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LA MATANZA DE LO CAÑAS (PARTE II): MONUMENTOS Y MEMORIALES DE LAS VÍCTIMAS

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La Cruz de lo Cañas, en fotografía que tomé hacia el año 1996. Se ha creído y repetido con insistencia que es un monumento conmemorativo de las víctimas de la Matanza de Lo Cañas en 1891, pero su origen puede ser muy distinto.
En la entrada anterior hice una síntesis de las circunstancias y consecuencias de la infausta Matanza de Lo Cañas, que se inscribe como una de las más vesánicas de la historia de Chile, aunque con muy poca o mala cobertura por parte de la memoria oficial de la historia, salvo por casos más bien excepcionales.
Vimos también cómo esta terrible matanza jóvenes partidarios de los constitucionalistas y enemigos del Gobierno de José Manuel Balmaceda, en su mayoría provenientes de familias aristocráticas, pudo ser utilizada para dar el golpe final a los defensores del mandatario y volcar la ira popular en su contra, garantizando el triunfo del nuevo gobierno y el reconocimiento de los vencedores de la Guerra Civil de 1891, que pusieron inicio a la República Parlamentaria. Hasta hoy, siguen existiendo visiones dispares a la hora de evaluar la gravedad de lo sucedido aquel fatídico 19 y 20 de agosto, contaminadas por los sesgos políticos, las parcialidades y las predisposiciones empáticas hacia lo que representaban las víctimas, como dijimos.
Ocurrida en el Fundo de El Panul de Lo Cañas, que era propiedad de don Carlos Walker Martínez, este escenario es el mismo donde actualmente se ha dado una disputa ciudadana contra los intereses de las inmobiliarias que quieren construir grandes proyectos residenciales, constituyendo el último bosque de tipo nativo cordillerano que queda en este sector de la Región Metropolitana y donde se aspira a establecer un gran parque santuario.
Ahora, quisiera proceder a abordar el tema de las piezas conmemorativas y monumentales que se emplazaron al poco tiempo de la tragedia, para conmemorar y homenajear a las víctimas de la matanza aunque con frecuencia parecen ser tan desconocidas como el hecho histórico mismo que les dio origen: se trata de tres cruces memoriales en Lo Cañas, y una cripta con monumento en el Cementerio General de Recoleta.
Cruz de fierro en el lugar preciso de las ejecuciones de Lo Cañas.
Cruz de madera en El Panul... Puede ser el memorial más antiguo de la masacre.
Monumento "Pro Patria" ("Por la Patria") en el Cementerio General.
LA PRINCIPAL CRUZ CONMEMORATIVA
Coordenadas: 33°31'20.11"S 70°33'23.26"W
Dentro del desconocimiento popular que reina sobre las piezas conmemorativas de la matanza, la más reconocible y visible quizás fue la llamada Cruz de lo Cañas, notable estructura parcialmente deteriorada y pintada de blanco cal, con cuya mención inicié la parte anterior de este par de artículos, recordando mi primer encuentro con ella, en Tobalaba justo frente a la avenida Walker Martínez, cerca de los deslindes de Lo Cañas y el sector de Las Perdices.
A pesar de la antigüedad, se veía muy sólida, con más que 2 metros de altura y una base cuadrada montada sobre un sillar de piedras, en la loma que divide la calle Tobalaba con el borde del Canal San Carlos, por lo que lucía más alta aún mirada desde abajo. De albañilería con ladrillo y estilo casi colonial, sostenía su crucero con gruesas vigas metálicas horizontales, me parece que hechas con barras de recortes de riel. Algunas veces, vecinos ofreciendo servicios o ventas colgaban en ella sencillos carteles pintados a mano para publicitarse, pero nada había en ella que señalara algún vínculo memorial con la masacre de 1891, salvo quizás las flores y velas que solían aparecer a sus pies. Una nota del diario "La Tercera" de junio de 1997 y dedicada a la reliquia, fue titulada como "La cruz olvidada":
"...aunque es paso obligado de miles de personas que viven en el sector -comenta la misma-, son escasos los que conocen su historia".
