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EL MAGO DE LA POLLA GOL: LA VERDAD HECHA LEYENDA DE ROBERTO JACOB HELO

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Don Roberto, en imagen de su libro "Un poco antes de la muerte".
Hacia la primera y segunda cuadra del paseo Ahumada en los ochenta, cerca de los principales cafés y sobre una banca para el descanso peatonal, era habitual encontrar en aquellos años a don Roberto Jacob Helo, más conocido para la posteridad como el Mago de la Polla Gol.
Por entonces, el singular personaje y "guía" hacia la esperanza de riquezas, ofrecía al público sus fórmulas, folletos y recomendaciones varias, con demostraciones incluidas, para enseñar el procedimiento que empleaba exitosamente para pegarle al premio mayor del famoso concurso de la Polla Chilena de Beneficencia, con base en pronósticos del campeonato nacional de fútbol. Cerca un centenar de ocasiones llegó a ganarse el premio mayor, de hecho, dejando demostrado su dominio en el famoso concurso, que alimentaba las ilusiones de tantos chilenos en aquellos años de crisis económica.
Por sus características, el caso del llamado Mago de la Polla Gol debe ser uno de los más pintorescos de la historia popular chilena y de sus semblanzas callejeras. Fue incluido por Nicolás Rojas en su trabajo "Grito y plata. Historias de casinos, hípica y juegos de azar en Chile", y por Cristián Venegas en "Fuera de juego. Breves crónicas de fútbol chileno". Hasta hoy, muchos lo recuerdan como una parte importante de las memorias de su propia vida en la ciudad de Santiago, extrañando su presencia en el mismo paseo Ahumada.
Casi desde el momento mismo en que se creara la Polla Gol para recaudación del Estado de Chile, originalmente orientada al fomento deportivo a mediados de los años setenta, la esperanza de un cambio de vida con el dinero del premio nubló consciencias y obsesionó a algunos ilusos, algunos de ellos llegando hasta la tumba en la periódica espera de atinarle a los famosos 13 puntos de los pronósticos en cada cartilla, con las opciones empate, local y visita.
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BURDELES, NOCTÁMBULOS Y RUFIANES: CRÓNICA DEL EXTINTO BARRIO ROJO DE LOS CALLEJONES DE RICANTÉN

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Calle Lira en 1962. Fuente imagen: sitio web del Liceo Confederación Suiza.
Coordenadas: 33°27'03.9"S 70°38'17.0"W
Hubo una época de los prostíbulos, mancebía y bohemia en Santiago que resulta inolvidable a quienes la vivieron: la epopeya del barrio Los Callejones, en Diez de Julio Huamachuco, hasta donde acudían con el pecho ardiente desde modestos folcloristas, tangueros y cuequeros pagados con cañas de vino, hasta prominentes hombres públicos que derramaron algunos de sus más grandes secretos en la memoria de aquellas cuadras.
Los Callejones parecen haber sido el primer barrio rojo moderno de la capital chilena, al menos en los términos que lo reconocemos ahora, además del más famoso. Este concepto va mucho más allá de ser sólo un concentración de prostíbulos y tugurios, por supuesto, aunque también ha quedado sumido en la tendencia a poetizar el recuerdo por parte de aquellos que lo conocieron y que hoy lo contemplan desde el observatorio de la nostalgia, no siempre muy objetivo. Lo cierto es que había en él elementos igualmente pintorescos o encantadores conviviendo con otros oscuros y problemáticos, que acabaron sobrepasando sus atracciones y condenándolo a desaparecer, finalmente.
Llamado también Barrio Ricantén, Callejones de Ricantén (Licantén en algunas versiones, por corrupción fonética) o, simplemente Barrio Callejones, correspondía a un cuadrante de viejas calles y cuadras estrechas distribuido entre las vías Diez de Julio Huamachuco, Dr. Brunner-Tocornal, Argomedo y Raulí-Portugal, llamadas Freire-Maestranza en esos años. La concentración de prostíbulos, bares "con niñas" y quintas de remolienda en esas pocas cuadras fue asombrosa, llegando a desbordar los límites del marco original expandiéndose así por casi todo este sector de Diez de Julio.
Al centro de este trazado estaba el corazón de los temidos callejones, entre Lira y Raulí por la calle Sucre, poco después llamada también Ricantén, cuando terminó de abrirse la vía y conectó con la de este nombre. En nuestros días, corresponde a Antonio Ricaurte, en homenaje al oficial independentista de las Provincias Unidas de Nueva Granada. Este último nombre, que aparecía ya en algunos planos de 1911, lo recuperó hacia 1952, pues parece que Ricantén fue una adaptación fonética del original Ricaurte, que afectó rápidamente en la denominación de la misma.
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EL BLACK FRIDAY, LA LEYENDA NEGRA

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Fuente imagen: BBC.
Es algo definitivo que el Black Friday (Viernes Negro) llegó para quedarse a nuestro país, introducido por las grandes cadenas del retail y los expertos en marketing. La compañía Walmart ha sido especialmente importante en su expansión por Sudamérica, además, aunque no la única. Breve pero intenso festival de descuentos y liquidaciones del comercio, se prolonga como temporada hasta el también popular Cyber Monday (Ciber Lunes) que lo sigue de tan cerca en el calendario, dedicado a las ventas de internet a partir de su creación en 2005.
Podríamos decir que esta inauguración de las temporadas de ofertas es, en su esencia, profundamente gringa y de innegable naturaleza capitalista, pues el original Black Friday se celebra el viernes siguiente al Día de Acción de Gracias que, en los Estados Unidos, cae en el cuarto jueves del mes de noviembre. Abría el período de ofertas de las fiestas de fin de año, con el frenesí de consumo que acá mismo hemos visto imitado... E imitado bastante bien, debemos agregar, pues habría que ser muy filántropo e idealista para negar que los descuentos de 30%, 50% y hasta más del 70% en algunos casos, facilitan mantener el grosor de la billetera en un mes tan oneroso como suele ser el de diciembre, especialmente para la clase media y baja.
Para muchos, además, el Black Friday es la mejor oportunidad del año para adquirir algunos artículos hogareños de mayor valor, generalmente relacionados con línea blanca, mueblería, electrónica y computación, aunque es claro que la conveniencia de precios toca también los intereses en adquirir prendas, artículos deportivos, gastronomía y todo cuando aguante la tarjeta de crédito, con endeudamiento incluido.
Ahora bien, ha sido quizá esta misma ligazón fundamental del Black Friday con el librecambismo lo que ha llevado a algunos medios de comunicación a expandir una leyenda negra y muy imprecisa sobre su supuesto origen, vinculándola a los tiempos del esclavismo y de la trata de personas. En términos generales, esta creencia fomentada por la imparable máquina de mentiras de la internet, ha alimentado en muchos el convencimiento de que el Black Friday original era una suerte de temporada de venta de esclavos negros (de ahí el nombre, supuestamente) en los Estados Unidos o en las colonias europeas, para la demanda que se intensificaba a fin de año. En este 2019, ha sido especialmente fuerte la embestida desinformadora.
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IRENE VÉJAR: LA MISTERIOSA "BOMBERA" DE LOS ÁNGELES

