Quantcast
Channel: ex URBATORIVM
Viewing all 726 articles
Browse latest View live

PABLO DE ROKHA: LA ODIOSA E INSOPORTABLE GENIALIDAD DEL POETA

$
0
0
Esta fotografía de Pablo de Rokha tomada hacia 1965 y quizás la más famosa del vate, pertenece al fotógrafo Tito Vásquez Pedemonte, precursor de la renovación del Foto Cine Club de Chile (junto a Enrique Alfonso y a los hermanos Alaluf), fallecido en 1990 a los 83 años. Lo destaco para contribuir al conocimiento sobre el autor de tan célebre imagen.
Por alguna razón, los períodos de fiestas de septiembre no han logrado sacar a nuestras tradiciones culinarias de lo más reducido y elemental que conocemos en el comercio: la empanada, la carne a la parrilla, la versión chilena de los anticuchos y los rebautizados choripanes (chorizo en marraqueta). La simplicidad de la gula centralista, derivada de comidas del rancho y del comedor de cuarteles quizás de tiempos coloniales, no ha permitido un buen rescate "dieciochero" de la exquisita y variada cocina de provincias, costera y rural, que podría ampliar la variedad de las cocinerías en las fondas y ramadas de Fiestas Patrias, obcecadas en no apartarse del fogón o de la asadera.
Coincidentemente, el fallecimiento de don Pablo de Rokha, cumple un nuevo aniversario en estos días. Como genio iracundo que fue, él sí tuvo la capacidad de asimilarse en el folklore gastronómico, desde los ojos del poeta, mucho tiempo antes que Pablo Neruda publicara sus odas a las cebollas o los cadillos de congrio, y antes aun de que autores como Oreste Plath y Alfonso Alcalde comenzaran a ponerle atención a esta parte del costumbrismo alojado en ollas y cacerolas del pueblo o del campo.
Carlos Díaz Loyola, después llamado Pablo de Rokha, nació en el seno de una numerosa familia de agricultores de Licantén, en la Región del Maule, el 17 de octubre de 1894. Tras estudiar en Talca, época en la escribe sus primeros poemas con los pseudónimos Job Díaz y Amigo Piedra, se trasladó a Santiago poco después de pasados los días del Primer Centenario, terminando sus estudios en humanidades.
Formado en una situación de carestías que profundizaron su sentido social y su carácter de rebeldía indomable que lo acompañó toda la vida, su mentalidad comenzó a comulgar con el comunismo haciéndose militante, aunque autores como Volodia Teitelboim negaban este compromiso formal del autor con el conglomerado. Paralelamente, trabajó para revistas como "Juventud", de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, y comenzó a publicar algunas de sus primeras poesías vanguardistas en la capital.
Sin embargo, desanimado y algo frustrado por su experiencia en Santiago, en 1914 regresó a Talca, sin saber que no faltaría mucho para que volviese a la capital, esta vez arrastrado por el corazón.
Archivo de audio con Pablo de Rokha recitando un fragmento de "Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile". Link directo: goear.com/listen/5ddb87a/epopeya-bebidas-chile-pablo-rokha.
Archivo de audio con Pablo de Rokha recitando un fragmento de "Canto del macho anciano". Link directo: goear.com/listen/f4e3f20/canto-del-macho-anciano-pablo-rokha.
AMORES, PLATILLOS Y PLACERES
No duró mucho en su región natal: enamorado perdidamente de la poetisa Luisa Anabalón Sanderson, que por entonces firmaba como Juana Inés de la Cruz, Rokha regresó a Santiago a casarse con ella en una célebre relación que no estuvo exenta de controversias. Irónicamente, antes de enamorarse, él había criticado muy drásticamente los poemas de la autora. Tras casarse, ella comenzará a usar el pseudónimo de Winétt de Rokha. Nueve hijos tendrían, aunque dos de ellos fallecieron tempranamente, y otros dos ya mayores de manera traumática, por algún extraño sino trágico.
Durante los años 20, la pareja viviría en Concepción, retornando a Santiago en la espera del triunfo del Frente Popular del Presidente Pedro Aguirre Cerda, para quien Rokha y varios otros escritores de izquierda habían colaborado fervorosamente. Son los días en que publica su "Oda a la memoria de Gorki" y luego la "Imprecación a la bestia fascista", además.
Seguía trabajando, en tanto, para revistas y periódicos, pero poco antes de la victoria electoral protagonizará un bullado escándalo que casi fue un terremoto para el Partido Comunista en esos días, cuando el vate se encandila ahora con la muy joven ecuatoriana Magda Cazone, hermana del escritor Pedro Jorge Vera y pareja de un alto agente alemán de la Internacional que andaba en misión por Chile. Será el mismo cornudo quien se encargará de avisar a Winétt del escape de Pablo con su esposa. Y aunque acabó perdonándolo, la desdichada poetisa cayó en una gran depresión, después de esta infidelidad.
Muy enredado ya con la política, Rokha fue elegido Embajador Cultural de Chile por el Presidente Juan Antonio Ríos, enviado en misión por varios países del continente. Acababa de publicar su "Canto al Ejército Rojo", haciendo ostentación de sus ideas y compromisos, aunque la larga su relación con el comunismo militante se iría enfriando.
Estaba en estas tareas diplomáticas cuando llegó al poder el Presidente Gabriel González Videla quien, tras romper con el Partido Comunista del que era miembro el poeta, promulgó la Ley de Defensa de la Democracia, quedando circunstancialmente convertido en un exiliado y pudiendo regresar en 1949. Ese mismo año publica "Epopeya de las comidas y bebidas de Chile", la mejor etapa de su trabajo literario, enfocado en el costumbrismo y la identidad nacional.
Lamentablemente, Winétt estaba enferma de cáncer y poco le quedaba ya de vida. Falleció en 1951, ante la congoja del poeta y sus hijos. Rokha le dedicaría las elegías de amor de "Fuego negro", dos años después, y nunca más en su vida volvería a protagonizar una historia de enamoramiento como la que encendió sus pasiones por ella.
Pablo mantenía un vínculo con los barrios nocherniegos y bohemios desde sus tiempos adolescencia y juventud. Así lo anotó en su "Danza Patria", proclamando: "Bailemos la cueca de pata en quincha, precisamente en quinchas de chilcas del Mapocho…". La soledad en que queda, tras perder a su amada, lo devuelven a aquellos refugios encontrando consuelo en los placeres de las mesas y las barras.
Imbuido ahora en los aromas y colores de los hábitos alimenticios populares, pasa sus días de dolores y abandono entre pescados fritos, caldillos, chupes de guatitas, salpicones o causeos de patas de cerdo o vacuno. Las prueba como hombre común y corriente, pero las explica como el poeta fuera de toda serie que fue, y cuyo talento casi terminó desdeñado por un país completo, que en otras circunstancias acaso habría encontrado en él un tercer Premio Nobel de Literatura, justo el que nos faltó para endurecer el orgullo nacional.
Con la misma energía que odia a muerte a sus adversarios (es decir, a casi todo el mundo), Rokha también adora las cazuelas, las lechugas, los grandes zapallos o los mariscales. Intuye quién manda aquí, en estos lados de la ciudad: es el roto, el choro, porteño, mapochino y chimbero. Y nacen así experimentos como su "Rotología del poroto", que no imaginamos concebido fuera de su experiencia personal en los mercados y cocinerías como las que habitó:
Quien comiere costillar de chancho con porotos, es decir, porotos con costillar de chancho,
lloviendo en invierno descomunal, paladéelos a la izquierda del brasero en San Vicente de Tagua-Tagua
y a la espalda de las guargüereadas del áspero y varonil guachucho o apiado o guindado de “Las Mediaguas”, apechúguese un litro de tinto,
acordándose, de cuando ganaba cien pesos mensuales, tomaba chuflay, bailaba,
Y compraba con ellos aperos de huaso con guarnición de plata en la montura y lloronas como señoras en popa y eslora y proa oceánicas.
Al causeo de patitas, póngale unos porotos frescos, no guisados, sancochaditos,
que al combinar con el sabor colosal
de los limones y el chancho en piedra de añadidura a la aceituna y la malaya a la caballería asada, dan una tónica azul a la madrugada de los trasnochadores.
Nótese también, el mensaje de esta verdadera oda las empanaditas pequenesde Mapocho y La Chimba, que había escrito en 1949 entre las líneas de su "Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile":
El farol del pequenero llora, por Carrión adentro, en Santiago,
por Olivos, por Recoleta, por Moteros y Maruri, derivando hacia las Hornillas, el guiso del río Mapocho inmortal y encadenado, como los rotos heroicos,
afirmación del trasnochador, les suele hacerles agua la boca a los borrachos de acero,
picante y fragante a cebolla, chileno como la inmensa noche del hombre tranquilo del Mercado, hombre del hombre,
y el pregón bornea la niebla mugrienta como una gran sábana negra.
Pablo de Rokha con  los ganadores del Premio Nacional del Pueblo que llevaba su nombre, en 1967. Aparecen en la imagen Raúl Morales Álvarez, Alcalde Tito Palestro, Pablo de Rokha, Mario Palestro, Mario Ferrero, Juan Godoy, Teófilo Cid, Nicomedes Guzmán y Mahfud Massis (Fuente imagen: revista "Qué Pasa" de mayo de 1979).
PABLO, EL INSUFRIBLE
Rokha nunca puso riendas a su carácter insoportable, insolente, proporcional sólo a su talento y a la pasión con la que firmaba sus dedicatorias casi a página completa. Nadie desconocía la ferocidad de su alma y hasta funcionaba como advertencia a todo primerizo que pretendiera acercársele.
En una de sus visitas al Mercado Central de Santiago, donde iba a disfrutar de esos platos de molusquillos frescos y ondulantes, un joven poeta que le acompañaba declaró no gustar de los productos marinos y en lugar de comida pidió un pastel tipo Berlín y una gaseosa "Bilz". Cuenta Ramón Díaz Etérovic que Rokha, horrorizado y desencajado con el pedido, le rugió a su admirador:
- Ningún carajo come ante mí esa porquería; por favor pida lo que quiera, pero póngase a comer contra el muro para que yo no lo vea.
Así se acostumbró a atacar a todos los miembros de su ambiente, como perro con rabia al que nadie se atreve a hacerle frente, sin piedad ni prudencia; a veces sin decencia y sin un motivo siquiera. En sus artículos, el genio creativo arremetió con inusitada virulencia contra Vicente Huidobro, Ángel Cruchaga Santa María, Oreste Plath, Eduardo Anguita, Rosamel del Valle, Nicanor Parra, Juvencio Valle, Omar Cáceres y Volodia Teiteilboim. No deja títere con cabeza: a Hernán Díaz Arrieta, alias Alone, lo rebautiza groseramente en sus críticas como Felone; a José Silva Castro, le cambia este último apellido por Costra; Antonio Romera, el pionero de la crítica de arte en Chile, para él es Ramera, y su seudónimo de Critilo lo cambia por Cretín. A Rubén Azócar, Lautaro Robles y Miguel Serrano los apoda en el periódico "Multitud" como "Los Tres Chanchitos", aludiendo al cuento de niños.
Huidobro, también enemigo de Neruda, respondió a los ataques de Rokha con similar rudeza, pero sus modales aristocráticos le impidieron profundizar en el deporte de la descalificación, en el que su contendor era un maestro. Lo último que le diría Vicente, sería:
"Eres un tonto que en 42 años todavía no te has dado cuenta que eres un tonto. Por fin has marcado un récord en algo. Debes estar satisfecho".
Irónicamente, sin embargo, la verdadera Némesis literaria y espiritual de Pablo de Rokha vivió en el mismo vecindario mapochino, frecuentó los mismos locales de Valparaíso, militó en el mismo Partido Comunista y, para colmo de molestias del pobre vate, también fue un impostor que se hizo llamar Pablo. Y como si la canallada del destino fuera poca para él, más encima se los menciona siempre juntos cuando se recuerda la bohemia intelectual chilena en sus años dorados o a los cuatro más grandes exponentes de la poesía chilena, junto a la Mistral y a Huidobro. ¡Cómo sufrirá Rokha, todavía!
Cuando dos genialidades se encuentran, suele producirse la desgracia; un trueno. Ya pasó en el Renacimiento italiano con Leonardo y Miguel Ángel; después, con Nietzsche y Wagner, en el nuevo apostolado germánico. Y acá lo sabíamos desde la época de la Independencia, cuando las fuerzas de mundos opuestos se encarnaron dentro de las propias polarizaciones patrióticas, en la Batalla de las Tres Acequias… No tenía por qué no suceder lo mismo entre estos dos Pablos, originalmente llamados Carlos y Neftalí.
No obstante las extrañas motivaciones de Rokha para obsesionarse contra  Neruda, como veremos, otros literatos críticos de nuestro segundo Premio Nobel, como Braulio Arenas (el fundador del Grupo Mandrágora) también coincidían en enrostrarle con dureza su condición de hombre adinerado y su fascinación con el lujo, tan opuesta a los discursos panfletarios del poeta y embajador. Empero, aferrado al mismo argumento, Rokha no cejó en su afán casi enfermizo de imputar a Neruda cargos de millonario, de burgués acomodado, de amante del dinero e insistir en meter el dedo por la llaga exaltando el holgado y ostentoso estilo de vida del autor de los famosos "20 poemas de amor y una canción desesperada".
Pablo de Rokha y Pablo Neruda eran hijos del Maule, por cierto, y desconocemos si se habrán encontrado alguna vez, en alguna barra, algún mesón o alguna esquina de los vecindarios bohemios que frecuentaban. Si fuera así, podemos suponer las graves consecuencias de este choque entre dos planetas, pues los separó una declaración implícita de guerra desgarrada, de odios apasionados, que de una forma u otra han continuado sus respectivos admiradores.
Don Pablo de Rokha, el incorregible (fuente imagen: memoriachilena.cl).
PABLO CONTRA PABLO
La suerte del poeta enemigo de todos no estaba garantida, entonces: el tiro le salió por la culata al arrojarse contra Neruda, Premio Nacional de Literatura en 1954, quien llegaría a responderle en un tono no menos agresivo pero después de mucho "darle hilo" a Rokha.
Esta controversia minó, además, la simpatía de los círculos literarios hacia su persona, pues en ellos Neruda ya tenía gran prestigio e influencia intocable, alcanzando tales ribetes políticos que, según se recuerda, Neruda se negó a aceptar que uno de los hijos de Rokha militara en el comunismo chileno, llegando a amenazar con retirarse si se lo aceptaba como miembro.
Formalmente, toda esta pelea parece comenzar con la acusación de plagio de la que fue objeto Neruda por uno de sus "20 poemas de amor", copiando la obra del poeta indio Rabindranath Tagore en los treinta, cuando Neruda ya estaba en servicio diplomático. Junto con Alfonso Toledo Rojas, Rokha fue uno de los principales denunciantes del plagio. Eran los mismos años de su escandalosa fuga con la joven esposa de un dirigente extranjero de la Internacional Comunista, como vimos.
Con su característica altanería y su tendencia a hacer exceso de sí mismo, Rokha se subió por el chorro y declaró, un tiempo después, que Neftalí Reyes se había puesto Pablo por él, asegurando incluso que le había enseñado escribir hacía 32 años, "cuando llegó con chambergo y chuletas desde Temuco a mi oficina". Incapaz de aceptar el creciente ascenso del adversario, pronosticó que Neruda estaba en "caída espectacular", atrapado en "el infantilismo coprolálico y pornográfico de trovador senil, cacaseno, calzonudo", como veremos luego.
Algo irónico de este caso es que, nacido en 1894, Rokha era 10 años mayor que Neruda, de modo que sus acusaciones de senilidad pueden sonar casi hilarantes. Sí es asunto de larga discusión, sin embargo, lo de las influencias que la obra de Rokha pudo haber tenido en las inspiraciones de Neruda, como el caso de la famosa "Oda al caldillo de congrio" (todo un símbolo de la cultura nerudiana), o de la popularidad de Rokha en Valparaíso, que parece ser mayor y más venerada que la de su rival, a pesar de todas las ventajas que tiene este último en el discurso oficial y la difusión cultural dirigida.
Cansado de atacarlo sin piedad desde su revista "Multitud" y quizás excesivamente confiado al no haber recibido aún una buena respuesta en su mismo tono, Rokha pasa a la artillería pesada y publica, en 1955, "Neruda y Yo", donde ahora lo acusa -a lo largo de unas 130 páginas- de plagiarle textos, de imitarlo e insiste en las incoherencias del estilo de vida del escritor con el izquierdismo que profesaba, mistificando de manera hipócrita a las clases trabajadoras y asiéndose del materialismo dialéctico más por charlatanería que por autenticidad ideológica, entre otras acusaciones. Y aunque Neruda ya era una vaca sagrada literaria en esos días, le niega originalidad hasta en los títulos de sus obras, que también considera copiados de autores como Horacio, Ramponi, Baudelaire o Rimbaud.
Apartándose de sus juicios más viscerales, este libro llegó a ser un objeto de estudio entre los detractores de Neruda, hasta ahora. Pero para otros, en la gran mayoría, siempre fue un trabajo repugnante, donde Rokha sólo jadea y respira por su propia herida.
Estupefacta con su contenido de "odio patológico que siente hacia Neruda", por ejemplo, la crítica de la revista "En Viaje" de agosto de 1955, decía con horror que "Si el cerebro de Pablo de Rokha pudiera saltar la valla de su pasión, sería un gran poeta", reconociendo lo extraordinaria de su obra, pero "Pena da verla perdida en golpear contra un muro", pues "Los ataques de De Rokha resultan estériles y chocantes para la sensibilidad de un poeta de tan inmensa estatura artística".
Finalmente, tras tantos ataques, Neruda recoge bien el guante recién en 1958, con su "Tráiganlo pronto", donde le dedica versos como estos, que equilibraron a su favor todos los años de parcial pero prudente silencio de su parte:
¿Aquel enemigo que tuve
estará vivo todavía?
Era un Barrabás vitalicio
siempre ferviente y fermentado
Es melancólico no oír
sus tenebrosas amenazas,
sus largas listas de lamentos .
Y entrando de lleno a la venganza contra tanta injuria, ataca con todo, unas líneas después con las que cierra sus versos:
¡Aquel enemigo que tuve
ha sacado los pies del plato
con un silencio pernicioso!
Yo estaba habituado a esta sombra
a su envidia desgarradora,
a sus torpes dedos de ahogado.
A ver si lo ven y lo encuentran
bebiendo bencina y vinagre
y que ensucie su furia
sin la cual sufro, palidezco
y no puedo comer perdices.
Nuevas arremetidas, más simbólicas que controversiales, tendrán lugar en 1960, cuando Rokha representa a Neruda bajo la caricatura de Casiano Basualto en su "Genio del pueblo". Regresando desde la prosa al verso, le ruge en los infames "Tercetos Dantescos a Casiano Basualto", de 1966 y cuando ya contaba 72 años, donde arremete con todo contra su adversario y se mofa de los intentos que ya hacía por entonces Neruda al golpear puertas en busca del Premio Nobel del que igualmente se haría acreedor después, contra todo lo que esperaría (o desearía) su gratuito e infatigable ofensor:
Gallipavo senil y cogotero,
de una poesía sucia, de macacos,
tiene la panza hinchada de dinero
Defeca en el portal de los maracos,
tu egolatría de imbécil famoso
tal como en el chiquero los verracos.
Legas a ser hediondo de baboso,
y los tontos te llaman: ¡'gran podeta'!
en las alcobas de lo tenebroso.
Si fueras un andrajo de opereta,
y únicamente un pajarón flautista,
¡sólo un par de patadas en la jeta!...
Pero tu índole sadomasoquista,
un tiburón de las cloacas suma,
a la carroña del oportunista.
Y si eres infantil como la espuma,
eres absurdo Cacaseno oscuro,
si el escribir con menstruación te abruma.
Gran burgués, te arrodillas junto al muro
del panteón de la Academia Sueca,
a mendigar... ¡dual amoral impuro!
Y emerge el delincuente hacia la pleca
de la carátula facinerosa,
que exhibe al sol la criadilla seca.
Astuto, ruin, tarado, voz gangosa,
saqueas a la U.R.S.S. envilecido,
con la tremenda mano estropajosa.
Flojo arribista, tonto y bien comido,
dijiste de este norme pueblo ardiente:
'Chile, país de cafres', ¡gran bandido!
Eres la negra cabeza de puente
de la horrorosa corrupción burguesa
en el filo-marxismo decadente.
Se dice que la ferocidad de la guerra de Pablo contra Pablo terminó allí, en esta época, pues Rokha no tuvo más material creativo en su maletín. Jamás habrían vuelto a dirigirse la palabra, ni en persona, ni por escrito, ni a través de terceros.
Pablo de Rokha, con la Fuente de Neptuno de la Plaza Pinto de Valparaíso, en imagen publicada por la revista "En Viaje" de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, en noviembre de 1965.
EL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA
Pablo de Rokha ya no tenía ni las energías ni la chispa para responder a sus enemigos, escondido por allá entre las sombras de los hoteles y los boliches que frecuentaba. De todos modos, ha sido tarea de sus admiradores discutir cuál de los dos Pablos fue realmente el poeta más grande y digno de elogios, más allá de los premios y la trascendencia internacional.
Viviendo solo en Santiago, con una temporada en el Bristol Hotel de avenida Balmaceda junto a la Estación Mapocho, en los años 60, Rokha visitaba el Mercado Central, La Vega y varios de los bares y cantinas del barrio. Es un bohemio, vividor y sibarita, que ha expendido su leyenda por estos boliches y los más clásicos del romántico Valparaíso, en los que siempre se sintió como en casa.
Pero el poeta envejece... Se marchita. Y ya en 1961, en su dramático "Canto del macho anciano", confesaba:
Sentado a la sombra inmortal de un sepulcro,
o enarbolando el gran anillo matrimonial herido a la manera de palomas
............... que se deshojan como congojas,
escarbo los últimos atardeceres.

Como quien arroja un libro de botellas tristes a la Mar-Océano
o una enorme piedra de humo echando sin embargo espanto a los acantilados
............... de la historia
o acaso un pájaro muerto que gotea llanto,
voy lanzando los peñascos inexorables del pretérito
contra la muralla negra.
Y como ya todo es inútil,
como los candados del infinito crujen en goznes mohosos,
su actitud llena la tierra de lamentos.
Escucho el regimiento de esqueletos del gran crepúsculo,
del gran crepúsculo cardíaco o demoníaco, maníaco de los enfurecidos ancianos,
la trompeta acusatoria de la desgracia acumulada,
el arriarse descomunal de todas las banderas, el ámbito terriblemente pálido
de los fusilamientos, la angustia
del soldado que agoniza entre tizanas y frazadas, a quinientas leguas abiertas
del campo de batalla, y sollozo como un pabellón antiguo.
Rokha vivía en una soledad desgarradora, que algunas veces se expresó también en sus poemas. Su habitación en el Bristol Hotel era casi un escondite. Diríamos que el mundo real lo torturaba; lo dañaba hasta lo más íntimo de su alma soberbia. El mundo ficticio, esa ilusión lírica, es su válvula de escape; pero también es el trono de sus arrogancias extremas, carentes de toda modestia, quizás por la frustración de no ver bien premiada su indiscutible grandeza.
Tan deprimente estado fue testimoniado, entre otros, por su amigo el también escritor Carlos Droguett, quien en esos años intentó colocar su nombre en el interés de la editorial española Seix Barral. "La suya es la voz lírica más grande, más profunda, más trascendental que ha nacido en este continente después de Walt Whitman", diría con emoción en su defensa, contrastando el talento extraordinario de Rokha con el terrible vacío en que se hallaba entonces su vida.
Quizás por hacer una ostentación de orgullo ante sus enemigos y por la cara de hereje de la necesidad, aceptó en 1965 el Premio Nacional de Literatura, galardón por el que antes había profesado desprecio. Sin embargo, incluso en esta ocasión se permitió restablecer su sentido rupturista radical y su perturbación contra el resto del orden del mundo, declarando al recibirlo:
"Yo no entiendo todavía muy bien el negocio este; entre los premios nacionales hay un rebaño de ovejas, borregos y hasta conejos. Los poetas honrados no vivimos para premios".
Y cerrando con "La plata es poca, me servirá para comer", volvió a su retiro, a su encierro y a su desaparición.
Mientras tanto, Neruda crecía ya consagrado internacionalmente contra los deseos de Rokha, quien seguía encerrado en sus dolores, en sus fantasmas, en sus hieles, cada vez más pobre y olvidado, sobreviviendo a duras penas de la venta personal de sus propios libros, abandonado incluso por sus compañeros comunistas que siempre prefirieron a su archirrival.
Placa homenajeando el centenario de Pablo de Rokha, en el ex Hotel Bristol, instalada por la Municipalidad de Santiago en 1994.
LA MUERTE Y LA TRAGEDIA
A pesar de su aislamiento, según Díaz Eterovic, ahí en el Bristol Hotel don Pablo recibió también al poeta estadounidense Allan Ginsberg, de visita en Chile en la década del sesenta. Pasaba así su vida, en este enclave o cuartel, donde las arenas del reloj del tiempo se humedecieron con el agua del río, corriendo lentas, a la velocidad necesaria para componer sus últimos versos y desbocar en ellos sus alegrías y sus iras fulgurantes, por los pasillos y habitaciones de esta extraña construcción hotelera.
Con la vejez, sin embargo, ya comenzaba a mostrar indicios de arteriosclerosis. Si ya no tenía fuerzas para responder a Neruda ni a otros rivales, mucho menos para vender sus libros puerta a puerta, como lo hacía con tan grandes sacrificios. Es la década final de su vida, por paradoja, la misma en que recibe el Premio Nacional de Literatura y, tres años más tarde, pone fin a su existencia con su propia mano.
Para el indómito y recalcitrante genio de Pablo de Rokha, todo terminó en 1968, un 10 de septiembre… ¡Siempre septiembre, ese mes que llena de dolores y conflictos nuestro calendario, rodeando a las propias Fiestas Patrias! Las desgracias le suceden y las ha sentido como una avalancha. Su querida hermana Carmen se suicidó saltando al vacío desde un edificio de Apoquindo, además, y su hijo Carlos ha muerto también trágicamente.
Deprimido y jamás repuesto de la pérdida de su amada Winétt, Carlos Díaz Loyola, ya no más Pablo de Rokha, decide partir por la misma senda de sus queridos ausentes. Se puso una pistola en la boca y con el respingo de uno de sus dedos huesudos, acabó con su vida en la proximidad de los 74 años. Trágico año, además, pues su amigo Joaquín Edwards Bello había hecho lo propio y de la misma manera, durante el último verano.
Antes de poder acabar amargamente con todo, sin embargo, don Pablo tuvo al fin un instante para endulzar su vida, aunque fueran en sus últimos y trágicos instantes, bebiéndose un vaso de jugo de huesillos como su elegida última cena.
Al menos, Rokha no pasó por el desagrado de ver premiado con el Nobel de Literatura a su archienemigo, en 1971. Premio del que, como Huidobro, también habría sido digno merecedor según la opinión de algunos estudiosos de la poesía americana, si acaso la vida hubiese tenido un poco más de clemencia con él, y viceversa.
Una placa colocada por la División de Cultura de la Municipalidad de Santiago, del lado de Balmaceda del ex Bristol Hotel recuerda desde 1994, en el centenario de su nacimiento, los versos del residente más ilustre que haya tenido el edificio:
Mi ser consciente ruge cuando piensa,
brama cuando habla,
gime cuando crea,
cargado de instinto.

LA AZOGUERÍA DE TILIVILCA: UN TESTIMONIO DEL GRAN PASADO MINERO DE LA PLATA EN TARAPACÁ

$
0
0
Coordenadas: 19°56'21.53"S 69°31'44.74"W
En la Quebrada de Tarapacá, en la Provincia del Tamarugal, regresando unos dos o tres kilómetros por el camino desde la entrada al pueblo de San Lorenzo de Tarapacá hacia Huarasiña, más al poniente, se llega a un ancestral sector de la ladera con algunas ruinas y restos de viejas plantaciones en eras de regadío: Tilivilca, a veces llamado y escrito también Tilibilca.
Justo allí, en el costado de la quebrada y junto a la carretera A-565 que se interna por ella, se encuentran varios murallones y estructuras que, en una falsa impresión, podrían semejar los restos de grandes casonas destruidas. Son, en realidad, vestigios de algo mayor y de toda una época: existió allí un centro colonial conocido como la Azoguería de Tilivilca.
Consistía esta instalación en un recinto donde se procesaba plata proveniente de Huantajaya, fastuosa mina ubicada al interior de Alto Hospicio que llenó de riqueza a algunas familias de la zona, fundado algunos copetudos linajes.
La extracción argentífera de la región había comenzado en tiempos prehispánicos, como podrá adivinarse, pero la industria tarapaqueña relacionada con el rubro se remonta a los años del encomendero Lucas Martínez Vegazo, fundador del poblado de Tarapacá sobre una antigua aldea indígena en el siglo XVI, y que es recordado con una gran cruz colonial en la misma localidad. El sistema de la mita o trabajo forzado de poblaciones tributarias del Imperio Inca, se había mantenido en tiempos de conquista y colonización española de los territorios de las minas. Y si bien Huantajaya estaba a cierta distancia de la Quebrada de Tarapacá, su descubrimiento permitió una larga epopeya de riqueza y trabajo.
Una de las familias que hicieron fama y fortuna en la actividad, sería la del General José Basilio de la Fuente, que ya amasaba dinero con otros yacimientos de la zona. Don Basilio recibió derechos de mita y explotación de Huantajaya hacia 1760, por parte del Virrey de Perú, luego de algunas disputas con las autoridades por las condiciones en que trabajaría la servidumbre indígena. Ya entonces, entre las peticiones y protestas de los mitayos al Corregidor de Tarapacá, se menciona a la Azoguería de Tilivilca como parte de la propiedad del General y de esta industria minera zonal, así como la preferencia de estos indios para trabajar en dicho complejo antes que en las duras condiciones de las minas, más distantes de sus hogares, familias y pueblos. Esto motivó una reasignación de funciones entre los sirvientes de Sibaya, en la mita de 1766 para Tilivilca. Y el propio De la Fuente escribía, informando a las autoridades:
"Siendo mi genio propensísimo a todo lo que es mirar con piedad a los pobres indios, como lo tengo bien entendido en mis operaciones, ya que aunque me sería de más utilidad su trabajo en las minas, convengo en que se establezca dicha mita de cincuenta indios para el trabajo de mi azoguería de Tilivilca".
Algo más sobre este complejo industrial de Tilivilca, lo encontramos en  la obra "Patrimonio cultural de la Provincia de Iquique, Región de Tarapacá" de Lautaro Núñez A. y Cecilia García Huidobro, de 2002. Dicen allí los autores que, según documentos del siglo XVIII, la plata que llegaba a estos talleres era sometida un procedimiento de amalgamación del metal precioso valiéndose de azogue, nombre antiguo dado al metal líquido mercurio. Estudios arqueológicos realizados en la zona, también han revelado el empleo de otros métodos de purificación de plata en pequeña escala usando plomo, por lo que el mineral daba una gran cantidad de trabajo a todos los poblados de la zona, en diferentes grados y tecnologías.
La historia de la industria minera sigue cuando el Coronel Bartolomé de Loayza funda una compañía explotadora del mismo yacimiento. Así las cosas, vecinos ilustres aparecerán en este período de Tarapacá y su quebrada homónima, provenientes de acomodadas familias vinculadas a la explotación del mineral: los Flores, los Vilca y los Castilla, muchos con residencias también en Pica, La Tirana y otras localidades de la Pampa del Tamarugal. Llegan también los industriales salitreros y agricultores como los Vernal, los Tinajas, los Lamas, los Quiroga, los Arias y los Vicentelos.
Esta próspera época durará hasta el año 1792, cuando la mayor riqueza del mencionado yacimiento de plata se agotó, esta vez en forma definitiva, por lo que la actividad de extracción quedó reducida desde ahí en adelante, ocupando sólo a sus residentes del poblado de Huantajaya incluso hasta inicios del siglo XX.
En los mismos tiempos coloniales tardíos, la administración provincial de Tarapacá fue separada del Corregimiento de San Marcos de Arica de la Frontera. En 1782, pasó a formar parte de los partidos de la Intendencia de Arequipa del Virreinato del Perú, siendo un lugar de gran relevancia para el comercio entre Lima, Potosí y los territorios de más al Sur. San Lorenzo de Tarapacá era la sede del poder de la provincia, a la sazón, cuando Iquique aún era más bien una caleta y faltando casi un siglo para la Guerra del Pacífico que dejaría todas estas comarcas en posesión chilena.
Ya entonces, las actividades mineras han dejado huellas en casi toda la quebrada, como molinos de chancado, molinos de guimbalete, trapiches, fábricas de pólvora y, por supuesto, las azoguerías. Todavía es posible encontrar vestigios de esta época en la zona. El fuerte acervo de la imagen de San Lorenzo como Santo Patrono de los Mineros, además, parece provenir de esta relación con el rubro y la existencia de la fiesta y patronato suyo en el poblado de San Lorenzo, principal de la quebrada.
El conjunto de la Azoguería de Tilivilca, gruesamente amurallado con unos 200 metros de quincha, adobe y de piedra, fue levantado en algún momento de aquel período justo sobre la vera del camino y subiendo escalonadamente por la ladera, sobre una terraza de sillar de piedras de la propia quebrada.
En nuestros días, es imposible no advertirlo en un viaje por estas rutas. Algunos de sus murallones en ruinas son de bloques de adobe, y otros de piedra con argamasa simple. Se puede recorrer perfectamente a pie por su interior, aunque conviene adoptar las precauciones correspondientes para no afectar la fragilidad del lugar, vulnerabilidad escondida tras su falsa apariencia de añosa solidez. Aún conserva parte de sus viejos techados con vigas y cubiertas de cañas, además de lo que parecen ser escalinatas de piedra y plataformas con distintos niveles de gradería.
El complejo general de Tilivilca mantiene muchos misterios vigentes hasta nuestros días, y también rasgos poco conocidos de su historia y de la asociada a los caseríos que alguna vez existieron en frente de la azoguería, donde hoy pueden observarse trazados de lo que fueron antiguas casas, canales de regadío y los clásicos canchones y eras de la actividad agrícola. Además, al igual que la localidad de Aragón, al interior de Pisagua, Tilivilca se encuentra entre los orígenes de los asentamientos humanos de la zona, por desplazamientos de pueblos costeros.
El recientemente fallecido Cacique de la Fiesta de San Lorenzo de Tarapacá, don Fermín Méndez, dice en un artículo de su autoría ("El pueblo de San Lorenzo de Tarapacá", diario "La Estrella" de Iquique del domingo 7 de agosto de 1988) que, en otras épocas, vivieron en las residencias y haciendas de Tilivilca distinguidas familias que realizaban fiestas y encuentros sociales con trajes de gala y los mejores licores importados, algo que parece haber influido en la tradición local de los parabienes tarapaqueños durante las fiestas y octavas, y el surgimiento del elegante baile cachimbo, posiblemente emparentado con las zamacuecas primitivas y que llamó la atención de estudiosos y folkloristas como doña Margot Loyola, identificando su posible aparición en la llamada danza de Baile y Tierra de la localidad de Pica.
Empero, los caseríos alguna vez aristocráticos de Tilivilca, hoy se encuentran totalmente arruinados, o más bien desaparecidos, tanto por la mala conservación que se arrastró por siglos, como por los efectos de los incontables terremotos a lo largo de la historia de la quebrada… Ya suena a algo de Perogrullo decirlo.
El vetusto complejo de la Azoguería de Tilivilca, con sus murallones y techos de cañas destartaladas, ha sobrevivido a la inclemencia del tiempo y de las placas tectónicas. Lamentablemente, sin embargo, ha habido ocasiones en que parte de sus muros externos han sido ensuciados con la irrespetuosa e infaltable propaganda política, insolencia que –para más desgracia- no se ha visto solamente con estos ejemplos en el territorio de la provincia.

