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LA ENTRADA HACIA UN CASTILLO DESAPARECIDO EN PEDRO DE VALDIVIA

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La mansión palaciega y "embrujada" de Pedro de Valdivia cerca de Sucre, en sus buenos años. Imagen de los archivos históricos del Centro de ex Alumnos del Colegio Notre Dame, como las demás antiguas que acá publico.
Coordenadas:  33°26'52.96"S 70°36'20.05"W
El inmueble que el trasladado Colegio Notre Dame tuvo en avenida Pedro de Valdivia 2776, fue una joya arquitectónica única en muchos aspectos, aunque el progreso y los cambios inexorables de la ciudad le permitieron vivir sólo 80 años, bastante poco para un palacio o mansión de su belleza y lucimiento.
Ubicado entre Sucre y Hernán Cortes, frente a la calle corta Eduardo Llanos casi en los límites septentrionales de Ñuñoa, alumnos y vecinos le llamaron con cariño El Castillo, recordándose casi con dolor su ubicación en un lugar que ahora es llenado por uno de los sosos y corrientes edificios residenciales que están apareciendo con cada vez más frecuencia por la avenida Pedro de Valdivia.
El Castillo era de estilo bretón, de manifiesta estética y diseño Tudor. Como detalle doloroso y casi burlón, sin embargo, a la par de inspirar la resignación de que al menos "algo" de él queda, se conserva aún la magnífica entrada a lo que fuera el gran recinto de amplios jardines y patios, incluyendo el torreón del portero y el portal por donde accedían los estudiantes por más de media centuria.
El arquitecto del Castillo fue Alberto Risopatrón Barredo, el mismo autor del Casino de Viña del Mar, el Conjunto Residencial de Cienfuegos y el ex Teatro Municipal de San Bernardo, dando su nombre al conocido Premio del Colegio de Arquitecto para los más destacados miembros del gremio. La obra fue levantada en 1926, como se observa en una inscripción del torreón casi impostora a estas alturas, considerando que el edificio situado tras ella no guarda ninguna relación estética, temporal o estilística con estos restos del antiguo inmueble.
Sólo en 1952 la mansión fue ocupada por el recién creado colegio, de la mano del Padre Roberto Polain Cartier, pedagogo y ex Capellán del Ejército de la Resistencia Belga venido primero a Arica, luego a Chile Chico en la Patagonia y de ahí al Instituto Luis Campino de Santiago, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El encargo de fundar el centro educacional se lo formuló el Párroco Joaquín Aguiar, quien tenía el interés de establecer un colegio para los niños de su Parroquia de la Anunciación.
El Castillo hacia sus últimos años. Fuente imagen: ultimofogon2007.blogspot.com.
Entrada actual al recinto... Todavía queda también alguna vieja palmera.
En el trabajo "Educar para la libertad", el Padre Polain cuenta cómo este extraordinario inmueble fue adquirido por la futura fundación educacional que representaba, pasando a ser la sede del flamante Colegio Notre Dame de la Anunciación:
"Cuando la Parroquia de 'La Anunciación' me propuso crear un colegio nuevo, empezamos a buscar un local: el ideal del Comité Parroquial era el edificio técnicamente perfecto como se entendía y se construía en Santiago por aquella época. Yo, acompañado de un equipo de chiquillos que formaban una primera patrulla scout, buscamos una 'casa', y la encontramos: una especie de castillo emplazado en medio de un jardín inmenso, lleno de plantas y árboles de toda clase, con un gran espejo de agua, desocupado desde hacía dos años porque tenía reputación de estar 'embrujado'... ¡Justo nuestro ideal! El Comité Económico no lo pensaba así, y no podía imaginar un colegio en esa casa: por suerte el buen don Joaquín, párroco de 'La Anunciación', estaba dispuesto a depositar toda su confianza en el nuevo Rector, y compramos la casa.
Creo que este primer paso fue importante: era imposible concebir una escuela tradicional en el cuadro de una casa embrujada. Afortunadamente no caímos en el error tan común de instalarnos en una construcción como la gente cree que 'debe ser' un colegio, sino como nosotros lo soñábamos".
Dicen también que en enamoramiento del sacerdote belga con este edificio histórico, además de su semejanza a los castillos belgas, se debió a cierto parecido que creyó verle con el Chateau de Fourneau en Marchin, donde funcionaba el Colegio Prince Baudouin que había fundado allá en su patria para acoger a los niños hijos de los militares fallecidos en la gran conflagración.
La adquisición del inmueble se realizó con dineros reunidos gracias a las rifas a beneficio que fueron organizadas por las señoras de la Parroquia de la Anunciación en distintos lugares del país y con autorización del Arzobispado de Santiago. En el sitio web del Centro de ex Alumnos del Colegio, se explica que estas damas fueron dirigidas por doña Raquel Rojas del Pozo y asistidas por generosos vecinos como Roberto Izquierdo, Alfonso Díaz Ossa y Nicomedes Campos.
