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CASUÍSTICA FUNDACIONAL DEL MISTICISMO EN EL VALLE DE ELQUI (PARTE II): LA "HERMANDAD DEL PACÍFICO" Y EL NIÑO DEL PERDÓN

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Antigua fotografía del Valle de Elqui. Fuente imagen: Museo Gabriela Mistral de Vicuña.
Por coincidencia o por sincronía, hacia los mismos años en que Domingo Zárate Vega, el Cristo de Elqui, manifestaba públicamente recibir la unción divina y un mensaje para predicar a los mortales, otro curioso personaje -esta vez femenino- también categorizado como impulsor de las creencias místicas que se identifican en el valle, fundaba la llamada "Hermandad del Pacífico", una agrupación con matices de secta religiosa que llegó a ser de gran fascinación para muchos de los que se sintieron atraídos y seducidos entre los misterios de aquella tierra agrícola y pisquera del Valle de Elqui, al interior de la Región de Coquimbo.
La aventura de la hermandad tuvo el mismo esquema de auge, caída e idealización en la leyenda que la historia del Cristo de Elqui y de los otros casos que veremos en esta secuencia de artículos. Se inició con la cruzada personal de doña Helena Vacarezza Klemen, mística de la que no se sabe mucho, aunque su caso es comentado en el libro "Los iluminados del Valle de Elqui" de Juan Guillermo Prado, alguien que nos ha echado alguna mano varias veces para otros temas tratados en este mismo blog.
Nacida en 1890, este extraño personaje fue rodeado de cierta santidad devocional, aunque no al estilo de una divinidad en carne y hueso, sino más bien como líder, portadora de la luz de la iluminación y de una verdad revelada sólo a un puñado de elegidos que la seguían. Según parece, el grueso de su actividad había comenzado al cumplir 33 años, la misma edad de Jesús al ser crucificado, aunque no tenemos confirmación de este dato en particular. Su prédica no era tan expuesta públicamente ni tan popular como la que realizaría por esa misma época el Cristo de Elqui, pero de todos modos logró reunir más de 400 seguidores concentrados en el Valle de Elqui, La Serena, Coquimbo y algunos de Santiago, según se recuerda.
Se la describía como una mujer extraordinariamente carismática y convincente, al punto de que su público casi deseaba estar de acuerdo con ella en cada afirmación, cada palabra y cada anuncio. Prado comenta que "desde pequeña tuvo facultades extrasensoriales y sanaba por imposición de manos", y sus seguidores aseguraban también que había sido"amiga de Arturo Alessandri a quien le predijo con precisión tanto sus triunfos como reveses políticos".
La parte más intensa y basal de su mensaje decía que el Valle de Elqui era una suerte de nuevo centro espiritual del mundo, pues el eje místico de la Tierra se había trasladado desde el Tíbet hasta esta región, siguiendo un desplazamiento desde el paralelo 30° Norte, en los Himalayas, al 30° Sur, en los Andes y particularmente en esta región interior de la cuenca del río Elqui, de acuerdo a una profecía supuestamente formulada por sabios hindúes o iniciados de la India y hecha pública en 1949. Esta propuesta ha sido la base principal de las tradiciones y el folklore místico-esotérico que se le atribuye al valle, además de la creencia de que lamas tibetanos habrían estado presentes en el mismo, como veremos en las continuaciones de esta serie de artículos. La misma idea, además, ha sido comentada -entre otros- por Carlos Sieveking en su "Apocalipsis según Tomás".
Con su agrupación y seguidores fielmente comprometidos, doña Helena fundó la institución llamada "Hermandad del Pacífico" el 27 de noviembre de 1927, comenzando una labor pastoral y formativa que se extendería por varios años más. Los feligreses creían que cuatro puntos específicos del paralelo 30° Sur concentrarían la energía espiritual de la humanidad y del planeta, aunque mantuvieron por largo tiempo en secreto la información relativa a sus ubicaciones. Su propuesta combinaba elementos del budismo, como los conceptos de Dharma y Karma, con otras manifestaciones filosóficas que tomaban por referencia al cristianismo, al brahmanismo y al sintoísmo, a las que se fueron sumando con el tiempo elementos de la cultura New Age, cuando ésta comenzó a irrumpir en la cultura de masas. En algún folleto del grupo, además, se declaran vínculos con las enseñanzas del monje italiano del siglo XII Joaquín de Fiore, como veremos.
Por casi medio siglo, la agrupación se afianzó y gozó de una estabilidad que ha sido más bien extraña en la mayoría de las comunidades que ha conocido el valle. El 10 de abril de 1974, año en que para ellos habría de comenzar la Era de Acuario, los integrantes de la hermandad se reunieron en el balneario de La Herradura, un poco más al Sur de Coquimbo, y allí hicieron un intrigante anuncio: se aproximaba el advenimiento del Niño del Perdón, encarnación divina mesiánica pero más poderosa aún que Jesucristo, cuya misión sería también iluminista y salvadora.
La principal interpretación que se ha hecho de tal mensaje, es que intentaban imitar un anuncio parecido al de la reencarnación en el título del Dalai Lama, aunque advertían también del nacimiento de otros "heraldos de luz" en México, Francia, Israel, China y Japón. Veremos después, que el anuncio lo habían hecho también mensajeros budistas en los años cuarenta, pudiendo tratarse de sólo un eco de aquel pronóstico.
Vista de la Iglesia y del Valle de Elqui en Vicuña. Fotografía de los años 40, de Zoilo Puerta Roldán. Hoy en los archivos fotográficos del Museo Histórico Nacional.
Un texto alusivo al anuncio del nacimiento del misterioso niño dentro de la secta y transcrito por Prado, dice con un lenguaje críptico:
"Así pasaron a través de milenios esos Grandes Seres que habían descubierto que llevaban en sí la luz, el principio eterno de la vida y que habían podido desarrollarlos. Unos más poderosos que otros, todos traían a la Tierra, en su época, la fuerza del espíritu inmortal de donde procede todo ser conciente.
Vosotros hijos míos, los conoceréis a todos, pero una vez más recalco que, el más alto, el más grande, porque traía en sí mismo parte de la propia luz eterno y creador, fue el Cristus. El más grande de todos, ahora el Gran Señor del Sistema Solar, que tuvo e hizo un vaticinio para el mundo del futuro. Habló de alguien más grande que él. Anunció el espíritu de la verdad, el que tuvo según Juan Evangelista, que iba a tener aun poderes más grandes que los que tuvo el Cristus, encarnado en el cuerpo puro del maestro esenio Jesús de Nazareth a la orilla de las aguas jordánicas. Y anunció el espíritu de verdad, que algunas religiones confunden con la iniciación de Pentecostés, que no es otra cosa que un símil de cualquiera de las iniciaciones que las religiones del mundo, hacen de aquellos, que con el espíritu preclaro, con visión astral se interesan por conocer la verdad, que como Dios es una sola.
El espíritu de verdad, amados míos es Dios, Espíritu Santo, pero no sólo fue el Cristus el que dijo estas palabras bíblicas, que muchas religiones olvidaron; porque lo esperan a Él, esperan al Cristus mismo sin comprender amados míos, que si yo vengo de la Tierra, el Cristus viene en mí, porque formaba parte de mi propio ser y como muchos de los otros grandes iniciados de Oriente y Occidente, involucrados están también el espíritu inmortal, que se apresta para encarnar sobre la Tierra.
Esta tarde, solemne para vosotros, amados míos, quiero reivindicar el nombre de un iluminado, de un modesto monje del Cister, pequeña aldea de Francia y que vivió por el año 1110 al 1200, llamábase Joaquín de Fiore".
Como anticipamos más arriba, sin embargo, ciertas versiones de esta historia aseguran que el anuncio urbi et orbi sólo repetía una idea que los acompañaba en sus principios desde los cuarenta, respondiendo al supuesto mensaje enviado al país por la comunidad lamaísta tibetana, en aquella misma época, y del que hablaremos en una próxima entrada.
Desgraciadamente para la secta, el bebé que estimaron como la supuesta encarnación divina cuando aún estaba en el vientre de una de las integrantes del grupo, no mostró ningún dote de santidad al nacer en el mismo valle y creció como un niño común y corriente, haciendo cundir la frustración, la duda y la deserción de varios miembros. La crisis del grupo se precipitaría con velocidad, a partir de entonces, especialmente entre quienes habían comprometido parte de sus recursos y bienes en fomento de la actividad de la agrupación.
Sólo en 1975, todavía en medio el entusiasmo de creer que el Niño del Perdón se hallaba entre ellos, el lugarteniente de la mística Helena y  la sazón presidente de la "Hermandad del Pacífico", Abel Hurtado Cordero, reveló por fin la ubicación precisa de los anunciados cuatro supuestos puntos de la concentración espiritual del valle:
"En la base del cerro Doña Ana, otro al interior de Paihuano y es movible y el más poderoso cubre y satura el éter desde Montegrande hasta la cordillera de El Ternero; hay uno en la confluencia de los ríos Claro y Turbio y abarca el sector de Rivadavia hasta El Tambo. El más cercano a La Serena está poco más allá de Algarrobito".
Intentando ser un poco más precisos, las coordenadas de estos supuestos puntos serían aproximadamente las siguientes, de acuerdo a las ubicaciones asignadas por Hurtado Cordero:
Cerro Doña Ana:
29°45'52.63"S 70° 5'38.07"W
Paihuano:
30° 1'47.02"S 70°31'7.85"W
Confluencia ríos Claro-Turbio:
29°58'57.48"S 70°33'44.21"W
Sector Poniente de Algarrobito:
29°57'40.50"S 71° 6'28.84"W

Como podrá adivinarse, el grupo se había procurado algunas propiedades en estos puntos, presentando un estatuto interno ante el Ministerio de Justicia para regularizar las propiedades a nombre de la "Hermandad del Pacífico", que se autodefinía allí como "una sociedad espiritualista, fraterna y humanitaria por Mandato Divino". El mismo jefe espiritual agregaba que éstos eran los focos irradiantes o medulares, pero que "la fuerza telúrica y pránica del espíritu de la Tierra" se extendía en todo un amplio sector que abarcaba el Sur de Atacama y el Norte de Coquimbo. También comentaba que, coincidentemente, los tres observatorios astronómicos de la región estaban justo en el territorio de esta misma "influencia magnética y espiritual".
Doña Helena falleció a principios de los ochenta, pasando los 90 longevos años de vida. Casi no quedaron imágenes ni testimonios escritos sobre ella, en parte por lo cerrado que se volvió su círculo, según alguna opinión que hemos conocido. Y el pequeño Mesías que fuera su "elegido", en tanto, creció apartándose de aquellos delirios: lejos de toda santidad, Prado escribe en 1990 que el niño ya era entonces "un adolescente, sus padres están separados, vive en La Serena y es un muchacho normal, con aptitudes musicales".
Al momento de fallecer su fundadora, además, a la agrupación sólo le quedaban 5 seguidores en La Serena, mientras que en Temuco había 20 y en Santiago 55. Eran los restos de la antes multitudinaria "Hermandad del Pacífico", aunque un comercial televisivo de una conocida cooperativa pisquera elquina en esa década, mostró fugazmente un grupo de hombres vestidos con túnicas claras con aspecto de druidas simulando alguna clase de ceremonia o procesión entre una campiña, estética que algunos interpretaron entonces como un guiño de los publicistas a la alguna vez conocida secta del valle.
Lamentablemente para Helena, sin embargo, ella no alcanzó a ser testigo del posterior gran furor místico que experimentaría el Valle de Elqui que tanto quiso, gracias a la misma clase de publicidad turística o pisqueras y al paso del cometa Halley en aquellos años (que está justo en su aniversario 30) que siguieron a su partida... Furor que ella misma ayudó a cimentar con su labor en la extinta "Hermandad del Pacífico".

LA HUELLA DE ZAHA HADID EN ROMA: EL MUSEO NAZIONALE DELLE ARTI DEL XXI SECOLO, MAXXI

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Frente interior del MAXXI, sector de accesos al edificio.
Coordenadas: 41°55'42.82"N 12°27'59.60"E
Ayer jueves 31 de marzo, a la edad de 65 años, falleció en Miami víctima de un ataque cardíaco la destacada y premiadísima arquitecta de origen iraquí con formación británica Zaha Hadid, conocida por sus propuestas de diseño vinculadas a los movimientos del decontructivismo y neocontructivismo. Algunas de sus obras más conocidas a nivel mundial son el Centro de Arte Contemporáneo Rosenthal de Cincinnati, el Puente-Pabellón de la Exposición Internacional Zaragoza y el Edificio Anexo Ordrupgárd de Copenhague, entre muchas otras donde su estilo personal de trabajo se hacía bastante distintivo y reconocible.
Tuvimos ocasión de conocer una de estas obras hace pocos meses, en Roma: el Museo Nazionale delle Arti del XXI Secolo, más conocido como MAXXI. Siendo una de las grandes atracciones de la ciudad, depende del Ministerio Italiano de los Bienes y las Actividades Culturales y su administración está en manos de la Fundación MAXXI, constituida en el mes de julio de 2009.
El MAXXI se encuentra en un amplio terreno del Barrio Flaminio, con accesos por la Via Guido Reni y la Via Masaccio de la capital italiana, a un lado de la Parroquia de la Santa Cruz y bastante cerca de la Vía Flaminia, por un lado, y de la terminal de buses de transporte urbano de la Plaza Mancini, por el otro. El paso del tranvía justo frente a sus puertas facilita bastante el arribo del turista a este sector de la ciudad, levemente apartado de los barrios más centrales.
Maqueta de la propuesta original de la oficina Zaha Hadid Architects para el MAXXI (fuente imagen: Fancy.com).
La arquitecta Zaha Hadid durante la inauguración del MAXXI, en 2010 (fuente imagen: Guido Montani/EPA, en "The Guardian").
Fachada del edificio hacia Via Masaccio.
Volumen hacia el sector de Via Guido Reni.
Son en realidad dos museos en un mismo lugar: uno dedicado a la arquitectura (MAXXI Architettura) y otro dedicado al arte contemporáneo (MAXXI Arte), pudiendo ocuparse gran parte del día en una visita sin prisa al mismo lugar a pesar de no ser particularmente enorme, pues cuenta con una sala auditorio de eventos, bar-restaurante y cafetería en el primer nivel,  auditorio, librería, archivo de documentación, biblioteca, mediateca y hasta salas de extensión y de exposiciones temporales, además de presentaciones especiales que suelen realizarse en su patio y su explanada.
Su origen está en un proyecto del Ministerio de Cultura de Italia para construir un campus de arte y arquitectura modernos, llamando a concurso internacional hacia julio de 1998 para la presentación de propuestas. El lugar escogido para su instalación fue el ex Cuartel Montello (Caserma Montello), un antiguo recinto militar ya casi abandonado del Barrio Flaminio, dos de cuyas viejas dependencias de mayor tamaño se conservaron y aún están visibles. No era tan céntrico el lugar establecido, pero tenía fácil y directo acceso desde y hasta el sector nuclear y más turístico de la ciudad romana.
El concurso fue ganado Zaha Hadid hacia fines de febrero del año siguiente: ofrecía una propuesta integrada a los los edificios y volúmenes existentes con una gran construcción de varios niveles, pasajes, amplias galerías, espacios bien iluminados, rampas rotadas, ondulaciones y cruces direccionales de las estructuras en distintos ejes y torsiones. El edificio antiguo del sector Via Guido Reni en eje Este-Oeste quedó totalmente adosado e integrado a las nuevas dependencias, mientras que el edificio del sector poniente aledaño a la parroquia, en eje Norte-Sur, permaneció dentro del recinto y es usado para algunas oficinas y salas de exhibición temporal. Este mismo, llamado Edificio D, es el que albergó por primera vez al museo a la espera de la construcción del nuevo recinto proyectado por la oficina de Hadid.
Explanada y patio del museo.
Edificio D (a la derecha) y explanada.
Volumen volado en el edificio de Hadid.
Acceso, edificio antiguo y volúmenes integrados por lado de Via Guido Reni.
Pocos meses después del anuncio del proyecto ganador, en ese mismo año de 1999, queda constituido por ley el Centro de Documentación y Promoción del Arte Contemporáneo de Roma para conseguir y canalizar los recursos que involucraría la construcción del complejo MAXXI y la adquisición de las primeras colecciones para exhibir en sus salas.
El antiguo cuartel comenzó a se demolido hacia 2003, empezando la construcción del edificio en el año siguiente, en dos fases principales. La materialidad de la obra consta especialmente de hormigón autocompactante y reforzado, ccon mucho armado metálico y cierres de vidrieras. La inauguración oficial del edificio tuvo lugar el 28 de mayo de 2010, con exposiciones dedicadas a Gino de Dominicis, Kutlug Ataman y Luigi Moretti.
A pesar de que no se construyó la totalidad del proyecto presentado por la arquitecta, el diseño del MAXXI le valió a Hadid, ese mismo año, el cotizado premio RIBA European Award: el Stirling Prize. La mayor parte de los críticos aplaudió la obra, pero también hubo muchas críticas, fundamentalmente concentradas en lo que definían como desequilibrios de espacios interiores, además de la disonancia del estilo del nuevo edificio con el que ha sido tradicional y característico de la ciudad de Roma, y los costos mismos de la obra.
Algunos editoriales juzgaron la obra de Hadid en el MAXXI como una de las mejores de su carrera, aunque otras guías repasando su hoja profesional sólo lo mencionan a la pasada, como un caso más por debajo de otros destacados. Sea más acertado uno u otro juicio, lo cierto es que la mano de la malograda y prematuramente fallecida arquitecta se perpetuará en la Ciudad Eterna con este gran complejo del museo, atrayendo a visitantes de todo el mundo hasta sus salas.
IMÁGENES DEL MUSEO MAXXI (noviembre de 2015):

JUANITO, EL RECORDADO ERMITAÑO DE LA CUESTA LAS CHILCAS

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Fotografía de Juanito colgada en el complejo de restaurantes "Los Hornitos". Según la información con la que cuento, habría sido tomada por su amigo del sector Llay-Llay el investigador y artista popular R. Olmos, al igual que varias otras imágenes que quedaron del personaje.
Coordenadas: 32°51'28.24"S 70°51'26.57"W (sector donde vivía)
No tiene monumento recordándolo allí en el paso Las Chilcas de la Ruta 5 Norte, cerca de Llay-Llay, pero es seguro que tampoco lo necesita: casi no hay viajero, camionero, ni residente de la zona que no sepa y recuerde de la leyenda de Juanito, el ermitaño que por tantos años fue la única forma de vida avanzada habitando permanentemente este curioso y a veces extraño lugar de nuestra geografía central chilena, con su cuesta de peñascos gigantes colgando sobre la propia autopista y anunciándole a los conductores que acaban de pasar desde la Región Metropolitana a la de Valparaíso, en las puertas de la Provincia de San Felipe de Aconcagua.
De cabellera apelmazada y enmarañadas barbas canas, Juanito se encontraba en el sector del kilómetro 76 de la ruta, llamado El Puente de El Tabón. Usaba por habitación una especie de inmunda ruca de material ligero con una colcha en el suelo, situada entre los grandes cajones de concreto que suspenden la autopista abajo y por un costado de la misma, a las que se llega saltando sus barreras. Allí comía, dormía, meditaba en sus tiempos de ocio y contemplaba la inmensa noche estrellada de la región, con la que fuera su perdida conciencia de hombre cuerdo ahora fundida con el paisaje de la naturaleza auténtica y ruda.
El anciano sólo salía a contemplar en silencio ceremonial el paso de los automóviles, o a recibir los regalos que le llevaban generosamente quienes lo conocían, especialmente los camioneros y vecinos de Llay-Llay: comida, galletas, sándwiches rápidos, bebidas, café, queso de cabra comprado en puestos de la misma ruta, dulces de La Ligua, etc. Funcionarios municipales o de Carabineros de Chile también se detenían para saber de su estado. Uno de los pocos residentes de la zona con los que reaccionaba en forma familiar y amistosa, sin embargo, era el señor Rolando Olmos, historiador independiente y artista folklórico de la zona, que ha rescatado gran parte de su recuerdo e imágenes.
A veces, los choferes de paso por la cuesta le llevaban también ollas o loncheras con alimento, y artículos de aseo o ropa, que él recibía siempre con su singular y meditabundo silencio. Si no estaba a la vista, los bocinazos lo hacían salir de su escondrijo, como si fuese un tímido y curioso animalito de uñas sucias, cargado del hedor de lo viejo e indómito y de la desconfianza de un puma montaraz. En caso contrario, sólo le dejaban las cosas a un costado de la carretera para que pasara a recogerlas, generalmente bajo un solitario árbol junto al camino hacia los años ochenta, el que posteriormente fue cortado para aumentar el ancho de la calzada y la berma.
Juanito parecía uno de esos maestros eremitas que cortaron toda ligazón con la sociedad y sus reglas; seres cerriles y hasta bravíos, cuando se sintieran provocados. Era casi un desafío de cada viaje verlo por las ventanas del bus o del camión allí, en su gran morada de piedras, hallándoselo a veces en la cima de algunas de las descomunales rocas de este tramo de carretera. Bastaba esa poca interacción con los hombres corrientes, sin embargo, para que todos lo quisieran, volviéndose un personaje misterioso, enigmático y símbolo viviente del paso de Las Chilcas y casi un peaje obligado para los generosos que le llevaban obsequios para subsistir.
Aunque se cree que habría llegado allí en 1969, aproximadamente, fue durante la década siguiente que comenzó a hacerse muy popular en el resto del país, perdonándosele incluso sus ocasionales arranques de agresividad con quienes llegaban a fotografiarlo o filmarlo, pues detestaba las cámaras y solía arrojarle piedras o palos a los intrusos que le hicieran sentir invadido. Otras veces, sin embargo, se veía de mejor ánimo saludando a quienes pasaban por allí, a un lado de la pista.
Al no haber entonces datos biográficos conocidos sobre él, las leyendas sobre su identidad y las razones de su presencia en tan inhóspita cuesta fueron cundiendo. Sus dificultades para comunicarse con otros y su silencio escasamente roto con su voz ronca y anciana, fomentaron fantasías sobre el personaje. La más extendida creencia aseguraba que era un próspero padre de familia, un prestigioso médico o un empresario de Santiago o Valparaíso, que había sufrido un accidente en la misma cuesta perdiendo a toda su familia durante un viaje de verano, tragedia tras la cual perdió también el juicio y nunca se marchó del lugar. Su culpa habría sido por el descuido de conducción que provocó el accidente o bien porque se bajó del vehículo sin engancharlo ni poner freno de mano (a orinar o a tomar una fotografía, según las versiones), tras lo cual éste se fue retrocediendo por la pendiente con sus pasajeros adentro, hasta desbarrancar. En cualquiera de los casos, se suponía quedó viviendo allí como un mendigo, con sus cabellos revueltos, sus ropas harapientas y pies descalzos acumulando décadas de piñén y callos. Un aliciente a esta versión de su historia fue, quizás, la presencia por varios años de los restos de un automóvil accidentado y quemado cerca de su lugar de hábitat, que algunos interpretaban como aquel vehículo en el que se habrían despeñado sus seres queridos.
En los años 90, con excursionistas y escaladores que entrenaban en este sitio (como en la gran piedra de la Pata del Diablo, hacia el lado de la salida Norte), la popularidad y la asistencia caritativa para el misterioso ermitaño se hicieron mayores, expandiéndose más todavía la leyenda de su supuesta tragedia en el lugar. Como el sector donde vivía en la cuesta era identificado por su presencia, el primer tramo de uno de los trazados de escalamientos en el paso fue bautizado como la Furia del Ermitaño. También apareció en este período un viejo y desgarrado sillón allí en sus dominios, probablemente arrojado como basura, que Juanito usaba casi como su trono para observar el mundo.
Una de las más antiguas fotografías que se conservan de Juanito, en abril de 1980, según información (no confirmada) tomada también por su amigo R. Olmos, de Llay-Llay. Fuente imagen: RocanBolt.com.
Juanito reposando en su "cueva". Fuente imagen: TamboExperiences.com.
Se cuenta también que muchas manos desprendidas intentaron ayudarle para sacarlo del abandono en que se hallaba, pero el ermitaño jamás aceptó retirarse de allí. Hacia el final de sus días, además, se había vuelto más arisco y casi no aceptaba el acercamiento humano, ni siquiera de quienes intentaran ganarse su aprecio con los permanentes obsequios, reaccionando en forma esquiva si alguien penetraba en su espacio de vida abajo de la autopista. Reporteros de un programa de televisión experimentaron en carne propia parte de esta reacción, al final de una entrevista al famoso mendigo.
Un día de aquellos, los camioneros notaron que se habían acumulado demasiados regalos caritativos para él a un costado de la autopista, sin ser retirados. Había períodos en que el ermitaño se hacía menos visible, pero esta señal era inequívoca de que algo malo sucedía, y así fue que alguien tomó la iniciativa de bajar al costado de para verificar su estado. Tras unos 30 ó 40 años morando en el enigma de Las Chilcas, Juanito fue encontrado fallecido en junio de 1997, bajo la curva donde vivía. Los informes tanatológicos precisaban que había perecido víctima de una noche muy fría, muriendo por congelamiento.
Su muerte que causó conmoción en la comunidad de residentes y viajeros que lo conocían. Durante varios días, los camioneros que pasaron por el lugar hacían sonar ruidosamente sus sirenas y bocinas en ambos sentidos, justo por el tramo preciso donde solía vérselo allí en la cuesta. Alguien colocó junto al camino un cartel escrito a mano instando a tocar la bocina como saludo de despedida, y el rito se extendió así quizás por años, inclusive, pues la señal perduró allí mucho tiempo. Sus funerales fueron un evento masivo en el cementerio de Llay-Llay: pocos compatriotas anónimos han tenido despedidas tan significativas, cargadas de coronas de flores y deudos.
Una investigación posterior, basada en sus huellas digitales, permitió determinar póstumamente la verdadera identidad de Juanito: había sido un señor supuestamente llamado Luis González (su nombre se mantuvo en reserva, así que no tenemos total seguridad de este dato), jornal y obrero aparentemente oriundo de Los Andes que trabajó muchos años antes en las obras de la misma Ruta 5 Norte.
Mas, estas revelaciones no pudieron cambiar la extensión y el romanticismo de su mito. De alguna manera, la comunidad de la provincia se resiste a acatar su partida, compensando con el recuerdo la ausencia de su persona e insistiendo en la fábula del médico que habría perdido a su familia allí mismo. Incluso hay fotografías suyas en locales de Llay-Llay y alrededores, como en la popular "picada" de viajeros del restaurante "Los Hornitos", en la salida Norte de Las Chilcas.
Como no podía ser de otra forma, la leyenda de Juanito ha seguido creciendo y nutriéndose con el tiempo, aunque adquiriendo infaltables matices más oscuros. Nos hemos enterado, por ejemplo, de historias sobre accidentes ocurridos en su presencia, o de cierta fama de gafe o pájaro de mal agüero tomada por gente que ni siquiera alcanzó a conocerlo. También especularon algunos que asesinaba perros vagabundos para comerlos y otras fantasías difíciles de creer, dado que nunca le faltaron provisiones que le regalaban los viajeros. Hasta que era un millonario excéntrico y avaro resguardando cada peso de su fortuna, se ha llegado a decir... Todos estos, chismes considerados patrañas por camioneros y choferes habituales de la zona, además de todos quienes lo conocieron en vida, hay que decir.
Han existido proyectos cinematográficos y de nunca instalados monumentos en su recuerdo, y habría por ahí hasta una pieza musical en homenaje al inmortal Ermitaño de Las Chilcas. Su recuerdo en el lugar es tan poderoso y determinante, sin embargo, incluso después de tantos años ya desde su fallecimiento, que no sería de extrañar alguna otra consecuencia de su pasada presencia en la cuesta sobre la toponimia local.

