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LA COLORIDA TRADICIÓN DE LA PINTURA DE LOS CARRETONES POPULARES CHILENOS

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Carretones areneros del sector Cerro Navia (Fuente: "Mapocho: torrente urbano")
Éste es uno de los pocos artículos que me iban quedando inconclusos y que he ido rescatando de archivos viejos este año, para reponer la periodicidad este blog a falta de textos nuevos. Lo publicaré con actualizaciones y fotografías que me faltaba conseguir y que he ido tomando recientemente, en especial durante la última Fiesta de Cuasimodo. Lo completaré con información de la que dispongo ahora, para hacerlo más preciso y extenso. No puedo garantizar qué suceda después con este blog, por cierto, cuando se me terminen los textos que tenía reunidos y pendientes de publicar, pero ya es claro que no puedo cerrarlo por la lealtad que algunos lectores han tenido con el mismo y que me han hecho reponerlo ya en dos ocasiones en que he intentado bajarlo y terminar de "liberarme" de estas responsabilidades. El blog se mantiene, en otras palabras, pero no puedo garantizar la continuidad periódica de publicaciones que tuvo en el pasado.
Entrando ya en materia, el muy evidente poco afecto de los chilenos hacia las prendas de colores o recargadas se compensa con una curiosa inclinación nacional a drenar por otras vías el contenido amor a los colores y el casi tropicalismo reprimido en aspectos decorativos, con manifestaciones donde el exceso de elementos y de colores son parte del sello en la ornamentación de -por ejemplo- los antiguos microbuses del sistema de locomoción colectiva y sus clásicos carteles de recorridos, o las animitas levantadas a los fallecidos, o las ramadas y fondas de Fiestas Patrias, las carpas y comparsas de la cultura circense, las fachadas de villas populares y ciertos negocios del comercio de barrio.
En esta misma situación se encuentran los diseños de pinturas y decoraciones que tradicionalmente se han usado sobre los carretones y carros de caballos, que todavía conviven a media vida entre la ciudad y el campo, más bien en márgenes de la vida urbana y generalmente asociadas a instancias de vida popular que todavía sobreviven, como las ferias libres, las fiestas religiosas y el comercio de productos agropecuarios. Aún se las puede ver, además, entre los huasos, los areneros del Mapocho, los canteros de Colina, fleteros de la zona del Cajón del Maipo y, en general, entre comunidades de hombres de trabajo de las clases más modestas que mantienen ciertos rasgos de vida propios del mundo rural. Los hay también entre comerciantes populares del Norte de Chile, recolectores de madera, entre habitantes de las islas Mocha y de Chiloé y aun en territorios del carbón lotino.
Ésta debe ser una de las tradiciones y estéticas folklóricas más características de Chile, a pesar de lo poco advertidas que se habían encontrado hasta no hace muchos años. La pintura y personalización de estos carretones de caballos se remontan quizás a inicios del pasado siglo o antes, a juzgar por algunas imágenes, y se asocian a dos necesidades concretas: primero, la de darle individualidad a cada carretón, incluyendo con frecuencia un nombre oficial, algo así como un "tuning" o enchulado del mismo; y segundo, la de hacer colorido y alegre el aspecto de cada vehículo de tracción animal que participa en fiestas religiosas asociadas a la Virgen del Carmen, procesiones de santos y, muy especialmente, a la Fiesta de Cuasimodo celebrada el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección.
Carretón de tipo feriano, tamaño pequeño.
Vista posterior de un carretón simple, con la tapa y su espigado geométrico.
Pequeño carretón tipo calesín huaso, de traslado humano (no para carga).
Carretón de carga, sector La Puntilla cerca de Pirque.
Carretela típica, de diseño techado para transporte de tarros lecheros.
