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EL IRRENUNCIABLE "SAN LUNES" DEL CALENDARIO BEODO, ¿A LA CANONIZACIÓN LEGISLATIVA?

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Caricatura del San Lunes, en una revista "En Viaje" de 1964.
Por estos días, la política y sus interminables dislates nos han regalado otra polémica para los medios: la agarrada de mechas por un proyecto del ley que busca declarar feriado el lunes 2 de enero de 2017, prolongando así el período de Fiestas de Fin de Año, cuyos días de celebración caerán justo sábado y domingo.
Lamentablemente, estamos en tiempos donde ya parece que poco y nada puede provenir de la política afectada por una gripe crónica de credibilidad: cada propuesta hecha con expectativas de generar atención pública o complacerla, cae de inmediato en la baratija polémica y en la banalización cargada de declaraciones apasionadas, rimbombantes y  reciclantes de eslóganes multiusos.
Los defensores de la propuesta aparecen inspirados por una medida de seducción popular, claramente, aunque cargando con la sospecha de estar destinada a mejorar sonrisas en las encuestas. Probablemente con la mayor simpatía del público, estos reaccionan a las acusaciones imputándoles de vuelta a sus opositores el cargo de "defender intereses empresariales", pues su defensa del proyecto se ha desplazado muy rápidamente desde los derechos de los trabajadores, al clásico manual de la contraposición burgués-obrera.
Por el otro, los detractores -que ya eran tales aún antes de presentada la idea y de muchas otras que aún no existn siquiera- saltaron al palco recitando el viejo axioma de "cuánto le cuesta al país cada día feriado" (como si el trabajador promedio sintiera en su bolsillo ese efecto, acaso) y repasando con sendos powerpoints los gráficos comparativos de días feriados chilenos contra los de cada país de América Latina, de la OCDE y de la United Federation of Planets, reduciendo las intenciones de la propuesta a una cuestión meramente de regaloneos populistas por parte del Palacio de la Moneda.
Marginando los ímpetus de la pasión y la egolatría políticas, creemos que, en cierta forma, esta propuesta no es muy diferente de otras medidas ya consumadas y de carácter más permanente, como el haber juntado algunos días feriados del año con fines de semana, para hacerlos "largos" y así más útiles a las salidas de la ciudad o a las prolongaciones de festejos; o bien la extensión de días correlativos de Fiestas Patrias, en otros casos específicos.
Si esto es lo correcto o lo apropiado, no me corresponde evaluarlo. Sin embargo, me llama la atención el deseo de rescatar del ahogo en el calendario laboral al primer lunes del próximo año, oficializando con un favor legislativo el eco de una vieja, vijísima tradición criolla, conocida popularmente como el "San Lunes"... Quizás se intenta canonizarlo, si así se lo quiere ver en esta ocasión.
También es pintoresco que se dignifique la propuesta sólo con el recurso emotivo de acotar que beneficiará los casos en que se facilitaría, por ejemplo, el viaje ida y vuelta de un trabajador hacia ciudades de residencia de sus familias, para celebrar el Año Nuevo, lo que es bastante cierto y sensato; y también para mejorar la condición de descanso de personas que tendrán que trabajar durante las fiestas, algo igualmente comprensible y loable. Estos casos corresponderían a muchísimos de los alegres beneficiados con el feriado, sin duda, pero no nos engañemos: los principales dichosos, y a los que probablemente va dirigida esta consideración a fin de cuentas, serán los que podrán alargar sus regadas celebraciones y los que necesitarán de un día adicional para pasar la primera caña mala del año (y muy al estilo de la canción de "Los Mox!" dedicada al mismo tema)... Es nuestra pacatería y corrección política lo que impide reconocerlo.
En otras palabras, serán precisamente los mismos que observaban sagradamente el "San Lunes" en otras épocas, los más satisfechos con el primer lunes de 2017 que se espera convertir en feriado.

El falte en un puesto de licor. Grabado publicado en el "Chile Ilustrado", de Recaredo Santos Tornero 1872, basado en un dibujo de Prior.
