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HACIA EL BICENTENARIO DE FRANKENSTEIN (PARTE II): LAS FUENTES REALES Y LEGENDARIAS QUE INSPIRARON LA NOVELA

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Villa Diodati, residencia de Lord Byron, con Luna llena, escenario donde Mary Shelley soñó y dio inicio a la obra "Frankenstein; o, el moderno Prometeo". Obra de Edward Francis Finden a partir de un dibujo de William Purser. Fuente imagen: Moonmagazine.info.
Aproximándonos al bicentenario de la inmortal obra de terror gótico "Frankenstein; o, el moderno Prometeo", de la inglesa Mary W. Shelley, vimos en la parte anterior de esta entrada doble una síntesis del contenido del libro comparada con las derivaciones que se han hecho de la obra alterando mucho de su argumento, su mensaje y la propia apariencia del monstruo creado por Víctor Frankenstein.
Existen muchas teorías, propuestas y creencias intentando explicar aspectos relativos al origen de la idea del monstruo que, por error, ha sido llamado popularmente Frankenstein como el título del libro, cuando éste en realidad se refiere a Víctor Frankenstein, su creador, como ya vimos. Acá me permitiré repasar algunas de las presuntas fuentes de inspiración que habría tenido la autora, tanto para las ideas centrales de su obra como para pasajes de sus contenidos más dramáticos e importantes.
A pesar de su juventud y de no debutar aún en las letras cuando comenzó a escribir la obra, cabe comentar que Mary no tuvo problemas para acceder a una cantidad enorme de conocimientos, además de lo que aprendió en sus grandes viajes donde vio escenarios increíbles: abadías en ruinas, castillos oscuros, bosques encantados, etc. La enorme cultura de su padre, de su pareja y de sus círculos de amigos de seguro influyó también en ella. Por otro lado, Mary vivió, a partir de 1807, en el segundo piso de la casa donde estaba la "Liberia Juvenil Godwin", en Skinner Street de Londres. El local estaba a cargo de su familia, de modo que podía bajar constantemente a sacar libros que devoraba en largas sesiones de concentrada lectura.
Por todas estas razones, las fuentes de su conocimiento para inspirar la obra de "Frankenstein; o, el moderno Prometeo", pueden ser innumerables, incluso muchas más de las que repasaremos acá. También me siento en necesidad de comentar que encontré un excelente artículo que aborda este período y otros en la vida de la escritora, del investigador español Juan Mari Barasorda, publicado en la revista cultural "Moon Magazine" de junio de 2016, con el título "Los padres del monstruo. El sueño de Mary W. Shelley", donde podemos ver algunas propuestas sobre las inspiraciones de la autora.
Antes de empezar, sin embargo, debe comentarse que los antecedentes que pudo haber tomado Mary para concebir su obra, por momentos parecen tan siniestros como la narración misma, como veremos.
Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851), en retrato de Richard Rothwell en 1840, exhibido en la Royal Academy of Arts de Londres.
CÓMO SE GESTÓ EL RELATO DE FRANKENSTEIN
La historia es más o menos así: en junio de 1816, en medio del frío verano del Hemisferio Norte resultante de la enorme erupción del Volcán Tambora en  Sumbawa, Mary Wollstonecraft Shelley y su futuro marido Percy Bysshe Shelley, fueron de visita a la casa de su amigo escrito Lord George Gordon Byron en Villa Diodati, junto al Lago Ginebra en Suiza.
Como hacía frío y poco se podía hacer al aire libre en aquella penosa temporada veraniega, Lord Byron organizó una reunión especial allí con la pareja, con su médico personal John William Polidori y con Claire Clairmont, la hermanastra de Mary y pareja de Byron, en la que estuvieron leyendo una selección alemana de cuentos y leyendas de fantasmas y de terror que habría traído el galeno, llamada "Phantasmagoriana", junto a la chimenea. Un filme de Ken Russell con bastante de surrealista y onírico, titulado "Gothic", de 1986, recreaba libremente estos encuentros en Villa Diodati.
Al terminar la sesión de lectura de "Phantasmagoriana", Byron propuso a todos los presentes que cada uno escribiera un relato propio de terror, dentro de un plazo. Así se volcaron a tomar el desafío, pero sólo Polidori pudo cumplirlo, a pesar de su poca experiencia en las letras, reducida a sólo unos cuantos poemas: su trabajo se llamaba "El vampiro", considerado el primero de este género y con esta clase de personajes en la historia de las librerías, faltando aún para que aparecieran los vampiros de Alejandro Dumas, Edgar Allan Poe y Bram Stoker.
A mayor abundamiento, Polidori parece haberse inspirado en "La novia de Corinto" de Goethe para algunas partes de su obra, pero principalmente en la personalidad de Lord Byron, para darle los rasgos al aristocrático personaje que la desarrolla. Sin embargo, cuando la obra fue publicada en 1819 en el "The New Monthly Magazine", un error editorial la consideró creación de Byron, provocando una controversia que quizás influyó en el alejamiento entre ambos, poco antes del extraño suicidio del médico bebiendo ácido, en 1821.
Por su parte, la genial Mary Shelley, que a la sazón tenía sólo 18 años, siguió adelante con su idea más allá del plazo que se habían propuesto: su relato se enfocaría en el conflicto de la creación de la vida y el desafío a la muerte, en un contexto siniestro y macabro que será determinante en la oscuridad de la narración gótica como estilo. Un mal sueño, del que hablaremos más abajo, le dio el impulso a las ideas que vertería en dicho trabajo. Es curioso, entonces, que a partir de un mismo círculo de gente y, de hecho, a partir de una misma reunión, hayan cobrado vida literaria los dos personajes más famosos de la biblioteca de terror clásico: los vampiros que presentó Polidori y la criatura de Frankenstein que concibió Mary.
La autora terminó el borrador de su relato hacia abril o mayo de 1817. Lo que inició con la idea de ser un cuento corto, terminó produciendo una novela completa. Se cree que habría tenido mucha influencia en sobre ella el trabajo de Milton "El Paraíso Perdido", particularmente el personaje luciferino, como es comentado en la propia novela por boca del monstruo, además de obras líricas como "La canción del viejo marinero" de Samuel Taylor Coleridge.
Sin embargo, estando la pareja en la Estancia de Marlow, Mary solicitó ese mismo año a su esposo Percy que revisara el manuscrito, corrigiendo errores y mejorando la redacción pues, a diferencia de ella, éste ya tenía experiencia publicando. Dicho borrador fue adquirido en 2004 para los archivos bibliotecarios de la Bodleian Library, de la Universidad de Oxford, siendo incorporados a la Colección Abinger, atrayendo a los investigadores y también siendo publicados como una versión germinal de la obra, en 2008, titulada "El Frankenstein original", con correcciones y acotaciones de Charles E. Robinson.
Percy hizo muchos aportes al borrador, bajando un poco la crudeza del relato. Se cree que él mismo podría haber sido un aporte a las características que Mary le da al protagonista, considerando que Percy usaba, a veces, el pseudónimo Víctor. Incluso se dice que él tenía su propio laboratorio personal, para experimentar con electricidad y magnetismo. Percy también tenía una hermana llamada Elizabeth, el mismo nombre de la hermana adoptiva de Víctor, que en el libro era también su prima y amada.
Así sería presentado al mundo el libro de Mary, al publicarse el primer día del año 1818 por la pequeña casa editorial londinense Lackington, Hughes, Harding, Mavor, & Jones. Percy le escribió el prefacio, pero esta primera edición, hecha cuando Mary tenía 20 años, fue presentada en forma anónima, sin su nombre.
La acogida del libro fue un poco confusa y motivó una serie de críticas, especialmente derivadas de la especulación sobre el verdadero autor de la obra. Aunque críticos como Sir Walter Scott la recomendaron, otros medios la descalificaron y hasta fue tildada de "asquerosa". El "British Critic" incluso adivinó que la novela había sido escrita por una mujer, quejándose del lenguaje demasiado femenino y dulce para un contenido terror. No cabía duda, empero, de que "Frankenstein; o, el moderno Prometeo" estaba quebrando muchos moldes literarios existentes hasta entonces.
Como de todos modos la obra tuvo excelentes ventas y hasta fue llevada a una edición en Francia, la situación motivó una posterior reedición con el relato llevando el nombre de su autora en la segunda edición, de 1821, además de una versión teatral. Posteriormente, apareció una edición revisada y mejorada por Mary Shelley, publicada por  Henry Colburn y Richard Bentley en 1831, conocida como la edición "popular", pues se trata de la principal que se ha difundido en el mundo.
Primera edición de "Frankenstein; o, el moderno Prometeo" de 1818, que no incluyó el nombre de la autora. Fuente imagen: Thehistoryblog.com.
PRIMERA POSIBLE INSPIRACIÓN DEL ARGUMENTO: LA ALQUIMIA Y LOS HOMÚNCULOS
El tema de la alquimia y los homúnculos está sumamente relacionado con el asunto de "jugar a Dios", presente en la novela: la búsqueda del "principio vital"de la creación, el germen capaz de generar vida desde lo inanimado y que permita a un científico chiflado gritar "¡Está vivo!" al ver abrir los ojos a su propia creación. Es una fantasía que ha persistido largamente en la literatura, el cine, los videojuegos y hasta algunos videos virales que se han asomado por los monitores de la era de la Internet, de seguro trucados.