Aclaro que no se encuentra disponible mucha información escrita sobre esta instalación. Sin embargo, las fuentes que hay dan como hecho cierto que se trata de una pieza erigida para conmemorar la matanza, y así aparece señalada en sitios webs y uno que otro ejemplar de literatura histórica, desde donde pasó también a la Wikipedia extendiendo (una vez más) lo que parece constituir un mito o un error, según podremos ver más abajo. Además, una versión oral que circulaba antes en este sector de Santiago, decía que esta cruz de ladrillos pudo haber sido hecha con parte de los fragmentos del sillar y del murallón que antes tenía por allí mismo la orden religiosa que se instaló en los terrenos del ex Fundo Santa Irene, junto al Canal San Carlos. Una mirada zahorí a la misma habría hecho sospechar que esto podía haber sido factible, dado el aspecto y los materiales de la fábrica de la misma, pero la falta de antecedentes no me permiten demostrarlo.
Sin embargo, la verdad impera y ennoblece en estos casos, y me motiva poner en seria duda a todas esas fuentes textuales que dan por hecho la naturaleza memorial de esta cruz: es decir, que fuera levantada en conmemoración de la matanza, agregándose a veces -siempre desde la cosecha oral- que se escogió este lugar porque allí ocurrió la primera revuelta de esa noche trágica de agosto, cuando los muchachos se encontraron de bruces con los balmacedistas al mando del Teniente Coronel San Martín.
Antes de proceder a exponer mi punto de vista, me permito recordar que el camino pavimentado de hoy, donde estaba la cruz antigua de albañilería y ahora su reemplazo post-terremoto de 2010, es básicamente el mismo viejo sendero del siglo XIX por el que pasaron los protagonistas de la masacre y los excursionistas que escribieron después de ella: un camino ubicado entre las viñas Cousiño Macul y las de Tarapacá Ex-Zavala y Bellavista.
La Cruz de Lo Cañas en el diario "La Tercera", en 1997.
La misma cruz hacia sus últimos años (Fuente imagen: bikemontt.com).
VERDADERO ORIGEN DE ESTA CRUZ
Creo altamente posible que el origen de esta cruz haya sido otro, distinto al de memorial de las víctimas y que sólo con el tiempo y la acción del imaginario popular, se convirtieran en objeto conmemorativo asociado a la Matanza de Lo Cañas, lo que explica su extraña distancia con el sitio central de los sucesos de 1891 a cuyos mártires -se supone- rinde homenaje. Salvo por un reportaje que encuentro en el diario "La Tercera", firmado por Patricia Guerra T. el domingo 23 de agosto de 1998 y donde también se niega un vínculo conmemorativo de la misma para con la masacre, desconozco por completo dónde podría encontrar aliados para la impresión que aquí plasmaré sobre lo que me parece la razón original de la Cruz de Lo Cañas.
Aunque lo más probable es que la cruz de ladrillos halla sido levantada después de la matanza, quisiera detenerme un segundo en la información que proporcionó don Zorobabel Rodríguez Rozas, en un artículo titulado "Una excursión a Lo Cañas" y que es transcrito por Jorge Olivos en su libro de 1892 sobre esta tragedia:
"Del largo camino que da remate en el ancho canal que sirve de lindero a 'Lo Cañas', acabábamos de recorrer la mayor parte. Sin conocer a punto fijo el lugar en que estaban situadas las casas del histórico fundo, vimos una cruz sobre murallas derruidas, y tratamos de indagar lo que ella significaba.
- Está ahí hace mucho tiempo, nos contestaron unos sencillos campesinos.
- ¿Desde antes del suceso de 'Lo Cañas'?
- Sí, señor.
- ¿Dónde están las casas de 'Lo Cañas'?
- 'Aún más lejos, señor'.
Y nos mostraron unas paredes blancas que no distaban mucho del punto en que nos encontrábamos.
- En los campos hay cruces por todas partes, agregó mi acompañante.
Y es la verdad. La cruz es símbolo de la religión que profesamos. Por lo mismo que la cruz es instrumento de martirio, la miramos como áncora de salvación. En vez de maldecirla, la imploramos; en vez de mirarla con espanto, la queremos y reverenciamos.
