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LA PLAZA DE LA VICTORIA DE VALPARAÍSO, PARTE I: ANTECEDENTES, ORÍGENES E IDENTIDAD PORTEÑA

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Imagen de la plaza en postal fotográfica de Carlos Brandt, hacia 1905.
Coordenadas: 33° 2'46.49"S 71°37'11.72"W
Ubicada entre lo que hoy son las calles Arturo Edwards, Chacabuco, Molina e Independencia-Condell, en los deslindes del Barrio del Almendral, la Plaza de la Victoria es uno de los rincones verdes más célebres, turísticos y connotados de la ciudad del Valparaíso.
Llamado también Plaza Victoria y alabado por poetas y trovadores, este lugar conserva mucho del resumen histórico del puerto, desde sus orígenes hasta nuestra época; pero también es testimonio de los cambios abruptos que ha experimentado la línea urbanística local, por bien o por mal. A veces acogedora, y a veces peligrosa, la plaza es el espejo profundo de la historia del puerto y de su alma, en todos sus alcances.
Todo lo que es Valparaíso se sintetiza acá, entonces, en el parque de la gran fontana francesa: cultura, intelectualidad, criollismo, extranjeros, música, folklore, marina militar, marina mercante, bomberos, religiosidad, amor, alcohol, mendicidad, prostitución, vejez, juventud... Todo. Un encanto ingenuo e inocente lucha cada pulgada de terreno con los rasgos de seducción más siniestros y oscuros, y así niños pasean o juegan absortos en su entretención, pasando entre ebrios terminales con el rostro curtido a Sol y a ebriedad, pasando la caña mala a los pies de alguna de las estatuas.
Dedicaré esta primera parte de la historia de la turística y concurrida Plaza de la Victoria a sus orígenes, su transformación y la formación del carácter cultural tan rotundamente porteño que podemos reconocerle incluso en nuestra época, en que se lucha por salir de los primeros vahos de decadencia que la amenazan desde los años noventa, o quizás antes.
La Plaza Orrego, contorneada por el mar. Se observa también la casa del sacerdote Vicente Orrego. Ilustración de 1834 perteneciente a Conrad Martens, hoy en el Museo Británico. Fuente imagen: sitio web de la Corporación Patrimonio Urbano.
La Plaza Victoria antigua, con su primera gran fuente de aguas, en fotografía de Eugene Maunory, hacia el año 1870.
ANTES DE SER LA PLAZA DE LA VICTORIA
La plaza se encuentra en un sector que, antes de la ganancia de terrenos al borde costero, había pertenecido a un terreno baldío en la orilla de playa, abierta y despejada hacia este costado. Tras la construcción del Camino Real Santiago-Valparaíso, durante la gobernación de don Ambrosio O'Higgins, comenzó a ser utilizado como aparcadero de las carretas coloniales que llegaban desde la capital chilena. También se la habilitó como plaza de toros, en aquellos años.
Después de las Guerras de Independencia, en 1819, el Alcalde Diego de Almeyda ordenó expropiaciones del terreno, comenzó a rellenar el lugar hacia el mar y ordenó construir lo que, en principio, quiso llamar Plaza Bernardo O'Higgins, en homenaje al Libertador y Director Supremo. Sin embargo, la denominación no prendió, quedando identificada como la Plaza Nueva.
A la sazón, el límite Norte de la plaza donde está la calle Chacabuco, era el borde de la playa. Benjamín Vicuña Mackenna comenta en su "Historia de Valparaíso", que la fragata "Dolores" encalló en este lugar durante una tormenta de 1823. Pocos años después, en 1827, el empresario Nathaniel Bogardus instaló por allí el primer circo en Chile, dejando huellas en la toponimia: la llamada Calle de los Cachos, sería denominada desde entonces Calle del Circo, antes de ser la actual Edwards.
