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MATAPACOS: LA LEYENDA DEL PRIMER RIOT DOG CHILENO

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Fuente imagen: La Izquierda Diario.
Ya he comentado fugazmente que preparo la publicación de mi segundo libro, esta vez dedicado a crónicas de perros populares de la historia chilena ("Cronicanes"). Sin embargo, la circunstancia actual de disturbios y manifestaciones glorificando a uno de ellos, el inolvidable Matapacos, me parece apropiada para recordar algo sobre este insólito can que hoy aparece convertido en un emblema de los rebeldes y hasta internacionalizado, con alusiones a su recuerdo en las protestas de New York, ni más ni menos.
Dejaré acá, entonces, esta versión más light del capítulo que irá en mi libro dedicado a este personaje cuadrúpedo.
Matapacos, en su origen conocido como el Negro, será recordado siempre como el principal y acaso primer riot dog o "perro de disturbios" popular en Chile, pues se hizo famoso en las postales de las mayores protestas y revueltas estudiantiles hacia 2011 y 2012, siempre en la primera línea de choque por las calles de Santiago. Y si bien ya han existido desde antaño perros callejeros que participan de esta clase de manifestaciones y enfrentamientos de naturaleza política, éste parece ser el primero en alcanzar una estrella propia en tal categoría y en quedar identificado de manera indivisible con tales episodios, con una épica personal, además.
Se trataba de perro negro semidoméstico del barrio República que, según se recuerda, sería su lugar de origen o de inicios de su fama, cuanto menos. Adoptado en una casa hacia los días del terremoto del 2010, su dueña, la señora María Campos, había notado que el Negro regresaba en cada una de las noches de sus escapes a la calle con un misterioso pañuelo amarrado en el cuello. El perro también comenzaba a inquietarse y alborotarse en cada ocasión que había marchas estudiantiles en el barrio universitario y en el sector de la Alameda Bernardo O'Higgins, momentos en los que empezaba a rasguñar la puerta y a suplicar con gemidos que lo dejasen salir a las calles, deseoso de hacerse parte de las turbas.
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MEMORIAL DEL PUENTE DE PALO EN EL RÍO MAPOCHO

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El Puente de Palo, levantado sobre los bloques de las bases-arranques de los que habían sido los arcos del anterior Puente de Ladrillo, que alcanzan a distinguirse en esta imagen de 1870-1880, aproximadamente.
Coordenadas: 33°25'58.92"S 70°38'55.04"W (ex ubicación del puente aprox.)
Un lugar donde tanto el pueblo residente de los barrios ribereños de Santiago como los caprichos impetuosos e impredecibles del río Mapocho encontraron espacio para picardías y malicias humanas, llegando a hacer necesario instalar un vigilante de punto fijo sobre él (en beneficio de la buena conducta), fue la pasarela que existió allí sobre las ruinas del viejo Puente de Ladrillo, primero que tuvo el Mapocho e instalado precisamente encima del sistema de tajamares más antiguo que conoció la ciudad.
Le llamaban Puente de Palo, y aunque su historia fue opacada por la magnitud y la belleza del Puente de Cal y Canto, se trató de uno de los pasos históricos y más importantes que tuvo Santiago sobre el Mapocho, abarcando buena parte de su vida entre entre la Colonia y la República por más de un siglo de existencia. Por sus rasgos pintorescos, Ismael Espinosa lo comparaba con el famoso puente de madera de Lucerna, Suiza (el turístico Kapellbrücke), en su "Historia Secreta de Santiago de Chile":
"El puente de palo era, además, el pasaje obligado para dirigirse a las chacras de la Chimba, abundante en famosas cazuelas de ave y en exquisiteces criollas de toda especie. Por él discurrían también los padres de la Recoleta Franciscana, donde vivieron los dos santiaguinos por adopción que más se han acercado a la gloria de los altares: el Siervo de Dios fray Pedro de Bardeci, y el abnegado y milagroso fray Andresito".
A menudo, sin embargo, este puente es confundido con el también viejo pero posterior Puente de los Carros, situado hacia donde mismo está el que hoy lleva ese nombre entre los mercados del barrio, aunque ya en su versión metálica. El error es muy comprensible, sin embargo, cometido incluso por expertos y profesionales de estos temas que aquí tratamos de forma más ligera, pues son engañados tanto por el parecido de ambos puentes como por la proximidad que tuvieron los dos en este tramo urbano central del río Mapocho.
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LA MARINITA Y SU TRAGEDIA: LA ANIMITA DEL PARQUE O'HIGGINS

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Placas de agradecimientos y ofrendas para la Marinita hacia 2003, en imagen publicada en "Templos de Chile" de Juan Forch. Fuente imagen base: Memoriachilena.
Coordenadas: 33°27'54.3"S 70°39'41.8"W
La celebérrima animita de Santiago conocida como La Marinita o Animita del Parque O'Higgins, se encuentra a un costado del famoso óvalo del Campo de Marte, al Sur-poniente de este sector entre el patinódromo y las canchas del club de tenis, junto a los juegos infantiles y los quinchos para asados. Es un rincón gratamente sombreado por los árboles y en donde pareciera que la devoción nunca se acabará, a pesar de los cambios que ha experimentado la sociedad y la fe en nuestra época.
La persona venerada en esta animita es Marina Silva Espinoza, una niña de la que se sabe muy poco, incluso entre sus devotos, ya que su recuerdo es orbitado por varios mitos. El dato principal entre todos ellos, es que habría sido cruelmente violada y asesinada en 1945 por su padrastro y que era sordomuda. Y cuentan las leyendas, además, que el fantasma de la niña se aparece jugando ante los visitantes del parque, o que los cercanos columpios infantiles se mueven solos durante las noches. Algunos cuidadores aseguraban que esto sucedía en el parque.
Aferrándonos a datos más reales, sin embargo, el crimen de Marinita sucedió exactamente el 23 de mayo de aquel año, y muy posiblemente bajo el mismo árbol que ha seguido creciendo sobre el lugar de su recargada y querida animita. Esta última parece ya un pequeño santuario, asegurándose allí también que la niña suele ser muy milagrosa y cumplidora, como sucede con todas las animitas que perduran y se perpetúan en su popularidad. Algunos comerciantes, de hecho, venden velas a ciertas horas del día.
El crimen sucedió en los tiempos en que Parque O'Higgins aún era conocido como Parque Cousiño y no tenía esas rejas de seguridad que ahora lo cercan por todo el perímetro. El cadáver de la pequeña fue descubierto dentro del terreno hacia las 9:00 horas de la mañana del 24 de mayo de 1945, bajo un árbol del sector que da hacia la avenida Beaucheff, enfrente de la calle Antofagasta y cerca de la tribuna de la elipse. El hallazgo, realizado accidentalmente por Ismael Badilla García, soldado de los cercanos Arsenales de Guerra, desencadenó de inmediato una frenética búsqueda para dar con la identidad de la niña y la del desalmado y cruel asesino.
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JOSÉ MIGUEL Y RICARDO DODDS: LA LEYENDA DE LOS VADULLI EN LAS CALLES DE ARICA

