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LEYENDAS DE BARCOS FANTASMAS, TERRORÍFICOS O MALDITOS EN LOS MARES DE CHILE (PARTE II)

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Dibujo de "El Calueche" brillando en la oscuridad, por Jaime Romero. El buque fantasma de Chiloé ha sido por mucho tiempo el más famoso y conocido de la mitología chilena, pero la verdad es que se habla de varios barcos legendarios más en el territorio.
Publiqué en la entrada anterior una primera parte de las leyendas de barcos fantasmas, terroríficos y malditos en los mares de Chile, dedicada a 18 de los casos mejor cubiertos en la literatura o en los legendarios locales a los que pertenecen. Sin embargo, me quedaba pendiente indagar sobre otros casos que aquí presento y que significaron un poco más de esfuerzo para completar una reseña sobre cada uno.
Tengo la impresión de que la popularidad, espectacularidad y simpatía de la hermosa leyenda del "Caleuche" para la cultura de masas, ha eclipsado y opacado mucho a otras historias igualmente interesantes de barcos del legendario chileno, unos totalmente imaginarios y otros basados en casos reales sobre los cuales se construye un mito. Tanto es así, que parecería que el "Caleuche" incluso está absorbiendo en su tradición oral y desde hace tiempo ya, características de otros barcos fantasmas como el "Oriflama" o en "Lucerna", según se advierte comparando las descripciones de cada mito. Por esto, siento esta necesidad de hacer estas nóminas con la historia de cada caso brevemente descrito.
Debo admitirlo, por cierto: esta vez no me valí sólo de la literatura, que no arrojó tanto como en los casos de la parte anterior de esta entrada, sino que también eché manos -mucho más de lo que habitualmente hago- a Google, revisando publicaciones de diarios y sitios regionales.
Esta es mi lista de casos para incorporar al rico legendario de barcos míticos y enigmáticos de los mares chilenos:
  • El "Barco de Rozas": Se refiere a una ya poco conocida pero antigua leyenda de Pichidangui, en la comuna de Los Vilos, que aparece rescatada con cierta prisa en la obra "Pichidangui: historia íntima", de Paul Barroilhet Cannon. Según la versión que conocemos, se trataría de un navío maldito que naufragó en la costa, castigado desde el cielo por alguna oscura intención de sus tripulantes cuando se preparaban para desembarcar. Arribó en la costa hacia fines de la Colonia, poco antes de 1810, varando en el sector de una laguna formada en la desembocadura del estero Quilimarí donde, por largo tiempo, se pudieron observar allí los restos de la quilla, cuadernas y baos cuando había marea baja y el clima lo permitía. Se cree que los restos popularmente identificados con el "Barco de Rozas", correspondían en realidad a una nave mayor, de unas 400 toneladas y de muy buena madera, que hacia mayo de 1986 dejó muchos residuos a la intemperie, los que fueron tomados y estudiados por algunos investigadores. El nombre y la historia del barco tendrían relación con un acontecimiento ocurrido durante la gobernación de Francisco Antonio García Carrasco (1808-1810), cuando el secretario y consejero de gobierno, Juan Martínez de Rozas, hizo llevar un pequeño barco con complotadores, con la intención de realizar un intercambio de mercadería de contrabando con el capitán de la fragata inglesa "Scorpion", que andaba en Chile con el pretexto de cazar ballenas.
  • El "Barco del Amor": Es una curiosa leyenda de pescadores, vigías, guardafaros y colonos de la zona más austral del continente antes de tocar sus aguas con las de la Antártica, en el sector del Canal Beagle, Cabo de Hornos e islas Islas Diego Ramírez en el Paso Drake. Dice esta historia que, de vez en cuando, se aparece a los marineros un bello barco velero lleno de hermosas y seductoras mujeres todas vestidas ligeras, las que suben a los hombres de mar a cubierta y les hacen experimentar placeres indescriptibles del amor y la sensualidad, casi sobrenaturales. Algunos agregan que este "Barco del Amor" se aparece rescatando a los náufragos, por lo que además de su analogía con el mito de las sirenas, representa una especie de esperanza para el sujeto expuesto a la desgracia, viendo súbitamente cambiada su suerte desde la muerte segura a un viaje casi onírico por el paraíso de la hermosura femenina. El barco busca a los hombres, nunca al revés: quien salga a tratar de encontrarse con él, jamás lo hallará. Sin embargo, variaciones de esta leyenda aseguran que los hombres se exponen a morir en manos de sus placenteras secuestradoras, que como viudas negras lo liquidarán al final de la aventura, cuando ya no les sirva, o bien vengarán cualquier revelación que haga de su estadía en semejante velero mágico.
