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Coordenadas: 33°26'7.10"S 70°39'14.30"W
Entristece ver la antigua y encantadora tiendita de géneros y costuras de don José Musa Llantén, en calle Rosas 1171, convertida ahora en un cascarón vacío y esperando terminar de ser demolido muy pronto. No había nada sorprendente ni inesperado en esto, sin embargo: desde el fatídico terremoto de 2010, era claro que la antigua construcción hotelera con locales comerciales en su primer piso, en la esquina de Rosas con Morandé, no iba a aguantar en pie mucho más, pues sus gruesos murallones quedaron peligrosamente torcidos y su línea de cornisas amedrentaba a los peatones con la pérdida de la rectitud de su geometría.
Hijo de inmigrantes libaneses, aunque don José es habitante de los populares barrios de Gran Avenida, ha sido por décadas uno de los personajes más conocidos de este sector capitalino, pues toda su vida de esfuerzo y trabajo ha estado ligada a estas calles de Santiago. Siempre se apresuró a aclarar que no tenía "nada que ver" con los dueños de la Casa Musa que queda cerca en el mismo barrio, aunque su negocio era llamado con el mismo nombre. Llegó a ser el comerciante más antiguo del sector, según se recuerda, siéndome de enorme ayuda su impecable memoria para mi investigación plasmada en el libro "La vida en las riberas: crónicas de las especies extintas del Barrio Mapocho", que publiqué en versión digital el año 2011.
Don José amaba lo que hacía allí y le aterraba la idea de tener que abandonar su actividad. La idea del retiro obligado la sentía como una especie de espada de Damocles que, como suele suceder a veces, se cumple tal cual se temía, por extraño conjuro del destino.
- ¡Pucha! Me encanta trabajar... No puedo dejar de hacerlo. No sé qué haré cuando tenga que cerrar este local -se lamentaba, al recibir la noticia de que el edificio debía ser desalojado.
Don José comenzó a trabajar en una comercial del barrio de calle Bandera en 1944, cuando aún era adolescente. Había abandonado la escuela recién en el cuarto año básico. Se desempeñaría entonces como junior del local, llevando una vida esforzada y austera que le permitió armarse paulatinamente un pequeño capital, trabajando toda la semana hasta el día sábado, mientras que el domingo se dedicaba a vender puerta a puerta. No siempre recibía buenos tratos de parte de sus empleadores: recordaba una ocasión, por ejemplo, en que uno de sus jefes, haciéndose el gracioso, le descargó casi encima del rostro a él y a otro joven empleado uno sonoro pedo, cuando los dos muchachos estaban sentados almorzando detrás del mostrador. Cuando el maltrato comenzó a afectar su remuneración y derechos laborales, don José decidió partir y dejar atrás esta primera experiencia.
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La tienda de don José Musa.
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Don José, paseando por la entrada.
En 1957 y valiéndose del capital reunido con su energía y tesón, instaló su propio negocio importador de productos para sastrería y costura, que llegó a ser uno de los más solicitados de Santiago. Ubicado primero en Rosas con Bandera y más tarde en el señalado lugar casi llegado a Morandé, el comerciante pudo observar desde allí, entre raso, crea, fieltro, entretelas, forros, listones, hebillas, carretes de hilos y agujas de costura, las románticas etapas por las que transcurrió este barrio: los días del paso del tranvía justo frente a su local, el apogeo del bohemio "barrio chino" de calle Bandera y el boom de la hotelería en torno a la Estación Mapocho. Fue habitué de varios de los clubes-restaurantes que se recuerdan por allí en esos años, especialmente de uno propietado por un serio alemán y llamado "Taranpatria" o algo parecido, que quedaba cerca de Bandera y Rosas, y que tenía la característica de nunca poner música al interior del mismo.
El negocio de don José quedaba exactamente abajo del Hotel Palace Royal, que era más bien un motel parejero, y justo al lado del entonces célebre club bailable y culinario "Coquimbo-Atacama", ocupado después por el "Rancho el Rodeo" cuyas instalaciones fueron destruidas por un incendio, acabando convertido en una planta vacía usada como estacionamiento de vehículos. A la vuelta de la calle Morandé, los bajos del mismo edificio hotelero eran usados por otros históricos negocios como "El Olímpico", favorito de los estudiantes de teatro de la facultad situada al frente, y que ahora se cambió a un local cercano en calle Rosas. Salones de pool, barberías antiguas y boliches memorables para los nocherniegos completaban el paisaje urbano alrededor de la tienda Musa.
La gran época de los sastres en Chile llenó estas mismas arterias y dieron a don José una actividad constante y permanente, que parecía entonces inextinguible, inagotable.
- La demanda de telas y accesorios era enorme -recordaba en uno de nuestros encuentros en su local-, especialmente por las confecciones finas como la Pinaud, Sastrería Cubillos o esos más populares del llamado "Caracol de los Sastres" que había cerca de Bandera y Santo Domingo: varios pisos de negocios de sastrería, donde se peleaban a los clientes y donde nadie podía salir ni a almorzar porque se quitaban clientela en su ausencia. Yo atendía aquí casi todo el día, hasta caída la noche. Tenía cinco o seis personas más trabajando comigo, acá mismo.
