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LA ANIMITA DEL "COLGADO" EXEQUIEL EN UN CRUCE DE TRES TRAGEDIAS EN LAS CONDES

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Aspecto y ubicación originales de la animita de Exequiel, en imagen publicada en 1997 por el diario "La Tercera".
Coordenadas: 33°24'59.67"S 70°32'19.19"W
El barrio que se extiende al Este del Parque de las Casas de Apoquindo, identificado como el vecindario de Colón Oriente, es el lado popular de la más bien acomodada comuna de Las Condes, en Santiago de Chile. Precisamente en el cruce de las avenidas Cristóbal Colón y Padre Hurtado Sur, entre esta última y la calle Zapaleri, se abre una plaza con árboles tan viejos como las demás grevilleas y árboles del paraíso visibles en los bandejones y los bordes de estas mismas arterias.
Hablamos de un sector de la ciudad que, por años ya, parece estar siempre condenado a las incomodidades de trabajos para procurarle mejoramientos y remodelaciones. Hace poco se construyó un gran centro comercial en la esquina Norponiente, que espera su hora de inauguración, y actualmente se ejecutan también obras de pavimentación en el perímetro de la plaza y cambios de colectores de aguas lluvias, casi encima de las animitas de las que acá hablaremos.
Las tres casuchitas son, además de la conocida expresión de fe popular manifiesta en el culto animístico, testimonios de tres grades tragedias sucedidas en diferentes períodos en este cruce de avenidas, a tres jóvenes veinteañeros que también residieron por estas mismas calles. Lucen especialmente bellas en las noches, pues parece que atraen gran cantidad de devotos que les encienden velas, no sólo entre los vecinos inmediatos a la esquina.
La fama de milagrosa de la animita principal, considerada alguna vez como una de las más generosas en favores dentro de todo Santiago, es la que aporta la mayor cantidad de ceras para los candeleros, haciendo singularmente interesante esta rincón santiaguino en horas nocturnas.
El grupo de animitas de Colón con Padre Hurtado, de día y en su ubicación actual.
Las mismas animitas vistas de noche, con velas encendidas.
El árbol original donde se colgó Exequiel y donde estuvo su animita.
El mismo árbol, visto en el sentido opuesto en calle Padre Hurtado.
Vista lateral de la animita de Exequiel, en su ubicación actual.
EL "COLGADO" EXEQUIEL, SU ÁRBOL Y SU ANIMITA
La primera y más importante de estas animitas es la del "colgado" Exequiel, cuya ubicación original no era exactamente aquí, sino al otro lado de la calle y por el lado de Padre Hurtado, casi empotrada contra el antiguo murallón de adobe que recorría el perímetro del antiguo Fundo Santa Rosa de Apoquindo, misma pared que sostenía algunas de las más antiguas placas de agradecimientos para el personaje.
Su posición al pie de un añoso y grueso roble encina no era casual: según las placas que testimoniaban el drama, allí se había suicidado Exequiel Antonio Jilberto Cornejo, el día martes 20 de agosto de 1968, colgándose del cuello con una soga que pasó por las ramas de dicho árbol inclinado. Conocido como "el joven" o "el colgado" entre sus vecinos, al parecer existió hasta un retrato fotográfico de Exequiel entre las placas de agradecimientos, en el pasado, pero que desapareció tragado por el tiempo y el envejecimiento.
El triste suicida vivía esas las casas de Colón Oriente con su familia, la que continuó residiendo en el barrio tras su partida. Tenía una edad indeterminada de entre 20 a 30 años, según las versiones que pueden recogerse, y se comenta que tuvo una existencia atormentada, pasando por una profunda depresión activada por razones que no parecen claras: penas de amor, delirios, alcoholismo. Problemas mentales y dos intentos anteriores de suicidio acompañan su hoja de vida en la tradición oral, además.
De acuerdo a la misma leyenda indagada y comentada por la periodista Patricia Guerra, para una nota cultural del diario "La Tercera" del 21 de agosto de 1997 (al cumplirse 29 años del suicidio), Exequiel habría llegado ebrio a casa, desatándose una gran discusión con sus padres que habría detonado su radical e irreversible decisión. Alcanzó a despedirse de familiares y amigos antes de concretarla, pero, desgraciadamente, nadie creyó que iba a poner fin a su vida... Hasta la mañana siguiente, cuando residentes del sector que iban hacia sus trabajos, lo encontraron colgando del mencionado árbol, muy temprano aquella mañana.
La vecina llamada María Ester Muñoz, residente de las casas ubicadas en frente de los hechos y, por lo tanto, testigo de lo sucedido aquel día de 1968, contaba a la misma investigadora que los perros de esas cuadras aullaron toda la noche en que Exequiel se había suicidado, extendiendo sus lamentos por semanas y meses, inclusive. La vecina rezaba la oración del Credo para calmar los llantos caninos, pues creía que era el Diablo el que podía estar haciéndose presente.
