da a Américo Vespucio, donde está su entrada principal.
Hace tiempo quería venir hasta este sitio después de una muy fugaz visita hace unos meses, aunque por estos días está frío afuera en sus mesas con toldo, las que son muy recomendadas para las noches tibias del verano. Me arrimo a la barra, entonces, como barco anclado junto al faro del sifón schopero. He llegado muy temprano, además, por lo que es más cómodo tomar fotografías del establecimiento sin molestar sensibilidades de la clientela que aún no aparece a estas horas.
Fundado por un señor de nombre Reinaldo, hará unos 10 años aproximadamente, hace no mucho este local había pasado a ser propiedad del músico Pato Jara. Su simpática cuñada aún trabaja como garzona y barwoman en el local, de hecho. Actualmente, el club está en su tercer dueño, muy joven y de formación ingenieril según entiendo: Mitchel Ambler Vizcarra. Atiende mesas y barras un cordial y anímico equipo liderado por el morenazo Rafael, barman con el acento y las energías del trópico en su oficio, quien parece ser uno de los más antiguos soldados de este cuartel a pesar de ser un hombre joven.
Acá la oferta es fundamentalmente de tragos y cervezas. Los picoteos de tablas y bocadillos rápidos como pizzetas, sándwiches o papas fritas también figuran en la carta. Precios convenientes para una noche de fin de semana o víspera de feriado, según me parece.
De buen espacio y cómoda distribución, claramente este club orientado a adultos jóvenes. En él se han realizado también encuentro bailables e incursiones de música en vivo, "tributos" o presentaciones de "dobles" de artistas, además de las clásicas sesiones de karaoke que son reconocidas como una de las mejores de este lado de la ciudad, según los que gustan de este pasatiempo de cantantes frustrados. También hay un animador ad hoc a las noches del "Décadas", con algo de humorista en su vocación.
En fin: buena atención, buen ambiente y buena oferta. Inevitable es irme sin prometer regresar a este lugar de revisión generacional de la música de tres décadas.

"EL DESTRUIDOR" Y "EL COLÉRICO": LOS CAÑONES COLONIALES DE LA ESCUELA MILITAR

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Los cañones "El Destruidor" y "El Colérico" en la antigua Escuela Militar de calle Blanco Encalada, hacia 1940, en imagen de la Colección Particular de don Pedro Hormazábal Villalobos. Fuente: "Revista de Historia Militar" de diciembre 2009.
Coordenadas: 33°27'23.44"S 70°39'22.50"W (ubicación antigua) / 33°24'41.47"S 70°35'3.48"W (ubicación actual)
Hace unos años, publiqué acá un artículo breve con la historia de los dos cañones coloniales del Palacio de la Moneda, "El Furioso" y "El Relámpago", mencionado algo sobre sus hermanos en la Plaza de Lebu, "El Marte" y "El Rayo". Hoy saldo una deuda de mucho tiempo al publicar algo sobre otros dos cañones de esta camada de piezas fabricadas en Lima: el "El Destruidor" y el "El Colérico".
Los cañones mencionados pertenecen  a un grupo de ocho a diez armas de este tipo enviadas a Chile por orden de 1772, del Virrey del Perú don Manuel de Amat y Juniet. Su intención era reforzar la defensa de las fortificaciones hispánicas en el territorio, especialmente las del borde costero al Sur. Como se recordará, antes de ser designado Virrey, Amat y Juniet había ocupado el cargo de Gobernador de Chile entre 1755 y 1761. Y en cuanto al contexto histórico, debe comentarse también que, en 1762, España había organizado el primer Cuerpo Real de Artillería, uniendo elementos de distintos regimientos y aumentando su dotación y sus academias durante los 40 años que siguieron. Por entonces, las fortificaciones del Sur de Chile sufrían importantes modificaciones, especialmente en Valdivia, dirigidas por el gobierno de plaza de don Joaquín de Espinosa y Dávalos, en el período de 1760 a 1780, mismo en que se fabricarán y traerán aquellas piezas.
Las inscripciones de los cañones, acompañadas del escudo imperial español y con notorio estilo barroco colonial tardío, confirman su procedencia. La mayoría fueron fundidos en los talleres de Johannes Espinossa, en Lima, Perú, y sus sugerentes nombres se debían a los títulos que se les daban entonces, aludiendo al daño que se esperaba hicieran o bien a deidades belicosas del mundo clásico. De esta forma, se los distinguía con identidades propias, dado que no eran hechos en serie sino como piezas individuales, fabricadas una a una.
"El Destruidor", en la Escuela Militar.
Vista del diseño general de "El Destruidor": linterna, oído, muñones, asas y boca.
Detalle del rótulo de fabricación de "El Destruidor".
Linterna y cascabel de "El Destruidor", con información del fabricante.
Con cerca de tres metros, estas piezas originalmente eran de alma o recámara lisa y sistema de avancarga o carga por la boca, aunque muchos años más tarde, en 1866, algunos fueron rayados en las maestrazas de Limache, por el ex artillero y Capitán del Cuerpo de Ingenieros don José Eustaquio Gorostiaga, para hacerlos funcionales a los proyectiles de aro durante la guerra con la flota española, luego de la ocupación hispana de las islas peruanas Chincha. Estos cañones de bronce habían sido incorporados al Ejército de Chile durante las Guerras de Independencia, y cuatro de ellos fueron utilizados para la defensa de Lebu durante la Guerra del Pacífico, dado que esta localidad era puerto importante para el abastecimiento de carbón. Aunque no hubo necesidad de usarlos, quedaron allá los mencionados cañones hermanos, que después fueron divididos en dos pares al ser trasladada la mitad a La Moneda, en Santiago.
Sin embargo, otros cuatro cañones del mismo período y estilo corrieron con destinos diferentes a los que fueron destinados al Palacio de la Moneda o la Plaza de Lebu. Dichas piezas fueron a parar a edificios institucionales de formación en las armas, existiendo información interesante sobre las mismas en algunas fuentes como el artículo de investigación "El Ejército Real en Chile (1759-1810). 'La raíz española del Ejército Independentista'", del historiador Pedro Hormazábal Espinosa ("Revista de Historia Militar" de diciembre de 2009), y en la enciclopedia "La artillería en Chile", del Comité de Artillería del Ejército de Chile.
Un par de estos cañones, los llamados "El Triunfante" y "El Trepidoso" quedaron en el edificio la Escuela Naval Arturo Prat de Valparaíso, tras ser inaugurado en 1893 como sede de la Escuela Naval, en el Cerro Artillería. Al construirse el nuevo edificio de la escuela y dejarse el antiguo para albergar el museo naval, en 1967, los cañones fueron trasladados hasta las nuevas dependencias, permaneciendo allí sobre monturas metálicas con el escudo patrio, en el llamado Patio de los Cañones.
Sucedió algo parecido con otros dos cañones, los de nuestro interés en este texto: "El Destruidor" y "El Colérico", de la Escuela Militar.
Básicamente, ambos eran del mismo tipo de los demás: cañones de culebrina dispuestos con el objetivo de servir a la artillería para defensa de costa. Coinciden también con la línea general del estilo de la metalurgia artística y del diseño de los cuatro hermanos de la Plaza de Lebu y el Palacio de la Moneda, y los de la Escuela Naval de Valparaíso, con leyendas en relieve de su bronce, el escudo español y asas con delfines o peces en estilización barroca. Estos dos conservan su alma lisa original del mencionado procedimiento de avancarga, y llevan encima una arenga a modo de divisa divisa: "Violate fulmina Regis", traducible del latín como "Con violencia recibiréis rayos del Rey".
"El Colérico", en la Escuela Militar.
Vista del diseño general de "El Colérico": linterna, oído, muñones, asas y boca.
Detalle del rótulo de fabricación de "El Colérico".
Linterna y cascabel de "El Colérico", con información del fabricante.
Entrando ya en las particularidades de ambos cañones, "El Destruidor" fue fundido todavía en tiempos de Amat y Juniet, en 1772, como se verifica en sus rótulos. Como pertenece a las piezas que iniciaron el cumplimiento de la orden del Virrey, fue hecho en el taller limeño de Espinossa, según confirma su inscripción: "Johannes Espinossa Fecit Limae".
"El Colérico", en cambio, fue fundido ya en la época del Virrey Manuel de Guirior, en 1780, por la fundición de Nicolaus Noriega y también en Lima, como lo revelan sus inscripciones en latín: "Nicolaus Noriega Fecit Limae".
Ya en total desuso, las dos piezas habían sido montadas en la entrada del Edificio Alcázar de calle Blanco Encalada, entre Viel y San Ignacio, construido entre 1887 y 1901 para ser sede de la Escuela Militar del Libertador Bernardo O'Higgins, en pleno proceso de prusianización del Ejército de Chile. El complejo quedaba, además, prácticamente a pasos del Campo de Marte del Parque Cousiño, hoy Parque O'Higgins, tradicional lugar donde se ejecutarían los desfiles de la Parada Militar que siguen siendo tradición en nuestros días.
Ambos cañones estaban en los jardines exteriores de la escuela, sobre monturas de concreto que encastraban sus muñones laterales. Permanecieron allí por largo tiempo, haciéndoselos parte de algunos ritos y protocolos de convivencia en la institución, según información oral que recibimos alguna vez, como la necesidad de "saludarlos" en determinadas ocasiones o celebraciones. Empero, no se sabe mucho de su historia previa al tiempo en que fueron dispuestos como símbolos y ornamentos de la misma institución y su sede.
Detalle del escudo imperial español, en la zona del oído.
Una de las asas pisciformes, de a pares sobre el segmento de los muñones.
Detalle del cascabel en la linterna, con diseños orgánicos y floreados.
En los años cuarenta, se adquirieron los terrenos del Fundo San Luis para construir allí la nueva sede de la Escuela Militar, en donde actualmente se emplaza, en lo que hoy es avenida Américo Vespucio con Apoquindo, en Las Condes. El traslado de la escuela se realizó por etapas hasta completarse entre los años cincuenta y sesenta, mientras que el antiguo Edificio Alcázar quedó para otras actividades institucionales y, más tarde, convertido también en el actual museo militar. Por esta razón, "El Destruidor" y "El Colérico" también acabaron trasladados con toda la escuela, ya como parte de la misma, hasta un lugar reservado para ellos en las flamantes y espaciosas dependencias de Las Condes.
Están a los lados de una escalinata en el costado Nororiente de la explanada frontal del edificio, atrás de los jardines y sus senderos. Descansan sus siglos de historia sobre un doble caballete de concreto reforzado para cada uno. Vistos desde el frente, "El Colérico" está a la derecha y "El Destruidor" a la izquierda. Las inscripciones sobre su solidez, cerca de la boca, llevan el inconfundible y categórico nombre de cada pieza.
Han existido algunas confusiones y nebulosas en el catastro de cañones que Amat y Juniet ordenó fundir y traer a Chile en el siglo XVIII. De hecho, aún no se tenía plena conciencia del valor y la presencia de "El Destruidor" y "El Colérico" cuando fue publicado el artículo "Los cañones coloniales. Una rectificación histórica" del Capitán de Fragata Fernando Pérez Quintas ("Revista de Marina" N° 6, de 1994), en la que se contabilizan sólo seis de estas piezas: los cuatro hermanos de Plaza de Lebu y La Moneda, y los dos de la Escuela Naval, omitiendo a los dos de la Escuela Militar. También se habla de otro par de cañones "perdidos", llamados "El Tronador" y "El Tronante", confundidos a veces con los de La Moneda o los de la Escuela Naval.
No obstante, "El Destruidor" y "El Colérico" de la Escuela Militar están perfectamente visibles allí, elegantemente montados en posición de tenantes y hablándole al tiempo a través de sus propias inscripciones de bronce; hablándole sobre su secular historia, su lejano origen y su longevidad en Chile.

LITTLE HIAWATHA Y PATORUZITO: ANALOGÍAS Y PARALELISMOS ENTRE DOS CARICATURAS DE NIÑOS INDÍGENAS EN LOS EXTREMOS DE AMÉRICA

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Debo confesarlo: siendo muy niño, creía que los personajes Little Hiawatha y Paturozito eran exactamente el mismo, con las diferencias tenues que se observan en personajes de los dibujos animados de antaño según cada temporada o época de producción, algo muy evidente, por ejemplo, en PorkyPig, Woody Woodpecker (el Pájaro Loco) y Tom& Jerry, por no decir que todos los clásicos de la televisión infantil. Hasta creo recordar -o imaginar, ya no lo sé- algún adulto explicándome que eran una adaptación del mismo personaje para el público angloparlante y para el latinoamericano, respectivamente.
A Little Hiawatha lo conocimos en Chile gracias a la televisión en horario para niños. Paturozito, en cambio, nos llegó muy ocasionalmente gracias a coleccionistas de revistas y admiradores del cómics, aunque cuando su serie impresa ya había terminado en su tierra natal. Hoy, gracias a la internet, los miro con detención las imágenes e historias, y no puedo dejar de encontrar muchas semejanzas entre ambos personajes, a pesar de tener orígenes, identidades y localizaciones muy diferentes.
No sé si alguien más haya notado el parecido entre ambos indiecitos. Recuerdo haber tenido una conversación con un ciudadano argentino hace muchos años, por ahí por el último cambio de siglo, pero no podría dar por seguro si las observaciones partieron por él o por mí. De todos modos, he rescatado algunos viejos apuntes sobre este caso y las compartiré acá, por si a alguien le interesaran.
Uno de los varios percances de Little Hiawatha.
LITTLE HIAWATHA
El tierno personaje Little Hiawatha es un infante piel roja creado por Walt Disney en los años treinta. El célebre caricaturista y productor se basó en el poema épico de 1855 titulado "The song of Hiawatha", de Henry Wadsworth Longfellow, para darle nombre a su personaje.
De acuerdo al completo portal Internet Movie DataBase (IMDB), los dibujantes de la animación fueron Ugo D'Orsi, Dick Huemer, Ollie Johnston, Fred Moore, Louie Schmitt, Edward Strickland, Frank Thomas, Bob Wickersham y Charles Thorson, este último también diseñador de algunos rasgos del personaje. Disney escogió a David Hand para la dirección del cartoon en Technicolor.
El personaje era pequeño, de torso desnudo y cabellera negra abundante, como la miniatura de un indígena piel roja típico de los filmes de Estados Unidos, probablemente un sioux. De tez mate, grandes ojos y nariz redonda, usa un cintillo celeste de líneas amarillas en la cabeza y una pluma blanca con punta roja. Usualmente, llevaba un pantalón amarillo con flecos (a veces con taparrabos y anaranjado en ciertas versiones de cómics), y a modo de cinturón un cinto blanco de punta roja colgando hacia el frente. Sus pies calzaban mocasines de color marrón.
Con la música de Albert Hay Malotte, el encantador Little Hiawatha navegaba ríos en su pequeña canoa con castores y recorría bosques intentando graduarse como cazador y guerrero de arco y flecha, pero su infancia e inocencia le hacían malas pasadas mientras persigue a un ladino conejo, al que termina perdonando la vida al ser incapaz de fecharlo. Pasa así por situaciones jocosas y por sustos, cuando se le aparece un oso feroz. El indiecito no habla en ningún momento de su animación.
Little Hiawatha debutó en la televisión el 15 mayo de 1937, en la serie "Silly Symphony" de Walt Disney Productions, que se transmitió entre 1929 y 1939 con cerca de 75 episodios. Varios otros personajes famosos del universo Disney surgieron de esta serie animada. Fue relativamente popular en Europa, recibiendo diferentes nombres tras su estreno: Klein Adlerauge en Alemania, Le Petit Indien en Francia o Indianen Lille en Suecia. Un proyecto de capítulo nuevo iba a darle una novia a Hiawatha, llamada Little Minnehaha, pero jamás se concretó.
En 1952, el pequeño piel roja saltó a una sección especial de la revista "Walt Disney's Comics & Stories", donde por fin hablaba a través de las viñetas y se mostraban algunos detalles de su ficticia vida, como que tenía una hermana menor llamada Sunflower y que era hijo de un líder tribal llamado Big Chief, aunque gordo y perezoso. Poco después, comenzó a aparecer también en la revista "Dell's Four Color Comics".
Sin embargo, la irrupción de ciertas histerias "políticamente correctas" sobre la representación de las minorías étnicas en los medios, perturbó la existencia al bello personaje de Little Hiawatha, desapareciendo de los impresos a fines de aquella década.
Little Hiawatha en su canoa propulsada por castores.
PATORUZITO
Patoruzito, por su parte, es un indiecito argentino de tiras cómicas que aparece por primera vez en las páginas de la revista homónima del 11 de octubre de 1945. Fue creado por eximio dibujante argentino Dante Quintero con colaboración de Tulio Lovato, quien a la larga quedaría a cargo de la ilustración del personaje. Los guiones de la revista eran de Mirco Repetto.
El pequeño Patoruzito es habitante de la pampa patagónica, un tehuelche. Nace como la versión infantil de la historia de otro célebre personaje de la historieta argentina: un cacique indio llamado Patoruzú, también desarrollado por Quintero en algunas publicaciones anteriores que se iniciaron a partir de 1928 y con el nombre de Curugua-Curiguagüigua, antes de ser rebautizado.
El debut de Patoruzito en 1945, fue para abrirle paso a una historieta "precuela" que contara los años de niñez de Patoruzú, alcanzando gran popularidad en Argentina y dejando atrás incluso al personaje del cacique adulto que, por lo demás, tenía grandes diferencias con su nuevo símil infantil.
La ilustración de Patoruzito fue gráficamente más estable y normada que la de su versión adulta, además. De ojos grandes, pelo liso y negro crecido, usaba un cintillo albo con una pluma también blanca de punta roja, sobre la frente. Llevaba puesto un poncho amarillo (muy esporádicamente blanco) con unas costuras rojas formando "X" y unos pantalones azules con basta arremangada  (muy ocasionalmente negros o de tipo bombachos), con una boleadora colgando de la cintura. Calza ojotas marrones, presumiblemente de cuero.
Fuera de las diferencias físicas, el personaje conservó los atributos que se le identificaban en algún momento de su versión adulta: valiente y diestro, hábil manejando sus boleadoras o el arco y flecha, viviendo aventuras donde se enfatizan su bondad y a veces su candidez. Viaja con su caballo Pamperito y su amigo Isidrito, que en la caricatura de Patoruzú eran Pampero e Isidro Cañones.
Hasta su fallecimiento en 2003, el prolífico Quinteros parece haber tenido siempre un especial afecto por su pequeño tehuelche, destacando entre todos los demás personajes de su factura.
La revista de Patoruzito se publicó frecuencia semanal y luego mensual hasta el año 1977, aunque hubo posteriores ediciones para diarios o revistas, cortos y dos largometrajes de dibujos animados dirigidos por José Luis Massa: "Patoruzito" de 2004, y "Patoruzito: la gran aventura" de 2006.
Patoruzito sobre Pamperito. Fuente imagen: losandes.com.ar.
SEMEJANZAS Y VÍNCULOS
Quinteros tenía el mérito de haber producido la primera caricatura animada a colores de Argentina, en 1942, con el corto titulado "Upa en apuros". Hay posibilidades de que sea la primera de Sudamérica, además. Su éxito fue tal que fundó su propia compañía para hacerse cargo de las publicaciones de su creación: Editorial Dante Quinterno S.A.
Curiosamente, no ha habido ningún interés formal del que tengamos nota, para observar las posibles semejanzas entre el personaje creado por Quinteros y aquel de Disney. El parecido físico es es notorio y salta a la vista, especialmente el las proporciones de la caricatura y la indumentaria; aunque también son claras las diferencias de fondo.
Como ejemplo de lo anterior, sirva el detalle de la pluma blanca con punta roja: podría parecer una coincidencia entre ambos. Se sabe que ese detalle proviene de Patoruzú (adulto) y no de Little Hiawatha, aunque una curiosidad es que en sus primeras representaciones Patoruzú en los años veinte no era ilustrado con una pluma, sino solamente con un cintillo o bien un gorrito pampero, algo más esperable de la caricatura de pueblos indígenas que no se emplumaban, a diferencia de los pieles rojas. Quizás el detalle le haya sido agregado cuando comenzó a salir su historieta a los mercados internacionales y requería de mayor identificación con indígenas, llegando a ser publicado en periódicos de New York.
Cabe indicar, además, que Quinteros había conocido a Disney durante su viaje a Estados Unidos en los años treinta, cuando se había establecido allá para perfeccionarse en las artes del cómic y de la animación. Ambos genios hicieron amistad y la obra de Disney parece haber influido bastante en la Quinteros, pues Patoruzú y sus demás creaciones artísticas adquirieron, en este período, rasgos que hasta entonces eran muy propios del estilo de dibujo de la animación estadounidense.
La compañía de Disney, a su vez, tuvo cierto vínculo breve pero de importancia con la cultura argentina: el caricaturista había producido ya el corto "The gallopin' gaucho" en 1928, ambientando a Mickey Mouse en aventuras en la pampa argentina. Y después de su famosa gira por América Latina en 1941, Disney produjo algunos capítulos con personajes alusivos al folklore patagón como "El gaucho Goofy" de 1942 y "The flying gauchito" de 1945.
Hay que tener cuidado con los excesos de suspicacias y de sospechas en estas observaciones, entonces, pero claramente Patoruzito puede estar inspirado o influido por Little Hiawatha, considerando la cercanía que hubo en algún momento entre Disney y Quiñones, además del conocimiento que tenía este último sobre la obra del famoso productor y las semejanzas formales que puedan detectarse entre ambos personajes.
Quedará en la discusión de amantes del cómic y de la animación si acaso el aprendiz superó al maestro, pero no deja de tener su encanto el que ambos autores crearan interesantes y adorables personajes infantiles basados en indígenas de los extremos del mismo continente.
Orígenes de Patoruzú, años veinte. Fuente imagen: taringa.net.

