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LOS ORÍGENES DEL PESEBRE NAVIDEÑO "CHILENIZADO"

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Un pesebre de estilo "rural", tradicional chileno (Revista "En Viaje", 1967).
Coordenadas: 33°26'15.31"S 70°39'7.57"W (ubicación del pesebre en la Catedral de Santiago durante Navidad)
Hace algunos años publiqué por estas mismas fechas y en este blog, un resumen de la historia del pesebre universal y de cómo muchos símbolos de naturaleza precristiana e incluso pagana se reflejan en las versiones que se hacen del mismo acá en Chile, al igual que sucede con el pino navideño, como los animales escogidos para la escena del Nacimiento y ciertas tradiciones asociadas al mismo desde sus orígenes por intervención de San Francisco de Asís en las costumbres navideñas.
En la proximidad de la Navidad 2012, quisiera aprovechar de profundizar un poco más en los antecedentes de la "chilenización" del pesebre popular de nuestro país, y que suele ser representado con personajes a la usanza campesina, como algunos ponchos, sobreros tejidos y otros elementos tomados del folklore chileno, a veces incluso con una especie de ramada pajiza simbolizando el lugar del Nacimiento de Belén.
Mucha de esta tradición puede observarse también en el pesebre navideño que se instala todos los años en la Catedral de Santiago, como veremos más abajo, además de los que aparecen en varios otros recintos de la capital donde son montados por estas fechas.
"Visita al pesebre", ilustración de la "Lira Popular" (Fuente: "Aunque no soy literaria : Rosa Araneda en la poesía popular del siglo XIX" de Micaela Navarrete).
LOS ANTIGUOS PESEBRES CHILENOS
Como en otros países de América Latina, el pesebre fue traído por los conquistadores españoles, aunque puede haber recibido influencias de las órdenes franciscanas que les acompañaban y luego por inmigrantes europeos como italianos y alemanes.
Junto con facilitar la dispersión y penetración del evangelio en tierras indianas, el símbolo del Nacimiento de Cristo ponía en marcha a toda la comunidad criolla que se involucraba en la confección del mismo todos los años, especialmente la de carpinteros y artesanos que levantaban estos Nacimientos en las iglesias, desde donde saltaron a las casas patronales y a antiguos puestos del comercio citadino. En 1646, por ejemplo, el sacerdote Alonso de Ovalle describía en sus famosas crónicas cómo durante las fiestas religiosas, una cofradía completa de "morenos" se encargaba sacar en andas el Sagrado Nacimiento de Belén y llevarlo en la procesión.
Ya entonces era corriente que el pesebre se montara el 8 de diciembre; y en los que tenían carácter oficial o institucional, se colocaba al Niño Dios sólo en el día de la Navidad, como declarándolo "nacido". También era corriente que pasara del Año Nuevo armado y se lo desmontara sólo el día 6 de enero, en la Pascua de los Reyes Magos o de los Negros, tradición que habría provenido del Perú y que salvó de una invasión boliviana al poblado de San Lorenzo de Tarapacá, en la quebrada del mismo nombre, cuando en 1842 sus habitantes lograron expulsar a invasores del altiplano usando en sus cañones el plomo que sacaron de la imagen del bebé Jesús en un pesebre a tamaño natural que seguía montado el pueblo ese mismo día de los Reyes Magos.
Hacia los días de la Independencia, lo habitual era aún que se proporcionara un espacio para los pesebres en templos religiosos más importantes, las plazas municipales y algunas casas aristocráticas que colocaban pesebres importados dejando las puertas abiertas para que devotos más modestos llevasen ofrendas a la llamada "Guagua Linda", "Lucerito" y "Preciosura" como se le denominaba al Niño Jesús. Estas ofrendas para los pesebres solían ser panes amasados y tortillas de rescoldo, quesos, huevos cocidos, frutas, hortalizas, granos, etc., que en varios casos después eran regalados a familias y niños pobres. Oreste Plath comenta que los visitantes de estos pesebres eran atendidos por los propietarios con mistela, horchata y helado de canela, costumbre que -me pregunto- quizás tenga alguna relación con la posterior tradición de esperar a visitas y amistades en estas fechas con tragos de cola de mono y pan de pascua.