Tenía la plaza un mercado o feria popular en uno de sus costados, y además se realizaban en ella juegos de cabeza y sortija. Aunque en aquella misma época se erradicaron las corridas de toro, también se instalaban chinganas durante las fiestas, y se realizaban proclamas de las autoridades o incluso ejecuciones de condenados.
La Plaza Nueva comenzó a ser llamada Plaza de Orrego o, simplemente, Plaza Orrego, ya que se encontraba en frente de la residencia y estancia del párroco franciscano José Vicente Orrego Hurtado, en el lugar que ocupa actualmente la Catedral de Valparaíso, separada de la plaza por la calle Edwards. Hay información interesante al respecto, publicada en el sitio web de la Corporación Patrimonio Urbano. El mercadillo o recova que se instalaba frente a la plaza, también comenzó a ser llamado Mercado Orrego.
Hacia 1837, los monjes agustinos se trasladaron desde su monasterio en la Quebrada de San Agustín hasta un costado de la plaza, en la casa conventual y el templo conocidos después como la Parroquia del Espíritu Santo. Funcionó allí hasta 1849, cuando fue clausurada la propiedad y vendida al Estado.
Orrego, sacerdote, político y catedrático, vivió en el puerto entre 1829 y hasta 1837, cuando marchó con los soldados chilenos a la Guerra Contra la Confederación Perú-Boliviana, en calidad de Capellán del Ejército. Regresó en 1839, al terminar la guerra tras el triunfo chileno en Yungay, ahora como prebendo de la Catedral de Santiago, como premio a sus méritos, involucrándose otra vez en cuestiones políticas.
En el intertanto, la Plaza Orrego había sido el escenario de uno de los fusilamientos más recordados de la historia: el del Coronel José Antonio Vidaurre y otros asesinos de don Diego Portales, el 4 de octubre de 1837.
Fotografía de la Plaza de la Victoria y sus estatuas hacia 1888, en el "Álbum Vistas de Valparaíso", de Félix Le Blanc.
La Plaza de la Victoria sirviendo de área para albergar a los damnificados por el terremoto de 1906, en imagen publicada por la revista "Sucesos", después del cataclismo.
NACE LA PLAZA DE LA VICTORIA
Coincidió que, en 1841, la misma Plaza Orrego sería rebautizada oficialmente Plaza de la Victoria, en alusión al rotundo triunfo marcial de Yungay, precisamente. Sin embargo, este nombre ha ayudado a fomentar la burda creencia de que la plaza está ornamentada con trofeos de guerra traídos desde Lima, según nuestra impresión, por razones que veremos en la parte siguiente de este doble artículo. Ese mismo año, además, fue cuando asumió la presidencia el General Manuel Bulnes, precisamente el héroe triunfador de la Guerra contra la Confederación.
A partir de entonces, la plaza comienza a incrementar su importancia en la actividad de los porteños, tanto para las reuniones sociales y paseos como para el comercio y la actividad recreativa. Los trabajos de rellenos alejan de ella la costa, por esos mismos años, y se aumenta su área verde entre 1857 y 1858, arbolando sus senderos con acacias y olmos, aunque después aparecen también naranjos y aromos; son mejorados sus escaños y espacios para encuentros y retretas, además.
En 1844, se había construido el Teatro de la Victoria y la calle Chacabuco, al Norte donde se halla la actual Plaza Simón Bolívar, cerrando la plaza por este costado. Se instaló también una primera fuente de aguas central, en 1852, obra realizada por don Guillermo Wheelwright. Esta primera pila estaba hecha de mármol y tenía taza con dos niveles o platos. Como el suelo de la plaza estaba un poco bajo con relación al resto de la planta costera de Valparaíso, sin embargo, hubo episodios de inundaciones en ciertas ocasiones durante aquel siglo e inicios del siguiente. También se agregaron los faroles de gas en sus bordes y senderos.