"Debía ser vuestro Adán, pero soy más bien el ángel caído a quien negáis toda dicha", le dice en un momento el monstruo a su creador, confirmando el trasfondo de un sacrilegio científico.
En el libro, pues, es el propio Víctor Frankenstein quien asegura haber encontrado obras del alquimista, cabalista, nigromante y médico alemán Cornelius Agrippa (siglo XVI), que le abrieron un mundo desconocido para él, hasta entonces. "Una nueva luz pareció iluminar mi mente, y lleno de alegría le comuniqué a mi padre el descubrimiento", se confiesa el personaje ante el lector.
"Mi primera preocupación al regresar a casa fue hacerme de la obra completa de este autor y, después, de la de Paracelso y Alberto Magno. Leí y estudié con gusto las locas fantasías de estos escritores. Me parecían tesoros que, excepto yo, pocos conocían. Aunque a menudo hubiera querido comunicarle a mi padre estas secretas reservas de mi sabiduría, me lo impedía su imprecisa desaprobación a mi querido Agrippa".
El adolescente Víctor hasta se reconocía como un discípulo atemporal de Alberto El Grande, en aquel período. No cabe duda, entonces, de que el muchacho, a temprana edad, ha quedado cautivado por obras de estos prestigiosos alquimistas y las materias que ellos trataban.
En otra parte del libro, dice el propio Víctor describiendo sus dos años en la universidad y los orígenes de la curiosidad que lo llevaría a tan funesta creación:
"Uno de los fenómenos que más me atraían era el de la estructura del cuerpo humano y la de cualquier ser vivo. A menudo me preguntaba de dónde vendría el principio de la vida. Era una, pregunta osada, ya que siempre se ha considerado un misterio. Sin embargo, ¡cuántas cosas estamos al borde de descubrir si la cobardía y la pereza no entorpecieran nuestra curiosidad!".
Los alquimistas a veces recurrían a la planta conocida como mandrágora en sus recetarios, célebre por su raíz tomando a veces la forma de un pequeño hombre y por las propiedades alucinógenas de sus compuestos. Estudiada por Laurens de Castelan en el siglo XVI, se creía que la mandrágora crecía en tierra donde se había derramado el semen de un ahorcado, por la eyaculación que explota naturalmente en los hombres que mueren de esta forma. Esta planta era llamada entonces alraun, y se asociaba la forma de sus cuatro raíces con un pequeño niño o duende atrofiado y convertido en vegetal, pero que con determinados procedimientos ya más cercanos a la hechicería que a la alquimia, podían convertirse en un homúnculo que daba protección y asistencia a su dueño.
Una línea de estudio de la alquimia era la creación de los homúnculos, quizás relacionado con las tradiciones de la mandrágora y que, en esencia, constituía el mismo desafío de crear vida que Frankenstein asumió desde una pretensión científica.
Philippus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, más conocido por Paracelso, tan leído y admirado por Víctor, fue uno de los iniciadores de esta rama de investigación alquímica, al asegurar en su "Liber de imaginibus", que había creado accidentalmente un pequeño ser de apariencia humana mientras hacía diferentes pruebas buscado dar con la apetecida Piedra Filosofal, capaz de convertir el plomo en metales preciosos. Para él, la historia de los pequeños hombres surgidos de la mandrágora era falsa o tergiversada, porque el "verdadero" procedimiento para crear tales humanoides era el mismo que describe en "De natura rerum", de 1537:
"Que el esperma de un hombre sea putrefacto por sí mismo puesto en una cucúrbita, sellada durante cuarenta días con la mayor cantidad de bosta podrida de caballo, o por lo menos el suficiente tiempo para que se vuelva viva y se mueva y se agite, lo que se podrá observar con facilidad. Después de este tiempo, se verá un poco como un hombre, pero transparente, sin un cuerpo. Si después de esto se alimenta sabiamente con el Arcanum de sangre humana y se alimenta hasta cuarenta semanas, y se mantiene en el calor de la bosta de caballo, crece un niño humano vivo, con todos sus miembros como cualquier niño que nace de una mujer, pero mucho más pequeño".
Paracelso llamó a su humanoide como homunculus, diminutivo que se relacionaba con su pequeño tamaño de cerca de 30 centímetros. La criatura demostró ser capaz de asistirlo en cuestiones domésticas, trabajando incluso en forma afanosa, pero con el tiempo se rebelaba contra su amo o bien escapaba de casa, como lo haría una mascota ingrata, tendencia que confirmó en otros homúnculos.
Tanto el padre como el esposo de Mary Shelley, conocían bien la obra de Paracelso, de acuerdo a lo que informa el profesor rumano Radu Florescu. Desde ahí la escritora pudo haber conocido estas teorías y planteamientos durante su temprana juventud. De hecho, su padre había publicado en 1799 "Saint Leon: a tale of the sixteenth century", novela que apologizaba la búsqueda alquímica del principio de la vida eterna.
El desarrollo del fantástico procedimiento para obtener homúnculos requería también de carbón, cabellos, mercurio y restos de piel, para que se formase la mezcla orgánica base de la criatura. En su "Chymische Hochzeit" ("Bodas químicas"), de 1616, Christian Rosenkreutz explica cómo fabricar también el homunculi duo, correspondiente a uno hombre y uno mujer simultáneamente, ambas en miniatura. Incluso, se llegó a creer que los espermatozoides eran pequeños homúnculos en algún momento, interpretando erróneamente la forma de estos, en los deficientes primeros microscopios con los que contó la ciencia.
En 1775, el Conde Johann Ferdinand von Kufstein y el clérigo italiano Giuseppe Geloni, habrían logrado crear diez homúnculos que, además de ser asombrosos por su sola existencia, tenían el talento de ver el futuro e informar de hechos venideros. Guardados en recipientes de vidrio de la Logia Masónica de Viena, dice la tradición que habrían sido vistos por importantes y reputadas personalidades de la época, apareciendo mencionados en un capítulo completo para ellos en el manual masónico "Die Sphinx" del Dr. Emil Besetzny, según comentan autores como Richard Cavendish, en "Hombre, mito y magia", Donald F. Glut, en "La leyenda de Frankenstein", y S. R. Parchment en "Antigua masonería operativa".
En portales de investigación y divulgación de internet, aparecen referencias a un tal David Christianus de la Universidad de Giessen, quien, en el siglo XVIII, habría propuesto la creación de un homúnculo a partir de un huevo de gallina. No consigo confirmar el nombre (¿se tratará del médico germano Christian Friedrich Garmann o Christianus Democritus? Más abajo lo veremos), pero sí que el procedimiento alguna vez fue conocido: debía hacérsele un pequeño agujero en la cáscara, extraer parte de la clara para reemplazarla por semen humano, y volver a sellarlo por 30 días, enterrado en estiércol y bajo determinadas condiciones lunares del año. Por su parte, el doctor escocés William Maxwell, proponía, pocos años después, que combinando en una matraz o un tubo sales de sangre humana, se podía obtener un ser semejante.
Sobra decir que en la literatura el homúnculo ha aparecido varias veces, desde el ser creado por el mago en "Fausto" de Goethe, hasta el tierno muñeco "Pinocchio" de Carlo Collodi (Carlo Lorenzini). Veremos abajo su relación, además, con el folklore de los golems judíos. El tema fue tratado en el cine por la serie alemana "Homunculus", de 1916, apareciendo a la pasada también en el filme "La novia de Frankenstein" de 1935, representados como diminutos hombres y mujeres dentro de frascos. Incluso la raza de enanos obreros oompa-loompas del libro "Charlie y la fábrica de chocolate", escrito por Roald Dahl y publicado en 1964, parecen tener algo de esclavos homúnculos en las versiones originales de la novela, característica que se fue perdiendo un poco en las dos versiones fílmicas de 1971 y 2005.
Parecido al concepto del homúnculo es el del humongous, referido a seres humanos de proporciones grotescas o enormes, anormales. También aplicaría al monstruo de Frankenstein en el sentido de referirse, de alguna forma, a seres normales que llegan a deformidades atroces, contra la naturaleza. Este mismo concepto fue usado en el notable personaje enmascarado Lord Humungus, líder de los villanos del filme "Mad Max II" de 1981, que se presume deformado a consecuencia de la radiación nuclear. También se alude al concepto en el filme de terror "Humongous", de 1982, con un engendro criminal de formidable fuerza que se ha criado como un ser salvaje y violento en una isla llena de perros, con ciertas semejanzas argumentales a otros filmes de terror como "La Masacre de motosierra de Texas" de 1974 y "Viernes 13, Parte II" de 1981.
El homúnculo de Paracelso. Fuente imagen: Taringa.net.
