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MEMORIAS Y OLVIDOS DEL EDIFICIO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS QUÍMICAS Y FARMACÉUTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

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El edificio de la Facultad, hacia los años 40.
Coordenadas: 33°26'17.97"S 70°38'3.82"W
Puede que al palacio universitario de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de Vicuña Mackenna 20, a pasos de la Plaza Baquedano, no le quede mucho tiempo más en pie por decisión de la propia casa de estudios superiores a la que pertenece. La impresionante edificación de unos 120 años ahora está abandonada, cual casa embrujada esperando la ejecución de su sentencia de muerte. En sus jardines, el antiguo cántaro o tinaja que alguna vez soñé con tener en mi patio ahora está roto, partido en dos piezas, mientras que el pedestal del busto de uno de los fundadores de la facultad y está vacío, sosteniendo sólo los recuerdos. Tanto la placa de este monumento como la exterior que junto a las grandes rejas del acceso presentaba a la facultad, han sido retiradas.
Destaca este lugar por su estilo neoclásico palaciego muy afrancesado, con fachada de gran simetría, pasillo exterior de columnas, uso de desaparecidas balaustras en la cornisa del segundo piso y pilastras murales. Su acceso está alineado con el frontón central de alto y artístico tímpano sobre ambos pisos e incluso superando al tercer nivel formado por la falsa mansarda con ventanas-óculos, más una terraza-balcón superior de borde enrejado. Interiormente, la parte original del edificio cuenta con salones altos y pasillos estrechos, además de elegantes escaleras de gruesa madera y pisos tablados. A pesar de las intensas remodelaciones se conserva mucho del aspecto original de sus vanos y pasajes, mientras que las áreas modificadas y extendidas hacia atrás conectan bajo techados lo que habían sido antes patios y otras dependencias del bello inmueble.
Tengo buenos recuerdos de este lugar, habiendo trabajado allí en un período de 2006 a 2009 aproximadamente, como relator para cursos de programas gráficos y digitales que se extendían en el segundo piso, en el Centro de Informática y Química que funcionaba allí con las secretarias Vero y Marcia siempre ocupadísimas en sus escritorios. A veces, mis jornadas se extendían hasta tarde, pasadas las 22 horas, cuando cerraba el acceso principal y debíamos salir por una lateral que me permitió conocer mejor aún este edificio. Tenía de todo, pues: tradición, historia, arquitectura, valor patrimonial y hasta intrigantes relatos de fantasmas que contaban los empleados encargados de las salas de informática.
Como ya lo he hecho antes en este blog con muchas otras perlas arquitectónicas desaparecidas de nuestro país, casos que fueron el de la Mansión Forteza de calle Compañía y el de la Casona Montt Montt de calle Artesanos, escribo estas líneas justo en medio de la cuenta regresiva para la destrucción del objeto de nuestras atenciones, pero con la esperanza de que las campañas que comienzan a sonar en favor de conservar el inmueble puedan llegar a tener algún resultado.
Hacia principios de los noventa, en fotografía de la Universidad de Chile.
En publicación de la propia Universidad del año 2002.
SU ORIGEN COMO DESTILERÍA
A muchos les puede resultar simbólicamente jocoso que una destilería y fábrica de licores haya pasado a ser una casa de estudios universitarios, pero todo indica que así fue... Tal vez algo más para el orgullo entre los miembros de la Casa de Bello, después de todo (y sin ofender).
Efectivamente, el primer uso del edificio de acuerdo a lo que se observa comparando su dirección y descripciones de época, era el de bodegas y talleres de destilación de la que fuera en su tiempo la más conocida y moderna fábrica de licores, llamada Ventura Hermanos y, un tiempo después, la casa Juan Ventura G., sucesor de la firma, ofreciendo "precios corrientes de licores destilados con base etílicas". En el Catálogo de la Sociedad de Fomento Fabril, en tanto, figuraba por esos años con la siguiente dirección y reseña:
"Ventura Hnos. — Gran Destilería y Bodega de Vinos. Establecimiento fundado en 1884. Santiago, Avenida Vicuña Mackenna, 8. Teléfono inglés 1598; nacional  392. Dirección por correo: Casilla 1576".