Existen registros del año 1833 de que en la Parroquia de La Estampa de Independencia, se realizaba un cántico al Nacimiento donde aparecían las siguientes líneas, probablemente entonadas antes de la colocación del Niño "nacido" en la escena de Belén:
Esta noche es Noche Buena
y no es noche de dormir
que la Virgen está de parto
a las doce ha de parir.
Pesebre artesanal "indígena", en imagen del blog de la Asociación Nacional del Folklore de Chile (ANFOLCHI, anfolchi.blogspot.com).
EL "DISTRITO DE LOS PESEBRES" DE RECOLETA
Carlos Lavín recuerda en su libro sobre el barrio de La Chimba cómo los conservadores y contemplativos vecinos del barrio de la antigua Recoleta tenían un sector que en cada Navidad era denominado “El Distrito de los Nacimientos”, por la gran cantidad de pesebres que se construían todavía hacia inicios del siglo XX y que intentaban competir entre sí por ser el más reluciente y hermoso.
Dice el autor que, en calle El Manzano llegando a Eusebio Lillo, las hermanas Azola presentaban el más bello y completo de todos estos Nacimientos, montándolo dentro de su enorme propiedad y acompañando la inauguración con grandes fiestas en las que recibían asistencia para consumar la escena del Nacimiento de Belén, gracias a donaciones de aportes o figuras por parte de amigos y vecinos:
"Debe recalcarse esta condición porque la fiesta de las Azolas hizo época atrayendo promeseros de Renca y Quilicura, que se confundían en cuatro piezas ornadas por hábiles pesebristas. Se cantaban villancicos auténticamente hispanos como 'En el portal de Belén' o la 'Albada de Navidad' con acompañamiento de piano, arma y guitarra y se entonaban alabanzas a las santas del barrio: Sor Ventura Fariña Andonaegui y la Beatita Benavides. Venían desde Lampa y Batuco rosadas, fornidas y orondas aldeanas para aportar sus ofrendas campestres al 'niño Dios', prolongándose la ritual celebración los días que durara el abastecimiento de cuatro aposentos atiborrados de viandas, frutas, dulces y bebidas donados por los fieles".
El pesebre de las Azola, además, debía competir con otros famosos como el de doña María Muñoz en calle Andrés Bello, y también con el de las Jofré en la Calle de los Hermanos (hoy Santa Filomena), el de las Marques, el de la señora Bulgada y el de la señora Cerón en la calle de Lillo, además de otras otras instalaciones de carácter exclusivamente familiar que aparecían para todas las fiestas navideñas en el "Distrito de los Pesebres" de La Chimba.
En aquellos años, además, se cantaba una canción aún más vieja a los Nacimientos, remontada a los orígenes de la música folklórica chilena y que ya decía en su letra:
De Renca te traigo choclos
y unos porotos pallares
para con un buen pilco
Chiquillo Dios te regales.
Con doña María
Tu Madre querida
También don Chepito
Puede acompañarte.
Niños frente a un pesebre en aviso de los años sesenta para la "Polla Gol".
LA FOLKLORIZACIÓN DEL PESEBRE
Aunque muchos pesebres tenía un estilo más europeo aún en el cambio de siglo, con los personajes vestidos y ambientados fielmente a su época y como si tratara de un diorama histórico, la tradición popular había comenzado a intervenir también en esta estética y características, adicionándole elementos localistas y propios del folklore, más reconocibles para nuestra cultura. Las figuras de la Sagrada Familia, por ejemplo, muchas veces eran donadas como ofrenda por algunas familias, siendo la del Niño Jesús la más valiosa y honorable, colocada el día 8 y homenajeada con la Misa del Gallo. Los animales del estable fueron los mismos de la ganadería rural, incluyendo cabras, gallinas y hasta patos o cerdos. Los pastores y Reyes Magos son tallados con poncho y manto huaso, a veces con el típico sobrero campesino.
