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La mañana y el crepúsculo... Portadas de los respectivos libros.
Uno de los libros de alero científico y académico más curisos que haya leído hasta ahora, es el que lleva por título "Le crépuscule des magiciens", traducido al español como "El fracaso de los magos", y que fuera en su momento una importante espada blandida contra la irrupción de lo que consideraba superchería pseudocientífica y particularmente el llamado realismo fantástico, que cobró popularidad después de la Segunda Guerra Mundial a raíz de revelaciones parciales sobre lo que habían sido las raíces del nazismo y otras implicancias esotéricas y ocultistas de tan controversial período de la historia humana.
El libro es, por momentos, visceral y apasionado en su discurrir. Llega incluso a algunas inexactitudes o juicios radicales, aunque no tantos como los que sostienen las escuelas y corrientes populares de divulgación que buscaba combatir. Incluso agrupaciones escépticas o de defensa del pensamiento racional prefieren tratarlo con pinzas y algo de cautela, según nuestra impresión. Esta poca difusión, sin embargo, ha contribuido a que muchos epígonos creyentes del realismo fantástico continúen dando fe sin espíritu crítico a todos sus contenidos, ignorantes de las grandes refutaciones que recibió su más venerada obra literaria.
Para poner en contexto, cabe recordar que en 1960 se publica el famoso libro "Le matin des magiciens" ("La mañana de los magos"), muy desafortunadamente traducido al español como "El retorno de los brujos" a pesar de su más aclarador subtítulo: "Una introducción al realismo fantástico". Sus autores, hasta entonces de muy relativa relevancia editorial, eran el periodista belga-francés Louis Pauwels (1920-1997) y su colaborador el ingeniero químico-atómico de origen judeo-ucraniano Jacques Bergier (1912-1978), de quien se sospecha la verdadera autoría del grueso del libro dado su insólito e intrigante currículo como practicante de alquimia, cabala y talmudismo, además de haber sido periodista, espía de la resistencia y posible miembro de agrupaciones secretas tras nacionalizarse francés.
Los autores -por primera vez de manera tan categórica y voluminosa- postularon en el libro una visión y un repaso escasamente difundido hasta entonces sobre la historia reciente y sus ribetes más controvertidos pero "condenados", en algunos casos hasta sobrenaturales, generando un verdadero culto alrededor de esta obra que aún ocupa un lugar destacado en las estanterías sobre tales temáticas.
Sin embargo, sin desmerecerle valor a la totalidad del contenido ni al coraje que tuvieron los autores para desafiar el discurso oficial de esos años, hay muchas señales de que "El retorno de los brujos" es un libro no del todo fiable, cometiendo severos errores que se han perpetuado por la repetición en la literatura y más aún en la actual época de la internet, con la cultura del copy-paste. Sirva de ejemplo este célebre pasaje que aparece en la obra traducida al español:
"Dante, en La Divina Comedia, describe con precisión la Cruz del Sur, constelación invisible en el hemisferio norte y que ningún viajero de su tiempo pudo haber descubierto. Swift, en el Viaje a Laputa, da las distancias y el período de rotación de los dos satélites de Marte, desconocidos en su época. Cuando el astrónomo americano Asaph Hall los descubre, en 1877, y advierte que sus mediciones concuerdan con las indicaciones de Swift, presa de una especie de pánico los denomina Fobos y Deimos: miedo y terror. En 1896, un escritor inglés, M. P. Shiel, publica una novela en la que aparece una banda de monstruos criminales que asolan Europa, matan a las familias que consideran perjudiciales al progreso de la humanidad, y queman los cadáveres. Titula su novela: la S.S.".
En este párrafo, tan citado y transcrito por los admiradores de "El retorno de los brujos", prácticamente hay un error o imprecisión por cada afirmación que hace. A saber:
- La aseveración de que la Cruz del Sur está en "La Divina Comedia" se refiere a un pasaje del Purgatorio: "Me volví hacia la derecha, y dirigí la mente al otro polo, y vi las cuatro estrellas, que nadie vio excepto por la primera gente. Gozar parecía el cielo de sus flamas: ¡oh septentrional viudo sitio, pues privado estás de verlas!". En el siglo XIV de la obra, pudo haber viajeros que la vieron aunque no era identificada aún como constelación. William Warren Vernon dice en "Readings on the Purgatorio of Dante" de 1889, que pudo tomar la referencia de un testimonio de Marco Polo, y hay sospechas de que incluso Ptolomeo las representó en en siglo II, enterado de alguna manera de su existencia. Sin embargo, al no haber pruebas fehacientes de que fueron conocidas tan tempranamente en Europa, también es considerable la posibilidad de que Dante sólo esté haciendo una alegoría completada en el Canto XXXI: "Me sacó de allí, y bañado me ofreció a la danza de las cuatro bellas; y cada una con el brazo me cercó. Aquí somos ninfas y en el cielo estrellas; antes que Beatriz descendiera al mundo, fuimos destinadas a ella para ser sus siervas".
