![](http://4.bp.blogspot.com/-qlWEjc8cl9k/T9ZT213wOCI/AAAAAAAAOEg/KkSxf-pjgX8/s400/1Bar-Black-and-White---Pablo-Gonz%25C3%25A1lez.jpg)
Interior del "Black and White" en sus buenos años. Imagen original de Pablo González, perteneciente a la colección del Museo Histórico Nacional.
Coordenadas: 33°26'18.26"S 70°38'57.71"W (ex ubicación)
El bar y boîte "Black and White", símbolo de todo una época en Santiago, se encontraba en Merced 876, "frente al Teatro Santiago, donde al lado se comían tortas milhojas", como escribió de él Claudio Giaconi. Su espacio estaba en el primer piso de la Casa Colorada, la suntuosa ex mansión del Conde de la Conquista don Mateo de Toro y Zambrano, hoy convertida en museo.
El local daba hacia la calle por el lado Oriente de esta casona solariega declarada Monumento Histórico Nacional en 1960, y no era el único de su tipo que ocupaba tan elegante arquitectura colonial: atrás, al interior de la casa, estaba el "Club de Ambulantes de Correos", mientras que "El Colonial" se halló en el segundo piso; antes, los altos de la residencia habían sido ocupados también por el "Café Fancy", otra atracción para intelectuales y poetas. Se recuerda entre algunos veternaos que el vecino "La Bomba" estaba justo al frente, cruzando Merced. Dentro de la casona funcionaba también una imprenta, una agencia de empleos, una pajarería y lustrines, según recordaba Oreste Plath.
El "Black and "White" habría sido fundado allí en el zócalo en los años cuarenta según algunas fuentes, por el ciudadano italiano oriundo de Rapallo don Silvio Tonolli Testori, quien habría llegado a Chile al parecer viviendo primero en Iquique. Tras viajar y establecerse acá a la capital, decidió crear el famoso club tan cercano a la Plaza de Armas, al que en sus inicios se definía con el contagioso lema "El Rincón de la Bohemia Santiaguina", como rezaba en grandes letras el lugar del pequeño escenario donde hacían presentaciones artistas de circuito de aquellos años, iluminados por unas pocas luces amarillentas de ampolletas colgantes. Siempre había allí un piano vertical, una batería y dicen que un destartalado micrófono, además de un ventilador de escritorio para intentar capear el calor en días de verano. Desde orquestas bailables hasta folkloristas pasaban por este rincón.
Se entraba por una puerta doble de hojas articuladas y que, en las escasas horas o días en que permaneciera cerrado el local, era antecedido por rejas plegables metálicas, similares a las de los ascensores antiguos. La política de los mozos -de humita negra y después de corbata y cotona- era "servido y pagado", desalentando la práctica malévola del "perro muerto". Las mesas se veían dispersas y no era raro que los clientes las juntaran cuando eran más de cuatro.
El propio dueño solía dejar botada la caja registradora para ir a conversar con su marcado acento en las charlas y largas tertulias que hacían allí sus comensales, escritores, artistas y periodistas de aquellos buenos años. Asistía al bar también la alegre y colorida comparsa del Bellas Artes, aunque las salas podían verse poco lucidas y más tendientes a la penumbra, convirtiéndolos en clientes pardos y grises como cualquiera de los otros allí presentes.
Una nota del diario "El Mercurio" de diciembre de 2008, presenta un resumen de la fama y trayectoria que experimentó el boliche en sus cerca de tres décadas vida:
"Este local, que funcionaba las 24 horas del día, estaba ubicado al interior de la Casa Colorada en calle Merced. Podía atender a más de dos mil clientes en sus mesas y larga barra. Tenía un pequeño escenario donde semanalmente se podía escuchar cuecas, tangos, arias de ópera y música selecta.
Contaba con pizarras que anunciaban las carreras hípicas y conocidos eran sus platos de guatitas, riñones al jerez o el cola de mono, la chicha de Villa Alegre y su famoso pisco sour".