UNA POSIBLE INSPIRACIÓN EN EL FOLKLORE JUDÍO: EL GÓLEM DE PRAGA
Existen interesantes leyendas judías que podrían haber influido en la creación de Mary Sheley. Una de ellas puede ser el folklore el gólem, famoso personaje que ha tenido su propia saga literaria y cinematográfica, presentando evidentes semejanzas con la figura del monstruo de Frankenstein y que se cruza frecuentemente también con la tradición de los homúnculos, tanto por el tipo de tareas que desarrollaban como por su tendencia a salirse de control el ciertas circunstancias.
Los golems son todo un atractivo cultural e iconográfico en la actual ciudad de Praga, capital de la actual República Checa. La popularidad de la leyenda, que algunos autores creen análoga a la tradición de los zombies y otros a una primitiva robótica, deriva de otra tradición local: la del Rabbi Judah Loew, apodado el Maharal de Praga, en el siglo XVI, quien construyó una tosca y corpulenta criatura artificial de arcilla a la que dio vida, para que lo protegiese a él y al resto de la comunidad judía en la Sinagoga Vieja-Nueva de Altneuschul, cuando comenzaron a ser amenazados por revueltas antijudías. La leyenda dice hasta ahora, además, que uno o más golems quedaron ocultos en el subsuelo de la antigua sinagoga, y que aún estarían allí.
Éste sería el gólem más famoso, sin embargo, porque la presencia de estos extraños seres artificiales aparece por la leyenda hasta en los orígenes del hombre. Incluso aparece mencionado en los Salmos 139:16, del Antiguo Testamento:
"Mi embrión (gólem) vieron tus ojos,
y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
que fueron luego formadas,
sin faltar una de ellas".
Aunque el gólem es creado desde el barro, como Adán, carece de alma y de voluntad propia, limitándose a obedecer las órdenes que los rabinos le arrojaban escritas en un papel por la boca, acompañadas del shem, una inscripción mágica derivada de los nombres de Dios. Tradiciones talmúdicas señalan que Adán fue creado al mismo tiempo que un gólem, pero mudo y con limitaciones según el Sanedrín, siendo devuelto al polvo con el que se le creó. Siempre aparecen hechos de barro o arcilla, tal como el primer hombre que creó Prometeo en la mitología griega, siendo su nombre el que da parte del título original de la obra de Mary Shelley, se recordará.
El documento más antiguo sobre la creación de golems corresponde al "Sodei Razayya", escrito hacia el año 1200 por el maestro judío Eleazar ben Judah, de Worms, Alemania. En el siglo XVI, el rabino y cabalista R. Eliyahu Ba'al Shem, habría confeccionado su propio gólem, según otros registros. Esta historia es corroborada por el cronista cristiano Christoph Arnold, en 1674 y el rabino Jacob Emden en 1748.
El escritor Gustav Meyrink dio luz a su novela "El Golem" de 1915, precisamente tomando por base a estas tradiciones del pueblo judío. Hay pasajes de su obra donde también parece rozar la narración con el asunto de los conflictos éticos y los alcances de jugar con las fuerzas de la vida, como cuando anota:
"Vuelve a despertarse calladamente en mí la leyenda del Gólem espectral, de ese hombre artificial que hace tiempo construyera de materia, aquí en el ghetto, un rabino conocedor de la Cábala, quien lo convirtió en un ser autómata y sin pensamiento, al situar tras sus dientes una mágica cifra numérica".
Y como sucedió con la creación de Frankenstein, el gólem de la leyenda descrita por Meynrick también se sale de madres y enloquece, pasando de la nobleza y la sumisión a la vesania rebelde:
"Cuando una noche el rabino se olvidó de quitarle, antes de la oración, la hoja de la boca, dicen que cayó en un estado de delirio tal que, corriendo en la oscuridad de las callejas, destruyó todo lo que encontraba en su camino. Hasta que el rabino se enfrentó a él y destruyó la hoja. La criatura debió caer sin vida. No quedó nada más de él que la figura enana de barro que hoy todavía se puede ver en la antigua sinagoga de Altneus".
Ahora bien, ¿hay alguna relación del personaje principal del libro con las tradiciones judías en general? El personaje Víctor Frankenstein asegura ser ginebrino, de una de las familias "más distinguidas de esa república" con ancestros ocupando importantes cargos públicos. El que su apellido tenga una fonética posiblemente "judía" no ha pasado inadvertido a algunos autores, incluso en ciertos discursos de inclinación antisemita o bien tratando de ver esta sugerencia entre líneas por parte de Mary. Sin embargo, en la novela el protagonista no da ninguna señal que permita presumir tal filiación. Más aún, Mary aseguró alguna vez que el apellido le surgió del contenido de la pesadilla propia que motivó su obra, y de la que hablaremos más abajo.
Debe recordarse que el hebreismo, el cabalismo y las ciencias judaicas fueron temas conocidos en la sociedad intelectual gentil de aquellos años. De hecho, en la Edad Media, muchas tradiciones y creencias judías fueron asimiladas en la sociedad cristiana y académica. El alquimista Agrippa, tan admirado por Frankenstein en el libro, por ejemplo, no sólo leía y hablaba en hebreo, sino que lo enseñaba en universidades de Europa, además de practicar numerología cabalística. Sus interpretaciones de la demonología hacían mixtura entre conceptos medievales de origen cristiano y tradiciones judías sobre el mundo espiritual, lo que le costó más de un problema con el ojo inquisidor.
Se han realizado filmes alusivos al tema golémico en varias ocasiones, destacando la trilogía del cine mudo de Paul Wegener compuesta por "El Gólem" de 1915, "El Gólem y la chica bailarina" de 1917 y "El Gólem: cómo llego al mundo" de 1920. Su aspecto es bastante parecido al de las representaciones que se han hecho del monstruo de Frankenstein, además, como un ser corpulento, enorme, de andar torpe pero con fuerza sobrehumana.
El gólem y los límites científicos ha resurgido con nuevas temáticas simbólicas en nuestra época. En 1982, por ejemplo, la llamada Comisión Presidencial para el Estudio de los Problemas Éticos de Medicina e Investigación Biomédica, entregó en Washington DC un informe con sus aprehensiones sobre la experimentación con la ingeniería genética, donde mencionaba la leyenda del monstruo de Praga para ejemplificar sus puntos. Allí encontramos una comparación directa con la novela de Mary:
"A semejanza del cuento sobre el aprendiz de brujo o el mito del Gólem, creado de polvo inerme por el Rabí Yehudah Loew de Praga (el Maharal) en el siglo XVI, el relato sobre el monstruoso Dr. Frankenstein nos recuerda la dificultad en reparar una situación cuando un ser concebido como beneficioso se revela finalmente como destructor. De hecho, cada uno de esos relatos exhibe una punzante ironía: justamente cuando nos proponemos incrementar nuestro control del mundo, corremos el riesgo de reducirlo. Los productos artificiales creados con ese propósito pueden volverse contra nosotros y dañarnos: el esclavo puede convertirse en amo".
El rabino Loew y el gólem, en la película de Paul Wegener de 1915. La sola imagen tiene semejanzas icónicas y narrativas evidentes con las representaciones de Víctor Frankenstein y su monstruo. Fuente imagen: Taringa!
LA SINIESTRA LEYENDA DEL HOMÚNCULO DE MAIMÓNIDES
Una ruda combinación entre las tradiciones alquímicas para crear homúnculos y las creencias golémicas judías buscando la chispa de la vida, confluyen en la leyenda de la criatura que el maestro Maimónides habría creado en su época, y cuyas semejanzas con el relato de Frankenstein son innegables, recordando mucho al pasaje en que éste decide destruir el cuerpo de la compañera que el monstruo le ha exigido hacer para él.
Nacido en Córdoba en 1138, Moses ben Maimon, más conocido como Maimónides, fue un prestigioso y reputado  médico, rabino y teólogo de la comunidad judía sefardí al-Andalus, en España. Fue autor de una extensa obra filosófica y poética, además de practicante de la cabala, influyendo incluso en el pensamiento cristiano y árabe. Falleció en Egipto, hacia fines del año 1204, con una fama luminosa que contrasta con la oscuridad de la historia que le adjudica su leyenda.
Esta interesante historia aparece descrita, entre otras fuentes, en el libro "Tree of souls: the mythology of judaism" y "Lilith's cave: jewish tales of the supernatural", de Howard Schwartz. Dice la tradición del folklore judío, pues, que Maimónides tuvo acceso a los máximos conocimientos talmúdicos y los secretos hebraicos mejor guardados por las castas rabínicas, llegando incluso a probar con la búsqueda de la cura de todas las enfermedades. Su área más destacada fue la de médico, siendo solicitado -como toda una eminencia- por importantes autoridades de entonces.
La fama atrajo a muchos que quisieron se alumnos del maestro, pero éste parecía resistirse a la posibilidad. Un día, sin embargo, un muchacho londinense de acomodada familia llegó hasta él en Córdoba, fingiendo ser un mendigo y no saber hablar. Logró conmover a Maimónides y éste lo aceptó en su casa, para que sirviera en labores domésticas a cambio de cobijo y alimento. La intención del chico, sin embargo, era aprender de los procedimientos y conocimientos de su patrón, accediendo a su laboratorio y archivos cuando el maestro le solicitó ser también su ayudante. De esta manera, el chico fue empapándose de los conocimientos del médico, con acceso a su biblioteca y estudios, mientras simulaba todavía ser mudo.