Calendario promocionando la industria salitrera chilena en 1927, en Australia. Imagen perteneciente a la exposición "Salitre de Chile: el oro blanco traspasa las fronteras", de la DIBAM, en 2013.
DEFINICIÓN DEL "SAN LUNES"
En resumidas cuentas, venerar el "San Lunes" significaba faltar a los deberes del primer día laboral de la semana y con nimiedades por excusa (cuando las había), pues la razón de fondo era no haber renunciado a tiempo a los festejos, cortándolos antes del punto sin retorno y así poder regresar al mundo real, o bien pasar en la paz del encierro oscuro la caña mala y las resacas de la fiesta desmedida. En la gran cantidad de los casos, sin embargo, la ausencia del lunes era para cumplir la licencia autoextendida de seguir con la parranda, a veces iniciada el viernes o el sábado.
De acuerdo a lo que señala el lexicógrafo y cronista Zorobabel Rodríguez, en su conocido trabajo titulado "Diccionario de chilenismos" de 1875, el concepto de Hacer San Lunes se definía de la siguiente manera en el folklore y el costumbrismo nacional:
"De la mala, y por desgracia cada día más general, costumbre que tienen nuestros paisanos, artesanos y gañanes de destinar los lunes de todas las semanas a malgastar en remoliendas, parrandas, picholeos y borracheras el dinero ganado en la semana y no alcanzado a malgastar el domingo, ha nacido la frase hacer san lunes, que vale no asistir en este día a las tareas acostumbradas o al trabajo convenido".
La picardía popular lo convirtió, así, en un inexistente día de efemérides religiosas del santoral, el de un falso santo llamado Lunes, apareciendo por el calendario según la conveniencia y necesidad de quien lo invoca. Existen leyendas sobre la existencia de incluso supuestos altares, velatorios o capillitas de fantasía consagradas al imaginario San Lunes.
Este concepto hagiográfico tiene analogías con el "San Jueves" de nuestra época, levantado por amantes de la diversión nocturna que no están dispuestos a esperar hasta el día viernes para iniciar cada jornada de fin de semana. Pubs y cevecerías de los sectores Bilbao-Tobalaba, Barro Bellavista, la Plaza Ñuñoa o Las Terrazas del Mall Plaza Vespucio, entre muchos otros, son conocidas en Santiago por acoger a los sanjueveros. También guarda semejanza con eso de "tomarse los lunes" o "hacerlo sanguchito" para prolongar la continuidad de un grupo de días feriados, aunque sin el sentido de descanso, viaje o reposo que estos últimos suelen tener.
Hubo gremios famosos por su conocida tendencia a no trabajar el lunes, todavía en el siglo XX. Algunos de ellos eran los peones, los obreros de la construcción y algunos oficiales, según recordaba Oreste Plath, que dedicara un artículo entero al "San Lunes" en una edición de la revista "En Viaje" de abril de 1964. Cuenta allí que los zapateros, por ejemplo, eran tan devotos del lunes libre, con los incumplimientos que esto involucraba para sus clientes, que un dicho popular chileno les cantaba a modo de copla:
Zapatero,
tira cuero,
toma chicha
y embustero.
Más cerca de nuestra época, pescadores, imprenteros, trabajadores textiles, mueblistas y hasta periodistas también serían asociados a la práctica de hacer el "San Lunes", aunque para ciertos autores, el estratos más modestos de la sociedad esto se ha relacionado más bien con un contexto de trabajo indigno o con la contratación irregular, fuera de las atracciones de las cantinas, los prostíbulos, el juego o las fiestas religiosas y laicas que detonaban las ausencias en el primer día de la semana.