En su artículo "Plazas y parques de Valparaíso, transformaciones en el micro paisaje urbano" ("Valparaíso 1536-1986", Instituto de Historia de la Universidad Católica de Valparaíso, 1987), Luz María Méndez comenta de un proyecto de remodelación que enfrentó a la Municipalidad con doña Tomasa Bazán por largo tiempo, siendo resuelto en 1856. Ella era propietaria de un terreno en el área de la plaza de 36,5 varas, que la Municipalidad adquirió por dos mil pesos.
En 1864 se colocan las soleras perimetrales. Dos años después, durante el infame bombardeo de Valparaíso por la flota española, el 30 de abril de 1866, muchos porteños y extranjeros que no alcanzaron a huir a los cerros, corrieron a refugiarse a la plaza. En 1872, Recaredo Santos Tornero describe de la siguiente forma a la plaza tal como se veía a la sazón, en su "Chile ilustrado", cuando aún no era instalada la fuente que actualmente se ve ni las estatuas:
"La de la Victoria mide 112 metros de Norte a Sur por 109 de Oriente a Poniente, y tiene en el centro una hermosa pila rodeada de una explanada formando cuadro y con 2.600 m. c. de superficie. La explanada está rodeada a su vez de bancos de hierro, y de una doble hilera que forman a su rededor un espacioso y cómodo paseo. Los edificios notables que existen en esta plaza son el magnífico edificio de tres pisos construido recientemente para el uso de la Municipalidad y varias oficinas públicas, y cuya parte posterior está destinada al cuartel de Policía; el palacio que a todo costo levanta el Sr. Edwards; el Teatro, y la Iglesia de San Agustín, que llama la atención por su enorme torre pegada, como la nariz histórica de Quevedo, a un pequeño frente de 15 metros".
Era, a la sazón, el único buen paseo público del puerto y un lugar de reunión de músicos y bandas, lo que explica la necesidad de las autoridades por darle mayor ornato y atractivo a este lugar.
Centro de la plaza con la fuente francesa y la glorieta, atrás a la derecha. Se observa el diseño de las baldosas, formando líneas onduladas.
Fuente vista desde atrás de una de las Estatuas de las Estaciones (ver próxima parte).
MÁS MEJORAMIENTOS Y POPULARIDAD
Entre 1885 y 1886, se realizan nuevos arreglos a la plaza, se renuevan sus arboledas y se reinaugura el Teatro de la Victoria. Centro de incipiente actividad bohemia a partir de aquellos años, su forma es mas o menos la que le reconocemos ahora, con la Fuente Monumental al centro pero senderos dispuestos formando una "X" hacia ella. Ya han sido instaladas, a la sazón, la fontana, estatuas y glorieta de la que hablaremos más en la continuación de este artículo (próxima entrada).
Tras varias postergaciones, en 1902 se aprobó una nueva remodelación de la plaza, cuyo aspecto proyectado la prensa de la época comparó con una versión modesta  y a escala de la Plaza de la Concordia de París. El proyecto, presentado y aprobado por los vecinos durante el año anterior, pertenecía a don Roberto Nordenflycht. Incluía la distribución de senderos interiores que actualmente se conserva, pero reduciendo el área verde.
Correspondió al veterano de la Guerra del Pacífico y a la sazón Alcalde de su ciudad natal, Arturo Benavides Santos, no bien asumió, realizar por fin la refacción en 1903, como parte de un paquete de medidas para hermosear el puerto. Los trabajos fueron grandes y afanosos, con enormes rellenos de arenas y remoción de viejas estructuras, causando gran inquietud y hasta cierto temor en la población. Un anónimo versista de la revista "Sucesos" escribía ese año:
Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora
Campos para trillar, terreno eriazo,
Fue en un tiempo la Plaza de Victoria.
Hubo bancas aquí, allí hubo escaños,
Bronces y estatuas, pero todo en balde,
Pues cayeron al hacha del alcalde.
