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Antigua postal del puente, cuando sus termas eran intensamente explotadas.
Coordenadas: 32°49'35.71"S 69°54'39.01"W
Este artículo me lo debo a mí mismo desde hace mucho tiempo, y quisiera terminarlo y dejarlo publicado aprovechando de comentar algunas cosas relativas al tema y corregir otras, de paso, sobre este sitio encantado de la Cordillera de los Andes al que le visualizo un enorme futuro como centro de atractivo cultural e histórico para los amantes del turismo inteligente, potencial por ahora contenido quizás en las represas de cierta apatía por parte de las autoridades correspondientes.
Antaño, la localidad de Puente del Inca con su extraña formación geológica dándole el nombre, fue un gran centro turístico y una estación de enorme importancia para el ferrocarril transandino, con un caserío crecido junto a la carretera, refugios, posadas y un complejo militar. Aún quedan las ruinas de sus salas termales y sus escalinatas, al costado Sur-poniente del puente, donde brotan de fuentes cálidas de aguas muy cercanas a la temperatura corporal.
Si no fuera por su aislamiento, quizás el Puente del Inca del Río las Cuevas hoy sería mucho más famoso y visitado internacionalmente, como lo fue alguna vez. De hecho, por su aspecto no tiene nada que envidiar a otros famosos y espectaculares puentes naturales del continente, como el de río Sumapaz en la región colombiana de Icononzo, o el llamado Puente del Diablo de Jujuy. Las estalactitas y estalagmitas cálcicas y calcáreas del conjunto son un valor adicional a su belleza, aunque el acceso se dificulta a veces en las temporadas más frías.
Conocí este sitio hará unos ocho años, gracias a mi amiga Claudia, mendocina residente en Chile que se había visto imposibilidad de regresar por esa ruta porque los fluidos de su vehículo se congelaron en allá en el refugio, durante una fría noche de nieve, necesitando compañía para ir a buscarlo. Pasé así un par de días en este singular sitio de casas de piedra con estufas de leña y salamandras metálicas, en la posada de su madre y la pareja de ésta, el señor y verdadero gentleman cuyano don Roque, que se encontraba allí dándonos una cálida atención. Con cerca de 100 habitantes (quizás menos), recuerdo a otros residentes del pequeño caserío, como la dueña de un restaurante vecino, y al Tucu, personaje del lugar tucumano de origen y vinícola de destino, que se ganaba algunas monedas cuidado vehículos y simpatizando con los viajeros. Supe de varias agencias de viajes que realizan visitas a este sector junto al gigante del Aconcagua, haciendo circuitos con otros lugares como Punta de Vacas, Las Cuevas, el Cementerio de Andinistas o el Monumento del Cristo Redentor.
Desde entonces, fui guardando pequeñas anotaciones que he ido encontrando en documentos, libros y crónicas sobre Puente del Inca y que he querido reunir ahora en esta entrada, para que muchos compatriotas que pasarán hacia Mendoza durante este verano y apenas mirando este sitio al lado derecho de la ruta, sepan de qué se pierden por no hacer una detención allí, mal aconsejados por la ansiedad de llegar pronto a destino.
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El cartel que recibe a los viajeros...
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Vista actual del puente. Fuente imagen: Taringa.
ORÍGENES GEOLÓGICOS
Situado en el Departamento de Las Heras, el Puente del Inca es una extraordinaria formación natural correspondiente a un enorme arco que pasa encima del Río Las Cuevas, afluente del Mendoza, un poco más al Este del control fronterizo en la Ruta 7 de Los Andes-Mendoza y cerca de uno de los vetustos túneles del tren transandino. Está entre los montes Banderita Norte y Banderita Sur, en el Valle de las Cuevas cerca de Uspallata, unos 180 kilómetros al Oeste de la ciudad de Mendoza.
El puente mide 48 metros de largo, 28 de ancho y de 6 a 8 de grosor, contorneados hoy por un sencillo pretil. Alcanza los 27 metros de altura, y se encuentra a unos 2.700 metros sobre el nivel del mar. Por la textura y forma de la roca combinada con las acumulaciones calcáreas de las aguas del río y de las termas, ha sido comparado con el mucho más pequeño puente-gruta de Saint Alyre en Clermont, Francia.