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Hay personajes callejeros que, como los ya míticos hermanos Vadulli, llegan a tener los niveles de popularidad asombrosos, cruzando dos o más generaciones con su leyenda. Y aunque fueron famosísimos en la ciudad de Arica, resultan inmensamente desconocidos en el resto del país, razón por la que fueron de aquellos muchos emblemas que hacen a los ariqueños tales: quien desconozca la existencia de estos personajes, difícilmente podría ser considerado un auténtico habitante de la nortina urbe.
Convertida su memoria en parte de la identidad local, entonces, se trataba de dos sujetos reconocidos como "locos lindos" callejeros que han generado una especie de culto con su presencia en las calles céntricas de la ciudad nortina, cada uno con un distintivo, características personales y hasta aspectos físicos opuestos, pero que, a su vez, se han llenado de anécdotas e historias creativas sobre cuál sería el origen común de tan intrigante par de hermanos.
La creencia más difundida entre los ariqueños aseguraba que ambos eran hijos de una familia multimillonaria caída en privaciones económicas o que fueron abandonados por los problemas mentales repetidos en los dos, por obra del destino, por errores en sus planos genéticos o por los excesos de la droga, situación que los llevó a la vida de vagancia y devoción por el vino, determinando sus existencias. Como en todas estas habladurías, hay elementos reales y otros no en estas convicciones.
Como sea, todos conocían a los Vadulli en sus buenos tiempos, cuando llegaron a ser las celebridades callejeras en Arica: los estacionadores de vehículos, los carabineros, los trabajadores del puerto, los comerciantes, los repartidores de periódicos, los kiosqueros, los funcionarios municipales, etc. Ellos, a su vez, se hacían conocidos entre los botilleros, paseantes y en edificios públicos, donde llegaban pidiendo permiso para ocupar los servicios higiénicos o pegarle retoques a sus presentaciones personales, por lo general no muy para la gala.
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EGIDIO ALTAMIRANO: RECUERDOS DEL SEÑOR DEL ACORDEÓN

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Coordenadas: 33°26'53.0"S 70°39'03.5"W (barrio bohemio de calle San Diego)
En abril de 2013, la comunidad bohemia y nictófila de calle San Diego de Santiago, perdió a uno de sus más históricos y célebres iconos: el cantante popular y folclórico Egidio "Huaso" Altamirano Lobos, veterano acordeonista y cantor de larga trayectoria en los principales bares de estos barrios, a quien tuvimos en gusto de conocer y cruzar algunas palabras en el bar y estaurante "Las Tejas", en varias de aquellas noches nuestras de concurrencia asidua en los años noventa y la década siguiente.
Don Egidio era especialmente conocido allí, en ese antiguo boliche que inició sus días en los barrios de calle San Pablo y que hoy ocupa lo que fuera el antiguo y romántico Teatro Roma, otrora novedoso y concurrido centro revisteril de los años cincuenta vecino al también histórico Teatro Cariola, todavía en sus funciones originales. Siempre de terno, peinado hacia atrás su pelo que lograba resistir las canas y cargando su pesado instrumento de más de 10 kilos, era tan habitual ver al "Huaso" Egidio por quienes frecuentan la cantina y sus alrededores, que cuando no aparecía algún día viernes comenzaban de inmediato las preocupaciones intentando explicar su ausencia en posibles estados de salud, especialmente hacia el final de su vida.
Era comprensible que un hombre mayor y tan querido generara aquellas atenciones, por supuesto. Empero, cuando parecía haber faltado despertando inquietudes del público, todo se resolvía dentro de la misma noche y de la mantera más natural: simplemente, Egidio llegaba más tarde que de costumbre, para repartir otra vez su música entre mesas cojas y sillas con patas de fierro, hasta altas horas de la noche. Era un infaltable, un imprescindible.
Don Egidio algunas veces se presentó también en el célebre club "Los Canallas" de la misma calle, el célebre local del santo y seña nacido como asaduría de pollos a inicios de los ochenta, a poca distancia de "Las Tejas" y antes de el boliche que emigrara a calle Tarapacá. Aquellas cuadras de calle San Diego, entonces, eran las mismas del conocido acordeonista: sus reinos, cruzando de una vera a otra o paseando siempre de camino a alguno de los locales en donde extendía su devoción musical.
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LA BOHEMIA OBESIDAD DEL "GUATÓN BAR"