  • El "Fournier": Un caso controversial y trágico, sucedido en medio de una gran cuestión diplomática entre Chile y Argentina por la posesión del Canal Beagle. El ARA "Fournier", buque dragaminas y rastreador de la Armada Argentina, zarpó desde Río Gallegos hacia Ushuaia en un supuesto viaje de rutina de septiembre de 1949. Sin embargo, sin solicitar autorización ni informar a la Armada de Chile, cambió de rumbo hacia el Oeste y se internó entre los canales fueguinos chilenos, en misión desconocida. Un error del Capitán de Corbeta Carlos Negri sumado a las malas condiciones climáticas, arrastró al "Fournier" hasta un arrecife que destruyó su casco de la nave durante la noche del 22 al 23 de septiembre, volteándola de campana y hundiéndose velozmente en Punta Cono, cerca de isla Dawson. Unos 77 marinos argentinos tendrían una horrible y desesperante muerte, sin un solo sobreviviente, debiendo movilizarse ambos países -a pesar de la polémica circunstancia del accidente- para rescatar a los cadáveres y restos de la nave. Los pocos cuerpos congelados que aparecieron estaban oscurecidos, como quemados, a veces abrazados entre sí en un desesperado intento por darse calor. Los relojes de todos ellos quedaron detenidos en las 5:25 horas. Fue tan traumática la experiencia en la zona que, según supimos por viejos magallánicos que conocieron el lugar, surgieron historias sobre lamentos y apariciones de almas en pena en la zona, como si los espíritus descarnados de los fallecidos hubiesen seguido pidiendo ayuda a los pescadores y marineros que pasaban por esas aguas, durante algún tiempo.
  • El "Illimani": Fue un vapor que naufragó casi nuevo en las costas de Isla Mocha, durante una tormenta por estas peligrosas vías marítimas, cuando cumplía un viaje entre Liverpool y Caldera. El "Illimani" fue arrastrado a la marejada por la violencia de la marejada, el 18 de julio de 1879, y quedó encallado en la costa. No hubo muertes de pasajeros ni de tripulantes, y hasta alcanzó a rescatarse gran parte de su correspondencia, equipajes y cargas. Sin embargo, como quedó varado en una playa deteriorándose hasta quedar convertido sólo en un tenebroso esqueleto de barco, fue inevitable que surgieran en Isla Mocha algunas historias sobre supuestos sucesos y apariciones fantasmales entre sus ruinas. Las leyendas quizás se debían a su interpretación entre los marinos que desafiaban aquellas aguas: la visión del barco encallado y mostrando sus costillas durante el tiempo que perduró allí, era una advertencia sobre los peligros de Isla Mocha, que tantos naufragios cobraría, como en el famoso caso del "Essex" y el ataque de un cachalote que dio inspiración al personaje literario de Moby Dick.
  • La "Novia": Nombre que recibían los restos de un viejo barco fantasma en el sector de Caleta Infiernillo, en Talcahuano. El barco, cuyo nombre oficial nadie recuerda, había quedado abandonado allí destruyéndose por la corrosión y el envejecimiento. El apodo deriva de un hecho espeluznante: los pescadores y visitantes de la caleta varias veces aseguraron ver la figura de una mujer vestida como novia sobre el solitario barco anclado, llorando y gimiendo cual si fuese el alma del propio navío abandonado, lamentándose en el olvido. Incluso, la vieron descender a la playa en algunas ocasiones, donde continuaba con su extraño y doloroso rito de sufrimiento. Un día de aquellos, ya dañado su casco por la fatiga, la nave comenzó a hacer aguas y se hundió. Al desaparecer la "Novia", desapareció también su fantasma.