- El texto de Jonathan Swift, que no es otro que el famoso "Los viajes de Gulliver", dice textualmente: "Asimismo han descubierto dos estrellas menores o satélites que giran alrededor de Marte, de las cuales la interior dista del centro del planeta primario exactamente tres diámetros de éste, y la exterior, cinco; la primera hace una revolución en el espacio de diez horas, y la última, en veintiuna y media; así que los cuadros de sus tiempos periódicos están casi en igual proporción que los cubos de su distancia del centro de Marte, lo que evidentemente indica que están sometidas a la misma ley de gravitación que gobierna los demás cuerpos celestes". No es real que estas proporciones coincidan ni remotamente con las distancias y períodos de rotación de los satélites marcianos Fobos y Deimos, de cuyos nombres tampoco hay pruebas que surjan de un supuesto "pánico" del descubridor, sino más obviamente por asociación a los nombres de dos hermanos de la mitología griega que acompañaban siempre a su padre Ares-Marte, a veces representados como caballos de guerra.
- La asociación "profética" de Matthew Phipps Shiel (1865-1947), "The SS" (que en realidad es un cuento o relato breve de 1895), con las Schutzstaffel de la Alemania Nazi han sido desmentidas por el crítico Michel Meurger, pues se hace notar que el nombre de la obra alude a las iniciales de la ficticia Spartan Society (Sociedad de Esparta), correspondiente al grupo de criminales que comete los asesinatos de la obra. El relato tampoco guarda relación directa con lo que sería la imagen de las SS alemanas o que permitiera sentar una teoría de anticipación precognitiva o algo parecido, a diferencia, por ejemplo, de la novela "Futility" de 1898, del norteamericano Morgan Andrew Robertson, que sí parece coincidir mucho con lo que será tragedia del "Titanic". Se refiere, en el caso de Shiel, al resurgimiento en Europa de un misterioso grupo practicando crímenes selectivos bajo los rigores con que la cultura espartana trataba a los seres que consideraba inferiores o inservibles para su exigente estilo de vida guerrero. La extraña sociedad imaginaria va eliminando personas débiles y limitadas que, sin los avances de la medicina, no habrían sobrevivido.
Los postulados, afirmaciones y filosofía general del libro y de la revista "Planète" fundada por Pauwels con la misma clase de contenidos, circulando desde 1961 a 1972, hicieron explotar el termómetro de la tolerancia a la Unión Racionalista (Union Rationaliste) de Francia, organismo fundado en 1930 y presidido por el Henri Roger hasta 1938, tras lo cual asume su mano derecha Paul Langevin. Cuando ve la luz "El retorno de los brujos", la agrupación es presidida por el físico Charles Sadron.
El objetivo de la asociación sin fines de lucro era fomentar que sólo el racionalismo fuese tomado por herramienta capaz de resolver los problemas que atañen al espíritu humano y desacreditar todo aquello que sea incompatible con el método científico, como las creencia anti-intelectuales y ajenas a la ciencia objetiva. Por esta razón, entonces, la Unión Racionalista publicó en 1965 el trabajo colectivo titulado "Le crépuscule des magiciens" ("El crepúsculo de los magos", respondiendo a título original de Pauwels y Bergier), cuyo subtítulo también adelanta todo: "El realismo fantástico contra la cultura". Sin embargo, esclavo del antojadizo título español que se había hecho ya al libro que alude, fue traducido al español como "El fracaso de los brujos".
El libro es un conjunto de textos reunidos por el destacado psicólogo y pedagogo Yves Galifret (1919-2012), de la Universidad de París, por muchos años secretario general de la Unión Racionalista y recordado como un luchador incansable contra las pseudociencias. La compilación resume una gruesa cantidad de notas y textos de la campaña intelectual desplegada desde la publicación misma de "El retorno de los brujos" para responder a sus gestores y a los artículos de "Planète".
No obstante, a pesar del intento del libro por ubicarse en una trinchera absolutamente científica, había un innegable trasfondo político en las motivaciones de la Unión Racionalista para responder a la dupla de escritores del realismo fantástico. Por un lado, estaba el interés francés por recuperar un lugar importante internacionalmente en cuanto a modernidad y a ciencia, en medio de la Guerra Fría y del acaparamiento de las demostraciones de desarrollo entre las dos grandes potencias en pugna desde concluida la Segunda Guerra Mundial, escenario tras el cual Francia no quedó parada tan favorablemente ante el resto de la comunidad europea. El que ahora hubiese un foco de divulgación de pseudociencia asumiendo posturas de falsa orientación científica, venía a complicar estos intereses.
El otro factor de naturaleza política que pudo influir también en la motivación de los racionalistas y que asoma bastante en el mismo libro, es la revisión que se hace en parte del fenómeno nacionalsocialista de Alemania, muy sensible a los franceses de la post-guerra, con el detalle nada menor de aparecer respaldado por un autor de origen judío como Bergier. La Unión Racionalista estaba integrada por muchos científicos y académicos prominentes de origen judío y también por ex miembros de la resistencia francesa, que no ocultaron su alergia al compromiso que Bergier estaba adoptando con respecto al Tercer Reich y la figura de Adolf Hitler en sus escritos, sonando casi a legitimación en algunos detalles, según interpretaron con o sin exageraciones.