LA PATA DEL DIABLO EN EL PASO LAS CHILCAS Y SUS LEYENDAS RELACIONADAS

$
0
0
Coordenadas:  32°51'7.42"S 70°52'28.62"W
Ya he comentado en este blog que, en todo el territorio chileno, existen varias formaciones curiosas en rocas y cerros con aspecto de huellas humanas gigantes, que el folklore casi invariablemente relaciona con pisadas del Diablo, por algún secreto temor o certeza colectiva.
El que muchas de estas huellas estén en la proximidad de localidades con tradiciones de brujos y sociedades hechiceras, facilita bastante las cosas: el sector cordillerano de San Fernando, en Chimbarongo, en la zona de Peumo en el Cachapoal, en el cerro Lonquén de Talagante, en Lago Ranco, en Fundo Llancay de San Pedro, en unos roqueríos entre los bosques al interior de Vilcún y, la más famosa de todas, en el Cajón del Maipo cerca del poblado de San José, caso al que dedicamos ya una entrada. Algo similar sucede con huellas de dinosaurios fosilizadas en algunas localidades cordilleranas, y que en folklore local también son interpretadas, a veces, como pisadas diabólicas.
Del mismo modo, existen muchas denominaciones geográficas aludiendo al personaje, como valles, ríos, cañadas o cerros. Entre otras: un sector llamado Bajo del Diablo cerca de Buin, el Estero del Diablo en el Cachapoal, el Paso y Estero Columpios del Diablo en la cuenca del Río Laja, Punta Palo del Diablo en río Valdivia, los Cuernos del Diablo cerca de Cochamó, la Cuesta del Diablo de Coyhaique, la Angostura del Diablo en Última Esperanza y unas Quebradas del Diablo en el Valle de Azapa, en San Pedro de Atacama y en Puerto Varas.
Una observación más que cabe sobre estas huellas y testimonios demoníacos en la tradición rural, es que las explicaciones populares a sus orígenes casi siempre están relacionadas con pactos y engaños al Príncipe de los Infiernos, como si fueran el resultado de una razón por la que el Diablo debió escapar o se vio embaucado por los mismos a los que pretendía arrebatar el alma. No es un fenómeno exclusivo de folklore chileno, sin duda, pero acá existe cierta insistencia casi obsesiva con el asunto infernal, para explicar tales formaciones.
La Pata del Diablo del sector Vilcún, en Cautín. Una de las varias formaciones que reciben este nombre en Chile.
La que quizás sea la segunda Pata del Diablo más popular y conocida de Chile, corresponde a la que puede hallar el viajero en el Paso Las Chilcas de Llay-Llay, en la Provincia de San Felipe de Aconcagua, llamada también el Pie del Gigante y la Pisada. Está en un tramo de la Ruta 5 Norte famoso por su fascinante paisaje antediluviano, con rocas ciclópeas y redondeadas colgando sobre la autopista, entre las cuales vivió por décadas un famoso ermitaño de la zona, apodado Juanito; rocas por las que hoy en día trepan practicantes del montañismo y del escalamiento deportivo.
La huella se ubica en la base de una de las descomunales piedras gigantes del sector de roqueras por la entrada Sur, cerca del área del tranque, aunque al lado opuesto: el derecho del camino, si se avanza hacia Santiago, borde poniente. Su roca es muy conocida por los escaladores, y se ven en ella las marcas de esta actividad deportiva. Lamentablemente, ha sido ensuciada con pintura de propagandas electorales y religiosas, rayados que después se cubrieron con otro pintarrajeo. También ha sido alcanzada por el retardo cultural de la pintura en aerosoles, rayando en sus bases tags y símbolos de barras de fútbol.
En términos generales, la huella corresponde a una formación de bajorrelieve bastante parecida en forma y proporciones a la Pata del Diablo del río Maipo, con cinco aparentes dedos, la planta con el arco definido y parte del talón impresos sobre la superficie, en una posición vertical, aunque a diferencia de aquella, ésta parece ser un pie izquierdo, aunque por su falta de definición algunos lo toman también por pie diestro. Formación natural, supuestamente, que no deja de causar intrigas o especulaciones sobre una posible intervención humana en su aspecto.
Las leyendas sobre el origen de esta huella, si bien están todas asociadas al Diablo, tienen al menos dos versiones con variaciones secundarias.
La Pata del Diablo del Cajón del Maipo.
La primera versión del mito, mucho más conocida que cualquiera otra en la zona, dice que, hace muchísimos años, dos huasos, arrieros o corraleros residentes locales, se reunían constantemente a jugar naipes por la subida de la cuesta, haciendo apuestas en dinero y bebiendo durante las noches hasta la amanecida.
Sucedió que ambos apostadores se quedaron sin dinero en una noche de Luna llena, debiendo postergar sus partidas de cartas, pero inesperadamente, en la medianoche, se les apareció un elegante sujeto vestido completamente de tela negra y con ademanes refinados, que -pareciendo conocer sus desdichas- se ofreció para jugar con ellos, mostrándoles el mucho dinero que cargaba. Sabiéndose duchos en la baraja y creyendo que serían capaces de vencer al retador, ambos hombres aceptaron... Sin embargo, el extraño iba a resultar ser el Diablo en persona, cuya astucia y manejo en los juegos de azar es insuperable.
Llamados Pedro y Pablo, según lo que encuentro en un sitio de la Comunidad Secundarios (no tengo seguridad de este dato), ambos hombres quedaron totalmente arruinados esa noche, debiendo entregarle al sujeto de negro el poco dinero que llevaban con ellos, parte de sus prendas, los caballos y monturas con los que se desplazaban y hasta endeudándose al apostar bienes de sus respectivos hogares. Mientras se lamentaban de su suerte, sin embargo, el Diablo les hizo una propuesta que no podrían rechazar; un típico pacto-desafío satánico: una última partida de carioca para decidir todo, en la que, si ellos ganaban, tendrían una holgada vida de riqueza y fortuna, devolviéndoles todo lo que habían perdido. Sin embargo, si perdían, tendrían que entregarle al extraño sus propias vidas, y él se quedaría con sus almas para someterlas a perpetuo tormento en los avernos.
Los hombres aceptaron otra vez, tras mucho discutirlo y tomar la decisión a sangre fría, y así empezó la partida de naipes que decidiría el futuro de sus propias existencias. Fueron horas y horas de enorme tensión y angustia para ellos, mientras el Diablo seguía con su característica tranquilidad y serenidad, sabiendo que era imbatible en las cartas.
Acercamiento a la cavidad con forma de huella en la roca de Las Chilcas.
La Piedra del Diablo, donde está la pisada. Una leyenda adicional dice que, sobre esta enorme roca, se aparece a veces el Príncipe de los Infiernos.
La misma piedra, mirada desde el Sur. La Pata del Diablo se encuentra abajo del rectángulo de pintura blanca con el que se borraron antiguos rayados sobre la piedra.
Vista del sendero peatonal junto a la berma.
Tal cual era esperable, ya casi en la mañana y cuando debía retirarse a sus oscuros refugios, el Príncipe de los Infiernos los arrasó en aquella partida y les enrostró orgulloso su triunfo, ante la mirada desesperada de ambos tipos. Empero, quizás compadecido del miedo que los poseía, les dio una prórroga de tiempo, asegurándoles que volvería dentro de un plazo perentorio para llevárselos con él, de manera impostergable. No tengo claro cuánto duró este plazo: un año, diez, quince según las versiones que conozco, pero en el mencionado website aparece indicado como de 30 años.
Como sea, los hombres volvieron al mismo sitio de Las Chilcas a cumplir con la promesa, una vez cumplido el fatídico plazo. El primero en llegar (Pablo, según la versión que comentamos) acabó en las garras del Diablo ni bien puso su ojota en el lugar, arrastrado hasta los infiernos y sin volver a tenerse noticia de él.
El segundo (Pedro), sin embargo, llegó unas horas después, retrasado. Allí se encontró también con el Diablo, enorme, jadeante, ya sin sus disfraces de hombre elegante vestido de negro. Como era de anticipar, el demonio se le arrojó encima decidido a hacerle lo mismo que al otro hombre; pero antes de que pudiera, el sobreviviente sacó de entre sus ropas una Biblia y un crucifijo, poniéndolo ante el rostro contrahecho y monstruoso de su agresor. Leyendo en voz alta el santo libro, al parecer el Libro de Salmos, el Diablo comenzó a sentir el urticante ataque del poder divino y huyó despavorido por los roqueríos y las quebradas, dando portentosos pasos por las laderas al tiempo que emitía gritos guturales de dolor.
Fue así cómo una de sus pisadas quedó estampada en la enorme roca al borde del entonces sendero de tierra, tras clavar en ella su pie encendido al rojo vivo y ardiente, permaneciendo visible hasta ahora la marca.
¿Qué había sucedido, que el hombre aquel pudo zafarse de la maldición? Al aproximarse el cumplimiento del plazo y tratar de convencer en vano a su amigo de no entregarse al Diablo, este sujeto había pedido ayuda a una temida hechicera de la zona, que sabía más que nadie de pactos infernales y secretos para contrarrestarlos. Ella le sugirió que sólo usando la cruz de Cristo y las lecturas de la Biblia podría esquivar el inminente secuestro de su alma, y así lo hizo.
La Pata del Diablo, en la base de la gran roca.
Acercamiento a la huella. Se observan los rayados a aerosol bajo la misma.
Otras grandes piedras y roqueras cercanas a la Pata del Diablo.
Cabe recordar que las leyendas sobre pactos diabólicos en la zona de Llay-Llay, San Felipe y Quillota son bastante frecuentes. Es popular, por ejemplo, otra historia acogida entre algunos lugareños y miembros de iglesias protestantes de la zona: la de un acaudalado y aristocrático señor que vivió antaño en una hacienda de Llay-Llay, pero totalmente solo, ya sin familia y sin descendencia, que habría tenido también sus relaciones contractuales con el líder de los ángeles caídos. Propietario de una casa solar, este señor identificado como un tal don Pancho Bouteille, no tenía muchos amigos y vivía más bien aislado del resto de la comunidad, lejos de la vida social. Muchas veces se lo dio por muerto, de hecho, al no habérsele avistado por largos períodos.
Su fortuna había comenzado a mermar, y toda la comunidad lo sabía. Un día, sin embargo, el silencioso señor comenzó a sembrar en su propiedad palmeras (palmas chilenas de Ocoa, en alguna versión), una cada mes, formando una hilera. Nadie entendía semejante necesidad, pero así estuvo trabajando por largo tiempo, hasta completar cierto período. Coincidentemente, comenzó a recuperar su fortuna y rápidamente se volvió un hombre acaudalado, con una ganadera y varios inquilinos en sus sembradíos. Muchos comenzaron a visitarlo pidiendo favores y tratando de doblegar su tacañería... Sin embargo, una noche una de las palmas comenzó a incendiarse, y a pesar de la desesperación del propietario por apagarla, se calcinó... Al día siguiente, él sería hallado muerto.
Había sucedido, pues, que tras meses de acoso y propuestas de contrato, el Diablo había logrado convencer a don Pancho de una particular transacción: lo haría rico y dichoso si plantaba una palma al mes, pero siempre cuando completara cierto número debían permanecer siempre en tal cifra (12 a 20, según cada versión), sin que fallase ninguna. Al arder una aquella noche, el Diablo cumplió con su amenaza clausular... Más aún, cuando era llevado al cementerio el pesado ataúd del corpulento finado, de un momento a otro antes de entrar al camposanto, pareció que su peso desaparecía y los caballos pudieron ingresar a galope, como si el cuerpo se hubiese desvanecido. Los lugareños interpretaron de inmediato el suceso como que el Diablo había llegado en pleno funeral para llevarse en cuerpo y alma al difunto. Más tarde, desaparecieron también los adornos y ángeles de su lugar de sepultura.
De acuerdo a la versión que encuentro en el blog Leyendas de Llay Lay, don Pancho habría tenido que acceder al acuerdo de sembrar palmas luego de no poder cumplir con un contrato anterior con el Diablo, que le exigía entregarle un bebé recién nacido que nunca le pudo conseguir. Sin embargo, el maestro del engaño le dio esta segunda chance, sabiendo que de todos modos se cumpliría su voluntad. Además, hay algo cierto en la base de esta historia: sí existió un señor Francisco Bouteille propietario de terrenos que habían pertenecido a la ex Sucesión Valenzuela, y que debieron ser expropiados por el Estado en parte en los años 40 del siglo pasado. En la ex hacienda, también sobrevivieron las palmas dispuestas en hilera.
A pesar de las leyendas locales sobre pactos con el Diablo, como la recién revisada, existe una versión que contextualiza la historia del origen de la Pata del Diablo de Las Chilcas en algo sucedido fuera de aquella zona, colgándola de la leyenda de la que existe en el Cajón del Maipo, distante a más de 100 kilómetros de allí. Supongo que debe ser más moderna y centralista, pues no representa a la creencia de la provincia.
Paisaje del Paso Las Chilcas.
Peñones de la cuesta.
Vista de las piedras en la ladera del camino.
La versión de la Pata del Diablo de San José de Maipo dice que ésta se formó cuando el Diablo fue expulsado de un Convento de Monjas mientras secuestraba a una de las internas, o bien que dos trabajadores encargados del construir el Puente Colgante de El Toyo pactaron con él para que lo terminara en sólo una noche, dándoles además una barra maciza de oro en la que hicieron una cruz fingiendo probar si era legítima, signo ante el cual Príncipe de los Infiernos debió salir escapando en su forma de gigante, dando trancos enormes en cada salto.
De acuerdo a esta leyenda, luego de pisar la ladera del Valle del Río Maipo, su segundo paso lo dio en Las Chilcas, lo que explica que sean un pie derecho y otro izquierdo, según parece. Una interpretación adicional supone que el destino de esta huida del Diablo fue el tercer paso equidistante, en dirección Nor-poniente: Salamanca, el poblado con tradición de brujas del Norte Chico, donde pudo encontrar refugio entre sus súbditos practicantes de la brujería en la Raja de Manquehua y las cuevas secretas del Choapa.
Diabólica o no, la presencia de esta Pata del Diablo en Las Chilcas es tan notoria, que ha influido en la toponimia del sector, de hecho, y así es llamada también la descrita gran roca donde se la encuentra, a veces también la Piedra del Diablo. El tramo de dicho paso por la cuesta, del mismo modo, recibe el apodo de Pata del Diablo, además de una parada de vehículos que halla un poco antes.
Tan importante es la huella y la piedrota que la soporta que, durante la remodelación y mejoramiento de la autopista entre 2013 y 2014, se procuró mantener intacto este lugar, aunque su acceso quedó un poco dificultado por el cambio de nivel de la calzada y la berma.  Algunos aseguran incluso que, durante ciertas noches, aparece una figura de demonio en la cima de dicha roca, por lo que podría ser invocado allí por los más avezados brujos.

BOCADO DE DAMA O PAN MACARENA: UNA SUBVALORADA CARICIA A LOS SENTIDOS

$
0
0
El pan denominado bocado de dama o pan Macarena, es toda una curiosidad de la historia de la panificación en Chile, a diferencia de lo que hemos visto hace no mucho en este blog sobre en el caso de la marraqueta y su muy posible influencia francesa y española. Tengo entendido que alguna vez se le denominó también pan rosa blanca y pan Pilar, a nivel más popular, y que algunos supermercados lo ofertan impropiamente como pan rosita y pan de milagro, que corresponden a otros tipos.
Para ser precisos, el bocado de dama o Macarena es un pancito de tamaño mediano y con una característica estructura espiral, de miga blanca y sabrosa. Hace pocas semanas, a propósito de la controversia sobre las restricciones que amenazarían la continuidad de producción de la cotizada marraqueta, un experto español entrevistado en vivo por un noticiario chileno, proponía que el pan culturalmente más valioso y distintivo de nuestro país debía ser el bocado de dama y aquél por el que se le consultaba, a pesar de la popularidad y masividad de las marraquetas en el comercio por sobre cualquiera otra variedad de panes.
Además de la base de agua, harina, sal y levadura, la preparación del bocado de dama involucra ingredientes como azúcar y, en algunos casos más domésticos, un poco de leche. La consistencia y la definición de las capas del rollito de masa, la facilitaría la margarina o manteca que se agrega a la mezcla. Su fermentación dura de 30 a 45 minutos, y aunque su masa tiene cierto parecido a las hallullas, su presentación resulta mucho más interesante a los sentidos.
Panes bocado de dama o Macarena de la amasandería "La Surena", de Iquique. Fuente imagen: sitio web de la panificadora (amasanderia.conher.cl).
La versión del mismo pan en la panadería "Collao" de Concepción. Fuente imagen: sitio web de la panadería (Panaderiacollao.cl).
El rollo matriz de masa de estos panes, inicialmente es grande, formando un gran tubo parecido a un brazo de reina alargado, del que van siendo cortadas las unidades. Hay "estilos" de cada panadero que se notan en el aspecto de estas unidades: más largo o más corto, más o menos vueltas del enrollado, cortes diagonales, espirales interiores prominentes desde el centro del pan, un pliegue o hendidura encima del mismo hecha con listón, etc. Su horneado suele ser breve, dejándolo dorado por fuera y pálido por dentro.
Se los puede comer partidos por la mitad y rellenos, como un pan corriente, pero la característica de su masa enrollada permite desmenuzarlo con los dedos sutilmente, lo que parece ser la razón de su extraño nombre. Se sabe que las damas comían de esta forma algunos productos y sabrosuras, usando sólo tres dedos, durante la colonia temprana, en la forma que Alfonso X el Sabio describía proclamando que "no deben consentir que tomen el bocado con todos los cinco dedos de la mano porque no los hagan grandes", como recuerda Eugenio Pereira Salas en sus "Apuntes para la historia de la cocina chilena".
Aunque no pretendo hacer retroceder demasiado esta breve reseña, la leyenda dice que este pan era hecho especialmente para las clásicas damas aristocráticas, quizás en sus horas del té (onces). Me ha costado rastrearlo en avisos publicitarios o guías panaderas, sin embargo, y las versiones que tienen algunos productores sobre su origen son contradictorias.
El médico dietista búlgaro, profesor de la Universidad Técnica del Estado, además de fundador de la Escuela de Dietistas de Chile y alguna vez Presidente de la Sociedad Chilena de Nutrición, Dr. Esteban Kemeny Hamos, en su "Manual de alimentación", de 1970, lo menciona entre los alimentos más consumidos de sociedad chilena de entonces, provenientes de la producción panadera más fina.
Por su parte, en su mucho más reciente trabajo "Agua, harina, sal y levadura. Relatos del oficio panadero en Santiago de Chile", Gabriela Diéguez Santa María lo define de la siguiente manera, que parece reafirmar cierta sensibilidad femenina de interpretación que parece ir implícita en los curiosos nombres del producto:
"Pan fino, de formas orgánicas y circulares en su costado, parecido a las conchas de mar. Al comer, sus lados se pueden desprender lentamente a modo de espiral".
Sin embargo, la autora lo coloca ya en la categoría de panes en riesgo de extinción, con una producción reducida en el comercio, junto a otros como las rositas, colizas, flautas, Monroy, Candeal, entre otros. Una inspección por panaderías, amasanderías y supermercados confirma que se trata de un producto limitado, en comparación con otros.
Se ha llamado bocado de dama también a ciertos pastelillos italianos, a un postre de almendras y avellanas, a una receta de galletas e incluso alguna variedad de duraznos y de ciruelas. Mas, no he visto ni he sabido de un pan igual a este en algún otro lugar, salvo algunos casos con semejanzas más bien generales. Sus símiles van más bien por el lado de la pastelería, como en el caso de los pastelitos de canela, las rositas dulces, trenzas con crema o los espiralillos de nueces.
Éste es un pequeño tesorito de panaderías y amasanderías, entonces, cuyo brillo quizás ni siquiera nosotros hayamos sabido apreciar todavía.

LA PLAZA DE LA VICTORIA DE VALPARAÍSO, PARTE I: ANTECEDENTES, ORÍGENES E IDENTIDAD PORTEÑA

$
0
0
Imagen de la plaza en postal fotográfica de Carlos Brandt, hacia 1905.
Coordenadas: 33° 2'46.49"S 71°37'11.72"W
Ubicada entre lo que hoy son las calles Arturo Edwards, Chacabuco, Molina e Independencia-Condell, en los deslindes del Barrio del Almendral, la Plaza de la Victoria es uno de los rincones verdes más célebres, turísticos y connotados de la ciudad del Valparaíso.
Llamado también Plaza Victoria y alabado por poetas y trovadores, este lugar conserva mucho del resumen histórico del puerto, desde sus orígenes hasta nuestra época; pero también es testimonio de los cambios abruptos que ha experimentado la línea urbanística local, por bien o por mal. A veces acogedora, y a veces peligrosa, la plaza es el espejo profundo de la historia del puerto y de su alma, en todos sus alcances.
Todo lo que es Valparaíso se sintetiza acá, entonces, en el parque de la gran fontana francesa: cultura, intelectualidad, criollismo, extranjeros, música, folklore, marina militar, marina mercante, bomberos, religiosidad, amor, alcohol, mendicidad, prostitución, vejez, juventud... Todo. Un encanto ingenuo e inocente lucha cada pulgada de terreno con los rasgos de seducción más siniestros y oscuros, y así niños pasean o juegan absortos en su entretención, pasando entre ebrios terminales con el rostro curtido a Sol y a ebriedad, pasando la caña mala a los pies de alguna de las estatuas.
Dedicaré esta primera parte de la historia de la turística y concurrida Plaza de la Victoria a sus orígenes, su transformación y la formación del carácter cultural tan rotundamente porteño que podemos reconocerle incluso en nuestra época, en que se lucha por salir de los primeros vahos de decadencia que la amenazan desde los años noventa, o quizás antes.
La Plaza Orrego, contorneada por el mar. Se observa también la casa del sacerdote Vicente Orrego. Ilustración de 1834 perteneciente a Conrad Martens, hoy en el Museo Británico. Fuente imagen: sitio web de la Corporación Patrimonio Urbano.
La Plaza Victoria antigua, con su primera gran fuente de aguas, en fotografía de Eugene Maunory, hacia el año 1870.
ANTES DE SER LA PLAZA DE LA VICTORIA
La plaza se encuentra en un sector que, antes de la ganancia de terrenos al borde costero, había pertenecido a un terreno baldío en la orilla de playa, abierta y despejada hacia este costado. Tras la construcción del Camino Real Santiago-Valparaíso, durante la gobernación de don Ambrosio O'Higgins, comenzó a ser utilizado como aparcadero de las carretas coloniales que llegaban desde la capital chilena. También se la habilitó como plaza de toros, en aquellos años.
Después de las Guerras de Independencia, en 1819, el Alcalde Diego de Almeyda ordenó expropiaciones del terreno, comenzó a rellenar el lugar hacia el mar y ordenó construir lo que, en principio, quiso llamar Plaza Bernardo O'Higgins, en homenaje al Libertador y Director Supremo. Sin embargo, la denominación no prendió, quedando identificada como la Plaza Nueva.
A la sazón, el límite Norte de la plaza donde está la calle Chacabuco, era el borde de la playa. Benjamín Vicuña Mackenna comenta en su "Historia de Valparaíso", que la fragata "Dolores" encalló en este lugar durante una tormenta de 1823. Pocos años después, en 1827, el empresario Nathaniel Bogardus instaló por allí el primer circo en Chile, dejando huellas en la toponimia: la llamada Calle de los Cachos, sería denominada desde entonces Calle del Circo, antes de ser la actual Edwards.
Tenía la plaza un mercado o feria popular en uno de sus costados, y además se realizaban en ella juegos de cabeza y sortija. Aunque en aquella misma época se erradicaron las corridas de toro, también se instalaban chinganas durante las fiestas, y se realizaban proclamas de las autoridades o incluso ejecuciones de condenados.
La Plaza Nueva comenzó a ser llamada Plaza de Orrego o, simplemente, Plaza Orrego, ya que se encontraba en frente de la residencia y estancia del párroco franciscano José Vicente Orrego Hurtado, en el lugar que ocupa actualmente la Catedral de Valparaíso, separada de la plaza por la calle Edwards. Hay información interesante al respecto, publicada en el sitio web de la Corporación Patrimonio Urbano. El mercadillo o recova que se instalaba frente a la plaza, también comenzó a ser llamado Mercado Orrego.
Hacia 1837, los monjes agustinos se trasladaron desde su monasterio en la Quebrada de San Agustín hasta un costado de la plaza, en la casa conventual y el templo conocidos después como la Parroquia del Espíritu Santo. Funcionó allí hasta 1849, cuando fue clausurada la propiedad y vendida al Estado.
Orrego, sacerdote, político y catedrático, vivió en el puerto entre 1829 y hasta 1837, cuando marchó con los soldados chilenos a la Guerra Contra la Confederación Perú-Boliviana, en calidad de Capellán del Ejército. Regresó en 1839, al terminar la guerra tras el triunfo chileno en Yungay, ahora como prebendo de la Catedral de Santiago, como premio a sus méritos, involucrándose otra vez en cuestiones políticas.
En el intertanto, la Plaza Orrego había sido el escenario de uno de los fusilamientos más recordados de la historia: el del Coronel José Antonio Vidaurre y otros asesinos de don Diego Portales, el 4 de octubre de 1837.
Fotografía de la Plaza de la Victoria y sus estatuas hacia 1888, en el "Álbum Vistas de Valparaíso", de Félix Le Blanc.
La Plaza de la Victoria sirviendo de área para albergar a los damnificados por el terremoto de 1906, en imagen publicada por la revista "Sucesos", después del cataclismo.
NACE LA PLAZA DE LA VICTORIA
Coincidió que, en 1841, la misma Plaza Orrego sería rebautizada oficialmente Plaza de la Victoria, en alusión al rotundo triunfo marcial de Yungay, precisamente. Sin embargo, este nombre ha ayudado a fomentar la burda creencia de que la plaza está ornamentada con trofeos de guerra traídos desde Lima, según nuestra impresión, por razones que veremos en la parte siguiente de este doble artículo. Ese mismo año, además, fue cuando asumió la presidencia el General Manuel Bulnes, precisamente el héroe triunfador de la Guerra contra la Confederación.
A partir de entonces, la plaza comienza a incrementar su importancia en la actividad de los porteños, tanto para las reuniones sociales y paseos como para el comercio y la actividad recreativa. Los trabajos de rellenos alejan de ella la costa, por esos mismos años, y se aumenta su área verde entre 1857 y 1858, arbolando sus senderos con acacias y olmos, aunque después aparecen también naranjos y aromos; son mejorados sus escaños y espacios para encuentros y retretas, además.
En 1844, se había construido el Teatro de la Victoria y la calle Chacabuco, al Norte donde se halla la actual Plaza Simón Bolívar, cerrando la plaza por este costado. Se instaló también una primera fuente de aguas central, en 1852, obra realizada por don Guillermo Wheelwright. Esta primera pila estaba hecha de mármol y tenía taza con dos niveles o platos. Como el suelo de la plaza estaba un poco bajo con relación al resto de la planta costera de Valparaíso, sin embargo, hubo episodios de inundaciones en ciertas ocasiones durante aquel siglo e inicios del siguiente. También se agregaron los faroles de gas en sus bordes y senderos.
En su artículo "Plazas y parques de Valparaíso, transformaciones en el micro paisaje urbano" ("Valparaíso 1536-1986", Instituto de Historia de la Universidad Católica de Valparaíso, 1987), Luz María Méndez comenta de un proyecto de remodelación que enfrentó a la Municipalidad con doña Tomasa Bazán por largo tiempo, siendo resuelto en 1856. Ella era propietaria de un terreno en el área de la plaza de 36,5 varas, que la Municipalidad adquirió por dos mil pesos.
En 1864 se colocan las soleras perimetrales. Dos años después, durante el infame bombardeo de Valparaíso por la flota española, el 30 de abril de 1866, muchos porteños y extranjeros que no alcanzaron a huir a los cerros, corrieron a refugiarse a la plaza. En 1872, Recaredo Santos Tornero describe de la siguiente forma a la plaza tal como se veía a la sazón, en su "Chile ilustrado", cuando aún no era instalada la fuente que actualmente se ve ni las estatuas:
"La de la Victoria mide 112 metros de Norte a Sur por 109 de Oriente a Poniente, y tiene en el centro una hermosa pila rodeada de una explanada formando cuadro y con 2.600 m. c. de superficie. La explanada está rodeada a su vez de bancos de hierro, y de una doble hilera que forman a su rededor un espacioso y cómodo paseo. Los edificios notables que existen en esta plaza son el magnífico edificio de tres pisos construido recientemente para el uso de la Municipalidad y varias oficinas públicas, y cuya parte posterior está destinada al cuartel de Policía; el palacio que a todo costo levanta el Sr. Edwards; el Teatro, y la Iglesia de San Agustín, que llama la atención por su enorme torre pegada, como la nariz histórica de Quevedo, a un pequeño frente de 15 metros".
Era, a la sazón, el único buen paseo público del puerto y un lugar de reunión de músicos y bandas, lo que explica la necesidad de las autoridades por darle mayor ornato y atractivo a este lugar.
Centro de la plaza con la fuente francesa y la glorieta, atrás a la derecha. Se observa el diseño de las baldosas, formando líneas onduladas.
Fuente vista desde atrás de una de las Estatuas de las Estaciones (ver próxima parte).
MÁS MEJORAMIENTOS Y POPULARIDAD
Entre 1885 y 1886, se realizan nuevos arreglos a la plaza, se renuevan sus arboledas y se reinaugura el Teatro de la Victoria. Centro de incipiente actividad bohemia a partir de aquellos años, su forma es mas o menos la que le reconocemos ahora, con la Fuente Monumental al centro pero senderos dispuestos formando una "X" hacia ella. Ya han sido instaladas, a la sazón, la fontana, estatuas y glorieta de la que hablaremos más en la continuación de este artículo (próxima entrada).
Tras varias postergaciones, en 1902 se aprobó una nueva remodelación de la plaza, cuyo aspecto proyectado la prensa de la época comparó con una versión modesta  y a escala de la Plaza de la Concordia de París. El proyecto, presentado y aprobado por los vecinos durante el año anterior, pertenecía a don Roberto Nordenflycht. Incluía la distribución de senderos interiores que actualmente se conserva, pero reduciendo el área verde.
Correspondió al veterano de la Guerra del Pacífico y a la sazón Alcalde de su ciudad natal, Arturo Benavides Santos, no bien asumió, realizar por fin la refacción en 1903, como parte de un paquete de medidas para hermosear el puerto. Los trabajos fueron grandes y afanosos, con enormes rellenos de arenas y remoción de viejas estructuras, causando gran inquietud y hasta cierto temor en la población. Un anónimo versista de la revista "Sucesos" escribía ese año:
Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora
Campos para trillar, terreno eriazo,
Fue en un tiempo la Plaza de Victoria.
Hubo bancas aquí, allí hubo escaños,
Bronces y estatuas, pero todo en balde,
Pues cayeron al hacha del alcalde.
A pesar de las desconfianzas, las obras fueron inauguradas en los días de las Fiestas Patrias de 1903, cuando Benavides acababa de dejar ya su corta pero enérgica alcaldía. Sí bien se aplaudió la cantidad de bancas incorporadas, se criticó lo pequeño de los árboles y la falta de sombras, sin embargo. La misma revista informaba, sobre la entrega de la renovada plaza a la ciudad:
"Para dar mayor realce a la fiesta inaugural se ha acordado la plantación de una encina que perpetúe el recuerdo y a su alrededor se verificará una escena infantil, tierna a la vez que sencilla.
Consistirá ella en un coro entonado por numerosos niños, mientras otros sostienen una cinta de color ligada al tierno arbolito. Tras de esto el señor Benavides pronunciará un discurso haciendo entrega al alcalde en ejercicio de la misión que el pueblo le confiara".
Si no lo estamos confundiendo, este árbol mencionado es el que aparece en algunas fotografías hasta tiempos muy recientes, cerca de donde están los leones del acceso. Habrían sido taladas sus ramas recién en 2013, según información publicada por la Corporación Patrimonio Urbano, aunque si es el que creemos, aún queda parte del tronco. Aquel fue el año en que se cortaron también árboles de la Plaza Simón Bolívar, causando gran molestia ciudadana.
Tras el terremoto del 16 de agosto de 1906, sin  embargo, la plaza debió ser usada para albergar a los damnificados del sector El Almendral y establecer algunas secciones de la administración local en medio de la emergencia. Por algún tiempo se verán en ella improvisados tendales, rucos y construcciones ligeras. Se instalaron también representaciones extranjeras para atender a sus paisanos, como el Consulado de Perú, que debió quedar en una fea pero necesaria casucha, mientras se reconstruía la ciudad.
El espacio en ruinas que ocupaba el teatro y el edificio de la Prefectura terminó convertido en un terreno vacío utilizado como cancha deportiva y luego para estacionamientos. La flamante sede del enorme Club Valparaíso, en tanto, que estaba lista para ser entregada en Condell con la calle de la plaza, acabó destruido y prácticamente inutilizado, ante la desazón de inversionistas y miembros.
Hacia 1910-1915, sin embargo, se recuperó el terreno del ex teatro haciendo otra plaza, una suerte de anexo o prolongación de la Plaza de la Victoria, correspondiente a la Plaza Simón Bolívar. Por entonces, había varios servicios de tranvías instalados en ella, destacando las líneas N° 3, N° 4 y N° 5, antecedentes del actual paso de trolebuses eléctricos que sobrevive estoicamente, pasando por la plaza.
Como se ve, entonces, a pesar del terremoto, en los años de preparativos para el Primer Centenario, la Plaza de la Victoria había sido perfeccionada y decorada enormemente, además de levantarse su nivel y renovarse sus arboledas por ejemplares más nuevos y bajos. También se habían instalado los afrancesados faroles de luz eléctrica que pueden observarse en muchas fotografías históricas del lugar.
La fuente monumental y su pilón de aguas al centro de la plaza, de la que hablaremos más en la continuación de este artículo (próxima entrada).
RECREATIVA, POPULAR Y BOHEMIA
A la sazón, la Plaza de la Victoria ya era considerada punto limítrofe de la zona Centro de la ciudad y del Barrio del Almendral, como se verifica en "Valparaíso 1536-1910, recopilación histórica, comercial y social" de Juan de Dios Ugarte Yávar, publicado en 1910. Dice allí que dicho sector céntrico ocupado "por la mayoría de los Clubs Sociales y por todos los almacenes de artículos de lujo" estaba determinado entre esta plaza y la de Aníbal Pinto. Curiosamente, ambas están custodiadas por la presencia de fuentes con el dios Neptuno.
Además de las playas, la Plaza de la Victoria seguía siendo considerada uno de los principales paseos del puerto, junto con el Parque Municipal y el Parque de Playa Ancha. También eran los puntos escogidos por los participantes en carnavales como el de la motejada Fiesta de Momo (Dios del Carnaval) y se elevaban sobre ella globos publicitarios, que dejaban caer volantes con avisos de casas comerciales para los paseantes.
Varias veces fue escenario de encuentros políticos en los años entre las dos Guerras Mundiales, y es de suponer también que de algún enfrentamiento entre militantes de partidos, dados los acalorados ánimos de esos años. Muchos discursos se hacían desde la estupenda glorieta de hierro. Los desfiles militares, bandas de guerra, ejercicios de bomberos y pasos de carnavales también se hacían con frecuencia por sus calles adyacentes. Lo mismo sucedía con las Procesiones de la Virgen del Carmen, que entraban y salían de la Parroquia del Espíritu Santo. Muchos hombres ilustres fueron despedidos en este lugar.
A pesar de todo, su fama de refugio popular, reflejando lo bueno y lo malo de un puerto, se impuso como principal rasgo en la plaza. Atrajo así a los infaltables nocherniegos, los vividores y los bohemios que la venían acompañando desde el siglo XIX y que nunca escasean en los puertos. Grande fue la congoja de los borrachines, por ejemplo, cuando en marzo de 1905 se les incendió una de las sedes de sus correrías frente a la plaza: la cantina "El Sol de Septiembre", justo cuando sus comensales peleaban con los decretos para clausurar esta clase de establecimientos.
De todos modos, era probable que ésta y otras tabernas porteñas cayeran al año siguiente, con el fatídico terremoto. Fue lo que sucedió al "Bar Inglés", por ejemplo, famoso atractivo del mismo lugar y de mejor pelo que otros de la plaza, que terminó reducido a escombros e incendiado.
Por alguna razón, los músicos populares sentían una atracción romántica incontenible por este punto de la ciudad de Santiago, y también sus públicos. Muchos artistas de los circuitos más modestos y lejanos a las grandes candilejas se relacionaron de una forma u otra con la Plaza de la Victoria. Si los caballeros mayores, futres y gañanes no iban a escucharlos, se sentaban en las bancas a alimentar palomas o bien a leer "El Mercurio". Las damas, en tanto, paseaban juntas o con sus hijos de las manos.
En 1942, el compositor y letrista oriundo de Vallenar, don Víctor Acosta, compuso en Santiago el famoso vals popular "La joya del Pacífico", al parecer con colaboración de Lázaro Salgado. Es alternativamente conocido como "Valparaíso de mi amor" por el remate de los versos donde menciona precisamente a la plaza de nuestra atención:
La Plaza de la Victoria es un centro social
o Avenida Pedro Montt, como tú no hay otra igual,
mas yo quisiera cantarte con todito el corazón,
torpedera de mi ensueño Valparaíso de mi amor.
Esta canción, contrariamente a lo que se asegura a veces, no fue popularizada por primera vez por el inolvidable cantante peruano Lucho Barrios tan asociado al mismo tema, sino que su primera acogida fue en la bohemia y ambiente artístico del propio puerto gracias a un recordado cantor porteño: Jorge Farías, apodado El Negro, El Ruiseñor y El Ciego Farías. Esto explica que su versión del tema aparezca en el filme de Aldo Francia titulado "Valparaíso, mi amor", de 1969. A Perú llegó gracias a adaptaciones e interpretaciones hechas por artistas como Carlos Reyes Orué, a fines de los cuarenta, y por Eduardo Zambo Salas en los sesenta, siendo grabada por Barrios recién en 1970, con lo que se internacionalizó arrastrando en su letra, con ello, a la fama de la Plaza de la Victoria.
En esta última época, poco antes del homenaje en la voz del laureado Lucho Barrios, cuando también se instalan las baldosas de diseños serpenteantes y casi estroboscópicos de la Plaza de la Victoria, dándole el aspecto más o menos definitivo que sobrevive hasta nuestros días, a pesar de los grandes cambios del entorno.
En la próxima entrada, entonces, nos concentraremos en su ornamentación y decoración artística de origen francés, aprovechando de revisar algunos porfiados y persistentes mitos urbanos sobre su procedencia.