En el Boletín de la misma Sociedad de Fomento Fabril de 1894, en tanto, se señala que fue en ese año cuando la fábrica terminó de establecerse en la indicada dirección de Vicuña Mackenna 8, en el entonces flamante edificio apodado "Gran Bodega de la Parra". Las instalaciones anteriores con que contaba la compañía estuvieron ubicadas en la dirección de Santa Rosa 91, aunque la fecha de 1884 como aquella de su fundación no coincide en todas las fuentes, apareciendo señalada en 1887 en otras.
Mariano Martínez comenta con grandes detalles las instalaciones de la compañía licorera. La cita por entonces como Ventura Hnos. & Gramunt, en el libro "Industrias Santiaguinas" de 1896, dando una descripción física del lugar con su numeración antigua (antes de la corrección numérica del año siguiente), que no deja de ser interesante:
"Tras una alta verja de fierro, en cuya portada se lee el numero 8 de la Avenida Vicuña Mackenna, levántase un vasto edificio, que tendría aspecto de chalet si no tuviese la visible exterioridad de una gran fábrica. Este edificio, con todas sus dependencias, ocupa media manzana de terreno, y pertenece a la razón social Ventura Hermanos y Gramunt, que hace poco mas de dos años lo ha construido ex profeso para instalar sus grandes bodegas de vino y su extensa sección de destilería de licores finos.
(...) El primer patio del edificio mide 18 por 45 metros de adoquín. Inmediatamente entra por orden de distribución el local donde se hallan las oficinas y las piezas de resguardo. Este local, que constituye el frente de la casa, es rematado en su techumbre por una torre que sirve de mirador y tiene un subterráneo que mide 14 por 38 metros".
La compañía aparece mencionada por J. Tadeo Laso como Destilería y Bodega de Vinos Ventura Hnos. en "La exhibición chilena en la Exposición Pan-Americana de Buffalo, E. U. 1901", publicado al año siguiente y en donde se informa que su muestra de 12 licores obtuvo medalla de plata, aunque éste es sólo uno de los varios premios recibidos durante toda su existencia. En el mismo informe, Laso también aporta datos interesantes sobre la época original de edificio y de su antigua numeración en la Avenida Vicuña Mackenna:
"Más o menos hasta el año 1893, VENTURA HNOS. se limitaban a la compra y venta de chichas, vinos y aguardientes, que repartían a domicilio, especialmente a los comerciantes en pequeña escala.
En la fecha indicada, habían ya alcanzado numerosa clientela y un desarrollo considerable en sus operaciones, de modo que ya no era suficiente la modesta instalación que hasta entonces habían tenido. Trasladóse la Casa al gran edificio que actualmente ocupa, situado en la Avenida Vicuña Mackenna núm. 8, cuyo costo subió a la suma de $250.000. Cubre una extensión de 6.000 metros cuadrados y todo es de piedra y ladrillo. Los pisos son de concreto y cemento romano.
En el frente del edificio están las oficinas. Después vienen las vastísimas bodegas: una de tres naves en la planta superior, y otra subterránea. La nave central de la bodega superior, especialmente dedicada a vinos y licores surtidos, tiene dos líneas Decauville para el servicio general; en la nave izquierda está la sección de alcoholes y aguardiente; y en la nave derecha, la sección de vinos Burdeos y tintos. En la bodega subterránea, hay una sección para vinos blancos y tintos, y otra para vinos añejos y generosos.
(...) A continuación se halla un departamento que comprende las habitaciones y salas para empleados y los trabajadores de la casa, todos los cuales viven en su recinto, conforme al uso europeo.
Luego siguen bodegas accesorias para la carga y descarga de pipas llenas y vacías, las caballerizas y un gran almacén de pasto".
Ventura Hermanos y la dirección de Vicuña Mackenna (número 20, tras la corrección) aparecen también en la "Guía sud americana y general de Chile" de la Imprenta Barcelona, 1910. Dada la importancia que tuvo por esos años, en ella trabajó por un tiempo don Juan Mitjans y Lorenzo Ribas, los fundadores en 1914 de la célebre compañía de licores Mitjans, Ribas & Cía. El dato aparece en "Historia del vino chileno", de José del Pozo.
El pesado portón de rejas metálicas.
Aún se lee el nombre de la primera escuela, en lo alto.
¿DE DESTILERÍA A MANSIÓN?