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Louis Pauwels y Jacques Bergier.
Si se debe buscar otro aspecto criticable a la campaña racionalista, también está el hecho de que fue en gran medida una reacción a las superventas de "El retorno de los brujos" y la fundación de la revista "Planète" en octubre de 1961, cuando la editorial alcanzó una notable cantidad de lectores. Recalcamos: lectores, algo distinto de creyentes. Pauwels aseguraba que, en el quinto número de la revista, ya vendía 60 mil ejemplares por tiraje y contaba con unos 16 mil suscriptores. Recordemos también que "Planète" popularizó el entonces innovador concepto de la revista de biblioteca y con cerca de 150 páginas cada ejemplar, formato mantenido hasta nuestros días por muchos exponentes del editorialismo. Resulta un tanto sospechoso, entonces, que las críticas fueran publicadas principalmente en revistas competidoras más antiguas y tradicionales como "France-Observateur", con el debut de la primera crítica importante por parte de Francoise Herbault en 1962. Le siguió "Arts", con columnas de Jean D'Omersson publicadas a inicios de 1963, siendo esta última la primera a la que reaccionó Pauwels protestando por el ataque. Le siguió, en respuesta, una carga de André Parinaud en la misma revista, que revisaremos más abajo... Y así continuó esta historia.
Nos hemos sustraído de la filosofía profunda que pretende infundir "El fracaso de los brujos" con sus más de 260 páginas, muy pesadas a nuestro parecer. Adelanto, sin embargo, que aun si no comparto el enfoque ni la autenticidad del contenido de Pauwels y Bergier (la mayoría de las críticas van dirigidas a su revista que no conozco bien, más que a su libro), el resultado no alcanza por sí solo para objetar "El retorno de los brujos", sino más exactamente para abrir una puerta crítica de refutación caso a caso, página a página inclusive. Suponemos que ésta era la intención.
"El fracaso de los brujos" parte con una encendida declaración de la Unión Racionalista. Se manifiesta a favor del pensamiento científico, concepto que el antropólogo y militante racionalista Claude Lévi-Strauss defiende allí explicando que se contrapone al pensamiento salvaje del hombre en estado inferior o primitivo de cultura, echando mano así a uno de los postulados estructuralistas más célebres de este autor, y que le significaron debates y controversias incluso con Jean-Paul Sartre. En forma resumida, el pensamiento salvaje es la primera y más fácil manera que tendría el hombre de articular un pensamiento coherente ante un mundo cuya realidad y reglas desconoce, manifestándose a través de las representaciones divinas, la ritualidad, el sentido sacro y la creencia en la magia como factor decisivo. El pensamiento salvaje, a juicio de Lévi-Strauss, perduraría aún en el individuo aunque a niveles latentes o de muy baja intensidad, tendiendo a no llegar a tener más efectividad que la meramente simbólica: fijación de metas personales de vida, ritos sociales, actitudes protocolares, etc. Esto, porque al crecer la civilización y el desarrollo colectivo de la comprensión apareció el más elaborado e iluminador pensamiento científico, aportando al hombre el verdadero y más efectivo sentido del conocimiento.
Sobre lo anterior, creo no excederme al comentar que algunos ilusionistas y magos de salón aprovechan bastante bien el pensamiento salvaje o mágico latente para inducir el asombro y la aceptación de engaños con elaborados trucos de espectáculos, generalmente respaldados por sofisticados recursos técnicos o tecnológicos, de modo que esta tendencia profunda y primitiva del ser humano quizás no está tan atrofiada como para quedar domada sólo por manifestaciones simbólicas, después de todo. Esto podría relacionarse, además, con la famosa Tercera Ley de Arthur C. Clarke: "Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia".
Por su parte, el presidente de la sección de Niza de la Unión Racionalista y gran admirador de Lévi-Straus, el escritor científico R. Imbert-Negral, declara en el mismo compilado que su organización no actúa dudando a priori, dado que está en sus propias bases la observación de jamás dudar de la buena fe de sus contrarios. Sin embargo, la buena disposición le dura poco y no tarda en señalar a Pauwels y Bergier como charlatanes y manipuladores, categorizando como descalificados a todos aquellos autores no involucrados en el racionalismo y el método científico. Imbert-Negral fue uno de los que hizo detonar el conflicto de los racionalistas con los realistas fantásticos. Poco después de que la Editorial Planète de Pauwels y Bergier publicada su libro estrella, atacó con elegancia y caballerosidad a ambos autores, pero no por ello sin ferocidad, casi encolerizándose en algunos instantes presa de alguna indignación profesional. Degrada "El retorno de los brujos" e incluso a sus lectores, como si temiera ya entonces que el libro iba a convertirse en un clásico y un género que debía ser detenido en nombre del bienquisto racionalismo.