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Coordenadas: 37°28'22.6"S 72°20'58.2"W (sector donde solía rondar)
Tía Nena o Nina de decía su familia, antaño, así como sus amigos más cercanos. Pero la comunidad de Los Ángeles, en la provincia homónima, la conocía simplemente como "la Bombera", recordándola así hasta ahora. Su nombre real era casi desconocido, sin embargo: Elsa Irene Véjar Pérez. Muy pocos los sabían, salvo quienes conocieron sus tiempos más cuerdos y mentalmente sanos, que habían quedado muy, muy atrás. La mujer que después vagaba por aquellas calles, era otra persona por completo diferente.
Los extraños atuendos con los que paseaba por el centro de la ciudad, inducían al apodo de "la Bombera" y a confusiones sobre su razón de andar diariamente por las calles, acaso como esperando el advenimiento de un secreto milagro o resolviendo un misterio íntimo al que nunca le pudo hallar salida.
Los angelinos intentaban explicarse su caso de todas las formas posibles, entonces, siendo la historia más popular, quizá, una que hablaba de un supuesto amor de su vida que murió en forma trágica cuando recién había contraído matrimonio o se preparaba para tomar el sagrado vínculo, desencadenándose la esquizofrenia que la acompañó durante toda su época convertida en personaje callejero de Los Ángeles. Tal vez confundían su caso con el de otra famosa y distinguida mujer de las calles de la ciudad motejada en su tiempo "la Novia", a mediados de los ochenta aproximadamente, de la que se recuerda que vagaba con un gran peinado de tocado, cartera y guantes blancos, cargando a sus espaldas la historia de un abandono en el altar que no pudo resistir, al menos en la habladuría popular.
Elsa, en realidad, nunca se casó ni tuvo hijos. No alcanzó, más bien, porque los padecimientos psiquiátricos la alcanzaron antes de poder formar familia propia, probablemente para mejor. Ni siquiera le conocieron alguna pareja en toda su vida.
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AUGUSTO ORREGO LUCO: EL MÉDICO CON TALENTOS DE BRUJO Y ARQUETIPO DEL "DOCTOR DEL PUEBLO"

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El Dr. Orrego Luco en retrato fotográfico  de 1884, atesorada en la sección de fotografías de la Sala Medina, Biblioteca Nacional de Santiago. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.
Un importante antecedente "callejero" sobre la preocupación por la salud en la sociedad chilena lo representa el chileno Dr. Augusto Orrego Luco, prominente médico del siglo XIX, escritor, articulista, académico, hermano mayor del pintor y diplomático Alberto Orrego y del escritor y político Luis Orrego, el conocido autor de "Casa Grande".
Nacido en Valparaíso en 1849, Augusto Antonio Orrego Luco era hijo del empresario Antonio Orrego Garmendia, recordado por haber introducido la cera en el mercado chileno, y de doña Rosalía Luco León de la Barra. Todos sus primeros estudios tuvieron lugar en el puerto hasta que llega a Santiago a matricularse en el Instituto Nacional, donde funda un semanario junto a su amigo Luis Montt. Pasará desde allí a la Universidad de Chile en 1866, primero estudiando derecho.
Por alguna razón, el joven Augusto descubre sobre la marcha que las leyes no son los suyo, y decide cambiar su proa hacia la medicina. Su acaudalada familia lo complace, enviándolo a Europa para realizar aquellos estudios superiores. No obstante, y muy para su desgracia, malas decisiones económicas y problemas inesperados empobrecen rápidamente a su padre en ese mismo período, viéndose obligado a regresar a Santiago. Acá entrará a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, pagándose con su esfuerzo la carrera. Para este objetivo, trabajaba como periodista en el diario "La Patria" de Valparaíso y luego "El Ferrocarril" de Santiago, además de hacer algunos aportes para la Academia de Bellas Artes.
Empero, justo en aquel entonces, una feroz epidemia de viruela atacaría al país poniendo a prueba las capacidades de la medicina chilena para enfrentar semejante calamidad. En respuesta, el 12 de junio de 1872 se crea la Junta Central de Lazaretos, comité integrado por Monseñor Ignacio Víctor Eyzaguirre, el Dr. José Joaquín Aguirre, José Manuel Guzmán, Valentín Marcoleta, Vicente Izquierdo, Matías Ovalle y Manuel Arriarán, como secretario este último, con la misión de tomar las decisiones necesarias para combatir la epidemia que asolaba a Santiago.
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EL "HOMENAJE A LA NEUROCIRUGÍA" DE MARTA COLVIN

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Fuente imagen base: Avanza Chile.
Coordenadas: 33°26'12.6"S 70°37'20.9"W
Es uno de los monumentos y símbolos institucionales más hermosos y característicos de todo Chile. Resulta imposible imaginarlo en otro contexto o, incluso, en alguna otra ubicación geográfica. De hecho, quienes nunca hayan estado en el Instituto de Neurocirugía de Santiago, probablemente reconocerán la obra escultórica gracias a todas las fotografías y despachos noticiosos en donde la inconfundible figura ha sido un icono determinante para identificar el complejo.
El Instituto de Neurocirugía "Dr. Alfonso Asenjo" se encuentra en avenida José Manuel Infante 553, en la comuna de Providencia y vecino a las dependencias del Hospital del Tórax, en el barrio sanitario de Salvador. Fue fundado en dependencias del Hospital Salvador el Instituto de Neurocirugía, en 1939 y bajo el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda. A partir de 1950, ya en el Gobierno de Gabriel González Videla,  el Ministerio de Educación Pública lo transforma por decreto supremo en el Instituto de Neurocirugia e Investigaciones Cerebrales de Chile, independiente del Hospital Salvador, y procediendo a iniciarse las obras de construcción de sus propias dependencias en calle José Manuel Infante, a espaldas del Hospital Salvador.
El nuevo edificio, correspondiente a un complejo altamente moderno en los estándares de la época, fue inaugurado el 25 de abril de 1953, ya en el Gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, tomando años más tarde el nombre de su principal fundador, el Dr. Asenjo, como un homenaje a su legado y a su rol precursor de la misma casa de salud. Además, el Instituto había pasado a ser dependiente de la Facultad de Medicina de dicha Universidad de Chile desde antes del traslado a sus nuevas dependencias.
En plenos trabajos de construcción del complejo, sin embargo, la eximia escultora chillaneja Marta Colvin Andrade (1907-1995) se haría cargo de un particular desafío: construir una obra que sirviera de imagen característica e identificadora para la noble institución, casi como su sello corporativo como resultó ser a la larga, concibiendo así la preciosa obra titulada "Homenaje a la Neurocirugía".
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UN DISCURSO FUNERARIO PARA LA CASONA DEL ESCUDO EN ÑUÑOA