Como antaño las fiestas más grandes de los chinganeros y fonderos se realizaban especialmente los días domingos, su actividad se volvió un gran aliciente para los "San Lunes", algo que llegó a ser extremadamente popular en antiguos barrios santiaguinos como La Chimba o la Calle de las Ramadas (hoy Esmeralda), y en los recovecos bohemios del puerto de Valparaíso, por no decir que en todo Chile. Quizás de ahí provenía otro dicho popular ya casi extinto en nuestros días:
Hoy es lunes,
Santa Elena.
Quien trabaja,
Se condena.
Más adelante, se practicó la excepción del lunes también en los desiertos calicheros, hasta donde la llevaron los trabajadores del salitre emigrados desde más al Sur. No obstante, su costumbre era más bien la de sacrificar su sueño y su propia salud para poder hacer compatibles la diversión con el trabajo en proporciones equivalentes, y sin que una le quitara tiempo a la otra, como observó y manifestó el escritor Baldomero Lillo en su conferencia "El obrero chileno en la pampa salitrera", rendida en el Ateneo de Santiago en 1910:
"Después de guardar las herramientas y quitarse el polvo del trabajo, el obrero sale de su casa y se dirige a la fonda, en la que permanece hasta la noche entregado a sus pasiones favoritas: el juego y el alcohol.
Al día siguiente, a las tres o cuatro de la mañana, está otra vez en la pampa ejecutando su pesada tarea. Y así transcurre un día y otro hasta que una enfermedad de las muchas que lo acechan o un accidente del trabajo, como ser la explosión prematura de un tiro o un trozo de costra que cae sobre él desde lo alto, o la inmersión en el caldo hirviente de un cachucho, concluyeron con su mísera existencia".
Al menos en Chile, entonces, la popularidad del "San Lunes" se debió, principalmente, a consecuencia de la mencionada actividad festiva de las chinganas y fondas en donde la fiesta duraba hasta horas de la madrugada y, cuando no, hasta el día siguiente... Y todavía más.
Ilustración con el aspecto y ambiente de celebraciones de las "gentes de medio pelo" en Perú, en 1853, según un artículo publicado por el "Semanario pintoresco español".
Los zapateros de antaño eran considerados un gremio particularmente devoto y practicante del culto al "San Lunes". En la imagen: Zapatero remendón, fotografía de autor anónimo (Exposición DIBAM "Paisajes y Gente de Chile" 2012).
LOS ORÍGENES Y SUS ALCANCES INTERNACIONALES
Empero, el concepto y la tradición fueron practicados con diferentes motes y denominaciones por gran parte del continente y de mismo Imperio Hispánico durante la Colonia, habiendo noticias de su presencia en la propia España, en Argentina y en Brasil, entre otros países.
Además de revelar rasgos de ingenio generales en la región, su existencia pone de manifiesto la fuerte penetración de los vicios, el ocio de orientación hedónica y falta de cultura de ahorro que predominara en parte de los estratos más modestos de nuestras sociedades latinoamericanas, por desgracia, con justificadas o injustificadas razones y por comprensibles o incomprensibles móviles.
El escritor español Ciro Bayo, en su "Vocabulario de provincialismos argentinos y bolivianos" de 1906, señalaba que el bajo pueblo de Cochabamba solía hablar de algo llamado Lune, asociándolo a sus devociones por la bebida y por el día lunes feriado o "San Lunes", desde donde se propagó la práctica por el resto de Bolivia.
En Perú, en cambio, editoriales del diario "El Comercio" de agosto de 1896 hablaban incluso de un "San Martes" y un "San Miércoles" enquistándose en las costumbres limeñas. El historiador Augusto Ruiz Zevallos escribirá en nuestra época, en "La multitud, las subsistencias y el trabajo: Lima de 1890 a 1920":
"Al igual que el artesanado, al menos hasta fines del siglo XX, el nuevo actor social mostraba fuertes rasgos de indisciplina laboral. El culto a San Lunes (o el hábito de no trabajar ese día para continuar la juerga del domingo) que parecía haber muerto en la década de 1860, persistió con fuerza en los noventa, ahora en el proletariado industrial".