![](http://4.bp.blogspot.com/-vow_B_lwi5g/T9ZTa3cUKeI/AAAAAAAAOEU/vTh_Qpxj3fA/s400/Black_and_White.jpg)
El local fue uno de los lugares favoritos de los periodistas de los años cincuenta hasta la mitad de los setenta (cuando ya comenzaba su caída), tanto así que se les podía ubicar llamado por teléfono al local y sabiendo que siempre andaban por él, como si se tratara de sus oficinas, de acuerdo a los testimonios de viejos tercios de la época. Hubo poetas que no llegaron con menos entusiasmo en la más luminosa época del club. Por eso se lo menciona en la memoria o los libros de muchos otros clientes ilustres que lo frecuentaron: el aventurero Raúl Morales Álvarez (quien dilapidó una fortuna ganada en la Lotería, en esta clase de locales), Carlos Peters Barrera, Hernán Millas, Germán Marín, Tito Mundt, Juan Emilio Pacull, Enrique Lafourcade y Oreste Plath, uno de los principales informantes literarios al respecto, este último. Alguna vez se ha dicho que hasta Neruda pasó por ahí. "Era el tiempo del cubilete y del dominó", escribiría Plath refiriéndose a la boîte.
Uno de los jugadores de cacho allí dentro habría sido el caricaturista Raúl Figueroa Silva, más conocido por su pseudónimo Chao, hijo de Pedro Pablo Figueroa, el autor del "Diccionario Biográfico de Chile" que tanto facilitó la labor periodística nacional. Apodado guatón Chao por sus amigos del club, dice Plath que "era ostentoso cuando ganaba y cuando perdía se volvía rabioso y derramaba las copas". Y si bien el mismo autor comenta que Teófilo Cid prefería almorzar en el vecino "Club de Ambulantes de Correos", puede sospecharse que hubo una época en que también dejó huella dentro del "Black and White", de acuerdo a algunos testimonios orales.
"...como siempre -escribió Peters Barrera describiendo el recinto-, olía a tabaco y encierro. Sobre el largo y alto mesón de madera del bar reposaban -como reliquias sagradas- un par de frascos de vidrio con oscuras cebollas escabechadas que flotaban en vinagre, además de un indolente gato negro que miraba con desinterés el ajetreo de los mozos".
![](http://4.bp.blogspot.com/-4vf2e1xjutI/T9ZT3NHDHaI/AAAAAAAAOEs/EF__pfKqRWs/s400/2Bar-Black-and-White---Pablo-Gonz%25C3%25A1lez2.jpg)
Vista del "Black and White", en el famoso mesón de la barra con la cotizada chicha dulce en jarras. Imagen original de Pablo González, perteneciente a la colección del Museo Histórico Nacional.
![](http://3.bp.blogspot.com/-jH_C2db9w5A/T9ZT3X8NHwI/AAAAAAAAOE4/dpMXYQt9Cuw/s400/3Bar-Black-and-White---Pablo-Gonz%25C3%25A1lez4.jpg)
Clientes reunidos en el local. Imagen original de Pablo González, perteneciente a la colección del Museo Histórico Nacional.