Hacia el Primer Centenario, la propiedad figura como correspondiente a la Sociedad Vinos de Chile, pero me parece que en parte también a un señor de la familia Saridakis cuyo patriarca, un ciudadano de origen griego, habría sido el encargado de la implementación de las destilerías de la compañía de licores allí en Vicuña Mackenna, según información con la que cuento, además del detalle de que algunos productos licoreros de la firma llevaban su apellido. Esto aparece corroborado también por Martínez, al referirse al equipo de destilería de Ventura Hnos.:
"Esta importantísima sección se halla cargo de un competente fabricante de licores, el señor D. Saridakis, el cual concluyó de instalarla en el mes de mayo de 1894".
Tengo una confusión aquí que la premura no me da tiempo de investigar con más profundidad, por ahora: sucede pues, que el edificio, señalado en algunas fuentes como una casa particular convertida después en el taller de destilería, debe tener en realidad una historia a la inversa de esta información, que considero errada. Es decir: que de bodega y destilería original pasó a ser casa particular o sede corporativa de algo. Esto, porque así se explicaría la presencia de detalles propios de una residencia palaciega ajenos a lo esperable en una edificación industrial, tal cual la observa Martínez al comentar su "visible exterioridad de una gran fábrica" en aquel entonces. Se sabe, además, que el aspecto exterior del inmueble no recibió transformaciones radicales después de ser adquirido y remodelado por la Universidad de Chile, así que hay una transición un poco difusa a lo que será su aspecto final. Su conversión debe haber tenido lugar hacia 1910 (fecha que figura en documentos del Consejo de Monumentos Nacionales como la de su inauguración) a manos de la Sociedad Vinos de Chile, como veremos, e incluso ronda cierta información de que habría sido encargada al célebre arquitecto Eugene Joannon Crozier, pero no he podido confirmar fechas exactas ni nombres aún.
Si estoy en lo correcto con esta observación, diría entonces que el ex edificio de Ventura Hermanos pudo haber sido convertido en inmueble residencial durante un breve período de años después de sus servicios a dicha compañía licorera y sus sucesoras antes de llegar a manos estatales.
Sobre lo anterior, es interesante que en esta misma cuadra adyacente a la Plaza Italia -luego llamada Plaza Baquedano-, figure en los registros la propiedad vecina del diplomático Juan Saridakis, que aparece en algunas guías residiendo en el número 6 de la misma avenida Vicuña Mackenna en 1906, en el 16 en 1910 y en el 24 en 1918 (vecino al edificio y quinta que nos interesa).
Con relación a esto, hago notar que el escritor Fernando Santiván, en sus "Confesiones" de 1958, recuerda algo sobre la remodelación de otro suntuoso edificio con grandes patios y jardines, que presumo podría haber sido en parte del terreno anterior del mismo inmueble o -cuanto menos- inmediatamente vecino a la antigua propiedad de la compañía licorera (en quizás lo que fuera parte de su terreno en el pasado). La conversión residencial se hizo luego que el señor Saridakis contrajera matrimonio con la artista escultórica francesa Laura Mounier, residente en Chile, ex esposa del acaudalado empresario español Matías Granja:
"Laura Mounier se vino a Santiago, a fin de liquidar los negocios del marido difunto y, solamente para hacer espera, se compró una casa rodeada de árboles y jardines, en Alameda esquina de la Avenida Vicuña Mackenna. Tapiceros, fabricantes de muebles, escultores, pintores, se encargaron de transformarla, bajo la experta vigilancia de la dueña, en mansión de confort y de arte.
El comedor constituía una obra primorosa. Cada una de sus paredes formaba un solo cuadro monumental, que representaban, respectivamente, campos floridos de crisantemos, rosas, durazneros, con toda la rica gama de una sabia orquestación, vagamente bañada en atmósfera de ensueño y de frescura matinales. Todo el talento de Benito Rebolledo quedó preso en aquellas telas primaverales y jugosas. Durante meses trabajó el artista incansablemente, para dejar satisfecha la fantasía de aquella  señora de gustos refinados.
En los altos, un vasto taller de amplias galerías, con vista al río, a los cordones del cerro San Cristóbal y a las nevadas cordilleras. Allí saciaría su dueña el ansia de belleza, entregándose al cultivo de su arte favorito: la escultura. En el jardín, al fondo: cancha de tenis, bajo los grandes árboles. En el hall, billares, juego de pimpón, una caja de música maravillosa que ejecutaba las composiciones de los maestros clásicos. No se conocían aún las modernas radios".