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Volante publicitario del "Guatón Bar" impreso en el año 1910 por la Litografía Barcelona, reproducido por Pedro Álvarez Caselli en su trabajo "Chile: marca registrada".
Coordenadas: 33°25'59.7"S 70°39'06.7"W
Hubo algunos boliches de barrio Mapocho en Santiago que, definitivamente, resaltaron en la historia local como pioneros o precursores en el rol de popularizar el concepto del mismo vecindario como sitio de entretención, comidas, barras y bailables, prestigio que tuvo en exceso en alguna época. Esta fama de Mapocho como centro bohemio llegó a su edad dorada con los boliches del llamado "barrio chino" de calle Bandera, sobreviviendo de aquellos años algunos cuantos ejemplos como "La Piojera" y el "Bar Touring", entre otros decanos.
De entre todos ellos, entonces, el "Guatón Bar" parece haber sido también uno de los más antiguos centros de parranda en los límites del barrio nocherniego de Mapocho aunque más cerca del Mercado Central, exactamente en la dirección de calle Puente 884-896 esquina con avenida Mapocho y, según refiere su optimista publicidad en los días del Primer Centenario de la Independencia, cerca de la antigua Estación Mercado cuya punta de rieles y nudos estuvieron muy cerca de allí, exactamente al frente.
Propiedad de don Enrique Valenti, quien era dueño también de la marca de cigarrillos "Guatón Cigarrettes", se recuerda a este local como uno propio de la época del 1900 y de sus periplos, tanto por la oferta como por el ambiente reinante en sus salas. Y por haber nacido con la generación inicial de este tipo de establecimientos recreativos al lado del río Mapocho, compartía sus parroquianos con otras célebres cantinas como el "Dos Canarios" y "Los Buenos Amigos".
Tales refugios constituían, además, un territorio atractivo para poetas malditos y trágicos, como Pedro Antonio González, Antonio Bórquez Solar y, más tarde, un joven Alberto Rojas Jiménez, todos bastante dados a los placeres del vaso en las mesas mapochinas. Hacia los años veinte se haría habitual la presencia de vates y escritores en el barrio, por las mismas razones, entre ellos el propio Pablo Neruda.
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PLAZA PUNTA DE RIELES: REMINISCENCIAS DE LOS AÑOS DEL TRANVÍA EN MACUL

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El tranvía de la Línea N° 23 de avenida Macul, hacia la década de los años veinte. Tenía su parada justo en la Punta de Rieles de Macul.
Coordenadas: 33°29'7.19"S 70°35'59.56"W
El político y prominente hombre público José Pedro Alessandri (1864-1923),  importante personaje de la historia de Ñuñoa, hizo abrir la avenida Macul de Santiago cuando recién había pasado el Primer Centenario Nacional. En principio llamada Gran Avenida, como el camino llevaba hasta el entonces pueblito de Macul, de origen indígena, pasó a tomar este mismo nombre al poco tiempo. Este aporte vial fue para la creciente urbe fue un enorme impulso de desarrollo, en especial para aquellos caseríos del sector, permitiendo también la llegada del tranvía hasta allí.
Hacia los años veinte y treinta la Línea N° 23 del tranvía de Santiago, llamada en aquel tiempo "Macul" y después "Avenida Macul", partía su recorrido desde la avenida Irarrázaval, el antiguo camino de Ñuñohue o de Ñuñoa, hacia Macul, llegando hasta lo que era por entonces el final de la misma en el límite urbano suroriente de la capital chilena. Su recorrido de vuelta era por el mismo trayecto, como señala el "Baedeker de Chile" de Carlos Tornero, de 1930, permitiendo así la conexión de los residentes de la zona con los recorridos más céntricos del mismo sistema de tranvías, en cada jornada.
El punto final del trayecto de la Línea N° 23 tuvo dos o tres paradas últimas o puntas de rieles, como se les llamaba entonces al punto final de los carriles, a la sazón ubicados en la comuna de Ñuñoa. Sin embargo, el más importante de ellos fue el que estaba en la intersección de las avenidas Macul y Quilín, que distaba mucho de tener entonces el mismo paisaje urbano de nuestros días, viéndose más parecido a lo que serían los límites de una ciudad con los terrenos rurales y de grandes parcelas que se extendían hacia el Sur.
La guía del "Plano de Santiago" de la casa Karstulovic, de 1941, señala que, para entonces, el nombre de la Línea N° 23 era "Macul-San Martín", y podemos verificar en el detalle de su recorrido que se había ampliado mucho, desde la Alameda hasta lo que entonces se conocía como el camino Macul-Lo Cañas, que hoy conocemos como Quilín. Era en ese mismo sector en donde estuvo la Punta de Rieles de Macul, precisamente. En "Los viejos tranvías se van", de 1955, Ramón Lira Lira confirma que el recorrido sufrió muchos cambios de punto de partida, llegando un momento en que iniciaba y concluía sus recorridos de regreso en el sector de Mapocho.
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"YO PIDIENDO, NO ROBANDO": RAMÓN BELMAR, EL TÍO DE TODOS EN COYHAIQUE

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Coordenadas: 45°34'18.3"S 72°04'11.3"W (sector donde solía deambular)
Podría parecer raro que las ciudades con climas extremos, especialmente las más frías o lluviosas, tengan mendigos ancianos en su fauna humana-urbana más pintoresca y característica. Lo usual, o más bien lo esperable, es que sobrevivan (sí, así de cruel como suena) principalmente los más jóvenes, tanto por la resistencia física como por la capacidad de movilizarse a otros destinos con mayor facilidad, eludiendo temporales o nieves. No facilita mucho las cosas el que ciertos vagabundos lleguen a establecerse en precarias viviendas tipo "rucos", pues la protección que estas suelen brindar a sus humildes moradores, por lo general queda neutralizada con los climas menos benignos.
Hay excepciones más notables, sin embargo; o mejor dicho, demostraciones de que eso no es tan real. Una de ellas la constituía el abuelo indigente Ramón Belmar Roldán, de Coyhaique, de la Región de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo. Fue un incansable luchador contra condiciones más sádicas del invierno austral, con las que terminó perdiendo la guerra ya en muy avanzada edad, en una noche del año 2014.
Don Ramón lucía una larga barba blanca, nariz aguileña prominente y un fetichista gorrito de lana, cargando siempre un par de sacos encima. Había algo de mago Gandalf en aquel personaje, que también llegó a ser uno de los más populares y queridos de toda la zona. De hecho, aseguraba tener conciencia de que era "más conocido que el alcalde", según comentó a la prensa de la ciudad de Coyhaique en alguna de las ocasiones en que se le acercaron periodistas de los medios regionales.
La vida detrás del encantador y alegre abuelo de las calles de la urbe patagónica, sin embargo, era una historia dura de pérdidas y de errar constante. Aunque se construyeron infinidad de versiones al respecto, intentando llevar la luz a los enigmas sobre su origen y como es habitual en esta clase de personajes, él aseguraba haber nacido en la misma ciudad austral en 1936. Agregaba que había perdido a sus padres siendo muy niño, por lo que quedó encargado a sus abuelos maternos. Estos decidieron mudarse más al norte del país y llevárselo para asegurar que continuara sus estudios, pero la tragedia volvió a golpear al pequeño cuando los abuelos fallecieron sin que alcanzara a terminar de cursar el sexto año básico.
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EL CENTENARIO "CHANCHO CON CHALECO" DE MAIPÚ