Por la descripción que hace del paisaje, no es descabellado sospechar que puede estarse refiriendo a alguna cruz anterior ubicada cerca de donde estuvo después y hasta hace pocos años la mayor de bloques y adobe: la Cruz de Lo Cañas, de nuestro interés. Sigamos viendo cómo el propio Rodríguez detalla las características del entorno:
"Al llegar al término de la prolongada avenida, doblamos a la derecha, dejando a la izquierda el caudaloso canal, y al lado opuesto numerosas viviendas de inquilinos rodeadas de árboles y flores.
De pronto divisamos una pintada puerta de reja, y luego de franquearla, atravesamos, por sobre sólido puente de madera, el canal ancho y de considerable profundidad. Desde ese momento la tierra que hollaban nuestros caballos pertenecía al fundo de 'Lo Cañas'".
Puede suponerse que, si alguna cruz vista por Rodríguez en su citado relato hubiese sido la maciza de ladrillo que existió después, habría comentado algo al respecto en su texto y no pasaría de largo el detalle, sugiriendo que la descrita era sólo una cruz corriente en el camino, "sobre murallas derruidas". Sin embargo, en el mismo artículo escrito en enero de 1892, el autor señala que ya existía la gran cruz conmemorativa de madera al interior del fundo, de la que hablaremos más abajo, y que está ubicada en un punto mucho más cercano al lugar exacto de la matanza.
Si la otra cruz abajo junto al canal, estaba allí desde antes de la matanza, entonces su significado era distinto. Así mismo, si la cruz de ladrillos acaso reemplazó a aquella vista allí por Rodríguez antes de cruzar el puente o bien fue otra más de las muchas que desde antes se venían instalando en estos campos, podemos suponer que señala esencialmente esa otra cosa, aunque la tradición y el folklore la convirtieron en homenaje a las víctimas.
Es probable que las cruces no conmemorativas de Lo Cañas y alrededores, puedan remontarse a la presencia de las órdenes sacerdotales que han existiendo en este sector de las afueras de Santiago, como sucedió con salesianos y mercedarios, o vinculadas directamente a la presencia de la Capilla Santa Irene, en el terreno que ocupaba este mismo lugar hasta orillas del canal. Sin embargo, como se ha supuesto que parte de los enfrentamientos tuvieron lugar allí en Tobalaba con Walker Martínez, y ésta es, también, la cruz que señala el límite poniente de Lo Cañas, popularmente se la asoció de manera indivisible a la conmemoración de la masacre, permaneciendo con esta característica para el resto de su existencia y pasando desde la tradición a los textos.
Ahora bien, si no fue conmemorativa, ¿Cuál fue la razón por la que se puso allí, entonces, unos años después de la masacre? Se sabe -con toda seguridad- que la cruz servía para señalar el punto de encuentro y convocatoria a las muchas ceremonias litúrgicas, novenas, procesiones y misas que eran realizadas allí en las puertas de Lo Cañas. Investigaciones realizadas por el área de cultura de la Municipalidad de La Florida durante la alcaldía de Gonzalo Duarte, también permitieron establecer con certeza que esta cruz era para los antiguos habitantes del sector el invariable punto de partida o de llegada a peregrinaciones durante el Mes de María y de las procesiones de las fiestas patronales, entre principios y hasta mediados del siglo XX, aproximadamente.
Además de la actividad religiosa relacionada con la cruz, entre un período y otro de celebraciones también sirvió como altar de fe popular, lo que sumado a la falta de alguna placa conmemorativa en su estructura, hace dudar seriamente de que haya sido levantada allí en carácter de memorial, por mucho que después fuera interpretada con este sentido.
Así, por muy cristiana que haya sido la desaparecida vieja Cruz de Lo Cañas, entonces, cabe preguntarse: ¿Por qué se elegiría un monumento conmemorativo para tal concentración de actividades religiosas y festivas, si su carácter era más bien memorial? ¿No sería que esta intención religiosa era su función única y original allí en Lo Cañas? Recuérdese que la presencia de cruces con estos mismo objetivos en terrenos rurales siempre ha sido característica en Chile, y que hasta hace muy pocos años gran parte de estos territorios floridanos eran todavía  un perfecto campo precordillerano.
La cruz de ladrillos, por lo tanto, debe tener un origen esencialmente asociado a la fe popular del vecindario campestre, y no a la conmemoración de las víctimas de la matanza, como se ha creído.
