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CASUÍSTICA FUNDACIONAL DEL MISTICISMO EN EL VALLE DE ELQUI (PARTE I): EL CURIOSO EPISODIO DEL CRISTO DE ELQUI

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El Cristo de Elqui y dos de sus discípulos, en fotografía publicada en "Los iluminados del Valle de Elqui", de Juan Guillermo Prado.
Pidiendo disculpas por lo autorreferente, creo haber manifestado acá antes que no simpatizo mucho con el turismo de "experiencias culturales" cuando genera verdaderas industrias de servicios en poblados pequeños o localidades apartadas de las grandes ciudades, por lo mismo más vulnerables a las energías externas de modificación de un modus vivendi y de una identidad propia. El efecto de transculturización y de puesta en escena se hace evidente en algunos casos, como por ejemplo en San Pedro de Atacama, donde el elemento inversionista y comercial acabó desplazando a gran parte del elemento local, para bien o para mal, debiendo ser mantenido este último a la vista del consumidor-viajero con una suerte de simulación o representación, en ciertos casos.
El hermoso Valle de Elqui y cierto grado de banalización de sus elementos místicos también ha comenzado a ofrecer una carie parecida en su sonrisa. Gran parte de esta fama la hizo el boom comercial que acompañó al frustrante paso del cometa Halley en 1986, asociado al Elqui por la limpieza de la vista en sus cielos nocturnos como lugar "ideal" de observación y la presencia del Observatorio de Cerro Tololo. Fue un evento hábilmente aprovechado por publicistas y autores varios, como se recordará. Es la misma época en la que la escritora Malú Sierra publica su trabajo titulado "Elqui. El cielo está más cerca", libro lanzado ese mismo año y que, según la opinión de algunos de los propios habitantes del valle, tendría imprecisiones y juicios un tanto audaces sobre ciertos personajes del lugar, aunque no puede negarse que marcó un hito en su década con relación al tema y puso en marcha la producción literaria divulgando este semblante que identificará para siempre al Elqui, en lo concreto y en lo abstracto.
Muchos de aquellos rasgos auténticos y de las construcciones de atractivos del Valle de Elqui, fuera de sus magnificas frutas, viñedos y producción pisquera, corresponden a rasgos de folklore, neofolklore y tradición mística popular: leyendas de fantasmas, historias de brujos, chonchones o tuetués, cartomantes, extraterrestres, adivinas y disciplinas que forman parte de la propuesta tradicional del valle desde hace años ya, pues su promovida identidad espiritual no es cosa nueva. Sin embargo, como toda actividad que involucre turismo de esta orientación, han comenzado a aparecer también algunos divulgadores de fakelore y los infaltables mercaderes con prácticas más parecidas, por ejemplo, al vulgar chamanismo que a los magos de fundamento indígena local o costumbrista... De todo hay en estas viñas, pues.
Es preciso recordar que esta fama mística del Elqui comienza hacia los años veinte. Hay quienes retrotraen esta cualidad a la época de la propia Gabriela Mistral nacida en el valle (y con mausoleo en el mismo), e incluso hasta tiempos de la cultura diaguita con sus propios contenidos de creencias y ritos. En rigor, sin embargo, los años veinte fueron cruciales para despertar la "fiebre" elquina, con algunos casos bastante bullados en la época y que son estudiados por el bibliófilo e investigador Juan Guillermo Prado, en su libro "Los iluminados del Valle de Elqui".
Dos fotografías del Cristo de Elqui. Fuente imágenes: noticias.terra.cl, y "Sermones y prédicas del Cristo de Elqui" de Nicanor Parra.
El primero de ellos -al menos de entre los más importantes y trascendentes- parece corresponder al llamado Cristo de Elqui, apodo que le diera la prensa a uno de los personajes más intrigantes y extraños de la historia religiosa moderna chilena, cuyo caso abordaremos en este texto.
Llamado en realidad Domingo Zárate Vega, el Cristo de Elqui era un campesino y albañil oriundo de Río Hurtado, aunque otras versiones colocan su cuna más cerca de la Zona Central. Empero, Carlos Ruiz-Tagle dice en "Los antifrívolos" que había conocido parientes suyos viviendo en Río Hurtado, incluso con los restos de la casa, así que es más probable esta posibilidad.
