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BAR "MARABÚ": EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LAS CONDES POR 50 AÑOS

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Coordenadas: 33°25'42.54"S 70°34'15.48"W
Un refugio de pura magia clásica sobrevive en calle Manuel Barrios 5034, a un costado de la Plaza La Concordia, cumpliendo media centuria de historia en este año. Un lugar sacado de otra época, de otro tiempo, de otro contexto, y enclavado como bastión de época entre los elegantes barrios de avenida Latadía con Sebastián Elcano, en la comuna de Las Condes. Es la perla de la ostra barrial, acaso.
El "Marabú" es bar, fuente de soda y restaurante. Como muchas picadas, su recargada decoración combina viejos artefactos para anticuarios, cuadros al óleo enmarcados, pósters de chicas sexis, fotografías antiguas de Santiago, recortes de diarios mencionando al local y recuerdos polvorientos en general, entre los que destaca la camiseta roja -enmarcada y con cristal- de un actual seleccionado nacional de fútbol, con su respectivo autógrafo. Gran parte de estas cosas son instalaciones recientes, eso sí, pues al dueño le dio por caracterizar así su local hacia los días del Bicentenario, manteniendo hasta ahora este aspecto además de los detalles curiosos, como el baño unisex y el antiguo mesón de la caja.
Medio siglo de existencia de esta pequeña fortaleza popular, ya es casi una marca para una ciudad como la capital chilena, donde con suerte algo dura diez años. Sobre una vieja campana de cocina colocada hoy tras el mostrador igual de vintage, una inscripción conmemora este aniversario cincuenta de este boliche: "1966 MARABÚ 2016 y +". Me cuentan que este aviso se ha ido actualizando desde hace varios años ya, para celebrar cada aniversario, cosa que confirmo en algunas fotografías publicadas en la prensa.
Gran parte de lo que hoy vemos en el "Marabú" es lo mismo que tenía al ser inaugurado en 1966: mobiliario, mostrador, refrigeradores viejos y, por supuesto, su inefable dueño Arturo Vilches, don Artur para la gallada, quien fuera el fundador junto a su hermano Damián. Es un patrón "a la antigua", divertidísimo, tremendo anfitrión y de notable agilidad mental para improvisar bromas a sus parroquianos más conocidos, con los que suele interactuar todo el tiempo. Mientras atiende fielmente en persona y abrigando su calva con una boina tipo gatsby, vemos que cuando uno de los clientes se levanta de la mesa y le dice que irá a ver si está su hermana en un local cercano, este viejo zorro se burla de él respondiendo en tono pícaro: "Pero si tu hermana siempre está ocupada a esta hora".
Cuando fue puesto en marcha el negocio, el barrio lucía un poco distinto a como se ve ahora, aunque quedan todavía varias casas de la generación original de residencias que le dieron forma a sus cuadras y calles. Ha sido inevitable el avance de las inmobiliarias y, de hecho, hubo períodos en que el local se llenaba con los trabajadores de las mismas construcciones que comenzaron a hacerse alrededor. Varias veces se han hecho ofertas para comprar el edificio con bajos comerciales y al propio bar, afortunadamente sin lograr convencer a don Arturo, quien ya tiene apostado acá el resto de su vida.
A pesar de la tendencia a ser un vecindario más bien de clase media alta, no le faltan al "Marabú" residentes del sector asistiendo a diario a esta singular picada, además de trabajadores que laboran por el mismo barrio y los infaltables jugadores de dominó de esta clase de salones criollos. La clientela se ha ido diversificando, sin embargo, pues si antes venía más gente de edad, ahora aparecen también personas jóvenes, estudiantes superiores y hasta algunas parejas. Un lugar de paz, aunque en algunas pocas ocasiones de su historia, ha sido tocada su clientela por el dedo del demonio pendenciero.
La oferta aquí es económica, de colaciones para la hora de almuerzo y sigue con combinados, cerveza o schops y los clásicos bocados de fuente de soda en la tarde, tanto al interior como afuera bajo el toldo, hasta caída la noche y aún bien pasadas las 12, según el día. La carta incluye lomitos, churrascos, Barros Luco, papas fritas y un suculento sándwich con el nombre del local consistente en un churrasco en marraqueta con cebolla frita.
En los días en que hay transmisiones de partidos de fútbol importantes, el sitio se colma de alegres comensales atentos a la pantalla plana del muro. Don Arturo dice que algunos chicos de la Ciudad Deportiva de Iván Zamorano pasan a veces a celebrar al bar, al igual que los miembros del Club Punto Rojo del vecindario, y para quienes el "Marabú" se ha vuelto tan importante como sede que sus copas de torneos y reconocimientos en el balompié están allí mismo, en la repisa ubicada tras una vieja báscula comercial. Ocasionalmente suena alguna guitarra con coros de los propios presentes. Fue muy querida por todos acá también Shakira, la recepcionista de cuatro patas que hasta hace un tiempo paseaba entre las mesas moviendo la cola y recogiendo migas o trocitos de comida que le arrojaba la gente, cuando no estaba detrás de la barra con el propio dueño.
El "Marabú" ha llamado la atención de varios periodistas y escritores, como Catalina May y Francisco Mouat, quienes han publicado artículos sobre el mismo. Mouat, de hecho, ha sido cliente frecuente del mismo, viviendo relativamente cerca de él. El dueño también asegura que su querido establecimiento ha sido usado como locación de grabaciones para programas dramáticos de televisión y teleseries.
Don Arturo pretende extender la existencia del bar más allá de la propia, perpetuando tanto como sea posible la permanencia de este popular escondrijo bohemio y futbolero en Las Condes. Sigue rechazando propuestas de venta e intereses de empresas inmobiliarias en tirar por allá la picota, para nuevos proyectos residenciales de perturbadora verticalidad... Esa misma que tantos leales del "Marabú" intentan mantener con disimulo y falsa naturalidad, saliendo de tan histórico boliche.

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