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"EL BOLETISMO ILUSTRADO": LA HISTORIA DEL TRANSPORTE COLECTIVO RETRATADA EN SUS PROPIOS BOLETOS

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Coordenadas: 33°26'34.50"S 70°38'42.35"W (Estación Santa Lucía)
Ya he comentado en este blog sobre las interesantes exposiciones con que suele sorpredener al público la vitrina del Departamento de Comunicaciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) en el andén Sur de la Estación Metro Santa Lucía: "La Magia de Molina La Hitte (1906-1970)" en 2011,"Las vacaciones de nuestros abuelos" y"Paisajes y gente de Chile" en 2012, y más recientemente "Salitre de Chile: El oro blanco traspasa las fronteras", todas preparadas y montadas por mi amigo el periodista, coleccionista y talentoso investigador Víctor Mandujano.
En estos precisos momentos, más precisamente a partir del pasado fin de semana, se puede encontrar allí en la misma vitrina DIBAM una nueva y valiosa muestra, quizás una de las mejores que han pasado por detrás de esos cristales: "El Boletismo Ilustrado II", con una brillante y pulcra exposición de imágenes de boletos de micro y transportes públicos en general. Compuesta por piezas del año 1875 hasta 2007, pertenecen a las colecciones de Francisco Riquelme y del propio señor Mandujano.
Debo comentar que ya antes, en 2009, se había expuesto una muestra de similar tenor en la misma vicrina, titulada "El Boletismo Ilustrado" y de la que esta es su segunda parte. Esperaba con ansias esta muestras desde mi último regreso a Santiago, y la verdad es que la espera ha quedado ampliamente complacida.
Se recordará que los boletos, particularmente del sistema de microbuses entre los cincuenta y los ochenta, fueron toda una institución en la historia urbana popular chilena y muy especialmente en la de Santiago... Los mismos que volaban por nuestras calles como hojas de otoño, aunque durante todo el año, en aquel tiempo cuando era imposible saber que algún día se volverían piezas de culto.
Tanto abundaban por las calles estas pequeñas etiquetas de papel, de hecho, que en el alguna vez famoso juego infantil ochentero de al pegar-pegar había un desafío llamado "la micro con boleto", que consistía en ir a recoger raudamente uno de estos para subirse en la espalda del pobre burro que hacía de microbus y pasar la prueba.
Sin embargo, estos boletos eran frecuentes objetos de fraudes: además de las incontables veces en que el chofer no los entregaba quedándose con el dinero pagado por el pasajero (a veces en colusión tácita con él, que pagaba un poco menos por el truco), especialmente a los escolares, ciertos micreros tenían la costumbre de hacerles las llamadas "falditas": cortes estratégicos que no iban por el prepicado de la tira que dividía los boletos y que permitía sacar adicionalmente uno o dos de ellos cada diez cortes aproximadamente, recaudo que iba derecho a sus bolsillos.
Con relación a lo anterior, quizás pocos recordarán ya los "premios" que se ofrecían para incentivar a usuario a pagar y pedir su boleto sin devolverlo evitando estas prácticas, pues retener la pieza era el único mecanismo de medición del flujo de pasajeros en esos años: desde los millones de boletos que se canjeaban por una silla de ruedas en campañas de beneficencia, hasta aquellos que venían con un sistema similar al de "raspe y gane". También había unos con letras, donde se desafiaba al usuario a formar con varios de ellos una palabra o frase ganadora, recibiendo un premio.
Los boletos, al igual que los títulos de los antiguos recorridos del sistema de microbuses y taxibuses, fueron una herencia de los tiempos del tranvía y del ferrocarril urbano. Aprovecho de recordar que ya he publicado aquí en el blog un par de síntesis sobre la historia de los tranvías de Santiago y del sistema general de transportes en microbuses por la capital, hasta su transformación total con el nefasto Transantiago que actualmente amarga la vida de los santiaguinos.
Son más de 210 los boletos de este tipo que se encuentran en la exposición, haciendo un perfecto retrato de la evolución del sistema y de la iconografía popular relacionada con estas mismas piezas: desde aquellos con la swástika de lubricantes"Energina" hasta los célebres pingüinos del boleto escolar E.T.C. en los sesenta, que fomentaran este apodo generalizado para los estudiantes de uniforme. Pueden observarse allí también otros valiosos ejemplares como la "rueda con alas", el conejito del transporte en San Antonio, los piratas del la SALF, el indiecito tipo Little Hiawatha de la línea El Cortijo o los felinos gemelos de Los Leones, además de los incontables numerados y los que tenían dibujos de los vehículos de transporte respectivos. La colección incluye también viejos boletos del sistema ferroviario y, como excentricidad, algunos que incluso aparecen impresos con errores.
