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LA PLAZA DE LA VICTORIA DE VALPARAÍSO, PARTE II: LA FUENTE, LAS ESTATUAS Y UNA REVISIÓN A SU LEYENDA NEGRA

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Detalle de la fuente y estatuas en fotografía de la Plaza de la Victoria y sus estatuas hacia 1888, en el "Álbum Vistas de Valparaíso", de Félix LeBlanc.
Coordenadas: 33° 2'46.49"S 71°37'11.72"W
Ya vimos la historia de la Plaza de la Victoria de Valparaíso en la entrada anterior, y de cómo ha acompañado con su propio cajón de recuerdos la historia del puerto desde sus orígenes urbanísticos, pasando de ser un viejo terreno en orilla de playa al parque que es hoy. Ahora quiero detenerme un poco en la ornamentación e infraestructura artística de la misma, ya que merecía un capítulo propio.
Sin embargo, antes de entrar en materia, debe recordarse que uno de los mitos urbanos más atroces, odiosos y porfiados sobre la historia de Valparaíso, es la gansada sobre el supuesto origen de la Fuente Monumental y las estatuas ornamentales de la patrimonial plaza del puerto, como trofeos de la Guerra del Pacífico traídos desde Lima: como sucedió alguna vez con el Neptuno de la Plaza Pinto, los Leones de Providencia y hasta la Fuente de la Plaza de Armas de Santiago, esta memez ha sido rumiada incluso en guías turísticas, hasta hace pocos años.
Por mi parte, recuerdo que hasta tuve una fuerte discusión epistolar al respecto, con un "experto" en temas de historia que se presentaba por entonces como uno de los asesores de la comisión de investigadores encargada de identificar los libros de la Biblioteca de Lima que estaban en nuestra Biblioteca Nacional (nunca verifiqué esta supuesta referencia profesional), devueltos hace varios años ya. Me reservaré su identidad, pues dudo que siga sosteniendo semejante patraña y apostaría a que ya se retractó de tales creencias... Salvo que su militancia en algún partido político le exija lo contrario, se entiende.
Siendo esta leyenda negra fácil de desmentir con sólo revisar la prensa de la época, se conoce de sobra que la tozudez ideologizada no interactúa con los argumentos, sino con las pasiones y los dogmas monolíticos. De todos modos, y despejando un poco estas creencias, continuaré el capítulo anterior de este doble artículo abordando el origen histórico y los hechos concretos con relación a la ornamentación de la Plaza de la Victoria.
La plaza después del terremoto de 1906, en detalle de imagen publicada por la revista "Sucesos". Se observa el antiguo kiosco de hierro, uno de los postes de alumbrado y, al fondo, el antes lujoso Teatro de la Victoria, en ruinas.
La fuente y las estatuas, además de dos vistas de la plaza, en imagen publicada en 1910, en "Valparaíso 1536-1910, recopilación histórica, comercial y social", de Juan de Dios Ugarte Yávar. A la sazón, la plaza con el aspecto de senderos circulares interiores que aún conserva, llevaba sólo 5 años de remodelada.
LA FUENTE MONUMENTAL Y EL PROYECTO
La magnífica gran fuente y los demás ornamentos de la Plaza de la Victoria, son anteriores a la Guerra del Pacífico, como observaremos. Sin embargo, parte de la creencia que serían trofeos de guerra surge, quizás, de otra interpretación errada (o tendenciosa): que se llamaría Plaza de la Victoria aludiendo a la Guerra del Pacífico (1879-1884), cuando en realidad se refiere al triunfo de Yungay en la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana (1836-1839), como ya mimos en la primera parte. Se trata pues, de un error fundado sobre otro error.
Las obras ornamentales de marras -independientemente de lo que algunos quisiera creer sobre ellas- fueron encargadas a Europa por una gestión iniciada por el ilustre Intendente José Ramón Lira Calvo. Fuente y estatuas fueron adquiridas por catálogo a la célebre casa metalúrgica parisina Val d'Onsé, de la que hemos hablado ya en con relación a sus muchas obras existentes en Santiago.
La fuente antigua que existía en la plaza, instalada hacía no tantos años en 1852, iba a ser reemplazada por la nueva llegada a Chile en 1868, de hierro bronceado y magnífica factura, aunque debió pasar cuatro años desarmada en unas bodegas, esperando la ocasión para que fuese llevada a su lugar elegido.