Por esta lujosa casa de doña Laura -que refleja de algún modo la estética residencial que debió tener el barrio que nos interesa- pasaron grandes maestros, artistas y literatos como Pedro Lira, de modo que debe haber sido un gran centro de reunión cultural y actividades aristocráticas, por el breve tiempo que ella vivió allí. Se verifica también su ubicación en un decreto de agosto de 1913 reproducido en el Boletín de Instrucción Pública y en los Anales de la Universidad de Chile, donde se traspasa un terreno fiscal del Ministerio de Instrucción Pública al Ministerio de Exterior, en el lugar donde calculo que ahora están los Edificios Turri de Plaza Baquedano, y con un deslinde que por el Sur incluía los terrenos de la mencionada Sociedad Vinos de Chile y de doña Laura:
"Los deslindes del lote mencionado son los siguientes: al Norte, Avenida de la Providencia; al Oriente, la calle pública que lo separa de la Estación Providencia (nota: hoy Ramón Carnicer); al Sur, la propiedad de la Sociedad de Vinos de Chile y de la señora Laura Mounier de Saridakis; y al Poniente, la misma propiedad de la señora Mounier de Saridakis y la Avenida Vicuña Mackenna".
Poco después, este mismo terreno figura en el plan de ampliación de una plaza para la Estación Pirque y se señalan ofrecimientos de permuta hechos al Estado por el señor Saridakis, para darle una forma más regular, propuesta cuyo resultado desconozco aún. Sólo puedo comentar, mientras tanto, que doña Laura dejó la mansión, seguramente tras enviudar, abandonando Chile hacia 1918 y regresó a Europa. Y en cuanto a la vecina mansión correspondiente a la actual Facultad, en tanto, éste debe hallarse en el terreno de la Sociedad Vinos de Chile, misma que unos años después figurará en propiedad del Estado.
No cuento, pues, con el tiempo suficiente ni las fuentes a mano como para confirmar ahora alguna relación entre la quinta de la antigua destilería y sus terrenos, con el posterior palacio de Laura Mounier en Vicuña Mackenna en el período antes de que llegara a ser el inmueble del número 20 una sede universitaria, pero dejo a la vista estos antecedentes por si algún investigador con más accesos, profesión y herramientas pudiera echar una vistazo a esta posibilidad.
Vista exterior del edificio, desde la esquina de Vicuña Mackenna con Buhrle.
Vista a través de los jardines, desde Vicuña Mackenna.
LA ESCUELA UNIVERSITARIA
Entre los años 20 y 30, el inmueble que había nacido como destilería de Ventura Hermanos y luego pasado a la mencionada Sociedad Vinos de Chile, es adquirido por el Estado en un período de crisis del gremio y después reacondicionado por la Universidad de Chile para alojar allí la Escuela de Farmacia y Química. Ésta había sido creada en 1833 como departamento de formación del Instituto Nacional, posteriormente asimilado por la Casa de Bello en 1842. Gran importancia tuvo en su primera etapa el profesor y empresario farmacéutico José Vicente Bustillos. Al año siguiente, sin embargo, el curso dependía de dos Facultades: la de Medicina y la de Matemáticas, quedando en la primera de ellas a partir de 1885. Con la separación formal de los estudios de Medicina de los de Farmacia hacia 1911, se crea la Escuela de Química y Farmacia de la Facultad de Medicina, pero comenzando a operar ya de manera independiente dentro de la institución.
Mas, había sucedido que, después de un incendio de 1919 de la Facultad de Medicina, la Escuela de Química y Farmacia quedó huérfana de dependencias propias para dictar los cursos y, durante varios incómodos años de esfuerzos de sus alumnos y sus académicos, las clases estuvieron siendo impartidas en diferentes sitios, como lo indica la Doctora Irma Pennacchiotti Monti en un artículo de los Anales de la Universidad de Chile N° 12 del año 2000:
"Durante el período de 1919 hasta 1923 los estudiantes tuvieron que 'peregrinar' para sus clases y prácticas entre el Instituto de Higiene donde el Prof. Ghigliotto era químico forense, para las clases de Química Analítica y Toxicología; el Instituto Pedagógico (en Alameda esquina Cumming), para la Química Orgánica e Inorgánica del Prof. Servat, donde él también era profesor. Por otra parte, la Escuela de Medicina prestó sus excelentes auditorios y anexos para la enseñanza de Farmacia, Botánica y Física".