CASUÍSTICA FUNDACIONAL DEL MISTICISMO EN EL VALLE DE ELQUI (PARTE III): LA LEYENDA DE LOS LAMAS TIBETANOS EN EL ELQUI

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Vista lateral de la casa elquina donde supuestamente alojó la delegación de monjes lamas en el Valle de Elqui, en 1959, observada desde los altos de una residencia vecina.
Haciéndose por momentos difícil distinguir cuál manifestación está auténticamente ligada a las connotaciones espirituales que se le asignan al Valle de Elqui y cuál es sólo producción introducida por simples intereses lucrativos, existe una leyenda basal de las tradiciones que dan identidad al mismo y su fama: la supuesta presencia de misteriosos lamas tibetanos en algún lugar de su geografía, venidos a consecuencia de la ocupación china del territorio himalayo en 1959. Este episodio, por estar cronológicamente en los orígenes de tal rasgo cultural y turístico que hoy ofrece el valle, forma parte del mismo grupo de casos precursores y adelantados como los dos ya vistos acá: el Cristo del Elqui y la "Hermandad del Pacífico", primeros artículos de esta serie.
El mito (que no es tan mito, según me insisten) se halla en los fundamentos mismos del valle y de su pretendido vínculo geomántico con el Tíbet, pudiendo tener su semilla en hechos e interpretaciones que nos habíamos propuesto investigar, y sobre las cuales hemos ido llegado a novedades, recientemente, parte de las cuales compartiremos acá.
Ya vimos que la organización denominada "Hermandad del Pacífico" nacida en los años veinte, predicó como revelación un supuesto traslado del eje espiritual y geomagnético de la Tierra desde el Tíbet hasta el Valle de Elqui, desde los 30° Norte a los 30° Sur, siguiendo al dedo presuntas enseñanzas de tono profético compartidas por iluminados hindúes y budistas himalayos, las que han tenido refuerzos de difusión gracias a distintos autores y ensayistas, algunos más serios que otros. Sin embargo, el gran evento que consuma la creencia en tan publicitada relación entre los distantes puntos del mundo, habría sido el arribo de una delegación tibetana de entre 30 ó 40 monjes lamaístas, llegados desde el Lhasa al valle en una misteriosa misión ejecutada durante la oscura época de la invasión china y que testimoniaran, entre otros, el ex soldado SS y montañista austriaco Heinrich Harrer, en su célebre libro "Siete años en el Tíbet".
¿Qué objetivo tenía la delegación tibetana en el Elqui, en caso de tener algún rasgo de realidad la historia de su visita al valle, casi olvidado de Dios en aquellos tiempos en que su tortuoso camino ni siquiera era pavimentado y escaseaban las viviendas para los residentes? ¿Buscaban sólo un posible lugar donde asentarse lejos de la persecución comunista, o traían algo para ocultar en estas tierras lejanas, como creen los lugareños insistiendo en la idea de enromes tesoros de oro, joyas culturales y riquezas retiradas desde sitios sagrados como la ciudadela de Potala, para ser salvados de la destructiva Revolución Cultural?
No hay consenso entre las versiones de esta historia, sin embargo: mientras algunos elquinos hablan del arribo lama en el valle en 1947, cuando comenzó la guerra civil, otros dicen que tuvo lugar en la invasión de 1950 que sometió al gobierno tibetano, o bien la de 1959 con la ocupación total china del territorio y sofocado el intento de rebelión de ese año, con el beneplácito de la URSS apoyándola en foros internacionales a través del silencio pusilánime. Como no podían faltar, también hay quienes hablan de dos o tres venidas de lamas al valle, aunque también sin claridad sobre cuál fue la fecha de la primera llegada.
Autores como la escritora Malú Sierra, en su "Elqui. El cielo está más cerca" (un libro que no parece ser del gusto ni la credibilidad de todos los locales, aclaro), señalan que antes de su arribo los lamas habían hecho llegar, en 1947, el siguiente mensaje a nuestro país: "Chile, jardín de flores, al final de la Tierra, entre los Andes y el Pacífico, serás la cuna del Niño del Perdón", proclama que ya había sido retomada y adoptada como propia por la revisada "Hermandad del Pacífico", como vimos al estudiar algo sobre su caso en particular.
La situación política y social de los años cincuenta, sin embargo, habría obligado a establecer un enlace de emergencia con el Elqui casi al mismo tiempo que partía al exilio al Dalai Lama en la India, ocasión en la que -a pesar de las reticencias internacionales a provocar al gigante maoísta y su circunstancial aliado soviético- el líder tibetano fue recibido por el entonces embajador chileno Miguel Serrano Fernández, convencido nacionalsocialista de corte esotérico que habló en varias oportunidades de este singular episodio. Eran los duros días en que el Dalai Lama acusaba desde Nueva Dehli a los chinos de querer exterminar a la raza tibetana, ante el estupor e impotencia pero también absoluta inoperancia de la comunidad internacional y sus organismos, caso que presentó ciertas analogías con el que volvería a presenciar el concierto mundial durante la invasión de los Estados Unidos a Irak, en 2003.
Fue así, en dicho contexto general de persecuciones y abusos, que una delegación de monjes budistas habría sacado sus tesoros desde secretos escondrijos montañosos para traer -cuanto menos- una parte de ellos hasta los Andes, específicamente al Valle de Elqui.
Vieja imagen fotográfica de 1924, del majestuoso Palacio del Templo de Potala en el Lhasa, la ciudad sagrada del lamaísmo en la capital del Tíbet (fuente imagen: Iter.org, perteneciente a los archivos de la Fundación Alexandra David-Néel).
El intermediario casi casual entre los lugareños y los lamas recién llegados a Chile, habría sido un señor N. Rivera, hombre de campo que dedicaba gran parte de su tiempo a la venta de frutas secas y a trabajar como una especie de encargado de la comunidad local, haciendo trámites o pequeños "politos" en las propiedades vecinas donde era muy conocido. Tras ser contactado por la comitiva de alguna manera o por alguna recomendación, dio a aviso a los residentes de su sector de que los monjes necesitaban de muchos burros y que pagarían bien por ellos, noticia que corrió con velocidad llegándose incluso a una cantidad cercana al centenar de animales disponibles entre todos los vecinos que ofrecieron los suyos. Sin embargo, la delegación tibetana sólo requirió de 10 ó 15 de ellos, aunque cargándolos a más no poder con misteriosos bultos que corresponderían al fabuloso tesoro lama traído al Elqui, según la creencia. Y para mayor sorpresa de todos, los viajeros devolvieron los burros con sus alforjas llenas de riqueza y dinero, en un supuesto episodio que todavía es recordado por el valle.
Nuestra principal informante es una conocida cartomante, artista plástica, artesana, guía y mística de Pisco Elqui, a la que llamaremos simplemente Luz. Es una fuente de primer interés para ubicar la casa donde supuestamente estuvieron alojados los lamas de la pretendida comitiva de 1959, pues ella vivió en el inmueble durante dos períodos de su aventurera vida: primero, desde 1994 a 1996, regresando a Pisco Elqui y luego a esta misma residencia en 2015. Actualmente, administra un acogedor hostal ubicado a sólo metros de la misma casa misteriosa, donde mi amigo Cristián M. y yo nos reunimos con ella recibiendo una catarata de información escasamente difundida sobre el caso, y que maneja con grandes detalles. Mucha de la historia sobre el inmueble y el paso de los lamas, le fue proporcionada por el propio señor Rivera, su amigo y ex vecino.
Por otro lado, nuestra fuente oral cree detectar una pista para confirmar parte de la leyenda, en un pasaje del libro de 1968 titulado "La mujer dormida debe dar a luz", de un misterioso autor mexicano llamado Manuel y que firmó con el alias Ayocuan, curiosa obra escasamente conocida y que vuelve a poner en la palestra supuestos vínculos del nazismo con el lamaísmo tibetano, dicho sea de paso. El mismo escritor que se encargó de registrar los derechos de autor para Manuel e iniciar cuestiones editoriales de la publicación, fue Antonio Velasco Piña, que varias veces ha sido acusado por sus críticos de filonazi, fascista y de tendencias ocultistas o herméticas. Realidad o ficción, en una de las páginas de este libro de memorias, uno de los personajes dice respecto de las riquezas rescatadas por los lamas desde sus templos tras la agresión china:
"Cuando los chinos invadieron el Tíbet en 1950, el Gobierno Tibetano trasladó a seguros escondites en las montañas la mayor parte del tesoro nacional. Los tibetanos cuentan, por lo tanto, con oro suficiente para pagar el armamento; se trata únicamente de conseguir el crédito para financiar la operación".
Este comentario sería real, según la interpretación que los conocedores de la leyenda le hacen: los lamas tibetanos tenían ocultas riquezas (oro, joyas, reliquias ancestrales, objetos sagrados, libros, etc.) en sus colinas para evitar que cayeran en manos enemigas, dispuestos a usar parte de esos mismos recursos en operaciones insurgentes y en el rescate de tan fastuoso tesoro perdido, incluyendo un viaje hasta los Andes, aunque el libro no lo señale.
La casa elquina de marras está en el sector Ladera Chica, frente al Fundo "Las Placetas". Es un sector del valle que los locales conocían antes como La Laguna, dado que existía una lagunilla de aguas derivadas del río Claro o Derecho hacia estos terrenos situados exactamente al lado del lecho. Su entrada es hoy por el camino D-485, que pasa por lo que originalmente era el patio del terreno de la casa (incluso dividiéndolo en sus primeros años, al punto de que los baños de pozo habían quedado al frente, cruzando la calle), pues la antigua entrada era por el sector bajo hacia la orilla del río, por el sendero que allí existía y que dejó de ser el camino principal en los años noventa.
La casa fue por muchos años parte de la propiedad de un hacendado del lugar, en cuyos terrenos se encontraba la mencionada laguna. De acuerdo a lo que nos indica Luz, este señor no explotaba comercialmente su hacienda, pero recibía en ella importantes visitas de autoridades nacionales y extranjeras. Con el advenimiento de la Reforma Agraria y la mala evaluación del uso de aquella tierra, el fundo fue desmembrado y vendido, mientras que el ya envejecido propietario acabó sus días viviendo precisamente en esta casa que quedó como vestigio de la hacienda, donde moriría prácticamente solo.  Por mucho tiempo fue llamada también la Casa del Sastre, por el oficio de uno de los principales dueños que tuvo y quien participó en parte de la historia que acá contamos.
Según la misma información que maneja Luz, tras la pasada de los lamas por la residencia, ésta fue cambiada por una transacción que hoy parecería irrisoria: 10 a 15 burros de carga (¿los mismos usados por la comitiva?), pues se creía que los lamas volverían a requerir de ellos y los devolverían cargados otra vez de riquezas en sus alforjas, cosa que nunca sucedió. A la sazón, un señor de nombre Raúl y dueño de un predio del sector donde solía cosechar damascos, habría obtenido una gran suma de dinero de estos viajeros cuando les facilitó sus propios animales, riqueza con la que adquirió algunos terrenos más altos de la zona.
El Dalai Lama (sobre el caballo de color blanco) con su comitiva, partiendo al exilio. La imagen es del 21 de marzo de 1959, y se ve a la caravana cruzando Zsagola, al Sur de Tíbet (fuente imagen: Worldzine.fr).
En una ocasión, Luz descubrió una pequeña ranura por la que desapareció una moneda que se le cayó al piso, perdiéndose por debajo de la casa, hacia el frente actual de la misma pero en el fondo del primer nivel que queda bajo la calle por la disposición de la pendiente en la ladera. Si bien le intrigó este detalle, nunca se ocupó de investigar qué habría en esa cámara oculta, aunque sabía que un rumor local había supuesto, en su momento, que la delegación tibetana pudo haber dejado oculta parte de su carga en la misma residencia. Cuando regresó en tiempos recientes a la misma residencia (por una asombrosa coincidencia), se encontró con la sorpresa de que alguien había destrozado el grueso murallón que cerraba el acceso al mismo, atrás del primer nivel, colocándose dos enormes troncos para soportar la carga estructural de la removida muralla y abriéndole un pequeño vano lateral para iluminar el oscuro y estrecho pasadizo. Al parecer, de acuerdo a lo que ella supo por sus propios vecinos, alguien adquirió la propiedad convencido de que un imaginario tesoro estaba en el subsuelo, y por eso destruyó parte de la misma abriendo la cámara para luego desocuparla frustrado, al no hallar nada. Otros, sin embargo, le han sugerido que el espacio oculto surgió sólo por el socavamiento del terreno de la ladera sobre el que antes se apoyaba el murallón, quedando por acción del agua y la erosión este espacio vacío, aunque a simple vista semeja más bien algo trabajado o, como mínimo, intervenido por manos humanas.
Aunque no es un gran secreto iniciático la ubicación de esta residencia hoy deshabitada (probablemente, muchos de los que hayan sido atendidos por Luz y han alojado en su hostal ya sepan bien de este dato), no quiero entrar en demasiados detalles sobre su lugar preciso. Empero, para el curioso y el investigador dejamos una pista sobre su localización e identificación: corresponde a una residencia del primer grupo de casas del poblado de Horcón, y tiene un vistoso símbolo Om pintado en su fachada... Precisamente, un emblema del budismo y del hinduismo. Es una vivienda de adobe, concreto y tejas, aunque interiormente está muy modificada por sucesivas remodelaciones, que la han dejado distinta respecto a cómo era en esos años cuando habría alojado a los lamas de la leyenda, además del mencionado cambio de acceso a la misma desde el sector bajo antiguo al actual superior, por donde se pasó la carretera.
De los escurridizos lamas, en tanto, nunca más se supo. Las suposiciones dicen que regresaron discretamente a los Himalayas, pero otros aseguran que desaparecieron por los cerros del Elqui. Con más detalle, se agrega en algunas versiones de la leyenda que partieron hacia un sector casi en el origen del valle del Cochiguaz y donde está la laguna El Cepo, sitio con su propia carga de leyendas e historias sobrenaturales persistentes hasta nuestros días. Hay testimonios casi folklóricos ya sobre reapariciones de estos hombres en misteriosas circunstancias a los viajeros, e incluso el mito de supuestas fotografías satelitales de la NASA (una misión Gemini, de los años sesenta) "demostrando" la existencia de alguna clase de complejo o emanación energética entre los montes al interior del valle, cerca de la línea montañosa entre Cochiguaz-Alcohuaz, que es interpretado en la imaginación popular, a veces, como registro de los templos lamas allí levantados pero invisibles a los ojos profanos.
La leyenda de los templos lamas en la zona, entonces, se ha convertido en una suerte de Ciudad de los Césares elquina, y los rumores hablan incluso de intentos de expediciones buscando la misteriosa y perdida Potala de los Andes.
Luz me asegura que conservaba incluso un recorte del diario serenense "El Día" con la noticia del arribo de los lamas a la región, en 1959 ó 1960, pero que en sus continuos cambios de domicilio acabó extraviado. No me ha sido posible confirmar este dato desde Santiago, tanto por lo incompletos que están los archivos de periódicos de este período en la Biblioteca Nacional como por la falta de respuesta a mis consultas al respecto a la Biblioteca de La Serena. Prometo publicar, a futuro, más información sobre este tema y las varias fotografías que tomé de la mentada casa de nuestro interés.
Hoy es posible encontrar muchas alusiones al orientalismo en el Valle de Elqui: budismo zen en Los Molles, Cochiguaz y Paihuano, venta de cuencos tibetanos y otros artículos ceremoniales parecidos en locales al interior de Pisco Elqui y Horcón, la presencia de un Centro Budista Tibetano "Choe Khor Ling", las visitas del lama Drubpon Otzer Rimpoche, la "misión" de Gendun Yarphal en noviembre de 1998, terapeutas de medicina alternativa o yoga, etc. Se cuenta también en la hablilla que, en su primera visita a Chile, el Dalai Lama traía un medallón oscuro con un círculo trazado interiormente por dos líneas paralelas, arriba y abajo: una representando los 30° Norte con la inscripción "Tibet-Lhasa" y otra de los 30° Sur con la inscripción "Chile-Elqui". Y antes de morir en Francia el conocido biólogo y neurocientífico chileno Francisco Varela García, fundador de la organización Mind & Life Institute que asocia ciencia con budismo, pidió expresamente que sus cenizas reposaran en la localidad elquina de Montegrande, donde se hallan ahora.
Sin embargo, ninguna historia del Elqui se relaciona tanto con el Tíbet como la supuesta visita de la comitiva lamaísta en el valle, motor que parece haber dado uno de los más fuertes impulsos a la tradición mística del mismo hasta nuestros días y fundamento a algunas de sus principales asociaciones con la tradición de los Himalayas, por reales o inventadas que resulten.

IGLESIA PARROQUIAL DE NUESTRA SEÑORA DEL TRÁNSITO: UNA PAUSA DE TIEMPO EN LA HISTORIA DE CANELA BAJA

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Fotografía del templo parroquial, antes de la restauración terminada en 2015 pero de corta duración, a causa del terremoto de ese mismo año (Fuente imagen: sitio web de Radio Asunción).
Coordenadas: 31°23'54.27"S 71°27'29.11"W
Canela Alta y Canela Baja son dos singulares poblados de la Provincia del Choapa en la Región de Coquimbo, que pueden encontrarse desviando hacia el interior desde la Ruta 5 Norte a la altura Angostura y cerca de Huentelauquén con sus celebérrimos quesos mantecosos y empanadas fritas. Se llega a ellos por la carretera D-71 que lleva hacia Combarbalá, pasando la Hacienda Puerto Oscuro.
En la primero de los poblados que se aparecen al viajero es Canela Baja o llamada también Canela a secas, en la comuna homónima. Aunque su origen es tan antiguo que nadie sabe a ciencia cierta cuándo se establecieron allí los primeros habitantes, algunos creen que su poblamiento se remontaría a los días en que don Francisco Hernández Ortiz Pizarro recibía una merced de tierras en este sector llamado Conchalí (no confundir con la comuna del mismo nombre en Santiago), aunque se sabe que este personaje fundador de la ciudad de Calbuco, falleció en 1613 sin haber conocido este gran premio de tierras que le había otorgado el Gobernador Alonso García Ramón.
Las guías turísticas suponen que el nombre de Canela provendría de una vieja propiedad llamada Fundo La Canela o La Canela Baja, o bien que esta especie de árboles abundó en el pasado de la zona, desapareciendo en tiempos posteriores. En el sitio web oficial de la comuna también se especula que su nombre original deriva de la expresión quechua kanannay, que significaría algo como Destello de Sol y aludiría a ciertas comunidades de mineros de cobre que existieron hacia el interior en el siglo XVIII y hasta parte del XX.
La parroquia, vista desde la calle Cura Vásquez.
Fachada vista por calle Luis Infante, desde la plaza.
La comuna de Canela propiamente dicha, nace administrativamente hacia 1894, pudiendo estar relacionada con actividades de localidades de la costa como Caleta Puerto Oscuro y las exportaciones que se hacían de trigo, charqui y otros productos hacia Perú y las comunidades mineras de California durante la fiebre del oro. En un reportaje del diario "La Tercera" titulado "El pueblo del epicentro olvidado" y con Ignacio Bazán por autor (27 de septiembre de 2015), se indica también que muchos aventureros locales que probaron suerte en las auríferas californianas, volvieron a la región trayendo el comino como producto para introducir en Canela por largo tiempo, aunque la disminución del cauce del río arruinó esta agricultura, posteriormente. Hoy, una de sus principales actividades es la ganadería caprina y ovina; y quizás Canela haya tenido alguna participación en la industria de limpiapiés artesanales que se hacían masivamente en el pasado de la Provincia del Choapa, siendo conocidos por lo mismo con el nombre tradicional de choapinos.
Al entrar a Canela Baja, la línea de la carretera se divide en las dos calles centrales principales que cruzan longitudinalmente el poblado, paralelas al Estero Canela. Es un lugar que permanece tranquilo y meditabundo la mayor parte del año, con algún perrito paseando por sus callejas o un anciano mirando desde el entorno a los extraños, sentado con su mentón en sobre el bastón. Un sitio profundo, de otra época, aún intocado por muchos de los vicios de la modernidad.
Por la vía urbana a la izquierda, Estanislao Oyarzu, encontramos abruptamente la plaza central del modesto poblado rodeada de antiguas casas construidas con la técnica del adobe sobre armazón de rejillas y vigas de madera, parecido al método más nortino de la quincha, como se observa en una pequeña casucha demostrativa de este antiguo procedimiento de construcción colocada dentro de la misma plaza, hecha por escolares del sector. Muchas de estas casas del casco histórico se advierten castigadas con dureza por los terremotos, en algunos casos abandonadas y quizás esperando caer solas.
Patio interior de la parroquia. Muros del templo a la derecha.
Sector de la sacristía con sus murallones destruidos.
Al fondo de este cuadrante de la plaza, destaca el edificio de la Municipalidad de Canela, construido hace pocos años, a pesar de su aspecto neoclásico. Recuérdese que Canela Baja es capital comunal. Exactamente al costado izquierdo del edificio municipal, está la vetusta Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Tránsito, con su planta de medio crucero y murallones de adobe. Quizás no sea de los templos que más visitantes adictos al turismo histórico atrae la zona, a diferencia de las iglesias de Mincha o Combarbalá, pero este desdén es injusto, pues se trata de un edificio por completo admirable, a pesar del mal momento por el que atraviesa víctima de las mismas inclemencias telúricas que azotaron recientemente la región.
La iglesia se encuentra en calle Luis Infante 500 frente a la corta callejuela Cura Vásquez, que da contorno al costado Sur de la plaza central. Según información publicada por la Prelatura de Illapel, el actual edificio de la Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito habría sido establecido en 1913, pero sobre la iglesia que ya existía allí. No sabemos a qué tiempo podría remontarse la edificación que sigue en pie, entonces, pero en la opinión del vicario Gino Jiménez, el templo tendría 150 años o más. Remodelaciones posteriores parecen haber "modernizado" su aspecto al que ahora ofrece. Por ejemplo, los dos niveles superiores de la torre del campanario tienen detalles de épocas más nuevas.
Además de las fiestas religiosas anuales y de la celebración de Nuestra Señora del Tránsito, la iglesia era el escenario de la misa del Te Deum de Fiestas Patrias en la zona, que acá se celebran con singular energía, autenticidad y costumbrismo a pesar del olvido insolente que el centralismo chileno le ha dado históricamente a esta provincia. Y más allá del servicio litúrgico, la parroquia ha sido de mucha utilidad social para la comunidad canelina. Gracias a una cruzada del párroco Luis Brevis Muñoz, por ejemplo, pudo ser fundada la estación FM local Radio Asunción, que inició transmisiones el 12 de octubre de 1998 en el 92.3 del dial, dando un gran salto en los medios y la comunicación de sus habitantes, que sólo recibían señal de algunas estaciones AM hasta entonces. Además, el gimnasio y las salas de las dependencias parroquiales han servido permanentemente también como sedes para reuniones sociales y encuentros vecinales.
El vetusto ábside del edificio y parte posterior de la sacristía.
Acercamiento al ábside y sus sillares de piedras. Se observa el daño.
Una placa de mármol en su fachada, junto a una imagen de la crucifixión, recuerda que en este templo fue bautizado con 13 días de vida el futuro Monseñor José del Carmen Valle Gallardo, nacido en Canela el 11 de diciembre de 1908. Fue colocada en el centenario del ilustre sacerdote que llegara a ser Obispo de Iquique entre 1964 y 1984, falleciendo en La Serena durante el año 2000. En una entrevista de los años noventa, la destacada folklorista nacional Gabriela Pizarro recordaba haber participado del coro de esta iglesia con el mismo repertorio que plasmó en sus "Veinte tonadas religiosas", de 1993. Y en mayo de 2013, el Nuncio Apostólico Ivo Scapolo visitó desde El Vaticano a la parroquia canelina y sus hermanas teresianas, en una misión de estrechamiento de lazos. Llegó allí acompañado por Monseñor Jorge Patricio Vega y el Vicario General Luis Lazo.
Estando el templo ya con algunos problemas por su propia antigüedad y por violencias telúricas anteriores, como el terremoto de 1997, se había organizado una larga campaña de recaudación de fondos a través de bingos, colectas y rifas que permitió restaurarla en marzo de 2015. Toda una proeza, tratándose de una de las comunas más pobres y olvidadas del país. Entre otras cosas, se le reparó por entonces el techo, se cambiaron los pisos de tablones, se rehizo el coro y se mejoró la fachada, pintándosela de un color claro.
Poco duró la celebración, sin embargo: el gran dolor de esta iglesia sobrevino con el terremoto de Coquimbo del 16 de septiembre de 2015, que con sus 8.4 grados Richter y cerca de 15 víctimas, tuvo precisamente a la zona marítima frente a Canela Baja como epicentro de toda su ferocidad tectónica, desatada minutos antes de las 20 horas de aquel día. Más del 15 % de sus viviendas quedaron inutilizadas y, por un par de semanas después de la catástrofe, al menos muchos chilenos pudieron enterarse de la existencia de este encantador y pintoresco lugar, ahora golpeado sin compasión. En un ejemplar y enaltecedor comportamiento cívico de sus habitantes, sin embargo, esta pobre comuna que figura entre más vulnerables del país, no registró intentos de saqueos a pesar de la desolación material y la destrucción.
La noche de ese fatídico miércoles sombreó a una iglesia agrietada y con sus muros de contención peligrosamente dañados. Desde entonces, está cerrada y sigue gravemente herida, juntando polvo y memorias en el total silencio de sus campanas. Todos sus muebles, bancas, alhajas y figuras religiosas debieron ser retiradas, permaneciendo algunos días afuera del edificio y después puestas a mejor resguardo, extendiéndose desde entonces los servicios religiosos en otro lado del recinto parroquial.
Vista del coro y parte de la nave, desocupados y con muros partidos.
Vista del altar y el fondo ornamental con muros agrietados, desde la sacristía.
La propiedad eclesiástica mantiene su portón abierto permitiendo acercarse a observar los costados de este edificio: su sacristía también cerrada, sus muros partidos en ángulos insensatos, su añoso ábside desnudando partes interiores y su macizo sillar base, sus derrumbes de paredes y sus ruinas revelando las vísceras secas y las osamentas de tan vieja materialidad. Afuera, el paisaje de árboles y arbustos de la vega del río casi parece fundirse con el de la propia iglesia y sus patios. Por los ventanales cerrados con agresivos candados, con algo de dificultad aún pueden observarse su única nave totalmente vacía y las decoraciones del altar y de las columnas del presbiterio simulando en sus maderas texturas veteadas de rocas como la local combarbalita, hechas por expertas manos de carpinteros y artistas locales.
Todavía no está claro cuál será el destino del antiguo templo. El vicario Jiménez lleva adelante una campaña casi personal para evitar que sea demolida, posibilidad que resulta altamente factible y hasta conveniente, según ciertas opiniones que podrían considerarse expertas. Sin embargo, parece una puñalada al alma la sola idea de que termine siendo destruida y reemplazada la iglesia más antigua de la comuna de Canela. Aunque podría existir un eventual interés de compañías privadas y casas de estudios por salvar la iglesia, la incorregible inoperancia e ignominia de las autoridades políticas chilenas marginando en sus agendas de problemas toda prioridad a esta clase de pueblitos olvidados por Dios y ambicionados por el Diablo, ha ayudado a fomentar los malos pronósticos sobre el destino del viejo templo, además de las casas destruidas y muchos otros edificios afectados por la catástrofe, pues muchas de las necesidades principales de los habitantes afectados por el terremoto han sido satisfechas... Vieja y repetida historia es ésta, entonces, y por todo Chile.
Esperamos que la Parroquia de Nuestra Señora del Tránsito y toda Canela Baja sólo estén pasando por su propio y reversible mal "tránsito": una mala pausa en la historia de esta localidad, tan infelizmente castigada hace unos meses, dejando su huella de destrucción casi simbolizada en el templo habitado hoy sólo por los temores sobre cuál será su destino.

EL PEQUEÑO PARAÍSO POPULAR DE LA PLAYA CHIGUALOCO

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Coordenadas: 31°45'13.38"S 71°30'47.94"W
La playa y la caleta de Chigualoco se ubican en el Kilómetro 245 de la Panamericana, en la rada de Chigualoco entre las llamadas Punta Muía Muerta y Punta Rinconada, en la Provincia del Choapa. Corresponde a una amplio terreno litoral situado justo bajo la desembocadura de un estero también llamado Chigualoco, donde se forma un precioso humedal de flora y fauna que pasa bajo la carretera, en el sector del puente del mismo nombre que está junto al promontorio con el pequeño bosque costero de este tramo en de la autopista.
Pasando esta desembocadura y siguiendo un camino de tierra que bordea el promontorio, también está la caleta de pescadores de Chigualoco, destacando no sólo por sus botes y campamento, sino también por el molo de rocas y un pequeño faro desafiando las ventiscas. El lugar concentra buena parte de la actividad de pesca artesanal del sector y algunas leyendas románticas que han pasado a veces por la literatura. Ambienta allí el relato de "El tesoro de Chigualoco", de  Saúl Schkolnik, y el autor Ignacio Balcells mencionó a la localidad en su libro de recuerdos "La Mar".
Pasé por Chigualoco por primera vez en los noventa, volviendo a ver su desordenada acumulación de carpas y tiendas pobres en varios veranos más, desde entonces, con esos campamentos ya desaparecidos pero que, en su momento, llamaban la atención tanto o más que el nombre del mismo sitio. Llega a ser dramático el cambio que sufrió este lugar de tanto valor histórico y natural en épocas más recientes, quedando con su actual aspecto un tanto triste para quien la recuerda bien.
HISTORIA DE UNA RADA Y SU PLAYA
El estero y el camino interior conectan Chigualoco con las localidades de Los Azules, el Gauchal y Casuto, al Norte del Santuario de la Naturaleza de la Laguna Conchalí. Esta zona, donde se han hecho interesantes hallazgos arqueológicos, comenzó a ser ocupada establemente hacia el siglo XVI por trabajadores relacionados con cierta actividad de extracción de oro en la región, según se entiende de los estudios de Mónica A. Barrera Calderón publicados en "La ocupación histórica del Valle de Chigualoco-Casuto. 1579-1936 d. C." (III Congreso Chileno de Antropología - Colegio de Antropólogos de Chile A. G, Temuco, 1998).
Fue específicamente en 1579 que se establece una colonia indígena de mineros de la Zona Central en Chigualoco, pertenecientes a la encomienda de don Juan de Cuevas, de Santiago. Tras fallecer en 1591, su actividad de lavaderos fue decayendo en rentabilidad hasta desaparecer a inicios del siglo XVII, según parece, pues su hijo y sucesor Luis de Cuevas trasladó a estos habitantes hasta Melipilla y Pomaire, quedando así abandonado Chigualoco.
Después de esta primera época, el lugar fue variando a concesiones de tierras y ganadería, extendiéndose hacia el interior del mismo territorio. La minería permaneció con cierta presencia en la provincia, sin embargo. Una de las primeras ocupaciones de terrenos le había sido concedida en 1579 a don Pedro Bustamante por el Gobernador Rodrigo de Quiroga, hacia el sector del Estero Conchalí en Los Vilos, posesión que el Gobernador García Ramón traspasará al maestre de campo Francisco Fernández Ortiz a inicios del siglo siguiente, quien los traslada a su vez a don Juan de Ahumada. Tras un pleito judicial, Bustamante logró recuperar parte de los mismos.
La actividad aurífera del Choapa se extendió hasta el siglo XVIII, apareciendo varios de los poblados interiores que hoy enseñorean la Región de Coquimbo. Empero, a partir de este período hay un vacío sobre las propiedades y posesiones de tierra en todo este sector entre el Estero Conchalí y la localidad de Mincha, incluyendo la costa de Chigualoco. Para el 1800, la estancia con este nombre aparece como propiedad de don Santiago Iñiguez y su esposa María del Carmen Landa, unida a la de Huentelauquén y bajo la jurisdicción administrativa de Illapel.
A la sazón, sin embargo, el valle de Chigualoco desde la playa homónima hasta Casuto, parece haber quedado prácticamente abandonado por el agotamiento de las fuentes locales de oro y el desplazamiento de los habitantes, aunque se vieron lavaderos en esta última localidad todavía en el siglo XIX, por viajeros como el naturalista Lorenzo Sundt, pues hubo un redescubrimiento del material hacia 1830, que duró por cerca de una década. Al volver a acabarse, el lavado de oro quedó reducido sólo a una pequeña actividad artesanal, que perduró hasta más o menos 1940 ó 1950.
Con relación a los pescadores, hay registros de la existencia de la caleta ya a inicios del siglo XX cuanto menos, pudiendo tener antecedentes anteriores aún. A pesar de su importancia en el lugar, sin embargo, recién en septiembre de 1990 se constituyó el Sindicato de Pescadores Artesanales y Buzos Mariscadores Extractores de Productos del Mar de Caleta Chigualoco, que los agrupa y representa.
BELLEZAS Y ATRACTIVOS DEL SECTOR
Chigualoco es una playa de aproximadamente un kilómetro y medio, con forma medialuna estrecha, de arenas claras y barreras de rocas bajas a su espalda. Más atrás, pequeñas dunas se mezclan con el paisaje de suculentas docas y matorrales pequeños, donde descansan o planean parvadas de gaviotas y jotes de cabeza negra. Es uno de los pocos lugares costeros con estas características por este sector, y su ubicación en la rada permite que se formen trenes de olas que son aprovechados por jóvenes practicantes del surf y del bodyboard, que llegan periódicamente a este lugar.
El estero Chigualoco cruza cerca de una planicie ripiosa y suele tener sus aguas bajas en el período de mayor afluencia de visitantes, sin llegar a tocar el mar hasta la próxima crecida. Su humedal abarca unas 6 hectáreas. Varias aves anidan o pescan pequeños pejerreyes por allí, como patos silvestres, pitotois grandes y chicos, patos yecos, garzas blancas, taguas, gaviotines elegantes, gaviotas Franklin, rayadores, queltehues y zarapitos. Se las puede ver con frecuencia a todas juntas y casi revueltas en algunos tramos de la orilla, como si fuesen un muestrario ornitológico vivo. A veces, aparecen coipos también en el sector, poniendo una presencia mamífera más reputada que la de ratones o perros vagabundos.
Cruzando el estero por sus partes secas en la desembocadura y caminando hacia la punta, se llega a la pintoresca caleta de pescadores. Las principales especies marinas de extracción para estos hombres son peces como la corvina, la cabinza, el lenguado, el congrio colorado, pejerrey y sierra. Los buzos y mariscadores, en cambio, recolectan locos, lapas, chitones y erizos rojos. Muchas conchas de moluscos están por los bordes de la playa, como prueba de esta diversidad biológica.
Se encuentran allí los botes para la pesca, la sede del sindicato local, la explanada donde están las pocas residencias y los secados de huiros, actividad frecuente de hallar en el territorio costero de la región. Un conocido recolector de estas algas allí es un señor llamado Tito. Un altar a San Pedro, clásicamente conocido como el Santo Patrono de los pescadores y hombres de mar en general, custodia las naves y es escenario de fiestas devocionales y bailes religiosos para el Apóstol en su día, cada año.
El sector del molo y del muelle en la caleta es habitado también por algunos chungungos, que de vez en cuando asoman sus nerviosas pero tiernas figuras entre la marea. Penosamente, algunos de estos animalitos han sido atacados alguna vez por los perros abandonados que merodean el sector, según nos informan los propios pescadores. En nuestra última visita, además, encontramos también el cadáver de un lobo marino que llegó varado en su orilla.
LA ÉPOCA DE SUS CAMPINGS POPULARES
Lo que más se recuerda de este curioso balneario cuyos habitantes estables no deben superar las 20 ó 30 almas, es la cantidad abismante de campamentos informales de veraneantes que se instalaban en el sector Sur, especialmente dentro del triángulo formado por la orilla de playa, la línea de la Ruta 5 Norte y las huellas del estero y del camino hacia la caleta de pescadores. Era un colorido y denso caos de toda clase de carpas, tendales, cobertizos improvisados con frazadas o mallas, tipis de plásticos, chozas y pequeñas tiendas que llenaban cada metro cuadrado de este lugar, a veces hasta desbordando el área del triángulo mencionado en las épocas de vacaciones, con una enorme aglomeración de gente de estratos populares que sólo he visto también en el sector de las playas cerca de Coronel y Lota, en el Bío Bío.
La mayoría de los llegados cada temporada a este sitio eran residentes de los alrededores, como Los Vilos, Illapel, Punitaqui, Combarbalá u Ovalle, pero era frecuente que arribaran allí también vacacionistas de Santiago, Valparaíso, Talagante, La Serena y ciudades aún más distantes. Tampoco faltaban los andariegos, sin localidad conocida y dedicados a ir estableciéndose temporalmente en cada lugar de su perpetua vida viajera sin raíces.
El auge de estos campamentos populares de Chigualoco estuvo entre los años ochenta y noventa, aunque sería más antiguo para la atracción de campistas informales, según nos cuentan en la zona: quizás desde la segunda mitad de los años setenta, cuando estuvieron de moda en Chile las comunidades hippies y juveniles tomándose provisoriamente algunas playas con esta misma característica informal. Hacia fines del pasado siglo, no había mochilero del Norte Chico que no hubiese conocido este lugar aunque fuese durante una jornada de estadía o un asado a la parrilla, por lo mismo.
La declaración de playa no apta para baño, por su situación de marejadas y resacas que han enlutado ya a algunas familias con el sino de la tragedia, no siempre es respetada: ni por bañistas, ni deportistas, ni por pescadores de caña que llegan hasta el lugar. Menos se respetaba la restricción al camping que imperó por muchos años, no pudiendo obligarse a acatarla ni con partes, ni con amenazas.
El aspecto negativo de todo esto, sumado a la falta de buenos servicios higiénicos e implementación básica para un camping de tales proporciones, era sin duda la cantidad de basura que dejaban los visitantes, algo que alcanzó matices de cuasi pesadilla para las ofuscadas autoridades municipales de Los Vilos que veían con cada vez menos encanto la llegada permanente de turistas económicos a Chigualoco.
Recién hacia el año 2010 se instalaron buenos contenedores de basuras y abastecimientos de agua potable, por petición e insistencia de los mismos campistas. Hasta entonces sólo había agua de noria disponible allí. A la larga, sin embargo, la acumulación de estas y otras necesidades serían una de las razones o excusas para correrlos de allí, como veremos.
MITOS Y TEORÍAS SOBRE SU NOMBRE
Por largo tiempo, el nombre de Chigualoco ha sido objeto mofas y risas entre los chilenos que van o vienen por el sector al Norte de Los Vilos. Ya es casi un cliché fotografiarse junto al cartel que anuncia su lugar en la autopista, haciendo un gesto "flaite" con los dedos en la boca o en una pose desafiante típica de los representantes del mundo del hampa.
La creencia popular dice, pues, que el nombre de la caleta y de la playa se deben precisamente a la presencia masiva en el pasado de esos visitantes de sector sociocultural más modesto, donde existe la alguna vez conocida expresión multiuso "¡Chi-huá, loco!", traducible a algo como "¡Qué pasa, loco!", y que según la entonación e inflexión de voz sirve desde para saludo hasta como desafío a duelo. Proviene quizás de una deformación en el habla carcelaria de la pregunta o exclamación "¡Qué hueá!" ("¡Qué huevada!", "¡Qué cosa!") convertida en"¡Qui  guá!" y "¡Chi guá!", expresión que aparece también en la letra de la llamada "Cueca pulenta" del grupo folklórico Altamar, cuya letra fue hecha precisamente tras una investigación del leguaje coa de los presidiarios por parte de sus autores.
Sin embargo, toda esta asociación del nombre de la localidad con la presencia de campistas y veraneantes de origen muy humilde y formas de hablar donde se usaría más esta misma expresión, es sólo un mito sostenido de tan extraña coincidencia fonética: se puede observar en planos antiguos de Chile, como los de Luis Risopatrón hechos en 1910 para la Oficina de Mesuras de Tierras, y en guías turísticas de los años sesenta que la playa y el estero ya eran llamados perfectamente como Caleta Chigualoco en aquellos años, por lo que el origen toponímico es otro. La rada o bahía aparece llamada así también en documentos del siglo XVIII cuanto menos. Una restinga roqueña del sector, además, es denominada desde antaño como los Bajos de Chigualoco, por los navegantes y marinos.
Es factible que el nombre de Chigualoco provenga en realidad del mapudungún Chiway-Lafko o Chiway-Lafken, que se traducen como Espuma Marina o Neblina de Mar. Suele ser la teoría más defendida en las fuentes, diríamos, aunque el Dr. Juan Grau sostenía en "Voces indígenas de uso común en Chile" que provenía del quechua Ch'iuwa Lonq'o, que se traduce como Jaula Redonda, o alternativamente del mapudungún Chiwa Loko, que se traduciría como Neblina Marisco o Locos de la Neblina, aludiendo al cotizado molusco llamado loco o caracol de mar. Otras interpretaciones sugieren incluso una combinación o hibridismo en el origen del nombre, como Herman Carvajal Lazo en su artículo "Los topónimos indígenas de la Provincia del Choapa", donde señala que puede provenir del quechua Chigua y mapudungún Loco, traduciéndose juntos como Cesto de Locos en alusión al mismo molusco.
No obstante, en los archivos coloniales Chigualoco aparece tempranamente llamado Chúaloco, partiendo por el propio río o estero donde estaba la colonia indígena de don Juan de Cuevas. Este nombre se mantiene intacto hasta parte del siglo XVII, apareciendo en 1675 el registro de una Hacienda Chigualoco propietada por el tesorero Pedro Pizarro, perteneciente administrativamente al Corregimiento de Quillota. Por esto, Mónica Barrera deduce que el nombre original era el de Chúaloco y que tendría alguna relación con la palabra chúa, usada entonces para referirse a un tipo de batea pequeña que se empleaba en los lavaderos de oro como el que tenía precisamente la mencionada encomienda del siglo XVI.
LA ANIMITA DE CHIGUALOCO
Dicen que ha ocurrido más de una tragedia en estas aguas de engañosa y tramposa ensoñación, pero una sucedida en el verano de 1999 está particularmente bien recordada allí, gracias a una animita de concreto y baldosas con techo a dos aguas y una cruz, ubicada hacia el sector Sur del camping actual, cerca del acceso lateral para los vehículos. Es el homenaje póstumo a un ahogado y desaparecido entre estas mismas marejadas.
La animita corresponde al fallecido llamado Fernando Rodrigo Salas González. Según hemos averiguado, era un santiaguino de 28 años tragado por el mar junto a otros dos bañistas entre las olas de esta playa, el 14 de febrero de aquel año. Fue un caso con cierta repercusión en la prensa, aunque sólo uno más de los ahogamientos que hubo en Chile durante aquel período.
La intensa búsqueda de efectivos de la Armada de Chile y de voluntarios del Cuerpo de Rescate Marítimo, apoyados por la Torpedera Guacolda y un helicóptero naval, permitió encontrar después los cadáveres de Carlos Patricio Piña Campos, de 25 años residente en Santiago, y de Freddy Morales Viera, de 26 años residente Combarbalá. Sin embargo, el tercer cuerpo, el de Salas González, jamás apareció, quedando sólo su animita allí junto a las arenas, como su simbólica tumba con una placa de mármol en su interior recordándolo:
"FERNANDO RODRIGO SALAS GONZÁLEZ
+ 14 . 2. 1999
EL MAR ES TU TUMBA, EL CIELO TU CASA Y MI CORAZÓN TU REFUGIO.
TU MAMÁ E HIJITA"
Sin embargo, una placa de mármol colocada en el exterior de la misma animita tiene un doloroso y desconsolado mensaje un poco desconcertante para quien no esté al tanto de los detalles de esta historia, pues se dirige a una mujer llamada Gladys (¿otra fallecida en estas aguas?), acompañada de un grabado con el rostro sufriente de Cristo:
"Gladys. Esposa, el amor que siento por ti es tan grande que nadie llenará el vacío que has dejado en mi corazón.
Gladys. Te quiero.
Sin ti ya no puedo vivir, sólo vivo con la esperanza que nos dejó nuestro bendito Jesús.
Gladys, mi amor, te quiero".
La animita está decorada con muchas figuras de loza y cerámica en su interior, como ángeles, cruces y santitos. Afuera, le han colocado algunas conchas marinas y caracolas, como reafirmando la relación de este homenaje con la infinidad del océano que revienta y arroja espumas a pocos metros de ella. Mar hipnótico, seductor y traicionero, a perpetuidad en todos los casos.
Lamentablemente, la triste animita tampoco ha servido de advertencia para los bañistas imprudentes, produciéndose varias nuevas situaciones peligrosas posteriores, como una que obligó al rescate de dos niños que se ahogaban en estas mismas aguas a fines de enero de 2013, con arriesgadas maniobras de un helicóptero de la Armada.
EL RADICAL CAMBIO DEL LUGAR
Nunca hubo una solución inteligente al problema de la cantidad de visitantes que colmaban las capacidades de espacio y hasta los contenedores de basura en Chigualoco, a pesar de las propuestas de los usuarios por mejorar la situación. En honor a la verdad, a veces los restos de fogatas para asado, desperdicios, huesos de pollos, cáscaras y envases quedaban como reporte visible de las correrías familiares o recreativas en los tiempos de mayor acogida de personas. La Municipalidad de Los Vilos se esforzaba por mantenerla limpia, sin embargo, pero jamás dispuso de los baños químicos por tanto tiempo pedidos para esta playa.
Pasado el cambio de siglo, la situación de Chigualoco comenzó a cambiar drásticamente y la propiedad de los terrenos centrales fueron siendo reconvertidos en un camping formal, perteneciente a la sociedad Los Quebrachos Ltda., que construyó un amplio campo cercado, con sectores subdivididos y servicios básicos para establecerse allí por una suma de dinero diaria. La resistencia a estos y otros cambios la trató de llevar adelante la llamada Agrupación Social, Cultural y Recreativa Chigualoco Sur, que reunía a muchos de los usuarios que por más de tres décadas habían acampado en este sitio. Empero, la cruzada resultó de corta duración y con magros resultados.
Con los mejoramientos de la autopista cambió también el acceso vehicular al sector de la playa, con un desvío especial y más seguro que la salida de costado de otras épocas. Su fama ha crecido notoriamente entre los surfistas desde entonces, con algunos eventos importantes. También se ejecutaron recientes programas para mejorar la infraestructura y la administración de los pescadores del sector de la caleta, y Chigualoco hasta ha sido sede de competencias de caza y pesca submarina.
Con estas y otras modificaciones introducidas allí, una nueva etapa de vida más pensada para el turismo establecido había llegado a estas playas de brumas y oleajes constantes... Etapa no exenta de polémicas, sin embargo, como sucedió con las acusaciones de la mencionada Agrupación y algunos parlamentarios sobre el cierre de accesos a la playa del sector Sur en 2011, por influencia de propietarios del clan familiar Matte Larraín dueños del antiguo Fundo Agua Amarilla y donde están los campings privados.
Así, aunque el evangelio y el orden se suponen llegados a la popular Chigualoco, desapareció de ella la pintoresca época de los tendales colorinches con rucos y carpas en ordenamiento caótico, salvo por uno que otro temerario nostálgico de aquellos días, que insista en colocar su tiendita en algún sitio entre estas arenas y conchuelas, alrededor del recuerdo... Recuerdos arrumbados en el pasado de las aventuras de los sectores más modestos del pueblo buscando playas, descanso y diversiones.

