La estatua "Confederación Americana, al centro del bandejón y paseo de la Alameda de las Delicias. Al fondo, se observa la torre de la Iglesia de San Francisco.
Coordenadas: 33°26'38.57"S 70°39'4.25"W (aproximadas)
En un breve lapso del siglo XIX, en el antiguo paseo central de la Alameda de las Delicias existió un monumento de buenas proporciones y altura pero hoy casi desconocido y del que se recuerda muy poco, correspondiente a una gran estatua un tanto andrógina de estilo greco-románico heroico, vestida con túnicas y usando laureles en la cabeza. En los días en que escribo estas líneas, justamente, se cumplirán justo 150 años desde que fuera retratada por uno de los primeros fotógrafos documentalistas venidos a estas tierras, en la única imagen realmente importante que se tiene del mismo monumento.
Confeccionada de un material ligero, probablemente combinación de yeso sobre armazones y refuerzos, más un material moldeable, la imagen sostenía en una actitud más bien femenina lo que parece ser un fascio apoyado contra el suelo, con su mano izquierda, mientras que la derecha alzaba gallardamente una antorcha. Desconozco si alguna vez fue alimentado este último instrumento con alguna clase de gas para mantener una llama encendida, pues no se observa en la fotografía rematado por una representación de fuego.
La blanca estatua estaba montada sobre una esfera representando al mundo, aunque no se veía exactamente redonda, sino más bien elíptica. Sobre el lugar que correspondía al continente americano, posaba sus pies, hallándose más abajo y hacia la vista frontal una inscripción que revelaba el verdadero sentido del homenaje: "CONFEDERACIÓN AMERICANA", en dos líneas sobre el globo y siguiendo una curva como base para los caracteres.
Alameda de las Delicias, hacia 1862, con el Obelisco de la Junta de 1810.
El conjunto se hallaba montado sobre un pedestal que aportaba un tercio más de altura a la estatua, y se encontraba rodeado de un pequeño jardín de cuatro pilares con artísticos jarrones de estilo francés renacentista, dentro de los cuales se colocaron plantas con aspecto de amarilidáceas o cintas. Estas grandes copas metálicas tienen un estilo sospechosamente parecido al de un modelo que aparecerá después en el Cerro Santa Lucía, pudiendo tratarse de un traslado, aunque ya no existen en ese lugar. Son los mismos diseños de los jarrones que actualmente pueden verse en el Círculo Español de la Alameda, además.
No tengo a mano, por ahora, datos sobre cuándo habrá sido erigida esta estatua, pero especulo que pudo sucede hacia los tiempos del Gobierno de don José Joaquín Pérez, ya que los pocos registros que se cuentan sobre la misma datan de 1863 y la fábrica de este monumento no parece haber sido suficientemente resistente y sólida para permitirle la duración que un auténtico monumento requería. A mayor abundamiento, cabe señalar que si bien no se ve al monumento en las fotografías de la Alameda tomadas justo hacia mediados de la centuria y donde sí se observa, por ejemplo, el también desaparecido Obelisco Conmemorativo de la Junta de 1810 (cerca de la Iglesia de San Francisco), no es un dato menor el que muchas de las estatuas erigidas en la Alameda durante aquellos años sean producto de una anterior mesa de trabajo comisionada en 1856 para tales efectos, y sobre la que tuvo gran influencia don Benjamín Vicuña Mackenna, fervoroso americanista confirmado y -a veces- hasta lo insensato. Es un hecho que de esta iniciativa surgieron las estatuas de San Martín y la Buenos Aires que ahora está en el Cerro Santa Lucía, aunque no puedo tener la certeza de que la dedicada a la Confederación Americana haya surgido en este mismo y preciso tramo de tiempo.
Como existen pocas referencias en crónicas relativas a la imagen, tenemos así otro indicio de lo efímero que pudo haber sido su presencia allí en la Alameda. Un registro importante lo aportaría el único fotógrafo entre los miembros de la Comisión Científica del Pacífico de 1862-1866, el madrileño Rafael Castro y Ordóñez, quien anotaba lo siguiente en su bitácora de viaje mientras recorría la Alameda de las Delicias de Santiago, con su soberbia hispánica quizás herida ante la altanería patriota de la ex colonia:
"El paseo de la Cañada, extensa calle de cuatro hileras de álamos, se parece algo a nuestro Prado, si bien es mejor, pues tiene por fondo la grandiosa cordillera de los Andes. Está adornada de varias estatuas de bronce y de yeso. De yeso es la República, y además está desnivelada, que por más que tiene bajada la espada, no puede conservar el equilibro; sus esfuerzos son vanos: jamás estas repúblicas guardarán su equilibrio, porque están formadas con los restos de las monarquías... Después de la estatua de la República sigue la del Abate Molina, historiador y naturalista notabilísimo; ésta de bronce, mérito real, y es la primera estatua que se ha fundido en Chile".
