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Un "charrango" artesanal y auténtico. Fuente imagen: Archivo de Música Popular de la Universidad Católica de Chile (AMPUC), 1979. Publicado en el portal Memoria Chilena.
Este texto es de mi autoría y había sido publicado en otro sitio web ya desaparecido, hace unos años. Lo he recuperado gracias a la intermediación de un buen amigo que conservaba una copia y lo republico acá aunque con fecha actual, porque no tengo exactitud de cuándo fue originalmente subido a internet por primera vez, ya que no queda registro de él en el caché de Google ni en las fechas de información de los archivos. Desgraciadamente, además, se perdieron los comentarios con aportes y comentarios de lectores. Las imágenes y videos que agrego no son los originales, pero de todos modos sirven para ilustrar el artículo.
Hay localidades del Sur de Chile donde las tonadas y cuecas campesinas van acompañas de un rústico instrumento de cuerdas distinto de arpas, vihuelas, guitarrones o guitarras cogotudas: el "charrango", alegre residente de territorios determinados por la vida agrícola, contemplativa y alejada de los males de la ciudad, permitiendo que esta curiosa presencia permanezca aún vigente entre los cultores de la música tradicional del Chile más rural y prístino.
Este artilugio sonoro corresponde a un instrumento totalmente artesanal y de aspecto primitivo, siendo llamado impropiamente también charango, o bien charango "de tabla", pero mucho más corrientemente "charrango" (¿mezcla de charro con charango?), título que ha producido algunas confusiones en la literatura y que ha llevado a más de algún viajero a confundirlo con el legítimo charango altiplánico.
Maestros charanguistas como el eximio músico chileno Héctor Soto, consideran que el charango no tiene en Chile el rasgo popular necesario para ser considerado parte del folklore nacional. Sin embargo, perturba la existencia de un instrumento con nombre tan parecido, en estas localidades rurales y comunidades modestas chilenas, lo que ha inducido a algunos a especular también sobre un posible vínculo. Así, el "charrango" ha sido mencionado por autores extranjeros como Carlos Vega y Clemente Hernando Balmori, precisamente cuando han hablado del charango altiplánico deslizando la idea de algún nexo.
Por lo anterior, quise abordar acá todo lo relativo a tan extraño instrumento chileno sin poder desprenderme de comentar también sobre las supuestas relaciones que tendría con el popular instrumento del folklore peruano-boliviano y que podría ser, acaso, poco más que sólo el parecido del nombre.
UNA CURIOSIDAD CON CUERDAS
El "charrango" consistente en un artefacto singular, sin duda: consta de un grupo de cuerdas de alambre (de una a cinco, según el criterio del artesano) tensadas con dos botellas en los extremos o -en algunos casos excepcionales- con gruesas cañas huecas o tubos, a modo de puentes. Las cuerdas son fijadas con grapas, grampas o clavos. Todo este aparataje va montado sobre una tabla plana o un palo, que los hombres de campo construían en postes de graneros o corredores para alegrar el día al final de las faenas. Algunos le hacen tallados y pequeños grabados pintados para maquillar un poco su aspecto, detalle que muchas veces permite adivinar la procedencia del instrumento.
Técnicamente, el "charrango" es un idiófono y cordófono simple, clasificable en la familia de las cítaras de palos y palos musicales. Suele ser de tamaño pequeño, menos de un metro, aunque se han visto algunos casi con la altura de un hombre bajo. Ha sido estudiado con atención por algunos investigadores como Carlos Lavín, Manuel Dannemann, Carlos Vega y Miguel Anabalón Mora. Otros, como Rodolfo Oroz, lo descartan tildándolo velozmente sólo como un "burdo instrumento de cuerdas"de Curacautín, en su trabajo "La lengua castellana en Chile" de 1966.
En el Archivo de la Enciclopedia Chilena, de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, se lo definía hacia mediados del siglo pasado de la siguiente e interesante manera:
"Cordófono primitivo, típico de nuestro país, consistente en dos o más cuerdas de alambre, fijadas en sus extremos mediante clavos, a un palo vertical. Dos botellas, arriba y abajo, entre el palo y las cuerdas, hacen las veces de puente. Existen dos tipos de este instrumento: uno fijo, construido sobre un palo (de los que soportan el techo de una vivienda) y otro transportable, construido sobre una tabla de forma variable. Las cuerdas se raspan con un par de aros unidos y entorchados con un alambre, en los que se introduce la mano. El instrumento no requiere afinación. La superficie irregular del entorchado raspa todas las cuerdas a la vez, lo que da al sonido un carácter rítmico".
Este instrumento, con su sonido metálico y duro, se usa en contextos que nunca varían: el de fiestas, jolgorio y celebraciones, en especial para acompañar tonadas, cuecas de campo, sirillas, guarachas y ritmos parecidos.