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Fachada antigua de la quinta de recreo y restaurante "El Chancho con Chaleco", demolida en 2008. Fuente imagen: guía Restaurantesen.org.
Coordenadas: 33°31'34.09"S 70°45'24.81"W
Con el cierre de "La Higuera" en calle Chacabuco, la bohemia y la diversión en Maipú recibieron una irreparable lesión, un daño profundo en el ambiente, el mismo que ha ido viéndose complicado con las situaciones de desórdenes callejeros de las últimas semanas. A pesar de todo, se mantiene en pie otro de sus centros históricos de vida nocturna comunal: el inefable club de "El Chanco con Chaleto", boliche de fiestas de madrugada por el que han pasado generaciones de aventureros y vividores, en poco más de un siglo de existencia.
Guido Valenzuela Silva menciona a este tradicional centro culinario en "Brochazos y pinceladas de un maipucino antiguo", del año 2008. Sin embargo, hay varias alusiones más a él en la literatura nacional, pues se hace difícil hablar de Maipú pasando por alto su notoria existencia. Debe ser uno de sus hitos más históricos, si hilamos fino, por supuesto que después de los teatros de la batalla que aseguró la Independencia de Chile y otros puntos parecidos de su recorrido patrimonial.
Ubicado al inicio de la avenida Los Pajaritos, en el número 99, llegando a antiguo Camino a Melipilla y casi enfrente de la Capilla del Niño Jesús de Praga de Maipú, el histórico restaurante y centro de eventos nació hacia 1918 como la quinta de recreo "Venecia", así llamada por la gran cantidad de canales y acequias que rodeaban en aquel entonces al establecimiento cercano a la vieja Estación Maipú del ferrocarril, por lo que el negocio pasó a ser el favorito de los muchos pasajeros de los trenes del ramal Santiago-Rancagua que subían o bajaban a los andenes de esa desaparecida terminal, ubicada junto a la actual calle Alberto Llona.
Dos años después, el "Venecia" ya habría definido su rol como el de una chanchería popular, a la que acudían personajes como el Dr. Eduardo Ahués Salamé y los miembros del Rotary Club de Maipú, según un encuentro descrito allí por Valenzuela Silva. Debe haberse tratado del más importante y concurrido lugar de este tipo por aquel sector de Santiago, cuando aún no era absorbido por el crecimiento de la ciudad.
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EL MAGO DE LA POLLA GOL: LA VERDAD HECHA LEYENDA DE ROBERTO JACOB HELO

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Don Roberto, en imagen de su libro "Un poco antes de la muerte".
Hacia la primera y segunda cuadra del paseo Ahumada en los ochenta, cerca de los principales cafés y sobre una banca para el descanso peatonal, era habitual encontrar en aquellos años a don Roberto Jacob Helo, más conocido para la posteridad como el Mago de la Polla Gol.
Por entonces, el singular personaje y "guía" hacia la esperanza de riquezas, ofrecía al público sus fórmulas, folletos y recomendaciones varias, con demostraciones incluidas, para enseñar el procedimiento que empleaba exitosamente para pegarle al premio mayor del famoso concurso de la Polla Chilena de Beneficencia, con base en pronósticos del campeonato nacional de fútbol. Cerca un centenar de ocasiones llegó a ganarse el premio mayor, de hecho, dejando demostrado su dominio en el famoso concurso, que alimentaba las ilusiones de tantos chilenos en aquellos años de crisis económica.
Por sus características, el caso del llamado Mago de la Polla Gol debe ser uno de los más pintorescos de la historia popular chilena y de sus semblanzas callejeras. Fue incluido por Nicolás Rojas en su trabajo "Grito y plata. Historias de casinos, hípica y juegos de azar en Chile", y por Cristián Venegas en "Fuera de juego. Breves crónicas de fútbol chileno". Hasta hoy, muchos lo recuerdan como una parte importante de las memorias de su propia vida en la ciudad de Santiago, extrañando su presencia en el mismo paseo Ahumada.
Casi desde el momento mismo en que se creara la Polla Gol para recaudación del Estado de Chile, originalmente orientada al fomento deportivo a mediados de los años setenta, la esperanza de un cambio de vida con el dinero del premio nubló consciencias y obsesionó a algunos ilusos, algunos de ellos llegando hasta la tumba en la periódica espera de atinarle a los famosos 13 puntos de los pronósticos en cada cartilla, con las opciones empate, local y visita.
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BURDELES, NOCTÁMBULOS Y RUFIANES: CRÓNICA DEL EXTINTO BARRIO ROJO DE LOS CALLEJONES DE RICANTÉN

