Puerta artística con enrejado art decó, donde estaba el acceso a la casa central de la S. Sack y después la entrada a la fundación del mismo nombre, por el lado de San Pablo 1179 esquina con Morandé.
Coordenadas: 33°26'1.36"S 70°39'15.34"W
Hubo un tiempo en que Morandé era una bullente y activa calle hacia el sector del Barrio Mapocho y de la Estación del Ferrocarril, con bohemios locales casi desprendidos del llamado "barrio chino" de la vecina calle Bandera, como el club-restaurante "La Querencia" y su sucesor actual en el mismo espacio, "Donde Piñita", además de un intenso movimiento de pasajeros de los trenes, los hoteles o de la desaparecida Terminal de Buses Norte, recintos sobre los cuales desembocaba la calle. Contrasta su actual especto lánguido con el de aquellos buenos días.
Hoy, estas últimas cuadras de Morandé hacia el poniente parecen más un centro urbano devastado: a la inminente y controvertida demolición del hermoso Edificio de Conservación Histórica de la esquina con Rosas (se realizará el próximo mes, según me confesaron los propios trabajadores que ahora desmantelan sus interiores), se suma la reciente desaparición total del edificio del Palace Hotel en la esquina opuesta, producto de los daños estructurales severos que sufrió con el terremoto del 27 de febrero de 2010. En sus bajos funcionaban, entre otros, el célebre bar-restaurante "El Olímpico", favorito de los estudiantes de la vecina escuela de teatro de la Universidad de Chile y que se ha ubicado ahora sólo un poco más allá por calle Rosas, y el antiguo negocio de telas de don José Musa, al que he dedicado ya una entrada anterior en este sitio.
En la cuadra siguiente, ubicada entre las calles San Pablo y General Mackenna, en estos momentos se encuentra arrasado todo el lado oriente de la calle, donde estaba antes el complejo de la firma S. Sack, cuya presencia también otorgó un rasgo industrial para este tramo de la calle, y cuya ausencia en el paisaje ahora parece fundirse con los peladeros eriazos que quedaron hace unos años después de la demoliciones realizadas en la vecina y última cuadra, llegando a la Estación Mapocho. Seguramente, las grúas pluma de algún nuevo proyecto inmobiliario no tardarán en levantarse por este sector, como es la costumbre en la transformación vertiginosa de esta ciudad.
Quizás muchos estén complacidos con la desaparición de las ruinosas barracas y bodegas de la firma, que ya estaban en semi abandono y sólo parcialmente ocupadas desde hacía bastante tiempo. No eran un homenaje a la arquitectura del siglo XX, por cierto, pero me pregunto hasta qué punto este sitio fue parte de la historia del barrio y de la misma ciudad, ahora listo para ser reemplazado con alguna impostura como varias más que se ven en el centro de Santiago. Divago pensando en qué posibilidad había de recuperar este lugar para espacios comunitarios o culturales, como un recuerdo de la actividad industrial y comercial de su tiempo, y toda idea se estrella con el hecho consumado de que el complejo ha sido totalmente demolido, sin posibilidad de reversa.
Don Salomón Sack, retratado por Ignacio Hochhausler hacia 1930 en imagen fotográfica que actualmente se encuentra entre los archivos del Museo Histórico Nacional.
Publicidad de las barracas de fierro S. Sack, en 1945.
La S. Sack fue una de las empresas pioneras en su tipo acá en Chile. Hacia los años veinte, su dueño adquirió propiedades allí en el barrio y abrió así estas instalaciones de barracas y oficinas casi junto a la Estación Mapocho. Bajando de Norte a Sur, la primera barraca del complejo estaba en calle Morandé 855 llegando a General Mackenna, en un edificio bajo de estilo art decó y cortinas metálicas, sobre cuya fachada se lucía el nombre de la empresa hasta el mismo día en que fue echado abajo. Le separaba de la esquina sólo un local-agencia de una empresa de transportes, que quedaría como recuerdo de los años en que funcionaba cerca la terminal de buses.