RASTROS Y RECUERDOS DE LA INDUSTRIA VITIVINÍCOLA DE TARAPACÁ (PARTE I): ORIGEN Y APOGEO DE LA PRODUCCIÓN EN PICA, MATILLA Y VALLE DE QUISMA

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Vieja etiqueta de vinos de Matilla de don Juan Dassori. Museo de Pica.
Coordenadas: 20°29'28.34"S 69°19'45.37"W (Pica) / 20°30'51.39"S 69°21'41.65"W (Matilla) / 20°31'4.31"S 69°20'54.35"W (Valle de Quisma)
Son extraños en la industria vitivinícola internacional, los casos de vinos históricos de alta calidad producidos en el rango geográfico situado en el cinturón planetario que se forma entre las dos líneas desérticas de los Trópicos de Cáncer y de Capricornio, siendo más factible hallarlos en territorios productivos situados arriba (Francia, Italia, España, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, etc.) y debajo de ellas (Chile, Argentina, Uruguay, Sudáfrica, Australia, etc.), respectivamente.
Sin embargo, hubo una notable excepción en nuestro país: el caso de los vinos dulces en variedades principalmente oporto y moscatel producidos en Tarapacá desde los tiempos en que el territorio pertenecía al Virreinato de Perú, particularmente en el oasis de Pica y Matilla en la Provincia del Tamarugal.
En efecto, el microclima de la zona a 1.000 metros sobre el nivel del mar y su irrigación con aguas cordilleranas y de napas en pleno desierto, permitió que floreciera allí una de las mejores industrias que vio el continente, premiada internacionalmente y que pudo haber dado una prosperidad impensada a la región, si no hubiese acabado truncada y sacrificada por decisiones en pro del progreso material de inicios del siglo XX.
Se cuenta que el vino existe en esta zona a más de 150 kilómetros al interior de Iquique, desde el siglo XVI ó XVII con la colonización española iniciada en el Valle de Quisma, la que durante la centuria siguiente se extiende hasta el oasis de Pica, Matilla, localidades separadas por sólo cuatro kilómetros. Estos colonizadores trajeron desde Europa las primeras cepas de vid. La floreciente actividad motivó también trabajos de extracción de aguas en los socavones subterráneos de la zona para los regadíos.
Imagen de botella de vino de Medina Hnos., dueños del Lagar de Matilla.
Etiqueta medialuna de Medina Hrnos. Museo de Pica.
La producción se inicia en este mismo período, partiendo como mercado regional que, posteriormente, se extenderá a poblaciones mineras de Huantajaya, Lípez, Arequipa y Potosí. De esta manera, para el siglo XVIII la mayoría de los habitantes de Pica, Matilla y Valle de Quisma vivían de la actividad de los viñedos, desplazando la vieja ocupación agrícola de los indígenas productores locales de maíz. Desde entonces y hasta 1850 aproximadamente, se produjeron cerca de 15.000 botijas anuales, equivalentes a 350.000 litros. Posteriormente, se incorporó el embotellado en vidrio para facilitar la venta por partidas, dejando atrás las viejas cargas con botijas.
El vino de Tarapacá llegó a ser el más generoso y cotizado de todo el Virreinato, y se sabe que era enviado a España en los mismos tiempos de la Colonia. Esta riqueza, combinada con la plata de Huantajaya, atrajo a familias aristocráticas de la misma manera que había sucedido en la Quebrada de Tarapacá, y con ello también llegó la arquitectura más suntuosa de estas localidades, muy influidas por el estilo británico que habían introducido los empresarios salitreros en la región.
La vendimia comenzaba entre febrero y junio de cada año, dejándose los racimos cortados de 7 a 9 días a la intemperie con yeso espolvoreado encima. Generalmente se postergaba la corta de racimos más allá del verano, cuando se querían obtener vinos más dulces. Además de los esclavos negros, esta actividad ocupaba a los indígenas de la zona, llegando a poseer tierras propias. No gozaban de esta libertad los sirvientes africanos, por supuesto, debiendo trabajar como lacayos de las familias acaudaladas todavía hasta mediados del siglo XIX y probablemente hasta la Guerra del Pacífico, cuyo estallido llevaría a la ocupación e incorporación chilena de tales tierras.
El crecimiento de los campos de cultivos de viñas era tal que, según recuerdos familiares de sus habitantes, las localidades de Pica y Matilla comenzaron a fusionarse, acercándose cada vez más en los escasos kilómetros que la separaban y tomándose, de alguna manera, el gentilicio común de piqueño para todos sus productos, incluidos los vinos y los conocidos alfajores que se fabrican en estas dos localidades.
Vieja etiqueta de vinos de Julio Medina H. Museo de Pica.
Etiqueta de vinos de Juan Dassori. Museo de Pica.
En otro aspecto interesante, en las fiestas religiosas tarapaqueñas como la Virgen de La Tirana,  Santiago Apóstol de Macaya o San Lorenzo de Tarapacá (formando una larga temporada de festejos de julio-agosto), fue famoso este vino que llegaba en grandes cántaros y botijas para feligreses y asistentes, por lo mismo, cuando las restricciones eran menos estrictas que en nuestros días.
La industria vitivinícola de Tarapacá tenía importantes productores que aún son recordados y homenajeados en la memoria piqueña y matillana, como los hermanos Julio Medina y Constantino Medina, familia iniciadora de la actividad vitivinicultora que podríamos considerar más profesional y masiva en el Valle de Quisma y en Matilla, hacia fines del siglo XVIII e inicios del XIX, además de propietarios de un histórico lagar de origen colonial que aún existe en Matilla. Los Medina también fueron galardonados con medalla de oro en la Exposición Mundial de Sevilla, siendo el vino oporto generoso y el moscatel estilo oporto algunos de sus productos estrellas. Pueden observarse etiquetas y envases suyos en exhibición en el Museo y Biblioteca de la Municipalidad de Pica, destacando un vino de selección proveniente de la llamada Viña de Arriba, según su etiquetado.
Otros productores de vino destacados fueron los Morales, dueños de una botijería en Quisma, y don Juan Dassori, cuyas etiquetas también pueden verse en vitrinas del museo. El producto de Dassori había sido premiado internacionalmente, como los Medina, y comerciaba sus vinos en Iquique a través de la firma Sessarego & Cía., sus agentes exclusivos.
Entre los principales agricultores que abastecían de la materia prima a la industria del vino, estaban don Guillermo Contreras, propietario de la Hacienda Viña Grande. Descendientes de indígenas (Chamaca, Olcay, Palape, Mamani, etc.) y de españoles (Loayza, Zavala, Castro, Rodó, etc.) llevaban las riendas del progreso en esta rica actividad agrícola. También destacaban Avelino Contreras y Francisco Muñoz, dueños de viñedos en Matilla. Curiosamente, los Contreras y Muñoz estarían entre los primeros en ser afectados, a partir de 1914, por las expropiaciones de los terrenos regados por los manantiales de Chintaguay y que significaron el final de la industria, como veremos en la tercera y última parte de estos artículos.
En la parte siguiente a esta entrada, veremos la historia del Lagar de Matilla que fue propiedad de los Medina y que, en nuestros días, es uno de los principales atractivos patrimoniales de la zona.

RASTROS Y RECUERDOS DE LA INDUSTRIA VITIVINÍCOLA DE TARAPACÁ (PARTE II): TALLERES, BOTIJERÍAS Y EL ANTIGUO LAGAR DE MATILLA

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El Lagar de Matilla. Atrás se observan el edificio y el campanario de la Iglesia de San Antonio de Matilla. Fuente imagen: "Del Cerro Dragón a La Tirana", de Mario Portilla Córdova.
Coordenadas: 20°30'49.11"S 69°21'43.63"W (Lagar y botijería de Matilla)
En la primera parte de esta serie sobre la industria vitivinícola de Tarapacá, vimos ya los orígenes de la producción y sus principales empresarios, entre los que estaba la familia Medina quienes eran dueños, entre otras cosas, de un extraordinario lagar de origen colonial que aún se conserva en el pueblo de Matilla, taller de cuya historia hablaremos ahora.
Cabe comentar, a modo de introducción, que además de los socavones de agua existentes en la provincia, la vitivinicultura fomentó la construcción lagares para la "pisa" de la uva y bodegas de elaboración y guarda de los vinos. Antaño no menos de 35 de lagares en Pica y Matilla, pero los restos de menos de la mitad sobreviven aún, en distintos estados de conservación.
Estos lagares eran construidos principalmente de adobe y quincha, con recubrimiento de una argamasa de tiza, técnicas frecuentes en la arquitectura primitiva de la provincia. Solían estar divididos en un área de piquera y prensado, y otra de almacenamiento y maduración en tinajas de arcilla semienterradas a nivel de suelo, siguiendo una antigua técnica local de fijación de esta clase de recipientes en el piso (observable, por ejemplo, en huellas de las milenarias ruinas del complejo de Caserores).
En los talleres, el primer jugo de la uva era la "lagrimilla", surgido de su propio peso acumulado en un contenedor o batea. Al ser separado de la vid este fluido, se procedía a la "pisa" a pies desnudos en la primera piquera, por cuadrillas de 6 a 10 trabajadores dirigidos por un huayruro responsable del éxito de la faena, objetivo que buscaba lograr convirtiendo el procedimiento en un alegre rato de cantos, celebración y "verseos" que lanzaba a los pisadores para coordinarlos. Con el orujo ya molido, los jugos resultantes de la "pisa" eran colocados en la piquera secundaria rodeada de una "cimba", al extremo de un sistema de prensado.
El zumo de uva obtenido en el procedimiento de prensa, era guardado en las tinajas de greda. Su descrita disposición a medio sepultar, permitía controlar también la temperatura de las mismas, y era costumbre que se inscribieran en ellas los nombres de cada santo al que se le pedía proteger la producción y el año de la fabricación. Usualmente, al mosto se lo mantenía fermentando por ocho días, tras los cuales se cerraba herméticamente la tinaja con tapas de cerámica y sellado de argamasa, a la espera de su maduración. Los primeros destapes de cántaros se producían recién unos tres meses después.
Tras este portal con arco, está el acceso al viejo lagar de Matilla.
Entrada al recinto del lagar.
Ya producido el vino, se ejecutaba el trasiego en barriles de madera y desde allí se distribuían en las unidades botija, cuartilla, media cuartilla y porongo. La botija tenía una capacidad de 25 litros, mientras que los porongos eran subdivisiones de la botija que solían transportarse y comerciarse a lomo de burros o mulas, o bien en carretas. Con la introducción de las botellas de vidrio, el envasado se realizaba en botijerías de los mismos lagares y empresarios, rotulándolas con una sencilla etiqueta que era sólo blanco, negro y dorado, en sus inicios, pero que después fueron adquirieron más colores gracias a litografías e imprentas.
Aún existe en Matilla el antiquísimo lagar del siglo XVIII de Medina Hermanos, que ha sido llamado también la Botijería de Matilla o de los Medina. Este ancestral establecimiento acompaña al pueblo de Matilla casi desde sus orígenes, cuando algunos trabajadores de Pica comenzaron a residir en él para trabajar las viñas que se establecieron hacia el sector de la quebrada. Además, es el mejor conservado de los 15 que quedan en la comuna, y probablemente el más antiguo. Así lo describe Manuel Peña Muñoz en sus "Memorial de la tierra larga":
"Pareciera que nos encontráramos en una posada de la ruta del Quijote, tal vez en un perdido pueblo de La Mancha, pero estamos en un oasis nortino, precisamente en los rincones por donde atravesó Diego de Almagro con su caravana de conquistadores por el camino de Inca".
El complejo, de unos 10 por 12 metros, está a un costado de la plaza central y la explanada del templo. Representa el vestigio más importante de la historia vitivinícola de Tarapacá, conservándose parte de sus muros bajos, artefactos de trabajo, cestas, bateas y palos de guayabo y algarrobo anudados con tripas de llama o guanaco. Destaca la gran prensa, compuesta de una pesada viga de madera de un tronco de algarrobo apoyado e un extremo sobre un fulcro, y en otro con sistema bascular suspendido por poleas y cabrestantes que permitían operarla, provocando el movimiento de palanca de la prensa. Tiene también un rudimentario techado sombrilla de cañas y pajas de Guayaquil tejidas en petate, técnica conocida como estera.
Vista de piquera y eje de la prensa en el lagar, hacia 2012 (antes de la restauración)
Detalle del extremo de la prensa del lagar.
Las tinajas del lagar, algunas del siglo XVIII.
Aún se mantienen sus tinajas de arcilla a medio enterrar. Las más antiguas llevan inscritas menciones a santos patronos como Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza con fecha de 1760, a San Antonio de Padua (patrono de Matilla) co fecha de 1765, a Nuestra Señora de Monserrat con fecha de 1767 y a Nuestra Señora de los Dolores con fecha de 1770.
Rodeado de murallones de adobe, su última vendimia registrada fue en 1937, fecha en la que cerró su producción la empresa de los Medina. El valioso recinto permaneció tres décadas deteriorándose y envejeciendo, pero fue rescatado y restaurado en el verano 1968 por expertos de la universidad de Chile, ocasión en la que se mejoró su cierre perimetral. Aquel año también se hicieron restauraciones en la iglesia, con colaboración de la Escuela de Canteros en ambos proyectos.
Convertido en museo de sitio, el taller fue declarado Monumento Histórico Nacional por Decreto Supremo N° 746 del 5 de octubre de 1977. Sus llaves estaban encargadas, por entonces, al señor llamado Carlos Vargas, quien atendía y guiaba a los visitantes, como se confirma en el reporte de una inspección hecha por investigadores del "Boletín de Filología" Tomo XXIX de 1978, de las Publicaciones del Instituto de Investigaciones Histórico-Culturales de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Posteriormente, hacia los noventa, estaban encargadas las llaves en el kiosco de la plaza, realizándose visitas guiadas gratuitas entre las 9 y 17 horas.
Tristemente, el lagar quedó bastante maltratado tras el terremoto de 2005, derrumbando parte de los murallones del contorno. Debió ser cerrado al público por algunos años, siendo cercado con paneles de madera en sus partes más expuestas. En 2012, sin embargo, la Municipalidad de Pica anunció un proyecto de más de $20 millones para restaurarlo ese mismo año, y así comenzó a abrirse otra vez para los visitantes.
En la próxima parte, última de esta serie, veremos cómo se produjo el ocaso de la producción vitivinícola de la Provincia del Tamarugal que pusiera fin a la actividad de éste y de todos los lagares que hubo en Pica, Matilla y Valle de Quisma.

RASTROS Y RECUERDOS DE LA INDUSTRIA VITIVINÍCOLA DE TARAPACÁ (PARTE III): CAÍDA DE LA ACTIVIDAD EN EL SIGLO XX, UN CASO DE PROGRESO CONTRA DESARROLLO

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Botella de vino de Medina Hermanos, dueños del Lagar de Matilla. Museo de Pica.
Coordenadas: 20°29'26.79"S 69°19'42.54"W (Museo de Pica) / 20°29'28.91"S 69°19'46.65"W (Casa museo de J. Huatalcho)
Ya vimos en dos entradas anteriores, la primera parte de esta serie dedicada al origen y auge de la alguna vez célebre producción vitivinícola de Tarapacá y, en la segunda, los restos del más famoso de sus lagares en la localidad de Matilla. Ahora, para cerrar el tema, dejaré este texto relativo a su ocaso, por lamentables razones que ahogaron en la sed y la sequedad el único gran centro vitivinícola del Norte Grande de Chile, mácula en una industria que ha colmado el orgullo nacional por su éxito en el mundo y por su respaldo cultural en tradiciones y folklore.
La grandeza de esta industria vitivinícola en Tarapacá había comenzado a sufrir problemas durante el XIX, cuando empezaron a introducirse otros cultivos frutales en lugar de las viñas para enfrentar ciertos cambios climáticos e hídricos. Es por esta razón que el oasis llegó a ser un gran productor de higos, guayabas, peras, granados, mangos, pomelos, naranjos y limones, muy adaptados a la zona.
En 1884 se produjo una gran crecida de aguas con aluviones por las quebradas de la zona, que arruinó la buena producción de ese año y destruyó algunas cepas por todo el sector de Valle de Quisma y Matilla. La industria resistió, pese a todo, siendo aún cotizada y de alta calidad, como lo confirman los premios que seguía recibiendo en certámenes nacionales y extranjeros.
El golpe de gracia, sin embargo, lo traerían los problemas de abastecimiento de agua, generando primero dificultades para competir con otras zonas productoras del país y luego la destrucción casi total de las viñas tarapaqueñas. La existencia de cerca de 12 kilómetros de socavones acuíferos para obtener el agua, excavados por españoles e indios desde el siglo XVIII (utilizando técnicas conocidas en el Alto Perú), confirmaba lo frágil que era localmente el recurso hídrico, pudiendo adivinarse el efecto negativo que iban a tener captaciones  y desvíos hacia grandes zonas urbanas, que se iniciarían poco después.
En 1887, la firma Tarapacá Waterworks Co. compró derechos de agua en la zona de Pica para transportarlos por un acueducto hasta Iquique, cuya demanda del vital elemento había crecido enormemente con el tamaño de la población. Aunque no tuvo efectos tan notorios como otros que siguieron, éste fue el inicio de un proceso de reducción de las aguas en la zona, que eran hasta entonces el sostén de la producción agrícola y, por ende, también de la vinera.
A partir del Gobierno de Ramón Barros Luco (1910-1915), el recurso de los manantiales de El Salto y Chintaguay, que abastecían los valles y quebradas de Quisma y Matilla, comenzó a ser expropiado para abastecer con mayor volumen del elemento a la creciente masa humana de Iquique. A la sazón, el agua era una de grandes demandas sociales de esta ciudad y, políticamente, el tema ya no podía seguir postergándose.
Lagar y botijería de Matilla, que cerraría operaciones en 1937, tras su última producción. Fuente imagen: "Memorial de la tierra larga" de Manuel Peña Muñoz.
Fragmentos  de tapas (a la izquierda) y de cántaros (las dos imágenes de la derecha) utilizados en los lagares de Pica y Matilla para la producción de vinos. Vitrinas del Museo de Pica. Muchas de estas grandes cerámicas quedaron dispersas o destruidas al caer la industria.
Gran parte de los estudios de captación de aguas en esta zona agrícola, se remontaban a un trabajo de prospección realizado por el ingeniero Valentín Martínez hacia fines del siglo XIX, tristemente célebre por su responsabilidad en el derrumbe y destrucción del Puente de Cal y Canto en Santiago, en 1888. Entregados los resultados de Martínez, el Estado comenzó a trazar líneas para abastecer a Iquique con los manantiales piqueños y, en 1904, se designó una comisión especial para evaluar el proyecto y presentarlo al Ministerio de Industrias y Obras Públicas.
Al crearse en 1912 el Servicio Fiscal de Agua Potable y Desagüe de Iquique, casi paralelamente a emitido el decreto de expropiaciones, no quedaba duda de las intenciones de las autoridades y los sacrificios que estaban dispuestas a hacer en la industria vitivinícola de Tarapacá, para garantizar el abastecimiento de agua en la ciudad puerto. Las expropiaciones comenzaron en terrenos particulares sugeridos por una Comisión de Hombres Buenos designados por la Intendencia durante el año siguiente. La notificación de las decisiones, en 1914, dio origen a los primeros juicios de los propietarios contra el Estado, entablados por miembros de las familias de agricultores matillanos Contreras y Muñoz.
Sólo entre 1918 y 1920 hubo un período de parcial detención de las obras, para la ejecución de nuevos estudios encargados al geólogo Johannes Felsch. Esto se realizó con la incertidumbre, malestar y protestas de los iquiqueños. Sin embargo, la autoridad decidió retomar los trabajos y expropiaciones, haciendo sólo algunos cambios administrativos del proyecto para continuar con las etapas pendientes. Así, las obras de aguas para Iquique fueron entregadas el 30 de noviembre de 1923, continuándose desde entonces con el proceso de expropiaciones de Valle de Quisma y Matilla durante el año siguiente, hasta consumarla por decreto del 23 de abril de 1924.
Hubo enormes esfuerzos de la población, los trabajadores y los productores por frenar estas medidas, llegando a recursos judiciales y campañas que se extendieron hasta el Gobierno de Junta de 1924-1925, presidida por Luis Altamirano, siendo rechazadas por las respectivas autoridades. Ni las grandes ofertas en dinero que el Estado les hacía a algunos propietarios por sus terrenos, lograban apaciguarlos o apagar sus fundados reclamos... La desproporción de fuerzas era enorme, conspirando desde un inicio contra el interés de los productores.
Vinos como los de Medina Hermanos seguían siendo premiados en exposiciones mundiales en esa misma década. La actividad continuaba sosteniéndose estoicamente, con mucha de la producción saliendo aún por el puerto de Iquique. Hacia 1925, además, se instaló la bodega de vinos de Amadeo Macua y Cía. en un gran establecimiento de calle Patricio Lynch, llegando a ser quizás la mayor de la provincia y representante de Viña Lontué en Tarapacá. Lamentablemente, por el mismo puerto entraban cada vez más cargamentos de otras localidades chilenas, también en otras variedades, lo que hizo más difícil la situación de la ya herida industria en los mercados locales.
En sus intentos finales por frenar esta tropelía contra la vitivinicultura tarapaqueña, los matillanos y quismeños enviaron a Iquique, en enero de 1935, una comisión dirigida por José Contreras y Manuel Barreda solicitando paralizar las obras de captaciones y entubado de aguas, pero también se estrellaron con el categórico rechazo y el estado monolítico de las decisiones irrevocables.
Viejos cántaros y botijas de vino en casa-museo de don Juan Huatalcho, en Pica.
Instalación ornamental con gran tinaja en Pica, sector Vergara-Prat.
Como era previsible, entonces, y al contrario de lo que habían asegurado los estudios e informes del Ministerio de Obras Públicas, la producción de vides y de vinos en Matilla y Valle de Quisma se extinguía poco a poco, conforme crecían los perniciosos efectos de la modificación del régimen de recursos hídricos en la zona, con los trabajos que todavía eran realizados por la Empresa de Agua Potable Fiscal de Iquique.
Si bien hasta 1932 Matilla producía aún unos 200.000 litros anuales, algunos repartidos en las oficinas salitreras de la región y otros exportados a Europa, con el cierre de la producción de la planta de los Medina en el mencionado año de 1937, la actividad industrial parece haber caído por completo, reduciéndose sólo a pequeños talleres y bodegas casi de producción doméstica, cuanto mucho. Desde entonces, el Lagar de Matilla quedó abandonado y silente, cayendo en la ruina como sucedió también al de Huanta y la casa-lagar de Francisco Núñez, casi vecina a la vieja botijería.
Si en 1921 los ciudadanos de Quisma y Matilla habían recibido ingresos por $3.807.500, para 1944 éstos se habían reducido a $708.000, cayendo cerca del 80%. Los antiguos viñedos acabaron cubiertos por el avance de las arenas o bien reemplazados por árboles frutales. El verdor del oasis se redujo considerablemente, fagocitado por la aridez del desierto. Incluso los intermedios de Pica y Matilla que parecían estar uniendo connaturalmente ambas localidades, comenzaron a retroceder dejándolas separadas y arenadas otra vez. Imágenes satelitales de nuestros días revelan trazos de lo que parecen muchas figuras geométricas entre los suelos estériles de la zona, correspondientes a las antiguas parcelas de verdes parras derrotadas por la aridez.
Los trabajadores de la alicaída industria también comenzaron a emigrar, viviendo un proceso de desarraigo parecido al final de la época del salitre. Para 1962, solamente veinte familias vivían de manera estable en Matilla, subsistiendo con huertos familiares y rescatando agua del rebalse de la cañerías derivadas desde las vertientes de Chintaguay. Y, para 1966, sólo diez agricultores permanecían en el Valle de Quisma regando con escurrajas sus modestos cultivos, que crecían raquíticos en donde antaño el verdor exuberante de las parras se combinaba con el de la producción de muchas hortalizas para la población de la industria salitrera.
El nulo interés de las autoridades por restaurar la alguna vez prodigiosa producción vinera de Pica y Matilla, ha quedado en evidencia con decisiones posteriores. Entre fines de los ochenta e inicios de los noventa, por ejemplo, se construyó una planta para aumentar la captación de aguas para desviarlas a Iquique, esta vez en caudales superficiales de La Quiaca, cerca de Pica.
Los nefastos efectos de estas decisiones justificadas por urgencias del progreso (siempre priorizando el camino más corto, dirán algunos), han sido comentados por Lautaro Núñez en un artículo titulado "Recuérdalo, aquí estaba el lagar: la expropiación de las aguas del Valle de Quisma (I Región)", publicado por la revista "Chungará" N° 14 de 1985, en Arica. También fueron detalladas con testimonios en un excelente y nostálgico capítulo del documental "Al Sur del Mundo" de la temporada de 1999, capítulo "Tarapacá: epopeya del hombre en el desierto" (Sur Imagen, Canal 13 de la Pontificia Universidad Católica de Chile), donde se alcanzó a entrevistar a varios sobrevivientes de aquella epopeya de la historia vitivinícola nacional y sus tragedias.
Hay períodos en que se ha producido chicha de uva en algunas de esas instalaciones de extintos vinos dulces piqueños y matillanos, pero en cuanto al rubro agrícola, la producción de vid que antes se usaba en la vitivinicultura ha acabado desplazada por la de frutas, especialmente cítricos y tropicales. De esta actividad surgió una adaptación de limeros de la variedad swing, que conocemos hoy como el famoso limón de Pica, de alta cotización en gastronomía, repostería y coctelería.
De aquella prometedora industria que habría cambiado el desarrollo económico y social de la Provincia del Tamarugal y que estaba unido las dos localidades de Pica y Matilla con el crecimiento material, hoy sólo quedan algunas botellas y muestras de etiquetas recordándolos en el Museo de Pica, y ese antiguo lagar colonial de Matilla, más algunas tinajas, botijas y cántaros de los siglos XVIII y XIX repartidos en algunas casas de la localidad, como la de don Juan Huatalcho en Pica, aunque todos ellos ya secos, en desuso o hasta trizados.
Son todos los vestigios que hay de la época de oro que tuvieron estos extintos vinos dulces de Tarapacá, sacrificados como cordero bíblico en aras del progreso y del avance material de la sociedad.

