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El Palacio del Consulado hacia 1920, con la estatua de don Andrés Bello en su exterior y la inscripción de la Biblioteca Nacional en la fachada. Fuente imagen: Biblioteca del Congreso Nacional.
Coordenadas: 33°26'20.5"S 70°39'10.1"W
Debo confesar que soy de los porfiados que sí creen en que las Fiestas Patrias de nuestro 18 de septiembre justifican celebrar también el concepto de la Independencia de Chile, no sólo la Primera Junta Nacional de Gobierno. Así lo entendieron próceres como el General José Miguel Carrera, de alguna manera, al instruir la celebración del aniversario de la Junta. Y cuando la República por fin estuvo solidificada, el Gobierno de Manuel Montt celebró el 50° aniversario de la Primera Junta con la erección del obelisco conmemorativo en plena Alameda de las Delicias.
Así lo entendieron también las autoridades de la organización republicana y de primeros años de la estabilización política, permitiendo que esta fiesta se mantuviese de entre las tres que había al año asociadas a la lucha de la Independencia, incluyendo las del aniversario de Chacabuco y Maipú. Sólo aquella conmemorando el hecho ocurrido en el edificio del que ahora intentaré hacer un pequeño caudal a modo de reseña, se mantuvo como nuestra definitiva fecha de Fiestas Patrias.
No siempre parece muy arraigado el concepto de conmemorar los procesos históricos en su exacto origen, por este lado del mundo, sino más bien en su conclusión. Sin embargo, así como la Guerra del Opio partió con el bloqueo decretado por del emperador Daoguang o la Primera Guerra Mundial lo hizo con el asesinato del Archiduque Franz Ferdinand, las cruzadas de la Independencia en Chile necesitaron de un hecho concreto detonante, correspondiente a la formación de la Primera Junta Nacional de Gobierno, por tibio o vago que pueda ser interpretado este hito. Y aunque se ha repetido hasta el hastío que fue un acto de sumisión y de lealtad a la corona más que uno de rebeldía, fueron independentistas quienes estaban detrás de esta acción, aprovechando la oportunidad histórica dada por la invasión napoleónica en España y en el momento en que se bosquejaban las corrientes políticas de la emancipación que harían frente a las de los realistas.
Como se sabe, el liderazgo de aquella Primera Junta recayó en el ya anciano y próximo a morir don Mateo Toro y Zambrano, el Conde de la Conquista, de corazón realista pero sobrepasado completamente por la situación que llevara al clamor popular del "¡Junta queremos!". Sintiéndose obligado a llamar al Cabildo Abierto del 18 de septiembre de 1810, que fue convocado por invitación, decidió renunciar a su cargo de Gobernador Real de Chile y comunicarlo en el mismo encuentro junto a su secretario José Gregorio Argomedo.
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