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UN PRÓLOGO CON INEVITABLE SABORCILLO A EPÍLOGO (PRESENTACIÓN PARA "CHILE NOSTÁLGICO. PASADO Y PRESENTE EN UNA FOTOGRAFÍA")

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Portada de "Chile Nostálgico" de Fabián Rodríguez Galleguillos, diciembre 2014.
El siguiente es el prólogo que escribí para el libro-álbum fotográfico titulado "Chile Nostálgico: pasado y presente en una fotografía, de mi estimado amigo Fabián Rodríguez Galleguillos, publicado en formato e-book y cuyo Volumen I está disponible en el Portal de Libros Móviles (http://librosmoviles.com/index.php?id_product=40&controller=product) desde hoy, en diciembre de 2014. El autor también mantiene un sitio web dedicado especialmente a esta labor de superposición de imágenes fotográficas para confrontar épocas históricas de una unidad en una sola imagen. Su antiguo blog es: http://chilenostalgico.blogspot.com y su actual sitio web: http://www.chilenostalgico.cl , donde podrán encontrarse muchas otras presentaciones de edición fotográfica como las descritas e imágenes históricas.
Es difícil proponerse elaborar una presentación amena y optimista, cuando se trata de un tema que ha sido más bien duro y punzante, sobre todo entre quienes se encantaron alguna vez con el patrimonio cultural de nuestro país y hasta asumieron labores de difusión sólo por el ardor de la simpatía y la afición hacia tales materias. El intento, desde su origen, comenzará a tener ineludiblemente ese resabio propio de la resignación obligada y de la melancolía; salado como el llanto por los tesoros urbanos de todo un país que ya se han perdido sin remedio, y a los que aquí se rinde un pequeño pero soberbio homenaje. No es fácil introducirse en el tema del patrimonio chileno perdido, por consiguiente, si no es desde esta visión incómoda, aunque asumida a fuerza de circunstancias.
Colocando por un instante la modestia a un costado del escritorio, parece ser que muchos investigadores aficionados formamos parte de una gesta de "redescubridores" del patrimonio urbano chileno por los canales de internet, cuando esta clase de temas relativos a nuestro país estaban casi invisibles en la aridez cultural de los espacios ofrecidos por la red, todavía hacia los inicios del actual milenio. En tanto, muchos de quienes podrían ser considerados como los responsables apropiados para esta clase de tareas y profesionales de las mismas, no se mostraban mayormente interesados en llenar tales nichos sombríos y decepcionantes. De tal manera, si acaso se debían juzgar los activos históricos, culturales y patrimoniales de Chile a través de su reflejo en internet, el escenario llegó a ser francamente desolador en algún momento.
Pacientemente, valiéndose de todos los recursos a mano y "haciendo camino al andar", esta prolífica fuerza-debut de difusores honorarios buscó plagar aquel vacío profundo con contenidos culturales y patrimoniales relativos a Chile: galerías fotográficas, websites propios, páginas de redes sociales, grupos de difusión, foros de discusión, álbumes compartidos, bibliotecas virtuales y blogs. Algunos han llegado también a los libros impresos en esta misma campaña, como coronando sus loables arrojos. En la categoría de los reinos blogueros, presentamos también nuestro propio proyecto titulado Urbatorivm (urbatorium.blogspot.com) hace casi 10 años ya, después de probar con distintos modelos de publicaciones que fueron quedando rezagados y descartados en este largo viaje. Sería esta misma aventura, además, la que perfiló a quien escribe como investigador urbano y cronista de cultura e historia del hábitat de las ciudades -la metropósfera-, haciéndolo así digno de prologar esta interesante obra luego, de una honrosa invitación extendida por Fabián Rodríguez, su propio autor.
Ha cambiado mucho este paisaje contextual desde entonces, sin embargo: a la línea frontal de pioneros, los de "prueba y error", se ha superpuesto una nueva compuesta por auténticos agentes capaces de producir encuentros con la cultura o el patrimonio mucho más allá de la comodidad de la representación abstracta e impersonal del mundo de los bites… Difusores asociados a clubes de seguidores, a movimientos concretos de gente interesada en la preservación y a admiradores organizados; gente de acción, de intercambio y de expansión informativa, varios de ellos profesionales provenientes desde la arquitectura, la fotografía, el urbanismo o la historia.
No cabe duda, pues, que el avance ha sido vertiginoso y tremendo, muy auspicioso si se lo quisiera ver positivamente frente a los desafíos actuales y venideros, pues contagia con el entusiasmo de sus nuevas formas de manifestación efectiva al campo los intereses sociales sobre un tema de importancia tal como es el patrimonio urbano chileno, su preservación y su valoración.
Entonces, esta fuerza de gestores y propagadores, de alguna manera ha logrado salir de las limitaciones del monitor y ha provocado ecos en el mundo real; precisamente lo que se requería para enfrentar el panorama despiadadamente adverso que vemos hoy, cuando se levantan insolentes complejos comerciales en barrios tradicionales, se cierran aeropuertos históricos para proyectos residenciales que nacen fracasados o se elevan verdaderos hormigueros humanos de cemento en donde antes hubo palacios decimonónicos consumidos a fuego y a picota.
Sin embargo, algo perverso y malvado sigue sucediendo en el hábitat de las ciudades, como una maldición incontenible: algo que aún arrastra a la riqueza patrimonial de toda esta nación trágica hacia el centro de la espiral de destrucción y de desaparición. Es como si la mentalidad que impone a su gente un país de terremotos y de cataclismos, acostumbrado a perder lo propio y a vivir en perpetua reconstrucción, se desatara de forma rotunda y recurrente, convirtiéndolo todo en un recuerdo, y después pasando del recuerdo al total olvido, en una secuencia casi infalible.