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Coordenadas: 33°27'02.5"S 70°35'46.3"W
El inmueble ubicado en el encuentro de calle Campoamor con avenida Holanda en Ñuñoa, esa misteriosa e inconfundible casona con el Escudo de Armas de Santiago en su fachada, probablemente era el último representante de la generación de suntuosas viviendas antiguas remontadas al origen urbano de este punto específico en el barrio del empalme de ambas vías. Desde los años ochenta, sin embargo, el cambio del barrio había sido notorio, por el reemplazo de las viejas residencias por colmenas de edificios residenciales.
Este año 2019 que ya se va, arrastró con él también a aquel vestigio final, recuerdo de una importante fracción en la historia de la comuna. Será reemplazada por el respectivo edificio de departamentos como los que ya existen en el lugar, completando el nuevo rasgo que se ha apoderado del mismo barrio del señalado empalme, a pesar de que aún conserva la característica de las gratas arboledas que también lo caracterizan.
Para los vecinos, ha sido una tragedia lo que ha ocurrido en esa esquina, específicamente en la dirección de avenida Holanda 3483: perder un precioso inmueble de influencias neocoloniales en su exquisito eclecticismo de rasgos hispánico-andaluces y criollos. Ya no estará más allí esa fachada de dos pisos, con el blasón de armas de la capital chilena empotrado en su frontis, con preciosos balcones y rejas de vanos con forja antigua sin soldaduras ni piezas de encaje, hechas a puro arte de herreros.
La casa enfrentaba a la calle Holanda, pero el terreno construido se extendía largos metros por el lado de Campoamor, ocupando gran parte de la cuadra con algunos árboles en su interior. Era una residencia independiente, con sello propio y no pareada. Había algo lúdico en su diseño y el de sus piezas, además: una evocación casi romántica, acaso como de la literatura épica clásica, con elementos caballerescos en sus figuras de las protecciones inclusive.
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LEONEL ÁLVAREZ: EL INCREÍBLE CASO DEL CAMINANTE DEL CARRETÓN

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El misterioso hombre del carretón, cuando ya iba pasando por Quintero en 2010, al año siguiente de iniciar su periplo. Fuente imagen base: blog Quintero en Imágenes.
Don Leo era un fantasma de aire libre: aparece, desaparece y reaparece en los caminos menos esperables de este largo país, como si su carretón llevara secretos de teletransportación o de rupturas de tiempo-espacio que no ha revelado a nadie aún. Un día iba en un sentido de la ruta; luego, asoma sus canas en una localidad ubicada en la dirección opuesta; otras veces lo ven cruzando desiertos y montañas, apareciendo en plazos absurdos al borde de la costa, fresco como lechuga.
No es raro, por todo lo anterior, que ya hayan comenzado a circular historias extrañas sobre este misterioso personaje de gorra con visera y anteojos, que se aparece como un espejismo a los viajeros de las carreteras, ora con sol inclemente, ora con lluvia torrencial. Nada lo detenía en su andar, y fue así como se nos cruzaron las rutas en los días de la Fiesta de San Lorenzo de Tarapacá, en agosto de 2013, permitiéndome conocer la extraordinaria y poco conocida historia de este personaje nacional, verdadero señor de las carreteras de Chile... No fue casualidad.
Fue una tragedia personal la que obligó a caminar a don Leo, como la maldición del mítico personaje del Judío Errante, castigado a vagar de por vida tras haber humillado a Jesús de camino al calvario. En su caso, ha entregado su dolor al patronato de San Lorenzo, el Lolo como le llaman sus devotos en el norte de Chile, santo de los desposeídos, los rechazados, los pobres, los mineros, los camioneros, los conductores y, precisamente los viajeros. Don Leo intenta ir tantas veces como puede a la gran fiesta del santo en la localidad de Tarapacá, en la quebrada del mismo nombre que se recuerda por una de las batallas más trágicas de la Guerra del Pacífico. La fiesta del mártir paleocristiano español quemado en una parrilla en la Roma del siglo III, es celebrada tradicional y masivamente el 10 de agosto de cada año.
El hombre caminante del carretón se llama en realidad Leonel Álvarez Salas, y tras hacer parte de sus aventuras, particularmente por las calles y las vastas carreteras de Río Gallegos en Argentina, pasó a ser conocido como el Carretonero Chileno, mote que lleva inscrito en la espalda de algunas de sus chaquetas reflectantes amarillas sobre su overol de color cálido, naranjo o rojo según la ocasión, y entre los varios coloridos banderines que van también en su carretón de fierro.
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ESTACIÓN MAPOCHO: UN LARGO CAPÍTULO EN LA HISTORIA DE LA CAPITAL CHILENA

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El imponente edificio de la Estación Mapocho en imagen del archivo Chilectra. Fotografía fechada en mayo de 1920. Un carro de la Línea Nº 11 Providencia se desplaza junto a la Plaza Venezuela.
Coordenadas: 33°25'55.8"S 70°39'16.6"W
Nos parece un hecho casi incontestable: el edificio que fuera de la Estación Mapocho, hoy centro cultural y principal referente arquitectónico del sector, debe ser el principal flujo de identidad local en el actual barrio Mapocho de Santiago, superando con su presencia incluso a las otras grandes y más antiguas unidades urbanas o de actividad social en aquellas cuadras, como el cercano Mercado Central, el Mercado de La Vega al otro lado del río y los puentes históricos en el mismo.
A lo largo de la historia de Santiago, este barrio ha tenido varias vidas. Sin embargo, parece haber consolidado su rasgo recién con la construcción de la estación de trenes, recién pasado el Primer Centenario, con la formidable estructura de decoración recargada que también está erigida sobre espacios arrebatados al río durante su canalización, iniciada en los tiempos del Presidente José Manuel Balmaceda. Toda la hotelería, el comercio "moderno" y la intensa bohemia de estas calles en el pasado, se construyeron alrededor de aquella entidad que le daba al lugar un indiscutible rasgo portuario.
Calles y cuadras adyacentes a la terminal ferroviaria, además, se unificaron en lo que se asoció al barrio de la Estación Mapocho propiamente dicho, alcanzando a cubrir otros referentes vecinos como la ex Cárcel Pública, el Parque Centenario (hoy Parque de los Reyes), el edificio del Bristol Hotel y la Plaza Venezuela, entre varios hitos del entorno. Fue un golpe de modernidad tremendo en el lugar, sin duda, que alteró en muchos aspectos y grados este preciso lado de la ciudad de Santiago, otorgándole características que aún lo definen como barrio a pesar de los inevitables cambios.
Por su parte, la avenida Presidente Balmaceda abierta hacia 1927-1928 y pasando exactamente al lado del edificio de la estación, al ser aún conocida por algunos imprecisamente como Mapocho (nombre dado antes a toda la avenida que por acá contorneaba el río), parece haber sido de primaria importancia también para la toponimia de lo que popularmente identificamos como este barrio, en un efecto nominal parecido al de calle Bellavista sobre el grupo de cuadras del mismo nombre y cuya arteria matriz principal es, en realidad, calle Pío Nono en casi toda su longitud.
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ENRIQUE VENTURINO SOTO: LA VIDA DEL "CÓNDOR" DE LOS ESPECTÁCULOS CHILENOS