De alguna manera, la vehemencia de Imbert-Negral recalca que los individuos carentes de doctrinas de ciencias no están en condiciones de afirmar o pretender siquiera afirmaciones presentadas como hechos, sin ofrecer también un respaldo de pruebas o argumentaciones de línea científica. Como ejemplo, el autor recuerda el montaje en torno al autor del famoso libro "El tercer ojo" de 1956, Lobsang Rampa, citado también en "El retorno de los brujos": en realidad era el inglés Ciryl Henry Hoskins, residente de Devonshire, hijo de un plomero y quien jamás estuvo en el Tíbet ni hablaba el idioma. A mayor abundamiento, esta impostura fue denunciada en 1958, luego que el explorador austríaco Heinrich Harrer, autor de los "Siete años en el Tíbet" y amigo del Dalai Lama, contratara al investigador privado Clifford Burgess para desenmascarar a Rampa dudando de su identidad, con las consecuentes revelaciones que fueron publicadas después en el "Daily Mail" y el "Times".
Así pues, Imbert-Negral va echando anclas en cada error, exageración o afirmaciones antojadizas que descubre casi con satisfacción en "El retorno de los brujos". "Lo fantástico no es base para edificar nada", sentencia molesto, agregando que "no hay más que una clase de verdad: la verdad científica". En su juicio categórico, por ejemplo, acusa a sus adversarios de haber fallado cifras y haber nublado su raciocinio producto de un fanático entusiasmo que acabó perturbándoles la visión sobre la realidad y los hechos; algo frecuente en el realismo fantástico, diríamos.
Sin embargo, en su ansiedad hay algunas declaraciones e interpretaciones de Imbert-Negral que podrían resultar discutibles. Asegura, por ejemplo, que la alquimia no ha aportado el menor provecho al mundo, cosa que no es tan exacta: además de que la propia química reconoce a la alquimia como su gestora (del mismo modo que la astrología habría abierto el camino a la astronomía y los cazadores de tesoros a la arqueología, aunque no estamos tan de acuerdo con estas convicciones), es difícil desconocer figuras de valor científico provenientes o vinculadas con aquella disciplina, como Paracelso, Giordano Bruno, Cornelio Agripa y quizás hasta Leonardo da Vinci, según algunas opiniones. Y aunque se trate de descubrimientos accidentales, también debemos al laboratorio del alquimista el conocimiento del gas de mercurio, el fósforo, el alcohol, el régulo de antimonio, el éter, toda una colección de ácidos, entre otros.
Declarada así la campaña, procede el vicepresidente de la Unión Racionalista, el académico de la Facultad de Ciencias de París en Astrofísica, profesor Evry Schatzman, a exponer algunos aspectos relativos a uno de los contenidos del libro, particularmente a las menciones de inventos y descubrimientos hechos mucho tiempo antes que sus creadores oficiales los anunciaran y presentaran al mundo. Dice el destacado astrofísico, sobre este punto:
"Al mismo tiempo una técnica o un invento no tienen posibilidades de pasar al dominio práctico si la industria que los utilice no existe. Para tomar un ejemplo citado por los señores Pauwels y Bergier: Jean Tardin descubrió, quizás, el gas de alumbrado en 1818, pero, ¿existía la industria de cañerías capaz de canalizarlo?".
También tenemos algunas observaciones a la generalización que hace Schatzman. Es evidente que hay un desajuste entre la aparición de un invento prematuro y las posibilidades del medio para aprovecharlo y asimilarlo. Esta suele ser, de hecho, la parte más compleja que deriva de la aparentemente sencilla proposición que haga el descubridor o el inventor. Genios como Galileo, Gutemberg o Ford lograron sortear limitaciones contextuales como esas, con sus filosofías de que "lo que falte se busca y se inventa". Elucubrar suponiendo qué habría sucedido si alguien hubiese desarrollado las propuestas de ingeniería bosquejadas por Leonardo es una cosa; pero también hay antecedentes que resulta sensato considerar en el mismo campo racionalista, como el de las propiedades del oxígeno que lo hiciera formalmente Joseph Priestley en el siglo XVIII, pero que ya habían sido sospechadas por el alquimista Eck von Sulzbach trescientos años antes y en base a conclusiones perfectamente compatibles con la observación científica.
Schatzman arremete también contra la obsesión que cree ver en los autores sobre las raíces esotéricas del nazismo, particularmente en el caso de Bergier quien, por haber sido espía aliado, presentarse como sobreviviente del holocausto y con una posición emocional que se esperaría contraria al hitlerismo, causa escozor en la sensibilidad del militante racionalista. Así, Schatzman señala como algo "abominable" el intento de estudio que Pauwels y Bergier hacen sobre los aspectos menos conocidos del Tercer Reich, declarando que provienen más bien de los traumas del segundo autor, al tratarse de explicar "los orígenes de la demencia de que fue testigo" como deportado del régimen nazi.