CASUÍSTICA FUNDACIONAL DEL MISTICISMO EN EL VALLE DE ELQUI (PARTE IV): AUGE Y OCASO DEL "MONASTERIO" DE LA HERMANA CECILIA

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Vista de "El Monasterio" de la Hermana Cecilia, sobre un pequeño promontorio junto al río Cochiguaz. Fuente imagen: "Los iluminados del Valle de Elqui", de Juan Guillermo Prado.
Ya vimos tres casos impulsores de la fama mística del Valle de Elqui: la vida del Cristo del Elqui, la creación de la "Hermandad del Pacífico" y la visita de supuestos lamas tibetanos en las localidades interiores durante los años cincuenta. Ahora nos corresponde abordar uno un poco más reciente, pero que estuvo también en la misma línea de pioneros de tal rasgo cultural y turístico que hoy identifica al valle, para gusto de algunos y disgusto de otros. Al ser casos originarios, por lo mismo, quedarían fuera de ejemplos análogos al llamado Síndrome de Jerusalén o estados parecidos que acaso pudieran experimentar otros iluminados del Elqui en las épocas donde su fama esotérica (o exotérica, para sus críticos) ya estaba consolidada y era bien conocida y hasta publicitada.
Muchos llamaban coloquialmente Hermana a la mística Helena Vacarreza Klemen, cuyo caso representado en la "Hermandad del Pacífico" quizás abrió las puertas a la supuesta conexión tibetana y lamaísta que tendría el Valle de Elqui. Sin embargo, fue una mujer posterior a ella y relacionada con el caso que acá atendemos, la que sería principalmente recordada con este título de cuasi santidad: la Hermana Cecilia Rodríguez, otro de los personajes que dieron principal fomento a la formación del imaginario místico y espiritual del valle, antes del boom definitivo iniciado en los años ochenta de la mano de sucesos como la publicidad para el frustrante paso del cometa Halley, hace justo ya tres décadas.
La Hermana o Madre Cecilia era, para muchos habitantes elquinos, una figura casi tipo Sor Teresa de Calcuta. Siempre vestida de túnica blanca, serena y en actitud contemplativa, nunca perteneció a alguna congregación u orden religiosa convencional, y menos recibió formación conventual; empero, de acuerdo a testimonios que hemos conocido de quienes la conocieron, la llamada Hermana era reconocida casi como una monja por el error de interpretación de algunos habitantes más humildes y menos ilustrados del valle, al creer en su simplicidad de educación y de formación que se trataba de la equivalente a una religiosa con investidura, por su actividad mística. Sus súbditos también ayudaron a extender esta percepción imprecisa sobre sus dignidades o credenciales, al rodearla de un aura santa y venerable, como que se anunciaba en sueños a sus leales para que la siguieran. Algo de esto se puede verificar en el libro "El levantamiento" de Mikaela de Salvington, donde se la prefiere llamar la Madre Cecilia, sin rodeos.
El grupo de Cecilia nació relacionado con la representación en Chile de la Gran Fraternidad Universal, organización con sede en Venezuela. Corresponde a una agrupación apolítica y pacifista de alcances esotéricos y mistéricos, fundada en Caracas el 27 de marzo de 1948 por el controvertido viajero, escritor y astrólogo aficionado parisino Serge Raynaud de la Ferrière, venerado por sus adeptos y considerado sólo un charlatán por sus adversarios. Asegurando haber pasado por experiencias espirituales en el Tíbet y la India (que hoy se ponen en duda), Raynaud planteaba una amalgama ecléctica de visiones tomadas del cristianismo, hinduismo, judaísmo, budismo, mahometanismo, hermetismo y algo de ciencias ocultas, bajo una visión anticipatoria del New Age y la creencia en la llegada de la Era de Acuario. Falleció a los 46 años en 1962, fulminado por un paro cardiaco, según se cree a consecuencia de su negativa a tratarse una diabetes con la medicina científica.
A pesar de su prematuro fallecimiento, la semilla de la Gran Fraternidad Universal ya estaba sembrada y así llegó a Chile obteniendo personalidad jurídica el 30 de diciembre de 1968, prendiendo entre quienes vivían con cierto retraso la euforia y la exploración espiritual post-sicodélica. Sus integrantes se hacían llamar también "Misión de la Orden de los Acuarios", y -¡era que no!- escogieron al Valle de Elqui como su lugar de operaciones en el país. De este modo, el controvertido reverendo mexicano Rafael Estrada Valero, colocó junto a sus hermanos, el 23 de octubre de 1969, la primera piedra del que iba a ser su "ashram" o sede local en Rivadavia, la que ostentaba el nombre del francés fundador de la agrupación.
Aunque el primer intento de establecer la secta aquí falló, quedando el lugar abandonado con el tiempo, un grupo en particular de miembros de la fraternidad interpretó la llegada de un nuevo tiempo como el anuncio del cambio del eje espiritual del mundo desde el Himalaya en la Era de Piscis, al Valle de Elqui en la Era de Acuario, tal como lo predicaría la "Hermandad del Pacífico", poniendo atención en uno de los cuatro puntos principales señalados por ellos como centros neurálgicos de esta nueva energía: el mismo de Rivadavia, en la confluencia de los ríos Turbio y Claro, que dan surgimiento al río Elqui. Al poco tiempo después de nacida la comunidad, entre 1978 y 1979, ya habían llegado a Cochiguaz, causando cierta intriga por sus modos ceremoniosos y sus vestimentas de túnicas albas.
La secta estableció su propia sede allí gracias al esfuerzo de la viñamarina Cecilia Rodríguez, conocida para la posteridad como la Hermana Cecilia. Su primera ubicación en Cochiguaz fue en el Fundo El Colorado, donde instalaron un gran altar en la entrada, conocido hasta hoy como la Heliópolis.
A mayor abundamiento, Cecilia había sido estudiante de arte y había conocido a los miembros de la Gran Fraternidad Universal en La Serena, donde solían hacer ejercicios grupales de yoga en la playa, incorporándose así al grupo. En la localidad de El Belloto de Quilpué y convencida de estas ideas, fundó en 1975 su propia agrupación satélite de la fraternidad con otros tres jóvenes miembros, Mario, Leo y Carlos, pero por problemas con abastecimiento de agua en la sede quillotana decidieron trasladarse hasta Cochiguaz, estableciendo una sede conocida como "El Monasterio". Alguna información que no hemos podido confirmar propone que también pasaron por Rivadavia, quizás a la antigua sede fundada por Estrada, pero alguna dificultad los llevó a cambiarse rápidamente más al interior del valle.
La controvertida Hermana Cecilia con dos de sus seguidoras. Fuente imagen: "Los iluminados del Valle de Elqui", de Juan Guillermo Prado.
No pasó mucho tiempo para que los cuatro fundadores fueran visitados por el maestro Shree Vasant Vithal Paranjpe, quien les enseñó las prácticas del homa y del agnihotra para purificar el alma y el ambiente, dejando atrás muchos de los preceptos y declamaciones que antes habían inspirado su misión desde la Gran Fraternidad Universal como prioridad. Desde ahí en adelante, la secta sufre un fuerte cambio de fundamentos y desde la observación de los preceptos de la fraternidad internacional, comienza a orientarse a un hinduismo casi obsesivo en la práctica de esta disciplina espiritual.
En una época donde la hotelería y el turismo eran más bien una sombra rústica en la zona, la comunidad de Cecilia trabajaba a nivel filosófico y terapéutico con sus miembros o público, también combinando elementos del New Age con psicología, algo de hippismo y tratamientos grupales de crecimiento y mejoramiento individual. Siguiendo ritos hinduistas enseñados por el mencionado maestro, se bañaban desnudos en el río muy temprano cada mañana, y repetían mantras ejecutando quemas ceremoniales parecidas a los sahumerios, aprovechando las cenizas en la fabricación medicinas alternativas propias para varias clases de tratamientos. Hubo varios escritores, músicos y artistas vinculados estrechamente a las experiencias que ofrecía la comunidad de "El Monasterio", pero sólo mencionaremos a Joakín Bello por haberse revelado ya este vínculo en el libro "Los iluminados del Valle de Elqui" de Juan Guillermo Prado. De este enlace entre el grupo y el músico habría surgido el encuentro artístico Primera Jornada por la Paz, de noviembre de 1983 en el Parque O'Higgins, con Bello a la cabeza de la organización.
Algunas opiniones comparaban a esta comunidad con el otrora conocido Grupo Ichazo de Arica, pero había una diferencia: los agrupados en torno a la Hermana Cecilia practicaban más bien el concepto de las terapias alternativas, además de episodios de epifanías como visiones místicas y revelaciones oníricas, mientras aceptaban someterse a un estricto código de vida. Particular importancia tenían para ellos las termas del cerro Cancana, que consideran sagradas. Sus miembros se jactaban de haber salvado la vida en ellas a desahuciados, además de estar convencidos de que existía en ella un portal dimensional, tal como en la laguna El Cepo al interior del río Cochiguaz que ya mencionamos para el caso de los monjes tibetanos visitantes del valle.
Si de críticas se trata, las principales de ellas se refieren a su estilo dictatorial de dirigir la colonia (algo propio de los líderes de sectas) y a ciertos mensajes pronosticando permanentemente el fin del mundo, sazonados con mezcolanzas muy banales relativas al tema ovni, de acuerdo a lo que ciertos habitantes de la región acusan haber detectado en el discurso de la comunidad y que puede confirmarse en algunos de los pocos folletos con mensajes internos de la sociedad que se conocen. Estaba de moda el tema en Chile por el entonces aún reciente caso del Cabo Valdés, vale recordar, y se ha dicho que los seguidores tenían ciertos nexos con la Misión Rama de Perú, del muy discutible "contactado" peruano Sixto Paz Wells, algo que parece sugerido también en la obra de Mikaela de Salvington. Algunos residentes, además, le atribuyen a la Hermana Cecilia la introducción de los términos Hermanos Mayores y Maestros en el argot místico del Valle de Elqui, para referirse a guías extraterrestres o presencias espirituales cósmicas, términos todavía presentes en la nomenclatura de muchos místicos locales.
También parece haber sido factura del "Monasterio" de Cecilia la leyenda de los supuestos campos geomagnéticos del Elqui detectados por fotografías de la NASA, según declaraciones que concedió a la prensa en 1982, siendo rápidamente refutada por astrónomos del cerro Tololo que negaron la existencia de tales energías, según recuerda Prado. En cambio, Malú Sierra acoge esta leyenda urbana en su"Elqui. El cielo está más cerca", señalando que se trataba de fotografías tomadas por astronautas de la misión Géminis en 1967, aunque es sabido que la última misión de este programa se ejecutó en 1966.
Otra aparente extravagancia del grupo y de la que se comentó mucho en su momento, era la de un presunto búnker secreto que la comunidad habría construido en algún escondrijo del sector, para sobrevivir al Apocalipsis. La infidencia la habrían hecho algunos trabajadores contratados para tales labores, se cree.
Empero, la Hermana Cecilia y varios de sus miembros terminarían cayendo en las inevitables controversias intestinas de esta clase de grupos. Su ruptura en 1983 con Gladys Medina y Ernesto Ardiles, entre otras cosas por no aceptar su relación sentimental dentro de la comunidad, significó la salida de la pareja desde la secta y algunas revelaciones contra la dirección de la misma. Siendo llamada Hermana Gladys, entonces, la ex integrante se mudó al sector Zanjón Hondo, donde fundó su propio grupo de seguidores apodados la "Común-Unidad", relacionados también con la práctica de la agnihotra y la controvertida y cada vez más cuestionada Misión Rama. Otro gran colaborador de Cecilia había sido el llamado Hermano Pancho, que todavía residía por allí hace algunos años con su séquito. Llamado en realidad Bernardo Blanchard, participaba de las actividades de la agrupación cuando llegó a Cochiguaz, estableciéndose después en Alcohuaz y fundando su propio grupo llamado "Centro Saint Germain del Séptimo Rayo". Ésta y otras agrupaciones como la "Escuela de la Luz de la Nueva Era", la "Gran Hermandad Blanca" o la misma "Común-Unidad", sin embargo, ya pertenecen a otro período de la historia del Valle de Elqui y son más bien consecuencias del grupo casuístico pionero que estudiamos acá.
A todo esto, la egolatría de Cecilia se estaba volviendo evidente y descontrolada justo en los momentos en que la decadencia amenazaba a su "Monasterio", exigiendo ciertos comportamientos devotos para con ella por parte de sus seguidores y siendo extremadamente elitista para seleccionar a quienes tendrían acceso a ella, según se recuerda. Malú Sierra parece no advertir nada de esto en su conocido libro, donde hace una casi apología de la Hermana y su obra, obcecada con demostrar el carácter espiritual profundo del valle. Como acogida en rango vip de la sociedad, pues, no pudo tener noción del clasismo con que Cecilia estaba tratando ya entonces a los aspirantes que llegaban a golpear las puertas del "Monasterio", en algunos casos recibiendo por respuesta un feo rechazo a cargo de alguno de sus seguidores según los testimonios que hemos conocido en años ya de diferentes viajes y largas estadías en el Elqui. Poco quedaba de la cálida y receptiva anfitriota de otras épocas, a esas alturas.
Acercamiento a la casa sede de la agrupación, conocida como "El Monasterio". Fuente imagen: "Los iluminados del Valle de Elqui", de Juan Guillermo Prado.
A pesar de ser visitados por escritores, artistas y personalidades de renombre, sin embargo, en los años ochenta el grupo se volvería más bien algo pintoresco entre muchas otras comunidades posteriores que iban llegaron a la zona con una propuesta y discurso parecidos. En los hechos, la mística Cecilia ya estaba atrapada en su propio espiral de dogmas y plazos, a esas alturas: ya enceguecida por sus delirios iluministas y quizás sintiéndose alentada por el protagonismo que Sierra le dio en su libro, ese mismo año de 1986 anunció que sus seguidores y otros elegidos serían rescatados por extraterrestres en una gran nave, para ser salvados del fin del mundo, organizando una vigilia en la laguna El Cepo en el mes de septiembre. Tras tres largos días realizando ritos y esperando pacientemente la operación cósmica de rescate, la astronave nunca apareció y la duda sobre sus cualidades cundió como el fuego en el pasto seco.
Al ver incumplida su promesa, la alguna vez querida y reputada Cecilia se encerró en su refugio y se negó a recibir en "El Monasterio" a los que reclamaban, acusándolos de provocar "malas vibraciones" que llevaron a frustrar el encuentro con los extraterrestres... Era el principio del fin para su grupo.
Ya en crisis de credibilidad y con sólo tres miembros originales permaneciendo entre los internos de la comunidad, su discurso nacido al alero de la Gran Fraternidad Universal y luego convertido al hinduismo-ufológico, se había ido cristianizando enérgicamente, aferrada a él como tabla de náufrago. Quizás desesperada por salvar su credibilidad, en el Día de la Purísima de ese mismo año, el 8 de diciembre, dice Prado que anunció la fecha como suya y realizó un rito de incorporación de unas 15 personas, vistiendo un hábito blanco y celeste para emular a la advocación de la Virgen de Lourdes. Sin un buen libretista a mano, anunció con estrépito allí -otra vez- el inminente fin del mundo. Esta vez, le había sido advertido por una aparición de la propia Madre de Dios.
Pero nada sucedió otra vez, dejando a sus seguidores en total confusión y magullando más aún su ya herida credibilidad. Recuerdan algunos que comenzaron así los problemas con lugareños que habían donado terrenos a la comunidad o que habían hecho desprendidas colaboraciones al mismo, viéndose decepcionados en los años posteriores al advertir cómo ésta iba cayendo en el desprestigio y los chismes de la incorregible rumorología popular. No corresponde al tema central de este artículo escarbar en tales controversias sin datos duros, por supuesto.
Avergonzado y dolido su orgullo, y dicen nuestras fuentes que sintiéndose acosada por el descrédito al saber que su encanto personal del pasado se había agotado, Cecilia se marchó súbitamente del valle y del propio país, creyéndose que se habría establecido en Bolivia o Colombia, desde donde nunca más se supo de ella. Habría mantenido contacto con algunos pocos habitantes (incluyendo un empresario de renombre con su casa de descanso en la zona, se supone), pero estos nunca han revelado algo más de lo poco que se conoce sobre su situación posterior.
No obstante su decaimiento, la presencia de la secta allí fue importantísima para lo que ha sido la identificación definitiva de Cochiguaz como el principal centro y corazón místico del Valle de Elqui, por real o inventada que sea esta fama, cundiendo así los tarotistas, practicantes de medicina holística, piramidólogos, parapsicólogos, magnetoterapeutas, budistas zen, "contactados" con extraterrestres y otras ofertas por el estilo entre sus comunidades. Hubo cierto reflote de su recuerdo también tras el extraño incidente de la estrepitosa caída de un objeto volador en el cerro Las Mollacas frente a Paihuano en 1998, bullado caso que fue interpretado como el estrellamiento de un ovni y que ha sido deleite de ufólogos desde entonces. Al mismo tiempo que los detalles menos felices de la historia de la Hermana Cecilia iban siendo olvidados, entonces, su leyenda se consolidaba y se extendía en el tiempo.
Infelizmente, esta fiebre espiritualista que sobrevino en los ochentas tras la llegada de los miembros de la Gran Fraternidad Universal a Cochiguaz,  inició un proceso de cambios radicales en pueblitos otrora muy quitados de bulla en el interior, como Pisco Elqui, hoy convertido en un bullente centro turístico y bohemio. La desfachatez de algunos comerciantes ha llegado a influir en la toponimia, cambiando en el uso popular el nombre del río Cochiguaz por el de "Río Mágico", para darle alguna connotación esotérica o sacra y convertirlo -por inducción- en el Ganges o el Godavari chileno... Zonas de campamento con precios ridículamente onerosos en muchos casos, son los que contornean este río de impostura mágica y frecuentes escenarios de fiestas nada espirituales, bastante cargadas a los vicios más pedestres y profanos de la vida.
El caso de la Hermana Cecilia, entonces, tuvo muchas de estas contradicciones y los sincretismos tan propios del Valle de Elqui y de su oferta de turismo cultural, navegando en la honestidad de quienes buscan experiencias espirituales entre válidas opciones terrenales ofrecidas por unos y una inevitable sombra de charlatanería promovida por otros infaltables mercachifles y vendedores de humo que descubrieron las utilidades de este potencial...
Cada quién juzgará hacia qué lado estuvo más inclinada en la balanza histórica con respecto al "Monasterio" de la Hermana Cecilia y a los demás casos que hemos repasado en esta serie.

EL ARCO BRITÁNICO DE VALPARAÍSO Y SU LEÓN VIGILANTE DEL PUERTO

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Arco Británico y avenida Brasil, postal coloreada de 1915
Coordenadas: 33° 2'40.66"S 71°37'13.96"W
El Arco Británico, también llamado inexactamente Arco Inglés y Arco del Triunfo, está entre los monumentos más distintivos del puerto de Valparaíso y de todo los que hay en Chile procedentes del Primer Centenario. Su blanca elegancia neoclásica y victoriana parece dominar la postal de la avenida Brasil llegando a Eleuterio Ramírez, en uno de los sectores de mayor acumulación de atractivos turísticos, culturales y comerciales en la ciudad, mismo donde estuvo por mucho tiempo el célebre Club Español.
El origen de este enorme monumento está en un obsequio que la colonia de británicos residentes en Valparaíso donó al puerto para los festejos del Centenario de la Independencia en 1910. Como se recordará, ciudadanos provenientes de las islas británicas han sido de histórica relevancia en la ciudad, especialmente en el siglo XIX, participando intensamente de la actividad social, de fundación de casas comerciales y hasta la creación de compañías de bomberos. La arquitectura del puerto deja a la vista parte de esta influencia, y se especula incluso que la costumbre de tomar "once" en Chile, precisamente, provendría de la introducción de la hora del té por parte de los ingleses llegados a Valparaíso.
El arco está construido en albañilería de hormigón con funda de mármol italiano y pilastras como columnas (cuatro en cada cara frontal), hecho con los diseños del arquitecto franco-portugués Alfredo Azancot Levi, autor de otras conocidas obras de la región como el Castillo Brunet y el Palacio Carrasco, hallándose por entonces residiendo en la vecina Viña del Mar. Con sus cerca de 12,5 metros de altura, pudo ser inaugurado al año siguiente de los festejos centenarios, sin embargo, en noviembre de 1911 con acto oficial del Presidente Ramón Barros Luco.
El arco en "El esfuerzo británico en Valparaíso", de 1925.
Arco Británico en fotografía de Einar Altschwager, 1930.
Sus inscripciones, los escudos de armas de Chile y del Reino Unido, más cuatro medallones decorativos de bronce fueron hechos por el artista Javier Guerra Brunet. Estos últimos llevan en sus platos los retratos de relieve de cuatro héroes de la Independencia de Chile de origen británico: Thomas Cochrane, Bernardo O'Higgins, Robert Simpson y Jorge O'Brien. Todos estos elementos de bronce del conjunto fueron producidos en la Fundición Artística Roberto Negri de Santiago, casa con gran participación en muchos otros ejemplos de la ornamentación pública de la época.
Sobre la línea del arco, en el arquitrabe de ambas caras principales, está la siguiente inscripción: "1810 - A LA CIUDAD DE VALPARAÍSO LA COLONIA BRITÁNICA - 1910". Van acompañados de fascios con flechas cruzadas, reforzando el carácter románico inspirador de esta clase de monumentos. En las caras menores laterales que dan hacia las calzadas de la avenida Brasil, en cambio, hoy están empotradas unas placas de bronce adicionales de épocas posteriores, con el siguiente par de mensajes (uno a cada lado):
"LA COLONIA BRITÁNICA A LA CIUDAD DE VALPARAÍSO CON MOTIVO DEL 150° ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA DE CHILE Y DE LOS 425 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE VALPARAÍSO".
"A LA CIUDAD DE VALPARAÍSO UN SALUDO DE LA COMUNIDAD BRITÁNICA EN LOS 450 AÑOS DE SU DESCUBRIMIENTO".
En lo más alto del arcos, se encuentra la figura zoomórfica quizás más conocida de la ornamentación pública porteña: un gran león heráldico imperial de bronce, echado pero en actitud vigilante mirando hacia el mar, como símbolo de la la lealtad y del compromiso de los ciudadanos británicos con el destino de la ciudad que les ha dado esta patria adoptiva. Curiosamente, algunas historietas y supercherías lo han señalado como trofeo militar de la Guerra del Pacífico o intentan asociarlo a símbolos del imperialismo inglés, pero basta entender el contexto de inauguración del monumento para comprender que su origen es diferente.
La importancia del Arco Británico fue convirtiéndolo en lugar para concertar encuentros y paseos. Un paradero del tranvía y trolebús quedó establecido justo frente a él, en esos años, pasando después a la ruta de las líneas de los buses de gasolina intercomunales, con una garita propia del servicio a un costado de la plaza. En las fotografías históricas se ve también, cómo ha cambiado dramáticamente la ciudad justo alrededor de este sector donde se encuentra erigido.
El arco ha sido siempre un orgullo de la comunidad británica en el puerto, por tratarse del más simbólico de los obsequios que alguna vez le hayan otorgado a la misma ciudad. Aparecía destacado en algunas memorias impresas sobre su influencia local, como fue el caso de "El esfuerzo británico en Valparaíso y álbum de Chile" de 1925, y hubo celebraciones de la misma comunidad que lo regaló al cumplirse 30 años de su inauguración. Cuando la Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo visitaron nuestro país en noviembre de 1968, el programa de actividades incluyó una visita oficial al Arco Británico, ocasión en que las barreras no fueron suficientes para contener a la muchedumbre haciéndole pasar un susto a Su Majestad, aunque sin consecuencias negativas. Su hijo el Príncipe Carlos repetiría el mismo protocolo durante su pasada por el país, en marzo de 2009.
Sin embargo, después del período de la Segunda Guerra Mundial había comenzado a opacarse su presencia por descuido y falta de interés en darle mantención, salvo en los aniversarios u ocasiones de visitas ilustres como las descritas. Joaquín Edwards Bello, que lo comparaba con el Marble Arch del Hyde Park de Londres, escribía en mayo de 1957 que "ha decaído como símbolo de la decadencia de la colonia inglesa", asegurando haber visto alrededor de él una feria y un circo instalados, testimoniando también que era "usado como defecadero de chiquillos con aires de hijos de beduino" y "dormitorio del hampa" por las noches. Ya entonces tenía partes de su mármol destruido y con "letreros obscenos" pegoteados encima, según el autor, sugiriendo como forma de salvarlo el que fuera trasladado hasta el centro de la Plaza O'Higgins y en altura, con césped en su entorno.
A pesar de las ocasionales reparaciones intentando esconder esta decadencia, el arco fue objeto de años de maltratos y varios atentados de pintura aerosol, ya en las últimas décadas; nunca dejó de seguir siendo ocupado como baño, además, llegando a apestar. También era usado todo su perímetro para recargarlo de insolente propaganda electoral, en períodos de campañas políticas, dificultando el tránsito por su plazoleta. Poco romanticismo señorial le quedaba al gran pedestal del gallardo león británico, en consecuencia, librándose éste sólo por su altura de ser alcanzado por la misma corrosión.
Así, tras tiempo acumulando más olvido y daños, volvió a ser sometido a mejoras y restauraciones en 2013, al igual que el mismo sector de la avenida Brasil donde se encuentra, gracias a un programa de $150 millones en el que participaron la Municipalidad de Valparaíso, la colonia británica local, el Gobierno Regional, Duoc-UC y Ultraport. Se recuperó este albor de su mármol y, además, se mejoraron sus senderos, sus jardines y la iluminación nocturna del monumento También se cambio de parte de sus revestimientos y se colocaron mejores pretiles alrededor del bandejón donde se encuentra.
Es de esperar que la dignidad de este hermoso paseo y su monumento tan característico de Valparaíso perdure, y no tengamos que leer otra vez la crueldad de testigos repitiendo lo escrito hace tanto tiempo ya por el porteño Edwards Bello, en un espiral interminable de decadencia atacando con mayor ferocidad en cada vuelta de tiempo.