Con el tiempo, guitarras, arpas, barricas, fardos de paja, mujeres gordas tomando mate o un perro quiltro echado junto a la cuna de paja, terminan de "chilenizar" la escena representada, a veces a escala natural y en otras sólo en miniaturas para instalación doméstica. Ya en tiempos de la consolidación de la República, se suman las banderas chilenas, las escarapelas y los otras señales patrióticas más propias de una temporada de Fiestas Patrias que de la Pascua de Navidad, propiamente. Surge, en definitiva, toda una ambientación costumbrista para los mismos, que hace al pesebre una práctica de carácter tan popular y tradicional como religiosa.
"No sólo figuran las imágenes clásicas de la familia -decía la folklorista y musicóloga Raquel Barros-, el Niño, los pastores y Reyes Magos, sino también los pobladores y campesinos de una región con todos sus oficios y actividades... Se simboliza a José como un campesino, a la Virgen como una campesina. A los Reyes Magos como una pareja más acomodada y a los pastores como inquilinos".
En cada zona de Chile, sin embargo, va recibiendo elementos culturales propios del lugar geográfico, como hacía notar en los sesenta don René Arabena Williams, Presidente del Instituto de Conmemoración Histórica y miembro de la Asociación de Pesebristas de Barcelona. Así, tenemos una distribución costumbrista más o menos como sigue:
  • En el Norte de Chile, los Nacimientos son montados en mesas con indios de aspecto incásico, animales domésticos y muchos juguetes, mezclándose villancicos con bailes "chinos", todo con mucha influencia indígena y danzas que duran hasta tres días.
  • En Valparaíso, en cambio, se montan en conjuntos de grandes dimensiones decorados con anclas, velas, adornos marinos, timones, faros móviles, miniaturas de los ascensores de los cerros, buques, etc. En otras zonas de la región aparecen referencias al mundo de los pescadores.
  • En Melipilla, destacan los pesebres de gran tamaño reproduciendo escenas en vivo de distintos pasajes bíblicos, con vecinos peleando por tener el mejor de ellos a la vista.
  • En Pomaire, las figuras eran hechas por artistas de la greda, totalmente a mano.
  • En el Centro Sur, territorio huaso de Colchagua, Curicó, Talca y Maule, el pesebre incluye caballos, fajas, arreos y lucidas mantas.
  • En la Araucanía, hay alusiones al mundo indígena y al folklore mapuche en las representaciones.
  • En el Sur Austral, finalmente, se representa al Nacimiento con "carretitas chanchas", distintas embarcaciones, lagunas de espejos y los rebaños de ovejas como los típicos de las postales magallánicas.
El propio hermano de René Arabena, el escritor y poeta Hermelo Arabena, escribió para él un cántico al pesebre que dice lo siguiente, tomando elementos de esta geografía cultural:
...Niño de la Cañadilla
quién te pudiera ofrecer
una alfombra de diamantes
y la corona de un rey.
Quien pudiera regalarte
oro de Andacollo fiel,
salitre de Antofagasta,
ovejitas de Aisén.
Pesebre montado en la Antigua Iglesia de las Agustinas. Se representa la escena como el nacimiento de Cristo en la cima de un cerro, al que suben los peregrinos y pastores llevando regalos.
PRESERVANDO LAS TRADICIONES
La tradición del pesebre chileno siempre estuvo vinculada también al mencionado oficio del artesano, cuyo trabajo parece haber sido otro importante motor de difusión para el mismo. Abundarán, así, en figuras típicas de greda y cerámica producidas por artistas de Talagante, Quinchamali, Melipilla, El Monte o Pomaire. En este último pueblo, de hecho, era tradicional entre las mujeres cantar un villancico al pesebre que decía en una de sus estrofas:
Yo soy una pobre huasa
que de Pomaire ha venido
a celebrar su niñito
que dicen que ha nacido.
De estos sets para armar pesebres aparecieron las versiones más comerciales de los mismos, algunos de madera tallada, de yeso e incluso de plástico ya en nuestros tiempos, pero también "chilenizados", aunque estas versiones modernas abrumaban a expertos cultores de la tradición como Arabena.