El proyecto de hermoseamiento fue consumado en los días de la administración de don Francisco Echaurren Huidobro, quizás el mejor de los intendentes que haya tenido Valparaíso en toda su historia. El pago de todas las obras y la adquisición concluye hacia 1875-1876, cuando comienzan a ser instaladas. Los pagos quedaron a cargo de las arcas municipales, aunque parte de los costos que involucró el esfuerzo de reforzar el esplendor del puerto, los habría asumido el propio Echaurren, según se cuenta, tal vez ya en la parte de ejecuciones, tal como sucedió por esos mismos años con el Intendente Benjamín Vicuña Mackenna y su transformación del Cerro Santa Lucía en un paseo para Santiago.
La esplendorosa Fuente Monumental pudo ser instalada en la Plaza de la Victoria recién en 1877, dato que verifico en documentos como el catálogo "Monumentos públicos de la V Región de Valparaíso", del área de historia forense de la Policía de Investigaciones de Chile. La retirada fuente anterior, de naturaleza escultórica como hemos dicho, sería la misma que se trasladó después a Limache.
La obra corresponde al mismo modelo de enormes fontanas artísticas que existen también en la avenida Córdoba de Buenos Aires, en el Place de l'Assemblee Nationale en Quebec, otra del Boston Common en Massachusetts, en Champagne, Bordeaux, Liverpool, Genève y Tasmania, entre varios otros sitios. Hemos descrito sus características al referirnos a la que existe en Tacna, Perú, denominada allá Fuente de los Dioses del Mar, correspondiente a otra del mismo diseño.
Se trata de una fontana basada en la obra del escultor Mathurin Moreau de 1854, cuyo primer segmento sobre el pilón de aguas está custodiado por las figuras de cuatro dioses clásicos de aguas y mares:
  • Neptuno: o Poseidón, el señor soberano de los mares del mundo.
  • Anfítrite: o Salacia, su hermosa nereida y amada esposa.
  • Acis: dios del río homónimo en Sicilia, cercano al Etna, a veces asociado a la imagen de Tritón.
  • Galatea: nereida amante de Acis y creadora de su río, que a veces se interpreta como Roda, hija de la pareja de reyes marinos.
Cabe comentar que las imágenes de Neptuno y Anfítrite son las mismas que pueden verse en la fuente a espaldas del Cerro Santa Lucía de la ciudad de Santiago, en Victoria Subercaseaux llegando a Merced, y que antes pasaron una larga vida en el Parque O'Higgins (ex Parque Cousiño).
Sobre las cabezas los mencionados dioses, se extiende un gran plato octogonal cuyo diseño parece aludir al reloj solar horologion y los ocho dioses cardinales de la Rosa de los Vientos (Bóreas, Austros, Euro, Céfiro, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis). Le sigue un nivel de cuatro niños con aspecto de querubines sobre peces de diseño barroco, de espaldas entre sí y tomándose las manos, y sobre ellos un plato menor, remata en la parte más alta con una forma de ánfora con grutescos y surtidores de agua, a más de seis metros y medio de altura.
La fuente fue restaurada recientemente, en el verano de 2015, ocasión en la que se le dio mantención y también se recuperó un antiguo pozo de aguas para riegos. En general, el estado de la plaza y su fontana es bastante positivo desde entonces, a diferencia de otras áreas verdes del puerto.
La fuente y el centro de la plaza con sus actuales faroles.
La fuente de aguas, su estanque y jardines de roquera.
Los dioses clásicos de aguas y mares, en la base.
Los dos niveles de platos de aguas de la fuente francesa.
LAS CUATRO ESTACIONES
Las estatuas denominadas las Cuatro Estaciones, en tanto, formaron parte de las mismas adquisiciones a Francia y están dispuestas alrededor de la fuente, en los bordes de los senderos que llegan al círculo central, constituyendo otro de los símbolos más potentes de la Plaza de la Victoria y de toda la iconografía turística o cultural de Valparaíso.
Llamadas también las Cuatro Diosas o las Cuatro Mujeres, si bien el diseño varía en cada representación, el concepto ha estado presente o interpretado en muchas otras plazas y parques de Chile, como la de Copiapó, la  de San Felipe, en el Cerro Santa Lucía de Santiago o en la Plazoleta de Santo Domingo en La Serena. Las fundiciones artísticas francesas fueron grandes promotoras de este concepto.