Como buen aspirante a Mesías o predestinado a coquetear con esta fantasía, había nacido en la víspera de Navidad de 1898, en una modesta familia de ganaderos caprinos. Otras fuentes aseguran que nació en realidad el 20 de diciembre de 1897. Como sea, sin embargo, fue después de trabajar como inquilino del entonces alcalde José Álamo Tuma y de experimentar un aparente estilo de vida beodo y lujurioso con el que despilfarró una herencia familiar, que comenzaría a manifestar un curioso delirio religioso: según él, Dios se le aparecía en sueños hablándole y dándole instrucciones precisas sobre su misión en el mundo. Paralelamente, se dejó por lo mismo una larga barba y cabellera de estilo mesiánico, que según se cree jamás se cortó durante toda su época de iluminado predicador.
A partir de 1927, año en que comienza a vociferar su mensaje debutando en Alcohuaz, Zárate Vega comenzó a llamar la atención de los medios informativos que difundieron la noticia del curioso sujeto y sus extraña oratoria. Como una línea de su amplia prédica era de base católica, además de hacer citas continuas de la Biblia y llamados al Vaticano con tonos de emplazamiento, se ganó rápidamente el desprecio de la Iglesia, incluyendo al entonces Obispo de La Serena José María Caro, quien lo definía como una persona con perturbaciones mentales en una de sus cartas pastorales. No estaba muy lejos de la realidad el futuro primer Cardenal de Chile con esta acusación, como veremos.
Domingo predicaba por las calles de Vicuña, Paihuano, Rivadavia, Horcón y La Unión (después llamado Pisco Elqui) un complejo sistema de mensajes espirituales y apocalípticos, al tiempo que decía recibir visitas de distintas entidades sacras y etéreas con las que tenía contacto. Su enseñanza se fundía con recomendaciones moralistas, supersticiosas, yerbateras y en algunos casos pseudo-científicas, involucrando en ocasiones consejos para cuestiones tan cotidianas como la alimentación, el sexo, la recreación y la higiene personal. Vestido a veces con un sayal o hábito marrón parecido al de los franciscanos y en otras con una túnica blanca o azulina y un tocado de simbología parecida a la de ciertos ritos de logias, su personaje era como una combinación entre Juan Bautista y Rasputín, alcanzando incluso su aspecto físico. Más de una vez fue confundido con un simple mendigo, se recuerda, hasta que alzó la voz para propagar sus sermones.
Comenzó a rodearse de seguidores que lo veneraban como el verdadero Mesías, bautizándolos en las aguas del mismo río Elqui, al tiempo que recibía regalos como limosnas y prácticamente vivía de forma espartana y llena de limitaciones, subsistiendo gracias a la generosidad de sus devotos y saliendo a predicar por otras ciudades e incluso en países vecinos, como Perú y Bolivia. Eligió a algunos de ellos como sus apóstoles personales y delegados en otras localidades, siendo recibido con gran devoción en ciudades durante la segunda etapa de su cruzada, partiendo por La Serena y Coquimbo, a pesar de sus discursos incendiarios y plagados de acusaciones contra las autoridades, a veces insultantes. Sus seguidores solían besarle las manos y tocar sus ropas para intentar impregnarse del resplandor de la santidad que creían ver en él. Asistía con frecuencia a los débiles, enfermos, presidiarios y mendigos, lo que explica parte del cariño popular que despertaba su persona.
Sin embargo, a pesar de la gran recepción de gente con la que sería recibido en Santiago tras llegar en el ferrocarril, en la capital chilena fue detenido en 1931 y llevado a un hospital psiquiátrico por orden de la Dirección de Sanidad. Allí se le precisó un desorden mental que le llevaba al delirio mesiánico y permaneció un tiempo más internado hasta salir libre cinco o seis meses después, tras "demostrar" que estaba cuerdo, según aseguraba él.