EL SEÑOR DE LA HISTORIETA: PERCY Y SU ÁLTER EGO PEPE ANTÁRTICO

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Portada de una revista de Pepe Antártico. Fuente: ficcionautas.blogspot.com
Este mes se cumplieron tres años desde el fallecimiento de Percy Eaglehurst Ramos, el gran caricaturista nacional más conocido como Percy a secas, firma inconfundible de su alguna vez famosísimo personaje Pepe Antártico.
Percy había nacido en Antofagasta el 2 de noviembre de 1922, en una familia formada por un padre ingeniero de origen anglo-escocés y una madre era chilena. Siempre celebró que su día de nacimiento estuviese casi encima de aquel en que Howard Carter encontró, en el Valle de los Reyes de Egipto, el lugar de la famosa tumba del faraón Tutankamón. Su madre le había guardado recortes de periódicos de aquella noticia, por la misma razón.
Como muchos otros grandes caricaturistas, ya en tiempos tiernos de vida manifestaba su interés por el dibujo y la caricatura. Todavía siendo muy joven, en Antofagasta trabajó para la revista de sátira política "El Pollo Tejada".
El muchacho también era un gran nadador, admirador de Johnny Weissmuller, el deportista y actor que encarnó al clásico "Tarzán de la Selva". Esto, combinado con su tendencia a protagonizar aventuras, parece haber hecho bastante entretenida su vida en anécdotas e incidentes. Su familia recordó una vez, por ejemplo, estando en una playa de Antofagasta una niñita comenzó a ahogarse y él corrió a rescatarla haciendo de improvisado salvavidas; pero en el esfuerzo por regresarla a la orilla, perdió los pantaloncillos de baño entre las olas y debió salir del agua más ligero de prendas aun que su admirado Tarzán.
Mundimono, de revista "Pobre Diablo". Fuente: uniacc.cl
La primera tira de Pepe Antártico. Fuente: Meliwaren.cl.
Emigró después a Santiago donde estudió en el Instituto Nacional, donde también se hacía notoria su pasión por el dibujo, dejando otros de sus primeros trabajos publicados en el boletín escolar. Había rasgos ya visibles de personalidad y que le acompañaron toda la vida, como su tendencia a hacer chistes y bromear con gran agilidad creativa para aprovechar las situaciones.
En un principio, Percy sintió la obligación de estudiar en la misma área de trabajo de su padre, reclutándose en la escuela de construcción civil. Sin embargo, a poco de andar regresó sobre sus pasos para estudiar publicidad y también dibujo en el Bellas Artes. Tras pasar por el Pedagógico, sólo cuando entró a la Universidad Técnica del Estado, la actual USACH, Percy se tituló por fin de profesor de artes plásticas, ejerciendo su profesión en el mismo Instituto Nacional donde había cursado su educación secundaria.
En este período y antes de tener título, había sido fundado un diario de cierta de orientación izquierdista llamado "Última Hora", que requirió de los servicios del joven estudiante. También hizo ilustraciones para "El Día". Dibujaba personajes como Manilong, el Caco Perfecto y Pajarón para la revista "Pobre Diablo", y Mundimono para lar revista "El Pingüino". Tanto Pajarón como Mundimono adelantan algo de lo que caracterizará después a Pepe Antártico. Trabajaría también para diarios de provincia y de la capital, y otras históricas revistas como "El Cabrito" y "Topaze".
Los editores de "Última Hora" le pidieron crear un personaje que pudiera ser simpático y reconocible a la cultura chilena, pero que no fuese vulgar ni cayese en los estereotipos del roto o del huaso, como explicó Percy a revista "Sólo Comics", en el año 2000. El interés era reemplazar en el diario, con algo urgente, la serie de "El doctor Pacomio" (originalmente "El otro yo del Dr. Merengue") del autor argentino Divito, como consecuencia del contexto histórico de hostilidades diplomáticas que estaban teniendo lugar entre Chile y Argentina en esos años.
Revista "Pepe Antártico". Fuente: Pepeantartico.huemulin.cl.
Percy hacia sus últimos años. Fuente: diario "La Cuarta".
Así, el dibujante comenzó a bocetear hasta producir su gran creación y magna obra: Pepe Antártico, un fogoso y enamoradizo sujeto que vive aventuras persiguiendo chicas hermosas e intentando conquistar esculturales mujeres. Así describió su gestación el propio Percy, en entrevista al diario "La Cuarta":
"Me fui para la casa y en la noche pensé cómo es el chileno. No iba a poner a un hueón triste. Tenía que ser alegre, tandero, que le gustara el hueveo, intruso, patudo".
El nombre de su creación fue otra historia notable. El autor quería llamarle originalmente José Fresco; sin embargo, justo por esos años comenzó a hacer noticia la política de refuerzo de la soberanía antártica del Presidente Gabriel González Videla (que siguió con su célebre visita al Continente Blanco durante el año siguiente, primera de algún mandatario en el mundo), por lo que decidió hacer sinónimo el apellido ficticio Fresco (adjetivo usado para señalar a los mujeriegos o libertinos) con Antártico, y así quedó.
El debut de su tira sobre ese tal José "Pepe"Antártico tuvo lugar el martes 29 de abril de 1947, cuando el autor tenía 25 años. A la sazón, era mucho más narigón que en sus versiones posteriores, además de más alto y delgado. Se suponía que esta tira iba publicada durante sólo 15 días, pero el éxito de Pepe Antártico acabaría prolongándole la vida por cerca de 70 años, en los que ofrece una gran evolución gráfica hasta llegar a un aspecto definitivo.
Pepe Antártico siempre fue una caricatura pícara, "lacho". El periodista e investigador de la historieta chilena Jaime "Galo" Huerta, lo define como "el don Juan Tenorio de los cómics".Iba adquiriendo gran notoriedad a partir de esos años cincuenta, siendo paseado por varios otros medios durante su existencia, saltando desde "Última Hora" al periódico "Las Noticias Gráficas". Además, en 1951 se publica un compilado titulado "Risas de Pepe Antártico", con 16 números entre junio y septiembre. Siguieron después algunos libros sobre el personaje, como "Pepe Antártico, el agente 0096".
La creciente acogida de Pepe Antártico sería exportada a otros países de Iberoamérica, Norteamérica y Europa, motivando al Departamento de Estado y al gran animador Walt Disney a invitarlo a los Estados Unidos. También tuvo reconocimientos parecidos en la Unión Soviética y en España.
A partir del 7 de noviembre de 1957, el calenturiento dibujo ya estaba en "La Tercera", donde permaneció por cuarenta años con un espacio reservado y propio. Sin embargo, Percy era versátil y creativo en varios  campos, participando también en actividades de fotografía, cine, letras y pintura, ganando el primer premio en un Concurso Teatral de 1958.
Es la época queda a cargo de la revista "El Pingüino" y también recibe un importante galardón: el Premio Nacional de Periodismo en mención dibujo, en el año 1969. A veces, Pepe Antártico aparecía también en los sesenta en algunas viñetas apoyando con algo de humor gráfico los pronósticos e informes del tiempo. Una revista con su nombre, surgida después de la publicación de sus compilados y libros, se mantendría en kioscos hasta 1976, siendo muy apetecidas hoy entre los coleccionistas.
Después de recibir el Premio Nacional de Tránsito de 1980, Percy quedaría encargado también de la sección humorística de "La broma en vida", con alusiones de actualidad social en la página editorial y de opinión del diario "La Tercera", siendo especialmente famosa esta viñeta en los ochenta y noventa. También esta sección tuvo su propio libro compilatorio.
Quizás por su carácter libidinoso y humorístico, el narigudo sujeto de tinta pasó sus últimos años reclutado en el diario popular "La Cuarta", también en los noventa. Y aunque en nuestros días podría ser considerada sexista y machista, en la época fue un personaje con encanto popular, incluso en sus rasgos maliciosos y acosadores, que fue a parar a la televisión representada también en algunos sketches del programa humorístico "Japenning con Ja", interpretado por el actor y comediante Patricio Torres. También fue presentado en formato de animación para televisión, con cortos dirigidos por el propio Percy; y posteriormente, un video humorístico donde su coterráneo antofagastino, el gran comediante Chicho Azúa, interpretó y encarnó a la caricatura.
Muchos teorizan en que la inspiración de Pepe Antártico, esa suerte de anticipo de las caracterizaciones del comediante Benny Hill, fue el propio Percy, representándose a sí mismo para crearlo como su alter ego. Entrevistado por el diario "La Cuarta", su amigo de más de treinta años Luis Alcaíno, declaró al respecto:
"Más del 50 por ciento de lo que aparecía en sus personajes era un reflejo de como él vivía la vida. No en el sentido de ser lancho, sino que en su forma alegre y picaresca de compartir con las mujeres y echar la talla con ellas. Se veían en el personaje".
Lo mismo comentó su también amigo Mauricio García Castro, Director del Museo de la Historieta Chilena:
"Fue un hombre aventurero y vividor. Pepe Antártico es una copia de su propia personalidad... Percy fue y será un ícono del cómic en Chile".
Aunque no le gustaba exhibirse ni fotografiarse, Percy daba charlas y clases motivacionales con su voz de locutor, en algunas empresas que lo llamaban por sus capacidades de energizar y alegrar a los trabajadores. Además, fue elegido Embajador por la Paz por la Federación Internacional por la Paz Mundial de las Naciones Unidas. En 1994, enseñaba fotografía en la Escuela de Diseño de la UNIACC.
Percy celebró mucho, también, el que a Municipalidad de San Miguel haya erigido un monumento hecho por Sammy Salvo para los 60 años de su personaje, donde se ve a Pepe Antártico abrazando un corazón, siendo entrevistado por este acontecimiento por Jaime "Galo" Huerta, en 2007. Su caricatura quedó en el parque como testimonio selecto de entre los grandes del oficio, como sus colegas de la misma generación Themo Lobos y René "Pepo"Ríos Boettiger.
Ese mismo año, se realizó una exposición con homenaje titulada "Pepe Antártico: un joven de 60 años" el Centro Cultural de España, en conjunto con la Corporación Cultural del Rock y el Cómic. Poco antes, había recibido el título de Profesor Honorario de la Universidad de Alcalá de Henares, ya en su última década de vida. También había sido designado miembro de la Sociedad Científica de Chile. En 2011, la obra relacionada con Pepe Antártico fue expuesta en el Museo de la Historieta Chilena.
Percy nunca perdió un segundo libre sin dibujar, su pasión incontenible. En sus últimos días, dibujaba de dos a cuatro tiras, tirando al papelero innumerables de estas obras que consideró no cumplían con su exigente y profesional estándar de lo que debía ser el humor gráfico. Alan Eaglehurst, uno de sus hijos, reconoció en una entrevista que dibujaba incluso en los platos y servilletas de género de los restaurantes, para luego regalarlos autografiados a los presentes. Sus últimas creaciones gráficas fueron para la  revista institucional de Carabineros de Chile, donde ilustraba a una patrulla de uniformados con las mismas fiebres de picardía que su Pepe Antártico.
Tras una prolífica actividad consagrando su nombre entre los grandes cultores del caricaturismo y del cómic en chileno, la salud del veterano caricaturista se complicó por una rebelde neumonía. Un día antes de su muerte, confesó a su amigo Alcaíno saber lo que se venía y el profundo vínculo que había entre su identidad y la de su personaje: "Tengo pena, se va a morir Pepe Antártico", dijo. No fue la única vez que Percy temió por la continuidad de su hijo gráfico.
Percy falleció el jueves 11 de julio de 2013, en el Día del Periodista, de un paro cardiorrespiratorio. Partió a la edad de 90 años, en su hogar de Ñuñoa y rodeado de sus seres queridos.
Así despidió Percy a su colega y amigo Pepo, creador de "Condorito".
Y así fue despedido Percy por su colega Mico (Luis Henríquez) en "La Nación".