A pesar de las desconfianzas, las obras fueron inauguradas en los días de las Fiestas Patrias de 1903, cuando Benavides acababa de dejar ya su corta pero enérgica alcaldía. Sí bien se aplaudió la cantidad de bancas incorporadas, se criticó lo pequeño de los árboles y la falta de sombras, sin embargo. La misma revista informaba, sobre la entrega de la renovada plaza a la ciudad:
"Para dar mayor realce a la fiesta inaugural se ha acordado la plantación de una encina que perpetúe el recuerdo y a su alrededor se verificará una escena infantil, tierna a la vez que sencilla.
Consistirá ella en un coro entonado por numerosos niños, mientras otros sostienen una cinta de color ligada al tierno arbolito. Tras de esto el señor Benavides pronunciará un discurso haciendo entrega al alcalde en ejercicio de la misión que el pueblo le confiara".
Si no lo estamos confundiendo, este árbol mencionado es el que aparece en algunas fotografías hasta tiempos muy recientes, cerca de donde están los leones del acceso. Habrían sido taladas sus ramas recién en 2013, según información publicada por la Corporación Patrimonio Urbano, aunque si es el que creemos, aún queda parte del tronco. Aquel fue el año en que se cortaron también árboles de la Plaza Simón Bolívar, causando gran molestia ciudadana.
Tras el terremoto del 16 de agosto de 1906, sin  embargo, la plaza debió ser usada para albergar a los damnificados del sector El Almendral y establecer algunas secciones de la administración local en medio de la emergencia. Por algún tiempo se verán en ella improvisados tendales, rucos y construcciones ligeras. Se instalaron también representaciones extranjeras para atender a sus paisanos, como el Consulado de Perú, que debió quedar en una fea pero necesaria casucha, mientras se reconstruía la ciudad.
El espacio en ruinas que ocupaba el teatro y el edificio de la Prefectura terminó convertido en un terreno vacío utilizado como cancha deportiva y luego para estacionamientos. La flamante sede del enorme Club Valparaíso, en tanto, que estaba lista para ser entregada en Condell con la calle de la plaza, acabó destruido y prácticamente inutilizado, ante la desazón de inversionistas y miembros.
Hacia 1910-1915, sin embargo, se recuperó el terreno del ex teatro haciendo otra plaza, una suerte de anexo o prolongación de la Plaza de la Victoria, correspondiente a la Plaza Simón Bolívar. Por entonces, había varios servicios de tranvías instalados en ella, destacando las líneas N° 3, N° 4 y N° 5, antecedentes del actual paso de trolebuses eléctricos que sobrevive estoicamente, pasando por la plaza.
Como se ve, entonces, a pesar del terremoto, en los años de preparativos para el Primer Centenario, la Plaza de la Victoria había sido perfeccionada y decorada enormemente, además de levantarse su nivel y renovarse sus arboledas por ejemplares más nuevos y bajos. También se habían instalado los afrancesados faroles de luz eléctrica que pueden observarse en muchas fotografías históricas del lugar.
La fuente monumental y su pilón de aguas al centro de la plaza, de la que hablaremos más en la continuación de este artículo (próxima entrada).
RECREATIVA, POPULAR Y BOHEMIA
A la sazón, la Plaza de la Victoria ya era considerada punto limítrofe de la zona Centro de la ciudad y del Barrio del Almendral, como se verifica en "Valparaíso 1536-1910, recopilación histórica, comercial y social" de Juan de Dios Ugarte Yávar, publicado en 1910. Dice allí que dicho sector céntrico ocupado "por la mayoría de los Clubs Sociales y por todos los almacenes de artículos de lujo" estaba determinado entre esta plaza y la de Aníbal Pinto. Curiosamente, ambas están custodiadas por la presencia de fuentes con el dios Neptuno.
Además de las playas, la Plaza de la Victoria seguía siendo considerada uno de los principales paseos del puerto, junto con el Parque Municipal y el Parque de Playa Ancha. También eran los puntos escogidos por los participantes en carnavales como el de la motejada Fiesta de Momo (Dios del Carnaval) y se elevaban sobre ella globos publicitarios, que dejaban caer volantes con avisos de casas comerciales para los paseantes.