Tras la desagradable experiencia que casi pone fin a su autoimpuesta obra, partió a Antofagasta y luego Tocopilla durante el año siguiente para continuarla, causando gran atención de los habitantes e incluso de connotados y cultos vecinos. Esto encendió la alarma de las autoridades locales y motivó reclamos de grupos de la izquierda obrera en la ciudad, en el contexto de agitación política y social de esos días.
Zárate Vega escribió algunos libros y folletos sobre sus propias vivencias biográficas mezcladas con la filosofía de sus enseñanzas, como "El grito del pastor en el silencio", "Un signo de luz" y "La promesa y la vida", aunque con contradictorios mensajes, especialmente los que entregaba ya hacia sus últimas décadas  de vida y cuando su secta de feligreses había caído en la inoperancia. Es un misterio cómo los redactó y si acaso contó con asistencia de alguien en esta tarea, pues se recuerda que no tenía escolaridad completa a pesar de su elocuencia y casi fanfarronería de palabra. Hay quienes incluso lo definían como un analfabeta, acentuando el misterio.
Fuente imagen: "Sermones y prédicas del Cristo de Elqui" de Nicanor Parra.
Pero la caída de su fantasía personal iba a ser inevitable, como sucede a todo falso profeta al perder su hechizo sobre sus seguidores. Cuentan así que, en uno de sus febriles momentos intentando demostrar cualidades prodigiosas, anunció públicamente que las divinidades le habían otorgado el don sobrenatural del vuelo. Convencido de poseer esta capacidad, hizo un llamado para presenciar su proeza y trepó varios metros por un árbol de la plaza de armas de Ovalle (otros dicen que fue en Vicuña, pero hay más testimonios de la primera opción), prometiéndole a sus súbditos que volaría... El pobre acabó estrellado dolorosamente contra el suelo, mientras la burla de los presentes no se compadecía de sus fracturas, que obligaron a sacarlo en camilla camino al hospital.
Prado comenta que, en 1948 y habiendo dejado atrás gran parte de sus más impulsivos delirios religiosos, Zárate Vega ya renegaba de su antigua doctrina declarando ahora: "He sido y seré un libre pensador". En algún momento comenzó a vestir sólo de oscuro, además, cosa que se observa en las fotografías que quedaron de él. Su último trabajo publicado fue "La promesa y vida del Cristo de Elqui", de ese mismo año, también de carácter autobiográfico.
La decadencia final de su fama comenzó en los años cincuenta. Olvidado, pobre y hallándose residiendo en Santiago después de un largo periplo fuera del valle y del que no se sabe demasiado, falleció en la capital en noviembre de 1971, en el más completo olvido. Seis años después de su muerte, el antipoeta Nicanor Parra (que habría conocido en persona la oratoria del "elegido") publicaba en su homenaje "Sermones y prédicas del Cristo de Elqui". Escribe allí, poniéndose en el lugar del misterioso personaje:
Ahora que ya revelé mi secreto
quisiera despedirme de todos ustedes
en total armonía conmigo mismo
con un abrazo bien apretado
por haber llevado a feliz término
la misión que el Señor me encomendó
cuando se me apareció en sueños
hace la miseria de 22 años
juro que no le guardo rencor a nadie
ni siquiera a los que pusieron en duda mi virilidad
sepan esos reverendos señores
que soy hombre totalmente normal
y perdonen si me he expresado en lengua vulgar
es que esa es la lengua de la gente.
En 1979, Parra publicó un segundo libro asumiéndose como el personaje, titulado "Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui", seguido años después de "La vuelta del Cristo de Elqui", en 2007. El autor Carlos Toro Ponce repasa su caso en "Santos y bandidos del valle de Elqui", de 2007, mientras que Hernán Rivera Letelier publicará un relato inspirado en la totalidad de la vida del fracasado profeta, durante 2010, con el título "El arte de la resurrección".
Son los testimonios que quedaron de uno de los iniciadores del empujón que recibió el bucólico y seductor Valle de Elqui hacia el umbral de la atracción espiritual, mística y esotérica que aún lo identifica, y cuyos casos fundacionales seguiremos viendo en los artículos que siguen de esta serie.

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