Probablemente, el origen y los antecedentes de la tradición se rastreen al período que está pasando la medianía del siglo XIX, cuando se produce un gran auge comercial de casas de ventas fundadas por ciudadanos extranjeros, principalmente por los españoles que ya conocían la costumbre de las carretas pintadas allá en su terruño. Es la época en que comienza a popularizarse también el reparto a domicilio de algunos productos, como el pan, la leche y las vituallas. Interrumpida brevemente quizás por la insensata Guerra de 1865-1866, esta influencia hispánica parece haberse dado en la tradición más que cualquier otra vertiente, según deducen autores como el profesor Gustavo Boldrini en un artículo titulado "Carreteando en colores", escrito especialmente para un proyecto dedicado al rescate de estas tradiciones y del que hablaremos más abajo.
Chile no es el único país donde existe un folklore asociado a la decoración de carretas, por supuesto. Muy posiblemente, en América Latina la tradición alcanza su máxima expresión con el "boyeo" de las carretas de bueyes en Costa Rica, con exquisitos diseños que parecen asociados a las artes ornamentales indígenas y a una especie de adaptación barroco-rococó de las mismas expresiones. Y si bien ya existía la pintura ornamental de carretas al Norte de la Península Ibérica, tampoco parece menor el detalle de la fuerte tendencia a la geometría que se ve en muchas de ellas y que podríamos especular más asociada a la influencia morisca de la Península, por el lado Sur, en caso de haber un hilo conductor a ella. Este rasgo geométrico, aunque mucho más sencillo, también está en nuestro caso chileno.
Sin embargo, acá la tradición también adoptó una línea estética y decorativa particular, donde se combinan elementos que podríamos suponer simbólicos del arte criollo y cierta iconografía-geometría parecida a la ornamentación circense y de connotación patriótica, además de tipografías sospechosamente parecidas a los viejos carteles de la locomoción colectiva (de los producidos por maestros como Zenén Vargas y Juan Cadena) y de letreros de negocios populares del comercio, como bares y restaurantes tradicionales.
La diseñadora Pepa Foncea ha realizado el hasta ahora más importante de los esfuerzos por rescatar el patrimonio y la tradición gráfica de los carretones populares chilenos, gracias a un proyecto con apoyo financiero del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondart), montando una exposición titulada "Gráfica Popular en los carretones en Santiago", inaugurada el jueves 27 de abril de 2006 en el hall central del Metro Estación Quinta Normal. Existe también un sitio web consagrado al tema de investigación: carretones.cl.
Carretón huaso simple, con rueda chilena típica, en la Medialuna de Las Condes.
Carrito rural de pasajeros y carga menor, en pintoresca escena.
Carretón feriano por Bilbao llegando Vicuña Mackenna en Santiago.
Carretón feriano, de costado, con espigado pintado azul.
En su afanoso estudio, la diseñadora y sus colaboradores identificaron a algunos de los principales cultores de estas artes en la capital, como don José "Lolo" Pizarro de Huechuraba, Ricardo Merino Jiménez y Juan Toro de Cerro Navia, el coleccionista de carros Augusto Pavez Lillo de La Pintana, Mario Molinari de Quinta Normal, Miguel Menares de Peñaflor, Jorge Muñoz y José Aceituno de Peñalolén, y Miguel Villar y Juan Zanahoria de Renca.
La misma investigación, que ha venido a llenar un tremendo vacío sobre el tema, establece también que existen cinco categorías principales de estos carretones chilenos que suelen ser típicos soportes del descrito estilo de gráfica popular de la Región Metropolitana, todos tirados por caballos y sólo ocasionalmente por alguna mula o buey, según nuestra impresión:
  1. El Carretón Colinano o de Colina: luce como un baúl con una carcasa exterior de madera (a veces metal) parecida a una cuadricula o espigado, dotado también de caja exterior de herramientas adosada a la estructura, barandas o quinchas superiores y dos ruedas típicas de carreta chilena en un solo eje, con amortiguación en sistema  de suspensión de resortes de paquete.