La gestión de adquisición de un edificio propio para resolver esta situación, es comentada por Eduardo Guzmán Rivero en su "Historia de la Farmacia en Chile", informando que fue iniciativa del entonces Director de la Escuela de Química y Farmacia, el Doctor Armando Soto Parada, la de adquirir el edificio de Vicuña Mackenna 20 en 1925. Sin embargo, hay un dato interesante que aparece en la publicación titulada "Materia y Memoria: tesoros patrimoniales de la Universidad de Chile", donde se señala que el edificio "era lugar de encuentros universitarios" desde un poco antes de que fuera comprado por la casa de estudios, específicamente desde 1923, deslizando la idea de que tal atractivo para los alumnos pudo deberse a su pasado como bodega de alcoholes y luego sede de la Sociedad. También necesito dejar comentado que hay fuentes declarando que el traspado a la Facultad tuvo lugar en 1930 y 1935, dato que también me resulta confuso.
Como sea, tras la adquisición del inmueble, se redistribuyeron muchas de sus salas interiores, se habilitaron laboratorios y se subdividieron espacios para aulas, pero se mantuvo bastante el estilo original con escasas intervenciones externas, según se sabe. Esto también abona a la idea de que el aspecto palaciego posterior al uso del edificio como destilería, debe aparecer en algún momento previo a su incorporación a la Universidad de Chile.
Al parecer, tiene lugar hacia este período también una modificación de los terrenos de la quinta y predio, siendo reducida a su actual perímetro y naciendo las calles cortas de Arturo Burhle, lateral a la propiedad (del costado donde estuvieron por largo tiempo la biblioteca y las oficinas administrativas), y más al Sur la de Almirante Simpson, ambas uniendo las arterias de Ramón Carnicer con Vicuña Mackenna. La primera recuerda con su nombre al actor Arturo Bürhle, fallecido en Valdivia en 1927, cerca de la fecha de apertura de la calle, presumo, mientras que la segunda recuerda al ilustre marino de la Armada de Chile. Por el otro lado, los Edificios Turri que dan telón de fondo a la Plaza Baquedano, al costado Norte de la mansión, son levantados en 1929.
Cabe añadir que el Director Soto Parada mantenía también su residencia particular en los altos del mismo inmueble de la facultad, la que debió abandonar con su propio cargo académico, tras diez brillantes años al mando, a raíz de la crisis política de 1931 que significó la caída del Gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo y la verdadera cacería de brujas que siguió a su dimisión. Fue relevado por otro notable decano, don Francisco Servat Marquet, quien permaneció en el cargo hasta el año 1936.
Todavía se observa en lo alto del frontón central la inscripción "ESCUELA DE QUÍMICA Y FARMACIA" en caracteres románicos, recordando el rol con el que debutó el edificio sirviendo a la educación superior chilena y a manos de la Universidad de Chile.
Costado Norte, desde conjunto residencial de Edificio Turri.
La misma ubicación, desde un poco más de altura.
Y POR FIN, LA FACULTAD
Pasaron los años, los académicos y las primeras generaciones salidas de esta sede en Vicuña Mackenna. A la dirección de la Escuela bajo la mano de Servat, siguió la del profesor Juan Ibáñez Gómez, que se extendería hasta 1955, incluyendo un período que resultó fundamental para la historia de la misma.
Sucedió que, en junio de 1945, el entonces Rector de la Universidad de Chile, don Juvenal Hernández Jaque (quien estuvo en el timón de la Casa de Bello desde 1933 hasta 1953), llamó a una asamblea entre los académicos de la Escuela de Química y Farmacia en el Salón del Consejo Universitario, con la intención de consumar la creación de una Facultad de Química y Farmacia que actuara dentro de la Universidad sin estar subordinada ya a las Facultades de Biología o de Ciencias Médicas. El propósito del Rector era actualizar la impartición de estas disciplinas en consideración no sólo de los avances y demandas que podían visualizarse en la química y la farmacología (muy atrás había quedado ya la época de las boticas y droguerías que viera nacer a la Escuela), sino también del crecimiento de la propia área de formación profesional de la casa de estudios en estas disciplinas científicas.