LA PLAZA DE LA VICTORIA DE VALPARAÍSO, PARTE II: LA FUENTE, LAS ESTATUAS Y UNA REVISIÓN A SU LEYENDA NEGRA

$
0
0
Detalle de la fuente y estatuas en fotografía de la Plaza de la Victoria y sus estatuas hacia 1888, en el "Álbum Vistas de Valparaíso", de Félix LeBlanc.
Coordenadas: 33° 2'46.49"S 71°37'11.72"W
Ya vimos la historia de la Plaza de la Victoria de Valparaíso en la entrada anterior, y de cómo ha acompañado con su propio cajón de recuerdos la historia del puerto desde sus orígenes urbanísticos, pasando de ser un viejo terreno en orilla de playa al parque que es hoy. Ahora quiero detenerme un poco en la ornamentación e infraestructura artística de la misma, ya que merecía un capítulo propio.
Sin embargo, antes de entrar en materia, debe recordarse que uno de los mitos urbanos más atroces, odiosos y porfiados sobre la historia de Valparaíso, es la gansada sobre el supuesto origen de la Fuente Monumental y las estatuas ornamentales de la patrimonial plaza del puerto, como trofeos de la Guerra del Pacífico traídos desde Lima: como sucedió alguna vez con el Neptuno de la Plaza Pinto, los Leones de Providencia y hasta la Fuente de la Plaza de Armas de Santiago, esta memez ha sido rumiada incluso en guías turísticas, hasta hace pocos años.
Por mi parte, recuerdo que hasta tuve una fuerte discusión epistolar al respecto, con un "experto" en temas de historia que se presentaba por entonces como uno de los asesores de la comisión de investigadores encargada de identificar los libros de la Biblioteca de Lima que estaban en nuestra Biblioteca Nacional (nunca verifiqué esta supuesta referencia profesional), devueltos hace varios años ya. Me reservaré su identidad, pues dudo que siga sosteniendo semejante patraña y apostaría a que ya se retractó de tales creencias... Salvo que su militancia en algún partido político le exija lo contrario, se entiende.
Siendo esta leyenda negra fácil de desmentir con sólo revisar la prensa de la época, se conoce de sobra que la tozudez ideologizada no interactúa con los argumentos, sino con las pasiones y los dogmas monolíticos. De todos modos, y despejando un poco estas creencias, continuaré el capítulo anterior de este doble artículo abordando el origen histórico y los hechos concretos con relación a la ornamentación de la Plaza de la Victoria.
La plaza después del terremoto de 1906, en detalle de imagen publicada por la revista "Sucesos". Se observa el antiguo kiosco de hierro, uno de los postes de alumbrado y, al fondo, el antes lujoso Teatro de la Victoria, en ruinas.
La fuente y las estatuas, además de dos vistas de la plaza, en imagen publicada en 1910, en "Valparaíso 1536-1910, recopilación histórica, comercial y social", de Juan de Dios Ugarte Yávar. A la sazón, la plaza con el aspecto de senderos circulares interiores que aún conserva, llevaba sólo 5 años de remodelada.
LA FUENTE MONUMENTAL Y EL PROYECTO
La magnífica gran fuente y los demás ornamentos de la Plaza de la Victoria, son anteriores a la Guerra del Pacífico, como observaremos. Sin embargo, parte de la creencia que serían trofeos de guerra surge, quizás, de otra interpretación errada (o tendenciosa): que se llamaría Plaza de la Victoria aludiendo a la Guerra del Pacífico (1879-1884), cuando en realidad se refiere al triunfo de Yungay en la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana (1836-1839), como ya mimos en la primera parte. Se trata pues, de un error fundado sobre otro error.
Las obras ornamentales de marras -independientemente de lo que algunos quisiera creer sobre ellas- fueron encargadas a Europa por una gestión iniciada por el ilustre Intendente José Ramón Lira Calvo. Fuente y estatuas fueron adquiridas por catálogo a la célebre casa metalúrgica parisina Val d'Onsé, de la que hemos hablado ya en con relación a sus muchas obras existentes en Santiago.
La fuente antigua que existía en la plaza, instalada hacía no tantos años en 1852, iba a ser reemplazada por la nueva llegada a Chile en 1868, de hierro bronceado y magnífica factura, aunque debió pasar cuatro años desarmada en unas bodegas, esperando la ocasión para que fuese llevada a su lugar elegido.
El proyecto de hermoseamiento fue consumado en los días de la administración de don Francisco Echaurren Huidobro, quizás el mejor de los intendentes que haya tenido Valparaíso en toda su historia. El pago de todas las obras y la adquisición concluye hacia 1875-1876, cuando comienzan a ser instaladas. Los pagos quedaron a cargo de las arcas municipales, aunque parte de los costos que involucró el esfuerzo de reforzar el esplendor del puerto, los habría asumido el propio Echaurren, según se cuenta, tal vez ya en la parte de ejecuciones, tal como sucedió por esos mismos años con el Intendente Benjamín Vicuña Mackenna y su transformación del Cerro Santa Lucía en un paseo para Santiago.
La esplendorosa Fuente Monumental pudo ser instalada en la Plaza de la Victoria recién en 1877, dato que verifico en documentos como el catálogo "Monumentos públicos de la V Región de Valparaíso", del área de historia forense de la Policía de Investigaciones de Chile. La retirada fuente anterior, de naturaleza escultórica como hemos dicho, sería la misma que se trasladó después a Limache.
La obra corresponde al mismo modelo de enormes fontanas artísticas que existen también en la avenida Córdoba de Buenos Aires, en el Place de l'Assemblee Nationale en Quebec, otra del Boston Common en Massachusetts, en Champagne, Bordeaux, Liverpool, Genève y Tasmania, entre varios otros sitios. Hemos descrito sus características al referirnos a la que existe en Tacna, Perú, denominada allá Fuente de los Dioses del Mar, correspondiente a otra del mismo diseño.
Se trata de una fontana basada en la obra del escultor Mathurin Moreau de 1854, cuyo primer segmento sobre el pilón de aguas está custodiado por las figuras de cuatro dioses clásicos de aguas y mares:
  • Neptuno: o Poseidón, el señor soberano de los mares del mundo.
  • Anfítrite: o Salacia, su hermosa nereida y amada esposa.
  • Acis: dios del río homónimo en Sicilia, cercano al Etna, a veces asociado a la imagen de Tritón.
  • Galatea: nereida amante de Acis y creadora de su río, que a veces se interpreta como Roda, hija de la pareja de reyes marinos.
Cabe comentar que las imágenes de Neptuno y Anfítrite son las mismas que pueden verse en la fuente a espaldas del Cerro Santa Lucía de la ciudad de Santiago, en Victoria Subercaseaux llegando a Merced, y que antes pasaron una larga vida en el Parque O'Higgins (ex Parque Cousiño).
Sobre las cabezas los mencionados dioses, se extiende un gran plato octogonal cuyo diseño parece aludir al reloj solar horologion y los ocho dioses cardinales de la Rosa de los Vientos (Bóreas, Austros, Euro, Céfiro, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis). Le sigue un nivel de cuatro niños con aspecto de querubines sobre peces de diseño barroco, de espaldas entre sí y tomándose las manos, y sobre ellos un plato menor, remata en la parte más alta con una forma de ánfora con grutescos y surtidores de agua, a más de seis metros y medio de altura.
La fuente fue restaurada recientemente, en el verano de 2015, ocasión en la que se le dio mantención y también se recuperó un antiguo pozo de aguas para riegos. En general, el estado de la plaza y su fontana es bastante positivo desde entonces, a diferencia de otras áreas verdes del puerto.
La fuente y el centro de la plaza con sus actuales faroles.
La fuente de aguas, su estanque y jardines de roquera.
Los dioses clásicos de aguas y mares, en la base.
Los dos niveles de platos de aguas de la fuente francesa.
LAS CUATRO ESTACIONES
Las estatuas denominadas las Cuatro Estaciones, en tanto, formaron parte de las mismas adquisiciones a Francia y están dispuestas alrededor de la fuente, en los bordes de los senderos que llegan al círculo central, constituyendo otro de los símbolos más potentes de la Plaza de la Victoria y de toda la iconografía turística o cultural de Valparaíso.
Llamadas también las Cuatro Diosas o las Cuatro Mujeres, si bien el diseño varía en cada representación, el concepto ha estado presente o interpretado en muchas otras plazas y parques de Chile, como la de Copiapó, la  de San Felipe, en el Cerro Santa Lucía de Santiago o en la Plazoleta de Santo Domingo en La Serena. Las fundiciones artísticas francesas fueron grandes promotoras de este concepto.
Las de la plaza porteña, particularmente, con cerca de dos metros y medio o más de altura sin contar el alto de los plintos, tienen las siguientes características:
  • La Primavera: es la más joven y ligera de ropas de las muchachas, sosteniendo con sensualidad una flor con su mano derecha, que ha sacado de un ramillete completo que tiene en la izquierda. Se ubica hacia la esquina de Condell con Edwards.
  • El Verano: es una mujer más sobria, con un peinado en tiara y vestida con ropas sencillas, que sostiene en su mano derecha unas mieses. Se sitúa hacia la esquina de Edwards con Chacabuco.
  • El Otoño: es una dama alta y sofisticada, con un peinado con tocado o diadema de hojas y unas frutas en su mano izquierda. Se ubica hacia la esquina de Condell con Molina.
  • El Invierno: es la que se ve más madura y de cabello largo, con un vestido de manto que tapa parte de su cabeza y envuelve su cuerpo doblado, mientras calienta sus manos con un pequeño brasero. Se encuentra hacia la esquina de Molina con Chacabuco.
La primera imagen del grupo fue instalada en su pedestal el 6 de febrero de 1877, con gran atención y aplauso de la ciudadanía, aunque a la prensa no le agradó su emplazamiento y lo criticó. Y como curiosidad, cabe observar que estas estatuas hoy están dispuestas de frente hacia la Fuente Monumental, desde sus respectivas posiciones dentro de la plaza; sin embargo, al observar imágenes antiguas de la plaza se advierte que su posición original era dándole la espalda a la fontana.
Existen ciertas interpretaciones imaginativas sobre lo que representarían realmente estas estatuas y su disposición en la plaza, particularmente asociándolas a la simbología masónica. Sí es un hecho que la calle Victoria fue importante para la Logia en el puerto, con más de alguna sede y club por el sector.
Los terremotos del 8 de julio 1971 y del 3 de marzo de 1985 causaron daños en las estatuas del Invierno y el Verano, respectivamente, derrumbándolas de sus pedestales. Curiosamente, cada sismo atacó a la estatua que correspondía a la estación del año en que sucedió. Por las postales que existen, se observa también que después de estos episodios sísmicos fueron cambiados los pedestales de todas las estatuas, que antes eran de considerable mayor altura, hoy reducidos a un plinto graduado.
La Primavera.
El Verano.
El Otoño.
El Invierno.
EL KIOSCO DE HIERRO
Con estos conjuntos ornamentales de los años previos a la Guerra del 79, también se instaló un hermoso kiosco de música a un costado de la plaza, otra pieza metálica de fabricación francesa con claras influencias de la Escuela de Gustav Eiffell, que se ubicaba en donde está actualmente una glorieta más moderna y menos espectacular.
Según autores como Baldomero Estrada, en su "Valparaíso: sociedad y economía en el siglo XIX", la llegada de este kiosco tiene lugar en 1876, cuando se instalaron varios odeones y glorietas de este tipo en las plazas del puerto, destinados a servir de pequeños escenarios para las orquestas de músicos. Su belleza recuerda otras obras del mismo tenor artístico, adquiridas en Chile por el mismo período de grandes remodelaciones urbanísticas en las ciudades, impulsadas por visionarios como Vicuña Mackenna.
El hermoso kiosco-glorieta de la Plaza de la Victoria, muy francés y victoriano en sus líneas de diseño, fue levantado al poniente dentro de la cuadra ocupada por la misma plaza. Era de dos niveles, a diferencia del actual, con una escalera de acceso. Motivos de sus forjas en enrejados y pretiles parecen ser los mismos o muy parecidos a los que se pusieron en algunos lugares de los jardines de la plaza y sus senderos, contorneándolos, y que todavía se observan en imágenes de los tiempos cercanos al Primer Centenario.
Por las mismas fotografías antiguas, sin embargo, se verifica que, originalmente y desde que fuera instalado, el viejo kiosco era más bien una plataforma elevada de arquitectura modular en hierro, sobre la cual se instaban bandas y oradores de mítines políticos. Sin embargo, hacia 1910 aparece ya con un singular techado de vertientes muy apropiado a su estilo romántico y neoclásico. Según información publicada en el sitio de la Corporación Patrimonio Urbano, este cambio habría tenido lugar en 1903, con las mejoras realizadas durante ese año y que incluyeron la instalación de esta cubierta, aunque tendemos a creer que su aspecto final resultó más bien de la gran intervención de 1905.
El kiosco sigue observándose en las imágenes por largo tiempo más, hasta la modificación de los años sesenta que cambió el pavimento de la parte dura de la plaza por los pastelones en diseños estroboscópicos y ondulantes. Según parecería, en aquella época es reemplazado por la actual glorieta, de menor altura y más sobria, aunque recuerda un poco en sus líneas al excelente pieza anterior.
Detalle del remate de la fuente de aguas.
Los leones rescatados del desaparecido Teatro de la Victoria. Se observa también el diseño de las baldosas incorporadas en los años sesenta. Entre ambos felinos, al fondo, creemos que están los restos de la encina trasplantada en la inauguración de los trabajos de 1905.
Vista de ambos leones. Al fondo, la actual glorieta de la plaza.
OTRAS ESTATUAS Y FIGURAS
Otras estatuas del conjunto del parque y que muchos confundieron algunas veces con las Cuatro Estaciones, de esta misma época y partidas, corresponde a las las alegorías de las actividades que dieron prosperidad a Valparaíso:
  • Marinería
  • Agricultura
  • Industria
  • Comercio
Empero, por haber quedado dispuesta en lo que es la actual Plaza Simón Bolívar, prefiero referirme a ellas en una futura entrada y no en ésta sobre su vecina más vieja.
Como a muchos otros edificios del entorno, el terremoto del 16 de agosto de 1906, destruyó -esta vez para siempre- al histórico Teatro de la Victoria. Por esta razón, al ser demolidas sus ruinas y las del vecino edificio de la Prefectura, se trasladan los leones del acceso del siniestrado teatro hasta una ya desaparecida doble pila espejada de aguas en la Plaza de la Victoria, donde permanecen hasta ahora.
Como no podían faltar, sin embargo, algunos mitómanos también han caído en la tentación de señalar estos leones echados sobre pedestales y vigilantes, como otros "recuerdos" traídos por la soldadesca desde Perú.
Y aunque no sean piezas de naturaleza artística como las Cuatro Estaciones o los leones, sino más bien piezas funcionales, no podríamos concluir este artículo sin comentar algo también  sobre los elegantes faros de iluminación del lugar.
Tras la reinauguración de la Plaza de la Victoria en 1905, fue instala la luz eléctrica en reemplazo de los viejos faroles del siglo anterior. Sin embargo, los postes de luz la plaza que se observan en muchas fotografías de la primera mitad del siglo XX, se habían instalado hacia fines de los años veinte, aunque fueron reemplazados en los años sesenta, manteniendo su estilo clásico europeo.
Ya para concluir, es algo sabido que durante la Guerra del Pacífico y hasta terminado el conflicto, la Plaza de la Victoria fue lugar de muchos homenajes públicos a los batallones y regimientos que llegaban desde el Norte y desembarcaban en el puerto. Esto pudo haber abonado a la leyenda de que su nombre alude a la victoria en dicha guerra o que sus ornamentos proceden de Perú, como vimos.
A la majadería a veces sólo se puede responder con más majadería, así que insistimos en que documentos como el "Álbum Valparaíso Panorámico", de la Municipalidad de Valparaíso (1924), señalan perfectamente que las obras artísticas de la plaza fueron adquiridas por la autoridad para mejorar el aspecto de la ciudad en años anteriores a la conflagración. Además, estas adquisiciones no fueron sólo para la Plaza de la Victoria: está el caso de la Estatua de Colón, ubicada primero en calle Victoria (luego llamada Pedro Montt) y trasladada hasta la avenida Brasil, y la Alegoría de la Justicia de la Plaza de los Tribunales, cuya extraña actitud ha hecho correr la leyenda de que fue instalada por un adinerado señor que se sintió atropellado por un fallo injusto.
Curiosamente, tanto Colón como La Justicia también han aparecido señalados como otros trofeos de guerra, en el incorregible e irrenunciable chisme con ladinas pretensiones historiográficas.

ZARKO, LA MASCOTA DEL BUQUE DE TIERRA EN AVENIDA CUMMING

$
0
0
Coordenadas: 33°26'31.31"S 70°40'5.12"W (entrada del "Ocean Pacific's")
Desde que comencé a publicar acá artículos sobre la historia perruna chilena y el valor cultural del perro quiltro, además de la "cuestión social" de los canes en nuestra semblanza nacional, me he impuesto también la tarea de recordar casos de perros populares que he alcanzado a conocer o de los que tengo registro y que formaron parte de nuestro folklore urbano. Hace poco publiqué algo sobre Spike, por lo mismo, el famoso y mediático perro de las campañas de una compañía de gas, fallecido no tantos meses ya.
Este desafío ha tenido sus premios, como el haber sido ganador de una Mención Obra Inédita en el Concurso Literario "Escrituras de la Memoria" del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, por mi trabajo titulado "Cronicanes: Huellas de perros en el pavimento de la chilenidad" basada precisamente en estos estudios sobre perros históricos chilenos. Sin embargo, también existe una parte ingrata: la de tener que mantener actualizadas reseñas sobre perritos populares que ya partieron, como es el caso del que procederé a relacionar ahora.
Era un can con el color del café con leche el que estaba allí, en la sede Buque Madre del restaurante "Ocean Pacific's" de avenida Ricardo Cumming, número 221, en Santiago, desde que abrían las puertas. Era imposible adivinar los antecedentes raciales de este perrito gordo y patas un poco cortas: algo de labrador, quizás; algo de Cocker spaniel, tal vez; mucho de quiltro, seguro.
El personal de este extraordinario boliche con apariencia de museo náutico, sacaba afuera los banquillos estilo mano de buda, los pendones invitando a pasar a tan prestigiosas mesas y un gran asiento sillón de artístico trabajo en mimbre con apariencia de trono, donde esperaba el recepcionista a los visitantes. Después estos muebles fueron cambiados por tres cómodos asientos de madera y acolchados, donde el perro encontraba un cómodo lugar para dormir. Y entre toda la instalación de cada mañana allí afuera, estaba su casucha, con un papel presentando su nombre a los transeúntes y la clientela: Zarko.
Zarko, echado plácidamente en el sillón del acceso al local "Ocean Pacific's", una noche invernal. Fuente imagen: Sitio Facebook del mismo restaurante.
El quiltro de orejas caídas había llegado al célebre restaurante un día cualquiera, años ya, con apariencia de estar perdido o abandonado desde hacía tiempo. Sediento y hambriento, angustiado por algún refugio, era imposible no compadecerse de semejante criatura inteligente, leal y encantadora. Tras varios días apareciéndose por allí para pedir comida y recibir algunas de las sobras de la cocina, terminó siendo adoptado, quedando a cargo del host Jaimito, recibiendo así tan curioso nombre.
Las puertas que conducen a las salas bautizadas como "El Submarino" y "El Barco" eran las de Zarko, meditabundamente echado en la subida, con su mirada de brillantes ojos oscuros sumida en las reflexiones profundas de su mundo perruno. Solía ser silencioso, aunque ladraba con ronco garganteo cuando se acercaban perros desconocidos a la cuadra, aceptando sólo a sus amigos congéneres del mismo sector de cuadras.
A ciertas horas del día, e incapaz de renunciar a su vida anterior sin dueños ni collares por más que sus tutores humanos lo intentaron, partía a completar andanzas y correrías por el Barrio Brasil, donde era muy conocido. Solía pasear por el bandejón central arbolado de la avenida varias cuadras alrededor, donde recibía más de una caricia, como todo personaje cuadrúpedo querido en el vecindario lo merece.
Aunque era un poco apático con los extraños, Zarko agitaba su corta colita cortada a las caras que reconocía, locales o visitantes, sea en el suelo o echado sobre el mismo sillón. Despertaba de su plácido sueño para hacerle fiesta al dueño Marcos Rulli, a su hijo Vincenzo, a los cocineros, a los garzones, a los empleados en general. Un animal lleno de amigos, incluidos los niños que llegaban al local. Cuando alguien se distraía, a veces entraba sigiloso por esas puertas, escaleras y escotillas del restaurante que le estaban prohibidas, siendo descubierto con rapidez y conminado pacíficamente a retirarse. Sabía que su lugar estaba en el pequeño vestíbulo del recibidor y no más allá.
El guardián... Fuente imagen: Sitio Facebook del mismo restaurante.
Como todo en este restaurante alude a la cultura marítima, el perrito algunas veces aparecía vestido con sencillos atuendos marineros  azules de fantasía, adaptados a su anatomía perruna, especialmente en los días fríos de invierno. Era tan popular allí que incluso aparece mencionado en sitios internacionales de turismo, por los testimonios de los muchos visitantes extranjeros que llegan al "Ocean Pacific's". En el módulode imágenesde Google Street View, se lo puede ver caminando por la vereda exactamente frente a la fachada azul del restaurante, cuando justo pasaba el vehículo con la multicámara de la compañía.
Regaloneado y hasta mimado, entonces, el perro gozaba de sus lujos: era bañado y enviado a peluquería regularmente, dos veces al mes. Jamás volvió a dormir en la calle, nunca le faltó comida y llegó a ser enormemente querido en el elegante restaurante-museo de las colecciones de historia naval. Jaimito lo llevaba de lunes a sábado, acompañándolo a diario allí en las puertas. Los domingos eran su día libre.
Sin embargo, el simpático quiltro envejecía: de un momento a otro, comenzó a mostrar algunos problemas de salud y el facultativo veterinario concluyó en que el animal tenía complicaciones cardíacas, por lo que debía suministrársele desde entonces, a diario, un medicamento especial para su condición.
Por las tardes, si el quiltro no estaba en otros de sus frecuentes paseos como rondín honorario de aquellas manzanas de viejas casonas republicanas, permanecía acompañando lealmente al "Capitán" Tiago González Navarro, otro ilustre personaje del barrio y guía turístico en el mismo, que caracterizado en su advocación de uniforme marino, con esas largas barbas blancas (que lo han hecho famoso, también, por encarnar al Viejito Pascuero en cada diciembre), recibe a los clientes del "Ocean Pacific's".
El pensador... Fuente imagen: Sitio Facebook del mismo restaurante.
Zarko sabía atravesar las calles. Era un perro bastante temerario, pero astuto. Varias veces apreté los dientes viéndolo cruzar la transitada avenida Cumming o remontando por algunas de las esquinas cercanas. Sin embargo, el perro daba clases a los peatones en su precaución y buen juicio para evitar las ruedas.
Nadie habría pensado que ahí estaba el peligro que iba a quitarle la vida, precisamente, cuando el talento del viejo Zarko no fue suficiente, uno de estos días.
El 22 de agosto, cerca de las 19:30 horas, Jaimito salió a hacer un trámite mientras su querida mascota partió con él, desviándose después hacia la plaza de calle Agustinas, donde tenía otros amigos de su especie abandonados o callejeros que por ahí residen. El perro cruzó quizás como lo haría cualquier humano, pero una conductora de un vehículo tipo Jeep, distraída o poco diestra, no lo advirtió en un aparente cambio de pista y lo atropelló en Moneda con Cumming: primero lo golpeó y después, en una actitud irracional, aceleró sobre la criatura. Adivinando que la responsabilidad era suya pero que sólo se trataba de un animal, entonces, la mujer escapó dejando al perro gravemente herido.
Los varios testigos del accidente corrieron a avisar al restaurante, donde sabían que el perro era acogido. Zarko resultó con fractura de caderas y de costillas que le perforaron un pulmón, debiendo quedar hospitalizado en una clínica veterinaria. El dueño pagó los mejores tratamientos que pudo para la mascota del restaurante, de hecho.
Segmento de imágenes de calle Cumming en Google Street View, justo frente a la fachada del "Ocean Pacific's". A la derecha, se alcanza a ver a Zarko caminando por entre los accesos del restaurante.
Parecía que Zarko iba mejorando en las semanas que siguieron y nunca dejó de mover la cola mocha al recibir visitas de sus amigos humanos. Pero sabemos que al inefable destino le fascina jugar con las falsas esperanzas de los mortales...
Zarko murió el pasado miércoles 14 de septiembre de 2016, a las 7 A.M., cuando su corazón ya no soportó más. El paro cardiorrespiratorio fue, al menos, veloz y puso súbito fin a sus dolores.
Su cuerpo inerte fue velado y luego cremado, y sus cenizas están en posesión del acongojado Jaime, que tanto amó al perro y que tan importante fue en aquel bello capítulo de rescatarlo del abandono y de la indiferencia hacia las mascotas olvidadas de nuestras calles, por irresponsabilidades muy humanas.
Será difícil acostumbrarse a no volver a ver esos pelos rubios echados en el acceso del "Ocean Pacific's", cuya familia de trabajadores y compañeros de labores, sin duda, tendrá que pasar por el doloroso tránsito de aceptar la pérdida de uno de sus más estimados y conocidos tripulantes, su propio perro vigía de este barco de tierra, que tantas alegrías y buena compañía dio a todos en avenida Cumming.

ORIGEN DEL NOMBRE DE LA CALLE GALÁN DE LA BURRA, HOY ERASMO ESCALA (Y ALGO SOBRE EL HALLAZGO DE SU PASADIZO SUBTERRÁNEO)

$
0
0
Coordenadas: 33°26'44.51"S 70°40'24.19"W (lugar del hallazgo en Erasmo Escala)
Hallazgos de pasadizos subterráneos en Limache, sumando casi 4 kilómetros de galerías del subsuelo que parten en la antigua Casona Patronal Eastman y que se pierden hacia distintos puntos de la ciudad, calentaron este año el tema de los subterráneos perdidos que existen en Chile, algunos reales, otros fantásticos y no pocos surgidos sólo de interpretaciones equivocadas de los hallazgos. En este caso, los limachinos tenían ya una vieja leyenda relativa a su supuesta existencia, que consideran ahora confirmada. Los túneles reaparecieron durante trabajos municipales realizados por trabajadores en la ex hacienda, a principios del mes de julio de este año.
Pasó una o dos semanas y, para sorpresa de todos, un nuevo encuentro con el pasado subterráneo llamó la atención de reporteros y aficionados a estos temas: se hizo público el hallazgo de un pasadizo de arco en forma de cañón en muy buen estado, que apareció durante las excavaciones para la construcción del Centro de Salud Familiar (CESFAM) en calle Erasmo Escala llegando a Libertad, hacia la quincena del mismo mes de julio de 2016.
Sin embargo, fue en los despachos y notas sobre este hallazgo que circuló una información que estimo imprecisa sobre el nombre antiguo de la calle Erasmo Escala, a pesar de haber sido proporcionada por expertos: que antaño era denominada Calle del Burro. Anda cerca esta aseveración, pero creo que no es la exacta, así que echaré un repaso acá a la singular historia que dio origen a su auténtico nombre zoológico o totémico: Calle del Galán de la Burra.
Detalle del Plano de Santiago del ingeniero Ernesto Ansart, de 1875. El eje Norte-Sur está invertido en esta carta. Se distingue en rojo la extensión que tenía entonces la Calle del Galán de la Burra, entre Matucana y la Calle de la Fontecilla (hoy unificada con Maturana). La estrella señala el lugar del hallazgo del pasaje abovedado subterráneo. Se distingue también la Calle del Nogal (hoy García Reyes), dos cuadras a la derecha, y la antigua planta de gas.
En el Plano de la Ciudad de Santiago de Nicanor Boloña, publicado en 1898, la calle es llamada ya más sencillamente Galán. La línea roja señala la extensión actual de la calle Erasmo Escala, mayor que la de entonces. La línea punteada señala el proyecto que quería abrir la calle hasta la cuadra del Palacio de la Moneda, pero que finalmente llegó hasta Barroso, como se observa en la línea roja que hemos agregado.
Plano "Alcantarillas de Santiago. Importancia de las Canalizaciones", de 1906. La línea roja señala la extensión de la Calle Galán (todavía llamada así, en aquel entonces) y la estrella muestra el lugar del hallazgo del túnel de canalización subterránea.
Erasmo Escala mide poco más de un kilómetro y medio, y recorre un trecho de los barrios Brasil y Yungay, entre las calles Almirante Barroso y avenida Matucana. En el siglo XIX, sin embargo, abarcaba sólo unas ocho cuadras desde en frente de la parte Sur de la Quinta Normal de Agricultura (sector después urbanizado) hasta la Calle de San Miguel, hoy avenida Ricardo Cumming, y la Calle de la Fontecilla, más tarde unida a Maturana y convertida en una con ella. Un proyecto trazado hacia los días de la Guerra Civil consideraba extender la calle abriéndola en las cuadras hasta Teatinos, empalmando frente al Palacio de la Moneda, donde ahora está Valentín Letelier. Sin embargo, por alguna razón en la centuria siguiente sólo se abrió la calle hasta la Calle del Colegio, actual Barroso.
El cómo llegó a tener el extraño nombre de Calle del Galán de la Burra, es algo que han explicado ya algunos autores y cronistas como Luis Thayer Ojeda en "Santiago de Chile. Origen del nombre de sus calles". De las varias versiones, la que acá describiremos fue la más popular y conocida.
Dice la leyenda que don Casimiro era un hombre joven, inocentón y enamoradizo del siglo XVIII (o del siglo XVII, según un artículo de Sergio Martínez Baeza, publicado por la Biblioteca del Congreso). Residía en el viejo barrio del actual casco histórico, por entonces un sector periférico. Gran premio fue para él ser correspondido por la dama más hermosa del sector de la Cañada de Saravia, en lo que ahora es la avenida Brasil. Eludiendo la vigilancia de la conservadora y sofocante madre de la joven, entonces, logró proponerle una reunión para una noche de verano, tras muchas súplicas y cortejos de su parte a la atractiva damisela. Al parecer, habría logrado este acuerdo sobornando a la vieja sirvienta de la niña, para que obrara como su circunstancial estafeta y emisaria ante ella.
En aquellos años, la Cañada de Santiago o de San Francisco, la posterior Alameda de las Delicias, era llamada Cañada de San Lázaro desde el sector aproximado de las actuales avenidas Cumming y Brasil hacia el Poniente, por la presencia de la Plazoleta de San Lázaro. Por allí venía caminando Casimiro a concretar su ansiado encuentro, doblando hacia el Norte en la entonces llamada Calle del Nogal, actual García Reyes, que por entonces era llamada también Calle de los Cachos según Thayer Ojeda,  debido a las muchas cornamentas de ganado que había en las tapias y en el suelo y que provenían del cercano matadero de San Miguel.
Puso proa el aventurero hacia la esquina de esta calle con el punto convenido, junto a la hacienda de la joven, más exactamente en el hueco oscuro de un portezuelo o puerta falsa en un murallón, junto a una acequia que allí existía, razón por la que algunos la llamaban Calle del Cequión (no confundir con la actual calle Antonia López de Bello, alguna vez llamada también así). Tras esperar pacientemente en este sitio, con la escasa luz de la Luna revelando siluetas difusas y engañosas del paisaje, el enamorado oyó por fin unos pasos aproximándose a su lugar, que interpretó como los pies de su amada, aguardándola nervioso y con los ojos cerrados.
Inicio de la calle Erasmo Escala, ex Galán de la Burra, en el cruce con Cienfuegos, y al fondo su empalme con Barroso. En la esquina izquierda, destaca el Palacio Letelier Llona.
Poste de luz de diseño clásico en Erasmo Escala a la altura de Barrio Brasil, sector de Santiago conocido por su bohemia y oferta gastronómica.
El final de Erasmo Escala, con avenida Matucana de fondo.
"¡Ángel de mi vida!" alcanzó a exclamar Casimiro, extendiendo sus manos en la oscuridad para abrazar a la mujer y entregarle su beso apasionado... Pero grande sería su decepción y desencanto, al abrir los ojos y advertir que la cabeza que tocaban a sus dedos y sus labios no era humana, sino de una borrica que se había acercado curiosa hasta aquel escondite en el tapial, vagando por aquellos barrios y buscando comida.
Seguimos en palabras de Sady Zañartu, en su "Santiago calles viejas":
"Y aquí terminaría. Pero nunca faltan digresiones para tanta exuberancia. Como diz que el amor es ciego, un tradicionalista supuso que Casimiro era miope de remate. El argument0 no ha dilucidado la verdad histórica, porque la escena perteneció a un siglo malicioso y picaresco, y, en vez de referir que fue escándalo entre borricos, dejó que el encantamiento apareciera en la jerigonza de los brujos del llano, y la alimaña se tornase historia mística, muy misteriosa en libros de santos, muy regocijada en obras latinas".
Así pues, historias sórdidas se contaron sobre el pobre Casimiro y su frustración de aquella noche cálida, pues su grave error tuvo testigos, para empeorar su desgracia; según algunas versiones, los chismosos llegaron por los gritos impresión que dio el propio enamorado al encontrarse cara a cara con su yerro, poniendo en alerta a todo el vecindario. Se justificó su traspié en esa tremenda miopía que habría padecido, pero también se le castigó con un mote espantosamente agravioso: el Galán de la Burra, nombre que alcanzó para impregnar la calle del escenario de su tragedia emocional, esa misma callejuela del cequión que nunca había tenido un nombre de común acuerdo hasta entonces.
Qué sucedió después con el pobre Casimiro, en tanto, nadie lo supo. Una versión sobre su destino la da Carlos Valenzuela Solís de Ovando en "De oidores, frailes y vecinos":
"El buen hombre desapareció del poblachón de Santiago, y algunas malas lenguas afirmaron haber comprobando que el pobre había partido hacia Potosí como mayoral de una recua de mulas".
Residencias de calle Erasmo Escala a la altura de Barrio Yungay.
Suntuosas residencias neocoloniales y neoclásicas de la calle, cerca de Cumming.
Fachada de la Escuela Edmundo de Amicis, en fotografía del website que fue del colegio. El edificio fue demolido en 2012 y fue en su exterreno donde apareció el túnel de canalización de aguas subterráneo.
Entrada, zaguán y patio delantero de la demolida Escuela Edmundo de Amicis. Imagen del exsitio web de la institución.
Una versión más oscura dice que el protagonista de esta historia llegó al acto de zoofilia en su profundo accidente de percepción y sus confusiones de identidades. Es la que acoge a la pasada, por ejemplo, René León Echaíz, en el tomo dedicado a la Colonia de su "Historia de Santiago", donde comenta que el nombre de la calle se debe a que "según se contaba, un galán miope había hecho allí el amor a una burra, creyéndola su enamorada".
Otra versión, más decorosa y digna de enseñar, salva el honor de Casimiro describiéndolo como un enamorado que se aparecía tan insistentemente en aquel sitio, montando su burrita para visitar o cortejar a la muchacha de la hacienda en la misma Calle del Cequión, que acabó instalado en ella el recuerdo del mítico Galán de la Burra.
La anterior, es la versión que acoge raudamente Roberto Merino en "Todo Santiago: Crónicas de la ciudad". Sin embargo, hay señales que permiten pensar en que el motete de Casimiro se había vuelto sinónimo de enamoradizo o incluso promiscuo en años posteriores, como se observa en estos versos satíricos publicados por "El Corsario" del 27 de agosto de 1849, ridiculizando al insigne hombre público don Eusebio Lillo:
Allí el galán de la burra,
tramposo como los Viales,
que recibirá una zurra
con tal que le suenen los reales...
La Calle Galán de la Burra, en la segunda mitad del siglo XIX, comienza a aparecer mencionada como Galán, a secas, mientras que hacia 1907-1908 ya es llamada en los planos de Santiago como la calle Erasmo Escala de nuestra época.
Edificio de la Escuela Edmundo de Amicis ya en trabajos de demolición, en 2012, para la construcción de un centro de salud. Fuente imagen: website de Plataforma Urbana.
Vistas exteriores de la bóveda y los murallones encontrados en el terreno de la desaparecida escuela, durante las excavaciones para el actual proyecto.
El cambio de nombre habría tenido lugar a fines del siglo XIX, pero comienza a reflejarse en los planos y guías de calles sólo entonces. El nuevo título es, por supuesto, un homenaje al veterano de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana y después Comandante en Jefe del Ejército en la Guerra del Pacífico, entre 1879 y 1880, antes de ser relevado por el General Manuel Baquedano. La decisión se tomó unos años tras su muerte, sucedida en 1884.
Pasado el Primer Centenario se abrirá la calle Erasmo Escala más allá de las actuales Cumming y Maturana, hasta conectar con Barroso. Es, por lo tanto, el período en que aparecen las magníficas residencias palaciegas de estas cuadras, del período 1915-1925, aproximadamente.
Muchas de las antiguas casas más elegantes o pintorescas de Erasmo Escala, tan propias del carácter del barrio histórico, han ido desapareciendo, algunas reemplazadas por edificios más modernos. Incluso esta segunda generación de edificios ha caído en decadencia, en algunos casos, desplazadas por fábricas o bodegas. De hecho, el número 2420, propiedad de la Universidad de Chile y que un mito urbano nunca confirmado creyó por mucho tiempo centro de detenciones durante la Dictadura, lamentablemente está muy maltratado por grupos de ocupantes ilegales e inmigrantes que se lo han tomado, en varias ocasiones.
Pese a todo, el esplendor histórico de Erasmo Escala y sus hermosos rasgos de arquitectura con influencias neocoloniales, Tudor y neoclásicas, aún puede ser observado en el sector más vinculado al Barrio Yungay y al Oriente entre sus cuadras más "nuevas".
Volviendo al hallazgo del pasadizo en arco, su testimonio de historia de la calle es evidente: se cree que podría ser de inicios del XX y se han encontrado en él objetos como huesos de ganado y botellas de vidrio, además de rellenos que fueron retirados.
Sin embargo, su fábrica delata de qué se trata en realidad: un antiguo canal subterráneo de desagües residuales, de buen tamaño y cómoda altura, que quedó en desuso. En efecto, cuenta con un nivel de sillares y murallones de piedra y un segundo nivel correspondiente a la bóveda de enladrillado con argamasa de cal de disposición radial, formando un arco en forma de cañón.
Detalle de los ladrillos del cañón en arco, visto desde afuera.
Vista interior del canal de aguas subterráneo. Imagen del noticiario de Chilevisión. Se observan los dos niveles de su fábrica: piedra canteada abajo y enladrillado radial arriba.
El terreno del hallazgo correspondía a antiguas residencias de adobe de un sólo piso, con patios solariegos. Y cuando la calle aún era llamada Galán, en 1890, en horas de la madrugada del 26 de junio hubo un gran incendio en una fábrica de aceite de esta mismo tramo de cuadra, entre Sotomayor y Libertad, que fue combatido exitosamente por los voluntarios de la Bomba España de Santiago.
El último recinto correspondiente al terreno de nuestro interés, lo ocupaba la Escuela Edmundo de Amicis E-78 desde 1962, cuando fue creada para niños con dificultades intelectuales o de aprendizaje. Sus dependencias fueron ampliadas en 1982, cuando la Dirección Provincial Santiago Norte le agregó un local vecino, quedando el complejo educacional en la dirección de Erasmo Escala 2767. Tres años después, tras el terremoto de 1985, el edificio de la escuela fue restaurado y mejorado.
Por decisión de la Municipalidad de Santiago, sin embargo, la escuela fue cerrada en abril de 2012 y comenzó a ser demolida en julio para instalar allí el centro de salud, con gran resistencia de la comunidad de vecinos y de apoderados de los alumnos, quedando en su lugar sólo un sitio eriazo con un solitario árbol al centro. Se dio inicio a las obras de levantamiento en enero del presente año y así fue cómo aquel curioso túnel de unos 18 metros volvió a ver la luz del Sol ese mismo verano, aunque la noticia se revelara más públicamente recién a mediados de este año.
Se discute en este momento cómo mantener parte o la totalidad del mismo cañón respetando el proyecto del recinto CESFAM que allí se levanta. Sería un atractivo innegable para sus jardines el preservar este retazo de la historia de Santiago que ha transcurrido por la calle Erasmo Escala, ex Galán de la Burra.

LA TABULA LUSORIA Y UN VIEJO JUEGO ROMANO EN LAS TERMAS DE CARACALLA

$
0
0
Coordenadas: 41°52'47.14"N 12°29'35.47"E
La sociedad de la antigua Roma era adicta a variados juegos y entretenciones de tableros, con las más variadas presentaciones y reglas para cada caso. El diseño de la respectiva mesa o tabulae (tavolino) ha dejado algunas piezas de interés en la arqueología romana, sobrevivido tableros que permiten deducir a qué tipo de juego pertenecían. Incluso se han encontrado algunos en tumbas, revelando cierta costumbre funeraria de llevarse la entretención hasta el más allá.
Sin embargo, a la sazón estos tableros no eran exclusivamente portátiles, ni se encontraban sólo en hogares o centros de reunión convencionales como salones o plazas de juegos. Por el contrario, a veces eran confeccionados grabándolos sobre lozas o piedras planas fijas, en Basílicas, en Foros y hasta en el baño, tal cual sucedió en las Termas de Caracalla, como puede verse hoy en este sitio.
La situación era aún más popular que con el caso de los tableros de ajedrez que pueden verse hoy en algunas plazas, paseos y parques, alcanzando el interior de edificios públicos y otras instancias.
La tabula lusoria, junto a la antigua piscina.
Vista del Natatio. El tablero está a la derecha, junto a la columna.
Sector del Natatio, por el que antaño fue el pasillo central entre salas termales.
Las Termas de Caracalla, llamadas originalmente Termas Antoninas, fueron célebres y elegantes baños públicos de aguas calentadas por calderas, construido hacia el año 217 después de Cristo, superados en grandeza sólo por las Termas de Diocleciano, en Viale Enrico de Nicola. Sus enormes y cautivantes ruinas se encuentran en la Viale della Terme di Caracalla entre la Viale Guido Baccelli y la Via Antonina, cerca del Circo Massimo y de la parte Sur del Foro Romano. Aunque no se utilizaba desde la destrucción de sus canalizaciones en el siglo VI, el complejo de estos baños se derrumbó con el terremoto del año 847.
El tablero de estas termas, perteneciente a la categoría llamada Tabulae Lusoriae o Tábula Lusoria de juegos romanos, se encuentra en un área cerca del fondo del complejo, llamada Natatio correspondiente a una enorme piscina al descubierto.
Está tallado sobre una gran piedra plana de mármol en el borde de la piscina, por el lado Nororiente del complejo de estos baños romanos. La disposición del tablero señala que la forma de jugarlo más apropiada era sentado en el agua de la misma piscina.
El pesado y duro tablero corresponde a un entretenimiento muy popular de la Roma de esos años, llamado tropo o juego de los hoyuelos (gioco delle fossette). Compuesto de una serie de cavidades o huecos sobre la superficie plana, se jugaba con piezas mármol, nueces o huesos astrágalos a modo de tejos-canicas. El jugador debía deshacerse de ellas haciéndolas caer en todos los huecos o bocas de la piedra y en una secuencia preestablecida, hasta llenar la última de las concavidades.
La forma de jugarlo es parecida al un pequeño golf, entonces, aunque con algo de rayuela, algo de backgammon y algo de billar, aunque tenemos entendido que los juegos de azar estaban prohibidos en Roma, por lo que es factible que sólo se haya tratado de un desafío para medir destrezas.
Este tablero tiene también ciertos detalles bastante curiosos. Se sabe que algunos tableros tienen la última boca de forma rectangular o bien con alguna marca que señala el final de la ruta que debe seguir el juego. Ésta de las Termas de Caracalla, sin embargo, tiene también algunas inscripciones en caracteres latinos que probablemente no eran originales en el tablero y que acabaron siendo agregadas por jugadores que frecuentaban este sitio.
Se puede distinguir lo siguiente, en las señaladas palabras grabadas hacia el extremo delantero:
  • NESCIS
  • PLORAS
  • AGIS
  • CAV(E)BIS
Estas inscripciones se traducen de la siguiente manera, consecutivamente:
  • No sabes
  • Lloras
  • Mueves
  • Serás cuidadoso
Corresponden, probablemente, a mensajes breves concebidos a modo de bromas que se iban intercambiando con los adversarios de cada partida durante el juego.
Algunas fuentes señalan que varios de estos tableros existieron alrededor de las piscinas de la Termas de Caracalla, pero en el complejo sólo queda la descrita. Estando allí casi se puede imaginar a los antiguos romanos medio metidos en el agua y otros al borde de la piscina, jugando alegremente allí y lanzando las piezas sobre esta gran tabla, como lo haría en nuestra época cualquier grupo de viejos amigos en un encuentro de cacho o dominó en un bar.

