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Ilustración de Juan Bravo en la cofa de mesana, disparando con su legendaria puntería. Ilustración del dibujante Luis F. Rojas para "Episodios Nacionales".
Iquique, 21 de mayo de 1879... Mientras en la corbeta "Esmeralda" del Capitán Arturo Prat y sus valientes resisten y responden estoicamente las embestidas del monitor "Huáscar" en la rada, hacia el Sur marcha en angustiante fuga la goleta "Covadonga" al mando del Comandante Carlos Condell de la Haza, para intentar la jugada crucial y en extremo riesgosa, que cortaría los laureles del triunfo para Chile en Punta Gruesa.
La frenética persecución había comenzado cerca de las 9 de la mañana. La lenta goleta chilena bordeaba la costa de Cavancha, Playa Brava y Bahía de Cheurañete, mientras la "Independencia" capitaneada por Juan Guillermo Moore se le aproxima peligrosamente, convencido su comandante de estar a sólo un pelo de darle a Perú su primera gran victoria naval en la Guerra del Pacífico. La loca carrera de ambas naves apostando a los destinos de sus respectivos países, fue una prueba de fuego para los nervios y la sangre fría de aquellos hombres de mar.
Por su viejo diseño y distribución de la artillería, la "Covadonga" sólo podía dar enfrentamiento de costado, exponiéndose al poderoso fuego del enemigo. En esta situación de escape reducía la posibilidad de alcance, pero no había cómo contestar desde popa el ataque peruano, pues carecía de cañones en este punto y el haber intentado un giro para ataque sería una suicidio en tal circunstancia. Ya cayéndole encima, además, la "Independencia" logró meter certeros disparos a la goleta chilena, atravesando el palo de trinquete y rompiendo las jarcias del palo mayor. Un mortífero tiro que antes había atravesado de banda a banda al navío, mutiló las piernas del Cirujano Pedro Videla, convirtiendo sus últimos momentos de vida en una horrible agonía. Los nuevos cañonazos de la nave peruana hicieron fuego en estribor, mientras que en caleta El Molle los chilenos eran emboscados por la fusilería del Zepita y del Dos de Mayo.
Hacia las 11 de la mañana, las descargas peruanas habían volado ya las jarcias de trinquete, los botones y las carboneras, seguida de intentos del hastiado Moore por usar el espolón de la "Independencia" para terminar la ordalía. Y mientras esto sucede, Condell sabe que se juega el todo por el todo: su prestigio, la vida de sus hombres y el destino de Chile. Decidido a no entregar el buque, anima a sus hombres desde la toldilla para continuar resistiendo la persecución. Cerca del mediodía, poco antes del hundimiento de "La Esmeralda", una granada destruía también los pescantes del buque.
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Imágenes del grumete Juan Bravo, en sesión fotográfica de la época. La primera es del "Álbum Gráfico y Militar de Chile" de Antonio Bisama Cuevas. Me parece que pertenecen a la Casa Fotográfica Díaz & Spencer, de Santiago, aunque otras copias están con rótulo de Foto Zorrilla.
Es la hora de la apuesta final: Condell, que ya sabe algo estas aguas peligrosas, ordena la aproximación hacia la orilla donde está el fondo rocoso, a la espera de hacer caer a la "Independencia" en una trampa natural. Pero debe procurar que la fragata blindada lo persiga y trate de acercarse tanto como sea posible para seguir en su obsesiva cacería y agresiones. En tal posición, con la nave peruana persiguiendo la estela de la suya, sólo el cañón de proa peruano representaba el verdadero peligro para los chilenos... Algo debía que hacer al respecto.
Había en la tripulación de la "Covadonga" un muchachín de piel morena y bajo tamaño llamado Juan Bravo, grumete conocido por poseer un talento formidablemente útil para esas circunstancias, al decir del propio Condell: "donde ponía el ojo, ponía la bala". Apodado cariñosamente el Negro por el color de su tez, su infalible puntería con el fusil le había hecho famoso entre sus compañeros, no habiendo mejor tirador que él a mano.
De acuerdo a la poca información que existe de Juan Bravo, éste habría nacido en 1865 en la localidad de Llico, caleta vecina a la ciudad de Arauco en la provincia del mismo nombre, aunque en compilados como "Episodios marítimos. Las dos Esmeraldas" se lo define como "hijo de la parroquia de la Estampa en Santiago". Su apellido original era Millacura (Piedra de Oro, en mapudungún), pues su cuna fue en una familia mapuche, origen étnico que siempre acompañó sus rasgos, como puede verse en las fotografías que quedaron de él. Sin embargo, Juan escapó de su hogar a los 12 años y cambió su apellido a Bravo, quizás para facilitar su ingreso a la Escuela de Grumetes de la Armada de Chile, en 1877. Fue en esta situación que lo sorprendió el estallido de la Guerra del Pacífico, dos años después, siendo destinado a la dotación de la goleta "Covadonga" donde sería compañero de Arturo Olid, autor de las "Crónicas de guerra".
Conociendo sus virtudes con la mira del fusil, Condell llamó a Bravo y le ordenó trepar con su arma a a cofa del palo de mesana, desde donde debía darle fuego a los artilleros de la proa de la "Independencia", para impedirles utilizar el dañino cañón de la punta. Mientras, Manuel Joaquín Orella intentaba aprovechar los ángulos con sus cañones cada vez que se aproximaba el buque de Moore.