LA MALDICIÓN DE SANTOS CHOCANO: LA EXTRAÑA VIDA Y LA EXTRAÑA MUERTE DE UN INSIGNE POETA

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Pocos hombres cultos y con formación literaria seria, pueden haber sido tan supersticiosos y crédulos como lo fue José Santos Chocano Gastañodi... Al mismo tiempo, pocos hombres supersticiosos y crédulos pueden haber sido tan desgraciados como para arruinarse con el autocumplimiento de sus mismos temores y fantasías sobre el número 13 y los tesoros enterrados en lugares perdidos.
Chocano era un hombre complejo, de personalidad un tanto dispersa y explosiva, además de un egocéntrico absoluto. Joaquín Edwards Bello lo definió como "sobrio, de higiénicas costumbres, animado de un viejo espíritu de familia, amante y tierno dentro de su hogar". Jamás evitó las fiestas, la vida social ni las adulaciones, pero era extremadamente sensible a la crítica, además de ambicioso, sin que la fortuna lograra sonreírle a todos sus esfuerzos.
Su poesía épica y americanista era grandilocuente y muy floreada, hasta la exageración estridente según sus críticos, ganándose el apodo del "Cantor de América", por su poema "Blasón", quizás el más importante de su carrera. Sólo se le comparó con los más grandes del oficio literario en Perú, como Ricardo Palma y César Vallejo.
El poeta, sin embargo, tenía un talón de Aquiles: veía señales de atracción a la mala suerte en todo. Se hacía rociar con agua bendita cada cierto tiempo y no soportaba que un cuadro estuviese colgado ladeado, porque traía desdicha o malos augurios. Para peor, padecía de una severa triscaidecafobia: manifestaba un terror enfermizo al número 13 en todas las formas que pudiese manifestarse. Cosa curiosa, pues las letras de su nombre público, Santos Chocano, sumaban precisamente 13.
Quiso el destino que todos sus terrores al "número peligroso" se vieran confirmados en el día de su extraño asesinato, en Santiago de Chile.
NACIDO PARA AVENTURAS
Chocano nació en Lima, Perú, el 14 de mayo de 1875, en el seno del matrimonio compuesto por José Félix Chocano de Zela y María Aurora Gastañodi de la Vega. Su bisabuelo había sido Francisco de Zela y Arizaga, uno de los precursores de la Independencia de Perú.
Pasada la Guerra del Pacífico, Santos estudió en el Instituto de Lima y en el Colegio de Lima, donde fue discípulo del literato Clemente Palma. En 1891, como sólo 16 años, se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, aunque no concluyó sus estudios de leyes en esta casa.
Trabajó desde muy joven como periodista y redactor de notas líricas, a partir de 1894. Su casa laboral era el diario "La Tunda", de fuerte discurso opositor al Gobierno de Andrés Avelino Cáceres, por lo que acabó siendo víctima de la represión, acusado de acciones subversivas y encerrado en los oscuros aljibes del Fuerte del Real Felipe del Callao, a los 20 años. Afortunadamente para él, durante la Guerra Civil de 1894-1895 con la victoria del bando pierolista, pudo ser fue liberado luego de seis meses de presidio, en los que había compartido cautiverio, entre otros, con el futuro mariscal y presidente Óscar Benavides.
El nuevo gobierno tenía simpatías por Chocano. Contaba sólo 20 años cuando fue elegido secretado del Presidente de la Junta, don Manuel Candamo, y del Ministro de Hacienda don Elías Malpartida. Casi simultáneamente, se le entregó en régimen de concesión la Imprenta del Estado, publicando en ella algunos trabajos propios y periódicos además de sus dos primeros poemarios: "Iras santas" y "En la aldea". También asumió por períodos, la dirección editorial de periódicos como "La Neblina", "La Gran Revista" y "El Siglo XX", además de dirigir brevemente "El Perú Ilustrado".
Aún influido por la estela histórica del movimiento romántico, en 1896 publica su libro de poemas "Azahares". Mucha de esta obra parece estar inspiradas en la que iba a ser su mujer a partir del año siguiente: Consuelo Bermúdez y Velázquez, con la que tuvo a sus hijos Eduardo Adolfo, José Alberto y José Santos.
Ese mismo año de 1897 había participado en una expedición a la selva de Chanchamayo, para explorar las posibilidades de un negocio de cultivo y explotación de café. La aventura fue un fracaso que sólo consumió recursos y esfuerzos, regresando a Lima convencido de que lo suyo debía ser la escritura y no otro negocio. De todos modos, de esta experiencia encontró inspiración para su obra siguiente "La selva virgen".
En 1899, publica el poema "La Epopeya del Morro", revisando con pasión nacionalista la Batalla del Morro de Arica y evidenciando cierto aroma revanchista alojando entre las rimas:
¡Coge una vez tu lira; la que yace
empolvada tal vez, pero no rota:
en sus cuerdas de ayer duerme el sonido.
Desata el broche a la primera nota
y verás cómo en las notas se deshace...
Olvidada en la fiesta en que has vivido,
serás hoy como un Fénix, que renace
de las cenizas de su propio olvido.
El poema le hizo merecedor de un premio otorgado en un concurso del Ateneo de Lima. Ese mismo año publicó  "El derrumbamiento" (originalmente llamado "El derrumbe") y, en 1901, "El canto del siglo".
DIPLOMACIA Y POLÍTICA
A pesar de sus reacciones impulsivas y apasionadas metiéndolo siempre en problemas, Chocano fue reclutado en en servicios diplomáticos de su país, saliendo a recorrer América Central y luego España en estas actividades.
La invitación a formar parte de una misión peruana en Centroamérica se la extendió el gobierno de Eduardo López de Romaña, en 1901. Su logro en ella fue haber asegurado tres de los cinco votos para la causa del arbitraje obligatorio que Perú propuso en el Congreso Panamericano de México, en medio de sus cuestiones limítrofes con Chile, Bolivia, Brasil, Ecuador y Colombia, recibiendo como premio el cargo de cónsul general de Centroamérica con sede en Guatemala, donde hizo amistad con el dictador Manuel Estrada Cabrera, lealtad que le traería grandes dolores de cabeza. En estos servicios, actuó como mediador en un conflicto fronterizo entre Guatemala y El Salvador.
En 1904 fue nombrado Encargado de Negocios en Bogotá, por el gobierno de Manuel Candamo. Eran momentos complicados para la diplomacia limeña, pues, además de los diferendos con todos sus vecinos, acababa de proclamarse la independencia de Panamá con gran molestia de Colombia hacia los países que la apoyaron, entre ellos Perú. Pese a todo, Chocano logró calmar los ímpetus y hacer que Colombia se allanara a una solución arbitral de los conflictos limítrofes que mantenía con su patria, encargándolos a la Corona Española.
Sin embargo, su carácter complicado y conflictivo lo estaban poniendo en permanentes entuertos, incluyendo roces con el cuerpo de la legación peruana en Bogotá, por lo que debió renunciar luego de una ruptura con el equipo, regresando a Centroamérica y después a Perú.
Aunque su prédica era por la quimera de la "América una sola", quizás en ese ambiente de embajadas y legaciones se contagió del clima conflictivo que existía entonces entre Chile y Perú por la cuestión de Tacna y Arica (las "provincias cautivas"), haciendo públicas agraviantes e imprudentes arengas que causaron escozor en Chile, mismo país en el que, paradójicamente, iría a viajar buscando refugio, años más tarde.
Estaba ya de regreso en Lima en 1905, cuando gobierno del Presidente José Pardo lo designó para el cargo de secretario de una misión especial en España, dirigida por Mariano Cornejo, para que lograse comprometer un arbitraje del Rey de España en la cuestión limítrofe Perú-Ecuador. Durante este viaje, visitó Santiago de Chile y Buenos Aires, conociendo al ya anciano ex presidente Bartolomé Mitre, y luego partió a Montevideo, desde donde salió en un vapor a España.
Caricatura chilena contra Chocano. Revista "Zig Zag", 1905.
DE UN PROBLEMA EN OTRO
Chocano fue recibido en la Península por destacados hombres de letras, como Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno y Manuel Machado, entre otros. No le costó entrar a los círculos literarios e intelectuales españoles.
En Madrid conoció el movimiento modernista del que participaba el editor Gregorio Pueyo y el nicaragüense Rubén Darío, publicando "Alma América" en 1906, donde está el famoso poema titulado "Blasón":
Soy el cantor de América autóctono y salvaje;
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con un vaivén pausado de hamaca tropical...
Cuando me siento Inca, le rindo un vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje,
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el León de Oro;
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
¡Y de no ser poeta, quizás yo hubiese sido
un blanco aventurero o un indio emperador!
Darío, que curiosamente había vivido ya en Chile tal como iba a hacerlo después Chocano, le prologó este libro muy cargado de conceptos del imaginario de la unidad americana, como continente únicamente mestizo y de origen e identidad comunes. Ese mismo, año vivió un romance con la madrileña Dolores González, de la cual nació su hija María Esperanza. También salió de imprentas su obra dramática titulada "Los Conquistadores":
En 1908, Chocano publicó el libro de poemas "Fiat Lux". Sin embargo, sucedió que fue bajado del servicio diplomático al verse involucrado en una escandalosa estafa del Banco de España, al igual que su paisano Felipe Sassone. Fue retirado ese mismo año y, por su cuenta regresó a América viajando ahora a Cuba, Santo Domingo y Estados Unidos. Había escrito, en esos días:
Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras:
quien no hecha raíces no puede dar fruto.
A México llegó en 1912, incorporándose a la causa del presidente Francisco Madero, hasta que fue depuesto y ejecutado. El flamante gobierno de Victoriano Huerta lo expulsó, mudándose entonces a Cuba y a Puerto Rico y Estados Unidos. Invitado secretamente por el servicio del gobierno de Venustiano Carranza, viajó a Nueva York desempeñando misiones confidenciales allá. De regreso en México, llegó a ser secretario de Pancho Villa y participar de algunas de sus acciones.
Las divisiones internas de los revolucionarios mexicanos lo cansaron, regresando a Guatemala. Allí fue donde conoció a la aristocrática dama Margot Batres Jáuregui, con quien se casó en Nueva York durante ese mismo año, naciendo de esta relación sus hijos Antonio José y Alma América. A partir de 1915, apoyaría encendidamente en favor de su amigo el dictador local Estrada Cabrera, alentado en parte por su amigo también escritor Máximo Soto Hall. Mientras tanto, colaboraba con poemas para el semanario peruano "Sudamérica", propietado y capitaneado por su amigo el periodista Carlos Pérez Canepa, ex Cónsul General del Perú en Cádiz y en Guatemala.
Ya antes Chocano había expresado públicamente su simpatía por Estrada Cabrera, dedicándole parte de su "Alma América", pero esta vez su apuesta era peligrosa. Cuando el dictador guatemalteco fue derrocado luego de la fundación del Partido Unionista y la asonada contra su gobierno, en abril de 1920, Chocano fue detenido y estuvo al borde de ser ejecutado, salvándose de morir por intervención de muchas autoridades. Entre otros, intercedieron a su favor El Vaticano, el Rey Alfonso XIII de España, los presidentes de Perú y Argentina, y algunos escritores internacionales. Uno de ellos, curiosamente, fue su enemigo el escritor colombiano José María Vargas Vila, según declaró porque "ese hombre, que ha deshonrado a la patria y a la América, deshonraría también al patíbulo".
REGRESO A LIMA Y ASESINATO DE ELMORE
Luego de salvarse raspando la muerte, emigró a Costa Rica, viviendo un momentáneo retiro. Allí conoció a Margarita Aguilar Machado, la joven prima de su esposa Margot. Aunque la muchacha tenía sólo 19 años a la sazón, se produjo una ardiente aventura entre ambos devenida en relación estable, naciendo de ésta su hijo Jorge Santos, último de los retoños del poeta.
Chocano regresó con los suyos a Perú a fines de 1921. Aunque habían pasado 17 años desde la última vez que estuvo en su patria, fue recibido por una delegación de intelectuales dirigidos por amigos como César Vallejo y Luis Alberto Sánchez, con una ceremonia de recepción en el Palacio de la Exposición. Fue declarado "hijo predilecto" de la ciudad y, el 5 de  noviembre de 1922, recibió el premio de Poeta Laureado de la Municipalidad de Lima, correspondiente a una corona de laurel de oro.. Pudo sentir otra vez las caricias protectoras de la autoridad, y agradeció el reconocimiento declarando:
"¡Bienaventurados los pueblos que aman a sus poetas porque de ellos es el reino de la inmortalidad!
...Cinco millones de almas se han confundido en una sola que al glorificar mi arte representativo, glorifica también lo que representa mi arte. Mi arte está hecho de historia y de naturaleza; pero conste que en todas las manifestaciones de mi arte y de mi vida he cuidado de no desmentir el concepto emersoniano del poeta que debe, épico como Dante o lírico como Byron, armonizar, sinceramente, su vida con su arte, hasta llegar a ser el protagonista de su mejor poema.
...El Perú debe ufanar-se de la corona de laureles que ciñe a su poeta tanto como se engríe de la de espinas que ajustara las sienes de su Santa, pudiendo reposar sobre la seguridad de que la de espinas y la de laureles, la de Cristo y la de Apolo, según la sabia observación, son las dos únicas que no han caído ni caerán jamás al empuje de las revoluciones".
Publicaría revistas y poemarios en la Imprenta del Estado, como su trabajo "Ayacucho y los Andes", que fue un hito en las celebraciones del aniversario de 1924 del Centenario de la Batalla de Ayacucho, ocasión en la que llegaron varias delegaciones internacionales y autoridades intelectuales de toda América hasta Perú. Incapaz de escarmentar, sin embargo, Chocano hizo apología de prácticamente todas las dictaduras del continente en aquellos días, adulando sus virtudes como gobiernos de orden y de progreso. Y, como había forjado una grande y nada disimulada amistad con el Presidente Augusto B. Leguía del Perú y con el dictador venezolano Juan Vicente Gómez, recibió duras críticas del mexicano José Vasconcelos, con el que intercambió descalificaciones y críticas a través de diversas publicaciones durante unos meses.
Su carácter incorregible y arrogante volvería a ponerlo en gravísimos problemas en 1925.
Tras las respuestas de Chocano a Vasconcelos por el diario "La Crónica", miembros de la Federación de Estudiantes del Perú apoyaron al escritor mexicano, como José Carlos Mariátegui, Manuel Beltroy, Luis Alberto Sánchez y Carlos Manuel Cox, desatándose una fuerte controversia intelectual. Fue entonces que Edwin Elmore Letts, periodista limeño miembro de la misma Federación y fervoroso opositor a Leguía, hizo por radio una fuerte crítica a Chocano y luego redactó un extenso artículo contra él y contra el gobierno, para ser publicado en el mismo periódico. Sin embargo, en lugar de aceptarlo, uno de los editores lo mostró a Chocano, que montó en cólera al ver su ego ofendido de semejante forma: entre otros piropos, Elmore lo trataba allí de "vulgar impostor".
Furioso, el poeta llamó telefónicamente a Elmore acusándolo de ser "el traidor de Arica", a lo que éste contestó desafiándolo a decírselo a la cara. La alusión despectiva era para el padre del periodista, el ingeniero Teodoro Elmore, quien había participado de la colocación de minas explosivas ("polvorazos") previamente a la Batalla del Morro de Arica de 1880, siendo capturado por los chilenos y, en una injusticia de la historiografía peruana, acusado de "traidor" y de "informante" del enemigo.
Chocano no recogió el guante, en principio, pero Elmore hizo llegar a "La Crónica" una carta suya donde le continuaba respondiendo en duros términos. Incapaces de contenerse, el día 31 de octubre de ese año, ambos duelistas se encontraron casualmente en la sede del diario: justo iban a dejar sus respectivas cartas a la oficina del editor atacándose entre sí. De los insultos pasaron a las manos: Elmore lo abofeteó y Chocano, en respuesta, sacó del bolsillo de su abrigo un revólver, que disparó a quemarropa contra su contrincante. Todo sucedió ante el director del diario, don Antonio Miró Quesada de la Guerra, quien presenció la sangrienta escena.
Tras dos días de agónico sufrir, Elmore falleció el 2 de enero de 1925, dejando a su joven esposa italiana viuda, luego de menos de un año de casados, y más encima encinta. El escritor tenía sólo 25 años.
Chocano fue tomado detenido y llevado a las autoridades por su alevoso crimen. Permaneció cómodamente recluido en el Hospital Militar y, lejos de arrepentirse, siguió publicando ataques contra Elmore y sus amigos como Mariátegui y los miembros del grupo literario de la revista "Amauta", justificando su acción. Se sabía protegido de las autoridades: su defensor fue Ricardo Dulanto, que trabajaba también como secretario del Presidente Leguía.
Terminando el polémico juicio, en que se consideró más la fama del poeta que la gravedad de su crimen, el Tribunal Correccional sentenció en junio de 1926, que debía pagar con sólo tres años de prisión y un pago de 2.000 libras peruanas. Luego de largo debate, en abril de 1927, el Congreso de Perú, mayoritariamente favorable al gobierno, decidió intervenir cortando el desarrollo del juicio antes de la confirmación de sentencia en el tribunal, por lo que Chocano quedó libre del homicidio. Poco después escribió su versión de lo sucedido y sus consecuencias, bajo el título "El libro de mi proceso".
Santos Chocano, ya en la madurez.
AUTOEXILIO EN CHILE
Refugiándose del reproche, el escarnio y las consecuencias sociales de su inexcusable exabrupto armado, Chocano viajó a Santiago de Chile en octubre de 1928, en medio de grandes incertidumbres sobre su futuro y pasando por enormes penurias económicas que intentó sortear con algunas colaboraciones el periódicos y sesiones de recitación. Tan afligido estuvo en algún momento, que llegó a empeñar la corona de laureles que se le había obsequiado por Lima en 1922, aunque recuperándola posteriormente.
Sin embargo, poco a poco se abrió paso en las editoras. Tras lograr publicar el inicio de sus "Memorias", varios periódicos y revistas latinoamericanas comenzaron incluir sus colaboraciones. Como no podía dejar de pensar en grande, planificó también una serie de poemarios que iba a titular "Oro de Indias" y que terminaría siendo completado de forma póstuma, pero alcanzando a producir su trabajo de antología poética "Primicias de Oro de Indias", que iba a ser primer paso en la secuencia. Éste fue, quizás, su gran acercamiento al delirio por la búsqueda de tesoros, como veremos.
Los amigos chilenos de Santos Chocano le ofrecieron una comida a su honor hacia noviembre de 1928, en el restaurante del Cerro Santa Lucía (donde está la Terraza Caupolicán) que es comentada por Oreste Plath. En aquella ocasión, asistieron su secretario y escritor peruano Luis Bernisoni, el poeta Miguel "Miguelón" Fernández Solar y Alfredo Ríos Gallardo, este último gestor y organizador del encuentro.
Coincidió que la tensión entre Chile y Perú se había distendido enormemente tras el Tratado de 1929; además, Chocano se había distanciado ya del Presidente Leguía, que acabó siendo derrocado al año siguiente. Su relación con Chile fue mucho más grata y parecía estar empinándose a mejores prospectos económicos, entonces. De hecho, sintió en esta época una gran decepción sobre el camino que estaba tomando su patria con los gobiernos de Luis Sánchez Cerro y Óscar Benavides. Como defensor del Tratado Salomón-Lozano para solución de las cuestiones de Perú y Colombia, además, se declaró acérrimo opositor a la Guerra de 1933, publicando una crítica titulada "El escándalo de Leticia ante las conferencias de Río de Janeiro".
Entre sus grandes amigos en Chile, estaba también Oscar Lanas Barrios, seguramente compañero también de sus correrías bohemias. Cuando el chileno le mostró algunos de sus poemas inspirados en las mismas evocaciones reflejadas en su obra "Poemas del océano para gente de mar", Chocano lo elogió dedicándole los siguientes versos:
La América os saluda
porque hay en tu cantar,
de vigoroso atlante
la fuerza singular
Oscar:
Si mi voz es de los Andes
tuya es la voz del mar.
Chocano no lograba salir de sus necesidades financieras, sin embargo. Su estilo de vida y su tendencia a despilfarrar lo tenían en una permanente precariedad económica que intentó resolver apostando en la Bolsa de Valores. Inexperto y desconociendo las leyes de hierro del mercado, acabó arruinado otra vez y su situación se hizo peor, lapidando sin disfrute alguno sus escasos ahorros.
EL TESORO PERDIDO
Incapaz de lograr el éxito en el mundo real, Chocano comenzó a delirar con fábulas y fantasías de riqueza fácil, que acabarían echándole encima una curiosa maldición de muerte. No fue tanto para subsistir que se entregó a estos delirios, sino más bien para procurarse los lujos que siempre creyó merecer.
Adicto a visitar clarividentes y adivinos de todo tipo, Chocano fue informado por uno de ellos sobre la supuesta existencia de un tesoro guardado por los jesuitas en un subterráneo cerca del río Mapocho. Luis Alberto Sánchez detalla que sus codicias "le llevaron a consultar viejos infolios en busca de tesoros ocultos bien por los indios, para librarlos de los españoles, o bien por los jesuitas, cuando fueron expulsados en 1767, para librarlos de funcionarios reales". Coincidió que una ley autorizaba trabajos de excavaciones con los debidos permisos, en lugares que se presumiera la existencia de oro, plata o tesoros, siendo aparentemente esa la razón por la que también se realizaron algunas excavaciones en el Cerro Santa Lucía, según sabemos.
A todo esto, en Santiago Chocano había conocido a la bailarina sevillana de origen catalán Carmen Tórtola Valencia, que había venido a Chile por primera vez en 1917, con cerca de 35 años, y luego en 1929, cuando la edad ya no le permitía el lucimiento y espectacularidad de antes para sus presentaciones. Compartió con la bailarina los gustos obsesivos de ésta por las artes de adivinación: cartomancia, quiromancia, sortilegios, invocaciones. De hecho, ella misma era comparada con una zíngara por su puesta en escena profesional, sus creencias  y su propia personalidad; "gitana" y "reina pagana", en un verso que Carlos Casassus le dedicara tras su debut en Valparaíso.
Tórtola Valencia realizaba sesiones en su propia habitación del hotel, invitando amigos de confianza a estas reuniones. Cuenta Plath que, en estos encuentros, parecen haberse profundizado las obsesiones de Chocano con la existencia de un tesoro perdido en algún lugar de Santiago, además de hacerle un pronóstico escalofriante, anunciándole al poeta que iba a tener una muerte violenta... Y lamentablemente, sólo la peor de estas dos visiones se cumpliría.
Sucedió, así, que tras mucho perseguir pistas de aquellos secretos subterráneos, un señor llamado Carlos Martínez proporcionó a Chocano el plano con el derrotero señalando la ubicación del supuesto tesoro. Según la biografía de sus últimos años escrita por la propia Margarita Aguilar, Martínez había recibido el mapa de un tal Nicolás González, quien los había obtenido, a su vez, a través de un tío que trabajaba en la Municipalidad de Santiago. Convencido de que había dado por fin con un gran entierro de riquezas ocultas cerca de la orilla del río, Chocano comenzó a excavar ayudado de unos pocos asistentes. Años buscando derroteros y mapas de ilusorios tesoros parecían por fin llegar a un buen resultado. Se hizo de socios y comenzó esta nueva aventura ya en años de madurez de la vida, excavando en un sector ubicado al final de calle Miraflores o de 21 de Mayo, según las fuentes, junto al río.
El poeta había incorporado a un oscuro sujeto llamado Martín Bruce Padilla a su sociedad para buscar los tesoros sepultados. Las consecuencias de esta elección serían fatales para Chocano.
Al final de los trabajos, sin embargo, lo único que encontró en aquel intento fue una multa municipal por prolongar las excavaciones sin autorización... Además de la razón que lo llevaría a su muerte.
Traslado y funeral de Chocano en Lima, 1965. Fuente: diario "El Comercio".
LA EXTRAÑA MUERTE
El pánico de Chocano al número 13 vino a verse confirmado trágicamente, cuando la segunda predicción de Tórtola se cumplió.
La tarde del jueves 13 de diciembre de 1934, Chocano debía salir de casa y tomar el tranvía. Había pasado casi un mes después de recibir otro homenaje en el comedor del Cerro Santa Lucía, el 18 de noviembre, a la que asistieron diplomáticos, el Ministro de Educación, representantes de la Sociedad de Escritores de Chile y varias personas dispuestas en mesas de a diez asientos. Para más asombro, tres días antes de morir, había visitado a una tal madame Eriz, adivina que le advirtió, según Edwards Bello: "Veo que la muerte le ronda, o pasa cerca de usted".
Aquella noche, Chocano y Margarita se habían trasnochado de fiesta en casa de su amiga Lupita Martínez Serrano. En la mañana había escrito y despachado algunas cartas a amigos en el Uruguay; sin embargo, no se atrevió a anotar el 13 en la fecha, aterrado como siempre con su supersticioso temor, prefiriendo ponerles el día 14. Margarita recordaría que después almorzaron juntos, tras lo cual se tiró un rato en su cama, rodeado de distintos periódicos del mundo, mientras ella leía.
Chocano salió de su casa en barrio Ñuñoa hacia las 16:30 horas, pues tenía agendada una entrevista con el diplomático extraordinario de Colombia, señor Vargas Nariño, que venía en una misión especial para recompensar al peruano por sus servicios diplomáticos de paz. Chocano había pedido unas esmeraldas, para adosarlas a su corona de laureles de oro. Tomó, cerca de avenida Irarrázabal, el tranvía que, según la leyenda -y en otra ironía del destino- autores como Plath aseguran fue en uno de la Línea N° 13 del servicio de ferrocarril urbano: "Alameda-Plaza Ñuñoa", un servicio que partía desde la Plaza Argentina en Estación Central para seguir por Alameda, Vicuña Mackenna, Irarrázaval hasta Brown, con recorrido a la inversa de vuelta... Aunque ciertas fuentes dicen que habría sido en realidad el tranvía de la Línea N° 34 o un N° 23, la leyenda del carro con el "número peligroso" se cristalizó como aquel en que iba a ser tocado por el dedo de la muerte.
Sentado en un puesto lateral mirando por la ventanilla, había avanzado sólo unas cuadras en los tres o cuatro minutos que pasaron entre el momento en que lo había abordado y aquel en que se le arrebató la vida: fue allí, en el transporte, que un sujeto lo identificó y lo atacó fatalmente a puñaladas, por la espalda y en el corazón, arrebatándole la vida casi instantáneamente cerca de sus 60 años aquel día 13, y en un supuesto tranvía 13. Apenas pudo oponer una pequeña resistencia a su carnicero.... Y para más ironía del destino, habría llevado en el viaje un libro para esa misteriosa madame Eriz, la misma que había previsto su tragedia y con la que tenía otra cita para más tarde, según Edwards Bello.
Margarita, en tanto, había salido acompañada por su hijo, por la esposa del maestro Martínez Serrano y su hija Lupe, rumbo al Teatro Municipal. Chocano les había dado unas entradas para una obra. Sin embargo, antes de llegar a Pedro de Valdivia, fueron interceptados por carabineros a caballo para avisarle de la tragedia.
Pero no terminaban allí los símbolos fatídicos del poeta: su asesino era el mismísimo Martín Bruce Padilla, quien no escapó de la escena del crimen luego de que Chocano fuese llevado inútilmente a la Posta de Ñuñoa, quedándose entre el grupo de curiosos. Tras ser conducido a la 14ª Comisaría de Santiago en avenida Providencia, lo llevan al Juzgado del Crimen, frente al magistrado Rodolfo González. El asesino asegura allí, en su defensa, saber que Chocano escondía el secreto de un tesoro perdido y lo había traicionado tras pedirle su ayuda para buscarlo. Según Zora Carvajal, declaró a la prensa, en esa ocasión: "Ha ocurrido lo que tenía que pasar. Yo no soy un loco. Si hay justicia tendrán que absolverme". Sospechando que Chocano lo había apartado de las pretendidas ganancias cuando pudo hallar el tesoro o cuando se sintió más cerca de hacerlo, sintió palpitar su derecho a venganza y coincidió, por desgracia, que se encontraron en el tranvía.
El asesino fue juzgado como un esquizofrénico y paranoico, siendo recluido en un centro de atención psiquiátrica, donde falleció años más tarde, a inicios de los cincuenta. Y aunque era difícil imaginar que Chocano hubiese encontrado ese tesoro que sólo ayudó a aumentar su ruina económica, la trágica muerte aún es tomada por algunos como ejemplo de la maldición del mítico Subterráneo de los Jesuitas, con el que se presume vinculada la perdida fortuna que le quitó el sueño y, de manera indirecta, también la vida.
El cuerpo de Chocano fue  embalsamado por un Doctor Vidal, mientras que su colega Bon sacó un molde a su rostro. Fue sepultado en el Cementerio General con un multitudinario funeral. Su laurel de oro y la máscara hecha del molde de su rostro, quedarían en manos de la desconsolada Margarita.
Sólo en 1965 sus restos pudieron ser trasladados a Perú, recibiendo un gran funeral el 15 de mayo. Su tumba se encuentra en el Cementerio Presbítero Maestro de Lima. Está sepultado en posición vertical y en un foso de metro cuadrado, de acuerdo a instrucciones que había dado en uno de sus poemas titulado "Vida Náufraga", con sus versos finales inscritos en la misma lápida:
Este metro cuadrado que en la tierra he buscado,
vendrá tarde a ser mío. Muerto, al fin, lo tendré...
Yo no espero ya ahora más que un metro cuadrado
donde tengan un día que enterrarme de pie.
Luis Alberto Sánchez, escribió sobre las aventuras, andanzas y desgracias del Cantor de América en su obra "Aladino o vida y obra de José Santos Chocano", mientas que Fortunato Zora Carvajal hizo lo propio en "José Santos Chocano, poeta de América".