  • El "Orión": Parecida a la situación que habría vivido el "Gualtecas", también en Chiloé y que vimos en la primera parte, se supone que fue la de un barco ballenero maldito tras un encuentro con el "Caleuche", llamado "Orión". Una versión de esta historia fue rescatada por Antonio Acevedo Hernández en "Leyendas de Chile". El "Orión" era capitaneado por Adrián García, veterano ya cerca del retiro quien, tras atravesar el Estrecho de Magallanes, iba hacia Ancud a buscar a su hija Margarita, al cuidado de su criada mapuche. Sólo debía detenerse en Valdivia, donde Miguel Barra, el segundo del barco, iba a casarse con su bella novia. Una vez en Ancud todos pidieron bajar, pero García encargó a Barra impedir que subieran licores. También rogó al muchacho Pedro Flores, de su confianza, alejara del puerto a todos tanto como fuera posible, para meter discretamente a Margarita sin que lo advirtieran. Así logró embarcarla, pidiéndole a la chica que jamás saliera de su recámara:"Mis marineros son grotescos y malos", le advirtió. Una noche, se improvisó una gran fiesta con cantos de marineros en cubierta, todos pidiendo alcohol mientras Barra intentaba mantener los ánimos calmos. El viejo Guillermo, antiguo piloto, recordó a todos que frente a las rompientes donde navegaban se aparecía el "Caleuche", un "barco de fuego" cuyo capitán y piloto "eran demonios", advertencia que nadie tomó en serio. Entonces, uno de los enfiestados, Alberto Trincado, robó botellas de vino desde la bodega del Capitán y se armó una pelea, terminando atado y golpeado Barra mientras los demás bebían. Al aparecer después el capitán pidiendo explicaciones, también acabó atado junto a Barra y siguió la fiesta. Su hija escuchó la escaramuza y, sin resistir más, salió desde su recámara a tratar de ayudar a su padre. Al descubrir su presencia, los borrachos comenzaron a aproximársele decididos a violentarla... Estaban al borde de cometer su fechoría, cuando, ante el terror de todos, se les aparecería el luminoso "Caleuche" precisamente en las rompientes y desatando una tormenta, obligando a los rufianes a tratar de navegar en sentido inverso y soltar a los dos cautivos para reestablecer el orden. García aprovechó de buscar a tientas a su hija, entre la oscuridad, suponiendo que iban a naufragar atacados por la maldición del "Caleuche". Tras una espeluznante noche acosados por la pesadilla de los mares chilotes, lograron zafarse de su sino de desgracia y todos los hombres pidieron perdón al cielo por su comportamiento. Leyendas chilotas antiguas hablaron mucho tiempo más, desde entonces, de un "Orión" que quedó condenado al infortunio, a atraer al "Caleuche" por un arranque de maldad de su propia tripulación.
  • El "Rita": En su momento, el caso parece haber sido tomado como una extraña posesión de locura en la tripulación del navío, delirio colectivo que los llevó a la desgracia, aunque hoy es realmente un desafío poder encontrar información sobre el oscuro incidente. La nave de carga "Rita" tenía bandera guatemalteca e iba capitaneada por Antonio Dañino cuando salió del puerto de San Antonio a Iquique, llevando una carga de cebada. Sin embargo, a pocas horas de partir y por razones que se desconocen, a la altura de Punta de Tralca la tripulación cayó en una especie de frenesí de violencia criminal, amotinándose y dando brutal muerte al capitán el día 3 de marzo de 1874. Asesinaron también al piloto y a un marinero que trató de restaurar la cordura. La nave quedó a la deriva y comenzó a orillarse antes de acabar destruida en el borde costero, mientras los amotinados huían en botes hasta las playas luego de tan inexplicable comportamiento. Existe muy poca información sobre qué sucedió después con los sujetos que fueron presas de esta violenta fiebre de mar, aunque el extraño caso aparece comentado brevemente en el libro de Patricio Guzmán Martínez titulado "Algunos naufragios ocurridos en la costa chilena desde Algarrobo a Matanzas. 1757-1901".
  • El "Santa Fe": Este navío mercante de cargas metaleras quizás constituya la desaparición más extraña de la navegación civil chilena contemporánea, por no haber dejado ni un sólo vestigio de la tragedia que lo hundió en los sesenta, supuestamente en la proximidad de la Isla Guamblin, donde ya vimos en la primera parte que, a principios del siglo XX, se hundió el "Sakarah" con un supuesto gran tesoro oculto que sólo logró ser recuperado en una pequeña fracción. Al mando del experimentado Capitán Fernando Silva Cárcamo, el "Santa Fe" iba con 33 tripulantes y dos cadetes de la Escuela Naval en práctica. Llevaba un cargamento de hierro desde Coquimbo hacia la localidad argentina de San Nicolás. Sin embargo, el 13 de agosto de 1967, tras reportar por radio su paso por isla Guamblin en medio de un temporal, jamás llegó a la proximidad del Faro Evangelistas en la boca occidental del Estrecho. La investigación no pudo encontrar nada: ningún resto del barco, a pesar de la gran cantidad de material que suelen dejar los naufragios de los mercantes. La Compañía Chilena de Navegación Interoceánica (CCNI) también informó que el navío tenía un radio regular, un radio de emergencia, sistemas de radiotelefonía y botes salvavidas también equipados con radios automáticas de localización y señal SOS, con la certificación internacional Lloyd Register Of Shipping vigente. Todo falló simultáneamente, entonces, o algo aún más siniestro que hizo desaparecer al "Santa Fe" inutilizó de inmediato sus equipos sin dar tiempo de reacción a sus tripulantes. Jamás pudo establecerse qué sucedió con el navío ni recuperar algún fragmento que permitiese establecer el lugar preciso de su misterioso naufragio en la costa de los canales australes. El intrigante caso ha sido abordado y comentado por Carlos Muñoz Brito y Raúl Núñez Gálvez, del Instituto de Investigaciones y Estudios Exobiológicos de Chile-España (IIEE).