Un día de aquellos, un distinguido señor español comenzó a enfermar, pasando por estados de frenesí y de agotamiento extremos. Ningún médico pudo socorrerlo hasta que llamaron a Maimónides, quien, luego de examinarlo meticulosamente, concluyó en que el paciente tenía un gusano en el cerebro. Debía practicársele una trepanación y extraerlo a la brevedad, o moriría. Luego de algunos trámites y discusiones, logró convencer a los encargados de esta tarea y así regresó a buscar su instrumental médico, para iniciar la intervención.
De regreso en la casa del enfermo, le hizo una incisión en la cabeza, logró abrir una ventana hacia su cerebro y allí, justamente, estaba el gusano retorciéndose en la materia cerebral. Su discípulo inglés, sin embargo, no soportó la presión y trató de detener a su maestro, manifestándose temeroso de que matasen al hombre en semejante trabajo de extracción, en ese momento. Maimónides se sorprendió al advertir que su asistente hablaba y lo había estado engañando en todo este tiempo. El chico le pidió disculpas, le dijo que daría las explicaciones correspondientes, pero que por ahora lo importante era no arrancar al gusano, o mataría la paciente. La técnica correcta, le decía el joven, era una que había leído en los propios trabajos de Maimónides: acercar una planta y que el gusano subiera solo a ella, abandonando la cabeza del enfermo.
Así lo hizo el maestro, y el paciente se salvó. La hazaña le valió ser nombrado médico oficial de la corona y, lejos de enemistarse con su discípulo, el sinceramiento entre ambos estrechó sus relaciones, dedicándose a trabajar juntos desde allí en adelante, no sólo en temas de medicina. El rabino realmente veía en él al sucesor de sus conocimientos galénicos, llegando a manifestar una admiración por sus capacidades.
Un día, Maimónides decidió revelarle un secreto a su discípulo, y puso en sus manos un antiguo ejemplar del "Libro de la Creación" ("Sefer Yetzirá"), explicándole que ahí estaba la clave de un experimento que jamás se había aventurado a practicar, relativo a la resurrección de un ser viviente. Consistía en quitar la vida de un hombre, cortarlo en pedazos, ponerlos en un gran envase de vidrio hecho al vacío y aplicar sobre él sustancias sacras como el Bálsamo de la Inmortalidad y savia del Árbol de la Vida, cuya obtención era secreto de altos rabinos, solamente. Luego de nueve meses, tiempo de gestación de una vida humana, el cuerpo renacía pero en una forma nueva, invulnerable e inmortal.
Ambos hombres quedaron cautivados por la lectura y la descripción del procedimiento, y comenzaron a pensar en la posibilidad de llevar adelante el experimento. La propuesta fue convirtiéndose, así, en algo seguro, hasta que llegaron al convencimiento de que debían tomar los riesgo y ejecutarlo. No sabiendo decidir cuál de los dos debía ser el elegido para el sacrificio y resurrección, dejaron el asunto al Ángel de la Muerte: tocaron el Pergamino Sagrado y lo invocaron... Y la muerte escogió al joven discípulo, haciéndolo caer fulminado al instante.
Venciendo las sensaciones de congoja y temor, Maimónides destrozó el cuerpo y lo arrojó al gran contenedor, siguiendo el procedimiento preestablecido en el "Libro de la Creación". Cerró las puertas de su laboratorio por los próximos meses, guardando silencio y conteniendo su curiosidad. Sólo al cuarto mes tuvo fuerzas para entrar otra vez y ver cómo iba el proceso, poseso por el deseo de ser testigo de lo que sucedía. Grande fue su asombro al ver que los restos iban recuperado forma dentro de ese acuario, como si volviesen a armar un ser humano. Regresó en el quinto mes, y ya podía distinguir la silueta humana esbozada en ese caldo orgánico; el el sexto, pudo ver los nervios y las venas; al séptimo, órganos palpitantes, los músculos y sus movimientos.
Fue entonces cuando el remordimiento y el pánico -al igual que sucede con Frankenstein en la novela- comienzan a apoderarse de Maimónides, ante las consecuencias de lo que esta experiencia podría acarrearle al mundo:
"¿Qué clase de horrores aguardarán a la especie humana si dejo que esto madure? Si acaso este hombre inmortal, con todo su poder, vagase entre sus hermanos, ¿será endiosado y venerado, mientras que la santa revelación y las Leyes de Moisés acabarán siendo negadas con el tiempo, hasta ser olvidadas por completo?
Conceptualmente, su temor era sospechosamente parecido al que proclama Víctor Frankenstein en las Islas Orcadas, cuando decide destruir el cuerpo de la compañera del monstruo, según el libro de Mary Shelley:
"¿Tenía yo derecho, en aras de mi propio interés, a dotar con esta maldición a las generaciones futuras? Me habían conmovido los sofismas del ser que había creado; sus malévolas amenazas me habían nublado los sentidos. Pero ahora por primera vez veía claramente lo devastadora que podía llegar a ser mi promesa; temblaba al pensar que generaciones futuras me podrían maldecir como el causante de esa plaga, como el ser cuyo egoísmo no había tenido reparos en comprar su propia paz al precio quizá de la existencia de todo el género humano".
Finalmente, atormentado por el temor en el octavo mes, Maimónides se acerca a la criatura en gestación, mirándola de frente. Entró en pánico al ver el rostro casi completo del homúnculo dentro del contenedor, que entre fluidos y burbujas le miró y le sonrió de forma diabólica, descontrolándolo. El maestro huyó presa del pánico, preguntándose, al igual que lo hará Víctor Frankenstein, sobre qué es lo que ha hecho al desafiar a Dios.
Tras unos días de encierro y angustia, Maimónides decidió informar con toda honestidad de lo que sucedía al Consejo de Rabinos, cuyo tribunal le exigió acabar con la criatura en gestación, amparados en los Salmos y en la definición de lo que es abominable a los ojos de Dios. Así, justo en el noveno mes y evitando ser culpable directo de un crimen, Maimónides soltó un perro y un gato dentro de su laboratorio, para que en la revuelta derribaran todos los objeto quebradizos y el pedestal que sostenía al acuario del homúnculo. Éste cayó desparramado al suelo, y el maestro lo sepultó inmediatamente en tierra. Después, quemó el volumen de instrucciones del "Libro de la Creación".
Sin embargo, nada lo libró del escarnio de sus pares y los rabinos siempre reprocharon su desafiante audacia, lapidando su prestigio como médico. Para evitar los rigores de la corte rabínica por prácticas oscuras y hechicería, escapó a El Cairo, donde terminó su vida difícilmente, acosado por las acusaciones de gentiles y de los propios judíos en su contra.
Cabe señalar que es muy posible que, si acaso no fue por su propia erudición, entonces pudo haber sido por las aficiones intelectuales de Lord Byron y del propio Percy Shelley, que su esposa Mary conoció en su juventud esta clase de historias del folklore judío, antes de escribir la novela de Frankenstein.
El maestro rabínico Maimónides (1138-1204).
MUERTOS VIVIENTES Y RESURRECCIÓN DE CADÁVERES
El mismo tema de la vida artificial lo toca Goethe en "Fausto" con la creación de un ser homúnculo, y aparece en leyendas sobre seres resurrectos de tradiciones de esclavos afros en América, como los zombies del vudú y hasta entre los mapuches en Chile. Todos estos temas estaban en la sobremesa de la intelectualidad de entonces.
El Frankenstein literario tiene mucho de este terror a los muertos revividos, que se extendió hasta la época de la literatura victoriana, pero la característica se ha ido perdiendo con las representaciones posteriores, especialmente por el énfasis que se coloca en que el monstruo, más que un resucitado, sea una nueva vida hecha a partir de los restrojos de la muerte, en el mencionado sacrilegio de "jugar a ser Dios".
Las historias de zombies, ritos vudús, canibalismo y magia negra tribal también eran conocidas en Europa gracias a los agregados diplomáticos y grandes exploradores, que llegaban con anécdotas que causaron asombro y que motivaron más de alguna obra literaria posterior.  Las noticias que venían desde el Nuevo Mundo -más de una vez aludido en la obra de Mary- aumentaban el interés, la curiosidad y la imaginación sobre esta clase de prácticas. En 1697, por ejemplo, Pierre-Corneille de Blessebois publicó su último libro titulado "Le zombi du Grand Pérou, ou la comtesse de cocagne", aunque su zombie es descrito en forma muy abstracta, pareciendo más bien el fantasma descarnado de un muerto.