A pesar de su simpleza, la tendencia a la desafinación y a la monotonía exige que quienes lo emplean rasgueando sus cuerdas con las asas sueltas sean diestros en el control de tiempos, movimientos y alturas. Además, el aspirante a "lutier" debe darles la tensión necesaria con pequeños cuños de madera para alcanzar así la armonía, o la sonajera de alambres resultaría tortuosa al oído. Quizás por esto último los mineros de Lota apodaban "charrangos" también a los ruidosos extractores eléctricos de aire que existían en las carboníferas de la zona.
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Ilustración de un "Charrango". Fuente: CuricoChile.com
DISTRIBUCIÓN Y POSIBLE ORIGEN
La dispersión geográfica del "charrango" es, fundamentalmente, desde la Zona Central hasta el Sur de Chile, habiendo pasado por el antiguo Valparaíso, Colchagua, Maule y Valdivia, y llegando a encontrárselo en algunas fiestas folklóricas y tradicionales del Archipiélago de Chiloé. Para Enrique Yévenez Sanhueza, en su "Chile, proyección folklórica: Compilación de antecedentes del folklore chileno" de 1980, la distribución exacta del instrumento sería "desde Colchagua a Valdivia y en Chiloé". Sin embargo, el feliz redescubrimiento y la recuperación de elementos del folklore chileno en los últimos años, se ha traducido en el empleo del instrumento por algunos conjuntos de mucho más al Norte.
Donde quiera que se lo vea, sin embargo, su presencia siempre está asociada a las mencionadas instancias de celebraciones y recreación, aunque el contexto de orientación a la vida rural de su uso ha ocultado la existencia del singular instrumento en las grandes ciudades, donde sólo aparece esporádicamente en encuentros populares y uno que otro festival, tocado por alguna abuela, algún campesino advenedizo o algún veterano cuequero.
La insigne musicóloga nacional Margot Loyola, escribe sobre lo que parecen ser el antecesor del "charrango", en su libro "La tonada: testimonios para el futuro":
"Algunas cantoras de la zona costera, en Pichilemu y Cahuil (VI Región), nos habían informado de la presencia de un particular instrumento de cuerdas, el que a falta de guitarras se usó hasta mediados de la década de 1960. Se trataba de una tabla rectangular de unos 30 cms. de ancho, cuyo largo era similar al de una guitarra. Por lo general estaba provisto de 5 cuerdas metálicas de guitarra, las que iban montadas sobre pequeñas botellas planas que se sitúan entre las cuerdas y la superficie de la tabla. Su ejecución era similar a la de la guitarra: con la mano derecha la cantora hacía los ritmos y articulaciones característicos del rasgueo en la tonada, mientras que con la otra la cantora sujetaba el instrumento. A este instrumento también lo llamaron charrango".
De acuerdo a esta exposición, entonces, el actual "charrango" provendría de este instrumento homónimo cuyas cuerdas de guitarra fueron reemplazadas por alambres delgados. En la zona de Colchagua y del Maule, además, se llegaba a templar estos alambres para mejorar su calidad, dejándolos al rojo vivo en hornos de barro y luego sumergirlos calientes en agua fría.
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Músico rural y su "Charrango". Fuente: bitacoradeunmusicoblog.blogspot.com
¿UN INSTRUMENTO INDÍGENA?
Si bien es descartable que existan instrumentos cordófonos como éste en América antes del arribo español, algunos investigadores como el filólogo Miguel Anabalón Mora presumen de cierta influencia araucana en este lúdico instrumento musical del "charrango", ya que pudo observarlo personalmente mientras residía entre dichas comunidades indígenas.
El investigador argentino Carlos Vega, por su parte, en su trabajo de 1946 titulado "Instrumentos musicales aborígenes y criollos de la Argentina", relata así su observación del "charrango" entre esas mismas comunidades araucanas y comenta algo de la información que le proporcionó Anabalón al respecto:
"Recibe también el nombre de charrango en Chile (Temuco y zonas vecinas) un curioso palo musical indígena y criollo. Lo he visto sólo una vez, y no durante la ejecución, en una ruca o rancho araucano. No tengo los datos necesarios para dedicarle el correspondiente capítulo. Consiste en un par de 'cuerdas' de alambre que se fijan por los extremos con clavos a uno de los palos verticales que soportan el techo de la ruca. Dos botellas, una arriba y otra abajo, colocadas entre el palo y las cuerdas, desempeñan las funciones de 'puente', estiran las cuerdas y las separan del palo. Las cuerdas se hacen vibrar por raspadura de un par de aros unidos y entorchados con alambre, en que el ejecutante introduce la mano. No hay afinación. La superficie irregular del entorchado raspa todas las cuerdas a un tiempo y el sentido del ruido que produce es rítmico. Don Miguel Anabalón Mora, filólogo chileno que ha vivido mucho tiempo entre los araucanos, me informa que el charrango suele tener, una, dos o tres cuerdas; que los criollos chilenos acompañan con él las melodías de las armónicas de boca o las de una pequeña flauta traversa de cicuta que tiene tres a cinco agujeros, y que los araucanos lo utilizan también para acompañar los sonidos de la Trutruca, pero que, en este caso, el 'charrango' es portátil, es decir, que las cuerdas no se clavan en el palo de la ruca, que esta fijo al suelo, sino en una tabla. No puedo decir más por ahora. Los otros datos Carlos Isamitt".
