Famosa fotografía de un poste de teléfono caído sobre un tranvía de la Línea 15 "Matadero", en San Diego llegando a Matta, en los años veinte. Atrás se ve el Teatro Esmeralda. Imagen del Archivo Chilectra.
Coordenadas: 33°27'34.56"S 70°38'56.97"W (Avenida Matta)
Es poco conocido el que muchos de los más recordados nombres que identificaban a los desaparecidos recorridos de locomoción colectiva, alguna vez tan populares en la Avenida Manuel Antonio Matta y sus alrededores (como “Matadero Palma”, “Recoleta-Lira” y “Avenida Matta”), en realidad fueron heredados al sistema de los microbuses por el anterior reinado de los tranvías y trolebuses en nuestras calles, esos clásicos carros que llenan de nostalgias los retratos fotográficos más antiguos de la ciudad de Santiago.
Por su propia naturaleza como ruta de conexión por las márgenes de la capital de entonces y nacida como Camino de Cintura Sur (fusionándose además con la llamada Alameda de los Monos), Avenida Matta y sus barrios adyacentes quedaron incorporados casi desde su origen al sistema de tranvías, al mismo tiempo en que crecían los vecindarios conforme aumentaba la urbanización y con ello la demanda de los pasajeros para el transporte. El florecimiento de barrios bohemios como San Diego, la construcción de cines y teatros, el apogeo del pecaminoso sector de Los Callejones y el crecimiento general de la ciudad hacia estos territorios, proveyó al viejo tranvía de una cantidad considerable de usuarios y de relucientes líneas tiradas sobre los adoquines oscuros de sus avenidas, convirtiendo a Matta en un importante paso del tráfico conectado a Estación Central, Alameda, Plaza de Armas y Barrio Mapocho. De hecho, la propia empresa del Ferrocarril Urbano tuvo galpones o talleres por el sector.
Una de las líneas más antiguas del sistema, la N° 7 “Recoleta-Lira”, partía desde Matta para enfilar por Lira hacia la Alameda, y desde allí atravesar Santiago Centro rumbo a Recoleta y los Cementerios. Era, por lo tanto, la línea preferida por los vecinos para visitar las sepulturas de sus deudos, además de uno que otro pícaro tentado con las atracciones más sombrías y secretas del clásico barrio de La Chimba.
La Línea Nº 28, en cambio, tenía el nombre de “Maestranza-Avenida Matta” y, si bien partía desde esta avenida cerca de Vicuña Mackenna al igual que la N° 7, su recorrido iba a parar a la famosa garita de tranvías frente a la Estación Mapocho, de modo que era el carro necesario para quienes viajaban fuera de Santiago por este ferrocarril o a los famosos centros bohemios alrededor de la terminal de trenes, como el “Zeppelin”, "La Piojera", el “American Bar” o “El Jote”.“La 28”, como se le llamaba, fue especialmente conocida en el Barrio Matta cuando amplió su recorrido y pasó a llamarse “Yungay-Avenida Portugal”. Era corriente que los vecinos se reunieran esperando el carro frente al suntuoso Portal Eliseo del Campo o bien en el cruce con 10 de Julio Huamachuco, zona alguna vez dominada por lupanares y moteles de agónico aspecto. La N° 28 tuvo el mérito de ser, además, una de las líneas que más tiempo existió en circulación, aunque acabó sus últimos días con otro nombre y ubicación en la ciudad.
Hay varios ejemplos más del romántico paso del tranvía por el barrio: otra línea muy popular en su tiempo, la N° 5 “Yungay-Mercado”, en algún momento de su historia habría asumido similar ruta y nombre de la famosa N° 28, fusionándose con ella según parece. Por su parte, la célebre micro“Avenida Matta”, que marcó a fuego los recuerdos de juventud de tantos vecinos y ex estudiantes del barrio, proviene del recorrido del mismo nombre que hacía la Línea N° 33, que si bien iniciaba su ruta en la Plaza Argentina frente a la Estación Central, cubría un trayecto que unía Blanco Encalada y Matta hasta Vicuña Mackenna, terminando en la Plaza Baquedano.