La nueva Cruz de Lo Cañas, recién inaugurada. Cuando fue entregada a la comunidad, tenía aún el color del ladrillo, pero poco después fue pintada blanca como la anterior, luciendo como se ve en la imagen. Posteriormente, se retiraron las docas y malezas a sus pies y se le hicieron jardines.
La actual Cruz de lo Cañas, con sus jardines escalonados.
EL REEMPLAZO EN 2010
No obstante, sea cual sea la razón por la que la imponente Cruz de Lo Cañas fue colocada allí en la desembocadura de la calle Carlos Walker Martínez (así llamada por conducir al fundo del político donde tuvo lugar la matanza, precisamente), todo acabó para ella en la madrugada del día 27 de febrero de 2010, con el terremoto que golpeó al Chile del Bicentenario de la Independencia regando de destrucción esta ya suficientemente trágica patria.
La pesada estructura, con bases ya debilitadas y carcomidas por la vejez según han creído algunos, se precipitó con las sacudidas sísmicas hacia el frente, cayendo desde su altura en el borde del canal sobre la calzada de la avenida Tobalaba y dejando desparramados sus ladrillos y adobes con más de un siglo de historia, ahora reducidos a ruinas dispersas.
El daño la hizo claramente irrecuperable, ante la pesadumbre de los vecinos y de floridanos en general, acostumbrados a su presencia allí justo al final de la avenida. El encuentro de las calles Tobalaba y Walker Martínez realmente se veía desnudo, casi castrado, sin la presencia de la cruz que lo engalanara durante toda la anterior centuria.
La ciudadanía quiso recuperar la pieza, principalmente motivada en la creencia de que se trataba de un memorial de la Matanza de Lo Cañas, por la confusión que aquí se ha expuesto... Un caso donde el mito, sin embargo, parece tener efectos positivos en la voluntad de la población. Así, los vecinos se organizaron y comenzaron a exigirle una reacción a la Municipalidad de Florida, consiguiéndose unos meses después que fuera reemplazada por una nueva y de mayor resistencia.
Esta actual cruz de ladrillos fue reconstruida sobre el lugar donde estuvo la anterior, con dineros aportados especialmente por los vecinos de Santa Sofía de Lo Cañas. Fue inaugurada el 4 de septiembre de 2010 por la autoridad municipal, siendo bendecida en acto solemne por el Padre Lavín, de la Orden Salesiana. Nuevamente, y a pesar de las razonables dudas que he planteado sobre su supuesto vínculo con la sangrienta masacre de la Guerra Civil, se la volvió a presentar como la continuidad memorial de los sucesos del 19 y 20 de agosto de 1891 colocándose una placa en su base y haciendo difícil ya que pueda revisarse esta creencia que, curiosamente, se vio más expandida y difundida en la ciudadanía a raíz de la reconstrucción de la pieza.
Estéticamente, la nueva Cruz de Lo Cañas dista mucho de la majestuosidad vetusta e histórica que tenía la anterior, pero a ésta se la estima capaz de resistir con mejores proyecciones de longevidad los mismo embates naturales que terminaron echando abajo a la anterior, tras una larga lucha contra el tiempo.
Cruz de fierro en el lugar exacto de los fusilamientos.
Lo que queda de su inscripción conmemorativa.
El murallón de las ejecuciones y la cruz metálica, frente a frente.
UNA CRUZ METÁLICA EN EL LUGAR DE LA MASACRE
Coordenadas: 33°31'53.84"S 70°30'57.54"W
Las verdaderas cruces conmemorativas de la Matanza de Lo Cañas están muy al interior de donde se encuentra la referida cruz de albañilería, a unos cuatro kilómetros en línea recta desde ésta, que se extienden mucho más por las sinuosidades y trazados de los caminos. Y aunque el acceso podría ser más directo por este lado de Lo Cañas, siguiendo la línea de la Avenida Central, no lo recomiendo: se llega a una propiedad privada con bodegones y residencias interiores, donde los extraños no son muy bienvenidos ni por hombres, ni por perros, a veces confundibles por sus modales.