Las de la plaza porteña, particularmente, con cerca de dos metros y medio o más de altura sin contar el alto de los plintos, tienen las siguientes características:
  • La Primavera: es la más joven y ligera de ropas de las muchachas, sosteniendo con sensualidad una flor con su mano derecha, que ha sacado de un ramillete completo que tiene en la izquierda. Se ubica hacia la esquina de Condell con Edwards.
  • El Verano: es una mujer más sobria, con un peinado en tiara y vestida con ropas sencillas, que sostiene en su mano derecha unas mieses. Se sitúa hacia la esquina de Edwards con Chacabuco.
  • El Otoño: es una dama alta y sofisticada, con un peinado con tocado o diadema de hojas y unas frutas en su mano izquierda. Se ubica hacia la esquina de Condell con Molina.
  • El Invierno: es la que se ve más madura y de cabello largo, con un vestido de manto que tapa parte de su cabeza y envuelve su cuerpo doblado, mientras calienta sus manos con un pequeño brasero. Se encuentra hacia la esquina de Molina con Chacabuco.
La primera imagen del grupo fue instalada en su pedestal el 6 de febrero de 1877, con gran atención y aplauso de la ciudadanía, aunque a la prensa no le agradó su emplazamiento y lo criticó. Y como curiosidad, cabe observar que estas estatuas hoy están dispuestas de frente hacia la Fuente Monumental, desde sus respectivas posiciones dentro de la plaza; sin embargo, al observar imágenes antiguas de la plaza se advierte que su posición original era dándole la espalda a la fontana.
Existen ciertas interpretaciones imaginativas sobre lo que representarían realmente estas estatuas y su disposición en la plaza, particularmente asociándolas a la simbología masónica. Sí es un hecho que la calle Victoria fue importante para la Logia en el puerto, con más de alguna sede y club por el sector.
Los terremotos del 8 de julio 1971 y del 3 de marzo de 1985 causaron daños en las estatuas del Invierno y el Verano, respectivamente, derrumbándolas de sus pedestales. Curiosamente, cada sismo atacó a la estatua que correspondía a la estación del año en que sucedió. Por las postales que existen, se observa también que después de estos episodios sísmicos fueron cambiados los pedestales de todas las estatuas, que antes eran de considerable mayor altura, hoy reducidos a un plinto graduado.
La Primavera.
El Verano.
El Otoño.
El Invierno.
EL KIOSCO DE HIERRO
Con estos conjuntos ornamentales de los años previos a la Guerra del 79, también se instaló un hermoso kiosco de música a un costado de la plaza, otra pieza metálica de fabricación francesa con claras influencias de la Escuela de Gustav Eiffell, que se ubicaba en donde está actualmente una glorieta más moderna y menos espectacular.
Según autores como Baldomero Estrada, en su "Valparaíso: sociedad y economía en el siglo XIX", la llegada de este kiosco tiene lugar en 1876, cuando se instalaron varios odeones y glorietas de este tipo en las plazas del puerto, destinados a servir de pequeños escenarios para las orquestas de músicos. Su belleza recuerda otras obras del mismo tenor artístico, adquiridas en Chile por el mismo período de grandes remodelaciones urbanísticas en las ciudades, impulsadas por visionarios como Vicuña Mackenna.
El hermoso kiosco-glorieta de la Plaza de la Victoria, muy francés y victoriano en sus líneas de diseño, fue levantado al poniente dentro de la cuadra ocupada por la misma plaza. Era de dos niveles, a diferencia del actual, con una escalera de acceso. Motivos de sus forjas en enrejados y pretiles parecen ser los mismos o muy parecidos a los que se pusieron en algunos lugares de los jardines de la plaza y sus senderos, contorneándolos, y que todavía se observan en imágenes de los tiempos cercanos al Primer Centenario.