La firma ferretera compró también una casona inmediatamente adyacente a la barraca, de estilo neoclásico y dos pisos, en el número 841 de Morandé al centro de la cuadra. Desde entonces y por todos estos años, era visible la rúbrica en el metal forjado de las protecciones de sus ventanas: “S. Sack”. Este espacio era usado en su tiempo para habitaciones y parte de la administración. Y en la esquina siguiente, vecina a esta casona, en el número 817 de Morandé justo en el vértice con San Pablo y con otro acceso por el 1179 de esta última calle, la firma estableció un gran galpón para la barraca de fierros y venta de materiales de construcción, con lo que era dueña y soberana de casi todo este costado en aquella cuadra.
El origen de la firma se debe al mérito y la pujanza de don Salomón Sack Mott, joven y emprendedor inmigrante judeo-lituano llegado a Chile desde Vilma a los 22 años, tras lo cual comenzó a trabajar en una fábrica de chocolates en Valparaíso y, posteriormente, viajó a Santiago para desempeñarse en el negocio de fierros de don José Rabinovitch, empresario metalúrgico conocido entonces porque habría sido creador de un sistema de ruedas para carros de mano. En este ambiente, Salomón conocería a doña Julia Rabinovitch, hija de su empleador, con la que contrajo matrimonio teniendo dos hijas: Fanny y Olga.
A pesar de su falta de estudios universitarios, Sack tenía una sagacidad, ojo comercial y energías tremendas, que le permitieron independizarse en 1919 creando su propia empresa, originalmente en un incómodo y estrecho lugar en pleno centro de la capital. Así eran aquellos días, según sus palabras reproducidas en una publicación corporativa titulada "La hazaña de Salomón Sack", de la propia empresa S. Sack:
"Al principio tenía un sucucho cerca de Plaza de Armas. Las romanas no cabían dentro del negocio y las sacaba a la vereda. Con mis manos transportaba el fierro, lo pesaba y lo vendía".
Vista de la barraca antigua, edificación de estilo art decó ubicada hacia el lado de Morandé casi esquina General Mackenna. Sobre la fachada se leía claramente aún: "S. SACK - BARRACA DE FIERRO - S. SACK". A la derecha de la foto, vecina, alcanza a verse parte del edificio neoclásico que también perteneció a la empresa.
El gran galpón y casa central de la S. Sack hacia el otro lado de la cuadra, en Morandé con San Pablo, al lado de la mencionada casona antigua de la firma. Estas dependencias tenían acceso por ambos lados de la esquina.
Experimentando el dulce sabor del crecimiento y la prosperidad, Sack debió trasladarse a San Pablo y así vendrían las oficinas y barracas industriales de calle Morandé, que en su momento fueron consideradas sumamente modernas y vanguardistas. El hombre que había llegado a Chile prácticamente con sólo su tenacidad y su empeño en la maleta, ahora era un acaudalado empresario y se perfilaba como un prominente filántropo.
En 1935, don Salomón asumió la presidencia del Círculo Israelita. Eran tiempos en que la comunidad judía en Chile aún era más bien pequeña, pero faltando poco ya para la gran migración europea que comenzó hacia los días del Gobierno de Aguirre Cerda. A fines de esa década, hizo traer a Chile desde Lituana a sus hermanos Rebecca y Gesel Sack Madeiska, quienes comenzarán a trabajar con él, aunque el segundo abandonó la empresa cerca de una década después, tras haber alcanzado el cargo de gerente, para fundar la firma propia Maquimetal. En 1944, además, Sack fundó el Banco Israelita de Chile, colectividad que presidió por seis años, hasta que abandonó el directorio del Círculo Israelita.
Por alguna razón que muchos se explican en alguna carga emocional íntima y derivada del no haber tenido acceso a la enseñanza superior, don Salomón tuvo especial preocupación por apoyar benefactoramente instancias educacionales y culturales de su país adoptivo. Para este propósito, en 1948 sacó la personalidad jurídica de la Fundación Salomón Sack Mott, cuyas dependencias estaban en las oficinas de Morandé con San Pablo, existiendo allí hasta que comenzó la demolición señalada, una placa original en el muro con el nombre de la entidad, por el lado de esta última calle, donde estaba también la casa matriz de la empresa.
