Esta ambrosía es poco conocida actualmente, y quizás ha sido siempre secreto de iniciados, aunque existen algunos recetarios en internet recomendándolo y dando tips sobre su preparación (buscarlo por banana con vino o ponche de banana). Es bastante diferente en sus resultados al conocido ponche de frutas claret o clericot, y a las variedades de borgoñas de vino blanco como el de chirimoyas o piñas, así que lo identificaremos como una bebida alcohólica definitivamente distinta.
El ponche de plátano se prepara igual que una inocente e inofensiva leche con plátano, pero con el imponderable toque local: vino blanco en lugar del lácteo, aunque algunos lo prefieren con pipeño, particularmente cuando quieren garantías de que quede dulce. La proporción también varía según el gusto: de medio o dos plátanos por caña, y alrededor de unos cuatro a seis por litro, pues todo depende de la consistencia que quiera dársele (sugiero ir probando). Se muele bien, pues no se debe pasar por cedazo, y suele producir algo de espuma.
Se aplica azúcar a gusto y también se recomienda -entre los más detallistas- un poco de canela en polvo y/o esencia de vainilla en la juguera o batidora que se use para la mezcla. En caso de no tener a mano estos artículos eléctricos, a mano se puede moler el plátano con un tenedor, siendo mejor hacerlo combinado con los granos del azúcar para obtener una pasta más homogénea y de ahí aplicar el vino o pipeño.
No sé cuál sea el origen internacional de este curioso y refrescante trago ni cómo llegó a Chile si acaso sus raíces no son locales. Alguna vez me comentaron que podía ser un ponche de Navidad o de Cuaresma, aunque no tengo información al respecto. En su trabajo "Recetas de cocktails reconfortantes y tragos largos", publicado en Santiago en 1935, doña Olga Budge de Edwards habla de recetas de plátanos como el Canarias, que mezcla la pasta frutal azucarada con ron, limón y gotas de amargo de angostura, y Delicia del Panamá, también con ron y limón además de jarabe de papayas. Nada que aluda directamente a plátano con vino blanco, sin embargo.
A nivel popular en Chile, el ponche de plátano puede tener relación con la carnavalesca y veraniega Fiesta del Toro Pullay de Tierra Amarilla, cerca de Copiapó en la Región de Atacama. Los participantes del festival beben en plena celebración vasos de una mezcla hecha en fondos de vino blanco mezclado con plátanos muy maduros y blandos, aunque no siempre molidos en una sola mezcla. Es lo que observó también Bernardo Subercaseaux, agregando que el brebaje es llamado ponche Pullay en su obra "Nación y cultura en América Latina: diversidad cultural y globalización" de 2002:
"Un toro de madera que representa la fuerza bruta recorre las calles y los participantes toman ponche Pullay, vino blanco con plátano pasado".
Me consta que no es el único uso que se da al plátano en esta fiesta, pues también hay un rasgo "ritual-estético", si acaso se lo puede llamar así: como parte de los jocosos pasacalles y representaciones burlescas, existen ciertos personajes que aparecen en las murgas con unas bacinicas de plástico o de loza (las "cantoras") con un poco de vino blanco y uno o dos de estos plátanos enteros oscurecidos por su madurez, nadando dentro de las mismas y simulando ser heces humanas con orines que acaban siendo bebidas en un nada elegante acto de representación festiva. También le agregan al conjunto galletas molidas y, ocasionalmente, se ha visto alguno con vino tinto en lugar de blanco, lo que da un aspecto aún más chocante al juego.
Personalmente, el ponche de plátano propiamente tal me resulta un trago de buenos recuerdos: grandes encuentros floridanos en los inefables "clubes" de amigos de calle Honduras, en los años 90, donde el plátano con vino de garrafas se preparaba en enormes ollas y fondos, que duraban hasta la madrugada y aun después... Ahora, quizás permanece refugiado todavía en uno que otro boliche de luces con polillas o alguna mesa hogareña donde aún no lo echen al olvido.