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El convento y una parte de la iglesia del Monasterio de La Verónica, vistas desde el lago de calle López. Imagen publicada por Lavín en "La Chimba", en 1947.
Coordenadas: 33°25'37.68"S 70°39'26.94"W (ex ubicación)
En la cuadra de calle Aníbal Pinto con Coronel Agustín López de Alcázar, frente a la sede de la popular fábrica de empanadas y pequenes "Nilo" de la esquina opuesta, se encontraba hasta hace poco un antiguo complejo monasterial que albergó por gran cantidad de años al Beaterío de las Monjas Verónicas en el Barrio de La Chimba, en la actual comuna de Independencia. La pala y la picota ya pasaron con fiereza por ahí, haciéndolo desaparecer hasta lo profundo para abrirle espacio a un nuevo proyecto inmobiliario.
Las monjas que ocuparon largamente estas instalaciones y le dieron su nombre eran de la Congregación Franciscana de las Hermanas Verónicas, alusiva a Santa Verónica Giuliani, una célebre abadesa y estigmada italiana de la Orden de las Clarisas Capuchina de los siglos XVII y XVIII, canonizada en 1839. Las hermanas que profesaron en su nombre se caracterizaban por realizar labores sociales por los desposeídos y los sufrientes.
La sentencia final para este añoso complejo fue el terremoto del año 2010, pero el deterioro y el olvido ya venían acosándolo desde hacía mucho tiempo antes, inmisericordes. Como en varios otros casos del patrimonio perdido en Chile, la catástrofe y la naturaleza trágica de nuestro país sólo vinieron a finiquitar un destino o inminencia que ya estaba escrita.
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Fachada y torreta campanario de la capilla, poco antes de la demolición.
ORÍGENES DEL MONASTERIO
La ubicación del edificio y sus claustros era en un sector de La Chimba con notoria influencia religiosa femenina, pues se encontraba cerca de otros monasterios como el del Buen Pastor y el de San Juan Bautista en calles Rivera y Cruz, respectivamente, situación que le permitía al servicio religioso y a los feligreses prescindir de los centros de ejercicio de la fe ubicados más hacia el lado de calle Independencia, en la entonces Cañadilla, como es el caso del Monasterio del Carmen Bajo de San Rafael levantado por el Corregidor Luis Manuel de Zañartu en la tardía Colonia.
El terreno había sido donado originalmente por el mismo Corregidor a esta Congregación de Hermanas Carmelitas Descalzas de San Rafael, que él había establecido en la Cañadilla y en la que se habían incorporado sus dos hijas a tierna edad, en los mismos días en que el irascible Zañartu se jalaba los cabellos con las demoras y motines en los trabajos del Puente de Cal y Canto, su magna obra para la ciudad de Santiago.
Sólo después de la Colonia, ya en el siglo XIX, el mismo terreno fue donado por las carmelitas descalzas a la Congregación Franciscana de las Hermanas Verónicas, a quienes les pertenecería por cerca de un siglo más. Así se hizo construir allí el claustro y la capilla, en un servicio religioso orientado inicialmente a dar cobijo y atención a las niñas huérfanas.
De acuerdo a la información proporcionada por Carlos Lavín en "La Chimba", el beaterío de La Verónica era el segundo más antiguo de los tres del barrio ya mencionados, y se concluyó en este lugar el año 1867, tanto sus claustros como su iglesia, que a la fecha en que escribía el autor (1946) ya era una construcción en estado vetusto. Sin embargo, en el trabajo "Patrimonio Histórico de la Comuna de Independencia" de Magda Anduaga, Patricio Duarte y Antonio Said, publicado por el Instituto de Restauración Histórica Arquitectónica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, se informa que el beaterio fue fundado antes, en 1865, y que éste "fue dotado de una iglesia que dio servicio público desde 1867 bajo la protección de Santa Salomé...".
Curiosamente, se inauguró a ambos edificios en una época en que el barrio conservaba la fama ganada en la Colonia por sus chinganas y fondas de calles como Maruri o Las Hornillas (Vivaceta), entre ellas la famosa Fonda del Arenal de doña Peta Basaure, ubicada a poca distancia del convento, en calle Lastra. Era un folklórico barrio preferido por rotos, vividores y nocherniegos, por lo tanto.
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Vista del frente de la iglesia, desde calle Pinto.
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La grutita del jardín, ya vacía.
ARQUITECTURA Y ESTILO
Instituido por el Arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, se consideraba a este complejo de las verónicas "en el rango de las más genuinas antigüedades de la metrópoli", en palabras de Lavín. Su estilo externo general tenía una base muy sencilla, tal vez de pretensión neoclásica ausente ya de romanismos, pero influida por el funcionalismo republicano de la arquitectura aunque conservando algunos elementos propios del estilo colonial y de la posterior edificación decimonónica de grandes proporciones, valiéndose de adobe y materiales parecidos.