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Calle Lira en 1962. Fuente imagen: sitio web del Liceo Confederación Suiza.
Coordenadas: 33°27'03.9"S 70°38'17.0"W
Hubo una época de los prostíbulos, mancebía y bohemia en Santiago que resulta inolvidable a quienes la vivieron: la epopeya del barrio Los Callejones, en Diez de Julio Huamachuco, hasta donde acudían con el pecho ardiente desde modestos folcloristas, tangueros y cuequeros pagados con cañas de vino, hasta prominentes hombres públicos que derramaron algunos de sus más grandes secretos en la memoria de aquellas cuadras.
Los Callejones parecen haber sido el primer barrio rojo moderno de la capital chilena, al menos en los términos que lo reconocemos ahora, además del más famoso. Este concepto va mucho más allá de ser sólo un concentración de prostíbulos y tugurios, por supuesto, aunque también ha quedado sumido en la tendencia a poetizar el recuerdo por parte de aquellos que lo conocieron y que hoy lo contemplan desde el observatorio de la nostalgia, no siempre muy objetivo. Lo cierto es que había en él elementos igualmente pintorescos o encantadores conviviendo con otros oscuros y problemáticos, que acabaron sobrepasando sus atracciones y condenándolo a desaparecer, finalmente.
Llamado también Barrio Ricantén, Callejones de Ricantén (Licantén en algunas versiones, por corrupción fonética) o, simplemente Barrio Callejones, correspondía a un cuadrante de viejas calles y cuadras estrechas distribuido entre las vías Diez de Julio Huamachuco, Dr. Brunner-Tocornal, Argomedo y Raulí-Portugal, llamadas Freire-Maestranza en esos años. La concentración de prostíbulos, bares "con niñas" y quintas de remolienda en esas pocas cuadras fue asombrosa, llegando a desbordar los límites del marco original expandiéndose así por casi todo este sector de Diez de Julio.
Al centro de este trazado estaba el corazón de los temidos callejones, entre Lira y Raulí por la calle Sucre, poco después llamada también Ricantén, cuando terminó de abrirse la vía y conectó con la de este nombre. En nuestros días, corresponde a Antonio Ricaurte, en homenaje al oficial independentista de las Provincias Unidas de Nueva Granada. Este último nombre, que aparecía ya en algunos planos de 1911, lo recuperó hacia 1952, pues parece que Ricantén fue una adaptación fonética del original Ricaurte, que afectó rápidamente en la denominación de la misma.
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EL BLACK FRIDAY, LA LEYENDA NEGRA

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Fuente imagen: BBC.
Es algo definitivo que el Black Friday (Viernes Negro) llegó para quedarse a nuestro país, introducido por las grandes cadenas del retail y los expertos en marketing. La compañía Walmart ha sido especialmente importante en su expansión por Sudamérica, además, aunque no la única. Breve pero intenso festival de descuentos y liquidaciones del comercio, se prolonga como temporada hasta el también popular Cyber Monday (Ciber Lunes) que lo sigue de tan cerca en el calendario, dedicado a las ventas de internet a partir de su creación en 2005.
Podríamos decir que esta inauguración de las temporadas de ofertas es, en su esencia, profundamente gringa y de innegable naturaleza capitalista, pues el original Black Friday se celebra el viernes siguiente al Día de Acción de Gracias que, en los Estados Unidos, cae en el cuarto jueves del mes de noviembre. Abría el período de ofertas de las fiestas de fin de año, con el frenesí de consumo que acá mismo hemos visto imitado... E imitado bastante bien, debemos agregar, pues habría que ser muy filántropo e idealista para negar que los descuentos de 30%, 50% y hasta más del 70% en algunos casos, facilitan mantener el grosor de la billetera en un mes tan oneroso como suele ser el de diciembre, especialmente para la clase media y baja.
Para muchos, además, el Black Friday es la mejor oportunidad del año para adquirir algunos artículos hogareños de mayor valor, generalmente relacionados con línea blanca, mueblería, electrónica y computación, aunque es claro que la conveniencia de precios toca también los intereses en adquirir prendas, artículos deportivos, gastronomía y todo cuando aguante la tarjeta de crédito, con endeudamiento incluido.
Ahora bien, ha sido quizá esta misma ligazón fundamental del Black Friday con el librecambismo lo que ha llevado a algunos medios de comunicación a expandir una leyenda negra y muy imprecisa sobre su supuesto origen, vinculándola a los tiempos del esclavismo y de la trata de personas. En términos generales, esta creencia fomentada por la imparable máquina de mentiras de la internet, ha fomentado en muchos el convencimiento de que el Black Friday original era una suerte de temporada de venta de esclavos negros (de ahí el nombre) en los Estados Unidos o en las colonias europeas, para la demanda que se intensificaba a fin de año. En este 2019, ha sido especialmente fuerte la embestida desinformadora.
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IRENE VÉJAR: LA MISTERIOSA "BOMBERA" DE LOS ÁNGELES

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Coordenadas: 37°28'22.6"S 72°20'58.2"W (sector donde solía rondar)
Tía Nena o Nina de decía su familia, antaño, así como sus amigos más cercanos. Pero la comunidad de Los Ángeles, en la provincia homónima, la conocía simplemente como "la Bombera", recordándola así hasta ahora. Su nombre real era casi desconocido, sin embargo: Elsa Irene Véjar Pérez. Muy pocos los sabían, salvo quienes conocieron sus tiempos más cuerdos y mentalmente sanos, que habían quedado muy, muy atrás. La mujer que después vagaba por aquellas calles, era otra persona por completo diferente.
Los extraños atuendos con los que paseaba por el centro de la ciudad, inducían al apodo de "la Bombera" y a confusiones sobre su razón de andar diariamente por las calles, acaso como esperando el advenimiento de un secreto milagro o resolviendo un misterio íntimo al que nunca le pudo hallar salida.
Los angelinos intentaban explicarse su caso de todas las formas posibles, entonces, siendo la historia más popular, quizá, una que hablaba de un supuesto amor de su vida que murió en forma trágica cuando recién había contraído matrimonio o se preparaba para tomar el sagrado vínculo, desencadenándose la esquizofrenia que la acompañó durante toda su época convertida en personaje callejero de Los Ángeles. Tal vez confundían su caso con el de otra famosa y distinguida mujer de las calles de la ciudad motejada en su tiempo "la Novia", a mediados de los ochenta aproximadamente, de la que se recuerda que vagaba con un gran peinado de tocado, cartera y guantes blancos, cargando a sus espaldas la historia de un abandono en el altar que no pudo resistir, al menos en la habladuría popular.
Elsa, en realidad, nunca se casó ni tuvo hijos. No alcanzó, más bien, porque los padecimientos psiquiátricos la alcanzaron antes de poder formar familia propia, probablemente para mejor. Ni siquiera le conocieron alguna pareja en toda su vida.
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AUGUSTO ORREGO LUCO: EL MÉDICO CON TALENTOS DE BRUJO Y ARQUETIPO DEL "DOCTOR DEL PUEBLO"