A continuación, se implementaron las dos iniciales salas de clase dentro del edificio. Los primeros pupitres que llegaron eran bancos de pino para dos alumnos cada uno y fueron ubicados en el segundo piso, donde más tarde estarían oficinas administrativas del personal. Aunque la idea de don Joaquín era llegar a habilitar el recinto para 1.000 alumnos, poniéndose como ejemplo el caso del Colegio San Jorge allí en el mismo vecindario de avenida Pedro de Valdivia, el Padre Polain quiso partir con sólo dos cursos: 5º y 6º año de preparatoria, avanzando sólo después para completar las humanidades. Más tarde, se construyeron nuevas salas, laboratorios y cuartos. También condujo una gran actividad interna de boy scouts bajo orientación religiosa.
El Castillo siempre fue de enorme suntuosidad y a la sazón estaba rodeado de naranjos. Sus siluetas recortadas por las noches de Luna llena sobre la cordillera, deben haber sido sobrecogedoras por su oscuro encanto. Hacia el frente, además, tenía en sus años la gran fuente en la que croaban sapos en horas nocturnas. Siempre permanecieron rondando esas leyendas sobre la supuesta condición de "embrujado" del famoso Castillo, como apariciones de fantasmas y otros hechos inexplicables. Desconozco si se habrán heredado en el actual edificio que ocupa su lugar.
Las rifas de la Parroquia de la Anunciación continuaron hasta 1962, cuando el financiamiento del colegio comenzó por el cambio de régimen de matrícula: dejó de ser gratuito y empezó a cobrarse por estudiar en él. Sin embargo, para no perder el sentido de observación social y amplio que se le había querido dar desde sus inicios, se ofrecieron becas de gratuidad para los alumnos con dificultades económicas. Dos años después, se abrió un anexo en calle Mont D'or, que se trasladó después a la avenida Salvador, conocida como el Colegio Chico.
Sin dejar de residir en su habitación dentro del propio Colegio Notre Dame, en tanto, el Padre Roberto Polain había recibido la Condecoración a la Orden al Mérito Bernardo O'Higgins por los servicios prestados a la Educación Chilena, otorgada durante el Gobierno de Eduardo Frei Montalva. Fallece allí en su cuarto, en 1978, a los 63 años, dentro de su amado colegio y cuando su corazón le falló por última vez.
Tras el terremoto del 3 de marzo de 1985, la maltratada torre del Castillo debió ser demolida ante la desazón de la comunidad escolar, siendo despedida en una sentida ceremonia del colegio, casi como si se fuera un amigo partiendo hacia el eterno descanso. Dicen que el estado general de la casona era bueno en esos años a pesar de tal percance, pero al avanzar la década siguiente comenzó a hacerse evidente que el Castillo ya no era capaz de albergar las necesidades del creciente y prestigioso Colegio Notre Dame.
Como se venia anunciando desde hacía tiempo ya, entonces, la fundación educativa vendió el edificio para trasladarse a la nueva sede de Peñalolén, cerrando sus puertas tras 55 años de servicio al proyecto iniciado por el fallecido Padre Polain.
La destrucción del edificio tuvo lugar en la más insólita indiferencia e ignominia pública, incluso de parte de patrimonialistas y publicistas de cultura. Salvo por alguna nota de prensa redactada casi encima ya de la demolición, la ignorancia sobre lo que iba a suceder con la mansión era generalizada por entonces. Sólo ex alumnos y algunas personas ligadas al propio colegio otorgaron algo de difusión a la pésima noticia.
El sábado 17 de noviembre de 2007, alumnos, profesores, apoderados y ex alumnos alcanzaron a hacer un evento de despedida, llamado "Au Revoir", donde se dijo adiós al  edificio. Poco después, se realizó la misa final y el último recorrido. Así contaba una breve nota del diario "El Mercurio" del día domingo 25, esta triste reunión:
"La ceremonia de despedida comenzó con una misa de acción de gracias, a cargo del padre Galo Fernández, ex alumno y presidente de la Fundación Educacional Colegio Notre Dame. Posteriormente hubo un recorrido por la casona, donde no faltaron las anécdotas y recuerdos entretenidos, para finalizar con un acto con discursos del rector y alumnos, quienes destacaron la importancia de traspasar el espíritu Notre Dame a las nuevas generaciones".
Consumado el destino final de esta espectacular edificación, para el año 2009 el hermoso Castillo ya estaba totalmente demolido, hasta sus cimientos. Y así, la empresa constructora Boetsch S.A. comenzó a levantar el actual edificio residencial de 12 pisos, llamado Edificio Pedro de Valdivia 2776, de la Inmobiliaria Sierra Bella, entregando la obra en 2011.
Como perfume memorial o acaso como amargo resabio, se indultó sólo a esa entrada de rejas y de albañilería estilo inglés, por donde los residentes del nuevo edificio llegan a sus hogares, pero por donde el recuerdo transita también hacia el perdido e invisible Castillo embrujado que alguna vez ocupó este sitio, hoy situado en algún lugar de los mapas de la dimensión del olvido.

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