"Los muros de circunvalación -detalla Lavín-, en muchas partes sostenidos por los estribos, los portones, ventanales y los techos yacen incólumes pero revestidos de ese tono especial, sentado y apacible, que se llama pátina. El sistema de construcción es absolutamente típico de los mediados del siglo XIX y puede ser considerado como un modelo vivo (...) El conjunto es adorable de arcanidad santiaguina del período neorrepublicano, en el cual las edificaciones quedaban confiadas a la artesanía".
En el mencionado trabajo de Anduaga, Duarte y Said, se agrega sobre el estilo general del conjunto y particularmente su iglesia:
"...a diferencia del Buen Pastor, se caracterizó por la rusticidad de su fábrica de gruesos muros de adobes y básica volumetría. Constituyó una noble expresión de la sencilla arquitectura que iba dando forma al barrio que surgía entre La Cañadilla y el Callejón de Las Hornillas".
Aunque la capilla con jardines y grutita de oración se encontraban hacia el lado de calle Pinto, la dirección del edificio era por el costado, en calle López 456, donde estaba el acceso al convento.
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Imágenes religiosas y algo del interior de la capilla, en fotografías publicadas por Herrera y Cardoso en su memoria "Restauración y Conservación de tres imágenes religiosas", para la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en 2007.
ALHAJAMIENTO Y ASPECTO INTERIOR
La nave de la capilla tenía un retablo de madera policromada en el altar, y contaba con columnas decorativas de aspecto neorrománico y neocolonial, bastante coloridas, al igual que algunos enrejados de forja ornamental. Sin ser de gran detallismo artístico, contrastaba bastante con la sencillez exterior del templito.
Existe una enumeración de las piezas artísticas albergadas dentro de la Capilla de La Verónica, y que fuera presentada por los alumnos tesistas María del Consuelo Herrera y Cairo Cardoso en su memoria de postgrado "Restauración y Conservación de tres imágenes religiosas: San Antonio de Padua, Ángel que custodia el altar izquierdo, ángel que custodia el altar derecho", para la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en 2007:
- Tres oleos sobre tela que decoran los nichos del retablo del altar mayor.
- Dos pinturas religiosas ubicadas en la nave central del templo.
- Una pintura religiosa del convento de las Hermanas Descalzas de San Rafael.
- Seis imágenes religiosas de yeso policromado: San Francisco de Asís, Santa Clara y la Inmaculada Concepción en el retablo interior de la capilla; dos ángeles custodios y San Antonio de Padua en el presbiterio.
El claustro, en tanto, era un lugar de habitaciones espaciosas y de altura, lo que le provocaba un ambiente frío al interior. Contaba con patios cautivos de relativo espacio, pues su planta no era tan grande como la del Buen Pastor. Los pasillos cruzaban la propiedad formando estos espacios internos destechados, algunos con abundante verdor vegetal y plantaciones.
La misma clase de árboles y palmeras que podían verse en sector del jardín de la gruta frente al templito, se hallaban también hacia el interior, en un patio principal rodeado por los claustros y habitaciones. Como hubo antes patios de árboles frutales dentro del complejo, algunas zonas al interior del mismo eran conocidas como la Sección de los Naranjos o la Sección de los Paltos.
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Murallones del antiguo claustro, con su asiento y sus estribos, vistos por el lado de calle López. Se observan ya agrietados por el terremoto, esperando la hora de ser demolidos.
INFLUENCIA EN LA TOPONIMIA LOCAL
Fue tan importante la presencia del claustro y su iglesia en la esquina, que la calle Pinto fue llamada e identificada por mucho tiempo como la Calle de La Verónica, aunque no era su título oficial, pues a todas estas arterias estrechas se las denominaba formalmente por letras en el orden del abecedario.
La misma aparece mencionada como Calle de La Verónica, por ejemplo, en una alerta y registro del libro de Bomberos de la Compañía España N° 10 de Santiago, con fecha 31 de marzo de 1869. Sucedió que, a las 10 de la noche de ese día, se dio la alarma de incendio en la hoy calle Pinto cerca del convento, que consumió varios ranchos en el sector donde se encontró alguna vez la Población el Arenal u Ovalle, con aglomerados y pobres caseríos que comenzaron a ser erradicados hacia los días de la intendencia de don Benjamín Vicuña Mackenna, declarado enemigo de esta suerte de campamentos donde acaudalados empresarios explotaban la necesidad de techo de las clases más modestas de la sociedad chilena. El claustro y la iglesia estaban dentro del cuadrante general de esta enorme población, de hecho.