Algo aporta también Félix Coluccio en su "Enciclopedia folklórica americana e ibérica", de 1966:
"Entre los araucanos, el charrango, como le llaman, se fabrica con cerdas de alambre (dos o tres a lo sumo) que atan a los palos del rancho. Su origen es muy discutido, ya que para algunos autores es un instrumento musical autóctono , y para otros su aparición tiene efecto después de la llegada de los conquistadores a las tierras habitadas por los incas".
Cañe añadir que Anabalón observó en las comunidades mapuches las descritas unidades transportables del "charrango", consistentes en en una tabla de hasta 160 centímetros de alto por 32 centímetros de ancho, en la que se tensaban de una a tres cuerdas. Otras versiones usan entre 4 y 5 cuerdas, y la principal forma de tocarlos es en posición vertical.
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Fidel "Filito" Silva con su "charrango". Imagen tomada y publicada por Margot Loyola.
CHARANGO Y "CHARRANGO"
El problema con el "charrango" y su tosco sonido es que, incluso fuera de las cuestiones puristas, no todos estarían dispuestos a considerar este curioso artilugio como un familiar directo del clan charango o un instrumento derivado de tal, salvo quizás por las pequeñas analogías entre ambos además de la fonética del nombre. No obstante, algunos autores sí han intentado relacionarlos de una u otra forma.
En los "Apuntes para el etimo del charango", que fuera una presentación del investigador español Clemente Hernando Balmori en el Congreso de Instituciones Hispánicas de Madrid en 1963, se toma con entusiasmo la cita anterior de Vega sobre el instrumento de marras, pero es cauteloso sobre la posibilidad de sacar mayores conclusiones respecto de una supuesta relación directa entre el charango y el "charrango":
"No pretendo sugerir con esto ni que la forma charrango fuera la originaria ni éste precisamente, el modelo del instrumento original. Cuando mucho podría acaso pretenderse, dada la coincidencia de allende y aquende el océano, una forma anterior no bien fijada en el periodo de la expansión del vocablo que permita estas variantes: la r en diversas lenguas americanas presenta alófonos que pueden interpretarse por d y por rr múltiple, por ejemplo.Por otra parte, todos los testimonios apuntan hacia el Perú como centro de propagación, pero hacia un instrumento primitivo, no éste precisamente, pero sí tan primitivo como él".
A pesar de todo, no cabe duda del valor folklórico y popular del "charrango" en la música chilena: ya lo han llevado a escenarios profesionales consagrados cultores de la música tradicional campesina, como el grupo "Los Chacareros de Paine", el "Conjunto Proyección Folclórica Quinchamalí", los santiaguinos "Coyahue" y la agrupación "Rumi Rayen y Voces de Quilicura".
Y doña Margot Loyola también agrega algo interesante con relación a cuando el primitivo instrumento comenzó a saltar a las salas de grabaciones:
"Los años sesenta fueron la década de la proyección escénica del folklore por antonomasia. Muchas manifestaciones de tradiciones locales fueron por entonces recuperadas del olvido y llegaron a tener presencia social a través del espectáculo, la radio y el disco. El charrango fue una de ellas. En 1964 el sello RCA grabó el long play 'El Amor y la Cueca'. Para esa ocasión un cantor colchagüino, Fidel Silva Morales -Filito-, de la comuna de Palmilla, fabricó un charrango transportable de dos cuerdas sobre un poste de madera de aproximadamente 1,80 metros de alto, con el que hizo parte del acompañamiento instrumental en uno de los registros. Pero Filito no sólo acompañaba cuecas, sino también tonadas y cantos a lo pueta".
El "charrango" puede ser, así, sólo un primo lejano del charango altiplánico o un paralelismo pintoresco de nombre y de estilo ambos los instrumentos en base a cuerdas, pero provenientes de dos vertientes muy distintas y distantes del folklore de esta región continental.
"Charrango de Vilcún". Fuente: http://youtu.be/41OiFYcxaWE
"Charrango". Fuente: http://youtu.be/l-8PlzMYIWU
"Los Chacareros de Paine - V Fiesta Campesina Cayucupil 2012". Fuente: http://youtu.be/b9KjLLcG_Y8