ROMÁNTICO Y SILENTE: EL MONUMENTO A RUBÉN DARÍO EN EL PARQUE FORESTAL

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Imagen del flamante monumento, en revista Zig-Zag de 1946.
Coordenadas: 33°26'12.45"S 70°38'24.08"W
En difícil categorizar a un alma única y llena de paradojas como la de Rubén Darío, y a la vez definir en pocas palabras su paso por Chile, lleno de claroscuros y contradicciones. Sin embargo, más allá de las controversias y dificultades que tuvo su aventura por nuestra tierra, no cabe duda de que dejó su huella, expresada en al menos dos céntricos ejemplos de Santiago: la placa conmemorativa que lo recuerda en la primera cuadra de calle Nataniel Cox (donde tuvo su residencia) y el monumento a su memoria en el Parque Forestal ubicado casi al borde de calle Merced frente a Paulino Alfonso, mismo punto que hace unos meses propusimos acá como parte obligada de un paseo romántico por Santiago Centro.
El poeta, periodista y escritor nicaragüense nacido en 1867 como Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío, llegó a Chile en junio de 1886 para probar buscando la misma suerte que le había sido esquiva en su patria, siendo recibido por el escritor y diplomático Eduardo Poirier y por su colega el poeta Eduardo de la Barra. Gracias a Poirier pudo encontrar trabajo en el diario "La Época", entrando así  a ciertos círculos intelectuales y líricos de Santiago, haciendo entre ellos grandes amistades incluso con el joven y prematuramente fallecido poeta Pedro Balmaceda Toro, hijo del igualmente trágico Presidente José Manuel Balmaceda.
Antes de soñar siquiera con ganarse el apodo de "Príncipe de las Letras Castellanas", Rubén Darío se residiría en una casa de número 51 de Nataniel Cox muy cercana a la de don Manuel Rodríguez Mendoza, redactor de "La Época". Primero había estado alojado en el albergue de esta compañía periodística, pero más tarde se mudó como pensionista hasta la mencionada calle, en 1887, a escasos metros de la Alameda de las Delicias. Había trabajado también para el periódico "El Heraldo", y en éste período publica sus obras "Abrojos", "Rimas", "Azul" y "Canto épico a las glorias de Chile", que dedicara al Presidente Balmaceda con el siguiente mensaje:
"Señor:
Si algo puede valer este canto a las glorias heroicas de Chile, mi segunda patria, acéptelo usted como un homenaje al hombre ilustre, y como un recuerdo al padre de uno de mis mejores amigos".
Sin embargo, como bohemio, vividor incorregible, tratando de esconder a veces su modesta situación, además de formado en modales un tanto bruscos, Darío tuvo dificultades para ser aceptado en la estricta sociedad aristocrática de Santiago en aquellos años, causando alguna controversia. También se cuenta que iba frecuentemente hasta los lupanares y cantinas del lado chimbero del río Mapocho, hasta donde tenían que ir a buscarlo sus amigos cada vez que se perdía hasta por varios días.
En esas mismas correrías por La Chimba, Darío habría quedado profundamente enamorado de una mariposa nocturna a la que, según su leyenda, le habría dedicado algunos de sus mejores versos de amor escritos en Santiago, según comentan autores como Ramón Díaz Eterovic en la "Guía de patrimonio y cultura del Barrio de la Chimba". Sea o no de tan particular inspiración, podemos probar parte de su pasión desbordada en el poema titulado "Primaveral", por ejemplo:
Mes de rosas. Van mis rimas
En ronda, a la vasta selva,
A recoger miel y aromas
En las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
Es nuestro templo, allí ondea
Y flota un santo perfume
De amor. El pájaro vuela
De un árbol a otro y saluda
Tu frente rosada y bella
Como a un alba; y las encinas
Robustas, altas, soberbias,
Cuando tú pasas agitan
Sus hojas verdes y trémulas,
Y enarcan sus ramas como
Para que pase una reina.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
Tiempo de la primavera.
Sin embargo, pese a los reproches y a las dificultades para adaptarse en tierras ajenas, Darío destacó por su trabajo en los diarios chilenos y fue entonces cuando el crítico literario español Juan Valera lo elogió en el diario "El Imparcial" de la Península. Si bien le criticaba su exceso de"galicismo" como influencia en sus letras, reconocía la calidad de su obra instalando la atención general del habla hispana sobre el poeta. Fue entonces cuando un periódico de Buenos Aires, "La Nación", también se interesa en el trabajo de Rubén Darío y se le ofrece integrarlo como periodista corresponsal, comenzando a consagrarse por toda América dada la alta circulación y cobertura que tenía este mismo diario y otros a los que accedió gracias a este impulso.
Concluida su época de despegue en Chile y dejando atrás un país que se iba a ver ensombrecido por los conflictos políticos que llevarían a la Guerra Civil, tres años de residencia y amistades quedarán atrás con su partida de regreso a Nicaragua, donde llega en marzo de 1889, iniciando una nueva etapa de vida llena de viajes y siempre activa, escribiendo para distintos medios. Considerado máximo exponente de la escuela modernista literaria en el habla hispana, sus últimos días no fueron los mejores, sin embargo, quizás pagando los excesos de una vida: ahogado en vicios de la bebida, en enfermedades, en su carácter explosivo y en su latrofobia (terror irracional a los médicos), tras abandonar a su propia familia en la Europa de la Primera Guerra Mundial, falleció en la ciudad de León en Nicaragua en 1916, reducido a sólo una mancha de su grandeza en la literatura hispana.
Años más tarde, las autoridades de Santiago decidieron rendir homenaje al recuerdo de Rubén Darío, para quien fuera tan importante Chile en el inicio de su carrera como para los chilenos lo fuera su paso por la capital y su influencia en la joven intelectualidad de entonces. El lugar decidido finalmente para colocar la obra sería el Parque Forestal, principal paseo de la ciudad construido en distintas etapas a partir de principios del siglo XX.
La obra ganadora del certamen, en 1943, fue la del escultor Raúl Vargas Madariaga (1908-1990), quien había sido alumno del artista Romano de Dominicis y del taller de Virginio Arias, además de compañero de Samuel Román Rojas. Vargas también sería el autor del Monumento a José Victorino Lastarria en Cerro Santa Lucía y el Homenaje a la Juventud de la Alameda Francisco de Aguirre en La Serena.
Colocada en una fuente con monolito reproduciendo parte de un poema y con una lira en relieve, su propuesta de Vargas al centro de la misma era la de una figura estilizada y desnuda que algunos interpretan como el semidios griego Pan sin los atributos animales que usualmente lleva, aunque tocando su seductora flauta de cañas; y por otros, es la imagen de Narciso, lo que parece más probable por su ubicación sobre la fuente como si aludiera al mito del hermoso mancebo que acaba enamorado de su propia imagen reflejada en el agua, por una maldición de Némesis. Al parecer, el propio Vargas presentó a su escultura base como "Narciso".
La obra pudo ser llevada a ejecución recién hacia 1945, siendo inaugurada en un primer acto el 15 de octubre de ese año según Alfonso Calderón en "Memorial de viejo Santiago"; y, según parece, fue oficialmente presentada el 14 de septiembre del año siguiente, pasado el 30° aniversario de su fallecimiento, de acuerdo a otras fuentes que tenemos a la vista. Está hecha de concreto, hierro y un círculo de pastelones rodeando la fuente. La estatua del efebo de bronce mide 1,75 metros de altura, y originalmente el agua estaba apozada en la pila como espejo, ahora reemplazada por chorros. Para Liisa Flora Voionmaa Tanner en "Escultura pública: del monumento conmemorativo a la escultura urbana, Santiago, 1792-2004", éste es "es uno de los más hermosos monumentos de la ciudad".
El monolito con la lira dice recordando sus versos sobre granito:
"RUBÉN DARÍO
POR ESO SER SINCERO ES SER POTENTE
DE DESNUDA QUE ESTÁ BRILLA LA ESTRELLA
EL AGUA DICE EL ALMA DE LA FUENTE
EN LA VOZ DE CRISTAL QUE FLUYE D'ELLA
CANTOS DE VIDA Y DE ESPERANZA"
En 1967, en los preparativos del centenario del nacimiento del poeta, las autoridades chilenas quisieron hacerle un gran homenaje al nicaragüense y así se publicó la Ley N° 16660 del 2 de septiembre de ese año, se le cambió el nombre al Parque Forestal a secas por el de Parque Forestal "Rubén Darío":
"LEY NUM. 16.660
DENOMINA PARQUE FORESTAL RUBÉN DARÍO AL PARQUE FORESTAL DE SANTIAGO
Por cuanto el H. Congreso Nacional ha dado su aprobación al siguiente
Proyecto de ley:
'Artículo único.- Denomínase Parque Forestal Rubén Darío, en toda su extensión, al actual Parque Forestal de Santiago.'
Y por cuanto he tenido a bien aprobarlo y sancionarlo; por tanto, promúlguese y llévese a efecto como ley de la República.
Santiago, a dieciocho de Agosto de mil novecientos sesenta y siete.- EDUARDO FREI MONTALVA.- Bernardo Leighton G.
Lo que transcribo a U. para su conocimiento.- Dios gue. a U.- Enrique Krauss Rusque, Subsecretario del Interior".
La Municipalidad de Santiago y la colonia nicaragüense realizaron un solemne acto público donde participaron incluso descendientes del poeta, en la pileta y el monumento, celebrando el cambio de nombre. Pocos años después de publicada la ley, además, se colocaba allí la placa-monolito conmemorativo de este evento, que ya es parte del conjunto y que ofrece el siguiente mensaje:
"PARQUE FORESTAL
'RUBÉN DARÍO'
HOMENAJE DEL PUEBLO DE CHILE AL INMORTAL POETA NICARAGÜENSE CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO EL 18 DE ENERO DE 1967.
INAUGURADO POR
IGNACIO LAGNO C.
ALCALDE DE SANTIAGO
REYNALDO NAVAS BARRETO
EMBAJADOR DE NICARAGUA
CÉSAR GUZMÁN CASTRO
PDTE. DEL INSTITUTO CHILENO-NICARAGÜENSE DE CULTURA
LEY N° 16660 DE II.IX.1967
JUNIO 1971"
Lamentablemente, además de ser claro que el cambio de nombre no prendió en el uso ni en la identificación popular del Parque Forestal, esta placa con la indicación un tanto confusa sobre su razón de estar allí ha inducido a errores respecto del origen de la fuente y el monumento, llevando a tropezar a la propia Municipalidad de Santiago en el panel explicativo bilingüe que allí colocó, donde se señala que su origen está en un homenaje del pueblo chileno en el centenario del nacimiento de Darío, sin advertir que ése fue el caso de la ley aludida en la placa-monolito, mientras que la fuente y el monumento son en realidad de más de dos décadas antes, como vimos.
Hoy, la fuente está rodeada en su frente por bancas de descaso, casi como dispuestas sólo para sentarse a contemplarla. Además del monolito sobre el cambio de nombre del parque y el panel explicativo, cerca de la fuente hay una fontanela o pileta italiana de agua hoy seca, que no deja de llamar la atención por su diseño antiguo: un modelo Layia de la compañía Neri Spa de Longiano, cuya edad no podemos precisar por ahora pues la firma aún lo fabrica y lo ofrece en nuestros días. Forma parte del conjunto bajo aquel claro en el parque, por su inmediatez. El monumento también está a poca distancia de otro conocido atractivo del sector, como son los célebres helados de sabores no convencionales en el "Emporio La Rosa". Este año, además, hubo un nuevo acto solemne en este sitio, en febrero de 2016, conmemorando el centenario del fallecimiento de Rubén Darío con participación de autoridades municipales, diplomáticos de Nicaragua y nuevamente descendientes del literato.
No es raro ver detenidos alrededor de la fuente de Rubén Darío, cada día, a grupos turistas nacionales o extranjeros y sus respectivos guías explicándoles la historia de este monumento, aunque esperamos que sea sin repetir el señalado error del panel informativo.

LA BODEGA DEL "CASTELLÓN" DE SAN CARLOS DE PUENTE ALTO: BUEN PASADO, MAL PRESENTE Y QUIZÁS PEOR FUTURO

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La Bodega San Carlos hacia el 1900.
Coordenadas: 33°35'54.67"S 70°34'32.93"W
Este artículo sobre las ruinas de la Bodega San Carlos, conocida también como El Castellón, lo tenía parcialmente preparado hace varios meses, postergándolo a la espera de buenas nuevas que no llegaron ya, según asumo. El edificio es casi un retazo del pasado de Puente Alto, rodeado de grandes centros comerciales y casas de estudios que verifican la transformación de esta comuna en los extremos al Sur del Gran Santiago. El último proyecto de construcción de un conjunto comercial allí tuvo lugar hace poco, en 2013-2014, ocasión en la que por varios meses maquinarias pesadas hicieron temblar la tierra justo al lado de los frágiles restos que aún permanecen en pie.
La ubicación precisa de este complejo histórico es avenida San Carlos casi llegando la avenida Concha y Toro que es la continuación de Vicuña Mackenna hacia el centro de la comuna de Puente Alto y las célebres viñas en la entrada de Pirque. Esto es bastante cerca de la sede municipal, de hecho. Fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1995 y, aunque han existido algunas propuestas interesantes de rescate, hasta ahora ninguna se ha concretado.
Originalmente, esta bodega estaba compuesta por tres círculos concéntricos de adobe y vigas de madera, el más grande y exterior de unos 50 metros de diámetro, aunque es más bien un hemiciclo, no una circunferencia completa. 1.500 metros cuadrados ocupa, y se cree que esta curiosa disposición de sus espacios sería para el aprovechamiento máximo del mismo e incluso con alguna intencionalidad asísmica. Su techado era de madera y planchas, rematado por un mirador con torreón que servía también de linterna y ventilación en el centro de la estructura. Su acceso principal era por un pasillo frontal que se prolongaba hacia afuera con techado a dos aguas. Formaba parte de un terreno usado subdividido de otro hasta hace no muchos años por circos o instalaciones temporales, que se extendía hasta Concha y Toro y que ahora quedó bajo el nuevo centro comercial, donde existía también un alto silo de concreto que era muy conocido como referente en el barrio, además de algunos restos de la vieja hacienda.
Viñas de San Carlos y su entonces esplendorosa bodega. Fuente: "Chile en Sevilla", 1929.
La casona patronal del fundo con los hermanos Coo Tocornal posando afuera, y la escena de la vendimia en las viñas. Fuente: "Chile en Sevilla", 1929.
El Castellón cuando aún se conservaba relativamente entero. Fuente imagen: "Proyecto restauración Castellón Puente Alto", de S. Valdivia A.
Se cree que este edificio fue construido entre 1890-1895, asociado a la explosión productiva de la industria vitivinícola en este sector de la Región Metropolitana regado por la cuenca del río Maipo. Muchas otras huellas quedaron de este pasado por aquellas zonas, como las de las viñas de Aquitania, de Cousiño-Macul y de Quilín, la desaparecida bodega de La Salle, los restos ubicados junto a la Media Luna de La Florida o en el sector de El Hualle cerca de Rojas Magallanes, el sencillo y relicario bodegón de la avenida Los Toros (al parecer, también amenazado por el progreso) y las fastuosas instalaciones de las viñas de la Concha y Toro hacia Pirque, epicentro de esta actividad en la zona.
Apodada también Pueblo de las Arañas, la localidad de Puente Alto (así llamada por un antiguo puente que cruzaba el Maipo a esa altura) se constituyó administrativamente hacia 1891-1892, gracias a un comité de representación en el que participó activamente don José Luis Coo, empresario vitivinícola e ingeniero que acababa de estar a cargo de la labor de canalización del río Mapocho luego de la salida del controvertido jefe Valentín Martínez de las dirección de estas mismas obras, tras la destrucción del Puente de Cal y Canto. La comuna fue reconocida oficialmente como Villa de Puente Alto por decreto del 8 de enero de 1898, de modo que su origen mismo está relacionado con la actividad de los viñedos y la industria del vino.
Coo adquirió en esos mismos años una hacienda de terrenos de origen aluvionario, con viñas ubicadas en el entonces sector agrícola de la villa, que pertenecía hasta ese momento a don Carlos Aldunate y, antes que éste, a don Ibar Claro. Habría sido el propio señor Coo quien diseñó y construyó el edificio de las bodegas, pues se recordará que también fue el autor de la Casa y Parque de la Quinta Las Rosas.
Conocida desde entonces como Viña Coo y regada con las siempre generosas aguas del Maipo captadas en el origen del Canal de San Carlos, la propiedad estaba ubicada a 18 kilómetros de Santiago y muy cerca del que sería el ramal del ferrocarril a Pirque. Con unas 700 hectáreas, unas 75 de ellas estaban ocupadas por las viñas de cepa francesa que daban la principal capacidad productiva del fundo, seguida de la uva de mesa en variedades rosa y aromática que llegaba a los 300.000 kilos anuales, muchos de ellos exportados a los Estados Unidos. Otras producciones de la hacienda eran la alfalfa, cereales, maíz y papas, además de la ganadería ovina Hampshire-down, que fuera premiada en una exposición de 1921. Entre los primeros reconocimientos a su vino, la viña obtuvo medalla en Ecuador en 1909 y el Gran Premio de Buenos Aires en 1910.
Levantamiento con corte del edificio de la bodega y esquema de distribución y usos dentro de sus dos niveles inferiores.  Fuente imagen: "Proyecto restauración Castellón Puente Alto", de S. Valdivia A.
La casa patronal en dos imágenes: arriba, hacia el 1900, en archivos fotográficos del Museo Histórico Nacional; abajo en la "Guía vitivinícola de Chile" de Luis Navarro, de 1924.  La casa estaba en el sector del parque, frente al de la bodega. Fuente imágenes: "Proyecto restauración Castellón Puente Alto", de S. Valdivia A.
Barricas en los espacios interiores del bodegón de San Carlos, en fotografías reproducidas por la "Guía vitivinícola de Chile" de Luis Navarro de 1924. Fuente imágenes: "Proyecto restauración Castellón Puente Alto", de S. Valdivia A.
El empresario empleaba en su mejor momento a cerca de 200 trabajadores así que, con gran sentido social y comprendiendo la falta de manos en este sector de la ciudad así como las dificultades de desplazamiento diario hacia este sector entonces periférico, creó una población obrera propia al interior del Fundo San Carlos, donde residían casi 300 familias que influyeron en posteriores necesidades de urbanización de la joven comuna, como la instalación de una estación del ferrocarril a Pirque justo frente a las casas. Recuérdese que esta zona era campesina y rural, escenario que cambió sólo en los años en que se instaló la Manufacturera de Papeles y Cartones y otras fábricas, dándole un cariz más industrial.
Así se refería a las bodegas de San Carlos el "Álbum de la Zona Central de Chile. Informaciones agrícolas" publicado por Juvenal Valenzuela en 1923:
"Las bodegas tienen una capacidad para 40.000 arrobas. Son de un tipo original, en forma circular, que presentan especiales condiciones de comodidad, eficiencia y economía. Todo el material vitivinícola es de primera calidad y de estilo moderno".
Coo había contraído matrimonio con doña Elena Tocornal Bustamante, de la misma y aristocrática familia Tocornal relacionada con la actividad vitivinícola de la zona. De esta unión nacieron Teresa, Blanca, Luz, José Luis, Germán y Santiago Coo Tocornal, quienes continuaron la explotación de la misma propiedad tras morir su padre en los años veinte, produciendo vinos Borgoña, Bordeaux, Cabernet y Pinot con buena recepción y premiados en Europa, exportando también a países vecinos y hasta a Asia. Seguía acumulando premios como la Medalla de Oro de Bolivia en 1925, Medalla de Oro en la Exposición de Sevilla de 1930, el Gran Premio del Sindicato Vitivinícola de 1936, el Premio de la Exposición de Magallanes de 1935 y el Gran Premio de Bruselas de ese mismo año.
Convertida en la Comunidad Coo Tocornal de Puente Alto, en el Departamento de La Victoria, todavía destacaba como símbolo de la gran hacienda, en aquella época, esa enorme bodega siempre llena de barriles dispuestos en sus pasillos circulares, sobreviviendo algunas fotografías de su buena época. También se relucía allí la hermosa casa patronal de los Tocornal, donde estaba la administración de la viña.
Imágenes del bodegón en 1998 (arriba) y en 2004 poco antes del derrumbe de su torreón. Fuente imagen: "Proyecto restauración Castellón Puente Alto", de S. Valdivia A.
Vista de las ruinas desde un edificio universitario de avenida Concha y Toro, en 2013. El foso corresponde a los trabajos del centro comercial que allí se ha levantado. El edificio rosa es el Colegio San Carlos.
Rejas de acceso al recinto.
El vino "San Carlos" llegó a ser uno de los más conocidos y cotizados del país, de incuestionable calidad superior. Según comenta el trabajo "Chile en Sevilla: Libro oficial de los exponentes de Chile en Sevilla", de 1929, era entonces "tal vez el vino chileno más apreciado fuera del país", llegando a Japón y a la India. Dentro del mercado chileno se vendían algunas partidas a granel, pero al exterior iba a parar el gran volumen de la producción de 40.000 cajones anuales de 12 botellas cada uno, cantidad que se incrementó en los años posteriores. También producía a la sazón, un brandy o coñac propio y una cotizada chicha cocida en tarros metálicos especiales. La misma fuente de los expositores en Sevilla comenta sobre la enorme bodega:
"Las Bodegas de la Viña tienen una capacidad para cuarenta mil arrobas y son de un tipo muy original: de forma circular, digno de ser conocido e imitado a estos trabajos, pues, presentan especiales condiciones de comodidad, eficiencia y economía. Todo el material vinícola, como fermentadoras, vasijas, maquinarias, prensas, bombas, filtros, etc., son de primera calidad y del tipo más moderno. La elaboración y cuidado está confiada a un competente técnico".
La Comunidad Coo Tocornal giraba en esos años con un capital de unos cinco millones de pesos, con sucursales en Antofagasta, Valparaíso, Concepción y otras ciudades. Empleaba aún a 200 operarios y 12 empleados técnicos. Sin embargo, al crecer la competencia pasados los años treinta, la producción de la hacienda fue decayendo y haciéndose de menor calidad. Haber mantenido el mismo modelo y plan de explotación que había iniciado don Luis Coo, sin grandes modificaciones ni adaptaciones a los desafíos del mercado, sería algo que acabarían pagando en su sucesión.
Los arriendos de espacios y loteos de la hacienda comienzan en la década siguiente, siendo vendida la propiedad en 1948. La viña que otrora se jactara de ser la más conocida de Chile en el mundo y premiada por su calidad en tantos certámenes internacionales, acabó sus días comerciando una marca de vino económico para mercado interno, que fue conocida popularmente como "Vino Castellón", en precisa alusión a sus famosas bodegas de Puente Alto. Resistió estoicamente en el mercado todavía hasta 30 años después, cerrando operaciones hacia el año 1978, ya en otras manos según parece.
Terminada la época de la Viña San Carlos que heredara su nombre a la calle donde se halla, la vieja bodega símbolo de un próspero tiempo de industria vinícola, fue hallándose cada vez más cercada por la urbanidad y la construcción de viviendas a su alrededor, mientras seguía deteriorándose. Sobrevivió con algunos daños al terremoto de 1985, quedando dividida en dos sectores por la calle San Carlos: el terreno de la bodega (Lote 4-B) y el del parque del mismo nombre (Lote 1-D), al otro lado de la vía. Un complejo educacional fue levantado justo en el costado oriente de la bodega, mientras que el poniente (Lote 4-A) siguió olvidado de la civilización con algunos restos de la antigua hacienda, como dijimos.
La gran transformación del entorno tiene lugar hacia mediados de los noventa, para llevar adelante un proyecto inmobiliario de la tristemente célebre empresa COPEVA Ltda., que adquirió en sociedad con otra firma los terrenos que habían pertenecido a la viña. A pesar de que se había exigido por las autoridades al proyecto preservar los edificios de valor histórico, la sociedad destruyó la vieja casa patronal de la Comunidad Coo Tocornal, por razones nunca comprendidas ya que no había urgencia de cometer semejante atrocidad. Fue entonces cuando se conoció la declaratoria de Monumento Histórico Nacional para la bodega, en 1995, salvándose así de la destrucción gracias a las exigencias de la comunidad puentealtina. Así, el Decreto N° 534 del 20 de octubre de ese año, decía en los considerandos para otorgándole este estatus:
"Que, la antigua bodega de vinos destaca por la originalidad de su traza, de plano concéntrico único en Chile, desarrollada en tres niveles de gran calidad de sus espacios interiores que pueden adaptarse a diversos usos, como asimismo, su expresión volumétrica que enfrenta a un hermoso Parque, muy antiguo con árboles de gran magnitud, que forman parte de su entorno original. No corresponde a un estilo definido, pero tiene gran semejanza con las granjas nor-europeas".
Demás está decir que COPEVA mostró escaso interés en someterse a la declaratoria, motivando nuevas denuncias en su contra de parte del Consejo de Monumentos Nacionales y los vecinos del sector. Un interesante informe de Soledad Valdivia A. presentado a la Municipalidad de Puente Alto con el título"Proyecto restauración Castellón Puente Alto", de 2009, informa de la poca fortuna que tuvo el bodegón en los años que siguieron: un incendio destruye buena parte de su techumbre en agosto de 1997, y durante el año siguiente son  robadas tablas y tablones de roble de su principal estructura interior y los entrepisos entre el segundo y tercer nivel, perdiéndose también el valioso material de sus escaleras. El informe presentado por el propio Consejo de Monumentos Nacionales en 1999, resultaría desalentador, concluyendo que "el nivel de deterioro del edificio ha sobrepasado los límites de lo que se puede definir una obra de arquitectura propiamente tal".
Comprendiendo que poco podía esperarse de la empresa COPEVA (seriamente cuestionada ya entonces por el escándalo de las casas con filtraciones de la Población El Volcán, también en Puente Alto) para salvar la Bodega San Carlos, la Municipalidad de Puente Alto tomó la iniciativa de comprarle esta propiedad durante el año 2000 e implementar un plan de recuperación llamado "Reconstitución y consolidación estructural del Monumento Nacional El Castellón". Fue sólo el primero de al menos tres proyectos municipales presentados para recuperar el edificio, sumado a otros de naturaleza privada, pero ninguno ha arribado a buen puerto en todos estos años.
Para empeorar la situación, a fines de 2004 y quizás a consecuencia del robo de postes interiores de madera sumado al propio envejecimiento del vetusto edificio, se derrumbó por completo el torreón del observatorio, perdiéndose gran parte de los techos en la caída. Desde entonces, éstas maderas que sostenían las planchas del techado fueron desapareciendo, haciéndole perder al edificio una de las características más distintivas y recordadas de su aspecto original.
Hacia el mes de agosto de 2009, se da inicio a un nuevo plan manifiesto en el llamado a licitación "Restauración Castellón, ex Bodega Viña San Carlos", con participación del Departamento de Estudios y Proyectos de la Municipalidad de Puente Alto y el Consejo de Monumentos Nacionales. Eran los días de preparativos para festejar el Bicentenario Nacional, además. Sin embargo, parece ser que el terremoto del 27 de febrero de 2010 volvió a castigar las ruinas de la antigua bodega, haciendo más oscuras sus proyecciones de permanencia. Cayeron parte de los techos que quedaban y también el frontón del acceso.
Pese a todo, en 2011 durante la alcaldía de Manuel José Ossandón, se dio impulso a un nuevo intento para restaurar el edificio y convertirlo en el Museo Histórico de Puente Alto, plan encargado al arquitecto Gustavo Ponce. Para tales objetivos, se planeaba reconstruir las partes derrumbadas o quemadas de la bodega y reforzar sus murallones de adobe con madera laminada. Sus espacios interiores servirían también para albergar salas de actividad cultural, dos salones de exposiciones, un teatro-auditorio propio y hasta una cafetería y una oficina del Servicio Nacional de Turismo. La obra sería financiada por el Banco Interamericano del Desarrollo (BID), con un costo de $ 1.950 millones, y se suponía que antes de fin de año se licitaría su ejecución, proyectada para el primer semestre de 2012.
Sin embargo, tal vez coincidiendo con el cambio de administración edilicia a fines de se mismo año 2012, no hubo grandes avances materializados en el largo anhelo ciudadano por recuperar este edificio. La construcción de otro centro comercial en el terreno adyacente (ex Lote 4-A) durante el año siguiente, además, ya impide toda posibilidad de ver el bodegón desde el lado de avenida Concha y Toro, dejándolo secuestrado entre edificios modernos. Sólo desde la calle San Carlos es posible contemplarlo a través de las antiguas rejas con puntas de flechas de la viña, sin tener que invadir propiedades vecinas para la observación.
Lamentablemente, tras un recurso de protección presentado por los propietarios del retazo de terreno ubicado en avenida San Carlos (el sector del desaparecido parque) en contra del Consejo de Monumentos Nacionales, la Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago autorizó la desafección de la calidad de Monumento Histórico Nacional para el viejo terreno que quedaba de la misma hacienda de El Castellón, el 6  de abril de este año 2016, con un fallo donde se concluye categóricamente:
"Acreditado que el parque declarado monumento histórico ya no forma parte del entorno original considerado para tal declaración, que ha perdido las características que motivaron esta decisión, encontrándose actualmente en estado de abandono y mala conservación, solo resta concluir que el acto administrativo que rechazó su desafectación carece de fundamentos efectivos, tornándose arbitrario".
Aunque no han cesado las voces de vecinos, artistas populares, músicos y gestores culturales de la comuna insistiendo en la necesidad de salvar el viejo bodegón, algunos han interpretado la decisión de la Corte de Apelaciones como una inminente apertura a la venta y destrucción no sólo de lo que había sido el Parque San Carlos para favorecer proyectos inmobiliarios, sino de la posibilidad de que el propio edificio en ruinas del bodegón termine siendo sometido a este mismo destino infame.
Técnicamente, podrá discutirse semejante temor sobre lo que viene ahora para El Castellón hoy habitado sólo por un cuidador y sus perros, pero no mirando el abandono en casi total desdén en que aún se hallan esas murallas, aleros de madera seca y escombros de la antigua bodega, motivando los peores pronósticos sobre lo que podría ser su futuro... Se hace inevitable pensar que, quizás, ya sea demasiado tarde para alcanzar a salvar algo de esta vieja bodega.

EL MONUMENTO SIRIO OTOMANO DEL CENTENARIO DESAPARECIDO DESDE EL CERRO SANTA LUCÍA

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Acercamiento a una de las pocas imágenes que existen de la obra.
Coordenadas: 33°26'26.46"S 70°38'36.81"W (Cerro Santa Lucía)
Ya hemos tratado en este blog el tema de las desapariciones de valiosas piezas ornamentales y artísticas desde el paseo del Cerro Santa Lucía, tema que ha sido desarrollado con mucho más esmero y profundidad por investigadores como Hipólito Castillo y la propia administración del cerro. Sin embargo, hay un caso de corta duración en el paseo y del que existe escasísima información, siendo un misterio hasta hoy su destino después de esfumarse del cerro: el Monumento a la República regalado por la colonia sirio otomana en el Primer Centenario.
Algunos lectores de este blog me han advertido ya, en distintos momentos, que existió tal monumento en el Santa Lucía y que debería ser contabilizado como otra de sus innumerables piezas extraviadas desde el mismo. Sin embargo, es tan poco lo que se sabe al respecto que este artículo, inevitablemente, podría tener matices de novedad incluso para muchos de los que conocen mejor la historia del paseo construido por el entonces Intendente de Santiago don Benjamín Vicuña Mackenna, entre 1872-1874.
Para contextualizar, es algo conocido que las colonias extrajeras y países amigos no enviaron regalos para el ornamento público durante el período de las fiestas del Centenario de la República. Destacan de estos obsequios el Monumento de la Libertad francés, el León y el Ángel italiano en Plaza Baquedano, la Fuente Alemana del Parque Forestal, el Monumento de la Plaza Ercilla español, el León Helvético suizo de la Alameda, la Fuente de los Niños argentina en Plaza Mekis, etc.
En sus "Memorias de un emigrante. Imágenes y confidencias" de 1942, Benedicto Chuaqui recuerda sobre los regalos que las colonias árabes dieron a Chile en este mismo período del Primer Centenario de la República:
"Y la ciudad de Santiago, en vez de recibir de mis compatriotas un obsequio de gran calidad, recibió dos estatuas. Una de ellas, de parte de los sirios, representaba a la República y se ubicó en el cerro Santa Lucía. La de los otomanos fue un monumentoa Manuel Rodríguez, que se erigió en la plazuela de la Estación Mapocho.
Lástima grande fue el hecho que mis compatriotas fueron víctimas de su experiencia para apreciar estas obras, y de la falta de seriedad de los escultores, pues esos monumentos resultaron unos verdaderos mamarrachos que la autoridad edilicia hizo retirar después, con justa razón, de esos destacados sitios de la ciudad".
Del monumento a Rodríguez regalado por la colonia árabe (que estaba más precisamente ubicado a la altura de la Plaza del Mercado Central), recientemente hemos sabido por trabajos como "Manuel Rodríguez. Historia y Leyenda" del investigador Ernesto Guajardo, que fue poco valorado por los críticos apenas se lo inauguró en enero de 1912, al carecer de sus proporciones heroicas y presentar un guerrillero de piernas que se estimó demasiado cortas, brazos largos y hombros anchos. No era cualquier escultor el que lo hizo, sino el artista italiano Ricardo Negri, de las fundiciones del mismo apellido. El monumento fue retirado un tiempo después y llevado a una bodega por decisión municipal, desde donde llegó a Llay-Llay, en San Felipe de Aconcagua, donde se encuentra actualmente recibiendo honores y homenajes de la ciudadanía.
De la alegoría de la República de Chile, en tanto, tenemos algunas reseñas aportadas por ediciones de la revista "Zig Zag" de agosto y septiembre de 1912, entre la instalación del monumento y su inauguración oficial. Por las fotografías que reproduce la misma fuente, sin embargo, discrepamos un tanto del categórico juicio de Chuaqui, al calificarla despectivamente de "mamarracho" y explicar con ello su desaparición desde el cerro Santa Lucía.
La obra fue creación del destacado escultor y pintor nacional Carlos Canut de Bon (1877-1945), ex alumno de la Escuela de Bellas Artes donde había tenido por maestros a artistas de la talla de Cosme San Martín y Virginio Arias. También autor del Monumento a la Batalla de Chacabuco y de la Estatua de Manuel Rodríguez de San Fernando, Canut de Bon venía a tomar el contrato de esta nueva obra a poco tiempo de haber ganado la Medalla del Primer Lugar en la Exposición Internacional de Quito de 1909.
Llegada de la obra al cerro, un mes antes de inaugurada (Revista "Zig Zag")
Transcripción del mensaje que originalmente tenía el monumento, como dedicatoria de la colonia sirio-otomana para el pueblo chileno.
La figura producida por Canut de Bon muestra a una mujer libertaria alzando su mano derecha con una antorcha de autodeterminación e independencia, casi apuntando hacia el cielo. La figura femenina sería de bronce, según nuestra impresión; es de rostro sereno, tapada parcialmente por una túnica, con parte de su pecho al descubierto y en su abdomen un blasón con la estrella de Chile, rodeado de laureles y de al menos una figura zoomórfica, correspondiente a un grueso y desafiante cóndor que parece abrazar con sus inmensas alas de protección a la mujer. Esta pieza completa, cercana a los 2.20 metros de altura según nuestro cálculo, iba sobre el capitel de una alta y artística columna blanca con escultura en relieve, formada de dos niveles (uno grueso y otro más estilizado arriba), montados sobre una sólida gradería de escalones en el nivel del suelo. Una inscripción en esta misma columna, decía traducida al castellano:
"De la Colonia Sirio-Otomana a la República de Chile, en su Primer Centenario.
Sea el recuerdo de nuestro sincero afecto, este monumento, que permanecerá como reliquia grata. Viendo la fecha, exclame halagado y diga que es una prueba de amor en la fiesta de la gloria y el triunfo".
Respecto al lugar del cerro en el que se encontraba este monumento, no hay mucho en los textos ni en las mismas fotografías, pudiendo corresponder quizás al sector Norte del paseo, cerca del Castillo Hidalgo o la entonces llamada Plaza de los Campos Eliseos, por allí en lo que hoy es la Plaza Pedro de Valdivia. Otras opiniones que hemos consultado, sin embargo, prefieren creer que se trata de algún sector en las terrazas del Castillo González, pues parece distinguir almenas en el borde del escenario donde tuvo lugar la inauguración.
El término y traslado de la obra hasta el cerro tuvo lugar con algo de atraso, ya pasadas las fiestas, el 18 de agosto de 1912. La revista "Zig Zag" del día 24 decía al respecto:
"A medio día del Domingo último se hizo traslado del monumento que obsequia la colonia siria a nuestro país, desde el taller donde fue fundido, al Cerro Santa Lucía, donde quedará definitivamente. Esta obra, original del conocido escultor Sr. C. Canut de Bon, será entregada oficialmente en el próximo mes de Septiembre".
Así, tras el montaje, el descubrimiento oficial del Monumento a la República de Chile tuvo lugar el 20 de septiembre, ocasión en la que el distinguido representante de la colonia don Antonio Valech, leyó ante la numerosa concurrencia de autoridades, público y otros oradores un discurso en su lengua y que, traducido al castellano, decía según la transcripción que hace revista "Zig Zag":
"En el agua del patriotismo nos bautizamos.
En el purgatorio de la civilización purifiquémonos, acrisolándonos de la ignorancia vana e infructuosa.
Prohijemos el patriotismo de las naciones progredidas y civilizadas, que colocan sus héroes en la cumbre divina.
Esquilmemos el jugo de la libertad y la independencia individual, que la juventud adora.
¡Hasta qué eternidad abismada permaneceremos aletargados!
Nuestra esperanza perdida, nuestros sueños suicidados, reconquistémoslos, y que flagren nuestras reflexiones.
De nuestra negligencia devanece el patriotismo.
¡Que viva el patriotismo!"
Sin embargo, el monumento estuvo lejos de convertirse en esa elocuente "reliquia grata"que pronosticaba su mensaje de dedicatoria al pueblo chileno.
No hemos encontrado menciones importantes al mismo pasado ya su período inaugural, siendo posible que haya sido retirado por decisiones municipales, como dice Chuaqui. Quizás haya formado parte de los ornamentos que acabaron siendo sacados del Cerro Santa Lucía en las remodelaciones de los años cuarenta, aunque la falta de referencias e imágenes invita a pensar que su desaparición desde allí pudo ser anterior. Llama la atención, además, que una figura de semejante volumen y con una columna de tamaño no despreciable, se haya esfumado sin dejar rastros.
Del monumento sólo quedan algunas páginas casi tan perdidas como él y un puñado de imágenes como las que reproducimos, casi rogando en el interés de convencer al observador de que sí existió alguna vez en el Cerro Santa Lucía.
Imágenes del día de la inauguración del monumento (Revista "Zig Zag").