JOSÉ MIGUEL CARRERA Y SU VISIÓN NAVAL: UNA ESCUADRA CHILENA ANTERIOR A LA "PRIMERA" Y LA NEGACIÓN DE SU VALOR HISTÓRICO

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"La Primera Escuadra Nacional" (que no fue tan "primera"), zarpando en el conocido cuadro de Thomas Somerscales. Se observan los buques "San Martín", "Lautaro", "Araucano" y la "Chacabuco" (que sería el ex "Clifton" de Carrera).
Para algunos, se ha vuelto un cliché ya repetir que la historia no siempre es tan definitiva y categórica como el consenso lo establece. Sin embargo, fuera de enfoques revelacionistas o mesiánicos, hay ocasiones en que la sentencia aplica bastante bien, especialmente cuando están a la vista las razones para ponerla en duda y, sin embargo, pocos lo hacen.
La Armada de Chile se considera a sí misma fundada en 1817, en el Gobierno de don Bernardo O'Higgins Riquelme y con la preparación de la Primera Escuadra Nacional que, no mucho después, iba a zarpar mejorada y aumentada a Perú para librar la lucha que le daría la Independencia al ex Virreinato. o obstante, al revisar sus antecedentes, puede verificarse la existencia de unidades y de casos de oficialidad que se remontan al período de la Patria Vieja (1810-1814), de modo que estamos ante una inconsistencia cronológica que pocas veces es explicada.
La razón de este remolino nos parece sencilla: se ha pasado por alto, ya sea en forma inocente o ignominiosa, la importancia fundamental que tuvo el General José Miguel Carrera en el establecimiento de una fuerza de mar durante el proceso de Independencia de Chile y de América. No una, sino dos flotillas parecen ser el verdadero antecedente germinal de la Armada de Chile y de la Primera Escuadra Nacional, identificada con la muy posterior creada ya en la Patria Nueva.
Aquí expondremos alguna información relativa a esta curiosa e intrigante cuestión. Diríamos también, que sólo en tiempos recientes ha comenzado a ser tibiamente revisado este asunto por algunos de los profesionales de la historia, con un cambio de enfoque más que el aporte de conocimientos realmente nuevos o diferentes a los que han estados siempre disponibles.
EL CAPITÁN TORTEL Y LAS FECHAS QUE NO CALZAN
El marino de origen francés Juan José Tortel Maschet (1763-1842), es otro ilustre olvidado de la historia de Chile, a pesar de figurar como un antecedente y uno de los puntos de partida de la historia de la Marina de Guerra en Chile, pues fue designado Comandante interino de la misma en Valparaíso, el 15 de octubre de 1817, en la génesis de fuerza naval chilena de la Patria Nueva.
Hay algo que resulta extraño en la revisión de las fechas, sin embargo: a la sazón, Tortel ya era considerado en Chile el primer marino y primer Capitán de Puerto, con nombramiento oficial de una institución que, se supone, aún no nacía. Esto había tenido lugar el 14 de abril de 1814, como reconocimiento de la Junta de Gobierno a su compromiso y lealtad con la causa patriota en plena Patria Vieja, otorgándosele el grado de Teniente de Navío de la Marina de Chile.
¿Existía la institución como tal, entonces, si ya tenía a su primer oficial? ¿Cómo es posible que hallan claros antecedentes de que ya había un cuerpo institucional de la Marina de Guerra proveniente de plena Patria Vieja, si esa misma rama naval se estima fundada después de la Reconquista Española y de la decisiva Batalla de Chacabuco en 1817?
Cabe recordar que Chile casi no tenía comercio marítimo en 1810, al iniciarse su proceso emancipador. La falta de visión marítima se reflejaba en un plan de defensa presentado ese mismo año, que Donald E. Worcester describe en "El poder naval y la Independencia de Chile" como viciado "por una serie de conceptos erróneos"carentes de real visión estratégica sobre mares, islas y costas. Empero, de todos modos quedaría claro, a la larga, que la marina iba a ser un elemento de vital importancia para las guerras de Independencia, como lo observara con énfasis Luis Langlois en su "Influencia del poder naval en la historia de Chile, desde 1810 a 1910".
Don José Miguel Carrera, con su visión preclara y anticipadora, fue capaz de advertir temprano esta necesidad, como demostraremos.
Sucedió que, en 1813 y por una iniciativa del General Carrera, se había creado ya una Escuela de Pilotines destinada a formar a los primeros grumetes y oficiales navales chilenos, encargándole la tarea al mencionado Capitán Tortel, y a sus colegas Samuel Burr y a Monson. Actuaron bajo mando del Gobernador de Puerto de Valparaíso, Brigadier Francisco de la Lastra. También verán la luz en esos meses, las Ordenanzas de la Marina de Guerra y un Reglamento de Uniformes Navales, poniendo en relieve que la institución de la Armada de Chile, de alguna manera, ya existe de manera germinal en este prolífico periodo en que se cimentará también la identidad republicana.
Junto a estas provisiones, Carrera había hecho una urgente advertencia a la Junta Provisional de Gobierno: la amenaza de la  flota española a cargo del Brigadier Antonio Pareja, sólo podía ser respondida con una fuerza de mar propia para Chile. El territorio controlado por los patriotas, pues, estaba atrapado entre el Virreinato de Perú y las guarniciones realistas en Valdivia y Chiloé, por lo que resultaba fundamental para el proyecto libertario que estas últimas no fuesen abastecidas por los realistas desde el Callao, además de contrarrestar el peligro de los desembarcos enemigos en las costas y los bloqueos.
Esto sucedía antes de que Tortel debiese salir al exilio a Mendoza siquiera, con la derrota de los patriotas en Rancagua en octubre de 1814, período en que José de San Martín los designó instructor de artilleros. Sólo cuando el francés regresó a Chile ostentando aún su rango, recibió el mando de una flota compuesta por cuatro navíos: los navíos "Águila", "Araucano", "Rambler" y "María Isabel", en julio de 1817, destinados a evitar exitosamente los bloqueos a Valparaíso y Talcahuano. También asume como Gobernador Marítimo de Valparaíso y después como Comandante de la Marina.
Cuando el Almirante Lord Thomas Cochrane zarpó con la Expedición Libertadora del Perú el 20 de agosto de 1820, Tortel quedaría encargado de proteger el territorio Sur al mando de la corbeta "Chacabuco", especialmente en la proximidad de los bastiones enemigos en Valdivia y Chiloé. Veremos más abajo que esta nave provenía, precisamente, de una escuadra anterior a la que se considera tozudamente como la "primera".
Hoy, una comuna aisenina ubicada en la Provincia de Capitán Prat, recuerda con su nombre al marino francés Tortel.
Don José Miguel Carrera (1785-1821)
LA PRIMERA FLOTILLA DE 1813
La Junta comprendió la situación y, sin perder tiempo, decidió adquirir los dos primeros navíos de la historia de la Armada de Chile, por decreto del 22 de abril de 1813, encargándole las operaciones al propio Tortel, supervisadas por Lastra y de acuerdo a las instrucciones dejadas por Carrera. La Casa de Moneda de Santiago iba a confeccionar los proyectiles para sus cañones de ambos buques y la tripulación se hizo reclutando personal nacional y extranjero, en plazos exageradamente breves y con criterios de selección de personal cercanos a ser nulos.
Ya en ese mes de abril, además, comenzaba a tomar cuerpo una idea que muchos creen equivocadamente nacida recién en el exilio en Mendoza: la de llevar adelante una campaña conjunta entre Chile, Argentina y Perú, pretensión inconcebible sin una expectativa de establecer poderes navales.
Los dos navíos incorporados a la naciente fuerza de mar chilena eran:
  1. El bergantín "Potrillo", ex "USS Colt": fue un navío botado al agua en el año 1812, armado en los Estados Unidos, que desplazaba 260 toneladas. Por un mismo decreto, fue comprado y armado con 10 cañones cortos de 9 libras, 8 cañones largos de 12 libras, 2 cañones de 6 libras y 2 pedreros antiabordajes. Comprado en $16.000, al parecer fue cronológicamente el segundo en enarbolar bandera chilena. Tenía capacidades para una tripulación de 30 hombres, dos palos, mesana con vela cuadrada y trinquete con vela cangrejera. Podía desplazarse a vela y a remos, resultando bastante maniobrable. Habría sido el representante estadounidense en Chile y gran amigo de Carrera, Mr. Joel Roberts Poinsett, quien había sugerido esta adquisición.
  2. La fragata "Perla": segunda en llegar, fue una nave del año 1811, construida muy posiblemente en Baltimore, Estados Unidos, tomada por Chile en régimen de arriendo. Su armamento era de 2 cañones de 24 libras, 22 cañones de 12 libras. Fue armada contra reloj por Tortel y sus asistentes, y sus artillería había sido tomada de la corbeta portuguesa "San José de la Fama" que estaba en Valparaíso esperando una carga trigo cuando se le requisó dada la urgencia que se vivía, lo que significó un enfrentamiento diplomático con el Reino de Portugal velozmente resuelto con el pago de indemnizaciones a los afectados. Al parecer, fue la primera nave formalmente incorporada a la Marina de Guerra en Chile y también la primera con la bandera nacional, correspondiente al estandarte de la Patria Vieja.
Las Actas del Cabildo de Santiago del 5 de abril de 1813, redactadas a instancias de Carrera, habían pedido proponer al Gobernador de Valparaíso armar prontamente ambas naves "con el objeto de bloquear a Talcahuano para embarazar a nuestros enemigos los auxilios y refuerzos que le puedan mandar de Chiloé y Lima". La urgencia era hacer frente a la fragata "Warren", de tripulación norteamericana pero al servicio español con patente de corso, que bloqueaba el puerto de Valparaíso.
No estuvo exento de problemas el arribo de los navíos a puertos chilenos. Cuando el "Potrillo" apareció en Coquimbo, con bandera de los Estados Unidos, una fragata al servicio del virreinato peruano llamada "Bretaña" intuyó su objetivo y la persiguió hasta que recaló en La Herradura, acto que fue considerado un asunto agravioso y lindante en un incidente diplomático.
Entre los oficiales de su tripulación estaban Francisco Lastarria, José Rodríguez, el Padre Aymar, Vicente Guzmán, José Manuel Molina y Luis Ovalle. Muchos de los reclutados serían norteamericanos y trabajadores portuarios, incorporados con muy poca selectividad por los plazos que eligió el inexperto Lastra, como hemos dicho, algo que pesaría casi de inmediato: infelizmente, las dos naves que conformaron la primera flotilla de guerra chilena, fueron tomadas por traidores dirigidos por un italiano llamado Carlos Antonio Magi y puestas al servicio del enemigo, a poco de iniciar sus servicios en Valparaíso. Habían sido comprados por comerciantes españoles comprometidos en alma e intereses a la causa realista, logrando complicidad especialmente de los extranjeros y de un grupo de ex tripulantes portugueses del "San José de la Fama", que iniciaron el amotinamiento.
Así las cosas, la "Perla" se unió casi de inmediato a la fragata "Warren" que debía combatir en el puerto ese 2 de mayo de 1813, arriando bandera chilena y cambiándola por la española ante el asombro de todos los porteños que miraban desde los cerros expectantes del combate. Entre ambas, dispararon al "Potrillo" capturando la nave con Burr, su tripulación y todo. Seguidamente, las tres partieron hacia el Callao y fueron a parar a manos de los mismos corsarios españoles que bloqueaban Valparaíso. El escabroso acontecimiento es descrito con gran detalle por autores como Worcester.
Muchos de los detenidos en la calaverada fueron liberados gracias a una intervención del Capitán Monson en Lima, regresando a Chile en la nave "Hope".
Los patriotas vengaron la pérdida de manera curiosa: ese mismo mes, recuperaron Concepción y Talcahuano, capturando al buque-prisión realista "San José", pero escapándoseles el "Bretaña". Astutamente, dejaron izada la bandera española en el puerto y así, el 7 de junio, llegó confiada la fragata española "Thomas", que traía dinero y municiones para para las guarniciones, siendo capturada al día siguiente por lanchas cañoneras dirigidas por Ramón Freire y Nicolás García. Esto está bien descrito en el trabajo "Memoria sobre la primera Escuadra Nacional: leída en la sesión pública de la Universidad de Chile el 11 de octubre de 1846", de Antonio García Reyes. Empero, jamás se ha sabido con certeza qué pasó con ambas naves y por qué no aparecen después en la fuerza chilena.
Sí es un hecho que, en agosto, el "Protrillo" con bandera española inició una rebelión en Arauco, que hizo perder el control patriota de la zona; y para febrero del año siguiente, el buque participaba con la corbeta "Sebastiana" en el desembarco español en el mismo puerto, provocando así otro gran retroceso para los chilenos y una de las razones para justificar, más tarde, la firma del indecoroso Tratado de Lircay, no ratificado por el Virrey José Fernando de Abascal y al que los Carrera no tardaron en rebelarse. No hubo naves patriotas para hacerle frente a los realistas en todo este período en que siguieron escalando hacia el Norte, antes de derrotar a los patriotas en Rancagua a consecuencia de estos mismos retrocesos, como lo advierten autores como el Brigadier Cristián Soro Encalada en su artículo "José Miguel Carrera, príncipe de nuestro mar", de una edición de 2008 de la "Revista de Marina" de Chile.
De estas urgencias y traspiés se explicaba también la mencionada designación de Tortel como oficial de la Marina de Guerra, por Lastra: el francés actuó como primer corsario de Chile contra las fuerzas españolas durante ese año de 1814, ostentando su condición de primer oficial de la Marina de Guerra. Para estas acciones, dispuso y armó dos goletas de su propiedad para incorporarlas en la causa independentista: la "Mercedes" y el "Poción", con la que defendió Valparaíso.
Por su lado, desde marzo de 1813 el Capitán de Navío David Porter cumplía órdenes de su patria por aguas del Pacífico, en la fragata estadounidense "Essex", para dar captura a las unidades balleneras británicas que operaban en estas regiones, capturando de paso algunos buques de piratas peruanos. Gran Bretaña reaccionó enviando a Valparaíso una flota de guerra, que hizo caer al "Essex" en marzo de 1814.
Tras ser utilizados como naves de control y abastecimiento durante todo el tiempo de la Reconquista, la "Perla" y el "Potrillo" serían recuperados por los patriotas, al volver del exilio en Mendoza. La "Perla" cayó el 8 de octubre de 1817, atrapada por la Marina de Guerra cerca de Valparaíso justo cuando llevaba abastecimientos para los fuertes realistas de Valdivia y Chiloé. Los españoles habían reforzado sus cañones, pero el estado de su casco era tal que no se la volvió a utilizar hasta 1820, cuando cumplió servicios de transporte al mando de Guillermo Simpson, en flota de la Expedición Libertadora del Perú.
El "Potrillo", por su parte, fue recuperado el 20 de enero de 1820 por la fragata "O'Higgins" en Corral, por acción del mismo Lord Cochrane, justo cuando transportaba sueldos y víveres para la guarnición enemiga en Valdivia. Había sido armado con 18 cañones por los realistas, y ahora los patriotas lo usarían como buque de enlace y luego también transporte en la expedición a Perú, al mando de Eduardo Brown. Tras estos servicios, regresó a Valparaíso, donde fue desarmado y vendido a la Marina Mercante, perdiéndosele desde allí la huella.
Bajo el seudónimo Nautilus, el oficial de la Armada de Chile don Carlos MacKenney, comentaba en su "Episodios Navales Chilenos" sobre estos dos históricos y pioneros navíos chilenos: "Ésa fue nuestra primera fuerza naval, al mando del Comandante chileno Vicente Barba; naciente flotilla al tope de cuyos mástiles flameaban el tricolor azul, blanco y amarillo de la Patria Vieja".
LA EXPEDICIÓN NAVAL DE BROWN
A la sazón, no marchaba bien la causa emancipadora americana: en el breve tiempo transcurrido entre 1814 a 1816, América Latina no vio más que retrocesos en la lucha por la Independencia, con la derrota chilena de Rancagua, el aplastamiento del intento de rebelión del Cuzco, la expulsión del ejército argentino en Alto Perú, la captura y ejecución de José María Morelos en México, el exilio de Simón Bolívar y la destrucción de la Segunda República de Venezuela. Necesariamente debían incorporarse nuevas instancias de lucha a la cruzada continental.
Después de su ruptura total con O'Higgins tras el Desastre de Rancagua de octubre de 1814, y viéndose en Mendoza apartado por José de San Martín y los demás lautarinos de la causa patriota, hay un momento en el que Carrera comienza a forjar para sí la idea de que debía tomarse un camino diferente en la urgencia de asegurar el futuro de la Independencia, priorizando el mar. Los hechos históricos demostrarían que éste era el enfoque correcto.
Los hermanos Carrera marcharon con un grupo de leales exiliados hasta Buenos Aires. Allá, sin embargo, la presencia de don José Miguel no fue vista de mejor manera. Las redes de la Logia de los Caballeros Racionales de Cádiz, o Lautaro, llegaban a todas partes. Halló apoyo amistoso de marinos extranjeros, principalmente ingleses e irlandeses que lograron obtener patentes de corso del gobierno argentino y del mismo Carrera, pues aún mantenía el título de Gobernante de Chile en exilio. También lo acompañaban algunos amigos partidarios de su liderazgo.
Entre junio y noviembre de 1815, se planifica la célebre expedición compuesta por extranjeros, británicos en su mayoría, y algunos y chilenos y carrerinos, todos al mando del entonces Coronel de Marina don Guillermo Brown.  Su objetivo era hostilizar a los realistas en el Pacífico y liberar a los prisioneros chilenos recluidos en Juan Fernández. No hay plena certeza de que Carrera participara de la gestación de este plan, pero sí está confirmada la actuación de chilenos afines a su persona. Cuatro eran los buques de esta aventura:
  1. La goleta queche "Constitución" (conocida también como el "Uribe"), armada por el presbítero chileno Julián Uribe y con grandes sacrificios personales, tripulada principalmente por amigos suyos, al mando de Oliver Russell.
  2. La fragata "Hércules", antes buque insignia de Brown y cedido a él por el gobierno argentino en reconocimiento a sus servicios en la campaña del estuario.
  3. El bergantín "Trinidad" (a veces nombrado como el "Santísima Trinidad"), que quedó al mando de Miguel Brown, hermano del almirante.
  4. El bergantín "Halcón", al mando de Hipólito Bouchard.
Contadas veces se destaca la participación chilena y carrerina en esta expedición, en las fuerzas de desembarco de la misma, especialmente en el caso del "Halcón". Esta infantería estaba comandada también por chilenos: Manuel García, Pablo Vargas y Ramón Freire. Además, entre los guardiamarinas iba Juan José Fontecilla, el hermano menor de Mercedes Fontecilla y cuñado de José Miguel Carrera. Todos los navíos llevaban la bandera argentina, salvo la "Constitución", cuya tripulación era casi completamente chilena: no usaba la enseña carrerina, sino una bandera negra, alusiva a la guerra a muerte. Para interés de los indagadores, detalles interesantes de los hombres a bordo del "Constitución" los aportan investigadores como el guardiamarina e historiador argentino Luis Fernando Furlán, en un artículo titulado "Preparativos navales y de corso chilenos en Buenos Aires", publicada por la "Revista de Marina" de Chile en 2004.
Y aunque esta aventura de la historia argentina es presentada tradicionalmente como una hazaña a nombre de Buenos Aires, por la presencia de su bandera recorriendo las aguas del Pacífico y bloqueando a los realistas, cabe señalar que sólo un ciudadano platense formaba parte en la planta de este equipo de intrépidos: un joven de apellido Esponda.
La expedición contuvo el aire al pasar por el Cabo de Hornos, enfrentando una terrible tormenta. Cuando llegaron a Isla Mocha, sin embargo, descubrieron que la "Constitución" no los había alcanzado: desapareció en la bravura de las aguas australes, con el gran patriota el Padre Uribe ahora convertido en mártir de la lucha. Para peor, los españoles se enteraron del paso de estas naves y el Gobernador Casimiro Marcó del Pont reforzó la defensa de costas frustrando el deseo patriota de hacer un ataque sorpresa. También intentó dotar de capacidad de fuego a los barcos de la marina mercante para enfrentar a Brown, aunque con escasa respuesta.
La flota marchó al Callao, dando captura a la nave española "Gobernadora", el 11 de enero de 1816. Ese mismo mes abrió fuego sobre la ciudad y sus buques, sin recibir demasiado de vuelta pues se habían retirado cañones de defensa para artillar los navíos. Brown pudo apoderarse así de la fragata "Consecuencia", con una valiosa carga traída desde Cádiz.
Iba en la nave capturada el Gobernador de Guayaquil, quien informó a los corsarios patriotas sobre las capacidad defensiva del golfo ecuatoriano, tentándose estos en poner proa hacia este destino para atacarlo levantando el bloqueo del Callao. Empero, la decisión fue un desastre y casi le cuesta la carrera al exitoso Brown, pues el "Trinidad" acabó encallado, viéndose obligado a la rendición. Sin embargo, su tripulación negoció con los realistas el intercambio de prisioneros que traían, quedando Brown libre, además de pagarse un rescate por la "Gobernadora" y la "Candelaria", reteniendo los dos barcos que quedaban de la flota original más la "Andaluz", una goleta que se les había sumado.
Otro efecto de la expedición de Brown fue de orden comercial, pues, cuando se supo de su llegada al Pacífico, la actividad de la marina mercante fue restringida, tanto así que, en Valparaíso, se negaron salida a 19 buques, provocando una reacción de los diputados realistas chilenos donde reclamaban por "los males que esta clase de aventuras causan". Esto generó una gran cantidad de comercio ilegal, especialmente a Chiloé.
Para resguardar sus intereses, además, los realistas habían enviado a Valparaíso los buques "Potrillo" -aún en sus manos- y la "Venganza", en diciembre de 1816. Su temor no era sólo la posibilidad de la llegada de una expedición de tierra, por el lado de la cordillera y desde Argentina, sino una que atacara por las costas, como lo había demostrado en gran medida esta expedición. Incluso Marcó del Pont estaba alerta ante falsas noticias hechas correr por San Martín para causar confusión entre los hispanos, sobre el zarpe de supuestas flotas desde Buenos Aires para atacar Talcahuano y San Vicente.
Un bergantín y una fragata, del siglo XIX.
VIAJE DE CARRERA A ESTADOS UNIDOS
Convencido así de que la garantía de triunfo estaba en el mar, gracias a experiencias como la de Brown (con quien siguió en contacto), Carrera comienza a planificar la formación de una flota chilena, para lo cual su esposa empeñará sus joyas obteniendo por ellas $700 pesos.
Parte embarcado desde Buenos Aires el 9 de noviembre de 1816, rumbo a Estados Unidos, llevando en su equipaje un documento de la Junta de Gobierno de Chile (en exilio), y otro de la Gobernación de Buenos Aires, en los que se le reconocía como plenipotenciario destinado a obtener recursos y financiamiento para la lucha emancipadora.
Llega al puerto de Annapolis el 17 de enero de 1817, en pleno invierno boreal y con las aguas escarchadas en el muelle. Al desembarcar, escribe a su amigo el Cónsul Poinsett y al distinguido Comodoro David Porter, de quienes recibirá asistencia en estos primeros días, además de ser presentado a importantes autoridades políticas norteamericanas, exiliados de las guerras napoleónicas y altos personeros de la masonería. Porter era oficial y héroe de la marina, ocupando el cargo de Ministerio de Marina en Washington.
En su diario de viaje va anotando toda esta odisea de casi un año en los Estados Unidos, que el aventurero creía capaz de resolver en sólo siete meses al momento iniciarla, según las cartas que envía a Brown. Durante su ausencia nacerá la segunda de sus cuatro hijos, de hecho.
Va aprendiendo el idioma inglés sobre la marcha, y haciéndose nuevas amistades. Recorre puertos y ciudades como New York, Washington, Huntington, Philadelfia, Baltimore, Boston; indaga sobre el sistema federal, sobre las maestranzas y fábricas de armamentos, sobre valores de navíos que aparecen a la venta y los créditos bancarios. También colabora en diferentes diarios, ganando simpatías entre veteranos y militares europeos que se ofrecen acompañarlo en el esfuerzo de ir por la liberación de Chile. Lo mismo sucede con jóvenes recién salidos de la Academia Naval de West Point, de quienes recibe aliento, más no compromisos de apoyo.
Incluso es invitado por José Bonaparte a su proyecto de armar una flota para liberar a Napoleón en la isla de Santa Elena, pero Carrera sigue distraído en su misión. El ex rey le presenta también al Mariscal Grouchy y a los generales Clauzel y Brayer del ejército napoleónico. Carrera le escribe a Grouchy, el 28 de agosto, revelando cierta simpatía en estos asuntos, que el prócer quería usar para intentar reclutarlo en su cruzada:
"Yo ruego a Ud. darme la satisfacción de verlo aquí cuanto antes, para que perfeccione la obra que sólo Ud. ha podido hacer. Casi afirmo que Ud. va a dar la libertad a nuestro Chile. En este momento me estoy alegrando de la emigración de mi mariscal. Sin él, yo perdía todas mis esperanzas. Estoy cierto de que Ud. sabrá dispensarme la continuación de mis súplicas. No puedo contener mis sentimientos en favor del suelo que nací; no pararé hasta dejarlo libre de la dominación borbónica".
Grouchy le respondía el 6 de septiembre, con el seudónimo de Edmundo Green, excusándose de participar en semejante apuesta:
"Yo no iré a Baltimore sino después que la expedición de (Francisco Javier) Mina haya partido. No quiero que los agentes de los borbones en este país, hagan a sus amos acusaciones en mi contra por haber tomado parte en asuntos que no conozco. No iría sino en caso de que las promesas de Mr. Suith no se realizaran, a fin de determinarlo, por la influencia que puede tener sobre él, mi opinión sobre el éxito de una empresa dirigida por vos, a secundaros con todos sus medios.
Adiós querido carrera, escribidme con puntualidad, y contad sobre los sentimientos de particular aprecio y amistad sincera que me habéis inspirado".
Conoce también al ex presidente de la Unión Mr. Aaron Burr; hace amistad con Thurlow Weed y Baptist Irving, editor del periódico "The Columbian", y los oficiales de Marina David Jewett y H. Kennedy; también con el almirante británico Cockburn, y los generales norteamericanos Ripley y Miller. En New York conoce al gobernador electo Witt Clinton, y en Washington se reúne con el alcalde James Blake.
Sus esfuerzos fueron tales que llegó a entrevistarse con el propio Presidente James Madison el 26 de enero de 1816, gracias a la intermediación de Porter, aunque su ayuda no pudo ser abierta por estar Washington intentando la compra de la península de Florida a España. También se entrevistará con el Secretario de Estado, Mr. James Monroe, futuro Presidente.
Sin embargo, para mediados de 1816 aún no obtenía más que promesas, incluso de prestamistas con los que entró en contacto gracias a Poinsett, como unos de apellidos Asthor y Forbes, quienes estuvieron al borde de financiar su empresa antes de apartarse y desconocer súbitamente estos asuntos.
LA ESCUADRA DE CARRERA DE 1816-1817
En estas andanzas, su amigo John Randall Shaw lo invita a militar en la Logia Masónica San Juan, abriéndosele enormes puertas para su proyecto entre los contactos que logra hacerse al seno de la sociedad. Ese día, anota en su diario:
"Sábado 24, a las 7 de la noche he sido recibido en la Logia San Juan N. 1. Mi padrino Mr. Shaw me ha dado el tercer grado. Dejé mi nombre de mi puño y letra en el libro".
En este ambiente, conoce al acaudalado empresario y cronista John Stuart Skinner, propietario de periódicos y director del Servicio de Correos de Baltimore. Luego de escuchar atentamente las intenciones de Carrera, accedió a prestarle U$4.000 con interés del ciento por ciento, para financiar el proyecto que le habían negado los prestamistas cuando tenía el contrato ya casi firmado. El dinero parecía caerle del cielo, pudiendo contratar con ello a varios oficiales desplazados de las guerras europeas y a 19 artesanos que incorporaría a su plan. Madison también lo habría ayudado discretamente en esta operación, bajo cuerdas y para no afectar las relaciones con España.
Por fin llega a un acuerdo con la compañía D'Arcy & Didier de Baltimore. Don Benjamín Vicuña Mackenna aporta detalles de este negocio en su obra "El Ostracismo de los Carrera": después de pactar las condiciones en que sería equipado el primer navío, viaja a New York con la intención de organizar la expedición militar y el personal necesarios.
Enterado de la feliz marcha del proyecto, el ministro Porter no duda en enviar sus felicitaciones a Carrera, escribiéndole estas sorprendentes y reveladoras líneas, el 13 de septiembre, que podrían estar entre las primeras declaraciones de los Estados Unidos reconociendo la independencia de las naciones de Iberoamérica:
"Espero ardientemente que en pocos años verá Ud. su patria tan libre como la nuestra. Ud. tiene nuestros más cordiales deseos en su favor, y nuestro auxilio en cuanto lo conciente nuestra posición neutral. No somos tan pasivos como pudiera creerse de vuestras operaciones, y seremos los primeros en reconocer la independencia de la América Meridional cuando ella asuma por sí misma su carácter de nación. Espero que la reunión del Congreso conseguirá estos resultados y el gobierno regular y respetable  que él establezca bastará para unir todos los partidos y concluir las disensiones.
Hasta aquí no hemos podido determinar hasta dónde debíamos considerar establecido el Gobierno Supremo de la América del Sur, si de Caracas, Cartagena, Montevideo o Buenos Aires. Varios agentes nos han sido enviados, pero pronto hemos descubierto que son los emisarios de un partido y no de los gobiernos. Los esfuerzos que en el día se hacen proporcionarán al fin esa unión y mutua inteligencia tan largo tiempo necesaria para vuestra pronta emancipación, y el elevado carácter de las personas que promueven estas empresas, nos da a conocer que están destinadas a más altos fines que aquellos que hasta aquí han sido dirigidos con el exclusivo objeto de una utilidad mercantil".
Así, después de haber llegado sin recursos, sin saber el idioma y apoyando sus promesas y compromisos sólo por su palabra, en once meses Carrera ha logrado armar una flota de guerra compuesta por los siguientes navíos con perfecta capacidad para hacer frente a los buques del Virreinato:
  1. La corbeta "Clifton",  de 490 toneladas y 28 cañones, contratada a la firma D'Arcy & Didier de Baltimore por escritura del 23 de noviembre de 1816. Fue armada por su cuenta y era su buque favorito, teniendo la intención de llamarle "Araucana", aunque veremos que fue rebautizado después como "Chacabuco".
  2. El bergantín "Savage", contratado por el mismo acuerdo del "Clifton" a la D'Arcy & Didier.
  3. La goleta o escuna "Davei", a veces llamada "Davy" en algunas fuentes. Pertenecía a la D'Arcy & Didier.
  4. La corbeta "Regent", también de la D'Arcy & Didier.
  5. La fragata "General Scott", el buque más poderoso del grupo, de 660 toneladas y 35 cañones, ofrecido por la Huguet & Tom de New York poco después del contrato de las cuatro naves anteriores.
El señalado contrato con D'Arcy & Didier, indicaba en su texto:
"Todas las operaciones militares de la Clifton sobre la costa de Chile deben ser dirigidas por mí y con la bandera chilena. Los 80.000 pesos pagados por la Clifton es entendido en el caso de que algún accidente retrase el envío de las cuentas pero mi obligación es pagar un ciento por ciento sin incluir los gastos de su tripulación.
En caso de que el Savage no pase en compañía de la Clifton a la costa de Chile, se me darán mil o dos mil fusiles más, las seis piezas de artillería volante, pólvora y plomo con las correspondientes cartucheras para fusiles".
Otro contrato fue celebrado por Carrera con la compañía Durand, para proveer a la flota de una gran cantidad de elementos entre los que se cuentan 3.000 fusiles con bayoneta, 1.000 sables, 1.000 pares de pistolas, además de municiones, proyectiles, pólvora, tercerolas, libros (de aritmética, geometría, geografía y matemáticas), instrumentos náuticos o meteorológicos, instrumentos musicales, artículos de escritorio, papelería y una imprenta de seis prensas. La mayor parte de este cargamento iría en el "Clifton" y el "Savage".
Corbeta de guerra británica "Thetis", gemela del "Clifton" (luego "Chacabuco") y la "Independencia". Grabado basado en un dibujo de E. W. Cooke, Londres, 1828. Fuente imagen: "Nace la marina de Chile... 1817-1818", de Javier Vargas Guarategua ("Revista de Marina" N° 129, octubre de 2012).
CON BANDERA CHILENA
Innecesariamente leal aún al gobierno Buenos Aires, que le había dado la espalda y maltratado, el 26 de octubre en los preparativos de la expedición, Carrera había escrito desde Baltimore una carta Director Supremo de las Provincias Unidas de la Plata y a la sazón jefe de la Logia Lautarina, Juan Martín de Pueyrredón (a quien no conocía aún personalmente), anunciando su zarpe y sus intenciones:
"Casi en los momentos de dar la vela para volver a mi patria, se me presenta la oportunidad de comunicar a V. E. de mi comisión en estos Estados. El sobrecargo del bergantín conductor de ésta, impondrá a V. E. detenidamente de mis determinaciones. Ojalá que corresponda el éxito a mis deseos! El exaltado patriotismo con el que un digno americano mira los progresos de esas provincias, hace que salga un costoso cargamento de elegidas armas para que, burlando la vigilancia de los enemigos que se cree bloquean aquella costa, arribe al río de la Plata con tan útil auxilio. Diariamente hace sacrificios dirigidos al mismo fin. Muy pronto conocerá V. E. que los sudamericanos le somos deudores de una eterna gratitud. Basta esta ingenua exposición para quedar seguros del interés con que V. E. se dignará mirar el buen resultado de sus especulaciones. Las dificultades que ofrecerán los portugueses en la comunicación, si es que atacan ese país, y la prontitud con que espero tener la satisfacción de recibir personalmente órdenes de V. E., me obligan a reservar por ahora, algunas noticias interesantes. Sin embargo, bajo de clave, digo algo a mi hermano Luis, quien instruirá a V. E.".
Ese mismo día, redacta también una interesante carta a su hermana Javiera, que su tataranieta Paulina Irarrázaval de Cox reveló a Fernando Campos Harriet para que la transcribiera en su biografía de Carrera:
"Existo aunque no con todas las satisfacciones que creerás. Será muy grande la que espero al ver realizado mi plan, y mayor si corresponden los resultados. Soy buen chileno, buen hermano, buen amigo y muy sensible a... Luego voy a tener el gusto de verlos; quizá llega el tiempo en que pueda serles útil".
Repasando su acuerdo de responsabilidades para dirigir la escuadra del 23 de noviembre, Vicuña Mackenna sintetiza así los puntos que Carrera ha establecido:
"1°. La escuadrilla estaba a las órdenes absolutas de Carrera, y todas las operaciones militares se ejecutarían bajo su inmediata dirección y con el pabellón de Chile;
2°. La escuadrilla era libre de entrar a cualquier puerto que Carrera designara;
3°. Ninguno de los buques podría hacer presas sin órdenes de Carrera;
4°. En caso de ataque por cualquier bandera, la escuadrilla se defendería militarmente;
5°. Carrera se comprometía a pagar sólo el 100 por 100 de todos los valores primitivos que le eran confiados".
Preparado para salir desde el 25 de noviembre, Carrera zarpa el 4 de diciembre de 1816 desde la Bahía de Chesapeake a bordo del "Clifton", seguido después por el "Davey" y, un mes más tarde, por el "Savage", mientras se esperaba que estuviesen listos el "Regent", que debía llegar hacia inicios de febrero (se hallaba en un viaje de rutina en Europa) y el "General Scott", que iba a ser el último en ser despachado.
Bajo el pabellón de la Patria Vieja, le acompañan 30 oficiales americanos, franceses e ingleses, entre ellos el general italiano Giusseppe Rondizzoni y el general francés Jorge Beauchef, que jamás se apartarían del compromiso con Chile ni de la causa republicana. El General Miguel Brayer lidera a los oficiales a bordo. Vienen también el comandante de escuadrón e ingeniero Alberto Bacler D'Albe, Caballero de la Legión de Honor, al igual que el teniente Widt. La lista de personajes a bordo del "Clifton" la publican, entre otros,  Diego Barros Arana en nota a pie de página de su "Historia General de Chile", y documentos más modernos como el artículo de Campos Harriet, por si quiere ser conocida con más detención. Como las instrucciones y órdenes se impartían en castellano, se armaron también cuatro grupos de aprendizaje a cargo de Mariano Benavente, los capitanes Peña y Jordán, y el propio Carrera.
Aunque algunas opiniones ponen en duda que estos navíos hayan enarbolado la misma bandera chilena que había sido diseñada y presentada por Carrera en 1812, hay fundadas razones para dar por hecho que así fue, alguna vez comentadas por los fallecidos investigadores carrerinos Benjamín González Carrera y Emilio Alemparte Pino, entre otros, luego de estudiar documentación relativa al caso.
Una de las principales sería el razonable interés de Estados Unidos de no aparecer comprometiendo su bandera en la causa emancipadora contra el Imperio Español: faltaban, pues, siete años para que Estados Unidos proclamara su célebre Doctrina Monroe resumida en la frase "América para los americanos", contra la intervención de países europeos en el Nuevo Continente, aunque a la larga acabó siendo motivo de rupturas y desconfianzas de toda Iberoamérica para con el intervencionismo de Washington y su "selectividad" frente a qué agresiones europeas reaccionar y cuáles no. Sin embargo, es un hecho admitido por el propio Carrera en su posterior testamento de Montevideo, que el gobierno de los Estados Unidos le tendió de alguna manera la mano en este proyecto.
También es de la idea de que la flota iba con bandera chilena, la autora argentina Beatriz Bragoni. Lo manifiesta en un reciente trabajo titulado "José Miguel Carrera. Un revolucionario chileno en el Río de la Plata", afirmando que navegaban bajo "el pabellón tricolor que había enarbolado en Santiago durante la celebración del aniversario de la independencia de las colonias inglesas en 1812".
No nos parece pertinente la opinión de que no puede ser considerada una flota chilena por la escasez de miembros de esta nacionalidad: bajo ese concepto, la revisada expedición de Brown no tendría ninguna relación con la historia naval argentina, como oficialmente es tomada, siendo incluso más asociable a Chile por el origen de algunos de sus principales hombres. No es el caso, por supuesto.
Por las descritas razones, compartimos la conclusión de que ésta fue la verdadera Primera Escuadra Chilena; o acaso la segunda si nos ponemos más flexibles y aceptamos contar la flotilla del "Potrillo" y la "Perla", que preferiríamos considerar sólo como antecedente, dado su pequeño número de unidades.
A diferencia de lo que el consenso asegura sobre la flota que se armó en la Patria Nueva señalándola como la primera, entonces, la escuadra de Carrera sería la dignísima merecedora de tal título, aunque la razón por la que suele negarse este hecho no se encuentra tan oculta, según veremos.
LOGIA LAUTARO PREPARA EL GOLPE
Mientras aún navegaba el "Clifton" sucedió que, recibida la carta de Carrera por el Gobierno de Buenos Aires, la alertas se prendieron de inmediato entre los lautarinos y en el propio Pueyrredón: veían una clara amenaza para el proyecto de acaparar la liberación de Chile y Perú que estaban llevando adelante en esos mismos momentos con la sumisión de O'Higgins. El regreso de Carrera a Chile y con semejante equipo, no estaba considerado ni debía ser posible.
San Martín, en tanto, también se había enterado del logro del chileno gracias al guerrillero Manuel Rodríguez, por lo que dirigió un oficio a Pueyrredón solicitándole impedir que los Carrera retornaran a Chile, a lo que el Director Supremo del Plata le respondió que esa decisión ya había sido tomada:
"Aún antes de recibir el oficio de V. E. de 15 del pasado sobre el embarazo que debe producirle la presencia de los Carrera en Chile durante sus operaciones militares, tenía resuelto del Director Supremo no se permitiese de modo alguno la traslación de estos individuos a aquel reino".
Luego, en carta reservada, continúa discurriendo sobre su pensamiento y sus preparativos para enfrentar la situación:
"Para asegurare de toda responsabilidad en el intento de Ud. de alejar a los Carrera, será de suma importancia que Ud. acumule materias y me los remita en términos que justifiquen mi conducta. Mientras yo mande, no se acercarán a Mendoza".
El destino de Chile, pues, estaba secuestrado ya en las manos de la Logia, bajo el disfraz de una asistencia militar para la liberación del yugo hispánico, como ha pasado a la historia.
Por otro lado, la idea de un Chile erigiéndose como potencia de las nuevas repúblicas, haría naufragar las tentaciones de establecer un gobierno tripartito en los países en conflicto con España, incluso con controvertidas seducciones por establecer monarquías localistas uniendo Argentina, Chile y Perú. Así, el asesor de San Martín y Ministro de Guerra de Pueyrredón, el General Juan Florencio Terrada (mismo que había intentado intrometerse en las cuestiones de Chile durante toda la Patria Vieja), alerta a O'Higgins escribiéndole el 17 de enero de 1817, al mismo tiempo que informaba de la "autorización" de Buenos Aires (!) para su nombramiento como Director Supremo de Chile, si todo marchaba como San Martín esperaba:
"Carrera viene en una fragata norteamericana: vaya esta noticia para que no todo sea alegría; mucho siento este accidente, por lo que pueda influir en el desorden de su hermoso país".
Don Bernardo, lejos de sentir herida su conocida soberbia ante el hecho de que tuviese que pasar por Buenos Aires el permiso para ser Director Supremo de su propia patria, o que se impidiese llegar hasta ella un enorme refuerzo marítimo como el que traía Carrera, responde el 28 de enero desde el Paso los Patos en la cordillera, en los siguientes términos donde se desentiende también de su responsabilidad en el Desastre de Rancagua que puso fin a la Patria Vieja:
"En el conocimiento de la invariable opinión que Ud. siempre ha sostenido sobre que la pérdida de Chile fue debida a la ignorancia y debilidad, o a la corrupción y traición de los que lo gobernaron desde septiembre de 1810 hasta el mismo mes de 1814, y conociendo igualmente la opinión que el calor de su amistad le ha conducido a formar de mi carácter, no me sorprende que haya influido a fin de que luego que pise el territorio de Chile sea yo nombrado presidente de él, con entera y absoluta independencia de ese gobierno. Los fundamentos sobre que su gobierno ha decidido sobe esta materia reflejan tanto en su honor como en el mío. La llegada de Carrera en estos críticos momentos es una circunstancia que no puede halagar a Ud. como a ningún patriota recto y juicioso que esté bien impuesto de su conducta en Chile. No obstante, si la Divina Providencia fuese servida de coronar al ejército libertador con la victoria, las maquinaciones de ese hombre miserable no puede injuriar mucho en un país donde es tan bien conocido, y por cuya traición el pueblo chileno ha sufrido más de dos años la opresión española y a que exclusivamente se deben atribuir sus humillaciones".
A todo esto, antes de llegar a Buenos Aires, Carrera que ya había sido advertido de la salida del Ejército Libertador por la cordillera gracias a un barco inglés con el que se encontró en la ruta. Traía sus propias sospechas y dudas de lo que podía suceder en el puerto.
Salón de la Cámara de Diputados del ex Congreso. La Escuadra Nacional con bandera de la Patria Nueva, en la pintura “Partida de la Expedición Libertadora del Perú”, de Thomas Somerscales.
LLEGADA DE LA FLOTA A BUENOS AIRES
Hay fragmentos de información interesantísimos sobre el episodio que estaba por comenzar, dispersos por algunos trabajos como el de Vicuña Mackenna, Barros Arana o los de Manuel Reyno Gutiérrez sobre la biografía del prócer. Podemos encontrar uno de los pocos casos en que han sido reunidos, en la clase magistral "Carrera y el Mar", dada por Ana María Ried U. y Rodolfo Schmidlin, ambos del Instituto Histórico José Miguel Carrera, en un encuentro de la Universidad de las Américas durante 2015.
Sucedería que, ni bien tocó puerto con el "Clifton" en Buenos Aires, el 5 de febrero de 1817 (8, según otras fuentes), las veladas hostilidades devenidas después en ultrajes no se hicieron esperar. Sin embargo, parece que algo intuía el prócer, llevándolo a desconfiar de Pueyrredón en último minuto, quizás recordando sus malas experiencias en Buenos Aires: en lugar de anclar, tuvo la precaución de hacerlo en Ensenada, más al oriente del puerto principal, dejando al "Clifton" a cargo del capitán Davey y del General Brayer. Don José Miguel partió, entonces, a reunirse con sus hermanos en la casa de doña Javiera, en Buenos Aires, donde vivía sin holguras y con bastantes limitaciones.
Reunidos por primera vez en sus vidas hacia el día 10, Pueyrredón intentó retener a Carrera tanto como fuera posible, para evitar que viajara mientras no culminara la campaña en Chile. Probó primero intentando adularlo, y después dilatando su permanencia. Hasta cargos le ofreció durante esas reuniones, a los que su invitado se opuso, justo cuando la "Davei" ya estaba llegado a puerto a reunirse con el "Clifton".
La noticia del arribo de la "Davei" obligó al Director Supremo de Buenos Aires a comenzar a quitarse la careta de anfitrión. Tiempo después, en su "Manifiesto a los pueblos de Chile" (marzo de 1818), Carrera comenta algo más extenso sobre su respuesta a Pueyrredón y estos tensos días retenido en Buenos Aires.
También escribirá Carrera al propio Pueyrredón, luego de enterarse de la victoria de Chacabuco ocurrida justo cuando su flota no terminaba de arribar completa en Buenos Aires:
"En vista de la gloriosa acción de Chacabuco, cambian las circunstancias pero no la absoluta necesidad de dominar el Pacífico. Adjunto a Usted la fuerza total de los buques, así como las armas y relación de los oficiales y artesanos".
Sin embargo, como sentenciara Reyno Gutiérrez: "Por mucho que fueran los deseos de don José Miguel Carrera de colaborar, el odio que su actitud sembró en el corazón de O'Higgins y sus partidarios le cerraba el paso a un entendimiento"... El encono de la Logia Lautarina casi completa, agregaríamos por nuestra parte.
Algunos autores argentinos hablan de una misteriosa "sociedad" formada por O'Higgins y San Martín para adquirir naves y pertrechos para la Marina de Guerra, que podrían coincidir con éstas que iban a ser vilmente usurpadas a Carrera. Lo cierto es que poco antes de tomar su dura decisión contra los Carrera, Pueyrredón le escribe a San Martín el 8 de marzo, incluso pidiendo una pensión de 3.000 pesos anuales para él, tal vez compadecido del daño que le había inferido:
"Existe en esta capital don José Miguel Carrera, perteneciente a ese Estado, con sus hermanos don Juan José y don Luis, y a todos por razones políticas he indicado la necesidad de no pasar a esos pueblos, con lo que se han conformado. El primero ha hecho recomendables servicios a su patria en los Estados Unidos, donde ha negociado una expedición naval con destino a la reconquista de ese reino, y hubiera llenado sus fines con probabilidad, en el caso que nuestras fuerzas no se hubiesen anticipado. En la actualidad puede ser útil a ese Estado y a la causa general, y se ha desprendido generosamente de toda intervención en ella, poniendo a disposición de este gobierno todos sus derechos. Sean cuales fueren los motivos de disgusto que se hayan ofrecido en el curso de la revolución, no se puede negar el mérito de su constante resolución por la libertad, a que él ha consagrado grandes esfuerzos, teniendo una parte no pequeña sus hermanos. Su rango en la milicia en ese Estado es distinguido y el honor patrio se interesa en que no se vean desvalidos y necesitados en un país donde carecen de recursos para su subsistencia.
...La delicadeza del director de Chile está interesada en esta medida, que no podrá ser menos de ser bien aceptada por la opinión de los pueblos, haciéndoles conocer que se ha puesto término a las antiguas discordias, preparando los caminos de una dichosa reconciliación".
Por supuesto, Pueyrredón escribía desde el optimismo que inspiraba estar convencido -como la mayoría de los chilenos y argentinos- de que se había sellado el buen destino de la Independencia de Chile en Chacabuco, ignorante de que la causa iba a tener un grave retroceso en Talcahuano y después en Cancha Rayada, obligando a la apuesta final de Maipú. Dilatación de la guerra que, de haber contado la nación del Pacífico con la flota completa de Carrera, posiblemente no hubiese sido necesaria.
La carta de marras fue enviada por un mensajero que encontró a San Martín en Mendoza, mientras se hallaba de camino hacia Buenos Aires. Al general le brillaron los ojos con el contenido de esta misiva, y ese mismo día escribió a O'Higgins ofreciéndole los navíos de Carrera como si fuesen propios, advirtiéndoles que podrían llegarle en unos dos meses y si estaban bien estado.
Don Bernardo escribía después a Pueyrredón sin medir su ojeriza con los Carrera, nuevamente obsesionado con desentenderse de la responsabilidades del desastre de 1814, su gran mácula y estigma personal:
"La sagaz ambición de los carrera ha llevado a abrirse un patrocinio en el gobierno de las Provincias Unidas, sorprendiendo por la astucia y la tramoya de unos hombres que deben ser proscritos como perversos, que, ocupados de la dilapidación y tiranía doméstica, entregaron a Chile a la rabia ferina de los españoles. Estos habitantes los detestan; y blasfeman de su suerte y de la conducta del gobierno si presintieran que había disposición a protegerlos... El honor de Chile se empeña en su castigo antes que considerarles atributos de que son indignos..."
Aunque en su carta O'Higgins se allanaba a la pensión propuesta por Pueyrredón "sólo por deferencia al gobierno aliado", ese mismo día redacta otra violenta diatriba contra los Carrera dirigida a San Martín, alegando por la pensión y asegurando que con ella "entonces se autoriza el crimen, en tanto se premia al delincuente", además de otras acusaciones que, por no corresponder a nuestro tema central, dejaremos a la curiosidad indagatoria del lector, y también a sus escrúpulos. "¡Si son delincuentes, castíguenseles!", rugía allí por escrito, el mismo general cuya vida había sido perdonada del fusilamiento sólo tres años antes por Carrera, tras derrotarlo en el Combate de Tres Acequias y sin siquiera apartarlo del Ejército por su insurrección.
En tanto, poco antes de caer detenido por el ladino Pueyrredón, Carrera le había escrito a O'Higgins el 15 de marzo, creyendo quizás que encontraría alguna clase de empatía de su parte, y desmintiendo de paso la odiosa calumnia de que esta flota era prácticamente para satisfacer sus ambiciones políticas personales:
"Pueyrredón me ha comunicado su resolución definitiva de cortar esta expedición...