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Don Enrique "Cóndor" Venturino, célebre dueño del Circo de las Águilas Humanas y del Teatro Caupolicán. Fue el fundador del Teatro Balmaceda, además de un hombre importantísimo en el desarrollo del espectáculo circense chileno y del show revisteril. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional.
Coordenadas: 33°27'22.5"S 70°38'58.1"W (Teatro Caupolicán)
Don Enrique "Cóndor" Venturino Soto fue, junto con colegas como Humberto "Negro" Tobar,  Ernesto Sottolichio, Buddy Day, Carlos Cariola y José "Padrino" Aravena, entre varios otros, parte de la médula en la camada de empresarios nocturnos de mayor influencia para el Santiago bohemio y candilejero del siglo XX, dejando tras ellos varias huellas imborrables en la memoria más profunda del espectáculo nacional. Eran viñas en las que Venturino gobernó como un verdadero Rey Midas, además, logrando una reputación y una admiración generalizadas en el ambiente.
Venturino fue reconocido como uno de los maestros de la entretención adulta, el mejor empresario del medio revisteril y espectacular de todos los tiempos. También había sido socio ocasional de Tobar en la propiedad de conocidos centros como los clubes santiaguinos "Tap Room" y el famoso cabaret "Zeppelin" de calle Bandera, participando así entre los forjadores de todo este ambiente de entretención asociado a la época, a partir de los años veinte o treinta. Y con nutrida razón, se ha dicho que este empresario oriundo del Norte Grande fue capaz de sellar con el lacre rubí del éxito prácticamente todo cuanto se propuso ofrecerle al público: boxeo, teatro, cine, boîte, espectáculos circenses de prestigio internacional y las famosas luchas libres de Cachacascán.
En su entretenido trabajo de memorias "Buenas noches, Santiago...!", el insigne periodista de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, más conocido por su pseudónimo Rakatán, también dedica parte del libro al recuerdo del mítico industrial de las artes escénicas:
"Alto, macizo, campechano, francote, sabía decir las cosas por su nombre. Era un trabajador infatigable. Él mismo se encargaba de la publicidad de su teatro el ‘Caupolicán’. Tuvo dos hijos que siguieron sus aguas: Sergio, que trabajó en Venezuela, y Hugo, que se encargó de los circos que recorrieron todo el territorio y también a algunos países de América".
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LA VOZ AUSENTE DE ENRIQUE LEYTON: RECUERDOS DE LA ORQUESTA DE CIEGOS Y DE TODO UN PERSONAJE DEL PASEO AHUMADA

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El cantante de Ahumada, en mayo de 1991. Fotografía del archivo Fortín Mapocho.
Coordenadas: 33°26'20.6"S 70°39'03.4"W (entrada del Pasaje Matte)
Cada mañana, en la entrada del Pasaje Matte por el lado de Ahumada llegando a la Plaza de Armas, al centro de la cuadra, la corpulenta figura de don Enrique Leyton llegaba con su guitarra, su bastón y una pequeña banquita guardada para él por manos amigas del sector, llenando de música y de hermosa voz aquel sector céntrico y comercial de Santiago. Su presencia era tan habitual, que hasta parecía que nunca iba a desaparecer de allí aquella música y vozarrón inconfundibles, en el acceso del Pasaje Matte, casi en el corazón de la capital chilena.
Don Enrique vivía los descuentos de una vida artística, sin embargo, arrastrando con su macizo volumen y sus talentos una de las historias más pintorescas de la historia bohemia nacional: el capítulo perdido de La Orquesta de Ciegos y sus jornadas en el alguna vez célebre boliche "El Rey de las Papas Fritas", que estuvo ubicado en la esquina de calle Morandé 610 con Santo Domingo, en un local hoy desaparecido y reemplazado por una sosa torre residencial, del que ya hemos hablado antes en este sitio.
Apodado "El Rey" por sus concurrentes, el bar, café y restaurante de don Ernesto Pizarro llegó a ser un querido centro de entretención y encuentros para las románticas formas que asumían por entonces las bohemias capitalinas diurna y nocturna, al alero de ese nombre que jamás ha sido olvidado por sus comensales sobrevivientes, pero sí por el conocimiento popular de los santiaguinos en general. Cada una de sus jornadas era animada por las canciones del Conjunto Forestal, que fue más conocido La Orquesta de Ciegos, una banda musical compuesta exclusivamente de integrantes no videntes, con la voz implacable y portentosa de Leyton al micrófono.
El nombre del boliche donde despegó este cantarín personaje, se debía a la actividad original que dio prosperidad a sus dueños y que se mantuvo en el singular sitio, convirtiéndose con el tiempo en centro de eventos y ofreciendo una cocina algo más sofisticada, con los espectáculos en vivo. Por su popularidad y por sus presentaciones ofrecidas por aquellos músicos ciegos y otros artistas que pasaban por su escenario, se sugería ir a visitarlo a los viajeros extranjeros más temerarios y tentados con la idea de conocer el Santiago profano pero auténtico, pues el local también tenía su fama de bravo.
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SALUSTIO SÁNCHEZ OTEÍZA, "EL INCANDESCENTE": UN PERSONAJE POPULAR EN LAS MÁS CÉNTRICAS CALLES SANTIAGUINAS DEL CENTENARIO