Así, el decreto fundacional de la Facultad de Química y Farmacia fue emitido el 1° de junio de 1945, siendo considerada esta fecha como la del aniversario de su creación que, por singular paradoja, este año celebrará su versión 70 pero con el riesgo de demolición de la histórica mansión de avenida Vicuña Mackenna.
El profesor Ibáñez Gómez pasó a ser el director de la flamante Facultad, tras nueve años a cargo de la Escuela en calidad ad honorem, por lo que conservó el título a pesar del cambio formal de rol. En la Secretaría de Dirección, en tanto, fue elegido el ilustre académico Hermann Schmidt-Hebbel, uno de los personajes más influyentes que pasaron por la sede, además de pieza fundamental en la organización y ajuste de la transición de la Escuela a la Facultad. Su mérito le llevó a asumir la dirección de la misma entre 1962 y 1969, como sucesor de la gestión del no menos connotado profesor Luis Cerutti Gardeazábal. Correspondió a su gestión, además, enfrentar los cambios introducidos por la Reforma Universitaria de 1968-1969, período en el que pasó a ser llamada Facultad de Ciencias Químicas.
A la par de testimoniar estas importantes transformaciones, el edificio de Vicuña Mackenna 20 albergó por largo tiempo las instalaciones del Museo de Farmacia "Profesor César Leyton Caravagno", antes de que fuera trasladado al Colegio de Químicos Farmacéuticos y después a calle Merced. Fue fundado en 1951 por el profesor que le da su nombre y que fuera Decano entre 1955 y 1961, a partir de innumerables objetos, recipientes e instrumentos que recolectó en viajes y búsquedas por farmacias antiguas, motivado por su afán coleccionista. Fue fundado en una sala del segundo piso del edificio con el profesor Raúl Cabrera como su primer curador y administrador, y allí permaneció hasta los años ochenta.
Tras asumir el decanato en 1976 el profesor Carlos Mercado Schüler, la dirección pasó a llamarse Facultad de Ciencias Químicas y Farmacológicas. Mercado también trasladó el Museo al primer nivel del edificio. Sin embargo, la fusión con la Facultad de Ciencias como parte de la reducción forzada de ese período, convirtiéndose en la Facultad de Ciencias Básicas y Farmacéuticas, trajo grandes problemas y perjuicios con los que debió lidiar su sucesor don Juan Morales Malva, tras asumir en 1981.
Costado del edificio, calle Arturo Buhrle.
Pasillos interiores de la Facultad.
DE FACULTAD A... ¿ESCOMBROS?
Las primeras amenazas de destrucción del inmueble de Vicuña Mackenna 20 se ciernen sobre él en este mismo período sombrío y deslucido de los años ochenta, cuando en la mañana del 28 de septiembre de 1983, fue declarado un incendio en las dependencias del edificio, afectando principalmente las oficinas administrativas del primer piso.
Según lo señalado por la Doctora Pennacchiotti en su artículo antes mencionado, a consecuencia del incendio y si bien fue controlado con velocidad por bomberos sin que se produjeran víctimas, resultó parcialmente destruida la oficina del decano Morales Malva, en el segundo piso, y se perdieron las valiosas pinturas al óleo hechas por Camilo Mori con los retratos de los decanos decanos Leyton y Cerutti, y de los profesores Bustillos y Vásquez. También resultaron con daños los retratos de los decanos Caiozzi y Mercado.
Coincidentemente, además, el Decano Morales Malva renunció al poco tiempo poniendo fin a su breve y dificultoso período de dirección de la Facultad. Su sucesor, Camilo Quezada Bouey, asumió el cargo hasta 1986, período en el cual pasó a ser la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas, el 1° de abril de 1985, titulo que ha mantenido hasta ahora y que parece ser el definitivo después de tantos cambios y revisiones. Poco antes, el terremoto de marzo de ese año había causado algunos daños en el edificio y ciertas observaciones sobre las capacidades de resistencia del mismo, aunque soportó bien al castigo. Aún no he podido confirmar si las balaustras del gran balcón doble sobre la cornisa que divide el primer y segundo piso, fueron removidas después de este período a consecuencia de alguna clase de daño durante el mismo terremoto.