EL NOBLE Y ELEGANTE ARCHIVO ANDRÉS BELLO DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

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Imagen del bello Salón Universidad de Chile, del Archivo Central Andrés Bello, en fotografía publicada por el sitio web de la propia institución.
Coordenadas: 33°26'40.21"S 70°39'1.95"W
En bien conocida y divulgada la historia de la Casa Central de la Universidad de Chile: el edificio fue construido entre 1863 y 1872, por el arquitecto francés Lucien Henault y con don Fermín Vivaceta como encargado de las obras. Menos difundida, sin embargo, es la historia de una de las secciones más hermosas y lujosas posteriormente habilitadas en el mismo edificio: los cuatro niveles del Archivo Central Andrés Bello, dependiente de la Vicerrectoría de Extensión Académica y con accesos principales por el sector de Alameda con Arturo Prat, donde suele estar la feria universitaria de libros y sus jardines.
Considerado el segundo centro bibliográfico más importante del país, el Archivo luce con soberbia sus magníficas vitrinas de bibliotecas, colecciones nerudianas de caracolas, cuadros al óleo y lámparas aristocráticas, destacando especialmente el elegantísimo salón mayor de dos niveles y arcos de finas maderas, con cierta semejanza a la Sala Medina de la Biblioteca Nacional. El archivo es, así, museo, biblioteca y salón de eventos.
El origen de este fastuoso Archivo está en la Biblioteca Central, cuyo primer director fue el ilustre intelectual Ignacio Domeyko. Fue fundado con el nombre de Gabinete de Lectura de la Universidad de Chile en 1852, cuando la casa de estudios funcionaba en dependencias de la vieja Universidad de San Felipe (en la cuadra actual del Teatro Municipal) desde hacía 10 años y hasta el traslado a este edificio en la Alameda de las Delicias. El Gabinete trabajaba de manera conjunta con el Instituto Nacional, además de la Universidad de Chile.
El establecimiento de la Biblioteca Central existió hasta 1928, cuando durante el Gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo se decidió demoler aquellas dependencias por orden del controvertido Ministro interino de Educación don Pablo Ramírez Rodríguez, uno de los principales impulsores de la construcción de la Piscina Escolar de la Universidad de Chile y uno de los creadores de la insignia deportiva de la misma alma mater. Todos los libros y materiales de consulta, además de muebles e instalaciones, fueron repartidos en otros establecimientos educacionales y dependencias de la administración pública.
En 1933, asume la rectoría de la Universidad don Juvenal Hernández Jaque, quien dirigió una serie de renovaciones y ampliaciones para la Casa de Bello durante su largo tiempo en el cargo, como la creación de la Orquesta Sinfónica y el Teatro Experimental, la fundación de la Comisión de Cooperación Intelectual y el Programa de Escuelas de Temporada, además de hacer construir el edificio de la Facultad de Derecho. Como parte de este enérgico período, Hernández toma la decisión de recuperar la Biblioteca Central e inicia así una cruzada en 1936, valiéndose de ejemplares de lectura que quedaban aún en sus estantes y de otras colecciones donadas por particulares y que han ido haciendo crecer sus archivos. Recuperando así material para la reabierta Biblioteca Central, el sitio web de la Universidad de Chile destaca donaciones como las de  los profesores Amanda Labarca y Guillermo Labarca, Julio Escudero y de Armando Braun Menéndez, así como las aportadas por los herederos de Pedro Montt y Yolando Pino Saavedra, entre otros. También se armaron secciones con epistolarios y documentación relativos a personalidades específicas, como Diego Portales, Andrés Bello, Manuel Montt, Domingo Faustino Sarmiento, Cornelio Saavedra, Valentín Letelier, Ramón Briceño y Salvador Sanfuentes, entre otros.
Sólo en la década del sesenta se adicionan estas nuevas dependencias de salas ocultas y escaleras estrechas hacia el costado de calle Arturo Prat, para ser la sede definitiva del cada vez más grande archivo. Dignificando de esta forma sus espacios de lectura y almacenamiento, los salones principales serán dos. Uno es el Salón de Lectura, llamado informalmente también Sala Neruda por las imágenes y donaciones que hay del vate en él, donde se atiende a los usuarios de la Colección General, y que cuenta con tesoros como algunas de las primeras ediciones de la crónica "Histórica Relación del Reino de Chile", de Alonso de Ovalle (1646). El segundo y más alto en espacio y proporciones pero ubicado en un nivel más bajo, es el Salón Universidad de Chile, donde se albergan a las publicaciones hechas por la propia casa de estudios, como los "Anales de la Universidad de Chile" y otros de autores ligados a la misma, entre los que el sitio web destaca a Andrés Bello, Ignacio Domeyko, Rodulfo Armando Phillipi, Federico Johow, Benjamín Vicuña Mackenna y Diego Barros Arana.
Ambas salas están finamente alhajadas y decoradas con aire decimonónico, con un fino mobiliario acorde a esta estética. El aspecto señorial de ambas, de tabiquería artística en madera proviene de la adquisición e instalación en ellos de los libreros, artesonados y estanterías que habían pertenecido a la vieja Biblioteca de San Agustín y que se habían confeccionado a fines del siglo XIX en Alemania. Los sacerdotes de este convento la vendieron a la Universidad de Chile hacia 1960, después de iniciarse la venta y demolición de los antiguos claustros agustinos en los cincuenta. La Sala Universidad de Chile destaca además por dos grandes cuadros con retratos del Abate Juan Ignacio Molina y Fray Manuel Lacunza, dos religiosos jesuitas de alto valor para la intelectualidad colonial de Chile, a pesar de haber tenido que abandonar el país con la expulsión de 1767. Se cree que estas obras pertenecen al cotizado pintor napolitano Alejandro Cicarelli, fundador y director de la  la Academia de Pintura y Escultura de Santiago.
El mencionado trabajo de mobiliario y armaduría de recubrimiento en madera de los agustinos, debió ser sometido a estudios para evaluar su estado y mejorar al mismo, por expertos polacos llegados a Chile en mayo de 2012, dirigidos por el especialista Krysztof Chmielewski, de la Academia de Bellas Artes de Varsovia.
En el nivel inferior de este recinto, están los talleres de restauración de material, verdadero laboratorio y quirófano de rescate de piezas históricas impresas del servicio de Conservación, Restauración de Documentos y Encuadernaciones. Cabe indicar que el Área de Conservación y Patrimonio  depende directamente de la Subdirección del Archivo, quedando encargado de la preservación, conservación, restauración y digitalización de las colecciones. En 1990, por encargo de la propia Universidad, el Centro Nacional de Conservación y Restauración dependiente de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos realizó una gran inspección del material almacenado en el Archivo, determinando que buena parte de él no estaba en buen estado, iniciándose por lo mismo un proyecto de restauración de las colecciones, partiendo por los manuscritos, e implementándose en el mismo lugar el mencionado laboratorio de conservación, donde hemos podido observar alguna vez el verdadero trabajo de joyería que allí se desarrolla por expertos.
Otra área de gran relevancia es la de Gestión y Proyectos, encargada de proponer y desarrollar planes de puesta en valor para las colecciones del Archivo, con difusión a través de medios de comunicación propios (internet y redes sociales) y externos, como vínculos a programas educativos, además de organizar las entretenidas e ilustrativas visitas guiadas que hemos conocido en el mismo lugar. En cambio, el Área de Información Bibliográfica y Archivística fomenta el conocimiento y la utilización de las colecciones y del archivo histórico que resguarda a nivel nacional e internacional, así como también gestionar diversas actividades de extensión buscando difusión e integraciones.
La Biblioteca Central amplió su campo en 1992, desde archivo literario y documental a uno de carácter más amplio y patrimonial. Pasó a ser el Archivo Central Andrés Bello por Decreto Universitario el 10 de agosto de 1994, dándole así la identidad institucional que conserva hasta ahora y que alude en su nombre al propio primer rector de la Universidad de Chile, don Andrés Bello, cuyo fantasma decía la leyenda que paseaba por estos lados del edificio y frente al mismo. Se constituía en ella, también, el Núcleo Patrimonial de la Universidad de Chile que, desde el año 2010, mejora las relaciones y contactos de la institución con usuarios externos y con pasantes.
De entre el material intelectual e histórico a resguardo en el Archivo Bello, destacan las mencionadas colecciones de libros y 7.700 caracolas marinas (una de ellas muy rara, obsequio de Mao Tse Tung) que entregara Pablo Neruda en 1953-1955. Las fotografías del poeta y sus alusiones por la sala con las vitrinas de sus caracolas, demuestra un nexo importante con él en sus escalas y su Sala de Lectura. Además, en el marco de la conmemoración de los cuarenta años de la muerte del Premio Nobel, el Archivo mostró su gratitud en coordinación con la Fundación Pablo Neruda, suscribiendo un convenio de colaboración para dar mayor difusión a la obra y figura del autor.
De no menos relevancia es la Colección de Historia y Filosofía de las Ciencias de Desiderio Papp, donada por sus herederos, y la Colección Domingo Edwards Matte de impresos y periódicos hasta el año 1849, aportada en parte por él y por sus descendientes.
Además de la Biblioteca Central original, el Archivo Andrés Bello cuenta con otras dos áreas que se integraron con el tiempo: el Archivo Histórico y la Unidad de Fotografía, Archivo y Medios Audiovisuales, por lo que en la práctica son tres grandes archivos en uno custodiando una valiosísima cantidad de libros, documentos, cartas, decretos, periódicos, revistas, memorias, fotografías, iconografías, oficios, reseñas bibliográficas, litografías, ilustraciones, libros de firmas y material fílmico nacional. Sus colecciones son las siguientes:
  • Colección Americana
  • Colección Archivo Fotográfico
  • Colección Banco Estado
  • Colección Domingo Edwards Matte
  • Colección Domingo Edwards Matte - Sección Partituras
  • Colección Eugenio Pereira Salas
  • Colección Fanor Velasco Salamó
  • Colección General – Donación Eliana Dobry
  • Colección General – Donación Emma Salas Neumann
  • Colección Hemeroteca – Periodicos Antiguos
  • Hemeroteca - Revistas Históricas
  • Colección Iconográfica
  • Colección José Zamudio Zamora_Partituras
  • Colección Lira Popular -Tomos 1, 2 y 3
  • Colección Manuscritos
  • Colección Neruda - Sección Bibliográfica
  • Colección Neruda - Sección Sonora
  • Colección Universidad de Chile
  • Colección Yolando Pino Saavedra
Según la información publicada por el propio Archivo Central Andrés Bello, posee 2.500 piezas documentales (del siglo XVII al XX), unas 500.000 imágenes fotográficas, tres de sus colecciones con declaración de Monumento Histórico Nacional (Colección Neruda, Colección Manuscritos y Colección Americana). El organismo ha estado encargado de grandes muestras, como la Exposición Amor al Mar en el Instituto Cervantes de Madrid. Una actividad constante de investigación, coloquios, charlas, visitas guiadas y lanzamientos acompañan su presencia allí en la Casa de Bello.
Para los interesados en conocer el sitio web del Archivo Central Andrés Bello, todo queda resuelto siguiendo este link: Archivobello.uchile.cl... Ahora bien, para amantes del patrimonio histórico in situ, no habrá experiencia más gratificante que una pasadita por este extraordinario lugar, castillo de sueños para amantes de los libros y los archivos históricos, como seguro lo habría soñado el mismísimo señor Andrés Bello.

EL COPAO: UNA CACTÁCEA MULTIUSO Y CON GRANDES PROYECCIONES

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Imagen de un copao con frutas, al interior de la Región de Coquimbo, publicada a inicios de los años ochenta en la enciclopedia "Chile a Color", de la Editorial Antártica.
Científicamente llamado Eulychnia acida Phil, el copao, rumpa u hormata es una cactácea que ha conquistado gran parte del paisaje semi-desértico que puede observarse entre la zona del Choapa y el Quilimarí hasta más o menos el Valle del Huasco. Se pueden ver sus a veces kilómetros de filas formando murallones a modo de empalizadas verdes, de diferentes tamaños. Crece en las laderas y los llanos, y parece bastante hábil para adaptarse a terrenos arcillosos de tierra rojiza como a roqueras del borde de los cerros. Como especie endémica, abunda especialmente en la Región de Coquimbo, asomando desde bordes altos de las costas y llegando hasta la vera de los caminos de los valles interiores junto a la cordillera, entre los 10 a 1.500 metros sobre el nivel del mar.
Entre las primeras menciones científicas del copao está la del naturalista Rodolfo Amando Philippi en su "Florula Atacamensis seu Enumeriatio" de 1860, aunque asoció el nombre copao también a la Eulychnia breviflora, cacto nativo más pequeño y con prácticamente la misma distribución que el gran vegetal homónimo, y especie llamada Eulychnia castanea y que comúnmente es conocida como el copao de Philippi o copao de Los Molles. Sin embargo, el sabio alemán habló allí de la tuna de cobado, nombre que parece ser un error o deformación de la palabra copao. Al parecer, pues, la denominación de copao se extiende a todo el género Eulychnia, considerando que existe también uno llamado copao de Iquique, correspondiente al Eulychnia iquiquensis. Rodolfo Lenz, por su parte, habló de otro cacto llamado cavul y copao en su compilación "Vida y costumbres de los indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX", de 1930, correspondiente más bien a un quisco.
La Eulychnia acida Phil de nuestra atención, aparece también en una famosa revista botánica alemana del siglo XIX , la "Linnaea" en 1864, que la identifica y cataloga en base al trabajo de Philippi. Es reconocible por su gran tamaño de hasta 4 ó 5 metros, generalmente de varias ramas con un tronco central grueso y grandes espinas que se vuelven grises o blanquecinas al envejecer. Sus flores son blancas o tenuemente rosáceas, más amarillentas o rosas hacia el centro, con puntas de pétalos levemente transparentes y dispuestos en forma de trompeta. Estas flores suelen ser confundidas con las florcitas rojas y delgadas que crecen sobre él con mucha frecuencia y que corresponden en realidad a una planta semiparásita llamada quintral de quisco o fosforito (Tristerix aphyllus), que parece tener una gran preferencia por escalar a los copaos.
Copaos en ladera del cerro, junto al camino D-71 cerca de Canela. Las florcitas rojas que se ven en el cacto del primer plano son de la planta parasitadora conocida como quintral de quisco, muy frecuente entre los copaos.
Copaos en las laderas de los cerros en el Valle de Elqui, sector El Tambo.
Cercos de cactos, sector río Choapa.
Además del trepador quintral de quisco, es frecuente encontrar habitando copaos a orugas de escarabajos y mariposas, además de albergar en sus pies cactos más pequeños y flores como la alstroemeria mariposa de Los Molles, durante los períodos del Desierto Florido. Su capacidad de enraizado le permite crecer en laderas y terrenos de pendientes, según comentan los lugareños ayudando a "afirmarlos" y dándose solidez al mismo como hábitat de especies de tierra, al formar terrazas o escalones naturales, creciendo especialmente en las que tienen exposición Norte y, por lo tanto, mejor soleado. También he visto nidos de aves silvestres entre las espinas de algunos ejemplares, por el sector interior de Ovalle y trepado por otras especies vegetales en el sector de Cuesta Buenos Aires y en el Valle de Elqui.
El copao es una especie de buen valor cultural en la zonas que habita: además de la identificación específica con su territorio de distribución, ha sido usado por generaciones como productor de madera de artefactos, rejas o herramientas específicas (como pequeños tambores de molienda, morteros, etc.), y para hacer cercos de plantas vivas aprovechando su espeso espinado y su resistencia en los terrenos, además de su longevidad. La zona está llena de terrenos, fincas y parcelas totalmente cercadas por copaos, curiosidad abundante en la Provincia del Limarí, extendiéndose hasta las líneas de los cerros. En algunos casos, incluso es parte de la decoración de patios o jardines de residencias, hoteles, viveros y otros, dándole un carácter más pintoresco a la ornamentación natural.
Al igual que sucede con los conocidos quiscos (Echinopsis chiloensis y Echinopsis skottsbergii) y los más nortinos candelabros andinos (Browningia candelaris), su leña ha sido explotada en el pasado como combustible y algunos artesanos fabrican objetos comerciables con esta madera en forma de celdillas. Entre los más populares están los llamados "palos de agua" o "palos de lluvia", utilizando una rama hueca y deshidratada, a veces con las propias espinas del cacto o palitos delgados clavados hacia su interior, más un relleno de gravilla, semillas o maicillo para que al voltear el instrumento produzca su característico sonido de lluvia con los granos desplazándose entre las púas o celdillas secas. Otros objetos de artesanía con copaos son pequeños tambores musicales hechos con segmentos de ramas gruesas, colgantes decorativos, candelabros o lámparas.
Tuna de copao creciendo hacia el sector San Francisco, en Canela.
Frutos de copaos en prolífico ejemplar, Valle del Encanto, Ovalle.
Aspecto de un fruto maduro abierto.
Se presume que estas tradiciones de trabajo con madera de copao podrían tener un impacto negativo en la población de la especie, aunque todo indica que la amenaza principal siempre ha sido la destrucción de su hábitat, especialmente para abrirle espacio a la actividad agrícola (viñas, olivos, árboles frutales) o la ganadería (cabras, ovejas), pues la gran mayoría de las artesanías se confeccionan recolectando ramas secas y muertas. Afortunadamente, además, el estado actual de conservación de la especie es positivo, hallándosela también en territorio protegido como el Parque Nacional Fray Jorge, la Reserva Nacional Las Chinchillas y en cantidades menos exuberantes en el Parque Nacional Llanos de Challe, además del sector del Monumento Natural de Pichasca, el Valle del Encanto, la Reserva Santa Gracia y el actualmente en proyecto Parque Tres Cruces del Valle de Elqui.
Otro factor de interés que ha ido popularizando al copao fuera de sus dominios, es su fruto del mismo nombre o bien tuna de copao, bastante conocido entre los habitantes de sus zonas: una esfera carnosa globular de entre 5 y 7 centímetros de diámetro y unos 100 a 150 gramos de peso, con aspecto de textura escamosa y levemente velluda, que suele darse en colores verdes, morados, amarillentos, rojizos y anaranjados cuando madura.  Su pulpa interior es de consistencia babosa, gelatinosa y asemillada tradicionalmente ha sido consumida por los habitantes de esas regiones, apareciendo en el comercio de La Serena y Valle de Elqui, por ejemplo. Guarda cierto parecido al fruto guillave de los quiscos y su sabor podría ser definido más o menos como una combinación de tuna, limón y kiwi, aunque en la mayor parte de los casos se le aplica azúcar flor a esta pulpa para comerla a cucharadas en el mismo envase natural que representa la cáscara esférica.
Algunas aves apetecen picar y probar estos frutos cuando ya están por caer, sabiendo por instinto de esas propiedades alimenticias que no son del conocimiento absurdamente reciente indicado en algunas fuentes, pues ya aparece reportado su consumo por autores como Ricardo Eduardo Latcham en "La agricultura precolombiana en Chile y los países vecinos", de 1936, siendo prácticamente un hecho que era apetecido por pueblos ancestrales de esas regiones, como los diaguitas y luego los primeros españoles. En el Norte Chico aún mantiene fama de alimento energético, "purificador" del cuerpo, preventivo de resfríos y afrodisíaco, además. El folklore le adjudica ciertas características parecidas a las del Aloe vera a las rodajas o su pulpa aplicada sobre el cutis, además de servir como refrescante para enfermos y febrífugo en la medicina casera practicada por las muchas curanderas y meicas de ese sector del país, especialmente en el pasado. Una leyenda que probablemente no tenga base real decía, en estas mismas tradiciones, que el fruto del copao no debía ser ingerido por mujeres embarazadas o con sospecha de estarlo.
Copaos de cerro, cerca de Illapel.
Frutos maduros rojizos, en el Valle del Encanto.
Cercos de copaos y ruinas de casas abandonadas cerca de Mincha.
El altísimo valor nutricional y vitamínico en la fruta tuna de copao o rumpa, ha sido estudiado y verificado en los últimos diez años, comenzando a valorarse como alimento con grandes posibilidades de salir a mercados internacionales y motivando algunos trabajos al respecto por parte de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), creciendo así el interés no sólo por la recolección sino también por el cultivo y la producción agrícola de la misma, algo bastante apropiado para sectores con escasez de lluvias o sequías. Así describe estas virtudes la profesora Lilia Masson Salaue de la Universidad de Chile, en el artículo "Características químicas y composición nutricional de los frutos de copao (Eulychnia acida Phil.) bajo tres condiciones ambientales de la Región de Coquimbo", publicado por la revista "Chilean journal of agricultural research" volumen 71, de 2011:
"Además es una buena fuente de vitamina C alrededor de 55 mg 100 g-1 en la piel y 30 mg 100 g-1 en pulpa con semillas y jugo, valores altos comparados con el contenido en tunas (Opuntia ficus-indica [L.] Mill.) Los principales minerales fueron Mg, Ca, P, y K. En la pulpa con semillas se determinaron polifenoles totales y en la cáscara rosada se determinaron los pigmentos betalainas. Las características nutricionales, junto al alto contenido de agua, alrededor de 96%, hacen de la 'rumpa' una materia prima promisoria para el desarrollo de jugos o bebidas isotónicas naturales. Esta caracterización contribuye a una valorización productiva de una especie nativa endémica disminuyendo las potenciales amenazas de destrucción de las poblaciones silvestres de E. acida, especialmente aquellas cercanas a sectores agrícolas, favoreciendo la conservación de su hábitat en la región".
Al mismo tiempo, la diversificación de productos en base a la fruta del copao ha comenzado a hacerse corriente en el comercio popular y carretero de la Región de Coquimbo: mermeladas, copaos cocidos al jugo (presentación en la que se puede consumir también su cáscara), néctar de copao, miel de copao, helados, jugos orgánicos, repostería popular y gourmet, etc. También hay una versión pisco copao sour y un cocktail llamado piscopao, ambos a base de los dos productos de la zona. Otras opciones comerciales que se han experimentado son artículos de baño hechos con copao como jabones, ungüentos, shampoo, etc.
Así como las papayas y el pisco han hecho característica en la zona de Coquimbo y los territorios de la región, podemos esperar que el creciente aumento de la importancia comercial del copao vaya generando más propuestas de productos asociados especialmente a las potencialidades de su fruta, asegurando con ello también -en un caso ideal- la perpetuación de la especie y la continuidad de su presencia en el paisaje encantador de esos valles y cerros.
Viejo mortero de campo hecho con madera de copao, sector Los Pozos.
Vendedora de copao y de productos derivados del mismo, preparando una fruta con azúcar y cuchara para un cliente, sector feria del Embalse Puclaro.
Canasto con suculentos frutos de copaos en el sector feria artesanal del Embalse Puclaro. Al lado, palos de agua confeccionados con madera del mismo cacto.

LA IGLESIA DE SANTA MARIA IN TRASPONTINA, EN LOS LÍMITES DE LA HISTORIA ROMANA Y VATICANA

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La iglesia y la vía en el siglo XVIII, en grabado de Giuseppe Vasi.
Coordenadas: 41°54'10.25"N 12°27'44.32"E
Considerada por algunos un auténtico santuario histórico, la Iglesia de Santa María en Traspontina (Santa Maria in Transpontina) se reconoce por su frontispicio destacando bastante en la Vía della Conciliazione de Rione Borgo en Roma, en la conjunción de esta avenida con Viccolo del Campanile. Está a sólo tres cuadras directas desde la Plaza de San Pedro en el territorio vaticano, por el poniente, y a otras tres del Castillo de Sant'Angelo, por el oriente. El escritor español Juan Gómez-Jurado ambienta buena parte de su novela "Espía de Dios" en el interior de este templo, mientras se ejecutaban las multitudinarias exequias fúnebres del Papa Juan Pablo II en la Santa Sede.
Desde hace siglos ya que este templo y su convento han sido la sede de la parroquia consagrada para la advocación mariana conocida como Virgen del Carmen o del Monte Carmelo, fundada por los ermitaños que se establecieron en el monte del mismo nombre creando la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, hacia el siglo XII. A estos sacerdotes de la orden se les habría aparecido allí la Virgen, en 1251, durante su período fundacional de la hermandad en Israel.
El origen de esta iglesia es curioso: ocupa el lugar de dos históricos edificios anteriores. El primero de ellos, conocido como el Meta Romuli o Sepulcro de los Escipiones, era una alta y un tanto estrecha pirámide que la tradición creía el mausoleo del mítico fundador romano Rómulo, posterior lugar de martirio y tormentos de San Pedro, siendo llamada también la Pirámide Vaticana y la Pirámide de Borgo. Convertida en una especie de cenobio o ermita por los cristianos, el Papa Inocencio VIII la había concedido a los ordenados bajo hábitos carmelitas el 13 de noviembre de 1484, quedando establecidos allí por el 1498.
Vista del frente del edificio y su campanario. Este último da nombre a la calle lateral de la iglesia: Vicolo del Campanile (Callejón del Campanario).
Acercamiento al acceso, portal y estatua en la fachada.
Vista interior, desde la entrada hacia el altar.
Vista interior, desde el altar hacia la entrada
Esta tumba monumental sobrevivió a la construcción de la primera Basílica de San Pedro y fue convertida en centro religioso cristiano, pero de todos modos acabó demolida en el año 1499 por orden del Papa Alejandro VI, para mejorar la conexión vial de Rione Borgo desde la Vía Alessandrina o Borgo Nuovo hasta los pasos sobre el río Tevere (Tíber), valiéndose para esto de la mano de obra ofrecida por algunos peregrinos de San Pedro, especialmente de los que participaban del Jubileo. Algún día abordaremos con mayor extensión acá la historia del Meta Romuli.
Hay algunos antecedentes confirmando que ya, en la Alta Edad Media, el templo había estado consagrado a Santa María del Carmelo. Además, según fuentes como el historiador español Esteban de Garibay en su "Compendio historial de las chronicas y universal historia de todos los Reynos de España, donde se escriven las vidas de los Reyes de Navarra", la primera iglesia existente acá (suponemos que la fundada en la pirámide pagana) habría sido lugar de la extraña muerte del Papa Pascual I, el año 824, justo cuando una comisión de investigadores enviados a Roma por el Emperador Ludovico Pío, buscaba esclarecer el asesinato de dos funcionarios papales defensores del sometimiento cristiano a la corona.
No tardó mucho en levantarse en el lugar de la desaparecida pirámide-templo un nuevo edificio religioso, pero del que no se sabe mucho, salvo que fue de corta duración: acabó demolido por orden del Papa Pío IV, con trabajos iniciados el 14 de julio de 1564, por obstaculizar con su altura las defensas del Castillo de Sant'Angelo al perturbar la trayectoria de los tiros de los cañones hacia el Oeste y los disparos de prueba hacia Monte Gianicolo, además de dificultar con su ubicación y dimensiones las posiciones de los murallones fortificados y vías estratégicas que requería el Vaticano.
"Gloria de la Beata Virginia", en el cielo de la nave. Fresco de Caroselli, 1894.
Capillas, columnas y arcos del costado derecho.
Altar mayor con icono de la Virgen y la rica decoración de estatuas y ángeles.
Virgen del Carmelo, en la Capilla de la Inmaculada.
Inmediatamente después, comenzaron los trabajos de la construcción del actual templo, colocándose la primera piedra el 12 de marzo de 1566 por los cardenales Vercelli y Alessandrino, durante el papado de Pío V. Las obras fueron encargadas al arquitecto Giovanni Sallustio Peruzzi, con colaboración de Ottaviano Nonni y Francesco Peparelli, aunque entre los arquitectos titulares también figura el boloñés Ottaviano Mascarino, pues fue quien continuó las obras a partir de 1581.
El nuevo edificio siguió consagrado a la Virgen del Carmelo, siendo inaugurado el 8 de febrero de 1587  y declarado con el titulus presbiteral cardenalicio el día 13 siguiente, por Sixto V. Se realizaba en él, además, una procesión popular todos los días martes, hacia los siglos XVI y XVII, dirigida por los propios carmelitas según comenta Eladio Romero en "Roma del Renacimiento al Barroco". Empero, todavía hasta la primera mitad de ese siglo continuaban algunos de los trabajos del edificio, asumiendo obras de restauración y terminaciones Francesco Peparelli, entre 1635 y 1637. Grandes labores de remodelación y mejoramiento se realizaron en épocas posteriores, pero destaca la cantidad de frescos y figuras artísticas agregadas hacia 1894.
Con estilo principalmente renacentista y barroco, el edificio tiene planta de cruz latina. Su fachada es de travertino, con la base del trabajo de Peruzzi más adiciones de Mascarino, trabajadas con algunos bloques que fueron sacados del Coliseo (Colosseo). La figura de la Virgen con el Niño Jesús que se ve afuera sobre el acceso principal, es del siglo XVIII. Su interior consta de una nave central de cañón con hermosos artesonados, decoraciones y frescos del techo abovedado, y dos "medias naves" (no llegan a ser naves laterales, propiamente tales) subdivididas en las diez artísticas capillas o altares menores del templo conectados interiormente, más las otros dos de los extremos del crucero. Están separados de la nave por filas de columnas compuestas en bloques de prismas y columnatas formando arcos. El pavimento de mármol que se observa dentro del edificio, en tanto, fue colocado en 1873.
Pasillos y arcos entre las capillas.
Capilla de San Pedro y San Pablo. Se observa una de las dos columnas del martirio de los santos, que se conserva en este lugar. Arriba del arco, a la izquierda, fresco de Ricci con la crucifixión de San Pedro.
Capilla de Santa Teresa de Jesús.
Altar del crucero, confesionario en el vértice y tubos de órgano arriba.
Destaca el altar mayor de estilo barroco, diseñado y confeccionado por Carlo Fontana en 1674, donde se alberga como reliquia un valiosísimo icono religioso de origen medieval: una imagen de la Virgen traída a Roma por los hermanos carmelitas en el 1216, desde el Monte Carmelo en Tierra Santa tras su expulsión. Parte de la decoración y las figuras que lo rodean datan de otros mejoramientos realizados en 1695, y son obras escultóricas de los artistas Alessandro Rondoni (estatua de San Ángelo), Giacomo Antonio Lavaggi (la estatua de Elías), Vincenzo Felici (la estatua de Eliseo) y Michel Maille (estatua de San Alberto), más los anteriores pertenecientes a Luca Retti (estucos y estatuas con ángeles, siglo XVIII). La decoración y quizás parte del alhajamiento de la iglesia en general proviene de las obras de Gabrini, en la mencionada intervención de 1894.
La iglesia fue proyectado "con más esplendidez que buen gusto", según sentenciaba el español Severo Catalina del Amo en "Roma: obra póstuma" (1873). Los oficiales de artillería y el cuerpo de bombarderos del Castillo de Sant'Angelo fueron tan enfáticos en que el edificio no volviera a molestar la trayectoria de los tiros, que su cúpula central se hizo baja, siendo una de las poquísimas existentes en las iglesias romanas que no está montada en un nivel de tambor, para reducir así su altura por la misma razón.
Las capillas del lado derecho del edificio, son las siguientes:
  • La primera es una de las más fotografiadas por los turistas, correspondientes al Altar de Santa Bárbara, donde se observan un retablo confeccionado hacia 1597 por Cavalier d'Arpino y sus muros decorados con frescos del período 1610-1620, ejecutados por Cesare Rossetti con pasajes de la vida de ésta, santa patrona de los artilleros y bombarderos.
  • Sigue la Capilla de San Canuto, con la obra "Éxtasis de San Canuto" hecha en 1686 por Daniele Seyter, con frescos de techo y lunetas de Alessandro Francesi. Es el lugar del epitafio del Barón de Bredal (1778).
  • La tercera es la Capilla de la Concesión, con la Virgen del Carmelo (Virgen del Carmine) y la Inmaculada Concepción. Fue hecha en 1581 y luce una imagen mariana de Agostini, de 1760, usada en las procesiones patronales de su día (16 de julio), con dos medallones pictóricos en sus muros de costados, correspondientes a retratos de Santa Ana y San Joaquín, ejecutados en 1894-1895 por Cesare Caroselli.
  • La Capilla del Crucifijo muestra un Cristo en la Cruz perteneciente a la antigua iglesia del siglo XVI, con la obra de "La Beata Virginia y San Juan Evangelista", de Cesare Conti, fechado entre 1587 y 1590, más los frescos de la pasión hechos por Bernardino Gagliardi en las paredes, de 1649. En el pasaje de esta capilla a la siguiente está la cripta del inventor y maestro Nicola Zabaglia.
  • A continuación, está el Altar de la Capilla de San Alberto, que exhibe un retrato del santo y los frescos de Niccolò Circignani. Le acompaña una efigie de San Antonio de Padua.
  • Finalmente, en el crucero a la derecha está "La Beata Virginia con el Niño y la S. M. Magdalena de Piazza" de Giovanni Domenico Cerrini, fechada en 1639, y el monumento del Cardenal Abrizzi hecho por Guidi. Allí se ve un antiguo órgano de tubos de 1668.
Capilla de San Ángelo Mártir.
Sala adjunta a la Sacristía, atrás de la iglesia.
Fresco y decoración del techo de la misma sala.
Las capillas del lado izquierdo, en cambio, son las que siguen:
  • Se parte por la Capilla de la Piedad, que también es de tiempos originales de esta iglesia, en el siglo XVI, aunque fue reconstruida en 1712 por Michele Angelo Pluvioli, luciendo su estatua de "La Piedad" en terracota del siglo XV, de tamaño medio, y ángeles de madera de la escuela de E. Ferrata, más pinturas de inicios del siglo XVIII y una antigua fuente bautismal de mármol con relieve en madera.
  • La Capilla del Profeta Elías fue hecha en 1692, y muestra la escena de "San Elías con San Antonio Abad y el Bendito carmelita Franco Lippi da Siena", pintado por Giacinto Calandrucci en 1639, además de otras obras y frescos no fechados y de autor no identificado.
  • Del siglo XVI sería la Capilla de San Pedro y San Pablo, con obras de Giovani Battista Ricci, la sepultura del venerable carmelita Giovanni Domenico Lucchesi (1719) en el piso y en los extremos laterales del fondo fragmentos bases de las supuestas columnas que se rescataron de la antigua iglesia y en las que ambos santos paleocristianos habrían sido martirizados a latigazos en el Circo Romano, reliquias de roca rosa de gran veneración y admiración en Roma. También conserva un crucifijo que, según la tradición, le habló a San Pedro y, a su vez, permite comunicación directa con él.
  • La Capilla de Santa Teresa de Jesús, por su parte, fue hecha en 1639 con remodelaciones posteriores, con el cuadro "Transverberación de Santa Teresa" hecho en 1698 por Antonio Gherardi, y las obras "Visión de Santa Teresa" y "Santa Teresa, Jesús y la Virgen" de Plácido Celi, aproximadamente de la misma época.
  • Luego, viene la Capilla de San Ángelo Mártir o San Ángelo de Sicilia. Es del siglo XVII, pero fue remodelada en el 2000, manteniendo las obras pictóricas murales de Ricci hechas en 1609.
  • Finalmente, en el crucero, está el espacio consagrado a San Andrea Corsini, con la obra de Melchiorri retratándolo desde el siglo XVII. Allí también está el fresco de su "Aparición en la Batalla de Anghiari" de Biagio Puccini, hecho en 1697. Al fondo del mismo espacio, en la sala junto al presbiterio hacia atrás de la iglesia, está el órgano de tubos y un acceso interno a la sacristía.
Dentro de la iglesia, también resulta de enorme atracción el oratorio de la Doctrina Cristiana, hecho por Nicholas Michetti en 1715, y la pintura y ornamentación del coro ejecutados en 1760 por Ángelo Papi. También están en el complejo las reliquias de varios mártires ejecutados en la Vía Aurelia en los tiempos de Aureliano, como San Tripodes, San Basílides y San Mandalo. No menos relevante es la mano de Caroselli en el fresco "Gloria de la Beata Virginia", que destaca en la iglesia desde la misma época, y la decoración de la cúpula realizada por Cangini hacia 1893, además de la que está en las ménsulas titulada "Santos carmelitas", perteneciente a un autor anónimo del siglo XVII.
Durante los enormes trabajos de 1937 que destruyeron gran parte de la Vía del Borgo Nuovo (Vía Recta o Alessandrina) para abrirle espacio a la monumental Vía della Conciliazione con el aspecto que aún conserva, la transformación urbanística perdonó a la Iglesia de Santa María de Traspontina, favorecida quizás por sus proporciones procuradas durante la construcción de la misma en el siglo XVI. Así la tenemos todavía esplendorosa en el camino a las puertas del Vaticano, como otro de los atractivos de la capital italiana y un aliciente más para justificar su certero apodo de Ciudad Eterna.