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El Dr. Orrego Luco en retrato fotográfico  de 1884, atesorada en la sección de fotografías de la Sala Medina, Biblioteca Nacional de Santiago. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.
Un importante antecedente "callejero" sobre la preocupación por la salud en la sociedad chilena lo representa el chileno Dr. Augusto Orrego Luco, prominente médico del siglo XIX, escritor, articulista, académico, hermano mayor del pintor y diplomático Alberto Orrego y del escritor y político Luis Orrego, el conocido autor de "Casa Grande".
Nacido en Valparaíso en 1849, Augusto Antonio Orrego Luco era hijo del empresario Antonio Orrego Garmendia, recordado por haber introducido la cera en el mercado chileno, y de doña Rosalía Luco León de la Barra. Todos sus primeros estudios tuvieron lugar en el puerto hasta que llega a Santiago a matricularse en el Instituto Nacional, donde funda un semanario junto a su amigo Luis Montt. Pasará desde allí a la Universidad de Chile en 1866, primero estudiando derecho.
Por alguna razón, el joven Augusto descubre sobre la marcha que las leyes no son los suyo, y decide cambiar su proa hacia la medicina. Su acaudalada familia lo complace, enviándolo a Europa para realizar aquellos estudios superiores. No obstante, y muy para su desgracia, malas decisiones económicas y problemas inesperados empobrecen rápidamente a su padre en ese mismo período, viéndose obligado a regresar a Santiago. Acá entrará a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, pagándose con su esfuerzo la carrera. Para este objetivo, trabajaba como periodista en el diario "La Patria" de Valparaíso y luego "El Ferrocarril" de Santiago, además de hacer algunos aportes para la Academia de Bellas Artes.
Empero, justo en aquel entonces, una feroz epidemia de viruela atacaría al país poniendo a prueba las capacidades de la medicina chilena para enfrentar semejante calamidad. En respuesta, el 12 de junio de 1872 se crea la Junta Central de Lazaretos, comité integrado por Monseñor Ignacio Víctor Eyzaguirre, el Dr. José Joaquín Aguirre, José Manuel Guzmán, Valentín Marcoleta, Vicente Izquierdo, Matías Ovalle y Manuel Arriarán, como secretario este último, con la misión de tomar las decisiones necesarias para combatir la epidemia que asolaba a Santiago.
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EL "HOMENAJE A LA NEUROCIRUGÍA" DE MARTA COLVIN

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Fuente imagen base: Avanza Chile.
Coordenadas: 33°26'12.6"S 70°37'20.9"W
Es uno de los monumentos y símbolos institucionales más hermosos y característicos de todo Chile. Resulta imposible imaginarlo en otro contexto o, incluso, en alguna otra ubicación geográfica. De hecho, quienes nunca hayan estado en el Instituto de Neurocirugía de Santiago, probablemente reconocerán la obra escultórica gracias a todas las fotografías y despachos noticiosos en donde la inconfundible figura ha sido un icono determinante para identificar el complejo.
El Instituto de Neurocirugía "Dr. Alfonso Asenjo" se encuentra en avenida José Manuel Infante 553, en la comuna de Providencia y vecino a las dependencias del Hospital del Tórax, en el barrio sanitario de Salvador. Fue fundado en dependencias del Hospital Salvador el Instituto de Neurocirugía, en 1939 y bajo el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda. A partir de 1950, ya en el Gobierno de Gabriel González Videla,  el Ministerio de Educación Pública lo transforma por decreto supremo en el Instituto de Neurocirugia e Investigaciones Cerebrales de Chile, independiente del Hospital Salvador, y procediendo a iniciarse las obras de construcción de sus propias dependencias en calle José Manuel Infante, a espaldas del Hospital Salvador.
El nuevo edificio, correspondiente a un complejo altamente moderno en los estándares de la época, fue inaugurado el 25 de abril de 1953, ya en el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, tomando años más tarde el nombre de su principal fundador, el Dr. Asenjo, como un homenaje a su legado y a su rol precursor de la misma casa de salud. Además, el Instituto había pasado a ser dependiente de la Facultad de Medicina de dicha Universidad de Chile desde antes del traslado a sus nuevas dependencias.
En plenos trabajos de construcción del complejo, sin embargo, la eximia escultora chillaneja Marta Colvin Andrade (1907-1995) se haría cargo de un particular desafío: construir una obra que sirviera de imagen característica e identificadora para la noble institución, casi como su sello corporativo como resultó ser a la larga, concibiendo así la preciosa obra titulada "Homenaje a la Neurocirugía".
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UN DISCURSO FUNERARIO PARA LA CASONA DEL ESCUDO EN ÑUÑOA