Por las mismas fotografías antiguas, sin embargo, se verifica que, originalmente y desde que fuera instalado, el viejo kiosco era más bien una plataforma elevada de arquitectura modular en hierro, sobre la cual se instaban bandas y oradores de mítines políticos. Sin embargo, hacia 1910 aparece ya con un singular techado de vertientes muy apropiado a su estilo romántico y neoclásico. Según información publicada en el sitio de la Corporación Patrimonio Urbano, este cambio habría tenido lugar en 1903, con las mejoras realizadas durante ese año y que incluyeron la instalación de esta cubierta, aunque tendemos a creer que su aspecto final resultó más bien de la gran intervención de 1905.
El kiosco sigue observándose en las imágenes por largo tiempo más, hasta la modificación de los años sesenta que cambió el pavimento de la parte dura de la plaza por los pastelones en diseños estroboscópicos y ondulantes. Según parecería, en aquella época es reemplazado por la actual glorieta, de menor altura y más sobria, aunque recuerda un poco en sus líneas al excelente pieza anterior.
Detalle del remate de la fuente de aguas.
Los leones rescatados del desaparecido Teatro de la Victoria. Se observa también el diseño de las baldosas incorporadas en los años sesenta. Entre ambos felinos, al fondo, creemos que están los restos de la encina trasplantada en la inauguración de los trabajos de 1905.
Vista de ambos leones. Al fondo, la actual glorieta de la plaza.
OTRAS ESTATUAS Y FIGURAS
Otras estatuas del conjunto del parque y que muchos confundieron algunas veces con las Cuatro Estaciones, de esta misma época y partidas, corresponde a las las alegorías de las actividades que dieron prosperidad a Valparaíso:
  • Marinería
  • Agricultura
  • Industria
  • Comercio
Empero, por haber quedado dispuesta en lo que es la actual Plaza Simón Bolívar, prefiero referirme a ellas en una futura entrada y no en ésta sobre su vecina más vieja.
Como a muchos otros edificios del entorno, el terremoto del 16 de agosto de 1906, destruyó -esta vez para siempre- al histórico Teatro de la Victoria. Por esta razón, al ser demolidas sus ruinas y las del vecino edificio de la Prefectura, se trasladan los leones del acceso del siniestrado teatro hasta una ya desaparecida doble pila espejada de aguas en la Plaza de la Victoria, donde permanecen hasta ahora.
Como no podían faltar, sin embargo, algunos mitómanos también han caído en la tentación de señalar estos leones echados sobre pedestales y vigilantes, como otros "recuerdos" traídos por la soldadesca desde Perú.
Y aunque no sean piezas de naturaleza artística como las Cuatro Estaciones o los leones, sino más bien piezas funcionales, no podríamos concluir este artículo sin comentar algo también  sobre los elegantes faros de iluminación del lugar.
Tras la reinauguración de la Plaza de la Victoria en 1905, fue instala la luz eléctrica en reemplazo de los viejos faroles del siglo anterior. Sin embargo, los postes de luz la plaza que se observan en muchas fotografías de la primera mitad del siglo XX, se habían instalado hacia fines de los años veinte, aunque fueron reemplazados en los años sesenta, manteniendo su estilo clásico europeo.
Ya para concluir, es algo sabido que durante la Guerra del Pacífico y hasta terminado el conflicto, la Plaza de la Victoria fue lugar de muchos homenajes públicos a los batallones y regimientos que llegaban desde el Norte y desembarcaban en el puerto. Esto pudo haber abonado a la leyenda de que su nombre alude a la victoria en dicha guerra o que sus ornamentos proceden de Perú, como vimos.
A la majadería a veces sólo se puede responder con más majadería, así que insistimos en que documentos como el "Álbum Valparaíso Panorámico", de la Municipalidad de Valparaíso (1924), señalan perfectamente que las obras artísticas de la plaza fueron adquiridas por la autoridad para mejorar el aspecto de la ciudad en años anteriores a la conflagración. Además, estas adquisiciones no fueron sólo para la Plaza de la Victoria: está el caso de la Estatua de Colón, ubicada primero en calle Victoria (luego llamada Pedro Montt) y trasladada hasta la avenida Brasil, y la Alegoría de la Justicia de la Plaza de los Tribunales, cuya extraña actitud ha hecho correr la leyenda de que fue instalada por un adinerado señor que se sintió atropellado por un fallo injusto.
Curiosamente, tanto Colón como La Justicia también han aparecido señalados como otros trofeos de guerra, en el incorregible e irrenunciable chisme con ladinas pretensiones historiográficas.

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