La imagen completa tomada y descrita por Castro y Ordóñez, entre mayo-junio de 1963.
Y cuando llega por fin al monumento de nuestro interés en esta ruta por la Alameda, anota sin renunciar a su orgullo averiado por tantas exposiciones de quizás excesivo ego republicano y casi antihispánico, el mismo que pocos años después desataría las pasiones en la delirante Guerra contra España de 1865-1866:
"Continuando, le sale a uno al encuentro un terrible figurón, envuelto en un luengo ropaje, con un brazo levantado sosteniendo una tea (¿será de la discordia?) y por pedestal el mundo, y los pies del figurón se apoyan sobre América, y dice sobre el yeso que compone el figurón: Confederación Americana. Ninguna reflexión hago sobre ella; es de papelón y basta".
El fotógrafo de esta célebre misión científica y documental enviada desde España, fue el mismo que tomó la famosa imagen de 1863 durante su visita a la capital entre mayo y junio, hace un siglo y medio. Su información, además de demostrarnos lo poco estética que le pareció la figura, confirma que la ubicación en la secuencia de imágenes de la Alameda de las Delicias debió ser antes de llegar a la actual explanada del Barrio Cívico, cerca del Palacio de La Moneda y lo que ahora es Plaza Bulnes, probablemente en la cuadra ubicada cerca de calle Bandera, aproximadamente (la estatua de Molina estaba hacia donde se halla la Universidad de Chile, para tener una referencia más precisa).
Cabe recordar que, ese mismo año, acababa de ser inaugurado el Monumento a San Martín ubicado relativamente cerca del anterior, ya más próximo al palacio presidencial santiaguino. El cronista circunstancial también la encuentra poco más allá en su paseo por la Alameda, después de ver y describir la que aquí comentamos. Es muy probable que el Monumento a la Confederación Americana también haya sido entonces de muy reciente inauguración, al momento de conocerlo Castro y Ordóñez. Y las imágenes posteriores de la Alameda confirman, a su vez, que el conjunto debió salir de allí no mucho tiempo después de que pasara por este sitio el viajero español.
El Monumento a la Confederación Americana fue tan perecible como la misma ilusión heredada de los días de las luchas independentistas a las que rendía loas, cuando los patriotas unidos por un enemigo común y una lucha compartida, creían en la quimera romántica de una América Latina fusionada solemnemente en un gran bloque fraterno. Sin ir más lejos, poco después del registro del viajero en nuestra Alameda, la calaverada de la Guerra contra España, en la que Chile se involucrara sin tener arte ni parte en el conflicto y sólo por sentimientos impulsivos de americanismo, no sólo costó al país la destrucción de su principal puerto, Valparaíso, ante la mirada indiferente de los neutrales y los garantes (además de las burlas del "aliado"), sino que lejos de acercarnos al país generosamente asistido, marcó severas distancias diplomáticas con Perú y empeoró más aún las cuestiones con Argentina y Bolivia, por la llegada rauda y poco meditada a utópicos intentos de acuerdos hechos contra reloj, en el caso de la disputa de Atacama con fórmulas fabulosas de solución al conflicto simiente de la Guerra del Pacífico.
El sueño de la Confederación Americana era, así, tan frágil como el material del que estaba hecha su estatua gallarda y neoclásica allí en la Alameda de las Delicias, desapareciendo en algún momento de los años que siguieron a la famosa misión de la Comisión Científica del Pacífico, que nos dejó la única imagen fotográfica realmente nítida y reconocible de la misma.
Tipo de jarrones que había en el Cerro Santa Lucía, en 1874, aparentemente del modelo Val D'Osne que ya se perdió desde el paseo del cerro. Tienen una gran semejanza con los cuatro jarrones que rodeaban el antiguo Monumento a la Confederación Americana de la Alameda de las Delicias.