Por lo anterior, es muy probable que Lord Byron y sus ancestros viajeros hayan sido buenos conocedores de  estos temas sobre cadáveres vivientes o seres que perdían su alma por voluntad de un practicante de artes mágicas oscuras. Parte del interés por el tema venía de la mano del mesmerismo, la ciencia del "magnetismo animal" propuesta hacia la segunda mitad del siglo XVIII por el alemán Franz Mesmer, y según la cual un ser podía influir en el comportamiento de otro a través de lo que hoy conocemos como sugestión e hipnosis.
Posteriormente, el explorador y ministro representante Spenser Saint Jones, mientras vivió en Haití, solía llegar a Londres con historias y objetos varios extraños traídos desde aquellas tierras de hechicería y prácticas macabras. Tomando el tema de la resurrección de muertos, Edgar Allan Poe escribió "La caída de la casa Usher" en 1839 y "La verdad sobre el caso del señor Valdemar" de 1845. Años después, Ambrose Bierce continuó con el tema en "La muerte de Halpin Frayser", de 1893. Esta obra, en cierta forma, cerró la presencia literaria de los muertos vivientes del siglo XIX, cadena iniciada precisamente por Mary Shelley con su libro sobre Frankenstein.
La cultura zombie, tan de moda en nuestros días, da por entendido que el retorno de un ser humano a la vida es un riesgo: la criatura sólo retorna a la animación, más no a la vida propiamente dicha. De ahí que tenga algo de gólem: sigue siendo un cadáver, sin consciencia, sin ética, sin humanidad. Y a pesar de no haber estado particularmente orgulloso de estos escritos, H. P. Lovecraft puso en el clímax casi demencial del terror a la resurrección del cadáver que regresa sin alma, en su relato "Herbert West: Reanimador". Ya en nuestra época, Stephen King se vale del tema del resucitado sin alma para construir la pavorosa historia de "Pet Sematary" ("Cementerio de mascotas").
Cabe señalar, además, que cierto temor a la resurrección de muertos que fueron malvados en vida, asustó a muchos elementos conservadores de la sociedad de principios del siglo XIX, cuando comenzaron a practicarse experimentos públicos de electrificación de cadáveres de asesinos ejecutados, que realmente aparentaban devolverlos a la vida, como veremos más abajo. Este temor fue irritado al extremo en el filme de terror "Viernes 13, Parte VI: Jason vive", de 1986, en donde el criminal de la franquicia resucita por la caída de un rayo sobre un barrote que le han clavado en el pecho a su cuerpo descompuesto y profanado. A partir de entonces, el asesino Jason Voorhees con su famosa máscara de hockey, pasó a ser una especie de zombie estéticamente muy parecido en su lentitud, movimientos, altura y aspecto harapiento a las caracterizaciones del monstruo de Frankenstein en el cine clásico.
La criatura imaginada por Mary, sin embargo, está lejos de parecerse a las imágenes de los cadáveres vivientes que hoy tenemos a la vista en las películas de zombies y muertos vivientes en general: seres sin razón, de andar torpe, medio descompuestos, caníbales... Por el contrario, era extraordinariamente ágil y veloz, además de inteligente, como tuvimos oportunidad de verificarlo en la primera parte de esta doble entrada.
"Un cadáver galvanizado". Ilustración de Henry R. Robinson de 1836, en Washington D.C., alertando sobre poderes siniestros y diabólicos que rondan en la "resurrección" de cadáveres por las prácticas del galvanismo.
¿ALUSIONES A UNA ROBÓTICA PRIMITIVA?
El asunto de crear vida artificial es amplio y ha tocado muchas leyendas del mundo. Se relaciona mucho con la denuncia del "jugar a ser Dios"que aparece en el libro de Mary Shelley. Hay otro contexto de su época que podría tener influencia en la inspiración del libro.
Allí dice la autora que el protagonista, Víctor, ha leído mucho a San Alberto Magno, por ejemplo, a quien una leyenda le atribuye la creación de un famoso robot del siglo XII que era capaz de abrir las puertas de su celda e invitar a la gente a entrar.
A mayor abundamiento, el supuesto autómata de San Alberto Magno estuvo haciendo labores de sirviente por cerca de 30 años, según la misma leyenda hasta que su compañero de claustro y colega, Santo Tomás de Aquino, lo destruyó a martillazos. Unas versiones dicen que acabó hecho añicos por un ataque de ira del santo contra el autómata, y en otras porque creía que se trataba del Diablo en persona. También dice la creencia que Alberto Magno había hecho una famosa "cabeza parlante" de mujer, que era capaz de mover la mandíbula y contestar preguntas con algún mecanismo desconocido, probablemente valiéndose de algún ventrílocuo que formaba parte de las presentaciones.
Alquimistas, homúnculos y autómatas encuentran puntos de contacto en la literatura que la obra le adjudica al joven Víctor. La relación del gólem con el concepto robótico y la creación de la vida, además, ha sido abordada por interesantes trabajos como el de Norbert Wiener, de 1964, titulado "Dios y Gólem Sociedad Anónima", donde revisa la relación humana con las tecnologías y las implicaciones morales que esto podría acarrear a niveles políticos y hasta religiosos.
En el sentido golémico y "robótico", sin embargo, no cabe duda que la representación antológica del monstruo de Frankenstein por Boris Karloff, a pesar de haber sido tan libre con respecto a la descripción del engendro en el relato, es la que mejor asumió y retrató tal característica. Cierta propuesta para la interpretación, de hecho, sugiere que el monstruo representaría el viejo temor de la tecnología se salga de control y adquiera voluntad propia en contra de los intereses humanos, violentando las famosas tres Leyes de Asimov ("Runaround", 1942). Esto sacaría al monstruo de la asociación al tema zombie o resurrectos, para acercarlo más a la imagen de un HAL 9000 en el filme "2001: Odisea en el Espacio", o bien los imparables cyborgs de "Terminator" y sus secuelas.
Cierto documental sobre folklore de vampiros, han propuesto también que el contenido de "Frankenstein; o, el moderno Prometeo" e incluso el mal sueño de Mary que incluyó en parte de la obra (ver más abajo), pudo estar inspirado también en algo tan concreto como la impresión causada en Europa por los extraordinarios autómatas que causaron sensación en esos años, especialmente los del ingeniero Pierre Jaquet-Droz y su familia, actualmente en el Musée d'Art et d'Histoire de Neuchâtel, Suiza. Provocaron asombro y hasta pánico en su época, cuando comenzaron a ser expuestos de manera itinerante a partir de 1774, debutando en la exposición de La Chaux-de-Fonds. Corresponden a tres robots mecánicos aún funcionales y que son capaces de desempeñar una rutina perfecta cada uno, llamados "La Pianista""El Dibujante" y "El Escritor", por las tareas que ejecutan, respectivamente.
Los autómatas de los Jaquet-Droz son mecanismos tan precisos y complejos que incluso imitan movimientos de ojos y respiración. Aún asombran a los visitantes del museo suizo, y hasta hay que cambiarles sus prendas cada cierto tiempo, porque se desgastan con el tiempo y los movimientos de cada autómata.
Existía otro increíble autómata "escritor" hecho por su colega Friedrich von Knauss, además de un personaje que tocaba las campanas en la Catedral de Burgos, apodado el Papamoscas, reemplazado por un mecanismo nuevo en el siglo XVIII. De la misma época era "El Turco", de Wolfgang von Kempelen, que hacía exhibiciones en ferias y salones jugando ajedrez.
Hay un punto de contacto entre las posibilidades de que la obra de Mary haya tenido alguna inspiración con los autómatas que estaban de moda en aquella centuria: en 1790, François-Félix Nogaret había publicado un trabajo de sátira política y científica titulada "Le Miroir des événements actuels, ou la Belle au plus offrant", en donde un inventor de apellido Frankénsteïn creaba un autómata de tamaño natural, con mensajes que guardan relación con el revolucionarismo francés varias veces aludido en el texto del Frankenstein de la autora inglesa.
Los autómatas de Jaquet-Droz. Fuente imagen: Proyectoidis.org.
EL CASTILLO DE FRANKENSTEIN Y LOS EXPERIMENTOS DE DIPPEL
En Suiza existe el hermoso castillo en ruinas, a unos 5 kilómetros de la ciudad de Darmstadt, que mandó a construir Lord Konrad II en el siglo XIII, sobre lo que se cree fue un castillo anterior sobre el mismo monte, aunque no hay mucha evidencia de ello. Dado que el aristócrata empezó a firmar desde entonces como Konrad II von und zu Frankenstein, a partir de 1252, el lugar fue llamado Castillo de Frankenstein, manteniendo el apellido. La magnífica fortaleza alguna vez llamó la atención de las crónicas del célebre cazador de fenómenos Robert L. Ripley, y sigue siendo una importante y cotizada atracción turística local, con un restaurante propio inaugurado en 1968.
Lord Konrad II fue fundador, también, del Señorío Imperial Libre de Frankenstein o Franckenstein de Franconia, cuya jurisdicción se sometía directamente a la autoridad imperial, ostentando posesiones en Nieder-Beerbach, Darmstadt, Ockstadt, Wetterau y Hesse, entre otras. Cabe recordar que, desde el siglo anterior, existía ya en Alemania el Castillo de la Villa Frankenstein, de Rhineland-Palatinate, localidad que también podría estar relacionada con la famosa "Novia de Frankenstein" (Bertha Seckel geb Frankenstein, fallecida en febrero de 1863) del Patio de los Disidentes del Cementerio General de Recoleta, en Santiago de Chile, que carga con su propia leyenda.