  • El "Santona": Suponemos que éste debe ser el barco anónimo al que se refieren algunas reseñas sobre la leyenda de la Roca de la Sirena Encantada de Matanzas, al Sur de San Antonio y de la salida del Río Rapel. Según la versión que conocemos, hacia fines del siglo XIX llegó a la caleta de Matanzas un navío europeo, cuyo capitán de ojos azules quedó muy enamorado de una hermosa residente local llamada Isabel, a quien todos los hombres pretendían y cortejaban, sin lograr su interés. Entregados a su amor, el capitán prometió desposarla y zarpar con ella, pero uno de los residentes del pueblo que había sentido el despecho de la muchacha, envidioso y vengativo recurrió a una temida bruja de la zona para pedirle destruir aquella relación. La hechicera convirtió a la mujer en roca, y tomó forma de sirena quedando petrificada en la playa, mirando hacia el infinito. Es la llamada Roca de la Sirena Encantada que allí existe, junto a la Playa del Padre, esperando el regreso de su amado. La escasa información disponible en internet y la mención rauda que se hace de la leyenda en trabajos como el de Ascencio Ronda ("Leyendas de la Provincia de San Antonio"), cuentan la historia sólo hasta este punto, pero una tradición oral que conocemos agregaba que el entristecido capitán, creyendo que Isabel lo había rechazado, zarpó en su barco y, absorto en su pena, no vio unas rocas de la orilla y naufragó, ahogándose con sus hombres. La leyenda de la sirena de las rocas agrega que Isabel se vuelve de carne y hueso por las noches, paseando por la playa o la marejada, y ayudando a los marinos en los naufragios que ocurren por la zona, esperanzada en que uno de ellos sea, algún día, su amado capitán. En los registros de naufragios sucedidos en Matanzas, hay uno que parece coincidir con ciertos detalles de la leyenda: el "Santona", barca inglesa de 855 toneladas, construida en Glasgow, que trabajaba para la firma Hambrock & Merlet bajo mando del Capitán Mc Lead. Anclada en Matanzas, esperaba una carga de trigo para Inglaterra, pero un temporal cortó sus amarras y se fue a pique el 25 de octubre de 1891 por el sector Palmilla, muriendo todos sus 16 tripulantes incluido el capitán, y salvándose sólo dos marineros.
  • El "Santiaguillo": Era una carabela pequeña, traída en los tiempos del Descubrimiento y Conquista, cuya legendaria desgracia en las costas del Choapa en el siglo XVI, lo convirtió en otro de los barcos fantasmas que aparecen y reaparecen por los testimonios de los hombres de mar. El "Santiaguillo" zarpó desde el puerto peruano del Callao con un fastuoso tesoro en oro, plata, gemas y joyas que había pertenecido a Atahualpa, recalando en el puerto chileno de Los Vilos, donde debía dejar parte del valioso botín. Sin embargo, por razones que la leyenda no aclara, uno de sus botes acabó naufragando trágicamente, muriendo todos los tripulantes que juraron custodiar este tesoro. Era, precisamente, el bote que llevaba la carga de riqueza del "Santiaguillo" hasta la orilla. Desde entonces, muchos habitantes, pescadores y mariscadores de la zona aseguraron ver una oscura embarcación cargada de los fantasmas de aquellos marineros, navegando frente a Los Vilos: es el "Santiaguillo" y su tripulación fallecida en aquel accidente, condenados a vigilar por siempre aquel tesoro que se perdió entre los bancos de arena en las orillas de las playas del lugar, hasta que alguien lo rescate. Como todas las leyendas, esta también tiene algo de realidad en sus raíces: la historia sí verifica un famoso navío "Santiaguillo" recalando en Los Vilos en mayo de 1536, asistiendo al adelantado Diego de Almagro en su expedición por el actual territorio chileno.