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Coordenadas: 33°27'02.5"S 70°35'46.3"W
El inmueble ubicado en el encuentro de calle Campoamor con avenida Holanda en Ñuñoa, esa misteriosa e inconfundible casona con el Escudo de Armas de Santiago en su fachada, probablemente era el último representante de la generación de suntuosas viviendas antiguas remontadas al origen urbano de este punto específico en el barrio del empalme de ambas vías. Desde los años ochenta, sin embargo, el cambio del barrio había sido notorio, por el reemplazo de las viejas residencias por colmenas de edificios residenciales.
Este año 2019 que ya se va, arrastró con él también a aquel vestigio final, recuerdo de una importante fracción en la historia de la comuna. Será reemplazada por el respectivo edificio de departamentos como los que ya existen en el lugar, completando el nuevo rasgo que se ha apoderado del mismo barrio del señalado empalme, a pesar de que aún conserva la característica de las gratas arboledas que también lo caracterizan.
Para los vecinos, ha sido una tragedia lo que ha ocurrido en esa esquina, específicamente en la dirección de avenida Holanda 3483: perder un precioso inmueble de influencias neocoloniales en su exquisito eclecticismo de rasgos hispánico-andaluces y criollos. Ya no estará más allí esa fachada de dos pisos, con el blasón de armas de la capital chilena empotrado en su frontis, con preciosos balcones y rejas de vanos con forja antigua sin soldaduras ni piezas de encaje, hechas a puro arte de herreros.
La casa enfrentaba a la calle Holanda, pero el terreno construido se extendía largos metros por el lado de Campoamor, ocupando gran parte de la cuadra con algunos árboles en su interior. Era una residencia independiente, con sello propio y no pareada. Había algo lúdico en su diseño y el de sus piezas, además: una evocación casi romántica, acaso como de la literatura épica clásica, con elementos caballerescos en sus figuras de las protecciones inclusive.
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LEONEL ÁLVAREZ: EL INCREÍBLE CASO DEL CAMINANTE DEL CARRETÓN

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El misterioso hombre del carretón, cuando ya iba pasando por Quintero en 2010, al año siguiente de iniciar su periplo. Fuente imagen base: blog Quintero en Imágenes.
Don Leo era un fantasma de aire libre: aparece, desaparece y reaparece en los caminos menos esperables de este largo país, como si su carretón llevara secretos de teletransportación o de rupturas de tiempo-espacio que no ha revelado a nadie aún. Un día iba en un sentido de la ruta; luego, asoma sus canas en una localidad ubicada en la dirección opuesta; otras veces lo ven cruzando desiertos y montañas, apareciendo en plazos absurdos al borde de la costa, fresco como lechuga.
No es raro, por todo lo anterior, que ya hayan comenzado a circular historias extrañas sobre este misterioso personaje de gorra con visera y anteojos, que se aparece como un espejismo a los viajeros de las carreteras, ora con sol inclemente, ora con lluvia torrencial. Nada lo detenía en su andar, y fue así como se nos cruzaron las rutas en los días de la Fiesta de San Lorenzo de Tarapacá, en agosto de 2013, permitiéndome conocer la extraordinaria y poco conocida historia de este personaje nacional, verdadero señor de las carreteras de Chile... No fue casualidad.
Fue una tragedia personal la que obligó a caminar a don Leo, como la maldición del mítico personaje del Judío Errante, castigado a vagar de por vida tras haber humillado a Jesús de camino al calvario. En su caso, ha entregado su dolor al patronato de San Lorenzo, el Lolo como le llaman sus devotos en el norte de Chile, santo de los desposeídos, los rechazados, los pobres, los mineros, los camioneros, los conductores y, precisamente los viajeros. Don Leo intenta ir tantas veces como puede a la gran fiesta del santo en la localidad de Tarapacá, en la quebrada del mismo nombre que se recuerda por una de las batallas más trágicas de la Guerra del Pacífico. La fiesta del mártir paleocristiano español quemado en una parrilla en la Roma del siglo III, es celebrada tradicional y masivamente el 10 de agosto de cada año.
El hombre caminante del carretón se llama en realidad Leonel Álvarez Salas, y tras hacer parte de sus aventuras, particularmente por las calles y las vastas carreteras de Río Gallegos en Argentina, pasó a ser conocido como el Carretonero Chileno, mote que lleva inscrito en la espalda de algunas de sus chaquetas reflectantes amarillas sobre su overol de color cálido, naranjo o rojo según la ocasión, y entre los varios coloridos banderines que van también en su carretón de fierro.
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ESTACIÓN MAPOCHO: UN LARGO CAPÍTULO EN LA HISTORIA DE LA CAPITAL CHILENA

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El imponente edificio de la Estación Mapocho en imagen del archivo Chilectra. Fotografía fechada en mayo de 1920. Un carro de la Línea Nº 11 Providencia se desplaza junto a la Plaza Venezuela.
Coordenadas: 33°25'55.8"S 70°39'16.6"W
Nos parece un hecho casi incontestable: el edificio que fuera de la Estación Mapocho, hoy centro cultural y principal referente arquitectónico del sector, debe ser el principal flujo de identidad local en el actual barrio Mapocho de Santiago, superando con su presencia incluso a las otras grandes y más antiguas unidades urbanas o de actividad social en aquellas cuadras, como el cercano Mercado Central, el Mercado de La Vega al otro lado del río y los puentes históricos en el mismo.
A lo largo de la historia de Santiago, este barrio ha tenido varias vidas. Sin embargo, parece haber consolidado su rasgo recién con la construcción de la estación de trenes, recién pasado el Primer Centenario, con la formidable estructura de decoración recargada que también está erigida sobre espacios arrebatados al río durante su canalización, iniciada en los tiempos del Presidente José Manuel Balmaceda. Toda la hotelería, el comercio "moderno" y la intensa bohemia de estas calles en el pasado, se construyeron alrededor de aquella entidad que le daba al lugar un indiscutible rasgo portuario.
Calles y cuadras adyacentes a la terminal ferroviaria, además, se unificaron en lo que se asoció al barrio de la Estación Mapocho propiamente dicho, alcanzando a cubrir otros referentes vecinos como la ex Cárcel Pública, el Parque Centenario (hoy Parque de los Reyes), el edificio del Bristol Hotel y la Plaza Venezuela, entre varios hitos del entorno. Fue un golpe de modernidad tremendo en el lugar, sin duda, que alteró en muchos aspectos y grados este preciso lado de la ciudad de Santiago, otorgándole características que aún lo definen como barrio a pesar de los inevitables cambios.
Por su parte, la avenida Presidente Balmaceda abierta hacia 1927-1928 y pasando exactamente al lado del edificio de la estación, al ser aún conocida por algunos imprecisamente como Mapocho (nombre dado antes a toda la avenida que por acá contorneaba el río), parece haber sido de primaria importancia también para la toponimia de lo que popularmente identificamos como este barrio, en un efecto nominal parecido al de calle Bellavista sobre el grupo de cuadras del mismo nombre y cuya arteria matriz principal es, en realidad, calle Pío Nono en casi toda su longitud.
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ENRIQUE VENTURINO SOTO: LA VIDA DEL "CÓNDOR" DE LOS ESPECTÁCULOS CHILENOS