Imagen del Archivo Chilectra con el personal de los talleres de tranvías en la Subestación Victoria, celebrando el Día de la Compañía, el 1° de agosto de 1932.
Antigua imagen del tranvía de la Línea 33 "Las Rosas Avenida Matta".
Otros recorridos también fueron extendiendo sus rutas sobre los barrios de nuestro interés. La Línea N° 4, por ejemplo, si bien nació operando sólo en el cuadrante céntrico al Norte de la Alameda de las Delicias, posteriormente incluyó parte de su trazo por el sector Sur y así fue rebautizada “Matta-San Pablo”, realizando un circuito cerrado que comenzaba también en la Plaza Argentina y seguía por Blanco Encalada y Matta; desde allí iba a Vicuña Mackenna, Alameda hacia el centro, Barrio Mapocho y Matucana, terminando de regreso frente a la Estación Central.
También hubo recorridos que se retiraron del barrio o cambiaron su trazo con el tiempo, como la Línea N° 13 “Lira-Carmen”, que iba desde Mapocho hasta estos barrios, pero que después cambió su ruta otro sector y se rebautizó “Alameda-Plaza Ñuñoa”. Éste fue el recorrido a bordo del cual murió asesinado, en manos de un desquiciado, el poeta peruano José Santos Chocano, “El Cantor de América”, quien -por singular paradoja- le tenía un pánico supersticioso al número 13, el mismo de su fatal tranvía hacia la muerte y, para peor, abordado un día viernes 13 de julio de 1934.
No menos importante fue la Línea Nº 37, que también legó un nombre inolvidable en el sistema de microbuses: “Mapocho-Lo Vial”. Este recorrido -usado desde estudiantes hasta bohemios incorregibles del sector, según la hora del día-, se iniciaba frente a la Estación Mapocho y tomaba la recta Bandera-San Diego hacia Gran Avenida José Miguel Carrera, uniendo en su ruta los barrios Mapocho, Matta y Matadero. Lo mismo hacía la Línea N° 15 “Matadero” y N° 24 “Matadero-Placer”. Viejas fotografías de los archivos de Chilectra muestran ya en los años treinta a sus carros totalmente llenos y con pasajeros colgando… Escenario que, en pleno siglo XXI y con nuestros modernos sistemas transportes, todavía suena infelizmente conocido al santiaguino.
Innumerables aventureros ilustres llegaban hasta estos rincones, valiéndose del romántico ferrocarril urbano y haciendo suyos los boliches, clubes y antritos de diversión, especialmente en el sector de San Diego con Matta, de gran atracción para las aves bohemias en esos años. Armando Méndez Carrasco escribió algo ya sobre el aspecto más sombrío y forajido de aquellos rincones. Se sabe también que, en uno de los kioscos de Matta donde se vendían sopaipillas y café con leche con un toque clandestino de aguardiente, el multifacético Pedro Sienna, residente de calle Carmen, había sellado con Enrique Báguena y Arturo Bührle el contrato que dio origen a la primera compañía nacional de teatro netamente chileno, en 1917.
Los socialistas, por su parte, bajaban de los carros de dos pisos frente al teatro del Salón Imperial para reunirse en el “Volga”, café donde se desató la tragedia que cobró la vida del joven poeta Héctor Barreto en una pelea callejera por cuestiones políticas con un grupo de muchachos nacionalsocialistas, cayendo a pocas cuadras de allí en los años treinta. El infortunado se reunía también con sus amigos en “Café Miss Chile” de San Diego, centro de reuniones de la prodigiosa Generación Literaria del ’38, compartiendo copas y divagaciones con colegas literatos como Miguel Serrano, Santiago del Campo, Anuar Atías y el prematuramente partido Jaime Rayo, entre otros de la prodigiosa generación de “las glorias de la noche”. Había quienes preferían las charlas en el “Cola de Mono”, cerca del templo del Santísimo Sacramento y donde se cree nacido el ponche nacional del mismo nombre; o en el “Buenos Aires”, próximo al Liceo Manuel Barros Borgoño apodado “La Universidad del Matadero”.
Años románticos, casi fantasmales, perdidos como toda la época del tranvía y cada vez más diluidos en los éteres solventes del tiempo y del olvido.