Así pues, la muestra "El Boletismo Ilustrado II" se divide en las siguientes secciones:
  • Los antiguos (1875-1970)
  • Bellas piezas y series
  • Regiones (Arica a Punta Arenas)
  • Los Escolares (1950-2012)
  • No devuelva el boleto
  • Casa de Moneda (1988-2003)
  • Gran Santiago (1990-2005)
  • Interprovinciales Santiago (desde 1990)
  • Faltas de ortografía
  • Los trenes (1926-2000)
  • Llegó el Transantiago (2005-2007)
La página web de la DIBAM presentando la muestra, aporta un poco más de profundidad sobre la información que puede encontrar el espectador allí en la exposición de la estación del Metro:
"Los boletos más perfectos son los impresos por la Casa de Moneda, que tenía la imprenta de mayor calidad en Chile. Más adelante surgieron otras que comenzaron a producir, a menor costo, boletos con diseños muy diferentes, a veces impuestos por los propios dueños de las “máquinas”. Entre éstas se destacan Roensa, Impresores 27, J. Mora y Jormar.
Las series más hermosas son las de la línea El Golf-Matucana, que lanzó a inicios de los 90, grupos conmemorativos de Vacaciones; Bomberos; Medios de Transporte; Fiestas Patrias; Navidad; Industria Nacional, etc. La iniciativa fue imitada por la línea Cerro Barón, de Valparaíso, que editó una serie con 198 boletos diferentes (turismo, animales y paisajes).
Otras piezas muy codiciadas son las Lokal Trafik, que en su dorso incluyen fotografías de algunos Presidentes de Chile, folcloristas, poetas y, por cierto, los anteriores a 1950.
Una de las series más buscadas es la del Bicentenario nacional, con seis momentos históricos de la movilización colectiva en el país y textos del sitio Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional.
La exposición incluye también notables fotografías de época pertenecientes a los archivos del Museo Histórico Nacional y Biblioteca Nacional, las que contextualizan las épocas a las que se refiere cada uno de los capítulos de la muestra".
Don Víctor me ha proporcionado muy gentilmente algunas imágenes (que he publicado acá para complementar la entrada) y textos relativos a su valiosa colección, y que vienen a completarme gran parte de esta historia del transporte colectivo chileno retratada en tales piezas. Allí se observa que los perfectos boletos impresos en la Casa de Moneda duraron hasta 1980, más o menos, en una parte de la historia del diseño gráfico nacional que ha sido deficientemente abordada por los revisores culturales, según nuestra impresión. Se advierte, además, que la filosofía de producción de estos boletos muchas veces toca tradiciones más propias de la filatelia y de la numismática, produciendo iconografías que se acercan bastante al arte de la estampilla, la moneda y el billete.
Estas piezas, además, hacen un bosquejo de tiempo y evolución general de la línea histórica del sistema: los "carros de sangre", los mencionados tranvías eléctricos, las góndolas a bencina antepasadas de las micros y que aparecen en 1919, la poluta época de micros y liebres, seguida de las micros amarillas y, finalmente, el actual Transantiago... Quedará en la reflexión de cada lector si esta secuencia fue de desarrollo o de involución.
Las fotografías que se han dispuesto como complemento para la exhibición muestran escenas tales como los trabajos de tendidos de rieles para tranvías en la Alameda hacia 1928 y el paso de estos carros por la misma arteria frente al Cerro Santa Lucía hacia 1950, además de una bomba de bencina "Energina" e imágenes de niños colgando de la popa del un trolebús hacia los años sesenta, entre otras fotografías históricas.
La ordenada, bella y nostálgica exposición estará montada durante todo el mes de junio, por lo que es del todo recomendable una pasada por la Estación Santa Lucía a quienes quieran recordar aquellos tiempos en que esas piezas nada valían, perdiéndose en nuestros bolsillos o como marcadores improvisados de libros, y quizás sirvan también como una curiosa revelación a las generaciones más jóvenes que no los conocieron.

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