El muchacho, que a la sazón tenía sólo 14 años, trepó veloz por la red de cuerdas venciendo el vértigo y el balanceo aterrador de la nave en fuga, y desde su lugar comenzó a abrir fuego a los operadores de artillería.
Los disparos del grumete fueron precisos, sin perder un solo tiro según la leyenda. El personal peruano fue cambiado al caer heridos o muertos los primeros, pero Bravo siguió haciéndoles blanco con su impresionante puntería. Ante este desfavorable escenario, los artilleros de proa debieron dejar el cañón detenido al no poder aproximarse a él, concientes de que las balas disparadas desde la "Covadonga" también los alcanzaría en cada nuevo intento por tomar el control. Fueron tantos los tiros que disparó el chiquillo, que sus compañeros debieron cargar hasta la cofa otra caja llena de balas, para que continuara su acoso a la proa enemiga.
Hacia las 11:35 horas de aquel día, pudieron ver encima la desesperada carga final de la "Independencia" sobre la "Covadonga". La precisión de Bravo para inutilizar el cañón de proa, combinada con la de Orella para responder con la artillería de la "Covadonga", contribuirían así que el plan de Condell se cumpliera al llegar a los "bajos fondos" de Punta Gruesa.
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Una poco conocida fotografía del mismo muchacho héroe, al parecer la única donde aparece con su fusil. Esta imagen actualmente está en la Biblioteca Municipal de Guayaquil, Ecuador (agradecimientos a mi buen amigo Gabriel Leiva).
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Litografía publicada en la revista "La Guerra Ilustrada", de la imprenta de El Mercurio (Valparaíso) en 1879. Claramente basada en la fotografía anterior, es un testimonio y retrato de Juan Bravo en su momento de fresca y mayor fama. Imagen gentileza de Marcelo Villalba y su Museo de la Guerra del Pacífico "Domingo de Toro Herrera".
La nave chilena siguió por su escalofriante derrotero orillado, apenas pasando sobre ese fondo rocoso del arrecife y produciendo un tronido desde la quilla que erizó los pelos y cortó el aire a toda la tripulación. Viéndose que habían superado el obstáculo, Condell gritó alegre: "¡Aquí se fregaron!", y todos sus hombres voltearon expectantes a observar el desenlace de la intensa batalla. La veloz y hambrienta "Independencia" que pareció en un momento titubar pero de todos modos había seguido con su ya tercer intento de cargarle el espolón, golpeó así violentamente el fondo y varó: el mayor peso y calado la condenaron, quedando montada sobre las rocas y caída hacia un costado, haciendo aguas, víctima de su propia obstinación.
Entonces, la "Covadonga" giró para abrirle fuego y destruir así una de las unidades más importantes de la Marina de Guerra de Perú, hacia las 12:35 horas. Al ver en la proximidad del "Huáscar" y entendiendo que la "Esmeralda" ya se había perdido, Condell puso proa hacia el Sur otra vez, pero celebrando el haber decidido el destino bélico de los aliados en los mares del Pacífico y escribir con ello uno de los episodios más insólitos y asombrosos de la marina mundial.
La puntería de joyero de Juan Bravo lo volvió instantáneamente una celebridad en el ambiente de los marineros de esos años y a nivel popular, al llegar noticias sobre los detalles de lo ocurrido en Iquique. Al arribar la heroica tripulación en la "Covadonga" en Valparaíso, el 23 de junio de 1879, encontrándose con la ciudad hermoseada para recibirlos, entre la muchedumbre que esperaba en el acto organizado frente a la Intendencia, una delegación de estudiantes de liceo liderada por Ricardo Lennes, esperaba a Bravo con la corona de laureles más hermosa de todas las presentes. Al hacerle el obsequio y previo a colocarlo en sus sienes, Lennes se refirió al grumete con el siguiente discurso encendido del patriotismo que ardía en el contexto de la guerra:
"En el menor de los héroes de la Covadonga queremos saludar a los marinos del 21 de mayo, que han dado a la patria un día imperecedero. Digno eres, valiente grumete, de la corona de laurel que con regocijo te presentamos, porque tú has probado que en Chile hasta los niños son leones cuando se trata de la honra nacional.Recibe lo que mereces y permite que un fraternal abrazo estreche tu corazón valiente a nombre de mis compañeros de liceo.¡Gloria a los valientes!¡Salud al porvenir!"
Por la semejanza de su nombre y fama, se decía en la ocasión que, a futuro, Juan Bravo iba a ser algo así como el corsario francés Jean Bart de Chile, según se interpreta de comentarios reproducidos en el "Boletín de la Guerra del Pacífico. 1879-1881".
Cuando Condell llegó a Santiago a recibir honores de las autoridades por su hazaña, hizo que el muchacho lo acompañase a su lado en los actos oficiales y recepciones. El propio Contraalmirante declararía tiempo más tarde, recordando al aguerrido grumete: "Nunca se ha usado un rifle sin perder menos balas que con este negro".
Hubo muchos héroes de origen mapuche en la Guerra del Pacífico, algunos muy desconocidos e injustamente olvidados. Juan Bravo puede ser, quizás, el símbolo más importante y trascendente de todos ellos, por su notable participación en la Batalla de Punta Gruesa y, por extensión, en la doble epopeya del 21 de mayo de 1879 en Iquique.