En el mencionado artículo de Rodríguez Rozas, se indican las características que tenía por entonces este paisaje, en la ya urbanizada ruta campestre y las desaparecidas viñas hacia la cruz del lugar regado por la sangre de los asesinados:
"El fundo todo de 'Lo Cañas' es de lomaje o cerro. La parte más próxima al valle la ocupan los viñedos; la intermedia, sembrados de toda especie, y la superior, en la que se hallan las casas de 'Panul', una montaba baja y enmarañada, mas no tanto que impida que el pasto crezca, sirviendo para la crianza".
Actualmente, sin embargo, se hace dificultoso el tratar de subir por este lado del vecindario, incluso por la mala voluntad de varios de los que entran al alto ex fundo interior de Lo Cañas, y que pasan a veces en elegantes vehículos por el camino más allá del final de la Avenida Central, internándose por el recinto privado: responden de mala gana cualquier consulta, a la vez que esculcan de pies a cabeza con la mirada y generalmente dando respuestas ambiguas sobre la ubicación del lugar de las cruces (deduzco que ni saben que existen), o diría más bien que interesados en recordar al visitante que está en terrenos particulares donde es un extraño... Cosa absurda, pues muchos ciclistas pasean por estos senderos y, además, por el lado oriente las calles entre estos loteos están totalmente abiertas y accesibles. Sólo contados trabajadores y residentes que uno encuentra ya en el sector más interior y por el otro camino que describiré, saben realmente dónde están las cruces y qué significan, atendiendo sin problemas las consultas... Los poco hospitalarios, en cambio, ignoran hasta lo más básico de la Matanza de Lo Cañas y no sirven de orientación.
La ruta que recomiendo en la actualidad para llegar hasta la cruz de metal que señala el lugar más preciso de la masacre, es la que sale desde más al Sur, al final de las calles Enrique Olivares y Las Tinajas. Se puede ingresar a pie o en bicicleta de montaña por los senderos del Fundo Zabala y del Bosque de El Panul hasta llegar a los caminos de las torres eléctricas de alta tensión, y doblar hacia el Norte hasta la proximidad de la quebrada. Es un lugar lleno de extrañas leyendas urbanas, que hablan de apariciones de criaturas nocturnas impensables, casi lovecraftianas, y de aterradores fantasmas que algunos creen almas en pena de las víctimas de la masacre. A futuro trataré de abordar éstas y muchas otras creencias del folklore local, que incluyen misteriosas galerías subterráneas, rumores de hechicería y presuntas maldiciones que pesaron sobre los lugares donde de decía que fueron sometidos a tormentos algunos de los prisioneros e inquilinos en 1891, como el desaparecido solar de Santa Irene y los bodegones que había en el sector de los potreros.
Desde el acceso a los bosques, se debe caminar entre 1.5 y 2 kilómetros entre casonas y cabañas que parecerían abandonadas si no fuera por los perros que salen desde ella a ladrarle a los intrusos. Pero, como dije, algunos residentes y huasos a caballo que por momentos aparecen en este apartado sector, ubican las cruces y pueden orientar al curioso. Se arriba así en los terrenos que pertenecieron al Fundo Walker Martínez y que más tarde fueron propiedad del Instituto Bacteriológico, en los orígenes de Lo Cañas.
El paisaje sigue siendo agreste y rural, pero ha cambiado desde aquellos años en que Rodríguez lo recorría al poco tiempo de ocurrida la masacre. Contaba el autor que se instalaron por entonces muchos carteles de homenaje a las víctimas con proclamas como: "¡Honor y gloria a los mártires de Lo Cañas!", "¡Honor a los que murieron por dar libertad a su patria!", "Gloria a los valientes jóvenes asesinados por el tirano!". Nombres de fallecidos y algunas fechas podían verse en ellos y en las paredes pintadas de cal dentro del fundo, aunque ahora ni siquiera quedan ya esos muros.
La cruz de fierro está casi en el acceso a una propiedad ubicada en la base del cerro Minillas, unos 200 metros antes del cruce con el Camino Longitudinal Sur por el llamado Sendero de Chile, donde estuvo en el pasado el mencionado fundo del Instituto Bacteriológico. Se llega tomando un senderillo menor que sale hacia los cerros desde el mencionado camino de la línea oriente de las torres, siendo necesario internarse unos 200 metros entre rejas, pircas y un paisaje rural que no debe diferir demasiado desde 1891 hasta ahora, o viéndose incluso más rústico que entonces, pues muchos de los campos y campamentos de inquilinos que antes existieron ya han desaparecido sin dejar huellas.