En julio de 1987, en el primer decanato de Hugo Zunino Venegas, el Museo del edificio es trasladado en calidad de comodato al Colegio Profesional de Químicos Farmacéuticos, administrado por la Academia de Ciencias Farmacéuticas. Allí permaneció por 10 años hasta que, en 1997 y por intervención del veterano profesor Schmidt-Hebbel, fue llevado al cercano establecimiento de Merced 50, por el lado del Parque Forestal. Y pocos años después, tras otro incendio ocurrido esta vez en el Edificio Luis Cerutti de calle Olivos 1007, Independencia, el 2 de julio de 1992, la Facultad sólo contó con su cuartel de Vicuña Mackenna para seguir en actividades por largo tiempo más, antes de la reconstrucción de la siniestrada sede donde se formaría a los químicos y bioquímicos.
Contra los cálculos de algunos agoreros, el inmueble pudo resistir el tremendo embate del terremoto de 2010. Sin embargo, la amenaza real era ahora el progreso: ese mismo año, se realizó el Concurso de Ideas para el Edificio del INAP (Instituto de Asuntos Públicos) de la Universidad de Chile, con patrocinio del Colegio de Arquitectos, mismo que se va a construir en el lugar de la mansión. Si bien hubo propuestas que pretendían mantener el edificio, parece que las posibilidades de conservarlo o de destruirlo no eran algo que complicara particularmente a la casa universitaria: no se hallaba esta condición en las bases y, si bien ganó el primer lugar uno de los proyectos que preservaban la edifición del predio, la propia Universidad solicitó después cambios radicales al proyecto que ya no consideraban mantener el histórico sitio y reemplazarlo.
Al año siguiente, el Decano Luis Núñez Vergara consiguió que se inaugurara la nueva sede de la facultad y el inicio de la construcción de una nueva etapa para completar la unificación, con lo que iba a quedar jubilado el viejo edificio de Vicuña Mackenna tras 90 años de leal servicio a la Universidad de Chile.
Ese mismo 2011 y en el descrito contexto, fue presentada en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, la tesis de postgrado titulada "Estudio y propuesta de conservación del edificio Vicuña Mackenna 20", bajo la guía de los profesores Lorenzo Berg y Gunther Suhrcke. En ella, las alumnas Paola Seguel, Natalia Le-Bert y Carolina Aldunate formulan el estudio más sólido del edificio quizás hecho hasta entonces y la que parece ser también la primera propuesta de conservación concreta para el mismo. Pero de alguna manera prevalecía ya la insólita predisposición sectaria y el desdén de la casa de estudios en su mirada al inmueble; como suele suceder, escudándose en evaluaciones patrimoniales absurdamente técnicas, hasta lo inverosímil en algunas declaraciones.
Desocupado por etapas entre 2012 y 2013 con el traslado de la Facultad, con el reciente desmantelamiento interior el destino del inmueble parece echado en estos minutos, de acuerdo a lo que ha anunciado la Universidad de Chile: su intención de demolerlo y levantar allí el nuevo edificio de 31.000 metros cuadrados, de 8 pisos y 5 subterráneos, que albergará al Instituto de Estudios Internacionales, al Instituto de Asuntos Públicos y al Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC), incluyendo a la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional.
Aprobado el proyecto por el Consejo Universitario en junio de 2014, el nuevo edificio que debería quedar terminado en 2018, significará un desembolso cercano a las UF 1.000.000, que serán cubiertos entre las unidades que integran esta iniciativa y el presupuesto general de la Universidad de Chile. Septiembre del año en curso es el mes que se ha indicado como aquel de inicio de los trabajos del llamado Proyecto VM20, para levantar las nuevas y espaciosas dependencias.
Acceso a las cámaras subterráneas del edificio.
Las elegantes escalas de madera al segundo piso.