Comenzando los años ochenta, se encontraba quizás en uno de los mejores momentos para el negocio, a pesar de que el rubro de la sastrería estaba aproximándose silenciosamente a su jubilación. Incluso reputados modistos como Rubén Campos figuraron entre sus clientes. Orgulloso, hizo colocar el gran cartel de fondo azul que acompañó hasta el último momento a la tienda y bajo el cual solía colocarse a ver pasar el vértigo del mundo afuera, en sus últimos años allí en el barrio:
JOSÉ MUSA
IMPORTADOR
MATERIALES PARA SASTRES
IMPORTADOR
MATERIALES PARA SASTRES
Contaba entonces con cuatro empleados y una secretaria-recepcionista para el local, que proveía a no menos de medio millar sastres, algunos de provincias. Otros clientes eran fabricantes de uniformes institucionales, escolares o de las Fuerzas Armadas, como Ejército y Carabineros. Incluso uno de sus hijos, Nayib Musa, se incorporó al negocio abriendo su propia tienda cerca de la suya en esta misma calle llegando a Puente. Aseguraba que, alguna vez, se realizaron sesiones de fotografía profesional dentro de su tienda, para revistas y suplementos. También tuvo oportunidad de hacer grandes viajes al extranjero a principios de esos años, en su calidad de socio de la Unión Libanesa Cultural Mundial, ocasión en la que conoció incluso la Casa Blanca en Washington D.C.
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Interior de la tienda, hacia el año 2010.
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Don José Musa Llantén, atrás de su antiguo mesón mostrador.
Sin embargo, la debacle de la industria textil chilena en esos mismos años y la estrepitosa caída del rubro de la sastrería y las confecciones a pedido, provocaron drásticos cambios en el mercado dejando atrás la época de vacas gordas para la actividad de don José. Los clientes comenzaron a hacerse pocos, cada vez menos, al igual que sus colegas en este lugar de la ciudad. La tienda sobrevivía sólo por un puñado de compradores estables y muchos otros comerciantes del mismo rubro continuaron cerrando sus tiendas en los años que siguieron. Incluso su hijo cerró su propio negocio, el año 2009, pero don José se mantuvo estoicamente en el mismo sitio.
Trabajando ya solo en la tienda de viejas repisas, mesones de madera y vitrinas antiguas, acosado por los fantasmas del próspero pasado, don José paseaba con una boina puesta y su impecable vestimenta, mientras se lamentaba de lo que creía dos grandes culpables en el golpe de gracia recibido por su rubro: la introducción de las prendas chinas, que nos "educó" en la idea de que el precio se prioriza a la calidad, y la apertura abrupta al comercio internacional sin considerar el impacto sobre los comerciantes e industriales chicos.
En esta ya suficientemente triste situación, vino a tener lugar el terremoto del sábado 27 de febrero de 2010, que dañó gravemente las estructuras del edificio del Palace Royal y sus locales, dejándolo inclinado hacia calle Morandé y obligando a colocar refuerzos para contener el peligro de derrumbe. Al poco tiempo, se dio aviso de la demolición e inminente venta de la propiedad a todos los ocupantes, que procedieron a abandonar el lugar poco a poco.
Con sus 84 años a cuestas, don José Musa fue uno de los últimos en retirarse de allí, junto con el bar "El Olímpico". El plazo final era para mediados del año pasado, tras lo cual el edificio quedó desocupado y fantasmal, habitado sólo por los recuerdos de tiempos que ya parecen perdidos en la historia de la ciudad. La etapa final de la demolición comenzó este año, llevándose todo lo que quedaba del mismo y sin vuelta atrás.
El intrépido e infatigable comerciante, rendido ante las circunstancias incontrolables, cerró su local en esos días, hacia el mes de junio. Por hallarme fuera de Santiago, no tuve oportunidad de tener algún último encuentro con él en este lugar, pero alcanzó a aparecer entrevistado el 20 de mayo de 2012 en un artículo del diario "La Tercera", con las quizás últimas fotografías que se le tomaran a su local cuando aún permanecía abierto. Lo que quedaba de su existencia en rollos de telas, pretinas, cierres y botones, fue trasladado hasta el cercano pasaje comercial de la Galería Betinyani, en Rosas 1142, apilando la mercadería dentro de un local y tras una cortina, a modo de bodega.
Mientras maquinarias pesadas reducen a escombros la antigua tienda, dicen los demás locatarios del pasaje que, de vez en cuando, aparece por allí el delgado y resignado José Musa Llantén, entrando y saliendo de ese lugar que guarda lo último que queda de su larga y prodigiosa historia de 70 años en el barrio de la calle Rosas.
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Así se ve ahora el edificio donde estaba la tienda, en plenas faenas de demolición.