UNA MIRADA A LA GALERÍA SANTIAGO Y EL EDIFICIO DE SAN ANTONIO 418

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Viejo panel de timbres y citófono del edificio.
Coordenadas: 33°26'16.86"S 70°38'55.03"W
El edificio que originalmente era la Caja de Empleados Particulares y Periodistas (Caja de EE.PP y PP) de calle San Antonio 418, puede ser un caso de arquitectura de tendencia racionalista e internacional pero aún con influencias de las postrimerías del art decó en Santiago de Chile, ubicado justo en la esquina norponiente del cruce de las céntricas calles Merced y San Antonio, a sólo una cuadra de la Plaza de Armas.
De unos diez pisos de altura más sótanos y altillos, el edificio nace como propiedad de la Caja de EE.PP y PP. Él y su pasaje comercial datan del año 1952, siendo obras del arquitecto Eduardo Vargas Valenzuela, encargado la construcción a los ingenieros de la casa Wachholtz, Figari & Cía. Vargas había nacido en 1902, titulándose en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile e 1933, además de haber estudiado en la Escuela de Bellas Artes y trabajado para la Municipalidad de Santiago. Había sido contratado por la Caja en 1949 como Jefe de Proyectos, siendo este edificio su principal trabajo para ellos. También trabajó en el Departamento de Arquitectura de la CORFO, donde proyectó poblaciones y centrales hidroeléctricas en Pilmaiquén, Sauzal y Abanico.
La obra está también muy en sintonía con la altura y estilística de los edificios de las otras tres esquinas, similares incluso en muchos de sus detalles, pues si bien son de otros arquitectos fueron otras propiedades de la Caja de EE.PP y PP, por lo que claramente hay una intención de uniformidad de los proyectos a la vista.
El edificio, visto desde la esquina opuesta.
La misma vista en otra época del año.
Mirado desde calle Merced.
Acceso principal al edificio, con sus faros exteriores y lámparas interiores.
De sus primeros tiempos conserva muchos trabajos de bronce (recepción, escalas, citófonos, ascensores, etc.), además de las lámparas colgantes, los faros del acceso y las rejas de las puertas, según tengo entendido. Es frecuente ver por el acceso del edificio a estafetas y postulantes a empleos portando currículos, pues una gran cantidad de oficinas y agencias están dispersas por sus niveles de antiguos ascensores y escaleras con pasamanos de bronce, además de varias residencias. Hoy, la fachada del edificio es reconocible a nivel de la calle por la presencia de un establecimiento "OK Market" justo en su vértice.
El edificio es vecino inmediato del Caracol de Merced 839 (la de las peluquerías y los juegos "Diana") y de las galerías de "La Bahía" que corren por el interior de la cuadra, aunque la Galería Santiago de sus bajos en el zócalo no está conectadas a éstas. A pesar de ello, el corto pasaje que recorre interiormente la esquina ofrece dos salidas con la altura de sus dos primeros pisos, una en Merced 821 y otra a San Antonio 434, con una gran circulación diaria de gente por él.
La Galería Santiago es de dos pisos (en realidad, un piso más entrepiso) y se ve corta comparada con otras del mismo sector, en forma contrapuesta al vértice (“L” invertida). Alberga locales de expendio de alimentos, cafés con chicas, tiendas de artículos de oficinas y peluquerías, muy transitado durante el día. Su iluminación natural la da especialmente una cúpula de cañón de cristalería en el segmento central, en el techo. Los locales están en ambos lados del pasaje y ocupan los dos niveles de cada espacio comercial, con gran uniformidad y elegante pulcritud a partir de la última renovación, hay que destacar.
Inicio de las escaleras y los pasamanos.
Vista del sector de ascensores de uno de los pisos.
Acceso a la Galería Santiago por calle San Antonio.
También hay una intención de continuidad con otros edificios en el caso de la Galería Santiago, algo frecuente en las galerías comerciales de Santiago: su acceso por Merced está alineado con la del edificio de enfrente cruzando la calzada, la Galería San Antonio, por lo que debió ser casi un salto sobre la calle el pasar de una galería a otra, antes que el tráfico vehicular y los rigores de tránsito trasladaran el cruce oficialmente sólo por la esquina.
Además de las tiendas que ocupan los espacios del zócalo por el exterior, la galería al interior fue lugar de varios establecimientos alguna vez conocidos en la capital, como la casa de fantasías "Luxor", cuyo local 13 aparece después ocupado por "Chileminex", de joyería y piedras nativas; y más tarde por las confecciones "Ditexcal". Su más reciente ocupante fue "Stela figurines moldes". También pasaron por estos locales de los bajos la casa farmacéutica "Ansi", la librería "Weidner & Cía" y la avícola "Kelly".
Hoy destaca en la Galería Santiago el centro gastronómico "Brazuca", con cuarteles en los subterráneos y una enorme pantalla led publicitaria en el pasillo, con venta de comida al kilo y tenedor libre; y el "Me Tinca", con ricos platos de colación a la barra; en tanto que los vegetarianos y veganos cuentan con uno apropiado más atrás, llamado "Soju", con mesas en el propio pasillo y creativos platos en el menú; mientras, "El Rincón de Arriba" garantiza comidas caseras y bar, a precios muy convenientes. Afuera, por el lado de Merced, está "Kyu Sándwich", para los amantes de la sabrosura en pan. Otros establecimientos son las salas de peluquería "Henríquez", "Garota de Ipanema" y "Estilistas Profesionales", además del centro óptimo "Santos Dumont" y la tienda de semillas "Maconha". También está acá la librería-sede del periódico "Le Monde Diplomatique", la tienda mística "Spiritual Essenses", la importadora "Kushi" y gráficas "Fisb". Por en entorno exterior están zapaterías, tiendas de regalos, de productos profesionales de belleza y otros negocios.
Hace pocos años, la Galería Santiago fue restaurada, cambiándose sus baldosas y renovándose la pintura interior. El ajetreo diario de gente indica allí, especialmente por sus restaurantes, que aún está con vitalidad y con suficiente atractivo para los santiaguinos.
Aviso de 1956 para un negocio de la galería.
Galería vista desde el lado de San Antonio.
Vista del interior desde calle Merced.

CONSIDERACIONES Y LUCES DE INTERÉS HISTÓRICO SOBRE LA FUENTE MONUMENTAL EN LA PLAZA ESPAÑA DE LA SERENA

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Plaza España, en publicación del diario "El Día" del octubre de 1992.
Coordenadas: 40°24'23.85"N 3°42'30.27"W (Plaza Campillo del Nuevo Mundo, Madrid) / 40°24'38.85"N 3°42'25.96"W (Plaza de Cascorro, Madrid) / 29°54'22.82"S 71°15'22.73"W (Plaza España, La Serena)
Ya antes he empezado a redactar artículos con la advertencia de que hace tiempo esperaba publicarlos y que distintas razones me lo impedían. Sin embargo, con este caso correspondiente al de la Fuente Monumental de la Plaza España en La Serena, creo que por fin llego a una situación de casi alivio o desahogo cognitivo, a pesar de que parte de mis conclusiones no podrán ser categóricas por cuestiones de distancia y falta de acceso a las fuentes originales que permitirían completar la historia sobre los hechos.
No obstante lo anterior, creo -y espero- que mucho del material que acá pondré a disposición de los lectores resultará novedoso e interesante.
Ésta debe ser una de las investigaciones más largas que he realizado por iniciativa personal sobre un objeto histórico concreto, además: a partir de 2012 y recién ahora me ha ofrecido sus primeros resultados, en parte gracias los contactos y accesos que permite la magia comunicacional de la internet... No tengo problema en admitirlo. Todo un desafío personal, considerando que recibí escasa o nula respuesta a mis consultas desde los organismos oficiales que consideré los autorizados como fuentes sobre el tema, tanto de Chile como de España.
Creo que ésta será también una de mis últimas investigaciones más o menos exhaustivas sobre algún asunto histórico, al menos por un buen tiempo, pues se habrá notado ya que estoy orientando este blog a sitio con registros de viajes más que a artículos de investigación propiamente tales.
Vista de la Fuente Monumental de la Plaza España y su pila de taza.
Vista frontal, con su simétrico diseño barroco.
Detalle del segmento del plinto y el grutesco, entre las conchas.
Vista lateral de la fuente de piedra y su taza.
¿DE DÓNDE PROVIENE ESTA LA FUENTE?
Ubicada junto a la Panamericana Norte llegando a la Alameda Francisco de Aguirre, la Plaza España es una consecuencia del Plan Serena impulsado por el Presidente Gabriel González Videla y ejecutado entre 1948 y 1952, aunque su construcción fue posterior, siendo concluida hacia la etapa final de la prolongación de las afanosas tareas de transformación de la de La Serena priorizando su rasgo de ciudad hispánica y colonial.
Escasísima información hay disponible sobre la Fuente Monumental ubicada como núcleo de la red de senderos de esta plaza. Mi repaso por muchas de las guías turísticas de La Serena que se han publicado, algunas con apoyo de la propia municipalidad, resultó francamente decepcionante. La fuente no está al centro de la Plaza España, además, sino en su tercio Norte, separada del Monumento de Francisco de Aguirre (fundador de La Serena) por la misma Alameda con su nombre y una explanada peatonal por la que se accede a la plaza. Su posición es ventajosa en la composición del área verde, pero se percibe un poco inhóspita y distante.
La fuente es una magnífica pileta escultórica y con unos cinco metros de altura, magistralmente tallada en roca con estilo barroco muy hispánico, montada sobre una pila circular en forma de taza actualmente rodeada por un pequeño jardín. Consta de una sólida base-plinto de buen volumen que se apoya sobre la taza, escupido con cinturas, ángulos poligonales y guirnaldas florales. Sobre este primer nivel, está un plato principal en forma evocadora de una doble concha venera, verticalmente dispuesta, con el rostro grutesco en sus frentes y separándolas. Le siguen niveles profusamente decorados de la columna con un anillo floral y un segundo plato de motivos orgánicos en forma de penacho, formando desde allí el segmento último superior con un pináculo y un plato más pequeño también de diseños orgánicos, desde donde emerge el agua por un surtidor desnudo, antes cubierto por un desaparecido remate en forma de flor acampanada parecida a una copa pequeña.
Corresponde a una obra maestra que, desgraciadamente para la ciudad, ha pasado inadvertida en muchos registros turísticos y de atracciones, además de hallársela escurriendo tímidos hilos de agua desde su altura imponente y diríamos que hasta bastante olvidada, tal vez por el mismo poco valor al que induce el desconocimiento sobre ella ("Sólo se ama lo que se conoce", reza la sentencia atribuida a Leonardo). La placa del monolito ubicado a pocos metros de ella y que quizás explicaba parte de su origen hoy tan difícil de escudriñar, fue sustraída hace mucho tiempo ya, perjudicando más aún la posibilidad de conocer y divulgar su importancia.
Esta fuente fue un obsequio que motivó el nombre dado a la Plaza España: un generoso regalo de la ciudad de Madrid a La Serena, en 1952, no sólo por el contexto de la ejecución del Plan Serena, sino también por el aniversario 452° del nacimiento del fundador Francisco de Aguirre. Está, por lo tanto, en el grupo de testimonios de acercamientos y de refuerzos del sentimiento hispánico que hubo ese mismo período entre esta ciudad chilena y la Madre Patria, que incluyen el mosaico pictórico del Palacio Consistorial regalado por la ciudad de Talavera de la Reina (cuna de Aguirre) y, por supuesto, el Monumento de Aguirre ubicado a sólo pasos de la Plaza España y cuya instalación allí dio el nombre actual a la Alameda. Algunos agregan a este grupo de obsequios las varias toneladas de bancas, mosaicos, espejuelos y azulejos que llegaron hacia inicios de 1953 a La Serena para los paseos de la Alameda y Parque Pedro de Valdivia, regalados por el Municipio de Sevilla y por el chileno entonces residente en la frontera franco-española don Jorge Oscar Herreros, amigo personal del ex Presidente González Videla. Estos azulejos pudieron se instalados recién desde 1955 en adelante, después que don Francisco Campos del Comité Por-Adelanto de La Serena, lograra contactar un técnico español especializado en esta clase de trabajos en Buenos Aires.
Las principales obras del Plan Serena fueron inauguradas el último día de octubre de 1952, pero aún quedaban pendientes algunas novedades urbanísticas para los años que siguieron, como la fuente de la Plaza España. Después del obsequio de la estatua de Aguirre por parte del propio Gobierno Español, en mayo de 1952, el Concejo de Madrid propuso regalar una fuente conmemorativa en nombre de la ciudad a La Serena, comunicando su decisión al Presidente González Videla. Aunque éste terminó su mandato el 3 de noviembre de ese mismo año, los representantes madrileños respetaron su compromiso y, en una nueva reunión del Concejo del día 20 tomaron la decisión de enviarle la fuente del sector conocido como el Campillo del Nuevo Mundo, en la Ronda de Valencia, por un tramo vial hoy conocido como la Ronda de Toledo.
Así informaba de la decisión del Concejo el periódico "La Vanguardia Española", ese mismo jueves 20 de noviembre:
"Una fuente madrileña para la ciudad de La Serena:
El Concejo madrileño ha acordado, en su reunión de esta mañana, hacer cesión a la ciudad chilena de La Serena de la fuente instalada en el Campillo del Nuevo Mundo de la Ronda de Valencia. Este acuerdo responde a otro anterior del Municipio presidido por el conde de Santa María de Babío, que prometió al entonces presidente de la República de Chile, señor González Videla, una fuente conmemorativa con ocasión de cumplirse el cuatrocientos cincuenta y dos aniversario de Francisco Aguirre, fundador de La Serena. El estadista chileno expresó su preferencia de que figurase en aquella ciudad de su país mejor un trozo auténtico de Madrid que una costosa reproducción o un monumento original. Cumpliendo este deseo, dentro de breve plazo será enviada a Chile la fuente que tantos años ha figurado como ornamento urbano en un rincón castizo de nuestra villa".
Por su parte, el periódico español "ABC" de ese mismo día, comentaba en la sección "Madrid al Día":
"EL AYUNTAMIENTO CEDE A LA CIUDAD DE LA SERENA (CHILE) LA FUENTE INSTALADA EN EL CAMPILLO DEL NUEVO MUNDO:
(...) También fue aprobada una moción de la Alcaldía-Presidencia cediendo a la ciudad de La Serena (Chile) la fuente instalada en el Campillo del Nuevo Mundo..."
En el día viernes siguiente, en la sección "Notas gráficas de actualidad", el mismo periódico publicaba una imagen de la fuente en el Campillo del Nuevo Mundo con la fuente que hoy está en la Plaza España de La Serena, acompañada del siguiente pie de fotografía:
"UNA FUENTE MADRILEÑA PARA LA CIUDAD DE LA SERENA (CHILE).- Ésta es la fuente, hasta ahora instalada en el Campillo del Nuevo Mundo, que ha sido cedida por el Ayuntamiento madrileño para ser emplazada en la ciudad de La Serena (Chile), con motivo del centenario del conquistador Aguirre, fundador de dicha población suramericana (Foto V. Murc.)".
La noticia es conocida en Chile durante los días que siguen. Recién el miércoles 26 de septiembre aparece en el diario "El Día" de La Serena:
"El Ayuntamiento Madrileño acordó donar una fuente a La Serena
Madrid 25.- El ayuntamiento en su sesión de hoy (acordó) donar a la ciudad una hermosa fuente a la ciudad de La Serena con motivo de cumplirse el centenario de Francisco de Aguirre, fundador de esa ciudad.
La fuente que está instalada en uno de los más pintorescos lugares de Madrid será desmontada y enviada a la ciudad de La Serena".
Lamentablemente, tanto en las fuentes periodísticas chilenas como las españolas a las que tuve acceso, hay muy poca información relativa a la historia de esta misma fuente, limitándose a referencias generales sobre la misma y sobre lo que fue su presencia en Madrid antes de ser desmontada para enviarla a La Serena.
Cabe señalar además, que, a la sazón, el Plan Serena seguía en ejecuciones pero seriamente cuestionado por algunos de los infaltables grupos políticos desestabilizadores y centralistas, debiendo intervenir el Comité Pro-Adelanto de La Serena y hasta el propio ex Presidente González Videla para defender el programa, debiendo viajar más de una vez a su región para tales propósitos. Se estaba entrando en la crisis política y económica de esos años, para peor.
Diario español "La Vanguardia Española", del jueves 20 de noviembre de 1952, informando de la decisión de regalar la fuente a La Serena con algunos detalles sobre el contexto de esta noticia.
Diario español "ABC", también del 20 de noviembre de 1952, anunciando la decisión del Ayuntamiento de Madrid de regalar la fuente del Campillo del Nuevo Mundo a la ciudad chilena de La Serena.
Diario serenense "El Día" del 26 de noviembre de 1952, haciendo eco de la noticia.
Llegada de la fuente, en "El Día" del jueves 11 de marzo de 1954.
Imagen del óleo "Fuente pública en Madrid" de 1875, de Casimiro Sainz y Saiz. El diseño es exactamente igual al de la fuente que Madrid regaló a La Serena en 1952 y que está en Plaza España, pero la información oficial del ayuntamiento madrileño indica que la fuente de la pintura es la que estaba en Las Delicias, que se trasladó después a la Plaza de Cascorro y luego al Parque Eva Duarte (fuente imagen: blog Pasión por Madrid, pasionpormadrid.blogspot.com de J. Esetena).
ALGO SOBRE LA FUENTE ANTES DE SALIR DE ESPAÑA
La fuente llegó a Chile ya en el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, siendo instalada en la Plaza España donde permanece hasta ahora. De esto haremos caudal más abajo. También podemos dar por hecho definitivo, de acuerdo a la información expuesta, que la fuente originalmente estaba en el Campillo del Nuevo Mundo de Madrid y que fue presentada como una pieza original, no una copia ni una producción especialmente producida para aquel obsequio a La Serena... Sin embargo, es en esta primera y original etapa de vida en España donde la historia de la fuente se vuelve un poco confusa y nebulosa.
Lo primero que llama la atención es que el céntrico Campillo del Nuevo Mundo no siempre fue la plaza con ferias de antigüedades y visitada por turistas que es hoy, cercana a la Puerta de Toledo y su rotonda, sino que era antes una especie de barrio industrial antiguo donde se hallaba el gran Matadero de la Villa, como se verifica en planos históricos de la ciudad de Madrid. Había nacido en el sector de un removido promontorio que allí existía junto a la Puerta de Toledo, hasta inicios de la Edad Moderna, siendo convertido en plaza recién hacia el siglo XVIII, centuria en la que también nacen las ferias de artículos y mercadillos que allí siguen funcionando en días festivos. No parece casual que haya sido desde la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo desde donde se retiró la fuente para mandarla a Chile: aunque el origen del nombre de este sitio parece ser por la apertura del horizonte y de la vista al nuevo paisaje que quedó para sus vecindarios tras el mencionado retiro de la colina rocosa que existía allí hasta el siglo XVI, se ha asociado el título al Nuevo Mundo que ya entonces conquistaba España en tierra americana (por lo que habían existido muchos bazares y tiendas anticuarias con nombres alusivos a las Américas en sus alrededores, por ejemplo), de modo que la elección de la fuente también pudo tener un contenido simbólico importante para quienes la regalaron a La Serena.
Por otro lado, hay sobrados testimonios y evidencias de la existencia de una fuente de aguas exactamente igual a la de nuestro interés, que estuvo instalada a no muchas cuadras del Campillo del Nuevo Mundo, en el sector de la entonces llamada Plaza de Nicolás Salmerón, rebautizada oficialmente como Plaza de Cascorro en 1941 aceptando una denominación popular que se le venía dando desde que el Rey Alfonso XIII hizo instalar hacia 1902 en ella, un monumento a Eloy Gonzalo y los héroes españoles de la Batalla de Cascorro de 1896, en Cuba. La plaza está en la conjunción de las calles de los Estudios, Embajadores, Maldonadas, Juanelo y Ribera de Curtidores.
A mayor abundamiento, la fuente de Plaza de Cascorro había estado antes en el Paseo de las Delicias, razón por la que aparece señalada a veces como Fuente de las Delicias. De acuerdo a una interesante información que publica el investigador madrileño Jesús Esetena (alguien que me ha tendido la mano en esta investigación), la fuente puede remontarse hacia las últimas décadas del siglo XVIII, pues su diseño barroco tardío y con conchas invertidas parece estar inspirado en otra monumental obra de la ciudad que las poseía en su composición: la Fuente de los Mascarones, construida por el arquitecto italiano Francesco Sabatini en 1775 y destruida en 1871 para abrirle paso al proyecto del Asilo de Lavanderas.
Otro dato sobre la Fuente de las Delicias es que aparece retratada en su antigua época en el cuadro al óleo "Fuente pública en Madrid" de 1875, de Casimiro Sainz y Saiz, actualmente en el Museo de Historia de Madrid: se observa allí su primera taza, más sencilla que la posterior, mientras personas y animales de cargan disfrutan de sus aguas. La similitud de su diseño con la de Plaza España en La Serena, es indiscutible.
La Plaza de Cascorro, que es dura y como un "claro" entre los edificios del señalado grupo de calles, fue abierta cuando se derrumbaron allí viejas residencias del llamado Tapón de El Rastro, en agosto de 1913. La fuente fue trasladada desde Las Delicias hasta allá durante esa década o la siguiente, aunque según "Efemérides matritenses. 852-1992" de Emilio Jorrín, ya había sido llevada a este sector en el año de 1912. Como sea, aparece nítida allí en su nueva ubicación dentro de la ciudad, en ciertas imágenes históricas de esos mismos años veinte, incluyendo una con buena difusión en la internet y que pertenece actualmente a los archivos fotográficos del Museo de Historia de Madrid, según la información disponible. En ellas se confirma otra vez, sin lugar a titubeos, que su diseño es el mismo que vemos en la Fuente de la Plaza España de La Serena, pese a que debería tratarse de otra pieza, según la información oficial.
Es desconcertante, entonces, que una fuente de trabajo escultórico artístico de este tipo pudiera tener una "gemela", como para suponer que la del Campillo del Nuevo Mundo (hoy en La Serena) y la que estuvo en Plaza de Cascorro sean distintas; dos unidades diferentes a pesar de la semejanza total entre ambas. Acaso, han de tratarse de dos fuentes iguales, algo extraño en el arte escultórico barroco.
Las fichas técnicas del inventario de fuentes públicas de la Dirección General de Infraestructuras Culturales del Ayuntamiento de Madrid, en ningún momento hablan de algún traslado de la fuente de Plaza de Cascorro hasta Campillo del Nuevo Mundo y menos todavía de que halla sido enviada a Chile. Por el contrario, esta fuente de información reseña de forma categórica que la fuente de Plaza de Cascorro es la misma que ahora está en el Parque Eva Duarte, en la conjunción triangular de las calles Francisco Silvela, Doctor Gómez Ulla y Florestán Aguilar, en el barrio de Guindalera:
"Aunque el Parque de María Eva Duarte de Perón data de mediados del pasado siglo, esta fuente es mucho más antigua, y antaño adornó el paseo de las Delicias, de donde se trasladó en 1913 a la plaza de Cascorro -entonces llamada de Nicolás Salmerón-, como se puede comprobar en fotografías de comienzos del siglo XX donde se aprecia un pilón alto tallado en taza, de mayor calidad que el actual.
A juzgar por su traza podría ser barroca de finales del siglo XVIII, pues recuerda -especialmente en las curiosas tazas en forma de veneras invertidas- a la desaparecida Fuente de los Mascarones del arquitecto Francisco Gutiérrez en la glorieta de San Vicente. Se colocó como tema central del parterre principal de ocho calles del parque, aunque por sus características no responda a la época y situación del lugar, por lo que a pesar de hallarse en un entorno correcto, sería deseable su devolución al ámbito histórico del que procede. En la foto de Manuel Amuriza López que atesora el Museo Municipal, fechada hacia 1920, se puede ver que el agua que arrojan los mascarones surgía ramificada en abanico para mojar por entero las conchas, con bastante más sentido que los sencillos chorros actuales".
La señalada fuente de Parque Eva Duarte, de granito en la base y piedra caliza blanca de Colmenar en su cuerpo superior, sin lugar a dudas corresponde al mismo diseño artístico de la mencionada fuente de Cascorro y la que hoy vemos en La Serena, aunque su pila de taza no es la misma, sino una más sencilla y rodeada de adoquines. Habría llegado allí desde la Plaza de Cascorro hacia mediados del siglo pasado.
Sin embargo, se notan sutiles diferencias que quizás tengan alguna explicación y no alcancen para decir que se trata de otra fontana inspirada en la Fuente de las Delicias o copia de la misma, pero de todos modos son detalles interesantes:  por ejemplo, el redondeado del primer plato arriba en su remate, que no muestra formas lobulares como la que se ve en las fotografías de la anterior y en la que ahora está en La Serena. Quizás este detalle pueda explicarse por erosión por agua, pero también creo advertir cierta estilización de la columna central justo a la altura del plato principal de las conchas.
Las posibilidades a especular a partir de todo lo expuesto, son fundamentalmente dos:
  1. La primera de ellas, es si la Fuente de las Delicias trasladada a la Plaza de Cascorro era la misma que después aparece en la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo, la que fue retirada y enviada a La Serena o bien al Parque Eva Duarte (en caso de ser la misma, insisto). Nótese que la nota del diario "La Vanguardia Española" de 1952 que hemos reproducido más arriba, señala la fuente de Plaza del Campillo del Nuevo Mundo llevaba "tantos años" dispuesta allí mismo "como ornamento urbano en un rincón castizo de nuestra villa". Si la fuente de Parque Eva Duarte es la misma de Cascorro y no una copia, esto sería del todo imposible.
  2. La segunda es si, en caso de ser la misma ambas fuentes de Plaza de Cascorro y de Plaza del Campillo del Nuevo Mundo, entonces habría actualmente una que es original y otra que podría ser copia o imitación en caso de que no hayan existido fuentes "gemelas"... La fuente de la Plaza España de La Serena y la Fuente del Parque Eva Duarte en Madrid son las que disputarían la autenticidad histórica, en tal caso. ¿Cuál es cuál, entonces? La información relativa al obsequio de 1952 de una fuente original madrileña choca con la que actualmente ofrece el Ayuntamiento de Madrid, respecto de que la fuente del Parque Eva Duarte es exactamente la misma que la de Plaza de Cascorro y antes del Paseo de las Delicias. Esto último lleva a pensar que tal fuente barroca es una distinta a la que estuvo en Campillo del Nuevo Mundo y que se envió a La Serena en 1952... Pero, entonces, ¿por qué se observan exactamente iguales? ¿Ambas son de la misma época, contemporáneas?
Entrando en más detalles por la comparación fotográfica, la fuente de la Plaza España en La Serena no muestra diferencias con las que se ven de la Plaza de Cascorro y de la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo, incluso en el detalle del diseño de la taza del pilón circular de la base. Sin embargo, esto no se observa en la fuente del Parque Eva Duarte y que se estima la misma que la Plaza de Cascorro, a pesar de estas diferencias y los otros comentados detalles. Empero, también cabe indicar que la fuente de La Serena se ve un poco más oscura hoy que las de aquellas fotografías de las mencionadas fuentes en España, aunque quizás se trate de un efecto de tizne y oxidación.
¿Habrá alguna posibilidad, para sorpresa de urbanistas nacionales y guías turísticos, entonces, de que la fuente de La Serena obsequiada por Madrid y retirada de la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo, sea la original del siglo XVIII que se encontraba también en Plaza de Cascorro o, cuanto menos, perteneciera a la misma época de esta última? La insistencia del Ayuntamiento de Madrid, respecto de que la fuente de Cascorro es la misma que ahora está en el Parque Eva Duarte, parece ensombrecer esta posibilidad con respecto a la de Plaza España, pero generando más dudas sobre la semejanza de ambas unidades escultóricas.
Vista de la Plaza de Cascorro hacia 1920, entre los edificios de Madrid. La fuente de aguas del centro es la misma del Paseo de las Delicias y que actualmente está en Parque Eva Duarte, pero intriga su semejanza total con la fuente del Campillo del Nuevo Mundo que ahora está en Plaza España de La Serena (Fuente imagen: Fotos Antiguas Madrid del Portal Fuenterrebollo, fuenterrebollo.com).
Otra fotografía de época mostrando la fuente, esta vez desde una vista más cercana a la misma. Se puede confirmar la semejanza de su diseño con la que estaba en el Campillo del Nuevo Mundo y que ahora está en La Serena (Fuente imagen: blog El Sombrero de Nosferatu, gk67dm.blogspot.com).
Nota gráfica del diario español "ABC" del viernes 21 de noviembre de 1952, confirmando el envío de la fuente a Chile y con una imagen de la misma. Se aprecia la semejanza de esta figura con la fuente de Cascorro (que se supone es otra) y con su aspecto actual en La Serena, incluyendo su pila de taza. Información gentilmente proporcionada a nosotros por J. Esetena.
Imágenes de la fuente actualmente en el Parque Eva Duarte, en la ficha de fuentes de Madrid difundida por el área cultural del propio Ayuntamiento de Madrid. De acuerdo a la información dada por esta fuente, corresponde a la misma que estuvo en el Paseo de las Delicias y después en Plaza de Cascorro, pero no sabemos la razón de su diseño exactamente igual a la fuente regalada a La Serena.
LLEGADA A CHILE Y CONSTRUCCIÓN DE LA PLAZA
La fuente llegó al puerto de Coquimbo el 10 de marzo de 1954, a bordo del "Unión Carrier". Sus 10 toneladas venían divididas en 25 cajas o jabas, según informa el diario "El Día" de la mañana siguiente. Algunos bloques de piedra llegaron con pequeñas trizaduras debidas a los imprevistos del viaje, pero nada grave. El alcalde subrogante, Rolando Jure Martínez, inició al día siguiente la liberación de derechos de la fuente desde la Administración de Aduanas de Coquimbo, que debía ser establecida por ley. Coincidió que el alcalde de La Serena, Juan Cortés Alcayaga, se encontraba en ese momento en Santiago, por lo que él mismo comenzó a ejecutar los trámites principales de la liberación en la capital y particularmente en el Ministerio de Hacienda, luego del imponerse de su llegada.
El área verde donde debía quedar instalada la fuente fue llamada Plaza del Ayuntamiento o Plaza Ayuntamiento de Madrid, y se la proyectó primero en la Alameda frente al edificio de la Inspección Escolar (hoy Secretaría Ministerial de Educación), entre calles Pedro Pablo Muñoz y Matta. Sin embargo, el lugar definitivo escogido para la plaza fue uno conocido por la presencia frente al mismo del servicio de abastecimientos de gasolina "Copec" que aún existe. El diario "El Día" del 26 de octubre de 1955, anunciaba las obras en una parte de su texto bajo el titular "Plaza Coll comenzará plan municipal de construcción y arreglo de los paseos públicos":
"Otras obras importantes que realizará la Corporación será el comienzo de la construcción de la Plaza del Ayuntamiento frente a la estación de servicio Copec.
Para la construcción de esta plaza se esperan los planos que estudia el urbanista de la Municipalidad de Santiago, señor Julio Carmona; mientras tanto, se procederá a armar la Fuente Monumental que se instalará en el centro de la plaza para evitar que, desarmada y en el sitio donde está sufra desperfectos.
El costo de esta obra que se emprenderá en la Plaza del Ayuntamiento se ha calculado en cuatrocientos mil pesos".
Las obras se ejecutaban mientras era terminado también el pavimentando de la carretera Panamericana, precisamente en el tramo hacia La Serena. Aunque el Centro para el Progreso de La Serena había elaborado un plan de 36 millones de pesos para mejorar toda la ciudad, sus áreas verdes y parques, cabe recordar que varias obras públicas serenenses estaban en marcha por entonces, a inicios de 1956 y durante el último tramo de la alcaldía de Flor Ramírez Jorquera, gracias a un fondo obtenido con el superávit del año anterior de 5 millones de pesos. Así, el diario "El Día" del lunes 30 de enero de ese año, anunciaba que además de reparaciones en el Mercado Municipal de la Recova, parte de los fondos irían para la Plaza del Ayuntamiento ya en construcción, específicamente para terminar la pavimentación, la preparación de la tierra para el césped y la instalación de las cañerías para regadíos y alimentación de la Fuente Monumental.
El trazado de la plaza es de unos 70 por 125 metros, entre la misma Alameda por el Norte, la carretera Panamericana por el poniente y la calle Juan de Dios Peni por el Sur. El costado oriente de la vieja cuadra llegaba antes a Riquelme, aunque hasta algunos años antes de que se abriera esta calle estaba integrado hasta la ex calle del Barato o de la Barranca del Mar, que por entonces era sólo una prolongación El Santo y hoy la continuación de P. P. Muñoz al Sur de la Alameda.
Creo factible la posibilidad de que haya participado en los orígenes del proyecto de la plaza, también el urbanista Oscar Praguer, pues su mano se ve en el vecino Paseo de las Esculturas que resultó de estas mismas transformaciones de la ciudad, y el arquitecto Guillermo Ulricksen, quien llega en octubre de 1953 a La Serena para trabajar durante un breve período en la planificación de los parques, plazas y otras áreas verdes que contemplaba crear la Municipalidad. Por otro lado, la guía "Tradiciones serenenses. La Serena patrimonial; su historia desconocida", de la Universidad Central de Chile y la Red de Turismo Patrimonial, señala que existió otra fuente en la Plaza España antes de la traída desde Madrid y que originalmente había estado a un costado de la Plaza de Armas, considerándosela actualmente desaparecida. No tengo más información al respecto.
De este modo, la plaza pudo ser construida recién ese año de 1956, luego de largo tiempo de postergaciones y de espera de dineros para continuar con el hermoseamiento de la ciudad bajo el aspecto resultante del Plan Serena. La Plaza del Ayuntamiento estaría este año en el aniversario 60 de su construcción o bien muy cerca del mismo, entonces, aunque el material periodístico de la prensa local serenense está incompleto en las bibliotecas de Santiago, no siéndome posible -por ahora- precisar el día exacto en que fuera inaugurada ni cuándo le fue cambiado el nombre al definitivo de Plaza España.
Rebautizada ya con su actual título, calma y ajena a sus propios enigmas, esta acogedora área verde de la Plaza España sigue saludando al visitante de la ciudad con sus árboles, palmeras y césped cortado por trazos de caminos para paseo, con su postal neocolonial de fondo formada por los edificios de los Colegios Javiera Carrera y Héroes de la Concepción. Es una suerte de anexo adyacente a la Alameda del circuito cultural de caminos peatonales por el Paseo de las Esculturas y el Paseo de los Poetas y Escritores, lugar favorito de escolares, estudiantes universitarios de las casas cercanas, enamorados y gente que transita hacia los grandes centros comerciales junto a la terminal de buses. Hubo un tiempo en que mochileros e indigentes acampaban con muy poca prudencia en la plaza, sin embargo, hasta encendiendo fogatas en noches frías, por lo que la vigilancia aumentó en el lugar desplazándolos desde allí hace unos tres años.
También se hizo instalar un monumento conmemorativo del centenario de la Masacre de la Plaza Montt de Iquique, ubicado hacia el extremo Sur-poniente de la Plaza España. Obra del artista local Daniel Palominos Ramos, es de relativo buen tamaño y corresponde a un gran panel oscuro trabajado formando rostros de obreros y huelguistas en técnica de caladura en metal, de estilo gráfico similar al de las escuelas artísticas de izquierda latinoamericanista (y muy propio del autor, además), aunque un poco disonante con el categórico estilo neocolonial del entorno y de la propia plaza. Está montado sobre un soporte de concreto donde se lee el siguiente homenaje:
"A LA MEMORIA DE LOS OBREROS, MUJERES Y NIÑOS QUE FUERON MASACRADOS EL 21 DE DICIEMBRE DE 1907 EN LA ESCUELA SANTA MARÍA DE IQUIQUE.
COMISIÓN CENTENARIO, 2007"
Quizás quede mucho, mucho más aún que decir sobre la Plaza España y particularmente sobre su gran fuente escultórica, cuyo secreto pétreo reforzando la identidad hispánica y colonial serenense resulta tan escasa e injustamente explorada hasta ahora. Tal vez a futuro podaros exponer acá, para mutua satisfacción, más material y noticias sobre esta pesada reliquia de roca, de arte y de historia en la ciudad de La Serena.
Plaza España, desde el monolito, con la fuente de fondo.
Vista de los senderos de la plaza y el edificio educacional de fondo.
Vista de la plaza desde su lado Sur-poniente.
Acercamiento al monumento a los mártires de la Escuela Santa María.