Schatzman yerra en este visceral juicio, sin embargo. En años posteriores, y en parte también por el mismo efecto que tuvo "El retorno de los brujos", muchas investigaciones serias han ido precisando el contenido esotérico, ocultista, simbólico y místico que efectivamente tuvo una de las raíces del nazismo. Curiosamente, además, ese tema del ocultismo nazi fue un tanto conocido acá en Chile antes de la irrupción literaria de Pauwels y Bergier, a través de publicaciones del escritor nacional Miguel Serrano en revistas como "La Nueva Edad", en los orígenes del hitlerismo esotérico que profesaría de manera abierta y desafiante en años posteriores.
Cabe indicar que el "factor nazi" fue usado varias veces como argumento contra "El retorno de los brujos" y "Planète". Otro de los invitados a la refutación, Herbault, había publicado ya su áspero ataque desde la revista "France-Observateur" contra la editorial de Pauwels y Bergier, donde acusa con horror la "curiosa obsesión que tiene esta revista por el nazismo", haciendo notar con escándalo "un gusto maníaco por el nazismo" en su línea de contenidos. Dijimos ya que Herbault fue quien inició la que sería la campaña racionalista, desde la mencionada revista.
Volviendo a las palabras de Schatzman, ya menos iracundo en su fluir de pluma, anota:
"Lo que particularmente distingue a la ciencia verdadera de la falsa y constituye su innegable superioridad es que la última desconoce el esfuerzo, la verificación y la desgarrante prueba que consiste en deshacer los errores para legar a la verdad. Las falsas ciencias siempre tienen la razón".
Y si alguien piensa que el término "campaña" resulta exagerado para definir la embestida de la Unión Racionalista contra "Planète" y "El retorno de los brujos", cabe observar el singular slogan con el que Schatzman cierra su capítulo:
"Se ha hablado de una batalla contra Planète.La Razón debe Triunfar".
Entrando en la recopilación de debates públicos sobre el asunto, "El fracaso de los brujos" repasa las declaraciones de Parinaud en revista "Arts" en 1963, donde empezando con el mismo tono respetuoso de sus colegas que después se desfigura, desafió al autor de "Planète" a un debate público (curioso: como si en la práctica ya no hubiese comenzado) para saber "quién es el intelectualmente deshonesto".
"Un fresco de Tassili simula la silueta de un astronauta -le espeta-, y usted explica que los marcianos han desembarcado antiguamente en la Tierra. ¡Lástima que no se trate más que de una broma!".
Aclarando que no creo que el famoso gigante "astronauta" de Tassili sea tal y que Erick von Däniken difícilmente sería un autor de mi confianza, como nota al margen recuerdo que hay un desafío lanzado por este otro autor y que alcanza al ejemplo dado por el propio Parinaud: la interpretación científica de las pinturas rupestres antiguas es que son naturalistas, lo que significa que los artistas prehistóricos representaban lo que veían. ¿De dónde salió, entonces, el modelo natural usado en el gigante de Tassili y en otras de sus intrigantes pinturas, siendo que se tratan de algunas de las más viejas de la humanidad? No es mi área ni mi campo, de modo alguno, así que dejo esto tendido el tapete.
Las críticas a Editorial Planète iban también por las referencias que hacía al budismo, como fue el caso de la agregada de la Universidad de París, Marianette Dambuyant, y el entonces connotado profesor Etiemble de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la misma casa. Ambos escribieron para "France-Observateur", atacando especialmente el ejemplar número 12 de la revista "Planète" y las menciones realizadas al budismo Zen de parte de Martin Heidegger. Aquí, sin embargo, Etiemble cae un razonamiento bastante falaz (argumentum ad hominen), al echar mano también al "factor nazi" y descartar el texto invalidándolo sin bochornos porque las afirmaciones propuestas "provienen de un nazi" (sic), salpicando su desprecio también a Cioran y a Claude Elsen, al tiempo que acusa a los autores de "Planète" como prejuiciosos.
Otra de las críticas más reiteradas a los escritos de Pauwels, es la falta de fuentes realmente acreditadas y el uso de palabras escritas por autores sobre temas que no son de su especialidad. Esta pata coja ha sido una constante histórica entre los autores de realismo fantástico y temas parecidos, como Ivan T. Sanderson, Erich von Däniken, Peter Kolosimo o J. J. Benítez. Fue el argumento que utilizó contra "Planète" la socióloga Odile Passeron, además, al analizar la revista (no tenemos claro si de su iniciativa o por encargo) ya entrando a la etapa más estratégica de la campaña racionalista francesa contra la línea editorial y los contenidos de la misma. Ella era una especialista en estudios sociológicos, según la define la Unión Racionalista, y sus estudios fueron publicados en 1963 en "Arts". Passeron advierte que, de los 14 artículos que observa en "Planète", siete vienen titulados con signos de interrogación y tres aplicaciones de puntos suspensivos. Este abuso del recurso de redacción tendría por objeto inducir o involucrar un halo de misterio alrededor de los contenidos desde su propia presentación. Agregó, además, que siete títulos usaban la yuxtaposición de conceptos que ella estimaba incompatibles por oposición. Verbigracia: Inteligencia extraterrestre, Cerebros artificiales, Mito y ciencia, etc.