  • El "Schiller":Éste es un navío de transporte relacionado con la popular historia de una valiosa campana sumergida en Ancud. La historia ha sido abordada por Renato Cárdenas, entre otros. Hacia inicios del siglo XX, el Obispo Francisco de Paula Solar hizo traer desde Alemania una enorme y artística campana de bronce que iba a sonar en la torre de la nueva iglesia, que estaba próxima a ser reinaugurada en una versión más sólida y moderna que la anterior. El barco encargado de traer la campana fue el velero "Schiller", pero justo en el día en que debía tocar puerto en Ancud, una enorme tormenta lo comenzó a sacudir frente a la costa hasta hundirlo, minutos durante los cuales la campana sonó casi desesperada, como pidiendo auxilio, motivando los rezos del Obispo y de la comunidad agolpada en la línea de costa. Pero fue inútil: a la vista de todos, el "Schiller" se fue a pique ya en horas nocturnas. La pérdida de la campana fue tomada como una tragedia, que nunca sería olvidada por los habitantes de la localidad chilota. Sin embargo, en horas de la mañana comenzaron a oír otra vez campanazos, despertado y corriendo a la playa con la esperanza de que hubiese sido recuperada. No era real, y los sonidos provenían de algún misterioso sitio. Desde entonces, algo extraño comenzó a suceder frente a Ancud: cada vez que volvía a producirse una gran tormenta con vientos, truenos y marejadas, sonaba otra vez el misterioso tañer de la campana invisible del "Schiller", como recordando aquel fatídica tempestad que la hundió. Autores locales como Antonio Bórquez Solar, contemporáneo a la época, sugieren la idea de que su sonido sale desde desde las profundidades del océano, donde está con el "Schiller", como un perpetuo lamento de agonía.
  • El "Unicorn": Barco maldito, empapado de muerte y desgracia por desafiar la maldición pirata que parece rondar al mítico tesoro perdido de Juan Fernández, y que se atribuye al corsario Francis Drake, al marino  Juan Esteban Ubilla y Echeverría o al Almirante George Anson, según cada interpretación del mito. Cuenta la historia que, enviado por este último en el barco mercante "Unicorn", el contador del gobierno británico Cornelius Webb zarpó en 1760, llegando al año siguiente a las islas. Su misión era recuperar el célebre tesoro perdido que allí estaría enterrado, según creía Anson escondido por Ubilla y Echeverría, de acuerdo a lo que él mismo le habría alcanzado a informar antes de morir en un naufragio. Pero el tesoro estaba maldito, y no tardó en desatar su sino trágico sobre el "Unicorn": tras rescatarlo de isla Robinson Crusoe, una tormenta rompió el palo mayor del navío impidiendo su buena navegación. Webb se vio en necesidad de obligar a su hombres a sepultarlo otra vez, hasta que fuera reparado el navío en Valparaíso, orden que ejecutaron de mala gana. No tardaron en organizar un motín, al que Webb reaccionó incendiando el barco y escapando solo en un bote. Los infelices perecieron todos con su parte del secreto, horrorosamente quemados, y Webb llegó remando tras dos días hasta Horcón con sólo una parte de la fortuna en monedas de oro, decidido a informar a la brevedad al Almirante Anson de lo sucedido y retornar. Si embargo, la maldición pirata que pesó sobre el "Unicorn" no cesaba: sin saberlo, mientras insistía por meses con su correspondencia, Anson ya había fallecido en 1762... Y para no dejar dudas, la leyenda asegura que Webb había contraído malaria en su oscura aventura, falleciendo después en Valparaíso sin poder regresar a su patria. Una leyenda derivada contaba que Webb enterró parte de lo que trajo del tesoro en la playa de Horcón: pues resulta que, en 1948, don Luis Cousiño Sebire y su esposa Cristina Lyon, dueños de la caleta y de varios territorios alrededor, encontraron durante un paseo en la playa una caja de plomo con un rayado a punta de cuchillo que decía "Unicorn", supuestamente llena de monedas de oro. Cousiño formó sociedad con Peter Scottie, Benjamín Lyon y el Conde Jorge di Giorgio para intentar buscar el tesoro del barco, pero nunca pudieron dar con él.