Parte del afianzamiento y la mantención de la popularidad del pesebre chileno puede deberse a esfuerzos de mantener la tradición, llevados adelante por representantes del Taller de Arte del Instituto de Cultura Hispánica, que a partir de 1952 comenzó a realizar exposiciones de Nacimientos de Belén realizados por sus propias alumnas, todos los meses de diciembre, y que buscaban tanto mantener el folklore belenístico como apartar de él ciertas tendencias decorativas importadas desde otros países y que incluían recargarlos de regalos o adicionarle decoración propia de los pinos navideños, como bolas de colores y luces eléctricas.
Este mismo Instituto, con el taller bajo dirección de doña Lucy Lafuente y mientras realizada la 15° exposición de pesebres en sus salones, anunció la creación de una asociación destinada a conservar y difundir las tradiciones propias del pesebre chileno, hacia el año 1967. Para Lafuente, además, existían sólo cinco tipos de auténticos pesebres: el tradicional policromado, el estilizado, el tallado en madera, el de corte popular y el de niños.
"No es necesario que San José sea un huaso con espuelas -decía en una entrevista de la revista "En Viaje"-, pero sí que sea campesino. Para esto es necesario que cada pieza sea trabajada con amor. Es la única forma de transmitirles vida".
El folklore del pesebre incluye también ciertos ritos, como la "Oración de los Animales" comentada por Plath y que vuelve a verificar sus orígenes en la tradición franciscana, consistiendo en una bendición para los animales bajo el símbolo de que el Niño Jesús nació rodeado de bestias en el mismo pesebre. Agrega el escritor que, en una ceremonia de las fiestas navideñas de 1964 realizada en la plazoleta de la Parroquia de San Antonio de Padua, llegaron más de doscientas aves, perros y otras mascotas con sus dueños, para recibir la bendición.
A la sazón, entre los pesebres más conocidos de la ciudad de Santiago destacaban el de los Padres Franciscanos de la Alameda, el de las Monjas de la Providencia y el de la Recoleta Dominicana. No menos famoso era el pesebre el que montaba particularmente René Arabena, quien solía recibir a los visitantes y curiosos con mistela y pasteles, tal como se hacía en el pasado.
Pesebre del templo de Santo Domingo dentro de una "ramada", en la calle del mismo nombre.
EL PESEBRE DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO
Esta "chilenización" del pesebre ha sido respetada y oficializada por la Iglesia Católica a través del Nacimiento de Cristo a tamaño natural que se monta todos los años en la Catedral de Santiago, correspondiente a un gran conjunto de madera tallada por los hermanos Gerardo, Claudio, Aurelio y Patricio Rodríguez, hijos del artista sanantonino Aurelio Rodríguez. La obra se hizo por petición del Cardenal de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz.
Este Nacimiento es relativamente reciente, sin embargo: fue inaugurado en las fiestas navideñas de diciembre de 1999, como inicio del Jubileo y Congreso Eucarístico del Año Santo (año 2000 del Señor). En sus primeras ocasiones allí  era montado en un altar lateral dentro del templo; sin embargo, ya más cerca de nuestra época, se hace esto en una instalación propia y evocando con sus formas a la gruta de Belén, para poner en su interior y alrededor las figuras, en la nave lateral derecha de la Catedral.
La obra está compuesta en total de 14 piezas: la imagen del Niño, ocho figuras humanas y tres unidades más representando ovejas, más el burro y el buey. Fue elaborada tomando por base el diseño que anteriormente había hecho para un pesebre más pequeño del Templo Votivo de Maipú la avezada artesana de Pomaire doña Julia Vera.
En este artístico Nacimiento o Belén pueden observarse -entre otras cosas alusivas a esta nacionalización estética-, la llamada Cruz de Chile, misma del Templo de Maipú diseñada con la combinación de la cruz latina y los elementos gráficos de la bandera chilena con la estrella en el crucero, siendo sostenida por el Arcángel Gabriel. También se reemplazó a los tradicionales Reyes Magos y a los pastorcillos por personajes como un indígena, un pescador y un campesino que ofrecen al Niño Jesús productos típicos de Chile: una barra de cobre, un canasto de peces y un recipiente de frutas (en estos casos, representando los rubros de la minería, la pesca y la agricultura), más un pastor que hace lo propio con la oveja, como en los Nacimientos más universales.
El pesebre de la Catedral de Santiago, con la Cruz de Chile al fondo de la gruta.

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