Pauwels quiso responder a observaciones como la de Passeron, arguyendo que la línea de la revista pretendía tener también un carácter poético y cronista, y de ahí el empleo de recursos expresivos o sugerentes del lenguaje en títulos y prosas, algo que se advertía ya en "El retorno de los brujos". Empero, no lo zafó de esta casi logomáquica controversia, aunque a favor de Editorial Planète debemos reconocer en nuestra época, que tales formas en títulos con conceptos inversos se han ido convirtiendo en una argucia corriente en el editorialismo y la información escrita. Tal vez "Planète" haya sido una precursora de esta clase de usos en la redacción editorial.
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Yves Galifret y Evry Schatzman.
Llama la atención que la Unión Racionalista incluyera también a la entonces joven Aliette Geistdoerfer en su cruzada, pues a pesar de que organismo era riguroso en exigir pergaminos, especializaciones y credenciales a los editores de "Planète", la futura etnóloga reclutada en la causa era a la sazón sólo una estudiante universitaria. La aún incipiente formación de la muchacha no intimidó a su mordacidad y elocuencia, sin embargo: apunta contra las afirmaciones de Pauwels relativas a la antigüedad de Tiawanaco, asegurando que la ciudadela andina tendría a lo sumo 3.000 años y no las cifras exageradas sugeridas por el realismo fantástico. Y, sobre la leyenda andina de la llegada a la Tierra de supuestos seres "cuya sangre no era roja", descrita en "El retorno de los brujos", anota que no le merece si un comentario. Luego, la estudiante echa manos al caso de las famosas caras y perfiles de la meseta rocosa peruana de Marcahuasi, aseverando que tales formas sólo existían en la imaginación de Daniel Ruzo, el explorador que negaba que fueran obra de la naturaleza y las creía hechas por una gran civilización ya desaparecida, como se comenta también en "El retorno de los brujos".
No seríamos tan categóricos en decir que tales formas en las rocas de Marcahuasi no existen, considerando que son famosas entre viajeros y hasta reciben nombres alusivos a lo que semejan (Monumento a la Humanidad, El Profeta, La Tortuga, Teuris, etc.), lo que en caso alguno significaría que fueron hechas por manos extraterrestres o supercivilizaciones perdidas. Sin embargo, la crítica que formula a Ruzo es que el explorador aseguraba que ciertas "esculturas" de la meseta sólo podían ser observadas por bajo condiciones muy determinadas de luces y sombras en determinados días del año, por lo que Geistdoerfer concluye -con algo de sarcasmo- en que sólo puede verlas él.
Otro punto que Geistdoerfer no deja pasar es la más débil de las teorías que publicara la editorial y que sugería el poblamiento de América por comunidades de origen hebreo, disparando cañones al crédito que se da a las leyendas que permanecen en el imaginario popular con un ejemplo que toca a nuestro país:
"Estas tardan en morir y sobreviven en la gente menos informada del campo. En Chile, cuando se realizan excavaciones arqueológicas, la gente simple del campo, pastores y cortadores de árboles, preguntan a menudo si están buscando la 'Ciudad de los Césares', especie de ciudad fabulosa fundada por Julio César, donde están escondidos maravillosos tesoros. En otros lugares se hacen otras preguntas, pero si bien la forma es diferente el fondo es siempre el mismo: la nostalgia por lo maravilloso y el tesoro escondido; los dos temas ligados siempre, como en los cuentos de hadas. ¡Y esta nostalgia es cuidadosamente fomentada!".
Es comprensible la falta de conocimiento de la autora sobre el lejano y ajeno mito de la Ciudad de los Césares, que manifiesta al confundir al capitán Francisco César con el emperador Julio César como fundador de la fabulosa localidad patagónica. Empero, recomendaría consultar un interesante trabajo del español Fernando Díaz-Plaja titulado "El espíritu del Barroco", donde se aborda en un capítulo una mirada muy interesante de lo que Geistdoerfer descarta acá sólo como una "nostalgia" por el pasado maravilloso y epopéyico ("heroico", en la observación de Díaz-Plaja), pero resguardando su valor cultural y su injerencia en la propia comprensión del mundo.
Otro que se integró al debate fue el periodista científico Michel Kokoczynski, escribiendo un ataque a "Planète" bajo el pseudónimo Michel Rouzé en la revista francesas de corte comunista "France-URSS", en 1964. Allí, el autor se arroga la tarea de negar la sola posibilidad de existencia a la telepatía, que explica como un error de interpretación de la mera coincidencia o casualidad. Esto, a pesar de que la URSS ya estaba ejecutando programas de estudios secretos sobre telepatía, precognición y telequinesis en esos años, como el caso de Nina Kulagina, según se sabe hoy. También protesta por el fenómeno de "vulgarización de la ciencia" en el sentido de masificación ligera que ha hecho "Planète" parasitándola y operando en el sentido contrario al fenómeno científico del que se aprovecha.