El árbol donde murió Exequiel se convirtió, espontáneamente, en su memorial. El padre del finado iba todos los días a dejarle flores, hasta el día de su muerte a muy avanzada edad, continuando su hermano con esta costumbre en la animita. Estaba acompañado de varias plantas, especialmente cactos, por alguna razón. Al no haber más espacio en el suelo para ellas, sin embargo, le empezaron a colgar modestos maceteros de plástico en el mismo tronco; y al llenarse éste, comenzaron a aparecer plantitas también en dos árboles vecinos de la misma orilla en calle Padre Hurtado, al tiempo que se trataba de mantener bidones y cubetas con agua, para regarlas.
También llamado Toñito por algunos de sus devotos, aludiendo al segundo nombre del finado, el ánima del "colgado" ha sido venerada especialmente por taxistas, choferes de locomoción colectiva, estudiantes y "gente de plata", según declaraba doña Morelia Henríquez en la señalada fuente periodística. "Claro que ellos se camuflan, porque les debe dar vergüenza que los vean", acotaba la antigua vecina del sector.
Muchas cosas cambiaron desde entonces, pero otras se mantienen intactas. Hacia el cambio de siglo, al demolerse la antigua pared perimetral del Fundo Santa Rosa de Apoquindo para ser reemplazada por las rejas del parque y darle un poco más de espacio también a la vereda peatonal, la garita de esta animita, con techo a dos aguas y hasta una pequeña chimenea, fue trasladada completa cruzando la calle, a la señalada posición en el inicio de la plazoleta, en la esquina Suroriente de Colón. Muchas de sus decoraciones, candelabros y placas se mudaron también con este traslado, pudiendo ser reconocibles todavía.
En su nueva ubicación a sólo unos metros de la original, la animita de Exequiel sigue siendo venerada con obsequios, velas y testimonios de "favores concedidos", esta vez bajo la sombra de un llamado árbol del paraíso o de los rosarios, por sus drupas redondas y pálidas parecidas a cuentas. En tanto, el centenario árbol original donde ató la horca con que renunció a la vida, sigue existiendo al otro lado de Padre Hurtado, siendo reconocible por su tronco grueso e inclinado hacia la calzada. Aquellas ramas desde la cual pendía su cuerpo de Exequiel en el aciago día de su suicidio, ya no existen o han quedado muy altas luego de todos los años transcurridos.
Animita de Exequiel, en su ubicación actual. Vista nocturna.
Acercamiento diurno a la misma animita.
Vista nocturna de la animita.
Interior del templete de la animita, en la noche.
Placas de agradecimiento para los "favores concedidos" por Exequiel.
LA DESGRACIA DE PEDRO VARGAS
La segunda animita ubicada en este grupo, acompañando a la Exequiel, es la de una persona llamada Pedro Jaime Vargas Lizama. Está hecha de concreto, de cara hacia Colón al igual que la principal, y ciertamente recibe alguna clase de mantención pues se encuentra en muy buen estado y con pequeñas ofrendas. Es más sencilla en ornamentación, sin embargo, destacando sólo una vetusta cruz de madera, un frasco con flores frescas y algunos muñequitos, reafirmando ese rasgo infantil que se procura siempre a las animitas chilenas.
Tiempo atrás, me costó muchísimo hallar algo sobre la identidad del personaje allí recordado, ya que la animita no entrega más datos que el nombre. Incluso gente joven del sector parece desconocer su tragedia, relacionando su muerte con un accidente de vehículos en esta misma esquina, cosa que no es precisa. La información más certera estaba, pues, en los célebres Archivos de la Vicaría de la Solidaridad, donde se había catalogado este caso como de "abuso de poder", pues se trata de una víctima indirecta del estado político y represivo que se vivía en esos años, en un desgraciado incidente con fuerzas policiales.
En 1988, Pedro era un obrero de 24 años también residente del barrio. Para el día 2 de octubre, el de su muerte, los ánimos de la sociedad estaban bastante crispados: faltaban sólo unos días para el histórico plebiscito que iba a poner fin al régimen militar y cundía cierta paranoia sobre intentos de atentados o acciones políticas violentas de parte de la oposición. Infelizmente, ese mismo día domingo, el hermano de su amigo Marcelo Pacheco había sido asaltado y herido a bala por un delincuente, por lo que el trabajador iba acompañándolo para tomar con urgencia algún taxi o colectivo en un paradero de este servicio, que existía en el sector de Colón con Padre Hurtado, e ir a confirmar así el estado del herido. Haber acompañado a su amigo en tan angustioso momento, iba a ser lo que le conduciría a la trampa de muerte.
Al llegar a una de las esquinas, hacia las 15:15 horas, se encontraron con un furgón de Carabineros de Chile estacionado sobre la acera, con cinco o seis funcionaros en el mismo sitio. Pasaron junto a ellos pero no encontraron taxis disponibles en la parada, por lo que se devolvieron sobre sus pasos volviendo a transitar en sentido opuesto, junto al grupo de uniformados. Al parecer, esta actitud inquieta despertó las sospechas de uno de ellos, quien se acercó a los hombres pidiéndoles identificarse. Lo que sucedió a continuación no está del todo claro ni detallado, pero puede suponerse que habrá comenzado alguna clase de discusión y, por lo mismo, se les ordenó a ambos tirarse en el piso.