Varias veces fue escenario de encuentros políticos en los años entre las dos Guerras Mundiales, y es de suponer también que de algún enfrentamiento entre militantes de partidos, dados los acalorados ánimos de esos años. Muchos discursos se hacían desde la estupenda glorieta de hierro. Los desfiles militares, bandas de guerra, ejercicios de bomberos y pasos de carnavales también se hacían con frecuencia por sus calles adyacentes. Lo mismo sucedía con las Procesiones de la Virgen del Carmen, que entraban y salían de la Parroquia del Espíritu Santo. Muchos hombres ilustres fueron despedidos en este lugar.
A pesar de todo, su fama de refugio popular, reflejando lo bueno y lo malo de un puerto, se impuso como principal rasgo en la plaza. Atrajo así a los infaltables nocherniegos, los vividores y los bohemios que la venían acompañando desde el siglo XIX y que nunca escasean en los puertos. Grande fue la congoja de los borrachines, por ejemplo, cuando en marzo de 1905 se les incendió una de las sedes de sus correrías frente a la plaza: la cantina "El Sol de Septiembre", justo cuando sus comensales peleaban con los decretos para clausurar esta clase de establecimientos.
De todos modos, era probable que ésta y otras tabernas porteñas cayeran al año siguiente, con el fatídico terremoto. Fue lo que sucedió al "Bar Inglés", por ejemplo, famoso atractivo del mismo lugar y de mejor pelo que otros de la plaza, que terminó reducido a escombros e incendiado.
Por alguna razón, los músicos populares sentían una atracción romántica incontenible por este punto de la ciudad de Santiago, y también sus públicos. Muchos artistas de los circuitos más modestos y lejanos a las grandes candilejas se relacionaron de una forma u otra con la Plaza de la Victoria. Si los caballeros mayores, futres y gañanes no iban a escucharlos, se sentaban en las bancas a alimentar palomas o bien a leer "El Mercurio". Las damas, en tanto, paseaban juntas o con sus hijos de las manos.
En 1942, el compositor y letrista oriundo de Vallenar, don Víctor Acosta, compuso en Santiago el famoso vals popular "La joya del Pacífico", al parecer con colaboración de Lázaro Salgado. Es alternativamente conocido como "Valparaíso de mi amor" por el remate de los versos donde menciona precisamente a la plaza de nuestra atención:
La Plaza de la Victoria es un centro social
o Avenida Pedro Montt, como tú no hay otra igual,
mas yo quisiera cantarte con todito el corazón,
torpedera de mi ensueño Valparaíso de mi amor.
Esta canción, contrariamente a lo que se asegura a veces, no fue popularizada por primera vez por el inolvidable cantante peruano Lucho Barrios tan asociado al mismo tema, sino que su primera acogida fue en la bohemia y ambiente artístico del propio puerto gracias a un recordado cantor porteño: Jorge Farías, apodado El Negro, El Ruiseñor y El Ciego Farías. Esto explica que su versión del tema aparezca en el filme de Aldo Francia titulado "Valparaíso, mi amor", de 1969. A Perú llegó gracias a adaptaciones e interpretaciones hechas por artistas como Carlos Reyes Orué, a fines de los cuarenta, y por Eduardo Zambo Salas en los sesenta, siendo grabada por Barrios recién en 1970, con lo que se internacionalizó arrastrando en su letra, con ello, a la fama de la Plaza de la Victoria.
En esta última época, poco antes del homenaje en la voz del laureado Lucho Barrios, cuando también se instalan las baldosas de diseños serpenteantes y casi estroboscópicos de la Plaza de la Victoria, dándole el aspecto más o menos definitivo que sobrevive hasta nuestros días, a pesar de los grandes cambios del entorno.
En la próxima entrada, entonces, nos concentraremos en su ornamentación y decoración artística de origen francés, aprovechando de revisar algunos porfiados y persistentes mitos urbanos sobre su procedencia.

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