IGLESIA Y CLAUSTROS DE LA COMPAÑÍA EN AREQUIPA: LOS SUNTUOSOS ESPLENDORES DEL BARROCO MESTIZO

$
0
0
Plaza e Iglesia de la Compañía de Arequipa, en litografía del siglo XIX.
Coordenadas:  16°23'59.69"S 71°32'11.46"W (templo)  16°23'59.87"S 71°32'10.51"W (claustros)
Uno de los exponentes más notorios de la arquitectura barroca andina o mestiza del Perú colonial, está a un costado de la Plaza de Armas de la ciudad de Arequipa, frente a los edificios de arcadas del Portal de la Municipalidad y del Portal de las Flores, justo en la esquina de General Morán con Álvarez Thomas: la Iglesia y los Claustros del ex Convento de la Compañía de Jesús.
El gran recinto hoy abarca más de la mitad de la cuadra del Teatro Fénix, con su preciosa iglesia justo en el vértice señalado y los claustros de tres patios llegando hasta la calle de fondo al Sur, la vía Palacio Viejo. De día, una enorme cantidad de turistas extranjeros llegan a este lugar, en parte tentados también con el comercio, los restaurantes y los cafés que existen dentro de los claustros. De noche, inteligentes disposiciones de la iluminación permiten redoblar la admiración contemplativa de los visitantes, obligando a sacar las cámaras fotográficas nuevamente.
La construcción de este templo y los primeros claustros de la Compañía de Jesús de Arequipa en la misma manzana, comenzó en 1578, con planos del arquitecto Gaspar Báez, que habían sido hechos en 1573. Báez fue muy importante y solícito en las grandes obras arequipeñas del siglo XVI.
Esta primera obra estaba casi concluida cuando Arequipa fue azotada por el terremoto del 13 de noviembre de 1582, formidable golpe que la dejó prácticamente en el suelo. Por esta razón fue que, en 1590, el centro religioso comenzó a ser reconstruido desde los escombros, bajo la dirección del padre Diego Felipe, miembro de la congregación. Los planos utilizados volvieron a ser los originales de Báez, y se consagró el lugar al Apóstol Santiago.
Tal cual sucede en casos ya vistos acá, como el de la Casona Santa Catalina o la Casa Tristán del Pozo, el material de roca blanca utilizado en la construcción de esta iglesia, procedió principalmente de las canteras del tutelar Volcán Misti. Según las descripciones que de él se han hecho, este edificio era de una nave única, con dos alas laterales y un coro, interconectado por los arcos de medio punto.
A pesar del daño provocado por el inmisericorde terremoto del 19 de febrero de 1600, que destruyó completa a Arequipa, mayor castigo para este centro religioso parece recibirlo en algún terremoto posterior o por acumulación de daños, pues se han detectado señales importantes de una reconstrucción ejecutada entre 1650 y 1667. Más aún, autores como Alejandro Málaga Medina en "Arequipa. Estudios históricos", señalan que todavía en 1685 se realizaban obras en el convento, algo que se confirma en cartas del Prepósito Provincial, el hermano Francisco Xavier.
La plaza con sus tendales y la iglesia, antes del terremoto de 1868.
La plaza con el campanario reconstruido tras el terremoto.
Estado del templo y del último campanario del siglo XIX, a inicios del siguiente.
Durante este mismo período de años, en 1654, se construyó un arco lateral que conectaba a los claustros, aunque hoy se encuentra condenado y ciego. Esculpido por Simón Barrientos, este paso entre ambos recintos es considerado el primer exponente del barroco andino en Arequipa, a pesar de que el estilo había comenzado a manifestarse en Perú unos 20 ó 30 años antes. Se cree que sus líneas de diseño influyeron en la que se empleó después para el gran portal del frontispicio, como veremos más abajo.
A causa de los retrasos y los terremotos, más de un siglo tardaron los trabajos de la actual iglesia para ser completados, ya a fines del siglo XVII y precisamente en el período en que el barroco andino empezaba a adquirir rasgos muy localistas. Tal es el caso de esta iglesia, pues se trata de un ejemplo muy característico del rasgo arquitectónico y artístico del barroco arequipeño, como es -por ejemplo- la filigrana y el detallismo minucioso pero de relieve más bien superficial, dadas las propiedades particulares de la piedra utilizada.
El templo destaca por su decoradísimo portal en la fachada, considerado el más interesante y mejor conservado exponente del descrito estilo. Sus motivos dominantes son de flora, fauna y mitología. Sin embargo, este magnífico frente proviene de la última etapa del edificio, pues pertenece a la reconstrucción de la fachada ejecutada tras las destrucciones provocadas por el terremoto de 1681. Concluida en 1698, como puede leerse entre las falsas columnas del primer cuerpo, esta obra pone fin a la larga centuria que ocupó a los constructores y reconstructores terminar definitivamente el edificio religioso. Consta de tres niveles:
  • Uno inferior con las puertas de cedro en arco y ocho pilastras en pares, entre las cuales va inscrita la señalada fecha del término del edificio. Se observan también pequeños personajes y querubines, y mucha decoración orgánica.
  • Uno central con hornacina y vano, en cuya ménsula existía antaño una cruz de piedra escoltada por las cuatro pilastras. Hay imágenes e inscripciones alusivas a la Sagrada Familia en su composición, además del emblema de los Habsburgo del Águila Bicéfala, aludiendo a la casa imperial de entonces.
  • Un tercero de frontón como remate, tocado por la hornacina más pequeña al centro, con una figura de San Miguel Arcángel escoltado por otros arcángeles, quizás correspondientes a Gabriel y Rafael.
Iglesia y campanario de la Compañía de Jesús de Arequipa.
Exuberante decoración del portal en el frontispicio, con sus tres niveles.
Frente de balcones del edificio adyacente a la iglesia, con entrada a los claustros.
Decoración en columnas y arcos del Claustro Mayor.
Dentro de los diseños de esta fachada, pueden reconocerse también varias conchas de ostiones o veneras, posible reminiscencia del culto a Santiago Apóstol, además de grutescos y figuras que podrían estar tomadas de leyendas y tradiciones indígenas, en un curioso sincretismo del folklore reflejado en la iconografía usada para la artística decoración. No puede pasarse por alto el acceso al templo por calle Álvarez Thomas, además, donde se ve una gran representación de la advocación de Santiago Matamoros tallado por encima de las puertas.
El edificio tiene su torre campanario adosada, rasgo que no es general en las iglesias del Sur de Perú. En el pasado fue más esplendorosa, sin embargo, acabando destruida por el trágico terremoto del 13 de agosto de 1868, que también desplomó varios otros edificios del entorno de la plaza y de toda la ciudad. Tras este cataclismo, se la reconstruyó más alta y con ciertos rasgos neoclásicos, estilo que logró meterse mucho en las refacciones y restauraciones arequipeñas de la época, en desmedro de sus rasgos barrocos originales, permaneciendo así casi un siglo aunque en algún momento, probablemente por otro terremoto, pierde su chapitel de remate quedando totalmente trunca.
El campanario permaneció con el extraño aspecto descrito hasta que otro de los infaltables terremotos, esta vez del 13 de enero de 1960, lo tiró también al suelo. Fue después de este episodio que se construyó la actual basada en la que existía antes del terremoto de 1868 y que, a pesar de no ser original, da a Arequipa una de las postales más conocidas de la ciudad y de su valioso casco histórico.
Interiormente, la planta del templo es de cruz latina divida en tres naves, constando de una red de capillas inusualmente grandes y profundas, con cúpulas propias. Los tres retablos de su interior están considerados entre los más bellos por su magnífico trabajo de tallado, su imaginería y sus recubrimientos en láminas de oro, mismo tipo de trabajo y cobertura dorada que se observa en el púlpito. Dichos altares con retablos, tras el presbiterio el primero y al fondo de las salas del transepto las segundas, corresponden a los siguientes:
  • El Altar Principal es obra en cedro, roble y sauce del artista  Juan de Salas. Tiene, como centro, un cuadro de la Virgen con el Niño del artista italiano entonces residente en Perú, el jesuita Bernardo Bitti, del siglo XVI. Es, sin embargo, este cuadro sólo es el más valiosos de los 66 óleos que acá se atesoran, algunos de ellos del también sacerdote Diego de la Puente. El sagrario de este lugar es obra de Pedro Gutiérrez.
  • El Altar de los Fundadores consta de un delicado trabajo de carpintería y labrado, con imágenes de los fundadores de las principales órdenes religiosas. Las estatuillas son genuinas representantes del arte religioso peruano y colonial.
  • El Altar del Cristo Crucificado, del lado opuesto, muestra también a la Virgen y algunos de los Apóstoles en un retablo de espectacular belleza y elegancia.
En la capilla de San Ignacio, por su parte, ubicada del lado opuesto a la actual sacristía, pueden verse murales exquisitamente policromados, con motivos vegetales y animales tropicales como decoración. Estos policromados existían antes en el sector de la nave central de la iglesia, pero se perdieron. Otros altares menores o capillas que destacan son la de la Virgen de la Macarena y la del Cristo Señor Justo Juez, que es sacado en andas el Martes Santo, además de guardar en su interior una de las mejores colecciones de artículos de arte cusqueño. El domo de la cúpula, en tanto, es un extraordinario trabajo de puntilloso detalle y con imágenes de santos guardando sus reliquias, todo en colores muy cálidos.
Para ir a los claustros del convento, que en realidad son dos en un mismo conjunto, hay que volver a la calle, pues dijimos que el acceso que los conectaba desde el atrio del templo ya está cerrado. Sólo unos metros más allá del templo se encuentra el arco de acceso, en los bajos del viejo edificio con balcones y refaccionado para acoger al comercio.
Los claustros fueron terminados en el siglo XVIII, pues debieron ser casi totalmente reconstruidos tras otro terremoto, el de 1681 o el de 1687 (las fuentes difieren), en obras encargadas al alarife Pedro Gutiérrez. Se construyeron con piedra ignimbrita de traída desde las canteras de Chilina, y trabajaron en las obras grandes cuadrillas de indígenas, mestizos, españoles y negros. Estas obras habrían sido terminadas en 1738, según informaba una inscripción que existió en el arco de acceso al recinto, pero que ya no existe.
Consta de patios solares con vistosas fuentes de aguas tipo fontana, pileta y taza, rodeados por estupendos peristilos de roca sillar, algunas con una minuciosa decoración orgánica y de grecas sobre las arcadas, también exponentes rotundos del estilo barroco y mestizo colonial, interrumpido sólo por ladrillos de reconstrucciones en cañones o pasos transicionales entre espacios. El patio del Claustro Mayor, de mejor tamaño, es el más antiguo y con más marca ornamental barroca, mientras que el Claustro Menor es más sencillo y posterior. También se observan en ellos gárgolas y grutescos al final de los acanalados del agua lluvia, en lo alto.
Se accede por pasillos a los patios y sus contornos, y por escalas hacia los segundos niveles en donde se puede llegar a caminar por el borde mismo de las cornisas artísticas sobre cada patio principal, con el edificio de la iglesia, su cúpula y su ábside como telón de fondo. Las exhabitaciones y salas de los claustros, por los corredores con techos abovedados de acabado casi gótico, han sido convertidas en diferentes dependencias, oficinas, joyerías y locales comerciales.
Los dos patios cuadrados principales con fuente central, señalan la ubicación de cada uno de ambos claustros. En ellos funcionó por mucho tiempo el Colegio Jesuita de Santiago y, después de la reconstrucción, fue sede también del Seminario de Juniorado de la Compañía de Jesús. Empero, la orden de expulsión de los jesuitas les sorprendió abruptamente en 1767, debiendo dejar el lugar y partir casi con lo puesto. Desde entonces, los claustros pasaron junto a otras propiedades de la orden, a las manos de los sacerdotes de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.
De acuerdo a la información ofrecida por el profesor Carlos O. Zeballos Barrios en "La Compañía de Jesús en Arequipa", por solicitud del Obispo Chávez de la Rosa, en 1788 se destinaron parte de los claustros ocupados por los padres del oratorio para servir a los niños del Hospicio de los Huérfanos y Expósitos. Años después, al crearse en 1844 la Beneficencia Pública de Arequipa, este organismo se hizo cargo del orfanato y realizó modificaciones en los claustros, hasta 1921, cuando se cambió a una nueva sede en calle en avenida Goyeneche.
Retirado entonces el asilo, se ofrecieron los claustros en venta por loteos, ocho en total, sometidos a remate. Los nuevos propietarios, particulares, modificaron mucho el aspecto del lugar y eliminaron parte del mismo, que a la sazón se encontraba muy envejecido y dañado, construyendo en estos sectores viejas viviendas. Han existido otras intervenciones desde entonces, algunas más positivas que otras; los enladrillados y los arcos ya ciegos de antiguos cuartos son testimonios de estas refacciones.
En 1971, el Banco Central Hipotecario compró lo que quedaba de ambos claustros y ordenó un ambicioso plan de obras ejecutadas por el arquitecto Luis Felipe Calle. Estas intervenciones permitieron recuperar el lugar y ampliar espacios construidos pero, entre otros costos, hicieron desaparecer el sector donde estaba la antigua inscripción de 1738, sobre el acceso al recinto.
La gran obra, culminada hacia 1973-1974, dio a los claustros el aspecto definitivo que puede admirarse ahora y que permitió recuperar su brillante aspecto colonial tardío. Y justo en este período, además, el templo la Compañía de Jesús de Arequipa fue declarado Monumento Histórico de Perú por Resolución Suprema N° 2900-72 E.D., del 28 de diciembre de 1972.
GALERÍA DE IMÁGENES:
IGLESIA Y CLAUSTROS DE LA COMPAÑÍA EN AREQUIPA

EMBALSE PUCLARO DEL RÍO ELQUI: DONDE SE JUNTARON LA INGENIERÍA, LOS DEPORTES NÁUTICOS Y UNA PROLONGADA SEQUÍA

$
0
0
Coordenadas: 29°59'40.30"S 70°51'39.35"W
Avanzando hacia el interior del Valle de Elqui, pasado el sector de El Molle por la Ruta 41, se llega a la gran obra de ingeniería de la Región de Coquimbo: el Embalse Puclaro "Intendente Renán Fuentealba Moena", ubicado unos 50 kilómetros al oriente de la ciudad de La Serena y a unos 10 al poniente de Vicuña, a cuya comuna pertenece.
Recién este año subí al paseo que existe sobre la corona de su cortina y represa, visitada por muchos curiosos y turistas diariamente. A pesar de este retraso en acercarme a su enorme obra, vi nacer este embalse durante mis viajes al Valle de Elqui en los años noventa, desde que comenzaron las obras en agosto de 1996. Recuerdo cuando se estaba construyendo el actual tramo más alto de la Ruta 41, por el borde del camino del sector conocido como La Polvada o la Polvadera, pues el tramo de la carretera original quedaría bajo las aguas. Por entonces, a los viajeros nos obligaban a detener los vehículos y esperar en cada descarga de explosivos, las que iban abriéndole paso al nuevo trazado de la ruta.
El Embalse Puclaro nació de la necesidad de represar aguas potables para regadío de los vastos campos elquinos de viñedos, fundamentales para la rica industria pisquera y vitivinícola de la zona. Cerca de 20 mil hectáreas sería regadas con esas aguas, abasteciendo a más de 2.500 predios del valle. Curiosamente, sin embargo, ya existía un estudio de septiembre de 1972 para la Dirección de Riego, presentado por la firma Salzguitter, como antecedente de la construcción del Embalse Puclaro en el valle y que sirvió también al nuevo plan.
Vista de la feria de productos de la zona, en el acceso al paseo.
Vendedora de copaos y de productos derivados del mismo fruto, en el sector de la feria de productos típicos del Embalse Puclaro.
El anteproyecto de la Dirección de Riego del Ministerio de Obras Públicas, quedó encargado al Consorcio Ingendesa y a la firma EDIC IngenierosLtda., con experiencia en trabajos para hidroeléctricas y embalsados, comenzado a proyectar la represa para el canal Puclaro en el Río Elqui en 1991 y hasta 1993, cuando ya se habían iniciado los estudios correspondientes por parte del ministerio. Al plan original, de embalse para aguas de riego y basado en parte en el Informe Salzguitter, también se adicionó una propuesta de central hidroeléctrica de 10 MW, como proyecto de detalle.
Empero, tuvo un esperable aspecto polémico este plan, como todas las grandes obras que intervienen radicalmente el paisaje: desde antes que se iniciaran los trabajos, hubo gran resistencia de los habitantes de la región, especialmente de parte de aquellos que vivían en los sectores inundados y que debieron ser reubicados dentro del valle. Los principales pueblos que desaparecieron bajo las aguas fueron Gualliguaica cerca de El Tambo, que recuerdo aún con sus viñedos y antiguas casas de campo. También desaparecieron los caseríos de La Polvada y Punta Azul. Incluso en nuestra época hay habitantes de la zona que reclaman porque la masa de aguas "refrescó" el clima del valle por todo ese sector adyacente a la represa, revelando cierto resquemor persistente.
Otro problema que enfrentó el proyecto, fue la resistencia natural: inesperadas tormentas sucedidas en agosto de 1997 a consecuencia del paso de El Niño, que arrojaron turbiones y aguaceros por el Norte Chico de Chile, aunque seguidos del fenómeno del Desierto Florido, que visitamos durante septiembre de ese mismo año. Esto complicó las faenas que llevaba adelante la Constructora Puclaro, sociedad encargada de las obras.
Terminada la construcción de la represa e iniciada la evacuación de los pueblos que acabarían sumergidos, el 15 de octubre de 1999 comenzó la inundación del embalse con capacidad de 200 hectómetros cúbicos (200 millones de metros cúbicos). La superficie de sus aguas quedaron a 508 metros sobre el nivel del mar.
Vista de la cara poniente de la cortina del embalse.
Monumento sonoro del acceso al paseo.
El Valle de Elqui, visto hacia el poniente desde la vía de coronación de la presa.
Aunque dedicaría un capítulo especial a Gualliguaica y a su desaparición bajo las aguas del embalse, cabe recordar que las calles de este poblado comenzaron a llenarse de agua lentamente en aquella ocasión y ante la entristecida vista de los últimos vecinos residentes, cambiándose completo a un sector más alto donde fue refundado con su Iglesia de San José (de 1757) reconstruida y también una copia de su antigua estación de trenes, con algunos elementos de la original desaparecida. Por esta razón, Gualliguaica es conocido como el primer pueblo fundado en el siglo XXI (al menos en Chile).
Con cerca de 760 hectáreas de inundación, el Embalse Puclaro fue bautizado "Intendente Renán Fuentealba Moena" en homenaje al histórico militante de la Democracia Cristiana y ex Intendente de la Región de Coquimbo desde el regreso de la democracia, tras dejar el cargo en 2000. Posteriormente, ha seguido siendo perfeccionado el servicio de abastecimiento hídrico: en octubre de 2011, por ejemplo, la  Junta de Vigilancia del Río Elqui y sus Afluentes logró que se trajeran desde Australia seis compuertas radiales automatizadas de la firma Rubicom, para misma cantidad de canales de derivación de aguas de riego. La obra de instalación quedó confiada a la Administradora Río Elqui Ltda.
Sus capacidades y magnitudes lo convirtieron en una importante y confirmada atracción regional: por un lado, las postales de su presencia en el valle, tanto por su obra de ingeniería como por la masa de aguas acumuladas a espaldas de su cortina; y por otro lado, por la gran cantidad de actividades deportivas que atrajeron estas mismas aguas.
En cuanto a las visitas y postales fotográficas, se accede al embalse por un paso casi llegando al Túnel Puclaro de la Ruta 41, que también se construyó como parte de las obras relacionadas con la represa. Se paga sólo una cantidad a criterio del visitante, y lo primero que se encuentra tras el paso hacia la ribera Norte es un cómodo estacionamiento de vehículos. El camino peatonal sigue junto a una feria de productos típicos de la región, donde se pueden encontrar las típicas papayas, mermeladas elquinas, licores, frutos de copaos, artesanías, cerámicas de inspiración diaguita, palos de agua y recuerdos varios.
Pasarela superior de la represa, con las torretas y faros de piedra.
La arquitectura rústica de las torretas y del paseo en la coronación.
Vista de la pendiente, hacia el lado de las aguas embalsadas.
Después de pasar por el borde del cerro adyacente al embalse, se llega por fin al inicio del recto paseo por la pasarela superior de la sólida cortina de 83 metros de altura, escoltada por pretiles de rejas y más de 40 torretas de piedra con faros de iluminación, al poniente, y un pretil de concreto y barreras sobre las aguas azules, al oriente. Son 4.900.000 de metros cuadrados los del murallón y una larga vía de coronación de 595 metros de longitud, hasta el borde del otro cerro que prensa el murallón con pendientes, inundando parte del sector de Marchihue y rematando este último tramo con la bocatoma de desagüe hacia el poniente, cerca de El Romero.
La descrita disposición natural de los cerros y contornos del cajón del río es lo que permitió que este tramo del Valle del Elqui fuera escogido para la construcción del embalse y su inundación, precisamente. Tal situación geográfica produce un fenómeno eólico singular, conocido como el Efecto Venturi, con una concentración de fuerzas y velocidad del viento por un segmento específico estrecho, expandiéndose nuevamente al recuperar espacio en su desplazamiento.
La anterior condición del paisaje y del viento local es homenajeada con un monumento ubicado al inicio del paseo en la coronación del embalse, quizás el único en Chile que es, además, un instrumento musical: "Imágenes Eólicas del Elqui", del artista Mario Arenas Navarrete. Fue inaugurado allí en enero de 2006, y fabricado con colaboración de la Universidad de La Serena (como parte del período de celebraciones de sus 25 años) y fondos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Participaron en la confección del curioso dispositivo el físico acústico Herbert Massmann Leser, elluthier Reinaldo Ferrera Castillo y el asesor escultórico Arturo Hevia Salazar. Consiste en una estructura metálica con un arco rematado en un dispositivo de cuerdas parecido al tradicional charrango de cuatro cuerdas del folklore chileno, pero que produce un hipnótico sonido parecido a un silbido vibrante, en todo el artilugio, cuando es tocado por las ventoleras del valle.
Este mismo viento da pie a la otra gran actividad de atracción y de naturaleza deportiva, derivada de la prohibición de usar vehículos motorizados sobre la masa de agua potable del embalse, pero estando autorizadas aquellas como el windsurf o velerismo individual, y el kitesurf y el kiteboarding, o surfeo con propulsión de parapente. Esto atrae a una enormidad de deportistas de dicha comunidad devota y también aprendices, pues se han instalado escuelas de estas disciplinas en el sector riberano del embalse. Esto explica que se hayan realizado aquí campeonatos sudamericanos de kitesurf y de Open Bic. Alternativamente, se practica también canotaje, natación y parapente.
Vista del embalse, hacia el oriente.
Práctica de deportes náuticos en el embalse, orilla Norte.
Sin embargo, la sequía ha sido tal en los últimos años, que el Embalse Puclaro hoy está a muy pocas de sus capacidades, mermando las cantidades medias de su caudal que, hasta hace poco, se calculaban en 9,5 metros cuadrados por segundo. Desde el año 2013, el descenso de aguas ha sido dramático, y las voces de alerta se han ido acumulando ante la poca expectativa de que haya un cambio radical de situación.
Hoy, en el mínimo histórico, incluso pueden verse las marcas en los bordes de los cerros, señalando el punto donde alcanzaba el agua represada hasta hará menos de cinco años. Hacia el oriente, la extensión de las mismas aguas embalsadas que antes llegaban hasta el sector San Carlos, abarcando unos 7,4 kilómetros de longitud, hoy están llegando sólo hasta el sector frente a La Polvada, superando escasamente los 2,3 kilómetros de largo. Claramente, se está frente a un problema inminente, en caso de no haber modificaciones positivas del escenario.
El recogimiento de las aguas también trajo una consecuencia inesperada, desde hace unos tres años ya: quedaron al descubierto otra vez las ruinas del pueblo fantasma de Gualliguaica, pudiendo distinguirse entre los restos la antigua escuela, las cuadras, las pircas, los trazados de los desaparecidos viñedos y hasta la antigua carretera que pasaba por allí.
El fenómeno de la reaparición del pueblo ha convertido este lugar del valle en otro de los muchos atractivos turísticos del Río Elquí, además de frotar la nostalgia de sus exhabitantes que, como vimos, fueron reubicados muy cerca de allí, en terrenos más altos. Sin embargo, por sobre todo es una advertencia sobre el futuro de los riegos de una de las más importantes y productivas zona agrícolas de Chile.
GALERÍA DE IMÁGENES:
EMBALSE PUCLARO, VALLE DE ELQUI, CHILE