Fue el propio Vicuña Mackenna el que obligaría a cambiar el nombre de la Calle de La Verónica, por un decreto del 6 de julio de 1872, que determinó conmemorar a generales y coroneles de la Independencia con los actuales títulos que llevan todas esas calles de la ex población El Arenal.
Curiosamente, sin embargo, a la calle que correspondía a la de La Verónica se le asignó el nombre del Coronel Francisco Antonio Pinto, pero hoy se la denomina Aníbal Pinto en honor al ex Presidente de la República, quizás por el asiento de alguna confusión con el apellido a lo largo de su historia, parecida a la situación que se generó en calle Fray Camilo Henríquez cuando pasó a ser llamada San Camilo.
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Vista de la esquina de la capilla y parte de sus jardines.
SUS ÚLTIMAS DÉCADAS
A principios de los años setenta en el siglo pasado, el Cardenal Raúl Silva Henríquez puso fin a la Congregación Franciscana de las Hermanas Verónicas, algunas de cuyas integrantes emigraron a la Congregación de las Hermanas de la Providencia, de acuerdo a la mencionada exposición de Herrera y Cardoso. Entre 1997 y 1998, el terreno fue vendido: la parte de los claustros principales y la capilla quedaron en propiedad de la Congregación de las Hermanas Descalzas de la Reina, mientras que el resto del terreno se traspasó a la empresa Sopraval. Al año siguiente, se les habría entregado en calidad de comodato el lugar a la Congregación Religiosa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de Jesús.
Administrado por la Fundación Santa Clara de la mismas franciscanas misioneras de Jesús, este recinto (y siempre con la dirección de calle López) funcionó hasta sus últimos años como sede del Hogar Santa Verónica, en el que las religiosas realizaban labores de cuidado de ancianas, muchas de ellas con postraciones físicas. Era corriente que grupos de estudiantes o vecinos generosos llegaran a la casa de retiro a ejecutar labores voluntarias en favor de los internos o a entregar algunas donaciones.
La capilla, por su parte, no fue escenario sólo de celebraciones religiosas o de ceremonias del calendario de fe, sino también de algunas presentaciones artísticas, como la efectuada en 1994 por el director Alejandro Castillo para la obra teatral "Moscas sobre el Mármol" de Heiremans, la que volvió a estrenar en este mismo sitio en enero de 2010 en el marco del festival "Santiago a Mil", contando con Gloria Münchmeyer y Luciano Cruz-Coke en el elenco.
Desgraciadamente, sin embargo, nadie sabía en ese momento que la obra de teatro iba a ser el último evento de este tipo que podría presentar en La Verónica, a causa del catastrófico terremoto de mes siguiente.
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Costado del claustro y la ex casa de reposo, por calle López.
CIERRE Y DESTRUCCIÓN
Una imagen publicada por Lavín de los murallones con estribos que dan hacia calle López en los cuarenta, demuestra que el edificio debió haber recibido alguna reparación exterior posterior, pues su aspecto era ya entonces de deterioro notorio. Sin embargo, todos estos arreglos fueron cosméticos: además del progresivo desuso del complejo y de la falta de personal para la casa de ancianos, los sismos y el paso de los años fueron revelando otra vez las antiguas grietas que cruzaban toda esta construcción, misma que perfectamente podría haber aspirado a ser Monumento Histórico Nacional. Hacia el año 2000 ya estaba en franca decadencia, pasando cerrada su iglesia la mayor parte del tiempo y con varios vidrios quebrados.
Atacada con violencia por el fatídico Terremoto del 27 de febrero de 2010, el destino terminó de echar su suerte y de frustrar a los pocos que soñaron alguna vez con la conservación de la capilla y del claustro.
Sin vuelta atrás, el castigado complejo terminó de ser desocupado y desalhajado, llegando a su fin como propiedad de las hermanas carmelitas descalzas. Y las franciscanas misioneras de Jesús que lo administraron, por su parte, se retiraron raudamente del lugar, poniendo fin a una larga época en el mismo. Luego de ser vendidos, acabarían demolidos sin contemplaciones ambos edificios, patios e inmuebles vecinos. Un gran proyecto inmobiliario se ejecuta allí en estos momentos, en la cuadra Pinto entre López y Barnechea. Incluso la numeración de la calle Pinto cambió: pasó del 1600 al 1300, al menos para este complejo que se ubicará precisamente en el mismo espacio que ocupaba el convento.
Así las cosas, del antiguo edificio del Monasterio de La Verónica, aquellas antiguas calles populares del Barrio La Chimba en plena transformación, guardarán sólo la fragilidad abstracta de las memorias y los olvidos.