Esquema general con los recorridos ferroviarios y de los tranvías de Santiago. Clic encima para ampliar imagen (fuente: tanviasdechile.cl).
El mismo sistema de tranvías que permitió toda esta actividad en el barrio, también llenaba de visitantes a teatros como el SATCH (hoy Teatro Cariola) o su pequeño hermano el Talía (ahora Sala Alejandro Flores), el Matta, el Romea, el Pepe Vila, el Atenas o el Grand Guignol. El público partía con entusiasmo a las jornadas inolvidables de “cachacascán” y de boxeo en el Caupolicán, pero tambien a las “casitas de huifa” de la Lechuguina, la Guillermina o la Nena del Banjo; y los carros llevaban a los enfiestados al famoso restaurante “Peñafiel” del Barrio Matadero, trayéndolos de regreso encañados y buscando reponerse con los mariscales del Mercado Central o sus reputadas empanaditas pequenes picantes de cada amanecida. Eran los años en que inauguraba también la quinta “Club Comercio Atlético”, por la conjunción San Diego-Matta, acaso uno de los últimos bastiones que sobreviven desde aquella época hasta hoy.
Un capítulo entero se necesitaría para mencionar a los recorridos que transitaban por calles que cortan o empalman por Matta, desde Vicuña Mackenna hasta los deslindes hacia Blanco Encalada: la Línea N° 36 “Matadero-Independencia”, por ejemplo, conectaba La Chimba con el Barrio Matadero a través de la noctámbula y luminosa calle San Diego. Muy probablemente, era ésta la línea que tomaba Pablo Neruda con su corte de amigos cuando iban a las funciones del Teatro Esmeralda después de sus juergas en el llamado Barrio Chino de la calle Bandera. Por esas mismas cuadras estaba otro concurrido centro de atracción de los noctámbulos usuarios del tranvía: el cabaret “Gato Negro”, aunque no tan famoso como su símil “El Submarino” de la Plaza Almagro, territorio dominado por el legendario guapo del hampa el Cabro Eulalio.
Hoy día, cuando los tranvías son apenas un recuerdo difuso de estas calles, quedan sólo vestigios vagos y sufrientes de su presencia, casi como fósiles de su propio pasado. Es posible identificar, por ejemplo, algunos trazados paralelos de carriles resistiéndose al asfaltado en tramos de calles como Lira, conservándose milagrosamente aún parte de esos rieles alguna vez utilizados por los carros la mencionada Línea N° 7.
Y en Victoria 612 se encontraba hasta hace pocos años el gran galpón con talleres y guarderías de la Subestación Victoria, entre San Isidro y Víctor Manuel, llegando hasta la calle de fondo Miguel León Prado y sirviendo para funciones similares a los de otros galpones que tuvo el ferrocarril urbano en Avenida Mapocho (muy mencionados en la literatura de Nicomedes Guzmán) y en calle Artesanos (hoy ocupados por el Mercado de la Vega Chica). Éste de Victoria se remontaba a principios del siglo pasado siendo ampliado su depósito hacia los cincuenta, y en sus últimos años en pie era usado como corral de vehículos pesados, acabando totalmente demolido para iniciar un proyecto inmobiliario en lo que fue su terreno, hacia 2006. Sin embargo, aún se puede apreciar frente al nuevo edificio la calle con adoquines y trazos del antiguo carril que entraba y salía por varias puertas al enorme galpón, como un vestigio sobreviviente de aquella época.
Matta fue, así, un importante centro de actividad del clásico transporte interior de Santiago y de toda esa vitalidad que creció alrededor del desaparecido tranvía del Ferrocarril Urbano, la misma que hoy miramos con algo de envidia o idealización romántica, mientras intentamos resignarnos al tormentoso y agobiante sistema de transporte colectivo en la capital de nuestros días.
A pesar de la destrucción del Galpón Victoria 612, aún están en la calle los adoquines con los varios trazados de vías de entrada y salida al desaparecido recinto.
Detalle de las inscripciones en los restos de vías que aún sobreviven en la calle Victoria, frente al edificio que reemplazó al antiguo galpón de los tranvías.
La calle adoquinada y los antiguos trazados de las vías.
Otro ángulo de la calle Victoria y las líneas de carriles.