EL TANGO DE DISCÉPOLO PARA EL CARILLÓN DE LA IGLESIA DE LA MERCED

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Torre de la Iglesia de la Merced de Santiago, hacia 1950.
Coordenadas: 33°26'19.92"S 70°38'48.63"W
Ya he comentado a la pasada en este blog de un popular tango escrito por el autor argentino Enrique Santos Discépolo, inspirado en el carillón de la Iglesia de la Merced en Santiago, que tuvo ocasión de conocer y escuchar durante una visita a la capital chilena en los treinta. En calle Enrique Mac Iver, casi a media cuadra entre Merced y Huérfanos, está a un lado de la iglesia del museo conventual de los mercedarios un homenaje municipal recordando esta relación.
Genio de corta vida, Discépolo nació con el siglo XX en el barrio de la Balvanera en Buenos Aires, en 1901, siendo hijo de un músico inmigrante napolitano. Él y su madre, que murieron cuando Enrique aún era joven, debiendo terminar de ser criado por su hermano más de 13 años mayor. Antes de cumplir los 20 años, fue incursionando a lo largo de su medio siglo de existencia en artes escénicas, dramaturgia, cinematografía, dirección de orquesta, composición y escritura musical. Destacó especialmente en el cultivo del tango porteño en los años veinte, aportando al cancionero platense célebres obras maestras como "Yira-yira", "Soy un arlequín" y "Maleva".
Su obra máxima, sin embargo, parece ser el inmortal "Cambalache", de 1934, verdadera declaración casi nihilista y pesimista en extremo hecha letra y música, en una forma de crítica social que anticipó en el tango por más de cuatro décadas el tipo de contenidos que después asociaría el mundo a movimientos contraculturales. El que los más grandes cultores del tango en el país hayan grabado sus obras, facilitó mucho la popularidad de Discépolo que, a la sazón, se comprometía también con la actividad teatral como dramaturgo y ocasional actor.
El uso del lenguaje marginal lunfardo y las referencias en las letras a cuestiones relativas a la cáfila de los bajos fondos de Buenos Aires, fue frecuente en las letras de Discépolo. Esto le trajo algunos problemas a partir de los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando cundió una ola de moralismo y fomento a las buenas costumbres que se reflejó en algunas leyes y restricciones de la época, llegando a tocar al propio tango y otras manifestaciones de cultura y arte en Argentina. Por largo tiempo, por ejemplo, el tango "Uno" de Discépolo estuvo prohibido en las radios platenses, además de afectar algunas de sus obras de teatro escritas y dirigidas hacia el final de su vida.
Apodado cariñosamente Discepolín por sus amigos y su público, su frágil figura delgaducha, nariguda y de ojos somnolientos paseaba por Santiago en 1931, durante una visita a Chile formando parte de una compañía teatral. Terminada una función, el miembro del equipo y también futura figura de alto valor en el tango, Alfredo Le Pera, se quedó jugando naipes con otros integrantes de la compañía en el hotel, ubicado justo enfrente de la Iglesia de la Merced. De pronto, todos comenzaron a escuchar una hermosa melodía que venía de afuera. Al salir a explorar descubrieron que provenía del campanario con carillones alemanes de la iglesia, específicamente en una de las dos torres-campanarios del conjunto, que había sido instalado allí en 1928 (primero que tuvo Santiago).
El homenaje a Discépolo, en calle Mac Iver.
Museo de la Merced y el homenaje a Discépolo, a la derecha.
Le Pera corrió a contar la experiencia a su amigo Discépolo, al día siguiente, quien quedó tentado con ir a escuchar el carillón y aguardó pacientemente por él. Según la creencia, ambos tenían ya, en ese momento, la intención de componer un tango inspirado en esta maravilla. Sucedió así que la melodía por fin sonó y el viajero argentino quedó fascinado con su magia.
Así describía esta experiencia en sus recuerdos publicados en "Escritos inéditos", bajo el título "Cómo escribí 'Carillón de la Merced'", que transcribo acá completo por su bella exposición:
"Fue allá por los años treinta. Atravesé la cordillera por esa fiebre de andar que de tiempo en tiempo me acosa. Viajé junto a una compañía teatral que integraban, entre otros, Tania, Carmen Lamas, Tito Lusiardo, y en la que iban, en calidad de autores, Alfredo Le Pera y Manuel Sofovich. Y allí, en Chile, viví una temporada fraternalmente maravillosa.
Me agrada viajar, a tal punto que suelo decir que tengo alma de valija. Pero siempre regreso: como el boomerang, como los novios... y como los cobradores. Buenos Aires nos pone en las venas una sed de irnos, de evadirnos, de poner distancia... Y una vez lejos, saciada la sed, Buenos Aires nos llama a latigazos de recuerdos, nos desvela, nos tumba... Nuestra ciudad es como aquel puñal clavado en el pecho de que habla el poeta: 'Si me lo dejan, me mata... Si me lo quitan, me muero'. O como ciertas mujeres: con ellas no se puede vivir... y sin ellas tampoco. Buenos Aires, a la distancia, es eso: algo que llama tironeando, el clamor de veinte barrios queridos llamándonos, el lenguaje de cien esquinas embarullándonos el sueño...
En Chile aprendí algunas cosas, aunque a mi edad es difícil aprender cosas nuevas. Ya las sabemos todas. Y las que ignoramos, no las aprenderemos nunca, porque somos de los que repiten el grado... Conocí en Santiago mucha gente interesante. Mucha... hasta un personaje ¡que inventaba palabras! A las cosas feas les ponía nombres lindos. Recuerdo que había inventado una palabra para declararle el amor a una mujer. En lugar de todas esas pavadas difíciles y engorrosas que decimos los hombres en semejantes circunstancias, él lo arreglaba todo con una palabrita casi milagrosa: Tangalimilingo... Raro, ¿verdad? Pero lindo al mismo tiempo. ¿No es un oficio hermoso eso de inventar palabras?
Y una de esas madrugadas de Santiago nació la idea de componer un tango. Nos alojábamos en un Hotel situado frente a la Iglesia de la Merced. Una iglesia antiquísima, maravillosa. El carillón sonaba dos veces: a las seis de la mañana y a las seis de la tarde. Yo, por supuesto, escuchaba siempre el de la madrugada, cuando regresaba de la recorrida noctámbula... A Le Pera se le ocurrió que de alguna manera debíamos retribuir las infinitas atenciones que nos habían dispensado. Y yo pensé que la mejor forma de hacerlo era con una canción, una canción que tuviera algo del país trasandino... El carillón me dio el motivo. Tenía una extraña imponencia escucharlo así, en las madrugadas, bajo ese cielo chileno de estrellas con caras recién lavadas y con aquellas montañas en el fondo. Trabajé con fervor, con amor y compuse la canción. Pero la letra no salía. Nos costó mucho elaborarla. Siempre pasa así en la urgencia de una letra, siempre hay una sílaba que no encaja, un acento rebelde que cae donde no debe... Al fin, una madrugada, desvelados los dos, mezclando al inmutable son de las campanas esa fiebre de viajeros incurables que llevábamos, ‘Carillón de la Merced’ se hizo música y canción.
Tania la estrenó en el teatro Victoria de Santiago de Chile. Me parece revivir aquella jornada inolvidable. Recibí de los hermanos chilenos una gratitud que no merezco...
Lo cantaban en la calle, hombres, mujeres y chicos... Fue emocionante. Escuchar la canción propia en labios del pueblo es lo único que nos reconforta, que nos reconcilia con nosotros mismos, a quienes, como yo, escribimos precisamente para el pueblo. Es lo único que realmente compensa, por encima del éxito material, cuando una canción nuestra rueda por las calles y se hace forma en boca de alguien..."
"Carillón de la Merced" - Alfredo de Ángelis y su Orquesta Típica
"Carillón de la Merced" - Orquesta Típica con Ernesto Fama
"Carillón de la Merced", por Rodolfo Biagi y Jorge Ortiz
El resultado fue un verdadero homenaje a la hermosa melodía de la Merced que le sorprendió en la calle chilena, además de ser el primer salto de su camarada y colega Le Pera en el mundo tanguero donde también luciría, según comenta Lucía Gálvez en "Romances de tango". La pieza alcanzó a ser cantada incluso por Carlos Gardel y grabada por ilustres músicos como el maestro De Ángelis. Dice en su letra:
Yo no sé por qué extraña
Razón te encontré,
Carillón de Santiago
Que está en la Merced,
Con tu voz inmutable,
La voz de mi andar,
De viajero incurable
Que quiere olvidar.
Milagro peregrino
Que un llanto combinó.
Tu canto, como yo,
Se cansa de vivir,
Y rueda sin saber
Dónde morir...
Penetraste el secreto
De mi corazón,
Porque oyendo tu son
La nombré sin querer.
Y es así como hoy sabes
Quién era y quién fue,
¡La que busco llorando
Y... que no encontraré!
Mi vieja confidencia
Te dejo, carillón.
Se queda en un tañir,
Y al volver a partir
Me llevo tu emoción,
Como un adiós.
Enrique Santos Discépolo falleció en las cercanías de la Navidad de 1951, en la calle calle Callao 751 de su mismo barrio natal, tronchándose así prematuramente la vida de uno de los compositores más grandes del tango, dejando en las radios y discos piezas perpetuas como "Cafetín de Buenos Aires", "Qué vachaché" y "Confesión". Su amigo y compañero de aventuras Osvaldo Miranda, sostuvo su mano durante los minutos finales de su agonía, postrado y enfermo en una cama. Las razones concretas de su muerte nunca quedaron muy claras, explicándose con leyendas tales como que murió de tristeza o de soledad.
El monumento, después de una limpieza.
Lamentablemente, así de sucio ha lucido en uno de sus peores momentos.
En 1994, la Municipalidad de Santiago de Chile con participación de la Corporación Cultural y Recreativa Enrique Santos Discépolo, instalaron por el lado de calle Mac Iver el mediano monumento de mármol ya mencionado, a un costado del Museo del Convento de la Merced y al lado del acceso a los pasajes comerciales de la Galería Merced, construidos en lo que era antes el patio del monasterio (se conserva parte del área verde del mismo, tras unas rejas).
El monumento tiene un medallón de bronce con el perfil de Discépolo, obra del artista escultórico Enrique Villalobos, y dos placas conmemorativas. Una de ellas, la principal ubicada más arriba, dice:
"HOMENAJE DE LA CIUDAD DE SANTIAGO AL POETA Y COMPOSITOR ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO, AUTOR DEL TANGO 'EL CARILLÓN DE LA MERCED'.
JAIME RAVINET DE LA FUENTE
ALCALDE
MARZO 1994"
Curiosa y absurdamente, pero muy al estilo egocéntrico del edil de esos días, su nombre aparece más destacado que el de Discépolo en la inscripción (!)... Una segunda placa, más baja y cerca del suelo, señala con brevedad:
"CORPORACIÓN CULTURAL Y RECREATIVA ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO
SERGIO SAGREDO FONCEA
PRESIDENTE"
Habría sido interesante haberle podido dar a este monumento un concepto interactivo novedoso, como por ejemplo un dispositivo que tocara la música del aludido tango (incluso por una moneda, y a volumen suficiente para la ruidosa calle) al estilo de las guías de audio que antaño existían en las vitrinas del Museo Colonial de la Casa Colorada. Sin embargo, viendo el estado en que a veces ha quedado el monumento por culpa de grafiteros rupestres y neuróticos de los tags, es difícil ofrecerle algo tan sofisticado a un pueblo lleno de vicios e inclinaciones incorregibles, amante de la mugre y del placer por destruir. De hecho, entre las dos placas descritas había una más que ya no existe, seguramente robada y destruida, por lo que desconocemos cuál era su contenido.
Al menos el monumento de estoica resistencia junto al museo, deja testimonio de la inspiración que tuvo Discépolo para su tango del "Carillón de la Merced", en la vieja iglesia roja y su cautivante melodía del pasado.

ORIGEN DE UN TOPÓNIMO: EL PARQUE Y EL CALLEJÓN DE LOS ESTANQUES DE PROVIDENCIA

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Coordenadas: 33°26'6.89"S 70°36'34.36"W
La calle Los Estaques apareció en los planos urbanos funcionando como el callejón de acceso al gran predio que estaba en el sector entre las avenidas Pedro de Valdivia, Pocuro y Manuel Montt. Hacia el Norte de este cuadrante suburbano, existía también un terreno surgido de la urbanización de viejos fundos, donde se construyeron los actuales conjuntos habitacionales alrededor de la Plaza Ambrosio del Río. Este terreno es, en el trazado urbano, la continuación connatural del Parque Inés de Suárez desde Francisco Bilbao y Pocuro.
Dentro de este terreno había grandes estanques contendores de agua que pertenecieron por largo tiempo a la Empresa Metropolitana de Obras Sanitarias (EMOS), razón por la que el lugar era llamado Plaza o Parque de los Estanques. Así recibió el nombre también la callejuela de acceso al mismo recinto, manteniéndolo hasta ahora a pesar de que la entrada a los estanques está cerrado por un gran murallón con viejos portones, al fondo de la misma. El vecindario en que se encuentra la calle Los Estanques también ha sido conocido como el Barrio de los Estanques.
Echando cuentas sobre su historia, el poblamiento de este sector de Santiago comenzó hacia fines del siglo XIX, con la apertura de la actual Pedro de Valdivia. Dice Fidel Araneda Bravo en "Crónicas de Providencia. 1911-1938" que ya entonces se habilitó el predio del estanque y el callejón de marras. Alimentados con aguas de Laguna Negra, si bien los primeros estanques podían remontarse a 1894-1895, posiblemente el principal que hubo allí tuvo relación con un proyecto de la casa Philipp Holzmann & Cía. propuesto hacia 1913, para abastecer mejor a la zona construyendo un contenedor más grande y más alto que los que existían allí, según se deduce de un documento publicado ese año titulado "Obras de aumento de la dotación de agua potable para Santiago: Propuestas presentadas, informe y resolución", de la Empresa de Agua Potable.
Callejón de los Estanques en plano publicado por el Estado de Chile en 1929.
Vista actual del Parque de los Estanques, al centro, el Google Earth.
Hacia el lado de Antonio Varas quedó ubicada también la suntuosa casona de la administración del servicio sanitario de aguas. Más tarde, se completó una planta de producción y distribución de agua potable establecida para abastecer a las nuevas villas que iban apareciendo en la comuna de Providencia. Allí se ejecutaría también la recolección y tratamiento de aguas servidas, funciones que eran la carga modal con la que el terreno e inmueble fue entregado a los antecesores EMOS y que tiempo después fuera traspasado a la empresa Aguas Andinas S.A. como continuadores legales de estos servicios. Veremos, sin embargo, que la firma después intentó cambiar el destino de esta propiedad para abrirle espacio a ambiciosos proyectos inmobiliarios.
En los años treinta y cuarenta, el llamado Callejón de los Estanques comenzaba en Avenida Pedro de Valdivia a la altura del 1301, y terminaba en la ex calle José Tocornal, hoy Marchant Pereira, altura del 1302, como se informa en el "Plano de Santiago DAK IV Centenario", de 1941. No existía aún la prolongación de Los Estanques hacia el oriente, que actualmente se ve desde Pedro de Valdivia hasta las cercanías de Ricardo Lyon. Sí llama la atención que la calle Tocornal de entonces estaba cortada al tocar con el terreno donde están los contenedores de agua, pero justo empalmaba en su final el Callejón de Los Estanques. Hoy, ese empalme ya no existe, al menos no para el tránsito abierto: está cortado por el vértice del terreno cerrado del parque, que separa Los Estanques con Marchant Pereira.
En esos años y hasta más o menos la misma época de los cuarenta, todavía existían los viejos estanques de agua potable y al descubierto, que algunos niños usaban como piscina saltándose los muros del perímetro en los días de temporadas calurosas, según se recuerda. En sus "Memorias de pantalón largo", el escritor Carlos Ruiz-Tagle reconoce haber sido uno de esos chiquillos que se metían por entonces en ellos para nadar y refrecarse.
Murallón y portón al fondo de calle Los Estanques, cerrando en paso al parque.
Vista de parte del estanque de cámara circular dentro del parque.
Hacia mediados del pasado siglo, comenzó a elaborarse un proyecto para mejorar las estructuras y con ello el abastecimiento de agua del sector, pues la diferencia de niveles entre los estanques y algunas áreas urbanizadas dificultaba el escurrimiento. También se cerrarían los estanques, convirtiéndolos en depósitos de cámara. Desde las vistas aéreas se pueden ver las tres grandes áreas, destacando el círculo del actual estanque al oriente y las arboledas que lo rodean.
Sin embargo, el estatus de área verde que hoy se le reconoce al Parque de los Estanques data más o menos de mediados de los años setenta, época en que las controversias políticas y diplomáticas llegaron también a la calle Los Estanques, por ser aquella donde se ubicaba la Embajada de Cuba que casi fue asaltada durante el período del alzamiento militar de septiembre de 1973, debiendo intervenir entonces el embajador sueco Harald Edelstam.
Este ex edificio de la Embajada de Cuba, una mansión de estilo británico del 1900, fue vendido sigilosamente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en abril de 1992, por encargo a comisión del propio régimen castrista a un conocido empresario chileno vinculado a financiamientos políticos de ciertos grupos progresistas, quien operó como "intermediario" de la venta. Los mormones demolieron la vieja mansión de Los Estanques y construyeron en su lugar un soso edificio a espaldas de su gran templo con entrada principal por Pocuro, ocupando así unos 18 mil metros cuadrados.
Esquina de Los Estanques con Pedro de Valdivia.
Vista de Los Estanques hacia el poniente.
Cerca de la mitad de la cuadra de Los Estanques, por el costado Norte, también se construyeron dos proyectos inmobiliarios residenciales hacia 1995. Sin embargo, después que los estanques de aguas pasaran en 1999 a la propiedad de Aguas Andinas (al ser privatizado EMOS), cuyo mayor accionista es la compañía española Aguas Barcelona, nuevos proyectos inmobiliarios y privados comenzaron a acechar al parque.
Hacia el año 2002, los propios vecinos del barrio comenzaron a trabajar en favor de convertir el parque en un área verde abierta y pública, naciendo así el Comité de Defensa Parque Los Estanques. Sus expectativas se estrellaron con los intereses de proyectos particulares, logrando detener un plan para construir 10 torres en ese terreno. El reconocimiento de área verde para sus de 7,7 hectáreas (77.600 metros cuadrados), fue reafirmado en el Plan Regulador Comunal de 2007, bloqueando este plan de ambiciones persistentes sobre el muy buen valor del suelo en esta comuna.
Parecía marchar bien el proyecto de un parque comunitario, cuando la Ley General de Urbanismo y Construcciones de 2004, particularmente el artículo 59, caducó en el año 2010 la reserva de terrenos de utilidad pública consultados en planes reguladores comunales, intercomunales y seccionales. Echando manos a esta situación, Aguas Andinas consiguió que un dictamen de la Contraloría exigiera a la administración municipal de Providencia establecer condiciones urbanísticas en el mismo terreno. Aproximadamente 14 torres eran proyectadas ahora, en un negocio que se calculó en unos 240 millones de dólares y que fuera seriamente cuestionado, por exceder el rubro formal de actividades comerciales de la empresa de aguas.
La Municipalidad de Providencia (que en esos momentos era sospechosa de actuar como virtual cómplice de los planes) reaccionó presentando un recurso de protección por el entonces alcalde Cristián Labbé, pero el dictamen de la Contraloría fue ratificado por la Corte de Apelaciones. Los vecinos incluso realizaron protestas contra la decisión, viendo como algo inminente la destrucción del Parque de los Estanques. Sin embargo, ya en tiempos de Josefa Errázuriz en la alcaldía, el recurso fue acogido por amplia mayoría de la Tercera Sala de la Corte Suprema, a fines de enero de 2013. El mismo fallo reconoce en el parque una condición oficial de área verde, vigente cuanto menos desde 1975.
Casa ya desaparecida, al fondo de calle Los Estanques.
Aspecto exterior de las residencias de la calle, cerca del parque.
Pese a todo, el vecindario sigue transformándose simbólica y materialmente. La misma Municipalidad de Providencia accedió ese año 2013, por petición de la Embajada de Suecia y de la Corporación Harald Edelstam, a revisar una solicitud para el cambio de nombre de la calle Los Estanques por el del diplomático sueco Harald Edelstam. Aunque la pretensión de cambiar nombre de la calle responde al interés de homenajear la labor del ex embajador ayudando a rescatar perseguidos políticos chilenos y extranjeros en 1973, parece un tanto impropio que se elija esta vía para alterar su nombre que es un reflejo histórico y toponímico amplio de la semblanza de Providencia, sustituyéndola por un caso puntual de hechos históricos como el que respalda esta idea del cambio: la señalada protección diplomática sueca que Edelstam procuró a la Embajada de Cuba, que ya ni siquiera existe allí. Hubiese sido mucho más interesante, quizás, proyectarle un homenaje en el futuro parque abierto, en este caso, en lugar de seguir con la tacaña política nacional de ahorrarse monumentos, placas o monolitos simplemente cambiando nombres de calles.
Por otro lado, el verano 2016 una propiedad situada justo al final del pasaje y frente al edificio mormón, fue demolida y despejada a la espera de otro proyecto inmobiliario, lo que dejaría el lado Norte de la calle con los edificios desplazando ya a las viejas casas. Esto a despertado nuevas quejas en el vecindario, ya bastante afectado por los súbitos aumentos de la densidad poblacional local.
Hoy, a pesar de todo, la calle Los Estanques sigue siendo un apacible rincón de casonas elegantes sin llegar a ser palaciegas; lugar de jardines bien cuidados, de árboles viejos, como oasis sobreviviente de la quizás mejor época de esplendor de Providencia. Esperemos la habilitación de la gran área verde del Parque de los Estanques con paseos, implementos, mobiliario y mejores arboledas al final de la actual calle homónima, resguardando así un histórico y originario pedazo de la comuna en este lugar casi escondido entre el entorno urbano.