Por la filiación ideológica del autor y la tendencia pro-soviética de la revista, quizás el principal argumento que Rouzé quería revelar allí era en realidad el que ofrece unas líneas después, al asegurar haber visto las firmas de Pauwels y Bergier en una campaña de apoyo al manifiesto del General Alphonse Juin contra el independentismo argelino, solicitando refuerzos para reprimir los brotes separatistas. De este conflicto, tras el fallido golpe Challe-Zeller-Jouhaud, surgió en 1961 la Organisation de l'Armée Secrète (Organización del Ejército Secreto), conocida como la agrupación terrorista de ultraderecha OAS.
Las conclusiones de Rouzé son parecidas a las que aporta el empresario Guy Stibbe, otro personaje incorporado al bando científico a pesar de no ser uno de profesión. Para él, de acuerdo al texto de la Unión Racionalista, la revista "Planète" no es más que una "propaganda" de algo que no define, aunque sí señala que la principal afectada sería la juventud, poniendo alertas en este punto.
Una de las críticas más ácidas y candentes vertidas a Editorial Planète provendría del profesor del Colegio de Francia y miembro de la Academia de Ciencias, el astrofísico Jean-Claude Pecker. Apuntaba su artillería a la "Enciclopedia del Cosmos y la Vida" de Aimé Michel y Charles-Nöel Martin, y en la que se empleaban teorías de Pauwels y de su colaborador Jean E. Charon para argumentar algunos de los postulados de la misma fuente y que, a su juicio, eran sólo éxitos de librerías sin fundamentos consistentes.
En un corrosivo arranque de arrogancia que no pocos hombres de ciencia han repetido, lamentablemente, Pecker considera al mencionado escritor Arthur C. Clarke como alguien cuyas teorías corresponden a esos temas que "no merecen ser citados", refiriéndose al célebre autor británico como "científico", entre comillas. Es inevitable el comentario: si bien su entrada la astronomía fue como aficionado, demás estaría repasar el currículum de Clarke como físico y matemático del King's College de Londres, contribuyendo a la ingeniería aeronáutica como impulsor de la idea del primer satélite de comunicaciones y de la órbita geoestacionaria para los mismos, méritos que le fueron reconocidos por el Franklin Institute, entre otros. Sin embargo, como sucedió también en su momento al astrónomo Carl Sagan por su relación con los medios de masas, en ciertos círculos académicos Clarke fue considerado un vulgarizador de la ciencia, un "popularizador" del conocimiento y mero creador de ficciones por sus novelas científicas, sentimiento adverso que parece estar compartiendo Pecker.
El profesor también abofetea las investigaciones realizadas por algunos estadounidenses mencionados en la "Enciclopedia del Cosmos y la Vida", particularmente sobre las rocas de Orgueil, al Suroreste de Francia, conocidas entre los devotos del realismo fantástico por corresponder a fragmentos de un meteorito caído en esa localidad en 1864 y recuperados por lugareños, los que al ser analizados mostraron la presencia de microfósiles y rastros de materias orgánicas que se suponen extraterrestres, como polvo de carbón de antracita. Para Pecker, el material de origen orgánico debía haberse acumulado en la Tierra y no afuera:
"Si el descubrimiento hubiera sido seguro, hubiera tenido importancia, ya habría legitimado una larga información al público, fuera de toda polémica".
Por petulante que fuera el astrofísico, sin embargo, no se equivocaba: casi al mismo tiempo en que escribía aquellas líneas, se realizaba un análisis entre 1964-1965 sobre uno de los fragmentos del meteorito conservado en un frasco en Montauban desde el mismo día de su recuperación, mostrando lo que parecía una semilla incrustada en él. El estudio permitió identificar que la semilla era de un muy terrestre junco de Europa, adherida con pegamento y recubierta deliberadamente con polvo de carbón... Es decir, la presencia de material orgánico en el meteorito era un fraude, probablemente urdido por algún anónimo embaucador interesado en influir en el debate que por entonces tenía lugar alrededor de la teoría de la generación espontánea, que estaba siendo refutada por los trabajos de Louis Pasteur y Joseph Lister.
Por su parte, el secretario general de la Unión Racionalista y profesor de la Facultad de Ciencias de Montpellier, Ernest Kahane, no se guardó acusaciones contra Pauwels, señalando que pertenecía a un "mundo oscuro", a las tinieblas, por lo que se atemoriza ante la "luz del Racionalismo"... Contradictorio empleo de lenguaje iluminista y casi místico en los fundamentos esenciales de Kahane, quien era también un bolchevista, materialista y antifascista declarado, de modo que no extraña que el "factor nazi" reaparezca en sus acusaciones contra Pauwels, en su caso tildándolo de "racista".