Tras una alianza con los Condes de Katzenelnbogen, estos comenzaron a ocupar el castillo a fines de su primera centuria y por un par de siglos más. El edificio fue separado después en dos partes, para dos familias de los Frankenstein. Pero, como los herederos eran fervorosos católicos opuestos a la reforma religiosa, decidieron dejar la propiedad en el siglo XVII, poniéndola en venta y siendo adquirida por el Condado de Hesse-Darmstadt, que lo dispuso como hospital y albergue.
Pocos años más tarde, en el Día de San Lorenzo de 1673, nació y ocupó el castillo el filósofo, químico, alquimista y médico alemán Johann Conrad Dippel, famoso teólogo calvinista de la época, aventurero y viajero, discípulo del movimiento pietista de Philipp Jakob Spener. Publicando bajo el pseudónimo de Christianus Democritus, Dippel tenía ciertas visiones controversiales sobre el papel de la religión en la sociedad, y más de una vez se vio inmiscuido en polémicas con las autoridades del clero. Incluso fue expulsado de la Universidad de Giessen, por su defensa de los trabajos de Paracelso ante sus académicos, lo que inevitablemente nos lleva a sospechar de cierta semejanza con el personaje de Frankenstein.
Viviendo la mayor parte de su vida en el castillo, allí encontró un espacio de libertad para sus trabajos químicos y alquímicos, lejos del escrutinio inquisitivo. Un día de esos, sin embargo, manipulando explosivos hizo volar parte de edificio, causando daños en la torre principal. Dippel también estudió las propiedades antisépticas del aceite animal, produciendo una variedad que lleva su apellido.
Fuera de lo anecdótico, sin embargo, había una serie de leyendas oscuras sobre lo que Dippel realmente hacía en los oscuros salones del Castillo de Frankenstein, en particular sobre trabajos de necrología, de los que -se sabe- era un practicante. De alguna manera, el personaje era visto dentro de esta misma actividad como una suerte de Leonardo da Vinci realizando estudios de anatomía a partir de cadáveres, pero en versión oscura y siniestra, que es inevitable relacionar con los experimentos que Víctor Frankenstein desarrolla para llegar a la creación de su monstruo.
A mayor abundamiento, y quizás formando parte de los antecedentes del galvanismo (ver más abajo), decía la creencia popular que Dippel realizaba en esas dependencias macabros experimentos tratando de devolver el alma a fallecidos o bien tratando de intercambiar el alma entre dos cuerpos. También habría desarrollado químicos que buscaban extender la vida humana, en busca de la inmortalidad. No hay pruebas concretas ni detalles de estas prácticas, sin embargo, aunque es conocido que fue expulsado de Darmstadt precisamente cuando las autoridades se enteraron de lo que estaba realizando allí y de su adicción a la alquimia, marchándose y falleciendo así en el Castillo de Wittgenstein, en North Rhine-Westphalia.
Todo sugiere, entonces, que el David Christianus que se describe en algunas reseñas sobre alquímica y cabalismo, mismo que habría obtenido homúnculos a partir de la fertilización de huevos de gallinas, habría sido Dippel, con su alias Christianus Democritus, realizando sus experimentos en el Castillo de Frankenstein.
Dippel se sentía tan asociado al castillo que firmaba con el adendo "Frankensteinensis". No parece coincidencia que el personaje de la obra literaria tenga el mismo apellido del castillo y se haya hecho la mima fama de Dippel, por lo tanto, según hacen notar escritores como Florescu. El desafortunado médico pasó parte de sus últimos años tratando de comprar el Castillo de Frankenstein, ofreciendo una fórmula para obtener la Piedra Filosofal como pago, pero nunca consiguió tentar a los propietarios.
Es tema de discusión el cómo llegó a conocimiento de Mary Shelley la historia de Dippel y su leyenda negra. Mary conocía Suiza, por lo que se cree que, estando allá, se habría enterado de la existencia y visitado el Castillo de Frankenstein en 1814, acompañada por su hermanastra Claire Clairmont y por su futuro marido Percy Shelley, cuando ya se encontraba en ruinas. Para otros, la historia fue informada por el lingüista y mitólogo germano Jacob Grimm a la madrastra de Mary Selley, por entonces traductora editorial. Muchos de los paisajes que aparecen descritos en el libro pueden corresponder a este viaje, justamente, pero Mary habría mantenido en reserva este antecedente concreto del Castillo de Frankenstein para no poner en riesgo los derechos de originalidad de su trabajo.
Una curiosidad para la historia es que, en 1976, soldados estadounidenses destacados en Darmstadt, organizaron una Fiesta de Halloween en el célebre castillo, tal vez conociendo algo sobre sus historias de terror y repitiendo las jornadas del 31 de octubre hasta su retiro zonal, en 2008. Esta celebración parece haber sido una de las principales vertientes para la introducción de la fiesta en Europa, existiendo en nuestros días un gran Festival de Halloween que allí se celebra, año a año... El terror sigue haciendo festejos en este sitio, entonces.
El Castillo Frankenstein de Darmstadt. Oscuro, siniestro y ubicado sobre una colina, en su momento fue el castillo típico de los cuentos de terror. Fuente imagen base: Exploring-castles.com.
EL GUIÑO A LA UNIVERSIDAD DE INGOLSTADT Y LOS ILLUMINATIS
La Universidad de Ingolstadt, creada inicialmente como sostén educacional de la fe católica, es aquella en la que se forma el personaje protagonista del libro y donde se imbuye del conocimiento científico. No está elegida al azar: su escuela de medicina era conocida como una de las mejores del Viejo Mundo, gozando de una gran admiración y connotación positiva hasta pocas décadas antes de que Mary escribiese el libro.
Cuando la autora ya había comenzado a redactar su obra, sin embargo, la célebre universidad fundada en el siglo XV había sido cerrada hacía poco más de 15 años. Por sus salas habían pasado célebres académicos como Johannes Reuchlin, filósofo y profesor de hebraísmo, quien practicaba también la cabala judía, escribiendo una obra al respecto titulada "De arte cabalistica", hacia el año 1500.
Hacia sus últimas décadas, gracias a la irrupción del ilustrismo, tenía una gran influencia en dicha casa el académico alemán de supuesto origen judío Johann Adam Weishaupt, que ejercía allí la cátedra de Derecho Canónico en la segunda mitad del siglo XVIII. Weishaupt, apoyado por el banquero Mayer Amschel Rothschild (nacido Bauer, iniciador del clan familiar Rothschild), había sido el fundador de la famosa sociedad secreta francmasónica llamada como "Los Perfectibilistas", en 1776, más conocida como los Illuminati o Iluminados de Baviera, la salsa de tomates de innumerables platillos conspiranoicos y de historias sobre luchas criptopolíticas en nuestros días, tanto para la fantasía como para fundamento de investigaciones alarmistas.
Se recordará que Mary describe al personaje de apellido Waldman, profesor de química y filosofía natural, con ciertos rasgos de "iluminado" que podríamos presumir relacionados a esta escuela masónica. En un momento, según el protagonista, el maestro hizo la siguiente declaración reivindicando la obra de los mismos autores alquimistas y herméticos que habían cautivado a Víctor en su juventud:
"Los antiguos maestros de esta ciencia –dijo– prometían cosas imposibles, y no llevaban nada a cabo. Los científicos modernos prometen muy poco; saben que los metales no se pueden transmutar, y que el elixir de la vida es una ilusión. Pero estos filósofos, cuyas manos parecen hechas sólo para hurgar en la suciedad, y cuyos ojos parecen servir tan sólo para escrutar con el microscopio o el crisol, han conseguido milagros. Conocen hasta las más recónditas intimidades de la naturaleza y demuestran cómo funciona en sus escondrijos. Saben del firmamento, de cómo circula la sangre y de la naturaleza del aire que respiramos. Poseen nuevos y casi ilimitados poderes; pueden dominar el trueno, imitar terremotos, e incluso parodiar el mundo invisible con su propia sombra".
No sabemos si esta controvertida relación de la universidad llevó a su abrupto cierre en 1800, por  Maximiliano IV, a pesar del inmenso prestigio que tenía en toda Europa esta casa de estudios y de haber resistido exitosamente al movimiento reformista protestante.
La relación de Mary Shelley con los Illuminati es indirecta, pero muy posible: además de existir teorías que adjudican la creación de la secta en la misma ciudad de Ingolstadt, existe la cierta posibilidad de que su marido Percy Shelley, haya sido miembro numerario de primera generación de la misma logia secreta de Baviera. Esto explicaría ciertas inclinaciones intelectuales de la pareja y algunas presuntas prácticas relacionadas con alquimia y artes ocultas, quizás hasta la propia atracción por la escuela del galvanismo, por entonces en desarrollo.