Éste es un sitio de imponente paisaje cordillerano y con gran actividad sísmica, donde el valle mantiene un ancho de 600 a 800 metros entre la base de una ladera y otra. Hay sectores en el entorno donde es posible encontrar conchas petrificadas de moluscos bivalvos y amonites similares a los que acá en Chile aparecen por el camino del Volcán San José, por ejemplo, confirmando que estos terrenos alguna vez estuvieron en el lecho marino prehistórico. El lugar se despeja naturalmente en los veranos y se cubre de albor por completo en los inviernos, bajando a gélidas temperaturas en algunas temporadas, según se recuerda. Llaman la atención también los colores vertidos por escurrimientos termales continuos sobre las rocas, ricos en hierro y sales, que pasean entre tonos blanquecinos, amarillentos, ocres, anaranjados y rojos cobrizos.
Charles Darwin sugería que el Puente del Inca simplemente fue excavado por la fuerzas del río haciendo un canal y socavando el terreno de depósitos calcáreos. El paso natural, a su vez, dejó encima "una costra de guijarros estratificados cimentados por los depósitos de las fuentes de agua caliente que surgen en las vecindades". Ha sido la teoría de mayor aceptación sobre su origen, al parecer, aunque con algunas variaciones.
Empero, otros autores ya en el siglo XX, como Wenceslao Díaz, creían que el puente se formó "por varias corrientes de lavas que salieron por entre las estratas calizas del lías y formaron las capas que constituyen el arco del puente". Explicaciones más nuevas, como la del académico Víctor A. Ramos, proponen que pudo deberse a la acumulación de material del terreno de las laderas y de las termas sobre un cúmulo de nieve de avalancha o un relleno glaciar después desaparecido, quedando así la estructura compactada y "suspendida" sobre el río. Otros, más audaces -los menos- han creído que puede tratarse de una construcción artificial efectivamente relacionada con antiguas rutas incas, y que pudieron hacerla de mimbre y madera hasta que quedó cubierta por una costra de sedimentación del río, gravas y material del propio terreno.
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Puente del Inca en la litografía de Aglio, 1824.
ORÍGENES SEGÚN LAS LEYENDAS
Las explicaciones en la leyenda, por su parte, se relacionan con el propio nombre dado al puente: dicen que fue construido por los súbditos incas y que formaba parte de una ruta ancestral relacionada con el célebre Camino de Inca en tramos cordilleranos. Puede que esta idea sea una combinación de historia y confusiones, pues no ha sido el único caso de un Puente del Inca conocido en estas latitudes, resultando particularmente interesante el caso del así llamado en Rumichaca, en la frontera entre Ecuador y Colombia, que es una combinación de estructuras naturales con intervenciones y mejoramientos ordenados por el Inca Huayna Cápac en su época, según se sabe.
Otro mito sugiere que un joven príncipe (o princesa, en otras versiones) hijo del emperador incásico, afectado por extrañas dolencias y síntomas de parálisis o depresión, fue por recomendación de los sabios hasta esta localidad y se curó en tiempos prehispánicos en sus milagrosas aguas termales, que brotan desde la roca. Ya sano, volvió a pasar campante de regreso por el puente de piedra, siendo llamado así Puente del Inca por su caravana imperial y creándose una ruta a la que iban los soberanos y hombres prominentes desde el Cuzco hasta estas aguas curadoras, cada vez que lo requerían. Por esto las termas eran llamadas también Aguas del Inca.
Una variante de este mito dice que el joven inca enfermo no podía pasar al otro lado del río, donde estaban las termas curadoras, y sus súbditos le hicieron un puente humano, tomándose de manos y pies, y permitiéndole al convaleciente príncipe que pasara pisando sus espaldas. Cuando llegó al otro lado y se volteó, sus hombres se habían convertido en roca sólida, naciendo así el Puente del Inca.
También se cuenta en otra leyenda, que el propio dios Inti llegó a construir el puente para que el muchacho alcanzara su curación, pero esta variación tiene, a su vez, otras dos versiones respecto del cómo sucedió eso: una dice que la deidad provocó un cataclismo haciendo derrumbar grandes rocas desde los cerros que cayeron con estrépito dando forma al puente, y otra señala todo lo contrario, al asegurar que lo hizo discretamente y en silencio, durante la noche, por lo que los miembros de la caravana sólo encontraron hecho el puente al despertar y luego de la frustración de haber dado por fracasado su viaje al no encontrar forma de pasar al otro lado.
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Ilustración del puente hecha por Bauzá, en la Expedición Malaspina.
¿CUÁNDO APARECE EN LAS CRÓNICAS COLONIALES?
Como se recordará, el territorio argentino de la Provincia de Cuyo donde está Mendoza, Uspallata y el Puente del Inca, se encontraba dentro de la jurisdicción territorial de la Capitanía de Chile hasta 1776, cuando fue enajenado para la creación del Virreinato de Buenos Aires, futura República Argentina. Ya en el siglo XVI, entonces, debió haber líneas de conexión entre ambos lados de la cordillera, especialmente para asuntos administrativos, correos y comercio, además de los viajeros que iban desde Mendoza (fundada en 1561) hasta Santiago o Valparaíso, y viceversa, por lo que el Puente del Inca debió ser conocido desde temprano al hallarse en aquellas rutas transandinas.