En México, llegó a ser tan famoso el "San Lunes" que se lo denominó también Lunes Mexicano. El fallecido antropólogo George M. Foster, en su trabajo de  "Character and personal relationships seen through proverbs in Tzintzuntzan, Mexico", señalaba la existencia allá de un dicho popular que sentencia: "En el día lunes, ni las gallinas ponen huevos". Por su lado, Mario Camarena Ocampo señala en "Jornaleros, tejedores y obreros: historia social de los trabajadores textiles de San Ángel (1850-1930)", que este grupo laboral en particular tenía una frase también propia de cada lunes: "No puedo trabajar hoy, pero mañana sí".
La comentada fama de los zapateros era mundial, según parece, pues en la tradición andaluza señala que los lunes son los días de San Crispín porque éste es su "abogado" (leyenda de los mártires romanos Crispino y Crispiniano, cuyas reliquias están en la Basílica de San Lorenzo en Panisperna). Era el día en que solían reventar en tabernas y lupanares todo lo ahorrado durante la semana anterior.
Conocido también en Francia, Flandes y Reino Unido, el lunes de deserción laboral también ha sido asociado a las tradiciones de los zapateros y otros oficios. En Inglaterra, de hecho, se les llama Saint Monday, tal como en el habla hispana, y Cobbler's Monday, traducible como Lunes de Zapatero, conceptos que parecen remontarse a los tiempos de contrataciones masivas durante la Revolución Industrial, según se colige de la lectura de un artículo de Carlos Rilova Jericó, publicado por la Asociación de Historiadores Guipuzcoanos "Miguel de Aranburu":
"Los devotos de San Lunes, fueron los siempre sufridos trabajadores a los que costaba mucho ponerse en marcha después de un día de fiesta -lo de los fines de semana de dos días es una adquisición relativamente reciente-, el domingo, único en el que se les permitía descansar por un temor muy extendido entre sus amos, propietarios, señores, en fin, jefes… a ofender a Dios no consagrándole un día de descanso tal y como estaba recogido en las Sagradas Escrituras. El historiador británico recientemente desaparecido Eric J. Hobsbawm decía algo de todo esto en uno de los muchos libros que dedicó al estudio de la clase obrera británica en particular y europea en general. En este caso se trataba de 'Industria e Imperio', donde recordaba como, aún a comienzos del siglo XIX, cuando ya ha empezado en Gran Bretaña lo que luego se llamará 'Revolución Industrial', los artesanos seguían considerando 'santo' el lunes".
El mismo investigador comenta que, de acuerdo a información aportada por el historiador de la clase obrera, Edward Palmer Thompson, el origen de la tradición del "San Lunes" podría ser identificado a principios del siglo XVII, pues existe una copla de 1639 y que el escritor recoge para uno de sus artículos publicados en España, titulado "Tradición, revuelta y consciencia de clase". Dicha copla, decía:
Ya sabes hermano que el lunes es domingo
El martes otro igual;
Los miércoles a la iglesia has de ir y rezar;
El jueves es media vacación;
El viernes muy tarde para empezar a hilar;
El sábado es nuevamente media vacación.
Y continúa Rilova Jericó, al respecto:
"Un mal comienzo, de semana y de todo lo demás, para los dueños, amos o jefes de esa fuerza de trabajo. Una sedicente semana laboral que, por otra parte, en 1681 demostraba haberse extendido e institucionalizado, como recoge también E. P. Thompson en ese libro, recordando las palabras de indignación de John Houghton ante esas jaculatorias pseudorreligiosas que se traducían en 1681, cuando él escribe ese -para nosotros- valioso testimonio, en que los calceteros raramente trabajaban los Lunes o Martes, pasando esos días en las tabernas o jugando a los bolos. Los tejedores, por su parte también pasaban los Lunes borrachos, los Martes con resaca y los Miércoles alegaban que tenían las herramientas estropeadas. Los zapateros, por su parte, se las apañaban según ese mismo testigo para hacer del Lunes un día festivo al estar consagrado a su patrón San Crispín, prefiriendo, decía Houghton, dejarse ahorcar antes que no declarar festivo ese día".