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Coordenadas: 33°26'22.7"S 70°39'03.4"W
El Santiago de inicios del siglo XX, hasta más o menos los días de la Gran Guerra, conoció en sus calles a un personaje que causó gran atención de intelectuales y bohemios de su época, saltando su memoria a las líneas de ciertas obras literarias de algunos de los más importantes escritores nacionales que tuvieron la suerte de conocerlo: don Salustio Sánchez Oteíza, apodado popularmente como "el Incandescente".
De entre los varios bichos raros que rondaban la ciudad capital por aquellos años, particularmente, el extraño y algo controvertido señor destacaba muy en especial sobre todos ellos, al punto de que su excentricidad lo convirtió en un símbolo del centro de Santiago y de la sociedad de entonces. No había quien no lo reconociera ni supiera de su existencia, según todo indica. Y aunque hubo muchos otros sujetos curiosos desde tiempos coloniales en Santiago, éste parece ser un precursor de las figuras populares "modernas" que se fueron volviendo características del mismo corazón histórico de la ciudad, dejando sus respectivos registros de existencia. Desde entonces, cada generación ha conocido y recordado las propias.
Aún cuando el principal radio de acción del "Incandescente" era cerca de la Catedral Metropolitana, la calle Ahumada, el Correo Central y la Plaza de Armas, don Salustio fue también uno de los primeros emblemas humanos surgidos en el período del Centenario: el mismo tiempo de la construcción de la estación de trenes de Mapocho, en la época de grandes modernizaciones de la ciudad acercándose al Primer Centenario nacional. Viejo balmacedista cargando la frustración del bando perdedor en la Guerra Civil de 1891, pues, pertenecía a épocas anteriores: esas que ya eran viejas para entonces, pasado su tiempo de gloria, quedando como una curiosidad del pasado para aquellos nuevos y pujantes momentos del país.
Era por sus curiosas características personales, su discurso y sus modales, que al inquieto Salustio lo llamaba todo Santiago como "el Incandescente", pero en especial aludiendo al aspecto de "luminaria" que aseguraban reconocer en su rostro y estampa.
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“AQUÍ ESTÁ SILVA”: LA LEYENDA DE LAS VIEJAS FONDAS

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Detalle de "Aquí está Silva", en el cuadro de Charton de Treville.

Nota: He estado muy apartado de internet y de la posibilidad de hacer nuevas publicaciones en este sitio, en parte por la situación sanitaria en que nos hallamos, y en parte también por las inexplicables sanciones que se me han cursado en varias de mis redes sociales, por infracciones que desconozco. Como estamos en la proximidad de unas Fiestas Patrias bastante anómalas, por la misma situación de cuarentenas y medidas de salud, quise salir de este retiro forzado por un momento y actualizar algo en el sitio, adelantando este capítulo que pertenecerá a la segunda parte de "El Santiago que nunca aburría" y que, del mismo modo, lanzaré por ahora también en formato digital, dedicado enteramente a las entretenciones del período 1840-1910 en la capital chilena, y de las que "Aquí está Silva" fue una de sus principales leyendas.

Ernesto Charton de Treville, eximio artista oriundo de Lyon y llegado a Chile en 1843, pinta dos años después de su arribo a estas tierras un famosísimo cuadro costumbrista al óleo, obra que ha llegado a cristalizarse como un verdadero símbolo histórico de las celebraciones criollas: “18 de septiembre en el Campo de Marte”, será su título.

La detallada pintura llegará a ser la más popular y famosa de todas antiguas escenas que se conocen de las Fiestas Patrias de la antigua Pampilla, en donde estará después el Parque Cousiño, hoy O’Higgins, sumándose a las representaciones pictóricas que se hicieron del mismo lugar partiendo por la del germano Mauricio Rugendas y, después, la que saldrá desde el atril del italiano Giovatto Molinelli, todas ellas representaciones de fuerte carácter popular e infaltables en los tratados sobre criollismo.

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POCHITA NÚÑEZ: LA TRÁGICA Y OLVIDADA SHIRLEY TEMPLE CHILENA

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Imágenes de Pochita, publicadas en la revista "En Viaje".

Tras varios años siguiendo este caso y tratando de rearmarlo, creo que tengo ya material suficiente para sacar a este sitio web de su prolongado letargo, casi en el sueño de los justos... Letargo de un año que no ha sido fácil para la investigación y la divulgación cultural, por supuesto. En nuestro caso, sólo he podido cumplir con dos o tres entradas en todo el período y, muy de seguro, esta será la última por otro largo tiempo, considerando ya la proximidad de fin de año y el verano meridional. Este texto, sin embargo, es un resumen de otro más extenso que forma parte de mi proyecto mayor "El Santiago que nunca aburría", el mismo del que he adelantado ya una versión digital light para lo que debería ser su primera parte, en caso de prosperar, ya que la situación social y sanitaria actual lo dejó en indefinido suspenso (junto a otros proyectos editoriales que tengo en espera, además). Tómese este artículo, entonces, como un adelanto.

Coordenadas: 33°27'02.1"S 70°36'41.4"W (sector de su residencia) / 33°24'50.2"S 70°38'47.6"W (mausoleo familiar, aprox.)

María Estela Teresa de Jesús Núñez Cavieres, más conocida en su momento como Pochita Núñez, cabalgó sobre una estrella fugaz en la historia del espectáculo nacional de corte más docto.

Amante de los animales, la lectura y las artes en general, su imagen de Pochita recordaba a esos genios renacentistas con lucimiento en varias disciplinas simultáneamente: su hermosa voz iba a la par de la destreza de sus dedos sobre el piano; ejecutaba la danza con el esplendor de una experimentada bailarina y con su declamación poética ante la audiencia era capaz de sumir en el silencio más completo a la sala, trasportada hasta el país de los éteres oníricos y, desde allí, al momento final de despertar otra vez y romper la hipnosis con los aplausos.

Aunque fue parte de una generación de varios niños prodigios del espectáculo de esos años, Pochita destacó por sobre todos. Su actitud alegre, sus virtudes, su dominio del espacio y su inocente belleza la hicieron una especie de ideal infantil femenino, capaz de conquistar innumerables corazones y de formarse velozmente un público de admiradores y seguidores. Así la recordaba, en un homenaje póstumo, un anónimo redactor de la revista “En Viaje”:

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UNA PROPUESTA SOBRE EL ORIGEN DEL NOMBRE DEL COLA DE MONO (OTRA TEORÍA QUE A NADIE IMPORTA)

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En otro desesperado intento por darle algo de material nuevo a este exhausto sitio, quise aprovechar el fin de año para extenderme un poco con una teoría que tengo meditada desde hace tiempo, sobre el posible origen del nombre del cola de mono, nuestro tradicional y folclórico ponche de Pascua de Navidad y de Año Nuevo, aunque sea bebestible de todo el año en la práctica, especialmente en fiestas y celebraciones.