LA DESAPARECIDA "PIRÁMIDE" DEL CAMINO DE SAN PABLO... Y OTRO MONUMENTO PARA EL CONSUELO

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"Pirámide" original de San Pablo con Brasil, en fotografía de Walton, 1915.
Coordenadas:  33°26'5.22"S 70°39'53.60"W (obelisco original, destruido) / 33°26'10.39"S 70°39'53.81"W (segundo obelisco, ubicación antigua) / 33°26'4.32"S 70°39'47.12"W (segundo obelisco, ubicación actual)
Hasta el siglo XVIII, los caminos de Santiago a Valparaíso eran dos: el original Camino de Chile o La Cañadilla de la actual avenida Independencia (por la que habían llegado incas y españoles), que iba a Tiltil, Caleu, Cuesta la Dormida y desde ahí hacia la costa; y un camino de carretas construido en el siglo XVII desde el Callejón de Padura (llamado después calle del Campo de Marte y hoy Almirante Latorre) hasta el sector de Chuchunco en el borde de Santiago, desde ahí a Melipilla y luego al puerto, siendo llamado Camino de las Carretas.
Ambas rutas eran en extremo difíciles y agotadoras, además de hacer grandes desvíos, resultando clara la necesidad de construir una buena vía y más directa uniendo ambos destinos. El Camino de San Pablo fue la solución que procuró el gobierno del Marqués don Ambrosio O’Higgins, trazándolo sobre el anteriormente llamado Sendero de las Cuestas, viejo camino de viajeros y arrieros de mulas o caballos que partía en la calle de San Pablo, seguía por Pudahuel, Lo Aguirre, la Cuesta Lo Prado, Curacaví, Cuesta Zapata y finalmente la costa. El plan lo encargó al ingeniero José Hidalgo, partiendo desde un sector llamado Quebrada de las Zorras.
San Pablo era una calle que partía a un costado del gran Basural de Santo Domingo, en el actual barrio de los mercados. Recibió su nombre por la presencia en ella de la Plaza, la Iglesia y el Colegio de San Pablo, hacia donde están ahora el edificio PDI y la ex Cárcel Pública. Nació primitiva y originalmente como un cascajal del río en el que eran amarrados animales, siempre y cuando el ancho del caudal del día lo permitiera. Con la construcción los tajamares, el Mapocho redujo mucho la cobertura de sus aguas y el volumen de su cauce, y así dejó al descubierto el sendero pedregoso y rústico en la orilla, sobre el cual nació la calle más establemente y urbanizable.
En esta calle se estableció el que era, en principio, un pequeño templito, con una nave y un altar junto a la futura Plaza de San Pablo, que más tarde sería la iglesia principal y el Colegio, situados en donde se estableció después el Cuartel de Dragones. En el tramo del tajamar junto al río Mapocho se construyó también la Alameda de San Pablo, antiguo paseo del Santiago colonial y junto al cual los sacerdotes habían instalado molinos. El Colegio de San Pablo dejó de pertenecer a los religiosos tras la expulsión de los jesuitas en 1767, siendo convertido en un presidio y más tarde en el cuartel militar.
A todo esto, don Ambrosio O'Higgins (o Higgins, como solía firmar hasta sus últimos años en Chile) asumiría el mando de la gobernación chilena en 1788, después de expirar el año anterior su tocayo Benavides. Tomando rápidas providencias ante las amenazas contra la colonia del Valle del Mapocho, en septiembre de ese año el personaje inició una serie de gestiones para poder reunir los 150 mil pesos necesarios para el proyecto de construcción del nuevo tajamar pendiente, a partir de modificaciones al sistema de impuestos para yerbas, azúcar y el derecho de balanza, además de cobrar 121 mil pesos vacantes del tesoro del Rey originalmente orientados a la Casa de las Recogidas, curiosa institución dedicada a albergar y a rectificar mujeres que se consideraba de vida reprochable o libertina.
Monumento actual, en San Pablo con Almirante Barroso.
Casi en el mismo tiempo en que reconstruía los tajamares del Mapocho, don Ambrosio inició la construcción de la necesaria ruta a Valparaíso a partir de 1791, carretera que conectaba con calle la San Pablo. En ella participaron sucesivamente como ingenieros Pedro Rico, Joaquín Toesca y Agustín Cavallero. El proyecto tuvo grandes oposiciones de los propietarios de fundos que quedaban en el camino, además de la ciudadanía en general al decretarse el cobro de un peaje  en la entrada de Valparaíso (primer peaje de la historia de Chile) de cuatro reales por cada carreta y medio real por mula (la mitad si iban sin carga), para financiar la apertura y mantención del camino.
La calle de San Pablo cobró, así, importancia vital para la ciudad con la construcción del camino. Hacia fines de 1792, la obra ya estaba avanzada por Rico y el Cabildo iba a ordenar también el empedrado del camino en su último tramo donde tocaba la ciudad a través de San Pablo, precisamente. Se encontraba muy operativo ya en 1794, de acuerdo al trayecto que hace el viajero inglés George Vancouver; y para 1797, se hallaba totalmente habilitado al tránsito de carruajes. Solía ser llamado también Camino de las Siete Hermanas, Camino Real Santiago-Valparaíso y Camino del Caracol, y sus obras finales se extendieron hasta 1802.
Terminado el camino, un monumento conmemorativo iba a homenajear la enorme obra: en un sector del borde de la ciudad de Santiago en donde hubo pobres rancheríos coloniales llamado El Guangalí, la autoridad del Cabildo instaló un obelisco o "pirámide" de ladrillos y cal ubicado por la encrucijada de San Pablo con la Cañada de Saravia o de Negrete, actual avenida Brasil, y en cuya inscripción central se leía celebrando su presencia al servicio del reino:
"EL EXCELENTISIMO SEÑOR
D. AMBROSIO O'HIGGINS
BARON DE VALLENARY
MANDO HACER ESTE CAMINO
AÑO DE 1795"
Cerca de 60 o 70 años duró esta carretera como principal enlace entre Santiago y Valparaíso hasta el mejoramiento de las actuales rutas, permaneciendo la "pirámide" erigida como símbolo añejo de despedida para el viajero que salía hacia el puerto o bien como saludo y alivio para aquel que venía llegando por el mismo camino.
Vista general de la plaza de San Pablo y Barroso, desde la esquina opuesta.
Vista desde la plaza hacia la esquina opuesta, con el monumento de espalda.
Por este camino escapó hacia el poniente el Gobernador Casimiro Marcó del Pont en 1817, cuando casi quedaban echados en Chacabuco los destinos de la lucha entre independentistas y realistas. El electo Director Supremo don Bernardo O'Higgins, por singular paradoja, escogió el obelisco de San Pablo erigido por su padre para colocar en él un aviso público para los representantes del clero, los particulares y el propio pueblo chileno que habían empeñado sus objetos, joyas y alhajas de plata a favor de las arcas fiscales de la floreciente República:
"El 5 de marzo de 1818 se despojó solemnemente el pueblo de Santiago de todas sus alhajas y útiles de plata, protestando no adquirir otros mientras la Patria se hallare en peligro".
El Camino Real de San Pablo tuvo gran protagonismo durante este proceso emancipador y los primeros años del ordenamiento republicano. A la larga, su peaje era un seguro de paso por un buen camino, mucho menos riesgoso y oneroso que los otros disponibles y en donde se terminaban dañando las carretas y muriendo algunos de los animales durante cada travesía, argumento que esgrimió el propio Ambrosio O'Higgins en su momento para justificar el pago de tránsito. Además, su vástago don Bernardo fundaría el Mercado de Abasto justo en la desembocadura de la calle San Pablo, en donde estaba el mencionado basural y donde ahora se ve el Mercado Central de Santiago, facilitando con ello el comercio de productos agrícolas y ganaderos llegados a Santiago.
San Pablo fue, también, un camino donde se fueron estableciendo rústicas rancherías, fondas y ramadas, toldos para atender viajeros en las afueras. Del mismo modo, fue escenario frecuente de grescas y asaltos, como recuerda Sady Zañartu en "Santiago calles viejas":
"...la vía de San Pablo acentuó su carácter villano, por las grescas que continuamente se armaban con el transit0 de los viajeros, entre los que nunca faltaban capataces borrachos e indisciplinados marineros. Numerosas bodegas levantaban sus aleros a la vera del camino, mostrando los portones como boquetes de enormes pipas, que convidaban con el tufillo a un taco 'entre pecho y espalda'. Además, el trajinero se encontraba como en el último patio de su casa, pues el derecho de hacer lo que a cada uno le daba la gana parecía haber resuelto el problema social de la propiedad, según era la confianza que cada cual tomaba lo que pertenecía a otro. Una dueña nunca estaba segura de las flores que aromaban su balconete, y menos de los secretos de los tarambanas. Para andar por allí había que criar garbo, perorar con palabras recias, mirar a la 'gallada' de soslayo y escupir por el colmillo, a trueque de que saliese encumbrado por la baranda, entre los gritos de los chiquillos el cantar chinganas".
Desde tiempos previos a la Guerra del Pacífico, la placa con la señalada inscripción ya era apenas legible, pues dice don Benjamín Vicuña Mackenna en su "Historia crítica y social de la ciudad de Santiago" que, para 1868, lo único que podía distinguirse de ella era: "...de Vallenary, mandó hacer este camino, año de 1795". El mismo intelectual haría mejorar la inscripción y recuperarla durante su período en la Intendencia de Santiago (1872-1875), al igual que la placa de los Tajamares de la "pirámide" del Mapocho y la piedra inaugural del Puente de Cal y Canto. Empero, el estado del monumento ya no era el mejor, pues dice Ramón Briceño que la obra "hoy se conserva algo descuidada", en su "Repertorio de antigüedades chilenas" de 1889.
Por su ubicación respondiendo al antiguo y ancho trazado del Camino de San Pablo, al irse urbanizando el sector que corresponde actualmente a Plaza Brasil y su entorno, el monumento quedó en la calzada, bloqueando una parte de la calle como se observa en fotografías del "Álbum de Santiago" de Jorge Walton, de 1915. Las líneas del tranvía debían pasar a sólo centímetros del mismo monumento colonial.
Plaza alusiva al mensaje inaugural de la primera "pirámide".
Punto de referencia para mensuras y delimitaciones de la ciudad, el monolito fue incapaz de resistir más al tiempo ni al acoso del progreso y de los terremotos, acabando demolido y retirado. Poco después, en un lugar cercano pero que no correspondía al preciso donde estuvo el anterior, se erigió un monolito vagamente parecido y que conmemoraba el recuerdo de la construcción del Camino de San Pablo por O'Higgins, al parecer con la antigua placa original de inauguración que había recuperado Vicuña Macenna. Esto ha generado errores y confusiones, al creer que dicho monolito correspondía al original de don Ambrosio.
El nuevo monumento estaba, más precisamente, en la intersección de las calles Brasil con Rosas, en un área despejada donde se habilitó después la pequeña Plazoleta Irlanda, suponemos que así llamada por referencia a la nacionalidad del Gobernador O'Higgins. Es allí donde lo ve, ya en 1945, la autora Graciela Illanes Adaro, según comenta en su "Santiago legendario y artístico". No era el mismo primer monolito hecho por don Ambrosio, entonces, a diferencia de lo que sugieren algunas fuentes dispersas por internet e incluso escritores como René León Echaíz, pero en él se perpetuaba la señalada inscripción inaugural que, con el tiempo, también desapareció de allí.
El monumento del obelisco trunco, por entonces motado sobre doble grada (dos escalones), fue desarmado y sacado desde allí durante unos trabajos de remodelación de épocas más recientes, y acabó trasladado hasta la plazoleta de San Pablo con Almirante Barroso, montado sobre una tercera y mayor grada que sirve de base. Había sido restaurado por la Municipalidad de Santiago y el Instituto de Conmemoración Histórica hacía muy poco siendo reinaugurada en 2002, ocasión en la que, bajo la copia de la placa inaugural y de un medallón de bronce con el perfil de Ambrosio O'Higgins con firma de un artista Echeverría, se había instalado un mármol con la siguiente leyenda:
"INSTITUTO DE CONMEMORACIÓN
HISTÓRICA DE CHILE
AMBROSIO O'HIGGINS
BARÓN DE BALLENARY Y MARQUÉS DE OSORNO 1720-1801
GOBERNADOR, PRESIDENTE Y CAPITÁN GENERAL
DEL REINO DE CHILE 1787-1795
VIRREY DEL PERÚ 1798-1801
DURANTE SU GOBIERNO SE CONSTRUYÓ EL CAMINO REAL
DE SANTIAGO A VALPARAÍSO QUE SALÍA DE ESTE SITIO.
PADRE DE NUESTRO LIBERTADOR BERNARDO O'HIGGINS.
I. MUNICIPALIDAD DE SANTIAGO
COMUNIDAD IRLANDESA DE CHILE
2002"
Hubo cierto desagrado entre los residentes de estos barrios por el traslado del monumento, aunque en interpretaciones más rigurosas es indiscutible que su actual ubicación, en calle San Pablo y a una cuadra de Brasil, es históricamente más apropiada que la anterior de Rosas, pues queda más cercana a la que tuvo el monumento original de don Ambrosio en esta misma calle. Su placa con el mensaje inaugural de 1795, sin embargo, no es la original, no quedando nada ya del primer monumento en éste, entonces.
El monolito no es lo único que queda recordando la ruta colonial que hiciera construir don Ambrosio en la Colonia Tardía: una fracción del viejo camino a Valparaíso sobrevive junto a la actual Ruta 68, a espaldas del Cementerio Parque Canaán, con el nombre que tuvo en tiempos coloniales y como vestigio o retazo histórico de aquella época: San Pablo Antiguo. Básicamente, además, la Ruta 68 mantiene la línea general del viejo camino desde que entró en plenas funciones hacia los años treinta, siendo terminada a fines de la década del setenta.
Medallón de bronce y placa del 2002 instalada en el monolito.

BAÚL DE RECUERDOS DEL CUARTEL BORGOÑO (PARTE I): ORÍGENES DEL COMPLEJO Y FUNCIONES EN LA SALUD PÚBLICA

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Edificios del complejo del Instituto de Higiene en calle Borgoño, vistos desde calle Independencia, hacia el Primer Centenario, actualmente ocupados por el Cuartel Borgoño de la PDI. Desde el frente hacia el fondo se ven los cinco pabellones: de Higiene y Demografía, de Química, de Microbiología y Bacteriología, de Seroterapia y del Desinfectorio Público. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
Coordenadas: 33°25'51.47"S 70°39'16.95"W
En estos días se suscita otra controversia de carácter patrimonialista de Santiago de Chile: la demolición del Cuartel Borgoño de la Policía de Investigaciones (PDI), en la ribera Norte del Río Mapocho y hacia las puertas de la calle Independencia, en el Barrio de La Chimba. Es un doble edificio de estilo neoclásico en su unidad principal interior y diría que con cierta influencia art decó en adiciones posteriores y modificaciones hechas hacia calle Borgoño.
El edificio de marras, conocido como Cuartel Borgoño desde que fuera ocupado por la PDI, es valorado principalmente por su símbolo histórico de memoria: como lugar de detención y torturas en los setenta y los ochenta, exigiéndose preservarlo por esta característica precisa.
Es complejo este asunto, especialmente para quienes compartan el pesimismo sobre lo que sucede con la capital chilena y la imposición definitiva de los criterios de modernidad, entendida ésta como sustitución frenética; desplazamiento total (aniquilación) de lo viejo para hacerle espacio a lo nuevo. Los detractores han exigido paralizar las demoliciones aludiendo a esta memoria histórica, enfocándose así en un período más bien reciente del mismo. Es licito dudar de si bastará con este énfasis. El propio planteamiento de la memoria ha sido ambiguo en términos generales, a veces, o más bien quienes lo convocan: el mismo argumento con que se rescató la Villa Grimaldi, es el que se usa por algunos para casi exigir el hundimiento del Buque Escuela "Esmeralda", por ejemplo. Tampoco hubo mucho interés manifiesto en respetar el pasado de este complejo cuando se cometió la aberración de demoler toda su ala poniente en los años noventa, llevándose el auténtico e histórico lugar del número 1470 de calle Borgoño; o cuando manifestantes pro-indigenistas intentaron asaltar y quemar el edificio principal del cuartel en agosto de 2013, por razones desconocidas.
Parte del problema es que, por sensible que sea el tema, quizás ya no alcanza por sí solo como garantía en la tarea de motivar declaraciones express de Monumento Nacional, emitidas contra reloj buscando salvar a edificios de valor cultural. Esto ya quedó claro con los casos de la Casa de José Domingo Cañas o la ex Clínica London, que en su momento costó el cargo al Secretario Ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales, dicho sea de paso. Es sabido que la actitud reactiva y carente de toda previsión, además de limitada en herramientas y a veces también de criterios, caracteriza la actitud del patrimonialismo en Chile.
Aunque acá pretendo esculcar parte de esta historia original del cuartel de Borgoño, mi interés no es el de ir mostrando cada dato histórico que pueda encontrarse para el complejo en demolición como quien halla setas en el bosque, sino proponer una visión integral, tan completa como sea posible y sin los sesgos o urgencias del tesista, sobre lo que ha sido su presencia allí en la ribera del río Mapocho. Sin embargo, todos estos datos forman en conjunto la historia del mismo conjunto, por lo que podría servir para reforzar la idea de darle resguardo con alguna categoría propia de conservación y mantención.
Edificio del Consejo del Instituto de Higiene, cuando aún era el Pabellón de Higiene y Demografía del conjunto, de cara a avenida Independencia. Imagen perteneciente a una publicación de los Archivos del Laboratorio Chile.
El edificio de Borgoño 1470, que originalmente había sido el Pabellón de Seroterapia del Instituto de Higiene, siendo identificado como la dirección más importante y simbólica del cuartel CNI que funcionó allí antes de ser traspasado a la PDI y luego demolido. Fuente imagen: magistoria.blogspot.com.
EL PASADO DEL TERRENO
El complejo actual de la Policía de Investigaciones de Chile se encuentra en un amplio cuadrante riberano delimitado dentro de la manzana que se forma por las calles Independencia, Borgoño, Santa María y el sector la actual boca de la Costanera Norte y la calle López. Es otro barrio de Santiago donde conviven lo histórico con lo nuevo, en un claro proceso de transformación que amenaza al rasgo más tradicional que lo identificaba.
Hacia los tiempos del gobierno colonial de Ambrosio O’Higgins (1788-1796), el ingeniero Nicolás Matorras había sido contratado para despejar La Cañadilla de la Independencia, parcialmente destruida por la violenta crecida del Mapocho de 1783, construyendo una laguna artificial para lavar coches al lado poniente de la salida Norte del Puente de Cal y Canto, cerca de donde hoy está esta manzana. Las poblaciones llamadas El Arenal y luego Ovalle crecieron después en sus bordes, y un puente estrecho se extendió uniendo las calles Teatinos con la actual Adolfo Ibáñez, recibiendo el nombre de Puente de Ovalle precisamente por caer sobre esa población de rancheríos, que empezara a desaparecer por iniciativa del Intendente Benjamín Vicuña Mackenna.
Desmantelar el viejo rancherío permitió abrir las calles fronterizas del sector como Picarte, López, Maruri, Escanilla, Pinto, Rivera, etc., pero hasta entonces denominadas sencillamente con letras. Fueron rebautizadas por el mismo intendente con un decreto del 6 de julio de 1872, incluyendo la actual Borgoño, cuyo nombre fue entonces José Manuel Borgoño en alusión al ilustre militar de la Independencia y de la organización republicana.
Con las obras de canalización del río ejecutadas entre 1888-1891, nacen las ganancias suelos sobre el amplio y abierto lecho del río, sólidamente fundados en rocas y formando el cajón que hoy atrapa y desvía al río desde lo que había sido su curso original. Sobre parte de estos nuevos terrenos se emplaza el actual complejo del Cuartel Borgoño, precisamente, pero en aquellos años la manzana fue proyectada subdividida en cuadras menores que, de Este a Oeste partiendo del borde de Independencia, la cortaban con las calles Pisagua (desaparecida), Maruri, Ibáñez, López y Escanilla, las que a su vez desembocaban sobre una calle Zenteno paralela al Mapocho, en donde ahora está la avenida Santa María, aunque ésta se detenía a la altura de lo que hoy es la boca de avenida La Paz, abierta hacia inicios del siglo siguiente.
El carácter mercantil del barrio, con la Plaza de Abastos (donde ahora está el Mercado Central) y más tarde el Mercado de la Vega, impregnó también estas manzanas de la entrada de Independencia, en el siglo XIX. Una orden municipal de 1897, por ejemplo, exigía que las carretas con sandías y melones se estacionaran en un sector adyacente a la Población Ovalle, frente a calle Escanilla, en un lugar conocido como la Plaza de los Moteros por la gran venta de mote y motemei que allí tenía lugar.
Edificio y jardines del Pabellón de Química. Este inmueble llegó a nuestros días muy cambiado y transformado, aunque aún no es parte de la demolición en curso. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
Detalle del mismo edificio del Pabellón de Química, cuando aún estaba en construcción. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
EL INSTITUTO DE HIGIENE
El área específica de lo que ahora es el Cuartel Borgoño, estaba reservada desde iniciada la canalización del Mapocho para albergar una importante institución: el Instituto de Higiene, cuya primera piedra se había colocado en 1896.
Es preciso remontarse un poco: en 1892 se había creado el Consejo Superior de Higiene Pública, por ley del 15 de septiembre de aquel año. El Instituto de Higiene era dependiente de este Consejo, y tenía entre sus muchísimas responsabilidades el análisis gratuito de aguas y la identificación de productos adulterados o falsificados que pudieran representar peligro para los consumidores. También hacía diagnósticos bacteriológicos, sero-diagnósticos de fiebre tifoidea, vacunaciones antirrábicas, producción de sueros antidiftéricos, tuberculina, desinfección de casas y habitaciones y visitas de inspección sanitaria, entre otras tareas. Hacia esos primeros años sólo se cobraba por los servicios de análisis químicos, análisis industriales, desinfecciones por formalina o producción del suero especial de Trunecek.
El Instituto tuvo su primera sede en la Quinta Normal, emigrando después a un edificio arrendado de calle Rosas 3, entre Bandera y Puente, antes de trasladarse a Independencia con Borgoño donde se había iniciado la construcción del gran complejo sanitario con el edificio principal del Instituto, obra del arquitecto Emilio Jecquier, curiosamente el mismo de la Estación Mapocho que está justo al otro lado del río. Cinco volúmenes iban a formar parte del complejo, siendo concluido el primero hacia 1904-1905. El terremoto de 1906, sin embargo, obligó a reparar parte del edificio principal y postergar un poco un inauguración.
Tras entregarse el edificio de Jecquier, comenzó la etapa del proyecto correspondiente a los cuatro volúmenes faltantes, mismos que años después ocuparía el cuartel. Las obras se ejecutaron hacia 1909-1910. Este grupo de unidades del complejo del Instituto de Higiene correspondía a los siguientes edificios, uno para cada departamento del organismo:
  • El edificio principal, correspondiente al Pabellón de la Sección de Higiene y Demografía proyectado por Jecquier. Albergaba al Departamento de Higiene-Estadísticas, y en su fachada se podía leer originalmente la inscripción "CONSEJO SUPERIOR DE HIJIENE" (norma ortográfica de la época). Por su ubicación de cara a Independencia y sólo parcialmente relacionada con el lado de calle Borgoño, lo apartaremos un tanto de este texto. Algún día hablaremos más de este inmueble en particular, dada su importancia y valor como Monumento Histórico.
  • El Pabellón de Química, separado del anterior por un patio con hermosos jardines interiores, hoy convertido en estacionamientos. Corresponde al edificio que se ubica aproximadamente frente a calle Picarte, funcionando como sede del Departamento de Química-Toxicología. Fue muy modificado en años posteriores, perdiendo sus terrazas de balaustras, sus falsas mansardas y su aspecto neoclásico afrancesado en general.
  • El Pabellón de Microscopía y Bacteriología, casa del Departamento del mismo nombre, separado del edificio anterior por jardines aún más grandes. Este edificio se encuentra más visible por el lado de avenida Santa María, siendo uno de los que actualmente está en proceso de demolición. La unidad que se observa hacia el lado de Borgoño 1154 es posterior y también está en proceso de demolición. Ambas son identificadas como parte de lo que sería después el Cuartel Borgoño.
  • El Pabellón de Seroterapia, ubicado por el lado de Borgoño en el lugar preciso donde estuvo la famosa entrada al cuartel por Borgoño 1470. Este edificio contaba también con patios y corrales para crianza de animales usados en la producción de vacunas antirrábicas. El Departamento se llamaba oficialmente de Seroterapia-Vacuna Animal. Fue demolido en 1997 para construir el actual edificio institucional que allí se ve casi al final de la manzana.
  • El Pabellón del Desinfectorio, situado al final de la fila de edificios de Borgoño en el número 1554, con el Departamento del Desinfectorio Público. Correspondiente a un interesante edificio del que hablaremos más abajo y fue, quizás, el servicio del Instituto de Higiene de mayor impacto en la sociedad y especialmente en el barrio, dados los problemas que enfrentaba por entonces la salud pública, como veremos. Aparentemente, fue el primero de todos en ser demolido, quizás para facilitar la conexión entre las calles Prieto y Santa María.
Con la presencia de estas instalaciones, el vecindario comenzó a adquirir evidentes rasgos y connotaciones de barrio sanitario por este lado chimbero, algo verificable con la construcción del cercano Hospital Policlínico de la Caja del Seguro Obrero (hoy Centro de Salud Norte) y la habilitación de la demolida Mansión Montt Montt de calle Artesanos para el albergue y tratamiento de cierto tipo de pacientes de enfermedades contagiosas. Hubo importantes profesionales de la salud que tuvieron su lugar de trabajo en estos complejos, como el médico cirujano Hugo Vaccaro Cosovic, destacado bacteriólogo del Laboratorio Chile y profesor de la Universidad de Chile, cuya dirección profesional estaba registrada precisamente en Borgoño 1470.
Edificio y jardines del Pabellón de Microscopía y Bacteriología, correspondiente al actual nivel del cuartel PDI de Borgoño 1154 en proceso de demolición. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
Acercamiento al edificio del Pabellón de Microscopía y Bacteriología. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
CASO PARTICULAR DEL DESINFECTORIO PÚBLICO
El Desinfectorio Público del Instituto de Higiene, había sido inaugurado en la ciudad de Santiago el 8 de diciembre de 1896. Encargado de la aplicación de fumigado sanitario y las desinfecciones, su servicio cambió varias veces de horarios, pero en general funcionaba desde cerca de las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche. El personal que atendía allí usaba curiosos uniformes abotonados y de sombrero con una sugerencia más bien militar, mientras que, al emplear la tenida de trabajo de desinfección propiamente dicha, vestían de impecable blanco de cabeza a pies, con una gorrita parecida a la legionaria con la que se cubrían el cabello. Era, pues, la época del tifus y otras plagas, cuando a los pobres los cubrían allí con "soluciones fétidas de creosota", según recuerda Pedro Castillo Yáñez en su libro "Perito en cárceles".
El Desinfectorio había iniciando sus actividades con una estufa y un pulverizador, ambos de fabricación Geneste-Hercher. Con el tiempo, comenzó a ampliar sus recursos adquiriendo nuevas maquinarias y equipos. La ley de declaración obligatoria de enfermedades contagiosas del 7 de febrero de 1899, se había emitido el mismo año en que la Municipalidad de Santiago lograba que la Asamblea de Electores aprobara una ordenanza de desinfección de toda la ciudad, dando gran actividad a este servicio. Hacia el 1900, además, se inicia el plan de desinfección por formalina a través de aparatos Aesculap-Shering, que era el único servicio no gratuito del Desinfectorio, además de implementarse un sistema de transporte de enfermos contagiosos en ambulancias tiradas a caballos que los llevaban desde sus casas a los hospitales o bien desde una casa a otra. Después se integraron al equipo tres estufas fijas Geneste-Herscher, una estufa locomóvil y cinco pulverizadores.
Luego de terminado el complejo del Instituto de Higiene, el Desinfectorio fue trasladado al barrio riberano hasta la señalada dirección de en General Borgoño 1554. Era una construcción neoclásica de estilo institucional y toques de academicismo. La dirección de Borgoño 1470 es la vecina, entonces, y correspondía al Pabellón de Seroterapia que ya describimos, aunque parece haber una época en que ambos números fueron señalados como los del servicio del Desinfectorio, no sabemos por qué. La obra pertenecería al arquitecto Carlos Donoso Grille, quien estaba estrechamente relacionado con el Instituto de Higiene.
A mayor abundamiento, el edificio original del Desinfectorio tenía un frontis más bien pequeño, con vanos de arco y de medallones ornamentales con retratos de sus fundadores en la fachada, conservándose imágenes del mismo que datan de 1910. Debió ser la unidad más pequeña de entre los cinco pabellones del Instituto de Higiene, pero se observa que era dos pisos, con patios abiertos de adoquines y dependencias menores en su ala Oeste. Se situaba al final de la hilera de edificios del Instituto en Borgoño, frente a la cuadra ubicadas entre Ibáñez y Maruri, aproximadamente. La calle López pasaba por su costado poniente en esos años, hasta llegar lo que ahora es Santa María, por ahí donde ahora está el enjambre de vías y pasos de nivel en la boca de la Costanera Norte. Aparece mencionado el servicio en la "Guía general de Santiago de Chile", con la dirección original de Borgoño 1554 (acceso del extremo poniente) y "abierto de 8 a 11 A. M. y de la 5. P. M.". Para 1924, figura ahora en la guía turística "El amigo del viajero en Chile" de Imprenta Universo en "Borgoño esquina de Independencia", funcionando "de 7.30 a 11.30 A. M. y de 1.30 a 6 P. M.".
El Desinfectorio daba cobertura sanitaria principalmente a cités, conventillos y todos esos herederos de las penas y dolores de los antiguos ranchos que indignaban la escrupulosa paciencia de intelectuales como Vicuña Mackenna, descritos en "La realidad médico-social chilena" de 1939 nada menos que por el futuro Presidente de la República y entonces Ministro de Salud, el Dr. Salvador Allende, en base a un censo de conventillos realizado por el Departamento de Estadística de la Municipalidad de Santiago con la cooperación de la Escuela de Servicio Social:
"Sobre un total de 4.000 conventillos calculados por la Dirección de Sanidad, sólo pudieron ser estudiados 1.317 por falta de suficiente personal para la investigación, y en las mismas condiciones quedó el distrito Nº 47, considerado como uno de los más insalubres en la Comuna de Santiago. Este distrito se halla situado entre las calles Mapocho, Rivera y Avenida Independencia y comprende 388 manzanas con 11.929 habitantes, lo que da una densidad de 255 habitantes por hectárea, siendo la densidad media de Santiago de 127. De las 38 manzanas hay 22 donde existen conventillos, alcanzando estos a 194 con 1.299 piezas insalubres donde alojan 2.611 personas".
Sin embargo, desde la década del veinte el Desinfectorio comenzaba a marchar hacia su jubilación del rubro sanitario, cuando el principal servicio de este tipo estaba ya implementándose en el Hospital Barros Luco en el Llano Subercaseaux. Hacia 1924, además, en el caótico período entre los dos primeros gobiernos de Arturo Alessandri Palma, el Instituto de Higiene fue cerrado por considerárselo ya relevado con la reciente creación del Ministerio de Higiene.
Su edificio de Borgoño 1554, además, iba a ser el primero del complejo en desaparecer según parece, siendo demolido en una época que no hemos podido precisar.
Pabellón de Seroterapia, correspondiente a la dirección Borgoño 1470, demolido en 1997 a pesar de la poca reacción pública que hubo entonces. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
Detalle de la fachada del mismo edificio, cuyas texturas y materialidad se habían perdido con posteriores intervenciones de estuco y remodelaciones del edificio. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
Patios de corrales y crianza de animales para la obtención de sueros y vacunas. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
ALGO SOBRE LA PLAZA DE LA CUADRA
La alguna vez llamada Plaza o Parque Borgoño que lo bordea por gran parte de la prolongación de esta calle, en tanto, se había vuelto un centro interesante de actividades populares en alguna época. Nació como plaza dura tras la canalización del río Mapocho y comenzó a ser enverdecida por las primeras arboledas hacia el 1900, adquiriendo características de paseo. Posteriormente, ya con césped, fue bautizada Plaza Bilbao o Plazoleta Francisco Bilbao, aunque aparentemente no era tan grande como la actual, pues aparece señalada sólo como una "plazuela" en la guía del "Plano de Santiago DAK" de 1941.
Cabe recordar que, originalmente, había accesos a los pabellones del Instituto de Higiene no sólo por este lado de Borgoño, sino también por de calle Los Tilos, trazada sobre la anterior calle Zenteno en el borde del río, y donde ahora está la avenida Santa María, por lo que las plazas eran como una suerte de explanada para el mismo grupo de edificios por este costado Norte. De hecho, la entrada principal del Pabellón de Seroterapia que corresponderá después al célebre cuartel de Borgoño 1470, estaba originalmente en el lado de cara al río Mapocho, en esos años, y Los Tilos funcionaba también como un paseo de menor volumen que la plaza.
Hoy llamada Plaza Pablo Neruda, se recuerda que hacia los cuarenta y cincuenta esta área verde estaba en el circuito de músicos urbanos de Barrio Mapocho y La Vega, al igual que el terreno del "Luna Park", cruzando la avenida Independencia, en un ambiente con célebres jaranas callejeras que tenían lugar por casi toda La Chimba riberana. Entre estos aventureros estuvo la banda Eugenio León, más conocido como Hirohito y su Conjunto, cuyas primeras incursiones de divertidas cumbias pícaras como "Viejo Lolero" y "Me ando, me ando" las realizaría más específicamente en la vieja Plaza Borgoño y sus fiestas de casas del barrio, antes de saltar a escenarios más profesionales.
Convertida ya en la Plaza Neruda, ésta fue mejorada y se le agregó un monolito justo en la esquina con Independencia, donde se recuerda un fragmento de "Los crepúsculos de Maruri", particularmente el poema "La tarde sobre los tejados", homenajeando el paso del vate por estos barrios en su juventud:
Otro , y
La tarde sobre los tejados
cae
y cae…
Quién le dio para que viniera
alas de ave?
Y este silencio que lo llena
todo
Desde qué país de astros
se vio solo?
Y por qué esta bruma
-plúmula trémula-
beso de lluvia
sensitiva
cayó en silencio – y para siempre
sobre mi vida?
Un gran segmento al final de la plaza hacia el poniente, se perdió con las modificaciones realizadas en los noventa y de las que hablaremos en la segunda parte de este artículo. En su lugar, hoy está un infierno de vehículos estacionados sin grandes patrones de orden frente al edificio más nuevo del complejo de la Policía de Investigaciones, que hoy ocupa las extensas ex instalaciones del Instituto de Higiene.
El edificio del Desinfectorio Público, al final del complejo en Borgoño con López. Fue el primero en ser demolido y desaparecer del conjunto. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
Otra imagen de la fachada del edificio del Desinfectorio, suponemos que anterior a 1910 por el tamaño de los arbustos. A su derecha está el Departamento Limpio y a la izquierda el Departamento Sucio, para diferenciar los accesos. Posteriormente, estas entradas fueron cerradas con mamparas. Fuente imagen: Biblioteca.cchc.cl.
Patios adoquinados interiores del Desinfectorio Público, con el personal del servicio y los carros ambulancias. Fuente imagen: "Álbum gráfico del Instituto de Higiene de Santiago", de Pedro Lautaro Ferrer (1910).
ÚLTIMOS SERVICIOS EN LA SALUD PÚBLICA
Las ex dependencias del Instituto de Higiene en Borgoño, pasaron a ser la sede del Instituto de Salud Pública a partir de 1929, acogiendo a la Escuela Nacional de Higiene (futura Escuela de Salubridad de la Universidad de Chile) a partir del año siguiente, y más tarde al Instituto Bacteriológico de Chile, siendo transferido al Ministerio de Salubridad Pública en los mismos años treinta. Los casos de mordidas por perros rabiosos se atendían en este sitio, por ejemplo, más específicamente en el edificio de la dirección Borgoño 1470 que, como vimos, nació siendo el Pabellón de Seroterapia. Tras el incendio de la Escuela de Medicina en 1948, además, llegó a establecerse allí también el Laboratorio de Química Fisiológica y Patológica.
Después de crearse el Servicio Nacional de Salud en 1952, las ex dependencias del Instituto de Salud Pública en Borgoño 1470 pasaron a este nuevo organismo. Las instalaciones fueron ocupadas así por el Instituto de Biología "Juan Noé", cuyo director era el destacado Doctor Amador Neghme, nuevamente con Borgoño 1470 como dirección principal. En el mismo complejo, su colega el Doctor Hugo Vaccaro Kosovlc era director del Instituto de Microbiología, siendo también la sede del Departamento de Parasitología, el Departamento de Patología de la Escuela de la Universidad de Chile, el Consultorio Externo de Enfermedades Parasitarias del Servicio Nacional de Salud y la IV Sección de Recepción, donde se tomaban las muestras para exámenes y se entregaban los informes con resultados.
El complejo seguía en estas mismas funciones sanitarias hacia 1974, según se constata en insertos del "Boletín chileno de parasitología" de ese año, publicación perteneciente al Departamento de Parasitología de la Universidad de Chile. Además, se realizaban allí las reuniones de la Sociedad Chilena de Parasitología... Faltaba poco para que las cosas cambiaran allí.
En síntesis, la importancia de este lugar en la historia de la medicina y la salubridad pública es notable, entonces, y por sí sola debería bastar para considerar la posibilidad de dar una categoría de protección como Monumento Histórico Nacional al complejo o extender la que ya tiene el pabellón principal de Jecquier sobre el resto de conjunto (o lo que queda de él), considerando los mismos argumentos con los que este edificio principal del Instituto de Higiene recibió tal reconocimiento en 1984. No ha sido el caso: a la destrucción temprana del ex Desinfectorio de Borgoño 1554, se sumó la del edificio del ex Pabellón de Seroterapia en Borgoño 1470, la dirección más importante y simbólica para quienes exigen su protección... Y ahora, la demolición en curso del doble edificio del ex Pabellón de Microscopía y Bacteriología, en Borgoño 1154, momentáneamente detenida.
Empero, la parte histórica que más se ha expuesto y reafirmado del mismo complejo del Cuartel Borgoño para detener las obras de demolición, corresponde a los años setenta y ochenta, como veremos en la continuación de esta entrada y que publicaremos próximamente.
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