...Persuadido de que es necesario ceder al imperio de las circunstancias, tomé desde luego mi partido de ponerlo todo, como lo hago, en conocimiento de V. E. para que determine lo que fuese de su superior beneplácito. Entretanto, temiendo ver deshecha o neutralizada la escuadrilla, no he omitido esforzar la persuasión a fin de que este director influya en el nombramiento de otra persona que ocupe mi lugar".
O'Higgins ni siquiera tuvo la dignidad de responder la carta de Carrera.
Don José Miguel permaneció vigilado durante todos aquellos días en Buenos Aires, como lo relata Antonio Zúñiga en "La Logia Lautaro y la Independencia de América". Estos informantes mantenían muy al tanto de sus pasos a Pueyrredón, quien seguía obcecado en que Carrera se retirara de la causa y no zarpara a Chile con los buques.
SABOTAJE Y APROPIACIÓN DE LOS BUQUES
Coincidentemente, tras haber zarpado el 2 de enero, el "Savage" llegó con bandera chilena el 20 de marzo para unirse al "Clifton" y el "Davei", cargando una gran cantidad de armas y pertrechos para vender y repartir por costas chilenas. Sin embargo, al enterarse la tripulación de que estaban retenidos, entraron en rebeldía y comenzaron a amenazar con partir solos a costas del Pacífico, fieles a los intereses e instrucciones que Carrera les había manifestado antes de zarpar.
Comprendiendo así que no podía estirar por más tiempo la situación, Pueyrredón se dispuso a resolver su posición apresando a los Carrera y ordenando que las naves fueran requisadas de forma prepotente y tiránica, sin compensación económica.
Sus agentes lograron encontrar el apoyo de un pérfido francés que no costó sobornar: el ex general napoleónico Jean Joseph D’Auxion, Barón de Lavaysse, a quien don José Miguel había sacado de la miseria al hallarlo en los Estados Unidos, formando parte de la expedición y hasta alojando con comodidad en la residencia de dona Javiera Carrera desde que llegara a Buenos Aires. Ni siquiera se necesitó una carnada muy valiosa para pagar su traición, motivada en parte también por su arrepentimiento de haber confiado en este proyecto: bastó con una propuesta de incorporación al Ejército de Argentina.
Por otro lado, el vil Lavaysse había echado más leña al fuego informando falsamente que Carrera estaba detrás de las amenazas del "Savage" de partir a Chile; y no contento con su formidable felonía, había enviado oprobiosas cartas a todos los contactos y benefactores del proyecto del prócer en Estados Unidos, donde definía al general chileno -que le daba sustento y alojamiento- como "el más imprudente impostor, el más vil intrigante, el más bajo de los traidores, pero al mismo tiempo, a Dios gracias, el más atolondrado e indiscreto de los conspiradores". Cuando llegó esta larga afrenta de tres carillas a Mr. Skinner, indignado la envió de vuelta a Carrera para que se enterara de las deslealtades del sucio personaje, en agosto de 1816... Cuando ya era demasiado tarde, por desgracia.
La noche del 29 de marzo, finalmente, Pueyrredón ordenó apresar a José Miguel y Juan José Carrera en a casa de doña Javiera, con tres grupos de soldados. Ni siquiera se les explicó las razones de su detención mientras eran llevados por separado a dos bergantines del puerto. Luis también debía caer en manos de los captores, pero justo esa noche había salido de casa y así pudo escapar. Don José Miguel quedó recluido en el "Belén", aunque afortunadamente recibió buen trato del capitán Manuel de Monteverde, el alférez Seguí y los demás oficiales, quienes manifestaron estima por el ilustre prisionero.
"Carrera y sus hermanos no se moverán de aquí", prometería Pueyrredón en una carta a San Martín.
Puede suponerse que este acto de piratería gubernamental jamás habría sido realizado por Buenos Aires si la bandera de los navíos hubiese sido estadounidense, lo que apoya el convencimiento de que la escuadra necesariamente venían con bandera de Chile. Y aún si hubiese sido con la de los Estados Unidos, cabría preguntarse entonces por qué no hubo ninguna reacción de Washington a lo que habría sido, en tal circunstancia, un flagrante e insolente agravio a su bandera y a sus intereses.
La "Clifton", especialmente, fue un botín valiosísimo para Buenos Aires, apropiándose también de los cargamentos de armas y obligando a sus tripulantes y artesanos a dispersarse. Prueba de ello fue posterior uso en la oficialmente reconocida como "primera" escuadra de Chile, como veremos. El "Savage", en tanto, fue enviado Coquimbo, acabando  vendido su cargamento. Una completa relación de su viaje y sus protagonistas la ofrece Eugenio Pereira Salas en su artículo "Henry Hill. Comerciante, vice-cónsul y misionero", publicado en la "Revista chilena de historia y geografía" N° 95 de julio-diciembre de 1939.
Por su parte, informado de estos deslustrosos sucesos, el cónsul de los Estados Unidos en Buenos Aires, Thomas Lloyd Halsey, le escribe al Secretario de Estado y próximo Presidente James Monroe:
"En vista de los éxitos de Chile, el Gobierno ha estimado apropiado prohibir el zarpe del señor Carrera quien llegó aquí procedente de Estados Unidos hace unos pocos días, con estos dos navíos, teniendo a bordo muchos oficiales y artesanos franceses y americanos... La división entre O'Higgins y Carrera fue la causa de esta última determinación de Chile y como este gobierno tomó partido por el grupo de O'Higgins que acompañó al Ejército a Chile, indudablemente se consideró que el retorno de Carrera a su país podría producir nuevas divisiones y desórdenes y consecuencias similares".
En tanto, al cuarto día de presidio y tras intentar persuadir a Pueyrredón de lo insensata que era su decisión, Carrera recibió la inesperada visita de San Martín, recientemente arribado en la capital del Plata. Muy poco compadecido de la situación del prócer, el general argentino le explicó en términos generales las razones de su cautiverio, ofreciéndole la pensión que se discutía darle y recomendándole no regresar a Chile marchando a otro destino, pero Carrera se negó. "No encuentro inconveniente alguno en que Usted y sus hermanos regresen a Chile, porque O'Higgins y yo estamos resueltos a ahorcar en media hora a aquel que trate de oponer resistencia al gobierno", le advirtió San Martín, con una amenaza que acabaría siendo profecía.
Pese a todo, Carrera fue liberado en esa jornada, pero al exigir a Pueyrredón una reparación para los hombres que habían venido con él en la flora, éste lo volvió a enviar al "Belén" en calidad de detenido, poco después.
O'Higgins, por su parte, recibe una carta fechada el 18 de mayo por San Martín, donde le dice sin ruborizarse por la tropelía que cometía Pueyrredón:
"Los Carrera no se han llevado ni un solo cuartillo, han llegado de Buenos Aires los 400 sables de caballería y espero en el Savage 700 más, así como otros artículos de guerra que nos son necesarios".
Y cuando por fin arribó el "Savage" en el puerto coquimbano, poco después, O'Higgins se apresuró a escribirle a Pueyrredón:
"Me tiene con bastante cuidado la llegada del Savage a Coquimbo. No conviene que el armamento ni la pólvora se compre a cuenta del pueblo sino del Gobierno".
El 21 de agosto, O'Higgins le había escrito otra vez a San Martín, desde Concepción, explicando las razones que darán impulso a la siguiente escuadra. No parece coincidencia que esto suceda justo durante los acontecimientos relatados:
"Es de primera necesidad una marina (aunque cueste) armada de pronto en Valparaíso; la de ellos (los realistas peruanos) es despreciable por falta de marineros. Si llegasen a Valparaíso los dos corsarios que Usted me dice en su última, sería indudable el golpe a los cobardes marinos españoles".
Y después, el 9 de septiembre, contesta una carta de San Martín escribiéndole algo que anticipa el preciso final que los hermanos Carrera iban a tener:
"Nada me extraña lo que Ud. me dice de los Carrera. Siempre me han sido lo mismo y sólo variarán con la muerte. Mientras no la reciban, fluctuará el país en incesantes convulsiones, porque es siempre mayor el número de los malos que de los buenos. Si la suerte ahora nos favorece en descubrir sus negros planes y en asegurar sus personas, puede ser que en otra ocasión se canse la fortuna. Un ejemplar castigo y pronto, es el único remedio que puede cortar este grave mal. Desaparezcan de entre nosotros los tres inicuos Carrera. Júzgueles y mueran, pues lo merecen más que los mayores enemigos de la América. Arrójense sus secuaces a países que no sean tan dignos como el nuestro, de ser libres".
Pero aún no era aún la hora de su venganza: don José Miguel había escapado de sus captores en una nublada noche, al parecer ayudado por Monteverde.
Además, los Carrera habían alcanzado a advertir por carta al capitán del "General Scott" de lo que sucedía en Buenos Aires, por lo que el buque recaló en Montevideo cuando llegó al final de la secuencia de naves, eludiendo el peligro. No obstante, la desesperación del encargado llevó a venderla en esos mismos días, pues el compromiso de Carrera había sido pagar su compra de 200.000 pesos en Chile, cosa que se veía cada vez menos posible.
Carrera inicia una vida clandestina en la misma ciudad oriental, tomando la posta de la encarnizada lucha federalista contra la hegemonía sofocante y centralista de Buenos Aires, hasta la muerte de sus hermanos y la suya. Estaba escrito que nunca podría regresar a su patria.
Unos meses después de estos oscuros acontecimientos, Porter le escribe a Carrera a nombre de los Estados Unidos, en carta fechada en Washington el 15 de noviembre de 1817:
"Ud. es considerado en este país como el único campeón de las libertades de Sud América sobre cuyos principios debo poner una entera confianza, y el único que puede conducir la revolución a un desenlace feliz y a una útil conducción política entre Sud América y los Estados Unidos. La expedición por cuyo conducto recibirá Ud. la presente puede decirse que ha sido originada en las conferencias con Mr. Madison que tuve el honor de conseguir a Ud".
Antigua lámina de "El Peneca", mostrando el zarpe del 20 de agosto de 1820.
¿UNA OMISIÓN HISTÓRICA? ¿UN ENCUBRIMIENTO?
Como si la tragedia no fuera suficiente, los costos de la expedición desmantelada iban a ser cargados a la familia de Carrera, sumiéndola en grandes problemas económicos y disputas que duraron años.
Cuando en junio de 1818 llegó a Chile una misión norteamericana dirigida por Theodoric Bland, para proponer al gobierno patriota un tratado de paz y amistad, también se dispuso a cobrar la deuda contraída por Carrera para su expedición. El Director Supremo, O'Higgins, muy seguramente aconsejado de antemano por San Martín y por Bernardo de Monteagudo (antes de su indecoroso escape a todo galope hasta Mendoza, tan "maquillado" por sus apologistas, tras el dislate de Cancha Rayada), simplemente desconoció ante Bland el hecho incontestable de que las armas, las municiones y los demás equipos militares habían sido usados en la causa patriótica.
Acto seguido, O'Higgins decretó que don Ignacio de la Carrera, padre de los hermanos Carrera y ex integrante de la Primera Junta Nacional de Gobierno de 1810, pagara toda la deuda en un absurdo plazo de cuatro días.
Como era obvio, don Ignacio protestó y quiso apelar, pero O'Higgins ordenó después la incautación de todos sus bienes en la Hacienda San Miguel de El Monte, incluidos los animales, con lo que pagó la deuda y también las costas del juicio. Sus bienes ya habían estado retenidos por los lautarinos para impedir que los empeñara en el financiamiento de las campañas de sus hijos, por lo que esto fue sólo la corona de espinas de su largo calvario.
Tan indignante como fue aquello, resulta el que se minimice -por omisión o desconocimiento- el que al menos un barco de la flota terminara siendo parte de la escuadra chilena que zarpó a Perú para liberar al vecino país del yugo realista, a cargo de Lord Cochrane: el "Clifton", con todo su cargamento y pertrechos, rebautizado como "Chacabuco" para su nueva vida, "nombre que en aquel momento simbolizaba la gloria de sus contrarios", en palabras de Vicuña Mackenna. Fue dado de baja en Chile en 1826, regresando a Argentina donde permaneció hasta ser desmantelado tiempo después. La mayoría de las reseñas, sin embargo, indican que la nave fue"adquirida"en 1817 ó 1818, no detallando su verdadero origen.
Aparentemente, entonces, algunos historiadores militares o especializados en el período de la Independencia, han preferido pensar que navíos como el "Clifton" aparecieron de la nada en la Expedición Libertadora de Perú.
Repiten con ello, quizás, algunos juicios u omisiones impulsadas por intelectuales como don Diego Barros Arana, quien no titubeó en minimizar la figura de don José Miguel y su familia pasado de largo por las situaciones más sombrías en el prontuario lautarino. Obraban en las inclinaciones del escritor, posiblemente, el que su familia fuera beneficiada con la caída de los Carrera y las decisiones de O'Higgins, situación seguida de una controversia sobre la Hacienda de El Monte que había arrendado don Ignacio de la Carrera a su entonces amigo Diego Antonio Barros Fernández de Leiva, padre de Barros Arana, poco antes de ser confiscada la propiedad. Muerto su dueño, arruinado y destruido por la muerte y alejamiento forzado de sus hijos, y retornada a Chile doña Javiera Carrera, ésta inició un extenso pleito judicial con Barros, que le permitió la restitución de la propiedad.
Así, si bien aborda la empresa del general en los Estados Unidos y su hazaña de conseguir una escuadra para Chile -basándose especialmente en los datos que reproduce Vicuña Mackenna y reconociendo los esfuerzos del prócer-, Barros Arana no puede dejar de manifestar sus alergias anticarrerinas y, en consecuencia, tampoco resiste la tentación de pinchar con su pluma la importancia y el potencial que tuvo semejante cruzada de la escuadra:
"Pero estos, que en realidad no consistían más que en dos buques imperfectamente armados, eran del todo inadecuados para cometer una empresa militar, de tal suerte que aunque el gobierno de Buenos Aires entró más tarde en posesión de ellos, no pudo emplearlos sino como naves de carga. Carrera, sin embargo, exagerándose la importancia de sus recursos, y creyendo contar con otros buques más, mediaba una campaña que si se hubiera llevado a efecto, habría fracasado lastimosamente.
...Carrera parecía no tener idea cabal de los recursos militares de que entonces disponían los realistas de Chile".
Demás está comentar ante estas afirmaciones que, incluso con fuerzas posiblemente menores, Brown ya había demostrado las capacidades de una flota como ésta a pesar de la visión peyorativa de Barros Arana. Además, el historiador considera algo secundario el que la flota iba a contar con otras tres unidades y que la más poderosa no llegó a incorporarse precisamente para evitar el sabotaje lautarino. Para peor, pasa por alto que estas naves se utilizó después en la causa patriota desmintiendo su supuesta inutilidad.
Más allá llega un gran o'higginiano e insigne hombre público como Jorge Ibáñez Vergara, en su libro "O'Higgins, el Libertador", al empeñarse en adivinar la sicología de don José Miguel bajo el prisma de prejuicios anticarrerinos y justificando lo sucedido en Buenos Aires:
"La derrota del ejército realista en Chacabuco, resultó frustrante para los proyectos de Carrera; pero para su tenacidad no todo estaba perdido, y así quiso, de todos modos, emprender la travesía por el Cabo de Hornos.
Pueyrredón sabía tan bien, como San Martín y O'Higgins, que el propósito único, inmodificable, de Carrera sólo miraba a la recuperación del poder  en Chile y ser la cabeza del movimiento emancipador. Mientras don José Miguel estaba seguro de llevar exitosamente a la realidad este objetivo, las autoridades argentinas y chilenas también lo estaban respecto de las perturbaciones  graves que, cuando menos, provocaría su presencia en el país, haciendo más difícil la consolidación de su libertad..."
Sin embargo, mérito de un Barros Arana o de un  Ibáñez Vergara, es al menos haber nombrado tales hechos históricos, porque hay casos como el de don Carlos López Urrutia, que ni siquiera toca a la pasada a la flota carrerina en su "Breve historia naval de Chile", a pesar de dedicarle un capítulo completo a la "primera" escuadra. Lo mismo había hecho García Reyes en su época, a pesar de elaborar una exposición más o menos exhaustiva del tema; y el erudito Nautilus, en su libro de principales episodios navales; y así tantos, tantos otros autores y textos que pasan ligeramente por el tema. Hasta Francisco Antonio Encima, que habla sin tapujos de esto como una conspiración contra Carrera y que parecía disfrutar tanto el refutar a Barros Arana, no se explaya demasiado en revisar y corregir las afirmaciones del historiador o de sus émulos, en las páginas de su "Historia de Chile" donde va sintetizando todos estos hechos.
Tiempo después, en su testamento político redactado en Montevideo el 25 de junio de 1819, José Miguel Carrera se refiere también a la escuadra que le había sido robada, confirmando la ayuda secreta que recibió de los Estados Unidos en la tarea de conseguirla:
"La flotilla y demás auxilios conducidos de Estados Unidos para libertar a Chile, mi patria, debe considerarse y fue la obra del Presidente del Gobierno de aquel país y del general de sus tropa al tiempo de la retirada de Mendoza: mi viaje a este objeto a Estados Unidos fue de acuerdo con el vocal Orive, y con consentimiento del Director de las provincias unidas don Ignacio Álvarez quien me recomendó oficialmente al Presidente de aquella nación el señor Madison. Habrían tenido efecto mis sacrificios y Chile habría disfrutado ventajas incalculables, si mi expedición no hubiese sido detenida y destruida por la arbitrariedad y despotismo del Director Pueyrredón. En esta virtud y en la de que las mismas contratas que celebré en Estados Unidos sobre la expedición, acreditan no haber por mi parte responsabilidad alguna, mando a mis albaceas y herederos no se mezclen en gestiones que sobre dichos contratos ocurran, dejando que por sí solos reclamen sus derechos los interesados cómo, cuándo y contra quien vieren convenirles".
Fue el final de la historia de una escuadra que quizás habría dado a Chile el papel definitivo en el equilibrio de fuerzas emancipadoras del continente, además de constituirse como la armada más poderosa de la región durante aquel momento específico en las guerras de independencia de América Latina.
LA "PRIMERA" ESCUADRA CHILENA
Luego de cumplida la toma de control de la mayor parte de Chile arrebatándosela a los españoles tras Chacabuco, vino la segunda parte del proyecto emancipador: preparar la expedición al Virreinato de Perú, para destruir al realismo en el corazón continental mismo. Para este propósito y para asegurar la tranquilidad de las costas, era urgente implementar una fuerza naval que la historiografía reconocerá oficialmente como la Primera Escuadra Nacional, la misma que exigía impaciente O'Higgins.
El general se empeñó en armar esta escuadra encargándole la tarea a su Ministro de Guerra, don José Ignacio Zenteno, durante ese mismo año de 1817. Este proceso es el que la Armada de Chile reconoce actualmente como el de su gestación institucional, minimizándose en parte todo el largo esfuerzo y las experiencias previas que acá hemos revisado.
Resultaron de los negocios y adquisiciones las siguientes naves:
  1. El bergantín "Águila": coincidió que, el 26 de febrero de ese año, los patriotas habían capturado un bergantín español llamado "Águila" ("Eagle", antes de caer en manos hispanas) luego de ponerle una trampa similar a la que unos años antes se había usado en Talcahuano, al izar banderas españolas en Valparaíso y hacerle creer que estaba en puerto seguro para atracar. Posteriormente, al navío de 26 cañones se le cambió el nombre por el de "Pueyrredón", paradójicamente homenajeando al mismo personaje que había privado a Chile de la mejor flota que pudo haber dispuesto antes de ésta, gracias a Carrera. Naves posteriores que llevaron el nombre del "Águila" usan el lema "Naciste con la patria", recordando este origen. Su primera misión fue rescatar patriotas relegados en el Archipiélago de Juan Fernández, entre ellos el futuro Almirante Blanco Encalada.
  2. El bergantín "Araucano": posteriormente, entre el 6 y 7 de abril, caería en manos de los patriotas el bergantín español "Carmelo", atrapado en el puerto de San Antonio donde había recalado. Se le cambió el nombre al de "Araucano" y se le armó con 6 carronadas, para que acompañara el "Águila" en la persecución de la corbeta española "Sebastiana", entre el 1 y 7 de julio. Sin embargo, su mal estado y problemas de mantención quedaron en evidencia, y debió ser dada de baja al poco tiempo.
  3. La goleta "Fortunata": Zenteno ya había iniciado gestiones para adquirir nuevas naves de la escuadra que se le había encomendado. El 22 de septiembre de 1817, hizo que el gobierno comparara la goleta "Fortunata", construida los astilleros de Nueva Bilbao (Constitución).
  4. La fragata "Lautaro": el agente de Chile en Londres, don José Antonio Álvarez Condarco, envió a Valparaíso la fragata inglesa "Windham" de 44 cañones, llegada al puerto el 5 de marzo de 1818 para ser adquirida, equipada y rebautizada "Lautaro", en lo que para algunos podría interpretarse como un explícito guiño a los vínculos de la Logia con Gran Bretaña. Después del triunfo de Maipú, el "Lautaro" participó con el "Águila" de las persecuciones a los buques realistas "Esmeralda", "Venganza" y "Pezuela", que habían sostenido el bloqueo de Valparaíso.
  5. La fragata "San Martín": después, el 22 de mayo, llegaría al mismo puerto el "Cumberland", siendo adquirido durante el mes siguiente, y rebautizado "San Martín".
  6. La corbeta "Chacabuco": al día siguiente arribó el "Chacabuco", proveniente desde Río de la Plata. El relato más repetido suele identificar este buque como una nave comprada por Chile en Valparaíso, hacia julio de 1818, tras llegar de Coquimbo. No obstante, investigadores clásicos como Vicuña Mackenna y autores contemporáneos como Schmidlin, Soro Encalada, Theodore S. Currier, Javier Vargas Guarategua, Virginia Vidal, Norberto Galasso y tantos otros, han informado innumerables veces que se trataba del "Clifton", que fuera cambiado de manos con patente de corso realizando operaciones en toda la costa americana del Pacífico, y rebautizado sucesivamente "Chacabuco", "Santa Rosa", "Coquimbo" y, finalmente, "Chacabuco" otra vez. Pese a todo, aún parece haber resistencias a declarar el origen de la "Chacabuco" en algunas fuentes y reseñas.
Al mismo tiempo, se avanzaba en el cuerpo institucional de la Marina de Guerra: se crea la Comandancia General de Marina en octubre, publicando el "Reglamento Provisional de Marina" en noviembre, con los procedimientos de asignaciones de sueldos, grados y roles, e implementándose un arsenal de guerra especial para la nueva escuadra a inicios de diciembre. Para el año siguiente, se funda la Comisaría de Guerra y Marina, en junio, creándose el Mando en Jefe de la Flotilla dependiente del Ministro de Guerra y Marina, durante ese mismo mes. A las pocas semanas, son formadas guarniciones de infantería de marina y los artilleros navales, y se da el gran paso de fundar la Academia de Guardiamarinas el 4 de agosto, base de la posterior Escuela Naval.
La primera acción como escuadra y, por lo tanto, debut de la misma, tendrá lugar tras conocerse de la salida desde Cádiz de un valioso cargamento realista, en 11 transportes que eran escoltados por la fragata "Reina María Isabel".
Sobre estos asuntos, O'Higgins escribe desde Valparaíso a San Martín, el 20 de septiembre de 1818:
"El viernes 24 del presente darán vela de este puerto el navío General San Martín, el Lautaro y la corbeta Chacabuco, y el bergantín Pueyrredón, digo Araucano: el Pueyrredón queda tripulándose y habilitándose; dentro de muy poco seguirá las mismas aguas. Todo va al mando de don Manuel Blanco Encalada. La mayor parte de los marineros son del país, por la escasez de extranjeros".
La Primera Escuadra Nacional zarpa de Valparaíso a hacerle frente a la caravana española el 10 de octubre de 1818, al mando del entonces Capitán de Navío Manuel Blanco Encalada, Comandante General de la Marina de Guerra. Cuatro de los buques chilenos conforman esta escuadra: el "San Martín" comandado por Guillermo Wilkinson; el "Lautaro", capitaneado por Carlos Wooster; la "Chacabuco" por Francisco Díaz; y el "Araucano", por Raimundo Morris. Sólo un tercio de los marinos eran chilenos, seguidos de argentinos, mientras que el resto eran europeos.
Los navíos derrotaron cerca de Talcahuano a la "Reina María Isabel", el 26 de octubre apropiándose de varios de transportes, para regresar con los laureles de la victoria a Valparaíso, el 17 de noviembre.
Pertenecen a otro asunto histórico los preparativos y operaciones de la Escuadra Nacional hasta zapar con la Expedición Libertadora al Perú, el 20 de agosto de 1820, con bandera chilena de tres estrellas hacia el Virreinato, cuando ya sumaba 8 buques y 17 transportes en su flota, entre los que ya estaban adquiridos para armar la escuadra y otros que fueron siendo capturados y adicionados en aquellos meses. Incluían en la flota al "Potrillo", a la "Perla" y al ex "Clifton", símbolos de toda aquella epopeya en los años embrionarios de la Armada de Chile, tan escasamente considerados.
Entonces, quedan como antecedentes esta la "primera" escuadra reconocida por la historia todos los intentos expuestos en este texto y, muy particularmente, la flota carrerina que se hizo desaparecer de los mares y casi de la propia historia de la Independencia de América.