Hace muchos años ya traté acá el tema del origen del ponche y de su etimología, de acuerdo a las principales teorías que rondan al respecto, repetidas por innumerables memorialistas. Casi la totalidad de ellas se relacionan con episodios que supuestamente involucraban al presidente Pedro Montt, sea con sus armas de fuego personales (Cold de Montt) o bien con sus derrotas político-electorales antes de conquistar La Moneda (Cola de Montt). Otras suposiciones asocian la palabra cola con el simio de Anís el Mono, la famosa marca española de anisado y cuya botella habría sido usada para envasar artesanalmente al cola de mono.

Otro de los planteamientos más frecuentes intentando explicar el nombre, sin embargo, toma la definición de cola de mono hecha por el costumbrista y lexicógrafo Manuel Antonio Román en su “Diccionario de chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas” de 1901-1908 (ojo: antes o casi encima de que Montt llegase a la Presidencia de la República), en donde propone que sería el color marrón claro del aromático ponche lo que habría inspirado su particular nombre: "Llama aquí el pueblo, sin duda por el color que toma, una bebida compuesta de aguardiente, café y leche". A partir de esta indicación, hay quienes asumen que Román se refería al color del pelaje de los monos o, con más audacia incluso, algunos lo han relacionado con el color de sus colas. De ahí el título, entonces.

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LOS BARATILLOS DE CALZADO EN EL ANTIGUO BORDE CHIMBERO DEL MAPOCHO

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El galpón de los Baratillos de Calzado, c. 1910. Se observa también el Puente de los Obeliscos o De la Paz en su primera versión metálica. Postal fotográfica de la casa editora de Adolfo Conrads.

Encontré este viejo material entre mi caótico archivo de discos duros. Lo había dejado afuera de mis intereses sobre la historia del barrio Mapocho, por considerarlo poco relevante. Pero, dada la sequía de contenidos que me impide subir nuevos artículos a este sitio, quizá pueda servir para asegurar al menos una entrada en el presente año. Como nada hace prever que la situación sanitaria (con los archivos o bibliotecas cerrados) cambie en lo pronto, me permito esta licencia, a pesar de que me faltó información para completar bien el tema... Se ara con los bueyes que se tiene, entonces.

Partamos recordando que, después de las formidables obras de canalización del río Mapocho, parte de la lonja del borde norte en la ribera quedó destinada a un extenso espacio de plaza, ubicado entre las avenidas Recoleta e Independencia. Estos terrenos y sus adyacentes eran usados por circos y pequeñas ferias que, tras la fundación del Mercado de La Vega Central en 1895, vinieron a funcionar como un complemento del comercio popular en el mismo costado del río, enfrente de los puentes De los Obeliscos-La Paz, Los Carros y Recoleta-El Abasto. En donde está ahora la Piscina Escolar de la Universidad de Chile, además, existió un pequeño parque o plazoleta que contó alguna vez con un carrusel infantil de modesta factura.

Por la misma época, había funcionado en el sector de la Plaza del Mercado Central, al otro lado del Mapocho, una feria de venta de calzado conocida con nombres como los Galpones de las Zapateras o de los Baratillos de Calzado. En su obra "Las reinas de Estado", Jacqueline Dussaillant Christie concluye que la presencia de aquellos negocios de zapatos del pasado en las inmediaciones del mercado pudo haber dejado la característica comercial de la adyacente calle Puente, con muchos locales de calzado hasta nuestros días. De hecho, se sabe que en la esquina de San Pablo con Puente existió, por muchos años, una fachada con el nombre de Calzados La Iberia en lo alto, todavía visible en los años sesenta, en donde ahora existe una ferretería del barrio

Más tarde, aquellos grupos de comerciantes y artesanos se trasladarán hasta la otra ribera, en el señalado sector en la bajada de los puentes. Su gran cobertizo aparece en algunas fotografías o postales de la época y será mencionado también en ciertos documentos municipales.

Postal fotográfica coloreada de Mapocho, de Adolfo Conrads, hacia el Centenario o poco después. Publicada en Biblioteca Nacional Digital.

La postal fotográfica coloreada en versión de Hume y Ca., publicada en 1913. Se observa el galpón que, ya para entonces, acababa de ser desmantelado. Publicada por Biblioteca Nacional Digital.

En su libro sobre la historia de Santiago, por otro lado, dice Armando de Ramón que ya en mayo de 1902 se había dispuesto el traslado de aquellos baratillos de calzado desde el lado de calle San Pablo hasta las dichas cuadras en las inmediaciones de La Vega Central, cruzando el río. Con esta acción, se intentaba aliviar el peso de la competencia "desleal" que otros comerciantes independientes hacían a los puesteros del Mercado Central.

Sin embargo, según la información que localiza Anicia Muñoz Arias reproduciéndola en su tesis "Imaginarios modernos: comercio popular en espacios públicos" (Universidad de Chile, 2013), extraída de "El Diario Ilustrado" del 21 de marzo de 1905, aún había comerciantes en los galpones zapateros de la ribera sur, a la sazón. Además, junto a los locatarios del mercado, los vendedores de zapatos presentaron "una solicitud a la Alcaldía, en la que piden se ordene el retiro de los comerciantes ambulantes que se sitúan en los alrededores de ese mercado; pues al mismo tiempo que obstaculizan el tráfico los perjudican en sus negocios".

La nueva ubicación de los vendedores (o una parte de ellos, creemos más bien) había quedado en la manzana llana formada a un lado del inicio de la avenida La Paz y casi en la bajada del Puente de los Obeliscos, llamado así por las dos estructuras que aún existen en este sitio (un poco desplazadas de su ubicación original, tras la construcción de la Costanera Norte) y que conmemoraban la realización de los trabajos de canalización del río entre 1888-1891. Su concepto de baratillos para ventas económicas de zapatos en los puestos se remontaba a tiempos coloniales, con los toldos de venta que existían en el Mercado de Abastos de la Plaza de Armas, vistos por don José Zapiola en años de su infancia y recordados en sus memorias. También hubo algunos grupos de negocios muy parecidos en otras ciudades del continente, generalmente dirigidos a la venta entre las clases populares, por lo que su rasgo no era especialmente propio de la sociedad criolla chilena.

En el señalado punto del borde mapochino, entonces, se habían levantado ya las largas instalaciones con forma de galpón más bien sencillo y paralelo al río, que puede observarse principalmente en las primeras fotografías que se tomaron para postales desde la altura de la Estación Mapocho hacia el oriente. Los artesanos y comerciantes zapateros llegaron a instalarse en este sitio que decía en una de sus caras, presentando al mercadillo: "Baratillos de Calzado". También aparece llamado a la sazón como Galpón o Galpones de Zapatería, entendido ya como uno diferente de los que hubo al otro lado por el Mercado Central.

Detalle del mismo galpón en la postal fotográfica de Hume y Ca.