Se sabe que, además de los zapateros, los gremios que practicaron más devotamente el "San Lunes" en esos mismos años, fueron lo sastres, carboneros, trabajadores de imprenta, alfareros, tejedores, calceteros y los cockneys (habitantes "castizos" del centro de Londres). También se señala que apareció un "San Martes" durante la época de holgura de plazas de trabajo en Inglaterra, a causa de las Guerras Napoleónicas.
Una canción de fines del siglo XVIII, titulada "Los joviales cuchilleros", recordaba muy especialmente la veneración por los lunes liberados de parte de los trabajadores de la conocida industria cuchillería en Sheffield, en South Yorkshire:
Cómo en un buen San Lunes,
sentado al fuego de la herrería,
contando lo hecho ese Domingo,
y conspirando en alegre regocijo.
Pronto oigo levantarse la trampilla,
en la escalera está mi esposa:
- Maldito seas, Jack, te voy a desempolvar los ojos,
Llevas una agraviante vida de borracho.
Estás aquí en lugar de trabajar,
con la jarra en las rodillas;
Maldito seas, que siempre estás ocioso.
Y yo trabajo como una esclava para ti.
Clásico calendario erótico de bolsillo, del año 1983, muy típicos de aquellos años y que para muchos flojos eran verdaderas agendas, llenas de pequeñas anotaciones y números cerrados en círculos.  Coincidentemente, perteneció a un sastre, profesión que algunos también asociaban al "San Lunes" en el pasado, así como a los trabajadores textiles en general.
Un viejo calendario de la gaseosa Bilz (1957), cuando quizás el "San Lunes" ya estaba en retirada.
EL "SAN LUNES" EN CHILE
Volviendo a Chile, esta práctica también estuvo presente en el inquilinaje de los campos y entre los más asiduos visitantes de las casitas de remolienda de ciudades y poblados, donde tampoco se privaban de sus "San Lunes" para continuar la ingesta de poncheras o linternas con cuatro pilas y la lujuria remunerada, o bien para recuperarse de sus excesos al día siguiente.
Dijimos ya que el "San Lunes" se marcó en los calendarios a consecuencia de una preferencia popular por las fiestas en los días domingos, pues para entones, el sábado era casi otro día de trabajo o de media jornada para muchos trabajadores chilenos.
Esta tendencia -traída quizás por los propios conquistadores- ya había sido detectada muy tempranamente por las autoridades, a juzgar por un bando del 24 de julio de 1568, que facultaba a los alguaciles para disolver las reuniones y fiestas de los indígenas, precisamente los domingos y festivos "que es cuando dichos indios hacen sus borracheras" en sectores periféricos del Santiago de entonces, como La Chimba, El Salto, Ñuñoa, los linderos del Convento de San Francisco, los terrenos al Sur de La Cañada y en la Quebrada de García Cáceres (actual avenida Brasil).
Plath dice que, en el siglo XVII, los peones de la famosa y temida Catalina de los Ríos y Lisperguer, la Quintrala, fallaban casi invariablemente el día lunes a sus fanes. Tan posesos estaban por la seducción recreativa de cada fin de semana, que no asistían ni a oír la misa del domingo, pues su ingesta de alcohol había comenzado el sábado, desapareciendo así hasta el día martes.
Tan fuerte era este rasgo cultural de las celebraciones, que Justo Abel Rosales calcula que el día en debió ser inaugurado el Puente de Cal y Canto, en febrero de 1782, pudo corresponder al sábado 11 de ese mes, pues ya era costumbre de época hacer inauguraciones y fiestas oficiales el día sábado precisamente a sabiendas de que estos festejos continuarían el día domingo y seguirían hasta los "San Lunes", quizás tratando de reducir así el ausentismo laboral o a los convalecientes en este primer día de cada semana.