Éste es, pues, la cruz del mismísimo sitio donde tuvieron lugar las ejecuciones de la horripilante Matanza de Lo Cañas.
El fragmento de muro donde se realizaron las ejecuciones.
Las perforaciones serían rastros de los tiros dados durante el fusilamiento.
CARACTERÍSTICAS DE LA CRUZ Y EL LUGAR
La sobrecogedora y centenaria cruz está fabricada de fierro forjado. Tiene cerca de dos metros de altura y está montada sobre una base sólida de piedra y concreto, pero cambios del terreno sucedidos en estas décadas han ido agrietando y socavando parte del suelo que la sostiene. Su sitio está rodeado de grandes piedras, que parecen haber sido colocadas deliberadamente allí.
Cabe advertir que la cruz se encuentra justo al frente del trozo de muro que mencionamos en la entrada anterior, que se cree parte de la bodega contra la cual fueron puestos y fusilados los conjurados del fundo de Walker Martínez. Mirando su superficie de adobe sobre quincha y armazones de madera, se puede advertir la presencia de perforaciones que son interpretadas como huellas de las balas de los verdugos. Y la posición de la cruz con relación a esta pared da a suponer que se halla justo desde el lugar donde pudo haberse ubicado el pelotón de fusilamiento o muy cerca del mismo. Entre ambas pasa el sendero que conduce hacia la casa interior del terreno, donde se observa un inmueble con bandera chilena y otro de los perros que ladran coléricamente a los extraños.
Sin embargo, leyendo el citado artículo de Rodríguez Rozas, queda impresión de que inicialmente su lugar era ocupado por otra cruz: una de madera, que probablemente haya sido cambiada por la metálica en el aniversario de la masacre en agosto de ese mismo año o después. La pirca, la posición de la cruz y los muros de la bodega descritos a continuación por el autor, parecen coincidir con los mismos que actualmente pueden verse allí en el lugar:
"Próximo a la puerta de entrada a las bodegas, y en el espacio que queda entre ella y una pirca de piedra, fueron fusilados algunos de los esforzados jóvenes, no sabemos con precisión el número.
Una cruz de madera, clavada allí por la generosa mano del dignísimo cura de San Miguel don Miguel León Prado, se levanta y parece cobijar bajo sus brazos a las victimas, y nos hace concebir la dulce esperanza de que todas ellas han de ser felices en la otra vida. El mártir al morir debe volar rápido en dirección al cielo. Muere para vivir.
Numerosas coronas cubren la muralla, y tarjetas de deudos, y amigos, y admiradores, adornan la oscura pared de adobes, con caracteres en que se reflejan los más puros sentimientos de fe y amor a la patria".
La cruz metálica que hasta ahora existe allí, tiene pretensiones artísticas con mucho bucle y organicidad de curvas parecidas al período de la herrería decorativa art nouveau. Su diseño tiene cierta semejanza a la llamada Cruz de Santiago, y al centro de su crucero, en un espacio círcular, tenía una pieza metálica plana con caladuras formando la siguiente fecha, en caracteres de diseño tipo stencil:
AGOSTO
19 DE
1891
Esta pieza dentro de la cruz se ha ido deteriorando, sin embargo, no sé si por acción de la naturaleza (hay períodos en que la nieve llena todos estos paisajes) o por mero vandalismo. El caso es que se ha desprendido parte del círculo metálico llevándose la mitad de la inscripción con ella.
La cruz de madera de El Panul, sobre la loma.
Llegando a la gran cruz de madera.
UNA TERCERA Y ENORME CRUZ EN LO CAÑAS
Coordenadas: 33°31'58.00"S 70°31'1.22"W
La más antigua de las tres cruces, sin embargo, es la menos visible de todas. Está en la loma de un cerrito frente al Minillas, al costado Sur del terreno donde se halla el escenario principal de la masacre y la mencionada cruz de fierro con los restos de la bodega. Algunos senderos unen a ambas cruces sin grandes desvíos o dificultades para seguir la senda entre la vegetación.