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Don Enrique "Cóndor" Venturino, célebre dueño del Circo de las Águilas Humanas y del Teatro Caupolicán. Fue el fundador del Teatro Balmaceda, además de un hombre importantísimo en el desarrollo del espectáculo circense chileno y del show revisteril. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional.
Coordenadas: 33°27'22.5"S 70°38'58.1"W (Teatro Caupolicán)
Don Enrique "Cóndor" Venturino Soto fue, junto con colegas como Humberto "Negro" Tobar,  Ernesto Sottolichio, Buddy Day, Carlos Cariola y José "Padrino" Aravena, entre varios otros, parte de la médula en la camada de empresarios nocturnos de mayor influencia para el Santiago bohemio y candilejero del siglo XX, dejando tras ellos varias huellas imborrables en la memoria más profunda del espectáculo nacional. Eran viñas en las que Venturino gobernó como un verdadero Rey Midas, además, logrando una reputación y una admiración generalizadas en el ambiente.
Venturino fue reconocido como uno de los maestros de la entretención adulta, el mejor empresario del medio revisteril y espectacular de todos los tiempos. También había sido socio ocasional de Tobar en la propiedad de conocidos centros como los clubes santiaguinos "Tap Room" y el famoso cabaret "Zeppelin" de calle Bandera, participando así entre los forjadores de todo este ambiente de entretención asociado a la época, a partir de los años veinte o treinta. Y con nutrida razón, se ha dicho que este empresario oriundo del Norte Grande fue capaz de sellar con el lacre rubí del éxito prácticamente todo cuanto se propuso ofrecerle al público: boxeo, teatro, cine, boîte, espectáculos circenses de prestigio internacional y las famosas luchas libres de Cachacascán.
En su entretenido trabajo de memorias "Buenas noches, Santiago...!", el insigne periodista de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, más conocido por su pseudónimo Rakatán, también dedica parte del libro al recuerdo del mítico industrial de las artes escénicas:
"Alto, macizo, campechano, francote, sabía decir las cosas por su nombre. Era un trabajador infatigable. Él mismo se encargaba de la publicidad de su teatro el ‘Caupolicán’. Tuvo dos hijos que siguieron sus aguas: Sergio, que trabajó en Venezuela, y Hugo, que se encargó de los circos que recorrieron todo el territorio y también a algunos países de América".
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LA VOZ AUSENTE DE ENRIQUE LEYTON: RECUERDOS DE LA ORQUESTA DE CIEGOS Y DE TODO UN PERSONAJE DEL PASEO AHUMADA

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El cantante de Ahumada, en mayo de 1991. Fotografía del archivo Fortín Mapocho.
Coordenadas: 33°26'20.6"S 70°39'03.4"W (entrada del Pasaje Matte)
Cada mañana, en la entrada del Pasaje Matte por el lado de Ahumada llegando a la Plaza de Armas, al centro de la cuadra, la corpulenta figura de don Enrique Leyton llegaba con su guitarra, su bastón y una pequeña banquita guardada para él por manos amigas del sector, llenando de música y de hermosa voz aquel sector céntrico y comercial de Santiago. Su presencia era tan habitual, que hasta parecía que nunca iba a desaparecer de allí aquella música y vozarrón inconfundibles, en el acceso del Pasaje Matte, casi en el corazón de la capital chilena.
Don Enrique vivía los descuentos de una vida artística, sin embargo, arrastrando con su macizo volumen y sus talentos una de las historias más pintorescas de la historia bohemia nacional: el capítulo perdido de La Orquesta de Ciegos y sus jornadas en el alguna vez célebre boliche "Al Rey de las Papas Fritas", que estuvo ubicado en la esquina de calle Morandé 610 con Santo Domingo, en un local hoy desaparecido y reemplazado por una sosa torre residencial, del que ya hemos hablado antes en este sitio.
Apodado "El Rey" por sus concurrentes, el bar, café y restaurante llegó a ser un querido centro de entretención y encuentros para las románticas formas que asumían por entonces las bohemias capitalinas diurna y nocturna, al alero de ese nombre que jamás ha sido olvidado por sus comensales sobrevivientes, pero sí por el conocimiento popular de los santiaguinos en general. Cada una de sus jornadas era animada por las canciones de La Orquesta de Ciegos, una banda musical compuesta exclusivamente de integrantes no videntes, con la voz implacable y portentosa de Leyton al micrófono.
El nombre del boliche donde despegó este cantarín personaje, se debía a la actividad original que dio prosperidad a sus dueños y que se mantuvo en el singular sitio, convirtiéndose con el tiempo en centro de eventos y ofreciendo una cocina algo más sofisticada, con los espectáculos en vivo. Por su popularidad y por sus presentaciones ofrecidas por aquellos músicos ciegos y otros artistas que pasaban por su escenario, se sugería ir a visitarlo a los viajeros extranjeros más temerarios y tentados con la idea de conocer el Santiago profano pero auténtico, pues el local también tenía su fama de bravo.
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