Es, además, la época en que ha entrado en funciones el singular servicio del carretón de los borrachos, con el que las autoridades del Cabildo hacían recolectar a todos los ebrios terminales dispersos por la ciudad para llevárselos como muertos hasta su lugar de penitencia. De hecho, muchos sanluneros fueron atrapados en plena fiesta por el implacable Corregidor Luis Manuel de Zañartu, para ser obligados a trabajar acollarados en la construcción del Cal y Canto a ración de agua, pan y garrote, temido castigo conocido como la "cadena del puente".
Hacia 1831, tras crearse la Academia Militar, los ochenta cadetes de la flamante escuela realizaban sus ejercicios en la tarde de todos los días lunes, en la Alameda de las Delicias. Para evitar opacar la solemnidad de cada revista con las licencias y espectáculos callejeros del "San Lunes", los tenderos tenían prohibido abrir sus expendios hasta que terminaran las presentaciones, como observó el oficial de la armada de los Estados Unidos, William S. W. Ruschenberg, recordándolo en sus "Noticias de Chile".
Don Benjamín Vicuña Mackenna criticaría con dureza el "San Lunes" en su "Historia crítica y social de la Ciudad de Santiago", de 1869. Pocos años después, Zorobabel Rodríguez también observa estos vicios del calendario semanal de su época:
"Hay chinganas permanentes e improvisadas. Las primeras son casas destinadas a los objetos que quedan dichos, a las cuales se acude a remoler la chamuchina los domingos, lunes y demás días festivos. Algunas municipalidades las han prohibido; otras se han contentado con reglamentarlas e imponerles una fuerte patente".
De los muchos sanluneros del siglo XIX y principios del siguiente, pudieron ir surgiendo o reforzándose costumbres tales como ir temprano al barrio de los mercados de Mapocho a devorar mariscales, caldos de patas y empanaditas pequenes picantes con los que decían recuperarse de los efectos de la larga juerga, recobrando las energías para comenzar así el siguiente día de parranda o, queremos creer, un día martes destinado a comenzar a pagar las culpas ya sin resacas.
El día martes era, entonces, aquel de las excusas, las súplicas al patrón o al cliente, y los pedidos de disculpas haciendo horas extras no remuneradas. Por eso Vicente Pérez Rosales escribía en su "Diccionario del Entrometido": "El borracho abonado a los San Lunes se orea en un calabozo, y el consuetudinario, si hay un millón de por medio, en su palacio". Y Plath lo reafirmará en el siglo siguiente: "Mañana será otro día. Mañana es lunes. Es la fiesta del San Lunes, fiesta y costumbre del pueblo chileno".
La tomatera hizo ya entonces que el ausentismo del día lunes fuera casi una institución, y tan arraigada que, según escribió también Plath, los rotos hasta tenían versos de homenaje al "San Lunes", escritos por el poeta popular Bernardino Guajardo:
Yo trabajo la semana
y el día domingo me la tomo,
el lunes tomo a mi gusto,
y el martes le pongo el hombro.
A una fiesta popular
un roto a otro convidó.
A una fonda a oír a cantar
el par de rotos entró.
Uno de ellos preguntó:
- ¿Qué vale la damajuana?
Hasta que quite las ganas
esta noche he de beber
porque para remoler
yo trabajo mi semana.
La dueña de esta chingana
le ofreció lo que pidiera:
licor, todo lo que quisiera
le serviría gustosa.
Esta acción tan generosa
llenó a los rotos de asombro,
y uno de los dos que nombro
le dijo a prueba de susto:
- El lunes tomo a mi gusto
y el martes le pongo el hombro.
Después de beber un trago
pidieron con una ficha
arroba y media de chicha
y una cazuela de pavo.
No pagaron ni un centavo,
quebraron hasta las ollas;
usaron de esta tramoya
los pillos y se fueron.