Deduzco que ésta es la más antigua, porque ya vimos que la Cruz de Lo Cañas del borde del Canal San Carlos debe ser posterior a aquella época (no así la anterior que dijimos que había por ahí cerca), mientras que la metálica del lugar preciso frente al murallón de las bodegas no es vista por Rodríguez en el verano de 1892, encontrando en su lugar una previa hecha de madera y llevada allí por el sacerdote Miguel León Prado. Empero, es el mismo autor el que confirma ya entonces la presencia de la gran cruz conmemorativa del cerro:
"Se nos olvidaba decir que en el potrero, y cerca de las bodegas, sobre un gran peñasco, se ha colocado una gran cruz de madera, que ostenta numerosos letreros".
Esta estructura se encuentra sobre la mencionada loma, ascendiéndose a ella por unos senderos estrechos saturados de esa vegetación de bosque montano un tanto pervertida, pues intenta arrancarle la ropa a los visitantes con cada enganche o enredo en las innumerables ramas del tupido paisaje. Hacia la parte más alta, donde está la cruz, se observan algunos sillares o escalones de piedra que me parecen artificiales, y que podrían corresponder a antiguos intentos por mejorar la subida. Se cree que fue levantada allí por los deudos y familiares de los asesinados escaso tiempo después de lo allí sucedido.
Esta cruz es bastante sencilla. Está en la parte más alta del cerrito aunque la vegetación no la hace visible desde todos lados del terreno más bajo. Se encuentra encastrada sobre una sólida base escalonada de gradería de roca y concreto, de forma cuadrada y con cuatro niveles. La cruz es de madera, calculo que de unos 6 metros de altura, pintada blanca y con un refuerzo metálico en su crucero. Sin duda, debió ser un desafío tremendo el levantar esta estructura allí arriba y que, si bien luce aún firme, el tiempo ha ido encorvándola levemente hacia un costado y su espalda, como si se casara de estar erguida desde hace tanto ya.
Aunque ya no tiene los carteles que observó Rodríguez en la cola del siglo XIX, su actual superficie agrietada y resquebrajada por el tiempo ofrece una gran cantidad de inscripciones ya ilegibles, hechas por visitantes y de seguro acumuladas en el siglo y casi un cuarto transcurridos desde que fuera colocada ese mismo año de 1891. He oído que es de roble, pero no soy capaz de poder confirmar esta característica en los dos grandes tablones de madera que le dan forma.
Ésta es, acaso, la más representativa de las cruces conmemorativas de la Matanza de Lo Cañas, por el hecho de ser la más vieja de las piezas que allí existen y que se identifican como memoriales de las víctimas.
Cabe recordar, sin embargo, que tanto este lugar como el de la cruz de metal han sido acosados por el avance de los proyectos inmobiliarios sobre El Panul, por ahora detenidos a no demasiada distancia de estos bosques y montes. Fue la razón por la cual la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) solicitó la intervención del Consejo de Monumentos Nacionales, hacia el año 2005.
Vista de la gran cruz desde atrás, con la ciudad de Santiago frente a ella.
Sorprende la altura de la estructura allí colocada sobre el cerro.
EL MONUMENTO DEL CEMENTERIO GENERALCoordenadas:  33°24'54.71"S 70°39'3.34"W
Sin embargo, el principal de los memoriales y único con auténticas características de monumento, está a bastante distancia de Lo Cañas: en el Patio 38 del Cementerio General de Recoleta, en el cruce de las calles Dávila y Cipreses.
Este estupendo conjunto de pedestal y estatua de bronce fue inaugurado el 1° de noviembre de 1896, según anotó Enrique Espinoza en la cuarta edición de su libro "Jeografía Descriptiva de la República de Chile Arreglada", publicado al año siguiente en Barcelona. Desconozco si se la quiso hacer coincidir con el primer lustro de aniversario de la matanza y hubo algún retraso, como varias veces ha sucedido con los homenajes del monumentalismo en Chile, aunque la fecha del Día de los Muertos también parece apropiada para develar un homenaje como éste en el camposanto.