Desmantelamiento del galpón zapatero en 1912. Revista "Sucesos".

Al parecer, existieron otros negocios pequeños de artesanos, talabarteros y oficios parecidos en esas mismas instalaciones chimberas y sus alrededores, cuando faltaba mucho aún para la llegada de las ferias, cocinerías y comerciantes minoristas que hoy existen en este barrio, como el Tirso de Molina, La Vega Chica y las Pérgolas de las Flores, surgidas formalmente en los años cuarenta. Gran parte de los orígenes del denominado "Mercado Persa" de Santiago también se hallan en este sector de Santiago, por la calle Artesanos, emigrando después a la ribera opuesta en Mapocho entre Amunátegui y San Martín, en donde está ahora la Plaza Jerusalén, y desde allí más al poniente, por Balmaceda.

Patricio Gross, en tanto, dice en su trabajo "Santiago en el período 1891-1918" que la alcaldía también quiso trasladar hasta aquella plaza mapochina al Teatro Santa Lucía de la Alameda. Esto sucedía hacia la misma época en que funcionaba muy cerca de allí el Teatro Nacional, en calle Salas con la ex calle Andrés Bello, hoy Antonia López de Bello, otro antecedente de famosos centros de espectáculos que allí existieron como el Hippodrome Circo, después reemplazado por el Teatro Balmaceda, y el Jardín de Danzas del Luna Park. Tal vez hayan sido reminiscencias de los antiguos circos e hipódromos que existieron desde antaño en el mismo barrio chimbero.

En 1912 la Intendencia de Santiago dio la orden de desarmar los ya envejecidos galpones de Mapocho, despejando la plaza. La revista "Sucesos" del 2 de mayo de aquel año mostraba una fotografía de las obras de desmantelamiento y sus esqueletos de madera. Este espacio pasó a ser ocupado provisoriamente por varios circos y por el efímero pero alguna vez famoso parque recreativo del Luna Park, hacia 1928, toda una leyenda en la historia de la bohemia santiaguina y que dejó algunas huellas toponímicas y conceptuales para esos barrios.

La antigua plaza en donde estuvieron los Baratillos de Calzado, tras haber sido llamada Luna Park y Plaza de los Artesanos, pasó a ser ocupadas por tolderas y ferias de vituallas que dieron origen al Mercado Tirso de Molina al poniente de la plaza del mismo nombre. El actual edificio de este último mercado se ubica en donde antaño estuvo el galpón zapatero, precisamente.

LOS VARIOS TIEMPOS DE LA PLAZA DE ARMAS DE CHAÑARAL (Y ALGO ADICIONAL SOBRE SU MONUMENTO A O'HIGGINS)

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La Plaza de Armas de Chañaral hacia los años veinte. Se observa la antigua glorieta y odeón entre la vegetación de entonces, con la fuente central tipo taza baja doble al centro, y atrás las fachadas de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen y de la Casa Molina. Fuente imagen: semanario "7 Días".
Coordenadas: 26°20'52.6"S 70°37'20.6"W
Prácticamente desde sus orígenes, la Plaza de Armas Manuel Antonio Matta de Chañaral, en la Región de Atacama, ha ocupado una planta en forma de un trapecio cercado por las calles Buin, Carrera y Templo, en el corazón histórico del centro urbano. Y a pesar de la sequedad del entorno, también se le procuró el rasgo de área verde, con vegetación otrora más exuberante y una glorieta o cenador central que gratificaba con su sombra a los paseantes, aunque ya desaparecida.
Como todas las plazas mayores, la historia de ésta va de la mano con la ciudad misma. Sucedió que, después del hallazgo del mineral cuprífero de Las Ánimas en 1824 por el explorador Diego de Almeyda, primer exportador de cobre en Chile, fue fundado el campamento original el 26 de octubre de 1833, fecha de nacimiento de la futura ciudad. Poco después, en 1835, es descubierto el yacimiento de El Salado por Pedro de Luján, dotando al poblado minero de sus primeras instalaciones portuarias al año siguiente. El caserío creció rápidamente y, poco más tarde, pasó a ser la ciudad de Chañaral de las Ánimas.
La llegada de la Fundición de A. Edwards y Cía. hacia 1860, con sus instalaciones en el sector donde estará tiempo después la Hostería de Chañaral, inicia el mayor período de auge económico local atrayendo otras intervenciones de desarrollo y comercio. Poco después, se construye la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Chañaral, entre 1861 y 1864, sobre unos terrenos ubicados en el sector adyacente al pie del cerro y al final de la subida desde el borde costero. En el mismo período, además, se inicia la construcción de los ferrocarriles hacia las minas de Las Ánimas y El Salado, y en 1871 se inauguró el que iba a Pueblo Hundido, hoy Diego de Almagro. Al año siguiente, llegó a instalarse a la ciudad la planta fundidora de la Compañía de Minas, otro gran impulso de progreso, aunque con sus costos de contaminación y daño ambiental.
Justo enfrente del nuevo templo, se mantuvo abierta una suerte de explanada correspondiente a la Plaza de Armas, que venía a funcionar a modo de un atrio o prolongación del frente de la iglesia y al inicio de la calle San Martín, con el centro de ambos planos perfectamente alineados entre sí. Fue plaza dura y plana en principio, y su aridez era parte de un problema que afectaba a la ciudad completa, desde los orígenes: la escasez de agua, como comentaba Francisco Marcial Aracena en sus "Apuntes de Viaje. La industria del cobre en las provincias de Atacama y Coquimbo", de 1884.
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MELANCOLÍAS EN SILENCIO DEL TEATRO AMERICAN CINEMA