BASÍLICA DE SANTA PRASSEDE: UN VIAJE POR LA HISTORIA Y LAS TRADICIONES DE LA ROMA CRISTIANA

$
0
0
Basílica y edificios conventuales de Santa Prassede en Roma, en ilustración de Giuseppe Vasi, siglo XVIII. La vista corresponde al costado del templo por la calle que lleva su nombre, pues la fachada quedó oculta entre los edificios residenciales de la cuadra. Sin embargo, hay diferencias notorias con respecto al aspecto actual, como el desaparecido portalón con arco que aparece en la imagen, y el pasadizo con escalinatas a la izquierda.
Coordenadas: 41°53'46.91"N 12°29'54.71"E
Recientemente, mientras algunos utopistas de la sociología global insisten todavía en negar los choques culturales que han encontrado escenario en las principales capitales del mundo occidental, sucedió algo que se veía venir para cualquiera que haya estado alguna vez en Roma: un fundamentalista religioso de origen africano, inmigrante ghanés adulto para ser más preciso, no tuvo mejor ocurrencia que atacar el interior de cuatro iglesias de la ciudad, durante un delirante tour de frenesí destructivo contra las imágenes "paganas".
El viaje colérico del personaje, ocurrido en la noche entre el viernes 30 de septiembre y el sábado 1° de octubre pasados, arrasó con muchas de las valiosas figuras religiosas de la Basílica de Santi Silvestro e Martino ai Monti, la Iglesia de San Vitale in via Nazionale, la Iglesia de San Giovanni Battista dei Fiorentini y la Basílica de Santa Prassede all'Esquillino. Curiosamente, para esta última tenía planeado publicar un texto que, ahora, deberá incluir actualización sobre este nuevo caso de terrorismo cultural que muchos intentan reducir cándidamente a meros casos de vandalismo religioso.
La Basílica de Santa Prassede o Santa Práxedes (Praxedis, también) es una de las grandes maravillas de la arquitectura histórica religiosa, del arte cristiano y del resguardo de reliquias que se creen sagradas. Se ubica en una calle interior del Monte Esquilino, en el Barrio de Monti, llamada Via di Santa Prassede frente a una aún más corta llamada Via San Giovanni Gualberto. Esto se halla a sólo pasos de la enorme y cautivante Basílica de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas papales de Roma, y a tres o cuatro cuadras de la Basílica de Santa Pudenziana, consagrada a la hermana de la homenajeada Prassede.
La calle de Santa Prassede en Roma es, además, otro de los incontables lugares de alta concurrencia turística, especialmente por su cercanía la Basílica de Santa María la Mayor. Una agradable cervecería y café se encuentra vecino al templo de aquellos mártires paleocristianos, para comodidad de una visita al barrio.
GALERÍA DE IMÁGENES:
BASILICA DI SANTA PRASSEDE - BASÍLICA DE SANTA PRÁXEDES, ROMA
EL PRIMER TEMPLO
Los orígenes de este edificio religioso, son remotísimos, formando parte de una generación de iglesias menores que se construyeron alrededor de la que ahora es la gran Basílica de Santa María la Mayor.
Existe una placa o lápida al interior de Santa Prassede, fechada en el 491 y correspondiente al Titulus Sancta Praxedis según se lee en ella. Se trata, pues, de una iglesia titular, cuyo título cardenalicio (para Santa Prassede) fue otorgado muy tempranamente, hacia el año 105, por el quinto pontífice de la Iglesia, el Papa Evaristo, aunque ciertas fuentes señalan que esto debió suceder hacia el 112.
La alusión sacra del templo se relaciona con la familia romana del Senador Pudencio o Potentio (San Pudens), noble del siglo II de quien ya comenté algo en otra entrada referida a la Basílica de Santa Pudenziana. Sus hijos eran Prassede (Práxedes), Pudenziana (Pudenciana), Novato y Timoteo. Las dos adolescentes, Prassede y Pudenziana, según la leyenda daban asistencia a los desposeídos, además de asistir al Presbítero Pastor y al Papa Pío I en la construcción de un baptisterio, según algunos hacia los años 142 a 145, en el domus e su padre el exsenador, martirizado durante las persecuciones de Nerón. En el templo, después consagrado a Pudenziana, fueron bautizados en la fe varios paganos romanos que figurarán así entre los primeros cristianos de la historia.
La noticia de estas actividades de la familia causó escozor en la autoridad imperial, que decidió castigar a las muchachas martirizándolas durante otra persecución iniciada por Antonino Pío, partiendo por Pudenziana. Así, muertos ya su padre, ahora su hermana y por una enfermedad también su hermano Novato, Prassede decide utilizar todos los recursos de la familia con  autorización de Timoteo, para construir un templo, el sub titulo Praxedis, que permitiera dar cobijo y rescate a los cristianos perseguidos.
Al igual que sucedía con el terreno que hoy pertenece a la Basílica de Santa Pudenziana, el noble Pudente habría poseído, en el siglo I, un villa que incluía el actual templo dedicado a Prassede, que corresponde al sitio donde ésta tenía su casa y donde hizo levantar el mencionado templo. El lugar habría sido una terma de Novato, heredada por la hermana, se consagró como "Sub nomine beate Virginis Potentianae, ed in vico qui appellatur Lateranus" ("Bajo el nombre de la Santísima Virgen Podenziana, en la calle que se llama Laterano"), edificando la iglesia con rango de titulus que sería dedicada a ella misma y destinada a dar refugio a los prófugos de la represión antirreligiosa.
Se sabe que bajo la actual Basílica de Santa Prassede, además, a unos nueve metros de profundidad, existen habitaciones y cámaras donde se habrían ocultado algunos de los cristianos perseguidos a los que daba cobijo en este sitio. La tradición asegura que San Pedro habría visitado y hasta vivido algún tiempo en estas dependencias propietadas por la familia.
Por otro lado, Prassede recogía los cuerpos de los ajusticiados en las persecuciones y les procuraba sepultura cristiana en los cementerios y catacumbas de Priscila, en la Vía Salaria. El folklore religioso también señala que la muchacha recogía la sangre de los mártires cristianos con esponjas, para verterla en un pozo que estuvo largos siglos visible en el edificio de la basílica, o al menos sus pretiles de contorno, de forma poligonal.
Lo anterior podría deberse viejas tradiciones judías adoptadas en tiempos paleocristianos, que exigían recoger la sangre de todas las personas que morían de forma violenta o martirial (de ahí el folklore alrededor del Santo Grial y la sangre de Cristo), pues se la consideraba parte del cuerpo que también debía ser sepultada. En Roma había incluso ciertas prácticas de beber sangre como consagración de triunfo sobre el enemigo, según documenta el cronista Plinio en el siglo I; o bien sangre de animales para prácticas médicas, pues se la consideraba un fluido de valor sacro y un líquido vital casi mágico.
La muchacha habría muerto el 21 de julio del año 159, o 165 en otras tradiciones, e incluso antes: en 124, según autores como Manuel Iñigo Vicario en su "Compendio del año cristiano ú ocupación diaria", de 1819. Según fuentes como el jesuita Juan Croiset, en su obra "Año christiano, o exercicios devotos para todos los dias del año", cuya versión en español fue publicada en Madrid en 1791, murió degollada y sin proceso, tras haber sido detenida con el Presbítero Simetrio y otros 22 confesores que engrosaron las listas de mártires de Roma. Sin embargo, la creencia generalizada y por anotaciones en el libro del Acta, se asegura que fue por su propia voluntad que la reclamó el cielo, pues Prassede pedía en sus plegarias partir pronto a la gloria divina, hastiada ya de tanta violencia y acoso en la capital romana.
La mártir sería sepultada por los fieles con su padre y su hermana, en las catacumbas de Priscila, algo que aparecería en los registros del cementerio, siendo integrada al santoral católico en el mismo día de su muerte. En el trabajo "Guirnalda mystica: triumpho de los santos", publicado por Baltasar Bosch de Centellas y Cardona en Madrid, en 1724, se presenta la oración dedicada a Prassede tras su reconocimiento en las filas martiriales cristianas:
"Óyenos Señor Dios, Salvador nuestro, para que así como nos regocijamos en el festivo día de la Bienaventurada Santa  Praxedes Virgen tuya, del mismo modo sea enseñanza nuestra, el afecto de su devoción piadosa. Que vives, y reinas, en los siglos de los siglos. Amén".
Entre los primeros titulares de la sede religiosa que había sido su morada y también su refugio, se sabe que estuvo Silvanus Antonius en el 318, Serranus Aquileus en 335, Domitius Ligus en 387, Annius Longus en 421, Severus Flavius en 475), Ginesius en 478, Sebastianus en 482 y el antipapa Lorentius Caelius en 494.
La reliquia de la Columna de la Flagelación, en grabado publicado en "Las cosas maravillosas de la santa ciudad de Roma" de Juan Baptista Vaccondio Romano, 1720. Esta pieza se atesora dentro del templo.
Interior de la Iglesia de Santa Prassede en 1872, con el pozo de la sangre de los mártires. Litografía basada en fotografía del año 1860, aproximadamente. Fuente imagen: luminous-lint.com.
EL EDIFICIO DEL SIGLO IX
Según el "Libro de los Papas" ("Liber Pontificalis"), Adriano I reconstruyó por completo el Titulus Sancta Praxedis hacia el año 780, sobre un edificio del siglo V según ciertas fuentes. A la sazón, sin embargo, dicho templo estaba ya en ruinas. Sectores no abiertos al público dentro del edificio conservan frescos de aquel siglo VIII, como una pequeña y misteriosa sala sobre una escalera espiral, retratando la vida de Prassede. Pocos han tenido la suerte de acceder a estas dependencias.
En el año 796, el Cardenal Paschal Massimi asume el cargo titular de la sede de Santa Prassede. Posteriormente, no bien asume como pontífice en 817 tomando el nombre de Pascual I, el célebre papa sienta allí la parroquia y ordena una gran renovación y remodelación del edificio. Eran los años del Renacimiento Carolingio y sus reflejos en el arte religioso y la propia teología, después de las reformas introducidas por el Emperador Carlomagno.
Estos trabajos se extendieron hasta 824, año de la muerte del papa Pascual, por lo que seguramente fueron concluidos por su sucesor Eugenio II, ya que parece haber ciertas alusiones a este último pontífice en algunas partes del templo. Poco después, en el 829, asumía como su titular Ottavius Elarius Ardeatinus.
Aunque acumula muchas modificaciones y alteraciones posteriores, el edificio resultante de entonces es, en opinión de autores como Stefano Masi en "Roma e il Vaticano", prácticamente el mismo de hoy en sus líneas esenciales. Con una nave principal inicialmente única, dispuesta imitando la planta de la primitiva Basílica de San Pedro, y con 24 ventanas en el proyecto original, el objetivo del nuevo edificio era guardar osamentas y recuerdos de los mártires y primeros cristianos sepultados en Priscila. Algo queda testimoniándolo: en la nave derecha, empotrada en el primer pilar, aún está una inscripción original de este edificio de Pascual I, con los nombres de los mártires cuyas reliquias fueron trasladados a la basílica.
Como parte del proyecto, los restos de Santa Prassede llegaron al templo hacia el año 822, según se calcula, donde aún permanecerían sepultos a pesar de las dudas que persisten sobre su existencia y la de su hermana, al no haber evidencia directa sobre ambas mujeres.
Del edificio erigido entonces por Pascual I, se conserva también el ábside y los mosaicos bizantinos de su arco abovedado y su arco triunfal, correspondientes a algunos de los más interesantes y conocidos del arte religioso de Roma. Estos mosaicos corresponden a los siguientes grupos:
  • El del cielo cóncavo en el nicho del interior del ábside, muestra a Jesús bajo la Mano de Dios, acompañado a un lado de San Pedro, Santa Pudenziana y un diácono  o presbítero no identificado; y a su derecha a San Pablo, Santa Prassede y el Papa Pascual I, este último con aureola cuadrada como indicación de que aún estaba vivo. Dos palmas están en los extremos de este grupo de personajes, acompañadas del ave Fénix (símbolo del renacer) y una alusión al río Jordán, con la inscripción Iordanes. Todos sobre una banda de 13 corderos blancos representando a Cristo y los Apóstoles, con los cuatro ríos del paraíso simbolizando los Cuatro Evangelistas, y las representaciones de las ciudades santas de Belén y Jerusalén. Pascual I hizo colocar también una inscripción en latín con letras doradas bajo esta fila de corderos, que se traduce más o menos como sigue: "Destellos decorados con diversos metales (preciosos) el aula de Santa Prassede que honró al Señor en el Cielo, por voluntad del supremo pontífice Pascual (Pasquale), elevada a sede apostólica, que ha recogido por todas partes los cuerpos de numerosos santos y los colocó bajo estas paredes, confía en que su servicio le ha valido llegar a las puertas del Cielo".
  • En el arco del interior del ábside, en cambio, los mosaicos muestran escenas alusivas a los capítulos 4 y 5 del Libro del Apocalipsis, con el Cordero de Dios representando a Cristo, al centro, acompañado de siete candeleros simbolizando a las iglesias de Asia, junto a cuatro ángeles de las Revelaciones y los Cuatro Evangelistas, bajo los cuales están los cuatro ancianos del Apocalipsis. Las representaciones son totémicas y frecuentes en la iconografía religiosa: el águila para San Juan, el toro para San Lucas, el hombre para San Mateo y el león para San Marcos.
  • Finalmente, en el arco triunfal sobre el presbiterio, el diseño de mosaicos alude al capítulo 21 del Apocalipsis, con personajes y estructuras representando la ciudad sacra de Jerusalén, que se ve como una ciudadela con sus puertas abiertas y bajo una protección angelical. Aparece Cristo con dos arcángeles y, bajo ellos, a la izquierda, las figuras de María y Juan Bautista, y a la derecha Santa Prassede. Los doce apóstoles aparecen en dos grupos, seis en cada lado; en el extremo izquierdo se observa a Moisés con las tablas de la ley y, a la derecha, al profeta Elías con un ángel cargando un Antiguo Testamento y un bastón. En los flancos, grupos de hombres santos muestran a personajes como San Pedro, San Pablo, los primeros obispos, los mártires coronados y las mujeres de la corte santa. Otros personajes levantan ramas de palmas, símbolos del martirio y del sacrificio de fe. Sin embargo, lo que había hacia las bases del arco, ha desaparecido en intervenciones posteriores.
Desde aquella construcción en el siglo IX, hay características que han quedado como definitivas para el templo. Entre otras, la misteriosa disposición de la fachada, escondida en un patio interior entre los edificios de residentes, situación parecida a la que sucede con la Iglesia de San Lorenzo in Piscibus, a metros del límite con la Ciudad del Vaticano.
La cripta del templo se construyó ya entonces y como una habitación con reliquias, a la que se accedía por dos escalinatas en los costados del presbiterio. En este espacio estaban también  dos criptas, cuyas lápidas llevaban los nombres de Prassede y Pudenziana, con frescos al fondo de la misma. Este sótano catacumbal aún existe, pero está muy modificado con relación a cómo se habría podido ver originalmente, según la información de la que dispongo.
Fotografía de 1880 de la nave central del templo, con el pozo de los mártires y el baldaquino y altar al fondo.  Fuente imagen: Architecture.com.
Santa Prassede recogiendo la sangre de los mártires cristianos, en pintura de Johannes Vermeer, siglo XVII.
LA CAPILLA DE SAN ZENÓN
Capítulo especial merece la llamada Capilla de San Zeno o San Zenón (Zenone), que en realidad es una espectacular ermita funeraria con exuberante decoración de estilo bizantino, mosaicos maravillosos y valiosas reliquias de la historia religiosa cristiana en su interior. Este espacio y sus artísticos diseños están considerados entre los más importantes ejemplos de la iconografía bizantina que sobrevive en Roma.
La reluciente sala nace como un oratorio erigido por Pascual I al mismo tiempo que se ejecutan las obras del año 817, convertida en capilla funeraria para su madre Teodora y consagrada a San Zenón, mártir del cristianismo de quien no se conoce mucho, salvo que sus restos fueron trasladados hasta esta cámara en aquella ocasión, desde las catacumbas de Praetextatus.
Salta a la vista el esfuerzo de Pascual I por darle una solemnidad y una simbología especialmente potente a esta capilla, que alguna vez estuvo totalmente cubierta por los mosaicos bizantinos que hoy pueden apreciarse, principalmente, en los cielos abovedados y las lunetas de la ermita funeraria. Curiosamente, la percepción que hay en el día con luz natural es muy diferente a la que puede tenerse en horas de penumbra, con la luz de las lámparas: mientras en la primera situación los rayos solares que entran por los vanos forman parte de las composiciones o iluminan en forma estratégica algunos segmentos, en la segunda la tenue luminaria se refleja sobre los brillos del mosaico, produciendo efectos asombrosos que no todas las cámaras fotográficas serán capaces de retratar. Empero, modificaciones hechas con el tiempo y el propio deterioro de las obras ha hecho que parte de ellas se pierda.
Entrando en detalles sobre la descripción del lugar, el acceso a la Capilla de San Zenón es, por sí mismo, una obra extraordinaria y cautivante, sin parangón. Ubicado a un costado del templo, por el pasillo de la nave derecha, reúne al menos dos etapas históricas en su aspecto. Se cree que esta capilla y las adyacentes habrían formado parte de estructuras preexistentes, del antiguo templo, y esta entrada fue, por muchos años, la única a la capilla, hasta que se agregaron las conexiones de tránsito con las vecinas. Pueden describirse dos niveles en este precioso acceso a la capilla:
  • Su nivel inferior, que está compuesto por un dintel con dos columnas con capiteles de mármol, más las bandas de los postes de la puerta y una urna funeraria sobre el dintel con frisos decorativos, muchos de estos materiales reutilizados desde obras anteriores del templo.
  • El nivel superior, en cambio, es un enorme mosaico rectangular con dos series de medallones dispuestos en forma de herraduras o arcos: el primero de ellos muestra a dos santos laterales (¿San Pedro y San Pablo?) y ocho santas mártires en seguidilla, cuatro por lado, con la imagen de la Virgen y el Niño al centro, arriba; el segundo arco, muestra a los doce apóstoles, seis por lado, con Cristo al centro, arriba. Las cuatro esquinas llevan retratos de figuras masculinas, identificándose las dos superiores como Moisés y Elías, y las inferiores posiblemente como el Papa Pascual I y su sucesor Eugenio II, aunque estas últimas serían muy posteriores, del siglo XIX.
Atravesando este majestuoso portal, se llega a la bóveda central de la cámara, cubierta de mosaicos monumentales. Apodada en el pasado como el Jardín o Huerto del Paraíso, según fuentes como el tratado "Las cosas maravillosas de la santa ciudad de Roma" de Juan Baptista Vaccondio Romano, publicado en Roma en 1720, a este espacio "no entran mujeres jamás" en esos años, revelando alguna curiosa restricción para las féminas de la que no tengo más detalles. De acuerdo al mismo autor, además, la misma capilla había sido llamada popularmente Santa María Líbranos de las Penas del Infierno.
Arriba, al centro y por las esquinas de columnas adosadas a la cúpula, se observa un célebre diseño de arte religioso romano, con Cristo Pantocrátor como núcleo y las imágenes de cuatro arcángeles rodeándolo mientras sostienen su disco de guirnaldas, uno en cada pechina. Relucen los colores dorados y nacarados de esta obra.
Las paredes por las bajadas de la bóveda, ofrecen sus propias representaciones de enorme valor en el arte religioso, correspondientes a las que siguen:
  • El principal, donde está el acceso, muestra una escena de la Etimasia, con la representación del trono vacío esperando a Jesús, acompañado por San Pedro y San Pablo como figuras tenantes.
  • La pared derecha muestra  a San Juan Evangelista sosteniendo el libro del Evangelio, con los apóstoles Andrés y Santiago. En el bisel y la luneta, está Cristo en gesto de dar la bendición, acompañado de dos santos que se cree corresponde a San Valentino y San Zenón.
  • En la pared izquierda, en tanto, se ve en la luneta una representación del Agnus Dei (Cordero de Dios) con los espíritus totémicos de las hermanas Prassede y Pudenziana con coronas martiriales, bajo la cual está la corte femenina de la Virgen María, acompañada por las mismas hermanas y por Teodora, la madre del Papa Pascual I, que por su condición humana y no santa lleva un rectángulo en lugar de aureola. Bajo el intradós del arco, se retrata la escena de Jesús liberando a Adán y Eva del infierno.
  • En la pared en frente del acceso, se observan mosaicos con  la Virgen María y San Juan Bautista en la parte superior simbolizando la adoración de Cristo, representada inteligentemente aquí por la luz que entra por la ventana que flanquean ambas figuras. El intradós del arco lleva decoración de motivos florales y animales, mientras que el siguiente nivel muestra el Evangelio de la Transfiguración con las figuras de Cristo junto a los profetas Moisés y Elías, y a los apóstoles Pedro, Juan y Santiago.
Cabe comentar que, bajo este último segmento, se encuentra el único altar de la capilla con un retablo de madera del siglo XVII, enmarcado en columnas de alabastro con capiteles. El nicho de este pequeño ábside retrata a María con el Niño, que sostiene un pergamino con la sentencia "suma lux ego" ("yo soy la luz"), escoltada por las figuras de Santa Prassede y Santa Pudenziana, otra vez.
Existió cierta incertidumbre sobre el origen de este último mosaico, por cierto, hasta que a principios del actual siglo, estudios publicados por Valentino Pace lo fecharon entre 1265 y 1285, excluyéndolo de los demás de origen rotundamente bizantino y datándoselo, así, posterior a los demás del oratorio de San Zenón.
Entrada del templo en nuestros días, desde la calle San Giovanni Gualberto.
Interior del ábside, sobre el presbiterio y el baldaquino.
MODIFICACIONES DEL TEMPLO EN LA BAJA EDAD MEDIA
Hacia mediados del siglo XII, el templo y el convento pasaron a ser ocupados por los sacerdotes canónigos regulares de Santa María del Rin de Bolonia. Empero, la mala gestión y varios problemas intestinos obligaron al Papa Celestino III a sacarlos de allí, en 1198, poco antes de morir el pontífice. Su sucesor, Inocencio III, ese mismo año decide poner el complejo a disposición de los monjes benedictinos de Vallombrosa, quienes han permanecido hasta nuestros días ocupándolo.
Curiosamente, al menos dos futuros papas pasaron por el rango titular de la Basílica de Santa Prassede en este período, repitiendo la impronta iniciada por Pascual: Lambertus Scannabecchi a partir de 1099, futuro Honorio II, y Ubaldo Allucingoli en 1141, futuro Lucio III.
Con relación a las reliquias que aquí se atesoran, en 1223 el Cardenal Giovanni Colonna hizo llevar desde Jerusalén hasta Roma el llamado Pilar o Columna de la Flagelación, segmento sobre el plinto de un poste de piedra en el que se cree fue encadenado y sometido a latigazos Jesús, según la tradición cristiana jerosolimitana, misma que adjudica el descubrimiento de la pieza a Santa Helena de Constantinopla, madre de Constantino, a inicios del siglo IV. Como se recordará, ya anciana, Helena había iniciado una peregrinación al Gólgota para recuperar reliquias asociadas a Jesús y que hoy están en algunos templos romanos, incluyendo este pilar en la Basílica de Santa Prassede, aunque la autenticidad histórica de estos objetos genera debates y serias dudas.
Ampliando la información sobre esta columna en el templo, la pieza es de 63 centímetros de altura y variando su diámetro desde los 20 hasta los 13 centímetros. Cierta versión dice que es un fragmento de dos partes, pues el otro quedó entre las reliquias de la Iglesia del Santo Sepulcro, según el "Libro de los Lugares Santos" del siglo XVIII. Esta pieza en particular, tras haber estado en la Iglesia de Sión y luego llevada a Roma, fue colocada en un nicho que se abrió a un costado de la Capilla de San Zenón y conectada con ésta, siendo una de las reliquias más valiosas que se muestran allí. Sin embargo, su vitrina relicario de bronce donde se exhibe, es muy posterior, mueble construido recién en 1898 por Duilio Cambellotti.
El cardenal francés Anchero Pantaleone fue titular de la basílica entre 1262 y su fecha de muerte. Su cripta está dentro del templo, con una inscripción recordando su asesinato, el 1° de noviembre de 1286. Se lo retrata acostado sobre el sarcófago, acompañado por un gran crucifijo del siglo XIV en el lado opuesto de la sala, pieza que según la tradición, le habló alguna vez a Santa Brígida.
Durante toda la primera mitad del siglo XIII, se van agregando elementos al edificio de Santa Prassede y sus dos naves laterales donde se encuentran las capillas, correspondientes en realidad a pasillos divididos de la nave central por las columnas y pilares. Se adicionan seis grandes pilares estructurales en el interior de la nave central y se colocan los tres arcos de refuerzo que aún se observan briosos en lo alto. También se construyó en aquella época el campanario, ocupando parte del viejo transepto. Empero, como el crucero no era simétrico ya y la forma de planta de cruz latina del templo se perdía, a fines del siglo fue intervenido su espacio en los extremos del transepto y, el del lado derecho, reconvertido en la actual Capilla del Crucifijo.
En el sector entre las naves, en el siglo XIV, es sepultado don Juan Carbone. Su lápida lleva inscrito el nombre de Roma y la fecha de defunción del 24 de septiembre 1388, pero lo que más llama la atención es que reproduce en su horizontalidad la figura del difunto tallada en el mármol, recostado en traje de soldado y armado. Al parecer se lo representa con mucho intento de fidelidad al aspecto original, pues incluso aparece visible su frente calva.
Por esa misma centuria, en el sector de la nave derecha, misma donde está el acceso del público, se pintó un singular fresco sobre el muro, hoy enmarcado en mármol: el retrato de la Virgen de la Salud (Madonna della Salute), venerado icono romano hecho por manos anónimas del siglo XIII, anterior a la gran propagación del culto por Nuestra Señora de la Salud desde Venecia tras las plagas de peste bubónica del siglo XVII. Le acompañan cerca otro fresco representando Crucifixión de Cristo con la Virgen y San Juan, que se estima hecho entre los siglos XIII y XIV.
El Cardenal Alain de Coëtivy fue titular de la basílica desde 1448, hasta su fecha de muerte en 1474. Sus restos están sepultados en una capilla propia de la nave derecha, extraordinaria obra escultórica que se cree de Andrea Bregno. Consiste en un nicho con arco y dos columnas bloques, donde se ve, al centro, la figura del cardenal durmiendo su sueño de eternidad sobre el catafalco, mientras es vigilado desde encima por las figuras de San Pedro y San Pablo, desde dos falsos arcos. Las figuras de Santa Prassede y Santa Pudenziana están en los bloques de las columnas a los costados, mientras que en el arco superior, sobre el nicho, hay siete ángeles querubines.
Esta capilla está conectada con la de San Zenón por una apertura lateral, al igual que la Capilla de la Columna de la Flagelación, con lo que se abrieron dos accesos más para la primera al habilitarse estos espacios a la izquierda y a la derecha de esta última, respectivamente.
Entre 1484 y 1489, sin embargo, el Cardenal Antonio Pallavicino hizo reconstruir el presbiterio, volviendo a introducir modificaciones en el edificio que no siempre se mencionan en las reseñas sobre el mismo.
Mosaicos de la Capilla de San Zenón.
Reliquia del Pilar de la Flagelación, en su mueble relicario.
INTERVENCIONES EN EL SIGLO XVI
Posteriormente, en el siglo XVI, otro futuro papa pasará por el cargo titular del templo: Giovanni Maria Ciocchi del Monte, que toma el rango en un breve período de 1542 a 1543, antes de asumir como Julio III.
Hay novedades en este mismo siglo. El Cardenal Alessandro de Médici, futuro Papa León XI, hizo decorar la nave central del edificio; su colega Carlo Borromeo, futuro canonizado de cuya basílica en la Via del Corso ya hablamos en otra entrada, ordenó reconstruir las escalinatas con porche del acceso y el techo abovedado del edificio, además de instalar el portal del centro del templo y la sacristía, esta última con su escudo de armas en el centro de la bóveda como sello casi personal del hoy santo romano.
A mayor abundamiento, en la sacristía construida en 1564, se conservan hasta ahora varias pinturas de inmenso valor, algunas posteriores. Está allí el retablo de Agostino Ciampelli de 1594, representando a San Giovanni Gualberto en la iglesia de San Miniato al Monte en Florencia, mientras pide perdón de Cristo, por quien había asesinado a su hermano. También está allí la obra "La Deposición" de Giovanni de Vecchi, de la segunda mitad del mismo siglo, al igual que lo es la pintura anónima "La flagelación de Cristo". Otras obras de la sacristía son posteriores, como la de San Giovanni en Vallombrosa, de Guglielmo Cortese, del siglo XVII, y la de San Torello da Poppi, de Antonio Raffaele Calliano, que se cree pintada hacia 1810.
El mismo Cardenal Carlo Borromeo hizo abrir ocho ventanales en reemplazo de los varios del diseño anterior, aunque quizás sean pocos para el templo, pues a ciertas horas de la tarde se ve bastante oscuro y, en nuestros días, esto dificulta un poco la obtención de buenas imágenes de su interior sin cámaras fotográficas profesionales. El futuro santo hizo modificar también las bases del arco de triunfo del presbiterio, para la construcción de dos compartimentos donde albergar reliquias, lo que significó la destrucción de la parte inferior del mosaico del arco triunfal y del ábside.
Exteriormente, el aspecto del templo queda definido en esos años, más o menos como lo vemos ahora. Sus formas recuerdan más a edificios antiguos que a un templo, por la disposición de las fachadas laterales y los vanos, además de la pequeñez de la entrada en Via di Santa Prassede comparada con las proporciones interiores del templo. El gran arco de balcón y dos columnas que aparece en esta entrada todavía en los grabados de Giuseppe Vasi del siglo XVIII, ya no existe.
El interior del templo ha pasado por varias etapas después de una refacción en 1575, que involucró cambios en el frente y el presbiterio. Entre 1583 y 1586, por ejemplo, en la nave izquierda, Martino Longhi El Viejo construyó la Capilla Olgiati que todavía existe, dedicada a la familia de empresarios financieros con este apellido. En la bóveda de esta misma capilla hay frescos de Cavalier d'Arpino hechos en 1587, con una escena al centro de la Ascensión de Jesús entre los apóstoles y la Virgen, acompañados de las figuras de Ezequiel, Jeremías, Miqueas, Moisés, San Gregorio Magno, San Jerónimo, San Agustín y San Ambrosio, entre ángeles y sibilas. Su centro es conocido como la "Ascensión de Jesús entre los apóstoles y la Virgen". Otras pinturas suyas en los costados y los muros, muestran a San Andrés y San Bernardo de Claraval, además de la Resurrección de Cristo y la Asunción de la Virgen. El retablo del altar de esta capilla, en tanto, es de Federico Zuccari y representa el encuentro de Jesús con Santa Verónica.
Hubo obras de 1594 a 1596, ordenadas por el Cardenal Alejandro de Médicis, quien fuera titular de la basílica entre el año de inicio de trabajos y hasta 1600, y posteriormente asumiera como el Papa León XI. En ellas se pintaron también las ocho escenas de la Pasión de Cristo y los falsos elementos arquitectónicos de la nave central, con estilo manierista tardío, obras encargadas a los pintores Paris Nogari, Girolamo Massei, Agostino Ciampelli, Baldassarre Croce y Giovanni Balducci, este último autor también de los frescos de los apóstoles en los pilares de la nave.
Con estas intervenciones, además, se modificó el arquitrabe y los capiteles de las 24 columnas y pilares que separan las naves, dándoles la definición clara de espacios que se aprecia hoy.
Exquisita decoración interior. Atrás, se ve acceso a Capilla de San Zenón.
Vista general de la nave central. El círculo señala lugar donde estuvo el pozo.
RENOVACIONES POSTERIORES DEL EDIFICIO
Durante las últimas obras señaladas, se construyó una capilla sobre otro espacio preexistente del templo de Santa Prassede. Este espacio fue modificado por el Barón Federico Cesi, razón por la que es conocida como la Capilla Cesi, y su bóveda fue cubierta con frescos de Guglielmo Cortesi en el siglo XVII, que presentan al centro la obra "Dios Padre bendiciendo en gloria entre los ángeles". En las enjutas, están las representaciones de Pascual I, San Filippo Neri, Santa Francesca Romana  y Santa Firmina. También son suyas las representaciones de la Adoración de los Magos y Santa Ana y San Joaquín, en los cuadros de los muros. En las lunetas, en tanto, están los frescos de Ciro Ferri.
También se agregaron nuevos monumentos y obras en aquella centuria, como la hermosa cripta escultórica de mármol de la tumba del Obispo Giovanni Battista Santoni (fallecido en 1592), ubicada cerca del fresco de la Virgen de la Salud y considerada la primera obra profesional hecha por el artista Gian Lorenzo Bernini hacia 1614, cuando tenía cerca de 16 años. En esta misma nave lateral está el monumento funerario de Silvio Santacroce, de inicios del siglo XVII, aunque las más importantes siguen estando en el sector de las tumbas de Prassede y Prudenziana, custodiadas por la obra titulada "La Confesión".
En 1721, fue construida la Capilla de San Pedro que aún existe en la nave izquierda, aunque debió ser rehecha en 1735. Destaca en ella la pintura del altar retratando a San Pedro a la casa del Senador Pudente, hecha por un autor desconocido, mientras que otras dos pinturas de Giuseppe Severoni en los muros de esta sala, muestran a Santa Pudenziana y a San Juan Bautista. Ese mismo año, y vecina ésta, se construyó también la Capilla de San Carlo Borromeo, con cuatro estatuas de ángeles y un retablo es Etienne Parrocel representando al santo mientras agradece a Dios por el final de una plaga. Las paredes laterales de esta capilla tiene pinturas de Ludovico Stern, y en ellas está el santo orando y en éxtasis, respectivamente.
En tanto, el Cardenal Ludovico Pico della Mirandola, acogiendo la recomendación del Sínodo de Roma en 1725 y el Papa Benedicto XIV, había ordenado por entonces una nueva intervención en el presbiterio, la reconstrucción de la cripta de la iglesia y el resguardo de las sagradas reliquias, quizás el rasgo más característico del templo.
Su fachada principal del siglo IX, con grandes puertas de madera labrada, sigue cautiva e invisible entre otros pabellones e inmuebles residenciales de la manzana, escasamente utilizada. Tiene un frontón de mármol con elementos de 1575, con vanos ojivales en lo alto, todo en estilo barroco. Está enfrentada a un patio rectangular cercado por los edificios, que aludiría al cuadripórtico de los primeros cristianos de Roma, hacia el lado de Via di Santa Prassede con Via di San Martino ai Monti, en donde se encontraba una larga y antigua escalera de estrecho paso que se observa en los grabados antiguos y algunas descripciones de época. El patio tiene un doble atrio con antepórtico, del tipo prothyron románico.
Las obras de reestructuración del presbiterio, fueron ejecutadas entre 1728 y 1734, con un proyecto de Francesco Ferrari. De ellas resultaron la balaustrada alrededor del altar, dos tramos de escaleras laterales de acceso al presbiterio y uno en el central hacia la cripta, el copón, el nuevo altar mayor y el coro de madera. Durante los trabajos, sin embargo, se encontraron muchas otras reliquias y restos cristianos de Priscila en este lugar específico del templo, bajo el altar, que probablemente correspondan a las que Pascual I hizo albergar en él al levantar la iglesia del siglo IX.
En este siglo, se instala también una suerte de compartimento con una losa de mármol negro que, según la creencia, era la piedra sobre la cual dormía Prassede, misma con la que se tapó su tumba. A los lados se colocaron pinturas de San Pudente y Santa Sabina.
El aspecto que vemos del presbiterio y del altar, fundamentalmente, es el que resultó de aquella intervención del siglo XVIII, con balaustrada rebajada al centro para hacer más visible el conjunto. Está escoltado por grupos de tres columnas y dos puertas a cada lado, aunque sólo una de ellas es real y conduce hacia la cámara posterior. Las columnas allí visibles son de origen griego y datarían de los siglos I ó II, con capiteles medievales adaptados a los dinteles posteriores. Sobre ellas, a la derecha, está la escena de la "Pala dell'Assunta", obra de Francesco Gai de 1880, y a la izquierda un elegante órgano de tubos de Filippo Tronci de 1884, aunque modificado por Tamburini en el siglo XX.
Sin embargo, como esta nueva disposición y diseño no consideraron mucho el de la vieja iglesia de Pascual I, parte de los mosaicos del ábside quedaron parcialmente tapados por la nueva estructura. Incluso fueron sacrificados algunos de ellos, para la reestructuración de las barandillas de bronce que allí existen y que es uno de los pocos elementos del conjunto que se remonta a la remodelación de 1575. Una lápida bajo el balcón de la derecha recuerda a Ludovico Pico de la Mirandola, mientras que a la derecha otra recuerda al Cardenal Ángelo María Querini.
Sobre el conjunto del presbiterio, en el ábside tras el altar, domina la pintura de Domenico Maria Muratori de 1753, titulada "Santa Prassede recoge la sangre de los mártires", aunque hay quienes creen que debe corresponder al período 1730-1735. El ciborio, sobre baldaquino de planta cuadrada, se sostiene por cuatro columnas de pórfido rojo que habían pertenecido al copón anterior del templo, con cuatro arcángeles de estuco dispuestos uno en cada vértice del nivel de la cúpula, hermosas obras del artista Giuseppe Rusconi, en tanto que el interior de esta cúpula muestra pinturas de Antonio Bicchierai, de 1730. Encima, en el arco del triunfo hay escenas de San Pedro y San Pablo en frescos del mismo autor y el mismo año.
Con respecto a la cripta, ésta también fue reconstruida en los trabajos de 1728 a 1734. De sus dos entradas, hoy sólo queda una, conectada a un pasillo donde se observan cuatro sarcófagos, rematada en un altar cosmatesco con un fresco del siglo XVIII, el que intenta evocar a aquel existió en la sala del relicario, ya destruido. Este oscuro sector bajo el templo conecta al de la actual Capilla del Crucifijo por una segunda escalera, en el otro extremo.
En la misma centuria se construye la Capilla de San Bernardo degli Uberti, correspondiente desde 1886 a la actual de la Virgen del Rosario. Cuando fue habilitado este espacio, se incluyeron en él las pinturas que aún existen de Domenico Pestrini, mostrando el martirio del Beato Tesauro Beccaria, el Ángel Alivio con la figura del monje Pedro Igneus Aldobrandini y un retablo en el altar que representa a San Bernardo degli Uberti.
La imagen de Santa Prassede, recientemente dañada en un ataque.
Icono de Nuestra Señora de la Salud, fresco del siglo XIII.
EL TEMPLO EN SU ASPECTO ACTUAL
Hubo un gran esfuerzo, a partir del siglo XIX, por recuperar parte de las estructuras medievales del edificio. Esto se hizo removiendo materiales e intervenciones que se agregaron con el tiempo.
La Capilla de San Giovanni Gualberto, fundador de los sacerdotes de Vallombrosa, fue construida en el ala izquierda del templo durante la primera mitad de aquel siglo. El artesonado del cielo de la nave central, en tanto, data de 1868, constando de seis cofres para cada perímetro, con estrellas doradas pintadas sobre un fondo azul en cada uno.
Otra etapa de mejoras se inicia durante el largo período en que fuera sacerdote titular del templo Rafael Merry del Val, entre 1903 y 1930. El pavimento en estilo cosmatesco de la planta fue colocado en 1918, marcándose con un gran círculo de pórfido el lugar donde habría estado el pozo donde Prassede vertía la sangre de los mártires. Este pozo, anteriormente, estuvo largo tiempo cerrado por una piedra redonda y una reja que había hecho instalar León X, que se reemplazó por el pretil hexagonal antes de desaparecer.
En 1927, se remodeló la sala de la actual Capilla del Crucifijo del siglo XIII, en la nave lateral derecha, surgida tras el cierre del antiguo crucero y a la sazón en muy mal estado. Ese año, por decisión del Superintendente de Antigüedades Antonio Muñoz, se reunieron allí también artefactos y reliquias encontradas en las obras de reconstrucción, ejecutadas nueve años antes. También se mantuvo en la capilla la tumba del Cardenal Pantaleone del siglo XVIII, acompañada por una gran cruz policromada.
En 1933, la Capilla de San Giovanni Gualberto debió ser reconstruida completamente, agregándosele las pinturas y mosaicos del artista Giulio Bargellini, obras que ya corresponden al final de su vida.
Entre 1937 y 1938, además, fueron removidas la cobertura y las intervenciones de yeso de la fachada, recuperándose la antigua estructura enladrillada. La descrita disposición del frente del templo se ha traducido en que, prácticamente, no se usa la entrada frontal, sino la lateral ubicada frente a la Via San Giovanni Gualberto, muy cercana al altar mayor.
A todo esto, el hermoso órgano modelo Tronci de 1884, fue ampliado en 1942 por el maestro Giovanni Tamburini, siendo reemplazado por un modelo Opus 246 que reutilizó el sistema anterior, en el coro al la izquierda del altar principal. Y, en 1954, la Capilla Cesi fue dedicada al Papa Pio X, construyéndose el retablo y la pintura en su honor, que es obra de Bartoli. Más cerca de nuestra época, la cruz de madera pintada del siglo XIV, frente a la cripta del Cardenal Pantaleone en la mencionada Capilla del Crucifijo, fue restaurada en 1998.
Cabe recordar que, los días santorales de las hermanas Prassede y Pudenziana figuraban en el Martyrologium Hieronymianum (21 de junio y el 9 de mayo), pero el Papa Pablo VI eliminó la fecha del calendario cristiano en 1969, por no existir pruebas categóricas de la vida de ambas mártires, a diferencia de lo que sucede con su padre Pudencio, que sí parece haber existido siendo uno de los primeros convertidos por San Pablo.
Unos años después, el 27 de agosto de 1977, fue robado desde desde el lugar donde estaba hasta hace poco la representación en madera de San Prassede, dentro de una vitrina, el cuadro de la misma santa que la mostraba durmiendo en su cama de mármol. Esta obra, de 65 por 40 centímetros y hecha por un autor anónimo del siglo XVIII, jamás ha reaparecido, siguiendo extraviada en nuestros días. Según parece, no hay registros de imágenes de esta obra perdida en los archivos de la administración del templo.
Lo peor, sin embargo, sucedió en la noche del sábado 1° de octubre de 2016, cuando el mencionado inmigrante ghanés de 39 años, con un nutrido prontuario policial y a pesar de ello libre y esperando un permiso de asilo en Roma, como parte de su festín destructivo de fanatismo religioso y luego de hacer lo propio en el muy cercano templo de Santi Silvestro e Martino ai Monti, partió hacia la Basílica de Santa Prassede y comenzó su ataque justo al final de una multitudinaria eucaristía, cuando se iba a celebrar un concierto para la comunidad eslovaca residente en Roma.
El sujeto, vociferando frases propias de grupos del radicalismo religioso, destrozó a golpes la vitrina y la figura de madera policromada de la santa, que también quedó decapitada en el suelo de la iglesia. Luego, arremetió con la de San Antonio de Padua, decapitándolo ante el asombro del Padre Savelli, que quedó prácticamente solo tratando de frenar al salvaje e impidiéndole destruir el crucifijo del altar. Desde ahí, el sujeto escapó y siguió su "gira" por la iglesias de San Vitale in via Nazionale y San Giovanni in Piazza dell'Oro, pudiendo ser detenido recién al día siguiente.
Como ha sucedido y continuará sucediendo en todos estos casos parecidos (o aún más graves, al involucrar vidas humanas), la prensa internacional minimizó los hechos, apartándolos o, cuanto mucho, atrofiándolos en la perpetua y majadera interpretación del desquiciado solitario o del mero atentado de intolerancia, echando encima un manto compasivo al hecho incontestable de que estamos ante otro caso del choque cultural con occidente, simbolizado en la enorme historia de este templo y los otros atacados.

PICHICUY, LA CALETA ENCANTADA DE LA PROVINCIA DE PETORCA

$
0
0
Caleta Pichicuy vista desde el camino superior de acceso, hacia 2007. Fuente imagen: Panoramio - Mario Navarrete (panoramio.com/photo/4725697).
Coordenadas: 32°20'43.18"S 71°27'36.72"W
La Caleta de Pichicuy es un rincón costero de enorme atractivo en la comuna de La Ligua, en la Provincia de Petorca, al Norte de la Región de Valparaíso. Se ubica cerca de la Ruta 5 Norte, al Norponiente de La Ligua, en una península y bahía de poco tamaño que da nombre a esta localidad, pues traducida del mapudungún Pichicuy significa Pequeño Brazo de Mar o Pequeña Bahía.
El poblamiento de este sitio es ancestral, según lo confirman hallazgos de ciertos materiales arqueológicos locales. Por otro lado, la historia de Pichicuy ha estado muy relacionada, hasta tiempos más recientes, con la de Los Molles, poco más al Norte, casi en el límite con la Región de Coquimbo.
Es un contraste asombroso el que vive este balneario durante el período estival y el resto del año. En las estaciones más frías es un lugar calmo, casi lánguido, con sus calles transitadas por vehículos pequeños o camionetas de quienes van o vienen a la caleta de pescadores, los que allí operan desde tiempos inmemoriales, acompañados de perritos callejeros que viven en el sector. Fuera de las gaviotas y los pelícanos, sus habitantes humanos son pocos, y en ciertas horas del día incluso cuesta encontrarlos subiendo o bajando a la caleta. Alguno está en la entrada de su residencia, tomando mate mientras mira con curiosidad a los extraños.
Así pues, se observa Pichicuy en la mayor parte de cada año, con su sosiego sólo medianamente interrumpido quizás por practicantes de surf y ocasionalmente bodyboard, en la playa de Longotoma.
Durante el verano, sin embargo, llega una enorme cantidad de visitantes repletando con carpas y vehículos especialmente el sector de arenas amarillas de la extensa y cómoda playa, de manera parecida a cómo sucedía con Chigualoco, más al Norte de Los Vilos. Algunos arriban incluso en buses arrendados, bajando en masa hasta el sector: amigos, vecinos, familias completas, etc. La populosa muchedumbre, llegada principalmente desde La Calera y en parte desde Aconcagua y Santiago, acampa en Pichicuy trasformando completamente estas solitarias playas y arenales, que vuelven a hallarse en en pacífica quietud al terminar la temporada de vacaciones.
Hay una pequeña playa con forma de herradura y una roca solitaria al centro, en frente del pueblo. Un cartel puesto junto a esta joroba de piedra da la bienvenida a los visitantes.
Descendiendo por la orilla y siguiendo la forma de la curva, separada de esta última por unas roqueras y peñones, está la playa grande, también vigilada por caseríos y caminos hasta llegar a un humedal en la desembocadura del Estero de Huaquen o Guaquén. Precioso rincón, pero cuya proximidad a la carretera lo ha convertido en sitio vulnerable, especialmente por irresponsables que lo tienen como vertedero clandestino, en algunos puntos colmado de basura casi como parte de la propia flora y fauna del reducido lugar verde. Es el único punto negro que se halla en la caleta, donde reina más bien la pulcritud.
Del lado opuesto, hacia el Norte y por la orilla, se extienden grandes roqueríos con pozas de mar donde los visitantes de enero y febrero se meten a veces recolectando pequeños moluscos y caracoles, o bien divirtiéndose en estas piscinas naturales, a pesar de lo dificultoso que resulta acceder a varias de ellas. Ya en el siglo XIX, este sector era llamado Punta Pichicui en mapas y derroteros.
A pesar del gentío veraniego, éste es un lugar de reposo, casi de retiro. Habría sido paso y refugio del célebre bandolero aconcagüino apodado El Rucio Herminio, en los años treinta. Por otro lado, cuenta Mario Amorós Quiles en su libro sobre el sacerdote español Antonio Llidó Mengual, que tras llegar éste a Chile en 1969, estuvo una semana de vacaciones en Pichicuy en casa de una familia amiga, antes de pedir su traslado a las escuelas de Quillota haciéndose muy conocido entre sus habitantes por sus servicios sociales y proclamas izquierdistas, compromisos políticos que lo harán figurar en las listas de detenidos desaparecidos, desde 1974.
La caleta se ve un poco más rústica y menos intervenida que otras de esta larga línea costera. Está muy lejos del aspecto del sector de Los Vilos, más al Sur, o de Los Molles ya llegando a Pichidangui, con más aspecto de lugar vacacional y menos de camping. Hasta más o menos los fines de los años sesenta, además, el acceso al poblado era dificultoso, aunque no peor que el de varias otras localidades vecinas en esos mismos años.
En el Pichicuy de hoy no hay cableado telefónico, no llega la internet y, por lo que noté, los televisores apenas sintonizan las señales en ciertos sectores. La gasolina anda acá en bidones, comprada por los particulares fuera del pueblo. Tampoco hay cuarteles de carabineros, quienes llegan desde La Ligua a realizar sus servicios policiales en la caleta. Y tal vez no los necesiten tanto en temporadas bajas, porque vimos automóviles con los vidrios abajo y casas con los portones abiertos en invierno. Sí cuenta con un pequeño centro de salud y de emergencias, además de una escuelita, panaderías, almacenes y algún par de boliches para las necesidades de los vecinos y visitas de comer pescado frito o empanadas.
En "Un lugar en la Tierra. Viaje desde el maltrato emocional", la escritora y periodista Pepa Valenzuela dice breve pero acertadamente de este sitio:
"Pichicuy es pueblo perdido en el tiempo y el espacio. Un Macondo a la chilena donde me pierdo ya estando perdida. En el centro, que son sólo un par de calles, el único local abierto es un restorán con una barra de madera y varias mesas desmontables".
La presencia de pescadores artesanales, sin embargo, es un rasgo que unifica a todas estas caletas, muelles y atracaderos situados en los límites de las regiones de Valparaíso y de Coquimbo. La principal extracción de pescados aquí la permiten la corvina, la merluza, la sierra y, especialmente, el congrio colorado. Sus métodos son rudimentarios o tradicionales cuanto mucho, aunque frecuentes en la actividad de pesca artesanal de la zona litoral de Petorca y las colindantes, si bien los pescadores se quejan de lo poco generoso que se ha ido volviendo el mar en los últimos años, al comenzar a escasear el recurso.
Además de los botes estacionados por la orilla y cerca de la rampa de concreto, siempre hay al menos una pequeña nave de pescadores a remo o motor de popa recogiendo redes por allí, cerca de la sillería de rocas y del sólido malecón de hormigón que se ha construido casi en la punta de la lengua de tierra de la bahía. Hace poco, además, fue inaugurado un nuevo acceso a la caleta y el molo de abrigo, a solicitud de los mismos pescadores y con esfuerzos de su Sindicato y de la Municipalidad de La Ligua.
Hay algunas cabinas o toldos en el camino al muelle, donde se embalan o destripan pescados a la venta, recién salidos del agua. De entre los mariscos allí faenados, destacan las jaibas, las cholgas, los choros y los locos, aunque hace poco tiempo hubo un descubrimiento de grandes extracciones ilegales de este último molusco. En el pasado, además, era corriente la extracción de machas, ahora menos abundantes.
También hay acá una gran actividad de recolección y secado del huiro palo, unas 1.000 toneladas anuales, vendidas a industrias de China, Japón, México y Brasil. Los buzos que ejecutan la recolección del alga son una institución por estos pequeños caseríos, pero sin duda que uno de los más destacados de Pichicuy fue Gustavo Farías Rodríguez, personaje fallecido hace poco tiempo y considerado casi una leyenda entre los actuales algueros, mariscadores y buceadores en general, que realmente hizo escuela en el oficio de las extracciones submarinas de la caleta.
Sin embargo, el buceo de Pichicuy es otra arte en retirada: si a principios del actual siglo había cerca de 100 trabajadores dedicados a esta actividad, en lo poco que va de la centuria ya se han reducido a unos 10 en toda la caleta, lo que habla de un trabajo en extinción. En parte, el retroceso deriva de los peligros del mismo oficio y la poca participación de nuevas generaciones de pescadores en tales tareas.
Los surfistas también tienen predilección por ciertas playas de este sector del país, incluyendo las pichicuyanas por sus grandes olas que rompen en su costa, alcanzando los 4 ó 5 metros, según lo señalan los propios practicantes de deportes náuticos frente a sus playas. Por esta razón, frecuentemente la playa es reseñada como el Paraíso de los Surfistas en guías turísticas, aunque este edén marítimo se vio invadido también por el temido asedio celentéreo de la llamada fragata portuguesa, hace poco tiempo, dificultando la actividad recreativa.
Otra curiosidad local es que la solitaria y aislada caleta se ve, en ciertos períodos, con presencia de un gran contingente militar realizando prácticas y ejercicios por allí. Esto se debe a que la Escuela Militar del Libertador Bernardo O'Higgins, tiene dispuesto en el balneario un enorme terreno conocido como el Predio Pichicuy, de 2.984 hectáreas distribuidas desde el sector costero, donde está la infraestructura principal, hacia el interior de la provincia.
Hace unos años, en 2014, una conocida empresa de ventas de productos para la construcción realizó un concurso para pintar cinco caletas chilenas ("Chile pinta caleta", fue titulado), resultando Pichicuy una de las elegidas. Estos trabajos mejoraron el semblante de sus edificios principalmente de madera en el borde y la avenida costanera, sin que perdieran su rasgo tradicional y su atractivo popular.
Por sobre el nivel de las residencias y locales comerciales del borde costero, además, se encuentra una estupenda terraza de madera tipo mirador, que permite notables vistas panorámicas de la bahía y la caleta, permitiendo observar también el pintoresco rasgo residencial de este lugar encantado. La venta de varios terrenos y propiedades en Pichicuy, sin embargo, podrían anticipar cambios para la identidad que aún mantiene la caleta, no sabemos si tan positivos.
Acaso Pichicuy pertenece al silencio y al tiempo sin apuros; tesoro de épocas y territorios donde no se puede alzar la voz, para no cortar ese grato sueño secular que, por alguna razón, permanece escasamente referido como atractivo turístico de tan interesante zona del país... Tal vez para mejor.