La fundación con su nombre comenzó actividades entregando un millón de dólares a la enseñanza industrial chilena, área de formación profesional que Sack siempre fomentó y de la que jamás se apartó en su rol de su gran protector.
"Al crear la Fundación –declaró entonces- cumplo un deber de gratitud con Chile, hoy mi patria a que bajo el amparo de sus instituciones genuinamente democráticas hemos prosperado y formado cuanto se aprecia y se quiere en la vida".
Amplios terrenos que compró esta fundación, fueron cedidos a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile. Correspondían a un fundo del sector de Los Cerrillos, y su expectativa era que se construyera allí verdadera ciudad académica consagrada especialmente al ejercicio y fomento da la educación técnica.
Acercamiento a las inscripciones que se observaban en la cornisa de la antigua barraca, la que estaba hacia la esquina de Morandé con General Mackenna.
La rúbrica de la S. Sack en las protecciones de hierro forjado de los ventanales de la empresa, en la casona de su propiedad ubicada entre ambas barracas de fierro.
Los negocios ferreteros de la S. Sack, en tanto, fueron conducidos con gran prolijidad allá en las instalaciones históricas de San Pablo y Morandé. Su esposa doña Julia, además, se incorporó también a la actividad de la planta ejerciendo labores de orientación social en favor de las familias de los trabajadores de la barraca. Definitivamente, el matrimonio fue muy querido y respetado entre los obreros de la firma: a don Salomón, por ejemplo, se le recordaba como un hombre que mantuvo un trato cordial con su gente, sin hacer alardes jerárquicos y procurándose estar siempre accesible a su gente. De hecho, se resistía a enfrentar elogios públicos y cuentan que evitaba también los reconocimientos de parte de las instituciones que fueron beneficiadas por sus desprendimientos.
Salomón Sack Mott falleció el 21 de junio de 1961. Sus restos fueron velados en el Salón de Honor de la Universidad de Chile y se le hizo un homenaje funerario también en el Círculo Israelita. A partir de ese momento, la firma quedó en manos de su familia y la sede de la S. Sack en San Pablo siguió siendo la casa matriz de la empresa y de la fundación. Una calle y una villa completa llevan el nombre del empresario en Santiago, como homenajes a su memoria.
Mas, por razones estratégicas y por aparentes problemas con la quisquillosidad de las autoridades municipales, la S. Sack decidió abandonar estas instalaciones de Barrio Mapocho el año 2006, cambiando su casa matriz hasta la actual de avenida Andrés Bello y la fundación a calle Benjamin. El traslado de sus cuarteles centrales coincidió con la ampliación de las actividades de la sociedad y la incorporación de nuevas líneas de productos.
Desde aquel momento, las viejas dependencias de Morandé entre General Mackenna y San Pablo, cayeron velozmente en deterioro, quedando condenadas al destino final que las borró de la ciudad recientemente. A pesar de todo, las antiguas fachadas siguieron luciendo hasta este año 2013 que se va, aquellas inscripciones "S. Sack" sobre cornisas y protecciones de ventanas. Me parece que sólo la más antigua de las ex barracas de fierro, aquella situada cerca de la esquina con General Mackenna, siguió siendo utilizada por talleres y garajes que la arrendaron, alguna vez clausurados por problemas de patentes o permisos. El resto permaneció muerto y silencioso, como contemplando la caída de la arena en el reloj de su propia historia.
Vendidas y luego demolidas, las históricas dependencias de S. Sack ahora no son más que un campo raso y abierto atrapado entre calles y edificios, del que sólo quedará el recuerdo de uno que otro vecino que pase por la mutante y cada vez menos familiar parte alta de la calle Morandé.
Así se observa ahora el lugar que ocupaba desde la década del veinte el histórico complejo industrial de la S. Sack, en Morandé, visto desde el cruce con San Pablo.