La obra es de autoría de don Virginio Arias, según observo en fuentes como una "Revista Chilena de Historia y Geografía" de 1929. Esto explica quizás cierto parecido formal y conceptual con otra obra suya titulada "El Descendimiento de la Cruz", en el Museo Nacional de Bellas Artes, además de su calidad expresiva. Ciertas fuentes en internet y revistas de arte fechan erróneamente esta obra en 1900, lo que debe ser un error o confusión. Fue financiada con una campaña de suscrición popular y erogaciones aportadas por la ciudadanía, siendo terminada justo hacia los días en que la historia hacía también las paces con el fallecido Presidente José Manuel Balmaceda, realizándole las exequias con honores que se le debía desde la caída de su gobierno y su suicidio. Familiares de los fallecidos participaron de la recolección de fondos y gestiones para instalar el monumento.
En una cripta bajo el mismo, hay una bóveda que guarda los restos de victimas de la masacre, varios de los cuales en 1891 habían sido depositados en un fosa común y sin poder ser reconocidos, por el estado en que habían quedado tras ser pasados por la violencia de las armas y la fuerza destructiva del fuego.
La figura de bronce de buenas proporciones, muestra a una alta mujer con la cabeza coronada por laureles y una estrella invertida (simbología con más de una posible interpretación), en representación de la Patria. Abraza a un muchacho caído que simboliza a las víctimas de la masacre, sus leales hijos mártires. El sujeto agónico empuña aún un asta con estandarte, metáfora de su sacrificio por Chile.
El pedestal escultórico lleva las siguientes inscripciones, partiendo por la del frente que apunta hacia el oriente:
PRO PATRIA
"LO CAÑAS"
Agosto 19 i 20 de 1891
ERIGIDO POR SUSCRICIÓN POPULAR
1° DE NOVIEMBRE DE 1896
En el resto de las caras de este pedestal, se pueden leer los nombres de las víctimas con la siguiente distribución (originalmente en caracteres de mayúsculas, y acá conservo la grafía original), sumando 41 nombres:
CARA NORTE
CARA OESTE
CARA SUR
  • Wenceslao Aránguiz V.
  • Rosario Astorga
  • Aquiles Arreos
  • Pablo Acuña
  • Vicente Borne C.
  • Arturo Barrios
  • Santiago Bobadilla
  • Ysaías Carvacho
  • Manuel Campino R.
  • Joaquín Cabrera
  • Luis Correa
  • Juan Cruzat
  • Zenón Donoso
  • Desiderio Escobar
  • Carlos Flores E.
  • Ygnacio Fuenzalida C.
  • Arsenio Gossen
  • Manuel Guajardo
  • Demetrio González
  • Miguel Hernández
  • Ramón Yrarrázabal T.
  • Manuel Mesías
  • Jovino Muñoz
  • Marcelino Pinto
  • Juan M. Martínez
  • Gregorio Pinto
  • Antonio Poupin
  • Manuel Roldán
  • Juan Reyes
  • Alberto Salas O.
  • Nicomedes Salas
  • Bonifacio Salas
  • Mateo Silva
  • Pedro Torres
  • Arturo Vial S.
  • Guillermo Varas P.
  • Luis Y. Valenzuela
  • Nicanor Valdivia
  • Ysmael Zamudio A.
  • Daniel Zamudio F.
  • Luis Zorrilla M.
La obra se encuentra un poco deteriorada por los bordes superiores del pedestal y sus accesorios decorativos, al parecer por acción vandálica, aunque su estado general es bastante bueno si se la compara con otras figuras históricas del Cementerio General afectadas por la destrucción progresiva y el maltrato.
Pocos de los que miran esta obra quizás comprenden hoy su significado profundo y su alusión a las víctimas de otra más de las masacres olvidadas de la historia de Chile; de esas donde obreros, aristócratas, comunistas, sindicalistas o nacionalsocialistas han sido igualados bajo el férreo y cruel rigor de la violencia política, misma que ha sido parte de nuestra propia semblanza nacional.
El monumento en el cruce de calle Dávila y Cipreses, en el Cementerio General.
Vista desde el costado y atrás.
Las figuras de la Patria y el mártir, en el monumento. Se observan daños en el pedestal.
Detalle de las figuras.

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