  2. El Carretón Coloso: es muy parecido al Colinano pero en dos ejes y cuatro ruedas, y desde la popularización de los vehículos de gasolina en Chile reemplazaron las viejas ruedas de carreta por neumáticos de automóviles, por lo general con el par de adelante más pequeño que el de atrás y montados estos menores en una tornamesa o caja de giro, sin resortes de amortiguación, por lo corriente.
  3. El Carretón Arenero: es un carro principalmente de transporte de peso, usado por pedreros y areneros del Mapocho pero que también hemos visto entre huasos del sector precordillerano de la Región Metropolitana, con una caja o baúl no muy alto pero dotado de tablones colocados como borde angulado en lugar de barandas. También usan en la actualidad dos ruedas de vehículos en su único eje.
  4. La Carretela: usada especialmente por antiguos lecheros, suele semejar al carretón corriente de un eje pero con un techado en forma de arco sostenido por pilares y un compartimento especialmente adaptado para el conductor, incluyendo tarima y el pescante. También suele utilizar neumáticos de vehículos de motor en nuestra época.
  5. El Carretón Feriano o de Feria: de un eje, ruedas de neumáticos y suspensión de resortes de paquete, este carro es el típico que sobrevive aún en algunos espacios urbanos de comercio popular y mercados de productos agrícolas. Suele tener un espigado de madera o metal geométricamente más simple, al igual que la baranda o quincha, generalmente de sólo tres tablones por lados.
Con relación a la iconografía propiamente dicha, destacan motivos como estrellas, aves, flores de fantasía, copihues y uno que otro símbolo cristiano (cruces, palomas con olivos, peces ictus, etc.), alternados en forma de módulos gráficos con las estructuras geométricas. Muchas de estas figuras no son sólo pintura: en algunos casos, están tallados sobre la propia madera o acompañados de tachas, clavos de cabezas ornamentales, herraduras (reales o pintadas, consideradas símbolos de suerte), espigas de trigos (también reales o pintadas, tomadas por símbolo de fortuna y prosperidad) y otras adiciones. En algunas se hacen representaciones de caballos que, según nuestras consultas, a veces pueden representar a antiguos equinos que tiraron ese carretón y que ya murieron, al igual que sus herraduras, correas o riendas, incorporadas al mismo. Están también las que adicionan verdaderas reliquias a la estructura, generalmente atrás y en pares, con una pieza a cada lado, como faros antiguos, lámparas faroles, bocinas viejas de sirenas, pasamanos artísticos de bronce, baúles (para la caja de herramientas), etc. De entre los colores principales destacan los verdes, amarillos, celestes, tonos apastelados y negros, pero hay una presencia muy insistente en los colores patrios: rojo, blanco y azul, que claramente no es casual.
Las fotografías que he reunido acá como ejemplos de la tradición gráfica pertenecen a registros que he pude reunir por la Región Metropolitana, como Santiago Centro, La Florida, El Club de Huasos de Las Condes, sector La Puntilla del Camino de Pirque, San José de Maipo, entre otras ubicaciones.
Se trata, sin embargo, de una tradición en retirada, como prácticamente todo lo que ha dado identidad nacional a nuestro país: ya es cada vez menos fácil el encontrar en las ciudades estos ejemplos de carretones decorados. Diríamos que sólo la persistencia de algunas fiestas religiosas y el impulso innato del criollismo en algunas comunidades populares, sostienen algunos enclaves de "chilenidad gráfica" donde es posible confirmar que existe aún la decoración de las carretas y carretones. Quizás llegue el temido día aquel en que, como muchas otras cosas, no quedará más testimonio de estos coloridos carretones que el de las fotografías y las descripciones sobre lo que alguna vez tuvimos.
Vista trasera de carretón con influencia colinana, con mensajes religiosos.
Carretón con altura y baranda tipo arenero.
Viejo carretón feriano, con símbolos varios en su diseño.
Carretón feriano con varios varios resortes de amortiguación.

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