Pacheco hizo caso de inmediato, pero no Vargas, quien metió su mano en el bolsillo trasero del pantalón para sacar su cédula de identidad. Lamentablemente, este súbito gesto fue interpretado por uno de los agentes como una amenaza, creyendo que el trabajador sacaría un arma, y así desenfundó rápidamente su revólver de servicio para dispararle a dos metros o menos de distancia.
Desatados los hechos, Pacheco y el herido Vargas fueron subidos al furgón y trasladados desde allí. La víctima falleció en la Clínica Alemana, dos horas después, y su acongojada madre, doña Ana Lizama, interpuso la denuncia correspondiente ante Fiscalía Militar, Rol 24-88, en contra del oficial de Carabineros de Chile que resultara responsable de la infame muerte.
Familiares y vecinos colocaron la animita de Pedro Vargas en la proximidad del lugar donde fuera herido mortalmente, pues hemos dicho que no siempre son instaladas estas en el sitio mismo del fallecimiento del homenajeado, como a veces se cree, sino también en el lugar donde se desató el capítulo de su desgracia (algo que ha sucedido también con otras famosas animitas, como la de Alicia Bon, en Avenida Departamental llegando a Vicuña Mackenna, ya que ella murió tras el ataque en un hospital). Según residentes, además, esta animita habría estado en la esquina opuesta, donde ahora está el flamante mall que aguarda por su apertura, pero en alguna modificación de la vereda fue cambiada a este otro punto del cruce acompañando a la Exequiel.
Vista nocturna de la animita de Pedro Vargas. Atrás, la de Daniela.
Acercamiento al interior de la animita de "Pedrito".
La misma animita, de día.
EL CASO DE DANIELA ZÚÑIGA
Daniela Solange Zúñiga Rojas, nacida el 13 de agosto de 1983 y conocida por sus amigos de la barriada como la Negra Dani y Dannita, tenía sólo 24 años cuando fue alcanzada súbitamente por el dedo de la muerte en estas mismas esquinas. Era una chica muy querida entre los suyos, de pelo y ojos oscuros, recordada como muy simpática y alegre, que había iniciado ya un proyecto existencial con su pareja, un muchacho que reconocía como el amor de su vida.
Su tragedia tuvo lugar en la cruel tarde del sábado 8 de diciembre de 2007, poco después de la hora de almuerzo. Eran los días en que la ciudad de Santiago aún estaba siendo obligada a adaptarse al nefasto Transantiago, y los recorridos de los buses de transporte no eran claros para los peatones, provocando varias situaciones peligrosas e incluso accidentes mortales, como el que costó la vida también a Fabita, otra animita de una atropellada en los primeros meses del nuevo sistema de locomoción y que, dicho sea de paso, hace pocos años fue despiadadamente arrasada de Mapocho por una orden municipal.
Dicen los residentes del sector, pues, que Dani había salido de su casa en el sector de marras, para cruzar entre las esquinas de esta encrucijada de calles. Fue entonces cuando uno de los nuevos buses troncales dobló imprudentemente desde Colón hacia Padre Hurtado, al parecer hacia el Norte, atropellando a la muchacha que justo iba a media calle por el paso de peatones. Parte de la responsabilidad la habría tenido también el tiempo exageradamente corto que los semáforos dan acá a los peatones para cruzar desde una esquina a otra, como escucho que reclama por la gente que consulto, pues se priorizaría en ellos el paso de los vehículos motorizados. El resto del drama de aquel doloroso día, según me lo describen, continuó con las tristes y desgarradoras escenas de sus seres queridos llegando al lugar, alertados por la traumática noticia.
Su animita fue colocada también por familiares y amigos de la víctima. Es, por su origen, la más reciente de las tres que allí hacen presencia espiritual en la esquina, con esperanzas de existencia en un Más Allá. Con un par de imágenes de la muchacha reproducidas en ella, también es la más bella del grupo, abundante en peluches, regalos de cumpleaños, remolinos y muñecos, reflejando mucho el carácter femenino y juvenil de la fallecida. Incluso tiene una mariposa, tradicional símbolo del renacer, hecha con mosaicos tipo trencadís en uno de sus costados.
Tampoco le faltan velas encendidas y ofrendas a este pequeño altarcito para Daniela, en el grupo de altares populares. Alguien colocó en su interior, además, una placa con un retrato suyo y un mensaje que simboliza perfectamente la ausencia que intentan llenar, en parte, estas consternadas animitas urbanas:
"No sabes cuánto te he soñado.
No sabes cuánto he suplicado verte.
Oh, ángel mío,
Dios de mi corazón.
Si supieras cuánto te necesito".
Vista nocturna y con velas encendidas, de la animita de Daniela.
Interior de la animita, con retratos de la muchacha.
La misma animita, vista con luz natural.

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