Por su parte, el profesor de música Agustín Cullell, el compositor Eduardo Maturana y el diplomático Carmelo Soria, solían reunirse en varios bares bohemios de esos años, pero especialmente el "Black and White", como lo cuenta el primero de los nombrados en un homenaje publicado en la memoria del fallecido Maturana el año 2003, en la "Revista Musical Chilena":
"También son los años de una enriquecedora bohemia. Por ella transitan intelectuales y artistas recorriendo los emblemáticos bares y cafés del Santiago nocturno. Acompaño a Eduardo en estos peregrinajes y el recuerdo me trae a la memoria las tertulias del Café Iris en Alameda con Estado, donde se reúne con uno de sus inseparables amigos, el grande y malogrado poeta Teófilo Cid, arrastrando siempre su orgullosa miseria dentro de un raído y manchado gabán. Al grupo se solían integrar otros conocidos personajes: Andrés Sabella, Manolo Segalá -un pintor catalán excéntrico, más tarde desaparecido en Brasil- junto a dos que con el tiempo se harían célebres: Alejandro Jodorowsky y un joven y tímido Jorge Edwards. Tales romerías se proyectaban igualmente a distintos lugares no menos simbólicos: El Negro Bueno, El Bosco, Café Sao Paulo y sobre todo el Bar Black and White al interior de la antigua Casa Colorada, en cuyo amplio recinto Eduardo, Carmelo Soria, mártir de la dictadura, y quien esto escribe, jugábamos interminables partidas de ajedrez hasta altas horas de la madrugada. Es también la época en que Eduardo destaca como impulsor de dos importantes proyectos: la creación, junto a Salvador Candiani de una nueva orquesta, por cierto de corta vida, la Sinfónica Santiago (1944), dirigida por este último, y la fundación de la Sociedad Tonus (1950), orientada a la divulgación de la música de vanguardia".
![](http://4.bp.blogspot.com/-_6NleKnl88U/T9ZTJde-dGI/AAAAAAAAOEI/G2V_99fjT9o/s400/Bar-Black-and-White---Pablo-Gonz%25C3%25A1lez3.jpg)
De acuerdo a las fuentes consultadas, la caída del club podría haber comenzado con los años sesenta a setenta, y dicen también que siendo tomado por un público menos brillante y lucido que el de sus mejores años. Coincidentemente, don Silvio Tonolli falleció en 1969 según anota Plath, quedado heredado el negocio en manos de sus hijos y un yerno. Quizás hicieron sus mejores esfuerzos al respecto, pero el ocaso de la antigua bohemia en esos años y en especial en los setenta, se notó en ciertos cambios ambientales del local y del mismo barrio. Además, durante la discusión del proyecto de ley sobre Monumentos Nacionales (Ley Nº 17.288) a inicios de 1970, ya había comenzado a proponerse sacar a los bares de esta histórica casona colonial. En aquella ocasión, el controvertido diputado socialista Mario Palestro peinó sus gruesos bigotes con un discurso en el que declaró lo siguiente, sacando al baile el que muchos miembros de la Cámara también frecuentaban aún la cantina en esos años:
"La Casa Colorada se ha convertido en una especie de mercado persa en pequeño, de donde los amigos que van al 'Black and White' -más de algún Diputado lo conoce- salen haciendo los correspondientes zigzagues antes de tomar la movilización para sus casas, si es que son capaces. Estas cosas hay que arreglarlas. Como se ha dicho, se pretende dejar las calles Compañía y Merced exclusivamente para peatones, para preservar esas reliquias ahí, justamente donde se estableció el primer Gobierno de Chile".
Según los testimonios y algunas leyendas negras sobre el barrio, éste terminó sus días más cerca de los cabarets y con mucha presencia de homosexualidad marginal, prostitutas, copetineras y los infaltables gañanes de mala vida con más de algún roce con la justicia, además de la fuerte presencia del tráfico de polvo de ángel y otras extravagancias en la recreación de los oscuros últimos comensales que afectaron el comercio alrededor del kilómetro cero. Allí, en medio de la vorágine céntrica, el resistente "Black and White" se acabó aproximadamente hacia abril de 1976, cerrándose su destino también con el proyecto de transformación del uso de la antigua edificación colonial.
Había comenzando ya una nueva época para la Casa Colorada, seguida de la gran restauración de 1978 a 1980 y su disposición a ser la limpia e impecable sede del Museo de Santiago.
La Casa Colorada, sede del Museo de Santiago. La entrada entre los locales más cerca de la cámara son los que ocupaba el "Black and White" entre los años cuarenta y setenta.