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El edificio esquina de Arturo Prat con Alonso de Ovalle, luego American Cinema, en plena construcción o acaso modificación. Fuente imagen: colecciones de Pedro Encina en "Santiago Nostálgico".
Coordenadas: 33°26'45.16"S 70°38'58.66"W
Un edificio de cierto aire neoclásico, de albañilería reforzada en marcos de acero y techado de galpón con más de un siglo a cuestas, está situado al final de la primera cuadra de la calle Arturo Prat (ex  Nueva de San Diego) caminando unos pasos desde la Alameda en Santiago hacia el Sur. Con estupendas dimensiones y altura en cuatro niveles, calla en mutismo absoluto su secreto allí, en este popular lado de la ciudad, intrigando con sus formas ostentosas y confundiendo también sobre pasado como uno de los primeros sitios de exhibiciones cinematográficas en Chile.
Después de un largo período de decadencia, ha debido ser restaurado hasta el año pasado por sus propietarios actuales y para evitar pleitos con la administración municipal, según cuentan, cambiando felizmente su aspecto por uno más recuperado y restaurado. Esto no extraña: a pesar de su misterio, figura entre las fichas de los Inmuebles de Conservación Histórica de la Comuna de Santiago, con el folio N° 1356 de 2015. Es, pues, el único edificio que queda en Santiago junto al Teatro Municipal, de los más de 50 en donde se alcanzaron a exhibir películas en plena época del Primer Centenario Nacional.
Sin embargo, no queda mucho de sus características como teatro y cine. Construido a inicios del siglo XX, de unos 1841 metros cuadrados y modificado en su momento para un capacidad de hasta 5.000 personas, en el edificio ya no cuelga el cartel luminoso de los fierros empotrados en la fachada, sobre lo que fueron sus accesos, y tampoco se puede reconocer interiormente la sala, totalmente desmantelada para otros usos en arriendo que se dieron al lugar, tras dejar de servir como espacio de presentaciones de vodevil y teatro de variedades.
La publicación del grupo de investigación y asesorías Santiago a Pie, titulada "The American Cinema o el gran frontón Chile", señala que el inmueble fue primero una cancha cerrada con graderías para el juego de la pelota vasca o jai-alai, establecimiento de 1903 llamado Gran Frontón Chile. El juego todavía era relativamente popular hacia entonces, en varias ciudades del país y practicado desde los tiempos de la Colonia.
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EL SENDERO ZORRO VIDAL EN EL CERRO SAN CRISTÓBAL: LA RUTA DEL CAMINANTE QUE QUIERE VIVIR MÁS Y MEJOR

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Cumbre del Cerro San Cristóbal, vista hacia el sector de la actual Plaza México, con la Casa de las Arañas y el Casino Cumbre atrás, vistas desde el Santuario de la Virgen en fotografía c. 1930. El camino que se observa a la izquierda, abajo en el encuadre de la fotografía, corresponde al actual Sendero Zorro Vidal. Fuente imagen: sitio "Fotos históricas de Chile" del coleccionista fotográfico patrimonial Alberto Sironvalle.
Coordenadas: 33°25'34.8"S 70°38'15.3"W (inicio) / 33°25'26.4"S 70°37'58.1"W (final)
Desde hace un par de años he regresado regularmente y por razones recreativas al Cerro San Cristóbal, al menos cada vez que estoy en Santiago. Son notables las posibilidades que ofrece este lugar a la distracción y el ejercicio. En general, lo es todo el Parque Metropolitano de Santiago (Parquemet), aunque por momentos pareciera que los turistas extranjeros cotizan mucho más que los propios chilenos esta generosidad.
Las prácticas deportivas deben estar entre las más beneficiosas, por supuesto, todas al aire libre, gratuitas y en uno de los mejores paisajes posibles de encontrar en la capital chilena. Sólo se castiga con pago de entrada el uso de vehículos motorizados, los que se pretende reducir al mínimo en algunos años más.
El Sendero Zorro Vidal, ubicado en la cara poniente del cerro, es el camino más importante para los ascensos de trekking o a trote en el San Cristóbal, a diferencia del principal asfaltado que fue pensado más bien para ruedas, hoy automóviles, motocicletas y bicicletas. Recuerdo mi primera vez intentando subirlo: primerizo y tras un período de gran descuido físico, no llegué ni a la primera de sus cinco vueltas, jadeando penosamente antes de levantar la blanca bandera de la humillación. Ya al final de todo el tiempo de porfía, sin embargo, podía subir a la cumbre sin hacer detenciones, ni siquiera para beber agua. Supongo que lo mismo sucedió a muchos, al menos a los que están en mi rango etario.
Son aquellas buenas posibilidades de autosuperación física a las que me refiero como bondades del cerro, justamente: esas que ofrece a los visitantes con sus cerca de siete caminos de ascenso, de los que el Sendero Zorro Vidal debe ser el más popular y concurrido para los que suben caminando.
El ingreso al sendero se encuentra a unos 600 metros del acceso principal al parque, situado enfrente a calle Pío Nono. Se separa del camino principal Alberto Mackenna pasadas las instalaciones deportivas y perdiendo de vista al funicular, subiendo por la pendiente del cerro hacia el Norte.
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"COSAS DE LA EDUCACIÓN" DE JUAN GUILLERMO PRADO: EL ANECDOTARIO HISTÓRICO QUE FALTABA

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"Sala de clases", fotografía de José Muga, c. 1960, que se usó en la portada de "Cosas de la educación" de Juan Guillermo Prado. Fuente imagen: Memoria Chilena.
Hace una semana, en horas de la tarde del pasado miércoles 9 de octubre de 2019, se lanzó el nuevo libro de investigador, periodista y destacado director de área de la Biblioteca del Congreso Nacional, don Juan Guillermo Prado. Se titula "Cosas de la educación. Anecdotario de la enseñanza en Chile desde la Colonia a 1920", publicado bajo sello de Narrativa Punto Aparte, para su colección denominada "Expedientes". Pudimos estar allí, felizmente.
La presentación de la obra, con oradores invitados, cóctel y música folklórica, tuvo lugar en la exsala de sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de Santiago, lugar que Prado conoce bastante bien desde hará unos 40 años ya. La gran concurrencia llenó el espacio, haciendo una idea de la expectativa e interés que generó el lanzamiento. Entre otros ilustres asistentes, estuvieron en el público el abogado y exdiputado Hugo Zepeda Coll, el profesor y fundador del CEDECH don Pedro Godoy, la investigadora Karen Müller y el artista de dioramas históricos Rodolfo Gutiérrez, más conocido como Zerreitug.
La inspiración para el libro, según revelación del propio autor aquella noche, estuvo en la clásica obra "Cosas de la Colonia" de don José Toribio Medina, soporte de un importante flujo de información pintoresca e interesante pero muy valiosa sobre el período colonial chileno. Prado hace lo propio, ofreciéndonos la misma idea pero sobre temas educacionales, con una avalancha de información para el lector y gran cantidad de datos y observaciones escasamente conocidas, muchas de ellas. Como prologuista del libro, participó Sergio Martínez Baeza, Presidente de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, de la que Prado es también Director.
Muy al estilo del autor, entonces, "Cosas de la educación" repasa una gran cantidad de hechos curiosos y llamativos de la historia de la educación chilena desde sus orígenes, que más allá de corresponder a datos novedosos o de mero interés, cargan con un auténtico valor histórico para completar la huella del desarrollo de la enseñanza en nuestro país, como podrá verificar el lector. Parte, de este modo, por los tiempos de la Conquista y la Colonia, avanza por el período de formación de la Patria, el florecimiento de la República, los años bajo la Constitución de 1833, el agitado período de mediados del siglo XIX, la llegada de los colegios extranjeros y el camino que llevó a la célebre Ley de Instrucción Primaria Obligatoria de 1920.
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