La escultura ecuestre de Valdivia en la Plaza de Armas, hacia 1970, con su antigua posición mirando hacia el oriente. Imagen perteneciente al Archivo Fotográfico y Digital de Fondo Sala Medina, Biblioteca Nacional. Fuente imagen: Memoriachilena. cl.
Coordenadas: 33°26'14.5"S 70°39'00.4"W
Ya he comentado algunas veces acá, sobre esa curiosa costumbre nacional de hacer "caminar" las estatuas y los monumentos, cambiándolos constantemente de lugar o de posición por razones siempre relacionadas con el afán de alterar nuestro espacio urbano, a veces para bien y no pocas para mal. Algunas efigies y piezas conmemorativas o históricas han peregrinado por tantos lugares que llega a ser un desafío seguirle el hilo a tal ruta, como la famosa Llama de la Libertad o la Fuente Colonial del Palacio de la Moneda.
Un caso con la señalada característica, es el de la maciza y enorme estatua ecuestre del conquistador y fundador de la ciudad hispana de la capital chilena, don Pedro de Valdivia, en la Plaza de Armas de Santiago, justo enfrente del edificio de la Municipalidad. Reúne ambas características que lo han hecho "caminar": primero, éste no era el lugar de su ubicación original, y segundo, su posición tampoco es la misma con la que llegó a alojarse justo en aquella esquina de la plaza, en Catedral-Monjitas con Estado. También tuvo un breve traslado hacia otro punto de la plaza, durante la gran última remodelación de este sitio.
La enorme estatua es uno de los monumentos más importantes y fáciles de identificar de Santiago, además de un reconocimiento tácito a los orígenes hispánicos de la sociedad colonial chilena. Por esto último, hay quienes no pueden evitar ver en la obra esas connotaciones negativas y contradictorias relacionadas con el proceso de la Conquista. Casi no parece casual que la escultura indigenista en la misma Plaza de Armas, el Monumento a los Pueblos Indígenas de Enrique Villalobos, halla sido ubicada en 1992 justo en la esquina diametralmente opuesta a la de Valdivia, como evitando toda proximidad entre ambas y estableciéndolas en los polos más opuestos de la manzana.
Cosas muy reales y cotidianas suceden en torno al monumento, actualmente. Esa parte fundacional de la historia citadina que representa, convive también con rasgos varios de la misma urbe, incluyendo su decadencia. Así pues, la conmemoración monumental y sus símbolos, comparten espacio con el turismo, el comercio, los predicadores, los inmigrantes, los niños jugando, perros callejeros, las parejas que lo eligen como lugar de encuentro, la prostitución diurna, el discreto narcotráfico, los jubilados, etc. Pocas cosas acaban siendo un espejo tan santiaguino como el lugar preciso del Monumento a Pedro de Valdivia, ahí en la plaza.
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