Algo falla, a fin de cuentas: algo no funciona de manera correcta entre los engranes de este orden, donde el interés y la demanda social parecen nunca llegar a mover las palancas y a apretar los botones correctos del mecanismo, ni siquiera pudiendo acceder a ellos y quedando siempre diluidos, indeterminados e incapaces de materializarse. Mal que, por supuesto, se manifiesta en todas las instancias de dichas impetraciones y de legítimas quejas: educación, seguridad, transportes, equidad, libertades civiles, etc. De un modo u otro, todos los esfuerzos desplegados por la voluntad ciudadana todavía acaban convertidos en Chile, en rayas que intentan trazar efímeros dibujos sobre el agua.
Como en todos estos temas y muchos otros, pues, la demanda de protección y resguardo del patrimonio nacional también se ve neutralizada por alguna incomprensible razón dentro de las marejadas de los poderes públicos. Razón alojada, quizás, en la estructura misma de nuestra defectiva política, o bien en la inmadurez de un pueblo aún joven pero que parece exhausto y senil a la hora de darle impulso a los valores de la representatividad y de la canalización efectiva de sus voluntades.
Y así pues, por curioso contrasentido, en pleno surgimiento de este movimiento de interés social por el resguardo de los activos culturales de la historia y de la arquitectura de las ciudades, vemos cómo el conjuro infame sigue cobrándose sus cuotas, a una velocidad pasmosa y a ratos aterradora: la Casona Rojas Magallanes de La Florida, el Gimnasio Nataniel, el Estadio Ferroviario San Eugenio, la Galería "El Patio" de Providencia y el edificio del arquitecto José Forteza en las puertas del Barrio Brasil, son sólo algunos de los últimos y más recientes casos de perlas urbanas perdidas irremediablemente, y limitándonos sólo a la capital para recoger ejemplos.
¿Se puede asumir, entonces, una perspectiva auspiciosa de visualización del futuro de nuestro patrimonio nacional, ante semejante situación de adversidad y de amenaza? Salvo que se caiga presa de obnubilaciones ingenuas o de fiebres de idealización, este ejercicio sería algo imposible, insostenible. ¡Si hasta los mismos espacios en internet de aquella primera fuerza difusora, han ido desapareciendo! Y acaso lo hacen como espejo de sus magros resultados en la cruzada de preservación y rescate patrimonial que quisieron proponerse, objetivos imposibles de conseguir por el llano de la mera virtualidad.
A causa de este mismo escenario culpable y oscuro, sin embargo, es que iniciativas como la del presente libro vienen a ser un tremendo aporte para aquella causa de aspiración franca, buscando consumar en hechos concretos y palpables el interés de quienes se han dedicado con honestidad a la difusión del conocimiento patrimonial: en este caso, por el esfuerzo personal de Fabián Rodríguez, confirmado promotor y contribuidor en el tema de marras, cuyo trabajo en el website de álbumes fotográficos Chile Nostálgico (chilenostalgico.cl) ya ha sido de enorme importancia para la puesta en valor y para el reconocimiento popular de la misma riqueza urbana que se ha ido perdiendo a lo largo de todo nuestro desdichado terruño.
He aquí el mérito de esta obra, entonces: dar en su formato de libro digital un paso altruista en la descrita necesidad de difusión vía internet, pero subiendo otro peldaño en la cruzada que le ha dado allí -en el mundo virtual- merecida presencia a Chile, a su memoria cultural y a su patrimonio histórico, gracias al trabajo honorario y apasionado de verdaderos voluntarios como los descritos y entre los que Rodríguez ha conseguido un lugar destacado, gracias a su esmero y creatividad manifiestos. Y así, los valores atribuibles a su autor se tornan incontables: la generosidad con que pone en línea su obra, el desinterés por darle una orientación utilitaria, el amor por las materias tratadas, su precisión para hallar e intervenir documentos gráficos, el brío ejecutado sin retribuciones ni exigencias al interesado en conocerlas, la motivación virtuosa por este quehacer, su aporte implícito a la memoria e identidad nacional, etc.
Sin embargo, este trabajo puede tomado especialmente como una advertencia y casi una bofetada al impulso íntimo y apesadumbrado ante la cuenta de mermas culturales, cuya sensación ya se instala en la conciencia colectiva de nuestra sociedad: es una observación casuística y palpable del patrimonio irreversiblemente perdido de todo un país, como mascadas y mordidas directas en la efigie de su propia identificación ante la historia, de su semblanza. Se trata, pues, de una nómina dolorosa, triste y que, desgraciadamente, sigue creciendo en el mismo momento en que se escriben estas líneas, no sólo por acción de terremotos e incendios, sino principalmente por la ignominia humana, la mezquindad de los grandes mercaderes y la bandera sin color del afán por el enriquecimiento.
Esta obra se dispone y entrega, en síntesis, como un intento por extender la memoria sobre el patrimonio perdido y como un homenaje a los fantasmas de la grandeza extraviada, a la vez que se yergue cual esfuerzo por retrasar -tanto como fuese posible- el advenimiento de nuevos menoscabos patrimoniales, con lesiones que siguen y seguirán engrosando una larga lista que llena de penas mudas y de evocaciones románticas de un Chile en tonos sepias que, quizás, cada vez tiene menos para poder mostrar de sí, pero cada más para sólo poder recordar con resignada amargura.
En un día martes 5 de agosto de 2014,
Cristian Salazar NaudónInvestigador urbano y cronista

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