Se recordará, también, que uno de los principios de la sociedad secreta era fomentar la igualdad entre hombre y mujeres, tomando algunos conocimientos de la obra de Agrippa titulada "De nobilitate et praeccellentia faemini sexus", que es considerado uno de los textos precursores del feminismo. Como se ve en el libro, Shelley parece conocer los trabajos de Agrippa. Hay otros alcances políticos que veremos al final de esta entrada.
¿Se estará poniendo del lado de la crítica a los illuminatis la novela de Mary, entonces, al desarrollar en esa ciudad el ejemplo de un caso de desafío a Dios y la naturaleza? No lo sabemos.
Grabado de Johan Adam Weishaupt, fundador de los Illuminatis de Baviera y figura clave el perfil de la Universidad de Ingolstadt, donde Víctor Frankenstein estudió según la novela.
EL GALVANISMO Y LA "RESURRECCIÓN ELÉCTRICA"
En 1791, Luigi Galvani publicó la obra "De viribus electricitatis in motu musculari commentarius", donde hace públicos los resultados y las conclusiones de su investigación de hacía unos 10 años ya sobre las propiedades conductoras de los nervios de seres vivos o muertos, sometidos a contactos eléctricos, lo que se traducía en movimientos espontáneos del cuerpo, particularmente las patas de una rana o las cabezas de bueyes. Esto sería conocido como el galvanismo, en su honor, punto de inicio de la electrofisiología, que dejaría atrás la creencia de que los nervios sólo servían para transportar fluidos.
Galvani, además, creía que existían una "electricidad animal" que daba el ánimo de la vida a cada criatura, por lo que supuso que podría llegar a desarrollarse un procedimiento para revivir cuerpos muertos haciéndoles recuperar esa energía, aunque nunca fue categórico en anunciar esta posibilidad como hecho.
A pesar de la oposición de Alessandro Volta a los planteamientos de Galvani y de haberlo corregido adjudicando a los líquidos de la materia orgánica la conducción de la electricidad por las patas de la rana, no a una "electricidad animal", a partir de ese momento comenzaron a aparecer muchos científicos o aspirantes a tales, realizando sus propios experimentos con restos de animales y cadáveres humanos, en universidades y centros de investigación europeos. Era sólo cosa de tiempo para que algunos, con menos escrúpulos, encontraran una veta de fama y utilidades en las exhibiciones.
Mary Shelley conoció de las actividades de un científico autodidacta británico llamado Andrew Crosse, gracias al poeta Robert Southey que era amigo de ambos. Crosse ejecutaba experimentos y luego sesiones de galvanismo "recreativo", es decir, aplicación de electricidad sobre cuerpos muertos que devolvía a los mismos movimientos, convulsiones y hasta muecas faciales que daban apariencia de haber devuelto a la vida el cadáver. En esos años, la electricidad era mal conocida y todavía había ciertas interpretaciones supersticiosas sobre su naturaleza.
Interesados en el tema, los Shelley habían asistido a una sesión de Crosse realizada el 28 de diciembre de 1814, ocasión en que pudieron conocerlo en persona y conversar con él sobre el tema. Crosse, que tenía algo de charlatán también, aseguraba poder crear vida con experimentos que venía desarrollando desde 1807 y que definía como "electrocristalización" de la materia inerte. También aseguraba haber podido crear pequeños seres parecidos a insectos, que sus críticos creían surgidos de huevos depositados en su materia inanimada, ya sea deliberada o accidentalmente. Sus planteamientos se aferraban a mantener la idea de la generación espontánea o arquebiosis, que ya estaba en irreversible retirada gracias a los experimentos de Lazzaro Spallanzani en 1769.
El personaje Víctor Frankenstein pudo haber tenido bastante más de Crosse de lo que parece, pues el científico amateur también tuvo problemas por sus excesos y faltas de límite, por lo que se ganó los reproches de la Iglesia y hasta un exorcismo organizado por autoridades religiosas, debiendo refugiarse en su hogar y adoptar actitudes misantrópicas, rechazando el contacto con el resto, sufriendo una penosa última etapa de vida, hasta el momento de morir enfermo y solitario. Su mansión y refugio en Fyne Court acabó destruida por un incendio, llevándose todos sus archivos y su laboratorio, perpetuando así su oscura fama.
Lo mismo haría en Londres, en 1803, el físico italiano Giovanni Aldini, sobrino de Galvani, al lograr mover las extremidades del cadáver del criminal George Foster, que acababa de ser ejecutado en Newgate como castigo al haber asesinado ahogados a su esposa e hijo. La demostración resultó sensacional y causó asombro en esos años, además de un verdadero shock en el público: el cuerpo se sacudía con un electrodo metido en el recto. Como el cuerpo se agitaba y las manos se movían empuñándose y abriéndose como si estuviesen vidas, mucha gente escapó de la exhibición creyendo que el muerto realmente revivía. Incluso, uno de los presentes se infartó y murió de pánico allí, entre el público.
En 1818, el mismo año en que salía de imprenta "Frankenstein; o, el moderno Prometo", el médico Andrew Ure realizó una demostración en la Universidad de Glasgow revelando estudios que ya venía desarrollando desde hacía un tiempo. Logró reanimar allí el cuerpo de un asesino ahorcado llamado Matthew Clydesdale, durante lo que duró la experiencia. Valiéndose de la electroestimulación muscular, al medio de un auditorio, logró que el fallecido hiciera toda una secuencia de muecas y gestos grotescos, incluyendo una macabra sonrisa cadavérica, gracias a los puntos de contacto que iba dando a sus punciones eléctricas.
Muchos condenados comenzaron a ofrecerse para estos experimentos póstumos con su cuerpo, lo que aumentó la cantidad de espectáculos que estos curiosos científicos podían ofrecer. En parte, los sentenciados a muerte accedían ilusionados con que regresaran a la vida después de su ejecución legal, cosa que nunca sucedió. También estaban los que tenían pánico a la idea de despertarse con las entrañas abiertas en plena disección forense al quedar "mal" ejecutados, como parece que sucedió alguna vez, de modo que la electrocución del cuerpo era su garantía para confirmar que estuviesen realmente muertos.
Como el relato de Mary evita identificar a la electricidad como la energía que se utilizó en la resurrección del monstruo, esta presencia debe ser advertida a partir de la información que va dosificando la lectura. De este modo, en una parte del libro, cuando Víctor se prepara para la creación de la compañera que el monstruo le ha exigido, dice el joven científico:
"Tenía conocimiento de ciertos descubrimientos llevados a cabo por un científico inglés, cuyas experiencias me serían valiosas, y a veces pensaba en solicitar permiso de mi padre para ir a Inglaterra con este fin..."
Por el contexto histórico y la referencia a Inglaterra, ésta parece aludir a los experimentos de Erasmus Darwin. Es conocido que el Dr. Polidori y Lord Byron solían tener largas conversaciones relativas a los entonces novedosos descubrimientos de Galvani y Darwin en el campo del galvanismo, encuentros que Mary Shelley conoció, de modo que el tema y los nombres no le eran ajenos al momento de comenzar a escribir la historia de Frankenstein. Mary lo menciona en la introducción de 1831, aunque no aclara qué clase de experimentos eran los que se discutían en sus círculos y que le sirvieron para la obra. Abuelo del padre del evolucionismo, Darwin fue otro posible estudioso del galvanismo, entonces, además de amigo de Benjamin Franklin, lo que abona a la idea no explícita en el libro, de que Frankenstein se valió de las propiedades eléctricas para dar vida a su engendro.
A la sazón, además, existía un auténtico miedo popular a la electricidad, creyéndose que era obra demoníaca el que pudiese producir sacudidas de cuerpos muertos y que algún día lograría revivir a los muertos, con consecuencias insospechadas, especialmente si se piensa que los experimentos solían realizarse con los cadáveres de peligrosos y despreciables asesinos.
Dicha figura terrorífica ha persistido como argumento en algunas versiones fílmicas de la novela Frankenstein, donde la maldad del ser provendría del cerebro de un criminal que se ha elegido para él. También asoma en otras donde peligrosos robots trabajan con sistemas nerviosos humanos, o bien sobre la fábula de los trasplantes e intercambios de cerebro.
Grabados antiguos mostrando esquemas con pruebas de galvanismo sobre cadáveres humanos. Fuente imagen: Aryse.org.
UNA PESADILLA DE MARY QUE FORMÓ PARTE DEL LIBRO
Durante los días en que aún estaban llevando adelante el desafío presentado por Byron, Mary tuvo una terrible pesadilla tras una de esas noches pensando en cómo dar cuerpo a su obra. Cuando aún no cuajaba una buena idea para comenzar a redactarla, en la casa conversaron aquel día sobre la resurrección de muertos y el galvanismo. Luego, cuando fue a dormirse con dificultad, ella, soñó con un científico que creaba una obra de la que después se arrepentía aterrado.
 La propia Mary recordaría así esta experiencia:
"La idea había tomado posesión de mi mente de tal manera que el miedo recorría todo mi cuerpo como un escalofrío y traté de cambiar las fantasmales imágenes de mi fantasía por la realidad que me circundaba".