CRÍTICAS AL PROYECTO
Los primeros en reaccionar al anuncio del proyecto fueron un grupo de ex alumnos, académicos, funcionarios y profesores de la propia Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, organizados en lo que más tarde se ha llamado Laboratorio Patrimonio Activo. Publican rápidamente una carta tras conocerse la aprobación del Consejo Universitario e inician una campaña intentando convencer al Rector Ennio Vivaldi, a quien dirigen su misiva, de abandonar semejante intención:
"Con todo el respeto que merece esta noble iniciativa en pos de fomentar la cultura y el arte, creemos que la selección del lugar para instalar el proyecto, en reemplazo del antiguo edificio de la Facultad, busca construir nuevo patrimonio destruyendo un patrimonio existente, lo que implica un perjuicio que quizás nunca se pueda reparar. En el artículo se publica una foto del nuevo proyecto y sólo se habla de los costos monetarios, sin decir nada del actual y centenario ocupante del sitio escogido. Sin embargo, para nosotros el valor de estas instalaciones es inestimable, pues esta casona no sólo es parte del patrimonio arquitectónico, cultural, histórico y científico de la Universidad y de la sociedad chilena, sino que es parte de nuestra propia historia de vida y de formación. La historia de nuestras aspiraciones, del esfuerzo y superación de decenas de generaciones de científicos que allí desarrollaron sus proyectos, sus ilusiones y su vida. Desde de los inicios de su funcionamiento como Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas, pasaron por esas instalaciones muchas generaciones de estudiantes, académicos e investigadores destacados como el Dr. Hermann Schmidt-Hebbel, Osvaldo Cori, Luis Cerutti, César Leyton, los hermanos Mario y Jaime Sapag, entre muchos otros; incluyendo a los siguientes galardonados con el Premio Nacional de Ciencias: Ramón Latorre (Ciencias Naturales, 2002), Dr. Pablo Valenzuela (Ciencias Aplicadas y Tecnológicas, 2002), María Cecilia Hidalgo Tapia (Ciencias Naturales, 2006) y Jorge Allende (Ciencias Naturales, 1992), quienes se formaron en esta facultad y trabajaron por el desarrollo científico, farmacéutico, bromatológico, químico y bioquímico de Chile".
Empero, la señalada indiferencia -o incluso desprecio- que persiste en la propia Universidad de Chile hacia este bello edificio, ha sido recientemente explicada y defendida por Pilar Barba, Directora de Servicios e Infraestructura la casa de estudios, al diario "El Mercurio" (17 de enero de 2015), donde espeta:
"Desde un punto de vista formal, esta fachada no tiene significativos méritos en su materialidad arquitectónica exterior y menos en su interior, como así mismo respecto de su emplazamiento. Es una construcción adosada a la cara trasera de los 'edificios Turri', que sí representan un valor patrimonial.
...Esta nueva conformación volumétrica del edificio MV20, en conjunto con estos edificios, aporta un significativo mejoramiento al espacio del perfil vial de Vicuña Mackenna en su encuentro con la Plaza Baquedano, jerarquizando con una adecuada escala urbana en altura y en su frente".
Al no existir ningún instrumento de resguardo aplicado a la casona y vigente para garantizar su conservación (como categorías de Inmueble de Conservación Histórica, Monumento Histórico Nacional o parte de una Zona Típica), además de la obsolescencia de la legislación chilena general sobre materias de patrimonio arquitectónico, no hay realmente trabas para que el inmueble acabe destruido por la propia institución que es su propietaria, bajo las interpretaciones que se han esgrimido minimizando su valor, en algunos casos con una entonación argumental que juzgo un tanto rebuscada.
No obstante, de todos modos el proyecto ha sido duramente criticado por varios patrimonialistas y urbanistas con el correr de las semanas, partiendo por el Colegio de Arquitectos a través de la Presidente del Comité de Patrimonio, doña Ana Cárdenas, la que ha declarado de manera enfática a "La Segunda" del 21 de enero pasado:
"El reconocer valores patrimoniales no es igual a que esté protegido, tiene que ver con considerar ciertos elementos de la ciudad que son particulares, como la historia, el contexto urbano o la identidad. El que esta casona no esté con protección es porque el dueño del edificio, es decir la Universidad de Chile, no quiso que fuera así y esto ha pasado con distintas dependencias de esa casa de estudios".
Se han oído ya otras críticas de periodistas, escritores (como Hernán Castellano Girón ex alumno de la escuela) y de los mencionados integrantes del Laboratorio Patrimonio Activo de la Facultad, publicando afiches que alertan del asunto y solicitando incluso la urgente declaración del edificio como Monumento Histórico Nacional, para salvarlo de la destrucción.
Como esta lamentable situación de peligro del edificio se encuentra en desarrollo y aún haciendo noticia, probablemente me tome el trabajo de tener que actualizar a futuro algo sobre final que haya tenido el inmueble de Vicuña Mackenna 20, con alguna entrada hecha cuando esté resuelto su amenazado destino, por ahora aún bajo el asedio del falso concepto del progreso reducido a la mera satisfacción del hambre utilitaria e inmediatista.

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