  • El"Velero de las Sirenas": Es una leyenda ya en evidente retirada, que se contaba por el sector de lagos en torno al Llanquihue, la zona del estuario de Reloncaví y las costas continentales frente a Chiloé. Muy parecida al caso del "Barco del Amor", este mito que claramente es un sincretismo adoptando y adaptando mitología clásica europea, rara vez referido en la literatura, hablaba de una barcaza o velero que iba lleno de sirenas en las noches de Luna, atrayendo a los hombres con su canto y, con ello, muy probablemente también a su perdición. Como se aparece en ensenadas pero también en lagos del Sur del país, es quizás el único barco mitológico de Chile que realizaba correrías lacustres. Una de las pocas menciones que pueden encontrarse para esta leyenda en libros sobre folklore o costumbrismo, es la de Inés Dölz-Blackburn, en nota a pie de página de "Los romances tradicionales chilenos: temática y técnica".
  • El "Wager": La historia de la fragata inglesa HMS "Wager", del siglo XVIII, es otro caso de un barco que parece tocado por alguna maldición, y en donde la aventura termina muy mal. Su viaje comenzó como parte de la flota que George Anson dirigía para ir bombardear Valdivia, en 1740. Ya viejo en aquella época, el "Wager" transportaba 142 pasajeros entre tripulantes e infantes de marina, cargados de armas, pertrechos y el infaltable alcohol. Sin embargo, esta expedición estaba condenada desde que zarpó, iniciándose una plaga o quizás una ola de escorbuto que alcanzó también al capitán Anson, quien sería reemplazado por  David Cheap. La angustia y el pánico se apoderaron de los hombres aún sanos y el "Wager" debió separarse del grupo al romperse uno de sus palos y retrasarse en el Cabo de Hornos. Para peor, Cheap también enfermó y quedó postrado en su cuarto. Sólo 12 hombres quedaban aptos para seguir navegando según le informaron el segundo Robert Baynes y del oficial artillero John Bulkeley. Desgraciadamente, desoyendo sugerencias de estos dos hombres, Cheap decidió navegar cerca de costa para ir a  Isla Nuestra Señora del Socorro (hoy Guamblin) y una tormenta arrojó al barco varándolo en el archipiélago Guayaneco, en el Golfo de Penas, el 14 de marzo de 1741. Los sobrevivientes se refugiaron en una isla, pero la fiebre de mar ya se había apoderado de los marineros: dirigidos por el artillero Bulkeley, asaltaron las licoreras, se emborracharon, robaron las ropas de los oficiales y comenzaron su fiesta de violencia, en la que Cheap llegó a disparar a la cara de uno de los amotinados, de apellido Cozens, provocándole una horrible agonía de diez días. La disputa tenía dividido al campamento en dos, el más violento liderado por el contramaestre John King, quien llegó a disparar un cañonazo contra el grupo de Cheap. No tardaron en comenzar a morir de hambre recurriendo al canibalismo y la necrofagia, intentando sobrevivir a los fríos extremos de las noches. Tomaron la decisión de mejorar los barcos menores que tenían (una lancha, un cúter y dos pequeños botes) con los restos del "Wager" y salir en ellos desde este sitio de muerte. La tragedia siguió acompañándolos: la violencia del mar los separó, y los guardiamarinas John Byron (abuelo de Lord Byron) y Alexander Cambell con su grupo, pudieron encontrarse recién al día siguiente con la barca de Cheap, mientras que la de Bulkeley perdió a 9 de sus hombres cuando bajaron a tierra a buscar agua y el bote fue arrastrado por las corrientes, aunque fue acusado también de abandonarlos porque no alcanzaban los alimentos. Este grupo viajó al Estrecho y la costa Atlántica hasta Brasil. El otro, ayudado por indígenas de la zona, logró salir de este infierno luego que Creap, ya sin el marinero Bosman (fallecido de hambre) ni el cirujano Elliot (enfermo hasta morir), quedara sólo con los dos guardiamarinas y su oficial Hamilton, con los que logró llegar a Chiloé en 1742, donde fueron detenidos por españoles, y más tarde enviados a Inglaterra. Cambell escribió sus memorias sobre esta tragedia del "Wager" en 1747, mientras que Byron hizo lo propio en 1768. A su vez, este libro inspiró la novela "The Unknown Shore", de Patrick O'Brian, publicada en 1959. La costa insular donde encalló el barco, es llamada actualmente isla Wager, en recuerdo de este sombrío episodio.

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