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ÉTERES MEMORIALES DE UN EDIFICIO YA DEMOLIDO EN PASAJE LÍDICE

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Coordenadas:  33°26'6.97"S 70°38'57.17"W
Pasaje Lídice está a la altura del 650 de calle San Antonio en Santiago de Chile, entre las arterias de Esmeralda y Santo Domingo, en un céntrico sector de la ciudad. Tiene una perfecta y proporcionada forma de "T", perfilada por los dos edificios de la entrada en calle San Antonio y el que estaba al fondo, recientemente demolido y reemplazado por un nuevo proyecto inmobiliario. Tal edificio será el inmueble de nuestra atención en este texto.
Interiormente conectado con la galería comercial del Pasaje San Antonio 721, este callejón es uno de los rincones que sobreviven desde el misterio del Santiago del medio siglo en la ciudad más profana y corroída de nuestros días. Dándole fondo al pasaje, era un experimento neoclásico tardío, me parece que de los años treinta o cuarenta, aunque la administración del mismo señalaba que fue inaugurado en 1945. Conservó la dirección de San Antonio 650 a pesar de que el pasaje completo fue bautizado Lídice tras ser inaugurado, recordando la entonces reciente destrucción de aquella aldea checoslovaca, durante la Segunda Guerra Mundial. Una placa fue instalada en los noventa por la comunidad checa en Santiago, de hecho, agregándosele después un nuevo memorial en el piso, que es punto de encuentro cada año en el aniversario.
El edificio al que nos referimos era de 5 pisos, más el nivel del subterráneo y un sexto en los altillos, habilitados en una época posterior a su inauguración. Ocupaba todo el ancho del fondo del pasaje, y las puertas de su acceso a los bajos estaban alineadas con el frente del acceso al mismo pasaje, en el número 676. Para acceder al sector de oficinas y residencias de los pisos superiores, en el número 652, se debía ingresar por un costado, al extremo Sur del inmueble. Había allí algunas residencias, oficinas de empresas, centros médicos y una gran consulta dental donde se atendían los empleados y familiares de la compañía de electricidad Chilectra, donde trabajaba mi padre y recibiendo por ello este mismo servicio, así que hubo períodos de mi vida en que asistía casi regularmente a este lugar. Había buenos dentistas y odontólogos allí, como los doctores Humeres, Aguilera y Ugarte.
Sin embargo, lo más atractivo del edificio era el piso del zócalo, con entrada frontal (la del número 676) y de gran altura, equivalente a dos niveles internos. Sobre su gran portalón de estilo casi románico se ufanaba de sí un misterioso blasón con símbolo curioso a la vista: un León heráldico sosteniendo un cáliz, con la inscripción "VOR-DOR" en un listón, a sus pies, que quizás tenga alguna relación con el primer establecimiento que estuvo en este lugar preciso.
Se recordaba que, pasando bajo este león, el amplio salón de sus bajos había sido el espacio que ocupó por muchos años el restaurante "El Villorrio", con sus dos pisos interiores, una estética de campo y oferta de comidas típicamente chilenas, donde predominaban las parrilladas y platos con aire campesino. La estética del amplio local reforzaba esta característica incluso en la señalada entrada: su acceso solía estar decorado con artículos como fardos de paja, farolitos, ruedas de carreta y creo que hasta alguna cabeza esquelética de res si la memoria no me engaña, similares a cualquier restaurante típico de zonas rurales de Chile.
Me cuentan que, en su mejor época, las cenas de "El Villorrio" eran con bailables, cual reminiscencia sobreviviente de la antigua época de los clubes de bohemia y entretención con orquestas en vivo, ambiente tan afectado en los años setenta y ochenta por las restricciones horarias. Era también un gran centro de eventos y fiestas privadas. Tenía grandes lámparas y columnas interiores, alrededor de sus buenas pistas para los que quisieran danzar en las fiestas de aquellos años.
Por su parte, el restaurante "El Novillero" fue fundado por el año 1988 y también estuvo funcionando por acá según guías como "Chile Handbuch" de René Junghans (de 1989), antes de emigrar a su actual ubicación en calle Moneda a escasa distancia del Palacio de la Moneda. Ha sido otro de los grandes símbolos culinarios de Santiago Centro, apareciendo incluso en manuales para turistas en Santiago. También compartía esa misma estética campesina y evocadora de la cultura rural en su decoración, y su carta basada en comida típica.