LA PLAZA MAC LEAN Y EL MONUMENTO DEL "ÚLTIMO ALCALDE" TACNEÑO

$
0
0
La plaza hacia el 1900, antes de ser rebautizada Mac Lean. El Teatro Municipal está de fondo, y se observa la fuente de aguas que aún existe en la plaza.
Coordenadas:  18°0'36.37"S 70°14'57.79"W
La ciudad de Tacna está llena de alusiones a la Guerra del Pacífico y a la resistencia de sus antiguos habitantes peruanos a la incorporación que dejó Arica y Tarapacá en territorio chileno. Diría que pocas ciudades viven con un acento tan enfático e insistente sobre el asunto de la Guerra del 79, alcanzando museos, casas históricas, monumentos y reiteraciones en los discursos para los días conmemorativos o de desfiles.
Obviamente, hay un sentimiento nacionalista en este destacador de la identidad heroica de la ciudad, pues sus habitantes consideran un episodio epopéyico dicha resistencia y la posterior reincorporación a Perú, en 1929, incluso capaz de ensombrecer el peso de la derrota en la Batalla del Campo de la Alianza de 1880, cuando Tacna pasa por casi 50 años a soberanía chilena. Sin embargo, también hay un acervo esencialmente localista en este asunto: mucha de la historia de Tacna se escribe a partir de entonces, pues el crecimiento material y estratégico de la ciudad se afianza también durante la ocupación chilena y se prolonga así hasta nuestros días, dadas la situación geopolítica en la que quedó.
En épocas anteriores, tanto Tacna como Arica eran urbes pequeñas y tan olvidadas por el centralismo que sus habitantes incluso evaluaron la posibilidad de mejorar su situación manifestando a don Simón Bolívar su deseo de"pertenecer a la República Bolívar" (Bolivia) a inicios de 1826, complaciendo con ello la aspiración marítima que ya entonces se veía en el recién independizado país altiplánico. Sería justo desde los años de albores de la Guerra del Pacífico y en los de sus consecuencias, entonces, que Tacna iría elevando hasta su importancia geográfica, comercial y estratégica. Esto se refleja en cada instancia relativa a la memoria histórica o conmemoración de la ciudad, donde se hace ineludible la alusión a la guerra y la posguerra, incluso en el escudo de armas.
En frente del histórico Teatro Municipal, en calle 2 de Mayo entre Arias y Aragüez y Patricio Meléndez, en la Junta Vecinal "Francisco Antonio de Zela", está uno de estos testimonios de la semblanza tacneña indivisiblemente relacionada con la conflagración de 1879-1884: la Plaza Mac Lean y el monumento del acá conocido a veces como El Último Alcalde de Tacna... Obviamente ha habido muchos alcaldes posteriores, pero el mote se debe a que fue la última autoridad municipal peruana con esta investidura al momento en que Tacna cayó en manos chilenas.
Guillermo Mac Lean Portocarrero nació en 1848 y falleció en 1904. Hijo del inmigrante británico Alejandro R. Mac Lean y de doña María Portocarrero, fue un destacado vecino y doctor, eslabón generacional de una de las familias más reputadas localmente. Cuando tuvo lugar el combate en el que se destruyó el eje aliado de Perú y Bolivia, el 26 de mayo de 1880, el joven profesional ocupaba el cargo de alcalde. Entre otras obras de desarrollo que tenía planificadas para Tacna y que quedaron truncadas, estaba el proyecto de construcción de una carretera que uniera esta localidad con La Paz, la capital boliviana.
Mac Lean partió a los altos del Campo de la Alianza ni bien se vio flamear la bandera de Chile entre los humos del combate sobre el Intiorko, cerro tutelar de la metrópolis. El panorama era desalentador para la autoridad y sus compatriotas: con la derrota, las fuerzas militares peruanas se dispersaron desordenadamente buscando refugio o reagrupaciones en la ciudad y en el camino de Pachía, antes de marchar hacia Arequipa y las sierras interiores. Mientras tanto, los bolivianos partieron con el General Campero de regreso a La Paz, no volviendo a participar de acciones aliadas. Mac Lean decidió, entonces, ir con los delegados y representantes extranjeros para entrevistarse con el jefe militar chileno, el General Manuel Baquedano, discutiendo una forma decorosa y segura de entregar la ciudad evitando más derramamiento de sangre.
Es aquí donde las interpretaciones sobre el contexto de la situación en que asumió su rol Mac Lean, resultan un tanto controvertidas, especialmente si se comparan las fuentes más tradicionales de Chile y de Perú al respecto.
Vista de la Plaza Mac Lean ante de la remodelación de 2009, con el Teatro Municipal de fondo. Fuente imagen: iperu.org.
Vista actual de la plaza. Se observa ubicación del monumento frente al teatro.
Es seguro que el alcalde haya ido a informar al Ejército chileno que Tacna no presentaría resistencia. Esto, porque gran parte de los peruanos que se habían puesto en fuga intentaron refugiarse en el área urbana, disparando desde allí contra el enemigo, esperando la bajada de las tropas y provocando con ello la respuesta de la artillería chilena. No era poca la cantidad de aliados que habían logrado eludir la muerte y escapar desde los altos, por cierto: cerca de 10 mil hombres, de modo que el peligro de enfrentamientos persistía a pesar de haber terminado ya la batalla.
A mayor abundamiento, en el primer intento chileno de ingresar a Tacna tras el combate, recibieron ataques a balas especialmente en los suburbios, en el sector de la Estación de Ferrocarriles y las quintas de los alrededores. Parte de esta historia la comenta el veterano Hipólito Gutiérrez en su famosa "Crónica de un soldado de la Guerra del Pacífico". Fue a raíz de esto que la jefatura militar chilena decidió dar tiros de cañón contra los focos de resistencia.
Se puede interpretar que el alcalde corrió, entonces, a convencer a los vencedores de que Tacna estaba ya indefensa, prácticamente entregada a su destino, y que no era necesario un castigo ante el abandono que estaban haciendo las fuerzas peruanas que huían a Pachía. Así se explica, además, que los chilenos retuvieran a Mac Lean para bajar con él hasta la ciudad y asegurarse, de esta forma, de no ser emboscados ni atacados de vuelta. Los hombres tomaron Tacna conducidos por los Generales Amengual y Holley, conminando a abandonar el cargo de prefecto a don Pedro Alejandrino del Solar. Mac Lean no fue fusilado y la paz pudo ser recuperada poco después.
Sin embargo, a la interpretación con justicia heroica y orgullosamente patriótica que los historiadores peruanos hacen de la intervención de Mac Lean, se agregan detalles sombríos y la conocida mácula del anatema: se asegura, con frecuencia, que el alcalde fue a ofrecerse como rehén ante los chilenos para que estos no destruyeran la ciudad a cañonazos, porque la soldadesca estaba lanzando tiros o dispuesta a arrasarla sólo por placer destructivo, venganza o salvaje frenesí criminal. Es decir, arriesgó su vida para salvar a Tacna de la barbarie injustificada que pretendía reducirla a escombros, cual Jerusalén golpeada por Tito.
No creo que me corresponda hacer precisiones a dicha versión sobre el trasfondo de la hazaña de Mac Lean, pero es inevitable comentarlo: me resulta inverosímil la idea de que los chilenos se hayan propuesto destruir toda Tacna en algún momento y sólo por maledicencia, considerando también que podría haber sucedido lo mismo después en la cercana ciudad Arica y nunca hubo semejante voluntad de arrasar la urbe, algo obvio si tomamos en cuenta lo importantes y valiosas que eran ambas en el teatro general de operaciones de guerra. Distinto sería el penoso caso posterior de Chorrillos, donde efectivamente hubo resistencia dentro del propio radio urbano, convertido en la trinchera que, afortunadamente, no alcanzó a ser Tacna. Quizás por esto, autores extranjeros como William E. Skuban son más precavidos y prefieren hablar de un Mac Lean impidiendo la "posible" destrucción de Tacna, en su libro "Lines in the sand: nationalism and identity on the peruvian-chilean frontier".
Está documentado que el intento de "destrucción" ejecutado por la artillería chilena, fue de cerca de una decena de tiros de granada con espoleta de percusión desde dos cañones Krupp de 78,5 milímetros de la Batería Villarreal (sólo dos de los 36 cañones que poseían los chilenos). Es, precisamente, lo que se esperaría de un intento por forzar la rendición de los refugiados en los arrabales de la ciudad que estaban empecinados en contener el inminente e inevitable avance de ocupación, y que todavía seguían protagonizando revueltas el día 27. Fue esta acción con cañones lo que motivó la intervención de Mac Lean y la comitiva extranjera ofreciendo la ciudad para ser ocupada, de manera muy parecida a la que iba a hacerlo, a inicios del año siguiente, el alcalde Rufino Torrico en Lima.
La historia del interés por "destruir" Tacna, además, tiene ciertas semejanzas sospechosas con otra narración bien conocida: la supuesta intención de hacer la misma clase de tropelía en Lima, también imputada por la historiografía peruana al adversario y, en tal caso, detenida por pretendidas amenazas del almirante francés Abel Bergasse du Petit Thouars contra los chilenos.
Como sea, es claro que en Tacna se ha cristalizado la visión salvadora de Mac Lean y de su innegablemente comprometida intervención, aquel día en que cayó su ciudad, siendo honrado como símbolo de sacrificio, de honor y de compromiso con ella. Un héroe civil, en otras palabras. No hay dudas al respecto: Mac Lean tuvo la valentía de presentarse ante el enemigo en momentos de tremenda tensión, y ese acto es de nobleza incuestionable. De hecho, llama la atención que éste sea el único homenaje importante para el ilustre Último Alcalde en toda Tacna, contrastando tal mezquindad conmemorativa con el enorme valor que se le asigna en la historia local, al haber evitado que continuaran los enfrentamientos y los castigos tras haber quedado decidida ya la situación en los Altos de la Alianza.
La pequeña plaza con fuente de aguas al centro y que hoy lleva su nombre, en tanto, había nacido durante la construcción del Teatro Municipal o Teatro Nuevo, luego de una apertura del espacio frente a este mismo edificio, a modo de explanada. Aunque el teatro se concluyó hacia 1870, hay planos anteriores de la ciudad donde puede verse perfectamente la ubicación del mismo y del espacio abierto de la plaza, como el de Maximiliano Siebert publicado en 1861. Es la razón por la que aparece referida en algunas fuentes antiguas como la Plaza del Teatro. Hoy tiene palmeras y bancas, pero antaño tenía encantadores arboledas y faroles de alumbrado. Imágenes de la plaza remontadas al 1900, muestran una gran exhuberancia de flora rodeando la misma fontana central que aún existe allí.
Luego de que Mac Lean tuviera el ingrato deber de entregar la ciudad al enemigo, el teatro y su atrio en la plaza que hoy lleva su apellido fueron utilizados como ambulancia, al igual que varios otros rincones de la urbe. El doctor pudo regresar a su casa tras ser sofocados los focos de rebeldía y retornada la paz a las calles, tras peligrosos brotes de saqueos protagonizados por elementos de ambos bandos. Allí fue escoltado y devuelto a su familia por el Teniente de Carabineros Manuel Bulnes, quien ya conocía a Mac Lean y a quien lo unía cierta amistad y gratitud, luego de que éste lo alojara en su lujosa casa de descanso en Arica, poco tiempo antes, cuando había llegado hasta allá como parte de un grupo de prisioneros chilenos transportados en el navío "Rímac" y que fueron canjeados por militares peruanos también en cautiverio.
El ex alcalde organizó, poco después, un grupo ciudadano con primera sede en la Benemérita Sociedad de Artesanos, destinado a mantener los vínculos fraternos y culturales con el resto de Perú a pesar de la situación, a través del llamado Comité Patriótico, además del posible propósito no oficial de perturbar la incorporación de hecho de la provincia a Chile. Entre otras, esta cofradía dio origen a un himno para Tacna. A la larga, Mac Lean se mudó. Tras enviudar, contrajo matrimonio con otra joven aristocrática peruana. Murió sin alcanzar a ver su ciudad de vuelta en manos peruanas.
Durante la administración chilena, la plazoleta estuvo destinada a labores y ejercicios del Cuerpo de Policías de Tacna, y el teatro fue un cuartel por algún tiempo, hasta ser restaurado y remodelado entre 1885-1886. Al parecer, en parte de lo que hoy es la plaza o algún terreno adyacente, se habilitaron también caballerizas con mulas, que causaron algún desagrado de los vecinos por el ruido y los hedores, en especial hacia el lado de la calle Miller, hoy Arias y Aragüez.
Quizás por la presencia del teatro allí, además, en algún período la plazuela se convirtió en lugar ocasional de reuniones políticas y concurridos encuentros ciudadanos. Por entonces, la calle que separa al teatro de la plaza no era peatonal, sino transitada por carretas y luego por los primeros automóviles que conoció la ciudad.
Así fue regresada Tacna y su plaza a Perú, en 1929, con este aspecto conservando las líneas y las distribuciones generales que aún se mantienen. Todavía se utiliza el edificio vecino al teatro como la sede de la Comisaría de la Policía Nacional, también de cara a la plaza.
Según la información que se me proporcionó en dependencias municipales, fue entre 1940 y 1941, durante el Gobierno de Manuel Prado y Ugarteche, que se mejoró este sitio y se instaló el busto de bronce del Último Alcalde sobre un pedestal, al tiempo que se rebautizó el conjunto como Plaza Mac Lean, en homenaje a su memoria y al sacrificio que estuvo dispuesto a hacer por Tacna. Dicho pedestal, con forma de obelisco trunco, era mucho más alto que el actual y estaba ubicado más interiormente en la plaza, entre las dos palmeras que dan hacia ese lado del área verde, mirando hacia el teatro. Al parecer, las placas conmemorativas originales de esta base se perdieron.
La plaza ha tenido varias restauraciones y mejoramientos desde entonces, siendo ejecutada una gran intervención en 2009 por la Municipalidad Provincial de Tacna, cuando era su alcalde don Luis Torres Rebolledo. Tras emplear en las obras un presupuesto de casi un millón de nuevos soles, se la reinauguró en el mes de octubre con solemne ceremonia.
Se implementó, en aquella ocasión, con escaños de piedra canteada de laja y granito, sardineles de piedra, faroles ornamentales y nuevos basureros. Se agregaron eficientes focos de iluminación a nivel de suelo, además, que dan a la plaza y el teatro una de las vistas más interesantes de la ciudad durante las noches. Esta remodelación dejó la plazoleta como área circular y cambió el viejo pedestal del busto de Mac Lean por una estructura de forma inclinada, oblicua, aunque quizás demasiado novedosa para el carácter más bien clásico y conservador que tiene este bello rincón tacneño.
Junto al cambio de su base por la actual pleana, el busto fue trasladado a la vía lateral, más cerca del teatro, pues se cerró la calle con postes de cadenas haciéndola sólo peatonal. Esto alejó a los vehículos que estacionaban frente al edificio arruinando las fotografías, pero ha dejado el pequeño monumento un poco expuesto, quizás, como quedó en relieve durante febrero de este año 2016, cuando un joven deportista urbano eslovaco tuvo la pésima idea de utilizar la inclinación del pedestal de Mac Lean como rampa para sus acrobacias con skateboard, ganándose una detención policial al instante. Empero, como aparentemente este sujeto iba acompañado de algunos chilenos en su viaje, los periódicos locales vertieron proclamas de tono patriótico, tratando de vincular la mera imprudencia del extranjero con un atentado al honor nacional. Poco importó a la exaltación, sin embargo, que la novia del personaje fuera una chica peruana.
Otra intervención municipal menos radical se realizó muy recientemente en la plaza, culminando en 2016 con varios mejoramientos y retoques que realzaron su esplendor urbanístico, o más bien lo recuperaron ya que se había envejecido un tanto. Las obras fueron ejecutadas por la Subgerencia de Protección Ambiental de Tacna, siendo concluidas el pasado mes de agosto.
La Plaza Mac Lean sigue siendo un histórico sitio de encuentros culturales, ferias gastronómicas y actos ciudadanos para la sureña localidad peruana, además de presentaciones artísticas y realización de certámenes de diferentes contenidos, que amplían los atractivos de la oferta comercial y turística de Tacna.

EL PRECIOSO REINO DE LA PIEDRA COMBARBALITA

$
0
0
Flautas prehispánicas de combarbalita, de tipo arriaras "clásicas". La a) es del Cementerio Bellavista, San Felipe; la b) fue donada  al Museo Nacional de Historia Natural por Enrique Dillinguer en 1883; la c) es una antara de tres tubos, aparentemente de la zona de Salamanca, hallada por Alonso Palacios. Imágenes publicadas por José Pérez de Arce Antoncich.
Coordenadas:  31°10'41.62"S 71° 0'9.14"W
La piedra combarbalita está en una de la zonas geográficas que más me fascinan y atraen de Chile: la Provincia del Limarí, al centro de la Región de Coquimbo. Su lugar nativo es Combarbalá, la misma ciudad a la que, hace 15 años, un funcionario del Servicio Nacional de Turismo tuvo el desatino de "sacar de Chile" al creer que se trataba de otro país, según su respuesta a la consulta de un usuario, bochornoso caso que también abordé en este blog en otra entrada, hace varios años.
La combarbalita reina en esta Combarbalá, por supuesto. No sólo está en el comercio de artesanías en piedra o los puestos de recuerditos para visitantes en la Plaza de Armas, sino por todos lados, hallándose piezas también en la decoración de la vieja iglesia, mesones de restaurantes, repisas en las residencias particulares y en la ornamentación pública. Incluso en el jardín exterior del edificio de la Municipalidad hay dos grandes bustos de combarbalita, de talla y terminaciones un poco ingenuas, sobre pedestales de rocas canteadas: don Bernardo O'Higgins, en piedra más blanca, y don Arturo Prat, en piedra morada.
Combarbalá y su entorno semidesértico han tenido actividades mineras desde tiempos precolombinos. La zona era habitada desde hace unos 5 mil años por culturas relacionadas con el complejo Los Molles y con las comunidades diaguitas, y hay pruebas de que estos últimos usaban la combarbalita en su época, al igual que la piedra lapislázuli (al interior de Monte Patria) para diversas artesanías. Sin embargo, fue a partir del siglo XVIII cuando comienza la industria de extracción minera, gracias al hallazgo de yacimientos de oro, plata y cobre en el sector, actividad de convierte a Combarbalá en centro de operaciones.
Local de venta de artesanía de combarbalita en Combarbalá.
Modelos de artesanía más turística, en el Pueblito de los Domínicos.
Varias piezas y cajitas artesanales de la piedra, en venta.
En términos técnicos, la combarbalita corresponde a una roca de origen volcánico, alterada profundamente por procesos geológicos que acaban mezclándola con otros minerales. Prefiero echar mano a una definición hecha por expertos, en este caso el trabajo titulado "Mineralogía y génesis de la combarbalita en el norte de Chile" de Gabriela Rosales, Mario Vergara, Sonia Helle, Úrsula Kelm, Jimena Cucurella, Ivonne Flores y Jorge Oyarzún, publicado en la "Revista Geológica de Chile" de diciembre de 1993:
"Se denomina combarbalita a una roca ornamental producto de la alteración argílica avanzada de materiales volcánicos, que se encuentra en los alrededores de Combarbalá (31°19'S-70°59W), Región de Coquimbo y que se explota con fines artesanales. Su litología es brechosa y presenta rasgos fluidales. En su composición predomina caolinita y minerales aluníticos, y contiene hematita y cuarzo en menor cantidad. Su color, variado, depende del predominio de los siguientes minerales o asociaciones mineralógicas: hematita (rojizo), hematita-caolinita (rosado-marrón), caolinita (blanco) y schlossmacherita (verde turquesa). En su composición química destaca el alto contenido de Sr, As y Pb. La combarbalita se originó por la alteración argílica avanzada producida por un sistema hidrotermal ácido sulfático, ocurrida, probablemente, en el lapso 80-70 Ma, de rocas volcánicas depositadas durante el Barremiano-Albiano".
Existiendo solamente en este lugar del mundo, la combarbalita genera la actividad extractiva y de cantería en la zona. Se la encuentra con cierta abundancia en los alrededores del poblado, como el sector La Viñita, Arqueros, Río Manque, Santa Virginia, Quebrada Marquesa, Quebrada Macano, Cogotí, Los Bolones y La Jarilla, entre otros yacimientos y minas. Generalmente, éstas corresponden a canteras superficiales o de poco socavo, algunas bastante separadas entre sí, aunque también hay minas subterráneas importantes y de buen tamaño.
Su nombre procede del que se dio a la localidad principal al ser fundada durante la fiebre minera, Villa San Francisco de Borja de Combarbalá, que procede a su vez de la denominación ancestral Kokamwalá y que en mapudungún significa Agua Lejana de Patos. No hay claridad en relación a desde cuándo la piedra es llamada combarbalita, sin embargo, habiendo testimonios de que era denominada así por los artesanos locales hacia los años sesenta, cuanto menos.
Sí es un hecho que su empleo se remonta a tiempos prehispánicos, pues se han realizado hallazgos de  pectorales, collares de cuentas y flautas tipo "antaras" y "pifilkas" de combarbalita morada en el Norte Chico y la Zona Central, que se remontan a un período de tiempo entre la época preincásica y la incásica. Estos últimos instrumentos, estudiados por expertos como el museógrafo y musicólogo José Pérez de Arce Antoncich, sugieren alguna línea de influencia con las actuales flautas de los llamados bailes chinos, de las fiestas religiosas. Puede leerse más sobre ellas en su artículo científico titulado "Flautas de piedra combarbalita morada de Chile Central y Norte Semiárido" ("Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino", vol. 19 N° 2, Santiago - 2014).
Prat y O'Higgins en combarbalita, Municipalidad de Combarbalá.
Peana artística de combarbalita. Presbiterios de la Iglesia de Combarbalá.
Pirámides y otros artículos de la piedra, en la Plaza de Combarbalá.
Cuencos en venta en otra tienda del lugar.
Se dice, por lo regular, que la combarbalita corresponde a una piedra semipreciosa, aunque conozco la opinión de ciertos joyeros con criterios más radicales rechazando este término, argumento que una piedra es o no es preciosa, y no habría más categorías intermedias relacionadas con precios o consideraciones de demanda. Si bien sus valores no llegan al de otras materias mineras, sin embargo, el tratamiento que artesanos y joyeros dan a la combarbalita coincide frecuentemente con el de una piedra preciosa, especialmente en los casos de joyería de autor o aplicaciones de la misma en orfebrería. Su realce ceroso y brillante parecido al mármol, además, se logra con el minucioso pulido, aunque hay también aplicaciones de barnices en ciertos casos.
Como vimos, son las cantidades de materias como caolinita, hematita, cuarzo o minerales de tipo alunita las que determinan las tonalidades de cada piedra de combarbalita. Llegan a sorprender la intensidad de algunas con colores rojos, oscuros, grises, marrones, amoratados, amarillentos, rosados, verde oliva o verde esmeralda, quedando traspasadas a las piezas artísticas o decorativas que de ellas surjan, gracias  a la mano maestra.
Las vetas y matices de algunas piezas también resultan de inmensa belleza, inspirado diseños con combinaciones. Mas aún, esta variedad de colores permite que se apliquen en pequeñas esculturas técnicas parecidas al acrolito, por lo que un cóndor decorativo puede tener, por ejemplo, cuerpo en una pieza de combarbalita negra, collar de la blanca y cabeza de la roja. Los más diestros incluso realizan combinaciones de piedras, frecuentemente con lapislázuli, para darle acento al carácter zonal de la artesanía.
Entre los artistas de la combarbalita, se prefieren las piedras de menor cantidad de sílice y más blandas, aunque las maquinarias más modernas facilitan bastante el trabajo de las muestras más duras. De hecho, al comparar trabajos producidos hace dos o tres décadas con los actuales, se observa un magnífico progreso del oficio, tanto en la complejidad de los diseños y la precisión de las terminaciones, como en la belleza de la combinación de piedras-colores y la variedad de motivos en la creación de cada maestro.
Esta declaratoria no ha impedido, sin embargo, que la combarbalita haya aparecido en algunos casos todavía aislados y muy específicos, como piedra a la venta o "típica" en ciertas localidades de países vecinos, según me consta. Lo mismo ha sucedido alguna vez, al parecer, con el lapislázuli y otras piedras chilenas como las del Río Cruces.
Estos artesanos producen hoy una gran cantidad de obras ornamentales y artísticas con ella, de todo tipo: desde algunas funcionales (reales o de fantasía), como morteros, servilleteros, ceniceros, candeleros, cajitas tipo joyeros, cuencos, copas y bateas, a otras más elaboradas y demandantes de trabajo como estatuillas, pirámides, iglesias, figuras zoomórficas, pilas de esferas decorativas para centros de mesa e incluso dioramas completos recreando escenas de la antigua minería local, miniaturas de los trapiches, yuntas de bueyes o personajes populares de zona.
Hubo un gran crecimiento de la demanda de artesanía y joyería en combarbalita durante los años setenta y ochenta, incluyendo el aumento del interés internacional en esta piedra, por lo que también se ha hecho popular la oferta de collares, anillos, pendientes y prendedores, además de la fabricación de objetos más sofisticados como relojes murales, postes artísticos, figuras religiosas o sets completos de vajilla. Súmese a esto, además, el que algunos cultores de las llamadas "ciencias alternativas" o disciplinas "metafísicas" la solicitan desde el extranjero por supuestas propiedades medicinales-espirituales que creen ver en ellas.
De la misma manera que se había hecho ya con la piedra lapislázuli, en los años ochenta por propuesta de expertos como el Doctor Juan Grau, la combarbalita fue declarada Piedra Nacional de Chile por Decreto N° 252 del Ministerio de Minería del 3 de noviembre de 1934, publicado el 22 del mismo mes. Se tuvieron en consideración, entonces, el valor histórico de la piedra en la zona y su importancia en la artesanía que da identidad a Combarbalá, como se lee en sus considerandos:
"1) Que la piedra denominada combarbalita es característica de Chile y no se encuentra en otros países;
2) Que dicha piedra se encuentra ligada a la prehistoria de Chile, ya que fue trabajada por los diaguitas en hermosas expresiones del arte primitivo, repartidas hoy en diversos Museos Nacionales;
3) Que, no obstante su escasez a nivel mundial, en Chile existe en abundancia en la zona de Combarbalá, IV Región de Coquimbo, lo que significa una estimable fuente de trabajo artesanal y de orfebrería para los conciudadanos que trabajan en su extracción, lapidación, pulido y engaste en finos metales y finalmente su comercialización, y
4) Que su designación de 'Piedra Nacional de Chile' aumentará su prestigio y valor en beneficio de todos quienes trabajan en estas labores en Combarbalá..."
Por otro lado, es curioso que ambas piedras nacionales, lapislázuli y combarbalita, se encuentren geográficamente tan próximas. Esto consolidó un fuerte punto de contacto entre ambas, a nivel de los artesanos que se encargan de ellas y de las piezas que producen. Curioso y casi providencial, además, porque con las recientes restricciones de acceso a la primera, por limitarse su extracción a privados, muchos artesanos y comerciantes del Limarí y de varios otros puntos del país, han volcado esfuerzos en mantener su actividad priorizando ahora las obras en combarbalita.
La demanda piezas de este material por parte de turistas, también ha llevado a diversificar motivos por otros de carácter más amplio, incluyendo figuras de indígenas de la Zona Sur, ángeles, moais de la Isla de Pascua, automóviles antiguos y maquetas de templos que no se basan ya en la tan retratada Iglesia de San Francisco de Borja de Combarbalá, que solía ser el principal edificio reproducido por los clásicos artesanos de la combarbalita. También aparecieron barcos, peces y hasta el Faro Monumental de La Serena entre la gran familia de motivos para el trabajo en combarbalita
Actualmente, los trabajadores de esta piedra están reunidos en la Agrupación de Microempresarios en Piedra Combarbalita (AMEPCO), entidad fundada hacia el año 2002 por 17 artesanos. Estudios recientes han demostrado que muchos de ellos en el país, sumando cerca de 70, podrían llegar a padecer la temida enfermedad de la silicosis, por lo que existen planes para mejorar las condiciones de su trabajo y hacerlas preventivamente más seguras. Actualmente, además, existen tentativas de programas para potenciar la venta del producto en el extranjero y potenciar su uso en la mampostería y construcción.
Algunos de los integrantes más conocidos y populares de la AMEPCO son el avezado artesano Jorge Castillo, dueño del taller "Entre Piedras", y don Juan Frívola, inquieto propietario del taller "Artesanía Frívola", que también se ha involucrado en la actividad del turismo y las visitas guiadas hacia el yacimiento cercano al Observatorio Cruz del Sur, para quienes quieran sondear en persona y en terreno los misterios de la combarbalita.

CASERONES: LA CIUDADELA EN RUINAS DEL TARAPACÁ ARCAICO

$
0
0
Coordenadas: 19°58'49.35"S 69°33'44.13"W
Tuve suerte aquella tarde de 2012, cuando partí a pie desde el poblado Huarasiña hacia el poniente, en plenas fiestas de la Octava de San Lorenzo de Tarapacá celebrándose en el caserío. Iba decidido a conocer la aldea en ruinas de Caserones, probablemente el más importante de los complejos arqueológicos de toda la zona de la Quebrada de Tarapacá y la región del mismo nombre, pero también misteriosamente poco conocido y menos difundido en la noción general de los atractivos turísticos y arqueológicos del Norte Grande de Chile... Aunque tal vez esto sea para mejor situación del mismo lugar, dada la fragilidad y vulnerabilidad en que se encuentra tan maravilloso patrimonio histórico tarapaqueño.
El enorme complejo en ruinas está a unos cinco kilómetros desde el pueblo, bajando por la misma quebrada. Los lugareños son buenos guías para orientarse por estos parajes y llegar a dicho sitio, ubicado hacia la proximidad del sector en donde el río Tarapacá se ha derramando desde tiempos impensados sobre la Pampa del Tamarugal, pareciendo ser tragado por el suelo ardiente y sediento del desierto.
Había caminado un tanto ya hacia Suroeste del pueblo por el cañón, intentando seguir la huella serpenteante de uno de sus caminos. que constantemente se confunden con el lecho y la vega del río. Las últimas ofensivas del invierno altiplánico habían cambiado notoriamente el curso y las vueltas que sigue el cauce allí abajo en la quebrada, a veces comprometiendo los senderos y dejando parte del lecho fangoso al descubierto y resquebrajado por la exposición al Sol que lo seca y agrieta, como un gigantesco trencadís de arcilla.
Justo en ese andar, se aproxima un motor a mi espalda y me invitan a subir atrás de la camioneta todoterreno de otros viajeros que van a Caserones, una familia completa, y así llego entre sacudidas y agitaciones por estrechos senderos y cuestas cortadas casi a pique al borde de la quebrada, hasta el maravilloso complejo que se alza como una verdadera ciudadela, abandonada desde hace siglos: los restos que parecen el recuerdo vestigial de lo que alguna vez fuera un activo pueblo precolombino, con habitantes que conocieron la respuesta quizás a todos los incontables secretos que aún guardan con celo estos valles interandinos y sus quebradas.
Una conocida autoridad edilicia en la región, en otro de sus frecuentes furores un tanto megalómanos, se refirió alguna vez con amplificación a este sitio como "el Machu Picchu chileno" o alguna exageración así. La verdad es, sin embargo, que nunca se ha implementado un plan de incorporación de Caserones a las inmensas posibilidades turísticas de la zona. De hecho, don Eduardo Relos, representante e investigador del pueblo aymará con quien he hecho muy buenas migas en Huarasiña, me comentó bastante sobre los completos planes que la comunidad local ha proyectado y presentado a las autoridades del Estado de Chile, intentando persuadirlas de crear un área especial de protección en Caserones y pasar su administración como sitio histórico a los propios aymarás, para fines de turismo cultural. Como podrá adivinarse, sin embargo, hasta ahora las respuestas no han sido las esperadas.
Relos también me dio un dato interesante sobre el camino hacia Caserones, de algo que por entonces no estaba en mis registros: la existencia del majestuoso geoglifo en la ladera de la orilla Sur del río, frente a los verdes terrenos que otra familia vecina del sector tiene en el fondo de la quebrada y que parecen ser el último vergel agrícola visible si se va caminando hacia el poniente, en la dirección donde desemboca el caudal.
Vista general del complejo de Caserones.
Restos de la ciudadela.
Murallones de lo que se cree fue el edificio administrativo del complejo.
Ruinas dentro del conjunto, vestigios de antiguos murallones.
Detalle de los muros de piedra con argamasa.
Aunque por la forma sinuosa de las laderas y las distancias no se puede observar desde Huarasiña sino después de una caminata de una media hora o un poco más, efectivamente aparece este grupo de enormes figuras al borde del cañón, calculo que a unos dos kilómetros de distancia del pueblo y casi a medio camino hacia las ruinas de Caserones, por lo que puede suponerse la relación histórica entre ambos tesoros arqueológicos tarapaqueños. Corresponde a Cas-8, según lo denominan los arqueólogos: un grupo de imágenes, algunas de trazos y otras geométricas, donde destaca principalmente una que parece ser la central y que la gente de la quebrada interpreta como la representación de algún soberano precolombino cuyo señorío se extendía por estos territorios, y así lo apodaron: El Rey.
Aunque prefiero dejar para el futuro alguna entrada dedicada al geoglifo, cabe comentar acá que El Rey aparece como un hombre de pie con un bastón o cetro en la mano, y a un costado del mismo una figura menor dentro de un círculo y algo como un lagarto. Sin ser experto ni estar cerca siquiera de serlo, noto que están hechos con la misma técnica del Gigante de Tarapacá: el retiro de piedras oscuras dejando al descubierto la superficie más clara de la ladera. Observando fotografías satelitales, además, me parece que están orientadas mirando hacia la dirección en que se encuentra el Cerro Unitas y su gigante, más o menos, por lo que quizás se asocien a alguna clase de ruta, pues es sabido este territorio se utilizó ancestralmente para un ramal del célebre Camino del Inca.
Justo donde está el geoglifo y siguiendo la dirección de las aguas del río, comienzan a aparecer en el lecho de la quebrada las huellas de antiguos cultivos en la técnica de eras o canchones bajos, procedimiento de agricultura para tranquear el agua y que también es visible en los alrededores de San Lorenzo de Tarapacá y otros caseríos de la zona. Se observan como innumerables subdivisiones del terreno en esta cuadrículas del suelo y con protuberancias a modo de pequeños pretiles, extendiéndose varios estadios de estos hasta poco antes de llegar a Caserones, también abajo de la cuesta donde se encuentran sus ruinas, e incluso hasta dos kilómetros al poniente del complejo arqueológico, donde el río y la quebrada ya comienzan a desaparecer del paisaje iniciándose los deslindes con la Pampa del Tamarugal.
Así se aparece a la vista, entonces, ese grupo de estructuras junto al sendero superior de la quebrada, por su costado Sur y al borde de las alturas frente al río. Es una visión cautivante y emotiva el hallarse frente a los muros de rocas, esos intentando permanecer en pie a pesar de los siglos y de los terremotos que cambiaron tan dramáticamente buena parte del aspecto de toda esta región. La sola llegada a Caserones ya es, por lo tanto, una experiencia emocionante.
Éste fue el primer asentamiento humano de la Quebrada de Tarapacá; un hito en la conquista humana del territorio. Los locales le llamaban Tierapaca, hasta antes de trasladarse todos sus habitantes a otros caseríos del interior, especialmente el denominado Tarapacá Viejo del Pueblo de Indios que estaba en donde ahora se encuentra el sector del cementerio del pueblo de San Lorenzo de Tarapacá , siendo la base fundacional del posterior poblado allí establecido.
Caserones también está ubicado hacia la vera del mencionado Camino de Inca, y ha ofrecido evidencia arqueológica muy concluyente sobre la antigüedad de la presencia humana en la quebrada. Aunque manifiesta etapas diferenciadas de poblamiento, éstas se estiman en un rango cronológico que va entre los años 1.000 antes de Cristo y 1.200 después de Cristo, de acuerdo al propio panel de información turística titulado "Caserones: el primer asentamiento de Tarapacá" y ubicado en la Plaza de Armas de Huarasiña por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena y la Universidad Arturo Prat. Se cree que hasta acá llegaron indígenas del sector altiplánico, como atacameños y aymarás , y se sabe también que sus últimos habitantes fueron los aymarás del grupo cultural Lupaca.
Es poco y nada lo que se mantiene en buen estado, sin embargo, pues la mayoría de los murallones están en el suelo, distinguiéndose sólo por sus bases, escalinatas y lo que en alguna época remota fueron estrechas calles, pasajes y pasillos. Parte de la arquitectura es identificada como de típica influencia incásica, especialmente la construcción central del complejo que parece ser un edificio de carácter administrativo, quizás el más amplio y mejor conservado de todo el caserío en ruinas.
Restos del muro perimetral y de forma semioval, alrededor del conjunto.
Trazas y partes de murallones que pertenecían al complejo.
Acercamiento restos de poste de madera en parte de un muro.
Se observa parte de la erosión ambiental sobre las murallas.
En total, el complejo consta de los restos de lo que fueron unos 355 recintos, entre casas, habitaciones y bodegas, algunas de bases circulares pero en su mayoría rectangulares. De ahí el nombre que le dieron los arqueólogos. Se puede observar allí también un campo de petroglifos de más de 100 bloques de piedra con figuras geométricas, probablemente correspondientes a un centro ceremonial de adoración o de sacrificios.
Frente a este complejo, hay un terreno llano catalogado como T-40, antiguo cementerio precolombino. Por el borde opuesto del cañón, también se pueden encontrar algunas concentraciones de círculos de piedras ordenadas en los suelos y correspondientes a las llamadas pircas. Es un gran grupo de círculos, algunos más nítidos que otros, que han sido estudiados por el arqueólogo Lautaro Núñez, importante investigador de Caserones que ha realizado también algunas publicaciones sobre estas pircas en particular, como parte de sus extensos trabajos científicos desarrollados en terreno por toda la Quebrada de Tarapacá.
Sobre lo anterior, encuentro información interesante en la revista "Estudios Atacameños" N° 7 de 1984, de la Universidad Católica de Chile y el Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo R. P. Gustavo Le Paige, San Pedro de Atacama, Chile. El artículo se titula "El asentamiento Pircas: Nuevas evidencias de tempranas ocupaciones agrarias en el norte de Chile", del propio profesor Núñez que es, sin duda, una de las voces más autorizadas sobre la Quebrada de Tarapacá, sino la más importante de todas.
Sin embargo, debo comentar que me ha sorprendido un poco la crítica visión que tienen algunos lugareños de la quebrada sobre los estudios de Núñez en este sitio en particular, Caserones, especialmente los ejecutados hacia los años setenta. Se dice, por ejemplo, que en su afán de dejar al descubierto las ruinas, arrojó mucho material removido y tierra con información histórica importante a la quebrada, entre otras historias más comprometedoras pero que me suenan a meros chismes, particularmente sobre lo que fueron sus actividades arqueológicas más específicas en la zona y para las cuales incluso se fue a residir un tiempo a la localidad con sus colaboradores. Quizás influya en estas opiniones alguna clase de desconfianza de parte de los lugareños hacia quienes se involucraron en la historia de la quebrada, pero sin formar parte de aquellas comunidades.
Lo que más llama la atención en Caserones quizás sea la gruesa muralla doble que alguna vez dio protección y seguridad a esta ciudadela, rodeándola por todo su costado Sur y oriente en forma semi-oval, mientras que su espalda quedaba resguardada por la altura de la propia quebrada sobre la cual se encuentra. La longitud del complejo ronda los 350 metros, aproximadamente, mientras que el ancho llega a unos 125 metros por su centro, también a cálculo aproximado.
Tanto la muralla perimetral como la ubicación al borde de la quebrada, evidencian una disposición autodefensiva parecida a la que puede encontrarse en históricas ciudades estudiadas por la arqueología. Pero, a diferencia de casos como la célebre Masada de Israel, en el fortín de Tarapacá no se tiene claro cuáles enemigos o amenazas pudieron ser tan majaderos y peligrosos como para motivar a los habitantes de Caserones a levantar tal estructura hoy derrumbada, considerando, además, que parecen haber tenido cordiales relaciones comerciales con habitantes del Altiplano, del oasis de Pica y de la costa.
Cada centímetro de terreno en Caserones y sus inmediatos guarda algún secreto: no bien pongo el primer paso sobre el suelo, comienzo a distinguir innumerables objetos de inmenso valor arqueológico, como trozos de cerámica, huesos pulidos al viento, lascas, piedras con filos, conchitas marinas con perforaciones para ser usadas de colgantes y hasta corontas de pequeños choclos parecidos a los que he visto en territorio diaguita en el Norte Chico.
Cada uno de estos fragmentos de la historia ancestral tarapaqueña cabe en un bolsillo, siendo que merecen estar en realidad en la vitrina de algún museo si acaso se los sacara de acá. Tampoco cuesta comprender por qué este expuesto y desnudo sitio ha sido un paraíso para los huaqueros y los traficantes de tesoros arqueológicos, tanto así que se recomienda encarecidamente a los visitantes no transitar por dentro del complejo, sino por su perímetro exterior, ya que cada paso es un riesgo con tanto material valioso disperso, aunque me consta que se puede caminar responsablemente por la ciudadela y por sus partes más sólidas, pisando sólo rocas o espacios vacíos del terreno si se va mirando cada paso que se dé.
Restos de canchones en el lecho de la quebrada y vista de la ladera opuesta.
Contornos de antiguos canchones o eras de cultivo, en el lecho abajo del complejo.
Grupo de estructuras que todavía permanecen en pie dentro del conjunto.
Arqueólogo Luis Briones, dando charla in situ en Caserones (agosto 2012).
Allí, inspirado entre murallones milenarios, casi puede imaginarse un parque arqueológico de impresionante potencial turístico y cultural: no cuesta fantasear con senderos para recorridos formalmente levantados sobre el recinto como pasarelas, más las protecciones necesarias para garantizar su plena conservación, mientras los propios habitantes de la quebrada ofician como guías y expositores in situ. El día que existan la voluntad, los recursos y la capacidad de dar debida vigilancia a este complejo (y a otros cercanos y menores, como los llamados Tr-13 y Tr-16), la propuesta que viene siendo insistida por comunidades aymarás podría poner a Caserones en el lugar que corresponde a su condición de sitio arqueológico de tremenda importancia y trascendencia en la historia del Norte de Chile. En la práctica, además, ya son los propios habitantes de Huarasiña los que se han encargado de darle cuidado y mantención, de modo que se haría algo de justicia al destinarles parte de su administración y entradas por concepto de turismo cultural participativo.
Para redoblar la suerte con la que he llegado a visitar Caserones, aquel día había allí un grupo de numerosos visitantes acompañados del arqueólogo de la región don Luis Briones Morales, quien daría en la ocasión una entretenida e ilustrativa charla en terreno ante los presentes. La oportunidad no se me puede presentar mejor para seguir interiorizándome en los secretos de este sitio.
Allí, ante los presentes, Briones explica -entre muchas otras cosas- que la abundancia de trozos de cerámica en todo el complejo, seguramente se debe a que formaban parte de tinajas o cántaros que eran usados dentro de las casas para almacenar cereales, agua, maíz y otros productos de uso doméstico. Claramente, mirando los interiores de las plantas del terreno que pertenecieron a esas residencias en ruinas, se pueden advertir también algunas concavidades que muy probablemente estaban allí para mantener firme en el piso estos grandes jarrones o tinajas de base redonda, parecido a cómo funcionan los compartimentos de cajas para colocar huevos o frutas.
Cuenta también el arqueólogo que, en su época más activa, la comunidad era abastecida de agua fresca captada desde el río y llevada hasta la ciudadela con intrincados canales de suministro, de modo que disponían de un abastecimiento del vital elemento para mantener sus cántaros llenos. Quizás fue una posterior falta de esta misma agua lo que provocó el abandono del lugar, además, aunque aún pueden verse por la quebrada restos de canalizaciones posteriores pero confeccionadas con el mismo concepto.
El método de construcción usado en el complejo era de piedras, principalmente la anhidrita, unidas con una argamasa de barro y con las estructuras reforzadas por enormes postes o pilares de troncos, los que todavía pueden distinguirse entre las ruinas a la altura del suelo y que empujan a la imaginación hacia la época perdida de los vastos bosques que tuvo alguna vez Tarapacá, especialmente los de tamarugos. Algunos residentes de la quebrada, sin embargo, me aseguran que también se echaba ceniza a la mezcla de la argamasa primitiva de estos murallones empedrados, y que esta técnica todavía era utilizada hasta hace no demasiado tiempo en la zona.
Además de ser el primer asentamiento de este tipo en la quebrada, existe la posibilidad de que Caserones haya correspondido al más abundante poblado que existiera por esta región en la época de los territorios sometidos al Tawantinsuyo, dado que las descritas condiciones favorables de abastecimiento de agua y la fertilidad de la tierra cultivada en canchas de eras así lo permitían. De hecho, fuera del rango estricto de la ciudadela protegida por el murallón, es posible encontrar una que otra ruina adicional de lo que parecen ser, también, antiguas residencias o muros levantados al exterior de la fortificación, periféricos, por lo que quizás la aldea llegó a crecer mucho más allá del límite de su gran muro de resguardo.
En rangos más legendarios, el recientemente fallecido Cacique de San Lorenzo de Tarapacá, don Fermín Méndez y su esposa Gladys Albarracín, me comentaron por esos mismos días que Caserones también ha sido asociado a las llamadas Aldeas de Enanos o caseríos de antiguos gentiles, mito del mundo andino que señala la existencia de una prehumanidad de pequeños hombres con tamaño inferior a los actuales y que perecieron en una masiva extinción.
Por alguna razón, sin embargo, los habitantes de la ciudadela dejaron este sitio y emigraron a casi 10 kilómetros más al interior de la quebrada, para establecerse en el sector de Tarapacá, en lo que fuera llamado el antiguo Pueblo de Indios, sobre las cuales se crearon las aldeas mestizas cuyos restos están frente al actual pueblo de San Lorenzo de Tarapacá, cruzando el río. Otros restos de aldeas y asentamientos surgidos de este desplazamiento pueden verse por las orillas de casi toda la quebrada, algunas más visibles que otras.
Los antiguos habitantes de Caserones abandonaron la antiquísima aldea hacia el año 900 después de Cristo, posiblemente por alguna falta de recursos, como agua o madera. Dejaron atrás sus murallas, las canchas de cultivo y los geoglifos tutelares, pero dando inicio a la historia del principal pueblo de la Quebrada de Tarapacá y a una nueva etapa de su semblanza milenaria.

