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"JAVO RIVERA Y LOS TRES DE LA ORDEN": COMENZÓ LA SAGA DE UN NIÑO CHILOTE

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El Dr. Héctor Olmedo Gutiérrez me ha hecho llegar, generosamente, un ejemplar de su ópera prima: "Javo Rivera y los tres de la orden", libro salido de imprentas recién el año pasado y con sello de Editorial Santa Inés. Cerca de 120 amenas páginas para lo que, claramente, se vislumbra como el inicio de una saga. De hecho, su autor lo anuncia en la propia solapa del libro: primero de una trilogía, aunque sospecho que podría dar para más que sólo tres hitos.
Oriundo de Valparaíso, cirujano de profesión y deportista por afición, Olmedo Gutiérrez se anota otra actividad en su hoja de vida que aún no llega a los 40 años, con este interesante debut literario. La historia, según confiesa, surge de un relato concebido para entretener a su hijo mayor Javier, desde donde se fue convirtiendo en una trama y un buen argumento para novela. Se podrá imaginar el resto y cómo llegó a convertirse en libro.
Aunque está lejos de ser una obra densa o demandante para el lector, me di el tiempo correcto para leer este trabajo, durante este verano, con menos distracciones alrededor. Creo haber hecho lo correcto.
Hugo Olmedo Gutiérrez, el autor.
La obra se desarrolla en un gran escenario encantado por sí mismo, inagotable para la fantasía y las evocaciones arcanas combinadas con la historia: el Archipiélago de Chiloé. Noto cierta pasión geográfica del autor por los sitios donde va deslizando su relato, por cierto, aderezando con varias notas a pie de página para ubicar espacialmente la toponimia mencionada en su obra.
Javier Rivera, nuestro Javo, es un personaje singular. No es el travieso incorregible tipo Tom Sawyer, ni el geniecillo "viejo chico" tipo Harry Potter, resultando muy diferente a algunos estereotipos con los que, muchas veces, se presentan a protagonistas infantiles en la literatura. Pero tampoco es un niño común y corriente, para nada: aparecido de bebé abandonado en un bote, en una noche de truenos y tormenta de isla Caguache, el pequeño Javier carga con sus propios secretos y misterios, unos resueltos en la obra y otros pendientes aún de revelar, nos parece.
El relato central se desencadena con un hallazgo, en un imaginario internado de Castro donde está alojado el protagonista: un símbolo Tau de oro, la famosa cruz "T" de la Orden de San Francisco de Asís, que deja intrigados a Javo, a los demás muchachos del albergue y al Padre Rodrigo a cargo de ellos, a quien le revelan el descubrimiento al día siguiente involucrándose directamente en el desarrollo de la narración, desde este momento en adelante.
No quiero cometer infidencias con relación a lo que podrá encontrarse en las páginas que siguen a estos eventos iniciales, pero el asunto va tomando un tinte más sombrío al avanzar la obra, remontándose a sucesos de hace casi un siglo y la extraña desaparición de un sacerdote. El propio internado se torna oscuro y cargado de enigmas, cuando los niños comienzan a esculcar en antiguos archivos, comprendiendo que están siendo alcanzados por el misterio de algo mayor y que da cuerpo argumental al libro: el recuerdo de un trío de sacerdotes franciscano llegados a Chiloé desde Cádiz, España, conocidos como los "Tres de la Orden", que se vieron involucrados con las intrigas siniestras de la célebre secta de brujos de la Recta Provincia, que existió en la isla entre fines del siglo XVIII y hasta principios del siglo XX, como se sabe... Y, para peor, en el internado han comenzado a suceder cosas extrañas similares a las que hacía tantos años antes, en 1919, costó la vida a inocentes y por acción maléfica de los brujos.
El símbolo de la Tau.
Mi impresión de que el libro empieza con un enfoque casi dirigido a niños, como lo haría cualquier relato infantil o juvenil, pero avanza hasta concluir en lo que es, ciertamente, una obra estructurada también para la lectura más adulta, sin perderse los rasgos de fantasía y asombro. Hay una equilibrada dosis de imaginación literaria contra la leyenda conocida, y muchos podrán reconocer aspectos históricos reales relativos, por ejemplo, a la mencionada Recta Provincia y los escenarios geográficos, combinados con otros originales como el desarrollo de los relatos folklóricos, alusiones a tradiciones franciscanas de la isla o el mismo contexto de los chiquillos en su albergue escolar.
Héctor reconoce esta mixtura entre fantasía, leyenda y realidad. Esto se nota, por ejemplo, en un interesante pasaje donde se describe el origen de la Recta Provincia a partir del enfrentamiento de los míticos personajes (la hechicera Chilpilla y el piloto Moraleda). La descripción del internado de niños está basada en una residencia universitaria donde vivía el autor cuando se hallaba ya en Santiago. Otros fragmentos están inspirados en el célebre proceso que se llevó contra los brujos de Chiloé, aunque insisto en que prefiero reservarme los detalles para que los encuentre y disfrute el lector hasta el final.
Por "Javo Rivera y los tres de la orden", entonces, asoman por el hilo narrativo de doble temporalidad (en presente y en pasado), alusiones y atracciones de los misterios profundos de Chiloé, la inocencia de la edad temprana y los terrores de maldiciones o leyendas de la brujería más siniestra; el pasado hechicero de Quicaví, criaturas mitológicas, el "Caleuche", la Noche de San Juan, presencias fantasmagóficas, etc.
En fin, me parece un muy buen resultado este libro, no sólo por recoger una temática tan valiosa y a veces reducida a mero atractivo turístico, como es la riquísima mitología del pueblo chilote, sino también por construir un relato inteligente y entretenido tejida con muchos de sus elementos, dando luz a un resultado que recomiendo leer, a adultos y niños... Porque la saga de Javo Rivera, pues, ya ha comenzado.

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