Coordenadas: 33°26'20.74"S 70°41'28.22"W
En calle Santo Domingo 4105, en la esquina con Patria Nueva y a sólo pasos de la Autopista y de la Estación Metro Gruta de Lourdes, se alberga uno de los secretos mejor guardados de la vida popular y folklórica de la comuna de Quinta Normal: el bar y restaurante "Sociedad Mutualista Unión Fraternal", quizás uno de los últimos bastiones de este tipo que todavía quedan en pie por este lado de la ciudad de Santiago, cuya antigüedad se nos pierde en los calendarios.
El nombre deriva de la asociación a la que pertenece, habiendo nacido como casino y club con comedores de la misma: la Sociedad Mutualista Unión Fraternal, grupo de asistencia solidaria creada principalmente por obreros el 2 de octubre de 1873, con personalidad jurídica N° 2324. Adaptando el largo nombre, sin embargo, quizás la mayoría prefiere hablar de él como restaurant "El Fraternal", aunque veremos que tiene varios motetes más. Su símbolo son dos manos estrechándose dentro de un engranaje rotario, en algunas versiones con una antorcha coronando la unidad representada.
Don Mauricio Rodríguez, actualmente a cargo, me cuenta desde la barra de tragos que este clásico boliche fue fundado para la sociedad poco tiempo después del nacimiento de la misma, aunque su ubicación era originalmente, en una desaparecida casa esquina de este mismo sector, pero hacia el lado de calle San Pablo. Revisando antiguos documentos del Congreso Nacional de Chile, particularmente de la Cámara de Diputados hacia los años sesenta, encuentro una dirección para la Sociedad Mutualista Unión Fraternal en San Pablo 4164, que podría haber correspondido a la anterior.
Más o menos desde el último cambio de siglo y milenio juntos, la administración de la antiquísima casona que ocupa hoy el restaurante está en manos de Rodríguez y sus empleados, atendiendo con esmero y dedicación esta joyita histórica. Lo hace junto a los veteranos mozos que aquí trabajan aquí, en esta casona que "debe tener más de 100 años ya", según nos confiesan adentro... Y yo creo que hartos más que esos.
Llamado entre los vecinos y concurrentes también como "La Mutualista", "La Unión Fraternal", "Unión Fraternal Casino y Restaurant" o simplemente "La Unión", "El Fraternal" como ya hemos dicho (así se publicita en el cartel colgante frente al acceso) y hasta "El Frater", se recuerdan fiestas memorables en estas salas cómodas y espaciosas, varias decoradas con antigüedades (salamandras, máquinas de escribir, barricas, máquinas de coser, etc.), cuadros pictóricos y fotografías clásicas. Siendo técnicamente un club social más que un bar o restaurante, es un lugar con aires de picada que intenta mantenerse limpio y pulcro, con manteles amarillos y verdes en todas las mesas y servilletas de tela en las copas.
Las comidas típicas de las mesas chilenas están señaladas en carteles e incluso en rayados de la propia fachada: empanadas, parrilladas, bife a lo pobre, conejo escabechado, chancho silvestre, arrollado, pastel de choclo, pollo al cognac, pollo al pil pil, pernil con papas, costillar, guatitas a la jardinera, chupe de guatitas, etc. Mi renuncia voluntaria a las carnes corrientes me motiva a pedir pescado frito con puré y ensalada, incluido el loable detalle del pancito con mantequilla y crema picante. El plato es tan grande que termino luchando con mi propio reflejo de satisfacción alimentaria para terminar. El postre de huesillo en su dulce jugo viene a cuenta de la casa, y para los bolsillos en apuros, también se ofrecen pequeñas listas de platillos para la colación del día. Para el guargüero están las cervezas, ponches, borgoñas, piscos sour, tintos y blancos, aunque el mozo -de perfecto traje negro- me recomienda probar el "terremoto" que aquí ofrecen, con la promesa de que es otro de los mejores de la urbe.
En muchos aspectos, la impecable mixtura de folklore con oferta culinaria, además de la ornamentación chilena y popular, pueden poner a este negocio a la altura de otros pocos parecidos de la Quinta Normal, como la sorprendente "Capilla Los Troncos" de la que ya he hablado: en términos generales, corresponde a una categoría especial de refugios con espíritu y sabor, acaso locales con vida cultural propia y una energía de identidad que fluye desde y hacia el resto de la ciudad, recíprocamente. A su vez, esa distancia geográfica de los grandes centros comerciales de la metrópolis le han permitido mantener un aspecto más rústico y auténtico, no influido por criterios revisores como sucede con otros conocidos focos de recreación beoda, alejados del núcleo urbano más céntrico. Es el mismo caso del "Pipas Bar" de Macul o el querido "Negro Bueno" de La Florida, según mi impresión.
Dicho de otro modo, estamos frente a un sitio digno de algo así como el grito "¡Hay ambiente!" que proclamaba Rakatán en sus recordadas críticas bohemias, pero con un enfoque más popular, más obrero y más folklórico.
Detrás de la chillona puerta de acceso con esas campanitas tipo carillón anunciando a las visitas, me gusta de inmediato un buen detalle dentro del local: hay salas pequeñas e íntimas que seguramente aíslan un poco del boche exterior en los días de mayor concurrencia, todas conectadas al pasillo hacia el fondo, donde está el bar recargado de decoración y botellas coloridas, verdadera taberna de placeres y felicidades para el público que se fascina con las modestias sin ostentaciones innecesarias.
La más grande de todas estas salas está por el frente y es un comedor con escenario hacia el lado de la fachada que da a la calle. Allí han sonado grandes presentaciones de grupos cuequeros, orquestas bailables otros músicos populares, razón por la que el local también ha sido llamado "La Fonda" entre sus comensales, otro nombre que acá aprovechan para promoverlo con carteles colocados por el sector de calle Patria Nueva convidando a los curiosos a pasar. Famoso era un cantante y tecladista que alegraba con su arte estos bailes de largo tiro, viernes y sábado. Estos encuentros solían extenderse hasta avanzadas horas de la madrugada, especialmente con los bailables y artistas de dobletes en las noches de fin de semana. Algunos colectivos, como el Centro Social y Cultural "El Romerito", incluían allí en el boliche presentaciones con folklore urbano más teatro en vivo y algo parecido al café concert.
Empero, esta fonda urbana se ha vuelto un poco silenciosa en estos meses: ciertos conflictos con la municipalidad han apartado momentáneamente a sus alegres cuequeros, orquestas y dobles de artistas famosos, pero me juran que volverán pronto a "El Fraternal". Mientras tanto, el escenario es ocupado por un gran monitor con la televisión abierta encendida y las melodías han sido desplazadas por la radio, a la espera del regreso de guitarras, panderos y sonajas.
Esperaremos, entonces, que el canto popular y festivo retorne a estos salones de la Quinta Normal custodiados por la magnificencia monumental de la Basílica de Lourdes, recordándonos que este local es uno de los últimos de su género y de tal antigüedad sobreviviendo en la ciudad de Santiago, como un secreto bastión rodeado por el frenesí del cambio, del progreso y de la alteración total e incontenible del modus vivendi de toda una sociedad.