LA SUPERLUNA VISTA DESDE EL PANUL, SANTIAGO (13-14 NOVIEMBRE DE 2016)

$
0
0

Oveja muerta bajo la Superluna, en el bosque de El Panul.
Coordenadas: 33°32'6.89"S 70°32'4.06"W (entrada a fundos Zabala y El Panul)
Bueno, ya es conocido el fenómeno de la Superluna a nivel de cultura popular, a pesar de que no represente gran cosa para los astrónomos. Los muy cubiertos eventos del 19 de marzo de 2011, 12 de julio de 2014, 10 de agosto de 2014 y el que vino acompañado de eclipse lunar el 27-28 de septiembre de 2015 (la Luna de Sangre), nos tenían bastante preparados y entusiasmados aguardando por el que acaba de suceder, en la noche del 13 al 14 de noviembre de 2016.
También se nos informó desde los medios, apropiadamente, que podía ser el último de nuestras vidas (aunque no con esas palabras), pues no volverá a verse una Luna así hasta el 25 de noviembre de 2034. La de máxima aproximación prevista para el satélite natural tendrá lugar el 6 de diciembre de 2052, pero al menos tendremos una con otro eclipse lunar en octubre de 2033.
Como es usual en estos casos que requieren de cámara fotográfica, mi tocayo Cris me avisó casi encima de la hora de salida de la Luna, el domingo 13, de su deseo de partir a captar imágenes nocturnas en los cerros y bosques del Fundo El Panul. Ya he hablado en otra entrada de este blog sobre estos extraordinarios páramos verdes y paisajes en la precordillera de la comuna de La Florida, en Santiago de Chile, favorito de muchos deportistas, excursionistas y amantes del aire libre en general, a pesar de existir ciertas amenazas para su prístina existencia, en este caso por el hacha de progreso.
Pasadas las 20 horas, faltando aún para nuestra partida, la majestuosa Superluna ya ha asomado con su espectacular resplandor sobre las cumbre de los cerros San Ramón, Punta Damas y Minilla. De inmediato salta a la vista que su tamaño e intensidad de fulgores no son los habituales. Las redes sociales de Internet se han encargado de difundir imágenes de todo el mundo mostrando el singular fenómeno, además.
La Superluna, en términos sencillos, corresponde al momento en que el satélite natural, en sus fases de Luna Llena o Luna Nueva,  se halla a un 10% o menos del punto más próximo a la Tierra en la traslación en su órbita, conocido como perigeo. Como la órbita que describe el astro es elíptica (en general, las órbitas son así y no circulares; preguntar a Johannes Kepler por qué), su eje no coincide con el de la Tierra, por lo que hay puntos específicos de máximos alejamientos y máximas aproximaciones, siendo estas últimas las que generan Superlunas con percepción mayor de su tamaño y su resplandor. El satélite llega a verse un 14% más grande en la bóveda celeste y con un 30% más de brillo, resultante del reflejo de luz solar en su superficie.
Para los científicos, la Superluna es un caso convencional y de poca sorpresa, incluso considerando su ocasional repetición. Tanto es así, que el nombre del fenómeno proviene de un astrólogo y no de la astronomía: fue Richard Nolle quien la denominó Supermoon en 1948, año en que, el 26 de enero, hubo un evento tan cercano a la Tierra como el de este 2016. El interés y la curiosidad por ella, entonces, es más propio de los simples mortales que de los astrónomos, quienes se limitan a denominar el fenómeno como el perigee-syzygy del sistema astral Tierra-Luna-Sol.
Otro aspecto, más controversial, es que Nolle asociaba la Supermoon con cataclismos y calamidades naturales, como tormentas, huracanes y terremotos. Los muy recientes azotes telúricos de Italia y Nueva Zelandia han dado argumento a los que quieren ver cumplida esta esta relación denominada pomposamente estrés geofísico, a pesar de ser descartada por la ciencia.
GALERÍA DE IMÁGENES:
NOCHE DE SUPERLUNA, DESDE EL BOSQUE DE EL PANUL, SANTIAGO
Como sea, agoreros y románticos quedan igual de complacidos con la visión de una Superluna, y así lo confirmamos al llegar a las puertas del Fundo El Panul y advertir las cantidades de visitantes y curiosos llegados en vehículos, motocicletas, bicicletas o incluso a pie hasta estos bosques y cerros, cruzando todas estas villas residenciales aún nuevas en la historia de la comuna floridana, construidas sobre lo que fueron antiguas haciendas y viñedos. Pocas veces se observa tanta multitud en este lugar, al final del Camino Las Tinajas con la calle Santa Sofía, donde está el Colegio Pablo Apóstol.
Grupos de personas, familias y parejas entran a los senderillos en el recinto del parque, paseando sus siluetas entre matorrales oscuros y arbustos del bosque. Los más jóvenes lanzan fuertes risotadas y gritos desde los parajes sombríos y sus quebradas rocosas, casi indistinguibles en la distancia. Probablemente lleven algunos estímulos a la alegría con ellos, como cervezas y algo más.
Algunos gritones suenan histéricos, como eufóricos, pareciendo no cansarse ni quedar afónicos con semejante jugarreta. "¡Se nota que la Luna Llena pone locos a estos tipos ya medio fallados!", comenta mi compañero de estas correrías, aludiendo a un extendido mito de origen medieval y que aún es parte de los legendarios de hospitales de urgencia y de guardias policiales nocturnas: que la Luna, en esta fase, causa delirios e induce a conductas violentas o temerarias. De ahí la expresión lunático, para referirse a los orates.
Muchos vienen subiendo ansiosos y a paso rápido, tentados con sentarse a mirar la Creación lo antes posible, en estos cielos limpios y menos perturbados por la contaminación lumínica. Otros se detienen primero a comer algún bocadillo, en un pequeño pero acogedor restaurante allí instalado, desde no hace mucho: "La Terraza del Panul". Empro, veo algunas fogatas encendidas a lo lejos, algo innecesario y peligroso que ya hizo pasar un susto a este bosque, hace poco.
Todo este escenario parece una especie de encuentro pagano, y algo de adoración cósmica tiene, sin duda. La inmensidad de la noche compite con los resplandores de una Luna de proporciones excepcionales, que tiñe con su brillo parte del paisaje de recortes de estos cerros, por los que trepamos jadeando y forzando las piernas hasta conseguir buena altura de observación. Las fotografías de esta composición, entonces, parecen escenas paleozoicas, especialmente las tomadas hacia los cerros, mientras la ciudad medio dormida en sus propias luces amarillentas titila muy abajo, por toda la extensión secular el Valle del Mapocho.
Incluso arriba del cerro que nos recibe con su mirador natural, se escuchan risas y voces de los llegados. Una pareja se percibe en sombras, a sólo unos metros, y tienen una carpa instalada acá. La noche superlunar ha sido capaz de alterar comportamientos entre los que llegan a admirarla en esta noche de domingo a lunes, rompiendo rutinas y convencionalismos. Tal vez haya algo de verdad en la leyenda de la Luna Llena alterando el juicio... Y el lunes es, precisamente, el Día de la Luna, el moonday.
Estas escenas nocturnas, que captamos con nuestras cámaras, son nuestro registro y apoyo a la memoria de tan extraña aventura. Hay algo siniestramente atractivo en todas estas imágenes, como la atracción más profunda de las noches, de la Noctis, del glorioso imperio Nox Regni. Es la seducción misma de la oscuridad y de los mitos selenitas.
Tras largo rato en nuestra distracción y acercándose ya la medianoche, el frío comienza a sentirse, contrastando el generosamente cálido día primaveral que había tocado. Pasado un rato, entonces, marchamos en la penumbra hacia abajo, de vuelta, contemplando a los extraños que suben y bajan con la misma misión observadora autoimpuesta.
Abajo otra vez, la cantidad de vehículos y movimientos del gentío confirman que acá queda mucho tiempo aún para los curiosos de este fenómeno que continuará su perpetua repetición en las vueltas de cada sinfonía cósmica, más allá de nuestras propias y pequeñas existencias.

LA ANIMITA DEL "COLGADO" EXEQUIEL EN UN CRUCE DE TRES TRAGEDIAS EN LAS CONDES

$
0
0
Aspecto y ubicación originales de la animita de Exequiel, en imagen publicada en 1997 por el diario "La Tercera".
Coordenadas: 33°24'59.67"S 70°32'19.19"W
El barrio que se extiende al Este del Parque de las Casas de Apoquindo, identificado como el vecindario de Colón Oriente, es el lado popular de la más bien acomodada comuna de Las Condes, en Santiago de Chile. Precisamente en el cruce de las avenidas Cristóbal Colón y Padre Hurtado Sur, entre esta última y la calle Zapaleri, se abre una plaza con árboles tan viejos como las demás grevilleas y árboles del paraíso visibles en los bandejones y los bordes de estas mismas arterias.
Hablamos de un sector de la ciudad que, por años ya, parece estar siempre condenado a las incomodidades de trabajos para procurarle mejoramientos y remodelaciones. Hace poco se construyó un gran centro comercial en la esquina Norponiente, que espera su hora de inauguración, y actualmente se ejecutan también obras de pavimentación en el perímetro de la plaza y cambios de colectores de aguas lluvias, casi encima de las animitas de las que acá hablaremos.
Las tres casuchitas son, además de la conocida expresión de fe popular manifiesta en el culto animístico, testimonios de tres grades tragedias sucedidas en diferentes períodos en este cruce de avenidas, a tres jóvenes veinteañeros que también residieron por estas mismas calles. Lucen especialmente bellas en las noches, pues parece que atraen gran cantidad de devotos que les encienden velas, no sólo entre los vecinos inmediatos a la esquina.
La fama de milagrosa de la animita principal, considerada alguna vez como una de las más generosas en favores dentro de todo Santiago, es la que aporta la mayor cantidad de ceras para los candeleros, haciendo singularmente interesante esta rincón santiaguino en horas nocturnas.
El grupo de animitas de Colón con Padre Hurtado, de día y en su ubicación actual.
Las mismas animitas vistas de noche, con velas encendidas.
El árbol original donde se colgó Exequiel y donde estuvo su animita.
El mismo árbol, visto en el sentido opuesto en calle Padre Hurtado.
Vista lateral de la animita de Exequiel, en su ubicación actual.
EL "COLGADO" EXEQUIEL, SU ÁRBOL Y SU ANIMITA
La primera y más importante de estas animitas es la del "colgado" Exequiel, cuya ubicación original no era exactamente aquí, sino al otro lado de la calle y por el lado de Padre Hurtado, casi empotrada contra el antiguo murallón de adobe que recorría el perímetro del antiguo Fundo Santa Rosa de Apoquindo, misma pared que sostenía algunas de las más antiguas placas de agradecimientos para el personaje.
Su posición al pie de un añoso y grueso roble encina no era casual: según las placas que testimoniaban el drama, allí se había suicidado Exequiel Antonio Jilberto Cornejo, el día martes 20 de agosto de 1968, colgándose del cuello con una soga que pasó por las ramas de dicho árbol inclinado. Conocido como "el joven" o "el colgado" entre sus vecinos, al parecer existió hasta un retrato fotográfico de Exequiel entre las placas de agradecimientos, en el pasado, pero que desapareció tragado por el tiempo y el envejecimiento.
El triste suicida vivía esas las casas de Colón Oriente con su familia, la que continuó residiendo en el barrio tras su partida. Tenía una edad indeterminada de entre 20 a 30 años, según las versiones que pueden recogerse, y se comenta que tuvo una existencia atormentada, pasando por una profunda depresión activada por razones que no parecen claras: penas de amor, delirios, alcoholismo. Problemas mentales y dos intentos anteriores de suicidio acompañan su hoja de vida en la tradición oral, además.
De acuerdo a la misma leyenda indagada y comentada por la periodista Patricia Guerra, para una nota cultural del diario "La Tercera" del 21 de agosto de 1997 (al cumplirse 29 años del suicidio), Exequiel habría llegado ebrio a casa, desatándose una gran discusión con sus padres que habría detonado su radical e irreversible decisión. Alcanzó a despedirse de familiares y amigos antes de concretarla, pero, desgraciadamente, nadie creyó que iba a poner fin a su vida... Hasta la mañana siguiente, cuando residentes del sector que iban hacia sus trabajos, lo encontraron colgando del mencionado árbol, muy temprano aquella mañana.
La vecina llamada María Ester Muñoz, residente de las casas ubicadas en frente de los hechos y, por lo tanto, testigo de lo sucedido aquel día de 1968, contaba a la misma investigadora que los perros de esas cuadras aullaron toda la noche en que Exequiel se había suicidado, extendiendo sus lamentos por semanas y meses, inclusive. La vecina rezaba la oración del Credo para calmar los llantos caninos, pues creía que era el Diablo el que podía estar haciéndose presente.
El árbol donde murió Exequiel se convirtió, espontáneamente, en su memorial. El padre del finado iba todos los días a dejarle flores, hasta el día de su muerte a muy avanzada edad, continuando su hermano con esta costumbre en la animita. Estaba acompañado de varias plantas, especialmente cactos, por alguna razón. Al no haber más espacio en el suelo para ellas, sin embargo, le empezaron a colgar modestos maceteros de plástico en el mismo tronco; y al llenarse éste, comenzaron a aparecer plantitas también en dos árboles vecinos de la misma orilla en calle Padre Hurtado, al tiempo que se trataba de mantener bidones y cubetas con agua, para regarlas.
También llamado Toñito por algunos de sus devotos, aludiendo al segundo nombre del finado, el ánima del "colgado" ha sido venerada especialmente por taxistas, choferes de locomoción colectiva, estudiantes y "gente de plata", según declaraba doña Morelia Henríquez en la señalada fuente periodística. "Claro que ellos se camuflan, porque les debe dar vergüenza que los vean", acotaba la antigua vecina del sector.
Muchas cosas cambiaron desde entonces, pero otras se mantienen intactas. Hacia el cambio de siglo, al demolerse la antigua pared perimetral del Fundo Santa Rosa de Apoquindo para ser reemplazada por las rejas del parque y darle un poco más de espacio también a la vereda peatonal, la garita de esta animita, con techo a dos aguas y hasta una pequeña chimenea, fue trasladada completa cruzando la calle, a la señalada posición en el inicio de la plazoleta, en la esquina Suroriente de Colón. Muchas de sus decoraciones, candelabros y placas se mudaron también con este traslado, pudiendo ser reconocibles todavía.
En su nueva ubicación a sólo unos metros de la original, la animita de Exequiel sigue siendo venerada con obsequios, velas y testimonios de "favores concedidos", esta vez bajo la sombra de un llamado árbol del paraíso o de los rosarios, por sus drupas redondas y pálidas parecidas a cuentas. En tanto, el centenario árbol original donde ató la horca con que renunció a la vida, sigue existiendo al otro lado de Padre Hurtado, siendo reconocible por su tronco grueso e inclinado hacia la calzada. Aquellas ramas desde la cual pendía su cuerpo de Exequiel en el aciago día de su suicidio, ya no existen o han quedado muy altas luego de todos los años transcurridos.
Animita de Exequiel, en su ubicación actual. Vista nocturna.
Acercamiento diurno a la misma animita.
Vista nocturna de la animita.
Interior del templete de la animita, en la noche.
Placas de agradecimiento para los "favores concedidos" por Exequiel.
LA DESGRACIA DE PEDRO VARGAS
La segunda animita ubicada en este grupo, acompañando a la Exequiel, es la de una persona llamada Pedro Jaime Vargas Lizama. Está hecha de concreto, de cara hacia Colón al igual que la principal, y ciertamente recibe alguna clase de mantención pues se encuentra en muy buen estado y con pequeñas ofrendas. Es más sencilla en ornamentación, sin embargo, destacando sólo una vetusta cruz de madera, un frasco con flores frescas y algunos muñequitos, reafirmando ese rasgo infantil que se procura siempre a las animitas chilenas.
Tiempo atrás, me costó muchísimo hallar algo sobre la identidad del personaje allí recordado, ya que la animita no entrega más datos que el nombre. Incluso gente joven del sector parece desconocer su tragedia, relacionando su muerte con un accidente de vehículos en esta misma esquina, cosa que no es precisa. La información más certera estaba, pues, en los célebres Archivos de la Vicaría de la Solidaridad, donde se había catalogado este caso como de "abuso de poder", pues se trata de una víctima indirecta del estado político y represivo que se vivía en esos años, en un desgraciado incidente con fuerzas policiales.
En 1988, Pedro era un obrero de 24 años también residente del barrio. Para el día 2 de octubre, el de su muerte, los ánimos de la sociedad estaban bastante crispados: faltaban sólo unos días para el histórico plebiscito que iba a poner fin al régimen militar y cundía cierta paranoia sobre intentos de atentados o acciones políticas violentas de parte de la oposición. Infelizmente, ese mismo día domingo, el hermano de su amigo Marcelo Pacheco había sido asaltado y herido a bala por un delincuente, por lo que el trabajador iba acompañándolo para tomar con urgencia algún taxi o colectivo en un paradero de este servicio, que existía en el sector de Colón con Padre Hurtado, e ir a confirmar así el estado del herido. Haber acompañado a su amigo en tan angustioso momento, iba a ser lo que le conduciría a la trampa de muerte.
Al llegar a una de las esquinas, hacia las 15:15 horas, se encontraron con un furgón de Carabineros de Chile estacionado sobre la acera, con cinco o seis funcionaros en el mismo sitio. Pasaron junto a ellos pero no encontraron taxis disponibles en la parada, por lo que se devolvieron sobre sus pasos volviendo a transitar en sentido opuesto, junto al grupo de uniformados. Al parecer, esta actitud inquieta despertó las sospechas de uno de ellos, quien se acercó a los hombres pidiéndoles identificarse. Lo que sucedió a continuación no está del todo claro ni detallado, pero puede suponerse que habrá comenzado alguna clase de discusión y, por lo mismo, se les ordenó a ambos tirarse en el piso.
Pacheco hizo caso de inmediato, pero no Vargas, quien metió su mano en el bolsillo trasero del pantalón para sacar su cédula de identidad. Lamentablemente, este súbito gesto fue interpretado por uno de los agentes como una amenaza, creyendo que el trabajador sacaría un arma, y así desenfundó rápidamente su revólver de servicio para dispararle a dos metros o menos de distancia.
Desatados los hechos, Pacheco y el herido Vargas fueron subidos al furgón y trasladados desde allí. La víctima falleció en la Clínica Alemana, dos horas después, y su acongojada madre, doña Ana Lizama, interpuso la denuncia correspondiente ante Fiscalía Militar, Rol 24-88, en contra del oficial de Carabineros de Chile que resultara responsable de la infame muerte.
Familiares y vecinos colocaron la animita de Pedro Vargas en la proximidad del lugar donde fuera herido mortalmente, pues hemos dicho que no siempre son instaladas estas en el sitio mismo del fallecimiento del homenajeado, como a veces se cree, sino también en el lugar donde se desató el capítulo de su desgracia (algo que ha sucedido también con otras famosas animitas, como la de Alicia Bon, en Avenida Departamental llegando a Vicuña Mackenna, ya que ella murió tras el ataque en un hospital). Según residentes, además, esta animita habría estado en la esquina opuesta, donde ahora está el flamante mall que aguarda por su apertura, pero en alguna modificación de la vereda fue cambiada a este otro punto del cruce acompañando a la Exequiel.
Vista nocturna de la animita de Pedro Vargas. Atrás, la de Daniela.
Acercamiento al interior de la animita de "Pedrito".
La misma animita, de día.
EL CASO DE DANIELA ZÚÑIGA
Daniela Solange Zúñiga Rojas, nacida el 13 de agosto de 1983 y conocida por sus amigos de la barriada como la Negra Dani y Dannita, tenía sólo 24 años cuando fue alcanzada súbitamente por el dedo de la muerte en estas mismas esquinas. Era una chica muy querida entre los suyos, de pelo y ojos oscuros, recordada como muy simpática y alegre, que había iniciado ya un proyecto existencial con su pareja, un muchacho que reconocía como el amor de su vida.
Su tragedia tuvo lugar en la cruel tarde del sábado 8 de diciembre de 2007, poco después de la hora de almuerzo. Eran los días en que la ciudad de Santiago aún estaba siendo obligada a adaptarse al nefasto Transantiago, y los recorridos de los buses de transporte no eran claros para los peatones, provocando varias situaciones peligrosas e incluso accidentes mortales, como el que costó la vida también a Fabita, otra animita de una atropellada en los primeros meses del nuevo sistema de locomoción y que, dicho sea de paso, hace pocos años fue despiadadamente arrasada de Mapocho por una orden municipal.
Dicen los residentes del sector, pues, que Dani había salido de su casa en el sector de marras, para cruzar entre las esquinas de esta encrucijada de calles. Fue entonces cuando uno de los nuevos buses troncales dobló imprudentemente desde Colón hacia Padre Hurtado, al parecer hacia el Norte, atropellando a la muchacha que justo iba a media calle por el paso de peatones. Parte de la responsabilidad la habría tenido también el tiempo exageradamente corto que los semáforos dan acá a los peatones para cruzar desde una esquina a otra, como escucho que reclama por la gente que consulto, pues se priorizaría en ellos el paso de los vehículos motorizados. El resto del drama de aquel doloroso día, según me lo describen, continuó con las tristes y desgarradoras escenas de sus seres queridos llegando al lugar, alertados por la traumática noticia.
Su animita fue colocada también por familiares y amigos de la víctima. Es, por su origen, la más reciente de las tres que allí hacen presencia espiritual en la esquina, con esperanzas de existencia en un Más Allá. Con un par de imágenes de la muchacha reproducidas en ella, también es la más bella del grupo, abundante en peluches, regalos de cumpleaños, remolinos y muñecos, reflejando mucho el carácter femenino y juvenil de la fallecida. Incluso tiene una mariposa, tradicional símbolo del renacer, hecha con mosaicos tipo trencadís en uno de sus costados.
Tampoco le faltan velas encendidas y ofrendas a este pequeño altarcito para Daniela, en el grupo de altares populares. Alguien colocó en su interior, además, una placa con un retrato suyo y un mensaje que simboliza perfectamente la ausencia que intentan llenar, en parte, estas consternadas animitas urbanas:
"No sabes cuánto te he soñado.
No sabes cuánto he suplicado verte.
Oh, ángel mío,
Dios de mi corazón.
Si supieras cuánto te necesito".
Vista nocturna y con velas encendidas, de la animita de Daniela.
Interior de la animita, con retratos de la muchacha.
La misma animita, vista con luz natural.

PÁRPADOS DE PÉTALOS Y MANOS CON ESPINAS: LOS COLORIDOS RECUERDOS SOBRE LA FLORISTA MARÍA "CHIRIGUA" UBEDA

$
0
0
María Ubeda, La Chirigua (1939-2009)
Coordenadas: 33°25'53.83"S 70°39'4.92"W (Pérgola de las Flores Santa María)
Se llamaba María Ubeda, pero la mayoría la reconocía más bien por su alias: La Chirigua. Fue otra de las más antiguas locatarias del barrio de los mercados del río Mapocho y una de las pioneras de la Pérgola Santa María, situada en el lado oriente de avenida La Paz entre Santa María y Artesanos, en el borde del antiguo Barrio La Chimba de nuestra capital.
Ella se ubicaba siempre en el puesto Nº 25 del desaparecido edificio de los años cuarenta, hoy remplazado por cómodas dependencias. Su lugar era un rincón que recibió tras haberle pertenecido a su primer marido. Allí, esta alegre mujer vendió por décadas ramos, coronas y florcitas para los velorios y los cementerios chimberos, dignificando tantas últimas despedidas.
La historia de La Chirigua era mucho, mucho más que este breve resumen, sin embargo. Era en verdad una mujer extraordinaria, una vieja adorable nacida en 1939, hacia los mismos lejanos días en que Francia y Polonia firmaban los preparativos para lo que sería el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Su llegada al mundo tuvo lugar en el edificio del "Luna Park", en una residencial que era propietada por uno de sus tíos. Como había ocurrido con otros de los locatarios de las pérgolas, como el querido florista Claudio Soto, la Chirigua vivió en este hotel gran parte de su vida, pero desde temprano debió lidiar con las asperezas del ambiente desafiante y la sacrificada subsistencia, pues sus padres se separaron prácticamente en el momento mismo de nacer ella, debiendo vivir con un papá atrapado por el alcohol y asumiendo responsabilidades de sostén del hogar que no eran propios de una niña de su tierna edad.
De una alegría inmensa, con una capacidad maravillosa para superar la desgracia y sobreponerse a la adversidad sin renunciar al buen ánimo, nadie hubiese pensado que a doña María la infancia le tocó tan dura, durísima, criándose en este contexto hostil y pérfido del barrio, batiéndose de igual a igual contra niños abusones e incluso algunos tontos grandotes a los que no trepidó en hacer frente desde su diminuto tamaño.
Como era pelusa, regordeta y tan bajita, María Ubeda se ganó desde niña el motete de Chirigua, alusivo a esos pequeños pajaritos gordos y poco estilizados que son así llamados en los campos. Ella quería este apodo más que su propio nombre y lo tomó como suyo.
Hizo buenas migas con la cantante chanquina de rancheras Esmeralda González Letelier, más conocida por su nombre artístico Guadalupe del Carmen, que adoptó al profesionalizar su carrera. Siendo adolescentes, ambas salían entonar en microbuses algunas tonadas y piezas del folclore charro, aunque en una oportunidad la Chiri tuvo la mala ocurrencia de cambiarle la letra a una canción por otra de su autoría, tan excesivamente picante y soez que escandalizó a los pasajeros y el chofer terminó arrojándola de un puntapié fuera del transporte, castigada y censurada por grosera.
Lamentablemente, no todas sus aventuras fueron tan divertidas y dignas de risas: la verdad es que esta emblemática pergolera sufrió grandes y terribles dolores en toda su existencia. Aún no entraba de lleno en la adolescencia, por ejemplo, cuando fue víctima de un hombre mayor y abusador; un mal amor convertido en pesadilla que, por respeto a su memoria, preferiríamos no detallar, pero sí consignar que consumió en el tormento varios de los más sacrificados años de su vida. Como consecuencia de esta relación perturbadora, siendo muy joven tuvo una hija que nunca volvió a ver, pues el padre se la arrebató y la puso en adopción no bien terminado el parto.
Esta oscura época en su existencia tenía lugar en los días en que ella, careciendo de un hogar propio y tras haber sido cerrada la residencial del “Luna Park”, se quedaba a dormir incluso dentro del frío local que tenía en la Pérgola Santa María, cuando ésta aún no contaba con techo pero igualmente imperando en su interior una humedad infame y maléfica. El suyo fue, así, un escenario de miseria y desprotección que parece sacado de alguna desgarradora novela social, con argumentos derrochadores de crueldades, incluyendo dos hijos bebés que se le murieron de frío en este terrible transitar por el más deplorable estado de vulnerabilidad, intentando capear noches heladas en ese mismo lugar de trabajo.
La Chirigua, en entrevistada del diario "La Tercera" del 20 de junio de 1997. El puesto de doña María se ubicaba justo de este lado del ya desaparecido edificio pergolero, por lo que, a veces, la chispeante florista se escapaba por un ratito al bar-restaurante “Rupanco” casi al frente, o a la cantina “El Quinto Patio” de la vecina calle Gandarillas.
María Ubeda, La Chirigua, en la Pérgola Santa María por el lado de calle Artesanos, en los años ochentas. Imagen facilitada generosamente por su hija Fabiola Vallesteros, correspondiente a una imagen de cámara instantánea.
Su hija Fabiola, nuestra principal fuente y nacida del segundo matrimonio de María Ubeda, vino al mundo en esa misma pérgola y se crió en sus primeros años “en una caja de cartón para plátanos que le servía de cunita”, a un lado de su infatigable madre que no cejó en buscar doblarle la mano a las tribulaciones más desgraciadas y abominables de una vida que parecía haberse ensañado con ella pero que, a fin de cuentas, fracasó humillantemente en su obsesión enferma y perversa por arrebatarle la sonrisa a tan tremenda luchadora, que fue capaz de derrotar todas las ojerizas del destino. Ése era el mundo del que venía la Chiri, incansable ante los avatares insolentes y vicisitudes inmisericordes de la vida; alguien que consiguió arrancarle por la fuerza alegrías al mundo, para una existencia que por períodos hubiese parecido obcecada con provocarle sólo dolor y sufrir interminables.
Barrio Mapocho fue su isla; su país. Prácticamente, la totalidad de lo que sucedió en su vida tuvo lugar en la ribera del río, pues allí pertenecía. Todos los días llegaba temprano a su puesto, a las siete de la mañana, con sus cabellos ensortijados de rulos bastante parecidos a los mismos arreglos florales que vendía en el local, colocándose su característico delantal hasta las 11 de la noche de cada jornada, cuando regresaba a casa.
Era, en consecuencia, una típica mujer chilena; una cantinera en tiempo de paz, de esa estirpe popular que sólo almas geniales como Nicolás Palacios fueron capaces de enseñarnos a querer: esforzada y valorada, con la tendencia a apretar los ojos con cada risa, o “sonreír con los ojos” como le dicen; con esos párpados hinchados y blancos, decaídos sobre la mirada que testimonió ante sí tanto de la historia del barrio ribereño y sus mercados. En contraste, sus manos gruesas llevaban marcadas las señales de toda una vida de trabajo y de esfuerzo, ásperas, con las inclementes espinas de las rosas incrustadas sobre la piel ya endurecida pero, sin embargo, siempre intentando ser pulcras, luchando contra el desgarro y el raspón de cada momento, cada instante.
Así era la Chiri, magnífica vieja chora, amada y respetada. Con una honradez y generosidad proverbiales, tenía también una agilidad mental y un entrenamiento creativo in situ para sacar chistes con la rapidez del rayo, enfrentando a sus propios colegas hombres más avezados en esta característica del humor nacional y en el lenguaje soez que ha sido tradicional patrimonio masculino. Famosas fueron sus cruzadas de bromas pesadas a garabato limpio con otro conocido y alegre personaje del barrio, el Perro Cabrera, pareja de una distinguida y elegante pergolera del mismo lugar. Era imposible pasar por la Pérgola Santa María sin notar la presencia de María Ubeda allí; e incluso si algún paseante apresurado o distraído no alcanzaba a verla, ella misma se encargaba de concretar el saludo, pues tenía una memoria prodigiosa para reconocer sus clientes y visitantes, por supuesto que siempre con sus irreverentes risas y tallas.
Tenía un carácter temible si alguien se le pasaba de listo, sin embargo, talento que conoció en persona el famoso cantante tropical Roberto Fonseca, alias Pachuco, al cometer lo que la Chiri consideró una grave falta de respeto durante una visita suya a la pérgola. El músico, que ciertamente no tenía el más grande de los carismas ni fluía en simpatía, terminó cacheteado y golpeado por la locataria a causa de este incidente, aunque un tiempo después hicieron las paces y hasta forjaron amistad. El round Chirigua-Pachuco fue uno de los más comentados en el barrio, al punto de que cuando el cantante Zalo Reyes pasaba por allí le recordaba con risas a doña María su memorable combate, celebrándolo como una hazaña que ya ha pasado a formar parte del rico anecdotario del barrio comercial de Mapocho, junto a tantas otras historias inolvidables allí sucedidas y refugiadas en la tradición oral de sus residentes y actores.
La Chirigua era famosa, además, por aparecer en frecuentes entrevistas en los medios que se enteraban de su popularidad y la invitaban. En una edición del programa “Viva el Lunes” de Canal 13, por ejemplo, rechazó un jugoso cheque que le ofrecieron de regalo en vivo, declarando que ella sólo aceptaba dinero de su trabajo. Salía también en un programa dominical infantil del que se declaraba fanática: “Cachureos”, donde se la mostraba bailando por puro amor al arte con la Momia, uno de los personajes del equipo, que conoció luego de una visita del mismo a las pérgolas.
Su alegría siempre desbordó todos los lugares por los que transitó en su paso por este mundo, como un hada de la risa y el júbilo que intentaba dejar a sus espaldas la vida sufrida y dolorosa que le tocó en esta ronda. Varias veces fue entrevistada también por medios de prensa escrita, en su calidad de florista de las más antiguas y populares de la pérgola. Fue, así, una flor de alegría mapochina, de dulce optimismo; esa rosa de rostro sedoso, de mirada tierna y párpados de pétalos aterciopelados, contrastados con sus manos siempre espinudas, marcadas por los cortes y rasguños del trabajo esforzado. Era, en fin, como la más fina y alegre de las rosas que hayan pasado por su puesto en todos esos años, en los que nunca se vio su rostro de luz sin la sonrisa que exaltaba más aún sus rasgos de mujer de pueblo, de auténtica chilena, con ese mohín feliz en la mirada y tan opuesto a sus manos siempre castigadas.
Velorio de La Chirigua, realizado dentro del viejo edificio de la Pérgola Santa María, y con sus amigos y ex compañeros de trabajo de toda la vida sirviéndoles como escoltas. Fotografías también proporcionadas generosamente a nosotros por Fabiola Vallesteros, hija de la inolvidable Chirigua.
Las últimas flores en la existencia de doña María Ubeda, La Chirigua: las de su propio velatorio, en el año 2009.
La clientela de la Chiri reflejaba el eclecticismo y la amplitud de las simpatías que se ganó en vida. En una misma jornada era visitada por ricos y pobres; por buenos y malos. A su puestillo de un rincón del edificio llegaban desde funcionarios de la Policía de Investigaciones de Chile del Cuartel de la calle Borgoño hasta conocidos narcotraficantes de la zona Sur de Santiago, todos para despedir a sus propios caídos. Y cuando este local era visitado por gente menesterosa que no tenía dinero para comprar arreglos florales, doña María les regalaba algunas de sus coronas o ramitos que estuvieran con dos o más días, comenzando a ponerse mustios, pues su filosofía y política “profesional” era que todos los muertos deben tener flores, por lo que consideraba su oficio en un verdadero y necesario servicio de amplio contrato social.
Esta generosidad y desprendimiento, propio de quien ha pasado por el trauma de no tener nada, se manifestaba en otros innumerables gestos suyos, reforzando las razones del inmenso cariño popular que se ganara en la vida en las riberas del río Mapocho. Mucha gente recurría a ella, por lo mismo. A algunos mensajeros que se enviaban a dejar flores y coronas, cuando parecía que no les había ido bien en el día, la propia Chiri los llamaba a su puesto y, sin hacer preguntas, les ofrecía alguna de las comidas que preparaban en su propio espacio para cada hora de almuerzo: un plato de porotos granados, alguna cazuela con ensalada de tomates a la chilena o, simplemente, un modesto bocadillo motejado en el gremio como los sánguches del florista (pan marraqueta con rodajas de tomate, que algunos hacían más interesante al paladar con un poquito de mayonesa, ají, cilantro o salsa pebre), muy característicos de este tipo de comerciantes del barrio y que tenían fama de sacar de apuros para el hambre en momentos de bajo presupuesto.
Fue una desgracia que la Chirigua acabara siendo víctima de terribles injusticias también en sus últimos años… Injusticia infame, superior, pero casi zodiacal. Como no sabía leer ni escribir, cayó atrapada en la deshonestidad de un inescrupuloso charlatán leguleyo del sector, viéndose metida en un problema tan grave que debió vender con dolor y amarga resignación el puesto en la pérgola, acaso su verdadero y auténtico hogar.
Y como el golpe no fue suficiente para complacer la cruel sed de Baal, poco tiempo después se le declaró un agresivo cáncer que consumaría la conjura de muerte en sólo cinco meses, ante la desazón de su familia en el hogar y de su otra familia de queridos amigos pergoleros, aquellos compañeros de toda una vida.
La Chirigua falleció el año 2009. Su velorio en la Pérgola Santa María fue una emotiva reunión con toda la historia del barrio representada en los cientos de rostros y almas sobrevivientes que la han trazado. Su ataúd fue escoltado por turnos, en pares de personas que completaron una larga jornada de despedida para la querida Chiri. La llevaron al que había sido su puesto, dándole el último adiós en el sitio de sus esfuerzos y sacrificios por tantos y tantos años. Acto seguido, el cortejo partió hacia el Cementerio Metropolitano, donde esperaba el lugar que le daría reposo.
Al año siguiente, por curiosa coincidencia, fueron demolidas las antiguas pérgolas para ser renovadas con los nuevos y modernos establecimientos comerciales. Del lugar que ocupó doña María Ubeda, ese alegre querubín femenino de la Pérgola Santa María, sólo ha quedado el vapor de la memoria de quienes tuvieron la fortuna de conocerla.
Por alguna extraña última compasión del implacable destino, sin embargo, el local que por tantos años había pertenecido a la Chirigua, allí arrinconado en una esquina, fue el último en ser demolido por las maquinarias pesadas del progreso y la renovación que levantarían el actual edificio en el Mercado Tirso de Molina.
Esas mismas flores con las que hizo digna la despedida de tantos, homenajearon su propia partida hacia los jardines de lo imperecedero. Hoy decoran también su tumba, ésa donde yacen sus restos o, acaso, donde se esconde la entrada secreta a una maravillosa ciudad encantada, subterránea, pintada de balcones de colores y cercada por paraísos florales donde al fin encontró la esquiva y plena felicidad, la definitiva; esa que jamás se marchitará.