Invariablemente, libros históricos y guías turísticas argentinas aseguran -incluso en el propio lugar, con un panel de información- que el primer cronista que menciona al puente sería Alonso de Ovalle, en 1646. Sin embargo, puede que en la observación de las crónicas coloniales exista un error o bien una confusión nominal originaria, pues si se revisa un documento muy anterior, como es la crónica de Fray Reginaldo de Lizárraga, "Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile", vemos que en el Capítulo LXXII titulado "Del camino de Mendoza a Santiago de Chile", alude también a un Puente del Inca cuando comenta, hacia 1595:
"De unos ojos de agua que están a dos leguas o tres encumbrada la cordillera, nace el río del valle de Quillota, por la ribera del cual vamos prosiguiendo nuestro camino, pasándolo por poca agua, después de estos ojos de agua, el cual desde su nacimiento corre por muchos peñascos, y como va bajando se va haciendo mayor y aumentando con otros arroyos que se le llegan, de suerte que al Camarico no se puede vadear, no tanto por el agua que en este tiempo lleva, cuanto por las piedra grandes; vadéanle los caballos descargados, y con riesgo de se quebrar las piernas; este río ya grande a cuatro leguas más abajo, o poco menos, del Camarico, se angosta mucho entre dos cerros, que no debe ser la angostura de cuatro varas en ancho, por donde todo él pasa acanalado. En esta angostura hizo el Inga una puente, que hoy vivo con este nombre, la Puente del Inga, pero para pasar por ella es necesario ir el hombre confesado; para bajar ha de ser por una peña tajada, y para subir lo mismo, tan tajada que se pasa de esta manera: a pie con alpargates, porque no se deslice el pasajero, atadas a la cintura unas sogas, una adelante, otra atrás; la trasera tienen los que quedan atrás, y vanla largando poco a poco, porque el que pasa no resbale y dé consigo en el cárcabo del río, y en pasando arrojan la soga delantera a los que están de la otra parte; estos indios pasan más liberalmente que nosotros, sin estas sogas, porque parecen tienen diamantes en las plantas de los pies, y así le alzan arriba, de suerte que el pasajero lleva dos sogas atadas a la cintura: una delante para subir, otra detrás para descender, y por aquí pasan y han pasado mujeres y ninguna se ha despeñado; yo no pasé por esta puente, sino por otra de madera que se había hecho poco más arriba, mas desde a breve tiempo la mandó el Gobernador quemar, porque no se le huyesen los soldados a la provincia de Cuyo, permaneciendo aquella puente".
Si acaso se refiere al mismo Puente del Inca que nos interesa, por entonces y además de las dificultades que genera la nieve, quizás tenía alguna clase de acumulación de material de suelo y sedimento encima, que lo hizo peligroso para el cruce al reducir o perturbar el área transitable en su ancho. Es lo que especulo por lo descrito como forma de pasarlo y pensando en lo que sucedió, por ejemplo, con el puente colonial del Canal San Carlos acá en Chile, cuyo tránsito quedó casi imposibilitado por acumulación de tierra y piedras sobre el mismo.
De ser el mismo, entonces, quizás el error de apreciación o, cuanto menos, la falta de cotejo en las crónicas pasando por alto a Lizárraga y su posible descripción del Puente del Inca, podría deberse a que su libro debió ser redescubierto y publicado recién a principios del siglo XX, ya que no pudo meterlo en imprenta mientras vivió.
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Ilustración del puente hecha por Brambila, otro miembro de la Expedición Malaspina.