El último centro gastronómico con popularidad que estuvo en este salón, fue el restaurante de comida peruana "El Ají Seco 2", desde inicios del actual milenio hasta poco después de los días del Bicentenario Nacional. Reconocido como el mejor exponente de la famosa cadena por algunos de los amantes de la comida internacional, su paso por allí marcó el final de la serie histórica de establecimientos de este volumen y características que ocuparon el célebre primer piso del edificio, en su caso cargándolo de mucha decoración folklórica e iconografía cultural de Perú.
No todo fue paz y prosperidad para "El Ají Seco 2" allí, sin embargo: sus dueños fueron muy criticados por utilizar el pasaje como estacionamiento privado del restaurante, incluso después de las remodelaciones ejecutadas por la Municipalidad y de las que hablaremos más abajo, en circunstancias de que dependencias del propio municipio y hasta los Carabineros de Chile de la cercana Comisaría N° 1 de Santiago no tenían dónde aparcar correctamente sus automóviles. Finalmente, por estos problemas y otros relacionados con alzas de arriendo del espacio, el restaurante cerró sus puertas trasladándose hasta otro lugar de la capital, en la comuna de La Florida (o al menos su nombre).
El edificio de Lídice estaba muy deteriorado y envejecido, a esas alturas. Prácticamente deshabitado y arrastrando algunos pleitos judiciales en algunos de sus departamentos, durante la segunda mitad de la pasada década colgaban de él grandes lienzos ofreciendo a la venta pisos completos. Abajo, en la calle, se colocaron sólidos postes como barreras para impedir el paso de vehículos no autorizados, y también rejas con portón que se cierran a cierta hora del día, luego de convertirse el pasaje en un hervidero de delincuencia y prostitución, como muchos otros sitios del Santiago en decadencia de nuestros días.
Ya en su etapa de mayor decaimiento, hubo hasta intentos de asesinatos de prostitutas en este pasaje. A una de ellas, un cliente le cortó el cuello en diciembre de 2001, aunque sobrevivió. Poco después, otra con nombre artístico Lorena, fue atacada por un sujeto de apellidos Lancaqueo Lemul, usando una piedra que traía entre sus ropas luego de solicitar sus servicios sexuales e ir con ella hasta el tercer piso donde arrendaba un cuarto, a inicios de octubre de 2002. Fue una escena de brutalidad y salvajismo que parecía sacada de otra época de nuestra sociedad, de la que esta mujer logró zafarse usando lo que quedaba de sus fuerzas para morder a su agresor y escapar herida, alertando a un cuidador de vehículos del mismo pasaje que logró reducir al sujeto atacándolo con un palo.
Había también un prostíbulo funcionando con disfraz de sauna en el pasaje, como muchos otros boliches oscuros de este tipo en Santiago Centro. Fue conocido en su momento que, cuando funcionarios de la Policía de Investigaciones lo cerraron y desmantelaron por completo un día del verano de 2006, el negocio ya estaba funcionando otra vez en el mismo lugar a las pocas horas, motivando nuevas denuncias de vecinos en su contra. De hecho, aún en nuestros días y con todos los cambios experimentados por el lugar, es frecuente ver prostitutas extranjeras ubicándose en la boca del pasaje y alrededores, a veces causando riñas con peatones o entre ellas mismas, característica que ha ido tomando rauda posesión de la calle San Antonio, como es sabido de sobra.
Había tenido lugar un proyecto de remodelación del pasaje, con cambio de pavimento y mejoras en la iluminación que espantaron a muchos de los delitos del lugar y que costaron a la Municipalidad de Santiago cerca de 26 millones de pesos, en 2007. Empero, para entonces muchos de los vidrios de la fachada del edificio estaban quebrados, como para reforzar su semblante de sitio embrujado. Las ofertas de ventas de pisos eran sólo la antesala para su desaparición, cuando una casa inmobiliaria se interesó en él y lo compró completo, dando inicio a la obra del reluciente edificio que ahora está allí.
La demolición se realizó hacia agosto de 2014, mientras que el nuevo edificio comenzó a ser levantado por mediados del año siguiente o un poco antes. Tras 70 años ubicado en este pasaje desde fines de la Segunda Guerra Mundial, se esfumó para siempre devorado por el progreso y los cambios. El nuevo edificio que lo reemplazó en su perímetro, se halla prácticamente concluido en estos momentos.

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