CANARIOS, CANTINAS Y CANTALETAS EN EL VIEJO BARRIO MAPOCHO

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Detalle de fotografía de la ribera del Barrio Mapocho junto al Mercado Central hacia 1910-1920. Se observa el área construida en la margen del río antes de las expropiaciones y demoliciones de fines de los años veinte, que abrieron parte de la Plaza Venezuela y la avenida Balmaceda en el sector donde estuvieron "Los Canarios".
Coordenadas:  33°25'58.58"S 70°39'7.81"W (aprox.)
Varios factores parecen estar involucrados en una explosión de una febril bohemia del Barrio Mapocho y sus alrededores, que llegó a su apogeo con el llamado "Barrio Chino" nacido alrededor de la última cuadra de calle Bandera, hacia mediados del siglo pasado, con varios locales concentrados especialmente en un sector recientemente demolido en aquella manzana.
Había sucedido que, con el crecimiento del comercio y la circulación de personas durante la época del tranvía eléctrico y de la Estación Mapocho, aparecieron en la esterilidad riberana también estos nuevos centros de recreación: restaurantes, clubes, cafés, hoteles y cabarets... Juntos y revueltos, como huilles y añañucas del desierto florido.
El trágico poeta Pedro Antonio González.
Empero, existen interesantes antecedentes de actividad recreativa y de bohemia intelectual previos a la fundación de la gran terminal del ferrocarril, de los que ha sobrevivido alguna información hasta nuestros días, demostrando -de paso- lo remota que era la presencia bohemia en el Barrio Mapocho y las cuadras vecinas al Mercado Central.
Tal es caso del "Bar los Dos Canarios", uno de los más curiosos y antiguos del sector de la antigua calle Mapocho, cuando ésta pasaba aún con su trazado por donde ahora está la unión de las avenidas Balmaceda, General Mackenna y Valdés Vergara.
Esta cantina fue una especie de versión rústica del tipo de establecimientos que comenzarían a tomar posesión del barrio en los años que siguieron. Aparece mencionado como presente en el barrio ya a inicios del siglo XX, por Lautaro García en su "Novelario del 1900", agregando que el local contaba con un piano de cuerda, presumiblemente para amenizar el ambiente y entretener a sus comensales.
Llamado a secas por sus visitantes como "Los Canarios", se encontraba más precisamente en el sector de calle 21 de Mayo esquina Mapocho vecino al mercado, cerca de donde estuvieron otras célebres cantinas de su misma vieja generación como la "Picantería del Norte" y "Los Buenos Amigos", que para García "invitaban a la clientela con sus puertas, de par en par abiertas a que entrara 'a hacer la mañana'". Agregaríamos de nuestra parte al "Guatón Bar", y al centro de diversiones populares de "La Piojera" aún existente, que también hicieron su parte de historia en este sector al final de calle 21 de Mayo.
Recordaba Daniel de la Vega que, hasta "Los Canarios", asistía con regularidad el sufrido y menesteroso escritor y poeta Pedro Antonio González, que por esos mismos años, según comentara Oreste Plath, vivía refugiado en el famoso bar "El Quita Penas" del Cementerio General, en su primera dirección de calle Profesor Zañartu. González asistía acompañado de Antonio Bórquez Solar, a quien no le agradaba mucho este antro de Mapocho pero iba de todos modos para escoltar a su amigo. De la Vega describe así aquellos encuentros, en revista "En Viaje" de mayo de 1963, en su artículo "El alma en la taberna":
"Apoyado en un bastón hablaba a gritos de la inmortalidad que les esperaba, pero González no le escuchaba. Cabizbajo, sumido en su embriaguez interminable, era capaz de resistir que le leyeran un editorial de ‘El Ferrocarril’".
Alberto Rojas Jiménez, también poeta y también trágico.
Este "Canario" riberano también fue frecuentado por otro poeta acosado por la tragedia y la desdicha, pocos años después: Alberto Rojas Jiménez, quien asistía a la hora del té o de la cerveza, donde se reunía con Pablo Neruda, de acuerdo a lo que expuso Plath en "Alberto Rojas Jiménez se paseaba por el alba".
Tenemos algunas dudas sobre el "Bar los Dos Canarios", que no pudimos resolver con nuestras indagaciones, sin embargo. Sabemos de la existencia de otra avecilla cantora en este mismo sector, ofreciendo desde su jaula los mismos placeres al vaso: "El Canario Navegante" (¿alguna alusión al río?), cuya ubicación era frente a lo que sería la Plaza Venezuela de General Mackenna. En "Recuerdos y pájaros", el escritor Enrique Bunster lo describió escuetamente como "un barcito humilde y con olor a Valparaíso".
Desgraciadamente, no nos ha sido posible verificar con plena seguridad si aquel correspondía o no al mismo local de “Los Canarios” al que nos hemos referido acá, o si sólo se trata de un alcance de nombres y de proximidad en el barrio, cosa bastante curiosa en caso de ser tal. Roberto Merino incluso habla en su "Santiago de Memoria" de un negocio del mismo nombre, pero cerca de avenida Matta, que suponemos posterior.
Como sea, el hecho es que este canario nocherniego se voló hace muchos, muchos años ya, dejando su nido en Barrio Mapocho, probablemente como consecuencia de grandes trabajos urbanísticos iniciados en 1927-1928 que -entre otros efectos- demolieron varios inmuebles del tramo para abrirle espacio a las plazas frente al mercado y a la avenida Presidente Balmaceda, obras de las cuales el inicio de calle Mapocho, que antes bordeaba al río frente al desaparecido "Los Conarios", quedó reducida a una pequeña colita vial inconexa con el resto de la avenida homónima, en el sector de calles Amunátegui y San Martín.
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