CLODOMIRO FIGUEROA PONCE: UN CHILENO ENTRE LOS PRIMEROS DULZORES Y LAS PRIMERAS AMARGURAS DE LA AVIACIÓN SUDAMERICANA

$
0
0
Momento exacto del accidente de Clodomiro Figueroa en el "Caupolicán", fotografiado el 23 de febrero de 1913. Imagen publicada por Enrique Flores Álvarez en "Historia de la Aviación en Chile".
Coordenadas: 33°26'40.49"S 70°39'42.44"W (sector aprox. donde estaba su taller) / 33°27'18.26"S 70°39'36.65"W (sector aprox. de su accidente en 1913)
He tratado de dedicar acá reseñas a varios capítulos a la historia de la aeronáutica chilena, como la elevación de los primeros globos aerostáticos en el país, el primer vuelo chileno de avión ejecutado por César Copetta, la aventurera semblanza del pionero de la aviación mundial Luis Omar Page y la historia del Aeropuerto de los Cerrillos. Hoy, retomando esta misma línea, quiero poner la mirada en otro personaje que fuera primero entre los primeros, en muchas categorías, con una larga y entretenida biografía.
El protagonista de esta historia fue Clodomiro Figueroa Ponce, elegante y temerario comerciante de almacén que, sin saberlo en sus primeras décadas dos de vida, iba a pertenecer a la primera generación de aviadores chilenos, constituyéndose como uno de los iniciadores de la aviación civil y también un punto de contacto con la aviación militar en el desarrollo y experimentación de esta tecnología que cambió al mundo.
Estos episodios de la vida de don Clodomiro y de su enorme legado, han sido reunidos en diferentes tipos de publicaciones por autores e investigadores como Enrique Flores Álvarez y Héctor Alarcón Carrasco. Sus libros son nuestras principales fuentes para dar cuerpo a este texto, por supuesto.
Sello filatélico relativo al primer correo aéreo de Chile de 1919, con retrato del propio Clodomiro Figueroa en la estampilla.
GANÁNDOSE LAS ALAS
Figueroa Ponce, oriundo de Quillota y conocido como Don Cloro entre sus cercanos, tal como sucedió con los hermanos Copetta y los propios Wright responsables del primer vuelo mundial de avión, era en principio un amante de las bicicletas y militante de sociedades de ciclistas como el Club Estrella de Chile y el Club Cóndor.
En estos mismos clubes conoció a su colega Luis Alberto Acevedo, hombre de grandes talentos pero poca solvencia económica, a quien Figueroa asistiría financieramente apoyado por su primo y amigo Manuel J. Fernández, a través de la Sociedad Chilena de Aviación Acevedo y Cía., que constituyó especialmente para estos efectos. Estos hombres habían quedado seducidos por la aeronáutica luego de ver las presentaciones del aviador italiano Bartolomé Cattaneo en Parque Cousiño, actual Parque O'Higgins, en la Navidad de 1910.
Así, Acevedo viajó a Francia para aprender estas artes y obtener la credencial brevet, siendo alumno del famoso piloto y fabricante Luis Bleriot, primero en la historia de la aviación mundial en atravesar el Canal de la Mancha. Su experiencia en Europa iba a ser aprovechada comercialmente por la Sociedad Chilena de Aviación, en teoría, por lo que, al regresar a fines de año convertido en aviador, empezó a hacer exhibiciones en el Parque Cousiño, organizadas por la misma firma.
Cuatro accidentes tendría Acevedo ese mismo 1912, sin embargo, antes de encontrar la muerte en la última de sus caídas, el 13 de abril del año siguiente en San Pedro de la Paz, tragedia que lo convirtió en el primer mártir de la aviación chilena.
A todo esto, enterado de las buenas noticias de la aventura de Acevedo pero viendo que las expectativas de la sociedad no se cumplían, don Clodomiro había decidido partir también a tierras francesas para obtener su propia formación con Bleriot, hacia mediados de 1912. Recibió sus primeras lecciones a partir del 17 de octubre de 1912, en el campo de Etampes, bajo instrucciones de Ferdinand Collin y en una nave "Pingüino" de aprendizaje, pasando pronto a un avión Bleriot, motor Anzani de 35 HP, a partir del día 21. Sólo cuatro días le habían bastado para ser ascendido de nivel.
Tras ser aprobado su examen ante la Comisión del Aero Club de Francia, el 6 de noviembre, volvió a Santiago por vía Buenos Aires, en la tercera clase de un vapor. Venía acompañado del mecánico Henri Goudou, a quien había convencido de que había buenas posibilidades comerciales en Chile con los aviones. No obstante, el emprendedor volvía tan pobre a suelo americano, que debió vender su preciado reloj de oro y parte de su equipaje para conseguir en Argentina los pasajes del tren trasandino hasta Chile, encontrándose con su primo Martínez en Los Andes, donde le esperaba.
La experiencia europea sería, con el tiempo, fundamental para que Figueroa instalara un taller propio, donde veremos que produjo varios aviones basados en planos que trajo desde Francia y otros de su autoría, resultando de ellos modelos sencillos y a veces frágiles que bautiza con nombres de caudillos y heroínas mapuches. Entre estos estuvieron las aeronaves "Fresia", "Tucapel" y el mítico "Lautaro", este último adquirido por su amigo y también aviador Emilio Castro Ramírez, cuando regresaba éste desde Europa tras pasar también por la academia de Bleriot.
UN ACCIDENTADO DEBUT DE 1913
En diciembre de 1912, los ilustres hermanos Copetta le pidieron a don Clodomiro reparar un Bleriot parcialmente destruido por el francés Edouard Stoeckel, en un accidente de los campos de Batuco. El aventurero salvó parte de la carrocería para reconstruir la nave, pero el motor lo tomó de otro Bleriot: un Gnome de 50 HP del avión que Acevedo, aún vivo en esos días, había inutilizado en un accidente del Hipódromo Chile. Este híbrido de armado chileno y cruza entre aviones franceses, fue bautizado "Caupolicán".
El domingo 23 de febrero de 1913, cuando rondaba los 26 años de vida, se realizaba un anunciado debut de Figueroa en  las exhibiciones aéreas, a bordo del "Caupolicán", en el Parque Cousiño de Santiago. Había estado ensayando con él en Batuco, durante el día 18, uniendo este lugar con Santiago en sólo media hora, al aterrizar en el mismo parque y ante el aplauso del público luego de sobrevolar la Virgen del Cerro San Cristóbal, en lo que ha sido identificado como el primer raid realizado en Chile.
Sin embargo, en medio del esperado vuelo del día 23, el motor del avión se detuvo y cayó con el piloto en picada hacia el sector de calle Ejército, quedando muy maltratado. Se estrelló violentamente sobre la casa y el almacén del número 678 de la misma calle, dejando aterrada a la numerosa muchedumbre presente y permitiendo algunos interesantes registros fotográficos de la época, que corresponden quizás a las primeras imágenes de un accidente aéreo justo en el momento de estar ocurriendo, en la historia de Chile.
Para fortuna suya, salió vivo del desastroso final de su primera exhibición, pero debió postergar sus planes de unir en esta misma nave una ruta de Santiago con Valparaíso, desafío para el que faltaban sólo unos días en su  colmada agenda.
Al final, aquella hazaña la harían dos excompañeros suyos en los cursos de Francia: los hermanos italianos Napoleón y Miguel Rapini, llegados a Chile a fines de ese mes. Napoleón concretó el desafío el 9 de marzo, volando en el Bleriot"Caroline".
Los restos del "Caupolicán" sobre la casa de calle Ejército, en 1913. Se consideró casi milagroso que Figueroa sobreviviera a este accidente, que sería sólo uno de los varios más que sufriría en su vida.  Imagen publicada por Enrique Flores Álvarez en edición ilustrada de su "Historia de la Aviación en Chile".
NUEVAS MARCAS Y VIAJES
Los Rapini también le proporcionaron alguna ayuda a Figueroa, que le permitió arreglar el "Caupolicán" tras su percanse y usarlo en un raid Santiago-Batuco-Santiago, completado en sólo una hora y 20 minutos, el 23 de marzo. Amplió el circuito a un nuevo viaje sin etapas Vaparaíso-Batuco-Santiago, en tres horas y 15 minutos, el día 25. Era el récord sudamericano de distancia, en aquel entonces, por lo que su popularidad trascendió a las fronteras.
Cuando volvió a Santiago en aquella exitosa última jornada, la masa de admiradores lo estaba esperando en el Parque Cousiño para acompañarle en caravana de vehículos y coreando ovaciones por el trayecto de calles Ejército, Alameda de las Delicias y Estado, hasta la Plaza de Armas. Fue invitado a un brindis de champaña en un restaurante, donde se armó la celebración a fuerza de circunstancias, debiendo improvisar un patriótico y fervoroso discurso para la ocasión.
El 29 siguiente, dio una conferencia titulada "Cómo me hice aviador" en el Teatro Santiago, que después se publicó como folleto. Hizo exhibiciones en el parque al día siguiente y, en los primeros meses de abril, se trasladó con avión y todo por tren hasta Valparaíso. Cientos de personas fueron a despedirlo a la Estación Mapocho, debiendo hacer un saludo a la gente que aguardaba por él en cada parada del viaje, con agradecimientos y discursos incluidos.
A pesar de no haber contando con apoyo de las autoridades, que consideraban suicidas sus pasiones por el vuelo, continuó realizando presentaciones en Valparaíso. Allá se enterará de la triste noticia de la muerte de su amigo y compañero Acevedo. En señal de luto, vistió las alas de su avión con crespones negros y destinó la recaudación de esa tarde de abril para ayudar a la viuda del primer mártir de la aviación nacional.
Posteriormente, hizo exhibiciones en la Quinta Agrícola de Talca, el Club Hípico de Santiago y una ronda por Los Andes, San Felipe y Nogales durante el mes de mayo. En junio estaba en Lima, Perú, invitado por el Movimiento de Confraternidad Peruano-Chileno del que formaba parte.
Vuelve a Valparaíso poco después, pasando a Coquimbo y Antofagasta, y retorna a Perú en julio para desembarcar en El Callao y presentar su avión en el Hipódromo de Santa Beatriz de Lima, donde es homenajeado por el Presidente Guillermo Billinghurst, quien hizo pagar con cargo al gobierno los gastos de su visita.
FIN DEL "CAUPOLICÁN" Y CREACIÓN DE NUEVOS AVIONES
En agosto del mismo año de 1913, Figueroa realiza exhibiciones con el "Caupolicán" en la pampa antofagastina y ante las comunidades de mineros, desplazándose por tren. Sin embargo, a causa de una chispa salida desde la locomotora hasta los carros durante el viaje hacia la salitrera Rosario de Antofagasta, se encendió un cargamento de salitre que iba en el mismo convoy. El fuego se propagó velozmente, alcanzando ya el carro donde iba el querido avión de Figueroa cuando fue detectado.
Por más que el dueño del avión y los empleados del tren intentaron apagar las llamas, el "Caupolicán" comenzó a quedar atrapado en el desastre. En una acción desesperada, Figueroa trepó a la plataforma del carro y empujó hacia un costado a su aeroplano. A consecuencia de esta acción, quedó totalmente destruida su ya dañada carrocería, todavía abrazada por el fuego. Sólo pudo rescatar el motor del aparato entre los restos quemados del glorioso avión.
A pesar del duro golpe, en septiembre estaba presentándose en el Valparaíso Sporting Club ante gran curiosidad y atención de la ciudadanía del puerto, en un evento pagado por suscripción popular. El cómo fue posible esto, sorprende sin duda: no acababa de bajar al muelle desde el vapor "Imperial" regresando de Antofagasta, cuando se enteró de que el pueblo de Valparaíso lo estaba esperando con un avión Bleriot con motor Anzani de 80 HP, que habían comprado raudamente con base en colectas ciudadanas, tras conocer la noticia del incendio.
Así pues, el día 13 de ese mes, a las 15:30 horas, presentaba de este modo a su avión bautizado en la ocasión como el "Valparaíso", en homenaje a la misma ciudad y a su generosa gente, con el que hizo otro exitoso vuelo desde Viña del Mar a Lo Espejo, el 30 del mismo mes. Este histórico monoplano lo acompañó en muchas otras jornadas históricas de su carrera alada.
Con grandes esfuerzos, además, instaló un taller de construcción, armado y reparación de estos aparatos en la dirección de Almirante Barroso 50 del Barrio Brasil de Santiago, siguiendo las ideas que había conocido en la propia fábrica Bleriot y otras casas. Allí armó una nueva nave con los restos recuperados del "Caupolicán" y un motor Gnome de 50 HP que había comprado en Lima a los Rapini, y que había pertenecido al "Caroline" del histórico vuelo de Napoleón en marzo, pero que acabó destruido por su hermano Miguel en Viña del Mar, en uno de los frecuentes accidentes del gremio. De esta combinación, surgió el avión "Lautaro" que, como dijimos, fue vendido por Figueroa a Castro Ramírez, en $20.000, cuando éste llegó desde Francia en noviembre de 1913.
Vinieron a continuación, los aviones "Fresia" y "Tucapel", creaciones de ingeniería y diseño del propio Figueroa. El segundo de ellos, construido por el mecánico Goudou, fue probado y presentado al público por el piloto Eleodoro Rojas, formado en la aviación militar como sargento pero devenido en aviador acrobático. La demostración de las cualidades del avión de Figueroa aumentó tremendamente su prestigio ahora como probado buen fabricante, dejando desde ese momento el trabajo general del taller en manos del propio Goudou y contratando los servicios de otro mecánico francés, de apellido Dambez.
Además de la construcción y diseño de modelos, el taller era frecuentemente solicitado por otros aviadores que necesitaban reparar sus aparatos tan frecuentemente dañados por accidentes o averías, entre los que estaban los mismos Castro, Rojas y otros pioneros como David Fuentes, dueño de un Bleriottándem de 80 HP.
Figueroa y Castro, en tanto comenzaron a realizar, desde fines de 1914, una gira de presentaciones por el país. Usando el "Valparaíso", don Clodomiro se mostraba ya entonces como extremadamente temerario y desafiante para con la guadaña de la muerte. Un día de esos, despegando en la localidad de Victoria hacia Traiguén, se golpeó contra uno de los postes del Club Hípico que usaba por pista, cayendo a tierra, destruyendo parcialmente la nave y suspendiendo temporalmente la gira.
Varias otras veces protagonizaría caídas o aterrizajes de emergencia, llegando a ser bastante avezado en estas últimas situaciones, según se recuerda. Aunque nunca quedó lo suficientemente herido como para retirarse prematuramente de su pasión, la muerte siempre anduvo cerca suyo; muy cerca.
El aviador Emilio Castro en su Bleriot "Lautaro", construido por su amigo y camarada de aventuras Clodomiro Figueroa. Fuente imagen: chilecronicas.com.
EL FESTIVAL AERONÁUTICO DE 1915
En el primer día del año 1915, el Aero Club de Chile organizó un concurso en el Aeródromo de la Escuela de Aeronáutica Militar de Lo Espejo, con una gran cantidad de público concurrente. El certamen, primero en su tipo de Sudamérica, incluyó un circuito y demostraciones de aterrizajes, vuelos de estilo con acrobacias y lanzamiento de proyectil sobre una cruz en el campo.
Como era esperable, Figueroa participó en el encuentro con su Bleriot de 80 HP, junto a otros diez audaces pilotos civiles y militares: Tucapel Ponce, Eleodoro Rojas, Enrique Pérez, Juan Verscheure, Federico Barahona, David Flores, Luis Omar Page, Víctor Contreras y Antonio Urrutia. Los fondos reunidos irían a favor de la llamada Olla de los Pobres, de la asistencia para familias sin recursos de ciudadanos extranjeros que debieron dirigirse a combatir a la Gran Guerra en Europa, y también para una colecta de dineros destinados al proyecto de un Monumento a los Aviadores Caídos.
La partida se dio a las 9 de la mañana de aquel día viernes, despegando los competidores desde el Aeródromo en un circuito que pasaba por el Chalet del cerro Negro de San Bernardo, la Virgen del Cerro San Cristóbal y el regreso al lugar de despegue. Figueroa salió con el sexto puesto, aunque veremos que no sería la mejor demostración de su currículo.
Hacia mitad de camino, Verscheure tuvo que aterrizar en Parque Cousiño por problemas mecánicos, siendo único en retirarse de la etapa. En tanto, en el Aeródromo de Lo Espejo, llegaban los otros con Page en la delantera y Figueroa, para su malestar, en último lugar, pues un desperfecto en el motor había retrasado su despegue, obligándole a devolverse.
Hacia las 16 horas, llegaba al Aeródromo de Lo Espejo hasta el Presidente Ramón Barros Luco, acompañado de Ministros y miembros del Cuerpo Diplomático. El gentío presente en el festival aéreo era impresionante al momento de darse la largada para las pruebas de aterrizaje, ni bien aparecieron las autoridades de gobierno. El desafío era difícil: cada piloto debía alcanzar 500 metros de altura, apagar su motor y aterrizar lo más cerca que pudiese de un círculo señalado en los campos en frente de las tribunas del público. Volver a encender motores, tocar fuera de la pista o causar algún daño era causal de descalificación de la etapa, como sucedió ahora a Contreras, Pérez, Baraona, Urrutia y otra vez a Verscheureb. Figueroa reputó algo, esta vez: fue el tercero más cerca del punto crítico, con 26,20 metros, después de Ponce con 8 y Rojas con 10,15.
Como las pruebas de aterrizaje se extendieron más de lo presupuestado y ya se aproximaba la noche, los vuelos de estilos fueron suprimidos y se procedió a vuelos libres de presentación de entre 5 a 10 minutos cada uno. Destacaron las acrobacias y maniobras de Rojas, Verscheure y Page, mientras que Figueroa ejecutó virajes de baja altura, frecuentes en sus presentaciones.
A continuación, vino la prueba de arrojar bombas al blanco, señalado con una marca en forma de cruz, que resultó quizás la parte más espectacular del concurso, destacando la precisión de Ponce.
Esta singular prueba puso fin a esta experiencia pionera en Sudamérica en lo referido a competencias de circuitos aéreos.
NUEVAS EXHIBICIONES EN EL EXTRANJERO
Hacia mediados del año 1915, el aviador chileno partió de gira al Norte, con los monoplanos "Valparaíso" y "Tucapel", realizando más de sus concurridas exhibiciones en las ciudades de Antofagasta y Arica.
Terminadas las presentaciones en el Norte Grande, marchó esta vez hacia Bolivia, donde se encontraba también su colega Page, quien acababa de realizar el primer vuelo aéreo registrado en ese país, con la prueba ejecutada en Oruro el 31 de julio de ese año a bordo de su nave "Punta Arenas". Sin embargo, y a pesar de lo mucho que la provincia celebró aquella hazaña, las pruebas aéreas de Figueroa en el Alto de La Paz, fueron súbitamente prohibidas por el Gobierno de Bolivia.
Decepcionado, Figueroa se trasladó a Arequipa, Perú, donde pudo ejecutar tres vuelos de exhibición que se consideran los primeros registrados en dicha ciudad. Desde allí marchó hacia Mollendo, donde creía que iba a pasar por otra gran experiencia profesional. Sin embargo, el destino le acechaba con un terrible percance a su logro: justo cuando partía de la pista a bordo del "Tucapel", de manera inexplicable una mujer atravesó imprudentemente la pista para llegar al otro borde, cargando un bebé en uno de sus brazos y arrastrando de la mano a otro niño de dos años. Los tres acabaron atropellados, muriendo este último niño por las lesiones.
La grave tragedia consternó a los presentes. Pero, de todos modos, se asumió de inmediato que la responsabilidad no era del piloto, sino de la imprudente madre, y la prensa de Mollendo celebró su vuelo como algo histórico.
Tras hacer sus últimas exhibiciones en Lima, hacia la mitad de septiembre de 1915, Figueroa partió a Ecuador ofreciendo demostraciones en Guayaquil. Sus biógrafos señalan que, en este período, sería el primero en volar por las localidades de Babahoyo, Daule, Vinces, Machala y Pasaje. Además, en la exuberante zona selvática, se valió de pequeños claros y espacios libres del terreno para desarrollar sus novedosos actos.
Figueroa y su "Caupolicán". Fuente imagen: pilotosretiradoslan.cl.
DE REGRESO EN CHILE
En marzo del año siguiente, tuvo lugar la Primera Conferencia Aeronáutica Panamericana, con dos concursos de aviación incluidos en el programa: el primero para el día sábado 11, en Valparaíso, y el segundo tendría lugar el día domingo 19, en Santiago.
El evento del puerto partía en la cancha del Valparaíso Sporting Club, continuaba en ruta por la Escuela Naval y regresaba a la cancha. Once pilotos militares y tres civiles participaron, quedando Figueroa en tercer lugar, luego del Sargento Mansilla y del Teniente Baraona, este último futuro Director de la Escuela de Aviación, Director de Aeronáutica y Consejero de la Línea Aérea Nacional. En el encuentro de Santiago, en cambio, la reunión fue en el Club Hípico, donde Figueroa destacó por sus temerarias acrobacias con el "Tucapel".
Continuó construyendo aviones en su taller particular, pero también destruyéndolos en otros accidentes. Presenció también la caída experimentada por esta industria en aquellos años a nivel militar, producto de la falta de recursos. Esto significó que el rubro continuara siendo desarrollado fundamentalmente por civiles, como don Clodomiro y otros innovadores. Quizás conciente de esto ofreció sus servicios a la IV División de Ejército, el 30 de enero de 1917, realizando vuelos de observación militar cerca de Temuco y acompañado por el Teniente Santelices.
Cuando llegó a Valparaíso la flota de submarinos comandada por el Contralmirante Luis Gómez Carreño, el 20 de julio de 1918, Figueroa realizó ante los presentes acrobacias de vuelo junto al piloto Rojas, que dieron más interés y espectacularidad a la ceremonia con celebración por el arribo de las naves.
El 11 de octubre de 1819, recibió un premio del Aero Club de Chile durante la Primera Exposición de Aeroplanos de Chile, tras realizar una presentación con un aeroplano Godou-Figueroa. Inaugurada el 9 de ese mes, esta exposición también fue la primera de su tipo en Sudamérica, asistiendo a ella el Presidente Barros Luco. Las categorías de la exhibición eran de modelos técnicos, originales, de construcción, copias, para pruebas de vuelo y de accesorios para aeroplanos.
Se recuerda que, en esta pionera feria, se presentó para la categoría de modelos de técnica un helicóptero de dos hélices superpuestas con aspas de giros opuestos, creado por los hermanos Benjamín Urzúa Sepúlveda y Armando Fernández Sepúlveda, que daban ingenioso descenso si se apagaba el motor. Por este ingenio se interesaría la casa inglesa Handley Page, pero al exigir gastos de ensayos demasiado onerosos, se frustró la posibilidad de desarrollar esta prometedora creación que habría llenado de orgullo la historia de la aviación nacional.
PRIMER CORREO AÉREO EN CHILE
Sumando proezas a su abultada hoja de vida, Figueroa voló el primer correo aéreo en Chile, realizando un viaje entre Santiago y Valparaíso (circuito Batuco-Valparaíso-Santiago), el 1° de enero de 1919, por iniciativa privada del Aero Club de Chile.
El singular récord se realizó con partida en el Club Hípico de Santiago, en el contexto del Torneo Militar de Año Nuevo y tras una semana de insistente campaña publicitaria. Y para poder financiar la experiencia, cobró una tarifa $5 por cada envío, vía emisión de una estampilla propia de tal valor, piezas actualmente muy cotizadas entre los coleccionistas, por ser las primeras de un correo aéreo en el subcontinente, y en las que aparece retratado el propio aviador.
Su primera carga despegó desde Santiago hasta el Parque de Playa Ancha de Valparaíso, donde llegó una hora y 15 minutos después con 539 cartas, unas de ellas entregadas en persona a sus destinatarios pagando un peso a cada mensajero, y las otras por vía correo regular. Muchos de los envíos eran saludos de Año Nuevo, entre habitantes santiaguinos y porteños.
Regresó a la capital en la tarde de ese mismo día, partiendo cerca de las 19:05 horas a causa de una espera por mejor clima, ya que corrieron vientos en aquella jornada. Con cerca de 450 cartas en el avión, la muchedumbre lo despidió otra vez en el puerto, pero en Santiago se encontró con la noche y con un Club Hípico vacío: curiosamente, el público se había retirado creyendo que postergaba su regreso para el día siguiente. Tuvo que usar el color blanco de las empalizadas de la pista para poder distinguirla en la oscuridad y aterrizar en tan peligrosas circunstancias de visibilidad.
Apenas llegó, entonces, partió a dejar las cartas en las oficinas de "El Mercurio" y "El Diario Ilustrado", reuniéndose con el Presidente Juan Luis Sanfuentes en el Palacio de la Moneda para entregarle en persona una correspondencia remitida por el Intendente de Valparaíso.
Por tratarse del primer vuelo de correo en Chile y en Sudamérica, Figueroa marcó un hito en la historia continental y terminó de transformarse en uno de los aviadores chilenos más populares y conocidos de la época. Y esta hazaña parece mayor si se recuerda que las experiencias realizadas hacia 1911 por aviadores franceses, fueron sólo ensayos de un servicio que no quedó formalizado establemente en Europa sino hasta 1919, entre los países que venían saliendo de la Primera Guerra Mundial. Su logro se da por nuestras latitudes sólo dos años después.
Clodomiro Figueroa junto al avión Morane Saulnier del cruce de los Andes de 1921. Imagen publicada por don Iván G. Siminic en su interesantísimo y recomendable blog "El Observador Aeronáutico" (ivansiminic.blogspot.cl).
PRIMER CORREO AÉREO EN SUDAMÉRICA
Don Clodomiro siguió realizando conquistas al ser el primer aviador civil que cruzó la Cordillera de los Andes en un aeroplano, repitiendo la hazaña del Teniente 1° Dagoberto Godoy Fuentealba, realizada el 12 de diciembre de 1918.
Ya en 1913, sin embargo, Figueroa había hecho intentos de cruzar la cordillera, pero la debilidad de su Bleriot se lo impidió. Su avión estacionado en el Potrero La Pepa de Los Andes se rodeó de curiosos aquella noche, a la espera de poder partir; pero los tres intentos fallidos lo harían desistir de continuar arriesgándose. La decisión era difícil, pero sensata: para 1914, pues, perdería la vida en el mismo plan de cruce el pionero argentino Jorge Newbery; y casi sucede lo mismo a su compatriota Alberto Macías. Empero, el entusiasmo por cruzar la misma en vuelo, seguía ardiendo a ambos lados de los Andes.
Fue el 20 de agosto de 1921, entonces, cuando hizo debutar el Correo Aéreo Internacional volando entre Santiago y Mendoza con una carga de 60 cartas. A mediados de ese mismo año, había recibido un monoplano parasol Morane Saulnier, con motor Le Rhone de 110 HP, que bautizó "Valparaíso Chile" en honor a la ciudad puerto, nuevamente. Éste le permitió cumplir la proeza luego del intento fracasado y de los años de espera, pues el pedido se había postergado por los aconteceres beligerantes en que se había visto involucrada Francia.
Así, sólo en el señalado año, pudo partir desde El Bosque hacia Mendoza, llegando en 45 minutos y arrojando el saco de correos en destino, para regresar rumbo a Valparaíso tras hacer unos loopings en el cielo cuyano. Hasta entonces, salvo por la francesa Adrienne Bolland, prácticamente todos los que habían sobrevolado la Cordillera de los Andes eran pilotos militares de Chile, Argentina, Italia o Francia.
Originalmente, el intrépido plan era hacer este viaje transcordillerano sin aterrizar, pero cerca de Luján de Cuyo notó que había problemas y aterrizó preventivamente en la Estación de Padriel, a 22 kilómetros de Mendoza. Allí constató que uno de los cilindros se había destruido tras recalentarse por la sobreexigencia del motor, problema que, a la larga, le obligaría a regresar a Chile en el tren trasandino a causa de la prolongación de las reparaciones y del exceso de costos de la misma.
Sin embargo, la ocasión de dificultades le sirvió a su orgullo: fue llevado por las autoridades locales hasta Mendoza, donde sería recibido como huésped de honor por el Cónsul de Chile don Luis F. Torres, permaneciendo una semana allí mientras monitoreaba los arreglos de su nave. La bandera chilena con que envolvió su cuerpo durante este viaje, fue timbrada en el consulado. Y cuando llegó a por fin a Santiago descendiendo del tren en la Estación Mapocho, el 3o de agosto, fue recibido otra vez como un héroe nacional.
Poco después, sucedió que la Escuela de Aviación organizaría, en 1920, un curso de aspirantes a oficiales de reserva para superar la escasez de efectivos. Se matricularon en este programa Figueroa, Castro y Fuentes, entre más de 20 otros alumnos. El examen se rindió el 11 de agosto y la ceremonia de Juramento a la Bandera se realizó el 8 de octubre, siendo dispuestos en el lugar cuatro aviones: el del Capitán Armando Castro, un Avro 110 HP, el del Mayor Houston, un Scout, y los monoplanos Bleriot de los aspirantes Figueroa y Castro.
ÚLTIMOS ACCIDENTES Y SALVADAS
La muerte le volverá a hacer muecas a través de su amigo el Teniente Julio Illanes Basaure, quien fallece trágicamente el lunes 16 de enero de 1922, cuando su biplano Avro N° 77 "Colchagua" pierde velocidad al pasar sobre el Observatorio Astronómico y se estrella con un alto nogal del Aeródromo de El Bosque, arrancándole el ala y arrojándolo con violencia contra un murallón y unos cables electrificados, terminando sobre una zanja inundada.
Figueroa, presente en el lugar junto al mecánico Donoso, corrió con algunos oficiales para asistir al agónico piloto, pero como uno de los cables de alta tensión se había enredado en la estructura del destruido "Colchagua", justo sobre las aguas de la acequia que corría al pie del muro, el lugar se electrificó haciendo un angustiante calvario tratar de concretar el rescate. Aunque un joven llamado Luis Mardones Ramírez trató de mantener su cabeza muy herida fuera del agua, el agónico Illanes no sobrevivió, apagándose en la enfermería de la Escuela. Sí pudo reencontrarse con la vida el soldado ayudante de mecánica Juan Abarca, que iba atrás en la cabina del pasajero, siendo atendido por el cirujano Luis Sepúlveda y derivado a la Asistencia Pública.
Posteriormente, en el atardecer del 3 de agosto de 1923, le tocaría al propio Figueroa sufrir un grave accidente, al capotar el Avro"General del Canto" en el que efectuaba un looping acompañado del Sargento 1° Isaac Necochea. Comenzaron a caer en tirabuzón desde los mil o quinientos metros de altura y sin que fuese posible estabilizar la nave, que acabó estrellada en la Chacra La Serena de don Marcial Martínez. Al parecer, Necochea había desmayado en las maniobras, trabando la palanca de mando del aeroplano, aunque la comisión investigadora sugirió, más tarde, una desconexión de comandos.
Como muchos vieron el accidente, corrieron al lugar para dar ayuda a los dos heridos, que fueron trasladados al hospital de la Escuela Civil de Aviación. Figueroa permaneció grave y con riesgo de muerte durante varias semanas, hasta que salió de su penoso estado. La suerte de Necochea no fue la misma: murió a las pocas horas, superado por las consecuencias de sus heridas.
El 2 de noviembre de 1924, en otro accidente de avión y esta vez en Rancagua, Figueroa se precipita a tierra en el avión que piloteaba. Sobrevive otra vez, pero no el acróbata aéreo alemán Eugenio Geberth, que lo acompañaba y que era parte del espectáculo.
Clodomiro Figueroa Ponce nunca se amedrentó por estas experiencias trágicas, continuando con sus hazañas aéreas y doblándole la mano al acoso de la huesuda, que al final sólo pudo reclamarlo por causas naturales. Tras contraer matrimonio con doña Marta Ubilla Hoppin y servir a la Fuerza Aérea de Chile por algún período, trabajó como Consejero de la Línea Aérea Nacional desde su fundación, en 1932 y por iniciativa del Comandante Arturo Merino Benítez, hasta septiembre de 1938, cuando pasa a ser empleado de la misma empresa estatal hasta el último día de diciembre de 1944. Fallecería ya retirado y en una cama, en 1958, partiendo así en su último vuelo y con alas propias.
En 1972, un proyecto de ley presentado por el Presidente Salvador Allende y el Ministro José Tohá, reconocía por gracia la hoja de vida de este héroe de paz y el derecho de su viuda a una pensión de montepío, siendo aprobado en el Congreso y publicado en el Diario Oficial del 18 de julio de ese año. Además, una calle llevará su nombre en la comuna de Pudahuel, al Suroriente del Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez, en un barrio con nombres de vías aludiendo a otros de los varios pioneros de la aviación nacional.
Viewing all 726 articles
Browse latest View live


<script src="https://jsc.adskeeper.com/r/s/rssing.com.1596347.js" async> </script>