EN LA CRÓNICA DE OVALLE
Pasando ahora al Capítulo VII de la famosa crónica "Histórica relación del Reyno de Chile y de las misiones y ministerios que ejercita en él la Compañía de Jesús", del sacerdote Alonso de Ovalle y publicada en Roma en 1646, comenta allí algo interesante sobre el Puente del Inca y que ha sido tomado como la primera reseña que se hace del lugar en las crónicas coloniales, como vimos:
"Otra puente se ve en esta otra banda, que llaman del Inga, o porque lo fabricó este rey o, lo que es más probable, porque sus capitanes fueron los primeros que la descubrieron y pasaron por ella, porque no es posible que hubiese poder humano que a tanto se atreviese, como lo que allí obró el autor de la naturaleza. Ésta se forma de una altísima y profundísima peña, abierta por medio de alto a bajo como si la hubieran aserrado artificiosamente hasta lo más profundo por donde da paso al río, que con ser tan rápido y caudaloso no se da a sentir en lo alto más que si fuera un pequeño arroyuelo, que es fuerte argumento de la gran distancia que hay del suelo hasta lo alto, pues no siendo esta abertura más de seis u ocho pies de ancho, porque se puede pasar de un salto a la otra parte, es fuerza que pasando por ella todo junto un río tan caudaloso, y de tanto ímpetu y corriente, haga muy grande ruido al pasar por aquella estrechura de donde se sigue que el no salir arriba el ruido de tanta agua, es por estar sumamente distante. Yo he llegado al bordo de esta puente y mirando para abajo (aunque con gran pavor, porque pone grima tan inmensa altura y no he visto jamás despeñadero más formidable) no sólo no oí rumor ninguno, pero pareció de allí todo el río un pequeño arroyo, que apenas de divisaba con la vista".
En la misma crónica, se habla de la leyenda de un tesoro oculto en las lagunas cordilleranas cuyanas por orden del Emperador Inca (la Laguna del Inca) y sus huestes durante la conquista de Perú, por lo que cabe preguntarse si quizás este relato folklórico también está relacionado con el origen del nombre dado al Puente del Inca, como parte de la ruta de la mítica caravana.
Estas observaciones de Ovalle fueron reproducidas o señaladas con frecuencia en sitios webs y folletos impresos, con otra curiosa pero comprensible errata con el nombre del jesuita como Alfonso de Ovalle, y así se ha repetido incluso en un panel informativo turístico que existía en la propia localidad y el caserío donde está el puente. Afortunadamente, el error ha ido siendo corregido en publicaciones más recientes.
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Litografía color de Puente del Inca hecha por Brambila, publicada en Madrid en 1798. Las imágenes como ésta, hechas en la expedición de Alejandro Malaspina, pueden ser las primeras que se han producido retratando el lugar.
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La llamada "Casa de la Cumbre", también en litografía de Brambila, cerca de allí.
PRIMERAS REPRESENTACIONES GRÁFICAS
Dentro de las descripciones coloniales, también son importantes las acuarelas, dibujos y grabados litográficos del Puente del Inca, pero particularmente aquellos que parecen ser los primeros: los realizados por Felipe Bauzá y Fernando Brambila, ambos miembros de la famosa expedición de 1788-1794 del navegante italiano de servicio para la Corona Española, Alessandro Malaspina, que los trajo hasta estas tierras.
Publicado en Madrid en 1798, el grabado de Brambila muestra al Puente del Inca en un paisaje muy distinto al más bien erosionado y estéril de hoy, pues se observa con más matorrales y algunos arbustos formando parte del lugar. El dibujo de Bauzá, en cambio, parece más bien un boceto de apunte. Algunas de estas ilustraciones del puente hechas por ambos hombres, además, se pueden observar en la obra "Los pintores de la expedición de Alejandro Malaspina" de la autora española Carmen Sotos Serrano, publicado por la Real Academia de la Historia en 1982. Allí se informa que en España volvieron a hacerse ampliaciones de tales dibujos y que Brambila usó el mencionado boceto de Bauzá para elaborar sus grabados a color, incluyendo uno donde se ven arrieros cruzando el puente y cuya plancha original está en el Museo Naval de Madrid.
A pesar de la existencia de estas ilustraciones de fines del siglo XVIII, he encontrado algunas anotaciones y referencias indicando que las primeras representaciones gráficas del Puente del Inca son muy posteriores, casi de los tiempos en que Darwin pasó por ahí. Investigadores argentinos como Víctor A. Ramos, además, destacan algunas más: en su interesante artículo titulado "Darwin at Puente del Inca: observations on the formation of the Inca's bridge and mountain building" publicado en la "Revista de la Asociación Geológica Argentina" de Buenos Aires en abril de 2009, señala la del litógrafo A. Aglio en 1824, curiosamente hecha sin haberlo visto jamás, pues el imprentero la elaboró para la descripción que hace Peter Schmidtmeyer en su "Travels into Chile over the Andes in the years 1820 and 1821".
Siguiendo con estas viejas representaciones del puente, encontramos otra ilustración publicada con las observaciones de John Miers en 1826, que también he visto publicada en el "Viaje pintoresco a las dos Américas, Asia y África" de Alcides d'Orbigny, en 1842. Al parecer habría otras de este período, pero el caso concreto es que no serían éstas las primeras representaciones conocidas del Puente del Inca, sino las hechas durante la Expedición Malaspina.
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Postal fotográfica del Río Las Cuevas llegando al Puente del Inca.
(Continúa en la Parte II de este artículo)