Y a la casera dijeron:
- Anda, que te pague Moya
La moneda apodada "ficha" y que aparece mencionada en la canción, corresponde a los dos y medio centavos (en níquel, según parece) que se había acuñado hacia fines del siglo XIX, lo que da una referencia de lo antigua que es la copla. Otra versión de esta misma canción popular parte así, refiriéndose a "plantar la falla"como el acto de faltar a los deberes:
Yo trabajo la semana
y el domingo me lo tomo;
el lunes planto la falla,
y el martes le pongo el hombro.
En su "Novelario del 1900", Lautaro García también se refería a los nefastos efectos que tenía el "San Lunes" en la sociedad chimbera del Santiago de aquellos años:
"El barrio ultra mapochino despertaba tarde esa mañana a principios de otoño. Era día Lunes. En la puerta de la 'Agencia La Recoleta', ubicada en la esquina saliente de Dardignac, apretujábase un grupo de mujeres, muchachas y chiquillos, esperando con sus paquetes bajo el brazo, el turno para 'empeñar'. Los hombres con el cuerpo 'malo' se habían quedado seguramente en cama".
Sin embargo, historiadores de corte social como Juan Carlos Yáñez Andrade, ven el "San Lunes" más bien como una respuesta de parte de las clases trabajadoras a las exigencias de disciplina o los abusos laborales, según sus declara en "Entre el Derecho y el deber: el 'San Lunes' en el ideario laboral chileno (1900-1920)" y "La intervención social en Chile y el nacimiento de la sociedad salarial. 1907-1932". De acuerdo a su interpretación, la práctica era parte del mismo fenómeno reactivo del que forman parte la desobediencia, el desplazamiento entre faenas productivas o zonas, los tiempos muertos (sacar la vuelta) y otras manifestaciones por el estilo, de parte de los trabajadores frente a los empleadores, patrones y hacendados.
A conclusiones parecidas llega Patricio Herrera González, en su artículo "Trabajar para beber o beber para trabajar", publicado en el libro de varios autores "Alcohol y Trabajo. El alcohol y la formación de las identidades laborales en Chile. Siglo XIX y XX". Agrega allí que el "San Lunes" llegó a ser todo un fastidio para los hacendados del campo, cuando los trabajos ofrecidos en el área agrícola ya no tenían el atractivo remunerativo que los de la minería, obligándoles a idear mecanismos para retener mano de obra.
Una antigua frase popular que ha perdurado hasta nuestra época en el habla hispana, dice: "Maldición gitana: Si bebes el lunes, bebes toda la semana". Todavía existen empleados holgazanes y con fama de beodos, al estilo del personaje Ricardo Canitrot del comediante Fernando Alarcón (en el programa de TV "Jappening con Ja"), que además de estar mal calificados como sacadores de vuelta o zorreros por sus propios colegas, suelen ser los principales desertores de cada día que siga a las fiestas. En palabras de Plath:
"El día lunes amanecen aplatillados, aplastados como un plato sobre otro. Están achancacados, machacados, apanuncados, para nunca; pero también es verdad que algunos no tienen nada que ver con el enojo de Santa Elena y trabajan por su cuenta en la casa o se ganan un pololito, trabajo extra, robándoles el tiempo al taller, al industrial —con el consiguiente descenso de la producción— y, aunque se les descuenta la falta, se sienten compensados con el goce de estar libres y con la ganancia pequeña o grande".
Se ha perpetuando, así, la práctica del "San Lunes", aunque el término haya caído bastante en desuso. Algunos inmigrantes incorporados al ambiente laboral de Chile desde otros países del continente, además, han confirmado lo internacional que sigue siendo el "San Lunes" y las correspondientes excusas con negociación reparatoria de cada martes ante el patrón o el capataz. Algo muy latinoamericano, deberíamos insistir.
Bueno, dejo acá las publicaciones de este blog por este 2016 que se extingue, deseándoles felices fiestas de fin de año y un mejor 2017 a todos... Nos vemos, entonces, en el "San Lunes" que, sea o no oficialmente declarado día feriado en el debate legislativo de las próximas semanas, para muchos seguirá siendo de todos modos eso: su irrenunciable y sacrosanto "San Lunes".

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