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EL "NUEVO CONGRESO": SESIONES ORDINARIAS, EXTRAORDINARIAS Y ESPECIALES DE UNA VIEJA CANTINA SANTIAGUINA

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Coordenadas: 33°26'15.45"S 70°39'15.70"W
En el nombre de Dios y de la Patria, se abre la sesión...
El tiempo ha transcurrido y no he podido volver a este mágico bolichito de Santiago Centro, ubicado en Catedral 1221-A, por ahí en los bajos del Hotel España y vecino al conocido restaurante "El Lagar de don Quijote", que ocupa justo la esquina Nor-poniente con calle Morandé. Es uno de los costos que lamento de haberme ido apartando geográficamente del centro histórico de Santiago y que, supongo, se ha reflejado también en las secuencias de contenidos de este blog.
En otra época, el "Nuevo Congreso" equivalía al Congreso Nacional de Santiago, de alguna forma, a lo que es "La Unión Chica" para con el Club de la Unión o "El Quitapenas" respecto del Cementerio General. Fundado hacia 1970, el devenir de la política y de la historia le permitió gozar de esta asociación el Poder Legislativo sólo hasta su abrupto cierre, sin embargo, un famoso día de septiembre, auque esto no le ha cancelado ese contrato romántico y nominal con el Edificio del Congreso Nacional que aún se encuentra casi enfrente, tan sólo cruzando la calle y caminando hasta la esquina siguiente.
En un inicio, el "Nuevo Congreso" ofrecía comida tipo carta alemana además de la chilena típica, y se cuenta que alguna vez alcanzó a ser visitado por insignes políticos del Congreso Nacional. Sin embargo, con el mencionado largo paréntesis que tuvieron las actividades de ambas cámaras a partir de 1973, el "Nuevo Congreso" debió correr con el desafío de asumir la aventura de una vida propia y separándose de la identidad casi protectora que le daba por reflejo el palaciego edificio.
Tras fallecer el dueño fundador hará unos 30 años, aproximadamente, el local pasó a la sucesión. Actualmente, es propietado por doña María Teresa Flores, quien sigue cuidando este refugio de parlamentarios sin distritos ni votantes, sentados en mesas cojas donde tambalean las botellas de cerveza cuando son asediadas por cada discusión de la hora de incidentes. La patrona y presidenta de sala, además, ha puesto notas con algunas advertencias interesantes en la caja registradora sobre el mesón: "Si le hablan mal de mí, pregúnteme cuánto me deben"; y otro dice: "Si me tienen envidia, trabajen como yo". Un cartel con el dibujo de un ebrio está en los anaqueles de botellas, con otra sabia sugerencia técnica: "Si toma para olvidar, cancele antes de empezar".
La tradición republicana rendida en este bar nacido a la asombra del Poder Legislativo sigue haciendo honores a la institución parlamentaria de ayer: el primer piso, más popular y lugar de encuentros, es conocido como la Cámara baja, mientras que el mayor, donde suelen ir a reunirse los clientes más conocidos y veteranos, es la Cámara alta, como no podía ser de otra forma. El ambiente de esta corporación recuerda un poco al de esos viejos clubes democráticos devenidos en cantinas y ya casi extintos, y del que queda como buen ejemplo el célebre bar "El Democrático" de Iquique.
Son fascinantes estas cantinas clásicas, con decoración de baúl de abuelita, repisas de vinos polvorosos y el infaltable barquito velero de maqueta decorando algún rincón menos recargado. En este caso, tres o más. Cuadros antiguos, reliquias y un antiguo mostrador cerca del acceso completan el aspecto típico e infalible de la cantina chilena con aires de picada de ciudad y rasgos pintorescos rotundos, mismos que el buen viajero chileno sabe encontrar en todo el país, desde Arica a Magallanes y de mar a cordillera.
Su carta de vinos blancos y tintos, chicha, cervezas y combinados para mojar el güergüero, incorporó hace no muchos años al "terremoto" y, si entiendo bien, la dueña es propietaria de otro boliche por allí en el sector Teatinos, donde también lo ofertarían. Esperamos que se mantenga, porque podemos preverle un buen futuro a esta propuesta que, de hecho, extraña no haya estado antes en las cartas del querido y tradicional lugar, considerando también que los pipeños de buena medalla ya estaban hacía tiempo entre los atractivos del mismo. Hace unos pocos años hasta lo recomendamos acá, en una de nuestras guías para buenos borrachos buscadores de "terremotos".
Para llenar la lonchera, en cambio, el "Nuevo Congreso" ofrece abre sesiones con clásicos de comida casera chilena como el pollo arvejado con agregado, la cazuela de ave, pollito al coñac o al champiñón, porotos, pescado frito, costillar, parrilladas, chuletas, arrollado o pernil con agregado, bife y lomo a lo pobre y la apetecida chorrillana de los bajones. También hay mociones de cosillas ligeras para el apetito que tiene más prisa, como sánguches varios y papas fritas. Precios convenientes, de gratos números al final de cada cuenta... Así pues, cada vez que los honorables del verdadero Congreso quieran enfrentar su hambre con su billetera en alguno de sus próximos dislates en proyecciones de financiamientos de reformas o en despilfarros de recursos recaudados con aspiradora desde su propio bolsillo, puede ir a aliviar la carga y burlarse de los hematófagos en el Congreso chico de calle Catedral, banqueteándose con estricto cumplimiento de la trinidad de lo bueno-bonito-barato en la mesa de mantel popular.
Como a la hora de almuerzo, además, comienza a llegar a la sala la bancada de "la vieja guardia" de los clientes: un quórum calificado de comensales veteranos que conocen el "Nuevo Congreso" desde sus orígenes, asistiendo desde aquellos años lealmente al boliche, según me informan. Conocen todo de él: sus anécdotas, secretos, visitas ilustres, visitas vergonzantes y toda la gente que ha pasado por allí dejando algún timbre en el recuerdo.
Algunos grupos de estos comensales son medios cargados a la derecha política, por lo que cuando llegan otros con ideas más "progres" se arman buenas discusiones e intercambios, probablemente más enérgicos y bien argumentos que cualquiera de nuestro auténtico Congreso allá en Valparaíso. Nunca me tocó una jornada con los televisores colgantes prendidos en partidos de fútbol, sin embargo, así que desconozco si el clima pacífico y altruista será tan observadoramente respetado durante todo el período legislativo de descorchadores y destapadores.
Me hablan también de supuestos pasillos subterráneos hacia el Congreso Nacional y hacia otros puntos por la calle Doctor Sótero del Río, todos ellos ya tapiados. Me pregunto si esta creencia guardará alguna relación con los pasadizos secretos que se adjudicaba a la presencia del convento de los jesuitas precisamente en esta zona ocupada por el edificio del Congreso Nacional de Santiago, y que conectaban no sólo con las cuadras adyacentes donde también había dependencias de la congregación, sino también con el mítico Subterráneo de los Jesuitas que, según se sabe, es un mito que podría tener alguna raíz de realidad.
Algo de dignidad congresal queda, entonces, con toda seguridad y aun en tiempos difíciles para la credibilidad política y la reputación de tantos de sus protagonistas... Algo queda, aunque no tanto en sus cámaras, ni sesiones, ni comisiones, ni comités, sino más bien en este refugio de identidad popular chilena y de cultura de cantinas como es el "Nuevo Congreso"... Se levanta la sesión.

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