Los cargos de racismo contra el editor de "Planète", los funda principalmente en una de las exposiciones más burdas hechas por la revista al publicar las delirantes teorías de madame Leone Bourdel, quien desde los años 30 estaba ofreciendo propuestas relativas a lo que denominaba psicobiología sanguínea, pseudociencia con la que aseguraba que las características psíquicas de los pueblos estaban contenidas en su sangre, según deducía de estudios estadísticos. Y no se refería al símbolo de la memoria de la sangre para señalar la identidad cultural o étnica de las comunidades, sino directamente a una supuesta relación con las categorías de fluidos sanguíneos, más específicamente en los cuatro grupos de sangre conocidos, como factores diferenciadores de etnias y conductas. En las palabras de la propia madame Bourdel:
"Los pueblos con relativo predominio de sangre A son sensibles y creativos... Si, conjuntamente con su sangre A, la proporción relativa de sangre O es alta, son más luminosos, sociables, favorables al intercambio... Sin por eso dejar de amar la libertad y buscar formas de gobierno democrático (franceses, ingleses, belgas, alemanes de Renania, blancos de Estados Unidos). Pero si la proporción de B aumenta, nos encontramos con pueblos que tienen dificultad para adaptarse profundamente y son más caprichosos (alemanes de Berlín, españoles, árabes de Argelia). Los pueblos con predominio relativo de sangre B, más rígidos e implacables en sus precisiones (chinos de Cantón, manchures, tártaros)...".
Este simplismo absurdo de Bourdel es el que Kahane ve como una manifestación de racismo. También aparecen comentados por el mencionado periodista científico Rouzé, quien agrega que parecen provenir de un "pseudo sabio nazi" por no recomendar el mestizaje entre algunos pueblos, especialmente los de predominio A con los de predominio B, ya que la mezcla podría resultar caótica y nociva.
Así pues, con planteamientos bombardeados por la Unión Racionalista, Pauwels y su Editorial Planète terminaron sentados en el banquillo de los cuestionamientos y cargando toda clase de acusaciones, a veces contradictorias: de reaccionario a agitador revolucionario, de escéptico irracional a crédulo desmedido, de alguien que nunca aclara fuentes a alguien que sobrevalora desmedidamente sus fuentes, de enajenado de las ciencias a infiltrado en las ciencias, de inconciente engañado a manipulador de conocimientos, de materialista cegado a obsesionado con lo sobrenatural, de alguien que "niega todo" a alguien que "lo cree todo", etc.
Luego de casi cuatro años de tensiones con el verdadero mundo científico, entonces, Pauwels fue citado a una reunión con la Unión Racionalista el 27 de abril de 1965. Aceptó, y el encuentro se esperó con tensa paciencia hasta que el escritor y editor llegó al lugar de convocatoria "rodeado de amigos", según se dijo, tal vez más parecido a un circo romano donde todos se sentían leones y nadie paleocristianos. La reunión de marras era presidida por Schatzman.
Pero sucedió lo que nadie se esperaba: en lugar de generarse la instancia de debate tan esperada por los racionalistas, Pauwels cómoda y ladinamente declaró ante la estupefacción de los demás presentes, que su revista "no hacía para nada divulgación científica, sino poesía". Por lo tanto, no podía ser evaluada su credibilidad ni fiabilidad en términos científicos, se entiende.
Saliendo de la sorpresa, Schatzman procedió a leer el discurso que de seguro había preparado como respuesta a otra clase de exposición por parte de Pauwels. Un discurso bastante patriota en cierta forma, donde instaba a recuperar la importancia de Francia en el conocimiento científico y volverla a poner a la vanguardia de las ciencias durante la década que se aproximaba, aspiración un tanto ilusa en el contexto del orden mundial y la polarización de las fuerzas de entonces.
Para felicidad de la Unión Racionalista, sin embargo, "Planète" terminó su circulación tras un último ejemplar de abril de 1972, aunque Pouwels y Bergier continuaron trabajando en proyectos juntos y por separado, sin renunciar jamás a la clase de materias que dieron cuerpo al "Retorno de los brujos" y la revista. Incluso habían publicado algunos trabajos tomados como continuación de su primer libro juntos.
Quizás quedó atrás la breve pero formidable guerra de la Unión Racionalista a la Editorial Planète, más aún si consideramos que casi todos sus actores ya fallecieron. Sin embargo, aún vemos canales de televisión que se autosacramentan como bastiones de divulgación científica o histórica, abriendo su parrilla a pseudodocumentales sobre sirenas (sin aclarar que son ficciones), o bien a dudosos programas relativos a alienígenas ancestrales (donde la teoría sigue siendo respaldada con abusos especulativos). A su vez, escandalosos casos como el de la falsa tribu tasaday de Filipinas, el fraudulento "eslabón perdido" chino entre dinosaurios y aves, las clonaciones del profesor Woo Suk en Corea o las filtraciones del Climategate de Inglaterra, han revelado que incluso la ciencia -en sus expresiones más académicas y confiables- puede caer en vicios de manipulación y pérdida absoluta de objetividad en su quehacer.
Cabe preguntarse, entonces, si aún están las cuentas pendientes entre estos dos bandos, o si acaso han llegado a cruzarse en algunos casos.