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La Capilla de Ánimas, hacia principios de 2010, poco antes de ser parcialmente destruida por el terremoto del 27 de febrero.
Coordenadas: 33°26'5.59"S 70°39'20.73"W
Ya he comentado antes acá de mi simpatía por la forma en que se ha mantenido vigente el culto a los difuntos en Chile: de una manera extrañamente sobria, misteriosa y casi sombría, manifiesta en expresiones populares como la tradición animística relacionada con las almas de los fallecidos. Llega a haber, pues, una curiosa instancia de convivencia diaria con el concepto de la muerte, haciendo que sus límites con el mundo de los vivos se vuelva a veces muy difuso.
No es coincidencia, entonces, que el quizá más enigmático templo católico de la capital chilena o uno de los más merecidamente así definibles, esté relacionado con las tradiciones religiosas y populares sobre los fallecidos y sus almas: la Capilla de Ánimas, conocida también como Capillas Las Ánimas o Capilla de las Ánimas, entendiéndose estas últimas como las almas que moran provisoriamente en el purgatorio, tras la desaparición física del individuo. Se encuentra en calle Teatinos 765 llegando a San Pablo, aunque no destaca especialmente por sus dimensiones.
Como ya hemos explicado antes en este blog, la fuerte creencia en las animitas o templetes de adoración con pedidos de favores a los fallecidos en los lugares de su muerte o de sepultura, derivan de la creencia cristiana en la transición de las almas de los fallecidos hacia la expiación o purificación necesaria para ascender al Cielo, limpiando la carga de sus pecados cometidos en vida o bien preparándolos para este viaje. El Purgatorio es aquel eslabón entre ambas vidas, y se lo describe de varias formas: desde un proceso invisible de espera de las almas en la antesala de la vida eterna, hasta un espacio de tormentos muy semejante a la clásica descripción del Infierno, como se observa en la iconografía sacra.
Como sea, las animitas son, en la tradición popular, formas de expiación y purificación del ánima o alma que purga, al dársele la oportunidad de conceder favores a los vivos y así reunir mayores méritos para garantizar un entrada al Cielo. Esto está muy presente en las devociones que tienen lugar hasta hoy en la Capilla de Ánimas.
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