El capítulo cuarto, basado en este sueño según su propio testimonio, es quizás el más lúgubre del libro, además del más intrigante y lleno de enigmas, pues retrata los límites morales y conductuales de Víctor Frankenstein en el afán de dar cumplimiento a sus teorías sobre la creación de la vida. Es el momento en que traspasa el límite, el punto sin retorno. Todo el terror del libro fluye desde esta capítulo en adelante, pues corresponde al momento en que el engendro cobra vida.
"Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo".
Es aquí donde se nos aparece la parte más cruda de lo que ha inspirado la pesadilla de Mary, traspasada ahora a su personaje, mientras intenta dormir aquella misma noche terrorífica, tras huir del taller dejando al monstruo:
"Veía a Elizabeth, rebosante de salud, paseando por las calles de Ingolstadt. Con sorpresa y alegría la abrazaba, pero en cuanto mis labios rozaron los suyos, empalidecieron con el tinte de la muerte; sus rasgos parecieron cambiar, y tuve la sensación de sostener entre mis brazos el cadáver de mi madre; un sudario la envolvía, y vi cómo los gusanos reptaban entre los dobleces de la tela. Me desperté horrorizado; un sudor frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes y movimientos convulsivos me sacudían los miembros. A la pálida y amarillenta luz de la luna que se filtraba por entre las contraventanas, vi al engendro, al monstruo miserable que había creado. Tenía levantada la cortina de la cama, y sus ojos, si así podían llamarse, me miraban fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró unos sonidos ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba sus mejillas. Puede que hablara, pero no lo oí. Tendía hacia mí una mano, como si intentara detenerme, pero esquivándola me precipité escaleras abajo. Me refugié en el patio de la casa, donde permanecí el resto de la noche, paseando arriba y abajo, profundamente agitado, escuchando con atención, temiendo cada ruido como si fuera a anunciarme la llegada del cadáver demoníaco al que tan fatalmente había dado vida".
Conviene comentar que uno de los pecados de muchas versiones cinematográficas y obras derivadas del libro que reproducen la historia con más o menos ajuste al original, es que se apoyan excesivamente en este pasaje en específico, en el ambiente lúgubre de celdas y muros de piedras que el relato gótico trae por sí solo, casi antológico en la historia de la cultura terror, pero fallando en cumplir con el preciso ambiente de pesadilla y de pánico que se desarrolla por la autora en torno a Víctor Frankenstein y las circunstancias misteriosas de la creación del monstruo.
La pesadilla de Mary, entonces, le concebir la parte más importante e inolvidable del libro. "Lo que me ha aterrado en mi sueño, aterrará a los demás", diría por entonces la genial chica inglesa.
Retratos de Lord Byron y Percy Shelley.
OTRAS TEORÍAS SOBRE POSIBLES INSPIRACIONES Y CONTENIDOS
Cierta teoría supone que la obra de Mary Shelley es una alegoría de la cuestión social que comenzó con la Revolución Industrial, que se hallaba precisamente en su primera fase cuando escribió el libro.
Lo anterior, podría relacionarse incluso con el nombre de la novela y su protagonista: existía el pueblo de origen alemán llamado Frankenstein, en la actual Polonia, donde la actividad minera implicaba uso de químicos peligrosos en la extracción y amalgamado de oro y plata, provocando problemas de salud de sus habitantes. Llamada actualmente Zabkowice Slaskie, esta ciudad también fue escenario de un macabro escándalo de profanaciones y brujería por parte de sepultureros, a inicios del siglo XVII, que se ha presumido otro aporte al argumento de la obra de Mary.
El monstruo representaría, en esta orientación, a la clase obrera, las clases oprimidas, y el concepto que por entonces había instalado Jean Jacques Rousseau respecto de que "el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe". Así, este contenido político se observa en afirmaciones como la que sigue, de una carta que Elizabeth le ha enviado a Víctor, informándole -entre muchas otras cosas- de Justine Moritz, la criada que la familia ha adoptado, trabajando como sirvienta:
"Las instituciones republicanas de nuestro país han permitido costumbres más sencillas y afortunadas que las que suelen imperar en las grandes monarquías que lo circundan. Por consiguiente, hay menos diferencias entre las distintas clases sociales de sus habitantes, y los miembros de las más humildes, al no ser ni tan pobres ni estar tan despreciados, tienen modales más refinados y morales. Un criado en Ginebra no es igual que un criado en Francia o Inglaterra. Así pues, en nuestra familia Justine aprendió las obligaciones de una sirvienta, condición que en nuestro afortunado país no conlleva la ignorancia ni el sacrificar la dignidad del ser humano".
Parecido es este otro comentario, proveniente del propio monstruo mientras relataba su historia a Víctor:
"Supe del reparto de las riquezas, de las inmensas fortunas y las tremendas miserias; de la existencia del rango, del linaje y de la nobleza.
Las palabras me indujeron a reflexionar sobre mí mismo. Aprendí que las virtudes más apreciadas por mis semejantes eran el rancio abolengo acompañado de riquezas. El hombre que poseía sólo una de estas cualidades podía ser respetado; pero si carecía de ambas se le consideraba, salvo raras excepciones, como un vagabundo, un esclavo destinado a malgastar sus fuerzas en provecho de los pocos elegidos".
Cabe añadir que Mary era hija del escritor y político británico William Godwin, de ideas precursoras del anarquismo y el progresismo científico. Y su fallecida madre,  Mary Wollstonecraft, fue una conocida feminista de la época.
El escritor e historiador Don Shelton, en "The real Mr. Frankenstein", propone que es el médico de cabecera de la familia de Mary, el Dr. Anthony Carlisle, quien ha sido la principal inspiración de la escritora para describir a Víctor Frankenstein. Incluso supone que en la revisión de la edición de 1831, Mary omitió muchos detalles relativos al armado del monstruo a partir de restos de cadáveres, priorizando el asunto de la resurrección por aparente uso de electricidad, para evitar suspicacias sobre los trabajos de Carlisle, implicándolo por entonces recientes casos de profanaciones y robos de cadáveres desde los cementerios.
Lo anterior, explicaría también el grabado que iba acompañando a esta segunda edición, en donde se ve el momento en que el enorme monstruo despierta mientras Víctor abandona la habitación asustado. A los pies del monstruo se encuentra un esqueleto, al parecer también de tamaño gigante, y atrás de él se distingue lo que parece ser una gran batería de Volta o un equipo de electrodos.
El investigador Juan Mari Barasorda también hace una descripción sombría y lúgubre sobre el barrio londinense de la infancia de Mary Shelley, cuando la familia vivía sobre la librería de Skinner Street, que podría haber aportado en las ideas, temáticas y ambientes que se hallan en la novela:
"Era un barrio repleto de carnicerías, prisiones y librerías. De noche, los carniceros troceaban vacas y cerdos entre los terribles chillidos de los animales. La sangre cubría las aceras y solo desaparecía entre la bruma y la sempiterna lluvia del amanecer. De día, era habitual ver a los condenados en Old Bailey camino de la horca entre la algarabía del público. La ventana de la habitación de Mary Godwin ofrecía a diario el espectáculo en directo de animales desmembrados, hígados y corazones pasando de mano en mano y condenados suplicando clemencia hasta el segundo anterior en que su espinazo crujía y su cuerpo bailaba al son de la horca. Los cuerpos de los colgados podían ser recogidos y conducidos a los sótanos del Real Colegio de Cirujanos para realizar experimentos de anatomía. La eterna curiosidad de Mary Godwin la impelía a asistir desde su ventana al diario espectáculo de un guiñol sangriento e interminable, y sólo los libros eran un refugio permanente para su mente inquieta. Los libros y la gratificante compañía intelectual de los amigos de su padre".
Existe otra interpretación, según la cual el monstruo es un símbolo creado para representar los terrores de la época con respecto a la maternidad, advirtiéndose que Mary había nacido en forma complicada, con un parto difícil que terminó siendo la causa de muerte de su madre.
A su vez, Mary tuvo un hijo prematuro en febrero de 1815, fallecido dos semanas después. En aquella ocasión, su relación de amoríos con Percy habría estado al borde de naufragar, pues éste acababa de tener un hijo con su esposa legítima, apartándose de ella y del niño enfermo, además de iniciar lo que parece haber sido una corta pero sórdida relación con la hermanastra de la autora, lo que claramente debió ser un trauma para ella.
También se ha propuesto que Frankenstein alegorizaría el resultado de la orfandad en un ser humano, pues debe recordarse que la autora perdió tempranamente a su madre y vivió una niñez con algunas sombras de soledad. Su padre se apartó algún tiempo de ella al descubrir sus aventuras con Percy, negándose a ayudarla en momentos de apremios económicos de la pareja.
Así pues, han pasado 200 años desde que Mary Shelley concibió su extraordinaria obra "Frankenstein; o, el moderno Prometeo", y a pesar del tiempo transcurrido sigue siendo estudiada, analizada y generando nuevas interpretaciones o teorías sobre este clásico de culto de la literatura terror.

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